AÑO 1842
Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.
Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.
Espacios libres: 11/40
Afiliaciones élite: ABIERTAS
Última limpieza: 1/04/24
En Victorian Vampires valoramos la creatividad, es por eso que pedimos respeto por el trabajo ajeno. Todas las imágenes, códigos y textos que pueden apreciarse en el foro han sido exclusivamente editados y creados para utilizarse únicamente en el mismo. Si se llegase a sorprender a una persona, foro, o sitio web, haciendo uso del contenido total o parcial, y sobre todo, sin el permiso de la administración de este foro, nos veremos obligados a reportarlo a las autoridades correspondientes, entre ellas Foro Activo, para que tome cartas en el asunto e impedir el robo de ideas originales, ya que creemos que es una falta de respeto el hacer uso de material ajeno sin haber tenido una previa autorización para ello. Por favor, no plagies, no robes diseños o códigos originales, respeta a los demás.
Así mismo, también exigimos respeto por las creaciones de todos nuestros usuarios, ya sean gráficos, códigos o textos. No robes ideas que les pertenecen a otros, se original. En este foro castigamos el plagio con el baneo definitivo.
Todas las imágenes utilizadas pertenecen a sus respectivos autores y han sido utilizadas y editadas sin fines de lucro. Agradecimientos especiales a: rainris, sambriggs, laesmeralda, viona, evenderthlies, eveferther, sweedies, silent order, lady morgana, iberian Black arts, dezzan, black dante, valentinakallias, admiralj, joelht74, dg2001, saraqrel, gin7ginb, anettfrozen, zemotion, lithiumpicnic, iscarlet, hellwoman, wagner, mjranum-stock, liam-stock, stardust Paramount Pictures, y muy especialmente a Source Code por sus códigos facilitados.
Victorian Vampires by Nigel Quartermane is licensed under a
Creative Commons Reconocimiento-NoComercial-SinObraDerivada 3.0 Unported License.
Creado a partir de la obra en https://victorianvampires.foroes.org
Últimos temas
Dulce hogar (privado) +18
2 participantes
Página 1 de 1.
Dulce hogar (privado) +18
Saber que para Vaël era una travesura regalarle sus besos provocó en él sentimientos contradictorios. Por un lado le gustaba ese espíritu rebelde del cortesano y por el otro notaba una pequeña decepción, porque si era así realmente el inglés había restringido aquel campo por probar cosas nuevas y no porque el boticario fuera realmente especial. ¿Pero es que pensaba en serio que era especial para él? Por su cama pasaban cientos de hombres distintos e incluso algunas mujeres. Basile nunca podría destacarse entre todos los demás. Carraspeó como si el aire fresco de la noche le molestara un poco en la garganta, más para distraerse de aquellos pensamientos que para otra cosa. Atravesaban ya el parque y al otro lado se distinguía perfectamente la fachada de piedra de su casa, plantada en medio de una calle completamente desierta. Metió la mano en uno de sus bolsillos para buscar la llave y sus dedos tropezaron con algo que en un principio no identificó, pero que pronto reconoció como el frasco de aceite que habían usado antes en su tienda para jugar. Sonrió y su ademán coincidió con la risa ahogada de Vaël.
- Mi madre no consideraba que ir siempre manchado de tinturas fuera precisamente encantador. - Confesó. - Por eso tuve tantos encuentros con su zapatilla.
Ahora, con el filtro del tiempo, era más capaz de entender a madame Grushenko y su desesperación. ¿Quién quería a un niño correteando por una casa impoluta y dejando por doquier huellas pringosas de jarabe? Tuvo una época en la que ayudaba a su padre a purgar venenos con las cenizas de la lumbre, y entonces no había rincón de su morada que no acabase llena de carbón de chimenea. Era incorregible. Llegaron a la puerta de su hogar justo cuando Vaël le preguntaba si no quería tener hijos. ¿Hijos? No era algo que se planteara. Aunque él básicamente vivía la vida tal y como se le presentaba no creía que el mundo fuera todo lo avanzado y progresista que podría ser. No estaba seguro de querer traer retoños a un lugar donde se iban a tener que pasar buena parte de la existencia yendo a misa a escuchar tonterías para que no los tacharan de impíos y no se cebara con ellos la Inquisición. No le gustaba el fundamento sobre el que se sustentaba su civilización. Él sabía bien lo que era tener que esconderse y ocultar lo que realmente sentía y sus pensamientos, a veces se llegaba a ahogar en ellos. ¿Para qué quería que sus hijos pasaran también por ello? Además estaba el hecho de que con las muchachas se divertía pero que ninguna le decía mucho más.
- No creo que los tenga nunca. - Sentenció.
Abrió la puerta e invitó al cortesano a entrar, cerrando tras de sí y sintiéndose aliviado de estar por fin en un lugar donde nadie podía estar observándolos. Apenas había salido con él un par de veces y ya andaba cansado de cómo podían verlos los demás, le daba ganas de mandarlos al cuerno.
- ¿Quieres tomar algo?
Dejó su chaqueta, el sombrero y todo en una percha cercana al recibidor y le señaló dónde quedaban la cocina y el comedor. Esperaba que se olvidara de eso de ver el laboratorio.
- Mi madre no consideraba que ir siempre manchado de tinturas fuera precisamente encantador. - Confesó. - Por eso tuve tantos encuentros con su zapatilla.
Ahora, con el filtro del tiempo, era más capaz de entender a madame Grushenko y su desesperación. ¿Quién quería a un niño correteando por una casa impoluta y dejando por doquier huellas pringosas de jarabe? Tuvo una época en la que ayudaba a su padre a purgar venenos con las cenizas de la lumbre, y entonces no había rincón de su morada que no acabase llena de carbón de chimenea. Era incorregible. Llegaron a la puerta de su hogar justo cuando Vaël le preguntaba si no quería tener hijos. ¿Hijos? No era algo que se planteara. Aunque él básicamente vivía la vida tal y como se le presentaba no creía que el mundo fuera todo lo avanzado y progresista que podría ser. No estaba seguro de querer traer retoños a un lugar donde se iban a tener que pasar buena parte de la existencia yendo a misa a escuchar tonterías para que no los tacharan de impíos y no se cebara con ellos la Inquisición. No le gustaba el fundamento sobre el que se sustentaba su civilización. Él sabía bien lo que era tener que esconderse y ocultar lo que realmente sentía y sus pensamientos, a veces se llegaba a ahogar en ellos. ¿Para qué quería que sus hijos pasaran también por ello? Además estaba el hecho de que con las muchachas se divertía pero que ninguna le decía mucho más.
- No creo que los tenga nunca. - Sentenció.
Abrió la puerta e invitó al cortesano a entrar, cerrando tras de sí y sintiéndose aliviado de estar por fin en un lugar donde nadie podía estar observándolos. Apenas había salido con él un par de veces y ya andaba cansado de cómo podían verlos los demás, le daba ganas de mandarlos al cuerno.
- ¿Quieres tomar algo?
Dejó su chaqueta, el sombrero y todo en una percha cercana al recibidor y le señaló dónde quedaban la cocina y el comedor. Esperaba que se olvidara de eso de ver el laboratorio.
Última edición por Basile Grushenko el Mar Mayo 08, 2012 3:45 am, editado 1 vez
Basile Grushenko- Vampiro Clase Media
- Mensajes : 274
Fecha de inscripción : 15/03/2012
DATOS DEL PERSONAJE
Poderes/Habilidades:
Datos de interés:
Re: Dulce hogar (privado) +18
Ciertamente esa respuesta no era muy esclarecedora. No creer que vayas a tener algo no significa que no quieras tenerlo o hayas pensado en ello, y de eso el cortesano entendía pero que muy bien. suspiró, pensando que por su escueta respuesta lo mejor era no indagar más, aunque le hubiera gustado hacerlo. De todas formas se quedó con la idea de que el boticario no veía esa posibilidad como tangible, así que quizás la posibilidad de tener un hombre de forma fija en su vida sí era algo más...Bueno, mejor no pensar en esas cosas.
- Respire tranquilo señor Grushenko, ya nadie puede vernos. - susurró con cierta picardía mientras entraba en la casa de forma lenta, como si disfrutara de ese pequeño momento y luego suspiró, mirando a todos lados - Claro, lo dejo a tu elección.
Se quitó también la chaqueta y todo lo demás, colgándolo junto a las cosas del boticario y sonriendo. Podía sonar estúpido pero le gustaba estar ahí. No era la primera casa a la que iba, algunos clientes preferían hacer las cosas en su terreno porque así se sentían más seguros, o simplemente porque confiaban en su personal. Otros hasta tenían una casa aparte de la suya propia para poder hacer ese tipo de cosas. Sin embargo, el estar en casa del mayor para Vaël era algo diferente, le removía algunas cosillas por dentro, tal vez porque tampoco iba como un cortesano a ofrecer sus servicios, sino invitado por un amigo...especial.
Avanzó un poco por el comedor, echándole un vistazo, deslizando los dedos por las sillas y los muebles que pillaba, sin decir nada y con una sonrisa pintada en el rostro mientras iba quedándose con cada detalle. Al final solo suspiró y lo buscó, fijando sus orbes azules en él.
- Mi querido Basile...solo de pensar que seré el primer hombre en poder tomarte y ser tomado en cada rincón de esta casa...se me pone el vello de punta. - dijo con una media sonrisa, entre divertido y coqueto, como siempre - Pero antes de eso, te recuerdo que tienes algo que enseñarme.
Por supuesto que no se había equivocado. Consideraba aquel laboratorio como una parte importante de la casa y la vida del boticario y él quería verlo, quería formar parte de eso aunque fuera por un pequeño momento. Una satisfacción que para otros podría resultar incomprensible, para él era algo verdaderamente delicioso.
- Respire tranquilo señor Grushenko, ya nadie puede vernos. - susurró con cierta picardía mientras entraba en la casa de forma lenta, como si disfrutara de ese pequeño momento y luego suspiró, mirando a todos lados - Claro, lo dejo a tu elección.
Se quitó también la chaqueta y todo lo demás, colgándolo junto a las cosas del boticario y sonriendo. Podía sonar estúpido pero le gustaba estar ahí. No era la primera casa a la que iba, algunos clientes preferían hacer las cosas en su terreno porque así se sentían más seguros, o simplemente porque confiaban en su personal. Otros hasta tenían una casa aparte de la suya propia para poder hacer ese tipo de cosas. Sin embargo, el estar en casa del mayor para Vaël era algo diferente, le removía algunas cosillas por dentro, tal vez porque tampoco iba como un cortesano a ofrecer sus servicios, sino invitado por un amigo...especial.
Avanzó un poco por el comedor, echándole un vistazo, deslizando los dedos por las sillas y los muebles que pillaba, sin decir nada y con una sonrisa pintada en el rostro mientras iba quedándose con cada detalle. Al final solo suspiró y lo buscó, fijando sus orbes azules en él.
