AÑO 1842
Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.
Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.
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Y así es que los locos corren (Fiona Di Centa)
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Y así es que los locos corren (Fiona Di Centa)
"Ella, no era mala, aunque no le faltarían motivos para serlo y,
eso, siempre es una bomba de tiempo."
eso, siempre es una bomba de tiempo."
Los mismos cueros tenemos todos los mortales al nacer y sin embargo, cuando vamos creciendo, el destino se complace en variarnos como si fuésemos de cera y en destinarnos por sendas diferentes al mismo fin: la muerte. Hay hombres a quienes se les destina marchar por el camino de las flores, y hombres a quienes les toca tirar por el camino de las espinas y de los cactus. Aquéllos gozan de un mirar sereno y al aroma de su felicidad sonríen con la cara del inocente; estos otros sufren del sol violento de la llanura y arrugan el ceño como las alimañas por defenderse. Hay mucha diferencia entre adornarse las carnes con arrebol y colonia, y hacerlo con cicatrices como tatuajes que después nadie ha de borrar ya. Sin embargo, todo son elecciones y en el caso de la bruja, su locura fue la cura para el daño hecho; su inocencia fue el alivio para tantos tropezones.
Hace tiempo, en la calle, conoció a un niño que iba de regreso al orfanato tiempo después de haber escapado. Él, argumentaba que al menos en ese lugar tenía techo y comida y que el mundo exterior no era lo que él imaginaba. Era increíble que incluso un niño pudiera notar la típica frialdad parisina y que por ello prefiriera el encierro seguro a la insensibilidad del mundo exterior en el que había puesto tantas esperanzas. De camino, Alexia y el niño parecían igualarse y la jovensita reía con el pequeño disfrutando de su compañía, de su mirada inocente pero más madura que la de muchos, y, sobre todo, de alguien con quien se sentía identificada. Lo llevó de la mano y de salto en salto y tocó la puerta del lugar para dejarlo adentro. Curiosamente fue invitada a seguir por un momento y pudo tomar una taza de chocolate y pan con un par de los pequeños. Desde entonces, regresó en ocasiones para ayudar con algunas labores de limpieza para obtener como pago lo de siempre, la taza de chocolate y el pan que le era más complicado conseguir afuera.
Pasó bastante tiempo antes que regresara a aquél lugar pero el hambre de la tarde se convirtió en una necesidad que no podía pasar por alto y fue entonces cuando decidió volver allí. Caminaba y la sombra de su cuerpo iba siempre delante, larga, muy larga, tan larga como un fantasma, muy pegada al suelo, siguiendo el terreno. Corrió un poco; la sombra corrió también. Se detuvo; la sombra también lo hizo y la bruja sonrió como si la sombra fuera un espíritu. Miró para el firmamento, no había una sola nube en todo su redor. La sombra o el espíritu aquél, había de acompañarla, paso a paso, hasta el final.
Sintió miedo, un miedo inexplicable cuando sintió a alguien cerca; se imaginó a los muertos saliendo en esqueleto a mirarla pasar o a unos de esos espíritus que sólo buscan venganza. No se atrevía a levantar la cabeza; apretó el paso; el cuerpo parecía que no le pesaba; el hambre tampoco. En aquél momento parecía que tuviera más fuerza que nunca. Llegó el instante en que llegó a estar al galope como un perro huído; corría, corría, corría como una loca, como una poseída. Cuando llegó a la esquina del orfanato estaba rendida; no hubiera podido dar un paso más... y entonces de nuevo sintió aquella extraña presencia tras de sí.
Hace tiempo, en la calle, conoció a un niño que iba de regreso al orfanato tiempo después de haber escapado. Él, argumentaba que al menos en ese lugar tenía techo y comida y que el mundo exterior no era lo que él imaginaba. Era increíble que incluso un niño pudiera notar la típica frialdad parisina y que por ello prefiriera el encierro seguro a la insensibilidad del mundo exterior en el que había puesto tantas esperanzas. De camino, Alexia y el niño parecían igualarse y la jovensita reía con el pequeño disfrutando de su compañía, de su mirada inocente pero más madura que la de muchos, y, sobre todo, de alguien con quien se sentía identificada. Lo llevó de la mano y de salto en salto y tocó la puerta del lugar para dejarlo adentro. Curiosamente fue invitada a seguir por un momento y pudo tomar una taza de chocolate y pan con un par de los pequeños. Desde entonces, regresó en ocasiones para ayudar con algunas labores de limpieza para obtener como pago lo de siempre, la taza de chocolate y el pan que le era más complicado conseguir afuera.
Pasó bastante tiempo antes que regresara a aquél lugar pero el hambre de la tarde se convirtió en una necesidad que no podía pasar por alto y fue entonces cuando decidió volver allí. Caminaba y la sombra de su cuerpo iba siempre delante, larga, muy larga, tan larga como un fantasma, muy pegada al suelo, siguiendo el terreno. Corrió un poco; la sombra corrió también. Se detuvo; la sombra también lo hizo y la bruja sonrió como si la sombra fuera un espíritu. Miró para el firmamento, no había una sola nube en todo su redor. La sombra o el espíritu aquél, había de acompañarla, paso a paso, hasta el final.
Sintió miedo, un miedo inexplicable cuando sintió a alguien cerca; se imaginó a los muertos saliendo en esqueleto a mirarla pasar o a unos de esos espíritus que sólo buscan venganza. No se atrevía a levantar la cabeza; apretó el paso; el cuerpo parecía que no le pesaba; el hambre tampoco. En aquél momento parecía que tuviera más fuerza que nunca. Llegó el instante en que llegó a estar al galope como un perro huído; corría, corría, corría como una loca, como una poseída. Cuando llegó a la esquina del orfanato estaba rendida; no hubiera podido dar un paso más... y entonces de nuevo sintió aquella extraña presencia tras de sí.
Última edición por Alexia Voltaire el Dom Ene 19, 2014 7:42 am, editado 1 vez
Alexia Voltaire- Hechicero Clase Baja
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Re: Y así es que los locos corren (Fiona Di Centa)
La estilizada figura se movía ágilmente sobre los tejados. Sus pasos rápidos denotaban seguridad, como si por medio de algún mítico artilugio fuese capaz de ver con claridad donde colocaba cada uno de sus pies. Cualquiera que le viese se preguntaría, no solo lo ya mencionado, sino el cómo había llegado hasta allá arriba y el porqué lo hacía. Por fortuna o por habilidad, nadie se había percatado de su presencia hasta ahora. La capa roja ondeaba tras de sí, siendo víctima del viento, al igual que las enaguas de su vestido y la suelta cabellera. Era una noche estupenda. El clima otoñal se mantenía seco y la luna brillaba sobre su cabeza, haciendo relucir con intensidad el tono natural de su cabello. Cambio el ritmo de su andar de improviso. Una pequeña carrera seguida de un salto y un pulcro aterrizaje en un tejado lejano. Tal vez este tipo de comportamiento seria fuertemente juzgado por algunos de los suyos, aquellos que llevaban siglos transitando por el mundo. Al parecer el permanecer tanto tiempo con vida les quitaba poco a poco la espontaneidad transformándolos en conchas vacías incapaces de disfrutar de algo como un simple e inocente despliegue de agilidad.
No era ese el caso de la pelirroja. Tener los sentimientos a flor de piel resultaba ser un talón de Aquiles y al mismo tiempo una bendición. Esa noche, por ejemplo, se encontraba feliz. Tan sencillo que estaba segura de no poder transmitir tal emoción a ningún otro inmortal con quien se topase. También estaba sedienta, por supuesto, casi siempre estaba sedienta. Había salido muy temprano, recién el sol de ocultó por el horizonte, con el propósito de todas las noches. Odiaba la monotonía pero ante aquella necesidad básica no tenía ninguna elección. Además siempre podría imprimir un poco de imaginación que hiciese su alimentación mucho más excitante y placentera. No le molestaba cazar, de hecho era una de las actividades que más disfrutaba, lo que no le agradaba por completo era el estar supeditada a la sed, a no poder elegir libremente cuando y como cazar, a tener que rendirse ante cualquier bolsa de sangre andante cuando ya no podía soportarlo más. En fin, gajes del oficio.
Detuvo su andar y miró en derredor. Se encontraba parada en una casa esquinera ubicada en el norte de Paris. Había recorrido media ciudad casi sin darse cuenta. Lo curioso del asunto es que en tan largo recorrido no había podido ubicar a nadie que llamase su atención. Ningún ser humano interesante, ninguna mente que la invitase a bajar a nivel del suelo para una danza macabra. Bufó sintiendo como su ánimo decrecía. Tantas almas reunidas en un solo apestoso lugar y aún así ninguno parecían valer la pena. Pero no permitiría que eso la derrotara así que trazó un nuevo recorrido en su cabeza y se encontraba dispuesta a ponerse nuevamente en movimiento cuando un sonido llamó su atención. Se trataba de pasos cambiando varias veces la velocidad. Una carrera seguida de un momento de silencio.
La vampira se agazapó y esperó hasta que la causante de tales sonidos apareció en su campo de visión. Se trataba de una humana que jugaba, al parecer, con su propia sobra. Una sonrisa se extendió sobre los labios de la pelirroja mientras observaba fijamente la figura pobremente vestida que había emergido justo cuando ella planeaba la retirada. Esperaba que la chica continuara con su inquietante jugarreta, pero ella, al parecer percibió su presencia, así que apretó el paso y empezó a alejarse del lugar donde Fiona se encontraba. “De ninguna manera” pensó la pelirroja mientras empezaba a seguirla desde su cómoda y elevada posición. Podía recolectar las imágenes que aparecían y desaparecían en la mente de la joven y esto solo consiguió que su curiosidad emergiera implacablemente.
La chica corrió, Fiona la siguió hasta que finalmente se detuvo en las inmediaciones del orfanato. Solo entonces la pelirroja se lanzó al vacío, descendiendo con suavidad entre la seguridad de las sombras, como si el viento hubiese acudido a su llamado y la hubiese llevado en brazos hasta el suelo. Entonces observó a la agotada humana. Si, era justo lo que estaba buscando, era lo que deseaba. Se le hizo agua la boca al empezar a caminar, saliendo de las sombras a un punto en donde ella pudiese verle y acercándosele en línea recta. Andaba lenta y casualmente, como si simplemente pasase por allí, pero mantenía los ojos fijos en la humana. No habló, solo espero. Sería la reacción de la chica la que dictaría su comportamiento y la cantidad de tiempo con vida que a la otra le quedara por delante.
Fiona Di Centa- Vampiro Clase Alta
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Re: Y así es que los locos corren (Fiona Di Centa)
"Si la muerte es el remedio de todos los males, pues...
deja que mis males me acunen por un poco más de tiempo"
deja que mis males me acunen por un poco más de tiempo"
La chica había corrido con paso firme y seguía su ruta con seguridad, parecía como si no hubiera pensado lo suficiente o más bien como si algo en su interior le dijera que no podría huir.
Por lo general, sus perseguidas eran por parte de comerciantes que querían sus mercancias de regreso; de niños que querían sus juguetes de vuelta o, en la peor de las situaciones, de sus propios fantasmas de los cuales no podía escapar por más rápido que corriera. "¿Cómo se mide la velocidad en los espíritus?" se lo preguntó alguna vez sin respuesta alguna y sin tener la menor idea de lo que podía llegar a ser. "¿Cómo es que siempre me encuentran a mí?" y la respuesta era otro silencio que luego era mermado por murmullos y llantos espantosos, tal como quejidos lastimeros que hacían eco en el interior de la mente descontrolada de la joven.
Sabía que había alguien cerca, su instinto no estaba tan perturbado como sus pensamientos y además se podia sentir el aroma de un muy oloroso perfume femenino llevado por el viento hacia su nariz. Era de esos perfumes que usan las mujeres adineradas y, a juzgar por la rapidez con que la había seguido y sin causar el menor de los ruidos, era perteneciente a un vampiro.
El corazón de Alexia retumbaba en sus oídos a causa de la agitada carrera, pero prestaba atención con disimulo a los sonidos a su alrededor. Su acompañante no estaba agitado como ella, su respiración era un secreto mortal, su aliento sólo se sentiría cuando clavara sus colmillos en alguna víctima y suspirara extasiada. Pero, por su vida que no iba a permitirlo.
Se inclinó sin voltear a ver quién estaba allí, aguardando en silencio algún movimiento audible, y apoyo las manos en las piernas semiflexionadas como reposando en ellas su torso agotado mientras que recobraba la respiración. Respiró lento, pausado y en calma hasta que una corriente de aire pareció descender y un ligero sonido en seco le dio a entender el aterrizaje de su posible persecutor. Se incorporó, no sin primero arreglarse las medias que se habían bajado a los tobillos en medio de la carrera y, sin pensarlo, emitió sonido:
-¿Qué me ves?- Preguntó a quien sentía desconocido y cercano tras ella, usando una voz ronca y debilucha. -¿Quieres correr conmigo?- La pregunta era absurda y altanera, como todas esas veces en las que se sentía descubierta luego de alguna pilatuna e intentaba negarla con un orgullo fingido. -Tengo que correr porque eso es bueno para los músculos que casi no tengo, además, estoy tan delgada que ya ni sangre tengo.- Mencionó pretendiendo desilucionar al vampiro; pero no eran más que palabras simples, básicas y de seguro ya repetitivas para un bebedor de sangre. No obstante era un forma discreta de decir "Sé lo que eres, no me preguntes como pero lo sé" -Dime ¿Me conoces o algo? Porque si por si acaso... pues, yo no fui.- Habló de nuevo en su terquedad y apenas volteo a ver de reojo prácticamente sin ver nada claro.
-Aish, ya me iba. Me espera un buen chocolate pero no te invito porque no avisé, ¿Sí? Adiós!- Acotó de nuevo y pretendió avanzar dejando atrás el camino por el que había corrido, no sin dejar de observar las calles en busca de otro como ella, de alguien que pudiera mantener lejos al vampiro o al menos controlado. Pero cuando se busca a alguien nunca hay nadie. Es como cuando se quiere estar sólo y casi te persigue el mundo. Es simple y llanamente el destino que se jacta en tus narices por hacer lo que se le da la gana. Es como cuando a la muerte se le antoja saludar antes del último baile entre suspiros.
Por lo general, sus perseguidas eran por parte de comerciantes que querían sus mercancias de regreso; de niños que querían sus juguetes de vuelta o, en la peor de las situaciones, de sus propios fantasmas de los cuales no podía escapar por más rápido que corriera. "¿Cómo se mide la velocidad en los espíritus?" se lo preguntó alguna vez sin respuesta alguna y sin tener la menor idea de lo que podía llegar a ser. "¿Cómo es que siempre me encuentran a mí?" y la respuesta era otro silencio que luego era mermado por murmullos y llantos espantosos, tal como quejidos lastimeros que hacían eco en el interior de la mente descontrolada de la joven.
Sabía que había alguien cerca, su instinto no estaba tan perturbado como sus pensamientos y además se podia sentir el aroma de un muy oloroso perfume femenino llevado por el viento hacia su nariz. Era de esos perfumes que usan las mujeres adineradas y, a juzgar por la rapidez con que la había seguido y sin causar el menor de los ruidos, era perteneciente a un vampiro.
El corazón de Alexia retumbaba en sus oídos a causa de la agitada carrera, pero prestaba atención con disimulo a los sonidos a su alrededor. Su acompañante no estaba agitado como ella, su respiración era un secreto mortal, su aliento sólo se sentiría cuando clavara sus colmillos en alguna víctima y suspirara extasiada. Pero, por su vida que no iba a permitirlo.
