AÑO 1842
Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.
Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.
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Déjenme solo con el día, pido permiso para nacer [Leviathán Shadow]
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Déjenme solo con el día, pido permiso para nacer [Leviathán Shadow]
Creo en la paz. He visto
altas estrellas, llameantes ámbitos
amanecientes, incendiando ríos
hondos, caudal humano
hacia otra luz: he visto y he creído.
-Fidelidad. Blas de Otero.
altas estrellas, llameantes ámbitos
amanecientes, incendiando ríos
hondos, caudal humano
hacia otra luz: he visto y he creído.
-Fidelidad. Blas de Otero.
El sombrero no logra taparle las orejas, ya las siente calientes y está segura de que es muy probable que estén bastante coloradas. Aún cuando el crepúsculo ha convertido aquel pesado día en una noche un poco más liviana, el aire sigue cálido y ella continúa caminando aprovechando que la función de hoy se ha cancelado. Sus pies suelen mantenerla rondando los sectores más céntricos de Paris pero por primera vez es distinto y aún cuando siente miedo de todo lo que la oscuridad puede esconder, decide fingir ser valiente y adentrarse hacia un lugar en específico que desea conocer desde que llegó a la ciudad. Mucho le han hablado de lo hermoso de sus colores, del olor que se desprende especialmente a la hora en que ella ha decidido llegar y por sobre todo de aquel circuito nocturno que se realiza una vez a la semana. Después de todo mucha de la vegetación sólo muestra su imagen más linda cuando el sol se esconde.
Su visita no es tan al azar como parece y mientras Darla se une a un pequeño grupo que escucha con atención a quien los dirige, su vista se centra en aquellos sectores que el hombre por alguna razón omite. Es la única de los presentes que se retrasa y decide tomar una ‘ruta alternativa’, aunque claro es también la única que ha acudido sola donde todos parecen ir acompañados. Darla abre los ojos para no perder detalles del camino que está recorriendo y poder después volver sobre sus pasos hasta encontrar la salida. Cada flor nueva le parece aún más atractiva que la anterior pero la hace desear en secreto tener la voz de su madre susurrando los nombres o quizás contándole un poco más sobre ellos, caminando juntas hasta la zona de las plantas de mayor tamaño para encontrar ahí a su padre mirando todo con una mezcla de interés y confusión por no saber que hace ahí.
El grito que se escapa de su garganta es tan alto que está segura ha podido romper sus propios tímpanos, aquel hombre aparece frente a ella como si alguien lo hubiese plantado ahí, quizás ya estaba desde antes y fue la inmersión en sus pensamientos lo que le impidió verlo. — Disculpe usted… pero ¿por qué anda por la vida asustando a la gente de ese modo? — es apenas la luna todo lo que ilumina el espacio donde se encuentran y es también la ausencia de algunas nubes lo que permite que descubra que ahí donde debería estar su rostro se encuentra una máscara. Si antes creyó que el tono de su voz era algo agudo, ahora sin dudar ambos han quedado sordos. Debería correr pero las piernas no le responden, debería volver a gritar pero siente como si alguien le hubiese pegado la lengua al paladar, debería escapar pero ese hombre que sigue frente a ella le causa tanto miedo como intriga.
— Usted… usted… — comienza a retroceder sin saber que hay tras ella al mismo tiempo que con sus manos tantea la superficie para encontrar algo que arrojarle, todo lo que puede sentir es ramas y hojas que no servirían de mucho en su improvisada defensa. Correr no es una opción, con la diferencia de alturas incluso aunque él fuera el hombre más sedentario del planeta podría alcanzarla pronto, sobre todo por el desconocimiento de Darla sobre el terreno. ¡Pero al fin! Siente algo un poco más duro y creyendo que se trata de una roca o tal vez algún fruto que sirva de distracción al menos, lo toma apretándolo con fuerza y lo lanza a su posible agresor. Tremenda es su sorpresa al notar que es un cactus lo que ha encontrado y que ahora, pese a que de todos modos lanzó ese ‘proyectil’, su mano está llena de espinas y el dolor que siente ahí ha superado incluso al temor inicial que sentía. — Me duele… me duele mucho… — no va a lloriquear, no al menos frente a él.
Su visita no es tan al azar como parece y mientras Darla se une a un pequeño grupo que escucha con atención a quien los dirige, su vista se centra en aquellos sectores que el hombre por alguna razón omite. Es la única de los presentes que se retrasa y decide tomar una ‘ruta alternativa’, aunque claro es también la única que ha acudido sola donde todos parecen ir acompañados. Darla abre los ojos para no perder detalles del camino que está recorriendo y poder después volver sobre sus pasos hasta encontrar la salida. Cada flor nueva le parece aún más atractiva que la anterior pero la hace desear en secreto tener la voz de su madre susurrando los nombres o quizás contándole un poco más sobre ellos, caminando juntas hasta la zona de las plantas de mayor tamaño para encontrar ahí a su padre mirando todo con una mezcla de interés y confusión por no saber que hace ahí.
El grito que se escapa de su garganta es tan alto que está segura ha podido romper sus propios tímpanos, aquel hombre aparece frente a ella como si alguien lo hubiese plantado ahí, quizás ya estaba desde antes y fue la inmersión en sus pensamientos lo que le impidió verlo. — Disculpe usted… pero ¿por qué anda por la vida asustando a la gente de ese modo? — es apenas la luna todo lo que ilumina el espacio donde se encuentran y es también la ausencia de algunas nubes lo que permite que descubra que ahí donde debería estar su rostro se encuentra una máscara. Si antes creyó que el tono de su voz era algo agudo, ahora sin dudar ambos han quedado sordos. Debería correr pero las piernas no le responden, debería volver a gritar pero siente como si alguien le hubiese pegado la lengua al paladar, debería escapar pero ese hombre que sigue frente a ella le causa tanto miedo como intriga.
— Usted… usted… — comienza a retroceder sin saber que hay tras ella al mismo tiempo que con sus manos tantea la superficie para encontrar algo que arrojarle, todo lo que puede sentir es ramas y hojas que no servirían de mucho en su improvisada defensa. Correr no es una opción, con la diferencia de alturas incluso aunque él fuera el hombre más sedentario del planeta podría alcanzarla pronto, sobre todo por el desconocimiento de Darla sobre el terreno. ¡Pero al fin! Siente algo un poco más duro y creyendo que se trata de una roca o tal vez algún fruto que sirva de distracción al menos, lo toma apretándolo con fuerza y lo lanza a su posible agresor. Tremenda es su sorpresa al notar que es un cactus lo que ha encontrado y que ahora, pese a que de todos modos lanzó ese ‘proyectil’, su mano está llena de espinas y el dolor que siente ahí ha superado incluso al temor inicial que sentía. — Me duele… me duele mucho… — no va a lloriquear, no al menos frente a él.
*El título es un extracto del poema "Pido silencio" de Pablo Neruda.
Darla Whittard- Humano Clase Media
- Mensajes : 35
Fecha de inscripción : 16/10/2012
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Re: Déjenme solo con el día, pido permiso para nacer [Leviathán Shadow]
Una noche tranquila y callada llena de paz y de calma era lo que más anhelaba, y era en aquel lugar en que esperaba encontrarla, el más bello para este tiempo cálido y fresco como lo es el verano, ese santuario lleno de árboles y flores de incontables colores, un lugar que la naturaleza no ha sido profanada por la mano humana, simplemente por su ojo admirada.
Entre esos senderos podía escuchar no muy a lo lejos las voces de viajeros y extranjeros, esos jóvenes y viejos que al no hallar como combatir el aburrimiento iban a intentar distraerse sin prestar un poco de atención a lo que se les explicaba pacientemente.
Contemple un instante aquella escena contemplada detrás de la máscara -Que gente- pensé mientras de hombros me encogía y camine por donde no tuviera que encontrarlos, pues podía apostar que a más de uno con tal aspecto podía ahuyentarlos, pensando con detenimiento tenía razón en suponer que no era del todo correcto que paseará por espacios públicos a mis anchas, pero a veces ese anhelo regresaba, esa parte en que mi alma deseaba ser una normal, entonces camine mi andar y me pase por el sendero mas oscuro donde las sombras me protegerían y me cuidarían de igual manera podía contemplar la belleza que abundaba en los alrededores.
No muy alejado vi un hermoso y frondoso manzano, aquellos árboles me eran agradables, tanto que fue inevitable salir de mi agujero e ir a contemplarle -Manzanas, manzanas de hermoso color, hermosos frutos de irresistible sabor, ¿Acaso no pueden a parecer ante su más fiel admirador, sin que este la luz del sol?- recitaba a aquella enorme planta con las manos cruzadas por las espalda, a veces me desesperaba por que no podía ver los frutos que más me agradaban, salir de noche siempre tiene sus inconvenientes. Quizás fue la capa o probablemente la oscuridad que imperaba en aquel pequeño rincón, una joven no vio que yo estaba en medio de su camino, una distracción muy probablemente por mi cometida hizo que un grito emanará de aquella chica, no sabía qué hacer pues en ese momento mis oídos me dolían, vaya voz tan aguda la que poseía -Discúlpeme si la he asustado- intentaba decir mientras ella retrocedía intentando buscar algo, un movimiento rápido y algo me había arrojado, si bien traía armadura, las espinas de lo que fuese me habían picado, chusca fue la situación al ver que un cactus había arrancado para defenderse, me había topado siempre con cosas fuera de lo común pero algo como lo que estaba viviendo creo que nunca.
-¿Y tú sueles arrojar Cactus al primer extraño que cruza en su camino?- pregunte como ella lo hizo instantes antes, pero ella no hacía caso, la mano le dolía y a quien no si tomase una de esas plantas con carne viva -¿Va a seguir gritando usted para que alguien más se espine también?, vamos deje de quejarse, me hará sentir culpable- decía a la joven que poseía unas orbes claras y cristalinas, el cabello lacio y largo, con su tez un tanto blanquecina, no sabía bien si en realidad era el efecto lunar que todo lograba contagiar de su palidez y de su brillo -Le prometo que no lo haré daño, esta máscara no es más que mi rostro, un rostro herido como el de usted, cubre mis heridas, no provoca otras en las personas- decía mientras intentaba acercarme hasta donde ella se encontraba, claro tomando mis debidas precauciones -¿Me permite?- mostré un pañuelo aperlado -le vendaré la mano, después de todo yo cometí el error de no tener precaución- la contemplaba y me angustiaba pensar que tanto horror podía ocasionar a un simple extraño -Menos mal que no es hipocondriaca o algo por el estilo- pensé en mis adentros -Puede llamarme V y no me iré de aquí hasta que me haya asegurado de que usted esté bien- le asegure al ver que nada decía o respondía, solo quería cuatro cosas: Calma, paz, tranquilidad y silencio y ahora tengo sustos, heridas y un posible enredo.
Entre esos senderos podía escuchar no muy a lo lejos las voces de viajeros y extranjeros, esos jóvenes y viejos que al no hallar como combatir el aburrimiento iban a intentar distraerse sin prestar un poco de atención a lo que se les explicaba pacientemente.
Contemple un instante aquella escena contemplada detrás de la máscara -Que gente- pensé mientras de hombros me encogía y camine por donde no tuviera que encontrarlos, pues podía apostar que a más de uno con tal aspecto podía ahuyentarlos, pensando con detenimiento tenía razón en suponer que no era del todo correcto que paseará por espacios públicos a mis anchas, pero a veces ese anhelo regresaba, esa parte en que mi alma deseaba ser una normal, entonces camine mi andar y me pase por el sendero mas oscuro donde las sombras me protegerían y me cuidarían de igual manera podía contemplar la belleza que abundaba en los alrededores.
No muy alejado vi un hermoso y frondoso manzano, aquellos árboles me eran agradables, tanto que fue inevitable salir de mi agujero e ir a contemplarle -Manzanas, manzanas de hermoso color, hermosos frutos de irresistible sabor, ¿Acaso no pueden a parecer ante su más fiel admirador, sin que este la luz del sol?- recitaba a aquella enorme planta con las manos cruzadas por las espalda, a veces me desesperaba por que no podía ver los frutos que más me agradaban, salir de noche siempre tiene sus inconvenientes. Quizás fue la capa o probablemente la oscuridad que imperaba en aquel pequeño rincón, una joven no vio que yo estaba en medio de su camino, una distracción muy probablemente por mi cometida hizo que un grito emanará de aquella chica, no sabía qué hacer pues en ese momento mis oídos me dolían, vaya voz tan aguda la que poseía -Discúlpeme si la he asustado- intentaba decir mientras ella retrocedía intentando buscar algo, un movimiento rápido y algo me había arrojado, si bien traía armadura, las espinas de lo que fuese me habían picado, chusca fue la situación al ver que un cactus había arrancado para defenderse, me había topado siempre con cosas fuera de lo común pero algo como lo que estaba viviendo creo que nunca.
-¿Y tú sueles arrojar Cactus al primer extraño que cruza en su camino?- pregunte como ella lo hizo instantes antes, pero ella no hacía caso, la mano le dolía y a quien no si tomase una de esas plantas con carne viva -¿Va a seguir gritando usted para que alguien más se espine también?, vamos deje de quejarse, me hará sentir culpable- decía a la joven que poseía unas orbes claras y cristalinas, el cabello lacio y largo, con su tez un tanto blanquecina, no sabía bien si en realidad era el efecto lunar que todo lograba contagiar de su palidez y de su brillo -Le prometo que no lo haré daño, esta máscara no es más que mi rostro, un rostro herido como el de usted, cubre mis heridas, no provoca otras en las personas- decía mientras intentaba acercarme hasta donde ella se encontraba, claro tomando mis debidas precauciones -¿Me permite?- mostré un pañuelo aperlado -le vendaré la mano, después de todo yo cometí el error de no tener precaución- la contemplaba y me angustiaba pensar que tanto horror podía ocasionar a un simple extraño -Menos mal que no es hipocondriaca o algo por el estilo- pensé en mis adentros -Puede llamarme V y no me iré de aquí hasta que me haya asegurado de que usted esté bien- le asegure al ver que nada decía o respondía, solo quería cuatro cosas: Calma, paz, tranquilidad y silencio y ahora tengo sustos, heridas y un posible enredo.
