La noche y las flores (privado)

" A falta de una clavel, siempre una rosa negra puede llenar aquel vacío de muerte"

La luna acaecía en el firmamento alumbrando de colores las calles y acompañando mi solitario camino hacía aquel lugar, mi cuerpo derramaba con cada paso un elixir mezclado, impuro, consecuencia de la reciente batalla; me encontraba herido, apenas podía caminar, mis colmillos mojados de sangre se encontraban aún sedientos, aquel cazador no había sido suficiente para recuperar las energías pérdidas. Con lentos pasos me acercaba al jardín botánico, allí tenia un poco de ropa para cambiarme y un lugar seguro para descansar el resto de la noche.

Apenas era media noche cuando a lo lejos logre ver por fin el lugar buscado, la espada se cayó a un lado de la calle, con la hoja rota y llena de sangre permaneció allí mientras me alejaba. Era una buena espada, pensé, pero mi instinto de supervivencia no me permitió devolverme; eran ya casi 100 años en su compañía, nunca me había fallado, pero estaba oxidada, como los mortales, el acero también tiene su ciclo de vida. Al llegar a la puerta note un extraño aroma, y pronto me di cuenta de que tendría compañía, decidí entonces subir al techo y espiar a quien estuviera ocupando el lugar. Me deslice rápidamente por el tejado y observe desde los grandes ventanales a una chica, una morena de probable procedencia europea, joven, piel blanca y firme, ojos oscuros con la luz de la luna y un hermoso cabello negro. Entonces supe que no podía entrar así, mis ropas manchadas de sangre y una esencia a muerte que desprendía mi cuerpo... decidí quitarme la ropa, o al menos gran parte de ella, quedando solo con una ligera camisilla blanca y un pantalón hasta las rodillas de color café claro.

El frío era un artístico toque a mi vestimenta, mientras lentamente observaba cada movimiento de la chica, necesitaba el momento preciso para entrar y cambiarme antes de que ella pudiera darse cuenta de mi presencia, mi respiración se hacía cada vez más lenta, un mes sin sangre era demasiado para un vampiro; estaba casi al punto de desmayarme sobre aquel tejado, pero entonces sucedió, ella se había alejado caminando probablemente hacía la puerta, no se había percatado de la silenciosa mirada que la seguía, supuse que estaba ocupada, y en aquel momento no podía darme el lujo de buscar el porque de su concentración absorta. Abrí entonces uno de los ventanales y caí estrepitosamente al suelo, por un momento mi cerebro se había apagado, o eso supuse, mire alrededor al instante que pude hacerlo, ella no se había percatado de mi caída, me levante y corrí hacía mi cuarto secreto en aquel jardín botánico.

Pocos segundos pasaron antes de que pudiera llegar a el, despacio deslice mis dedos por la cerradura y tratando de no hacer ruido abrí aquella puerta que soltó un estruendoso chirrido, entre en el cuarto y me dirigí aquel cofre, el candado estaba roto, pensé lo peor... al abrirlo encontré pocas cosas de las que guardaba en ese lugar, la desilusión fue inmediata, más cuando entendí que aquel tampoco iba a ser un lugar seguro para descansar. Por unos minutos me senté en el suelo, recordando cada acto sucedido aquella tarde en su guarida, donde varios cazadores habían irrumpido sin invitación alguna, pero... no podía quedarme quito, tendría que moverme y la oficina del Dr.Giuntoli siempre guardaba un par de sus trajes.

Ingrese a su oficina y tome uno de sus trajes, me coloque rápidamente la ropa mientras observaba por la ventana la espalda de aquella mujer, suponía que podría salir de aquel lugar sin que ella se diera cuenta, en seguida mi mirada se desvió en algunos papeles que se encontraban sobre el escritorio de Jean Carlo, eran varios mapas de algunas de mis guaridas y sobre ellos un hoja con un símbolo de una rosa negra, en aquel momento solo podía preguntarme si el doctor me había traicionado, pero pronto los cómodos zapatos ajenos que usaba se encontraron un pegajoso liquido algo negro por la putrefacción, seguí el rastro que al final me llevaban al cadáver de un hombre o al menos, lo que quedaba de él. Alze entonces la mirada, pero no la encontré, supuse que se había ido y salí de aquel lugar sin preocupación alguna, de repente choque contra algo, mi mirada pérdida apenas se percató, pero ese aroma volvió a mi mente, era ella.
Entonces la vi, aquella joven mujer de antes, mi respiración comenzó a acelerarse por el improvisado suceso, me quede inmóvil por algunos segundos, luego dí un paso hacia atrás y la mire fijamente.

