AÑO 1842
Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.
Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.
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Fiesta pagana [LIBRE]
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Fiesta pagana [LIBRE]
Abrí mis ojos y me encontré bajo el estrellado manto de la noche, con la brisa erizando mi piel bajo aquella fina camisa blanca que bailoteaba ahora al son de aquél viento que bien parecía empujarme hacía las profundidades de aquél bosque dónde había despertado tras quedarme dormido mientras meditaba unos versos para mi nueva creación poética, irguiéndome al fin un tanto desorientado, buscando a mi alrededor la pluma y el papel, localizando sólo el primer elemento, refunfuñando algo mientras rebuscaba entre la maleza de aquél claro en el que me encontraba, sin éxito alguno. ¿Se había enamorado el viento de aquellas palabras?
Frustrado me di por vencido, pero entonces, una melodía llegó a mis oídos...
Una melodía cuyo ritmo iba creciendo a cada momento transcurrido, inundando aquél paraje cuando varias voces masculinas irrumpieron de repente, con el apoyo de algunas gaitas y demás instrumentos, cantando una canción que empujó a mis pasos a seguirla, caminando durante unos pocos minutos hasta que al fin, ante mí, una gran fiesta se desplegó en medio de aquél bosque, repleto ahora de gentes con ropajes tan modestos como los míos, coreando y bailando sin cesar aquella canción que parecía inducirles a una revolución contra el sistema establecido por la Inquisición, una canción que, si bien sus claves políticas eran claras, aquello no era más que una fiesta. Una fiesta pagana en la que todo el mundo se divertía, en la que las risas y la cerveza corrían por igual. Las mujeres se agarraban las faldas y encajando sus brazos con sus compañeros, giraban y giraban de un lado a otro, con sus melenas alborotadas y el sudor corriendo por sus pieles.
Y entonces, mientras yo contemplaba extasiado aquella estampa, alguien me tomó del brazo y terminé en medio de aquél alboroto, bailando del mismo modo hasta que lograron contagiarme, sin que nadie supiera que en realidad, compartían una fiesta precisamente, con un miembro de la Inquisición.
Frustrado me di por vencido, pero entonces, una melodía llegó a mis oídos...
Una melodía cuyo ritmo iba creciendo a cada momento transcurrido, inundando aquél paraje cuando varias voces masculinas irrumpieron de repente, con el apoyo de algunas gaitas y demás instrumentos, cantando una canción que empujó a mis pasos a seguirla, caminando durante unos pocos minutos hasta que al fin, ante mí, una gran fiesta se desplegó en medio de aquél bosque, repleto ahora de gentes con ropajes tan modestos como los míos, coreando y bailando sin cesar aquella canción que parecía inducirles a una revolución contra el sistema establecido por la Inquisición, una canción que, si bien sus claves políticas eran claras, aquello no era más que una fiesta. Una fiesta pagana en la que todo el mundo se divertía, en la que las risas y la cerveza corrían por igual. Las mujeres se agarraban las faldas y encajando sus brazos con sus compañeros, giraban y giraban de un lado a otro, con sus melenas alborotadas y el sudor corriendo por sus pieles.
Y entonces, mientras yo contemplaba extasiado aquella estampa, alguien me tomó del brazo y terminé en medio de aquél alboroto, bailando del mismo modo hasta que lograron contagiarme, sin que nadie supiera que en realidad, compartían una fiesta precisamente, con un miembro de la Inquisición.
Ike M. Anghiari- Inquisidor Clase Alta
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Re: Fiesta pagana [LIBRE]
¿Qué hay más delicioso que la noche?
La luz de la luna es más exquisita que el estridente sol
Selene estaba encantada de la vida de recorrer las calles de París de noche. Era una de las cosas que más le gustaban en el mundo. A la pelirroja le hacía sentirse libre poder salir bajo la luz de la luna, aunque no fuera verdaderamente libre. Sentir la frescura de la noche en la cara era algo bueno, muy bueno. Tanto que no podía resistir la tentación, era como una pequeña y sana droga. Y más cuando podía salir por la noche para hacer ciertas cosas.
Se colocó un vestido verde esmeralda, extremadamente sencillo y tan viejo que se le podía ver algunos rotos cosidos varias veces, dejándose el cabello suelto por la espalda. Y salió de aquel sitio que llamaba "hogar" durante un buen rato. Lo que quería era divertirse un rato, dejarse llevar por la noche, que la luna le llevara a dónde fuera necesario.
Y así fue como la pelirroja terminó en el bosque sin comerlo ni beberlo, casi sin darse cuenta, como si una fuerza externa y superior a ella la hubiera llevado hasta allí casi sin darse cuenta. El bosque por la noche estaba sencillamente precioso, incluso por el misterio que parecía llevar consigo, incluso aunque tuviera cierto aire tenebroso, lo cual hacía que Selene se sintiera muy extraña.
Entonces, de repente, le ocurrió lo inevitable, algo que le sucedía siempre que estaba allí; se sintió feliz. Como en mucho tiempo, con esa felicidad que te embargaba y te empujaba a hacer cosas como saltar, bailar, y reír, como si estuviera en casa. La pelirroja sonrió y siguió caminando por el bosque, apartando ramas y arbustos, subiéndose de vez en cuando a algún árbol para ver las vistas, e incluso invocando aquel viejo hechizo que hacía que las hojas a su alrededor se levantasen y se esparciesen a su alrededor, un hechizo que Selene usaba sobre todo para hacerse camino en el bosque o en otros lugares llenos de vegetación.
Y entonces ocurrió algo. Vio algo. O más bien lo oyó. Una dulce música que iba aumentando de ritmo llegó hasta sus oídos, una música atrayente e incluso algo hipnotizante. Selene siguió la música casi como si estuviera hipnotizada, hasta que entonces vio algo que la sorprendió sobremanera. Una fiesta...¡era una fiesta! Había un montón de gente riendo y cantando en el bosque. Las mujeres bailaban y reían con sus parejas, había cerveza, una música atrayente y unos aires de alegría que contagiaron a Selene de un modo inevitable.
Así que se aventuró a acercarse a ellos poco a poco. A confundirse entre la gente, a unirse a la fiesta. La gente apenas se daba cuenta de su llegada, estaban todos demasiado ocupados, algunos algo borrachos quizás, pero nadie se quejó de su llegada, incluso fue bien recibida cuando se fueron dando cuenta de su presencia. La pelirroja se lanzó a charlar con varias personas que había en un rincón. No le importaba no conocerlas. ¿Acaso no había que lanzarse para conocer a alguien? Bien, pues bien que ella lo hacía.
¿Por qué decía la gente que no había que hacer eso? A la gente pareció gustarle ese desparpajo. Eran bastante simpáticos, y no parecía haber sombra de hipocresía en ellos. Pero Selene tenía ganas de lanzarse a bailar, la música se había vuelto demasiado tentadora, había que bailar sí o sí.
Buscó a alguien con quién bailar con la mirada. Algunos la miraron, parecía que iban a invitarla a bailar, pero Selene no se decidía. Y entonces la pelirroja vio a un hombre rubio que no bailaba, ni charlaba, pero que contemplaba la fiesta con interés, y por supuestísimo la pelirroja no pudo resistir la tentación de sacar al rezagado a bailar, era casi como si fuera su deber hacerlo:
Le asaltó casi por sorpresa, cogiéndole del brazo suavemente y arrastrándolo hacia el alboroto, hasta que terminaron bailando en medio de todo aquel barullo alegre y feliz:
-¡No se quede rezagado...y únase a la fiesta, monsieur!-había ido diciendo mientras tanto alegremente.
La luz de la luna es más exquisita que el estridente sol
Selene estaba encantada de la vida de recorrer las calles de París de noche. Era una de las cosas que más le gustaban en el mundo. A la pelirroja le hacía sentirse libre poder salir bajo la luz de la luna, aunque no fuera verdaderamente libre. Sentir la frescura de la noche en la cara era algo bueno, muy bueno. Tanto que no podía resistir la tentación, era como una pequeña y sana droga. Y más cuando podía salir por la noche para hacer ciertas cosas.
Se colocó un vestido verde esmeralda, extremadamente sencillo y tan viejo que se le podía ver algunos rotos cosidos varias veces, dejándose el cabello suelto por la espalda. Y salió de aquel sitio que llamaba "hogar" durante un buen rato. Lo que quería era divertirse un rato, dejarse llevar por la noche, que la luna le llevara a dónde fuera necesario.
Y así fue como la pelirroja terminó en el bosque sin comerlo ni beberlo, casi sin darse cuenta, como si una fuerza externa y superior a ella la hubiera llevado hasta allí casi sin darse cuenta. El bosque por la noche estaba sencillamente precioso, incluso por el misterio que parecía llevar consigo, incluso aunque tuviera cierto aire tenebroso, lo cual hacía que Selene se sintiera muy extraña.
Entonces, de repente, le ocurrió lo inevitable, algo que le sucedía siempre que estaba allí; se sintió feliz. Como en mucho tiempo, con esa felicidad que te embargaba y te empujaba a hacer cosas como saltar, bailar, y reír, como si estuviera en casa. La pelirroja sonrió y siguió caminando por el bosque, apartando ramas y arbustos, subiéndose de vez en cuando a algún árbol para ver las vistas, e incluso invocando aquel viejo hechizo que hacía que las hojas a su alrededor se levantasen y se esparciesen a su alrededor, un hechizo que Selene usaba sobre todo para hacerse camino en el bosque o en otros lugares llenos de vegetación.
Y entonces ocurrió algo. Vio algo. O más bien lo oyó. Una dulce música que iba aumentando de ritmo llegó hasta sus oídos, una música atrayente e incluso algo hipnotizante. Selene siguió la música casi como si estuviera hipnotizada, hasta que entonces vio algo que la sorprendió sobremanera. Una fiesta...¡era una fiesta! Había un montón de gente riendo y cantando en el bosque. Las mujeres bailaban y reían con sus parejas, había cerveza, una música atrayente y unos aires de alegría que contagiaron a Selene de un modo inevitable.
Así que se aventuró a acercarse a ellos poco a poco. A confundirse entre la gente, a unirse a la fiesta. La gente apenas se daba cuenta de su llegada, estaban todos demasiado ocupados, algunos algo borrachos quizás, pero nadie se quejó de su llegada, incluso fue bien recibida cuando se fueron dando cuenta de su presencia. La pelirroja se lanzó a charlar con varias personas que había en un rincón. No le importaba no conocerlas. ¿Acaso no había que lanzarse para conocer a alguien? Bien, pues bien que ella lo hacía.
¿Por qué decía la gente que no había que hacer eso? A la gente pareció gustarle ese desparpajo. Eran bastante simpáticos, y no parecía haber sombra de hipocresía en ellos. Pero Selene tenía ganas de lanzarse a bailar, la música se había vuelto demasiado tentadora, había que bailar sí o sí.
Buscó a alguien con quién bailar con la mirada. Algunos la miraron, parecía que iban a invitarla a bailar, pero Selene no se decidía. Y entonces la pelirroja vio a un hombre rubio que no bailaba, ni charlaba, pero que contemplaba la fiesta con interés, y por supuestísimo la pelirroja no pudo resistir la tentación de sacar al rezagado a bailar, era casi como si fuera su deber hacerlo:
Le asaltó casi por sorpresa, cogiéndole del brazo suavemente y arrastrándolo hacia el alboroto, hasta que terminaron bailando en medio de todo aquel barullo alegre y feliz:
-¡No se quede rezagado...y únase a la fiesta, monsieur!-había ido diciendo mientras tanto alegremente.
Selene Ladomie- Condenado/Hechicero/Clase Media
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Re: Fiesta pagana [LIBRE]
Eché la cabeza atrás y coloqué mi brazo derecho en jarras a la altura de mi cadera, alzando mis piernas en un baile espontaneo y divertido basado en girar y girar con la pareja de baile, una pareja que en mi caso, era una bellísima mujer pelirroja, jovial y vivaz que coordinaba el ritmo de aquella danza, hasta que decidí tomar la iniciativa por mí mismo y cambiar el sentido en el que girábamos sin cesar, encajando ahora mi brazo derecho con el suyo, siendo yo quién ahora guiaba a la joven hacia una espiral de risas contagiosas y una alegría cuyo motivo tampoco comprendía, simplemente, se me escapaba al razonamiento.
Pero a medida que la canción llegaba a su fin, los ánimos se caldeaban, las risas dieron paso a gritos referenciando a una revolución, a un cambio social y político. A nuestro alrededor, los hombres alzaban sus grandes jarras de cerveza en mano, manifestándose contra las injusticias a los que la Iglesia y la realeza les habían esclavizado, escuchándose así, una voz unísona que fue llevado a los actos, encendiéndose varias antorchas con las que pretendían liderar una marcha hasta la Sede Inquisitorial, aun sabiendo que probablemente todos ellos, al amanecer arderían en la hoguera acusados de heregía.
