Inexcistencia de tiempo [Privado]

por **Isaac Southey** Vie Nov 23, 2012 4:52 pm

El tiempo por momentos es irracional e inexistente,
en vez de tiempo existe el movimiento,
sin movimiento no hay tiempo,
todo movimiento termina al igual que nuestro tiempo.

Entre las cosas de mi padre encontré su antigua bitácora, todo los relojeros poseíamos la nuestra ahí llevábamos la cuenta de los relojes fabricados, reparados y los pedidos. Cada uno de una forma demasiado detallada donde las palabras hacían de aquel trabajo una parte de la perfección ya que cada paso implicaba sumo cuidado, cosa que había aprendido desde muy temprana edad. Leí en forma lenta cada palabra que escribió algún día mi padre, el detalle que le ponía a cada uno hasta se daba el tiempo de poner notas extras, simplemente él era mi ejemplo a seguir. Revise pagina tras pagina, las personas eran demasiado monótonas, la mayoría pedían cosas simples con el grabado o de las iniciales o del escudo de las familias, pocas personas se atrevían a ir más lejos y eran esas las que daban ese paso las que yo encontraba más fascinante.

Mi lectura se detuvo cuando en unas anotaciones vi las iniciales, normalmente siempre el registro era de nombre y apellido pero de todos, este era diferente E.K. nada más que eso, abajo no salía la explicación del pedido solo que era algo especial con tres manijas y que una fuera en sentido contrario. ¿Contrario? Eso era casi imposible porque los engranajes hacían que todo funcionara a la perfección. Ningún dato más, ni dibujos, ni señal de que tipo de reloj era si de bolsillo, de pared o de péndulo. Arrugue mi frente y deje la pagina marcada tendría que hablar con mi padre para pedirle una explicación, por ahora no podía pronto vendrían a buscar un reloj cucú y tenía que terminar de apretar unas cuantas perillas para los relojes de bolsillo que me habían traído hace días, revisar el funcionamiento de uno bastante extraño y ponerle unos imanes a uno para calibrar las manijas.

En una gran mesa detrás del gran mostrador, ahí estaba yo con cuatro lámparas encendidas aun cuando había mandado hacer un lugar donde la luz entrara, era tarde y solo la luz de aquellas lámparas me proporcionaban la luz necesaria, escasamente cerraba a la hora que la mayoría de los comerciantes, digamos que trabajaba mejor de noche y de noche venían clientes más excéntricos y eso me fascinaba. Apreté los tornillos de mi gran lupa que era más grande que mi mano y la posicione frente a unos de los relojes que tenía que volver hacer andar, al parecer la cuerda se había apretado o peor se había rodado. El monóculo en mi ojo derecho me hacia aumentar aún más la imagen de aquel diminuto reloj de bolsillo que le pertenecía a una dama, extraño pero cierto.

El silencio a esas horas era lo que me gustaba, pocos y silenciosas personas entraban, con la idea claras de lo que deseaban, pero ese día o mejor dicho noche aun nadie hacia acto de presencia mejor para mí, pensé. Concentrado y con pinzas en ambas manos comencé a desarmar tan delicada pieza, que poseía diamantes los cuales tenían que estar cuando la clienta volviera, no era un ladrón y aunque la paga era buena prefería ser una persona honrada. Mire cada detalle, según me había comentado lo habían traído del oriente, de un país llamado China, la pieza era simplemente un verdadero desafío pero nada que yo no pudiera manejar. La puerta de la joyería se abrió y sentí como la brisa de parís entraba Al Reloj de Arena*.

*Reloj de Arena, es el nombre de la relojería.

por **Erianthe Keres** Miér Dic 05, 2012 4:42 pm

"Siempre intentamos matar el tiempo,
siendo insconcientes de que él nos acabara por matar."

El rostro pálido de Erianthe estaba siendo iluminado por la hermosa luna de otoño, en París aquel astro se veía mejor que en otros lados, aunque menos hermoso que en su tierra natal. Estaba inerte frente a su casa, ni siquiera sus cabellos se movían, era cómo ver una obra de arte, la más solicitada, hermosa, y única, pero se trataba de una vampiresa buscando entre sus pensamientos algún recuerdo para poner en marcha su nombre. Ella era así, la eternidad no le podía ser monótona, siempre buscaba hacer cosas distintas con lo que ya tenía, ganar terrero, poder y riquezas, en su tiempo de inmortal se había hecho más que poderosa, muchos vampiros al rededor del mundo la conocían, todo gracias a su ambición, y su sed de venganza. Aquella noche tenía que ser distinta para ella, dejar de lado la igualdad de los días, simplemente apreciar la vida humana, no por encima de la suya, pero sacar provecho de ella le vendría muy bien.

Erianthe comenzó a moverse. Aquella noche llevaba un vestido blanco, unos tacones del mismo color, y un abrigo de una tonalidad un poco más oscura, sus cabellos largos y ondulados caían por sus hombros, el color carmín de sus labios siempre venían a juego con ella, le gustaban porque le recordaban a la sangre, esa que amaba beber, y que tanto disfrutaba manchar su piel. Ella no se avergonzaba de ser una vampiresa sanguinaria, pero era cierto que en ocasiones buscaba tranquilidad, todos la buscan. Ella necesitaba algo más, estaba fastidiada de todo, la venganza le servia en su día a día, pero no era suficiente, Erianthe no era conformista, por eso buscaba innovar su día a día. Su paso era lento, percibiendo todo lo que había a su alrededor, gozando incluso los olores, distintos a la sangre humana. Sabía a donde ir, por eso se daba el tiempo necesario para no tener interrupción alguna.

Cuando estuvo frente al lugar. Cerró los ojos, dejó que sus sentidos se agudizaran por un momento para poder percibir a quienes estuvieran a su alrededor. La vampiresa notó que dentro del local sólo se encontraba un corazón joven palpitando. Le gustó la forma en que su sangre iba y venía por sus venas, y cómo la forma en que su corazón se expandía y comprimía. Volvió a abrir los ojos, una sonrisa se formó en sus labios. Ella era tan hermosa que cualquiera quedaría impactado al verla, pero no estaba en busca de un cuerpo cálido para robar la vitalidad ajena, estaba por cumplir una meta, o arrebatarla sino se la daban por las buenas. Avanzó, con la velocidad humana, y pronto se encontró empujando la puerta de aquella relojería. Suspiró dejando que la puerta se volviera a cerrar, y observó al joven que estaba trabajando. Atractivo, mucho, lo cual empezaba a poner interesante la noche.

- Buenas noches - Su voz aterciopelada salió de sus labios, era como una canción dispuesta a encantar a cualquier víbora, o en su defecto, a cualquier humano. La mujer movió su cabeza de un lado a otro, echando un vistazo al local, identificando todos los distintos relojes que estaban visibles, y los que no también. Se relamió los labios viendo fijamente al caballero - Disculpe mi impertinencia, pero he venido por algo muy importante, algo especial y está hecho para mi - Le miró de forma profunda, arqueando una ceja. La vampiresa alargó las manos, quitó con cuidado los guantes elegantes que tenía en ellas. Soltó un suspiró, simulando cansancio, era ante todo, una excelente actriz también, educada, siempre lista para el momento que se generara.

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