- Mi querido Basile...solo de pensar que seré el primer hombre en poder tomarte y ser tomado en cada rincón de esta casa...se me pone el vello de punta. - dijo con una media sonrisa, entre divertido y coqueto, como siempre - Pero antes de eso, te recuerdo que tienes algo que enseñarme.
Por supuesto que no se había equivocado. Consideraba aquel laboratorio como una parte importante de la casa y la vida del boticario y él quería verlo, quería formar parte de eso aunque fuera por un pequeño momento. Una satisfacción que para otros podría resultar incomprensible, para él era algo verdaderamente delicioso.
Vaël Sunderland- Humano Clase Alta
- Mensajes : 228
Fecha de inscripción : 16/10/2011
DATOS DEL PERSONAJE
Poderes/Habilidades:
Datos de interés:
Re: Dulce hogar (privado) +18
Pues sí que respiraba tranquilo, no se lo iba a negar. ¿En serio a Vaël no le daba nada de miedo que le descubrieran? Después de todo se dedicaba a eso y había mucha gente que lo sabía, clientes y amigos de clientes que podían delatarlo. Era cierto que los tiempos estaban cambiando y que se rumoreaba que incluso algún duque tenía favoritos entre sus ayudas de cámara, pero una cosa era ser el consentido de un noble y otra muy distinta ser el cortesano cualquiera de un burdel. Los poderosos podrían cebarse con Sunderland como quisieran si se vieran en la necesidad de hacer ostentación de su autoridad para dominar a las masas.
- ¿No te preocupa que te descubran? - Le preguntó.
Caminó hacia el mueble donde tenía los licores y sacó dos copas pequeñas que rellenó de un vino dulce, obsequio de una dama de buena fortuna especialmente satisfecha con su compañía. Le hacía llegar una carta y un coche cada vez que su marido salía de viaje y generalmente Basile no se hacía de rogar, era una mujer exuberante y deliciosa como la bebida que le había enviado. Le tendió uno de los vasos a Vaël y él bebió del otro, solo el primer sorbo mientras dejaba que el inglés se acostumbrara a aquella casa y a aquel nuevo entorno. A juzgar por su comentario no necesitó mucho tiempo para aclimatarse, ya estaba pensando otra vez en pasar a la acción. El boticario esbozó una sonrisa apenas perceptible y tomó otro trago.
- El primero y el único. - Le aseguró.
No le hacía falta ser adivino para saber que si se sentía tan nervioso por haber estado con un hombre no habría en su vida muchos más. ¿Para qué buscarse problemas? Vaël le gustaba de verdad. Era una delicia verlo desenvolverse tan bien en todos los campos, ora una conversación ora en el lecho. No quería buscar a ningún otro, y si era el cortesano el que decidía que no se vieran más probablemente Grushenko guardaría bajo llave su recuerdo y volvería a encauzarse por el sendero de los estrógenos, del que a veces pensaba - por los riesgos - que jamás debería haber salido.
- ¿De veras quieres verlo? - Le preguntó, desarmado ante aquella insistencia como si fuera un niño temeroso de enseñar a su padre que ha roto su jarrón preferido. - Es un desastre. - Le advirtió. - Está todo revuelto, hay botes que echan humo y hasta algunos platos sucios porque a veces como dentro. Ah, y eso me recuerda...
Se metió a pasos rápidos en la cocina de donde salió al poco rato con un trozo de queso de la despensa. Le hizo al cortesano un gesto para que le siguiera y, abriendo la portezuela que daba al jardín trasero, arrojó el pedazo cremoso entre las hierbas. Le pidió silencio a Vaël poniéndose un dedo en los labios y así permaneció uno, dos, tres minutos... hasta que se oyó un ruidito entre la maleza. De detrás del arbusto de las rosas emergió un pequeño ratón que husmeó el aire y se puso a roer su manjar acostumbrado sujetándolo con sus dos patitas como un tesoro.
- Ese es Stilton, o eso creo.
- ¿No te preocupa que te descubran? - Le preguntó.
Caminó hacia el mueble donde tenía los licores y sacó dos copas pequeñas que rellenó de un vino dulce, obsequio de una dama de buena fortuna especialmente satisfecha con su compañía. Le hacía llegar una carta y un coche cada vez que su marido salía de viaje y generalmente Basile no se hacía de rogar, era una mujer exuberante y deliciosa como la bebida que le había enviado. Le tendió uno de los vasos a Vaël y él bebió del otro, solo el primer sorbo mientras dejaba que el inglés se acostumbrara a aquella casa y a aquel nuevo entorno. A juzgar por su comentario no necesitó mucho tiempo para aclimatarse, ya estaba pensando otra vez en pasar a la acción. El boticario esbozó una sonrisa apenas perceptible y tomó otro trago.
- El primero y el único. - Le aseguró.
No le hacía falta ser adivino para saber que si se sentía tan nervioso por haber estado con un hombre no habría en su vida muchos más. ¿Para qué buscarse problemas? Vaël le gustaba de verdad. Era una delicia verlo desenvolverse tan bien en todos los campos, ora una conversación ora en el lecho. No quería buscar a ningún otro, y si era el cortesano el que decidía que no se vieran más probablemente Grushenko guardaría bajo llave su recuerdo y volvería a encauzarse por el sendero de los estrógenos, del que a veces pensaba - por los riesgos - que jamás debería haber salido.
- ¿De veras quieres verlo? - Le preguntó, desarmado ante aquella insistencia como si fuera un niño temeroso de enseñar a su padre que ha roto su jarrón preferido. - Es un desastre. - Le advirtió. - Está todo revuelto, hay botes que echan humo y hasta algunos platos sucios porque a veces como dentro. Ah, y eso me recuerda...
Se metió a pasos rápidos en la cocina de donde salió al poco rato con un trozo de queso de la despensa. Le hizo al cortesano un gesto para que le siguiera y, abriendo la portezuela que daba al jardín trasero, arrojó el pedazo cremoso entre las hierbas. Le pidió silencio a Vaël poniéndose un dedo en los labios y así permaneció uno, dos, tres minutos... hasta que se oyó un ruidito entre la maleza. De detrás del arbusto de las rosas emergió un pequeño ratón que husmeó el aire y se puso a roer su manjar acostumbrado sujetándolo con sus dos patitas como un tesoro.
- Ese es Stilton, o eso creo.
Basile Grushenko- Vampiro Clase Media
- Mensajes : 274
Fecha de inscripción : 15/03/2012
DATOS DEL PERSONAJE
Poderes/Habilidades:
Datos de interés:
Re: Dulce hogar (privado) +18
La pregunta del boticario le hizo alzar una ceja, planteándosela por un breve instante. No es que fuera la primera vez que se le pasaba por la cabeza, pero normalmente la apartaba rápidamente. No era un tema que le preocupara en exceso, quizás porque tenía poco apego por su vida y simplemente se concentraba en vivirla día a día, con lo que tuviera que venir y si se acababa, al menos no arrepentirse de todo lo que no hubiera podido hacer, mejor llevarse un buen recuerdo de lo que había gozado.
- No, no me preocupa. Muchos hombres importantes han pasado por mi cama, los mantengo contentos y ellos saben mantenerme callado. De todas formas si a alguno le apeteciera meterme en problemas...- se quedó en silencio, pero luego soltó una risita - ¿Qué más daría? Total, yo ya disfruté, ellos se lo perderían. - tomó una de las copas que había servido, dándole un pequeño trago y relamiéndose, paladeando el sabor del caldo, no estaba nada mal. Probablemente de haber sabido la procedencia del mismo, lo habría rechazado sutilmente. No le gustaba probar los regalos de los amantes de sus amantes. Enrevesado, pero seguía siendo un hombre con su orgullo y su ego - ¿El único? Vaya, Basile, tú si sabes hacer que me den escalofríos con dos simples palabras.
Jugueteó con el líquido del vaso, haciéndolo bailar en este, sonriendo y asintiendo ante su pregunta. No se le iba a pasar la curiosidad así como así, era caprichoso y se le había metido entre ceja y ceja ver ese bendito laboratorio, así que el mayor ya no tenía escapatoria. Aun así consiguió que su atención se desviara por el momento de dicho tema cuando lo hizo seguirlo hasta la parte de atrás. Obediente y en silencio, se asomó por encima de su hombro para echar un vistazo al jardín. Miró con curiosidad al animalillo, mirando luego de reojo al boticario y pegándose a su espalda. No dijo nada por unos segundos, solo descansó allí contra él, observando al roedor comer parte del queso y luego correr con lo que quedaba, de nuevo a los arbustos.
- ¿No te has parado a pensar en que quizás es el hijo, la madre, otro hijo...? - murmuró divertido, muy bajito, prácticamente susurrándole en la oreja - Al final va a resultar que eres todo un padre de familia alimentándolos y tú sin saberlo.- no pudo contener una risita, llevando la mano libre, en la que no sujetaba la copa hacia la cadera contraria, haciéndolo girar y tirando un poco de él, para meterlo de nuevo en la casa - Conozco tu comedor, hemos hecho el amor, hemos ido al teatro, me has presentado a tu mascota...El día que me presentes a tu madre empezaré a pensar en comprarte un anillo y un precioso vestido blanco, mi adorado boticario. - no podía evitar ser algo burlón, quizás por quitarle hierro al asunto, o puede que simplemente ya estuviera acostumbrado a aquello. En cierto modo era su forma de decirle que aun quería conocer muchas cosas más, que no era suficiente.
La verdad es que le encantaba aquel hombre. Se lo imaginaba centrado en su trabajo, solo en casa, saliendo solo a comer y a alimentar a su ratón o a toda su familia, visitando a su madre. Prefería no imaginarse los ratos que se iba por ahí de picos pardos, pero aun así le resultaba una parte importante de él, que lo completaba como un hombre atractivo a sus ojos, un hombre que tenía un poco de todo, hasta ese pudor porque supieran de sus revolcones con otro hombre. Se inclinó un poco hacia él, robándole un par de suaves besos, simplemente porque quería continuar con la visita y disfrutar un poquito de esos labios.
- No, no me preocupa. Muchos hombres importantes han pasado por mi cama, los mantengo contentos y ellos saben mantenerme callado. De todas formas si a alguno le apeteciera meterme en problemas...- se quedó en silencio, pero luego soltó una risita - ¿Qué más daría? Total, yo ya disfruté, ellos se lo perderían. - tomó una de las copas que había servido, dándole un pequeño trago y relamiéndose, paladeando el sabor del caldo, no estaba nada mal. Probablemente de haber sabido la procedencia del mismo, lo habría rechazado sutilmente. No le gustaba probar los regalos de los amantes de sus amantes. Enrevesado, pero seguía siendo un hombre con su orgullo y su ego - ¿El único? Vaya, Basile, tú si sabes hacer que me den escalofríos con dos simples palabras.