Tragué saliva ruidosamente y tras detener a la bailarina con la que aun permanecía danzando, me separé unos centímetros de ella, con la mirada fija en el fuego ardiente de aquellas antorchas, en los rostros iracundos de aquellas gentes que ahora habían perdido la mayor parte de la alegría que aquella fiesta simbolizaba. Sólo entonces, me acerqué al oído de la joven desconocida, tirando de su mano para alejarnos del gentío más próximo.
- Debemos recuperar el alma de la fiesta antes de que incendien París.- conspiré entre murmuros, guiñándole el ojo para, entonces, correr entre los participantes, tomar una jarra de aquella espumosa cerveza que bebí de un trago y pedir, a gritos, un momento de atención, consiguiendo que todos los ojos se focalizaran en nosotros dos, aun tomados de la mano y sin saber exactamente, qué decir.
¿Sería ese, un buen momento para huir?
Pero a medida que la canción llegaba a su fin, los ánimos se caldeaban, las risas dieron paso a gritos referenciando a una revolución, a un cambio social y político. A nuestro alrededor, los hombres alzaban sus grandes jarras de cerveza en mano, manifestándose contra las injusticias a los que la Iglesia y la realeza les habían esclavizado, escuchándose así, una voz unísona que fue llevado a los actos, encendiéndose varias antorchas con las que pretendían liderar una marcha hasta la Sede Inquisitorial, aun sabiendo que probablemente todos ellos, al amanecer arderían en la hoguera acusados de heregía.
Tragué saliva ruidosamente y tras detener a la bailarina con la que aun permanecía danzando, me separé unos centímetros de ella, con la mirada fija en el fuego ardiente de aquellas antorchas, en los rostros iracundos de aquellas gentes que ahora habían perdido la mayor parte de la alegría que aquella fiesta simbolizaba. Sólo entonces, me acerqué al oído de la joven desconocida, tirando de su mano para alejarnos del gentío más próximo.
- Debemos recuperar el alma de la fiesta antes de que incendien París.- conspiré entre murmuros, guiñándole el ojo para, entonces, correr entre los participantes, tomar una jarra de aquella espumosa cerveza que bebí de un trago y pedir, a gritos, un momento de atención, consiguiendo que todos los ojos se focalizaran en nosotros dos, aun tomados de la mano y sin saber exactamente, qué decir.
¿Sería ese, un buen momento para huir?
Ike M. Anghiari- Inquisidor Clase Alta
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Fecha de inscripción : 29/05/2011
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Re: Fiesta pagana [LIBRE]
Killer Bee había tomado el camino del bosque, estaba inquieta y cuando se encontraba así siempre iba al bosque. Ella vestía como una campesina, se forma sencilla, pero con muñequeras cafés de piel, debajo de la falda tenía sus dos revolver sujetos a sus fuertes muslos un puñal den el cinto, cubierto por un forro de piel. Tenía el cabello suelto, no llevaba maquillaje y sin embargo lucía hermosa.
Killer Bee abandonó el camino trazado y subió por una colina, al llegar vio del otro lado una fiesta, se encontraba lejos, pero era un evento... ¿Tal vez gitano? Pensó en su maestro, brujos deberían de ser, diría él. Mas Killer Bee prefería no adelantarse, había alcanzado otro grado de madurez, evitaba juzgar y sólo, sólo estando segura hacía cumplir la ley de Dios, sin dudarlo.
Comenzó a caminar hasta la fiesta, la música pagana empezó a escucharse. Era una sonata alegre, viva, llena de energía, pero sobre todo, pecaminosa y lujuriosa. Vaya ironía, Cammy White había ido a caminar por el bosque como meditación, llevando un atuendo sencillo y que no la delataba como inquisidora, pues ni siquiera llevaba un crucifijo. Y ahora entraría de espía a la fiesta pagana.
Todo era tan vulgar, tan corriente que Killer Bee sintió nauseas, los hombres de grandes barbas bebían cerveza como auténticos cerdos, limpiándose con su misma barbas, y las mujeres, con sus escotes atrevidos bailaban dejando a un lado el pudor.
Un hombre se le acercó, no tenía barba, era joven, apuesto y llevaba un chaleco de piel. Le tendió la mano para invitarla ese baile de plebeyos, de paganos; Killer Bee le sonrió, rechazarlo podría ser contraproducente así que tomó la mano del joven gallardo y se puso a bailar.
Saltaba y se movía de un lugar a otro, según el ritmo y la misma gente marcaba. Se encomendó a Dios para no caer en el gozo de la fiesta, blindar su corazón de esa alegría, energía y ambiente pecador.
Killer Bee comenzaba a reír hasta que la música se apagó, los líderes del evento comenzaron a generar desorden. Hablaban de una revolución contra la iglesia, prendieron fuego a fuertes ramas llenas de aceite negro, antorchas amenazantes, que demostraban ira, llamas que soltaban el humo negro del demonio, brujos, eran malditos brujos, no, podrían ser cualquier cosa.
De pronto, un apuesto joven. Que se diferenciaba de la multitud, por su atuendo y rostro limpio, cuidado se dirigió a todos de esta forma. —Debemos recuperar el alma de la fiesta antes de que incendien París— les guiñó el ojo. Killer Bee sospechó de aquel joven, buscaba desviar su atención, palabras indirectas pero influyentes. Tomó una cerveza espumosa y bebió de ella, haciendo de ese gesto una fuerza más para su invitación. Una mujer lo acompañaban y Killer Bee aseguró en su mente –Pretende irse– y sonrió.
Aquella confusión era ideal para que Killer Bee se marchara e informara a la iglesia, París no estaba muy lejos y sabía que su maestro y su alumno estaban allí, también cazadores, mercenarios que con buen contrato, inmunidad y dinero a borbotones los acompañarían para someter de la forma que sea a la chusma congregada, conspiradora. Pero algo detenía a Killer Bee, era aquel hombre, aquel joven y la mujer junto a él.
Killer Bee entonces se dirigió a todos de esta forma, —sigamos con la fiesta, la iglesia siempre estará, mas esta noche es única— comenzó a caminar hasta el joven que con la mujer y cerveza en mano les había tratado de persuadir. Lo miró a los ojos, como si con eso pudiera descifrarlo. Algo le decía que le convendría estar cerca de él. —¡Usted bailará conmigo joven!— dijo y comenzó a escuchar a varias voces. —¡Qué siga la fiesta!—. Sólo era cuestión de que el líder diera la orden.
Killer Bee abandonó el camino trazado y subió por una colina, al llegar vio del otro lado una fiesta, se encontraba lejos, pero era un evento... ¿Tal vez gitano? Pensó en su maestro, brujos deberían de ser, diría él. Mas Killer Bee prefería no adelantarse, había alcanzado otro grado de madurez, evitaba juzgar y sólo, sólo estando segura hacía cumplir la ley de Dios, sin dudarlo.
Comenzó a caminar hasta la fiesta, la música pagana empezó a escucharse. Era una sonata alegre, viva, llena de energía, pero sobre todo, pecaminosa y lujuriosa. Vaya ironía, Cammy White había ido a caminar por el bosque como meditación, llevando un atuendo sencillo y que no la delataba como inquisidora, pues ni siquiera llevaba un crucifijo. Y ahora entraría de espía a la fiesta pagana.
Todo era tan vulgar, tan corriente que Killer Bee sintió nauseas, los hombres de grandes barbas bebían cerveza como auténticos cerdos, limpiándose con su misma barbas, y las mujeres, con sus escotes atrevidos bailaban dejando a un lado el pudor.
Un hombre se le acercó, no tenía barba, era joven, apuesto y llevaba un chaleco de piel. Le tendió la mano para invitarla ese baile de plebeyos, de paganos; Killer Bee le sonrió, rechazarlo podría ser contraproducente así que tomó la mano del joven gallardo y se puso a bailar.
Saltaba y se movía de un lugar a otro, según el ritmo y la misma gente marcaba. Se encomendó a Dios para no caer en el gozo de la fiesta, blindar su corazón de esa alegría, energía y ambiente pecador.
Killer Bee comenzaba a reír hasta que la música se apagó, los líderes del evento comenzaron a generar desorden. Hablaban de una revolución contra la iglesia, prendieron fuego a fuertes ramas llenas de aceite negro, antorchas amenazantes, que demostraban ira, llamas que soltaban el humo negro del demonio, brujos, eran malditos brujos, no, podrían ser cualquier cosa.
De pronto, un apuesto joven. Que se diferenciaba de la multitud, por su atuendo y rostro limpio, cuidado se dirigió a todos de esta forma. —Debemos recuperar el alma de la fiesta antes de que incendien París— les guiñó el ojo. Killer Bee sospechó de aquel joven, buscaba desviar su atención, palabras indirectas pero influyentes. Tomó una cerveza espumosa y bebió de ella, haciendo de ese gesto una fuerza más para su invitación. Una mujer lo acompañaban y Killer Bee aseguró en su mente –Pretende irse– y sonrió.
Aquella confusión era ideal para que Killer Bee se marchara e informara a la iglesia, París no estaba muy lejos y sabía que su maestro y su alumno estaban allí, también cazadores, mercenarios que con buen contrato, inmunidad y dinero a borbotones los acompañarían para someter de la forma que sea a la chusma congregada, conspiradora. Pero algo detenía a Killer Bee, era aquel hombre, aquel joven y la mujer junto a él.
Killer Bee entonces se dirigió a todos de esta forma, —sigamos con la fiesta, la iglesia siempre estará, mas esta noche es única— comenzó a caminar hasta el joven que con la mujer y cerveza en mano les había tratado de persuadir. Lo miró a los ojos, como si con eso pudiera descifrarlo. Algo le decía que le convendría estar cerca de él. —¡Usted bailará conmigo joven!— dijo y comenzó a escuchar a varias voces. —¡Qué siga la fiesta!—. Sólo era cuestión de que el líder diera la orden.
Camile Avery- Inquisidor Clase Alta
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Re: Fiesta pagana [LIBRE]
La vida es un juego;
lanza tus cartas y ganarás.
La joven pelirroja bailaba alegremente con aquel caballero, ambos parecían moverse de un modo sincronizado, en un momento determinado del baile él tomó el control de la situación y puso la mano en mi brazo, recodunciéndo así el baile. De ese modo nos fuimos mezclando aún más entre la gente, como si efectivamente formáramos parte de esa fiesta,como si ellos fueran la ecuación perfecta de todo ésto. Pero entonces las cosas cambiaron. Los sueños revolucionarios quedaron en pie, la gante comentó cosas sobre el amor, la paz y libertad...algo sinceramenete horrible. ¿Cómo van a conseguir paz de esa forma?
Aquello se estaba volviendo un poco frenético. ¿Qué era lo que pretendía la gente? Sueños revolucionarios que no podrían cumplirse jamás, gente que lucharía hasta el final por ellos. Se escuchaba a nuestro alrededor el montón de la gente humilde que tanto necesitaba luchar. Por un mundo mejor que todo el mundo sabía que no se alcanzaría mediante la violencia.
Y el caballero, mi digno acompañante durante la fiesta, me había cogido de la mano y me había arrastrado hacia un lugar seguro, dónde me dijo que debíamos de hacer todo lo posible para no llamar la atención, lo cual era lo más sensato, por supuesto, pero que no quitaba que pudiera meternos en más problemas aún. Mi acompañante corrió entre la gente intentando restaurar el orden de la fiesta.
Pero no puedo hacerlo. No del todo.
Hubo una mujer...una mujer especial que no sé cómo lo hizo, pero de hecho logró que las cosas salieran de otro modo muy distinto. Pero finalmente la fiesta terminó por ser lo que había sido de nuevo. Aquello me estaba poniendo cada vez más nerviosa, y no sabía muy bien el por qué.
Había algo que se sentía en el aire. Algo distinto. Como si el peligro estuviese acechando nuestras puertas.
Las cosas se fueron calmando mientras tanto a nuestro alrededor, la gente parecía perfectamente contenta, mejor que antes, era evidente que al menos por ahora los ánimos se habían calmado.
No me separé en todo aquel tiempo del caballero con el que había estado bailando, contemplando aquello en silencio, como si temiera atacar. Luego vino hacia Selene y hacia el caballero la misma dama que había dicho que la Iglesia estaría aquí con ellos. Vale, más miembros de la Inquisición por estos lares. ¿Es que me habían seguido o qué?
Malhumorada, no tuve más remedio que cederle mi pareja de baile a aquella joven y a mirar a mi alrededor, esperando encontrar otra pareja pero sin perder de vista a la primera, pues aquella mujer me procuraba cierta desconfianza.
lanza tus cartas y ganarás.
