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El consuelo de los tristes (Giselle) 2WJvCGs


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PARÍS, FRANCIA
AÑO 1842

Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.

Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.

¿Estás dispuesto a regresar más doscientos años atrás?



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Mensaje por Basile Grushenko Dom Ene 13, 2013 10:20 am

Los vampiros seguían siendo un misterio para Basile a pesar de haberse convertido en uno de ellos. Puede que fuera complicado aprender a intuir los fines últimos de los deseos y anhelos de un humano, pero los no muertos tenían una naturaleza no menos enrevesada. Al hecho de que sus emociones podían seguir siendo igual de tormentosas que antes de fallecidos se sumaban los poderes sobrenaturales y la fiereza de sus instintos. Desde que había sido transformado por aquel chupasangre vengativo y rencoroso el boticario podía pasar de amar a odiar, de la paz a las ansias de matar, en menos de treinta minutos. Vivir en un torbellino de sensaciones jamás había cobrado tanto sentido para él como en esa época en la que prácticamente vagaba de un extremo a otro empujado por fuerzas que le era imposible resistir. Había necesitado meses para empezar a imponerse a su parte de bestia, sólo para aprender que en el fondo de su alma - en algún rincón todavía oculto - yacía la capacidad de seguir escogiendo. Y no lo había aprendido solo.

- Voy a ir al bosque a verte, al árbol donde Paulette quería jugar al escondite aquella noche.

Estaba hablando solo en su casa, si es que podía llamar así a la vivienda abandonada donde residía por descarte, pero es que sabía que así Giselle podría escucharlo. Él carecía del don de telépata que tenía la vampiresa y no sabía cómo hacerlo funcionar, así que cuando quería comunicarse con ella simplemente le hablaba y confiaba en que en alguna parte esas palabras se traducirían en un mensaje en su mente. La baronesa parecía saberlo todo, así que Basile no dudó ni por un segundo de que la encontraría al pie del árbol donde acababa de citarla con aquel método tan particular. Ella siempre acudía. Era difícil dilucidar cuáles eran los motivos que habían llevado a una mujer como aquella a ayudarle a él, precisamente, un pobre hombre descarriado como tantos otros neófitos que no tenía nada. La noche que Paulette lo encontró empapado de lluvia y de sangre a las afueras de su hogar pudo haberle cerrado la puerta en las narices, sencillamente, sin explicaciones ni remordimientos. Basile quería creer que a su manera se llevaban bien, al menos él sí sentía afecto por Giselle y la niña. En muchos sentidos les debía la vida, si no técnicamente - porque hacía mucho tiempo que su corazón había dejado de latir - sí en sentido simbólico. La vida que él quería llevar. Cuando las dos estaban cerca él lo veía todo un poco menos negro, y tener compañía le hacía bien. Una compañía a la que no tenía ganas de hincar el diente para variar.

Ahora que Vaël estaba en Londres él iba a tener tiempo para reflexionar, para tratar de poner en orden sus ideas. El optimismo le había abandonado hacía bastante tiempo pero parecía ser que objetivamente mejoraba, por ejemplo fue capaz mientras se dirigía hacia el bosque de evitar a propósito a un grupo de escolares con su maestro que paseaban por las afueras de la ciudad. En otra ocasión la sed le habría cegado y se habría lanzado a por ellos sin opción, pero había tenido el sentido común de alimentarse primero. No era tan buena persona como para escoger siempre beber de animales, así que había dejado seco a otro vagabundo. Ya, era horrible, pero por cruel que sonara Basile prefería matar mendigos viejos que niños en grupo, ya aprendería a controlarse mejor y entonces podría tener amigos de los que tomaría solo tragos, pero hasta el momento... En fin, era un ser odioso. Su vida era una mierda. Mataba y violaba como si no le importase y encima tenía la desfachatez de estar esperanzado porque no se lo hacía a nadie que conociese. ¿Hipócrita? Sí. ¿Arrepentido? No. Él no había elegido que lo convirtieran en un monstruo, ya hacía suficiente con intentar aprender de Giselle.

