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PARÍS, FRANCIA
AÑO 1842

Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.

Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.

¿Estás dispuesto a regresar más doscientos años atrás?



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Mensaje por Emerick Boussingaut Lun Dic 10, 2012 1:23 pm

"El engaño es una de las estrategias fundamentales para la supervivencia en el reino animal."
Mihály Csíkszentmihályi



¿Cómo enfrentar la vida cuando no sabes qué camino seguir? ¿Cómo seguir un camino cuando tú mismo has roto los que tenías? ¿Cómo tener algo cuando descubres que ya nada es tuyo? ¿Cómo decir “mío” cuando hasta la vida parece huir de ti?...

Ya habían pasado varios días desde que había conocido a Jîldael y todo lo que para él significaba algo, ahora no significaba nada. Todas sus promesas se rompieron en mil pedazos, todo su honor quedó esparcido por el piso y todo en cuanto creía le había traicionado. Ni siquiera creía ya en él mismo y probablemente ya ni siquiera sabía quien era. Se sentía perdido, absolutamente perdido, como si en verdad no fuese capaz de encontrarse a si mismo y necesitara de una mano ajena quien le dijera “Hey, este eres tú”.

Y a todo su embrollo personal, podía sumar aún más el hecho de su nueva curiosidad, pues se negaba a aceptar que sólo fuese capaz de desear a una mujer que, para colmo, estaba prohibida. Se negaba rotundamente a que no pudiese llegar a reemplazar su imagen en sus pensamientos y que no fuese capaz de seguir una vida sin su recuerdo. Era una lucha personal, por él mismo, que nunca había deseado estancarse con ningún imposible que al final no eran más que trancas en el camino y él aún tenía mucho por avanzar, así que debía hacerlo, debía buscar alguna otra mujer sólo para superarse a sí mismo y seguir manteniendo su orgullo en alto. Le utilizaría, lo sabía, así como también sabía que él no era de esa clase de hombres por lo que debía ser una mujer a quien no tuviese consigo de manera engañada y que tampoco tuviese que seguirle viendo la cara después ¿Qué mejor entonces que una cortesana?

Por un momento había pensado en enviar a uno de sus criados a recoger una de aquellas al Burdel, pero luego recapacitó en que esa mujer, como mínimo, tenía que ser a su gusto, así que tendría que ir él mismo. Por tanto, se baño y se vistió con sus mejores galas, mas aún evitó el echarse perfume pues ya le habían dicho que bastaba con todos los olores de ella como para querer meter uno más a la mezcla; pensamiento que le hizo dudar de si aquello sería realmente lo quería, pero si no lo intentaba jamás lo sabría.

Subió entonces a su carruaje y se dirigió a la zona de burdeles y tabernas, pidiendo que le esperasen durante una hora, y que si no regresa en dicho período de tiempo, se marcharan. No le gustaba la idea de compartir las mismas sábanas que otros, por ello es que preferiría llevarse a la dama consigo, pero si al final resultaba entretenerse en otra cosa, pues tampoco les tendría esperando a por él.

Caminó por las calles con el bastón de caballero que le había revestido Gianella, una buena arma para en caso de necesitar defensa. Después de todo, nunca sabía con que podría toparse en lugares como aquellos. Suspiró y se armó de valor antes de decidirse por alguna de las fachadas, y ya se dirigía a una de ellas cuando su puerta se abrió y un caballero de rostro familiar salió del Burdel, por lo que Emerick acabó escondiéndose detrás de un árbol y volviendo a replantearse en donde demonios se estaba metiendo.

Miró alrededor, la calle era transitada y bien iluminada, al menos era un buen sector, pero ya tenía tantas dudas y reticencias al respecto que finalmente acabó abortando la misión y metiéndose al primer bar que encontró a su paso, con la intención de al menos pasar un rato agradable y quizás hasta jugar una buena partida de póquer que le permitiese desbancar a sus adversarios. Para su mala suerte, nadie estaba jugando, así que no le quedó más remedio que acercarse a la barra y rematar la tarde con el trago más fuerte que le pudieran ofrecer.