Leviathán Shadow- Condenado/Vampiro/Clase Alta
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Re: Déjenme solo con el día, pido permiso para nacer [Leviathán Shadow]
El ritmo al que se mueve su pecho ha aumentado, respira cada vez más agitada y presiona su mandíbula para no permitir que el nudo de su garganta se transforme en lágrimas que hagan toda la situación aún peor. Mantiene los ojos abiertos y la mirada fija en esa máscara que le intriga al mismo tiempo que le indica que debería alejarse. La mano le duele, pero su ego está también dañado, trató de defenderse y terminó quedando en ridículo, las palabras de ese hombre no son mucho más alentadoras, sólo le indican que bajo ningún modo podrá conocer su verdadera identidad. ¿Cómo podría creer en lo que dice si no puede mirarlo a los ojos? Darla no se siente confiada, por el contrario, mantiene silencio intentando decidir cuál será su siguiente paso, tal como cuando está sobre el escenario y ocurre algún incidente que deba ser solucionado sobre la marcha. — Mi nombre es Darla… — pero no responde a más de sus preguntas ni se atreve a desviar la vista de quien tiene al frente.
Si pudiera girarse podría notar que el grupo cercano ya se ha perdido entre otros caminos del jardín, ya no se oyen voces ni pueden escucharse sonidos provenientes de animales que pudieran habitar ese lugar. Tiene preguntas pero siente que no posee el derecho a formularlas, ¿qué podría perder de hacerlas? El miedo aún le hiela la sangre pero permanece distraída intentando quitarse las espinas de la mano sin que aquella tarea surja algún efecto. — No puede vendarme la mano mientras tenga las espinas ahí… ¿acaso quiere que se infecte? — en otras condiciones duda que lo hubiese tratado de ese modo, claro que en otras condiciones ya habría comenzado a llorar rogando por una piedad que sigue creyendo necesitar. Retira la mano y la pone tras ella para evitar que él pueda mirarla o siquiera tocarla, intenta mantener una distancia prudente con él mientras analiza cada rincón cercano, cualquier oportunidad de escapar debería ser aprovechada.
Y aún cuando ha notado la preocupación en su última frase, se niega a creer que sea realmente por ella, quizás es sólo para mantener su consciencia tranquila, si es que la tiene claro. — Espere… — levanta la mano indemne como si debiera pedir autorización para hablar, pero continúa antes de que él pueda decir algo, — ¿qué le hace creer a usted que tengo un rostro herido? — porque de todo lo que él ha dicho, aquello ha sido lo que ha llamado más su atención. Darla frunce el ceño y por los segundos en que dura esa mirada luce como una muchachita a la que no le han cumplido uno de sus caprichos, así solía ser cuando sus padres estaban vivos, con apenas cambiar su rostro a esa mueca que tiene ahora, era capaz de conseguir lo que quisiera. — Está haciendo suposiciones que no son correctas… ¿le gustaría que yo hiciera eso con usted? ¿Qué dijera cosas sólo por la impresión que me da? — es que al parecer la bailarina ha sacado las garras.
Da un paso al frente dejando atrás a la chica tímida y tranquila que nunca elevaría la voz. ¿Así se comporta la mujer cuando está a punto de morir? Porque es eso lo que piensa pese a que decide enfrentarlo en un impulso casi suicida, — Yo podría decir que usted tiene una cara tan fea que asusta a los niños y por eso se cubre… o que en realidad teme que alguien lo reconozca mientras hace algo malo… — los ojos de Darla se abren de par de par, vuelve a gritar tan alto como antes y se congela en aquel lugar. Las lágrimas salen como dos cascadas de un afluente que no puede detenerse y cuando intenta cubrirse el rostro con las manos recuerda que una de ellas sigue con múltiples espinas clavadas en la piel lo que logra que su llanto aumente y se rinda, — si va a matarme… — un gemido le interrumpe las palabras, — se que no tengo derecho a pedir esto… pero si va a matarme, ¿podría hacerlo rápido? —
Si pudiera girarse podría notar que el grupo cercano ya se ha perdido entre otros caminos del jardín, ya no se oyen voces ni pueden escucharse sonidos provenientes de animales que pudieran habitar ese lugar. Tiene preguntas pero siente que no posee el derecho a formularlas, ¿qué podría perder de hacerlas? El miedo aún le hiela la sangre pero permanece distraída intentando quitarse las espinas de la mano sin que aquella tarea surja algún efecto. — No puede vendarme la mano mientras tenga las espinas ahí… ¿acaso quiere que se infecte? — en otras condiciones duda que lo hubiese tratado de ese modo, claro que en otras condiciones ya habría comenzado a llorar rogando por una piedad que sigue creyendo necesitar. Retira la mano y la pone tras ella para evitar que él pueda mirarla o siquiera tocarla, intenta mantener una distancia prudente con él mientras analiza cada rincón cercano, cualquier oportunidad de escapar debería ser aprovechada.
Y aún cuando ha notado la preocupación en su última frase, se niega a creer que sea realmente por ella, quizás es sólo para mantener su consciencia tranquila, si es que la tiene claro. — Espere… — levanta la mano indemne como si debiera pedir autorización para hablar, pero continúa antes de que él pueda decir algo, — ¿qué le hace creer a usted que tengo un rostro herido? — porque de todo lo que él ha dicho, aquello ha sido lo que ha llamado más su atención. Darla frunce el ceño y por los segundos en que dura esa mirada luce como una muchachita a la que no le han cumplido uno de sus caprichos, así solía ser cuando sus padres estaban vivos, con apenas cambiar su rostro a esa mueca que tiene ahora, era capaz de conseguir lo que quisiera. — Está haciendo suposiciones que no son correctas… ¿le gustaría que yo hiciera eso con usted? ¿Qué dijera cosas sólo por la impresión que me da? — es que al parecer la bailarina ha sacado las garras.
Da un paso al frente dejando atrás a la chica tímida y tranquila que nunca elevaría la voz. ¿Así se comporta la mujer cuando está a punto de morir? Porque es eso lo que piensa pese a que decide enfrentarlo en un impulso casi suicida, — Yo podría decir que usted tiene una cara tan fea que asusta a los niños y por eso se cubre… o que en realidad teme que alguien lo reconozca mientras hace algo malo… — los ojos de Darla se abren de par de par, vuelve a gritar tan alto como antes y se congela en aquel lugar. Las lágrimas salen como dos cascadas de un afluente que no puede detenerse y cuando intenta cubrirse el rostro con las manos recuerda que una de ellas sigue con múltiples espinas clavadas en la piel lo que logra que su llanto aumente y se rinda, — si va a matarme… — un gemido le interrumpe las palabras, — se que no tengo derecho a pedir esto… pero si va a matarme, ¿podría hacerlo rápido? —
Darla Whittard- Humano Clase Media
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Re: Déjenme solo con el día, pido permiso para nacer [Leviathán Shadow]
Vaya situación que encontré en una noche en la que solo quería redención, esa chica observaba con suma atención, esperando que mis ojos se asomaran para hacer honor a una presentación que le hiciera confiar y no temblar por causa de aquel miedo voraz.
Las miradas se encontraban, aunque ella no lo supiera con certeza mis orbes contemplaban esa magnífica belleza nacida del capricho y la fiereza con la que parecía defenderse cada vez con más fuerza, el pañuelo se esconde de nuevo en aquel bolsillo algo viejo que poseía mis ropajes, la única cosa acertada que hice al ver que declaraba sin ambages aquel cumulo de palabras vánales, su ego estaba herido pues al tratar de defenderse en vergüenza había quedado conmigo, el miedo vivo se apodero de sus sentidos y en lugar de pensar con la cabeza siguió los instintos, esos mismos que ahora le hacían retroceder y su mano esconder -Mademoiselle Darla- dije tratando de guardar la calma -Solo intento ayudarla- con un suspiro culmine aquella explicación cuyo resultado esperado no se realizó, mi mano pego con la máscara dando un azotón -¿Como quiere que le quite las espinas?- cuestione cuando ella quería referirse a las heridas que en la mano poseía -¿ Si usted se aleja y para colmo protesta?- dije en voz alta como reclamando -Se le infectará de a de veras si sigue hablando y no coopera- no me enojaba simplemente me desesperaba y al mismo tiempo me caía en gracia, contradictoria era aquella mujer, de un carácter difícil de comprender.
No me daba oportunidad a decir nada, cuestionaba pero mis preguntas no las contestaba, a mi rostro se refirió intentando dar una humana explicación -Por enésima vez le digo que mi ¡máscara no es de un asesino, de un pato feo o cualquier cosa que a la mente le haya venido!- levante las manos en ambos costados, indicando el alto a mis humos ya algo elevados -¡Ah! y le corrijo no está a punto de suponer cosas raras ya la supone desde que nos encontramos por desgracia- asentí con la cabeza aplicando fuerza como si gustoso estuviera de que una lección nueva aquella dama había aprendido -Su rostro no está herido Darla- movía la cabeza de un extremo al otro -pero le diré algo su faz estará más fea que la mía si sigue haciendo gestos cada vez que me mira- me cruce de brazos, dándole la espalda para mirar a otro lado.
La joven rompió en llanto, presa del miedo tal y como un venado acorralado, fue inevitable volver a girar, le vi pero no me acerque -¡Oh por favor Dios no!- imploré desesperado a los cielos, contemplandolos -¿Ha ido de casualidad al sanatorio mental?- reparé -no me lo tomé a mal pero... usted tiene un gran trauma con las máscaras- comente convencido -Un pañuelo le ofrecido y usted la muerte me ha pedido ¿Acaso es suicida o algo por el estilo?- volvía mostrarle el pañuelo -Deje de llorar- volteaba a los alrededores esperando encontrar algo, pero ni un sonido o un aullido, con el zapato golpeo el suelo esperando que algo ingenioso venga a mi cerebro, algo que rompa el hielo o por lo menos que suene chusco y placentero -Bueno la mataré entonces, si no queda más remedio- con naturalidad dije las últimas palabras, el argumento y mi siguiente movimiento llegaron hasta mi pensamiento. Me acerque a la dama que de sus ojos las lágrimas se derramaban y aún más cuando las espinas se clavaban, una sombra alargada y encapotada tapo la luz de la luna que en ella posaba, era la oscuridad mía que se detuvo cuando mi bota se topo con su zapatilla -Será una agonía lenta, le advierto señorita- dije lúgubre, tome su mano y comencé a curarle -Si será un dolor lento, las espinas duelen cuando se clavan muy dentro- comencé a quitarle las espinas a la fuerza -¿Querías morirte no?, bueno... las espinas te harán retorcer del dolor, porque yo puedo ser un enmascarado horripilante, feo pero nunca asesino, ¡Un enmascarado soy si pero decente, muy decente ¡Si señor!, culpa al cactus llévalo a la comandancia, te lo sugiero o quedará impune la violación que cometió a tus derechos y....- pare de curarle -También... a mi hombro derecho- saque con fuerza la espina que clavada estaba en vestimenta -¡oh dios usted que ha hecho! ¡Me ha matado!- me quede hincado un momento, con haciéndome el muerto, creo estaba agonizando...
¡Por supuesto que todo era una simple broma, ese es plan en que he pensado! ¿Muerto yo? si claro, todavía esta chica tendrá Leviathán para rato ya sea peleando, jugando o ya muy lejos como lo veo charlando.
Las miradas se encontraban, aunque ella no lo supiera con certeza mis orbes contemplaban esa magnífica belleza nacida del capricho y la fiereza con la que parecía defenderse cada vez con más fuerza, el pañuelo se esconde de nuevo en aquel bolsillo algo viejo que poseía mis ropajes, la única cosa acertada que hice al ver que declaraba sin ambages aquel cumulo de palabras vánales, su ego estaba herido pues al tratar de defenderse en vergüenza había quedado conmigo, el miedo vivo se apodero de sus sentidos y en lugar de pensar con la cabeza siguió los instintos, esos mismos que ahora le hacían retroceder y su mano esconder -Mademoiselle Darla- dije tratando de guardar la calma -Solo intento ayudarla- con un suspiro culmine aquella explicación cuyo resultado esperado no se realizó, mi mano pego con la máscara dando un azotón -¿Como quiere que le quite las espinas?- cuestione cuando ella quería referirse a las heridas que en la mano poseía -¿ Si usted se aleja y para colmo protesta?- dije en voz alta como reclamando -Se le infectará de a de veras si sigue hablando y no coopera- no me enojaba simplemente me desesperaba y al mismo tiempo me caía en gracia, contradictoria era aquella mujer, de un carácter difícil de comprender.
No me daba oportunidad a decir nada, cuestionaba pero mis preguntas no las contestaba, a mi rostro se refirió intentando dar una humana explicación -Por enésima vez le digo que mi ¡máscara no es de un asesino, de un pato feo o cualquier cosa que a la mente le haya venido!- levante las manos en ambos costados, indicando el alto a mis humos ya algo elevados -¡Ah! y le corrijo no está a punto de suponer cosas raras ya la supone desde que nos encontramos por desgracia- asentí con la cabeza aplicando fuerza como si gustoso estuviera de que una lección nueva aquella dama había aprendido -Su rostro no está herido Darla- movía la cabeza de un extremo al otro -pero le diré algo su faz estará más fea que la mía si sigue haciendo gestos cada vez que me mira- me cruce de brazos, dándole la espalda para mirar a otro lado.
