Amistades peligrosas - Libre

por **Pierre A. Dittmar** Vie Mar 27, 2015 2:40 pm

Comenzaba un nuevo día, uno más en la cartera de los planes que tenía entre manaos, aquel traje ajustado de color negro con los cabellos alborotados y aquella barba incipiente, tanto la detesta pero más odia que tenga que hacerlo para que le reconozcan como su gemelo y eso es lo que más odia. Enfila sus pasos fuera del hotel con las sonrisas de los empleados que no dudan en saludarlo como “Dr. Dittmar”, frunce su ceño en señal de molestia, pero no se aleja al contrario se mantiene cerca de aquellas personas.

Camina por las calles como si fuera tan normal, sabiendo que su gemelo está en aquella mansión a lo lejos de la ciudad oculto por el sol, algo que le da gran ventaja. Se anda con cuidado de los conocidos evitándolos un poco aunque lo que no evita es que lo vean andar por ahí, sonríe a toda persona que se le acerca, sobre todo si es alguna fémina soltera, aunque a las casadas no les hace de menos. Sus pasos le llevan al burdel más cercano donde con sonrisa se adentra llegando a la barra a pedir a un trago de esos que le levantan a los muertos que se quedan por el lugar. Una mujer se acerca rodeándole con los brazos por la espalda.

—Desaparece, no quiero tus servicios esta noche, es más no quiero a una zorra barata, si lo entiendes te puedes quedar si no, lárgate a la calle vulgar—sin mirarle, con aquel desprecio en su tono de voz. Alza la copa sonriéndole a esta cuando la ve vacía, pide otra, escuchando que otra mujer baja las escaleras con aires de superioridad. Quizás la mañana tendría algo de valor para su plan ¿cuál era? eso es algo que solo en la mente de él se quedaría.

por **Tauriel** Mar Mar 31, 2015 9:09 pm

-No por favor…No lo hagas de nuevo…
-¿Por qué no, hermanita? –Replico su reflejo con sorna- Tengo ganas de jugar.
-Tamina por favor, tienes que comprender que no puedes hacer esto más…Es mi cuerpo, es mi vida! –

-¡TU ME TRAJISTE! ¡ES TU MALDITA CULPA!- La voz de su hermana se alzó pétrea llenándola de temor, Tamina era implacable y cada vez se le hacía más difícil controlarla, hacía mucho que no tenía tantas ansias de tomar control de su cuerpo, y por más que ella se resistiera lo estaba logrando. Y siempre que Tamina lo lograba nunca era para permanecer tranquila, era solo para darse a los excesos. Al día siguiente ella se sentiría una porquería, una basura humana que aunque no se acordara a lo que su cuerpo fue sometido, su alma se sentiría sucia.

-No…No… por favor…- Dijo lloriqueando Tauriel en un último momento, pero Tamina era implacable, su hermana siempre fue distinta a ella en vida, oscura, explosiva, rebelde, tan iguales, dos gotas de agua casi imposible de reconocer físicamente, pero en personalidades tan diferentes como la noche y el día, una oscuridad y la otra luz. La posesión fue rápida, el alma errante de su hermana se instauro en su cuerpo, apoderándose de este con facilidad pese a la resistencia que Tauriel tenía, no valieron hechizos o tretas que esta vez lo impidieran, no podría engañarla esta vez, y mientras una empezaba a cobrar vida en su cuerpo, la otra era reducida a un cuarto oscuro en lo recóndito de su psiquis, encadenada a este como un reo.

-Hummm…A veces olvido lo ben que se siente estar vivos…- Tamina salió de la tienda, la noche empezaba a caer, los últimos rayos se ocultaban. Su abuela, la única persona que podría darse cuenta del cambio por las auras que les precedían a las gemelas, no estaba en la ciudad, quizás por eso su hermana estaba tan vulnerable, Tauriel no era muy fuerte, siempre fue demasiado buena, demasiado blanda, demasiado débil, y aunque en vida le amo, en aquellos momentos solo deseaba que hubiera sido su gemela quien muriera y no ella.

-Pero esta noche será mía, pequeña Tauriel… Y pienso disfrutar de todo lo que me encanta. - Se paró frente al espejo de la habitación y se dijo para sí, y para su hermana, que en su interior podía escuchar sus razonamientos. –Busco entre e closet que aquella tenía algo que le pareciera más ¨acorde¨ a lo que ella usaría, negando en reprobatoria y observando con asco las prendas, Tauriel era demasiado sencilla, simplona, ella por el contrario, le gustaba destacar, en el fondo encontró un vestido negro, de fiesta que con algunos cambios rápidos seria lo que ella buscaba.

Una hora después, frente a ese mismo espejo la imagen que se vería sería la de una femme fatale, con cabellos de fuego y piel nívea y delicada, esa era ella. Sus labios se curvaron en una ladina sonrisa, y sin más, salió de la casa, deambulando por las coloridas calles, internándose en la nocturna vida de parís, atraída por las promesas prohibidas que aquella traía. Sus pasos la guiaron a un lugar que había visitado una vez y al que tenía ganas de visitar de nuevo aquella noche.

