AÑO 1842
Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.
Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.
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"La muerte no nos roba los seres amados. Al contrario, nos los guarda y nos los inmortaliza en el recuerdo. La vida sí que nos los roba muchas veces y definitivamente."
François Mauriac
François Mauriac
Su hija hacía rato que dormía, su casona estaba totalmente silenciosa, a excepción de los ruidos que ella misma generaba. Dominique era mucho más silenciosa, con sus pequeñas manos de porcelana, se encargaba de colocar las velas alrededor de los círculos que la bruja había dibujado en el suelo. Tres círculos habían pintados en el suelo, uno dentro del otro. A su alrededor, dos velas altas, así como algunos símbolos. Frente a la mujer, había una vela más, esta más ancha y pequeña, una vela espiritual que indicaba el ánimo de aquel que invocabas. Un pequeño altar, a su lado, tenía un libro abierto, de donde seguía los pasos, aunque se los sabía ya de memoria.
— Enciende las velas. — le pidió al alma encerrada en aquella muñeca de porcelana, su fiel sirvienta. Tomó una vara larga, prendiendo la punta, con la cual encendió las velas que su ama le había pedido, mientras ella se colocaba una túnica negra, larga, que la cubría por completo. También se puso un antifaz, que cubría toda la parte superior de su rostro, dejando nada más los labios a la vista. Se colocó la capucha de la túnica, quedando ya completamente cubierta para la vista de aquel que fuera a invocar. Esperó que la muñeca terminara y se hiciera a un lado. Comenzando entonces con todo lo que debía hacer.
Mezcló en un cuenco varias hierbas, las machacó, tomando luego un pequeño frasquito que contenía una sustancia carmesí, que no era más que su propia sangre. Vertió apenas una gota, mezclándolo todo con una vara de diamante. Luego, tan solo prendió fuego a la mezcla, que comenzó a arder, dejando escapar un humo de color morado y aroma dulzón. Cerró los ojos, para comenzar a recitar las palabras que eran necesarias para terminar el ritual.
"Espíritu de buena voluntad, te pido que ingreses:
Al círculo exterior.
Al segundo círculo y
Al círculo interior.
Estoy protegido por estas runas a tu alrededor.
Que llevan el nombre de los cuatro elementos.
Te ordeno Espíritu, muéstrame tu rostro terrenal."
Al círculo exterior.
Al segundo círculo y
Al círculo interior.
Estoy protegido por estas runas a tu alrededor.
Que llevan el nombre de los cuatro elementos.
Te ordeno Espíritu, muéstrame tu rostro terrenal."
Había cerrado los ojos durante sus palabras, que apenas eran susurradas. Los abrió de nuevo, notando como la vela espiritual, la que tenía más cerca, temblaba ante el próximo vigilante. Dejó escapar un leve suspiro y se giró para encarar al círculo y ver a quién había traído en esta ocasión. Necesitaba pedir información para una de sus clientas más especiales, aquellas que le pedían uso de sus habilidades ocultas. Le gustaba tenerlas contentas.
— Bienvenido...— su rostro no le era familiar, no lo había tenido en sus círculos nunca antes, así que lo mejor era comenzar con cordialidad. Los fantasmas podían ser muy impertinentes y desagradables cuando se lo proponían, aunque los amenazaras con dejarlos toda la eternidad encerrados.
Nirvana- Mensajes : 52
Fecha de inscripción : 24/03/2012
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Era todo tan desconcertante...y sin embargo tan conocido ya. El mundo de los mortales se volvía lejano con demasiada frecuencia. Como si hubiera algo que me impulsara a irme a otra parte. Pero esa puerta seguía cerrada...aunque eso no quitaba que hubieran otras puertas. Y ese mundo de niebla. El mundo de nieblas por el que vagaba a menudo cuando no vagaba por el mundo de los mortales, en el que cada vez pasaba más y más tiempo...
Era mucho mejor. Aprendías cosas nuevas, la sabiduría del mundo de los espíritus era infinita, aunque en aquella parte no se hallaba todo lo que se tenía que hallar. Éramos como proscritos para aquellos que habitaban en el más allá, en aquellas puertas que muchos no cruzábamos, aquellos que nos limitábamos a vagar por aquella parte del mundo de los espíritus.