Discúlpeme- sonreí calurosamente algo apenado- no sabía que a esta hora hubieran visitas en el jardín botánico - mire disimuladamente mi reloj- Esta bastante tarde, creo que es mejor cerrar, si me acompaña por favor...

Luego de un par de caminatas sin dirección lógica mis pasos se detuvieron casi por instinto en el jardín botánico, era tarde un mas de la media noche el toque de queda de la noche ya había pasado y si me encontraban por las calles pasaría un buen tiempo a merced de los mas altos rangos llena de preguntas del por que no estaba bajo mis sabanas durmiendo a esas horas, bufe ante mis pensamientos y al ver una tenue luz blanca fiel reflejo de una llama entre con rapidez al lugar cerrando la gran puerta a mis espaldas, de seguro allí estaría bien resguardada, a puertas cerradas solo dependiendo de mis instintos de sobre vivencia, aunque no seria por mucho tiempo, el día llegaría y allí podría salir para volver a casa o ese era el plan que tenia.

MI corazón daba un vuelco dentro de mi pecho ante cada ruido ahogado que producían las maderas viejas al crujir por el frió, tranquilizándome casi a mi mismas con palabras al viento -Es el viento... tranquila- mascullaba cada dos segundos cada vez con mayor continuidad para convencer a mi propia a mente de que nada estaba allí, osea, nadie mas estaba allí, me encontraba en la completa soledad y de cierta forma nunca se había sentido tan segura aunque la presencia de alguien allí me complementaba ayudándome a olvidar ciertos temas que de mi cabeza no se decidían olvidar por si solos, mordiendo mi labio inferior decidí investigar el lugar donde me hallaba, no tenia mas que hacer, faltaban solo minutos para que la media noche pasara y desde allí en adelante comenzaba mi cuerpo regresaba hasta al amanecer, gran plazo, largas horas e interminables segundos.

Este era el momento en el cual debía tomar una gran bocanada de aire y sentarme a pensar en que haría... Mis pasos se encaminaron a una gran mesa frente a mis ojos allí sobre esta estaba llena de papeles de desconocidos, nombres tachados y un par de rosas secas, esas llamaron mucho mas mi atención, cada una de un color completamente diferente a otro pero la amarilla de una forma extraña llamo mi atención, su tallo estaba repleto de espinas sus hojas estaban marchitas pero de forma entre calada, una amarilla y una amarilla oscura que tan solo al tacto rompía su esquema y se desvanecía antes de tocar el suelo, hermosa, la definición perfecta la guarde entre mis manos y fui a recorrer el lugar dejando a mis espaldas la gran habitación en la cual con anterioridad me encontraba.

En la siguiente no había nada, solo cosas viejas llenas de un polvo blanquecino, mesas abandonabas unas sillas de terciopelo por las cuales mis manos divagaron para sentir aquella sutil textura bajo la yema de mis dedos, sin mas volví a donde estaba en un inicio chocando de frente con un fuerte torso que hizo a mi cuerpo tambalearse sobre sus propios pies hasta poder retomar la estabilidad antes de caer de seco al suelo, ante la emoción mi mano se cerro con la rosa entre esta clavando un par de sus espinas en la palma de esta mientras gotas de sangre brotaban dejando una fina linea de rojiza por mi brazo -Carajo- chille ante el dolor punzante que se sentía el quitar las espinas de mi mano dejando que la rosa se estrellara contra el suelo.

La masculina voz del chico logro des concentrarme de cualquier dolor producido con anterioridad, y así con mis ojos alzados a los suyos logre detallar cada rasgo de su rostro como si de un vivo cuadro de arte se tratara, la mandíbula contraída, sus labios gruesos y ese cabello oscuro que cubría parte de su mirada, ladeando mi cabeza de lado a lado casi en forma de negación libere mis pensamientos de aquel guapo chico para entreabrir los labios e inquirir a sus dichos -No, este... yo no puedo salir de este lugar, hasta mañana- dije recordando que el toque de queda estaba iniciando y si los guardianes me veían fuera, una noche encarcelada no seria un buen atisbo para mi. -Y si... es muy tarde señor ¿Que hace por acá?-

Mire sus ojos y me perdí en el negro de su pupila, respire lentamente mientras sentía el aire al inhalarlo, los segundos pronto se volvieron minutos y todo en aquel lugar se detuvo por un instante; perdí entonces la consciencia durante una fracción de segundo, y logre observarme en un bosque, el cual no visitaba hacia más de 50 años, un cuervo negro abalanzó su vuelo en picada contra mi rostro, rozando sin miedo mi hombro y cayendo aturdido al suelo, su pico carmesí llamó mi atención pues debía su color a la misma sangre que no era mía. Tal visión se atenuó rápidamente y observe de nuevo a aquella dama, su rostro invadido de preocupación logró enternecerme, no quería matarla, aunque su sangre fuese el mismo elixir que permitiera mi supervivencia. Sin embargo el aroma que emanaba de su mano recién lastimada llamo mi atención, a mi alrededor todo se tornaba extrañamente de un tono escarlata, deseaba su sangre que caía en gotas al suelo; no debía, me repetía una y otra vez en mi mente, calmando aquellos instintos que tanto me costaba controlar, solo me consolaba que a la noche siguiente estaría rodeado de un suculento plasma de bovino que me permitirían volver a la vida, figurativamente.

