¿Nueva Amistad?[Privado]

por **Aitziber D’ Lemoine** Dom Nov 25, 2012 1:44 pm

Los fantasmas en ocasiones son muy predecibles, en otras no, muchos eran diferentes, nadie era igual a otro, pero en lo que podrían congeniar era que en ocasiones eran muy fastidiosos y mucho más si le dan un poco de confianza y mucho, mucho más si eres un brujo. Al ser un brujo debías tener un límite, una línea del cual no debías cruzar, podías tener aquellos entes que te ayudarían cuando tú lo quisieras, pero luego podrían venir más a alborotarte y asustarte, porque ellos simplemente quieren. Eran juguetones porque solamente los podías ver y muy pocas personas podrían verlo, así que para ellos era una droga sentirse útiles y vistos.

Estaba en su tienda, casi siempre dejaba que ellos rondaran en ese lugar, pero en esos momentos comenzaban a ser un verdadero fastidio, no la dejaban concentrarse en lo que debía hacer y parecía que lo único que deseaban era molestarla –Si no se detienes los echare- dijo advirtiendo mientras se levantaba de aquel gran escritorio en donde había estado sentada por varias horas. Uno de ellos le había dicho que la estaban distrayendo, aquello le dio mucha risa. Levanto algunos papeles que habían llegado al suelo mientras ignoraba hasta la energía que emanaba de ellos –En este momento no puedo estar con ustedes, estoy ocupada… ¿Por qué no se van a asustar a los niños del orfanato?-

¡Aburrido! Muchos gritaron a la misma vez, Aitziber tuvo que taparse los oídos, había sido como un grito desgarrador, eso la hizo enojar, los miro furiosamente mientras estos veían su rostro distorsionado por el disgusto –Se los advertí… fuera!- ordeno y todos los fantasmas se fueron rápidamente temerosos de lo que la bruja pudiera hacerles. Esta dejo salir un leve suspiro de alivio al notar que ya estaba sola, pero algo la distrajo, un pequeño timbre de la puerta hizo que su mirada se centrara en esta para luego girar todo su cuerpo y acercarse a la parte principal de la tienda, debía ser un cliente… esa era la única explicación que podría tener.

–Bienvenida a Spice-Dame – dijo suavemente al mismo momento que se situaba cerca de la barra para atender a la clientela recién llegada-¿En qué puedo ayudarla?- pregunto de forma dulce, sonriendo ampliamente.

por **Karólynn Schwarowzki** Mar Nov 27, 2012 12:06 pm

Me había llegado el dato de que en la zona comercial había una tienda de Especias muy particular, que traía su preciosa mercancía desde lugares remotos. Y la verdad, me caía como anillo al dedo. A pesar de que no era bruja dedicada a la hechicería en sí, me consideraba una curandera eficaz. Pero, ¿qué es una curandera sin sus hierbas y especias? Así que en cuanto tuve un día libre de obligaciones, partí rauda hacia aquella tienda.

En estos casos, agradecía que mi nariz me guiara. Una tienda de especias debía de tener un olor particular. Quizá imperceptible para los videntes, pero para mí debía de constituir un cambio en el ambiente. O posiblemente algo me guiaría hacia mi destino. Cualquiera de las dos opciones eran viables.

Así que no me sorprendí al ver un tropel de fantasmas saliendo de una de las tiendas, reclamando a alta voz el hecho de que los hubieran despachado de aquel lugar. Uno de ellos, sabiendo que podía verles, se acercó a mí, preguntando quién era y qué quería en un lugar tan abarrotado como la zona comercial de París.

-Gracias por tu amabilidad. Soy sólo una mujer ciega en busca de una tienda de Especias. Spice-Dame creo que se llama…

-¡Pero si estás frente a ella! Qué suertuda eres. Vamos, pasa. ¿Ciega y sin un bastón? ¿Pero cómo sobrevives a la vorágine parisina?

Le sonreí a la masa de colores mientras entraba a aquella tienda. Escuché claramente una campanilla sonar, la que fue seguida por una amable voz preguntando mis pedidos. Me guié por la misma para llegar hacia el mostrador.