La joven pelirroja bailaba alegremente con aquel caballero, ambos parecían moverse de un modo sincronizado, en un momento determinado del baile él tomó el control de la situación y puso la mano en mi brazo, recodunciéndo así el baile. De ese modo nos fuimos mezclando aún más entre la gente, como si efectivamente formáramos parte de esa fiesta,como si ellos fueran la ecuación perfecta de todo ésto. Pero entonces las cosas cambiaron. Los sueños revolucionarios quedaron en pie, la gante comentó cosas sobre el amor, la paz y libertad...algo sinceramenete horrible. ¿Cómo van a conseguir paz de esa forma?
Aquello se estaba volviendo un poco frenético. ¿Qué era lo que pretendía la gente? Sueños revolucionarios que no podrían cumplirse jamás, gente que lucharía hasta el final por ellos. Se escuchaba a nuestro alrededor el montón de la gente humilde que tanto necesitaba luchar. Por un mundo mejor que todo el mundo sabía que no se alcanzaría mediante la violencia.
Y el caballero, mi digno acompañante durante la fiesta, me había cogido de la mano y me había arrastrado hacia un lugar seguro, dónde me dijo que debíamos de hacer todo lo posible para no llamar la atención, lo cual era lo más sensato, por supuesto, pero que no quitaba que pudiera meternos en más problemas aún. Mi acompañante corrió entre la gente intentando restaurar el orden de la fiesta.
Pero no puedo hacerlo. No del todo.
Hubo una mujer...una mujer especial que no sé cómo lo hizo, pero de hecho logró que las cosas salieran de otro modo muy distinto. Pero finalmente la fiesta terminó por ser lo que había sido de nuevo. Aquello me estaba poniendo cada vez más nerviosa, y no sabía muy bien el por qué.
Había algo que se sentía en el aire. Algo distinto. Como si el peligro estuviese acechando nuestras puertas.
Las cosas se fueron calmando mientras tanto a nuestro alrededor, la gente parecía perfectamente contenta, mejor que antes, era evidente que al menos por ahora los ánimos se habían calmado.
No me separé en todo aquel tiempo del caballero con el que había estado bailando, contemplando aquello en silencio, como si temiera atacar. Luego vino hacia Selene y hacia el caballero la misma dama que había dicho que la Iglesia estaría aquí con ellos. Vale, más miembros de la Inquisición por estos lares. ¿Es que me habían seguido o qué?
Malhumorada, no tuve más remedio que cederle mi pareja de baile a aquella joven y a mirar a mi alrededor, esperando encontrar otra pareja pero sin perder de vista a la primera, pues aquella mujer me procuraba cierta desconfianza.
Selene Ladomie- Condenado/Hechicero/Clase Media
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Re: Fiesta pagana [LIBRE]
La música volvió a inundar el bosque y contagió el espíritu de los allí presentes, quienes, entre carcajadas, volvieron a beber sedientos de alcohol y a bailar como si no hubiera mañana mientras me dejaba llevar por el ritmo de la melodía cuando una mujer tomó la iniciativa de devolverme a la pista de baile, dejando a la muchacha pelirroja sosteniendo la cerveza que momentos antes había tomado, observándola un tanto pensativo, distraído hasta que me di cuenta de lo que aquella mujer que ahora danzaba conmigo había logrado, por lo que entorné mis ojos a ella y no pude evitar sonreirle, agradecido por su gesto de detener a aquella muchedumbre iracunda. No obstante...
- Te conozco...- musité con el ceño fruncido, deteniéndose mis pasos ante ella pese a que las canciones no cesaban, acordándome de su rostro, pues en alguna ocasión la había visto en la sede Inquisitorial.
Mordí mis labios durante varios minutos y cuando al fin quise apartarla del gentío para poder enfrentarme a su verdadera identidad e intenciones con su presencia en aquella fiesta dedicada precisamente a la muchedumbre asfixiada por las garras eclesiásticas, pero entonces, sólo algunas notas musicales procedentes de los violines se mantenían al ritmo, pues el resto de instrumentos e incluso las voces, habían mermado de intensidad, apagándose el alboroto, haciendo que mi mirada buscara a aquél que había detenido la fiesta, tragando saliva cuando allí, en la tarima dónde los músicos alegraban el ambiente, un hombre de largos cabellos azabaches parecía ser el líder de aquella congregación, el artífice de aquella fiesta pagana. Él habló a la gente, pidiendo que ahora, como buenos hermanos, hiciéramos un círculo y nos tomáramos de la mano, obedeciéndole en silencio, tomando la mano de aquella mujer y con la otra, a la pelirroja, que con alivio logré reencontrar entre la gente. Entonces, usando las antorchas prendidas momentos antes, varios jóvenes amontonaron varias ramas hasta prender con el fuego una hoguera cuyo humo pronto arañó el cielo nocturno. Sólo entonces, entre algunos silbidos y aplausos distendidos, el líder habló:
- Hagamos una revolución, llevemos por bandera otro amanecer y por conquista comprender que hay que cambiar las espadas por rosas. Mientras nos quede aliento, hermanos, busquemos en la Verdad la ayuda que su Dios nos robó. Si aún nos queda un poco de amor y esperanza, impidamos que Ellos nos sometan. En nuestro interior está la solución de salvar lo único que nos queda: nuestras vidas.- y,extendiendo una amplia sonrisa en su rostro mientras con su mano alzaba un puño, cantó solemnemente:- Ponte en pie, alza el puño y ven a la fiesta pagana, en la hoguera hay de beber. De la misma condición, no es el pueblo ni un señor. Ellos tienen el clero y nosotros nuestro sudor. ¡A bailar!
En cuanto una nueva melodía volvió a sonar, los pies de la gente empezaron a saltar y a moverse todos ellos al sentido de las agujas del reloj, recuperando el alma de la fiesta, rodeando aquella gran hoguera entre carcajadas y gritos alegres, sin soltar las manos de aquellas damas que había conocido aquella noche dónde la casualidad me había llevado ante los rebeldes.
- Te conozco...- musité con el ceño fruncido, deteniéndose mis pasos ante ella pese a que las canciones no cesaban, acordándome de su rostro, pues en alguna ocasión la había visto en la sede Inquisitorial.
Mordí mis labios durante varios minutos y cuando al fin quise apartarla del gentío para poder enfrentarme a su verdadera identidad e intenciones con su presencia en aquella fiesta dedicada precisamente a la muchedumbre asfixiada por las garras eclesiásticas, pero entonces, sólo algunas notas musicales procedentes de los violines se mantenían al ritmo, pues el resto de instrumentos e incluso las voces, habían mermado de intensidad, apagándose el alboroto, haciendo que mi mirada buscara a aquél que había detenido la fiesta, tragando saliva cuando allí, en la tarima dónde los músicos alegraban el ambiente, un hombre de largos cabellos azabaches parecía ser el líder de aquella congregación, el artífice de aquella fiesta pagana. Él habló a la gente, pidiendo que ahora, como buenos hermanos, hiciéramos un círculo y nos tomáramos de la mano, obedeciéndole en silencio, tomando la mano de aquella mujer y con la otra, a la pelirroja, que con alivio logré reencontrar entre la gente. Entonces, usando las antorchas prendidas momentos antes, varios jóvenes amontonaron varias ramas hasta prender con el fuego una hoguera cuyo humo pronto arañó el cielo nocturno. Sólo entonces, entre algunos silbidos y aplausos distendidos, el líder habló:
- Hagamos una revolución, llevemos por bandera otro amanecer y por conquista comprender que hay que cambiar las espadas por rosas. Mientras nos quede aliento, hermanos, busquemos en la Verdad la ayuda que su Dios nos robó. Si aún nos queda un poco de amor y esperanza, impidamos que Ellos nos sometan. En nuestro interior está la solución de salvar lo único que nos queda: nuestras vidas.- y,extendiendo una amplia sonrisa en su rostro mientras con su mano alzaba un puño, cantó solemnemente:- Ponte en pie, alza el puño y ven a la fiesta pagana, en la hoguera hay de beber. De la misma condición, no es el pueblo ni un señor. Ellos tienen el clero y nosotros nuestro sudor. ¡A bailar!
En cuanto una nueva melodía volvió a sonar, los pies de la gente empezaron a saltar y a moverse todos ellos al sentido de las agujas del reloj, recuperando el alma de la fiesta, rodeando aquella gran hoguera entre carcajadas y gritos alegres, sin soltar las manos de aquellas damas que había conocido aquella noche dónde la casualidad me había llevado ante los rebeldes.
Ike M. Anghiari- Inquisidor Clase Alta
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Re: Fiesta pagana [LIBRE]
Y la fiesta volvió a iniciar, los bailes continuaron como hacía un momento se realizaban pero ahora Killer Bee bailaba con aquel joven que tanto le intrigo.
Le miraba a los ojos, su piel tan limpia y sus prendas. no él no pertenecía a esta fiesta... –¿Pero acaso lo he visto antes?– se preguntaba Killer Bee, aquel rostro comenzaba a tomar forma en un escenario y cuando Killer Bee hacía sus conjeturas el joven musitó. —Te conozco...— frunció el ceño y se detuvo, sus ojos se concentraron en el rostro de ella, sí él la reconocía. Pero Killer Bee a él no, aquella acción había desfigurado el recuerdo que estaba generando momentos antes a las confusas palabras.
Luego Killer Bee noto como el joven se mordió el labio en un gesto de indecisión y la cogió del brazo como si quisiera apartarla de la fiesta. Sin embargo, algo se lo impidió, no fue su voluntad o la de Killer Bee, no, fue el líder de la congregación que con estas palabras invitó a todos a acercarse. Tomados de las manos pendientes todos, —Hagamos una revolución, llevemos por bandera otro amanecer y por conquista comprender que hay que cambiar las espadas por rosas. Mientras nos quede aliento, hermanos, busquemos en la Verdad la ayuda que su Dios nos robó—, Killer Bee meditó, no frunció el cejo porque sabía que eso le traería problemas si alguien la viese, esas patrañas le parecieron absurdas pero ya las había escuchado en muchas ocasiones. En redadas o misiones privadas, donde las víctimas esperaban una justificación, una absolución al pecado de su existencia.
—Si aún nos queda un poco de amor y esperanza, impidamos que Ellos nos sometan. En nuestro interior está la solución de salvar lo único que nos queda: nuestras vidas— y una sonrisa se vislumbró en su rostro valiente, Killer Bee siguió meditando el argumento totalmente pagano, miró a todos de una forma rápida, podrían ser monstruos de las tinieblas, licantropos, cambiaformas y/o brujos, o tal vez simples humanos.
—Ponte en pie, alza el puño y ven a la fiesta pagana, en la hoguera hay de beber. De la misma condición, no es el pueblo ni el señor. Ellos tienen el clero y nosotros nuestro sudor. ¡A bailar!— y la fiesta volvió a empezar bajo el llamado de su líder.
Una nueva melodía volvió a sonar y todos comenzaron a saltar, tomados de la mano, o simplemente unos frente a otros, con amplias sonrisas. Había hombres bebiendo cervezas y mujeres impuras besándose frente a muchos, demostrando su lujuria a flor de piel. Por todas parte, a donde Killer Bee mirara había pecado.
Entonces Killer Bee recordó al joven y antes de que la mujer pelirroja que lo acompañaba lo tomara para bailar, Killer Bee se arrojó a sus brazos de forma atrevida, después de todo para aquellos paganos eso lo verían tan natural como tomar una cerveza de barril.
Killer Bee acercó sus labios a las orejas del joven, casi rozándolas, el aliento surgido de la boca de ella se introdujo por entre su fosa auditiva. —Yo no lo conozco buen hombre, pero me parece que ambos procedemos de un mismo lugar... La pregunta es, ¿qué es lo que lo ha traído aquí, a codearse ante esta gente, a este nido de peligro para alguien como nosotros?— Y se apartó de él con una sonrisa seductora, haciendo ver a otros que ella lo cortejaba. Luego Killer Bee contoneó alrededor de éste, ella quería respuestas pero para obtenerlas tenían que alejarse con él y la única manera que se le había ocurrido era irse cual amantes a un rincón a desencadenar el salvaje contacto sexual que a todo mundo pervierte.
Le miraba a los ojos, su piel tan limpia y sus prendas. no él no pertenecía a esta fiesta... –¿Pero acaso lo he visto antes?– se preguntaba Killer Bee, aquel rostro comenzaba a tomar forma en un escenario y cuando Killer Bee hacía sus conjeturas el joven musitó. —Te conozco...— frunció el ceño y se detuvo, sus ojos se concentraron en el rostro de ella, sí él la reconocía. Pero Killer Bee a él no, aquella acción había desfigurado el recuerdo que estaba generando momentos antes a las confusas palabras.