Se inclinó sin voltear a ver quién estaba allí, aguardando en silencio algún movimiento audible, y apoyo las manos en las piernas semiflexionadas como reposando en ellas su torso agotado mientras que recobraba la respiración. Respiró lento, pausado y en calma hasta que una corriente de aire pareció descender y un ligero sonido en seco le dio a entender el aterrizaje de su posible persecutor. Se incorporó, no sin primero arreglarse las medias que se habían bajado a los tobillos en medio de la carrera y, sin pensarlo, emitió sonido:
-¿Qué me ves?- Preguntó a quien sentía desconocido y cercano tras ella, usando una voz ronca y debilucha. -¿Quieres correr conmigo?- La pregunta era absurda y altanera, como todas esas veces en las que se sentía descubierta luego de alguna pilatuna e intentaba negarla con un orgullo fingido. -Tengo que correr porque eso es bueno para los músculos que casi no tengo, además, estoy tan delgada que ya ni sangre tengo.- Mencionó pretendiendo desilucionar al vampiro; pero no eran más que palabras simples, básicas y de seguro ya repetitivas para un bebedor de sangre. No obstante era un forma discreta de decir "Sé lo que eres, no me preguntes como pero lo sé" -Dime ¿Me conoces o algo? Porque si por si acaso... pues, yo no fui.- Habló de nuevo en su terquedad y apenas volteo a ver de reojo prácticamente sin ver nada claro.
-Aish, ya me iba. Me espera un buen chocolate pero no te invito porque no avisé, ¿Sí? Adiós!- Acotó de nuevo y pretendió avanzar dejando atrás el camino por el que había corrido, no sin dejar de observar las calles en busca de otro como ella, de alguien que pudiera mantener lejos al vampiro o al menos controlado. Pero cuando se busca a alguien nunca hay nadie. Es como cuando se quiere estar sólo y casi te persigue el mundo. Es simple y llanamente el destino que se jacta en tus narices por hacer lo que se le da la gana. Es como cuando a la muerte se le antoja saludar antes del último baile entre suspiros.
Alexia Voltaire- Hechicero Clase Baja
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Re: Y así es que los locos corren (Fiona Di Centa)
La pelirroja esperaba que la joven le dedicase una mirada. Los pensamientos que recibía le indicaron que la conocía la naturaleza de su perseguidora. Resultó ser una sorpresa tal sagacidad al momento de analizar las señales. Pocos humanos eran tan perceptivos aunque ahora ella también tenía claro que no estaba frente a una simple humana. El hecho de que sus pensamientos estuviesen plagados de alegorías a la persecución por espectros y fantasmas le aclaraba a la vampira que se trataba de una bruja. Se había topado con pocos seres así en su corta existencia, sin embargo con eso bastaba para poder calificarla.
Casi rió al ver como la chica arreglaba sus medias antes de incorporarse aun sabiendo que un ser sobrenatural le acechaba. Le resultaba conocido y familiar tal comportamiento de arreglarse alguna parte de su vestimenta, ella misma lo había adelantado ante otros en el pasado claro que, en su caso, jamás habría estado tan desaliñada, al menos no por voluntad propia. Entonces, si la humana se hubiese dignado a mirarle, habría visto la expresión de sorpresa que cruzo el rostro de la vampiresa quien detuvo su avance solo para darle la oportunidad de que terminara su retahíla. Aquellas palabras no eran necesarias, ella ya sabía que la otra conocía su sanguinaria ascendencia, pero igual resultaba ser una jugada bastante osada. No tenía muy en claro si reconocer su temeridad o su locura. ¡Que mente interesante! Perseguirla se convertía, segundo a segundo, en la mejor decisión de la noche.
Solo cuando la observó avanzar nuevamente, y escuchó los pensamientos que acompañaban su andar, la pelirroja soltó una carcajada que resonó por el desierto lugar. - ¿Ya te vas? ¿No me estabas invitando a correr contigo? Aunque creo que eso no ayudara a mis músculos – bromeó en un tono lo suficientemente alto como para asegurarse de que la joven le escuchara. Por supuesto que no habría fuerza lo suficientemente poderosa que le hiciese abandonarla. Ella resultaba ser un delicioso coctel que pensaba disfrutar a como diera lugar. De pronto la idea de matarla ya no resultaba tan tentadora como el escucharle decir algunas otras incoherencias. El encuentro prometía ser de lo más interesante.
Entonces avanzó lentamente, dándole el tiempo para que reaccionara, fuese deteniéndose, enfrentándola o corriendo en dirección contraria. Cualquiera de las opciones era buena para ella, el resultado de cada una seria, sin embargo, diferente para la humana. – Vamos, no seas tímida. Estoy segura que podrás tomar tu chocolate más tarde o, tal vez si tienes suerte, cualquier otro día – continuaba caminando. Sus taconcitos chocaban rítmicamente contra los adoquines y su capa y cabellera se agitaba con la brisa aunque esta fuese mucho menos acentuada que cuando se encontraba desplazándose sobre los tejados. Esperaba que una mente tan aguda fuese capaz de captar la amenaza que velaban sus palabras y ardía en deseos de conocer la decisión que la otra tomara ante la misma. – Y no, no te conozco así que no hay nada que quiera reclamar aunque si fuese tú no me apresuraría tanto con mis palabras. Después de todo una negación tan vehemente a una acusación no expresada solo sirve para confirmar la culpabilidad – un hipócrita consejo teniendo en cuenta en cuantos problemas se había metido precisamente por no poder contener su propia lengua.
– Entonces dime que harás ¿rehusaras mi compañía? - preguntó mirando hacia el suelo que pisaba para luego mirar más allá de la joven –Porque puedo asegurarte, y por favor no dudes que lo que digo es cierto, que no hay nadie con quien puedas encontrarte más adelante - con esa simple frase desmontaba la esperanza de que alguien llegase a rescatarla.
Fiona Di Centa- Vampiro Clase Alta
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Re: Y así es que los locos corren (Fiona Di Centa)
"¡Titila, luce, vampiro!
¡Cuál será tu alado giro!"
¡Cuál será tu alado giro!"
Alexia se giró en cuanto su acompañante soltó una risotada. La miró a los ojos, con una tranquilidad propia de quién está demente y a pesar de entender la magnitud del asunto, actúa como si lo importante fuera otra cosa. -¡Ah, sí, es cierto!- dijo con un ligero entusiasmo y levantándo el dedo índice que luego se llevó al mentón al tiempo que fruncía el ceño. -No, pero mejor no porque ya me cansé.- Acotó mientras miró de reojo unas escaleras cercanas en las que se le antojó sentarse. Toció de repente a causa de su garganta reseca y se cubrió la boca con un mano. -Además estoy taaaan enferma ¿No se me nota? estoy pálida, cansada, ojerosa y... todo eso. Seguro que todo yo soy un desastre.- Y le miró a los ojos a la vampireza de hermosa y elegante apariencia que la observaba como con una sonrisa. Era claro que la joven tocía por el agotamiento, pero intentaba usarlo para convencer -sin saber si con éxito- al vampiro de una enfermedad inexistente que probablemente le daba un sabor amargo a su sangre. No cabe duda que a pesar de la locura, la bruja cree que está bien si sólo actúa.
De pronto, la mujer se acercó con una seguridad innegable y la chica casi le toció al frente y sonrió de nuevo como si nada y ni siquiera se disculpó. -No soy tímida. Es más, si usted me invita al chocolate pues yo acepto. Pero quiero además pansito caliente o algunas galletas con mantequilla, ¿sí? No corremos porque eso de correr y el chocolate no combinan, es como si una sanguijuela bebiera sangre de un moribundo ¿Me entiende? como que no queda bien, no es bonito y pues yo prefiero el chocolate que la carrera- Abrió los ojos como afirmando sus torpes palabras y asintió. -Ah, pero una torta también se me antoja. ¿Y a usted?- Vaya pregunta... cada palabra que salía de la boca de la bruja era más torpe que la anterior, pero mezclada de una evidente declaración acerca de la naturaleza de su compañera temporal. ¿Qué si le decía que se le antojaba su sangre? tal vez cuando la joven sintiera temor las cosas dieran un vuelco y su actitud frente al depredador fuese diferente. Pero ¿Quién sabe?
-¿Apresurarme con las palabras?- Repitió y soltó una risita. -No sabía que hablaba rápido- dijo luego como si no entendiera realmente a lo que se refería aquella inmortal y de nuevo frunció el ceño. -No sé que es vehemente y tampoco tengo la culpa de nada- Habló casi molesta y se cruzó de brazos. -Claro, pasa algo y siempre me echan la culpa a mí ¡No es justo! pero... - Bajó los brazos y de nuevo un gesto inocente se posesionó de su rostro. -¿Qué fue lo que según usted hice? de verdad que no entiendo nada.- y se mantuvo en su posición, como si no le temiera a la muerte por haberla tenido mucha veces cara o cara o como si incluso la esperara constantemente; no por gusto, sino más bien por costumbre.
¿La estaría agotando al punto que la terminara matandola antes de darle tiempo de reaccionar? no sería nada raro, actuaba como una desquiciada, arrebatada, torpe e irreverente y muchas veces los vampiros son algo... histéricos con ese tipo de cosas. Sin embargo, la bruja no generalizaba, no tenía claras todas las reglas en cuanto a las otras especies y para el caso de los vampiros era algo así como: Vampiro= bebe sangre, es rápido. La bruja se mordió los labios, desvió la mirada pensativa y luego respondió.
-Pues yo dije que me dejo invitar algo de comer, hace frío ¿Sabe? y.... tampoco entiendo como es que no hay nadie ¿A donde fueron todos?- preguntó volviendo la mirada a la mujer. La joven preguntaba con frecuencia como un pequeño que pretende entender lo que los mayores dicen, pero muy a pesar de su extraña mente, sus preguntas eran en extremo lógicas al igual que sus afirmaciones. Lo que le faltaba era coherencia, pero era sólo eso porque en su interior, comprendía bien lo que estaba pasando. Su realidad estaba disfrazada de las telarañas de lo incomprendido.
De pronto, la mujer se acercó con una seguridad innegable y la chica casi le toció al frente y sonrió de nuevo como si nada y ni siquiera se disculpó. -No soy tímida. Es más, si usted me invita al chocolate pues yo acepto. Pero quiero además pansito caliente o algunas galletas con mantequilla, ¿sí? No corremos porque eso de correr y el chocolate no combinan, es como si una sanguijuela bebiera sangre de un moribundo ¿Me entiende? como que no queda bien, no es bonito y pues yo prefiero el chocolate que la carrera- Abrió los ojos como afirmando sus torpes palabras y asintió. -Ah, pero una torta también se me antoja. ¿Y a usted?- Vaya pregunta... cada palabra que salía de la boca de la bruja era más torpe que la anterior, pero mezclada de una evidente declaración acerca de la naturaleza de su compañera temporal. ¿Qué si le decía que se le antojaba su sangre? tal vez cuando la joven sintiera temor las cosas dieran un vuelco y su actitud frente al depredador fuese diferente. Pero ¿Quién sabe?
-¿Apresurarme con las palabras?- Repitió y soltó una risita. -No sabía que hablaba rápido- dijo luego como si no entendiera realmente a lo que se refería aquella inmortal y de nuevo frunció el ceño. -No sé que es vehemente y tampoco tengo la culpa de nada- Habló casi molesta y se cruzó de brazos. -Claro, pasa algo y siempre me echan la culpa a mí ¡No es justo! pero... - Bajó los brazos y de nuevo un gesto inocente se posesionó de su rostro. -¿Qué fue lo que según usted hice? de verdad que no entiendo nada.- y se mantuvo en su posición, como si no le temiera a la muerte por haberla tenido mucha veces cara o cara o como si incluso la esperara constantemente; no por gusto, sino más bien por costumbre.
¿La estaría agotando al punto que la terminara matandola antes de darle tiempo de reaccionar? no sería nada raro, actuaba como una desquiciada, arrebatada, torpe e irreverente y muchas veces los vampiros son algo... histéricos con ese tipo de cosas. Sin embargo, la bruja no generalizaba, no tenía claras todas las reglas en cuanto a las otras especies y para el caso de los vampiros era algo así como: Vampiro= bebe sangre, es rápido. La bruja se mordió los labios, desvió la mirada pensativa y luego respondió.
-Pues yo dije que me dejo invitar algo de comer, hace frío ¿Sabe? y.... tampoco entiendo como es que no hay nadie ¿A donde fueron todos?- preguntó volviendo la mirada a la mujer. La joven preguntaba con frecuencia como un pequeño que pretende entender lo que los mayores dicen, pero muy a pesar de su extraña mente, sus preguntas eran en extremo lógicas al igual que sus afirmaciones. Lo que le faltaba era coherencia, pero era sólo eso porque en su interior, comprendía bien lo que estaba pasando. Su realidad estaba disfrazada de las telarañas de lo incomprendido.
Alexia Voltaire- Hechicero Clase Baja
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Re: Y así es que los locos corren (Fiona Di Centa)
Escuchar aquellas frases poco habituales, que rayaban incluso en una incoherencia absurdamente llena de contexto, le resultaba simplemente embriagador. Era como si hablase con un crio que conoce el mundo lo suficiente como para poder argumentar correctamente pero que, al mismo tiempo, carece de la sutileza necesaria para medirse dependiendo del auditorio, solo dice lo que piensa sin calcular realmente si las palabras utilizadas son las adecuadas. En cuanto escucho lo de aquella ficticia enfermedad le provoco reír a carcajadas, sin embrago solo enarcó una de sus cejas con gesto burlón. Que interesante que aquella joven creyera, realmente, que una enfermedad podría amargar el sabor de su sangre. Era una conjetura que podría resultar valida teniendo en cuenta que el paladar humano no poseía el gusto para apreciar, y por tanto confirmar, tal diferencia. – Oh querida, lamento mucho que te sientas tan enferma pero solo para que lo sepas el que el tabernero tenga catarro no afecta en nada el sabor del vino que vende – la vampiresa se aproximaba más mientras hablaba.
Por alguna razón deseaba sentir la textura del cabello de la joven. No le había prestado especial interés antes, pero ahora, estando tan cerca, su curiosidad se encendió. Era este uno de los comportamientos adquiridos después de su transformación. Sin previo aviso cualquier objeto, por mundano y común que fuese, llamaba su atención al punto que le era prácticamente imposible resistirse a observarle de cerca, a tocarle. Tan cerca estaba que sintió como el aliento y la saliva de la muchacha salían expedidos hacia su rostro en medio de otro fingido ataque de tos. El rostro de Fiona perdió cualquier atisbo de diversión pero reprimió el impulso de estrangularla por aquella ofensa el tiempo suficiente como para que la otra empezara nuevamente a hablar y de nuevo fue superior el deseo de escucharla que el de terminar con su vida. En silencio decidió que podía pasar por alto el grosero gestó pero que por mucho que le interesase escucharla tampoco le permitiría llegar mas allá con la descortesía.
