Fiona Di Centa

-Nombre del Personaje: Fiona Di Centa
-Edad:45 años – aparenta 23
-Especie: Vampiro
-Tipo, Clase Social o Cargo:  Clase Alta
-Orientación Sexual: Heterosexual
-Lugar de Origen: Suecia
-Habilidad/Poder:
Agilidad y reflejos sobrehumanos: Habilidad para moverse con más soltura por un sitio, utilizando brazos y piernas reaccionando más rápido que un humano normal.
Sentidos aumentados: Aumento de percepción en los sentidos de la vista, el olfato, el gusto, el tacto y la audición.
Telepatía: Habilidad para comunicarse mentalmente con otros, rompiendo las barreras de la distancia. Leer las mentes de los demás.
Volar (planear, levitar): Habilidad para alzarse desde el suelo, para navegar las corrientes de aire o volar por propia cuenta a través del aire.
Sanación acelerada: Habilidad para curar rápidamente de cualquier lesión. El tiempo de recuperación varía según el personaje.

Muchos dicen que la belleza que importa es la interior, sin embargo, para el caso de Fiona, la exterior es tenida en muy alta estima, especialmente después que el don oscuro solo consiguió resaltar aún más la que la naturaleza le había otorgado. Su piel, ahora más clara que antaño, posee la perfección de la porcelana. Su palidez es resaltada por la roja cabellera que mantiene algunas pocas ondas, aunque en general se vea lacia. Suele llevarla justo bajo los hombros.

Sus labios son rellenos en la medida justa para que no desentonen con el resto de sus rasgos, y sus ojos son de un color verde profundo el cual varía de intensidad dependiendo de las variaciones en su humor.

Posee una estatura promedio, es esbelta y con curvas delicadas en armonía con su contextura.

Prefiere usar joyas con incrustaciones de esmeraldas o rubíes. Viste de manera elegante pero poco recargada y prefiere los tonos oscuros en sus prendas.

Vanidosa en extremo. Desde muy pequeña aprendió a utilizar y sacar ventaja de lo que la naturaleza le había otorgado.  Ama los halagos. Se ve a sí misma como una suerte de obra de arte andante y como consecuencia se empeña por presentar una apariencia impecable.  

Ha convertido la sed de sangre en el motor de su actual no-vida, muchas veces obligándose a sí misma a inclinarse por la crueldad y el desinterés hacia la mayor parte de los humanos. Siempre consideró la paciencia como una virtud, pues la recompensa es más satisfactoria para quien sabe esperar, sin embargo, debe enfrentarse constantemente con los impulsos viscerales propios de un neófito y es muy común que pierda los estribos y, por consiguiente, la posibilidad de controlar lo que le ocurra a continuación.

Posee un temperamento voluble pero sus reacciones suelen ser imprevisibles. Puede tornarse violenta con la más mínima de las provocaciones y, al mismo tiempo, solo denotar su enojo por medio de una mirada por el más grave de los agravios. Se inclina por los métodos  dramáticos para con sus víctimas mortales y por aquellos que involucran el dominio y la seducción (o ambos) para con aquellos humanos que por algún motivo decide conservar durante un tiempo con vida.

Aunque es habladora no le molesta escuchar y, cuando ésta saciada y en un estado emocional  relativamente estable, es común que busque la compañía de cualquier humano, animal o bestia con quien pasar el rato. Le encantan los bailes, las largas caminatas, el frío y los enfrentamientos que impliquen un contendiente a la altura, no solo física, sino también con una agudeza mental lo suficientemente afilada como para mantener su interés vivo. Todo se limita, por supuesto, a su autocomplacencia.

La vida de Fiona Di Centa debió transcurrir con tranquilidad y felicidad. Nació en el seno de una de las familias más adineradas de Suecia y creció en medio del amor incondicional de su Padre y su Madre.  Se trataba de un núcleo familiar tradicionalista y religioso en el cual no se comía sin dar las gracias, se rezaba cada mañana y la misa dominical era insorteable.

Fue presentada oficialmente en sociedad al entrar en la pubertad y a pesar de presentar aquella espantosa apariencia desgarbada y asimétrica que todos los adolecentes tienen, el listado de pretendientes era lo suficientemente extenso como para que no tuviera que preocuparse. ¿Qué seguía? Escoger a alguno, conseguir la aprobación de su Padre, casarse y ser feliz por siempre. ¡Fácil! Excepto por el hecho de que ninguno de los nombres en la lista estaba a la altura que su Padre consideraba necesaria para pretenderla.

Así pasaron los años y su casa se siguió llenando de hermanitos y hermanitas mientras la primogénita esperaba ansiosa el sí de su Padre para poder ella darlo, a su vez, ante el altar. Finalmente, durante su cumpleaños número 20 recibió la gran noticia. La boda se realizaría a la mayor brevedad, lamentablemente su futuro marido, un adinerado mercader de un lejano país, se encontraba en un corto viaje de negocios en Francia y no tendría la oportunidad de conocerle hasta el mismo día de la boda. Un pequeño detalle que no enturbio en absoluto la felicidad que sentía por poder abandonar el nido y empezar su propia historia, tal vez con tres o cuatro críos a quienes cuidar y una decena de nietos a quienes malcriar.

Los días pasaron raudos y la noche en que conocería a su prometido llegó en un abrir y cerrar de ojos. Ella hubiese preferido que la boda se realizara al medio día, en los jardines de la mansión de su Padre y bajo el deslumbrante sol de la época, sin embargo por petición expresa de su prometido, la ceremonia se realizaría en la noche. La mansión estaba impecable, los invitados eran numerosos, el banquete estaba listo y era enorme, y ella estaba vestida y preparada mientras caminaba lentamente del gancho de su Padre por el pasillo iluminado por centenares de velas. Al final la esperaban el sacerdote y un hombre en la plenitud de su juventud y tan apuesto que le quitó, literalmente, el aliento. Era pálido, incluso más que ella, con una cabellera abundante y oscura y unos ojos que, aunque fieros, le atraían pecaminosamente.