Luego Killer Bee noto como el joven se mordió el labio en un gesto de indecisión y la cogió del brazo como si quisiera apartarla de la fiesta. Sin embargo, algo se lo impidió, no fue su voluntad o la de Killer Bee, no, fue el líder de la congregación que con estas palabras invitó a todos a acercarse. Tomados de las manos pendientes todos, —Hagamos una revolución, llevemos por bandera otro amanecer y por conquista comprender que hay que cambiar las espadas por rosas. Mientras nos quede aliento, hermanos, busquemos en la Verdad la ayuda que su Dios nos robó—, Killer Bee meditó, no frunció el cejo porque sabía que eso le traería problemas si alguien la viese, esas patrañas le parecieron absurdas pero ya las había escuchado en muchas ocasiones. En redadas o misiones privadas, donde las víctimas esperaban una justificación, una absolución al pecado de su existencia.
—Si aún nos queda un poco de amor y esperanza, impidamos que Ellos nos sometan. En nuestro interior está la solución de salvar lo único que nos queda: nuestras vidas— y una sonrisa se vislumbró en su rostro valiente, Killer Bee siguió meditando el argumento totalmente pagano, miró a todos de una forma rápida, podrían ser monstruos de las tinieblas, licantropos, cambiaformas y/o brujos, o tal vez simples humanos.
—Ponte en pie, alza el puño y ven a la fiesta pagana, en la hoguera hay de beber. De la misma condición, no es el pueblo ni el señor. Ellos tienen el clero y nosotros nuestro sudor. ¡A bailar!— y la fiesta volvió a empezar bajo el llamado de su líder.
Una nueva melodía volvió a sonar y todos comenzaron a saltar, tomados de la mano, o simplemente unos frente a otros, con amplias sonrisas. Había hombres bebiendo cervezas y mujeres impuras besándose frente a muchos, demostrando su lujuria a flor de piel. Por todas parte, a donde Killer Bee mirara había pecado.
Entonces Killer Bee recordó al joven y antes de que la mujer pelirroja que lo acompañaba lo tomara para bailar, Killer Bee se arrojó a sus brazos de forma atrevida, después de todo para aquellos paganos eso lo verían tan natural como tomar una cerveza de barril.
Killer Bee acercó sus labios a las orejas del joven, casi rozándolas, el aliento surgido de la boca de ella se introdujo por entre su fosa auditiva. —Yo no lo conozco buen hombre, pero me parece que ambos procedemos de un mismo lugar... La pregunta es, ¿qué es lo que lo ha traído aquí, a codearse ante esta gente, a este nido de peligro para alguien como nosotros?— Y se apartó de él con una sonrisa seductora, haciendo ver a otros que ella lo cortejaba. Luego Killer Bee contoneó alrededor de éste, ella quería respuestas pero para obtenerlas tenían que alejarse con él y la única manera que se le había ocurrido era irse cual amantes a un rincón a desencadenar el salvaje contacto sexual que a todo mundo pervierte.
Camile Avery- Inquisidor Clase Alta
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Re: Fiesta pagana [LIBRE]
Cuando sabes que las cosas cambian:
sólo has de dejarte llevar
Las palabras oídas eran gratas, casi tan dulces al oído como un acto pecaminoso, o algunas de esas cosas que pueden llevar a un alma al éxtasis, una de esas pocas cosas que dan esperanza, que te hacen sentir con vida, en deseos de buscar más o de luchar para convertir esas esperanzas en algo real, en algo verdaderamente palpable, nada que ver con esos fantasmas de los que tanto se habla por ahí. Realidades, realidades a más no poder.
El caballero tomó de la mano a Selene y a la otra mujer, formando una imagen muy curiosa, algo que a Selene le ponía un poco frenética, o al menos eso es lo que habría hecho en cualquier otra situación. Frenética, feliz, alegre, esperanzadas, e incluso un poco abandonada, pues no por algo le habían quitado su pareja de baile, del mismo modo que ella misma había sacado bailar antes al caballero.
Y todos se tomaron también de la mano, tal como había pedido el líder de aquella congregación, un hombre de cabellos azabaches. Pero...¿dónde se había metido? ¿Por qué no se había dado cuenta antes? ¿Que ocurriría si supieran que una inquisidora se hallaba allí? Si es que era algo congénito, Selene no era ella misma si no se las arreglaba para acabar en lugares como aquel, lo quisiera ella o no.
Y eso le hacía sentirse aún más feliz, más frenética, como si ése fuera justamente su deber. Estar allí era lo que debía hacer, lo que le dictaría su conciencia, pero no podía, no, no, no podía...
Era en momentos como ése en los que también se sentía dividida.
Cuando el líder terminó de hablar ordenó que todos volvieran a bailar. Y antes de que Selene pudiera volver a bailar con aquel hombre la otra se le echó en los brazos de una forma bastante atrevida.
Selene sintió deseos de hacer varias cosas. Sabía que en cierto modo no debería hacerlas, ya que de todos modos acababa de llegar, aquel viaje había sido casi por casualidad. Pero como la chica era muy impetuosa a veces, decidió que las cosas no podían seguir así. Era de noche, estaba en una fiesta condenadamente peligrosa, así que, ya que corríamos un buen riesgo, ¡pues divirtámonos un poco!
La pelirroja se colocó el pelo detrás de la oreja y sonrió con una encantadora dulzura, contemplando la escena como quién contempla algo interesante. Luego pareció un poco triste, tentadora. ¿Cedería ante la tentación? Selene no sabía si hacer lo que acababa de pensar en hacer, al menos no ahora...porque la decisión ya la había tomado...
-Bonita noche para dejarse llevar...-pero entonces un pensamiento le vino a la cabeza, un pensamiento que le llenó de espanto. De algo comenzaron a sonarle los dos rostros que tenía ante ella. Tanto del caballero con quién había bailado como de aquella dama. No sabía si los había visto u oído sus nombres, pero de algo le sonaban. De algo relacionado con la Inquisición misma. Tal vez fueran también...el rostro de Selene perdió el color. Esperaba que los rumores que había oído no fueran más que rumores...
No. Pero en su mente le decían que había oído hablar de ellos, o al menos de la mujer, en la Inquisición, alguien le había explicado algo sobre ellos,al menos su "mentor" en la Inquisición lo había hecho (o más bien intentado) pero no se le venía el nombre a la cabeza en aquellos momentos. Quizás porque no le había prestado mucha atención a su mentor.
La muchacha meneó la cabeza de un lado para otro, luchando por recuperar la compostura,cosa que logró al cabo de unos pocos segundos,componiendo la misma sonrisa de antes,mientras no les quitaba la vista de encima a esos dos,con descaro incluso.
Y entonces recordó lo que había estado a punto de hacer...qué tonta. ¿Cómo podía
sólo has de dejarte llevar
Las palabras oídas eran gratas, casi tan dulces al oído como un acto pecaminoso, o algunas de esas cosas que pueden llevar a un alma al éxtasis, una de esas pocas cosas que dan esperanza, que te hacen sentir con vida, en deseos de buscar más o de luchar para convertir esas esperanzas en algo real, en algo verdaderamente palpable, nada que ver con esos fantasmas de los que tanto se habla por ahí. Realidades, realidades a más no poder.
El caballero tomó de la mano a Selene y a la otra mujer, formando una imagen muy curiosa, algo que a Selene le ponía un poco frenética, o al menos eso es lo que habría hecho en cualquier otra situación. Frenética, feliz, alegre, esperanzadas, e incluso un poco abandonada, pues no por algo le habían quitado su pareja de baile, del mismo modo que ella misma había sacado bailar antes al caballero.
Y todos se tomaron también de la mano, tal como había pedido el líder de aquella congregación, un hombre de cabellos azabaches. Pero...¿dónde se había metido? ¿Por qué no se había dado cuenta antes? ¿Que ocurriría si supieran que una inquisidora se hallaba allí? Si es que era algo congénito, Selene no era ella misma si no se las arreglaba para acabar en lugares como aquel, lo quisiera ella o no.
Y eso le hacía sentirse aún más feliz, más frenética, como si ése fuera justamente su deber. Estar allí era lo que debía hacer, lo que le dictaría su conciencia, pero no podía, no, no, no podía...
Era en momentos como ése en los que también se sentía dividida.
Cuando el líder terminó de hablar ordenó que todos volvieran a bailar. Y antes de que Selene pudiera volver a bailar con aquel hombre la otra se le echó en los brazos de una forma bastante atrevida.
Selene sintió deseos de hacer varias cosas. Sabía que en cierto modo no debería hacerlas, ya que de todos modos acababa de llegar, aquel viaje había sido casi por casualidad. Pero como la chica era muy impetuosa a veces, decidió que las cosas no podían seguir así. Era de noche, estaba en una fiesta condenadamente peligrosa, así que, ya que corríamos un buen riesgo, ¡pues divirtámonos un poco!
La pelirroja se colocó el pelo detrás de la oreja y sonrió con una encantadora dulzura, contemplando la escena como quién contempla algo interesante. Luego pareció un poco triste, tentadora. ¿Cedería ante la tentación? Selene no sabía si hacer lo que acababa de pensar en hacer, al menos no ahora...porque la decisión ya la había tomado...
-Bonita noche para dejarse llevar...-pero entonces un pensamiento le vino a la cabeza, un pensamiento que le llenó de espanto. De algo comenzaron a sonarle los dos rostros que tenía ante ella. Tanto del caballero con quién había bailado como de aquella dama. No sabía si los había visto u oído sus nombres, pero de algo le sonaban. De algo relacionado con la Inquisición misma. Tal vez fueran también...el rostro de Selene perdió el color. Esperaba que los rumores que había oído no fueran más que rumores...
No. Pero en su mente le decían que había oído hablar de ellos, o al menos de la mujer, en la Inquisición, alguien le había explicado algo sobre ellos,al menos su "mentor" en la Inquisición lo había hecho (o más bien intentado) pero no se le venía el nombre a la cabeza en aquellos momentos. Quizás porque no le había prestado mucha atención a su mentor.
La muchacha meneó la cabeza de un lado para otro, luchando por recuperar la compostura,cosa que logró al cabo de unos pocos segundos,componiendo la misma sonrisa de antes,mientras no les quitaba la vista de encima a esos dos,con descaro incluso.
Y entonces recordó lo que había estado a punto de hacer...qué tonta. ¿Cómo podía
Selene Ladomie- Condenado/Hechicero/Clase Media
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Re: Fiesta pagana [LIBRE]
Torcí una sonrisa seductora y llevé mis manos a las caderas de la mujer de cortos cabellos oscuros, moviéndola de forma que ahora quedara a mi merced, apoyando su espalda en una de mis manos mientras que la otra seguía firmemente anclada en su cintura, momento en el que incliné mi espalda hacia ella y del mismo modo, le susurré al oído:
- ¿Cómo no conocerla? Es la viva imagen de un ángel divino, el mismo al que rezo cada noche antes de acostarme en mis gélidas sábanas vacías.
Me distancié de ella lo suficiente para perderme un momento en sus ojos ahora un tanto sobrecogidos, quizás sorprendidos o risueños, por lo que aproveché el momento para incorporarla, tomando ahora una de sus manos para indicarle que girara sobre su mismo eje un par de veces, riendo mientras la contemplaba, lanzándola a los brazos de un robusto hombre que me guiñó el ojo ante mi gentil gesto de permitirle un baile al que probablemente por timidez, había rechazado la posibilidad de pedírselo peronalmente.
De éste modo, ahora un tanto más aliviado, me refugié en los brazos de la joven pelirroja, con la que volví a entornar unos divertidos pasos de baile sin quitar la vista de la morena, que ahora parecía igual de pendiente de mí.
- Muchacha, dime, ¿cuál es tu nombre?- le pedí entre murmuros, realmente preocupado por ella, pues era la más joven allí presente y no parecía que hubiera venido con alguien. Si el ambiente se caldeaba, debía sacarla de allí cuanto antes.- No te separes de mí.- añadí ahora frunciendo el ceño, entornando mi mirada hacia un grupo de jóvenes que traginaban una enorme escultura procedente de la Catedral y que probablemente habían hurtado, tratándose de una Piedad, una Virgen que abrazaba el cuerpo caído, inerte, de Jesucristo. Y de la nada, una gran bola de fuego empezó a devorar la escultura entre aplausos y gritos eufóricos de los allí presentes, lo que me llevó a aferrar la mano de la joven y buscar a la morena, a la que, ciertamente, la recordaba de la Inquisición.
¿Qué me preocupaba? Ella. ¿Y si su presencia allí respondía a una misión enviada desde la Iglesia? ¿Y si ya había soldados movilizándose hacia la fiesta? ¿Desencadenaría en ríos de sangre? Debía detenerlo como fuera, sin importarme que descubrieran mi identidad, sin importarme el precio a pagar. Eran muchas las vida que corrían peligro allí, pero la mía era la que menos me importaba. Agaché la mirada y sonreí a la muchacha agarrada a mí.
Tenía un plan...
- ¿Cómo no conocerla? Es la viva imagen de un ángel divino, el mismo al que rezo cada noche antes de acostarme en mis gélidas sábanas vacías.
