El dulce sabor a miel... {Privado}

Esa noche la chica de cabellos rubios salió del hotel sin decirle nada a Hades, no es que se necesitara. Después de haberse hecho cargo del trabajo que los había llevado a tierra parisina, era como tener un tiempo libre que no habían planeado. Como ellos eran los responsables ante Axel lo habían hecho directamente, si alguien rompía las reglas del juego, tenía que pagar el precio, y quien se atrevía a traicionarlos, sabía que no habría segundas oportunidades.

Sus tacones resonaban sobre las calles mientras caminaba a paso tranquilo y elegante. Su vestido, comprado en los días anteriores en esa ciudad. De un color muy claro, con un bordado con hilo dorado y lentejuelas formando una ancha cenefa con decoración floral y pabellones formado en los bordes de las vaporosas telas. Una casaca femenina de color turquesa que se ajustaba perfectamente a su silueta, con sus pliegues laterales, abertura trasera y las grandes vueltas de manga en raquette -vuelta de manda en forma triangular-, decorada con un bordado realizado en seda e hilo metálico.

Artemis adoraba los detalles, que si bien muchas veces eran discretos, para ella misma y alguien que quisiera criticarla, no pasarían en vano. Cuando salió de aquel hotel la luz del atardecer aún iluminaba las calles, le hubiese gustado ir a ver a Axel, pero no podía hacerlo aún. Estaba esperando al día siguiente en que les informara la nueva situación. Sabía que su primo tenía seguro el pase de salida de Francia. Y con un poder político mayor al que tenía ahora, pero fuera de eso no sabía nada aún. Realmente a la chica no le importaba lo que tuviese que hacer para lograr los objetivos de la familia, sobre todo de quien estaba a la cabeza de esta, si Axel se lo pedía, ella quitaría los obstáculos del camino junto con Hades.

Pero eso era muy diferente. La espera le estaba provocando ponerse inquieta, razón por la cual estaba en las calles caminando sin rumbo fijo, cuando podía haber ido tranquilamente y en la mera comodidad de un carruaje a cualquier lado que quisiese. Todo contaba, ella era una condesa y como tal, daría la imagen adecuada en los momentos que tuviera que hacerl, pero este, no era uno de ellos. Había ido a París a hacerse cargo de encontrar y eliminar a quien había violado la ley de omertá. Normalmente ninguno de los dos nobles metía las manos, pero dado que había pasado bajo su vigilancia, ambos habían ido a hacerle pagar el precío ya sabido de hacer tal cosa, habían reclamado su vida y solo estaban asegurándose que no quedara nadie vivo que hubiese sido implicado, pero ya no había llegado a ellos más información, por lo que parecía que todos habían perecido. Hades había movido a sus hombres rápidamente una vez arribaron.

La noche había caído y Artemis sin poner ninguna expresión desagradable en su rostro se dio cuenta de que había ido demasiado lejos. Vio las casas a su alrededor, aún había mucho movimiento a esas horas, pues muchos iban al teatro, a alguna cena elegante o evento seguramente. Ella solo necesitaba ver los carruajes y los caballos que los llevaban para saber que estaba en medio de gente de clase alta. Ella que en ningún sentido era menos que ellos, iba a pie por capricho propio. Había observado de reojo a las mujeres que se cruzaban con ella dirigiéndole la mirada; una ligera sonrisa se mostró en sus labios. Orgullosa de su propia belleza y sabiendo que no solo atraía miradas de los hombres que les acompañaban, sino la envidia de ellas. Eso le hizo sentir de mejor humor.