-Buenos Días. Quisiera saber si tienen Raíz de Oro y Corteza de Frangula, por favor.

Y esperaba también que no se diera cuenta de mi ceguera. Lo que menos quería era que alguien más me compadeciera.

Spoiler:

por **Aitziber D’ Lemoine** Dom Dic 09, 2012 8:44 pm

Hubo un leve silencio en el lugar mientras Aitziber miraba hacia la puerta de la tienda en donde parecía que había algún espíritu rezagado, con la mano le indico que se largara, este frunció el ceño y rápidamente desapareció para ir a molestar a otra parte, por suerte ya no habría más molestias por hoy de esa clase, bueno solamente Isabel que desde que pudo comenzar a materializase mejor ya comienza a ser un pequeño dolor de cabeza, pero era de aquellos dolores de cabeza que valen la pena soportar. Aunque ya no estaba muy informada sobre las cuestiones de Agharta, sentía que era mejor de esa forma, ya no tenía tanto problemas, como los de antes, estaba comenzando a pensar en apartarse de aquello pues las intenciones de cada uno de los bandos no era claras y todo se había estancado, al parecer guardar silencio era mejor, lo único bueno que había sacado de eso era que Isabel había podido salir y comenzaba a ser más útil en ciertas circunstancias y aunque era un espíritu con más de quinientos años, aun parecía una nena en algunos aspectos.

-¿Raíz de oro y Corteza de Frangula?- repitió para ella misma mientras ponía un semblante un poco pensativo –oh claro Raiz tengo y corteza me ha llegado un poco en este encargo que hice, pero deberá esperar un poco, pues no la he seleccionado ni arreglado para la venta, así que no se que desea hacer- respondió con la amabilidad que siempre tenía a sus clientes. Giro su cuerpo mirando aquel gran estante que tenía antes en sus espaldas, tanteaba un poco con su lengua hasta que dio con lo que deseaba, una pequeña lista que le decía lo que había encargado, la reviso con cuidado y rápidamente, pronto dio con lo que deseaba asegurarse –Así es- dijo señalando las letras escrita con tinta –“Corteza de Frangula”- miro a la joven y sonrió ampliamente –Me han traído cinco kilos, pues aun no es muy comercial, pero bueno… el problema es que no lo tengo arreglado y así no te lo puedo vender– explico con tranquilidad al mismo tiempo que guardaba el papel en un estante y se acomodaba su cabello que poco a poco comenzaba a crecer aun más hacia atrás.

-Si quieres puedes esperar mientras te arreglo un poco- sugirió –No será muy rápido, te advierto, debo buscarla entre todas las especias, pero valdrá la pena, te lo prometo “Spice-Dame” tiene las mejores especias de parís y si no es así que me lleve el diablo en este momento- dejo salir una leve sonrisa mientras se acercaba hacia la puerta en donde estaba su oficina. El lugar constaba de tres partes, la tienda, que era la parte principal, el depósito y oficina, en donde tenía todas las demás especias que no podría tener en la primera parte, además hiervas especiales para los brujos que venían a su tienda, casi siempre al frente habían especias para condimentar la comida y alguna que otra que servía para los curanderos convencionales. La tercera parte era una habitación, en donde Aitziber en ocasiones podría dormir cuando estaba muy cansada y en donde estaba en otra puerta el depósito en donde todas las especies que llegaban nuevas se ponían hasta que ella misma llegaba a recolectar, seleccionar y embolsar para la venta. No tenía empleados así que todo el trabajo recaía en ella.

