Los Jugadores de la Noche (Invitación)

El momento de actuar ha llegado. Mucho de los jugadores no comprenden su situación, es lo normal. ¿Acaso todo el mundo es capaz de dejar pensar en sí mismo como lo que cree que es y respetar su rol como jugador? Por supuesto que no. Su ignorancia los lleva a ejecutar partidas lamentables, a derrochar sus avances ante cada paso ciego e incluso a perder definitivamente, morir, en otras palabras.

Entonces, aquellos capaces de seguir este hilo de reflexión, se preguntarán: ¿Qué es lo que hace a un verdadero jugador? La respuesta es sencilla, este sólo debe valerse de sí mismo. Si un jugador se basa en los jugadores que logre doblegar a nuestro favor, cuando no estén o no logre conseguirlos, perderá el control. Si su juego depende de su habilidad para utilizar algún objeto en especial, cuando sea vea despojado de él, no tendrá oportunidad alguna. En definitiva, si uno explota sus habilidades como jugador por medio de algo externo, sólo logrará volverse un ser dependiente.

Si un jugador está decidido a realizar un juego de categoría, sin dependencias, no puede ignorar nada de cuanto he dicho. Pero un jugador que comprende los límites de su rol tampoco tiene necesidad de escuchar lo que yo tenga para decir. Pues seamos sinceros, ¿realmente uno realmente puede esperar convertirse en algo o – siendo menos pretenciosos- intentar volverse mejor escuchando a otra persona? Eso es una estupidez. Para comprender algo hay que vivir la experiencia y asimilarla, no es una teoría que pueda aplicarse porque sí. Un jugador verdadero es, por esencia, un crítico nato.

La historia que narre, de ahora en más, será para quienes hayan advertido que el planteo filosófico no pretendía enseñar, sino tan sólo confundir o ningunear a las mentes inocentes que esperaban encontrar la solución a sus problemas en las palabras de otra persona. Para quienes no hayan advertido nada extraño, los invito también a leer, pues desde ya les digo que comprender algo o no de cuanto yo diga, no hace mucha diferencia a fin de cuentas.

Hace ya casi un siglo desde que llegase al mundo. No obstante mi apariencia sigue siendo la de un adolescente, dotado de una belleza extravagante que contrasta con mi apariencia fantasmagórica y casi enfermiza. Fui regalado con una maldición que me permitió expandir mi comprensión sobre el perfil de jugador que ya a temprana edad deseaba adoptar.

El Mundo de la Oscuridad, aquel al que pertenezco, está repleto de amenazas. Asambleas, Vampiros Antiguos, Cazadores y todo tipo de Criaturas Sobrenaturales. El convertirme en un vampiro no termino de convertirme en el jugador ideal. Quizás en un mundo utópico donde sólo me rodeasen humanos podría serlo. Pero habiendo tantos peligros que no puedo contener, me vuelvo un simple jugador estratega, que comprende y analiza, pero que ve frustrado su trabajo constantemente.

Como jugador me planteé aprender a salvar mi juego. Es por eso que no importa cuánto me equivoque, logro guiarme al mismo punto de partida. Enderezar mi ruta a veces supone descansar por años hasta que el daño de mis errores se vea solventado, pero en definitiva sé que puedo seguir renovando mi juego por la eternidad. Esa es la parte más divertida de todas.

Quienes tienen el poder de destruirme se ven intrigados por mi peculiar accionar y me permiten avanzar. Los Vampiros Antiguos, quienes por su naturaleza suelen juzgan a las nuevas criaturas de la noche, ignoran llanamente si mi intención es destruirlos u ocupar su lugar. Entre ellos y yo existe una suerte de paz armada. Si bien no hay razones para creer que nadie disparará el primer cañón, ninguno aceptaría andar con la guardia baja.

Han pasado algunos años durante los cuales me vi apartado de la noche parisiense. Pero hoy es el día indicado para volver a mis andanzas, para comenzar un nuevo juego. Esta noche tengo pensado jugar una nueva mano.