La vida es injusta... y Dios no es más que un niño jugando con una granja de hormigas, obviamente nosotros somos las hormigas — le dijo al cantinero, con las ganas de emborrarse hasta quedar inconsciente.




Última edición por Emerick Boussingaut el Jue Ene 10, 2013 7:11 am, editado 2 veces
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Mensaje por Invitado Lun Dic 10, 2012 5:02 pm

"No le eches la culpa a la mala suerte cuando pierdas y digas que ganas gracias a tu destreza. Si piensas que no tienes nada que aprender, es la forma más segura de garantizar que aprendes exactamente eso: nada."
Chris Ferguson


Simple; cuando no hay un camino destruyes el bosque entero hasta hacerte de uno. Saca las ramas y esas impurezas que te retienen. Rompe y destrózalo todo; hasta que sientas que ya no puedas mas. Ahí en ese momento. Te tiras al césped miras hacía arriba y gritas con toda las fuerzas que tengas. Deja que el sol te de en el rostro, hasta que llegue la luna. La noche te acogerá, por que es la madre de todos los seres vivos y muertos. Y ahí cuando ya sientas que todo esta perdido. Es donde debes renacer. Y empezar nuevamente desde el principio.

La noche era indicada; el cielo como un hermoso durazno se iba cayendo, dando paso al celestial y nocturno mundo. Un mundo intangible lleno de espectáculos por presentar, un mundo plano o circular. Unas estrellas que iluminan el cielo y unos planetas que lo adornan. Era el día esperado, el momento en el que salía a disfrutar. El único momento donde lo hacía. Una vez por semana salía por la noche para beber con los francos conseguidos, jugar cartas o hacer alguna apuesta. Eso, si la semana había sido buena, de otra forma, intentaría ir a destruir a algún inquisidor o cazador por las cercanías. O quizá a algún conocido de la realeza. Todo, rompiendo las leyes de lo natural.
Mi cabello largo estaba recogido en una alta cola y un traje o vestido mas bien descuidado era lo que llevaba. Sin pintura, sin ese colorete monstruoso que llevaban las mujeres. Mi cara pálida y las leves ojeras se podían ver en mi rostro. Sin perfume, solo con mi esencia natural. Aunque quizá alguien persuasivo podría sentir el aroma a especias de hechicería con las que cargaba.
Pasar entre medio de las aristócratas me daba asco; pero no había otra, la Rue de Vaugirard siempre estaba infectada por esa clase de gente; y yo debía pasar por ahí quisiera o no. Las empujaba cuando podía y una risa tranquila salía de mis labios. "El placer de la venganza, el placer de poder romper lo que odio. Que dulce sentimiento, algún día todos caerán a mis pies y no serán mas que viles sirvientes" Mi pensamiento constante, mi odio ilimitado hacia el mundo. Nada corría a mis pasos. Pero no me importaba, pues yo corría tras lo que quería. Tenía un solo objetivo en la vida, y por ahora no quería mas que cumplirlo.