Me distancié de ella lo suficiente para perderme un momento en sus ojos ahora un tanto sobrecogidos, quizás sorprendidos o risueños, por lo que aproveché el momento para incorporarla, tomando ahora una de sus manos para indicarle que girara sobre su mismo eje un par de veces, riendo mientras la contemplaba, lanzándola a los brazos de un robusto hombre que me guiñó el ojo ante mi gentil gesto de permitirle un baile al que probablemente por timidez, había rechazado la posibilidad de pedírselo peronalmente.
De éste modo, ahora un tanto más aliviado, me refugié en los brazos de la joven pelirroja, con la que volví a entornar unos divertidos pasos de baile sin quitar la vista de la morena, que ahora parecía igual de pendiente de mí.
- Muchacha, dime, ¿cuál es tu nombre?- le pedí entre murmuros, realmente preocupado por ella, pues era la más joven allí presente y no parecía que hubiera venido con alguien. Si el ambiente se caldeaba, debía sacarla de allí cuanto antes.- No te separes de mí.- añadí ahora frunciendo el ceño, entornando mi mirada hacia un grupo de jóvenes que traginaban una enorme escultura procedente de la Catedral y que probablemente habían hurtado, tratándose de una Piedad, una Virgen que abrazaba el cuerpo caído, inerte, de Jesucristo. Y de la nada, una gran bola de fuego empezó a devorar la escultura entre aplausos y gritos eufóricos de los allí presentes, lo que me llevó a aferrar la mano de la joven y buscar a la morena, a la que, ciertamente, la recordaba de la Inquisición.
¿Qué me preocupaba? Ella. ¿Y si su presencia allí respondía a una misión enviada desde la Iglesia? ¿Y si ya había soldados movilizándose hacia la fiesta? ¿Desencadenaría en ríos de sangre? Debía detenerlo como fuera, sin importarme que descubrieran mi identidad, sin importarme el precio a pagar. Eran muchas las vida que corrían peligro allí, pero la mía era la que menos me importaba. Agaché la mirada y sonreí a la muchacha agarrada a mí.
Tenía un plan...
Ike M. Anghiari- Inquisidor Clase Alta
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Re: Fiesta pagana [LIBRE]
Killer Bee fue sorprendida por una expresión que no se imaginó, aquel hombre le había hecho un revés a su plan y luego, en pleno baile tomó el mando de la sonata y con un astuto giro envió a la inquisidora a los brazos de un robusto hombre de grandes barbas y aliento a cerveza.
Continuaban en esa danza pagana, el joven se había distanciado con la pelirroja y en murmureos le decía algo. Killer Bee le vigilaba de reojo.
De pronto, unos bárbaros pecadores presentaron ante todos un busto de una virgen abrazando el cuerpo caído e inerte de Jesucristo. Killer Bee se vio horrorizada cuando el fuego cayó sobre el busto y fue poco a poco consumida, de formada. Los paganos aplaudieron y gritaron sin control.
Killer Bee perdió de vista al joven y la pelirroja una vez que todos continuaron con lo suyo, el hombre robusto que en brazos la había tenido bailando se acercó por atrás y le dio media vuelta. Le sonrió con perversión y lujuria y se abalanzó hacía ella. En un intento de hacerla suya, sin temor a lo que los demás opinaran... ¿Después de todo no son paganos anarquistas que verían aquella acción como algo natural?
Pero Killer Bee no aceptaba esa acción, ya suficiente había soportado y llegó al límite de la tolerancia. Muy en su interior sabía que lo que haría la pondría en riesgo pero prefería esa antes de que ese hombre asqueroso la tocara.
Con la gran habilidad física se tiró hacía atrás y apoyándose de sus manos dio una vuelta mortal, su vestido danzó en el aire y pese a que podría haber agarrado un arma no lo hizo. Ya estaba alejada del hombre pero aún así se acercaba, curioso y excitado. Mas Killer Bee no dejaría que continuara. Corrió hacía él, esquivando los brazos y se barrió, en el suelo aferró sus manos a la tierra y alzó su cuerpo. Sus piernas se trenzaron en el cuello del hombre y haciendo uso de toda su fuerza lo jaló hacía atrás llevándolo al suelo. La furia había nacido en el hombre que intentó pararse, Killer Bee le ganó y antes de que se pusiera de pie corrió hacía él y se arrojó con las piernas por delante, éstas pasaron por entre su cuello, las enlazó, ambos cuerpos cayeron nuevamente y con un movimiento de sus piernas le rompió el cuello.
Killer Bee sonrió de satisfacción, su vestido estaba sucio como su rostro. Pero eso no era lo que le preocupaba. Todo mundo fue testigo de lo que la abeja asesina había hecho al hombre que pretendió abusar de ella. ¿Se había delatado?, ¿en la danza mortal de sus piernas se pudo haber visualizado sus mortales revólveres?
No sabía que seguiría, reinaba el silencio humano, el único sonido lo hacía la fogata del centro que ardía como no lo había hecho en la noche, como si también sintiera furia por la muerte de un colega. La misma música cesó y el líder de todos dio unos pasos al frente.
—Hijo...— pronunció casi sollozando, las lágrimas se divisaban en sus ojos.
Killer Bee había matado a su hijo, eso no auguraba nada bueno para ella. En su mente comenzó a generarse una vía de escape y entonces volvió a ver al joven y la pelirroja... –¿Un momento?– se dijo para ella y prosiguió en su mente. –¿Anghiari Linto, el inquisidor Irlandés?–.
Continuaban en esa danza pagana, el joven se había distanciado con la pelirroja y en murmureos le decía algo. Killer Bee le vigilaba de reojo.
De pronto, unos bárbaros pecadores presentaron ante todos un busto de una virgen abrazando el cuerpo caído e inerte de Jesucristo. Killer Bee se vio horrorizada cuando el fuego cayó sobre el busto y fue poco a poco consumida, de formada. Los paganos aplaudieron y gritaron sin control.
Killer Bee perdió de vista al joven y la pelirroja una vez que todos continuaron con lo suyo, el hombre robusto que en brazos la había tenido bailando se acercó por atrás y le dio media vuelta. Le sonrió con perversión y lujuria y se abalanzó hacía ella. En un intento de hacerla suya, sin temor a lo que los demás opinaran... ¿Después de todo no son paganos anarquistas que verían aquella acción como algo natural?
Pero Killer Bee no aceptaba esa acción, ya suficiente había soportado y llegó al límite de la tolerancia. Muy en su interior sabía que lo que haría la pondría en riesgo pero prefería esa antes de que ese hombre asqueroso la tocara.
Con la gran habilidad física se tiró hacía atrás y apoyándose de sus manos dio una vuelta mortal, su vestido danzó en el aire y pese a que podría haber agarrado un arma no lo hizo. Ya estaba alejada del hombre pero aún así se acercaba, curioso y excitado. Mas Killer Bee no dejaría que continuara. Corrió hacía él, esquivando los brazos y se barrió, en el suelo aferró sus manos a la tierra y alzó su cuerpo. Sus piernas se trenzaron en el cuello del hombre y haciendo uso de toda su fuerza lo jaló hacía atrás llevándolo al suelo. La furia había nacido en el hombre que intentó pararse, Killer Bee le ganó y antes de que se pusiera de pie corrió hacía él y se arrojó con las piernas por delante, éstas pasaron por entre su cuello, las enlazó, ambos cuerpos cayeron nuevamente y con un movimiento de sus piernas le rompió el cuello.
Killer Bee sonrió de satisfacción, su vestido estaba sucio como su rostro. Pero eso no era lo que le preocupaba. Todo mundo fue testigo de lo que la abeja asesina había hecho al hombre que pretendió abusar de ella. ¿Se había delatado?, ¿en la danza mortal de sus piernas se pudo haber visualizado sus mortales revólveres?
No sabía que seguiría, reinaba el silencio humano, el único sonido lo hacía la fogata del centro que ardía como no lo había hecho en la noche, como si también sintiera furia por la muerte de un colega. La misma música cesó y el líder de todos dio unos pasos al frente.
—Hijo...— pronunció casi sollozando, las lágrimas se divisaban en sus ojos.
Killer Bee había matado a su hijo, eso no auguraba nada bueno para ella. En su mente comenzó a generarse una vía de escape y entonces volvió a ver al joven y la pelirroja... –¿Un momento?– se dijo para ella y prosiguió en su mente. –¿Anghiari Linto, el inquisidor Irlandés?–.
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Re: Fiesta pagana [LIBRE]
Cuando aceche la muerte has de defenderte,
contar uno, dos y tres, esperar el momento adecuado para atacar...
La fiesta era como un canto revolucionario, una expresión manifiesta de un grupo de personas que deseaban libertad, que habían perdido su fe por culpa de unos pocos que interpretaban mal las palabras escritas hace siglos por alguien que a saber si de veras le importaba o no los demás, o si prefería su propio beneficio. ¡A saber! Un montón de rostros y de nombres, de culpables, aparecían en la mente de Selene, que en aquel lugar se sentía como si estuviera dónde se suponía que tenía que estar, cuando era justamente el lugar dónde no debería estar. ¡Demasiado peligroso! gritaban sus instintos de supervivencia. Pero ahora no importaban sus instintos de supervivencia, ni siquiera lo que debía de ser y lo que no debía de ser o el mero hecho de la propia supervivencia. En esos momentos había muchísimas cosas que importaban más.
Entonces el caballero rubio con el que había bailado...aquel al que se había llevado la otra mujer regresó a sus brazos, y Selene reaccionó con la mayor rapidez posible pues hace un par de segundos había estado algo distraída (¿Y cómo no estarlo con todo lo que estaba sucediendo a su alrededor?) y habría sido algo muy propio de ella tropezar, aún cuando probablemente él la habría cogido de haber sucedido algo así.
Así que Selene y él volvieron a bailar, en cierto modo creando la ilusión de que quizás la fiesta podría estar así toda la noche, de que esa alegría se mantendría, y de que no podría suceder nada malo, o simplemente que se convirtiera en algo más...desfasado de la cuenta. Claro que unas cuantas borracheras exaltadas no tenían nada de malo, al menos no demasiado si lo comparamos con otras clases de borracheras. La inquisidora recordaba las borracheras de su primo, que farfullaba algunas incoherencias y maldiciones, tiraba alguna botella y luego se quedaba frito, o en el peor de los casos desafiaba a un duelo a quién pillara. En esos casos no había más que darle una torta o tirarlo al suelo para que se espabilara.
Alejó esos recuerdos de su mente y le sonrió con la alegría de antes al caballero mientras bailaban. Se movían con algo más gracia que antes, aunque era algo natural. Claro que luego...
Le preguntó su nombre. Miraba de vez en cuando hacia el lugar dónde estaba la mujer morena que antes con tanto desparpajo se había lanzado a sus brazos, lo cual a Selene no le extrañaba nada...era algo casi divertido. Sonrió con cierta malicia al darse cuenta de ello. Una cierta malicia que solía ir acompañado a veces con algo que la inquisidora iba a contarle ahora mismo. Pero antes...
-Mi nombre es Selene Ladomie, monsieur. ¿Y vos sois...?-preguntó remarcando un poco esa parte. Un poco de intriga. Se preguntó qué diría si supiera que trabajaba para la Inquisición...y ahora que lo pensaba, probablemente a un miembro de la Inquisición aquella fiesta le parecería como mínimo un lugar lleno de pecado, y en el peor de los casos el infierno mismo. De ahí al sacrilegio había unos pocos pasos.
Cuando escuchó su nombre se dispuso a comentarle algo más, preguntarle por esa preocupación...no iba a ocurrir nada malo, no, no, no podía ser, pero no le dio tiempo a decir lo que tenía que decir porque algo irrumpió en la fiesta. Algo cambió.
Un discurso, una estatua de una Piedad, unas cuantas afirmaciones más y luego...el fuego. Aquel fuego que consumió la estatua en señal de aquella revolución con la que tanto andaban soñando. ¡Un maldito acto simbólico!
Selene gritó y se agarró al caballero que tenía al lado, no pudo evitarlo. El mero respeto y la conciencia que tenía llenó su corazón de terror. Aquello no debía ser así. ¡No!
-¡Hay que detener ésto! Alguien puede ver el humo del fuego y acercarse a ver lo que ocurre...¿qué pasaría si alguien hiciera algo así? No, no podría ser...¿y si intervenía alguien de...?
Pero no le dio tiempo a reaccionar como debería, ni siquiera a moverse de dónde estaba, porque ocurrió algo peor.
La mujer morena había hecho algo que había provocado que un silencio mortal cayera sobre aquel lugar. Con una envidiable habilidad física acabó con la vida de dos hombres, y aquello fue algo que les dejó paralizados de terror y de dolor a todos, y a saber de qué más. El silencio en la noche fue roto por el líder, que avanzó hacia delante y se lamentó por su hijo.
