Amistades peligrosas (Fiona + Melkhior)

Hacía poco que el invierno había llegado. El cambio de estación se produjo de un modo súbito. De un día para otro los árboles habían perdido sus hojas para dar paso a unas ramas desnudas, únicamente cubiertas por una fina capa de nieve. Hacía frío, demasiado. De ser por ella no hubiese salido de palacio, pero tenía un compromiso y la duquesa de Francia nunca faltaba a una cita. Fiona di Centa era una mujer de alta alcurnia que no solamente contaba con gran belleza sino que además poseía un don para la persuasión bastante desarrollado. Convencer a Charlotte no era algo sencillo, pero la sueca había logrado que le dedicase una hora de su tiempo para acompañarla en un paseo por el centro de París.

Era bastante tarde. Cerró la puerta tras de sí y alzó su vestido un palmo del suelo para que no se le mojasen los bajos con la nieve que se había amontonado justo a la entrada del lugar. Agradeció haberle ordenado al servicio que le llevasen a su alcoba los vestidos de invierno tan pronto como puso un pie en la calle. El carruaje la estaba esperando. Uno de sus criados le abrió la puerta y , con la ayuda de su mano, se metió en el interior. Él también le acompañaría, pero obviamente no estaría presente en su charla con Fiona. Sonó el chasquido de un látigo y el vehículo comenzó a moverse. El traqueteo que se producía por los adoquines era molesto, pero imposible de evitar.

El relinchar de uno de los caballos le indicó que habían llegado. Efectivamente, el carruaje se detuvo y ella tardó un par de segundos en bajarse - Necesitaré que volváis para recogerme dentro de una hora - le indicó al cochero. Se dio media vuelta y comenzó a caminar en dirección hacia el centro de la plaza. Esperaría allí bajo la luz de una farola. Tan solo esperaba que aquella mujer no tardase demasiado en llegar. Estaba un poco nerviosa, pues no había querido explicarle en aquel momento de qué sería el tema a tratar.

-Buenas tardes mademoiselle - le saludó con cortesía cuando la vio acercándose, inclinando su cabeza a modo de reverencia. A pesar de su origen italiano la menor de los Sforza dominaba bastante bien el francés.

La pelirroja se acomodaba los guantes de seda mientras el carruaje recorría a trote medio las calles de París. No necesitaba de  tales accesorios pero le parecían lindos, además hacían juego perfecto con su indumentaria para la noche. Llevaba un vestido que era ajustado (muy ajustado) en el talle y de falda amplia y larga color lila oscuro. El cabello recogido en una elaborada moña sostenida por un ornamento pequeño pero vistoso del mismo color que el vestido y, por supuesto, sus guantes. Una expresión de satisfacción enmarcaba el pálido rostro. Iba rumbo a concentrarse con Charlotte Sforza, nada más y nada menos que Duquesa de Francia. Le había costado un poco pero al final le había convencido para que le concediera una audiencia. Aún ahora, días después, le seguía invadiendo unas inmensas ganas de reír al rememorar la escena de ella pidiendo e insistiendo por poder tener una charla a solas con la joven de la realeza. Se trataba de un comportamiento que ella normalmente no aprobaría. No solía rogar por compañía pero ésta era especial por diversos motivos.

El lugar del encuentro podría resultar bastante inquietante para cualquiera que se enterase. Una plaza pública en la oscuridad de la noche y además en invierno no parecía ser lo más adecuado para la realeza, pero si lo mejor para la vampiresa y, al final, era eso lo que a ella le interesaba. El carruaje se detuvo finalmente en una de las calles que daban acceso a la plaza Tertre y Fiona descendió con ayuda de su cochero a quien despidió pues no le necesitaría para regresar a su mansión. La plaza, que en otras épocas estaría atestada de transeúntes y artistas callejeros, se encontraba ahora casi vacía. El frío tenía sus ventajas.  Paseó sus ojos por la plaza hasta que ubicó a la figura femenina en el centro de la misma bajo una farola y muy cerca de la fuente.