Llegó al árbol convenido unas horas después que oscureciera. Le gustaba el bosque porque podía volar de copa en copa sin ser visto y desplazarse de forma más segura. Cuanto más se alejara del suelo y por ende de las personas mejor para todos, aunque claro, con la baronesa no corría peligro de descontrolarse. Aparte de ser increíblemente hermosa no tenía ninguna cualidad que azuzara sus peores instintos, y así estaban bien. Su relación se sostenía más o menos como la de una mentora y un pupilo desde que él había estado lo bastante en sus cabales como para abandonar la casa de la mujer y establecerse por su cuenta. Ahora necesitaba su consuelo. El consuelo de los tristes.
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Mensaje por Giselle Van Silberschatz Miér Ene 30, 2013 2:21 pm

Voy a ir al bosque a verte, al árbol donde Paulette quería jugar al escondite aquella noche.

Las palabras que vinieron de improvisto no sobresaltaron del todo a Giselle, quien en ese momento se bañaba junto a Paulette en el cuarto de baño de su recámara. Si bien no esperaba constantemente que alguien le hablara telepáticamente, llevaba unos cuantos días sin saber de Basile, y desde que se había conectado con él meses atrás siempre la llamaba de esa forma imprevisible. Suspiró ligeramente, enjabonando ahora con un poco de rapidez la cabeza de su hija. Mientras tanto, pensaba una excusa para salir sin interesarla. Aunque había sido Paulette quién había traído al muchacho a casa, no le gustaba del todo que tuviesen demasiado contacto ya que ambos todavía necesitaban demasiado autocontrol. Y su hija, mentalmente, todavía seguía siendo una niña. En parte, una ventaja. A lo largo de sus años de vida, había comprobado cómo los niños poseían una extraña capacidad de autocontrol de su propia sed nada comparable a los adultos. A ellos, les costaba tres veces más. El caso de Basile y, por eso mismo, es que prefería mantener sus encuentros con él a solas.

Mamá... Mamá... ¡Giselle!
¿Eh? ¿Qué?
Estás enjabonando demasiado...


Giselle rió, despreocupada, mientras observaba la cabeza de la niña llena con jabón de más. Después de disculparse, sin dejar de reír, la enjuagó rápidamente. Mamá va a salir un rato porque tiene un compromiso ¿te quieres quedar aquí? Y por aquí, se refería a la tina. A Paulette le encantaba bañarse desde que tenía memoria, a decir verdad le encantaba todo lo que tuviera que ver con el agua. Sí, pero.. Antes de que llegara a terminar, Giselle alzó la mano para acallarla. Si sales a la ciudad, serás una buena niña y tendrás cuidado de a quien muerdes ¿Verdad? Y prometes a Mamá que solo te alimentarás de una persona. Nada más Con la voz y mirada más severa que sabía ponerle, se acuclillo frente a la niña y estiró su dedo meñique incitándola a hacer ese peculiar gesto de promesa entre ambas que Paulette correspondió asintiendo "Paulette será buena, lo promete". Vuelve antes del amanecer, estaré en casa para entonces Besó su frente húmeda y sin más salió del cuarto directa al armario. No es que le importara demasiado estar mojada por el agua porque realmente no podía sentir una sensación real de frío; tampoco corría el peligro de resfriarse.

Ponerse uno de sus vestidos menos ceremoniosos, para entendernos: "De andar por casa" (Aunque, a pesar de eso, seguía siendo bello y distinguido), no le llevó más de diez minutos. No hacía mucho que había recibido la llamada de Basile pero, aún sabiendo que este tardaría más que ella (siempre lo hacía), se apresuró a llegar al lugar acordado. A pesar de que le había dicho a Paulette que tenía un compromiso (dicho de esa forma que sonaba tan formal), no quería alertar a nadie más de su salir. Es por eso que obvió el carro o el despertar al cochero o cualquier otra persona de la servidumbre. De echo, por simple diversión, acabó saliendo por la ventana de su habitación. La medianoche estaba próxima, así que todavía había personas por la calle. No era sino hasta la madrugada que todo se ponía silencioso por aquel barrio, ya de por si silencioso además. Fue de tejado en tejado sin hacer ruido, hasta que llegando a una calle principal y asegurándose de no ser vista, descendió hasta tocar tierra en uno de los callejones. Obviamente, no iba a saltar directamente al centro de la calle. Eso fue divertido. Para ella, un vampiro con más de novecientos años, hacer cosas que no le correspondían, de vez en cuando, no estaba de más. De no ser por Paulette, hubiese acabado momificándose de puro aburrimiento. Por no hablar de su pequeño secreto, esa Giselle que había mantenido oculta desde encontrar a la niña. Una Giselle que había decidido no volver a mostrar.