Las puertas del burdel se abrieron y más de un par de ojos se posaron en la femenina figura que por las escaleras bajaba, la mirada lasciva de Tamina recorría de forma lasciva los cuerpos semidesnudos tanto de mujeres como hombres que se paseaban con total libertad, acompañados o solos, pero optando por ir a tomar algo de alcohol antes de hacerse un cuerpo caliente.

-Vodka por favor… - murmuro la pelirroja de labios carmesí al camarero antes de sentarse en la butaca, y quien al notar la mirada fija en ella a su lado decidió volverse y mirarle curvando una ladina sonrisa. -Bonne Nuit, Monsieur… - le dedico un asentimiento antes de tomar el vaso recién colocado frente a ella y el cual de una vez se llevó a los labios. – perfecta noche para un trago…

por **Anker Axelsson** Jue Abr 02, 2015 4:56 am

Hace poco habia comenzado la jornada de trabajo en el burdel. Poco a poco, el establecimiento se fue llenando tanto de clientes como de cortesanas, creando un bullicio como todas las noches; no es nada nuevo.
Pero Anker como regla general, no salia a escena hasta bien entrada la noche, cuando los clientes mas faciles de contentar ya habian desaparecido. Se levanta perezosamente, ayer habia tenido una noche bastante agitada con un muchacho desesperado. Le habia tratado a cuerpo de rey, ya que el se ofrecia a pagar casi el doble de su tarifa sin ninguna razon a aparente.
Todavia estaban las relucientes monedas en el frutero. Las recoge, mirandolas sin ningun interes y las guarda con cierto recelo entre sus ropas que solia usar para pasear por las calles.

Ya algo mas despejado, se levanta de su lecho y mientras se peina con sus propios dedos, entra a la zona iluminada y abarrotada de gente. Algunos dirigen su mirada hacia el, pero en seguida la apartan; no estaban interesados.
Busca con la mirada a alguno de sus compañeros y encuentra uno en la barra sirviendo bebidas y otras sustancias, se acerca a la zona y mientras le ayuda a servir, mira a los hombres a ver si alguno lo desea.

por **Pierre A. Dittmar** Vie Mayo 22, 2015 6:24 pm

El ambiente en el lugar comenzaba a caldearse, las prostitutas de turno ya iban despertando para dar inicio a la noche de placeres y lujuria suelta, los clientes iban llegando uno a uno hasta estar en sus cómodos asientos listos para ser atendidos por un sinfín de mujeres, altas, flacas, gordas, blancas, canelas o morenas, bonitas o feas, lujosas o andrajosas, caras y baratas, de todo eso brindaba esos antro de lujuria desmedida; pero también eran excelentes lugares para beber una que otra copa y observar el gran show de decadencia que daban los seres humano y no humanos dentro de ese tugurio de mala muerte. Pagar a alguien por satisfacción, lo más bajo que se puede caer y lo deplorable del cuerpo que se antepone ante otros deseos.

Sentado en su soledad, no, no es soledad si no amargura una espesa y brumosa tribulación que trató de compensar con el alcohol sin tener aun los primeros alivios pero aun así trato de ahogar su aflicción en vasos y vasos de whisky, al menos hasta que la noche le traiga algo mejor y no tuvo que pedir mucho cuando una mujer comenzó a hablarle, al principio no le tomó en cuenta porque estaba hastiado de las mujeres que se hacen las “fenme fatale” ya las tenía hasta el gorro eso a él, solo para ver que no eran más que ilusiones creadas por ellas mías, cuantas veces no había destruido esos muros de cristal de esas mujeres al punto de estar tan harto de ello. Alzó su copa bebiendo como si no escuchara a la mujer hasta que esta hizo la referencia adecuada que lo obligó a voltearse a verla a los ojos.

—No hay noche perfecta para beber, si no momento idóneo para hacerlo, pero esta vez dejaré que pase, perfecta noche khanm, pero aun siento que le falta algo ¿o solo vino usted a beber y observar?— alza la copa en un gesto de brindis cuando bebe un sorbo de su contenido, inmediatamente la vista va hacia el joven que atendía ahora la barra, sonríe al hombre regresando al vista a la mujer —Quizás, lo que desea es conquistar a un hombre que valga la pena, ahí tiene a uno, solo ofrézcale dinero y será suyo— termina su copa cuando pide al cantinero que le traiga algo más fuerte para la noche.

Algunos hombres no dejaban de verlo con odio por estar cerca de la mujer y eso logró enfurecerle más ¿acaso todo se reducía a eso? “patéticos”, es lo único que podía pensar cuando se sirvió un poco de ron en un vaso pequeño y otro para la dama —Detesto que solo piensen en “cuando” van a atrapar a alguien, que crean que es solo seducción, es tan patético de los seres humanos y por eso siempre estarán debajo de los que tiene el poder para no pensar en esas banalidades, hombres y mujeres que se comportan como el último oasis del desierto aferrándose con fuerza a ellos, seres inservibles— mira a la mujer de soslayo alzando la copa y beberla de tajo dejando que el ardor pase por su garganta así como sus palabras se filtraron en todo el lugar.

A diferencia de su gemelo, él no se andaba con rodeos, prefería se directo pero ocultando sus cartas, sus tretas no las mostraba pero con el resto de actitudes era siempre franco sin modular su tono o palabras rebuscadas, algo que siempre odio de su fraterno.

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