La noche de París actualmente alberga a muchas criaturas de la noche. Las Asambleas Vampíricas que siguen en pie se reúnen hoy con varios de los Vampiros Antiguos para discutir este problema. Desde ya no tengo interés en participar en las pelotudas charlar políticas de esos infelices. Mi intención es aprovechar su ausencia para conocer al resto de vampiros que moran por la ciudad. Y, si las cosa salen bien, comenzar mi juego antes que ellos.

Y así, como si fuera la cosa más normal del mundo, irrumpí en un restaurante abarrotado de humanos. Ocupé una de las mesas más grandes del lugar, la cual había reservado con anterioridad. Hice adornar la mesa debidamente por los empleados del lugar. También, haciendo uso de mis habilidades vampíricas, serví yo mismo en la mesa varios humanos de gran atractivo y apariencia saludable y apetitosa.

Una vez que consideré que todo estaba en orden, procedí a dar el llamado. “Criaturas de la noche que desean abrazar la gloria y dominar la Bestia. Vengan a mí. Es un llamado sin compromiso, siéntanse invitados a gozar de mis víctimas y mi compañía. Los detalles se aclararán sobre la marcha.”

Con mi característico aire despreocupado, aguardé a que los verdaderos invitados llegasen.

Caminando por París, había perdido a mi hermana mientras me detuve a mirar vestidos y ella había seguido camino. Ya habíamos decidido encontrarnos en un restaurante en particular, así que sólo entré y me dispuse a buscar algún lugar de mi agrado para tomar asiento.

Recorriendo entre mesa y mesa un hombre bastante atractivo llamó mi atención. Me quedé observándolo unos instantes entrecerrando mis ojos como queriendo descubrir algo más en él. Miré a su alrededor extrañándome más y me fui acercando lenta y descuidadamente con paso firme hasta quedar cerca de él.

Realmente me parecía que París era algo liberal en cuanto al vampirismo se tratase, o ya estaba incorporado en la sociedad como algo habitual.

Tomé asiento como si fuera alguien conocido y una mueca similar a una sonrisa se esbozó en mi rostro. Algo de él me atraía. No podía describir qué, ya que ni yo lo sabía. Lo miraba fijamente sin perder detalle alguno.

-La gula es un pecado -Comenté finalmente volviendo a observar a los humanos que tenía casi preparados.

NO TIENE VALOR!

Las calles de París se encontraban totalmente habitados por "recipientes de sangre" que caminaban con prisa sin importar por donde iban, algo que no lo podía tolerar de una noche de un día donde los adolescentes rumiaban sin preocupaciones y con un aire superior y así nacía la competencia entre ellos.

Los pasos de Brigitte eran firmes y elegantes, movía su delgado cuerpo con delicadeza. A mi lado se encontraba mi hermana que llevaba su propio estilo de movimientos. Al estar varios metros de un restaurante sus sentidos de vampiresa se despiertan y seguramente a Marlene también. Percibía un llamado especial que provenía de un lugar.

Las jóvenes de cabello rubio ingresaron al local, Brigitte ignoró a todos los seres humanos que se encontraban conversando, bebiendo, discutiendo sobre temas inútiles. Los ojos de color turquesa se enfocaron en un muchacho de rostro despreocupado y solitario. Los tacos de la joven resonaban sobre las baldosas del local acercándose a la gran mesa junto con Marlene que se encontraba a su lado derecho.

-Aquí estamos-

La voz era suave acompañada con una leve sonrisa de cómplice.

Caminaba con Brigitte por las calles de París observando a cada ser viviente que daba vueltas por allí. Diferentes tiendas llamaban mi atención, controlándome para no acercarme, tal vez más tarde iría a husmear.
Algo me sacó de mis ganas de gastar, miré a mi hermana que iba tan delicada caminando, y sin dudar más comencé a seguirla hasta donde el llamado provenía.
Ingresamos al restaurante, no perdía de vista ningún detalle, la gente allí adentro parecía divertirse.

Giré buscando al sujeto, miré a Brigitte fugazmente y de nuevo a él. Tenía algún atractivo particular, se notaba tranquilo y despreocupado. Aunque todo me parecía extraño.
No emití sonido alguno. Desconfiaba de aquel vampiro, aunque mi hermana parecía estar calma.