Debía sacar el saco de aquel lugar para limpiar y seleccionar las mejores para la joven, no había ningún ruido y no se había percatado de su condición de bruja pues no había ningún fantasma se soplara o chismoseara, casi siempre ella era mala para ver el aura de las personas o aquellas energías notables en una persona dotada con poderes, pero ya estaba muy ocupada teniendo que soportar tantos brujos que ya no le interesaba si estaba alguno cerca, para ella era solamente una empleada mas –Entonces… ¿Aceptas? Te preparare un poco de Té negro con un toque de yerbabuena… veras que te encantara -

por **Karólynn Schwarowzki** Mar Dic 25, 2012 9:14 pm

-Claro, me encantaría un poco de té negro- sonreí de manera cálida, tratando de que mis ojos- mirando al vacío, como siempre- no me delataran. La oferta era demasiado tentadora como para pasarla por alto. Y es que a mí me encantaba el té. Mi afición a esa bebida llegaba a niveles que sólo podían calificarse de adicción.

La seguí hasta una habitación en la que no podía distinguir demasiado, aparte del aura mágica que de por sí desprendía… Esperen. Mágica. Eso significaba sólo una cosa. Con disimulo, me apresuré a ojear el aura de la mujer que me estaba atendiendo. Mis sospechas se confirmaron al momento. Y me sentí estúpida de no haberlo pensado antes.

Una bruja atendiendo una tienda de especias raras. Si lo veías desde el punto de vista mágico, era algo bastante obvio. Lamentablemente, mi punto de vista era más bien difuso. No podía guiarme por la vista, sólo por las auras. Y aunque ellas dijeran toda la información que necesitaba saber, a veces era fácil que su dueño las ocultara. En este caso, podría haberla encontrado con la guardia baja. Posiblemente había tenido suerte.

El olor del té negro me despabiló, y sentí la inconfundible sensación del vapor cerca de mi nariz. Antes de que me diera cuenta, el té ya estaba servido, al frente mío. Cielos, pero qué distraída estaba.

-Muchas gracias- sonreí a la vez que tomaba un trago-. No te preocupes por mí, tengo tiempo para esperar.

por **Aitziber D’ Lemoine** Vie Ene 04, 2013 8:23 am

Aitziber se sintió feliz al momento de que ella acepto, le indico hacia donde ir mientras una sonrisilla estaba en sus labios. Había tenido tiempo que no tenia visitas, en realidad tenía muy pocas, solamente cuando su madre o hermana venia y extraña vez su padre llegaba por esos lugares, pero era mejor así. Dejo salir un leve suspiro, tenía tiempo que no veía a Louis, aquel cambiante gato que era como su amor platónico ¿Dónde rayos se habría metido? Había escuchado que había encontrado una niña bruja y la estaba criando, pero no sabía la autenticad de aquellos hechos, así que simplemente dejaba pasar el tiempo, pero sentía que en realidad no tenía amigos en parís… aunque pensándolo así siempre había sido de aquella manera. La hija menor de los D’ Lemoine escondiéndose entre estudios extraños que su profesor personal le dictaba y mostrándose antipática por muchas cosas que jovencitas de su edad era muy normal y hasta necesario. Pero ella no era normal, desde nacimiento y por selección divina ella era una bruja.

-Está bien- asintió animada –buscare en el almacén y traeré un poco- realizo una reverencia para luego caminar hacia la puerta trasera. Sus pasos eran tranquilos y ligeros, de sus labios comenzó a salir una leve melodía. Estaba silbando mientras buscaba aquella especia que por suerte había solicitado hace unos meses y que había llegado aproximadamente otros pocos en llegar al puerto, aunque las personas comunes no utilizaban ese tipo de especias, algunas personas si, algunas comunes para cosas normales, otras que tenían un poco de conocimiento para sus brujerías caseras, los gitanos también la solicitaban, pero no era muy cotizada por eso no estaba en el stand principal y tampoco se había preocupado por arreglar aunque sea un poco. Ahora debía trabajar doble.

No tenia empleados, odiaba a los empleados, había muchos secretos como para dejar una persona normal entrar en este lugar. Con unos guantes especiales sujeto la ración suficiente como para la joven y tener otro guardado por si otro cliente deseaba la misma especie, la limpio con agua fresca para quitarle cualquier cosa que no fuera la especia misma, se dedico a limpiarla bien mientras seguía silbando, luego la puso en una toalla y con cierta dulzura la llevo hasta donde estaba la joven y la dejo en una mesa en donde la prepararía –Lo siento si tarde, estaba un poco sucia, pero ya seleccionare lo mejor solamente para usted- dijo mirándola para luego sonreír ampliamente mientras sus manos ya secas y desnudas comenzaban a mover la especie con gran agilidad.