Me adentré a la taberna; una de las más escondidas, cobraban a mitad de precio y usualmente tenía a las mismas personas dentro. Agaché apenas la cabeza saludando a los de un costado y seguí encaminándome. Con descaro me apoyé, dejando salir una sonrisa cínica en la barra. Suspiré y entrecerré los ojos, modificando mi rostro hasta quedar en uno mas tranquilo, mas normal y compasivo. Aquellas personas eran las que me acogían y siempre me comportaba de manera mas bien normal con ellos. Cerré mis ojos completamente, por un momento y con un saltito me apoyé en aquella banqueta. Bostecé y pedí un whisky bastante cargado, caliente, sin nada de hielo. Saqué de uno de los bolsillos algunos francos y los dejé en la mesa, sacando al mismo tiempo una pequeña pipa de opio. Un suspiro abundante salió de mi boca y de repente mi oído se fue a un costado, escuchando las clemencias de alguien que con evidencia venia a emborracharse. Que eran esas cosas de Dios y las hormigas? Es que aquel hombre era imbécil o solo trabajaba de eso? Es decir, de aristócrata. Le observé y casi siento que podría vomitar. Le hubiese hecho una ilusión o alguna de mis trampas; solo para fastidiarlo, pero el tenía un aura de un no humano. Deslicé mi cuerpo hacia ese lado, pasando a la otra silla, para así quedar a su lado y le miré.
Con mis ojos grandes y efusivos, mis labios alargados y no tan anchos. Un rostro que era cuadrado por donde se lo mirara. Esculpido en madera. Era duro y simétrico. Lo único especial de mi rostro, era el brillo opacado de los ojos, que contrastaba con unas ojeras tostadas por debajo. Dando una mirada bastante extraña. Y probablemente una sensación que era del mismo modo.

"No es que no desee ser normal, pero mi mente esta demasiado afectada, solo quiero reír y reír hasta el que mundo me aclame que vivamos en paz, en armonía y en un mundo donde todos seamos iguales. Tan difícil?"

-Os parece que seamos hormigas? No creéis que nos esta denigrando demasiado? Vosotros parecéis de clase alta, un aristócrata sin problemas. De que os quejáis? No tenéis derecho a quejaros de nada. Vuestra vida parece demasiado satisfactoria. Con esas ropas elegantes y un... Bastón como los de la realeza... Que hacéis en un lugar como este? Estáis seguro de que podéis protegeros solo. No es así?

Mi voz era un susurro en una melodía, la armonía de una dulce canción, pues mi encandilamiento estaba activado. No deseaba agarrarme un enemigo en esas circunstancias, y a la mayoría de las personas le provocaba disconformidad. Mejor era asegurarme. Mi sola aura era horrible, negra y solitaria. Era una persona horrible entre un mundo aún peor. Sentimientos malos eran lo único que podía tener. Pero al mismo tiempo, podía pararme y seguir adelante. No me daba por vencido. La vida era corta y larga al mismo tiempo.
Si no encuentras un fin por lo que hacer las cosas, la vida es una perdida de tiempo, demasiado larga. Y por otro lado, si tienes un deseo firme en tu corazón el tiempo se reduce a un cuarto. Es como si pasara volando a tu alrededor y solo puedes agarrar pedazitos de eso, pues las manos no te alcanzan. Triste realidad es aquella que asoma en los límites de mi cuerpo! Lo deseo todo pero no puedo tener nada! Como una ameba que cambia todo el tiempo. Pero que busca un fin último, un fin universal. La felicidad y la tranquilidad de una alma en pena.
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Mensaje por Emerick Boussingaut Dom Dic 23, 2012 1:27 pm

"Comprender no impide juzgar, juzgar no impide comprender."
Edgar Morin



Recibió su vaso de vidrio, relleno hasta la mitad de whisky envejecido de hace tres años, no había cristal en un lugar como ese, sólo vidrio y marcas de los licores más vendidos y, por ello, los más baratos.

Gracias — le dijo al cantinero, dedicándole una mirada fugaz antes de ver como se alejaba para atender a el resto de la gente.

Fue en ese momento cuando pudo sentir la presencia de alguien a su lado; la visión del rabillo de su ojo le dijo que se trataba de una pelirroja de largos cabellos y lo suficientemente delgada para no ser más que una línea en su visión periférica. Su olfato le susurró que se trataba de una yerbatera o algo parecido, pues su aroma no correspondía a fragancias, ni aceites o jabones, ella olía como la hierba del bosque y las praderas, aquellas que se encontraban en las tiendas de los curanderos y otros aficionados al arte de los conjuros; quizás una novata o tal vez una verdadera bruja, como fuese, ya había aprendido de la vida a no juzgar con falta de pruebas.