Caminó en su dirección con paso decidido pero lento, sin mostrar apuro alguno pues había llegado a la hora estipulada. El nerviosismo de la joven era muy claro para la vampiresa. Le escuchó saludarla en un francés impecable, sin embargo ella, como deferencia, le contestó en italiano –  Signorina Sforza, no sabe cuento me complace el que haya aceptado tan inusual petición – inclinó ligeramente la cabeza correspondiendo el gesto de la otra antes de girar sobre sí misma observando como la falda de su vestido abría un surco en la, por ahora, ligera capa de nieve del piso – Un clima maravilloso ¿no le parece? Perfecto para una charla bajo la luz de la luna – esta vez le sonrió juguetona. La vampiresa adoraba el frío y aún más la nieve, le recordaban su ciudad de origen con aquellos crudos y duros inviernos.

– Supongo que se estará usted preguntando la razón de mi solicitud pero antes de que le exprese en voz alta lo que deseo comentarle permítame hacerle una pregunta un poco indiscreta ¿Cómo están sus relaciones con su país natal? – para nadie era desconocido que a la Duquesa no le agradaba hablar sobre su familia, así que Fiona se vio obligada, momentáneamente, a irse por las ramas antes de poder entrar al punto real de la discusión.

La duquesa enarcó una ceja ante su pregunta. O estaba siendo irónica o sin duda ambas tenían un concepto diferente sobre lo que era "un clima maravilloso" - he de admitir que nunca me ha gustado en demasía este frío -dijo mientras se colocaba mejor la capucha de su capa de pelo. Le devolvió la sonrisa con complicidad - aunque mantener una charla a la luz de la luna suena de lo más tentador, adoro cómo se transforma París cuando anochece, cómo poco a poco y casi con timidez van encendiéndose una a una todas las farolas de sus calles.

La plaza no parecía estar demasiado transitada, únicamente quedaban algunas parejas y unas pocas personas que caminaban de un lado para otro. Charlotte hizo un gesto con la mano para que le acompañase, si estaba quieta durante demasiado tiempo terminaría por congelarse. - No os confundáis querida- comenzó a explicar pausadamente- las relaciones con mi país natal son excelentes, son las relaciones con mi familia las que no gozan de tal calidad y, desgraciadamente, dudo que eso se solucione algún día. Dicen que la confianza perdida se recupera con el tiempo, pero el tiempo nunca se recupera, y eso es precisamente lo que me han quitado - no le gustaba hablar de ello, por lo que trató de zanjar aquella conversación del modo más elegante que pudo.

-Hacía bastante tiempo que no venía por aquí - dijo observando la fuente una vez hubieron llegado hasta ella - cuando llegué a Francia me encantaba visitar este lugar -admitió , tomando asiento durante unos instantes para rememorar aquellas tardes. Hubiese metido la mano en la fuente de no ser porque lo que antaño era agua ahora había mutado en su forma sólida, conformando una gruesa capa de hielo - pero bueno, creo que no estamos aquí para hablar de mi pasado - clavó sus ojos azules en su acompañante - decidme pues, ¿qué asuntos son los que me atañen para haber mostrado tanta insistencia? - definitivamente, Charlotte Sforza no era una chica paciente.

Fiona sonrió al escuchar a la Duquesa a la par que ésta ajustaba su capucha. No era de extrañar que a una humana no le gustase el frío del invierno ¿verdad? Oh, como adoraba ser quien era ahora. – Si, en verdad la noche es algo especial y único – palabrería barata lo sabía, pero no podía decirle que para ella la “transformación” no existía. Su existencia se limitaba a aquellas horas de oscuridad y su piel se erizaba de solo pensar en la claridad que recordaba de sus días de mortal. La pelirroja asintió ante el gesto de la humana y se preparó para la corta caminata. Había percibido en los pensamientos de la Duquesa la verdadera razón por la cual quería movilizarse y hubiese podido insistir en que se quedaran dónde estaban solo por el placer de ver amoratarse tan lozana piel. Bueno, tal vez pudiese verlo, más tarde, todo dependía de cómo se comportase la joven.

Una expresión meditabunda se instaló en el rostro de Fiona al escuchar a la Duquesa aunque interiormente estuviese emocionada y jubilosa.   – Tiene usted toda la razón, no hay más difícil de borrar que una ofensa y nada más fácil de olvidar que un favor – comentó sabiendo que la Charlotte pretendía abandonar el tema y que eso justamente sobre lo que ella quería hablar. Continuó caminando a su lado, escuchándola y reparándola en silencio. Haciendo memoria creía que nunca antes había probado la sangre real. Oh! Como la regañaría su progenitor si se enterase de sus pensamientos conociendo que muchos humanos sabían hacia donde se dirigía la Duquesa y con quien se iba a encontrar. “Ese fue un craso error” diría, “no deben quedar rastros”. Bueno, pues a ella eso no le importaba. Si se le antojaba bebería y si lo deseaba mataría, después de todo los “rastros” podrían borrarse, ¿Qué era una muerte o cincuenta para ella? Sería muy simple enterarse de quienes poseían esta información y acabar con ellos. La preocupación por ese tema estaba más que descartada.