Frunció levemente el ceño, aquella mujer tenía algo raro de que no se había percatado, ladeo su cabeza para luego sacudirla y seguir en lo suyo mientras seguía silbando una melodiosa canción, suave, como si fuera una niña aun. Había terminado, la puso en un sobre con el otro ingrediente y se acerco a la mujer, -aquí tiene- dijo estirándose con amabilidad para dejárselo cerca de sus manos –ya ha tomado su taza ¿desea otra?- pregunto ladeando su cabecita moviendo también sus cabellos por culpa de la gravedad.

por **Karólynn Schwarowzki** Miér Ene 16, 2013 11:20 am

-Muchas gracias, otra taza me sentaría muy bien- sonreí a la vez que acercaba la taza hasta donde creía que estaban sus manos. Luego sentí por sus pasos que se iba, y me dediqué a examinar mi compra de todas las maneras que pude.

Me llevé las hierbas a la nariz, para detectar cualquier aroma fuera de lo normal. También la toqué concienzudamente, por si habían irregularidades. Nada. En verdad este lugar era bastante bueno en lo que hacía. Posiblemente me convertiría en clienta frecuente de la tienda, por la calidad de las plantas y especias. Y también por el té que me ofrecían. Nada mejor que una taza de té negro mientras se hacen negocios importantes.

La taza llegó bastante pronto, con su aroma característico. Me llevé el brebaje a los labios, con cuidado para no quemarme, a la vez que muchas interrogantes surcaban mi cabeza. ¿Cómo es que la inquisición no había venido a molestar por aquí? ¿No era rara una tienda de especias en medio de la zona comercial? ¿O quizá esta bruja tenía una tapadera lo suficientemente buena como para pasar desapercibida? Quizá era lo último, pues las hierbas podían usarse para más cosas que la simple hechicería.

-¿Hace cuánto que trabajas en esto?- pregunté, tratando de sonar indiferente. Quizá la inquisición no había tomado cartas en el asunto porque era una tienda muy nueva. Esperaba por el bien de aquella dependienta que no lo fuera.

Spoiler:

por **Aitziber D’ Lemoine** Mar Feb 26, 2013 7:23 pm

De forma muy amable le serviría todas las veces que necesitara y solicitara te, en realidad ella también era fanática del té, pero no tomarlo, luego de unas cuantas sesiones le aburría mucho y hasta podría aborrecerle, pero el experimento entre diferentes sabores y especias era una de sus especialidades y el te era una mezcla de aquello, una mezcla de diferentes mezclas en las que ella era buena. Le gustaba el té negro, era uno de sus favoritos, el té blanco también tenía su atractivo, pero desde que había experimentado con la yerbabuena se había convertido en uno de sus bebidas favoritas, aunque ya en ocasiones prefería mejor algo fresco y frio, pero ya todo dependía de la estación y el estado de ánimo de la bruja.

Estaba ya casi a punto de terminar, le faltaba simplemente dejarlas en una buena presentación, escucho la pregunta de la mujer y sonrió dulcemente –Bueno…- dijo ella sonriendo suavemente –No soy tan vieja, pero ya para mi edad es un poco extraño que esté trabajando y no junto un esposo y cuidando a algunos niños- dijo ella con cierta dulzura en sus palabras. No le importaba dedicarse a cosas así, pero se sentiría extraña, como una paloma que no la deja volar. –Mi padre es un gran negociante, sus negocios siempre se han centrado en la importación y exportación de mercancía, todo lo que se pueda utilizar para el mundo culinario, claro está, lo que se necesite seco, como las especias- indico ella ya casi terminando. Había puesto cada una de las hierbas en distintas bolsas, cerrándola bien para que su olor y esencia no se perdiera. Las dejo junta y de forma simbólica junto las palmas de sus manos y se inclino no un poco haciendo una leve reverencia y rezando para proteger aquellos ingredientes, esperando que fueran perfectos para la necesidad de la mujer. “Por favor sean útiles…” siempre decía eso mentalmente, dando una pequeña bendición que por suerte se prolongaría hacia la persona y terminaría siendo un éxito cualquier cosa que estas realizaran con ellas.