No contestó a la siguiente pregunta, por los pensamientos que podía captar dedujo que no era necesario, pero tampoco se le escaparon ni las cavilaciones de la brujita ni el suave mordisco que le dio a sus labios. Fiona inspiró saboreando el aroma de la joven que era transportado por el aire. – Bueno, es una noche fría y además es tarde, no es de extrañar que no encontremos a nadie por ahora – contestó cambiando ligeramente su método de charla, algo más sencillo y directo solo para ver cómo reaccionaba – Con respecto lo demás creo que tal vez solo podamos conseguir chocolate por ahora – un par de pasos más cerca, lo suficiente como para estirar los brazos y apresar el cálido cuerpo. El abrazó no fue tan fuerte como para lastimarla pero si lo suficiente como para que no pudiese zafarse. Aspiró su aroma, posó los labios sobre la piel expuesta de su cuello, acarició aquel cabello que atraía su atención. Todo duró solo un par de segundos antes de soltarle y sonreírle. ¿Tendría la suficiente lucidez para asustarse? ¿Idearía alguna frase extraña y difusa que justificara aquella acción? - Las sanguijuelas no discriminan, sería bueno que lo supieras…- una sonrisa malévola emergió antes de continuar - Estoy segura de que en el orfanato tendrán un poco de chocolate y me encantaría acompañarte… no aceptare una negativa como respuesta – manifestó después de soltarle. Seguía sedienta y para esa altura sabia que las dos eran muy consientes que ya habría podido saciarse con la sangre de la bruja, pero de pronto una idea apareció en su mente, una en la cual no solo satisfacía sus necesidades alimenticias, sino que también postergaba tan curiosa e inusual compañía.
Fiona Di Centa- Vampiro Clase Alta
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Re: Y así es que los locos corren (Fiona Di Centa)
"Pero dicen que incluso el más demente, es capaz de hacer sacrificios."
Alexia frunció el ceño de nuevo con gesto confundido. -No entiendo. Ah, pero y qué si el tabernero enfermo le tose a la bebida? ¿O le escupe? el otro día vi a uno haciendo eso, puaaag- se estremeció de sólo recordarlo, la sola idea le daba nauseas y tras una pausa, de nuevo lanzó su apreciación del asunto. Estaba claro que ambas se hablaban a partir de analogías y que buscaban con indirectas lograr sus objetivos. Sin embargo si habían de debatirse así siempre, les iba a llevar la noche entera.
La bruja le permitió a la mujer acercarse y sin retirarle la mirada notó ese cambio brusco en sus gestos, resaltaba la molestia de aquella toz exagerada y sin la más mínima educación. Alexia le sonrió descarada y como con un gesto inocentón que no delataba otra cosa más que picardía. La vampireza la observó extrañamente y ella jugo con su propio pelo en tanto se sintio observada; la inmortal mientras tanto parecía dispersa. No cabía duda que un vampiro con ese comportamiento puede ser más peligroso, más letal y más certero al no dar tiempo para que el otro reaccione. ¿Pero qué podía hacer? la bruja no actuaría a menos que fuera absolutamente necesario. Era imprudente, sí, pero no tan tonta como para atacar primero y provocar tal rabia en el otro que le diera como resultado un paso estúpido y apresurado al otro mundo.
-Pues sí, cada quién está en su casa, con este frío que hace no es para menos.-Hizo un gesto con los labios que pareció un puchero de resignación. -¿Usted donde vive? ¿Está cerca de aquí?- preguntó como si pretendiera mostrarse cordial sin motivo alguno. -Es que no la había visto antes por aquí y ... además habla raro.- Le sonrió como si nada. -Bueno, también es rara ¿De dónde viene?- continuo mientras metía las manos en los bolsillos intentando calentarlas un poco; ya sentía helarse e incluso arrugó la nariz que empezaba a ponerse muy fría y algo sonrosada. Fue entonces cuando ella la abrazo y la jovensita susurró conteniendo la risa -Sí, si que es rara- mencionó manteniéndose inmóvil y sin siquiera intentar zafarse. No lo hizo porque sencillamente no tendría sentido, su fuerza era como comparar la de un pequeño insecto con la de un elefante, era un absurdo. La escuchó respirar más fuerte, como si inhalara con fuerza queriendo encontrar algo de ese modo y, ese acercamiento que tuvo luego, sí logró que la piel de la bruja se le erizara por completo y que abriera los ojos de una forma contudente. Incluso cuando la vampireza se alejó apenas y le sonrió, Alexia la siguió mirando de esa forma. -No me gustan las chicas. No digo que a usted sí. Ahm, tampoco digo que no, pero por si acaso. Ya sabe.- Sonrió forzadamente enseñando la dentadura y entrecerrando los ojos. -Y ya sé que no discriminan. Por eso no iré al orfanato ahora.- Mencionó con firmeza y desdibujando cualquier gesto inocentón de su rostro. La joven aunque con las ideas en desorden tenía claro que no llevaría a un vampiro hasta la enorme cena que le representaría un orfanato. No contribuiría a tal masacre de pequeños inocentes por más que supiera que cualquier vampiro podría tomarlo por cuenta propia.-Porque la enfermedad tampoco y no debo ir así. Es por eso.-dijo luego riéndo como si intentara arreglar lo anterior por mera precaución y con el fin de no hacer enojar a la mujer y mucho menos provocarla a entrar a aquél lugar.
-¿Y si mejor caminamos? se me están entumiendo las piernas y ya quiero ir a otro lado- dijo dando media vuelta y avanzando un par de pasos. Estaba decidida a cambiarle la idea a la mujer, había avanzado poniéndose delante de un lugar que para ella había representado tanto. Ese sitio, ese orfanato, era como la casa que no tenía y, esa gente, era como la familia que ninguno de ellos poseía. No obstante intentó pensar que hacer de modo más rápido y efectivo, así que sin previo aviso, echó a correr nuevamente en sentido contrario al orfanato, sabiendo que si aquella asesina decidía seguirla, lo haría en un abrir y cerrar de ojos.
La bruja le permitió a la mujer acercarse y sin retirarle la mirada notó ese cambio brusco en sus gestos, resaltaba la molestia de aquella toz exagerada y sin la más mínima educación. Alexia le sonrió descarada y como con un gesto inocentón que no delataba otra cosa más que picardía. La vampireza la observó extrañamente y ella jugo con su propio pelo en tanto se sintio observada; la inmortal mientras tanto parecía dispersa. No cabía duda que un vampiro con ese comportamiento puede ser más peligroso, más letal y más certero al no dar tiempo para que el otro reaccione. ¿Pero qué podía hacer? la bruja no actuaría a menos que fuera absolutamente necesario. Era imprudente, sí, pero no tan tonta como para atacar primero y provocar tal rabia en el otro que le diera como resultado un paso estúpido y apresurado al otro mundo.
-Pues sí, cada quién está en su casa, con este frío que hace no es para menos.-Hizo un gesto con los labios que pareció un puchero de resignación. -¿Usted donde vive? ¿Está cerca de aquí?- preguntó como si pretendiera mostrarse cordial sin motivo alguno. -Es que no la había visto antes por aquí y ... además habla raro.- Le sonrió como si nada. -Bueno, también es rara ¿De dónde viene?- continuo mientras metía las manos en los bolsillos intentando calentarlas un poco; ya sentía helarse e incluso arrugó la nariz que empezaba a ponerse muy fría y algo sonrosada. Fue entonces cuando ella la abrazo y la jovensita susurró conteniendo la risa -Sí, si que es rara- mencionó manteniéndose inmóvil y sin siquiera intentar zafarse. No lo hizo porque sencillamente no tendría sentido, su fuerza era como comparar la de un pequeño insecto con la de un elefante, era un absurdo. La escuchó respirar más fuerte, como si inhalara con fuerza queriendo encontrar algo de ese modo y, ese acercamiento que tuvo luego, sí logró que la piel de la bruja se le erizara por completo y que abriera los ojos de una forma contudente. Incluso cuando la vampireza se alejó apenas y le sonrió, Alexia la siguió mirando de esa forma. -No me gustan las chicas. No digo que a usted sí. Ahm, tampoco digo que no, pero por si acaso. Ya sabe.- Sonrió forzadamente enseñando la dentadura y entrecerrando los ojos. -Y ya sé que no discriminan. Por eso no iré al orfanato ahora.- Mencionó con firmeza y desdibujando cualquier gesto inocentón de su rostro. La joven aunque con las ideas en desorden tenía claro que no llevaría a un vampiro hasta la enorme cena que le representaría un orfanato. No contribuiría a tal masacre de pequeños inocentes por más que supiera que cualquier vampiro podría tomarlo por cuenta propia.-Porque la enfermedad tampoco y no debo ir así. Es por eso.-dijo luego riéndo como si intentara arreglar lo anterior por mera precaución y con el fin de no hacer enojar a la mujer y mucho menos provocarla a entrar a aquél lugar.
-¿Y si mejor caminamos? se me están entumiendo las piernas y ya quiero ir a otro lado- dijo dando media vuelta y avanzando un par de pasos. Estaba decidida a cambiarle la idea a la mujer, había avanzado poniéndose delante de un lugar que para ella había representado tanto. Ese sitio, ese orfanato, era como la casa que no tenía y, esa gente, era como la familia que ninguno de ellos poseía. No obstante intentó pensar que hacer de modo más rápido y efectivo, así que sin previo aviso, echó a correr nuevamente en sentido contrario al orfanato, sabiendo que si aquella asesina decidía seguirla, lo haría en un abrir y cerrar de ojos.
Alexia Voltaire- Hechicero Clase Baja
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Re: Y así es que los locos corren (Fiona Di Centa)
La pelirroja rió en voz alta – Si, puede que se me considere un poco rara pero supongo que no soy la única… – los gestos inocentes y la calma aparente de la joven entretenían a la pelirroja. Más aún cuando tenía la llave de su mente, cuando podía asomarse y conocer sus secretos e intrigas sin necesitar siquiera preguntar. Le gustó la sensatez de la otra al tomar la decisión de no atacar, aunque, de alguna manera también se sentía desilusionada. Nunca había tenido un enfrentamiento serio con una bruja y le causaba curiosidad conocer hasta que punto podría ella ser vulnerable ante fantasmas y artificios. El frió que sentía era evidente. La pálida y humana tez empezaba a colorearse con el sonrojo característico del invierno. Su abrazó, por supuesto, solo podría incrementar esa sensación.
Una nueva carcajada emergió de la boca de Fiona. Ningún humano había sido tan atrevido. Que ocurrencias – A mí tampoco me gustan las chicas, aunque contigo puede que haga una excepción – sexualmente no le atraía, por supuesto, pero era otro su objetivo: su sangre, su mente, sus comentarios salidos de foco. Y entonces una frase, no solo lucida, sino además acompañada de la expresión adecuada para el momento. Eran muchas las preguntas que permanecían en el aire, algunas las contestaría otras no, pues su naturaleza distractora resultaba evidente hasta la descortesía. Permaneció sonriendo, incluso cuando la otra se negó a concederle su capricho. La perspicaz brujita, que le resultaba tan encantadora como exasperante, continuó con su parloteo, excusa y preguntas, algunas con sentido otras simplemente absurdas. – Tienes mi atención – deseó decirle – sabes lo que soy y yo lo que eres… la pregunta es ¿sabes tú de lo que eres capaz? – Entonces una nueva sorpresa. La joven salió corriendo.
Le permitió alejarse algunos metros antes de alcanzarla con facilidad y atraparla por la cintura. - ¿Te vas tan pronto? ¿Y sin tus respuestas? – le susurró al oído desde atrás antes de soltarla y enfrentarla. – Vivo en París y no, no está cerca de aquí. Sé que es poco específico pero con eso bastará por ahora… - mientras hablaba rodeaba a la bruja, caminando lento y cerca; jugando con su cabello y rozando su piel con la punta de los dedos – Podría decirse que soy Sueca aunque en realidad hay otras ascendencias que deberían ser consideradas al momento de calificar mi origen - sonrió con picardía. Aún tenía asuntos pendientes que tratar en la tierra de su Padre. Era algo que recordaba de pronto para luego olvidarlo una vez más. No podría seguir dando largas si es que deseaba encontrar al menos algún descendiente directo para su venganza.
– Ahora, con respecto a nuestro destino: yo digo que vayamos al orfanato tú dices que mejor caminemos. Jum, creo que tenemos un dilema – comentó deteniéndose nuevamente frente a la joven – no tendría porque mencionar lo obvio, más aún cuando sé que tu también lo sabes – señaló la frente de la otra con el dedo índice pero sin llegar a tocarla esta vez, haciéndole entender que sabía lo que pensaba ¿Qué tanta experiencia con vampiros tendría aquella joven? ¿La suficiente como para entender aquel gestó? – Puedo regresar al orfanato después, así que, a pesar de todo acepto tu negativa pero… quiero tomar algo a cambio – le advirtió antes de clavarle los colmillos en el cuello y probar el primer sorbo de su esencia.
Una nueva carcajada emergió de la boca de Fiona. Ningún humano había sido tan atrevido. Que ocurrencias – A mí tampoco me gustan las chicas, aunque contigo puede que haga una excepción – sexualmente no le atraía, por supuesto, pero era otro su objetivo: su sangre, su mente, sus comentarios salidos de foco. Y entonces una frase, no solo lucida, sino además acompañada de la expresión adecuada para el momento. Eran muchas las preguntas que permanecían en el aire, algunas las contestaría otras no, pues su naturaleza distractora resultaba evidente hasta la descortesía. Permaneció sonriendo, incluso cuando la otra se negó a concederle su capricho. La perspicaz brujita, que le resultaba tan encantadora como exasperante, continuó con su parloteo, excusa y preguntas, algunas con sentido otras simplemente absurdas. – Tienes mi atención – deseó decirle – sabes lo que soy y yo lo que eres… la pregunta es ¿sabes tú de lo que eres capaz? – Entonces una nueva sorpresa. La joven salió corriendo.
Le permitió alejarse algunos metros antes de alcanzarla con facilidad y atraparla por la cintura. - ¿Te vas tan pronto? ¿Y sin tus respuestas? – le susurró al oído desde atrás antes de soltarla y enfrentarla. – Vivo en París y no, no está cerca de aquí. Sé que es poco específico pero con eso bastará por ahora… - mientras hablaba rodeaba a la bruja, caminando lento y cerca; jugando con su cabello y rozando su piel con la punta de los dedos – Podría decirse que soy Sueca aunque en realidad hay otras ascendencias que deberían ser consideradas al momento de calificar mi origen - sonrió con picardía. Aún tenía asuntos pendientes que tratar en la tierra de su Padre. Era algo que recordaba de pronto para luego olvidarlo una vez más. No podría seguir dando largas si es que deseaba encontrar al menos algún descendiente directo para su venganza.
– Ahora, con respecto a nuestro destino: yo digo que vayamos al orfanato tú dices que mejor caminemos. Jum, creo que tenemos un dilema – comentó deteniéndose nuevamente frente a la joven – no tendría porque mencionar lo obvio, más aún cuando sé que tu también lo sabes – señaló la frente de la otra con el dedo índice pero sin llegar a tocarla esta vez, haciéndole entender que sabía lo que pensaba ¿Qué tanta experiencia con vampiros tendría aquella joven? ¿La suficiente como para entender aquel gestó? – Puedo regresar al orfanato después, así que, a pesar de todo acepto tu negativa pero… quiero tomar algo a cambio – le advirtió antes de clavarle los colmillos en el cuello y probar el primer sorbo de su esencia.
Fiona Di Centa- Vampiro Clase Alta
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Re: Y así es que los locos corren (Fiona Di Centa)
"Capitana inmortal. Es la hora, zarpemos.
Nos aburre esta tierra, levad anclas, oh Muerte."
Nos aburre esta tierra, levad anclas, oh Muerte."
-No, claro que no, hay más...- respondió la bruja enarcando ambas cejas como si se sacara a sí misma de aquella teoría y puso gesto de obviedad. Era por completo ilógico, pues ella misma rayaba en lo absurdo y acariciaba enceguecida su locura; era como si un ciego pusiera la mano con cariño sobre una bestia creyendo que apenas es un perro cualquiera y, aún cuando sintiera su mordida, siguiera pensando lo mismo. Pero era de esperarse, Alexia veía las cosas de una manera particular y su instinto de supervivencia se veía atrofiado con cada paso que daba.