La vampiresa se sentó junto a la Duquesa, se retiró uno de los guantes y pasó sus dedos desnudos sobre la capa de hielo que contenía la fuente. – No debería abandonar lo que le agrada. Si es un lugar que le gusta visitar ¿Por qué no hacerlo cuando se le antoje? – se trataba de una pregunta real. Para ella no existían las limitaciones del “no se puede”, si algo se le antojaba simplemente lo hacía y después media las consecuencias. Rió mentalmente al no poder comprender como había sobrevivido esos años, aunque pocos, con aquel tipo de conducta. La última pregunta la devolvió a su objetivo. – Lamento decirle, mi querida Duquesa, que si estamos aquí para hablar de su pasado… o al menos un poco - la contradijo en tono neutro pero sin el menor asomo de intranquilidad o temor por querer imponer un tema, a todas luces, vetado. – Y como veo que no le gusta andarse con rodeos se lo diré directamente. Deseo que me ponga usted en contacto con su hermano en Italia – le soltó sosteniéndole la mirada tranquilamente y esbozando una minúscula sonrisa.

Fue respondiendo las preguntas de aquella mujer con cortesía - me gustaría poder venir más a menudo , pero por desgracia no siempre dispongo del tiempo que desearía- explicó mientras sus ojos se posaban en el bonito vestido de Fiona.

Lo que ella le pidió a continuación la dejó completamente descolocada. Todo el secretismo se había debido a que ésta deseaba que se pusiese en contacto con su hermano. Su mirada se tornó gélida en cuestión de segundos, había que ser muy estúpido o muy osado para pedirle algo así a la duquesa de Francia a sabiendas de que la situación con su familia era ridículamente tensa por su parte - lo lamento, pero creo que eso no podrá ser - dijo levantándose.

Le hervía la sangre. ¿Cómo se atrevía a hacerle una solicitud de tal calibre?. El recordar su infancia todavía la enervaba, pero tampoco deseaba perder la compostura - desconozco cuales son los motivos por los que deseáis contactar con Domenico , pero lamentándolo mucho hace bastante tiempo que la vida de mi hermano a pasado a formar parte de lo que yo llamo "asuntos que no me conciernen" - tenía su mano enguantada fuertemente cerrada. La pelirroja había revuelto el terreno fangoso que conformaba su pasado.

Por un instante tuvo la impresión de que aquella reunión había sido una encerrona. Supuso que madmoiselle Di Centa evitó contarle el motivo por esa misma razón, jamás hubiese aceptado de saber de lo que se trataba. Tomó aire intentando relajarse y se colocó la capucha hasta que su rostro quedó parcialmente tapado por las sombras. Deseó dar por finalizada aquella audiencia, pero sus perfectos modales siempre estaban presentes - ¿Algo más de lo que desee hablar o debería hacer llamar ya al cochero? - le estaba dando una última oportunidad de enmendar su error y no dejar manchado su nombre. Charlotte Sforza no olvidaba una afrenta, y si se iba en aquellos momentos jamás borraría a Fiona de su listado de indeseables.

La sonrisa de la pelirroja se ensanchó al percibir los cambios en la actitud de la Duquesa no bien le trasmitió su deseo. No esperaba menos, de hecho otra reacción le hubiese sorprendido, pero igual tenía que intentarlo ¿o no? “o muy osada o muy estúpida” esas parecían ser las opciones más comunes últimamente para calificarla y en realidad no le importaba. Sabía que era osada y muchas veces se encontraba cometiendo estupideces. Observó como la joven se ponía de pie. Casi podía sentir sobre su piel la conmoción de la otra ante la revelación. Tenía que admitir, además, que lucia encantadora allí de pie, mirándole enojada pero tratando de comportarse como debe hacerlo alguien de su clase y cargo.