Jugueteó con el líquido del vaso, haciéndolo bailar en este, sonriendo y asintiendo ante su pregunta. No se le iba a pasar la curiosidad así como así, era caprichoso y se le había metido entre ceja y ceja ver ese bendito laboratorio, así que el mayor ya no tenía escapatoria. Aun así consiguió que su atención se desviara por el momento de dicho tema cuando lo hizo seguirlo hasta la parte de atrás. Obediente y en silencio, se asomó por encima de su hombro para echar un vistazo al jardín. Miró con curiosidad al animalillo, mirando luego de reojo al boticario y pegándose a su espalda. No dijo nada por unos segundos, solo descansó allí contra él, observando al roedor comer parte del queso y luego correr con lo que quedaba, de nuevo a los arbustos.
- ¿No te has parado a pensar en que quizás es el hijo, la madre, otro hijo...? - murmuró divertido, muy bajito, prácticamente susurrándole en la oreja - Al final va a resultar que eres todo un padre de familia alimentándolos y tú sin saberlo.- no pudo contener una risita, llevando la mano libre, en la que no sujetaba la copa hacia la cadera contraria, haciéndolo girar y tirando un poco de él, para meterlo de nuevo en la casa - Conozco tu comedor, hemos hecho el amor, hemos ido al teatro, me has presentado a tu mascota...El día que me presentes a tu madre empezaré a pensar en comprarte un anillo y un precioso vestido blanco, mi adorado boticario. - no podía evitar ser algo burlón, quizás por quitarle hierro al asunto, o puede que simplemente ya estuviera acostumbrado a aquello. En cierto modo era su forma de decirle que aun quería conocer muchas cosas más, que no era suficiente.
La verdad es que le encantaba aquel hombre. Se lo imaginaba centrado en su trabajo, solo en casa, saliendo solo a comer y a alimentar a su ratón o a toda su familia, visitando a su madre. Prefería no imaginarse los ratos que se iba por ahí de picos pardos, pero aun así le resultaba una parte importante de él, que lo completaba como un hombre atractivo a sus ojos, un hombre que tenía un poco de todo, hasta ese pudor porque supieran de sus revolcones con otro hombre. Se inclinó un poco hacia él, robándole un par de suaves besos, simplemente porque quería continuar con la visita y disfrutar un poquito de esos labios.
Vaël Sunderland- Humano Clase Alta
- Mensajes : 228
Fecha de inscripción : 16/10/2011
DATOS DEL PERSONAJE
Poderes/Habilidades:
Datos de interés:
Re: Dulce hogar (privado) +18
Tal vez no era del todo consciente de los problemas en los que sus clientes podían meterle, pero Basile creía más bien que el cortesano sabía perfectamente lo que se hacía y que en cierto modo no le importaba mucho acabar mal. Pero a él sí le importaba.
- ¿Y yo qué? - Preguntó con una mezcla de coquetería y de aire compungido. - Ya no podría verte más.
Pese a lo que pudiera parecer no estaba bromeando. Había tardado demasiado tiempo en darse el lujo de ceder a sus instintos más primarios y de aprender a disfrutar de ellos, no estaba dispuesto a que ahora le quitaran su dulce favorito cuando nomás le había dado un bocado pequeño. Como ya había dicho antes no le parecía ningún sacrificio ni imposible prometerle que sería el único. Solo había otro hombre en el mundo a quien Basile quisiera acariciar de aquella manera y por desgracia estaba tan fuera de su alcance que se tenía estrictamente prohibido soñar con él. Con la mirada puesta en Stilton sonrió al recordar su visita al circo y el entusiasmo genuino e infantil de Thibaut, era tan encantador que ni siquiera se daba cuenta de que lo que hacía resultaba encantador. Una paradoja. Vaël se pegó a su espalad y los pensamientos del boticario regresaron a él y al momento que vivían. Se le erizó el vello de la nuca como siempre que le susurraba así tan cerca del oído.
- El vestido te lo pones tú. - Le contradijo. - Que yo soy el novio.
Se rió entre dientes dejándolo por imposible, el inglés siempre conseguía divertirlo. Se dio cuenta entonces de que ahí estaba la primera diferencia con sus otras amantes: mientras que ellas tenían sus momentos mejores y peores Vaël era siempre una compañía grata. No le importaría que fuera a visitarlo noches alternas aunque no fuese para hacer el amor en todas las ocasiones, era también su amigo. Suponiendo que pudiera fiarse de él, claro. Dio un sorbo a su copa y el beso del cortesano le supo muy dulce porque también sus labios estaban mojados. Se relamió y lo besó de nuevo, atrayéndolo con una mano en su nuca, disfrutándolo allí mismo en su casa. El ambiente le aportaba la tranquilidad necesaria para hacer que no tuviera que preocuparse por nada.
- Está bien, ven conmigo. - Le pidió.
Terminó su bebida y dejó la copa vacía sobre la mesa del salón, comenzando luego a subir las escaleras que los conducirían hasta el piso superior. De pronto pensó que era una lástima que su cama no fuera una de dos plazas estándar, sino una individual más ancha de lo normal. Cabrían los dos pero algo apretados, pero aún así Basile prefería que estuvieran en su cuarto a que usaran el de invitados. Quería tener a Vaël en su propio lecho e incorporarlo como uno más de los elementos habituales de su vida, un lugar que se estaba ganando a pulso. Se detuvo frente a la puerta del laboratorio y la abrió sin pensarlo mucho, total, por más que se entretuviera aquello no se ordenaría solo. Fue hasta el quinqué que había dispuesto en la mesa y lo encendió, iluminando una estancia que parecía la guarida secreta de una bruja, hasta tal punto estaba llena de calderos, probetas y fascos de todos los tamaños y colores. De las vigas de madera del techo pendían ramos de hojas frescas, secas y de todas las formas posibles.
- ¿Y yo qué? - Preguntó con una mezcla de coquetería y de aire compungido. - Ya no podría verte más.
Pese a lo que pudiera parecer no estaba bromeando. Había tardado demasiado tiempo en darse el lujo de ceder a sus instintos más primarios y de aprender a disfrutar de ellos, no estaba dispuesto a que ahora le quitaran su dulce favorito cuando nomás le había dado un bocado pequeño. Como ya había dicho antes no le parecía ningún sacrificio ni imposible prometerle que sería el único. Solo había otro hombre en el mundo a quien Basile quisiera acariciar de aquella manera y por desgracia estaba tan fuera de su alcance que se tenía estrictamente prohibido soñar con él. Con la mirada puesta en Stilton sonrió al recordar su visita al circo y el entusiasmo genuino e infantil de Thibaut, era tan encantador que ni siquiera se daba cuenta de que lo que hacía resultaba encantador. Una paradoja. Vaël se pegó a su espalad y los pensamientos del boticario regresaron a él y al momento que vivían. Se le erizó el vello de la nuca como siempre que le susurraba así tan cerca del oído.
- El vestido te lo pones tú. - Le contradijo. - Que yo soy el novio.
Se rió entre dientes dejándolo por imposible, el inglés siempre conseguía divertirlo. Se dio cuenta entonces de que ahí estaba la primera diferencia con sus otras amantes: mientras que ellas tenían sus momentos mejores y peores Vaël era siempre una compañía grata. No le importaría que fuera a visitarlo noches alternas aunque no fuese para hacer el amor en todas las ocasiones, era también su amigo. Suponiendo que pudiera fiarse de él, claro. Dio un sorbo a su copa y el beso del cortesano le supo muy dulce porque también sus labios estaban mojados. Se relamió y lo besó de nuevo, atrayéndolo con una mano en su nuca, disfrutándolo allí mismo en su casa. El ambiente le aportaba la tranquilidad necesaria para hacer que no tuviera que preocuparse por nada.
- Está bien, ven conmigo. - Le pidió.
Terminó su bebida y dejó la copa vacía sobre la mesa del salón, comenzando luego a subir las escaleras que los conducirían hasta el piso superior. De pronto pensó que era una lástima que su cama no fuera una de dos plazas estándar, sino una individual más ancha de lo normal. Cabrían los dos pero algo apretados, pero aún así Basile prefería que estuvieran en su cuarto a que usaran el de invitados. Quería tener a Vaël en su propio lecho e incorporarlo como uno más de los elementos habituales de su vida, un lugar que se estaba ganando a pulso. Se detuvo frente a la puerta del laboratorio y la abrió sin pensarlo mucho, total, por más que se entretuviera aquello no se ordenaría solo. Fue hasta el quinqué que había dispuesto en la mesa y lo encendió, iluminando una estancia que parecía la guarida secreta de una bruja, hasta tal punto estaba llena de calderos, probetas y fascos de todos los tamaños y colores. De las vigas de madera del techo pendían ramos de hojas frescas, secas y de todas las formas posibles.
Basile Grushenko- Vampiro Clase Media
- Mensajes : 274
Fecha de inscripción : 15/03/2012
DATOS DEL PERSONAJE
Poderes/Habilidades:
Datos de interés:
Re: Dulce hogar (privado) +18
Quería saber si esa preocupación era real, si se sentiría mal si no se vieran nunca más. Pero no quería preguntar y quedar como un iluso, un cortesano que apunta más alto de lo que debe, así que prefirió dejar ese tema de lado, tan solo sonriendo como si no pudiera hacer nada al respecto. ¿Qué sería de Basile si no pudieran verse más? Bueno, podía encontrar a una buena moza con la que seguir su vida, viajar de falda en falda para olvidarlo o inclusive encontrar otro muchacho que le hiciera sentir igual de bien que lo hacía Vaël. No creía que fuera mucho sufrimiento para el boticario el hecho de que no pudieran tener más encuentros, o quizás es que prefería pensar así para no sentirse mal. Como fuera, era un tema que no requería su atención por el momento, si es que llegaba a requerirla algún día.
- Huh...Pues que sepas que sería una novia exigente. El vestido con un velo larguísimo, flores por todas partes y un increíble banquete. - dijo divertido, negando con la cabeza. No se imaginaba con un vestido de novia ciertamente, ni con ninguno en general, aunque cabía decir que algunos hombres tenían ese tipo de fetiche y ya el cortesano se había visto enfundado en prendas femeninas de alguna de sus compañeras de profesión, pero eso era algo que no quería recordar, no le emocionaba realmente. Gajes del oficio como decía él, había hombres para todos los gustos y con todo tipo de gustos también.
Se entregó de nuevo a aquellos labios, de forma suave, eran deliciosos, probablemente los más maravillosos que había probado en mucho tiempo, y lo increíble es que con cada nuevo contacto, al cortesano se le antojaban aun mejores. Igual era una cuestión de costumbre, de que iba haciéndose a su boca y por ello le resultaba cada vez más perfecta. Solo se separó cuando el otro tuvo a bien hacerlo, luego solo sonrió, imitándolo y dejando su copa ya vacía junto a la ajena, caminando con él. Iba a ver un rincón más de la vida de su boticario y eso le gustaba, por tonto que pudiera parecer para otras personas, él estaba emocionado. Además que le gustaba ver cosas diferentes.