Entonces ella habló, haciéndole regresar todas sus preguntas, como siempre, juzgándole por las apariencias, como si de aquello ya no hubiese tenido suficiente, como si fuese la primera en criticarle por sus ropas, por su fachada o su título nobiliario que aún parecía desconocer. De seguro le hubiese ignorado por completo, no estaba con el humor de tomar en cuanta esa clase de niñerías, sólo quería pasar un rato tranquilo, en donde le dejaran sumergir sus recuerdos en alcohol, pero su voz, su voz tenía algo, algo demasiado especial como para dejarla pasar sin tomarle en cuenta.

Se giró para mirarle, aun medio apoyado en la barra y con el vaso tomado firmemente con su mano derecha; no sería la primera ver que una fémina se sienta a su lado en una cantina, y cada vez que pasaba, él era quien acababa con el vaso vacío. Le miró a la cara, y enseguida a su atuendo, como si acaso tuviese la intención de menos mirarla, o al menos eso lo que quería hacerle creer; si ella quería juzgarle por su clase alta, bien podría él juzgarle por su clase baja, pero él no jugaba a esos juegos y por ello solamente es lo que quería hacerle creer.

Parecía una mujer de aquellas desvencijadas, a las que ha dejado el marido por otra más joven y desde entonces que se dejan estar, sin preocuparse por ellas, ni por su presencia. Esas mismas que buscan vagar por la vida recogiendo las sobras, las sobras de los hombres que sólo están dispuestos a entregar momentos pequeños en compañía de una pipa de opio, como lo era ahora la que ella llevaba en su mano.

Largo fue aquel minuto de silencio en el que la mirada inquisitiva del lobezno se posó sobre la figura femenina para analizarle por completo hasta volver a fijar sus ojos sobre el muestrario de botellas vacías que había del otro lado de la cantina y volver a empinarse el vaso de licor para mojar su garganta con el ardor del olvido.

No juzguéis lo que vos no queréis que os juzguen ¿Queréis hablar de ropa o de mi capacidad para poder defenderme cuando sois vos misma la que elegisteis dejaros llevar por el camino del descuido y la intoxicación de la mente? — sonrió de medio lado y negó con la cabeza — Vos no sabéis absolutamente nada de la vida, Mademoiselle, si en verdad os creéis que en la vida el dinero lo soluciona todo.

No, no quería juzgarle realmente, pero tampoco quería ser juzgado, no en ese momento, no en esa hora cuando ya todo se había vuelto oscuro en propio universo personal, donde sólo quería ser él mismo sin que nadie le dijera que hacer, sin que nadie le cortara las salidas.




Última edición por Emerick Boussingaut el Jue Ene 10, 2013 7:12 am, editado 1 vez
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Mensaje por Invitado Vie Dic 28, 2012 2:53 pm

"Déjame embriagarme en tu dulzura, buscaré ser el trono de tu agonía"


Le vi al fin su mirada, reflejada a unos ojos color cielo que me hicieron sonreír. Me encantan esos ojos; pues una antigua leyenda; cuenta que solo los inmortales, capaces de vencer el tiempo y el espacio. Son quienes portan los verdaderos ojos azules. Que solo la pócima de la inmortalidad genera, ese tipo de ojos. No son claros, ni oscuros, simplemente un celeste azulado. Un gran lapislázuli; que reboza en el tiempo y contempla el futuro. Permisivo y capaz de hacerlo todo. Una mirada que solo una persona de buena fe puede tener. Aquellos ojos que se delineaban en unos dobles parpados, de envejecida tristeza. Es que quizá me estaba encontrando con una persona demasiado triste para disfrutar su hermosa realidad? Por que aquel ser no era capaz de encontrar una armonía en su cuerpo? Empezaba a marearme; quizá y solo quizá había sido demasiada mezquina con mis palabras. Pero quien era yo para arrepentirme, quien era para perdonarme? Si mi misma melancolía me había hecho lo que soy ahora. No tengo un Dios al cual pedir perdón, y el perdón tampoco me lo concederé yo misma...