Le observó desde su cómoda posición colocarse la capucha y luego le escuchó mirándola divertida ¿Me preguntas acaso mi querida Duquesa? En verdad creí que estabas demasiado enojada como para tener semejante cortesía – observó las uñas de su mano descubierta mientras le hablaba – Pero supongo que ya que existió tal gesto lo mínimo que puedo hacer para retribuirlo es contestar: No hay nada más de lo que desee hablar y no, no deberías llamar a al cochero – . Fiona se preguntaba quien más estaría en aquella “listas de indeseables” en la cual había pensado la joven frente a ella. le invadía la curiosidad por conocer los nombres de los que se hubiesen atrevido a molestar a la joven, pero su asunto estaba primero así que descartó la idea de preguntarle al respecto, al menos por ahora.

La actitud de superioridad de la Duquesa, incluso con su intento por mantener la compostura, molestó a la vampira. Su rostro seguía exponiendo la enorme sonrisa pero esta no compaginaba en lo más mínimo con su estado de ánimo. Podría tratar de contenerse, igual como lo hacía su interlocutoria. Se atrapaban más moscas con miel que con hiel al fin y al cabo. Lamentablemente para ella siempre había resultado más divertida la hiel.

Colocándose de pie a una velocidad inhumana atrapó el delicado cuello con su mano desnuda mientras acercaba su rostro al de la humana mirándola con fiereza – No tienes idea con lo que estas tratando, querida. Me darás lo que deseo y lo harás con beneplácito o te juro que me encargare de aniquilar a todos los que te son queridos antes de sacarte esos bonitos ojos de las cuencas ¿está claro? – mientras hablaba su apretón se cerraba sobre el cuello de la Duquesa con la fuerza suficiente para asfixiarla momentáneamente pero sin llegar al punto en que el daño sobre su tráquea fuese irreversible. Muy seguramente tendría que lucir unos espantosos moretones por unos días pero ese sería el menor de sus problemas si decidía ponerse difícil, pues la pelirroja estaba más que dispuesta a cumplir con su amenaza.

No sabía porqué, pero aquella mujer estaba siendo de lo más desagradable, y su insinuación de que no debería llamar al cochero la puso todavía más furiosa. Estaba molesta, tanto, que por un instante ni siquiera supo qué responder. Ni siquiera hizo falta que dijese nada, pues lo que sucedió a continuación le quitó las pocas palabras que todavía pudiese conservar -por favor...- suplicó al notar cómo su mano se cerraba cada vez con más fuerza en torno a su cuello. No quería contactar con su familia, pero estaba dispuesta a colaborar si el precio a pagar por no hacerlo era tan alto. Abrió más la boca, tratando de que un poco más de aire le llegase a sus pulmones, pero todo fue en vano : se estaba asfixiando -no me mates, haré lo que me pidas- no tenía intención de mandarle ninguna carta a su hermano, pero tal vez así lograría que la soltase. Jamás la habían amenazado, no así. Jamás había sentido pánico de un modo tan visible hasta que ella le dijo que le sacaría los ojos de las cuencas.

Temblaba de miedo, pero de pronto sucedió algo inesperado. Ni siquiera sabía de dónde había salido, pero allí estaba. Melkhior había sido un gran amigo desde el momento en que había llegado a Francia, y en las últimos meses esa relación se había ido estrechando cada vez más. Agradeció que él estuviese allí aunque por otro lado deseó que no hubiese aparecido. Fiona era peligrosa, había algo extraño en torno a ella, lo había visto con sus propios cuando se acercó para estrangularla a una velocidad sobrehumana. Jamás se lo perdonaría si a Melkhior le pasase algo. Prefería ser ella la que saliese dañada a que le tocasen un pelo al vampiro. Estaba al borde de caer inconsciente por la falta de oxígeno y todo le daba vueltas en su cabeza. Contempló, horrorizada, como ahora se cambiaban las tornas y era él quien cogía a la señorita Di Centa por el cuello-Vete, ella...ella no es normal - logró advertirle con dificultad, en un hilo de voz.

Una cruel sonrisa se extendió por el rostro de la pelirroja al escuchar las palabras que quería oír. Sabía lo que pensaba la Duquesa pero ella no cedería, la obligaría a que hiciera lo que deseaba a consta de quien fuese. El cuello de ella se era tan frágil bajo su mano que con un simple apretón podría separar la cabeza del resto del cuerpo. Pero no lo haría, por lo pronto la quería con vida. Un sentimiento de satisfacción se instalo en el estomago de la vampiresa. Le fascinaba ver el pánico en los ojos de sus víctimas. Una suerte de alabanza a su propia superioridad.