¡Una inquisidora! ¡Era una inquisidora! ¿Qué otro motivo tenía para entrar en esa fiesta y hacer lo que había hecho? ¿Qué otro motivo había? Había oído hablar de ciertos nombres de varios inquisidores qué...
Selene iba a gritar, incluso provocó sin querer que por detrás de ellos, por el bosque, un poco de viento se levantara, algo parecido al viejo hechizo que había hecho antes para hacerse camino sólo que un poco más frío. Sin querer. Y entonces se le ocurrió una idea que podría hacer que las cosas avanzasen más rápido...un pequeño hechizo...era arriesgado, pero si debía hacerlo, lo haría.
Iba a reaccionar, hacer algo más, avanzar hacia delante, pero entonces vio que su compañero sonreía. Le contempló fijamente con los ojos algo entrecerrados, alerta a más no poder. ¿Por qué sonreía? ¿En qué estaría pensando?
contar uno, dos y tres, esperar el momento adecuado para atacar...
La fiesta era como un canto revolucionario, una expresión manifiesta de un grupo de personas que deseaban libertad, que habían perdido su fe por culpa de unos pocos que interpretaban mal las palabras escritas hace siglos por alguien que a saber si de veras le importaba o no los demás, o si prefería su propio beneficio. ¡A saber! Un montón de rostros y de nombres, de culpables, aparecían en la mente de Selene, que en aquel lugar se sentía como si estuviera dónde se suponía que tenía que estar, cuando era justamente el lugar dónde no debería estar. ¡Demasiado peligroso! gritaban sus instintos de supervivencia. Pero ahora no importaban sus instintos de supervivencia, ni siquiera lo que debía de ser y lo que no debía de ser o el mero hecho de la propia supervivencia. En esos momentos había muchísimas cosas que importaban más.
Entonces el caballero rubio con el que había bailado...aquel al que se había llevado la otra mujer regresó a sus brazos, y Selene reaccionó con la mayor rapidez posible pues hace un par de segundos había estado algo distraída (¿Y cómo no estarlo con todo lo que estaba sucediendo a su alrededor?) y habría sido algo muy propio de ella tropezar, aún cuando probablemente él la habría cogido de haber sucedido algo así.
Así que Selene y él volvieron a bailar, en cierto modo creando la ilusión de que quizás la fiesta podría estar así toda la noche, de que esa alegría se mantendría, y de que no podría suceder nada malo, o simplemente que se convirtiera en algo más...desfasado de la cuenta. Claro que unas cuantas borracheras exaltadas no tenían nada de malo, al menos no demasiado si lo comparamos con otras clases de borracheras. La inquisidora recordaba las borracheras de su primo, que farfullaba algunas incoherencias y maldiciones, tiraba alguna botella y luego se quedaba frito, o en el peor de los casos desafiaba a un duelo a quién pillara. En esos casos no había más que darle una torta o tirarlo al suelo para que se espabilara.
Alejó esos recuerdos de su mente y le sonrió con la alegría de antes al caballero mientras bailaban. Se movían con algo más gracia que antes, aunque era algo natural. Claro que luego...
Le preguntó su nombre. Miraba de vez en cuando hacia el lugar dónde estaba la mujer morena que antes con tanto desparpajo se había lanzado a sus brazos, lo cual a Selene no le extrañaba nada...era algo casi divertido. Sonrió con cierta malicia al darse cuenta de ello. Una cierta malicia que solía ir acompañado a veces con algo que la inquisidora iba a contarle ahora mismo. Pero antes...
-Mi nombre es Selene Ladomie, monsieur. ¿Y vos sois...?-preguntó remarcando un poco esa parte. Un poco de intriga. Se preguntó qué diría si supiera que trabajaba para la Inquisición...y ahora que lo pensaba, probablemente a un miembro de la Inquisición aquella fiesta le parecería como mínimo un lugar lleno de pecado, y en el peor de los casos el infierno mismo. De ahí al sacrilegio había unos pocos pasos.
Cuando escuchó su nombre se dispuso a comentarle algo más, preguntarle por esa preocupación...no iba a ocurrir nada malo, no, no, no podía ser, pero no le dio tiempo a decir lo que tenía que decir porque algo irrumpió en la fiesta. Algo cambió.
Un discurso, una estatua de una Piedad, unas cuantas afirmaciones más y luego...el fuego. Aquel fuego que consumió la estatua en señal de aquella revolución con la que tanto andaban soñando. ¡Un maldito acto simbólico!
Selene gritó y se agarró al caballero que tenía al lado, no pudo evitarlo. El mero respeto y la conciencia que tenía llenó su corazón de terror. Aquello no debía ser así. ¡No!
-¡Hay que detener ésto! Alguien puede ver el humo del fuego y acercarse a ver lo que ocurre...¿qué pasaría si alguien hiciera algo así? No, no podría ser...¿y si intervenía alguien de...?
Pero no le dio tiempo a reaccionar como debería, ni siquiera a moverse de dónde estaba, porque ocurrió algo peor.
La mujer morena había hecho algo que había provocado que un silencio mortal cayera sobre aquel lugar. Con una envidiable habilidad física acabó con la vida de dos hombres, y aquello fue algo que les dejó paralizados de terror y de dolor a todos, y a saber de qué más. El silencio en la noche fue roto por el líder, que avanzó hacia delante y se lamentó por su hijo.
¡Una inquisidora! ¡Era una inquisidora! ¿Qué otro motivo tenía para entrar en esa fiesta y hacer lo que había hecho? ¿Qué otro motivo había? Había oído hablar de ciertos nombres de varios inquisidores qué...
Selene iba a gritar, incluso provocó sin querer que por detrás de ellos, por el bosque, un poco de viento se levantara, algo parecido al viejo hechizo que había hecho antes para hacerse camino sólo que un poco más frío. Sin querer. Y entonces se le ocurrió una idea que podría hacer que las cosas avanzasen más rápido...un pequeño hechizo...era arriesgado, pero si debía hacerlo, lo haría.
Iba a reaccionar, hacer algo más, avanzar hacia delante, pero entonces vio que su compañero sonreía. Le contempló fijamente con los ojos algo entrecerrados, alerta a más no poder. ¿Por qué sonreía? ¿En qué estaría pensando?
Selene Ladomie- Condenado/Hechicero/Clase Media
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Re: Fiesta pagana [LIBRE]
Maldición.
Aquella mujer… Lo sabía. Sabía que era una inquisidora. Y sabía que nada bueno aportaría a aquella fiesta pagana. Lo sabía y pensaba usarlo para escapar de allí con aquella joven muchacha por la que sentía un especial lazo protector, como si fuera mi hermana menor, quizás. Pero no era momento de pensar en qué clase de relación mantener aquella noche con las damas allí presentes. Había problemas y debía remediarlos.
El gentío empezó a formar un cerco que poco a poco se estrechaba alrededor de la inquisidora, retándola quizás a repetir su hazaña con todos ellos, pero si bien pensé en aprovechar la confusión que reinaba en aquél paraje para huir, no lo hice. Por lo contrario, me dirigí hacia la joven Selene, agachándome un poco para hablarle entre susurros.
- Ahora debes correr tan lejos como puedas, ¿De acuerdo? Vuelve a la ciudad y busca refugio. Te encontraré.- prometí solemnemente, guiñándole el ojo antes de darle la espalda y dirigirme a zancadas hacia la morena, la causante de aquél alboroto, contemplando cómo varios extraían de sus ropajes armas blancas, mostrándoselas amenazantes mientras ella parecía prepararse para una cruda batalla a la que, sin duda, la daba como vencedora.
Y fue por ello por lo que decidí intervenir. No para salvarla a ella, sino para salvar al pueblo de sus mortíferas garras.
Me aproximé al cadáver del joven y sin mirarle, tomé la empuñadura de su sable, alzándolo contra la muchedumbre que al fin me prestó atención, mirándome ceñuda, gruñendo incluso, antes de ser uno de los allí presentes, el que se abalanzó contra mí, iniciando una danza en la que él atacaba y yo me defendía, sin querer herirle, sólo esperando ser suficiente distracción para sacar a la morena de allí y alejarnos de los alborotadores que ahora querían beber de nuestra sangre para vengar la muerte del hombre que yacía junto a mis pies.
Sorteando a todos cuanto alzaban sus armas contra mí, logré subirme sobre una rama procedente de uno de los tantos árboles que flanqueaban el espacio, consiguiendo situarme sobre la figura de la inquisidora que seguía batallando, pero no a la defensiva como yo, por lo que me acuclillé en un momento dado y la tomé de la cintura, tirando de ella para situarla justo tras mi figura, protegiéndola de aquellos que se acercaban amenazadoramente hacia nosotros.
Tras dedicarles un saludo con la mano aferré la cadera de la mujer contra mi costado y brinqué de rama en rama, de árbol en árbol, dejando atrás aquella fiesta teñida de sangre y amargura, sin que aquello supusiera aun el fin de aquella aventura, pues muchos de los partícipes encendieron más antorchas y nos buscaban por el bosque, momento en el que le indiqué a la mujer que se quedara quieta tras de mí, quedándonos en silencio, ocultos entre el follaje de un árbol frondoso, conteniendo la respiración para no ser descubiertos por los paganos que corrían bajo nuestros pies, ajenos a nuestro cercanía. En mis adentros, sólo esperé que la joven Selene hubiera encontrado ya un buen refugio para lo que se avecinaba…
Aquella mujer… Lo sabía. Sabía que era una inquisidora. Y sabía que nada bueno aportaría a aquella fiesta pagana. Lo sabía y pensaba usarlo para escapar de allí con aquella joven muchacha por la que sentía un especial lazo protector, como si fuera mi hermana menor, quizás. Pero no era momento de pensar en qué clase de relación mantener aquella noche con las damas allí presentes. Había problemas y debía remediarlos.
El gentío empezó a formar un cerco que poco a poco se estrechaba alrededor de la inquisidora, retándola quizás a repetir su hazaña con todos ellos, pero si bien pensé en aprovechar la confusión que reinaba en aquél paraje para huir, no lo hice. Por lo contrario, me dirigí hacia la joven Selene, agachándome un poco para hablarle entre susurros.
- Ahora debes correr tan lejos como puedas, ¿De acuerdo? Vuelve a la ciudad y busca refugio. Te encontraré.- prometí solemnemente, guiñándole el ojo antes de darle la espalda y dirigirme a zancadas hacia la morena, la causante de aquél alboroto, contemplando cómo varios extraían de sus ropajes armas blancas, mostrándoselas amenazantes mientras ella parecía prepararse para una cruda batalla a la que, sin duda, la daba como vencedora.
Y fue por ello por lo que decidí intervenir. No para salvarla a ella, sino para salvar al pueblo de sus mortíferas garras.
Me aproximé al cadáver del joven y sin mirarle, tomé la empuñadura de su sable, alzándolo contra la muchedumbre que al fin me prestó atención, mirándome ceñuda, gruñendo incluso, antes de ser uno de los allí presentes, el que se abalanzó contra mí, iniciando una danza en la que él atacaba y yo me defendía, sin querer herirle, sólo esperando ser suficiente distracción para sacar a la morena de allí y alejarnos de los alborotadores que ahora querían beber de nuestra sangre para vengar la muerte del hombre que yacía junto a mis pies.
Sorteando a todos cuanto alzaban sus armas contra mí, logré subirme sobre una rama procedente de uno de los tantos árboles que flanqueaban el espacio, consiguiendo situarme sobre la figura de la inquisidora que seguía batallando, pero no a la defensiva como yo, por lo que me acuclillé en un momento dado y la tomé de la cintura, tirando de ella para situarla justo tras mi figura, protegiéndola de aquellos que se acercaban amenazadoramente hacia nosotros.
Tras dedicarles un saludo con la mano aferré la cadera de la mujer contra mi costado y brinqué de rama en rama, de árbol en árbol, dejando atrás aquella fiesta teñida de sangre y amargura, sin que aquello supusiera aun el fin de aquella aventura, pues muchos de los partícipes encendieron más antorchas y nos buscaban por el bosque, momento en el que le indiqué a la mujer que se quedara quieta tras de mí, quedándonos en silencio, ocultos entre el follaje de un árbol frondoso, conteniendo la respiración para no ser descubiertos por los paganos que corrían bajo nuestros pies, ajenos a nuestro cercanía. En mis adentros, sólo esperé que la joven Selene hubiera encontrado ya un buen refugio para lo que se avecinaba…
Ike M. Anghiari- Inquisidor Clase Alta
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Re: Fiesta pagana [LIBRE]
Así que de eso se trataba. A Jérémie le parecía muy extraño que aquel joven los haya interrumpido animándolos a continuar una fiesta que semana a semana se realizaba en aquella zona alejada, y luego esa mujer que apoyaba al hombre. Intrusos, eran intrusos y confiaba en que más de uno se diera cuenta. Mas que importaba, ambos contagiaron a los ya ebrios y deseosos de continuar la fiesta.