Tengo especial interés en explayarme en otra de las cosas importantes que casi ninguna otra criatura de la noche. Aunque antes de eso, me imagino que se preguntaran porque hablo de “criatura de la noche” y no de un “jugador”, como hasta ahora. Si bien cada ser racional es capaz de jugar y controlar una partida, sólo puedo ahondar los medios de los cuáles dispone un ser de mi especie. Teniendo en cuanto el egoísmo acostumbrado en mi narración y los límites de la misma, procederé a explicarles el meollo de la situación.

Un Vampiro decidido, crítico, un jugador de categoría, puede tener una gran control de su entorno. Puede transmutar por completo un escenario y todos los presentes en él, si de mortales se trata. La razón por la que muchos vampiros no hacen uso de estos dotes es porque su lazo con los mortales no se rompe. Sienten que son iguales, o que son los verdaderos dueños, o por el contrario que son algo que no debe dársele importancia, o se sienten atados aún a conceptos como “moral”, “costumbres”, “respeto”, “amistad”, “amor”, con los significantes de un humano raso e ignorante.

Exacto, ser un Vampiro no te vuelve en alguien genial. Te ofrece nuevas herramientas y una eternidad para aprender a desarrollarlas. Si uno tiene mierda en la cabeza, la va a conservar hasta el fin de los tiempos. Si es que nadie le da muerte antes.

Quitando de nuestra reflexión a los Vampiros mediocres y siguiendo al jugador ideal, podemos hablar de interesantes estrategias de control y vigilancia que respaldan cada jugada de un Vampiro.

Para dar un ejemplo cercano, les explicaré la escena en la que me encuentro. Estoy en un restaurante lujoso en el barrio de París que conserva toda su belleza clásica, un lugar concurrido por gente de todo el mundo. Una persona que se atreva a introducirse en mi escenario, en mi pequeño mundo, sólo podría captar una pequeña parte del control que estoy ejerciendo.

Hoy llegué a París, en pocas horas pude ubicar varios ciudadanos que claramente permanecían en un lugar y observando cuanto pasaba allí, ya sea por costumbre o por un trabajo que realizaban. El dueño de un puesto de diario nocturno, el recepcionista de un hotel, un guardia. Individuos que ofrecían visión de un lugar estratégico de París y que además estudiaban a los presentes. Eran informantes pasivos.

Dos hermosas criaturas de la noche acudieron a mi llamado. Para cuando cruzaron la puerta del restaurante donde me encontraba, yo ya les conocía. Podía distinguir cuál de las dos lideraba el camino, la actitud mostraban para con los humanos, podía deducir ciertos gustos y aficiones por las cosas que se detenían a observar y por aquellas que intentaban resaltar ante los ojos humanos.

Dos vampiresas aparentemente malcriadas, las cuales varias personas de la ciudad habían grabado su imagen en su cabeza. Pues vi sus rostros en la mente de personas que recordaban sucesos de noches anteriores. Se alojaban en uno de los hoteles más lujosos de la ciudad, tal como supuse. El recepcionista del lugar las recordaba con total claridad y repasaba constantemente su plan para conquista a la joven que tenía apariencia de ser la menor.

Para cuando ellas estuvieron a mi lado, yo ya había advertido todo esto y mucho más. Respondí divertido a la sonrisa cómplice que me dedicó la vampiresa mayor, dibujando en mi rostro una sonrisa aún más grande. No me cabía duda alguna de que me divertiría a lo grande aquella anoche.

Si de un juego mortal se tratase, yo tendría la ventaja, una victoria casi servida. Pero mis planes eran otros. Todo cuando controlaba y sucedía en este escenario, estaba siendo impulsado por puro egoísmo. La llamada, el desfile de humanos, todo era por un propósito que buscaba solventar mis necesidades y las de nadie más. No obstante, así como en cualquier empresa de caza recompensas, quienes se unieran a mí esta noche podrían compartir mis triunfos y mis botines.