La joven rompió en llanto, presa del miedo tal y como un venado acorralado, fue inevitable volver a girar, le vi pero no me acerque -¡Oh por favor Dios no!- imploré desesperado a los cielos, contemplandolos -¿Ha ido de casualidad al sanatorio mental?- reparé -no me lo tomé a mal pero... usted tiene un gran trauma con las máscaras- comente convencido -Un pañuelo le ofrecido y usted la muerte me ha pedido ¿Acaso es suicida o algo por el estilo?- volvía mostrarle el pañuelo -Deje de llorar- volteaba a los alrededores esperando encontrar algo, pero ni un sonido o un aullido, con el zapato golpeo el suelo esperando que algo ingenioso venga a mi cerebro, algo que rompa el hielo o por lo menos que suene chusco y placentero -Bueno la mataré entonces, si no queda más remedio- con naturalidad dije las últimas palabras, el argumento y mi siguiente movimiento llegaron hasta mi pensamiento. Me acerque a la dama que de sus ojos las lágrimas se derramaban y aún más cuando las espinas se clavaban, una sombra alargada y encapotada tapo la luz de la luna que en ella posaba, era la oscuridad mía que se detuvo cuando mi bota se topo con su zapatilla -Será una agonía lenta, le advierto señorita- dije lúgubre, tome su mano y comencé a curarle -Si será un dolor lento, las espinas duelen cuando se clavan muy dentro- comencé a quitarle las espinas a la fuerza -¿Querías morirte no?, bueno... las espinas te harán retorcer del dolor, porque yo puedo ser un enmascarado horripilante, feo pero nunca asesino, ¡Un enmascarado soy si pero decente, muy decente ¡Si señor!, culpa al cactus llévalo a la comandancia, te lo sugiero o quedará impune la violación que cometió a tus derechos y....- pare de curarle -También... a mi hombro derecho- saque con fuerza la espina que clavada estaba en vestimenta -¡oh dios usted que ha hecho! ¡Me ha matado!- me quede hincado un momento, con haciéndome el muerto, creo estaba agonizando...
¡Por supuesto que todo era una simple broma, ese es plan en que he pensado! ¿Muerto yo? si claro, todavía esta chica tendrá Leviathán para rato ya sea peleando, jugando o ya muy lejos como lo veo charlando.
Leviathán Shadow- Condenado/Vampiro/Clase Alta
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Re: Déjenme solo con el día, pido permiso para nacer [Leviathán Shadow]
Hay una frase peor que una amenaza de muerte o incluso la certeza misma de que ese momento llegará. Las palabras que salieron de la boca (¿hay una boca tras la máscara?) del señor V no arreglan mucho la situación. Porque no sólo la ha tratado de fea sino que continúa con aquellos adjetivos negativos y además la llama loca. ¡Si hasta el sanatorio mental le ha ofrecido! De no ser por las siguientes acciones Darla se habría tomado el tiempo de explicarle que todo aquello no se debe a las máscaras, sino mas bien a la falta de trasparencia con que parece enfrentar la vida quien esconde su rostro sin vergüenza alguna. Lo único que ahora le queda y aquello que hace apenas nota la cercanía del hombre enmascarado es comenzar a rezar, oraciones en silencio que se mezclan con el gemido del llanto y las peticiones de que todo termine pronto. Al menos se reunirá con sus padres y no dejará más que un par de amistades en este mundo. Y cuando se decide a cerrar los ojos para no divisar el momento exacto en que él le arrebate la vida, lo único que puede sentir es su voz y su mano en el aire que de a poco se va sintiendo más aliviada. ¿Acaso está bromeando? ¿Se está riendo de ella?
Cuando Darla se retuerce de dolor esta vez es por la falta de suavidad que posee al quitar los trocitos de espinas o lo que el cactus decidiera dejar sobre su piel. Por supuesto que la agonía es lenta, pero nada le asegura que terminará en algún momento. A diferencia de antes cuando tenía la certeza de que lo siguiente era el término de su vida, ahora siente sus mejillas colorearse hasta alcanzar el tono de algunas de las flores de aquel lugar que visitan y la vergüenza abrirse paso. ¿Cómo podrá abrir los ojos nuevamente? Hacerlo es enfrentar a quien ha acusado de asesino, alguien que incluso ahora puede acusarla a ella por haber hecho esas declaraciones sin tener fundamento. Pero no es necesario tomar decisiones cuando es el mismo caballero quien continúa con la jugarreta. Darla se sorprende y la risa que escapa es aún más fuerte que los gritos anteriores — ¡Así que acepta que es feo y horripilante! — una nueva muchacha se abre paso y reemplaza a la llorona de antes, todo lo que queda es un río de lágrimas sobre sus mejillas y los ojos enrojecidos y hasta algo brillantes.
Y aunque su ánimo parece haberse hecho algo más festivo, el hombre ha tomado el mismo camino. En el suelo arrodillado realiza la mejor interpretación cómica de una muerte por espinas de cactus que Darla hubiese visto nunca, aunque claro, esta es primera vez que ve una. — ¡No se muera! ¡No era mi intención matarlo! — pese a que desea seguirle el juego, no puede evitar que la traicionen su voz y también las sonrisas que aparecen. — ¿Qué puedo hacer para que reviva? Ya he dejado de llorar… ¡vea, vea! — acerca su rostro al lugar donde se supone están sus ojos tras esa máscara y se queda ahí, esperando que él pueda mirarla y sin perder el equilibrio, que si de algo sirve ser bailarina es precisamente el poder adoptar posiciones incómodas sin creer que se caerá de un momento a otro. — Y ya no volveré a llorar otra vez porque se que no es un asesino… los asesinos no quitan las espinas con tal delicadeza… — la seguridad con la que habla es la de alguien que parece haber leído aquel hecho en algún texto de estudio o haberlo aprendido desde algún tutor especialista en el tema. — A menos que quiera sólo distraerme para preparar todo y así matarme luego… no hará eso ¿verdad? —
Pese a que en la biblia le ha enseñado a perdonar a sus hermanos pues somos todos hijos de Dios, las otras historias le hacen dudar incluso más. — ¿Ha escuchado usted esos cuentos donde la bruja o el malvado ogro hace engordar a los niños para luego comérselos? — estira sus manos y las pone en los brazos de V para ayudarle a levantarse aunque está claro que él no la necesita. Es primera vez que ella siente el contacto con él y aún cuando es breve la deja con más interrogantes que antes. — Verá usted que no tengo mucho para ser comido, estoy bastante flacucha pero culpe al ballet… soy bailarina — ¡al fin otra sonrisa! Porque al hablar de aquella danza que es su pasión hasta parece iluminársele el rostro. — ¿Me dirá usted que significa esa V por la que desea que lo llame? Ya le dije que mi nombre es Darla, mi apellido Whittard y soy de Inglaterra… — demasiada información, pero si de algo pueden culparla es de confiar muy pronto en las personas, así le han enseñado en la iglesia, no puede venir ahora ella a cuestionar tan sagradas indicaciones. — ¿Es por un nombre? ¿Será Virgilio o tal vez Vincent? No puedo decirle que tiene cara de tal o tal nombre y ya sabe por qué… — Darla a veces no se da cuenta cuando debería guardar silencio. — ¿Puedo abrazarlo? —
Cuando Darla se retuerce de dolor esta vez es por la falta de suavidad que posee al quitar los trocitos de espinas o lo que el cactus decidiera dejar sobre su piel. Por supuesto que la agonía es lenta, pero nada le asegura que terminará en algún momento. A diferencia de antes cuando tenía la certeza de que lo siguiente era el término de su vida, ahora siente sus mejillas colorearse hasta alcanzar el tono de algunas de las flores de aquel lugar que visitan y la vergüenza abrirse paso. ¿Cómo podrá abrir los ojos nuevamente? Hacerlo es enfrentar a quien ha acusado de asesino, alguien que incluso ahora puede acusarla a ella por haber hecho esas declaraciones sin tener fundamento. Pero no es necesario tomar decisiones cuando es el mismo caballero quien continúa con la jugarreta. Darla se sorprende y la risa que escapa es aún más fuerte que los gritos anteriores — ¡Así que acepta que es feo y horripilante! — una nueva muchacha se abre paso y reemplaza a la llorona de antes, todo lo que queda es un río de lágrimas sobre sus mejillas y los ojos enrojecidos y hasta algo brillantes.
Y aunque su ánimo parece haberse hecho algo más festivo, el hombre ha tomado el mismo camino. En el suelo arrodillado realiza la mejor interpretación cómica de una muerte por espinas de cactus que Darla hubiese visto nunca, aunque claro, esta es primera vez que ve una. — ¡No se muera! ¡No era mi intención matarlo! — pese a que desea seguirle el juego, no puede evitar que la traicionen su voz y también las sonrisas que aparecen. — ¿Qué puedo hacer para que reviva? Ya he dejado de llorar… ¡vea, vea! — acerca su rostro al lugar donde se supone están sus ojos tras esa máscara y se queda ahí, esperando que él pueda mirarla y sin perder el equilibrio, que si de algo sirve ser bailarina es precisamente el poder adoptar posiciones incómodas sin creer que se caerá de un momento a otro. — Y ya no volveré a llorar otra vez porque se que no es un asesino… los asesinos no quitan las espinas con tal delicadeza… — la seguridad con la que habla es la de alguien que parece haber leído aquel hecho en algún texto de estudio o haberlo aprendido desde algún tutor especialista en el tema. — A menos que quiera sólo distraerme para preparar todo y así matarme luego… no hará eso ¿verdad? —
Pese a que en la biblia le ha enseñado a perdonar a sus hermanos pues somos todos hijos de Dios, las otras historias le hacen dudar incluso más. — ¿Ha escuchado usted esos cuentos donde la bruja o el malvado ogro hace engordar a los niños para luego comérselos? — estira sus manos y las pone en los brazos de V para ayudarle a levantarse aunque está claro que él no la necesita. Es primera vez que ella siente el contacto con él y aún cuando es breve la deja con más interrogantes que antes. — Verá usted que no tengo mucho para ser comido, estoy bastante flacucha pero culpe al ballet… soy bailarina — ¡al fin otra sonrisa! Porque al hablar de aquella danza que es su pasión hasta parece iluminársele el rostro. — ¿Me dirá usted que significa esa V por la que desea que lo llame? Ya le dije que mi nombre es Darla, mi apellido Whittard y soy de Inglaterra… — demasiada información, pero si de algo pueden culparla es de confiar muy pronto en las personas, así le han enseñado en la iglesia, no puede venir ahora ella a cuestionar tan sagradas indicaciones. — ¿Es por un nombre? ¿Será Virgilio o tal vez Vincent? No puedo decirle que tiene cara de tal o tal nombre y ya sabe por qué… — Darla a veces no se da cuenta cuando debería guardar silencio. — ¿Puedo abrazarlo? —
Darla Whittard- Humano Clase Media
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Re: Déjenme solo con el día, pido permiso para nacer [Leviathán Shadow]
La risa inesperada de aquella chiquilla podía apostar se oía hasta las antillas, más lejos de este lugar quizás en todo París y sus orillas, su actitud hacía que ya no supiera comportarme con exactitud -¿Horripilate dijo usted?, ¡Horripilante dice usted!- de pronto exclame con el tono que solo usaria un ofendido, acercando la mascara a su hermosa cara sacando algo por debajo de la capa -Sí- termino el suspenso sacando un nuevo pañuelo, limpiando mi faz flasa de la poca suciedad pues sentía que ya con mi atuendo era suficiente oscuridad -No puedo negar lo que se que es verdad- dije con tranquilidad -Feo, no lo creo- dirigi mi mirada al cielo poniendo en reflexión aquello -Estoy seguro que de ser solo feo, no rompería los espejos- rei a carcajdas tras la máscara.
Después la agonía ficticia y una muchacha afligida, ella imploraba, ver sus ojos limpios de lágrimas me obligaba, su voz y su propio comportamiento la traicionaba en aquellos momentos, aún a sabiendas de que todo era un juego -¿Asesino?- pregunte en medio de fingidos jadeos -¡Oh dios mío! en que lugar me has venido a arrojar- exageraba la expreción y mi hablar y despues de un instante de falso dolor me volvía a quejar -Pretendo utilizar una máscara para no asustar y de un criminal sin escrupulos me vienen a culpara- le vi sin que ella pudiera sentir -Acuerdeme de cambiar de la máscara si es que sobrevivo primero- finalmente ahora en mis carcajadas las que rompían mi propio misterio -Deje de angustiarse que solo es un juego- finalmente recobre el aliento, golpenado un poco mi pecho, escuchandose un extraño estruendo -Esto es acero, ni una espia puede llegar hasta adentro- suspire contento -Le reomiendo que no lea novelas policiacas, esta vez parece que no le auydaron en nada- sacudí el saco -Un asesino yo, primero muerto antes que serlo- afirme con cierto recelo.
Mientras me levantaba, yo le escuchaba -Que bueno que lo dice entonces... por que mi dieta es a base de cuerpos gordiflones, son deliciosos y se puede sacar carne a montones- asentí -Disculpe que esta máscara no me deja ver en ocasiones- me disculpe, mientras despues de segundos una risita discreta broto en menos de un minuto -Sí, son un manjar los lechones ¿De que cree que estaba hablando?- pregunte aún sin tener muy claras sus expresiones a mis comentarios anteriores -Solo le recomiendo una cosa... no vuelva a leer a los hermanos Grimm es dañino para tí- asentí mientras en fondo no paraba de reir.
Vaya que esta chica había logrado sacar esa parte divertida de mí, sus preguntas detrás de la máscara me hacían sonreír, de pronto se me había olvidado en donde estaba y lo que se supone debería estar haciendo en vez de esta charla -Que puedo decirle hermosa dama, yo también soy artista y no vaya inventar historias imprevistas, prefiero aclarar antes de acabar muy mal... soy instrumentista y mi especialidad son las percusiones, como aquellos que en las grandes orquestas tocan sus tambores- asegure esta vez sin temores.