Mi mirada estaba mas bien sumida en la ajena, y sumisa por mis ojos verde amarronados; que casi quedaban opacados con el azul destellante. Admirando aquel brillo mas que prestando real atención a su molestia. Podía percibir el claro "rechazo" en su rostro y podía al mismo tiempo entender que era mentira. De algún modo no me influía, no parecía tener demasiada entrenada la habilidad de la mentira. Lo estaba inspeccionando mas allá de lo que podía ver. Admirando su aura y el reflejo de la soledad. Con una sonrisa alarmante en mi rostro, me apoyé sobre mi mano; mientras el codo quedaba sobre la barra. Suspirando con tranquilidad y negando ante aquel sentimiento de pura negación que rondaba por nuestro alrededor.

"Eres como una serpiente, una tonta serpiente que se esta enredando en sí misma, no das cuerda de tu propio poder. No entiendes que en verdad eres un ser libre. Puedes ser largo y rápido. Podrías navegar en lo más profundo del mundo si eso quisieras. Des-enróllate de ti mismo y encuentra en el mundo lo que realmente te pertenece"


-Al fin habéis terminado de mirar, me alegro que las botellas sean una escapatoria para dejar de mirar mi interés por la moda actual...

Reproché en un suave mohín y negando miré hacía las botellas con nueva expectativa, fumando con tranquilidad de mi pipa mientras le escuchaba. Asintiendo suavemente a sus palabras. Ciertamente tenían algo de verdad. Pero que podía hacer yo, las circunstancias me meritaban defenderme aún sin ser atacada. Atacar aún si no fui vista. Nada me importaba, yo simplemente quería buscar la forma de hacerlo todo y no hacer nada. Sonreí furtivamente a palabras que no tenían real significado. Una mente como la mía solo podía buscar ser protegida por si misma. Y retar al mundo entero a desafiarme, aún sin que el mismo mundo sepa de mi existencia...

"Rata callejera que se esconde en las cloacas, sufres la misma depresión que ves en la actual París, no puedes permanecer de este modo. Aún intentando restablecer el equilibrio... Primero debes salir a la superficie, dejar de oler solo putrefacción. Pues aunque no estuviera, eres capaz de inventarte el olor"


-El dinero no lo soluciona todo, pero de verdad no pensáis que es una gran ayuda? Mmm... No es lo que me molesta ser juzgada, juzgadme si queréis, aunque veo en vuestros ojos que no es aquello algo que le satisfaga; al contrario de a mí, me desahoga criticar gente como vosotros. Aunque creo que en este caso, quizá, y solo quizá, me he confundido un poco... -Mirandole con una misma sonrisa, enarcando una de mis largas cejas para dejar ver mi curiosidad- Habláis de intoxicación, pero no os dais cuenta que vosotros sois el intoxicado; yo simplemente soy una toxina.

Explicaba con una voz tan suave como la que podía recordar de mi misma madre. Armoniosa y melodiosa, con una tranquilidad valorable. Me zambullía en mis propias palabras, mientras bebía de mi vaso con gran necesidad y me relajaba con el sabor a alcohol y mi mirada se quedó posando sobre ningún lado, suspirando. Estaba cansada, no deseaba discutir. Al menos, podía saber que aquel hombre de tan clase alta no estaba dispuesto a pelear; aquello era bueno y malo. Por un lado, me dejaba a la tranquilidad de ahogar energías en otra cosas y por el otro lado; me sentía en la falta de darle un buen puñetazo a alguien, desahogarme en golpes como lo solían hacer en ese tipo de tabernas.
Cual rosa marchita que era, me dejaba estar en el limbo, dejando paso a un pequeño descanso, que albergaba un ínterin de calmado silencio; para luego tomar una conversación, que en algún momento la había pensado ya perdida.