Estaba tan absorta en la joven que tenía entre sus garras que no se percató de la presencia de otro inmortal en las inmediaciones, ni del sonido de la piedra desmoronándose. El gruñido, sin embargo, sí que lo escuchó pero la velocidad del vampiro no le dio tiempo de reaccionar. En un abrir y cerrar de ojos la tenia apresada por la muñeca del brazo que ahorcaba a la Duquesa, y por el cuello. La ira flameó con fuerza en su interior ¿Quién era este que se atrevía a interferir? Sus ojos se despegaron de la joven  para poder observar el rostro de su atacante quien giraba su cuello como si de una muñeca de porcelana se tratase, entonces sintió un vacio en el estomago. Una expresión de sorpresa y temor se le escapó antes de poder controlarse. Conocía ese rostro, ya se habían encontrado antes.

Podía sentir como la pétrea y fría mano se cerraba cada vez con más fuerza sobre su garganta, amenazando con destrozarla pero sin llegar a hacerlo. No requería más que una mirada para conocer las ventajas que tenía el recién llegado sobre ella. Era más antiguo, por consiguiente más fuerte y rápido. Además de tener más experiencia. Y sin embargo ella había arrebatado la última vida que él había intentado salvar. Ese recuerdo la lleno de un valor que en realidad no sentía. Por algún motivo este nuevo encuentro tenía un tinte “personal”, empezando por el hecho de que él conocía a la Duquesa y de la amenaza que había proferido en pro de que ella la soltase. Los pensamientos de la joven le confirmaron su sospecha. No solo se conocían sino que eran “amigos”.  Si su cuello no estuviese siendo aplastado lentamente hubiese reído de manera desaforada ante las últimas palabras de la humana. Le quedaba poco tiempo antes de morir asfixiada y con cada palabra proferida expulsaba un poco más de aire de sus famélicos pulmones.

Fiona sostuvo la mirada del vampiro un par de segundos antes de aflojar la presión de las vías respiratorias de la Duquesa pero sin llegar a soltarle – Vaya ¿de dónde ha salido este salvador? Permítame recordarle, Monsieur, como terminó nuestro primer encuentro… ¿desea ese fin para nuestra amiga aquí presente? – el tono era burlón aunque las palabras salieran quedas y roncas debido al apretón del vampiro. Si quisiera él podría acabar con su no-vida en ese preciso momento, por eso se rehusó a soltar a la humana.   - ¿Quién será más rápido en acabar con su presa, usted o yo? – era una carta desesperada, lo sabía, pero la única que podía jugarse. Quién sabe, hasta lograra, al final de todo, lo que se proponía. Le ofreció una sonrisa forzada aunque ésta no llegara a cubrir del todo la sorpresa en sus ojos – Le propongo un trato benéfico para todos: yo la suelto a ella cuando usted me suelte a mí, ¿Qué opina? – solo para hacer hincapié en la seriedad de su propuesta apretó nuevamente el delicado cuello de la Duquesa. Si fuese alguien más seguramente hubiese aceptado la propuesta inicial del vampiro, soltar a la humana y salir huyendo, lamentablemente estaba de acuerdo con la joven: ella no era normal y no pensaba abandonar tan fácilmente su empresa.

No comprendía nada de lo que estaba pasando. Escuchaba retazos de la conversación y lo único que su cerebro había llegado a procesar era que aquella traidora había puesto contra la espada y la pared a Melkhior. Quiso decir algo pero no pudo, pues Fiona apretó su cuello impidiendo que ninguna palabra pudiese salir por su boca. Solamente dejó escapar un gemido de dolor. Cuanto más se enfadaba más notaba cómo su agarre se estrechaba alrededor de su garganta.

Jamás había visto al rubio tan enfadado. Charlotte únicamente había llegado a conocer el lado más dulce y amable del muchacho. Ahora, en cambio, parecía peligroso. ¿Un superior? Melkhior no le había contado nada, pero por lo que estaba escuchando ambos se conocían de tiempo ha. Tenía las manos libres, y al parecer las tornas se habían cambiado. Llevó una de las manos hasta su muslo y palpó el puñal que llevaba por debajo de las faldas mientras Fiona escupía palabras cargadas de veneno. Le era imposible alcanzarlo sin doblarse por culpa de lo mucho que abultaba su vestido. Se retorció y dio algún que otro manoteo, intentando zafarse, pero fue en vano.