Pero nuevamente se impuso Gregory el segundo al mando después de Jérémie Le Bihan, como todo un líder volvió a prender las masas y se presentó una estatua que ardió en llamas acompañadas de euforia por todos lados, al menos en casi todos. La joven intrusa no parecía muy contenta y aquel otro joven con una chica pelirroja, también ajena a la fiesta no celebraban como todos. Y aunque Jérémie tampoco celebraba lo que consideraba un acto barbarie e innecesario dejaba actuar a Gregory, después de todo tenía que imponer autoridad para mover a todos los congregados y más que no habían asistido aquella noche.
Entonces Jérémie se movió, abandonó su asiento y se recargó en un árbol, sacó su pipa y comenzó a fumar. A lo lejos vio al hijo de Gregory intentando propasarse con una mujer, cosa que le costó la vida. La joven se delató ser una cazadora, quizás una inquisidora, pero debido a la ausencia de crucifijo en el cuello lo primero le era más seguro.
Todo mundo generó alboroto, —Ahora debes correr tan lejos como puedas, ¿De acuerdo? Vuelve a la ciudad y busca refugio. Te encontraré— escuchó decir del joven gracias a su oído sobrenatural. El joven se unió a la cruzada de la cazadora, y esos movimientos comenzó a reconocerlos... Eran inquisidores.
Jérémie era el único cambiaformas del lugar, arrojó su pipa y fue quitándose la camisa de seda blanca mientras caminaba a ellos. Hábilmente el inquisidor subió a un árbol y con otro buen movimiento subió a la inquisidora y saltando de rama en rama se alejaron.
—¡Oh no!— exclamó Jérémie, corrió en dirección de ellos y de un saltó se convirtió en el poderoso jaguar negro. Con sus movimientos felinos trepó de un árbol y los siguió de rama en rama. No buscaba alcanzarles por atrás, sino emboscarles desde el frente por lo que los rodeó. Ambos inquisidores se detuvieron, ocultándose perfectamente de los bárbaros que avanzaban sin conocer el paradero de las amenazas. Los ojos de un brillante amarillo destellaron una luz. Los inquisidores atendieron y comenzó a sonar el rugido silencioso del jaguar que hizo presencia frente a la rama donde ellos se encontraban. Encarándolos frente a frente, pero sin revelar su ubicación a los otros. Él mismo se encargaría de los inquisidores y después buscaría a esa otra mujer, la pelirroja que huyó y de quién captó su olor.
Pero nuevamente se impuso Gregory el segundo al mando después de Jérémie Le Bihan, como todo un líder volvió a prender las masas y se presentó una estatua que ardió en llamas acompañadas de euforia por todos lados, al menos en casi todos. La joven intrusa no parecía muy contenta y aquel otro joven con una chica pelirroja, también ajena a la fiesta no celebraban como todos. Y aunque Jérémie tampoco celebraba lo que consideraba un acto barbarie e innecesario dejaba actuar a Gregory, después de todo tenía que imponer autoridad para mover a todos los congregados y más que no habían asistido aquella noche.
Entonces Jérémie se movió, abandonó su asiento y se recargó en un árbol, sacó su pipa y comenzó a fumar. A lo lejos vio al hijo de Gregory intentando propasarse con una mujer, cosa que le costó la vida. La joven se delató ser una cazadora, quizás una inquisidora, pero debido a la ausencia de crucifijo en el cuello lo primero le era más seguro.
Todo mundo generó alboroto, —Ahora debes correr tan lejos como puedas, ¿De acuerdo? Vuelve a la ciudad y busca refugio. Te encontraré— escuchó decir del joven gracias a su oído sobrenatural. El joven se unió a la cruzada de la cazadora, y esos movimientos comenzó a reconocerlos... Eran inquisidores.
Jérémie era el único cambiaformas del lugar, arrojó su pipa y fue quitándose la camisa de seda blanca mientras caminaba a ellos. Hábilmente el inquisidor subió a un árbol y con otro buen movimiento subió a la inquisidora y saltando de rama en rama se alejaron.
—¡Oh no!— exclamó Jérémie, corrió en dirección de ellos y de un saltó se convirtió en el poderoso jaguar negro. Con sus movimientos felinos trepó de un árbol y los siguió de rama en rama. No buscaba alcanzarles por atrás, sino emboscarles desde el frente por lo que los rodeó. Ambos inquisidores se detuvieron, ocultándose perfectamente de los bárbaros que avanzaban sin conocer el paradero de las amenazas. Los ojos de un brillante amarillo destellaron una luz. Los inquisidores atendieron y comenzó a sonar el rugido silencioso del jaguar que hizo presencia frente a la rama donde ellos se encontraban. Encarándolos frente a frente, pero sin revelar su ubicación a los otros. Él mismo se encargaría de los inquisidores y después buscaría a esa otra mujer, la pelirroja que huyó y de quién captó su olor.
Jérémie Le Bihan- Cambiante Clase Media
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Re: Fiesta pagana [LIBRE]
Todos los cerdos se abalanzaron en contra de Killer Bee, pero entonces el joven inquisidor también se unió en defensa de Killer Bee.
La mortal inquisidora se arrancó la frágil falda para mostrar sus pantaloncillos, la daga en la pierna derecha y un revólver en la izquierda. Desenfundó el revólver y disparó contra los primeros cuatro más cercanos, directamente al corazón, luego lo enfundó nuevamente y desenvainó la daga, dio un paso atrás buscando más impulso y corrió al frente, aprovechándose de un cuerpo tirado se arrojó con las piernas por delante hacía un sujeto. Lo prensó del cuello y se tiró a un lado trenzando con sus manos a otro, formando un arco entre los tres, luego con sus manos le rompió el cuello a uno y mientras caía y se llevaba al otro al suelo, le rompió el cuello en el aire. Cayó y arrojó su daga hacía otro acertando en el corazón, se arrojó hacía él y sacó la ensangrentada daga, con un juego de piernas dejó fuera de combate a un par más y degolló en varios movimientos a otros tres.
Fue cuando el inquisidor irlandés tomó a Killer Bee por la cintura, y la ayudó a subirse a un árbol, él la siguió y arriba el inquisidor les ofreció un gesto burlón, Killer Bee lo miró con interés, el hombre comenzaba a intrigarle y sospechaba de él. Deseaba interrogarlo y preguntarle por la pelirroja que lo acompañaba, pero supuso que no era lo adecuado, después de todo él la apoyo en el combate cuando pudo huir gracias a la distracción que provocara ella. Pero ¿acaso no fue él quien envió al gigante pervertido a bailar con ella, aquel cerdo que intentara propasarse y terminara muerto?
A nueva sorpresa de ella, el inquisidor la asió de la cadera y lo acercó a él y fueron saltando de rama en rama, escapando por el aire. Esquivando las rocas que torpemente arrojaban los ebrios paganos.
Fue entonces que Killer Bee y el inquisidor irlandés encontraron un refugio en el follaje de un árbol frondoso.
—¿Y bien Ike ahora que propones?— se atrevió a reprochar la inquisidora cuando sabía que la contestación sería. –No estaríamos en este lío de no ser por tí– y ella debatiría, –¿y quién acercó a ese bárbaro a mi?–
Pero antes de recibir una respuesta a lo que sería quizás una buena conversación unos ojos se acercaron, unos ojos brillantes y felinos. El animal se dejó de ver... Era un jaguar negro, majestuoso, imponente pero nada menos y nada más que un cambiaformas, el tamaño lo delataba.
—¿Me pregunto si serás el padre del primer caído?— preguntó a la bestia, provocándola en un intento de tomar tiempo. El jaguar se mantuvo allí, listo para el ataque justo como Killer Bee. Teniendo listo su daga la arrojó con dirección a la bestia, el jaguar lo esquivó con facilidad.
—Esto se pondrá interesante— dijo y tomando a Ike de la ropa se tiró a un costado salvándose de las garras de la bestia. Los inquisidores cayeron de pie y el jaguar bajó tan rápido como pudo, preparándose nuevamente para el ataque.
Killer Bee ladeó un poco la cabeza y desenfundó uno de sus revólveres, y lo ofreció al inquisidor. —¿Te basta tu espada o...?— dijo y le dedicó una sonrisa.
La mortal inquisidora se arrancó la frágil falda para mostrar sus pantaloncillos, la daga en la pierna derecha y un revólver en la izquierda. Desenfundó el revólver y disparó contra los primeros cuatro más cercanos, directamente al corazón, luego lo enfundó nuevamente y desenvainó la daga, dio un paso atrás buscando más impulso y corrió al frente, aprovechándose de un cuerpo tirado se arrojó con las piernas por delante hacía un sujeto. Lo prensó del cuello y se tiró a un lado trenzando con sus manos a otro, formando un arco entre los tres, luego con sus manos le rompió el cuello a uno y mientras caía y se llevaba al otro al suelo, le rompió el cuello en el aire. Cayó y arrojó su daga hacía otro acertando en el corazón, se arrojó hacía él y sacó la ensangrentada daga, con un juego de piernas dejó fuera de combate a un par más y degolló en varios movimientos a otros tres.
Fue cuando el inquisidor irlandés tomó a Killer Bee por la cintura, y la ayudó a subirse a un árbol, él la siguió y arriba el inquisidor les ofreció un gesto burlón, Killer Bee lo miró con interés, el hombre comenzaba a intrigarle y sospechaba de él. Deseaba interrogarlo y preguntarle por la pelirroja que lo acompañaba, pero supuso que no era lo adecuado, después de todo él la apoyo en el combate cuando pudo huir gracias a la distracción que provocara ella. Pero ¿acaso no fue él quien envió al gigante pervertido a bailar con ella, aquel cerdo que intentara propasarse y terminara muerto?
A nueva sorpresa de ella, el inquisidor la asió de la cadera y lo acercó a él y fueron saltando de rama en rama, escapando por el aire. Esquivando las rocas que torpemente arrojaban los ebrios paganos.
Fue entonces que Killer Bee y el inquisidor irlandés encontraron un refugio en el follaje de un árbol frondoso.
—¿Y bien Ike ahora que propones?— se atrevió a reprochar la inquisidora cuando sabía que la contestación sería. –No estaríamos en este lío de no ser por tí– y ella debatiría, –¿y quién acercó a ese bárbaro a mi?–
Pero antes de recibir una respuesta a lo que sería quizás una buena conversación unos ojos se acercaron, unos ojos brillantes y felinos. El animal se dejó de ver... Era un jaguar negro, majestuoso, imponente pero nada menos y nada más que un cambiaformas, el tamaño lo delataba.
—¿Me pregunto si serás el padre del primer caído?— preguntó a la bestia, provocándola en un intento de tomar tiempo. El jaguar se mantuvo allí, listo para el ataque justo como Killer Bee. Teniendo listo su daga la arrojó con dirección a la bestia, el jaguar lo esquivó con facilidad.
—Esto se pondrá interesante— dijo y tomando a Ike de la ropa se tiró a un costado salvándose de las garras de la bestia. Los inquisidores cayeron de pie y el jaguar bajó tan rápido como pudo, preparándose nuevamente para el ataque.
Killer Bee ladeó un poco la cabeza y desenfundó uno de sus revólveres, y lo ofreció al inquisidor. —¿Te basta tu espada o...?— dijo y le dedicó una sonrisa.
Camile Avery- Inquisidor Clase Alta
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Re: Fiesta pagana [LIBRE]
Algunas personas no lo saben;
pero las cosas pueden ser más fáciles de lo que parecen
Que huyera le decía. Que se escondiera, que regresara a la ciudad, que luego la encontraría. Claro que pensaba encontrarse luego con él en la ciudad. Claro que iba a hablar con él, por supuesto que sí. Pero no pensaba esconderse. No, no, para nada. ¿Huir a la ciudad, ella? ¿Esconderse de aquel peligro? ¿En qué estaba pensando? No, no pensaba hacerlo. No, no, no, para nada. A Selene no se le podía pedir que huyera cuando había peligro, porque jamás haría algo así, da igual lo que le dijeras. La muchacha negaba con la cabeza enérgicamente mientras él le daba la espalda y se iba en pos de la morena, de aquella otra inquisidora.
La pelirroja retrocedió e hizo lo que sabía hacer tan bien: se escondió entre las sombras. Corrió y corrió para meterse entre la multitud que sacaba las armas contra él y contra la inquisidora. Los dos, que eran inquisidores, y ella también.