Lo siguió hasta que abrió la puerta que parecía ser a la que se dirigían. No atravesó el umbral hasta que el otro encendió algo de luz, solo entonces pasó, echando un vistazo a su alrededor. Su boca se quedó entreabierta entre la sorpresa y la fascinación. Respiró, notando los diversos aromas, era como una botica pero multiplicado por mil. No se cortó en pasar, en entrar hasta lo más profundo y echar un vistazo a todo, aunque sin tocar nada. Sus ojos curiosos iban de un lado al otro, viendo botes, plantas, potingues y todo lo que pudiera imaginar en un sitio semejante. Solo cuando se dio por satisfecho se acercó de nuevo a su anfitrión, sonriendo.
- Es como una cueva misteriosa...tengo miedo de tocar algo y que explote. - dijo divertido, soltando una risita y rozando apenas con los dedos un matojo seco que había colgado de una viga - Esto es bastante pequeño, pero igual entrarían dos personas trabajando. - comentó con tono pensativo, dejando que algunas ideas descabelladas corrieran por su mente - ¿Nunca has pensado en tener un pupilo, Basile? - le preguntó finalmente, mirándolo con una suave sonrisa - Enseñarle lo que sabes, que te ayude en la botica, que aprenda rápido y tenga don de gentes...
- Huh...Pues que sepas que sería una novia exigente. El vestido con un velo larguísimo, flores por todas partes y un increíble banquete. - dijo divertido, negando con la cabeza. No se imaginaba con un vestido de novia ciertamente, ni con ninguno en general, aunque cabía decir que algunos hombres tenían ese tipo de fetiche y ya el cortesano se había visto enfundado en prendas femeninas de alguna de sus compañeras de profesión, pero eso era algo que no quería recordar, no le emocionaba realmente. Gajes del oficio como decía él, había hombres para todos los gustos y con todo tipo de gustos también.
Se entregó de nuevo a aquellos labios, de forma suave, eran deliciosos, probablemente los más maravillosos que había probado en mucho tiempo, y lo increíble es que con cada nuevo contacto, al cortesano se le antojaban aun mejores. Igual era una cuestión de costumbre, de que iba haciéndose a su boca y por ello le resultaba cada vez más perfecta. Solo se separó cuando el otro tuvo a bien hacerlo, luego solo sonrió, imitándolo y dejando su copa ya vacía junto a la ajena, caminando con él. Iba a ver un rincón más de la vida de su boticario y eso le gustaba, por tonto que pudiera parecer para otras personas, él estaba emocionado. Además que le gustaba ver cosas diferentes.
Lo siguió hasta que abrió la puerta que parecía ser a la que se dirigían. No atravesó el umbral hasta que el otro encendió algo de luz, solo entonces pasó, echando un vistazo a su alrededor. Su boca se quedó entreabierta entre la sorpresa y la fascinación. Respiró, notando los diversos aromas, era como una botica pero multiplicado por mil. No se cortó en pasar, en entrar hasta lo más profundo y echar un vistazo a todo, aunque sin tocar nada. Sus ojos curiosos iban de un lado al otro, viendo botes, plantas, potingues y todo lo que pudiera imaginar en un sitio semejante. Solo cuando se dio por satisfecho se acercó de nuevo a su anfitrión, sonriendo.
- Es como una cueva misteriosa...tengo miedo de tocar algo y que explote. - dijo divertido, soltando una risita y rozando apenas con los dedos un matojo seco que había colgado de una viga - Esto es bastante pequeño, pero igual entrarían dos personas trabajando. - comentó con tono pensativo, dejando que algunas ideas descabelladas corrieran por su mente - ¿Nunca has pensado en tener un pupilo, Basile? - le preguntó finalmente, mirándolo con una suave sonrisa - Enseñarle lo que sabes, que te ayude en la botica, que aprenda rápido y tenga don de gentes...
Vaël Sunderland- Humano Clase Alta
- Mensajes : 228
Fecha de inscripción : 16/10/2011
DATOS DEL PERSONAJE
Poderes/Habilidades:
Datos de interés:
Re: Dulce hogar (privado) +18
Si algún día Vaël se pusiera un vestido Basile probablemente saldría corriendo y no pararía hasta llegar a Etiopía. Era cierto que le habían atraído los hombres desde que era un adolescente, pero a pesar de gustarle también las mujeres - o quizá precisamente por eso - necesitaba marcar una diferencia clara. Las muchachas le agradaban femeninas, coquetas y elegantes, pero nunca podría interesarse por un tipo amanerado. Para eso se buscaba una moza, no entendía qué ventaja suponía encapricharse por un varón que mariposeaba más que las propias chicas. Quizá era un poco intolerante su forma de pensar pero ya podía darse con un canto en los dientes para la época en la que estaba, cuando la mayoría de sus vecinos lo echarían de cabeza a la hoguera si supieran que era medio marica.
- Lo más parecido que puedo hacer a todo eso que me pides es prepararte la cena un día. - Le informó de sus limitaciones. - Con un poco de suerte no se quemará y nos la podremos comer.
Hasta tal punto era torpe con los fogones. Llamaba la atención que alguien capaz de cocer las mezclas más raras en un santiamén luego no supiera freír un huevo sin desencadenar una catástrofe natural. Igual se debía simplemente a la falta de práctica porque los guisos más elaborados se los hacía la muchacha que acudía a limpiar, la doncella de su madre, y con el resto más o menos se apañaba él. No hacía falta ser muy ingenioso para asar un trozo de carne.
- Te dije que era una pequeña fuente de entropía. - Ratificó. - Un rinconcito de caos.
Rectificó cuando se dio cuenta de que igual Vaël no tenía ni idea de qué era eso de la entropía. Venía de familia noble, se lo había contado, ¿pero a qué edad se vino a París? ¿Habría estudiado algo antes? ¿Y en ese caso, el qué? Solo unos pocos escogidos por aquel entonces tenían la opción de versarse en física o literatura. Todos los demás eran generalmente hasta analfabetos. No le dijo que no tocara nada porque no era un niño y lo juzgaba con bastante criterio. En efecto el cortesano inspeccionó a sus anchas pero no se arriesgó a meter la mano en ningún caldero, mejor para él. Cuando lo vio andando hacia donde se encontraba quiso tocarlo y besarlo otra vez, estaba demasiado mimoso. No se quería encariñar con nadie pero supo que ya era demasiado tarde y que él había sido un imbécil al abrirle a aquel hombre las puertas de su vida de par en par. Nunca podría cerrarlas del todo cuando quisiera irse... porque se iría. Sunderland era el querido de muchos y no amaba a nadie.
- Un pupilo. - Repitió. - Se supone que ese puesto debía ocuparlo un día mi hijo, así que no me molesté en buscar. Pero ahora que lo dices... - Se mesó la barbilla. - No sería un socio. Me veo incapaz de transmitir a otro hombre todo lo que aprendí tras tantos años de estudio en el Colegio Francés, todos los fundamentos de tantas disciplinas... pero un ayudante que supiera elaborar cosas sencillas y que atendiera tras el mostrador me vendría bien. El negocio cada día acoge a más clientes.
El corazón le aleteó un poco más rápido cuando se percató de que esa pregunta del cortesano podría no ser del todo inocente. Nada le gustaría más a Basile que tenerlo todas las mañanas a su lado, compartiendo un secreto que deberían ocultar a los demás mientras las persianas del establecimiento estuvieran levantadas. Todos los días al alcance de su mano, y sobre todo, de la de nadie más. Porque naturalmente si Vaël quería dedicarse a eso tendría que dejar su empleo anterior, y es más, Grushenko debería sobornar a un par de funcionarios para que hicieran desaparecer de los registros - si es que las había - todas las alusiones al inglés y sus actividades. Tendría que convertirlo en un ciudadano limpio antes de poder admitirlo como colega sin temer a que nadie husmeando encontrara algo delicado.
- ¿Te interesa el puesto?
- Lo más parecido que puedo hacer a todo eso que me pides es prepararte la cena un día. - Le informó de sus limitaciones. - Con un poco de suerte no se quemará y nos la podremos comer.
Hasta tal punto era torpe con los fogones. Llamaba la atención que alguien capaz de cocer las mezclas más raras en un santiamén luego no supiera freír un huevo sin desencadenar una catástrofe natural. Igual se debía simplemente a la falta de práctica porque los guisos más elaborados se los hacía la muchacha que acudía a limpiar, la doncella de su madre, y con el resto más o menos se apañaba él. No hacía falta ser muy ingenioso para asar un trozo de carne.
- Te dije que era una pequeña fuente de entropía. - Ratificó. - Un rinconcito de caos.
Rectificó cuando se dio cuenta de que igual Vaël no tenía ni idea de qué era eso de la entropía. Venía de familia noble, se lo había contado, ¿pero a qué edad se vino a París? ¿Habría estudiado algo antes? ¿Y en ese caso, el qué? Solo unos pocos escogidos por aquel entonces tenían la opción de versarse en física o literatura. Todos los demás eran generalmente hasta analfabetos. No le dijo que no tocara nada porque no era un niño y lo juzgaba con bastante criterio. En efecto el cortesano inspeccionó a sus anchas pero no se arriesgó a meter la mano en ningún caldero, mejor para él. Cuando lo vio andando hacia donde se encontraba quiso tocarlo y besarlo otra vez, estaba demasiado mimoso. No se quería encariñar con nadie pero supo que ya era demasiado tarde y que él había sido un imbécil al abrirle a aquel hombre las puertas de su vida de par en par. Nunca podría cerrarlas del todo cuando quisiera irse... porque se iría. Sunderland era el querido de muchos y no amaba a nadie.
- Un pupilo. - Repitió. - Se supone que ese puesto debía ocuparlo un día mi hijo, así que no me molesté en buscar. Pero ahora que lo dices... - Se mesó la barbilla. - No sería un socio. Me veo incapaz de transmitir a otro hombre todo lo que aprendí tras tantos años de estudio en el Colegio Francés, todos los fundamentos de tantas disciplinas... pero un ayudante que supiera elaborar cosas sencillas y que atendiera tras el mostrador me vendría bien. El negocio cada día acoge a más clientes.