Y ahí estaba...flotando en medio de una niebla azul, entre toda la melancolía que siempre llevaba encima. ¿Qué hacía en esos momentos? Pensar...recordar. Dejar vagar la mente por los recuerdos que danzaban sin descaso, negándose a desaparecer. No sé durante cuánto tiempo estuve así...eso es algo imposible de saber cuando vagas por el mundo de los espíritus, en aquel lugar dónde el tiempo no existe, dónde esa cinética desaparece.
Por eso me sorprendió cuando pude dejar de pensar en esos recuerdos que tanta melancolía me traían. Cuando sentí una terrible atracción hacia el mundo de los vivos. No era un deseo, era una necesidad. Alguien me llamaba. Una voz que no era conocida, una voz femenina que deseaba que uno de los nuestros acudiera. Y ese alguien era yo.
Así que desaparecí del mundo de los espíritus convirtiéndome en una niebla blanca que se fue desvaneciendo poco a poco hasta desaparecer del mundo de los espíritus.
La transición al mundo de los vivos fue lenta, volando en sueños. La niebla blanca apareció en un altar que parecía especialmente diseñado para mi aparición, era lo que había provocado esa llamada. Y luego la niebla se volvió azulada, tomando la forma de mi aspecto humano y terrenal. Volviendo a parecer una versión espectral del hombre que era cuando estaba vivo.
Miré a mi alrededor con una expresión tranquila, sintiéndome como si me acabaran de despertar. Velas, luces...y palabras. Dejé de mirar el altar y concentré la vista en el lugar de dónde procedía aquella voz que me había sacado del mundo de los espíritus.
No se le veía la cara...pues la llevaba bien tapada. Y esto me alertó un poco...¿quién sería la persona qué me había llamado? ¿Qué querría?
-¿Sois quién me ha llamado?¿Qué es lo que buscáis?
Era mucho mejor. Aprendías cosas nuevas, la sabiduría del mundo de los espíritus era infinita, aunque en aquella parte no se hallaba todo lo que se tenía que hallar. Éramos como proscritos para aquellos que habitaban en el más allá, en aquellas puertas que muchos no cruzábamos, aquellos que nos limitábamos a vagar por aquella parte del mundo de los espíritus.
Y ahí estaba...flotando en medio de una niebla azul, entre toda la melancolía que siempre llevaba encima. ¿Qué hacía en esos momentos? Pensar...recordar. Dejar vagar la mente por los recuerdos que danzaban sin descaso, negándose a desaparecer. No sé durante cuánto tiempo estuve así...eso es algo imposible de saber cuando vagas por el mundo de los espíritus, en aquel lugar dónde el tiempo no existe, dónde esa cinética desaparece.
Por eso me sorprendió cuando pude dejar de pensar en esos recuerdos que tanta melancolía me traían. Cuando sentí una terrible atracción hacia el mundo de los vivos. No era un deseo, era una necesidad. Alguien me llamaba. Una voz que no era conocida, una voz femenina que deseaba que uno de los nuestros acudiera. Y ese alguien era yo.
Así que desaparecí del mundo de los espíritus convirtiéndome en una niebla blanca que se fue desvaneciendo poco a poco hasta desaparecer del mundo de los espíritus.
La transición al mundo de los vivos fue lenta, volando en sueños. La niebla blanca apareció en un altar que parecía especialmente diseñado para mi aparición, era lo que había provocado esa llamada. Y luego la niebla se volvió azulada, tomando la forma de mi aspecto humano y terrenal. Volviendo a parecer una versión espectral del hombre que era cuando estaba vivo.
Miré a mi alrededor con una expresión tranquila, sintiéndome como si me acabaran de despertar. Velas, luces...y palabras. Dejé de mirar el altar y concentré la vista en el lugar de dónde procedía aquella voz que me había sacado del mundo de los espíritus.
No se le veía la cara...pues la llevaba bien tapada. Y esto me alertó un poco...¿quién sería la persona qué me había llamado? ¿Qué querría?
-¿Sois quién me ha llamado?¿Qué es lo que buscáis?
Azrael Venturia- Fantasma
- Mensajes : 10
Fecha de inscripción : 10/12/2012
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Sus ojos permanecieron clavados en aquella figura masculina, sombra de lo que alguna vez había sido, un hombre, quizás hasta hubiera sido poderoso alguna vez, ahora no era más que un alma errante, como tantas otras, a disposición de quién supiera guiarlos o dales un mejor uso. Esto último era lo que ella pretendía. Sus labios formaron una media sonrisa y se inclinó ligeramente, como un gesto de presentación propio de las damas con clase.