El estómago le sonó, estaba vacío y reclamaba por alimento y, para su pesar, no podía darle gusto porque sencillamente no podría escapar tan fácil; intentó concentrarse y no prestar demasiada atención al olor de pan fresco que había empezado a flotar en el aire, era ese característico olor que dan los hornos cuando ya la parte superior de la masa se ha vuelto crocante y empieza a hincharse apetitosamente. Pero no tenía sentido pensar en ello, los planes para cenar ya no servían de nada y dudaba poder probar bocado esa noche; sin embargo, lo importante era evitar ser la cena. Por un momento pensó que si ella no cenaba pues tampoco se dejaría cenar y punto.
Alrededor, cada vez oscuría más y la visión se hacía más débil por aquella hora. Era de imaginarse que ya no podría correr con la facilidad con la que lo venía haciendo, ya no vería hacia donde iba y podría tropezar en cualquier momento; pero eso no era lo más preocupante. Lo que la bruja quería era escapar y llegar al cementerio, allí donde ella encontraba su arte, su magia, su defensa. Por suerte no quedaba muy lejos. El orfanato, el cementerio de Montmartre y otro par de lugares interesantes estaban ubicados al norte de París y la distancia era menos de una centena de casas. La joven conocía el camino y aunque fuera a tientas intentaría llegar. Necesitaba esforzarse y generar distracción, no podía ser evidente porque eso alertaría al vampiro y sus minutos quizás estuvieran contados. No respondió a lo de la excepción pero su cara de asombro fue suficiente, justo antes de correr abrió por completo los ojos y siguiendo una inveterada costumbre, se dio a pensar si tenía alguna posibilidad de continuar con una noche más.
Lamentablemente para Alexia y como era de esperarse, la mujer la alcanzó con rapidez y prosiguió la conversación con una facilidad aterradora. Luego de sujetarla se puso frente a ella, completamente erguida y se contentó con responder mientras la acechaba de todas las formas posibles. Alexia la miraba con los párpados fruncidos, los ojos agudos como cuchillos y los labios contraídos como si no supiera que decir. -Pero está cerca el cementerio. Me dieron ganas de ir allá, me gusta, así como les debe gustar a los muertos...- dijo depronto y asintió, contuvo la sonrisa que le generaba la malicia, esa que sólo era propia de esa extraña posesión suya que salía a flote sólo en momentos de riesgo o estrés. -Ya respondí el dilema, ya sé a donde ir o mejor dicho, a donde vamos a ir...- fue lo último que dijo antes que el vampiro confirmara su naturaleza y hundiera sus colmillos en la carne del cuello de Alexia.
La joven rió, lo hizo con fuerza, con ganas y sin sentido en cuanto sintio los colmillos filosos como aguijones. Permaneció inmóvil mientras se reía de forma desquiciada y fue así como en algún momento una tensión se apoderó de su cuello y sintió algo de electricidad. Aquello era como un campo de fuerza, una barrera que debía alejar al vampiro al sentir una especie de corrientazo que de seguro le recorría con fuerza los labios y dejaría esa sensación por su garganta. Esa barrera era parte de su defensa, surgía casi que sin planearlo y el instinto aquí si le aplicaba por completo. Sintió en el cuello como si le pusieran agujas pero no le generó terror, continuo inmóvil y mantuvo la cabeza gacha mientras el cuerpo le temblaba. Sus movimientos y el rostro bajo no dejaban claro en un principio lo que sucedía, hasta que levantó muy lentamente la cabeza y mirando directo al vampiro, soltó de nuevo una enorme carcajada que llevaba intentando controlar. Al comienzo fue leve y luego se fue incrementando poco a poco hasta que no pudo escuchar nada más que aquella imparable y maliciosa carcajada que le retumbaba en los oídos ¿Acaso empezaba a actuar realmente como una desquiciada? sintio deseos de llevarse la mano al cuello, pero la risa le ganaba, no la controlaba, era como si fuese más fuerte que ella y ni siquiera podía llevarse las manos al estómago para controlar aquél temblor. Las manos estaban a los costados, mientras que sus ojos no se retiraban de los de la vampireza que tenía al frente y que de algún modo demostraban una malicia que no había sido evidente hasta ahora.¿Acaso planeaba algo? jamás se sabe con los locos y menos con aquellos que pueden llegar a ser poseídos.
El estómago le sonó, estaba vacío y reclamaba por alimento y, para su pesar, no podía darle gusto porque sencillamente no podría escapar tan fácil; intentó concentrarse y no prestar demasiada atención al olor de pan fresco que había empezado a flotar en el aire, era ese característico olor que dan los hornos cuando ya la parte superior de la masa se ha vuelto crocante y empieza a hincharse apetitosamente. Pero no tenía sentido pensar en ello, los planes para cenar ya no servían de nada y dudaba poder probar bocado esa noche; sin embargo, lo importante era evitar ser la cena. Por un momento pensó que si ella no cenaba pues tampoco se dejaría cenar y punto.
Alrededor, cada vez oscuría más y la visión se hacía más débil por aquella hora. Era de imaginarse que ya no podría correr con la facilidad con la que lo venía haciendo, ya no vería hacia donde iba y podría tropezar en cualquier momento; pero eso no era lo más preocupante. Lo que la bruja quería era escapar y llegar al cementerio, allí donde ella encontraba su arte, su magia, su defensa. Por suerte no quedaba muy lejos. El orfanato, el cementerio de Montmartre y otro par de lugares interesantes estaban ubicados al norte de París y la distancia era menos de una centena de casas. La joven conocía el camino y aunque fuera a tientas intentaría llegar. Necesitaba esforzarse y generar distracción, no podía ser evidente porque eso alertaría al vampiro y sus minutos quizás estuvieran contados. No respondió a lo de la excepción pero su cara de asombro fue suficiente, justo antes de correr abrió por completo los ojos y siguiendo una inveterada costumbre, se dio a pensar si tenía alguna posibilidad de continuar con una noche más.
Lamentablemente para Alexia y como era de esperarse, la mujer la alcanzó con rapidez y prosiguió la conversación con una facilidad aterradora. Luego de sujetarla se puso frente a ella, completamente erguida y se contentó con responder mientras la acechaba de todas las formas posibles. Alexia la miraba con los párpados fruncidos, los ojos agudos como cuchillos y los labios contraídos como si no supiera que decir. -Pero está cerca el cementerio. Me dieron ganas de ir allá, me gusta, así como les debe gustar a los muertos...- dijo depronto y asintió, contuvo la sonrisa que le generaba la malicia, esa que sólo era propia de esa extraña posesión suya que salía a flote sólo en momentos de riesgo o estrés. -Ya respondí el dilema, ya sé a donde ir o mejor dicho, a donde vamos a ir...- fue lo último que dijo antes que el vampiro confirmara su naturaleza y hundiera sus colmillos en la carne del cuello de Alexia.
La joven rió, lo hizo con fuerza, con ganas y sin sentido en cuanto sintio los colmillos filosos como aguijones. Permaneció inmóvil mientras se reía de forma desquiciada y fue así como en algún momento una tensión se apoderó de su cuello y sintió algo de electricidad. Aquello era como un campo de fuerza, una barrera que debía alejar al vampiro al sentir una especie de corrientazo que de seguro le recorría con fuerza los labios y dejaría esa sensación por su garganta. Esa barrera era parte de su defensa, surgía casi que sin planearlo y el instinto aquí si le aplicaba por completo. Sintió en el cuello como si le pusieran agujas pero no le generó terror, continuo inmóvil y mantuvo la cabeza gacha mientras el cuerpo le temblaba. Sus movimientos y el rostro bajo no dejaban claro en un principio lo que sucedía, hasta que levantó muy lentamente la cabeza y mirando directo al vampiro, soltó de nuevo una enorme carcajada que llevaba intentando controlar. Al comienzo fue leve y luego se fue incrementando poco a poco hasta que no pudo escuchar nada más que aquella imparable y maliciosa carcajada que le retumbaba en los oídos ¿Acaso empezaba a actuar realmente como una desquiciada? sintio deseos de llevarse la mano al cuello, pero la risa le ganaba, no la controlaba, era como si fuese más fuerte que ella y ni siquiera podía llevarse las manos al estómago para controlar aquél temblor. Las manos estaban a los costados, mientras que sus ojos no se retiraban de los de la vampireza que tenía al frente y que de algún modo demostraban una malicia que no había sido evidente hasta ahora.¿Acaso planeaba algo? jamás se sabe con los locos y menos con aquellos que pueden llegar a ser poseídos.
Alexia Voltaire- Hechicero Clase Baja
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Re: Y así es que los locos corren (Fiona Di Centa)
El dulce y espeso líquido inundó los sentidos de la vampiresa. La idea original contemplaba solo un par de sorbos ligeros. Lo suficiente para probar el sabor de la humana, plantear su punto y no causar mayor daño en tan endeble criatura. Sin embargo se permitió un poco de emoción así que, abrazando con firmeza el cuerpo femenino, continuó succionando. Su cuerpo era delgado, típico de quien no puede darse el gusto que deseara al momento de aplacar la gula. Recordó el sonido emitido estomago ajeno hacia algunos segundos, pero ¿Por qué habría de preocuparle eso? En realidad solo le molestaría si decidía, al final de la travesía, conservar con vida a aquella excepcional humana. Si bien se inclinaba considerablemente con la perspectiva de poder mantener más encuentros como aquel, no estaba por completo convencida de que la bestia interior cediera ante el instinto y terminase, finalmente, abriéndole la garganta de un tajo. La expectativa la excitaba, era un juego consigo misma y, sin importar cual fuese el resultado final, siempre sería ella quien ganara.
Las formas delicadas y enjutas de la bruja le permitían rodearla con los brazos en un encierro tan involuntario como inexorable. ¡Sí! Era ella lo que buscaba, había valido la pena, sin lugar a dudas, el haber travesado prácticamente todo París solo por poder disfrutar de ese momento, de ese néctar. Bloqueo su mente, no deseaba que ningún recuerdo o pensamiento inoportuno por parte de la joven amenazara su goce pero la interrupción no llegó de aquella manera. Una risotada cortó el silencio que las envolvía y, aunque ella no hizo ningún movimiento para apartarla, aquel sonido desquiciado y que aumentaba en volumen, le empezaba a molestar.
Entonces ocurrió lo impensable. Una extraña sensación atravesó sus labios y continuó el camino hasta su garganta. La sorpresa y la incomodidad, más que el dolor, le apartaron con violencia de su presa. Se alejó un par de pasos mientras observaba incrédula a la joven. Bueno, era una bruja, seguramente había usado sus poderes para protegerse de la amenaza contra su integridad, no podía esperar menos ¿o sí? Con el dorso de la mano limpió la gota de sangre que corría por su mentón, lo último que necesitaba en ese momento era marchar su precioso vestido. La otra permaneció inmóvil aunque temblorosa, con la cabeza baja un par de segundos, luego levantó la mirada y emitió otra risotada. Su expresión había cambiado, era como si observara como emergía una nueva identidad. Quiso reír, acompañarla con su propia risa y, al mismo tiempo, deseo arrancarle la lengua solo para detener el sonido. Se encontraba alterada, aunque no tanto como la otra, y ligeramente confundida. – Basta – murmuró finalmente sin efecto alguno ¿le había escuchado siquiera? – BASTA – está vez fue una orden emitida en voz alta y clara. La hubiese acompañado con una bofetada o un sacudón pero prefirió, por el momento, evitar tocar a la mujer.
- ¿Qué fue eso? ¿Cuál pequeño truco utilizaste? – cuestionó reiniciando la caminata en derredor de la joven, acechándola lo suficientemente cerca como para poder atraparla con solo estirar una de sus manos. El olor a sangre le llegaba con fuerza, deseaba continuar saciando su sed. Gruño por lo bajo enseñándole abiertamente los pequeños pero afilados colmillos - ¿Piensas que puedes detenerme? Hasta donde se la locura no implica, necesariamente, estupidez ¿es que acaso eres estúpida? – abrió nuevamente su mente, pendiente de cualquier pensamiento que pudiese aclararle un poco la situación, entonces fue ella quien soltó una risotada. – El cementerio… el cementerio… ¿Por qué querría ir contigo al cementerio cuando en el orfanato me esperan tanto tiernos y suculentos cuellos? - preguntó mientras pensaba si sería una buena idea seguirle la corriente ¿Qué tan poderosa podía ser una bruja en un cementerio? ¿Era acaso ella lo suficientemente tonta como para pretender averiguarlo? – temeraria – el calificativo que otra inmortal le había aplicado resultaba ser acertado, ahora y entonces.
Fiona Di Centa- Vampiro Clase Alta
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Re: Y así es que los locos corren (Fiona Di Centa)
"Las brujas que desde mi infancia me han acompañado,
me escoltarán hasta las mismas puertas del infierno."
me escoltarán hasta las mismas puertas del infierno."
Aquella risa tan natural como molesta continuo hasta que ese grito de "Basta" proveniente de la inmortal frente a ella logró que frunciera los labios en una sonrisa contenida y que tomara aire por la nariz intentando recuperar un poco del que había perdido.
-¿Qué? ¿Qué me decías? Ah, pues ese pequeño truco te alejó de mí- respondió al tiempo que se llevaba por fin la mano al cuello para palpar la herida causada hace minutos por los colmillos de su acompañante y que llevó después a una distancia moderada de sus ojos para poder ver las marcas de sangre que le habían quedado en esos pálidos y delgados dedos. Negó como si estuviera decepcionada y se lamio las falanges para limpiarlas, saboreando a su paso su propia sangre como hacía cada vez que se cortaba. -Demasiado metálica y salada para mi gusto, nadie debería beber más de mí- sugirió como si la vampireza fuera a escucharla y como si el sabor de la sangre que ella describía fuera otro distinto al real. Sin embargo, cuando la joven levantó la mirada ya el vampiro no estaba en su posición de hace un rato. Había avanzado y se movía como si fuera a atacar de nuevo en cualquier momento y evaluara las propabilidades para no llevarse sorpresas. Alexia la siguió con la mirada y giró sobre su propio eje al tiempo que aquella otra también se movía.
Pero sus ojos se desviaron de los del vampiro por un momento y miraron hacia atrás con cierto temor o respeto. Dio un paso atrás y no emitio palabra por más que la vampireza hablara y ella comprendiera bien lo que le decía. La bruja asintió y tras un momento en el que pareció una estatua de mármol, pálida, inmóvil, sin vida, retomó con una mirada más firme a la inmortal. -Sería más estúpida si me dejara morder y no hiciera nada para evitarlo- una voz emergió más madura desde la garganta de la joven, sus ojos veían con más seguridad y avanzó esta vez ella hacia el vampiro respondiendo a su acechanza de la misma manera. -La muerte no conoce imposibles ¿Sabes? ustedes caminan como si fueran su excepción. Van por ahí como si nada les afectara y como si nadie pudiera si quiera hacerles frente...- Suspiró como si no esperara que se admitiera su teoría -Pero a todos ustedes, malditos condenados, les llega la hora. Más tarde que a muchos, sí, pero les llega y estoy segura que muchos de ustedes le temen..- continuaba caminando con las manos entrelazadas detrás de la espalda. -Puedes hacer lo que te venga en gana con los cuellos de esos niños, de quienes los cuidan, de las gordas de la cocina si también lo prefieres. Adelante...-dijo señalando el orfanato con la mano antes de ponerla de nuevo tras de sí -pero... al final, los usaré en tu contra y te juro que no podrás volver a descansar en paz NUNCA EN TU MALDITA VIDA! ¿ME OYES?- Culminó con un grito repentino y grosero, pero aquella situación no requería modales. Lo que decía en medio de aquella rara forma de posesión que no era otra más que la de un fantasma que la atormentaba desde su muerte, era por completo cierto. Tenía formas, todos los brujos las tienen, incluso desde el más allá cuando se convierten en fantasmas como si no hubiera otra opción.