¿Y qué haría ella? No podía descubrirse el pastel de lo que era, pero tampoco...¿qué demonios? Sí que lo haría. Debía hacerlo. ¿Qué más le daba? De todos modos no podría hacer allí lo que quisiera. La fiesta se había acabado y había comenzado aquella maldita cruzada. De todos modos aquella fiesta no habría servido para nada. Todos acabarían muertos
Así que Selene no se cortó ni un pelo y sacó la daga que llevaba siempre en la liga de su vestido. Se acercó hacia uno de los hombres y con un rapidísimo movimiento le cercenó el cuello. Uno de los que formaban parte de la fiesta. Una táctica para atraer la atención de varios de los de la fiesta, que la miraron y la apuntaron. Pero Selene sonrió con la misma amargura de antes y salió huyendo por el bosque, oyendo cómo varias personas la perseguían. Entre los árboles había más gente...¿serían ellos? Debía comprobarlo...pero no le daba tiempo. Alguien se acercó a ella y la agarró por detrás.
Pero Selene fue más rápida. Le dio una patada y un codazo y siguió corriendo entre los árboles. Escapaba de esa forma, con las hojas abriéndose a su paso con ese maldito hechizo, mientras esos dos seguirían por alguna parte.
Y entonces tropezó. Tres personas, los que la perseguían, se inclinaron sobre ella. A Selene no se le daba bien la lucha cuerpo a cuerpo, a no ser que usara alguno de sus hechizos o te pillara por detrás con su daga así que estaba en una situación bastante mala.
Por lo que usó lo único que podría salvarle la vida.
-Acabemos con esto de una vez...-unas pocas palabras, un sólo hechizo que confundiría varias cosas, como una reagrupación de elementos que finalmente provocarían...un pequeño incendio. Una pequeña invocación que provocó un fuego por detrás de ellos, lo que les distrajo lo suficiente como para que la muchacha pudiera deshacerse de los tres que se habían inclinado sobre ella. Nadie sabría cómo se habría iniciado aquel incendio que podría comenzar a extenderse. Pero no importaba. Selene siguió corriendo. A lo mejor acababa de vuelta en la ciudad y todo, si nadie más la perseguía.
pero las cosas pueden ser más fáciles de lo que parecen
Que huyera le decía. Que se escondiera, que regresara a la ciudad, que luego la encontraría. Claro que pensaba encontrarse luego con él en la ciudad. Claro que iba a hablar con él, por supuesto que sí. Pero no pensaba esconderse. No, no, para nada. ¿Huir a la ciudad, ella? ¿Esconderse de aquel peligro? ¿En qué estaba pensando? No, no pensaba hacerlo. No, no, no, para nada. A Selene no se le podía pedir que huyera cuando había peligro, porque jamás haría algo así, da igual lo que le dijeras. La muchacha negaba con la cabeza enérgicamente mientras él le daba la espalda y se iba en pos de la morena, de aquella otra inquisidora.
La pelirroja retrocedió e hizo lo que sabía hacer tan bien: se escondió entre las sombras. Corrió y corrió para meterse entre la multitud que sacaba las armas contra él y contra la inquisidora. Los dos, que eran inquisidores, y ella también.
¿Y qué haría ella? No podía descubrirse el pastel de lo que era, pero tampoco...¿qué demonios? Sí que lo haría. Debía hacerlo. ¿Qué más le daba? De todos modos no podría hacer allí lo que quisiera. La fiesta se había acabado y había comenzado aquella maldita cruzada. De todos modos aquella fiesta no habría servido para nada. Todos acabarían muertos
Así que Selene no se cortó ni un pelo y sacó la daga que llevaba siempre en la liga de su vestido. Se acercó hacia uno de los hombres y con un rapidísimo movimiento le cercenó el cuello. Uno de los que formaban parte de la fiesta. Una táctica para atraer la atención de varios de los de la fiesta, que la miraron y la apuntaron. Pero Selene sonrió con la misma amargura de antes y salió huyendo por el bosque, oyendo cómo varias personas la perseguían. Entre los árboles había más gente...¿serían ellos? Debía comprobarlo...pero no le daba tiempo. Alguien se acercó a ella y la agarró por detrás.
Pero Selene fue más rápida. Le dio una patada y un codazo y siguió corriendo entre los árboles. Escapaba de esa forma, con las hojas abriéndose a su paso con ese maldito hechizo, mientras esos dos seguirían por alguna parte.
Y entonces tropezó. Tres personas, los que la perseguían, se inclinaron sobre ella. A Selene no se le daba bien la lucha cuerpo a cuerpo, a no ser que usara alguno de sus hechizos o te pillara por detrás con su daga así que estaba en una situación bastante mala.
Por lo que usó lo único que podría salvarle la vida.
-Acabemos con esto de una vez...-unas pocas palabras, un sólo hechizo que confundiría varias cosas, como una reagrupación de elementos que finalmente provocarían...un pequeño incendio. Una pequeña invocación que provocó un fuego por detrás de ellos, lo que les distrajo lo suficiente como para que la muchacha pudiera deshacerse de los tres que se habían inclinado sobre ella. Nadie sabría cómo se habría iniciado aquel incendio que podría comenzar a extenderse. Pero no importaba. Selene siguió corriendo. A lo mejor acababa de vuelta en la ciudad y todo, si nadie más la perseguía.
Selene Ladomie- Condenado/Hechicero/Clase Media
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Re: Fiesta pagana [LIBRE]
Miré ceñudo al jaguar y luego al revólver que la inquisidora me ofrecía, contrariado conmigo mismo. Alcé la vista de nuevo hacia la bestia y en sus ojos veía la rabia y la ira centelleando, comprendiendo cuán justificado era aquél odio que sentía hacia nosotros. Comprendí el dolor de un padre ante la pérdida de su hijo y simplemente, rechacé el arma.
- A tu manera casi nos matan. Ahora lo haremos a la mía.- repliqué con un tono mordaz que no solía caracterizarme a la hora de dirigirme a una dama, perdiendo los estribos.
Le hice un gesto a la morena para que se posicionara tras de mí, empezando a acercarme al monstruoso jaguar que gruñía guturalmente, empezando así una defensiva danza en la que ambos girábamos en círculo sin perder nunca el contacto visual. Mis pasos eran firmes y mis músculos en tensión mantenían la estructura con los brazos separados de mi cuerpo y mostrándole las palmas para que viera que me encontraba desarmado en aquél momento, que no era mi intención dañarle. Tragué saliva, conteniendo la respiración a medida que percibía cómo el círculo iba cerrándose con sutileza, acercándonos cada vez más. El sudor caía por mi frente hasta deslizarse cuello abajo, infiltrándose por debajo de la camisa blanca que lucía. Y mientras el miedo empezaba a devorarme en silencio, me preguntaba una y otra vez qué me había llevado aquella noche a semejante situación de riesgo. ¿Había valido la pena, por un par de cervezas y un baile? Lamentablemente, sí, valió la pena. Quizás sin mi presencia, la batalla campal se hubiera saldado con un número superior de fallecidos. Aquella idea fue la que me dio el coraje para enfrentarme a la bestia, por lo que, sin detener mis pasos, me dirigí a él con tono firme y seguro, sin vacilar. Ya sin miedo.
- Lamentamos la muerte de su hijo, monsieur... Le juro que esto no tenía que haber acontecido, no era nuestra intención...- me detuve un momento, pues a mi espalda, la morena chasqueó la lengua contra su paladar, probablemente molesta en que la incluyera en aquél nosotros. La ignoré.- ...entrometernos en la fiesta. El alcohol hizo de las suyas y al final...
Me di cuenta que como mediador era pésimo justo cuando las garras del jaguar se abalanzaron sobre mí y sus fauces luchaban contra mis brazos en cruz que les separaba de mi cabeza, cayendo de espaldas al suelo mientras combatía contra la fuerza del animal, controlando el dolor que sus heridas empezaban a marcar mi cuerpo. Y entonces, cuando todo lo vi negro, me di cuenta que me encontraba sobre una rama caída del árbol bajo el que nos encontrábamos, por lo que aposté todas mis fuerzas en llevar mis manos al cuello del animal y como pude, le obligué a intercambiarnos los papeles, quedando ahora sobre él, batallando con energías, reteniéndole, asfixiándole hasta que al fin pude liberar una de mis manos para tomar aquella gruesa rama puntiaguda que no dudé en encastar justo en la boca abierta del animal, perforándole la cabeza, matándole al instante, salpicándome de sangre hasta impedirme el don de la visión.
La bestia dejó de removerse inquieta y yo llevé mis manos a mis ojos, retirando con cierta repugnancia aquella sangre de mi rostro. Sí, sentía asco. No por la sangre que me ensuciaba, sino por mí mismo, por mis actos. Había matado a un ser inocente, un hombre, un padre, y probablemente un esposo. Lo había matado sin siquiera pestañear. Miré mis manos, acongojado, iracundo ahora conmigo mismo y con mi suerte. Alcé el mentón y mis ojos furiosos se clavaron en aquella morena.
- ¿Estás contenta?- espeté malhumorado, irguiéndome a trompicones por las heridas de mi cuerpo, dirigiéndome hacia ella arrastrando los pies como si de un zombi me tratara, dispuesto a enfrentarme de una buena vez con aquella que había desencadenado aquél desastroso final de fiesta. Pero entonces, una humareda me llamó la atención, desviando la vista hacia las llamaradas de fuego que empezaban a extenderse hacia nosotros...
Off: Lamento la tardanza... ¡mucho! >_<
- A tu manera casi nos matan. Ahora lo haremos a la mía.- repliqué con un tono mordaz que no solía caracterizarme a la hora de dirigirme a una dama, perdiendo los estribos.
Le hice un gesto a la morena para que se posicionara tras de mí, empezando a acercarme al monstruoso jaguar que gruñía guturalmente, empezando así una defensiva danza en la que ambos girábamos en círculo sin perder nunca el contacto visual. Mis pasos eran firmes y mis músculos en tensión mantenían la estructura con los brazos separados de mi cuerpo y mostrándole las palmas para que viera que me encontraba desarmado en aquél momento, que no era mi intención dañarle. Tragué saliva, conteniendo la respiración a medida que percibía cómo el círculo iba cerrándose con sutileza, acercándonos cada vez más. El sudor caía por mi frente hasta deslizarse cuello abajo, infiltrándose por debajo de la camisa blanca que lucía. Y mientras el miedo empezaba a devorarme en silencio, me preguntaba una y otra vez qué me había llevado aquella noche a semejante situación de riesgo. ¿Había valido la pena, por un par de cervezas y un baile? Lamentablemente, sí, valió la pena. Quizás sin mi presencia, la batalla campal se hubiera saldado con un número superior de fallecidos. Aquella idea fue la que me dio el coraje para enfrentarme a la bestia, por lo que, sin detener mis pasos, me dirigí a él con tono firme y seguro, sin vacilar. Ya sin miedo.
- Lamentamos la muerte de su hijo, monsieur... Le juro que esto no tenía que haber acontecido, no era nuestra intención...- me detuve un momento, pues a mi espalda, la morena chasqueó la lengua contra su paladar, probablemente molesta en que la incluyera en aquél nosotros. La ignoré.- ...entrometernos en la fiesta. El alcohol hizo de las suyas y al final...
Me di cuenta que como mediador era pésimo justo cuando las garras del jaguar se abalanzaron sobre mí y sus fauces luchaban contra mis brazos en cruz que les separaba de mi cabeza, cayendo de espaldas al suelo mientras combatía contra la fuerza del animal, controlando el dolor que sus heridas empezaban a marcar mi cuerpo. Y entonces, cuando todo lo vi negro, me di cuenta que me encontraba sobre una rama caída del árbol bajo el que nos encontrábamos, por lo que aposté todas mis fuerzas en llevar mis manos al cuello del animal y como pude, le obligué a intercambiarnos los papeles, quedando ahora sobre él, batallando con energías, reteniéndole, asfixiándole hasta que al fin pude liberar una de mis manos para tomar aquella gruesa rama puntiaguda que no dudé en encastar justo en la boca abierta del animal, perforándole la cabeza, matándole al instante, salpicándome de sangre hasta impedirme el don de la visión.
La bestia dejó de removerse inquieta y yo llevé mis manos a mis ojos, retirando con cierta repugnancia aquella sangre de mi rostro. Sí, sentía asco. No por la sangre que me ensuciaba, sino por mí mismo, por mis actos. Había matado a un ser inocente, un hombre, un padre, y probablemente un esposo. Lo había matado sin siquiera pestañear. Miré mis manos, acongojado, iracundo ahora conmigo mismo y con mi suerte. Alcé el mentón y mis ojos furiosos se clavaron en aquella morena.
- ¿Estás contenta?- espeté malhumorado, irguiéndome a trompicones por las heridas de mi cuerpo, dirigiéndome hacia ella arrastrando los pies como si de un zombi me tratara, dispuesto a enfrentarme de una buena vez con aquella que había desencadenado aquél desastroso final de fiesta. Pero entonces, una humareda me llamó la atención, desviando la vista hacia las llamaradas de fuego que empezaban a extenderse hacia nosotros...
Off: Lamento la tardanza... ¡mucho! >_<
Ike M. Anghiari- Inquisidor Clase Alta
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