- Bienvenidas.- fue todo cuanto dije en respuesta a su llegada. Luego les hice un gesto para que tomaran el lugar que dos humanos habían dejado libres pocos segundos antes de que me dirigiesen la palabra. Todos los humanos que había convocado a mi mesa dieron señales de reconocerlas, así había indicado yo que procedieran, y guardaron el debido silencio durante nuestro corto intercambio de palabra. - Primero pónganse cómodas. Sí así lo desean, podremos disponer de toda la noche para platicar y para que conozcan mi propuesta.-


Los humanos presentes actuarían normalmente luego que las vampiresas ocupasen sus asientos. Entonces, harían un ademán de cubrirlas de encantos y atenciones, y sólo procederían si observaban que ellas aceptaban. Un trato especial, educado, sin límites. Ninguno de los presente en el restaurante notaría si otras personas se retiraban con un poco menos de sangre que al entrar.

¿Qué podía observarse en mi rostro si uno intentaba adentrarse en mi mente? Un muro contra habilidades vampíricas, un porte delicado y sensual que invitaba a – por decirlo de cierta manera - unirse a la fiesta sin saber que era lo que festejaba y un impecable control de mis facciones, que en vez de reflejar mis emociones acompañaban mis palabras para adoptar una expresión casi dotada por el habla, demasiado convincente para ser portadora de alguna verdad.

Una vez que ambas vampiresas se encontraban frente a frente con aquél hombre extraño. Birigitte hizo un leve gesto de agradecimiento por la bienvenida y no tardó en ocupar un asiento en la mesa optando una postura formal cruzando las piernas por debajo de la tabla.
Manipulación, era lo que podía captar en la mirada del extraño joven, el escalofrío recorrió por todo el cuerpo durante un instante. Observaba de reojo con cierta desconfianza a su hermana. Fijó la mirada en el vampiro que convocó la reunión e interrogó de manera calma y con cierta ansiedad para escuchar las palabras del muchacho.
-De que se trata su llamado, señor?-
Frunció levemente el entrecejo sin perder la cortesía, la situación hacía que la vampiresa actúe de manera inquieta. No deseaba poner en riesgo su propia vida y mucho menos la de su hermana. . Estaba sumamente atenta para oír la propuesta del vampiro, no quería que sus vidas entraran en juego por tomar una mala decisión.

Observé como los humanos dejaban lugar para que nos ubicáramos, la imagen que se me venía a la cabeza con eso fue que eran como un grupo de prostitutas lideradas por aquél vampiro extraño. Cuando da la bienvenida hago un gesto con la cabeza sutilmente a modo de agradecimiento. Me senté junto a mi hermana sin pronunciar palabra alguna, captando su mirada de desconfianza devolviéndosela de la misma manera.

Apoyé mi espalda contra el respaldo de la silla permaneciendo derecha y cruzando las piernas y extendiendo los brazos colocando mis manos sobre mi rodilla superior.

Con la pregunta de mi hermana miré fijamente al chico. Algo en sus ojos, o su mirada, me atraía. Me obligaba a vigilarlo, necesitaba saber en que se posaba su miraba y estudiar sus facciones. Pero debía hacerlo sin llamar su atención, sin que lo notase. Algo en él seguía infundiéndome una profunda desconfianza.

Existe un punto característico en los vampiros, algo esencial que va mucho más allá de su palidez o su fuerza sobrenatural. Estoy hablando de un proceder propio de los vampiros, algo que he podido advertir en muchas otras criaturas de la noche e incluso en mi propio accionar. Lo que nos caracteriza es esta capacidad de sentirnos ligados a ciertos individuos por un atractivo impalpable u observable, mientras que muchas veces pasamos de otros individuos en los que incluso podamos encontrar e identificar varios atractivos.

¿Qué razón maquina estas aficiones en nosotros? Por más que he puesto en duda este aspecto de nuestra existencia junto a otros inmortales, nada hemos podido definir. Sabemos que muchas veces, al relacionarnos entre nosotros, no necesitamos hacer grandes demostraciones para ganarnos la devoción de otro vampiro. No es lo que decimos, no es lo que podamos ofrecer o aportar, sino la forma en que lo decimos.

En mi vida bajo la penumbra del Mundo de la Oscuridad mi existencia ha sido cuestionada por incontables Vampiros Antiguos, aterrorizados por mis fechorías. Sin embargo todos y cada uno sufrido un trance al encararme, veían más allá de mis acciones. Yo podía asumir ser culpable de cuanto pecado había cometido, explicar profundamente los pensamientos retorcidos que me habían impulsado, y a pesar de ello sentían una atracción inexplicable hacia mi persona.