Cuando Alexia era una niña, su madre -una bruja de no muy buena reputación y falta de bondad a la hora de practicar la artes mágicas- murió repentinamente pero jamás se alejó del lado de aquella pequeña a la que instruía. Había sido su fantasma desde que abandonó el cuerpo y le obligó a enterrarlo en su propia casa y con las escasas fuerzas que puede tener una menor de la edad de la pequeña bruja. Había sido difícil, sin duda, pero si no hubiera sido por la posesión de ese espíritu extraño y dominante que era su madre, jamás hubiera podido escapar del sanatorio mental en el que se encargaron de encerrarla sus vecinos conocedores de la macabra escena. Algo tenía que agradecer, le seguía debiendo la vida por más que todas aquella situaciones la aterraran y por más que detestara aquél don especial que seguía manteniendo su madre y que se hacía real cuando tomaba una forma corpórea a través de su hija: La nigromancia.
-¿Qué pasa?¿Acaso te da miedo ir al cementerio?- preguntó de repente con la voz dulce que tenía siempre y como si lo anterior dicho jamás hubiera sucedido.
-¿Qué? ¿Qué me decías? Ah, pues ese pequeño truco te alejó de mí- respondió al tiempo que se llevaba por fin la mano al cuello para palpar la herida causada hace minutos por los colmillos de su acompañante y que llevó después a una distancia moderada de sus ojos para poder ver las marcas de sangre que le habían quedado en esos pálidos y delgados dedos. Negó como si estuviera decepcionada y se lamio las falanges para limpiarlas, saboreando a su paso su propia sangre como hacía cada vez que se cortaba. -Demasiado metálica y salada para mi gusto, nadie debería beber más de mí- sugirió como si la vampireza fuera a escucharla y como si el sabor de la sangre que ella describía fuera otro distinto al real. Sin embargo, cuando la joven levantó la mirada ya el vampiro no estaba en su posición de hace un rato. Había avanzado y se movía como si fuera a atacar de nuevo en cualquier momento y evaluara las propabilidades para no llevarse sorpresas. Alexia la siguió con la mirada y giró sobre su propio eje al tiempo que aquella otra también se movía.
Pero sus ojos se desviaron de los del vampiro por un momento y miraron hacia atrás con cierto temor o respeto. Dio un paso atrás y no emitio palabra por más que la vampireza hablara y ella comprendiera bien lo que le decía. La bruja asintió y tras un momento en el que pareció una estatua de mármol, pálida, inmóvil, sin vida, retomó con una mirada más firme a la inmortal. -Sería más estúpida si me dejara morder y no hiciera nada para evitarlo- una voz emergió más madura desde la garganta de la joven, sus ojos veían con más seguridad y avanzó esta vez ella hacia el vampiro respondiendo a su acechanza de la misma manera. -La muerte no conoce imposibles ¿Sabes? ustedes caminan como si fueran su excepción. Van por ahí como si nada les afectara y como si nadie pudiera si quiera hacerles frente...- Suspiró como si no esperara que se admitiera su teoría -Pero a todos ustedes, malditos condenados, les llega la hora. Más tarde que a muchos, sí, pero les llega y estoy segura que muchos de ustedes le temen..- continuaba caminando con las manos entrelazadas detrás de la espalda. -Puedes hacer lo que te venga en gana con los cuellos de esos niños, de quienes los cuidan, de las gordas de la cocina si también lo prefieres. Adelante...-dijo señalando el orfanato con la mano antes de ponerla de nuevo tras de sí -pero... al final, los usaré en tu contra y te juro que no podrás volver a descansar en paz NUNCA EN TU MALDITA VIDA! ¿ME OYES?- Culminó con un grito repentino y grosero, pero aquella situación no requería modales. Lo que decía en medio de aquella rara forma de posesión que no era otra más que la de un fantasma que la atormentaba desde su muerte, era por completo cierto. Tenía formas, todos los brujos las tienen, incluso desde el más allá cuando se convierten en fantasmas como si no hubiera otra opción.
Cuando Alexia era una niña, su madre -una bruja de no muy buena reputación y falta de bondad a la hora de practicar la artes mágicas- murió repentinamente pero jamás se alejó del lado de aquella pequeña a la que instruía. Había sido su fantasma desde que abandonó el cuerpo y le obligó a enterrarlo en su propia casa y con las escasas fuerzas que puede tener una menor de la edad de la pequeña bruja. Había sido difícil, sin duda, pero si no hubiera sido por la posesión de ese espíritu extraño y dominante que era su madre, jamás hubiera podido escapar del sanatorio mental en el que se encargaron de encerrarla sus vecinos conocedores de la macabra escena. Algo tenía que agradecer, le seguía debiendo la vida por más que todas aquella situaciones la aterraran y por más que detestara aquél don especial que seguía manteniendo su madre y que se hacía real cuando tomaba una forma corpórea a través de su hija: La nigromancia.
-¿Qué pasa?¿Acaso te da miedo ir al cementerio?- preguntó de repente con la voz dulce que tenía siempre y como si lo anterior dicho jamás hubiera sucedido.
Alexia Voltaire- Hechicero Clase Baja
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Re: Y así es que los locos corren (Fiona Di Centa)
“No podéis volveros loco…
Claro que puedo. Sólo tengo que concentrarme lo suficiente.
Verás, lo grandioso que tiene la locura
es que está toda dentro de tu cabeza”
Claro que puedo. Sólo tengo que concentrarme lo suficiente.
Verás, lo grandioso que tiene la locura
es que está toda dentro de tu cabeza”
La vampiresa observó extrañada como la humana lamía su propia sangre. Al menos el comentario que siguió a tan inusual comportamiento correspondía, en parte, a lo que pudiese esperarse de un humano, no digamos normal pues ese término estaba muy lejano de la chica frente a ella. Esta vez, mientras la vampiresa se movía en derredor, la otra hacia lo mismo sobre su propio eje, evitando así que Fiona tuviese a fácil alcance su espalda. Eso ocurrió hasta que, sin previo aviso, la otra se quedo inmóvil, gesto que la vampiresa imitó. Se encontraba alerta y casi que sobre aviso a un nuevo ataque y, en realidad, estaba ansiando que éste llegara. Empezó a reír ante la respuesta pero su risa se vio interrumpida al observar como la otra avanzaba hacia ella sin titubear. ¡Pero que excepcional! Tal vez fuese esa la primera vez que era acechada por un humano… entonces un recuerdo acudió a su mente y cualquier esbozo de sonrisa se apagó de inmediato. Le escuchó en silencio. Su voz era diferente otra vez, como si alguien más hablase a través de sus labios. Sus palabras eran también diferentes, mucho menos caóticas, más elaboradas y dirigidas.
Permanecer quieta mientras la bruja la rodeaba requirió de una buena porción de voluntad. Sin embargo lo resistió solo por la curiosidad de escucharle, de saber que planeaba a continuación. Aún podía sentir su sabor en la boca y su sed, indomable como siempre, ardía con fuerza en su garganta. – Te equivocas pequeña bruja, no soy una excepción a la muerte, soy su herramienta – cerró y abrió las manos mientras esperaba a tenerla de frente una vez más pero el grito con el cual termino la argumentación le hizo girarse rápidamente. Le observó en silencio un segundo antes de soltar una sonora carcajada – Oh santo cielo, ¿Acaso acabo de oír una amenaza? – le llegó desde la otra la imagen de una mujer, muy parecida a la joven pero mucho mayor. La palabra “madre” acompañaba a la imagen de una niña que arrastraba un cuerpo con dificultad hasta una improvisada fosa. ¿A quién se enfrentaba, a la joven o a la madre? ¿Podía un espíritu continuar deambulando por la tierra indefinidamente?
Sonrió nuevamente, recuperando su fachada malévola y fría. – Estoy maldita, bien lo has dicho ¿Por qué debería temer una condenada a un montón de huesos y carne podrida? – excelente pregunta… le gustaría mucho tener una respuesta antes de tener que enfrentarla ciegamente. – Podríamos ir, si. Hasta te daría la oportunidad de escoger el nicho que más te agrade. Pocos humanos pueden darse el lujo de decidir cuál será su morada final – giró los ojos hacia el lúgubre edificio que debió haber sido el destino final de la bruja – volveré, eso ya lo sabes. Tomare a cada pequeño de cada diminuta cama. Tal vez les perdone la vida a algunos, tal vez no… se alzará en mitad de la noche un coro de gritos angelicales antes de que sus almas ingresen a las puertas del cielo. Pero ¿Quién querría tocar a las gordas cocineras con tan excelsos bocados a la mano? Aunque tal vez puedan ser un aperitivo tentador para alguna de mis “condenadas” amistades – quería provocarla, conocer de que más era capaz en ese lugar. Los niños le importaban, eso era obvio y en el rostro de la pelirroja se podía leer con claridad que no se trataba de una promesa en vano.
La locura y la cordura, una al parecer ajena, danzaban en la mente de la joven, sobreponiéndose. Tal vez enfrentarla no había sido la mejor manera de abordarla pero Fiona no conocía ninguna otra. Ese era su carácter y la diversión que cualquiera pudiese ofrecerle primaba por sobre cualquier vestigio de cordialidad o etiqueta humana que aún conservara. El problema radicaba cuando la diversión se tornaba peligrosa y, por tanto, más atrayente. Aplaudió de repente provocando que con el sonido algunas ratas corrieran despavoridas. – Cuanta valentía en un cuerpo tan pequeño. Cuanta terquedad y cuanta irreflexiva osadía - le miró fijamente acercándosele otra vez – Si accedo a ir al cementerio ¿me dirás el nombre que deberé colocar en tu epitafio? – le preguntó antes de levantar la mano y tocar con suavidad la pálida mejilla.
Permanecer quieta mientras la bruja la rodeaba requirió de una buena porción de voluntad. Sin embargo lo resistió solo por la curiosidad de escucharle, de saber que planeaba a continuación. Aún podía sentir su sabor en la boca y su sed, indomable como siempre, ardía con fuerza en su garganta. – Te equivocas pequeña bruja, no soy una excepción a la muerte, soy su herramienta – cerró y abrió las manos mientras esperaba a tenerla de frente una vez más pero el grito con el cual termino la argumentación le hizo girarse rápidamente. Le observó en silencio un segundo antes de soltar una sonora carcajada – Oh santo cielo, ¿Acaso acabo de oír una amenaza? – le llegó desde la otra la imagen de una mujer, muy parecida a la joven pero mucho mayor. La palabra “madre” acompañaba a la imagen de una niña que arrastraba un cuerpo con dificultad hasta una improvisada fosa. ¿A quién se enfrentaba, a la joven o a la madre? ¿Podía un espíritu continuar deambulando por la tierra indefinidamente?
Sonrió nuevamente, recuperando su fachada malévola y fría. – Estoy maldita, bien lo has dicho ¿Por qué debería temer una condenada a un montón de huesos y carne podrida? – excelente pregunta… le gustaría mucho tener una respuesta antes de tener que enfrentarla ciegamente. – Podríamos ir, si. Hasta te daría la oportunidad de escoger el nicho que más te agrade. Pocos humanos pueden darse el lujo de decidir cuál será su morada final – giró los ojos hacia el lúgubre edificio que debió haber sido el destino final de la bruja – volveré, eso ya lo sabes. Tomare a cada pequeño de cada diminuta cama. Tal vez les perdone la vida a algunos, tal vez no… se alzará en mitad de la noche un coro de gritos angelicales antes de que sus almas ingresen a las puertas del cielo. Pero ¿Quién querría tocar a las gordas cocineras con tan excelsos bocados a la mano? Aunque tal vez puedan ser un aperitivo tentador para alguna de mis “condenadas” amistades – quería provocarla, conocer de que más era capaz en ese lugar. Los niños le importaban, eso era obvio y en el rostro de la pelirroja se podía leer con claridad que no se trataba de una promesa en vano.
La locura y la cordura, una al parecer ajena, danzaban en la mente de la joven, sobreponiéndose. Tal vez enfrentarla no había sido la mejor manera de abordarla pero Fiona no conocía ninguna otra. Ese era su carácter y la diversión que cualquiera pudiese ofrecerle primaba por sobre cualquier vestigio de cordialidad o etiqueta humana que aún conservara. El problema radicaba cuando la diversión se tornaba peligrosa y, por tanto, más atrayente. Aplaudió de repente provocando que con el sonido algunas ratas corrieran despavoridas. – Cuanta valentía en un cuerpo tan pequeño. Cuanta terquedad y cuanta irreflexiva osadía - le miró fijamente acercándosele otra vez – Si accedo a ir al cementerio ¿me dirás el nombre que deberé colocar en tu epitafio? – le preguntó antes de levantar la mano y tocar con suavidad la pálida mejilla.
Fiona Di Centa- Vampiro Clase Alta
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Re: Y así es que los locos corren (Fiona Di Centa)
"La brujería es una espada sin empuñadura.
No hay manera segura de agarrarla."
No hay manera segura de agarrarla."
La posesión era algo que dejaba a Alexia exhausta una vez terminaba todo. El dolor de cabeza se ponía tan intenso como la crisis que mantenía ella mientras permanecía en aquél estado de pausa y dominación. No era que ella no pudiera hacer nada, sino que el espíritu de su madre, aún con sus errores y aciertos, era la única que permanecía a su lado desde que ella tenía memoria. Por esa razón cedía tan fácil y con la confianza repartida en la misma proporción que el terror. Si bien era cierto que era usada por aquella mujer de malas intensiones, el hecho de no discernir muy claramente del bien y del mal la dejaban en ese estado tanto vulnerable como miserable.
-¿Eso crees?- respondió con ironía y con voz seca -Qué ilusa.- soltó una risa corta pero burlona y que distaba mucho de la risa original de la muchacha que tenía más de ingenua que de malvada. -Todos podemos ser instrumentos y excepciones hasta que a la muerte se le de la gana. No sé porque crees una teoría como esa. Todos los asesinos mueren, todos...- vocalizaba con rigor, miraba con fijeza y caminaba como si pretendiera acechar al vampiro por la ausencia de temor. -Cada uno oye lo que quiere oir. ¿Vas a bebertelos o no? si ha de ser así me puedo ir yendo mientras tú disfrutas como una mocosa que dejan por primera vez libre en una dulcería. Creí que los vampiros eran más exquisitos, selectivos y todas esas cosas que les gusta ostentar. Pero ya veo que no, que decepción...- negó de nuevo frunciendo los labios. Hablaba como si todo lo que pretendiera fuera provocar a aquella mujer sobrenatural y cuyo carácter refulgía en cada palabra, pero ¿Con qué fin? tal vez en el fondo sabía que la provocara o no, iba a resultar perdiendo. Posiblemente se jugaba el todo por el todo y, quizás en esa medida cada una de sus armas fueran saliendo a flote intentando mantenerse con vida, aunque fuera con poca sangre.