-Estoy desgraciado de la cara, no rebaje mi nombre a la nada- le conteste -Creame puedo soportar mi aspecto pero no esos nombres feos- reclame de inmediato -Mi nombre es un misterio incluso para mis allegados y no porque sea feo sino es porque es lo único bello que aún poseo- afirme serio -Nadie lo sabe y me temo que nunca será de público conocimiento, es mejor incluso para usted mantenerlo en secreto, la letra V es... es solo un amuleto-.
No estaba seguro de lo que mis oidos habían percibido en aquel instante, esa dama pedía abrazarme, ¿Acaso para saber si soy de hueso y carne? -Oiga...¿Que me quiere usted hacer?- indagué -¿Acaso busca revancha muchacha o porque?- pregunte sin saber bien que era lo que ría saber -Soy de carne, lo soy, tengo huesos aunque parezca que no los tengo, busca quitarme la máscara no se lo recomiendo- pero extendí los brazos co miedo, examinando todos sus movimientos -Atractivo no soy para tal sentimiento ¿Que es lo que pretende con esto?- pregunte ansioso de oir su razón y argumento, ¿Ahora el abrazo será un pretexto para un nuevo enredo?.
Después la agonía ficticia y una muchacha afligida, ella imploraba, ver sus ojos limpios de lágrimas me obligaba, su voz y su propio comportamiento la traicionaba en aquellos momentos, aún a sabiendas de que todo era un juego -¿Asesino?- pregunte en medio de fingidos jadeos -¡Oh dios mío! en que lugar me has venido a arrojar- exageraba la expreción y mi hablar y despues de un instante de falso dolor me volvía a quejar -Pretendo utilizar una máscara para no asustar y de un criminal sin escrupulos me vienen a culpara- le vi sin que ella pudiera sentir -Acuerdeme de cambiar de la máscara si es que sobrevivo primero- finalmente ahora en mis carcajadas las que rompían mi propio misterio -Deje de angustiarse que solo es un juego- finalmente recobre el aliento, golpenado un poco mi pecho, escuchandose un extraño estruendo -Esto es acero, ni una espia puede llegar hasta adentro- suspire contento -Le reomiendo que no lea novelas policiacas, esta vez parece que no le auydaron en nada- sacudí el saco -Un asesino yo, primero muerto antes que serlo- afirme con cierto recelo.
Mientras me levantaba, yo le escuchaba -Que bueno que lo dice entonces... por que mi dieta es a base de cuerpos gordiflones, son deliciosos y se puede sacar carne a montones- asentí -Disculpe que esta máscara no me deja ver en ocasiones- me disculpe, mientras despues de segundos una risita discreta broto en menos de un minuto -Sí, son un manjar los lechones ¿De que cree que estaba hablando?- pregunte aún sin tener muy claras sus expresiones a mis comentarios anteriores -Solo le recomiendo una cosa... no vuelva a leer a los hermanos Grimm es dañino para tí- asentí mientras en fondo no paraba de reir.
Vaya que esta chica había logrado sacar esa parte divertida de mí, sus preguntas detrás de la máscara me hacían sonreír, de pronto se me había olvidado en donde estaba y lo que se supone debería estar haciendo en vez de esta charla -Que puedo decirle hermosa dama, yo también soy artista y no vaya inventar historias imprevistas, prefiero aclarar antes de acabar muy mal... soy instrumentista y mi especialidad son las percusiones, como aquellos que en las grandes orquestas tocan sus tambores- asegure esta vez sin temores.
-Estoy desgraciado de la cara, no rebaje mi nombre a la nada- le conteste -Creame puedo soportar mi aspecto pero no esos nombres feos- reclame de inmediato -Mi nombre es un misterio incluso para mis allegados y no porque sea feo sino es porque es lo único bello que aún poseo- afirme serio -Nadie lo sabe y me temo que nunca será de público conocimiento, es mejor incluso para usted mantenerlo en secreto, la letra V es... es solo un amuleto-.
No estaba seguro de lo que mis oidos habían percibido en aquel instante, esa dama pedía abrazarme, ¿Acaso para saber si soy de hueso y carne? -Oiga...¿Que me quiere usted hacer?- indagué -¿Acaso busca revancha muchacha o porque?- pregunte sin saber bien que era lo que ría saber -Soy de carne, lo soy, tengo huesos aunque parezca que no los tengo, busca quitarme la máscara no se lo recomiendo- pero extendí los brazos co miedo, examinando todos sus movimientos -Atractivo no soy para tal sentimiento ¿Que es lo que pretende con esto?- pregunte ansioso de oir su razón y argumento, ¿Ahora el abrazo será un pretexto para un nuevo enredo?.
Leviathán Shadow- Condenado/Vampiro/Clase Alta
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Re: Déjenme solo con el día, pido permiso para nacer [Leviathán Shadow]
El cambio brusco de las lágrimas que no terminan a la quemazón en las mejillas por el exceso de sonrisas. La mirada asombrada, los oídos atentos. ¡Qué melodioso sonido de su voz! Melodioso claro comparado a sus propios gritos que alguien podría catalogar de productores de algunos tímpanos rotos. Su nombre sigue siendo un misterio, pero Darla sonríe y apenas lo ve con los brazos estirados decide que tendrá un nuevo apodo. ¿Para qué conocer la verdad si para ella siempre sonará de un solo modo? El señor de la máscara le parece Valiente. Siempre será Valiente pero es mejor mantenerlo en silencio y evitar que él conozca aquello que ahora es un secreto. Un secreto que para seguir siéndolo no debe compartirse. — Vaya que desconfiado… ¿nunca ha recibido un abrazo que ahora cree que busco algo? — su cabeza se mueve en un gesto negativo, aún con todo eso su ánimo festivo no ha variado, es mas, ahora incluso se siente intrigada de saber por qué el parece temer un gesto tan simple como el que ella pretende realizar. — Me gusta como se ve con la máscara… ¿no quedamos ya de acuerdo en su fealdad que rompe espejos? No pretendo sacársela ni tampoco pedirle que usted la retire, todos tenemos una, al menos la suya es visible. —
Y antes de que cambie de opinión ella decide entrar en sus brazos, rodearlo por la cintura y aprovechar la diferencia de alturas para descansar la cabeza en su pecho. Si él la abraza o no es quizás un detalle que puede ser modificado rápidamente pero que por el momento no es su preocupación más inmediata. Darla no olvida que siguen siendo un par de desconocidos reunidos en circunstancias algo divertidas, tampoco que aunque él esté protegido por quizás cuantas capas de acero, su cuerpo expele una calidez que la contagia de una peculiar sensación de cercanía. Ahí, en la posición que no varía y que la hace sentir repentinamente triste es cuando alza sus ojos e intenta encontrar los otros escondidos tras ese falso rostro. — Pretendo… lo que pretendo… — pero desconoce sus intenciones, se confunde intentando explicar lo que no tiene claro. De puntillas, con las mejillas sonrojadas, con el pelo revuelto por la brisa que aparece para desordenar también las ideas, Darla se estira y aprovecha la mínima distancia entre ambos para depositar un suave beso en la mejilla de la máscara, justo ahí donde le gustaría sentir la piel, con fallas o no, de Valiente. — No pretendo algo como la venganza, tampoco el descubrimiento de su falta de humanidad… creo en sus carnes y huesos incluso desde antes de mis gritos… de otro modo… —
Pero interrumpe la idea, suelta el abrazo y mientras retrocede tiene también el cuidado de no volver a caer sobre las espinas y así evitar la misma escena que tantos enredos trajo. ¿Espera entonces que lo que acaba de hacer sea olvidado como si nada? — Valiente… — otro error cometido, el susurro es inevitable. Si se gira rápidamente es para evitar que él pueda volver a indagar en sus palabras, quizás esta vez tiene suerte y V no la ha escuchado. Con el rostro en las sombras se toca los labios y los restos del frío de ese material inerte siguen presente. ¿Cómo puede ser tan grande la contradicción entre esa temperatura y el calor del abrazo que aún no se va? Es posible desde el momento en que ella olvidó que hace poco lo llamaba asesino y que ahora desea volver a repetir lo que acaba de hacer. — Vine aquí por un recorrido nocturno que muestra todas esas plantas y flores que se abren de noche o que pueden apreciarse mejor cuando hay poca luz… — mientras habla se gira, con el rostro distendido y los ojos llenos de secretas suplicas de que olvide sus acciones impulsivas. — Creo que ya perdí gran parte de él, pero nosotros podríamos hacer uno propio, personal… ¿sabe algo sobre botánica? —
Mientras espera su respuesta vuelve a acercarse, esta vez le toma la mano, la misma que él usó para quitarle las espinas. Detrás de ese guante hay unos dedos grandes, firmes, incomparables a la pequeñez de sus propios huesos. Se siente mínima a su lado, ínfima, una mancha en el mundo donde él pese a estar en las sombras es toda la fuente de luz. — Vamos… vamos antes de que nos quedemos sin noche… — y con cada palabra tironea un poco para obligarlo a caminar, va riendo porque sabe que cada paso es incorrecto. La bailarina ahora es mas bien una acróbata del circo que camina sobre la cuerda floja, siempre con el riesgo de perder el equilibrio. — Si seguiremos caminando de la mano, debería entonces usar la otra… esa es la que tengo herida… — una broma que tiene la verdad bajo la superficie. ¿Por qué insiste en querer acercarse si todo le indica que debería aprovechar la primera oportunidad para escapar y alejarse lo más posible? La respuesta es más fácil a medida que el tiempo pasa. Ya no puede culpar al exceso de confianza, tampoco a la curiosidad que le provoca su misterio, ahora simplemente, después de todos los eventos sucedidos… ahora, ahora se siente parte de un juego al que le agrada pertenecer. Un juego peligroso, siempre en el borde del abismo, en el filo donde basta algo mínimo para caer. — Me gustaría saber qué pretende usted… quiero devolverle la pregunta. —
Y antes de que cambie de opinión ella decide entrar en sus brazos, rodearlo por la cintura y aprovechar la diferencia de alturas para descansar la cabeza en su pecho. Si él la abraza o no es quizás un detalle que puede ser modificado rápidamente pero que por el momento no es su preocupación más inmediata. Darla no olvida que siguen siendo un par de desconocidos reunidos en circunstancias algo divertidas, tampoco que aunque él esté protegido por quizás cuantas capas de acero, su cuerpo expele una calidez que la contagia de una peculiar sensación de cercanía. Ahí, en la posición que no varía y que la hace sentir repentinamente triste es cuando alza sus ojos e intenta encontrar los otros escondidos tras ese falso rostro. — Pretendo… lo que pretendo… — pero desconoce sus intenciones, se confunde intentando explicar lo que no tiene claro. De puntillas, con las mejillas sonrojadas, con el pelo revuelto por la brisa que aparece para desordenar también las ideas, Darla se estira y aprovecha la mínima distancia entre ambos para depositar un suave beso en la mejilla de la máscara, justo ahí donde le gustaría sentir la piel, con fallas o no, de Valiente. — No pretendo algo como la venganza, tampoco el descubrimiento de su falta de humanidad… creo en sus carnes y huesos incluso desde antes de mis gritos… de otro modo… —
Pero interrumpe la idea, suelta el abrazo y mientras retrocede tiene también el cuidado de no volver a caer sobre las espinas y así evitar la misma escena que tantos enredos trajo. ¿Espera entonces que lo que acaba de hacer sea olvidado como si nada? — Valiente… — otro error cometido, el susurro es inevitable. Si se gira rápidamente es para evitar que él pueda volver a indagar en sus palabras, quizás esta vez tiene suerte y V no la ha escuchado. Con el rostro en las sombras se toca los labios y los restos del frío de ese material inerte siguen presente. ¿Cómo puede ser tan grande la contradicción entre esa temperatura y el calor del abrazo que aún no se va? Es posible desde el momento en que ella olvidó que hace poco lo llamaba asesino y que ahora desea volver a repetir lo que acaba de hacer. — Vine aquí por un recorrido nocturno que muestra todas esas plantas y flores que se abren de noche o que pueden apreciarse mejor cuando hay poca luz… — mientras habla se gira, con el rostro distendido y los ojos llenos de secretas suplicas de que olvide sus acciones impulsivas. — Creo que ya perdí gran parte de él, pero nosotros podríamos hacer uno propio, personal… ¿sabe algo sobre botánica? —
Mientras espera su respuesta vuelve a acercarse, esta vez le toma la mano, la misma que él usó para quitarle las espinas. Detrás de ese guante hay unos dedos grandes, firmes, incomparables a la pequeñez de sus propios huesos. Se siente mínima a su lado, ínfima, una mancha en el mundo donde él pese a estar en las sombras es toda la fuente de luz. — Vamos… vamos antes de que nos quedemos sin noche… — y con cada palabra tironea un poco para obligarlo a caminar, va riendo porque sabe que cada paso es incorrecto. La bailarina ahora es mas bien una acróbata del circo que camina sobre la cuerda floja, siempre con el riesgo de perder el equilibrio. — Si seguiremos caminando de la mano, debería entonces usar la otra… esa es la que tengo herida… — una broma que tiene la verdad bajo la superficie. ¿Por qué insiste en querer acercarse si todo le indica que debería aprovechar la primera oportunidad para escapar y alejarse lo más posible? La respuesta es más fácil a medida que el tiempo pasa. Ya no puede culpar al exceso de confianza, tampoco a la curiosidad que le provoca su misterio, ahora simplemente, después de todos los eventos sucedidos… ahora, ahora se siente parte de un juego al que le agrada pertenecer. Un juego peligroso, siempre en el borde del abismo, en el filo donde basta algo mínimo para caer. — Me gustaría saber qué pretende usted… quiero devolverle la pregunta. —
Darla Whittard- Humano Clase Media
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Re: Déjenme solo con el día, pido permiso para nacer [Leviathán Shadow]
Creo que mis oídos me querían engañar o escuche bien la palabra ¿abrazar?, de verdad que era yo el que estaba entendiendo mal o esa chica estaba loca de atar, ¿Como pretendía a un extraño, de ese gesto humano colmar? y más aún cuando solo teníamos algunos minutos de conversar en santa paz, sin que ella volviera a gritar o a llorar y sin que yo de nueva cuenta pelear, ¡Vaya! las tratas del destino las que le gusta jugar.