En ocasiones hago uso de esta gracia vampírica, aunque no la comprenda del todo. Cuando las cosas no funcionan como deberían, o están más allá de mis capacidades, me entrego a la suerte de este inexplicable encanto. No logro advertir si esta habilidad tiene mayor presencia en mí que en otras criaturas de la noche. Soy un ignorante en esta materia, como el resto de los vampiros, no soy portador de ningún secreto. Yo no controlo este encanto, éste controla y embellece mis acciones para hacer de ellas su acto perfecto.

Este encanto sobrenatural resulta un veneno para los lazos que los vampiros intentan fabricar. Es imposible amar incondicionalmente a nadie. Si este encanto desaparece o lo vemos reflejado en alguien más, incluso en nosotros mismos, tendremos la necesidad de abandonar todo cuanto nos pertenece y a todos aquellos que amemos para buscar y explotar nuevas relaciones o actividades. Cada vez que un grupo de Vampiro Neonatos funda una familia, un grupo, una facción, hacen su presencia los Antiguos para indicarles que lo único que puede perdurar por la eternidad es su existencia. Las relaciones entre Vampiros son inconstantes y rara vez recíprocas.

¿Qué buscaba yo reclutando gente? Muchas Antiguos se preguntan esto, pues saben que yo no ignoro el hecho de que ningún vampiro me respeta y seguirá por la eternidad. Pero yo no busco nada de todo esto, yo no quiero aliados, ni compañeros, ni seguidores. Quiero jugadores competentes, que controlen la Noche de París y hagan de ella su campo de juego.

¿Era posible conducir estas criaturas inexpertas y guiarlas a un juego de categoría? ¿Por qué no? Bajo su maraña de defectos puedo observar esta esencia, el encanto vampírico. Sólo es cuestión que aprendan a hacer uso del mismo.

En cuanto a mi escenario, mi partida en el restaurante, debo decir que todo se sucede con marcada perfección. Mi interpretación es la indicada, en mi rostro no se asoman sentimientos de ansiedad o desesperación. Puedo escrudiñar a mis invitadas haciendo uso de mis humanos encantados, quienes fijan sus ojos en ellas y me regalan con su visión. Estudiaba a mis invitadas desde varios ángulos, mientras yo permanecía inmutable, impecable y atractivo, como la ocasión ameritaba.

No pude evitar sonreírme y soltar una pequeña carcajada ante la actuación de la hermana mayor. No respondí con rapidez. Estaba elegantemente desparramado en mi silla, de vez en cuando recibía caricias de mis dominados y yo les regalaba con una copa de vino, la cuales servía generosamente para luego volver llenárselas. Me erguí en la silla, para ofrecer una postura más acorde a la charla que se sucedería de un momento a otro.

- Primero quebremos con los pormenores.- Dicho esto los humanos presentes en la mesa se levantaron y siguieron su animada charla no muy lejos de nosotros. Apoyé ambos brazos por los codos sobre la mesa y ubiqué mi rostro entre mis manos, ofrecía una imagen desafiante y casi infantil, poco seria por consecuente.

- No soy una eminencia, ni un ser poderoso, ni tampoco una amenaza para ustedes. Mucho menos un “señor”.- repuse haciendo un fuerte y grosero énfasis en la última palabra. – Soy Angel Delacroix. Y mi llamado no es más que una oferta, que ustedes juzgarán si aceptar o rechazar.-

Los ojos de Brigitte se cruzaron fugazmente y con desdén a cada uno de los seres humanos que habitaban el lugar, sus presencias no le toleraba pero tampoco le causaba simpatía mientras ellos se colocaban de pie para continuar con sus aburridas e insignificante charlas. En la mesa solo se encontraban los vampiros, alternaba la mirada turquesa entre el joven y Marlene ignorando la presencia de los demás.
La fragancia a nicotina que estuvo presente desde que ingresamos al local invadía nuestros olfatos, y se podía ver como el humo de los cigarrillos inundaba todo el lugar.
El ambiente era algo extraño, observaba de reojo a Marlene asegurándose de que todo iba a estar bien. Una leve sonrisa se dibujó en aquél rostro pálido al oír el nombre del psicópata o esa era la impresión que causaba.
-Muy bien, Angel Delacroix. Cuando usted disponga puede comenzar con la oferta que tiene para proponernos.-
Comentó con un aire autoritario y cierta frialdad en los ojos de la joven, manteniendo su postura firme con las manos reposando sobre la mesa esperando impaciente la respuesta del muchacho.