El corazón le aleteó un poco más rápido cuando se percató de que esa pregunta del cortesano podría no ser del todo inocente. Nada le gustaría más a Basile que tenerlo todas las mañanas a su lado, compartiendo un secreto que deberían ocultar a los demás mientras las persianas del establecimiento estuvieran levantadas. Todos los días al alcance de su mano, y sobre todo, de la de nadie más. Porque naturalmente si Vaël quería dedicarse a eso tendría que dejar su empleo anterior, y es más, Grushenko debería sobornar a un par de funcionarios para que hicieran desaparecer de los registros - si es que las había - todas las alusiones al inglés y sus actividades. Tendría que convertirlo en un ciudadano limpio antes de poder admitirlo como colega sin temer a que nadie husmeando encontrara algo delicado.
- ¿Te interesa el puesto?
Basile Grushenko- Vampiro Clase Media
- Mensajes : 274
Fecha de inscripción : 15/03/2012
DATOS DEL PERSONAJE
Poderes/Habilidades:
Datos de interés:
Re: Dulce hogar (privado) +18
A Vaël le daba igual que aquello fuera caos o paraíso, era un rincón en el que Basile pasaba mucho tiempo, donde dejaba volar su imaginación, donde trabajaba. Solo por eso ya era llamativo a ojos del cortesano. A todos nos pasa alguna vez, que cuando sabemos algo de la persona que nos trae de cabeza, nos parece lo más apasionante del mundo aunque nunca antes nos hayamos fijado en esa labor, aunque nos hubiera desagradado, pero claro, como la desempeña esa persona pues de repente pasa a ser interesante y casi perfecta. Ese hilo de pensamientos era peligroso y el inglés lo sabía, pero ya era tarde para hacer nada y la verdad, tampoco quería.
- A mi me parece un sitio perfecto. - aseguró, con una amplia sonrisa que se dejó ver como sincera. Por un momento hasta había dejado su acostumbrada picardía y tono burlón para tener una conversación más seria. También sabía hacerlo por supuesto.
Se dedicó a escuchar con atención las palabras del francés y por un momento le fue inevitable el imaginarse haciendo todas esas tareas. Trabajando con Basile cada mañana, aprendiendo a hacer cosas sencillas y lo que se le daba mejor, atendiendo al público. Sería un trabajo honrado digno de las cartas que con tanto cariño dedicaba a su hermana. Sería una forma de estar a diario con el mayor sin parecer un acosador o terminar por agobiarlo, una forma de que poco a poco, el otro se acostumbrase a su presencia y terminar siendo alguien indispensable en su vida. Sí, igual era un poco maquiavélico, pero así iba su cabeza en ese momento y no podía detenerla. Quería ser necesario para el boticario, quería ser la persona en la que más pensara en cada momento del día en el que no estaban juntos, y punto.
Vaël se sentía perfectamente capaz de desempeñar todas esas tareas, era alguien que ponía muchas ganas para aprender lo que le interesaba, sabía tratar con las personas y un trabajo de cara al público no supondría mayores problemas. En realidad era una salida perfecta del mundo al que había dedicado esos años, sin embargo cuando escuchó la pregunta que había estado buscando, no pudo dar una respuesta clara, solo sonrió levemente y se acercó del todo a él, rodeándolo con los brazos por los hombros y robándole un suave beso.
- Me interesa pensármelo, si puedo...si es una oferta. - murmuró, muy cerca de sus labios, a pesar de que sonreía se notaba que hablaba con seriedad, que no se lo tomaba a broma, aunque sus siguientes palabras desmerecieran este propósito sin poder evitarlo - Mi jefe, mi amigo y mi amante, me resulta una combinación tan explosiva que ya me estoy poniendo tontorrón, Basile.
Besó su mejilla y desde allí fue a su oreja, donde regaló una coqueta mordida. En realidad su cabeza ahora no dejaba de darle vueltas a esa puerta que parecía entreabrirse poquito a poco para él. Sabía que no había problema con el trabajo, tampoco lo tendría de dejar el suyo aunque seguramente su nivel de vida bajaría por eso de que no cobraría lo que cobraba ahora. Pero el dinero tampoco era un problema, había guardado lo suficiente como para vivir bien. En realidad, la única pega a todo eso era el boticario, y lo que tantas horas a su lado podrían suponer.
Si bien Vaël no podía decirse enamorado del mayor, sí sabía que no era una posibilidad absurda, todo lo contrario, el francés se iba abriendo paso, apartando los sentimientos que guardaba solo para clientes, empujando aquellos que reservaba para sus amistades y ya estiraba la mano para poder acariciar los que no quería entregar a nadie. El cortesano sabía que el hombre que tenía entre sus brazos era muy capaz de conseguir volverle la vida del revés y tenía miedo, muchísimo miedo a que volviera a pasarle lo mismo.
- Oye...- susurró contra su oreja - ¿Te resultaría molesto si solo me quedara a dormir? - supuso que entendería que se refería a ocupar su cama sin ningún tipo de intención sexual. ¿Cómo sería eso? Dormir con un hombre que te hace estremecer, pero no tocarlo más que para unas carantoñas, acurrucarse a su lado para despertar a la mañana siguiente. Ni siquiera con aquel que había amado había podido compartir algo así, bueno era lógico, ese hombre dormía cada noche con su madre. No era una cama para tres.
- A mi me parece un sitio perfecto. - aseguró, con una amplia sonrisa que se dejó ver como sincera. Por un momento hasta había dejado su acostumbrada picardía y tono burlón para tener una conversación más seria. También sabía hacerlo por supuesto.
Se dedicó a escuchar con atención las palabras del francés y por un momento le fue inevitable el imaginarse haciendo todas esas tareas. Trabajando con Basile cada mañana, aprendiendo a hacer cosas sencillas y lo que se le daba mejor, atendiendo al público. Sería un trabajo honrado digno de las cartas que con tanto cariño dedicaba a su hermana. Sería una forma de estar a diario con el mayor sin parecer un acosador o terminar por agobiarlo, una forma de que poco a poco, el otro se acostumbrase a su presencia y terminar siendo alguien indispensable en su vida. Sí, igual era un poco maquiavélico, pero así iba su cabeza en ese momento y no podía detenerla. Quería ser necesario para el boticario, quería ser la persona en la que más pensara en cada momento del día en el que no estaban juntos, y punto.
Vaël se sentía perfectamente capaz de desempeñar todas esas tareas, era alguien que ponía muchas ganas para aprender lo que le interesaba, sabía tratar con las personas y un trabajo de cara al público no supondría mayores problemas. En realidad era una salida perfecta del mundo al que había dedicado esos años, sin embargo cuando escuchó la pregunta que había estado buscando, no pudo dar una respuesta clara, solo sonrió levemente y se acercó del todo a él, rodeándolo con los brazos por los hombros y robándole un suave beso.
- Me interesa pensármelo, si puedo...si es una oferta. - murmuró, muy cerca de sus labios, a pesar de que sonreía se notaba que hablaba con seriedad, que no se lo tomaba a broma, aunque sus siguientes palabras desmerecieran este propósito sin poder evitarlo - Mi jefe, mi amigo y mi amante, me resulta una combinación tan explosiva que ya me estoy poniendo tontorrón, Basile.
Besó su mejilla y desde allí fue a su oreja, donde regaló una coqueta mordida. En realidad su cabeza ahora no dejaba de darle vueltas a esa puerta que parecía entreabrirse poquito a poco para él. Sabía que no había problema con el trabajo, tampoco lo tendría de dejar el suyo aunque seguramente su nivel de vida bajaría por eso de que no cobraría lo que cobraba ahora. Pero el dinero tampoco era un problema, había guardado lo suficiente como para vivir bien. En realidad, la única pega a todo eso era el boticario, y lo que tantas horas a su lado podrían suponer.
Si bien Vaël no podía decirse enamorado del mayor, sí sabía que no era una posibilidad absurda, todo lo contrario, el francés se iba abriendo paso, apartando los sentimientos que guardaba solo para clientes, empujando aquellos que reservaba para sus amistades y ya estiraba la mano para poder acariciar los que no quería entregar a nadie. El cortesano sabía que el hombre que tenía entre sus brazos era muy capaz de conseguir volverle la vida del revés y tenía miedo, muchísimo miedo a que volviera a pasarle lo mismo.
- Oye...- susurró contra su oreja - ¿Te resultaría molesto si solo me quedara a dormir? - supuso que entendería que se refería a ocupar su cama sin ningún tipo de intención sexual. ¿Cómo sería eso? Dormir con un hombre que te hace estremecer, pero no tocarlo más que para unas carantoñas, acurrucarse a su lado para despertar a la mañana siguiente. Ni siquiera con aquel que había amado había podido compartir algo así, bueno era lógico, ese hombre dormía cada noche con su madre. No era una cama para tres.
Vaël Sunderland- Humano Clase Alta
- Mensajes : 228
Fecha de inscripción : 16/10/2011
DATOS DEL PERSONAJE
Poderes/Habilidades:
Datos de interés:
Re: Dulce hogar (privado) +18
Basile nunca había necesitado la aprobación de nadie, ni de su madre, pero por algún motivo que Vaël le dijera que le gustaba su agujero le hizo sentir mejor. Había temido que el cortesano le juzgara por el desorden, y es que inconscientemente creía que era todo el rato objeto de una comparación implacable por parte del inglés con todos sus otros clientes. Seguro que por su oficio había visitado muchas casas ajenas, y algunas tal vez tan majestuosas que la vivienda entera del boticario cabría en una de las cocinas de las susodichas mansiones. O tal vez no y todos sus amigos eran pobres. Cuando se dio cuenta de que intentaba destacarse por encima de los otros por sus pertenencias materiales cayó en lo estúpido de su postura y pudo relajarse. Muchas veces le ocurría que había algo que lo estaba agobiando hasta que se percataba de que había un pensamiento obsesivo que no se le iba de la mente. Cuando lo dejaba salir, como si abriera una puerta, se quitaba de encima un peso que había estado cargando mucho tiempo por voluntad propia. Así eran los seres humanos.
- Es una oferta. - Le confirmó.
Ni siquiera había contemplado todavía todas las ventajas e inconvenientes de tener un ayudante cuando sus labios ya habían pronunciado aquellas palabras. Cuando estaba con Vaël su cuerpo actuaba solo y no tenía reparos en empujar todo su raciocinio a un lado como si molestara. Por ejemplo fueron sus brazos, y no del todo su voluntad, los que rodearon autónomos la cintura del cortesano. Fue su boca la que quiso besarlo de nuevo y su lengua la que buscó la contraria para jugar un poco. ¿Y qué podía hacer él contra sus miembros y sus músculos? Nada, obviamente, así que no puso mucho interés en resistirse.
- Pero no quiero que pienses en mí como nada personal si decides aceptar el puesto. - Le advirtió. - No te pido que lo ocupes como pago a nada, tenlo en cuenta, serás un aprendiz de boticario desde las nueve hasta las cinco y todo lo de después es aparte. Si en un momento nos distanciamos, o si tú quieres... estar con otros hombres no vas a perder el empleo.