***

Un cuarto de hora después, o tal vez media, ya se encontraba en el lugar indicado. No muy profundo dentro del bosque, había un árbol especialmente destacado por ser más grande que los de su alrededor y ligeramente más alto. Lo había descubierto Paulette quién, desde entonces, se había encargado de recordar una y otra vez por qué le parecía tan especial. ¿Cómo olvidarse? Cuando su hija encontraba un objeto de su atención, lo pregonaba a los cuatro vientos incesantemente. Eso formaba parte de su.. encanto. O así debería ser. Sin ninguna otra cosa a hacer a parte de esperar, Giselle decidió subir hasta una de las ramas más altas. No quería ser vista por los caminantes, pues una mujer a esas horas en el bosque era como gritar a los cuatro vientos "Soy toda tuya". Por supuesto, Giselle no era una mujer normal y corriente y no corría peligro, pero odiaría montar una escena. Odiaba eso, en general. No soportaba las malas relaciones con los seres humanos, concretamente, con los hombres que la menospreciaban por su apariencia frágil.

En su mundo de pensamientos no fue hasta que escuchó un pequeño sonido a lo lejos que se dio cuenta de que algo venía. "Allá va otra vez" pensó, evitando reír. Basile evitaba todo lo posible el contacto con los humanos, hasta el punto de preferir transportarse por cualquier otro medio que no fueran las calles. En este caso, parecía que estaba yendo de árbol en árbol. Y cuando aterrizó en el pie del de dónde ella estaba subida, no pudo más que llamar su atención con un silbido. Me pregunto, qué es eso que te entretiene tanto y hace que te retrases cuando nos vemos Murmuró, desde arriba, dejando balancear sus pies de delante hacia detrás en un suave y relajante movimiento. Mientras, su atención ligeramente burlona permanecía en el muchacho.
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Mensaje por Basile Grushenko Jue Ene 31, 2013 4:17 pm

No era ciertamente por gusto que Basile evitaba el contacto con humanos, era más bien por el bien de los últimos. Sí que era cierto que cuanto más atrajera la atención sobre su persona cometiendo atrocidades más fácil lo tendrían los cazadores para dar con él y crearle problemas, pero ya le costaba demasiado controlarse como para empezar a preocuparse por disputas entre grupos. Tal vez cuando lograra volver a relacionarse más o menos como una persona normal con otras gentes sin que éstas sospecharan nada se plantearía llevar una vida discreta y disimular. De momento todo lo que hacía al salir de su casa - comer, poseer a las muchachas, deambular medio ido por las noches - podía calificarse de todo menos de comedido. Causaba auténticos destrozos. Por eso precisamente era por lo que prefería mil veces andar por los árboles, las ardillas no ponían tanto a prueba sus nervios como el olor de los humanos. Y el de uno en particular.

No esperó encontrar a Giselle aguardando, así que se posó a los pies del árbol y olvidó la regla número uno: mirar siempre hacia arriba. El propio Basile era la prueba viviente - si se le podía aplicar tal adjetivo - de que a veces el peligro venía de las alturas, y sin embargo había aterrizado allí sintiéndose tan seguro como un niño ingenuo. Es que ese árbol le daba cierta tranquilidad, ¿sonaba muy estúpido? Era uno de los pocos lugares que consideraba con cierto vínculo emocional desde que se había transformado y había tenido que abandonar su hogar y a las personas que quería tan precipitadamente. En esa zona concreta del bosque había pasado buenos ratos con Giselle y Paulette, y eso ahora equivalía prácticamente a decir su nueva familia. No creía que el sentimiento fuera recíproco, porque la baronesa y la niña tendrían otros amigos, pero en el caso del neófito las dos constituían su única relación existente. O la única más o menos normalizada, como mínimo. La voz de la mujer le hizo alzar al fin los ojos al cielo y al verla sonrió. Sabía que ahora ese gesto ya no resultaba en su rostro tan tranquilizador como antaño porque los rasgos de los vampiros encerraban siempre un aura misteriosa y de riesgo, pero con esa dama en particular no le importaba parecer más salvaje. Nadie lo iba a entender mejor.

- He venido derecho. - Se excusó.