Antes de darse cuenta se encontraba en el hogar de él, una mansión ligeramente más modesta que en la que había crecido, en su habitación y en su lecho, ayudando frenética a aquellas gélidas manos a deshacerse del aparatoso vestido. Pensaba que no podía ser más feliz de lo que ya era pero muy pronto se dio cuenta que en realidad era mucho lo que le faltaba por conocer, pues encontró que aquel acto del cual había escuchado hablar a su Madre y a infinidad de mujeres, por el cual se concedían los niños y se apaciguaban los humores de los varones, aquel que era un deber y una obligación de una esposa, en realidad se trataba de una unión increíble que la llevó al éxtasis una y otra vez.

-l'amore è l'unica cosa che può riempire l'eternità– la profunda voz retumbó por la habitación mientras aquella mano extendía con suavidad su roja cabellera por sobre la almohada. Sonrió cuando le vio inclinarse una vez más sobre ella, solo que esta vez sintió un dolor punzante en el lugar en el que él aplico sus labios para después perderse en un placer inmenso, superior por mucho de todo lo que había vivido en aquella noche eterna.

-Bebe pequeña mía. Te prometo más de lo que puedas jamás imaginar… el mundo será tuyo – el liquido era espeso y no se parecía a nada que hubiese probado. Quería abrir los ojos pero no podía así que se concentró en lo único que parecía importante en ese momento, beber…

Lo días pasaron, y después de la primera y espantosa impresión de conocer la realidad de lo que ahora era, empezó, finalmente, a aceptar lo ineludible. Ya no era humana, ya no estaba con vida y todos los sueños de progenie habían desaparecido. Sin embargo fueron reemplazados por otro tipo de sueños y deseos, y la sangre, ah, no había nada mejor. Su esposo resulto ser tan encantador como había presumido, solo que ahora mostraba abiertamente su naturaleza y ella se había adaptado rápidamente a su nueva vida en la oscuridad. No había vuelto con su familia por supuesto, ese sería uno de los sacrificios que tendría que soportar, pero bien que valía la pena. Él le enseñó lo mínimo que debía saber. Como cazar, como alimentarse rápida y misericordiosamente. Como protegerse de la luz del sol y como engañar a los mortales para que no descubrieran lo que era. Hacían planes, charlaban hasta tarde y se hacían el amor furiosamente mientras se declaraban amor y fidelidad eternos.

Estaba en su cielo privado, era feliz, hasta ese fatico día. Se trataba de un grupo inusual de humanos fuertemente armados que sabían lo que eran. Entraron en su hogar y mataron a todos los humanos que les servían. No pudo hacer nada excepto abrir los ojos ante su propia vulnerabilidad, incluso ahora en este frío y resiste cuerpo. Él lucho contra ellos para que ella pudiese huir y vio horrorizada, desde las afueras, como aquel cuerpo que amaba era arrojado al fuego que poco después consumió por completo su hogar. ¿Qué hacer ahora? Estaba sola y perdida, así que corrió al único lugar que le quedaba.

Permaneció oculta en lo profundo del sótano durante las horas diurnas, durmiendo esporádicamente y lamentándose por su amor perdido. Finalmente, cuando el sol de ocultó tras el horizonte salió a enfrentar a sus Padres. Fue sincera, les contó lo que sabía sobre él sobre sí misma y lo que había ocurrido desde que abaldonara su hogar en llamas.

-Consorte del demonio– vocifero su Madre y, ante su mirada estupefacta, arrancó uno de los crucifijos de las paredes y lo levantó ante ella – Fuera de mi casa monstruo, tú no eres mi hija – en ese momento sintió como las lagrimas se acumulaban en sus ojos inmortales. ¿Cómo podría decir eso? ¿Cómo podría llamarla monstruo? No era cierto, no podía serlo. Se acercó titubeante a aquel rostro que tan bien conocía pero que ahora le miraba de una manera completamente nueva, con rencor, miedo y desprecio, pero antes de que pudiese alcanzarla sintió un dolor punzante en el costado y al bajar la mirada vio como una hoja metálica se insertaba entre sus costillas. La espada era sostenida por la mano de su Padre y el dolor físico no tuvo comparación con el dolor en su corazón.

Sintió como su alma se destrozaba en pedazos ante aquel inequívoco acto de beligerancia. Pero el dolor rápidamente fue sustituido por un odio tan grande que alcanzó a percibir el sabor metálico en su boca. Tomando la hoja con la mano desnuda la extrajo y con la misma arma atravesó el cuerpo de su Padre. Los alaridos de su Madre retumbaban por el lugar y era cuestión de minutos para que la servidumbre corriera a atender a la señora de la casa. Incluso con eso en su contra se tomó el tiempo para desangrarla, desgarrando su garganta y sus muñecas y regodeándose en el dolor que le causaba. – Madre, aprendo bien, siempre me enseñaste que debía obedecer. Pues bien, de ahora en adelante seré el mejor de los monstruos, por ti y para ti – y diciendo esto finalizó con la vida de la mujer que le había dado la vida y que la había repudiado en el momento en que más la necesitó.

- Es amante de los animales por eso nunca se alimenta de ellos
- La única pertenencia que conserva de su vida como mortal es un anillo elaborado en plata y con forma de una serpiente que se enrosca sobre sí misma. Posee dos diminutos rubíes en el lugar donde debieran estar los ojos del reptil.