Esa pausa delatora entre dos palabras fue toda la manifestación externa de algo que al semi-ruso le molestaba hasta límites insospechados. Y le haría daño, sí, que a pesar de dejar su trabajo en el burdel Vaël quisiera seguir viendo a otros. ¿Pero qué iba a hacer? No sería lícito retenerlo contra su voluntad, atado a un sueldo como antes lo estaba a un contrato con su madame. Basile quería dejarlo libre, y así sabría que si el inglés escogía a pesar de todo limitarle a él sus atenciones sería porque de verdad lo quería así y no porque temiera represalias laborales o de cualquier otro tipo.
Le acariciaba la espalda y pensaba en todo esto cuando su voz lo sacó de nuevo de los entresijos de sus pensamientos. Lo miró tratando de distinguir algún matiz burlón en sus ojos pero no lo había. Solo a dormir. El boticario sabía que le resultaría duro estar tendido al lado de aquel hombre que lo encendía como una fogata y tener que contentarse con abrazarlo únicamente, pero también tenía la parte buena precisamente de que podría abrazarlo. Quería hacerle muchas otras cosas pero también acostarse junto a él. Dejó escapar un suspiro imperceptible de resignación previendo que se le haría una noche muy larga hasta que su excitación le permitiera dormirse.
- No. - Le tranquilizó. - ¿Es lo que quieres? ¿Es que estás cansado?
Por supuesto no iba a obligarle a tener sexo con él, la sola idea le repugnaba. Le puso una mano en el pecho mientras la otra seguía a su espalda, reteniéndolo junto a él.
- ¿A ti te resultaría molesto si te toco mientras duermes? - Bromeó.
- Es una oferta. - Le confirmó.
Ni siquiera había contemplado todavía todas las ventajas e inconvenientes de tener un ayudante cuando sus labios ya habían pronunciado aquellas palabras. Cuando estaba con Vaël su cuerpo actuaba solo y no tenía reparos en empujar todo su raciocinio a un lado como si molestara. Por ejemplo fueron sus brazos, y no del todo su voluntad, los que rodearon autónomos la cintura del cortesano. Fue su boca la que quiso besarlo de nuevo y su lengua la que buscó la contraria para jugar un poco. ¿Y qué podía hacer él contra sus miembros y sus músculos? Nada, obviamente, así que no puso mucho interés en resistirse.
- Pero no quiero que pienses en mí como nada personal si decides aceptar el puesto. - Le advirtió. - No te pido que lo ocupes como pago a nada, tenlo en cuenta, serás un aprendiz de boticario desde las nueve hasta las cinco y todo lo de después es aparte. Si en un momento nos distanciamos, o si tú quieres... estar con otros hombres no vas a perder el empleo.
Esa pausa delatora entre dos palabras fue toda la manifestación externa de algo que al semi-ruso le molestaba hasta límites insospechados. Y le haría daño, sí, que a pesar de dejar su trabajo en el burdel Vaël quisiera seguir viendo a otros. ¿Pero qué iba a hacer? No sería lícito retenerlo contra su voluntad, atado a un sueldo como antes lo estaba a un contrato con su madame. Basile quería dejarlo libre, y así sabría que si el inglés escogía a pesar de todo limitarle a él sus atenciones sería porque de verdad lo quería así y no porque temiera represalias laborales o de cualquier otro tipo.
Le acariciaba la espalda y pensaba en todo esto cuando su voz lo sacó de nuevo de los entresijos de sus pensamientos. Lo miró tratando de distinguir algún matiz burlón en sus ojos pero no lo había. Solo a dormir. El boticario sabía que le resultaría duro estar tendido al lado de aquel hombre que lo encendía como una fogata y tener que contentarse con abrazarlo únicamente, pero también tenía la parte buena precisamente de que podría abrazarlo. Quería hacerle muchas otras cosas pero también acostarse junto a él. Dejó escapar un suspiro imperceptible de resignación previendo que se le haría una noche muy larga hasta que su excitación le permitiera dormirse.
- No. - Le tranquilizó. - ¿Es lo que quieres? ¿Es que estás cansado?
Por supuesto no iba a obligarle a tener sexo con él, la sola idea le repugnaba. Le puso una mano en el pecho mientras la otra seguía a su espalda, reteniéndolo junto a él.
- ¿A ti te resultaría molesto si te toco mientras duermes? - Bromeó.
Basile Grushenko- Vampiro Clase Media
- Mensajes : 274
Fecha de inscripción : 15/03/2012
DATOS DEL PERSONAJE
Poderes/Habilidades:
Datos de interés:
Re: Dulce hogar (privado) +18
Estaba claro, Basile le abría una puerta que le iba a costar rechazar, la opción de tener una vida más normal y tranquila. Realmente no le desagradaba su trabajo, no era como muchas mujeres que se veían atadas al burdel por obligación, en realidad la mayor parte de los hombres lo hacían por vocación o para poder dejar salir sus deseos más oscuros sin ser mal vistos, al menos no más de como se vería a un cortesano. Hombres desvergonzados para trabajos en los que la vergüenza no tiene cabida. Era el mundo de Vaël y no se le daba nada mal, sin embargo la idea de algo diferente no le desagradaba, en absoluto, menos aun si tenía al boticario por medio.
No pudo evitar una risita ante su advertencia, algo que ya daba por supuesto, no es como que se fuera a dedicar a manosearlo con los clientes delante o a dedicarle comentarios picantes mientras atendían gente. Sin embargo era divertido que tratara de imponerse de esa forma, le gustaba. Sin embargo sus últimas palabras o más bien la forma en la que las dijo, hicieron que se separase apenas un poco para poder mirarlo, con una ceja alzada.
- Creo que te sorprendería saber la cantidad de dudas que me plantean tus palabras. - murmuró, más pensativo que otra cosa, pues era verdad. Por un lado estaban las dudas con respecto a Basile...¿acaso después de que él dejara de ser cortesano tendría motivos para distanciarse de él? Es decir, no habría ya nada "malo" entre ambos, no esperaba una relación, pero sí que pudieran acostarse de cuando en cuando y disfrutar de su compañía mutua. Y por otra parte estaba el hecho de que Vaël ni siquiera sabía si querría estar con otros hombres. Hasta la fecha estaba medianamente satisfecho con cobrar por tener relaciones, normalmente no las tenía fuera del trabajo, el boticario había sido una afortunada excepción. Pero si se quedara sin trabajo...no tenía claro si buscaría otros hombres - Pero no te preocupes, me lo tomo como una oferta seria, lejos de las confianzas o las relaciones personales. - terminó por conceder con una sonrisa, dejando de lado todas sus cavilaciones.
Volvió a pegarse a él, acariciando su nuca con los dedos de manera suave y distraída, planteando el tema de no mantener relaciones esa noche. Tenía curiosidad por saber lo que pensaría el contrario, a fin de cuentas era otra forma de saber si no era más que un compañero de cama o quizás algo más. No pudo evitar una media sonrisa cuando lo despegó un tanto, volviendo a buscar sus ojos y negando con la cabeza.
- No, cansado no es la palabra, simplemente tenía curiosidad. - comenzó a acariciar con su nariz la contraria, de forma suave, mimosa prácticamente, aunque no pudo evitar soltar una risita divertida al escucharlo - Te aviso que si me pones caliente mientras duermo es muy probable que me despierte montándote y no será culpa mía. - alzó una ceja, hablar de tonterías le estaba poniendo nervioso. Tomó sus labios de forma suave y descendió las manos por su espalda en intensas caricias, hasta llegar a sus nalgas y darle unos buenos apretones - Mejor salgamos de aquí antes de que terminemos rodando por el suelo bañados en Dios sabe qué potingues y recubiertos de hojas secas.
Suspiró contra su cuello, donde había llevado sus labios para darle algunos besos y mordisquitos juguetones. Le había dicho que salieran pero como que le costaba eso de separarse de él, igual era su olor, su calor o el sabor tan delicioso que llegó a su lengua cuando esta asomó para pasearse por su cuello hasta llegar a su oreja, jugueteando allí. Qué débil era...
No pudo evitar una risita ante su advertencia, algo que ya daba por supuesto, no es como que se fuera a dedicar a manosearlo con los clientes delante o a dedicarle comentarios picantes mientras atendían gente. Sin embargo era divertido que tratara de imponerse de esa forma, le gustaba. Sin embargo sus últimas palabras o más bien la forma en la que las dijo, hicieron que se separase apenas un poco para poder mirarlo, con una ceja alzada.
- Creo que te sorprendería saber la cantidad de dudas que me plantean tus palabras. - murmuró, más pensativo que otra cosa, pues era verdad. Por un lado estaban las dudas con respecto a Basile...¿acaso después de que él dejara de ser cortesano tendría motivos para distanciarse de él? Es decir, no habría ya nada "malo" entre ambos, no esperaba una relación, pero sí que pudieran acostarse de cuando en cuando y disfrutar de su compañía mutua. Y por otra parte estaba el hecho de que Vaël ni siquiera sabía si querría estar con otros hombres. Hasta la fecha estaba medianamente satisfecho con cobrar por tener relaciones, normalmente no las tenía fuera del trabajo, el boticario había sido una afortunada excepción. Pero si se quedara sin trabajo...no tenía claro si buscaría otros hombres - Pero no te preocupes, me lo tomo como una oferta seria, lejos de las confianzas o las relaciones personales. - terminó por conceder con una sonrisa, dejando de lado todas sus cavilaciones.
Volvió a pegarse a él, acariciando su nuca con los dedos de manera suave y distraída, planteando el tema de no mantener relaciones esa noche. Tenía curiosidad por saber lo que pensaría el contrario, a fin de cuentas era otra forma de saber si no era más que un compañero de cama o quizás algo más. No pudo evitar una media sonrisa cuando lo despegó un tanto, volviendo a buscar sus ojos y negando con la cabeza.
- No, cansado no es la palabra, simplemente tenía curiosidad. - comenzó a acariciar con su nariz la contraria, de forma suave, mimosa prácticamente, aunque no pudo evitar soltar una risita divertida al escucharlo - Te aviso que si me pones caliente mientras duermo es muy probable que me despierte montándote y no será culpa mía. - alzó una ceja, hablar de tonterías le estaba poniendo nervioso. Tomó sus labios de forma suave y descendió las manos por su espalda en intensas caricias, hasta llegar a sus nalgas y darle unos buenos apretones - Mejor salgamos de aquí antes de que terminemos rodando por el suelo bañados en Dios sabe qué potingues y recubiertos de hojas secas.
Suspiró contra su cuello, donde había llevado sus labios para darle algunos besos y mordisquitos juguetones. Le había dicho que salieran pero como que le costaba eso de separarse de él, igual era su olor, su calor o el sabor tan delicioso que llegó a su lengua cuando esta asomó para pasearse por su cuello hasta llegar a su oreja, jugueteando allí. Qué débil era...
