Un intento de escape {Privado}

Tenía un plan. Aunque fuera absurdo y no fuera a servirme muchas veces, tenía algo en mente para librarme por unas horicas de aquella tortura en la que vivía. Ahora no era una persona corriente, no era una princesa, aunque seguía considerandomente como tal, no era tampoco humana... Y, en cierta forma, tampoco lo echaba para nada de menos, pues en ese caso tendría que haber hecho cosas desagradables que no quería hacer ni aunque me pagaran un fortuna. Y mira que, para mí, el dinero era algo increible que me otorgaba cosas preciosas que jamás rechazaría.


Nada más ocultarse el Sol, momento en el que pofin puedo despertar y salir a la calle, como aquel hombre que me tenía ahí con él, salí escopeteada como alma que llevaba el diablo. ¿Qué si podría hacerlo amenudo? probablemente en cuanto se diera cuenta acabaría de vuelta a aquella casa, pero mientras tenía ventaja... Abrí la ventana y salí volando de ahí, un pequeño don que había descubierto el día siguiente. Ventajas de ser vampiresa... Que tienes poderes que jamás podrías haberte imaginado siendo una mera mortal.

No controlaba lo suficiente mis dones, era una recién convertida, por eso bajé lo más rápido que pudo quedándome quieta en un pequeño claro del bosque. De ahí tenía que ser rápida e irme a la ciudad. Me moría de sed y no podía esperar ni un segundo más, neceistaba aquel néctar carmesí que salía de la piel de las personas. Me conformaba en esos momentos con cualquier vagabundo que pasara por delante de mis narices... Aunque, pensándolo de forma realista, ¡yo jamás bebería la sangre de alguien de la calle! Necesitaba comida de calidad, pues para algo era una princesa. Además tenía que darme prisa, si se enteraba antes de que volviera, que era lo más probable, el castigo que iba a tener podría ser realmente horrible.

Cerré los ojos unos instantes que se me estaban haciendo realmente eternos. Necesitaba sangra y la necesitaba ya, ¿y cuál era la mejor forma de encontrarla? Siendo como era en aquellos instantes, la mejor baza que tenía sin ninguna duda era ese increible olfato que me había regalado mi cambio e inmortalidad. Inhalé el aire, buscando aquella fragancia que conseguía volverme loca y martirizarme, pues conseguía, en cierta forma, que yo no fuera precisamante yo misma.

Sentí como entraba en mi cuerpo, aquel dulce aroma que me llevaba hacia la dirección contraria que iba a tomar. Iba a echar a correr, a ir directa a por mi padre cuando sentí otro olor. Me tensé de inmediato y, antes de poder salir de allí, ya estaba atrapada contra un árbol grande y robusto que estaba a punto de romperse por nuestra fuerza... Bueno, por la de él, que era él que me estampaba contra el pobre árbol que no le había hecho nada. ¿Si le decía eso me soltaría? Obviamente no, era un pequeño deje de esperanza y un pensamiento absurdo para conseguir salir de allí ilesa. Ilesa... Bonita palabra e imposible de conseguir refiriéndonos a ese hombre que tenía ante mis ojos.

Le miré con rabia durante unos instantes, quizá si hubiera comido tendría más posibilidades... Mi mente elaboraba un plan mientras sus palabras salían de su boca, pero era demasiado orgullosa como para callarme ante eso. ¿Qué tenía miedo? Si, mos ojos podían mostrarlo claramente, pero también mi orgullo. Era una princesa y eso no lo iba a cambiar nadie por mucho que quisieran o torturaran. Si iba a sufrir o morir, lo haría con la cabeza bien alta... Aunque seguro que más que unos azotes me iba a ganar algo peor.

-Princesa, para ti. Deberías respetar a la realeza.- Demasiado cerca. Tenía su rostro demasiado cerca y si mi corazón latiera ya estaría desbocado por el terror. Buen intimidador me había salido el vampiro que me había convertido, aunque hacía todo lo posible para controlar mi expresión. Iba a protestar, a soltar alguna frase cuando noté su mejilla en mi rostro, haciendo que me tensara incluso más y oliera más de cerca. La sangre del vampiro de repente suponía un mazazo a mi garganta y, antes de pensar, ya estaba intentando con todas mis fuerzas ir directa a su cuello.