-Tengo unos tres años en esto- dijo un poco dudosa, pues en realidad no se acordaba de cuando tenía exactamente-Mi padre no quiso casarme y siempre le he ayudado con las finanzas y negocios; dice que soy muy buena. Luego de cierto tiempo me aburrí de solamente verificar importaciones, negociar y firmar por mi padre, así que decidí con ayuda de mi padre a montar mi propio negocio- sujeto las dos bolsas, las cuales la había envuelto en un pañuelo rojo para luego sentarse al frente de ella y estirarle los productos. –como ya tenía conocimiento de los empresarios que traían lo que yo necesitaba, solamente necesite contactarme con ellos. Aunque no soy un negocio grande como otros y les pido en ocasiones en pequeñas cantidades, creo que me va bien- sonrió dulcemente.

Tomo una taza de té ella para tomar un sorbo, busco un pañuelo para luego limpiarse sus manos. Un maullido pareció adornar el lugar, como si fuera un leve canto que aparecía en una ópera del teatro-Ah, es Lune- susurro la bruja de forma indiferente –Esa gata solamente viene cuando tiene hambre- comento la bruja entrecerrando los ojos para disfrutar su bebida caliente. Era un disfrute completo sentir la mezcla de sabores en su paladar, dejo salir un leve suspiro para luego abrir sus ojos y dejar en la mesa la taza –Bueno, aun me ocupo de algunos negocios de la familia, como no tenemos hombres en la familia; somos tres hijas. Parece que se aprovecharon de la menor para mantener el negocio de la familia en funcionamiento- dijo bromeando un poco –Mis otras hermanas están ocupadas con sus matrimonio y pues bueno, esperando algún nuevo integrante de los Lemoine, yo sinceramente no sé si pueda hacer eso- el mínimo se había atrevido a aparecer, a lo mejor por fin se había encontrado una entrada a la tienda. Salto hacia el regazo de Aitziber, la cual simplemente acaricio su cabeza mientras esta ronroneaba feliz de aquellas caricias, sus manos pasaron por el lomo mientras las patas de aquel gato negro masajeaban sus muslos para luego acomodarse y hacerse un rollo en sus piernas –creo que soy mejor para los gatos- susurro acariciando al mínimo que parecía que había quedado profundamente dormido.

Se dio cuenta que solamente había hablado de ella y eso le dio un poco de pena –ah, perdón- dijo riendo con un poco de nerviosismo –solamente he hablado de mi, que narcisista soy- se disculpo para luego tomar un poco de su te –Nunca le pregunto a mis clientes para que utilizaran lo que compran, en realidad poco me interesa.- dijo ella dejando otra vez la taza a un lado –entre menos sabemos, mejor para nosotros ¿no cree?- sonrió de forma traviesa para luego añadir: -¿le gusta los gatos?-

por **Karólynn Schwarowzki** Dom Mar 24, 2013 11:02 pm

Entonces, gracias a Dios, tenía una tapadera. Eso era un alivio. ¿Y se quejaba de que no era joven? Estuve tentada a soltar una risita. Yo estaba cerca de los treinta, y condenada a ser una solterona de por vida. A pesar de todo el cariño que sentía por las criaturas vivientes, nunca había llegado a sentir amor real por algo o alguien. Era algo quizá demasiado alejado de mí, y la verdad no sentía que faltara en mi vida. Podía vivir tranquilamente con el cariño de los demás y con la oscuridad que siempre me acompañaba a todas partes.