Se sentía estúpida por haber confiado en ella. Su imprudencia le había expuesto a ser atacada, pero...¿quién iba a imaginar que una reunión terminaría de aquel modo?.
Apenas podía respirar - La ira de Francia caerá sobre vos - le amenazó. Incluso en una situación de tensión Charlotte Sforza era capaz de sacar su lado más diplomático. Tener un país en contra no era algo agradable, y la duquesa tenía infinidad de contactos entre las altas esferas. Su amabilidad y dulzura le habían ayudado a la hora de ganar amistades, y su inteligencia y su habilidad como estratega le habían sacado de más de un apuro. No sabía si funcionaría, pero esperaba que aquella demente le soltase.

La presión ejercida sobre su pálido cuello no solo aumentó sino que además el vampiro le obligó a inclinarse ligeramente. Le superaba en fuerza, eso era más que obvio, de ninguna otra manera habría podido obligarla a adquirir aquella posición. Ella le temía, pero la furia insolente de su juventud solía sobreponer las reacciones ilógicas que gobernaban su actual existencia sobre el sano instinto de supervivencia. Intentó gruñir pero su constreñida garganta se lo impidió de manera solo pudo lanzar una mirada que mezclaba el odio con la turbación – Debería morir por muchas otras cosas, esta solo ha sido una afrenta menor – manifestó mentalmente a su adversario. Aunque él le impidiese hablar aún podía declararle lo que pensaba, ni arrancándole la lengua la silenciaria por completo. Demonios ¿Qué era lo que le ocurría a los inmortales? Las imágenes de algunos de sus momentos más sublimes de crueldad y sevicia pasaron velozmente por su mente. Se trataba de un mensaje silencioso, lo que había hecho, la cantidad de imaginativos métodos de venganza que contaban en su repertorio y la capacidad para idear algunos nuevos… lo que podía hacerle a la preciosa muchacha que sostenía entre una de sus manos y que se retorcía infructuosamente en busca de lo que en su mente se esbozó como un puñal.

Fiona podía percibir la confusión en la mente de la humana. Al parecer ella desconocía por completo la naturaleza de su “amigo” por lo que estaba segura de que aquel encuentro le acaecería una infinita cantidad de preguntas al vampiro que muy probablemente no querría contestar.  Magnifico, al menos tendría la última satisfacción de haberle metido en problemas.

Los ojos claros de la pelirroja se abrieron sorprendidos ante las palabras que siguieron. Si hubiese podido proferir una carcajada lo habría hecho sin dudarlo – Otros mejores que tu lo han intentado. No reconozco tu superioridad ni la de nadie. Prefiero perecer antes que someterme – el pensamiento fue proferido con más veneno que el que las palabras en voz alta hubiese podido transmitir. Ella ya no era dócil. Se entregaba cuando así lo deseaba, si había una recompensa de por medio que le interesase. Su interés personal primaba por sobre todo lo demás y de ninguna manera agacharía la cabeza solo por la costumbre de una absurda jerarquía ancestral y el insólito argumento del poder.  Sin embargo si había una parte en el trato sugerido con la cual podía sentirse mínimamente atraída.

Estaba a punto de soltar el apretón sobre el cuello de la Duquesa cuando esta profirió una amenaza que, por vacía que fuese para la misma Fiona representaba, en sí misma, una ofensa mayor que ninguna de las expresadas en el tensionante encuentro. Eso bastó para eliminar sus intenciones de ceder pacíficamente a al menos una de las peticiones del vampiro. Crujiendo los dientes lanzó a Charlotte una mirada cargada de fría furia antes de lanzar su cuerpo con fuerza hacia la fuente utilizando la poca libertad de movimiento que le confería su captor. Una sonrisa maliciosa se instaló en sus labios al observar como el cuerpo salía despedido por el aire. El cuello perfecto y elegante de la Duquesa empezaba a mostrar señales del apretón y la pelirroja sintió un lancetazo de satisfacción al notar como unos feos cardenales empezaban a formarse. La Duquesita le recordaría durante días cada vez que el reflejo en el espejo le mostrara la forma de una mano sobre la tersa piel.