-Monsieur, que hacéis en un lugar como estos? Sabéis que la desgracia alberga en estas tabernas. Es quizá solo mera coincidencia haber entrado a un lugar como este, o es habitual en vosotros? Dejaré de juzgarle, solo, la curiosidad esta presente ahora.
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Mensaje por Emerick Boussingaut Lun Ene 14, 2013 7:07 am

"¿Quién es usted para condenar el pecado de otro?
El que condena el pecado se convierte en parte de él, lo abraza."

Georges Bernanos


Le regresó la mirada nuevamente al verle sonreír, era una sonrisa extraña, quizás la más extraña que había visto en su vida, una sonrisa a la que no podía definir como buena o mala y le hacía dudar de sí en verdad sonreía de burla o con jocosidad y eso le hizo preguntarse demasiadas cosas, desde sí tenía algo en el rostro hasta si su vida era en verdad merecedora de tales burlas. Quiso pararse, ponerse de pie y huir con su propia tragedia a cuestas y sin el mayor interés de compartir sus penas ¿Quién era ella para venir a mirarle de esa manera?

Entrecerró los ojos. De pronto había escuchado como una especie de murmullo ininteligible en el interior de su cabeza, como si la mujer quisiese hablarle a gritos pero el cuerpo no se lo permitiera, era extraño, tan extraño como ella, cuya aura era demasiado intensa, asemejando un campo radiactivo con peligro de explotar en cualquier momento, sin llegar a medir las consecuencias, sin llegar a ser predecible.

Sonrió ante sus palabras, no podía negar que había sido un comentario sagaz e inteligente. Parecía ser de ese tipo de mujeres que en verdad sabía de la vida, de cantinas y de otros lugares de mala muerte, pues se notaba que sabía convivir con los hombres y también llegar a ponerse a su altura, en mundo como el que vivían, donde difícilmente una mujer tuviese voz o voto. Lo siguiente le dejo un poco más desconcertado, eran opiniones demasiado certeras para una simple desconocida, algo más debía haber detrás de aquella mirada de años de experiencia, y de pronto lo comprendió ¿Quién más que una verdadera bruja sería capaz de indagar tan profundamente en la fragilidad de la mente humana? Podría haber pensado que tal vez un vampiro, pero los vampiros son diferentes, los vampiros creen que saberse todos los secretos de la vida y miran al resto como seres inferiores pues aún el más novato de ellos era capaz de seducirse por el poder la inmortalidad y la belleza de sus nuevas apariencias.

Quizás os desahogue criticar gente como nosotros porque vos no estáis adaptada a reconocer vuestras falencias. Quizás y sólo quizás... — sonrió de su propia ironía al hacer uso de las mismas palabras ajenas — necesitáis de encontrar los errores de otro porque sois incapaz de hallar vuestras virtudes — suspiró bebiéndose un nuevo trago — Toxina o no, también acabaréis intoxicada por vos misma, no es a mi a quien enfermaréis pues yo seré quien salga por aquella puerta antes de que vos logréis algún efecto, pero vos... Vos vivís contigo misma y os soportáis todos los días, todo el día.

Hizo una breve pausa, pues de pronto le había notado como ida y no sabía realmente si se debía a sus propias palabras o la hierba que fumaba, quizás ambas. Esperaba que de cierto modo estás recayeran como sus hombros y le hicieran tomar el peso de éstas, de lo que en verdad hacia con su vida, por mucha mala hierba que ella se creyera. No era como sí quisiera ayudarle, en verdad no le importaba, era una mujer ya demasiado madura como para pretender aspirar a cambiar la forma de pensarse una desconocida, porque eso es también lo que era, una desconocida a quien probablemente no volvería a ver el pelo una vez que saliera de ahí porque... ¿Invitarla a formar parte de la Alianza? Ni hablar, parecía tener un carácter demasiado inestable como para confiarle semejante secreto.

Quizás lo que busque aquí sea precisamente la desgracia, Madame. No es secreto para la gente como vos, que es más fácil invocar al diablo que a un santo y yo no espero redenciones, ni liberación del pecado. Sé muy bien el tipo de cosas por las cuales podríais juzgarme, pero también sé, con suma certeza, que vos ya os habéis dado cuenta que a nuestro lado, son los demás quienes realmente corren el peligro.