— Mi nombre es Rubi, y sí, soy quién os ha invocado. — aseguró, volviendo a erguirse. A su lado, en el altar, aun permanecía el cuenco con las llamas encendidas, así como la vela. La mujer no apartó en ningún momento la mirada del espíritu — Información. Alguien a quien sirvo está buscando a un ser querido, desaparecido tiempo atrás. No conoce su paradero ni su destino, desea saber si ha muerto o si quizás sigue caminando entre los vivos.
Era sabido que muchos brujos, al menos los que coqueteaban con la magia negra, hacían uso de los muertos para conseguir todo tipo de información, todo tipo de cosas jugosas, a veces que pudieran usar en beneficio propio, haciendo uso de los tan conocidos chantajes. Los muertos tenían un sin fin de usos, y casi todos en beneficio personal. Tenía sobre el altar, un par de objetos que habían pertenecido al desaparecido, los cuales echaría al cuenco en llamas, pudiendo así dar algo a lo que el espíritu pudiera aferrarse para comenzar su búsqueda.
— Decidme vuestro nombre, forjad un trato conmigo y ayudadme en esta tarea, luego os liberaré de dicho pacto y podréis volver a vuestro mundo de tinieblas si así lo deseáis. — murmuró con calma, dejando a un lado la pedantería, al menos por el momento, primero tenía que intentar hacer las cosas bien. El espíritu estaba encerrado en el círculo hasta que ella rompiera el encantamiento, borrara los círculos y apagara la vela. En definitiva, o la ayudaba y pactaba buscar al susodicho, o permanecería allí atado, hasta que decidiera soltarlo o eternamente.
De todas formas, dudaba que un fantasma tuviera mucho más que hacer, en el fondo hasta debería agradecer que le diera algo en lo que invertir tantísimas horas muertas, nunca mejor dicho. Horas en las que no tenía nada que hacer ni en qué pensar, más que regodearse en un pasado que no iba a volver.
— Mi nombre es Rubi, y sí, soy quién os ha invocado. — aseguró, volviendo a erguirse. A su lado, en el altar, aun permanecía el cuenco con las llamas encendidas, así como la vela. La mujer no apartó en ningún momento la mirada del espíritu — Información. Alguien a quien sirvo está buscando a un ser querido, desaparecido tiempo atrás. No conoce su paradero ni su destino, desea saber si ha muerto o si quizás sigue caminando entre los vivos.
Era sabido que muchos brujos, al menos los que coqueteaban con la magia negra, hacían uso de los muertos para conseguir todo tipo de información, todo tipo de cosas jugosas, a veces que pudieran usar en beneficio propio, haciendo uso de los tan conocidos chantajes. Los muertos tenían un sin fin de usos, y casi todos en beneficio personal. Tenía sobre el altar, un par de objetos que habían pertenecido al desaparecido, los cuales echaría al cuenco en llamas, pudiendo así dar algo a lo que el espíritu pudiera aferrarse para comenzar su búsqueda.
— Decidme vuestro nombre, forjad un trato conmigo y ayudadme en esta tarea, luego os liberaré de dicho pacto y podréis volver a vuestro mundo de tinieblas si así lo deseáis. — murmuró con calma, dejando a un lado la pedantería, al menos por el momento, primero tenía que intentar hacer las cosas bien. El espíritu estaba encerrado en el círculo hasta que ella rompiera el encantamiento, borrara los círculos y apagara la vela. En definitiva, o la ayudaba y pactaba buscar al susodicho, o permanecería allí atado, hasta que decidiera soltarlo o eternamente.
De todas formas, dudaba que un fantasma tuviera mucho más que hacer, en el fondo hasta debería agradecer que le diera algo en lo que invertir tantísimas horas muertas, nunca mejor dicho. Horas en las que no tenía nada que hacer ni en qué pensar, más que regodearse en un pasado que no iba a volver.