Detrás de la máscara mis gestos describían un aire de desconcierto, más sin embargo mi mente estaba riendo al ver a la joven inocente con los brazos abiertos y podía decir que ya ni la brisa, el frio o el calor podía distinguir, no era por el metal o las telas que siempre mis imperfectos me ayudan a cubrir sino por esa mirada y esas palabras que de sus labios oí -Sin duda alguien me ha enseñado a ser desconfiado- respondí su cuestión aún jugueteando y tratando de evitar el estrechar de sus brazos -¿No lo cree usted así? recuerde bien que me enseño a arrojar un cactus a un extraño, a un... mártir enmascarado- las manos enfundadas se entrelazaban, mientras exageraba las últimas palabras, haciendo un énfasis de falso acto sacro.
Supongo la joven seguía mi propio juego -Está joven le gusta jugar con fuego- pensé en mis adentros, pero no porque le fuera hacer algo sino porque estaba hablando con un enmascarado que bien podía ser un idealista o un loco atrabancado -Quizás por mis actos, piense que no cometo asesinatos- me encogí de hombros, dirigiendo mi mirada hacia otro lado pero no por ello y aún con el pensamiento ocupado quería decir que no la estaba escuchando -¡Increíble!- exclame en mi mente impresionado, pasando de una idea a otro en menos de un rato -Aún con sus gritos recuerda lo que estaba hablando-mi cabeza negando, mis labios una sonrisa dibujando y yo suspirando, acciones que consideraba eran la voz de mi silencio, ese que era en parte mi misterio, aquel que me impidió responder a esa mujer.
Y fue justo en ese momento donde mis palabras se fueron que siento como unos brazos delicados y femeninos rodean mi cuerpo -¿Pero que está sucediendo?- pregunte de nuevo para mis adentros -¿Que se supone que haga con este gesto?- decía mentalmente mientras mis brazos permanecían abiertos sin hacer algún movimiento, simplemente estaban allí a mis costados inmóviles y quietos, detrás de la máscara otros eran mis gestos, los describiría como de sorpresa y de desconcierto, podía sentir que mis orbes estaban abiertas mientras miraban fijamente al frente, donde no hay más que árboles inermes que no hablan como la gente que hace unos momentos dejo de oírse de repente o bien podía ser ese instante que bloqueaba los sentidos, las sensaciones o los sonidos, de pronto en un zona de silencio aquel lugar se había convertido.
Sin duda era más alto que ella y esa fue la ventaja que le permitió reposar su cabeza en mi pechera, si en aquella cubierta fría y de metal que tras la tela de mi vestimenta era difícil de apreciar, ese artefacto que impedía heridas y balazos pero no las sensaciones de un aparente afectuoso abrazo, entonces mis ojos se cerraron, la sorpresa y el desconcierto fue borrado dando paso a un ligero y tímido entrelazar de mis brazos que nunca pudo terminar de ser cerrado, puesto que reaccionando mis manos se hicieron a un lado, supongo que tantos años de no ser tocado, algo me hace sentir extraño -Lo siento- me disculpe con abnegado acento -Mi máscara es un impedimento, más no la máscara que contempla en este momento, sino la máscara que está en mis adentros, más allá de la carne y el hueso- era claro que me refería al alma, esa alma que a la vez de sentirse gratificada también se sintió herida y condenada a una soledad que nunca terminará -Créame lo intente- ante ella me disculpe, más me sigue sorprendiendo, ella no se separa de mi ni por lo que le estuve diciendo, comienzo a escuchar mientras lucho contras mis brazos para que puedan reaccionar y puedan abrazar -¡Pero que no sean las espadas y los golpes porque entonces hasta dejan de temblar!- interiormente a mis extremidades comenzaba a regañar, mientras la vuelvo a observar -¿Ahora que busca?- me dije -¿La manera de picarme los ojos?- intente darme ánimos de manera chusca, riéndome por un instantes que se convirtieron en segundos cuando sus labios rosados besaron la mejilla de la máscara de manera inesperada -¿Que sucede con este muchacha?-, era lo que iba a preguntarle en voz alta pero sus palabras de un solo golpe a las mías mataban -¿Está segura de que el aire no le revuelve las ideas?- al fin decía algo aunque con certeza no sabía era acertado -No es lo de hoy besar a un enmascarado, sino a un joven y apuesto muchacho...-interrumpí mis palabras de un solo tajo al pensar que quizás algún daño le estaba causando al no agradecerle su acto y esas palabras que decían de lo que tanto falto -De cualquier forma gracias por este momento grato- entonces paso algo más que extraño, una sensación donde anhelaba que ella me viese sonriendo ese minúsculo rato, pero no tarde mucho en desechar esa atroz fantasía regresando justo a ese día o más bien noche.
La joven tomo su distancia, provocando que regrese de aquella estancia de un lugar callado y alejado del Jardín Botánico, si, ya no había gente, sus voces se habían ido lentamente dejando solo el cantar de esos insectos que no han de parar hasta que el sol vuelva llegar, no siento la brisa en piel pero vuelvo a percatarme que juega con mi falso cabello y mi capa también pero la sensación de ese abrazo sigue conmigo negándose a marchar, convirtiéndose en parte de mi imaginario abrigo.
Contemplo todo mi alrededor, los arboles continúan presumiendo su pomposo esplendor, ellos comienzan a hablar mientras el aire las invita a mecerse con él y jugar movimientos de dulce sonar y de nunca terminar, más ellas no fueron las que pronunciaron en voz tenue la palabra "Valiente", sino fue la misma joven que permanecía de espaldas y al frente entre la oscuridad y el sendero siguiente -¿Valiente? ¿Valiente? y... ¿Quién es ese?- el instinto me hace ver de aquí allá, buscando quizás a algún animal, podía ser el nombre de un perro o un gato, sin embargo nunca apareció algo de cuatro patas y una cola en ese escenario -Valiente es... ¿Un amigo imaginario?- le pregunte bromeando, era muy difícil que a mí se me escapara algo pero más allá quería verla sonreír como hace unos instantes.
¡Vaya! que dulce era su voz cuando no estaba gritando sin razón y solo por miedo y desesperación -Esa voz es mucho mejor, por lo menos no hace sufrir a mis oídos de dolor- mis pasos fueron lentos y precavidos para que esta vez no hubiera enredos y mal entendidos -Debo confesarle que yo solo venía por un rato de tranquilidad, muchas veces eso me ayuda a pensar con claridad y de paso admirar la belleza natural de este lugar, como supondrá yo... debo salir en la noche para no asustar- finalmente mi andar despreocupado se detuvo a su lado -¿Ahora usted está invitando a un desconocido a caminar un rato?- coloque mi mano en la frente de la máscara mientras marcadamente negaba -Usted es en verdad valiente- comente amigablemente y mientras suspiraba lentamente pensando en las posibles consecuencias de un recorrido donde sus protagonistas eran dos desconocidos, fue que quizá por ese simple hecho que vi el lado divertido -De acuerdo, de acuerdo- levante la mano señalando hacia las espinas, allí en el suelo -Pero una planta más con espinas y ahora si muero aunque usted me pida que conserve la vida a cambio de que deje de llorar o sonría- le advertí como a una niña chiquilla y traviesilla -De botánica... se un poco... solo lo indispensable, quizás en el camino pueda enseñarle cosas interesantes- y de nuevo ella volvió a tocarme, esta vez era la mano, me temía que por tanta efusión pronto me iba a llevar arrastrando del calzado, reí solo de imaginarlo y volví a la realidad donde ella cambiaba de mano sí que la mía pudiera estrecharla como era la forma de corresponder a la dama -Pero siga agarrando los cactus...parece que ellos usted no les cae muy bien, ¿Serán alérgicos a usted?- respondí a la broma mientras nos íbamos internado en un nuevo lugar donde imperaba nuevos aromas -¿Que pretendo?- me detuve a pensar un momento sin detener el paso lento y observando el cielo, a decir verdad no sabía porque lo estaba haciendo -Supongo que sosteniéndola de la mano para que no vuelva a armar otro escándalo o se espine la otra mano- volví a ver al frente mientras iba admirando la belleza de las flores de distintos tamaños y colores -¿Supongo que son validas mis razones?- decía mientras trataba de evadir una respuesta que desconocía -¿Y usted ahora que busca en este recorrido, caminando con un completo desconocido, aprender botánica para que sepa distinguir las plantas que pueda arrojar sin problemas o para saber que se siente andar al lado de un enmascarado bien disfrazado?-.
Detrás de la máscara mis gestos describían un aire de desconcierto, más sin embargo mi mente estaba riendo al ver a la joven inocente con los brazos abiertos y podía decir que ya ni la brisa, el frio o el calor podía distinguir, no era por el metal o las telas que siempre mis imperfectos me ayudan a cubrir sino por esa mirada y esas palabras que de sus labios oí -Sin duda alguien me ha enseñado a ser desconfiado- respondí su cuestión aún jugueteando y tratando de evitar el estrechar de sus brazos -¿No lo cree usted así? recuerde bien que me enseño a arrojar un cactus a un extraño, a un... mártir enmascarado- las manos enfundadas se entrelazaban, mientras exageraba las últimas palabras, haciendo un énfasis de falso acto sacro.
Supongo la joven seguía mi propio juego -Está joven le gusta jugar con fuego- pensé en mis adentros, pero no porque le fuera hacer algo sino porque estaba hablando con un enmascarado que bien podía ser un idealista o un loco atrabancado -Quizás por mis actos, piense que no cometo asesinatos- me encogí de hombros, dirigiendo mi mirada hacia otro lado pero no por ello y aún con el pensamiento ocupado quería decir que no la estaba escuchando -¡Increíble!- exclame en mi mente impresionado, pasando de una idea a otro en menos de un rato -Aún con sus gritos recuerda lo que estaba hablando-mi cabeza negando, mis labios una sonrisa dibujando y yo suspirando, acciones que consideraba eran la voz de mi silencio, ese que era en parte mi misterio, aquel que me impidió responder a esa mujer.
Y fue justo en ese momento donde mis palabras se fueron que siento como unos brazos delicados y femeninos rodean mi cuerpo -¿Pero que está sucediendo?- pregunte de nuevo para mis adentros -¿Que se supone que haga con este gesto?- decía mentalmente mientras mis brazos permanecían abiertos sin hacer algún movimiento, simplemente estaban allí a mis costados inmóviles y quietos, detrás de la máscara otros eran mis gestos, los describiría como de sorpresa y de desconcierto, podía sentir que mis orbes estaban abiertas mientras miraban fijamente al frente, donde no hay más que árboles inermes que no hablan como la gente que hace unos momentos dejo de oírse de repente o bien podía ser ese instante que bloqueaba los sentidos, las sensaciones o los sonidos, de pronto en un zona de silencio aquel lugar se había convertido.
Sin duda era más alto que ella y esa fue la ventaja que le permitió reposar su cabeza en mi pechera, si en aquella cubierta fría y de metal que tras la tela de mi vestimenta era difícil de apreciar, ese artefacto que impedía heridas y balazos pero no las sensaciones de un aparente afectuoso abrazo, entonces mis ojos se cerraron, la sorpresa y el desconcierto fue borrado dando paso a un ligero y tímido entrelazar de mis brazos que nunca pudo terminar de ser cerrado, puesto que reaccionando mis manos se hicieron a un lado, supongo que tantos años de no ser tocado, algo me hace sentir extraño -Lo siento- me disculpe con abnegado acento -Mi máscara es un impedimento, más no la máscara que contempla en este momento, sino la máscara que está en mis adentros, más allá de la carne y el hueso- era claro que me refería al alma, esa alma que a la vez de sentirse gratificada también se sintió herida y condenada a una soledad que nunca terminará -Créame lo intente- ante ella me disculpe, más me sigue sorprendiendo, ella no se separa de mi ni por lo que le estuve diciendo, comienzo a escuchar mientras lucho contras mis brazos para que puedan reaccionar y puedan abrazar -¡Pero que no sean las espadas y los golpes porque entonces hasta dejan de temblar!- interiormente a mis extremidades comenzaba a regañar, mientras la vuelvo a observar -¿Ahora que busca?- me dije -¿La manera de picarme los ojos?- intente darme ánimos de manera chusca, riéndome por un instantes que se convirtieron en segundos cuando sus labios rosados besaron la mejilla de la máscara de manera inesperada -¿Que sucede con este muchacha?-, era lo que iba a preguntarle en voz alta pero sus palabras de un solo golpe a las mías mataban -¿Está segura de que el aire no le revuelve las ideas?- al fin decía algo aunque con certeza no sabía era acertado -No es lo de hoy besar a un enmascarado, sino a un joven y apuesto muchacho...-interrumpí mis palabras de un solo tajo al pensar que quizás algún daño le estaba causando al no agradecerle su acto y esas palabras que decían de lo que tanto falto -De cualquier forma gracias por este momento grato- entonces paso algo más que extraño, una sensación donde anhelaba que ella me viese sonriendo ese minúsculo rato, pero no tarde mucho en desechar esa atroz fantasía regresando justo a ese día o más bien noche.
La joven tomo su distancia, provocando que regrese de aquella estancia de un lugar callado y alejado del Jardín Botánico, si, ya no había gente, sus voces se habían ido lentamente dejando solo el cantar de esos insectos que no han de parar hasta que el sol vuelva llegar, no siento la brisa en piel pero vuelvo a percatarme que juega con mi falso cabello y mi capa también pero la sensación de ese abrazo sigue conmigo negándose a marchar, convirtiéndose en parte de mi imaginario abrigo.