La ligera y aguda voz de la dama irrumpieron mis pensamientos y me permitieron volver a la realidad incisa de aquella situación, sonreí por cortesía mientras sus palabras recreaban el ambiente, dejando acotado el ansía, los nervios y preocupación tan suyos en aquel momento, cuando terminó no pude evitar preguntarme ¿Cuál era la razón por la cual ella no podría salir de allí?, la tentación era grande pero esperaba poder evitar preguntárselo, en seguida aquella nueva frase dio un giro a la conversación, ¿que hacía allí?, una pregunta bastante difícil de responder, al menos sabía que no podía decirle que era un vampiro, que me estaban persiguiendo o que había un muerto en la oficina de aquel botánico que dirigía el lugar. De pronto una brillante idea vino a mi mente, ella no tendría por que saber quien era quien, y al mismo tiempo me daría un coartada válida para encontrarme en aquel lugar durante tan tarde momento de la noche. Mi mano acaricio su brazo y me acerque un poco a ella, lo suficiente para hacer más personal el momento y al mismo tiempo no asustarla. Sonreí y la mire a los ojos profundamente, quería parecer sincero, y aunque odiaba las mentiras, me justificaba con el hecho de que aquella la protegería y la verdad solo lograría que la muerta rondara cerca de su alma.

- Yo soy el doctor Jean Carlo Giuntoli, botánico y quien dirige este lugar, es mi trabajo estar aquí- exclame con total seguridad sin apartar la vista de sus ojos- Y sabe señorita, me complace que tan bella dama se interese por la flora, mas dicho interés no debería colisionar con los horarios establecidos en este recinto- la tome suavemente del brazo y me dirigí con ella a la salida.

Esperaba que con ello me detuviera, me explicara la razón por la cual sus cuerpo no podía caer en las infinitas calles parisinas, la razón por la cual no podía volver a su casa a estas horas; no quería preguntárselo, si lo hacía ella pensaría que me interesaba, y... aquellas relaciones no son propias de un vampiro, no con una mortal que podría ser tu amante, tu alimento o solo un espécimen con el cual practicar aquellas artes oscuras que antaño algunos pocos vampiros conocíamos. Me distraje de mis pensamientos que absortos como era costumbre se disipaban entre el silencio de la noche,y apareció intrincada en sensaciones aquel suspiro de deseo, era su piel... tan suave y tersa, ¿las emociones me confundían?, pensé mientras su esencia ahora más inmediata se colaba en mi cerebro como las llamas a través de la madera, abriéndose paso lentamente pero a la misma vez con tal agresividad que me dominaba. A unos pasos de la puerta me detuve y en frenesí de pasión insensata bese su labios fugazmente, beso que fue interrumpido por ladridos de feroces canes acercándose al lugar, observe por la ventana disimuladamente, y alcance a ver como una horda de bárbaros cazadores se amotinaban detrás de sus perros intentando cazarme, gritaban venganza en sus corazones, cuando la realidad había sido tergiversada y la venganza como casus belli era una farsa, una blasfemia creada para justificar la extinción de mi especie.

Volví mi mirada hacia ella, y luego de nuevo a la calle, donde un joven bastardo levantaba mi espada en signo de victoria, una que aún no había llegado y esperaba no llegaría jamás. Temí que la vieran en aquel lugar, junto a mí, seguramente la violarían y secuestrando su libertad indagarían por cualquier información que pudiera ayudarlos a encontrarme, la tortura sería una opción viable, y al final la muerte su consuelo. Aquellos hombres no tenían honor, solo buscaban el dinero y la aventura de cazar al lobo, cuando ellos eran apenas ovejas. La decisión no tenía cabida a opción alguna, y como exclamo Julio Cesar en su tiempo " La suerte estaba echada", la tome de la mano manchando de esa forma la mía con el carmesí de su sangre y la mire fijamente.

- Confía en mí- le susurre- debemos irnos si quieres vivir, prometo explicarlo, pero por ahora debes confiar en mí- Corrí hacía el pasaje secreto cargándola en mis brazos y baje aquellas escaleras que se dirigían a las catacumbas bajo la ciudad de las luces.