Nirvana- Mensajes : 52
Fecha de inscripción : 24/03/2012
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Escuché atentamente a la dama que me había invocado. Una mujer llamada Rubí que quería información. ¿Y pensaba que yo iba a buscársela así cómo así? Los fantasmas no estábamos para ayudar a los mortales, ni a los brujos, porque estaba claro que esa mujer era una bruja...ninguna otra clase de criatura sobrenatural en el mundo más que los brujos tiene el permiso o el poder para invocarnos. Aunque existía el poder para exorcizarnos, yo mismo había exorcizado a más de un fantasma cuando era un sacerdote vivo...o al menos me lo habían hecho creer así mis superiores de la Iglesia. De todos modos quería saber algo más. Tenía curiosidad...¿para qué negarlo?
Intenté flotar hasta la otra punta de la habitación, pero entonces me di cuenta de que no podía salir...estaba encerrado en aquel círculo...o al menos podría decirse que no podía moverme por otro lado de aquella habitación que no fuera aquella parte. Entonces decidí que me teletranspotaría a un callejón durante un segundo, para despejarme un poco.
¡Pero tampoco podía! ¡Estaba encerrado, atrapado! La libertad que antes poseía para moverme por el mundo de los vivos me había sido arrebatada de un modo vil. No podía moverme hasta que no cumpliera con lo que ella decía. Aquello me molestó, me enfadó, y eso se notó al perder algo de mi forma corporal y dejar que las nieblas azuladas de mi alrededor llamearan un poco como si de fuego se tratasen. La vela que cambiaba de color con el estado de ánimo del espíritu que estaba allí, osea, yo, se tornó roja.
-¿Qué ocurre aquí?-pregunté. Sorprendido. Sabía que eso era lo que me había atraído hasta el mundo de los vivos. Pero no que no pudiera salir de allí. Eso sí que no me lo había esperado.
Pero luego el color cambió hasta tornarse del gris normal que era mi estado de ánimo. Tampoco podía enfadarme por algo así. ¿Por qué no hacer lo que me decía? Un trato, buscar a alguien. Quién sabe, quizás encontrara algo interesante también. Más valía intentarlo.
-Está bien...parece que no me va a quedar más remedio Prometo intentarlo, pero no estoy seguro de que vaya a encontrarlo o no...mi nombre es Azrael Venturia. Forjaré ese trato, pero necesito saber varias cosas más...¿cómo se llama? Si esa persona a quién buscáis está muerta puede andar por el mundo de tinieblas del que vengo...por allí vagan muchísimas más almas de las que los vivos os podáis imaginar...
Intenté flotar hasta la otra punta de la habitación, pero entonces me di cuenta de que no podía salir...estaba encerrado en aquel círculo...o al menos podría decirse que no podía moverme por otro lado de aquella habitación que no fuera aquella parte. Entonces decidí que me teletranspotaría a un callejón durante un segundo, para despejarme un poco.
¡Pero tampoco podía! ¡Estaba encerrado, atrapado! La libertad que antes poseía para moverme por el mundo de los vivos me había sido arrebatada de un modo vil. No podía moverme hasta que no cumpliera con lo que ella decía. Aquello me molestó, me enfadó, y eso se notó al perder algo de mi forma corporal y dejar que las nieblas azuladas de mi alrededor llamearan un poco como si de fuego se tratasen. La vela que cambiaba de color con el estado de ánimo del espíritu que estaba allí, osea, yo, se tornó roja.
-¿Qué ocurre aquí?-pregunté. Sorprendido. Sabía que eso era lo que me había atraído hasta el mundo de los vivos. Pero no que no pudiera salir de allí. Eso sí que no me lo había esperado.
Pero luego el color cambió hasta tornarse del gris normal que era mi estado de ánimo. Tampoco podía enfadarme por algo así. ¿Por qué no hacer lo que me decía? Un trato, buscar a alguien. Quién sabe, quizás encontrara algo interesante también. Más valía intentarlo.
-Está bien...parece que no me va a quedar más remedio Prometo intentarlo, pero no estoy seguro de que vaya a encontrarlo o no...mi nombre es Azrael Venturia. Forjaré ese trato, pero necesito saber varias cosas más...¿cómo se llama? Si esa persona a quién buscáis está muerta puede andar por el mundo de tinieblas del que vengo...por allí vagan muchísimas más almas de las que los vivos os podáis imaginar...
Azrael Venturia- Fantasma
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Fecha de inscripción : 10/12/2012
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