Contemplo todo mi alrededor, los arboles continúan presumiendo su pomposo esplendor, ellos comienzan a hablar mientras el aire las invita a mecerse con él y jugar movimientos de dulce sonar y de nunca terminar, más ellas no fueron las que pronunciaron en voz tenue la palabra "Valiente", sino fue la misma joven que permanecía de espaldas y al frente entre la oscuridad y el sendero siguiente -¿Valiente? ¿Valiente? y... ¿Quién es ese?- el instinto me hace ver de aquí allá, buscando quizás a algún animal, podía ser el nombre de un perro o un gato, sin embargo nunca apareció algo de cuatro patas y una cola en ese escenario -Valiente es... ¿Un amigo imaginario?- le pregunte bromeando, era muy difícil que a mí se me escapara algo pero más allá quería verla sonreír como hace unos instantes.
¡Vaya! que dulce era su voz cuando no estaba gritando sin razón y solo por miedo y desesperación -Esa voz es mucho mejor, por lo menos no hace sufrir a mis oídos de dolor- mis pasos fueron lentos y precavidos para que esta vez no hubiera enredos y mal entendidos -Debo confesarle que yo solo venía por un rato de tranquilidad, muchas veces eso me ayuda a pensar con claridad y de paso admirar la belleza natural de este lugar, como supondrá yo... debo salir en la noche para no asustar- finalmente mi andar despreocupado se detuvo a su lado -¿Ahora usted está invitando a un desconocido a caminar un rato?- coloque mi mano en la frente de la máscara mientras marcadamente negaba -Usted es en verdad valiente- comente amigablemente y mientras suspiraba lentamente pensando en las posibles consecuencias de un recorrido donde sus protagonistas eran dos desconocidos, fue que quizá por ese simple hecho que vi el lado divertido -De acuerdo, de acuerdo- levante la mano señalando hacia las espinas, allí en el suelo -Pero una planta más con espinas y ahora si muero aunque usted me pida que conserve la vida a cambio de que deje de llorar o sonría- le advertí como a una niña chiquilla y traviesilla -De botánica... se un poco... solo lo indispensable, quizás en el camino pueda enseñarle cosas interesantes- y de nuevo ella volvió a tocarme, esta vez era la mano, me temía que por tanta efusión pronto me iba a llevar arrastrando del calzado, reí solo de imaginarlo y volví a la realidad donde ella cambiaba de mano sí que la mía pudiera estrecharla como era la forma de corresponder a la dama -Pero siga agarrando los cactus...parece que ellos usted no les cae muy bien, ¿Serán alérgicos a usted?- respondí a la broma mientras nos íbamos internado en un nuevo lugar donde imperaba nuevos aromas -¿Que pretendo?- me detuve a pensar un momento sin detener el paso lento y observando el cielo, a decir verdad no sabía porque lo estaba haciendo -Supongo que sosteniéndola de la mano para que no vuelva a armar otro escándalo o se espine la otra mano- volví a ver al frente mientras iba admirando la belleza de las flores de distintos tamaños y colores -¿Supongo que son validas mis razones?- decía mientras trataba de evadir una respuesta que desconocía -¿Y usted ahora que busca en este recorrido, caminando con un completo desconocido, aprender botánica para que sepa distinguir las plantas que pueda arrojar sin problemas o para saber que se siente andar al lado de un enmascarado bien disfrazado?-.
Leviathán Shadow- Condenado/Vampiro/Clase Alta
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Re: Déjenme solo con el día, pido permiso para nacer [Leviathán Shadow]
Sus preguntas dan vueltas y aunque tiene las respuestas prefiere mantener el silencio y simplemente dejar que sean sus pasos y el tiempo los que avancen. El jardín botánico se convierte para ambos en un escenario para esa obra que se va escribiendo en el camino. Darla frunce levemente el ceño cuando lo escucha y aunque le gustaría interrumpirlo en reiteradas ocasiones se detiene y espera, de cierto modo procesa sus palabras antes de saltar con conclusiones que pueden ser aceleradas. Su boca se abre y cierra como un pez fuera del agua, su mano se aferra a la del desconocido y aprieta con fuerza cuando llegan a una esquina donde deberán decidir qué camino tomar. Esto es tal como su vida, una serie de opciones, todas más difíciles que la anterior pero que está segura la harán llegar a un buen final. El suspiro profundo le llena de aire los pulmones y sirve para que ordene las ideas que quisieron escapar tal como ella debería hacer ahora. — ¿Qué busco? — la pregunta en voz alta toma más realidad, una validez que no tenía hasta entonces. Su barbilla se alza y mira a su alrededor, en esa oscuridad donde todo podría esconderse, donde está indefensa y donde tiene de la mano a quien la hace sentir segura y al mismo tiempo más vulnerable.
— No quiero buscar, no quiero buscar porque eso me haría encontrar algo y no quiero encontrar, no quiero descubrir si eso me hará conocer y no quiero conocer porque eso me hará luego sufrir cuando no pueda olvidar… — las palabras salen rápidas, atropelladas, como si las soltara luego de mucho tiempo guardadas y quizás es que ahora es el tiempo para decirlo todo, para al fin conseguir que alguien la escuche. — Cuando perdí a mis padres creí que también perdería la vida, me sentí sola, encerrada en un mundo que me obligaba a seguir adelante pese a que no me preguntaba si yo quería continuar… debí levantarme cada día y salir porque era mi deber, porque debía hacerlo… ¿y a quién le importaba lo que yo quería realmente hacer? A nadie, porque no quedaba nadie para mí, los empleados seguían a mi lado porque les pagaba mensualmente su sueldo, pero no tenían algún vínculo conmigo… — es un desconocido y quizás por eso es que me nace decir todo, porque quizás no lo volverá a ver nunca más. — Y sigue quedando nadie, cambié de país, de casa, de empleados, pero al volver a casa aún no hay quien espere mi llegada… a veces siento que podría simplemente no aparecer más y nadie me extrañaría… — una risa amarga florece y sus ojos bajan.
Mantiene la mano firme y tira suavemente de él cuando comienza a caminar otra vez, emprende cualquier camino porque a esta altura ya nada le importa, ni siquiera si se pierde en el jardín con quien podría arrebatarle la vida en algunos minutos. — Entonces si me dice qué busco en este recorrido, la verdad es que nada… no busco nada en el recorrido ni tampoco en mi vida. — Su rostro gira y lo mira a donde cree que están sus ojos, cuando sonríe es un gesto algo triste, casi melancólico. — Sólo quiero aprender de plantas, descubrir si la naturaleza tiene algo nuevo para mí… ¿es muy triste? ¿es triste que quiera encontrar en las flores la alegría que mi vida no tiene? — y con un gesto rápido vuelve a abrazarlo, suelta su mano con fuerza y lo rodea con los brazos, todo porque quiere volver a sentir ese calor, la calidez de antes que seguía latente y esperando por ella. Si no fuera porque es una locura, creería firmemente que Valiente la llama, que su cuerpo la llama y que lo que despierta en ella es algo legítimo y no prohibido como lo siente. — Valiente eres tú, Valiente es el nombre que quise darte… no sé si estás de acuerdo, tampoco lo estoy preguntando, sólo quiero que sepas que para mí, eres Valiente… — una sonrisa ladeada, otra vez se pone de puntillas y le besa la mejilla, ahora más cerca de la comisura de sus labios, casi donde le gustaría besarlo de verdad.
— ¿Seguimos ahora el recorrido? — no hay más voces que los interrumpan, sólo el silencio de una noche completa. Darla retrocede y vuelve a tomar su mano, por unos segundos se siente valiente y lo refleja en su rostro.
— No quiero buscar, no quiero buscar porque eso me haría encontrar algo y no quiero encontrar, no quiero descubrir si eso me hará conocer y no quiero conocer porque eso me hará luego sufrir cuando no pueda olvidar… — las palabras salen rápidas, atropelladas, como si las soltara luego de mucho tiempo guardadas y quizás es que ahora es el tiempo para decirlo todo, para al fin conseguir que alguien la escuche. — Cuando perdí a mis padres creí que también perdería la vida, me sentí sola, encerrada en un mundo que me obligaba a seguir adelante pese a que no me preguntaba si yo quería continuar… debí levantarme cada día y salir porque era mi deber, porque debía hacerlo… ¿y a quién le importaba lo que yo quería realmente hacer? A nadie, porque no quedaba nadie para mí, los empleados seguían a mi lado porque les pagaba mensualmente su sueldo, pero no tenían algún vínculo conmigo… — es un desconocido y quizás por eso es que me nace decir todo, porque quizás no lo volverá a ver nunca más. — Y sigue quedando nadie, cambié de país, de casa, de empleados, pero al volver a casa aún no hay quien espere mi llegada… a veces siento que podría simplemente no aparecer más y nadie me extrañaría… — una risa amarga florece y sus ojos bajan.
Mantiene la mano firme y tira suavemente de él cuando comienza a caminar otra vez, emprende cualquier camino porque a esta altura ya nada le importa, ni siquiera si se pierde en el jardín con quien podría arrebatarle la vida en algunos minutos. — Entonces si me dice qué busco en este recorrido, la verdad es que nada… no busco nada en el recorrido ni tampoco en mi vida. — Su rostro gira y lo mira a donde cree que están sus ojos, cuando sonríe es un gesto algo triste, casi melancólico. — Sólo quiero aprender de plantas, descubrir si la naturaleza tiene algo nuevo para mí… ¿es muy triste? ¿es triste que quiera encontrar en las flores la alegría que mi vida no tiene? — y con un gesto rápido vuelve a abrazarlo, suelta su mano con fuerza y lo rodea con los brazos, todo porque quiere volver a sentir ese calor, la calidez de antes que seguía latente y esperando por ella. Si no fuera porque es una locura, creería firmemente que Valiente la llama, que su cuerpo la llama y que lo que despierta en ella es algo legítimo y no prohibido como lo siente. — Valiente eres tú, Valiente es el nombre que quise darte… no sé si estás de acuerdo, tampoco lo estoy preguntando, sólo quiero que sepas que para mí, eres Valiente… — una sonrisa ladeada, otra vez se pone de puntillas y le besa la mejilla, ahora más cerca de la comisura de sus labios, casi donde le gustaría besarlo de verdad.
— ¿Seguimos ahora el recorrido? — no hay más voces que los interrumpan, sólo el silencio de una noche completa. Darla retrocede y vuelve a tomar su mano, por unos segundos se siente valiente y lo refleja en su rostro.
Darla Whittard- Humano Clase Media
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Re: Déjenme solo con el día, pido permiso para nacer [Leviathán Shadow]
Parece que esta noche mi destino tiene para mí deparado un camino distinto, el viento y el silencio se vuelven nuestros cómplices y amigos, seres que no había sentido por la ocupación de darle a mi enemigo su merecido castigo.
El viaje por el jardín comienza a ser entretenido, las flores y los arboles que allí se hallan reunidos son los mudos testigos del encuentro de dos desconocidos que de buenas a primeras caminan al lado del otro tomados de la mano, embelesados por el encanto de un sendero que pronto frente a nuestros ojos se torno incierto y entonces en aquel momento sus finos y afilados dedos se aferraban al forraje de piel a causa del miedo -¿Que me está sucediendo?- pregunte hacia mis adentros mientras la máscara se inclinaba a las dos partes que se mantenían unidas por algún misterio -¿Que pasaría si la suelto?- sigo diciendo -No es lo prudente, de hacerlo pensaría que la he enfrascado para llevarla sin vida después al cementerio- en mi mente vinieron las imágenes desastrosas y chuscas de nuestro primer encuentro y de pronto tras la máscara discretamente estaba riendo...¿Tan pronto una desconocida bailarina provoca en mí semejante sonrisa?, no puedo comprender, por instantes me atrevo a ver, sus finos detalles de su faz curiosa y apanicada que se destaca por la luz que cae hacia su cara -Es hermosa lo sé, ¿Que me ha dado esta mujer?-de pronto algo la hace entristecer, puedo sentirle y de alguna extraña manera estremece mi ser, al regresar de mi propio pensar, la oigo hablar y aunque sus palabras son rápidas y no las puede parar puedo entender su penar, al poner atención a las palabras que salen de su confundido corazón solo escucho a un persona en particular cuya historia es similar: Yo.
-Créeme que te entiendo mejor de lo que tú crees imaginar- con la mano que quedaba libre, toco su barbilla y levanto su mirar -A veces es mejor no buscar, porque si algo has de encontrar a veces el resto de tu existencia te puede arruinar- a que más podía referirme con esa forma de hablar que a mi historia personal, yo una noche salí a buscar un hombre de la estirpe que a mis padres lograron desangrar y matar, salí a buscar a alguien que con su muerte pudiera pagar lo que los suyos desde niño me hicieron penar y entonces en su lugar halle mi propio funeral, mi inferno terrenal, una máscara que me condena hasta el último día de mi existencia, no quería que le pasase lo mismo que a mí -Te suplico por piedad que dejes de sentirte así, observa en mi lo que no quieres que te pase a ti- suspiro a falta de ideas que decir -Por buscar, por sentir que el vacio me dolía a morir, por la desesperación de no tener a nadie que se alegrara de mi presencia recibir... con un mundo que a mí me enseño a odiar para no sentir y vengar para finalmente en paz poder vivir, tras una máscara yo solo me condene a existir- acaricio su piel aunque no la pueda sentir debido al cuero que mis manos se empeña en cubrir -Hazme un favor y dedícate a vivir, te lo dice una persona que vio a sus padres morir...- el silencio aguarda, esperando el momento de ser quebrado por las palabras que le faltaban al enunciado -Cuando solo era un niño, que estaba descubriendo junto a ellos un mundo completamente cruel y desconocido, este en el que todos convivimos- termine de decir en el tono en que solo podía decirlo un hombre con el corazón herido que en cada latido anuncia que algún día su dueño podrá descansar tranquilo -Y por cierto- pronuncio con ternura -Si tu desaparecieras día, yo te extrañaría- debajo de la porcelana se vuelve a esbozar una amplia sonrisa que aunque no es visible para la bailarina, lo será para su atormentada y desolada vida -A mi me importas, te confesaré un cosa... hoy rompí mi rutina, interrumpí lo que le da un motivo a mi vida, vine al jardín y no me fui porque algo me hizo permanecer aquí y eso... fuiste tú- guarde silencio sin esperar alguna respuesta, simplemente me limite a escuchar la voz del viento que jugueteaba entre los troncos de los árboles más viejos, era un espectáculo que me hacia olvidar de mi tormento.