Escuchaba con atención lo que el hombre decía, observando luego cuando los humanos se apartaban de allí. Escuché luego a mi hermana girando apenas la cabeza para mirarla y esperé expectante a que el muchacho hablara y expresara la oferta que tenía para ofrecer.
Había conocido algunos vampiros algo locos, pero éste parecía superar a todos, además de que algo me llamaba la atención y no sólo era su belleza, intentaba ver a través de sus ojos algo más. Tal vez buscaba algo que no iba a encontrar, o tal vez sí.
Levanté un brazo para luego apoyar el codo sobre la mesa y así inclinar mi cabeza sosteniéndola con mi mano. Aún me generaba desconfianza, no podía dejar de observarlo, pero a su vez cada tanto espiaba disimuladamente lo que hacían los demás humanos.

Hasta ahora me he explayado únicamente en las reglas y las condiciones del juego en general. Podríamos llamarlo la “meta” del Cazador Nocturno de aquellos que realmente exploten sus cualidades. Pero naturalmente esto no es lo que me vuelve un peligro ante los ojos de los Antiguos. Cada jugador, una vez que adopta su rol en el juego, comienza a desarrollar su propia comprensión del mismo e inclina su accionar hacia los objetivos que le ofrezcan un mayor placer.

Mi forma de alcanzar el goce, es lo que espanta a los Antiguos. Señalan mis conclusiones y mi construcción como si fueran un acto macabro y perverso. Naturalmente, muchas veces la perversidad es el único medio para dominar psicológicamente una víctima. El tema aquí es la creencia y los dioses a los que aspiran los diferentes vampiros. Muchos de ellos se ven limitados a la imagen de un dios o del diablo. Esencias que sólo respetan lo bueno o lo malo de la vida, pero nunca ambas.

Yo ayudo, profeso amor y enseño. Pero también destruyo, desconfío y engaño. Mis palabras no cargan con ningún ideal incompleto, siempre procuro tener presente cada una de las perspectivas más relevantes. Mi sinceridad muchas veces es el arma para desbaratar a mi enemigo. Mi compañía y mi instrucción, por honestas y útiles, las utilizo mayormente para hacerme con nuevos enemigos. No hay mejor rival que aquel que una vez profeso amor por nosotros, los sentimientos entremezclados son alimento para mi oscura existencia.

Existe una etapa de amor devoto en los vampiros. Donde los vampiros más experimentados o antiguos suponen una fascinación. Ese amor, es más fuerte que el placer de la sangre, pero mucho más efímero y peligroso. Yo buscaba ese amor en mis víctimas, esa pasión, esas ansias de conocimiento, de enfrentar el peligro y experimentar el goce.

Mi próxima jugada ya comprendía a las hermanas Kaiser. Ambas representaban a la perfección los ideales de amante y rival. Su amor y devoción hacia otro vampiro podía ser muy fuerte, así como también sus deseos de vengarse de un enemigo y hacerse respetar por ellos.

Nuestra conversación terminó de barrer los pormenores. Los humanos abandonaron el restaurante , aunque sin escapar a mi mente que todo lo vigila, había varios de ellos que aún no había terminado de degustar. Las presentaciones entre nosotros tres cesaron, aunque no sin que ellas llevaran una sorpresa. Conocía sus nombres y donde se alojaban, conocimiento que puse en escena. Prometí dar los detalles de esto conforme avanzara nuestra plática. Lo principal estaba hecho, tenía la atención de mis víctimas.

Siendo el primer vampiro implicado políticamente que se presentaba ante ellas, les dí la “bienvenida”. Me explaye un poco en explicarle el poder que las Asambleas y que los Vampiros Antiguos ejercían en la ciudad. Y de lo fácil que tanto unos como otros encontraban razones para matar a un Vampiro Neonato. Logré que comprendiesen vivir en París eran lujo que no todos podían permitirse y que la ciudad estaba en constante disputa.