Alexia se sentó en el suelo con las piernas cruzadas y de nuevo se vio aquella mirada ingenua cuando levantó la vista al vampiro que, de cierto modo, parecía hablarle como si se estuviera dirigiendo a una niña. -La carne podrida es horrible y... sabe peor- bajó la mirada y con los dedos hizo figuras inentendibles en el suelo y que parecían hechas en el aire. -¿Nunca te persiguieron los muertos?- susurró la bruja en tono dulce pero muy bajo. -A mi no me gusta, a veces me asustan porque aparecen en sueños o me molestan cuando duermo, o cuando despierto, o cuando quieren..- su voz sonaba casi triste mientras trataba de explicarlo todo. Pero era evidente lo que decía, en el fondo lo que intentaba explicar era que ella no hablaba que algún cuerpo sin vida la persiguiera por obra de la magia oscura, sino que además de eso, los espíritus podrían ser peor que cualquier cosa e incluso aquellos eran capaces de atormentar y enloquecer al más cuerdo y poderoso, incluído cualquier vampiro. -¿Morada final? si casi te... ahmm, nada- "casi te estoy invitando a mi casa" estuvo a punto de decir pero se contuvo a tiempo. Aquello era cierto, el cementerio no podía ser sólo su morada final porque ya de por sí era su morada permanente. Allí vivía la bruja, en una cripta bajo el nivel principal del cementerio y varias escaleras abajo de la vista de cualquiera. Estaba acostumbrada, ya no lo pesaba, ya no tenía más opciones. De pronto, los ojos de la jovensita se aguaron -Bueno, no puedo detener eso si lo tienes en tu cabeza ya. Tal vez así estén mejor, tal vez así nunca extrañen el tener una familia cuando crezcan, quizás de ese modo no pasen hambre, ni frío en invierno. Es probable que les hagas el favor de librarlos del mal que representa la vida...- su voz era la de siempre, la de ella. Seguía mirando al suelo y aunque habló con más coherencia, por aquella vez no había nada malévolo en su mente. ¿Realmente era poseída o más bien tenía una doble personalidad que rayaba en una bipolaridad enfermiza?
La escuchó aplaudir, a los animales alejarse por el impacto del sonido. Pero la bruja seguía ahí, cabisbaja. Lo que tenía el vampiro en mente era un completo misterio, tal como las actitudes de Alexia que no dejaban definir una personalidad marcada. ¿Podría confundir a la inmortal? y de ser así ¿Qué lograría eso? La joven no lo planeaba, todo lo que decía y hacía era producto del momento, de la situación. -No sé que es un epitafio- susurró con voz terca, tal como la describía su acompañante -Parece nombre de gato. Ahh, hablando de gatos...- se llevó las manos a una bolsa que colgaba de su cintura luego de retirar el largo cabello que le impedía verla y que casi ya le cubría la cara. Levantó la parte superior y con ambas manos sacó del interior el cadáver de una paloma que colocó frente a ella que aún permanecía sentada en el suelo. -Mira, se la llevaba de comida a mi gato- dijo mientras le acariciaba el cuerpo. Se mantuvo así por un rato hasta que la risa inicial volvió, una risa infantil, no muy aguda ni alta, pero que haría erizar la piel de cualquiera que la escuchara -¿Quieres jugar a algo?- preguntó sin mirarla al tiempo que el ave muerta empezaba a mover un ala de forma tétrica.
-¿Eso crees?- respondió con ironía y con voz seca -Qué ilusa.- soltó una risa corta pero burlona y que distaba mucho de la risa original de la muchacha que tenía más de ingenua que de malvada. -Todos podemos ser instrumentos y excepciones hasta que a la muerte se le de la gana. No sé porque crees una teoría como esa. Todos los asesinos mueren, todos...- vocalizaba con rigor, miraba con fijeza y caminaba como si pretendiera acechar al vampiro por la ausencia de temor. -Cada uno oye lo que quiere oir. ¿Vas a bebertelos o no? si ha de ser así me puedo ir yendo mientras tú disfrutas como una mocosa que dejan por primera vez libre en una dulcería. Creí que los vampiros eran más exquisitos, selectivos y todas esas cosas que les gusta ostentar. Pero ya veo que no, que decepción...- negó de nuevo frunciendo los labios. Hablaba como si todo lo que pretendiera fuera provocar a aquella mujer sobrenatural y cuyo carácter refulgía en cada palabra, pero ¿Con qué fin? tal vez en el fondo sabía que la provocara o no, iba a resultar perdiendo. Posiblemente se jugaba el todo por el todo y, quizás en esa medida cada una de sus armas fueran saliendo a flote intentando mantenerse con vida, aunque fuera con poca sangre.
Alexia se sentó en el suelo con las piernas cruzadas y de nuevo se vio aquella mirada ingenua cuando levantó la vista al vampiro que, de cierto modo, parecía hablarle como si se estuviera dirigiendo a una niña. -La carne podrida es horrible y... sabe peor- bajó la mirada y con los dedos hizo figuras inentendibles en el suelo y que parecían hechas en el aire. -¿Nunca te persiguieron los muertos?- susurró la bruja en tono dulce pero muy bajo. -A mi no me gusta, a veces me asustan porque aparecen en sueños o me molestan cuando duermo, o cuando despierto, o cuando quieren..- su voz sonaba casi triste mientras trataba de explicarlo todo. Pero era evidente lo que decía, en el fondo lo que intentaba explicar era que ella no hablaba que algún cuerpo sin vida la persiguiera por obra de la magia oscura, sino que además de eso, los espíritus podrían ser peor que cualquier cosa e incluso aquellos eran capaces de atormentar y enloquecer al más cuerdo y poderoso, incluído cualquier vampiro. -¿Morada final? si casi te... ahmm, nada- "casi te estoy invitando a mi casa" estuvo a punto de decir pero se contuvo a tiempo. Aquello era cierto, el cementerio no podía ser sólo su morada final porque ya de por sí era su morada permanente. Allí vivía la bruja, en una cripta bajo el nivel principal del cementerio y varias escaleras abajo de la vista de cualquiera. Estaba acostumbrada, ya no lo pesaba, ya no tenía más opciones. De pronto, los ojos de la jovensita se aguaron -Bueno, no puedo detener eso si lo tienes en tu cabeza ya. Tal vez así estén mejor, tal vez así nunca extrañen el tener una familia cuando crezcan, quizás de ese modo no pasen hambre, ni frío en invierno. Es probable que les hagas el favor de librarlos del mal que representa la vida...- su voz era la de siempre, la de ella. Seguía mirando al suelo y aunque habló con más coherencia, por aquella vez no había nada malévolo en su mente. ¿Realmente era poseída o más bien tenía una doble personalidad que rayaba en una bipolaridad enfermiza?
La escuchó aplaudir, a los animales alejarse por el impacto del sonido. Pero la bruja seguía ahí, cabisbaja. Lo que tenía el vampiro en mente era un completo misterio, tal como las actitudes de Alexia que no dejaban definir una personalidad marcada. ¿Podría confundir a la inmortal? y de ser así ¿Qué lograría eso? La joven no lo planeaba, todo lo que decía y hacía era producto del momento, de la situación. -No sé que es un epitafio- susurró con voz terca, tal como la describía su acompañante -Parece nombre de gato. Ahh, hablando de gatos...- se llevó las manos a una bolsa que colgaba de su cintura luego de retirar el largo cabello que le impedía verla y que casi ya le cubría la cara. Levantó la parte superior y con ambas manos sacó del interior el cadáver de una paloma que colocó frente a ella que aún permanecía sentada en el suelo. -Mira, se la llevaba de comida a mi gato- dijo mientras le acariciaba el cuerpo. Se mantuvo así por un rato hasta que la risa inicial volvió, una risa infantil, no muy aguda ni alta, pero que haría erizar la piel de cualquiera que la escuchara -¿Quieres jugar a algo?- preguntó sin mirarla al tiempo que el ave muerta empezaba a mover un ala de forma tétrica.
Alexia Voltaire- Hechicero Clase Baja
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Re: Y así es que los locos corren (Fiona Di Centa)
Fiona chocó audiblemente sus dientes. No iba a soportar que aquella humanita le hablase de esa forma ¿Quién se había creído? Ella era inmortal, era sobrenatural y superior desde cualquier punto por donde se le mirara. Sospechaba desde hacía rato que quien hablaba no era la joven, sin embargo era su cuerpo quien iba a terminar desgarrado y abandonado en cualquier repugnante callejuela si no se detenía aquella charla. Muy en el fondo la pelirroja era consciente de que lo que escuchaba era verdad y tal vez fuese su instinto de negación lo que trasformaba la lógica en pura furia. Tal como una niña pequeña y mimada a quien le era negado un dulce para que no arruinara la cena. La razón que acompaña la autocritica nunca llega de buen agrado cuando el orgullo y el ego desmedidos son los que controlan el temperamento. Y orgullo y ego eran precisamente lo que a Fiona le sobraba. Había pensado en la muerte (la suya por supuesto), solo que ella era ahora como cualquier adolecente, conocedor del destino final pero con la firme creencia de que contaba con un tiempo eterno para alcanzar el cielo con las manos. El problema adicional era que reaccionaba igual que un adolescente… pero con más fuerza, malicia y sin ningún vestigio de ética, moral o conciencia.
Harta de escuchar lo que no quería se decidió por fin a retorcer aquel delicado cuello pero, antes de que pudiese abalanzarse, la joven se sentó tranquilamente sobre el sucio y frío piso. Aquello la confundió otra vez por lo que el ataque quedó momentáneamente suspendido. En su lugar adelantó un paso y se le quedo mirando fijamente. Se encontraba de nuevo frente a la chica desorientada y extraña. Pensó en preguntarle como sabia que la carne podrida tenía un mal sabor pero mejor se contuvo. A una pregunta estúpida una respuesta estúpida, y su paciencia ya había sido suficientemente espoleada como para entregarle tal oportunidad a la otra para burlarse de alguna manera ingeniosa. Fiona ladeo la cabeza, como si de un cachorro se tratase, mientras escuchaba a la otra hablar sobre los muertos. Su furia se olvidada poco a poco mientras la curiosidad de encendía nuevamente. La inestabilidad de sus emociones podría compararse a los cambios bruscos en la personalidad de su acompañante.
Entonces las palabras contenidas le llegaron claramente en forma de pensamiento. La pelirroja entrecerró los ojos desconfiada ¿Qué clase de mente enferma asumía el cementerio como su hogar? Para ella era esa una idea repugnante. No por los cadáveres, sino por la suciedad, la tierra y los bichos. O no, su hogar debía estar inmaculado, satín y ceda, encaje y plata. – No, nunca me han perseguido los muertos, o espíritus o como sea que los llames – contestó antes de darse cuenta que era lo que estaba haciendo. De pronto volvió a tener empatía con la criatura a la que, segundos antes, pensaba desollar. Rió muy bajo y para sí misma. El caos reinaba en sus pensamientos. Quería y no quería matarla. Deseaba oírla y al mismo tiempo, cuando sus palabras se acercaban a su realidad, se sentía profundamente ofendida. Tal vez podría solo alejarse, permitir que ella continuara su camino original, tomase su chocolate y visitase a los mugrientos niños pero entonces no sería Fiona. No, hacia mucho que nadie le sacudía de la manera en que la joven lo había logrado y no la dejaría escapar tan fácilmente, incluso aunque eso llevase implícito un poco de sufrimiento por su parte.
Y entonces llegaron las lágrimas. La vampiresa colocó los ojos en blanco mientras fruncía el ceño. Eran muy pocas las que conseguían conmoverla y esas que veía ahora no entraban en la clasificación. No podía estar segura de la originalidad de lo que veía o escuchaba con aquella joven. Podría ser una estratagema de la otra personalidad. – Lo mismo pienso yo. Ellos ganan, yo gano y todos tan felices. Tienes razón además, no puedes hacer nada para impedirlo – iba a continuar pero esa actitud derrotista y entregada le quitó parte de la diversión a la amenaza que pendía sobre la vida de los infantes. Bah, una entrega voluntaria no era divertida, lo que quería es que la otra luchara por la vida de ellos, por su derecho a existir. No quería decir con esto que considerase siquiera cambiar sus planes, pero quería saber hasta dónde podía llegar su sentido de “hacer lo correcto”.
¿Podían los vampiros sufrir jaqueca? Casi que pudo afirmarlo en cuanto escuchó la comparación de “epitafio” con un nombre de gato. – Un epitafio no es un nombre de gato – aclaró apretando los dientes. No valdría la pena intentar explicar la intensión de sus palabras, no lo había entendido entonces y no entendería ahora. O simularía no entender, en todo caso el resultado sería el mismo. Mientras la vampiresa apretaba el puente de su nariz con los dedos, la otra sacó los restos de una paloma muerta. Ese gesto casi arranca una sonrisa a la pelirroja pero la risa de la joven consiguió que volviese la expresión fría y dura a su semblante. - ¿Qué si quiero jugar? – repitió incrédula ante tan extraña pregunta. Sus ojos permanecieron puestos en los de la joven hasta que un movimiento en el suelo llamó su atención - Mon Dieu – exclamó sobresaltada al ver como la paloma muerta movía una de sus alas. Había escuchado sobre poderes como aquel pero, para ser sinceros, nunca los había creído en su totalidad.
Empezó a inclinarse antes de caer en cuenta de la suciedad del suelo. Con un movimiento rápido y fluido retiró su capa y la dejo sobre el suelo. Luego se arrodilló sobre ella de manera que quedo frente a la joven. La paloma muerta entre las dos continuaba moviéndose pausada y turbadoramente. – ¿Cómo es posible? ¿Cómo consigues que se mueva nuevamente un ser que ya ha muerto? – le cuestionó curiosa antes de recorrer con su dedo desnudo el ala en movimiento para asegurarse de que ningún hilo fuese el causante de tan elaborada ilusión. - ¿Puedes hacer que otros cuerpos recobren la movilidad? ¿Era por esto que deseabas conducirme hasta el cementerio? –
Harta de escuchar lo que no quería se decidió por fin a retorcer aquel delicado cuello pero, antes de que pudiese abalanzarse, la joven se sentó tranquilamente sobre el sucio y frío piso. Aquello la confundió otra vez por lo que el ataque quedó momentáneamente suspendido. En su lugar adelantó un paso y se le quedo mirando fijamente. Se encontraba de nuevo frente a la chica desorientada y extraña. Pensó en preguntarle como sabia que la carne podrida tenía un mal sabor pero mejor se contuvo. A una pregunta estúpida una respuesta estúpida, y su paciencia ya había sido suficientemente espoleada como para entregarle tal oportunidad a la otra para burlarse de alguna manera ingeniosa. Fiona ladeo la cabeza, como si de un cachorro se tratase, mientras escuchaba a la otra hablar sobre los muertos. Su furia se olvidada poco a poco mientras la curiosidad de encendía nuevamente. La inestabilidad de sus emociones podría compararse a los cambios bruscos en la personalidad de su acompañante.
Entonces las palabras contenidas le llegaron claramente en forma de pensamiento. La pelirroja entrecerró los ojos desconfiada ¿Qué clase de mente enferma asumía el cementerio como su hogar? Para ella era esa una idea repugnante. No por los cadáveres, sino por la suciedad, la tierra y los bichos. O no, su hogar debía estar inmaculado, satín y ceda, encaje y plata. – No, nunca me han perseguido los muertos, o espíritus o como sea que los llames – contestó antes de darse cuenta que era lo que estaba haciendo. De pronto volvió a tener empatía con la criatura a la que, segundos antes, pensaba desollar. Rió muy bajo y para sí misma. El caos reinaba en sus pensamientos. Quería y no quería matarla. Deseaba oírla y al mismo tiempo, cuando sus palabras se acercaban a su realidad, se sentía profundamente ofendida. Tal vez podría solo alejarse, permitir que ella continuara su camino original, tomase su chocolate y visitase a los mugrientos niños pero entonces no sería Fiona. No, hacia mucho que nadie le sacudía de la manera en que la joven lo había logrado y no la dejaría escapar tan fácilmente, incluso aunque eso llevase implícito un poco de sufrimiento por su parte.