No entendía del todo bien lo que estaba ocurriendo. Craig se alejó de mi, pero no por que pensaba morderle todo su bonito cuello y dejarlo sin una gota de sangre, no, se estaba doblando de la risa. Durante unos instantes mi rostro solo mostraban un auténtico desconcierto, ¿por qué se comportaba así? ¿Qué se supone que había pasado? Me había perdido un chiste que no comprendía y, lo que mejor podía hacer en esos instantes, era salir de aquel lugar a toda la velocidad que pudiera... Pero claro, si lo hacía, ¿no supondría un castigo aun peor si es que llegaba a escapar de verdad? Ese pensamiento me dejó blanca, quedándome en el sitio sin poder moverme aunque lo hubiera querido.

Le miré con tranquilidad en cuanto se recuperó de su repentino ataque mientras escuchaba sus palabras con cierto asqueo. ¿Era posible que fuera más grande que hacía unos instante? En realidad imaginaba que no pero, por algún motivo, sentía como si se me echara encima alguna especie de gigante del que no podía escapar aunque quisiera. Di un paso atrás en cuanto volvió a acercarse, chocándome contra ese desgraciado árbol que, a ese paso, acabaría más que roto en el suelo. ¿Qué podía hacer? Escuchar y morderme la lengua, pero no entendía porque debía hacer eso último. ¿No era yo Zyra? ¿La gran princesa egipcia? Esa situación me enervaba e intimidaba por igual. No quería callarme, no podía hacerlo aunque supusiera algo realmente desagradable.

-Pues algo me dice que te equivocaste de mujer. Yo no estoy hecha para alabar a nadie y deberías saberlo ya.- Lo peor del asunto es que, quizá ese motivo por el que no le hacía caso era lo que a él más le gustaba. No podía evitar seguir su asqueroso juego, porque, todo cuanto decía o hacía, conseguía mancillar mi nombre y orgullo. De lo último tenía demasiado y no pensaba perderlo porque un hombre me hiciera lo que quisiera. Lo mantendría aunque acabara costándome la maldita vida.- No puedes considerarme un gato... Más que ronronear, rujo.

En realidad no esperaba absolutamente nada de lo que me decía, pero hubiera sido algo ciertamente considerado por su parte. Él tenía todo, ¿por qué no podía concederme alguna doncella y una bonita casa? Yo era una princesa, era alguien importante y seguro que me estaban buscando. Aunque,viendo el destino que me deparaba en Egipto, mejor seguir donde estaba. Miré sus ojos inténsamente, a sabiendas de que, al sentir aquella caricia en mi rostro, vendría algo peor, algo que no tardó en venir y sentí casi de inmediato al notar la fuerza con la que me agarraba. Quería huir, salir de allí como fuera, pero me tenía tan bien agarrada que ni me atrevía a mover ni un solo pie.

-Jamás... Ha ido conmigo lo de obedecer a alguien que no sea yo misma.- Pasara lo que me pasara, me lo acabaría mereciendo con creces. Nunca se me había dado bien callarme las cosas aun cuando tenía todas las de perder y, en esos momentos, se veía claramente mientras cerraba los ojos con fuerza al sentir ese tirón de pelo que conseguía ponerme de rodillas ante él. Si ya anteriormente sentía mi orgullo herido, en esos momentos era como un mazazo en todo mi pecho, causándome eso más dolor que cualquier cosa física que pudiera hacerme.- No...-En cuanto olí la sangre mi garganta empezó a arder, como si no quisiera dejar un respiro, pero lo poco de orgullo que me quedaba se hacía presente. No iba a suplicarle, me negaba en rotundo a hacerlo, así que dejé de respirar, no sin antes soltar un pequeño gemidito por las ganas contenidas de poder saborear aquella sangre que me llamaba como si no hubiera mañana.