Vaël Sunderland- Humano Clase Alta
- Mensajes : 228
Fecha de inscripción : 16/10/2011
DATOS DEL PERSONAJE
Poderes/Habilidades:
Datos de interés:
Re: Dulce hogar (privado) +18
Sus manos se aferraban al cuerpo de Vaël como si pertenecieran al cortesano y no a Basile. Unas manos muy traidoras, en verdad, puesto que se iban con el primero que se les ponía delante sin tener en cuentas que llevaban más de tres décadas unidas al boticario. Admitió para darles un beneficio que Sunderland no era ni mucho menos "el primero que pasaba" en el sentido despectivo de la expresión. Que se hubieran conocido cuando Basile todavía no había estado con ningún otro hombre no quería decir que al mayor no le hubiera costado lo suyo ceder a las sugerencias de aquel cliente perseverante que con sus visitas a su establecimiento y sus insinuaciones había llegado a parecer un pretendiente tenaz. Al boticario le gustaba de veras. No conocía mucho de él, solo los datos biográficos superficiales, pero sentía que tampoco necesitaba otra información. Le gustaría saberla, claro que sí, y quería charlar con él y preguntarle por sus sueños y apetencias, pero de momento ya tenía suficiente para querer meterlo en su casa y en su cama sin exigir credenciales.
- Quizá no me expliqué bien. - Le concedió, tomándose unos segundos para pensar sobre su idea. - Lo que quiero decir es que tú puedes hacer tu vida al margen de mí si es lo que quieres. Que en cualquier momento puedes decidir con total libertad que ya no quieres que tengamos más relación que la profesional.
Por supuesto si él no decidía tal cosa no sería Basile quien se lo exigiera, todo lo contrario, al francés le costaría mucho tenerlo de ayudante sin poder mirarlo mientras trabajaba y saber que por la noche sería suyo. No en sentido estrictamente físico sino también de pensamiento. Le haría daño que fuera otro tipo el que aguardara a que Vaël terminase su jornada para llevarlo a cenar y a hacerlo reír.
- Aunque eso no es lo que yo quiero... - Aclaró por ser más específico.
Así que curiosidad. Sunderland era travieso y el boticario iba a regañarle por ello, pero encontró mucho más productivo estrechar su abrazo cuando le frotó la nariz y volver a besarlo. Se estaba aficionando demasiado a esos labios y luego los echaría de menos cuando no los tuviera, como un niño caprichoso. Se habían visto una primera noche, después toda una semana de espera y de pronto aquella tarde una sorpresa más que bien recibida. Eso hacían dos encuentros en total sin contar todas las veces que habían coincidido antes en la tienda. ¡Dos veces! Y Basile ya quería atarlo a su cama para que no pudiera salir nunca más. Sonrió con un deje de nerviosismo al imaginar la escena nocturna.
- No me quejaré si me despiertas así. - Llevó las manos a su pelo y enredó los dedos en sus mechones oscuros mientras el cortesano le apretaba el trasero.
Se separó con determinación lo justo para conducirlo hasta su dormitorio, no muy lejos de allí. Había libros en las paredes, encima de la cómoda y hasta debajo de la cama, pero como se ordenaban en pilas más o menos estructuradas no imperaba mucha sensación de desorden.
- Creía que habías dicho que solo querías dormir. - Le recordó.
Pero sus dedos volaban ya acariciándole las mejillas, los labios, bajando después hasta su camisa y comenzando a abrir los botones sin que de nuevo la mente de Basile pudiera opinar nada sensato a tiempo.
- Quizá no me expliqué bien. - Le concedió, tomándose unos segundos para pensar sobre su idea. - Lo que quiero decir es que tú puedes hacer tu vida al margen de mí si es lo que quieres. Que en cualquier momento puedes decidir con total libertad que ya no quieres que tengamos más relación que la profesional.
Por supuesto si él no decidía tal cosa no sería Basile quien se lo exigiera, todo lo contrario, al francés le costaría mucho tenerlo de ayudante sin poder mirarlo mientras trabajaba y saber que por la noche sería suyo. No en sentido estrictamente físico sino también de pensamiento. Le haría daño que fuera otro tipo el que aguardara a que Vaël terminase su jornada para llevarlo a cenar y a hacerlo reír.
- Aunque eso no es lo que yo quiero... - Aclaró por ser más específico.
Así que curiosidad. Sunderland era travieso y el boticario iba a regañarle por ello, pero encontró mucho más productivo estrechar su abrazo cuando le frotó la nariz y volver a besarlo. Se estaba aficionando demasiado a esos labios y luego los echaría de menos cuando no los tuviera, como un niño caprichoso. Se habían visto una primera noche, después toda una semana de espera y de pronto aquella tarde una sorpresa más que bien recibida. Eso hacían dos encuentros en total sin contar todas las veces que habían coincidido antes en la tienda. ¡Dos veces! Y Basile ya quería atarlo a su cama para que no pudiera salir nunca más. Sonrió con un deje de nerviosismo al imaginar la escena nocturna.
- No me quejaré si me despiertas así. - Llevó las manos a su pelo y enredó los dedos en sus mechones oscuros mientras el cortesano le apretaba el trasero.
Se separó con determinación lo justo para conducirlo hasta su dormitorio, no muy lejos de allí. Había libros en las paredes, encima de la cómoda y hasta debajo de la cama, pero como se ordenaban en pilas más o menos estructuradas no imperaba mucha sensación de desorden.
- Creía que habías dicho que solo querías dormir. - Le recordó.
Pero sus dedos volaban ya acariciándole las mejillas, los labios, bajando después hasta su camisa y comenzando a abrir los botones sin que de nuevo la mente de Basile pudiera opinar nada sensato a tiempo.
Basile Grushenko- Vampiro Clase Media
- Mensajes : 274
Fecha de inscripción : 15/03/2012
DATOS DEL PERSONAJE
Poderes/Habilidades:
Datos de interés:
Re: Dulce hogar (privado) +18
Realmente no necesitaba más aclaraciones, pero el hecho de que se las diera no hizo sino confirmar esa leve sospecha que tenía de que no era el único que veía algo más allá de unos simples encuentros sexuales casuales. Quizás es que se estaban acostumbrando el uno al otro. ¿Y qué si solo se había visto de forma seria dos veces? Vaël llevaba mucho tiempo trabajándoselo aunque el otro no se hubiera dado ni cuenta. Las visitas a la botica, las sonrisas, los gestos coquetos, la información de los lugares en los que solía necesitar las pomadas...no eran casualidades. El cortesano había estado conquistando al mayor, llevándolo poco a poco a su terreno, comprobando si tenía posibilidades, así que técnicamente no habían sido solo dos citas, para él había sido mucho más, mucho esfuerzo que merecía la pena.
Como fuera, había llegado la hora de olvidarse de las conversaciones, los trabajos y cualquier cosa que no fueran ellos dos y la habitación a la que lo había arrastrado. Echó un rápido vistazo a su alrededor, admirando cada detalle pero de forma pasajera pues su atención principal residía única y exclusivamente en el boticario, al que dedicó una suave sonrisa.
- Eso dije...- aseguró, mordiéndose el labio inferior y llevando ambas manos a la camisa contraria, sacándosela de los pantalones y desabotonándosela pero empezando desde abajo, acariciando la piel de su vientre que iba quedando al descubierto - Y no me creerás si te digo que hoy he tenido varias veces la intención de no acostarme contigo y sin embargo soy tan débil, tan incapaz de resistirme a ti.
Se dejó llevar para buscar su boca una vez más, ahondando con su lengua en esta, acariciando su cavidad, enroscándose cual serpiente con su contraria mientras sus manos, que no se detenían ni un momento, le terminaban por quitar la camisa, la cual dejó sobre la cama, a un lado y en seguida buscó acariciar toda su piel, desde su vientre hasta sus hombros, rodeándolo para acariciar también su espalda. Solo se separó de su boca para tomar algo de aire, mirándolo excitado y relamiéndose aun el dulce sabor que tenía en los labios.
- Basile...he pensado en ti cada día desde la última vez que nos acostamos. Cada hombre que ha ocupado mi cama ha tenido tu rostro, cada beso tu sabor, cada caricia tu tacto...- susurró contra sus labios, cerrando los ojos y llevándolo hacia la cama, para hacer que se estirase sobre esta y poder colocarse encima - Me estás volviendo loco, boticario. ¿No tienes medicina para eso?
Como fuera, había llegado la hora de olvidarse de las conversaciones, los trabajos y cualquier cosa que no fueran ellos dos y la habitación a la que lo había arrastrado. Echó un rápido vistazo a su alrededor, admirando cada detalle pero de forma pasajera pues su atención principal residía única y exclusivamente en el boticario, al que dedicó una suave sonrisa.
- Eso dije...- aseguró, mordiéndose el labio inferior y llevando ambas manos a la camisa contraria, sacándosela de los pantalones y desabotonándosela pero empezando desde abajo, acariciando la piel de su vientre que iba quedando al descubierto - Y no me creerás si te digo que hoy he tenido varias veces la intención de no acostarme contigo y sin embargo soy tan débil, tan incapaz de resistirme a ti.
Se dejó llevar para buscar su boca una vez más, ahondando con su lengua en esta, acariciando su cavidad, enroscándose cual serpiente con su contraria mientras sus manos, que no se detenían ni un momento, le terminaban por quitar la camisa, la cual dejó sobre la cama, a un lado y en seguida buscó acariciar toda su piel, desde su vientre hasta sus hombros, rodeándolo para acariciar también su espalda. Solo se separó de su boca para tomar algo de aire, mirándolo excitado y relamiéndose aun el dulce sabor que tenía en los labios.
- Basile...he pensado en ti cada día desde la última vez que nos acostamos. Cada hombre que ha ocupado mi cama ha tenido tu rostro, cada beso tu sabor, cada caricia tu tacto...- susurró contra sus labios, cerrando los ojos y llevándolo hacia la cama, para hacer que se estirase sobre esta y poder colocarse encima - Me estás volviendo loco, boticario. ¿No tienes medicina para eso?
Vaël Sunderland- Humano Clase Alta
- Mensajes : 228
Fecha de inscripción : 16/10/2011
DATOS DEL PERSONAJE
Poderes/Habilidades:
Datos de interés:
Re: Dulce hogar (privado) +18
¿Qué pretendía demostrarse Vaël a sí mismo resistiéndose a algo que era tan natural como respirar? Se había pasado mucho tiempo visitándolo en la botica e insinuándose hasta ponerlo malo, pero ahora que al fin estaban juntos el cortesano buscaba probar que podían pasar una noche en la misma cama sin hacer el amor. ¿Y qué si no podían? ¿Eran por eso peores? Basile no creía que lo que contuviera al inglés fueran precisamente preceptos morales, los cortesanos los tenían mucho más laxos que la población general. Tal vez se trataba de eso, de que era cortesano y lo que todos los hombres querían siempre era su cuerpo. Pocos se habrían molestado en procurar conocerlo, y los regalos que le hacían llegarían siempre después de sus servicios. El boticario llegó a la conclusión de que Vaël solo buscaba la prueba irrefutable de que Basile en efecto no era un cliente, de que cuando dormía a su lado por las noches lo abrazaba con afecto y no por obligación.