- Cómo les decía. Cada criatura sobrenatural, e incluso varios humanos, son potenciales enemigos. Incluso a mí, que estoy dispuesto a guiarles, deben pensarme como a un enemigo. Deben actuar con cautela, siempre hay ojos vigilando en esta ciudad, lo mejor es pasar desapercibido.- repuse divertidamente, curvando mis labios en una sonrisa cómplice y maliciosa al mencionarles que yo también era su enemigo.

» Entrar en la ciudad de forma tan poco discreta fue un acto muy ignorante. Puedo asegurarles que no soy el único vampiro que ha de conocer su escondite. Y con lo fácil que resulta controlar un humano, es muy fácil enviar a uno cuando ustedes se encuentren en su momento de mayor debilidad, durante las horas diurnas.

» Pueden aceptar o rechazar mi oferta de guiarles y enseñarles cuanto sé. Eso no cambiará de forma alguna que yo también soy enemigo suyo, todos lo somos por naturaleza.

- ¿Alguna pregunta?- pregunté desafiante, sin aflojar un ápice mi sonrisa de diversión y jugando con una taza de té perfumado que me había pedido para disfrutar del placer de tomar la porcelana tibia entre mis manos, y aspirar el exquisito olor de su contenido.

La mirada oscura de Brigitte se fijaban en Ailan, su propuesta despertó muchas dudas. Lo estudiaba atentamente sus movimientos y palabras, era un joven extraño y manipulador. Pero por extrañas razones, debía aceptar la propuesta y llevarla a cabo. Suspiró y giró hacía su hermana, tal vez tenía algo para acotar antes de dar mi palabra pero al no dar señales continué.

La vida de las Kaiser ya estaba en el juego, no tenía muchas alternativas. Se concentró en las palabras y una leve sonrisa cómplice se dibujó en su pálido rostro.
-Perfecto, acepto tu propuesta-
Mi voz sonó firme con un tono suave pero lo sufriciente audible, sus largas y lucidas piernas descruza y vuelve a cruzar nuevamente con elegancia, estaba preparada para formar parte de su juego, pero todo tiene sus limites.
La sonrisa cómplice se amplió aún más, podía sentír que la diversión había llegado después de pasar tantos años aburridos y serenos, algo diferente no le vendría mal. Giró hacía Marlene en busca de apoyo o rechazo, tal vez la decisión no era la mejor pero nada se pierde con intentar.

La noche de París llegaba a su fin para las criaturas de la noche más débiles y más jóvenes. Aquellos que han sido recientemente convertido son incapaces de exprimir la noche hasta el amanecer, sus fuerzas flaquean y se ven obligados a refugiarse si no quieren entrar en Frenesí.

¿Podrían las Hermanas Kaiser sobrevivir y encontrar otro refugio seguro antes de que la noche terminase para ellas? Eso estaría por verse. Ellas ignoraban que su refugio estaba siendo saqueado y destruido y que los humanos estaban ahora dominados como para que las creyeran culpable de tales destrozos.

Ellas no podían burlar mis defensas mentales, saber que pensaba, ni siquiera advertir de qué forma manipulaba el escenario. Simplemente notaban que todos y cada uno en el lugar aceptaban mi presencia por extravagante que resultara. Podía alimentar allí, ante los ojos de todo y hubiera pasado inadvertido.

Si hay algo efímero, es la compañía de un vampiro. Quizás, si ellas sobrevivían a esta prueba que les ponía frente a ellas, pudiésemos compartir parte de nuestra inmortalidad. Pero no forzaría tal cosa, ni tampoco sería yo quien interfiriera en su relación de hermanas, por más que creyera que podía durar mucho más. Eso habría de decidirlo ellas.

Brigitte había aceptado, su hermana simplemente había esquivado a todo momento la razón que impulsaba nuestro encuentro. La noche transcurrió sin ningún percance, narré algunas historias de la ciudad y mencioné alguno de los peligrosos individuos que protagonizaban sus noches.

La despedida fue sencilla de forma tan espontánea como nuestro encuentro. Simplemente tuvimos un último intercambio de miradas y pronuncié mis últimas palabras de la noche para ella.

– Volveremos a encontrarnos mañana, no se preocupen por el lugar de encuentro, simplemente ocurrirá.-