Al tiempo reaccione -¿Por qué se lo conté?- internamente me cuestione, sin embargo no hubo tiempo de contestar pues la chica de mano comenzaba a tirar paro continuar con nuestro andar por el rumbo que yo le deje seleccionar, en ese momento no dije más simplemente seguí su caminar -En cambio yo ya he dejado de buscar- respondo después de que ella dejo de hablar –Te felicito, por tu forma de pensar, estoy convencido que las cosas han de llegar cuando sea el momento y el lugar, que tarde lo he llegado a reflexionar- digo serio y entonces siento sus brazos alrededor de mi cuerpo, instintivamente los míos responden rápidamente pero esta vez la estrecho más fuerte, la sensación que me causa su contacto y su presencia es diferente, su voz me llama valiente, me limito a cerrar mis ojos como si estos estuviesen llorosos -No me molesta, eres la primera que intenta ponerme un nombre con una sola letra y debo reconocer que tu también ese nombre deberías poseer cualquiera en tu lugar con esta máscara se hubiese echado a correr, además a diferencia mía, tu actúas sin cobardía y yo… fue esa puerta falsa la que termino por arrebatarme la cara- sentí como sus labios volvieron a besar mi falsa faz, pero esta vez el gesto entre la mejilla y los labios se quisieron posar, no sabía que contestar, simplemente se agita mi respirar y estos ojos mantienen contacto con su mirar, que de pronto recobra un inesperado brillar, como si la valentía de sus poros pudiese escapar, sonrió detrás y la tristeza que reino en aquel momento se fue al compás y en compañía del silencio devolviéndonos un poco de paz en nuestros pechos.
Su mano vuelve a tocarme y esta vez la mía responde al instante, le toma y vuelve a aferrarse – ¿Por que no?- respondo a su invitación y soy yo el que la llevo en esta ocasión -¿Te gustan las rosas?- le pregunto sin verle por un minuto –Para mí son unas flores hermosas, en mi casa no hay más que rosales, si gusta sobre ellas puedo enseñarle- finalmente decido mirarle, mientras el ritmo de mis pasos comienza a alentarse, de pronto e inesperadamente, me detengo y mi cuerpo comenzó a agacharse, la máscara toca su mejilla en el afán de un beso simular –Te lo debía- explico con una sutil alegría, mis motivos tenía para haber hecho semejante gesto que necesitaba valentía -¿Lista para aprender de los rosales y del hombre que en su casa con amor las cuida?- pregunte mientras caminaba y utilizaba el aroma de las rosas que emanaban a la lejanía, sabía que pronto llegaría con la chica –Para mí las rosas son mi amanecer, quizás con ellas encuentres la alegría que dices no poseer- ¿Qué más me falta por conocer en esta noche que se torna tan inesperadamente distinta al resto de mi días?
El viaje por el jardín comienza a ser entretenido, las flores y los arboles que allí se hallan reunidos son los mudos testigos del encuentro de dos desconocidos que de buenas a primeras caminan al lado del otro tomados de la mano, embelesados por el encanto de un sendero que pronto frente a nuestros ojos se torno incierto y entonces en aquel momento sus finos y afilados dedos se aferraban al forraje de piel a causa del miedo -¿Que me está sucediendo?- pregunte hacia mis adentros mientras la máscara se inclinaba a las dos partes que se mantenían unidas por algún misterio -¿Que pasaría si la suelto?- sigo diciendo -No es lo prudente, de hacerlo pensaría que la he enfrascado para llevarla sin vida después al cementerio- en mi mente vinieron las imágenes desastrosas y chuscas de nuestro primer encuentro y de pronto tras la máscara discretamente estaba riendo...¿Tan pronto una desconocida bailarina provoca en mí semejante sonrisa?, no puedo comprender, por instantes me atrevo a ver, sus finos detalles de su faz curiosa y apanicada que se destaca por la luz que cae hacia su cara -Es hermosa lo sé, ¿Que me ha dado esta mujer?-de pronto algo la hace entristecer, puedo sentirle y de alguna extraña manera estremece mi ser, al regresar de mi propio pensar, la oigo hablar y aunque sus palabras son rápidas y no las puede parar puedo entender su penar, al poner atención a las palabras que salen de su confundido corazón solo escucho a un persona en particular cuya historia es similar: Yo.
-Créeme que te entiendo mejor de lo que tú crees imaginar- con la mano que quedaba libre, toco su barbilla y levanto su mirar -A veces es mejor no buscar, porque si algo has de encontrar a veces el resto de tu existencia te puede arruinar- a que más podía referirme con esa forma de hablar que a mi historia personal, yo una noche salí a buscar un hombre de la estirpe que a mis padres lograron desangrar y matar, salí a buscar a alguien que con su muerte pudiera pagar lo que los suyos desde niño me hicieron penar y entonces en su lugar halle mi propio funeral, mi inferno terrenal, una máscara que me condena hasta el último día de mi existencia, no quería que le pasase lo mismo que a mí -Te suplico por piedad que dejes de sentirte así, observa en mi lo que no quieres que te pase a ti- suspiro a falta de ideas que decir -Por buscar, por sentir que el vacio me dolía a morir, por la desesperación de no tener a nadie que se alegrara de mi presencia recibir... con un mundo que a mí me enseño a odiar para no sentir y vengar para finalmente en paz poder vivir, tras una máscara yo solo me condene a existir- acaricio su piel aunque no la pueda sentir debido al cuero que mis manos se empeña en cubrir -Hazme un favor y dedícate a vivir, te lo dice una persona que vio a sus padres morir...- el silencio aguarda, esperando el momento de ser quebrado por las palabras que le faltaban al enunciado -Cuando solo era un niño, que estaba descubriendo junto a ellos un mundo completamente cruel y desconocido, este en el que todos convivimos- termine de decir en el tono en que solo podía decirlo un hombre con el corazón herido que en cada latido anuncia que algún día su dueño podrá descansar tranquilo -Y por cierto- pronuncio con ternura -Si tu desaparecieras día, yo te extrañaría- debajo de la porcelana se vuelve a esbozar una amplia sonrisa que aunque no es visible para la bailarina, lo será para su atormentada y desolada vida -A mi me importas, te confesaré un cosa... hoy rompí mi rutina, interrumpí lo que le da un motivo a mi vida, vine al jardín y no me fui porque algo me hizo permanecer aquí y eso... fuiste tú- guarde silencio sin esperar alguna respuesta, simplemente me limite a escuchar la voz del viento que jugueteaba entre los troncos de los árboles más viejos, era un espectáculo que me hacia olvidar de mi tormento.
Al tiempo reaccione -¿Por qué se lo conté?- internamente me cuestione, sin embargo no hubo tiempo de contestar pues la chica de mano comenzaba a tirar paro continuar con nuestro andar por el rumbo que yo le deje seleccionar, en ese momento no dije más simplemente seguí su caminar -En cambio yo ya he dejado de buscar- respondo después de que ella dejo de hablar –Te felicito, por tu forma de pensar, estoy convencido que las cosas han de llegar cuando sea el momento y el lugar, que tarde lo he llegado a reflexionar- digo serio y entonces siento sus brazos alrededor de mi cuerpo, instintivamente los míos responden rápidamente pero esta vez la estrecho más fuerte, la sensación que me causa su contacto y su presencia es diferente, su voz me llama valiente, me limito a cerrar mis ojos como si estos estuviesen llorosos -No me molesta, eres la primera que intenta ponerme un nombre con una sola letra y debo reconocer que tu también ese nombre deberías poseer cualquiera en tu lugar con esta máscara se hubiese echado a correr, además a diferencia mía, tu actúas sin cobardía y yo… fue esa puerta falsa la que termino por arrebatarme la cara- sentí como sus labios volvieron a besar mi falsa faz, pero esta vez el gesto entre la mejilla y los labios se quisieron posar, no sabía que contestar, simplemente se agita mi respirar y estos ojos mantienen contacto con su mirar, que de pronto recobra un inesperado brillar, como si la valentía de sus poros pudiese escapar, sonrió detrás y la tristeza que reino en aquel momento se fue al compás y en compañía del silencio devolviéndonos un poco de paz en nuestros pechos.
Su mano vuelve a tocarme y esta vez la mía responde al instante, le toma y vuelve a aferrarse – ¿Por que no?- respondo a su invitación y soy yo el que la llevo en esta ocasión -¿Te gustan las rosas?- le pregunto sin verle por un minuto –Para mí son unas flores hermosas, en mi casa no hay más que rosales, si gusta sobre ellas puedo enseñarle- finalmente decido mirarle, mientras el ritmo de mis pasos comienza a alentarse, de pronto e inesperadamente, me detengo y mi cuerpo comenzó a agacharse, la máscara toca su mejilla en el afán de un beso simular –Te lo debía- explico con una sutil alegría, mis motivos tenía para haber hecho semejante gesto que necesitaba valentía -¿Lista para aprender de los rosales y del hombre que en su casa con amor las cuida?- pregunte mientras caminaba y utilizaba el aroma de las rosas que emanaban a la lejanía, sabía que pronto llegaría con la chica –Para mí las rosas son mi amanecer, quizás con ellas encuentres la alegría que dices no poseer- ¿Qué más me falta por conocer en esta noche que se torna tan inesperadamente distinta al resto de mi días?
Leviathán Shadow- Condenado/Vampiro/Clase Alta
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Re: Déjenme solo con el día, pido permiso para nacer [Leviathán Shadow]
¿Es posible que alguien sea capaz de sentir tanto frío y tanta calidez al mismo tiempo? Un estremecimiento le recorre la espalda y nace desde su nuca hasta terminar justo donde finaliza su columna. Cada vertebra responde y su cuerpo se arquea levemente, burlándose de ella y del modo en que reacciona a un simple beso. Un gesto que para otros sería casi algo tonto pero que para ella significa un cambio en su vida. Esta vez es Valiente quien se ha inclinado para besarla y aunque fuera la textura de la máscara lo que sintió y no precisamente su piel, para ella es exactamente lo mismo. Porque son sus gestos lo que expresan mucho más, porque muchos mienten aún cuando tienen la cara al descubierto y porque en ese momento lo prefiere a él por sobre cualquier otro. Sobre todo considerando que no existe otro. Darla fija sus ojos en ese hombre misterioso, lo escucha hablar de las rosas y duda que pueda hacerle daño. ¿Cómo alguien que se expresa de ese modo de las flores podría ser capaz de asesinar a alguien? Es imposible, las rosas requieren cuidado y preocupación, son como pequeñas mascotas a las que debes poner atención y eso, eso no lo haría alguien que estuviese empeñado en matar y hacer daño.
—Me gustan mucho las rosas, creo que son mis flores favoritas… — cuando susurra tiene las mejillas coloradas, intenta esconderse mirando hacia otra dirección y aprovechando que esta vez es él quien dirige el camino de ambos. Un poco más atrás debido a sus pasos más cortos decide mirar su cuerpo, su espalda ancha que se estrecha y termina como debe terminar o al menos así es como lo imagina porque difícilmente puede ver algo entre la ropa oscura que lleva y la falta de luz. Siguiendo sus indicaciones y también sintiendo ese repentino aroma dulce inconfundible es que su sonrisa se amplía y esa última pregunta comienza a tomar sentir. Y aunque las rosas sean el amanecer para Valiente, para ella, desde ese momento se convertirán en el sinónimo de las noches porque es una noche cuando lo conoció y será durante las noches que lo recordará cuando no pueda volver a verlo. El pensamiento la entristece y responde con un asentimiento que duda él logre ver. —Prefiero creer que las rosas me traer recuerdos felices y que serán esos recuerdos los que me llenarán de alegría… — dice intentando sonar entusiasmada, aunque lo está, pero no por los motivos que él cree.
Acelerando un poco sus pasos se une a él y mientras lo mira de reojo le regala también una sonrisa. Sin darse cuenta se adentran en el terreno que Valiente había propuesto y la visión de las rosas en la noche era algo que nunca pensó pudiera disfrutar tanto. Parece un chiste o una jugarreta del destino, una broma cruel de alguien que quiere entregarle tanto en un día después de que le ha quitado tanto en una vida. Darla no puede culpar a Dios por mucho que tenga ganas de hacerlo. A veces siente que él la ha abandonado pese a que ella siempre ha estado a su servicio, que los fines de semana en la iglesia no han servido de mucho porque de todos modos está sola. Pero ahora, justo después de pensar en todas esas noches de rezos y peticiones para que aparezca una señal que le indique que va por el buen camino, justo ahora aparece él y se instala en su corazón con una rapidez que sólo puede ser atribuible a algo divino, a algo que Dios envió para acompañarla.
—Creo que nunca en la vida imaginé que pudiera existir algo así… — sus ojos se llenan de lágrimas pero esta vez son de alegría. Su sonrisa es brillante queriendo imitar a esa luna incompleta que sirve de iluminación para una noche con pocas estrellas. Darla suelta su mano y otra vez, porque quizás nunca serán suficientes, nuevamente lo abraza y esta vez deja que las lágrimas caigan y mojen la camisa oscura que el hombre porta. —Lo lamento, lo siento por arruinar su camisa, por arruinarle también la noche con historias que deben parecerle algo infantil… entiendo que comprenda mi situación, puedo comprender la suya también y desearía poder hacer algo para que no se vuelva a sentir solo… ¿puedo hacer algo? — las palabras salen mientras se separa de él y con una de las manos se limpia el rostro sintiendo vergüenza de lo que acaba de hacer, aún cuando eso sea llorar de alegría. Darla no sabe qué hacer, está confundida, está llena de sentimientos nuevos y recientes que teme sean tan superficiales como rápidos. No debería querer abrazarlo nuevamente, aquello no sería bien visto por los demás. ¿Qué dirían sus vecinos si la vieran comportarse de ese modo? ¡¿Qué importa lo que diga gente que ni la conoce?!