Le sonrió con cierta complicidad e hizo un gesto al cantinero para que le acercara una nueva copa en la que también sirvió del mismo líquido del cual bebía y lo dejó en la misma barra, sólo que esta vez delante de la dama a quien hizo un gesto de invitación.

¿Sabéis valorar lo que es bueno? Pues bebed de aquello y cuando ya estéis un tanto borracha, vos seréis la que tendrá que decirme porque estáis aquí... Sé muy bien lo que sois, así como sé que vuestra propia curiosidad y magnetismo os ha traído a mi, quizás desviándote hasta de vuestro propio camino ¿Qué era lo que planeabais exactamente antes de encontrarme? Quizás hasta pueda ayudaros a derribar un sacrificio — añadió desviando la mirada como si observase a todos los con los ojos de un depredador, pero entonces meneó la cabeza como queriendo sacudirse de ella esos tan oscuros pensamientos — He de reconocer, que ando con las ganas que librarme de cualquier inquisidor — dijo simplemente al aire y con la voz más baja de lo normal para luego también bajar la cabeza y con ella la mirada — ¿Es pecado matar a un asesino?


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Mensaje por Invitado Mar Ene 22, 2013 10:30 am

"Soy la bruja que morirá, soy el ser que perecerá, mas tu. Tu eres como un veneno, que seguirá existiendo en el dolor por siempre"


Y con una diversión absoluta lo noté. Allí iba nuevamente, esa mirada desconcertada, como si de repente hubiese entendido algo. Ya lo sabía, se había dado cuenta de lo que era, pero eso no me importaba para nada, es mas, lo pensaba para mejor; pues sabía que el hombre no era de los que irían a gritar "Es una bruja, quémenla" . Ah! Es que era mi mirada la que tango desagrado le daba? Como un hombre que buscaba golpear algo. Pero en su interior no quisiera. Era tan extraño, el momento, la experiencia. Todo se hacía un remolino, que simplemente no entendía para nada. No sabía si en verdad me estaba retando a que le golpeé o si simplemente se había quedado como un bobo mirando. Hasta que por fin retomara la compostura. Como si dijera "Ya conozco esto, no tengo que alarmarme". Y ante ese mismo pensamiento, me pregunté a que clase de bruja conocería.

— Habéis usado mis palabras en mi contra; me sorprendéis Lord; pero os he de decir que, seguramente, no tenéis razón. Ah! Os estáis equivocando, conozco mis virtudes, ahora son estas las que yo he de desear? Son cosas diferentes Monsieur... Conocer las habilidades, las fortalezas y aceptarlas como buenas. Esas son cosas que hay que meditar. Es por eso que critico a los demás. Quiero ver, si vosotros os aceptáis como sois. Lo hacéis? Pues no parece. Yo podría mover los hilos invisibles del mundo y llegar a una jerarquía como la vuestra. Pero es eso correcto?


Hacía un pequeño monologo mientras succionaba de mi pipa con ganas, y luego bebía de mi vaso, hasta agotarlo. Al parecer, había atraído a un espécimen nuevo a mi morada. Quien era aquel hombre? Pues no lo sabía, era bruja, pero no tanto. Ningún brujo puede saber el pasado de alguien, solo los gitanos son capaces de indagar en las mentes ajenas. Y de todos modos, no es algo que realmente desearía hacer. Era mas divertido que me lo dijera. Por su aura, podía decir cosas, intentar que pise el palito para que me diga cosas. Pero jamás podría realmente saber que pasaba por aquella cabeza ajena. Era imposible y yo lo sabía. Pero sus palabras eran como estacas de madera para un vampiro, me hacían doler, pero nunca lo diría, ni siquiera en mi rostro lo hacía notar. Era como un rostro de marfil, una escultura de yeso, inamovible en mi propio ser.