Al escuchar su historia familiar, sentí que estaba sentada junto a alguien importante. Una joven hija de empresarios, que era totalmente autosuficiente, que podía salir adelante sin mucho esfuerzo y aún así, mantener su condición de bruja más allá de las habladurías, cosa que era muy distinta a mí. Por ser ciega, estaba condenada a ser una inútil más. Y siempre la gente se preguntaba, ¿Cómo es que podía caminar sin bastón? ¿Cómo era que se me daban tan bien las plantas? ¿Cómo era que podía ubicarme tan bien, o reconocer a las personas cuando las veía? Aunque eran cosas que nada tenían que ver con mis aptitudes mágicas, llamaban demasiado la atención y hacían creer que yo había conseguido poderes de la manera más vil.

Las palabras de la mujer me sacaron de mi enajenación mental, y le dediqué una sonrisa mientras dejaba mi té a un lado.

-¿Los gatos? A toda mujer le gustan los gatos- no era precisamente por el mito de las brujas, sino una realidad universal-. Podría preguntar sobre razas, pero creo que sería algo rebuscado… aunque considerando las circunstancias, creo que por ahora mis favoritos son los Azules Rusos. Son tan difíciles de hallar aquí…- un pequeño puchero escapó de sus labios. Los franceses no sabían demasiado de gatos, por lo que su búsqueda se había visto truncada desde el principio- De cualquier modo, en estos tiempos los perros pequeños son los preferidos por las clases altas, si no me equivoco. Es muy difícil encontrar a una persona poseedora de un gato- y dicho esto, sonrió.

por **Aitziber D’ Lemoine** Mar Mar 26, 2013 1:20 am

La escuchaba atentamente con una leve sonrisa en sus labios –Si, pero los perros son mas como animales de compañía, algún sustituto de los hijos- indico ella tratando el tema con simplicidad –los gatos son más atractivos, son independientes y siempre te buscan cuando ellos quieren, algo caprichosos, pero siempre tiernos y sensuales- miro al animal para dar dos palmaditas y que se pusiera en su regazo, en animal atendió y rápidamente se acomodo en sus regazo ronroneando por estar feliz, ella le acaricio la oreja de atrás y luego sonrió ampliamente por simplemente notar como el animalillo se quedaba quieto y hasta buscaba las caricias de su mano.

Los gatos negros tenían mala fama, pero debí admitir que a ella simplemente le fascinaba, no solamente los negros, los de un solo color, como los blancos y otros que no tuvieran tantos matices, aunque los de manchitas también eran lindos, por siempre ser únicos, los de un solo color eran su fascinación –A mi madre no le gustan los gatos- indico ella riendo suavemente –por eso la mantengo aquí en mi tienda, prácticamente se ha convertido en mi casa- tenía una relación genial con su familia, sus hermanas ya tenían una familia, sus esposo eran grandes empresarios y las mantenían consentidas, ella era la única que llegaba a estar sola, pero claro eso era lo que todos pensaban.

-Dígame ¿de dónde es? pues aunque, habla muy bien el francés, puedo notar que no es de este país ¿o me equivoco? Tal vez viajo a algún lado y estuvo cierto tiempo en cierto lugar- dedujo ella con tranquilidad mientras tomaba el té. Eran pocas las veces que podía llegar a hacer eso, solamente con su amiga Marianne había tomado una tarde para charlar para la final terminar teniendo una sesión de magia, pero claro aquello había sido hace mucho tiempo, ahora ella era una mujer importante y no tenía tiempo para ella a Aitziber no le importaba, le parecía normal que las personas cambiaran de ámbito y se olvidaran de algunas cosas, por allí siempre tenía el vestido que le había confeccionado exclusivamente para ella, le había encantado tanto que no se lo había podido quitar por un tiempo, era simplemente perfecto y mágico.

Le era gratificante estar conociendo a otra persona, tal vez con algunos gustos iguales, pero sabía que también podría tenerlos diferentes, pero lamentablemente ella no era de las personas que hacia amigos rápidamente, sentía que para alguien llamarse así, debía ser una persona importante y con una energía que a ella le fuera agradable, pero notaba que ante aquella joven podría ser ella misma, claro no con todo su esplendor, pero si hablar con más tranquilidad, mas libertad y no tan atada a las costumbres de la época.

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