—Me gustan mucho las rosas, creo que son mis flores favoritas… — cuando susurra tiene las mejillas coloradas, intenta esconderse mirando hacia otra dirección y aprovechando que esta vez es él quien dirige el camino de ambos. Un poco más atrás debido a sus pasos más cortos decide mirar su cuerpo, su espalda ancha que se estrecha y termina como debe terminar o al menos así es como lo imagina porque difícilmente puede ver algo entre la ropa oscura que lleva y la falta de luz. Siguiendo sus indicaciones y también sintiendo ese repentino aroma dulce inconfundible es que su sonrisa se amplía y esa última pregunta comienza a tomar sentir. Y aunque las rosas sean el amanecer para Valiente, para ella, desde ese momento se convertirán en el sinónimo de las noches porque es una noche cuando lo conoció y será durante las noches que lo recordará cuando no pueda volver a verlo. El pensamiento la entristece y responde con un asentimiento que duda él logre ver. —Prefiero creer que las rosas me traer recuerdos felices y que serán esos recuerdos los que me llenarán de alegría… — dice intentando sonar entusiasmada, aunque lo está, pero no por los motivos que él cree.
Acelerando un poco sus pasos se une a él y mientras lo mira de reojo le regala también una sonrisa. Sin darse cuenta se adentran en el terreno que Valiente había propuesto y la visión de las rosas en la noche era algo que nunca pensó pudiera disfrutar tanto. Parece un chiste o una jugarreta del destino, una broma cruel de alguien que quiere entregarle tanto en un día después de que le ha quitado tanto en una vida. Darla no puede culpar a Dios por mucho que tenga ganas de hacerlo. A veces siente que él la ha abandonado pese a que ella siempre ha estado a su servicio, que los fines de semana en la iglesia no han servido de mucho porque de todos modos está sola. Pero ahora, justo después de pensar en todas esas noches de rezos y peticiones para que aparezca una señal que le indique que va por el buen camino, justo ahora aparece él y se instala en su corazón con una rapidez que sólo puede ser atribuible a algo divino, a algo que Dios envió para acompañarla.
—Creo que nunca en la vida imaginé que pudiera existir algo así… — sus ojos se llenan de lágrimas pero esta vez son de alegría. Su sonrisa es brillante queriendo imitar a esa luna incompleta que sirve de iluminación para una noche con pocas estrellas. Darla suelta su mano y otra vez, porque quizás nunca serán suficientes, nuevamente lo abraza y esta vez deja que las lágrimas caigan y mojen la camisa oscura que el hombre porta. —Lo lamento, lo siento por arruinar su camisa, por arruinarle también la noche con historias que deben parecerle algo infantil… entiendo que comprenda mi situación, puedo comprender la suya también y desearía poder hacer algo para que no se vuelva a sentir solo… ¿puedo hacer algo? — las palabras salen mientras se separa de él y con una de las manos se limpia el rostro sintiendo vergüenza de lo que acaba de hacer, aún cuando eso sea llorar de alegría. Darla no sabe qué hacer, está confundida, está llena de sentimientos nuevos y recientes que teme sean tan superficiales como rápidos. No debería querer abrazarlo nuevamente, aquello no sería bien visto por los demás. ¿Qué dirían sus vecinos si la vieran comportarse de ese modo? ¡¿Qué importa lo que diga gente que ni la conoce?!
Darla Whittard- Humano Clase Media
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Re: Déjenme solo con el día, pido permiso para nacer [Leviathán Shadow]
La timidez que yo creía era propia de la niñez aumentaba mi curiosidad y mi interés por aquella joven que se sonrojaba de en vez en vez.
Ella suponía que no le veía, pero tras la máscara había una mirada tierna que observaba de reojo su alegría, podía contemplar esa amplia sonrisa que por unos instantes trato de esbozar, convirtiendo mi noche en día, más un eclipse ocurrió y entonces esa sonrisa se escondió, podía sentir en su silencio algo de temor, parecía que una idea por dentro le estremeció... escuche prestando atención al camino y su oración, algo por dentro me decía que debía dar palabras de consolación -La fragancia de las rosas puede curar cualquier alma rota, son sus pétalos rojizos los que usted deberá oler cuando sienta que la envuelve el anochecer, solo así la alegría que tanto añora podrá prevalecer- Quizás yo entendía mal, quizás solo en ella me estaba intentando reflejar, pero la idea que seguramente le estremecía era la soledad -Solo recuerde el aroma de este campo y aunque este lejos, permaneceré a su lado... las rosas siempre me hacen sentir acompañado, como verá mi apariencia es de un ermitaño que aleja a propios y a extraños, estas flores siempre me hacen recordar de la vida con la que alguna vez estuve rodeado- inspire profundo y continuamos caminando, la fragancia iba aumentando, al lugar deseado ya estábamos arribando.
A la vista aparece un campo de matices colorados, rosas de todas las formas y tamaños se hayan plagando el espacio de lado a lado, la tomo de la mano y la acerco un poco más a ese espacio sagrado donde la luna se ha posado para dejar ver un par de rosas de un fino color rosado -Esta es la belleza que frecuenta este, tu servidor enmascarado-observo en silencio sus reacciones y admiro el bello rasgo de sus facciones, mientras contempla con detenimiento aquel paraíso de flores.
Camina y exclama con esa inocencia que extrañamente me ha cautivado los últimos instantes que he permanecido a su lado, es como si un ángel alado finalmente se hubiera compadecido por tanto dolor y por todo lo que sufriré en un futuro no muy lejano a manos del demonio del teatro, es como el delirio de un moribundo, la última voluntad que exige al cielo para descubrir que hay alguien arriba que lo escucha y lo está viendo, su sonrisa es la respuesta a esos ruegos, tal parecía que su historia era compatible a la mía, quizás por eso la comprendía y provocaba en mí esas emociones que hace mucho no sentía.
De pronto ella se acerca de sorpresa, me vuelve a estrechar y sobre mi pecho recarga su cabeza, entonces sus lagrimas parecía caer sobre mi camisa negra, aquella que se asomaba por encima del saco de forma traviesa.
Me quedo en silencio y mis manos cobran vida propia de nueva cuenta, poco a poco estrechan su silueta, una la sujeta de la cintura y otra acaricia su suave melena suelta, la abrazo con más fuerza como si incluso de su propia emoción quisiera protegerla -Tranquila pequeña niña- dice con ternura infinita mi voz cubierta por la máscara blanquecina -Recuerda lo que te dije sobre las rosas, ellas deben traerte alegrías y no tristezas- mi respiración se escuchaba relajada por tenerla cerca, por escuchar su voz pidiendo disculpas que no era necesario que me diera -Tu no has arruinado nada, solo son lágrimas que necesitaban salir fuera de ese corazón que no es infantil, al menos para mí- suspiro profundo para poder proseguir -Es inocencia lo que hay en cada latir y eso es lo más preciado que alguien puede tener, porque son producto de historias que de cierto modo puede comprender, porque yo alguna vez sufrí también- tomo su cuerpo con delicadeza y separo de mi pecho su cabeza, mi mirada tras la máscara se llena de emociones diversas -Se ve mucho más hermosa cuando sonríe- mi mano encubierta por tela se posa en la mejilla, impidiendo sentir sus lagrimas y su piel tersa -Usted ya ha hecho más de lo que puede imaginar, una noche hermosa y peculiar me vino a dar, un poco de compañía en mi inmensa y permanente soledad, un poco de felicidad...- mis palabras fueron por mi mismo interrumpidas, lo que menos quería era asustarla o hacerla llorar, la frase completa era "un poco de felicidad antes de mi final", pero ella no se merecía una bajeza de aquella naturaleza -Y.. su sonrisa, que hizo de esta noche un día- de pronto un aire de melancolía por todo el lugar se percibía -Pero si quiere seguir ayudándome, entonces aunque no me vea, no permita que se extinga esa sonrisa- me aleje finalmente de ella y mis pasos se dijeron a las hortalizas, el aroma de la tierra fresca me hacia dar cuenta que las rosas apenas habían sido plantadas allí, con delicadeza como si se tratara de las rosas de mi jardín, una de ellas de su lugar desprendí -Solo una pregunta quiero hacerle ¿Como puedo yo ayudar para que esa felicidad que de vez en cuando decidió mostrar no se extinga una vez más?- tome sus manos y con un pañuelo blanco cubriendo la raíz de flor la deposite con cuidado -Porque me temo que esta rosa que le obsequia su servidor no será suficiente para que se mantenga en pie semejante favor... solo dígame que hacer y yo lo haré, de esa manera jamás la olvidare-.
Ella suponía que no le veía, pero tras la máscara había una mirada tierna que observaba de reojo su alegría, podía contemplar esa amplia sonrisa que por unos instantes trato de esbozar, convirtiendo mi noche en día, más un eclipse ocurrió y entonces esa sonrisa se escondió, podía sentir en su silencio algo de temor, parecía que una idea por dentro le estremeció... escuche prestando atención al camino y su oración, algo por dentro me decía que debía dar palabras de consolación -La fragancia de las rosas puede curar cualquier alma rota, son sus pétalos rojizos los que usted deberá oler cuando sienta que la envuelve el anochecer, solo así la alegría que tanto añora podrá prevalecer- Quizás yo entendía mal, quizás solo en ella me estaba intentando reflejar, pero la idea que seguramente le estremecía era la soledad -Solo recuerde el aroma de este campo y aunque este lejos, permaneceré a su lado... las rosas siempre me hacen sentir acompañado, como verá mi apariencia es de un ermitaño que aleja a propios y a extraños, estas flores siempre me hacen recordar de la vida con la que alguna vez estuve rodeado- inspire profundo y continuamos caminando, la fragancia iba aumentando, al lugar deseado ya estábamos arribando.
A la vista aparece un campo de matices colorados, rosas de todas las formas y tamaños se hayan plagando el espacio de lado a lado, la tomo de la mano y la acerco un poco más a ese espacio sagrado donde la luna se ha posado para dejar ver un par de rosas de un fino color rosado -Esta es la belleza que frecuenta este, tu servidor enmascarado-observo en silencio sus reacciones y admiro el bello rasgo de sus facciones, mientras contempla con detenimiento aquel paraíso de flores.
Camina y exclama con esa inocencia que extrañamente me ha cautivado los últimos instantes que he permanecido a su lado, es como si un ángel alado finalmente se hubiera compadecido por tanto dolor y por todo lo que sufriré en un futuro no muy lejano a manos del demonio del teatro, es como el delirio de un moribundo, la última voluntad que exige al cielo para descubrir que hay alguien arriba que lo escucha y lo está viendo, su sonrisa es la respuesta a esos ruegos, tal parecía que su historia era compatible a la mía, quizás por eso la comprendía y provocaba en mí esas emociones que hace mucho no sentía.
De pronto ella se acerca de sorpresa, me vuelve a estrechar y sobre mi pecho recarga su cabeza, entonces sus lagrimas parecía caer sobre mi camisa negra, aquella que se asomaba por encima del saco de forma traviesa.
Me quedo en silencio y mis manos cobran vida propia de nueva cuenta, poco a poco estrechan su silueta, una la sujeta de la cintura y otra acaricia su suave melena suelta, la abrazo con más fuerza como si incluso de su propia emoción quisiera protegerla -Tranquila pequeña niña- dice con ternura infinita mi voz cubierta por la máscara blanquecina -Recuerda lo que te dije sobre las rosas, ellas deben traerte alegrías y no tristezas- mi respiración se escuchaba relajada por tenerla cerca, por escuchar su voz pidiendo disculpas que no era necesario que me diera -Tu no has arruinado nada, solo son lágrimas que necesitaban salir fuera de ese corazón que no es infantil, al menos para mí- suspiro profundo para poder proseguir -Es inocencia lo que hay en cada latir y eso es lo más preciado que alguien puede tener, porque son producto de historias que de cierto modo puede comprender, porque yo alguna vez sufrí también- tomo su cuerpo con delicadeza y separo de mi pecho su cabeza, mi mirada tras la máscara se llena de emociones diversas -Se ve mucho más hermosa cuando sonríe- mi mano encubierta por tela se posa en la mejilla, impidiendo sentir sus lagrimas y su piel tersa -Usted ya ha hecho más de lo que puede imaginar, una noche hermosa y peculiar me vino a dar, un poco de compañía en mi inmensa y permanente soledad, un poco de felicidad...- mis palabras fueron por mi mismo interrumpidas, lo que menos quería era asustarla o hacerla llorar, la frase completa era "un poco de felicidad antes de mi final", pero ella no se merecía una bajeza de aquella naturaleza -Y.. su sonrisa, que hizo de esta noche un día- de pronto un aire de melancolía por todo el lugar se percibía -Pero si quiere seguir ayudándome, entonces aunque no me vea, no permita que se extinga esa sonrisa- me aleje finalmente de ella y mis pasos se dijeron a las hortalizas, el aroma de la tierra fresca me hacia dar cuenta que las rosas apenas habían sido plantadas allí, con delicadeza como si se tratara de las rosas de mi jardín, una de ellas de su lugar desprendí -Solo una pregunta quiero hacerle ¿Como puedo yo ayudar para que esa felicidad que de vez en cuando decidió mostrar no se extinga una vez más?- tome sus manos y con un pañuelo blanco cubriendo la raíz de flor la deposite con cuidado -Porque me temo que esta rosa que le obsequia su servidor no será suficiente para que se mantenga en pie semejante favor... solo dígame que hacer y yo lo haré, de esa manera jamás la olvidare-.
Leviathán Shadow- Condenado/Vampiro/Clase Alta
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