- No te mentiré si te digo que me alegro.
Sonrió de lado alabando su debilidad y terminó de quitarle la camisa casi al mismo tiempo que la suya caía al suelo. Que fuera inexperto a la hora de tener relaciones íntimas con un varón no quería decir que no se diera maña en todo lo demás: había aprendido a desabrochar a oscuras y en tiempo récord unos corsés tan intrincados como el mecanismo de un reloj de cuco suizo. Adoraba la sencillez de abrir una camisa y que debajo solo hubiera piel, sin artificios y sin corazas absurdas. No hacía muchas horas que habían estado juntos en su botica y sin embargo volvía a necesitar acariciarle y hacerle suyo. Ésa era la palabra, necesidad. Como si tuviera hambre, sed o frío. Deberían inventar un verbo para aquella sensación tan apremiante.
Le mordió los labios y le rozó con los dedos esa región del cuello donde había quedado la marca de su boca. Era un círculo medio amoratado que le fascinaba, como la huella del pie de un hombre en una zona desértica donde nadie había estado antes. Se tumbó en su cama no sin antes aflojarse las hebillas de los zapatos para que le fuese más fácil quitárselos únicamente moviendo los pies con energía. Salieron volando, sí, pero no causaron muchos estragos porque ambos fueron a parar a la alfombra mullida del suelo. Le venía perfecto que Vaël se pusiera encima, esa noche solo quería abandonarse a los deseos y directrices del cortesano. Dejaría que le hiciera lo que quisiera. ¿Cómo podría ser de otra forma después de escucharle decir aquello? Ése era su triunfo sobre todos los demás que visitaban a Sunderland creyendo que por unos francos iban a dominar su mente. Podían hacerlo abrir las piernas pero no entregarle aquello que según sus palabras ahora era solo de Basile.
- Hmm, sí tengo una. - Mintió poniéndole las manos en los omóplatos y empujándolo para que se pegara a él. Luego se quitarían los pantalones, pero ahora quería besarlo. - Pero no quiero dártela.
Se rió travieso y cuando se hubo hartado de sus labios estiró los brazos hacia arriba, como un gato que se despereza, dándole al otro vía libre para disponer de él como más le gustara.
- No te mentiré si te digo que me alegro.
Sonrió de lado alabando su debilidad y terminó de quitarle la camisa casi al mismo tiempo que la suya caía al suelo. Que fuera inexperto a la hora de tener relaciones íntimas con un varón no quería decir que no se diera maña en todo lo demás: había aprendido a desabrochar a oscuras y en tiempo récord unos corsés tan intrincados como el mecanismo de un reloj de cuco suizo. Adoraba la sencillez de abrir una camisa y que debajo solo hubiera piel, sin artificios y sin corazas absurdas. No hacía muchas horas que habían estado juntos en su botica y sin embargo volvía a necesitar acariciarle y hacerle suyo. Ésa era la palabra, necesidad. Como si tuviera hambre, sed o frío. Deberían inventar un verbo para aquella sensación tan apremiante.
Le mordió los labios y le rozó con los dedos esa región del cuello donde había quedado la marca de su boca. Era un círculo medio amoratado que le fascinaba, como la huella del pie de un hombre en una zona desértica donde nadie había estado antes. Se tumbó en su cama no sin antes aflojarse las hebillas de los zapatos para que le fuese más fácil quitárselos únicamente moviendo los pies con energía. Salieron volando, sí, pero no causaron muchos estragos porque ambos fueron a parar a la alfombra mullida del suelo. Le venía perfecto que Vaël se pusiera encima, esa noche solo quería abandonarse a los deseos y directrices del cortesano. Dejaría que le hiciera lo que quisiera. ¿Cómo podría ser de otra forma después de escucharle decir aquello? Ése era su triunfo sobre todos los demás que visitaban a Sunderland creyendo que por unos francos iban a dominar su mente. Podían hacerlo abrir las piernas pero no entregarle aquello que según sus palabras ahora era solo de Basile.
- Hmm, sí tengo una. - Mintió poniéndole las manos en los omóplatos y empujándolo para que se pegara a él. Luego se quitarían los pantalones, pero ahora quería besarlo. - Pero no quiero dártela.
Se rió travieso y cuando se hubo hartado de sus labios estiró los brazos hacia arriba, como un gato que se despereza, dándole al otro vía libre para disponer de él como más le gustara.
Basile Grushenko- Vampiro Clase Media
- Mensajes : 274
Fecha de inscripción : 15/03/2012
DATOS DEL PERSONAJE
Poderes/Habilidades:
Datos de interés:
Re: Dulce hogar (privado) +18
El cortesano disfrutaba enormemente cuando el mayor le seguía el juego, obviamente lo suyo no tenía cura alguna, pero conseguía que todo fuera mucho más entretenido. Se separó un poco de él para poder observarlo, notando esa postura tan entregada y creyendo enloquecer. Se relamió antes de levantarse para poder desprenderlos a ambos de las ropas que aun los estaban ahogando. Solo al tenerlo desnudo fue que volvió a enredarse con él entre las sábanas.
Hacer el amor con el boticario era como unir a todos sus clientes de una semana en una misma hora. No podía dejar centímetro de piel sin recorrer, sin acariciar o besar, no podía apartar los ojos de su imagen mientras lo hacía llegar al clímax. Después de haber estado juntos en la botica, cabría esperar que con una sola vez tuviera suficiente, pero no era ese el plan de Vaël al parecer, pues cuando ya estaban recostados en la cama, tomando aire por el esfuerzo, recordó que se habían llevado a casa los restos del aceite que tanto les había divertido horas atrás. Por supuesto preguntó por él y en cuanto lo tuvo en mano se encargó de darle buen uso.
Ni idea de cuantas horas podían haber pasado, solo sabía que estaba oscuro, que ambos resbalaban por todas partes y que probablemente no conseguiría estar preparado para otro asalto en bastante rato, que para el cortesano, era mucho decir. A pesar de que las sábanas estaban aceitosas y manchadas del placer de ambos, les proporcionó cobijo suficiente para cubrirse, no estaban como para cambiar las sábanas en ese momento la verdad, y al cortesano le daba lo mismo como estuvieran.
Se abrazó a él, enredó sus piernas con las contrarias y descansó la nariz cerca de su cabello, disfrutando de su aroma y su calor, de su cercanía y el tacto que su cuerpo le proporcionaba, dejando que la respiración de ambos se fueran relajando casi hasta ser una sola, calmadas, dispuestas ya a darles un respiro.
- Me encantas, boticario. - murmuró con voz adormilada cuando ya supo que no iba a poder mantenerse despierto por más tiempo, sonriendo con satisfacción y no tardando en dejarse llevar por el sueño. Satisfecho, feliz y sobretodo, acompañado con quién único le apetecía dormir en todo parís.
Hacer el amor con el boticario era como unir a todos sus clientes de una semana en una misma hora. No podía dejar centímetro de piel sin recorrer, sin acariciar o besar, no podía apartar los ojos de su imagen mientras lo hacía llegar al clímax. Después de haber estado juntos en la botica, cabría esperar que con una sola vez tuviera suficiente, pero no era ese el plan de Vaël al parecer, pues cuando ya estaban recostados en la cama, tomando aire por el esfuerzo, recordó que se habían llevado a casa los restos del aceite que tanto les había divertido horas atrás. Por supuesto preguntó por él y en cuanto lo tuvo en mano se encargó de darle buen uso.
Ni idea de cuantas horas podían haber pasado, solo sabía que estaba oscuro, que ambos resbalaban por todas partes y que probablemente no conseguiría estar preparado para otro asalto en bastante rato, que para el cortesano, era mucho decir. A pesar de que las sábanas estaban aceitosas y manchadas del placer de ambos, les proporcionó cobijo suficiente para cubrirse, no estaban como para cambiar las sábanas en ese momento la verdad, y al cortesano le daba lo mismo como estuvieran.
Se abrazó a él, enredó sus piernas con las contrarias y descansó la nariz cerca de su cabello, disfrutando de su aroma y su calor, de su cercanía y el tacto que su cuerpo le proporcionaba, dejando que la respiración de ambos se fueran relajando casi hasta ser una sola, calmadas, dispuestas ya a darles un respiro.
- Me encantas, boticario. - murmuró con voz adormilada cuando ya supo que no iba a poder mantenerse despierto por más tiempo, sonriendo con satisfacción y no tardando en dejarse llevar por el sueño. Satisfecho, feliz y sobretodo, acompañado con quién único le apetecía dormir en todo parís.
Vaël Sunderland- Humano Clase Alta
- Mensajes : 228
Fecha de inscripción : 16/10/2011
DATOS DEL PERSONAJE
Poderes/Habilidades:
Datos de interés:
Temas similares
» Hogar, dulce hogar (privado)
» Hogar, dulce hogar (Privado)
» Hogar, Dulce, Viejo, Sucio y Desmesuradamente Grande Hogar (Grupal)
» Dulce venganza [Privado]
» Dulce Hogar || Connor P. O'Laughlin
» Hogar, dulce hogar (Privado)
» Hogar, Dulce, Viejo, Sucio y Desmesuradamente Grande Hogar (Grupal)
» Dulce venganza [Privado]
» Dulce Hogar || Connor P. O'Laughlin
Página 1 de 1.
Permisos de este foro:
No puedes responder a temas en este foro.
Miér Sep 18, 2024 9:16 am por Afiliaciones
» REACTIVACIÓN DE PERSONAJES
Mar Jul 30, 2024 4:58 am por Frederick Truffaut
» AVISO #49: SITUACIÓN ACTUAL DE VICTORIAN VAMPIRES
Miér Jul 24, 2024 2:54 pm por Nigel Quartermane
» Ah, mi vieja amiga la autodestrucción [Búsqueda activa]
Jue Jul 18, 2024 4:42 am por León Salazar
» Vampirto ¿estás ahí? // Sokolović Rosenthal (priv)
Miér Jul 10, 2024 1:09 pm por Jagger B. De Boer
» l'enlèvement de perséphone ─ n.
Sáb Jul 06, 2024 11:12 pm por Vivianne Delacour
» orphée et eurydice ― j.
Jue Jul 04, 2024 10:55 pm por Vivianne Delacour
» Le Château des Rêves Noirs [Privado]
Jue Jul 04, 2024 10:42 pm por Willem Fokke
» labyrinth ─ chronologies.
Sáb Jun 22, 2024 10:04 pm por Vivianne Delacour