Y entonces llegaron las lágrimas. La vampiresa colocó los ojos en blanco mientras fruncía el ceño. Eran muy pocas las que conseguían conmoverla y esas que veía ahora no entraban en la clasificación. No podía estar segura de la originalidad de lo que veía o escuchaba con aquella joven. Podría ser una estratagema de la otra personalidad. – Lo mismo pienso yo. Ellos ganan, yo gano y todos tan felices. Tienes razón además, no puedes hacer nada para impedirlo – iba a continuar pero esa actitud derrotista y entregada le quitó parte de la diversión a la amenaza que pendía sobre la vida de los infantes. Bah, una entrega voluntaria no era divertida, lo que quería es que la otra luchara por la vida de ellos, por su derecho a existir. No quería decir con esto que considerase siquiera cambiar sus planes, pero quería saber hasta dónde podía llegar su sentido de “hacer lo correcto”.
¿Podían los vampiros sufrir jaqueca? Casi que pudo afirmarlo en cuanto escuchó la comparación de “epitafio” con un nombre de gato. – Un epitafio no es un nombre de gato – aclaró apretando los dientes. No valdría la pena intentar explicar la intensión de sus palabras, no lo había entendido entonces y no entendería ahora. O simularía no entender, en todo caso el resultado sería el mismo. Mientras la vampiresa apretaba el puente de su nariz con los dedos, la otra sacó los restos de una paloma muerta. Ese gesto casi arranca una sonrisa a la pelirroja pero la risa de la joven consiguió que volviese la expresión fría y dura a su semblante. - ¿Qué si quiero jugar? – repitió incrédula ante tan extraña pregunta. Sus ojos permanecieron puestos en los de la joven hasta que un movimiento en el suelo llamó su atención - Mon Dieu – exclamó sobresaltada al ver como la paloma muerta movía una de sus alas. Había escuchado sobre poderes como aquel pero, para ser sinceros, nunca los había creído en su totalidad.
Empezó a inclinarse antes de caer en cuenta de la suciedad del suelo. Con un movimiento rápido y fluido retiró su capa y la dejo sobre el suelo. Luego se arrodilló sobre ella de manera que quedo frente a la joven. La paloma muerta entre las dos continuaba moviéndose pausada y turbadoramente. – ¿Cómo es posible? ¿Cómo consigues que se mueva nuevamente un ser que ya ha muerto? – le cuestionó curiosa antes de recorrer con su dedo desnudo el ala en movimiento para asegurarse de que ningún hilo fuese el causante de tan elaborada ilusión. - ¿Puedes hacer que otros cuerpos recobren la movilidad? ¿Era por esto que deseabas conducirme hasta el cementerio? –
- Off:
- Nuevamente felicitaciones. Ademas es bueno saber que a alguien más le gusta lo que escribimos
Última edición por Fiona Di Centa el Miér Mar 12, 2014 10:52 pm, editado 1 vez
Fiona Di Centa- Vampiro Clase Alta
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Re: Y así es que los locos corren (Fiona Di Centa)
"Quédate silenciosamente en esa soledad que
no es abandono,—porque los espíritus de los
muertos que existieron antes que tú en la vida,
te alcanzarán y te rodearán en la muerte,—y
la sombra proyectada sobre tu cara obedecerá
a su voluntad; por lo tanto, permanece tranquilo."
no es abandono,—porque los espíritus de los
muertos que existieron antes que tú en la vida,
te alcanzarán y te rodearán en la muerte,—y
la sombra proyectada sobre tu cara obedecerá
a su voluntad; por lo tanto, permanece tranquilo."
Las pocas luces que aún continuaban iluminando a través las ventanas que daban a la calle se fueron apagando una a una hasta dejar a aquél par de desconocidas casi sumidas en la penumbra. A duras penas, una luz de uno de los ventanales laterales de la cuadra y que distaba a unas dos casas de distancia de donde estaban ellas, continuaba titilando como si estuviera abandonada y amenazara con dejar de dar su exigua luz en cualquier momento. Para cuando eso sucediera, era probable que el resto de la noche se diera a tientas y adivinanzas. No obstante, una enorme y baja luna llena, no abandonaba la tierra y permitía que, pese a la poquísima niebla que se levantaba por el frío, se pudieran distinguir un par de cosas no sin dificultad. "¿A donde se va la luz cuando se apaga?" se preguntó Alexia en cuanto notó que la oscuridad iba tomando posesión de todo cuanto estaba a su alrededor. Levantó la vista y recordó de nuevo que existía el orfanato y que seguramente ya se habían terminado todo el chocolate caliente y el pan que hasta hace un tiempo estaba fresco y la invitaba a buscarlo siguiendo el delicioso aroma que expedían los hornos en donde se estaba preparando. -Creo que al final no tomaré mi chocolate...- suspiró pesadamente, realmente no había anhelado más para aquella noche.
-¿Crees en eso? ¿En que puedan perseguirte los muertos y los espíritus? porque he dicho ambos, son cosas distintas.- espetó como si fuera lo más obvio del mundo pero como si lo explicara por primera vez a algún incrédulo. Por algún motivo, la forma en que la inmortal habló sonó a que lo veía lejano, como si incluso fuera improbable aún cuando ella misma no era natural al mundo. Ninguna de las dos lo era, a su modo cada una alteraba el orden lógico y sano de la humanidad. -Y no digo muertos como... como tú, porque es diferente, tú aplicas como muerta viva, o eso digo yo- se encogió de hombros y de nuevo pareció que no medía sus palabras pero que al tiempo estaban plagadas de cierta inocencia.
-De poder, puedo- susurró, pero no especificó nada porque el vampiro tenía y no tenía razón. Aún así no había forma de saberlo, a menos, claro, que Alexia se esforzara en ver el futuro. Se sonrió pensando en intentarlo pero no estaba ni en el lugar correcto ni con los objetos necesarios para realizar una cosa de esas. ¿Qué haría la bruja si realmente veía que esos inocentes con los que tantas veces había comido eran amenazados? ¿Cuántos brujos salieron ganadores en un enfrentamiento contra vampiros? eso dependía de los oponentes más que de sus razas. Cada cual tenía fortalezas de las cuales tomar partido y debilidades que debería ocultar si deseaba salir vencedor. Pero sí, cada uno tenía sus posibilidades y habían quienes decían que por algo había enemistad entre vampiros y brujos. Aunque no es asunto para generalizar. Siempre hay excepciones a la regla.
-¿Y como sabes eso? ¿Conoces los nombres de todos los gatos del mundo? Pues para que veas que se puede, le pondré así al próximo gato que me encuentre. Será algo así como "Epitafio ven a comer", "Epitafio ¿Dónde estás?"- rió sólo de imaginarlo sin saber aún lo que realmente significaba esa palabra. -Además, ¿Cómo quieres que lo sepa si no me dices lo que es?- insistió buscando saber que era eso de lo que la pelirroja hablaba pese a que sospechaba que ella no diría más al respecto.
No escuchó la pregunta sobre la propuesta de jugar, pero si sintió la cercanía del vampiro en cuanto se inclinó a observar el macabro jueguito de la bruja que empezaba a sacar de sus bolsillos un pedazo de carbón con el que trazó un círculo alrededor de la paloma y le fue agregando un par de símbolos extraños. Mientras hacía aquello, la sonrisa se le había ido de los labios, la mirada inocente parecía más firme y concentrada y sus pensamientos iban por el mismo camino. -¿Temes ensuciarte? ¿No te gustan las cosas sucias como las ratas y las pequeñas alimañas?- sin voltear a ver a la vampireza, había notado esa extraña forma de cuidar de su apariencia pese a que su inmaculada belleza no se estropearía al hincar la rodilla en tierra. Ese par de ojos azules en juego con sus cabellos rojos eran suficientes; la armonía de su rostro era capaz de desviar la atención de cualquier cosa que pudiera "ensuciarla". La bruja desvió la pregunta. En tanto, la paloma seguía moviendo su ala y cuando la inmortal le acarició la misma, aquella empezó a boquear como un pez recién salido del agua que busca poder respirar sin éxito. Tenía el cuello quebrado, Alexia misma la había perseguido al ver su gordura y cuando le dio alcance le torció el cuello de inmediato. La escena era por completo desagradable. El animal se movía con la cabeza desgonzada y los ojos perdidos, su pico buscaba la nada y poco a poco iba moviendo alguna otra parte del cuerpo a medida que avanzaban los segundos. -¿Te gusta?- de nuevo desvió la pregunta respondiendo con otra, aunque sí quería saber la respuesta a su inquietud. -¿Aún quieres ir?- preguntó observándola de costado mientras un fuerte viento le retiraba los incoloros cabellos del rostro permitiéndole clavar esos ojos verdes y ahora seguros en los celestes de la inmortal.
-¿Crees en eso? ¿En que puedan perseguirte los muertos y los espíritus? porque he dicho ambos, son cosas distintas.- espetó como si fuera lo más obvio del mundo pero como si lo explicara por primera vez a algún incrédulo. Por algún motivo, la forma en que la inmortal habló sonó a que lo veía lejano, como si incluso fuera improbable aún cuando ella misma no era natural al mundo. Ninguna de las dos lo era, a su modo cada una alteraba el orden lógico y sano de la humanidad. -Y no digo muertos como... como tú, porque es diferente, tú aplicas como muerta viva, o eso digo yo- se encogió de hombros y de nuevo pareció que no medía sus palabras pero que al tiempo estaban plagadas de cierta inocencia.
-De poder, puedo- susurró, pero no especificó nada porque el vampiro tenía y no tenía razón. Aún así no había forma de saberlo, a menos, claro, que Alexia se esforzara en ver el futuro. Se sonrió pensando en intentarlo pero no estaba ni en el lugar correcto ni con los objetos necesarios para realizar una cosa de esas. ¿Qué haría la bruja si realmente veía que esos inocentes con los que tantas veces había comido eran amenazados? ¿Cuántos brujos salieron ganadores en un enfrentamiento contra vampiros? eso dependía de los oponentes más que de sus razas. Cada cual tenía fortalezas de las cuales tomar partido y debilidades que debería ocultar si deseaba salir vencedor. Pero sí, cada uno tenía sus posibilidades y habían quienes decían que por algo había enemistad entre vampiros y brujos. Aunque no es asunto para generalizar. Siempre hay excepciones a la regla.
-¿Y como sabes eso? ¿Conoces los nombres de todos los gatos del mundo? Pues para que veas que se puede, le pondré así al próximo gato que me encuentre. Será algo así como "Epitafio ven a comer", "Epitafio ¿Dónde estás?"- rió sólo de imaginarlo sin saber aún lo que realmente significaba esa palabra. -Además, ¿Cómo quieres que lo sepa si no me dices lo que es?- insistió buscando saber que era eso de lo que la pelirroja hablaba pese a que sospechaba que ella no diría más al respecto.
No escuchó la pregunta sobre la propuesta de jugar, pero si sintió la cercanía del vampiro en cuanto se inclinó a observar el macabro jueguito de la bruja que empezaba a sacar de sus bolsillos un pedazo de carbón con el que trazó un círculo alrededor de la paloma y le fue agregando un par de símbolos extraños. Mientras hacía aquello, la sonrisa se le había ido de los labios, la mirada inocente parecía más firme y concentrada y sus pensamientos iban por el mismo camino. -¿Temes ensuciarte? ¿No te gustan las cosas sucias como las ratas y las pequeñas alimañas?- sin voltear a ver a la vampireza, había notado esa extraña forma de cuidar de su apariencia pese a que su inmaculada belleza no se estropearía al hincar la rodilla en tierra. Ese par de ojos azules en juego con sus cabellos rojos eran suficientes; la armonía de su rostro era capaz de desviar la atención de cualquier cosa que pudiera "ensuciarla". La bruja desvió la pregunta. En tanto, la paloma seguía moviendo su ala y cuando la inmortal le acarició la misma, aquella empezó a boquear como un pez recién salido del agua que busca poder respirar sin éxito. Tenía el cuello quebrado, Alexia misma la había perseguido al ver su gordura y cuando le dio alcance le torció el cuello de inmediato. La escena era por completo desagradable. El animal se movía con la cabeza desgonzada y los ojos perdidos, su pico buscaba la nada y poco a poco iba moviendo alguna otra parte del cuerpo a medida que avanzaban los segundos. -¿Te gusta?- de nuevo desvió la pregunta respondiendo con otra, aunque sí quería saber la respuesta a su inquietud. -¿Aún quieres ir?- preguntó observándola de costado mientras un fuerte viento le retiraba los incoloros cabellos del rostro permitiéndole clavar esos ojos verdes y ahora seguros en los celestes de la inmortal.
- FDR:
- Awwn muchas gracias :)A mi también me gusta que les guste. Aunque dudo que les guste más de lo que me gusta a mí este tema.
Alexia Voltaire- Hechicero Clase Baja
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Re: Y así es que los locos corren (Fiona Di Centa)
Así como la verdad tiene diferentes caras y facetas como involucrados, la ilusión se puede tornar en realidad en el justo instante en el cual la percepción del observador lo permite. En este sentido puede resultar, no solo complicado, sino completamente subjetivo discernir que es una ilusión de lo que no lo es. Un sueño vivido para una mente débil puede ser la realidad ¿no podría en ese caso ser la realidad lo soñado? Para un citadino la posibilidad de que una criatura, que en apariencia es su igual, levite por los aires como si estuviese carente de peso, desafiando las leyes naturales y todo lo que conoce como “realidad”, puede resultar absurda, un invento para asustar a los niños pequeños, una “ilusión”. Pero si ese mismo mortal se ve enfrentado a ver y aceptar lo imposible su realidad cambia, se trasforma y adapta según la nueva percepción que tiene del mudo en el que habita y de la distorsión de las leyes que creía inamovibles y absolutas pero ¿podía acaso esa “distorsión” justificar cualquier nuevo descubrimiento? Fiona era una inmortal, capaz de leer las mentes, de volar y de beber sangre para subsistir; no debería resultarle para nada complicado poder creer que existían poderes mas allá del suyo propio y sin embargo, aún siendo consciente de su propia naturaleza, requería, como casi todos, pruebas para tornar la ilusión en realidad… ver para creer.
-Muerta viva – repitió paladeando las palabras. Río ante la curiosa y exquisita contradicción de términos. Era cierto, después de todo ella era una muerta andante y no por ello podía clasificársele como un “espíritu” - En ese sentido debo admitir que sí creo en que los muertos te puedan perseguir, de hecho ya lo he visto cuando una hermosa muerta-viva pelirroja te perseguía a ti - Sonrió maliciosamente antes de continuar - Con los espíritus no lo sé… he escuchado historias pero nunca he sido perseguida por ninguno así que supongo que tendrá que ser una suerte de acto de fe - no lo admitió en voz alta pero de pronto la idea de conocer un fantasma le resultaba sumamente atractiva ¿serian interesantes no solo podría esperar quejidos y muecas? Una sensación extraña invadió a la pelirroja al escuchar la siguiente respuesta de la joven. ¿Podía alguien tan inestable tener el poder para controlar un cadáver humano? Las posibilidades ante este descubrimiento seria asombrosas, no tenía muy clara su utilidad pero en todo caso deslumbrante si sería. Los pensamientos de la bruja siguieron entonces un curso muy similar a los de la misma Fiona minutos antes ¿Qué ocurriría en un enfrentamiento entre un vampiro y una bruja? ¿Cómo podía siquiera llegar a concluirse sobre un posible desenlace cuando ni siquiera era consciente de lo que la otra podía o no hacer? Awww, la sola idea resultaba terriblemente tentadora.