—... Y vosotros también convivís con sigo mismo y aún así le veo vivo. Creedme, sus palabras me podrán afectar, pero nunca tanto como yo podría afectaros a vosotros. No es la bacteria la que es inmune a si mismo? Soy la cura y la enfermedad. Mmm... Que os sucede? Sabéis aquella frase? Aquellas palabras que se dicen "Los ojos son las puertas del alma" Mmm... Monsieur...Buscáis la desgracia? Mentira. Todos los seres, aún los que no son humanos, buscan la felicidad. Os estáis mintiendo a si mismo. No hay un solo ser sobre la faz de la tierra que no busque la felicidad. Se lo digo yo, que tengo quizá los mismos o mejores motivos que vosotros para buscar la desgracia y aún así comprendo que en ella, busco la felicidad.


Y asintiendo le daba la razón en las últimas partes de sus palabras, entrecerrando los ojos por esos gestos que hacía que volteé la mirada a ver al cantinero y pestañeando vi una botella frente a mi. Casi provocando que mis ojos queden desviados por la cercanía, pestañeé bastante rápido y reí en un tono bajo, ladeando el rostro, mientras le miraba de reojo, forma traviesa. Jugando y negando. Aquel chico era un testarudo, mi nivel de alcohol en la sangre era tal, que embriagarme sería casi imposible. Hacía mas de siete años que bebía, vivía del alcohol y el opio y por esa razón mi cuerpo estaba casi desnutrido. Mis costillas se podían tocar. Mis piernas eran tan delgadas como dos palillos de dientes. Y aún así tomé la copa y la descargue en mis labios suavemente, apoyándola con la mitad del liquido, suspirando suavemente, escuchándole con atención. Era una sucesión de palabras y pensamientos. Parecía una guerra, una guerra de pensamientos.

— Ahh... Mon homme, embriagarme, yo? Hace mucho no me sucede; ahhh... Sus palabras me han subido el libido. Si es pecado? Es pecado. La venganza? Uff, es aún peor, es lo peor que tenemos nosotros, los humanos, los seres pensantes. Pero, que podemos hacer nosotros? Dos pobres personas, por ello? ja! Mataros a todos. Los malditos inquisidores... Deberían morir dolorosamente quemados, para que sientan el dolor, en mis manos ya han muerto mas de quince; de los recién llegados a la iglesia, hasta los mas adultos, ancianos, mujeres. Que importa? Mejor mataros antes de que nos maten a nosotros. En este mundo, no hay vida que valga mas que la propia y de la de los seres queridos. Los demás, son escoria.


Mi rostro casi se había transformado cuando de sus labios salió aquella frase. Le hubiese roto la boca, si sus palabras no me hubiesen complacido. Pues aquel sentimiento de "Nose si lo que hago esta bien, pero lo hago igual" Es de esa forma. Si está bien? No. Pero, que importa? Que me paren si pueden. Que me quemen para irme con mi familia si de ese modo debe ser. Pero no me dejaré vencer, no hasta que mi sed de sangre y venganza se haya saciado. No importa que tanto , debían morir muchos, pues las vidas que se habían llevado eran mucho mas de el sextuplico de lo que quería que pagaran. Familias enteras podría matar, hasta sentir que al fin ya podía borrar ese pasado, que me atormentaba todos los días.

"Muerte, sangre y un poco de vida. Ah! Pero si eso es lo que quiero, ir, ir a matar a un inquisidor con violencia, cortarle las manos para luego clavarle varias estacas en diferentes partes del cuerpo. Castrarlo y meterle por el ano su propio miembro, si es un hombre. Violar a la mujer y luego tirarla a que un perro la folle. Para luego, tirar los cuerpos en una hoguera y observar con encanto como se mueren mientras yo bebo una copa de licor blanco"


— Me estáis invitando a matar a uno? Pues le digo que si antes de que me lo pregunte. Pero os advierto, que podrías asustaros de como podría matar a uno de esos. Y mas en estos momentos.
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