La vampiresa ignoró por completo el parloteo sobre el gato y los epitafios. La bruja tenia razón al creer que ella no le aclararía nada. En ese momento tenia cosas más interesantes que atender que intentar explicar a la joven porque no sería un buen nombre. Sin embargo, una vocecita e su interior, esa que por más que gritara resultaba siendo siempre acallada, le instó a creer en que no era una idea descabellada. De hecho, la vocecilla pensaba que sería un gran nombre y casi consigue que la vampira riera ante el ejemplo de su uso dado por la bruja. Sacudió la cabeza ligeramente, lo último que necesitaba era entrar en controversia consigo misma sobre un tema tan ridículo.
- No me molestan las alimañas y no hay temor alguno en mi - contestó a la defensiva a una sabiendas que era una completa mentira. Sentía muchos temores pero por nada en el mundo lo aceptaría – Sin embargo, no creo que nada de esto, por increíble y atrayente que me parezca, merezca marchar mi precioso vestido – la necesidad de encontrarse perfectamente ataviada existía en ella desde siempre. No se trataba de solo una obsesión más adquirida en su nueva vida, sino de una parte fundamental de su propio carácter. Estos pensamientos se evaporaron al observar como ahora la paloma abría y cerraba el pico. Resultaba tan inquietante y macabro como deslumbrante. Escuchó la primera pregunta pero no atinó a responder. No estaba segura sobre si “gustar” era la palabra apropiada. Su amor por los animales, tal vez la única bondad que podía llegar a reconocer dentro de su propia monstruosidad, le instaba a terminar con tan espeluznante y degradante muestra, pero, al mismo tiempo, su curiosidad la impelía a saber que más podía llegar a hacer la paloma.. o más bien hasta donde podía forzar la bruja los movimientos de la paloma muerta. Se mordió en labio inferior mientras pensaba en las posibilidades aunque si quería ser sincera consigo misma sabía que aquello no era necesario: la respuesta estaba allí y no estaría en paz consigo misma hasta no haber intentado comprender lo que sus ojos le mostraban.
Con fluidez se levantó del suelo arrastrando consigo la pesada capa la cual depositó sobre su brazo, cuidando que el lado que había entrado en contacto con la suciedad del suelo quedase oculto entre los múltiples dobleces. Luego estiró la mano hacia la joven - Si, si quiero ir - respondió finalmente sosteniendo la mirada en aquellos ojos claro los cuales habían abandonado cualquier dejo de inseguridad. Una intensa excitación se extendió por el cuerpo de la inmortal. Sin quererlo estaba ahora involucrada en un juego en el cual la bruja dictaba las reglas… o algunas de ellas al menos.
-Muerta viva – repitió paladeando las palabras. Río ante la curiosa y exquisita contradicción de términos. Era cierto, después de todo ella era una muerta andante y no por ello podía clasificársele como un “espíritu” - En ese sentido debo admitir que sí creo en que los muertos te puedan perseguir, de hecho ya lo he visto cuando una hermosa muerta-viva pelirroja te perseguía a ti - Sonrió maliciosamente antes de continuar - Con los espíritus no lo sé… he escuchado historias pero nunca he sido perseguida por ninguno así que supongo que tendrá que ser una suerte de acto de fe - no lo admitió en voz alta pero de pronto la idea de conocer un fantasma le resultaba sumamente atractiva ¿serian interesantes no solo podría esperar quejidos y muecas? Una sensación extraña invadió a la pelirroja al escuchar la siguiente respuesta de la joven. ¿Podía alguien tan inestable tener el poder para controlar un cadáver humano? Las posibilidades ante este descubrimiento seria asombrosas, no tenía muy clara su utilidad pero en todo caso deslumbrante si sería. Los pensamientos de la bruja siguieron entonces un curso muy similar a los de la misma Fiona minutos antes ¿Qué ocurriría en un enfrentamiento entre un vampiro y una bruja? ¿Cómo podía siquiera llegar a concluirse sobre un posible desenlace cuando ni siquiera era consciente de lo que la otra podía o no hacer? Awww, la sola idea resultaba terriblemente tentadora.
La vampiresa ignoró por completo el parloteo sobre el gato y los epitafios. La bruja tenia razón al creer que ella no le aclararía nada. En ese momento tenia cosas más interesantes que atender que intentar explicar a la joven porque no sería un buen nombre. Sin embargo, una vocecita e su interior, esa que por más que gritara resultaba siendo siempre acallada, le instó a creer en que no era una idea descabellada. De hecho, la vocecilla pensaba que sería un gran nombre y casi consigue que la vampira riera ante el ejemplo de su uso dado por la bruja. Sacudió la cabeza ligeramente, lo último que necesitaba era entrar en controversia consigo misma sobre un tema tan ridículo.
- No me molestan las alimañas y no hay temor alguno en mi - contestó a la defensiva a una sabiendas que era una completa mentira. Sentía muchos temores pero por nada en el mundo lo aceptaría – Sin embargo, no creo que nada de esto, por increíble y atrayente que me parezca, merezca marchar mi precioso vestido – la necesidad de encontrarse perfectamente ataviada existía en ella desde siempre. No se trataba de solo una obsesión más adquirida en su nueva vida, sino de una parte fundamental de su propio carácter. Estos pensamientos se evaporaron al observar como ahora la paloma abría y cerraba el pico. Resultaba tan inquietante y macabro como deslumbrante. Escuchó la primera pregunta pero no atinó a responder. No estaba segura sobre si “gustar” era la palabra apropiada. Su amor por los animales, tal vez la única bondad que podía llegar a reconocer dentro de su propia monstruosidad, le instaba a terminar con tan espeluznante y degradante muestra, pero, al mismo tiempo, su curiosidad la impelía a saber que más podía llegar a hacer la paloma.. o más bien hasta donde podía forzar la bruja los movimientos de la paloma muerta. Se mordió en labio inferior mientras pensaba en las posibilidades aunque si quería ser sincera consigo misma sabía que aquello no era necesario: la respuesta estaba allí y no estaría en paz consigo misma hasta no haber intentado comprender lo que sus ojos le mostraban.
Con fluidez se levantó del suelo arrastrando consigo la pesada capa la cual depositó sobre su brazo, cuidando que el lado que había entrado en contacto con la suciedad del suelo quedase oculto entre los múltiples dobleces. Luego estiró la mano hacia la joven - Si, si quiero ir - respondió finalmente sosteniendo la mirada en aquellos ojos claro los cuales habían abandonado cualquier dejo de inseguridad. Una intensa excitación se extendió por el cuerpo de la inmortal. Sin quererlo estaba ahora involucrada en un juego en el cual la bruja dictaba las reglas… o algunas de ellas al menos.
Fiona Di Centa- Vampiro Clase Alta
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Re: Y así es que los locos corren (Fiona Di Centa)
"Shh, que nadie vea lo que hacemos,
pues merecemos algo peor que una pena de muerte."
pues merecemos algo peor que una pena de muerte."
-Ayy, no entiendes...- farfulló molesta pero no con tono menos inocente que siempre -Muertos vivos, muertos.. mmm muertos y espíritus son tres cosas diferentes. A mí me ha perseguido todo ¿Y a ti? al menos la primera sí, pero no creo que sepas lo que se siente lo otro. Algún día lo sabrás... no hay nada peor- afirmó y bajó la mirada para continuar en lo suyo. Sus manos se movían con gracia sobre el animal muerto y sobre el suelo que tachonaba con un trozo de carbón. Tenía la mirada llena de una concentración mezcla de infantil y perversa. Era como una pequeña que juega a cocinar algo que compartirá y que otros se comerán con dulzura sin saber que lleva veneno.
¿Realmente el vampiro llegaría a saber lo que significaba ser perseguida por los espíritus? algunos vampiros decían que sus muertos siempre los perseguían; pero eso era una especie de analogía para denominar a su consciencia que les traía recuerdos amargos de tanto en tanto y les cobraba las muertes con amargura hasta que podían pasar aquello por alto o desaparecían del plano terrenal. Sin embargo, si esa mujer de carácter tan cambiante como el de la misma Alexia, seguía amenazando con su mano de muerte, la bruja se encargaría de que realmente sintiera lo que significaba la persecución de espíritus. No la dejaría descansar en paz, ni aunque ella misma muriera. No dormiría, no habría ni un sólo día ni una sola noche en que no fuera o enviara a atormentarla de cualquier forma posible... si es que lo recordaba.
Por unos momentos pareció no prestar atención a las palabras de su acompañante. Se sumía en sus pensamientos mientras rayaba el suelo. Algunas palabras inconclusas y en un extraño idioma salieron de sus labios pero en un tono de voz en extremo bajo. Seguramente un vampiro la escucharía, pero era probable que pese a alcanzar a oír que algo susurraba no comprendiera absolutamente nada. Su mano se movía más y más rápido, dibujaba símbolos extraños que seguían un patrón circular en derredor de la paloma que se seguía moviendo como si le doliera el cuerpo y quisiera dar un vuelco completo. Era antinatural el modo en que se giraba, era demasiado extraño que una paloma se contorsionara como si fuera un pequeño humano que busca acomodarse para sentir menos dolor. De pronto, Alexia se detuvo, se quedó inmóvil por al menos dos minutos y con la cabeza baja. Luego levantó la mirada y descubrió al vampiro ya de pie y tendiéndole la mano. Alexia le sonrió, extendió el brazo y se asió de la gélida mano del vampiro para darse impulso y ponerse de pie. Abajo, el animal quedó quieto al tiempo que la bruja, pero a diferencia de ella no se había movido más.
La joven dio dos pasos hacia atrás -¿Segura que no te producen nada? ¿Hubiera sido lo mismo si en vez de paloma hubiera sido una rata? pues al final son la misma cosa, incluso hasta saben parecido cuando les asas la carne un poco- se rió cortamente y como si nada. Soltó la mano del vampiro y dio otro paso atrás. -Vamos a llevar compañía.- retrocedió un paso más, alejándose de ella pero acercándose de a poco al cementerio y luego se giró para caminar hacia adelante. -Traeremos compañía ¿No te parece escuchar algo?- se rió más largamente, la posesión jamás había terminado, ella jamás había dejado de despertar cosas muertas.
Al fondo, tras Fiona, pequeños chillidos se hacían algo más claros. En el suelo se podía sentir el arrastrar de pequeñas patitas que se movían con cierta torpeza y sin compás alguno y se iban acercando. -Mira hacia atrás- no había regreso. El conjuro raro que hacía la bruja no era otra cosa que el despertar temporal de alimañas muertas bajo los suelos parisinos. Cuerpos de animales bajo las cloacas se movían y salían por los ductos y miraban a través de cuencas vacías y ojos perdidos o incompletos al vampiro. -Ven, vamos a jugar todos- mencionó antes de alistar el paso y emprender la carrera -Apresúrate, estoy segura que la pasaremos muy bien si te gustan los animales. ¡Ahh y tráeme mi paloma!- dijo girando apenas el rostro -Estoy segura que tus muertos también se alegrarán de verte...- dijo por última vez sabiendo que los vampiros tienen una larga lista de víctimas. En el cementerio, los muertos de Fiona se mantendrían ocultos hasta que alguien capaz de ejercer la nigromancia los despertara por un momento. ¿Cuántos de ellos podrían haber? tal vez no muchos, los vampiros tienen la costumbre de desaparecer los cuerpos e impedirle a muchos la cristiana sepultura. Pero ya habría tiempo de comprobarlo y, luego, tal vez también llegaría el tiempo de huir.
¿Realmente el vampiro llegaría a saber lo que significaba ser perseguida por los espíritus? algunos vampiros decían que sus muertos siempre los perseguían; pero eso era una especie de analogía para denominar a su consciencia que les traía recuerdos amargos de tanto en tanto y les cobraba las muertes con amargura hasta que podían pasar aquello por alto o desaparecían del plano terrenal. Sin embargo, si esa mujer de carácter tan cambiante como el de la misma Alexia, seguía amenazando con su mano de muerte, la bruja se encargaría de que realmente sintiera lo que significaba la persecución de espíritus. No la dejaría descansar en paz, ni aunque ella misma muriera. No dormiría, no habría ni un sólo día ni una sola noche en que no fuera o enviara a atormentarla de cualquier forma posible... si es que lo recordaba.
Por unos momentos pareció no prestar atención a las palabras de su acompañante. Se sumía en sus pensamientos mientras rayaba el suelo. Algunas palabras inconclusas y en un extraño idioma salieron de sus labios pero en un tono de voz en extremo bajo. Seguramente un vampiro la escucharía, pero era probable que pese a alcanzar a oír que algo susurraba no comprendiera absolutamente nada. Su mano se movía más y más rápido, dibujaba símbolos extraños que seguían un patrón circular en derredor de la paloma que se seguía moviendo como si le doliera el cuerpo y quisiera dar un vuelco completo. Era antinatural el modo en que se giraba, era demasiado extraño que una paloma se contorsionara como si fuera un pequeño humano que busca acomodarse para sentir menos dolor. De pronto, Alexia se detuvo, se quedó inmóvil por al menos dos minutos y con la cabeza baja. Luego levantó la mirada y descubrió al vampiro ya de pie y tendiéndole la mano. Alexia le sonrió, extendió el brazo y se asió de la gélida mano del vampiro para darse impulso y ponerse de pie. Abajo, el animal quedó quieto al tiempo que la bruja, pero a diferencia de ella no se había movido más.
La joven dio dos pasos hacia atrás -¿Segura que no te producen nada? ¿Hubiera sido lo mismo si en vez de paloma hubiera sido una rata? pues al final son la misma cosa, incluso hasta saben parecido cuando les asas la carne un poco- se rió cortamente y como si nada. Soltó la mano del vampiro y dio otro paso atrás. -Vamos a llevar compañía.- retrocedió un paso más, alejándose de ella pero acercándose de a poco al cementerio y luego se giró para caminar hacia adelante. -Traeremos compañía ¿No te parece escuchar algo?- se rió más largamente, la posesión jamás había terminado, ella jamás había dejado de despertar cosas muertas.
Al fondo, tras Fiona, pequeños chillidos se hacían algo más claros. En el suelo se podía sentir el arrastrar de pequeñas patitas que se movían con cierta torpeza y sin compás alguno y se iban acercando. -Mira hacia atrás- no había regreso. El conjuro raro que hacía la bruja no era otra cosa que el despertar temporal de alimañas muertas bajo los suelos parisinos. Cuerpos de animales bajo las cloacas se movían y salían por los ductos y miraban a través de cuencas vacías y ojos perdidos o incompletos al vampiro. -Ven, vamos a jugar todos- mencionó antes de alistar el paso y emprender la carrera -Apresúrate, estoy segura que la pasaremos muy bien si te gustan los animales. ¡Ahh y tráeme mi paloma!- dijo girando apenas el rostro -Estoy segura que tus muertos también se alegrarán de verte...- dijo por última vez sabiendo que los vampiros tienen una larga lista de víctimas. En el cementerio, los muertos de Fiona se mantendrían ocultos hasta que alguien capaz de ejercer la nigromancia los despertara por un momento. ¿Cuántos de ellos podrían haber? tal vez no muchos, los vampiros tienen la costumbre de desaparecer los cuerpos e impedirle a muchos la cristiana sepultura. Pero ya habría tiempo de comprobarlo y, luego, tal vez también llegaría el tiempo de huir.
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Alexia Voltaire- Hechicero Clase Baja
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