No sabía cómo se las arreglaba ella para llegar siempre primero, pero así era. Como la mayor parte del tiempo que pasaban juntos lo empleaban en adiestrar a Grushenko, por decirlo de algún modo, lo cierto es que él no sabía mucho sobre la vida de su maestra. No tenían muchos ratos ociosos de conversación distendida sin objetivo, pero esa noche la necesitaba. Necesitaba distraerse y hablar de cualquier nimiedad, y seguro que aquella mujer tan fuera de lo común ya sabía perfectamente cómo se sentía. Basile apostaba a que toda su tristeza se estaba plasmando al detalle en la mente de Giselle, porque su telepatía así se lo permitía. Eso le allanaba el camino de tener que explicarse.

- Fui a verle otra vez hace tres días. - Confesó, no hacía falta decir a quién. - Ahora se ha ido de viaje. ¿Crees que volverá? No hay nada aquí que le merezca la pena. Si fuera listo no regresaría.

La baronesa sabía que amaba a alguien y que por él su proceso de transformación dolía mucho más que de costumbre. Eran muy pocas las cosas que Basile podía ocultarle a la morena, y tampoco lo intentaba con demasiado ahínco. Si quería su ayuda iba a tener que darle la información suficiente, como que - contra todos los consejos de la vampiresa - cada noche sin falta volaba hasta la ventana de Vaël para verlo dormir.

- ¿Alguna vez has amado a alguien? - Preguntó bajando la vista y mirando a través de la aparente oscuridad del bosque hacia ninguna parte. - Tanto que te duele.
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Mensaje por Giselle Van Silberschatz Vie Feb 22, 2013 9:48 pm

Basile era tan fácil de leer. Y no porque Giselle llevara mil años de práctica en relaciones, ni porque pudiese leerle la mente utilizando parte de su poder; no. Simplemente, él tendía a expresar lo que pensaba en cada momento utilizando su rostro, posiblemente sin darse cuenta. O quizás, le había la suficiente confianza a ella como para no estar al pendiente de lo que otros viesen en él. Después de todo, desde el primer día en que Paulette lo trajo, desde entonces, había estado acudiendo a ella por propia voluntad. Y todavía recordaba ahora, al mirar su porte erguido y aparentemente libre de preocupación, cómo fue que lo encontraron meses atrás. Perdido. Desorientado. Recordándole tanto al momento en que encontró a la propia Paulette ¿Cómo podía simplemente ignorarlo? Eso era, sin duda, una prueba más de que desde que tenía a Paulette su lado humano estaba volviendo. Después de centenares dejando libre al demonio que habitaba en su interior y después de proponerse cambiar tras encontrarla a ella; finalmente las cosas estaban resultando. Aunque tampoco es que pudiera redimirse o algo parecido, después de las atrocidades que había cometido por tantos años y sin remordimiento alguno. No, ese no era el fin. El fin.. quizás, solo volver a ser ella misma.

Por eso es que, después de haber visto tanta gente morir a su alrededor por parte de neófitos como lo era el propio Basile pero mucho más descontrolados, no pudo más que ayudarle en su proceso de adaptación al mundo en su nueva forma. Una forma que le tocaría llevar eternamente, para su desgracia.

Fui a verle otra vez hace tres días.
Ahora se ha ido de viaje. ¿Crees que volverá? No hay nada aquí que le merezca la pena. Si fuera listo no regresaría.


Dentro de todo lo malo que le podía tocar a un vampiro, una de las peores cosas era enamorarse de un humano. Eran tantas las desventajas. Tantos inconvenientes se atravesaban en ese espinoso camino, que muy pocos se aventuraban a tomar ese camino. Excepto.. Excepto aquellos que, convertidos contra su voluntad, se niegan a perder su amor humano. El caso, exactamente, de Basile. Humano enamorado, convertido en vampiro, y que no había podido librarse de tales sentimientos. Quizás, solo por eso, había tenido la suerte de no perder con tanta facilidad como es costumbre su parte humana. La parte de los sentimientos, que tan fácilmente otros como ellos dejan a un lado. Nada de conciencia o remordimientos. Nada de amor u odio. No hay nada dentro de ellos, si ese eso es lo que desean. Giselle, en su momento, también pudo retener más de lo habitual esos sentimientos. Aunque no precisamente de amor romántico.

Después de observar y escuchar en silencio, dejó un par de minutos más silenciosos. Solo se escuchaba el ruido de la naturaleza. Los animales. El viento. Los árboles. Un sonido que, para aquellos que escucharan de verdad, servía de relajante sin importar el tiempo. Y habiéndose dado ese tiempo, con un grácil empujón saltó de la rama del árbol en la que estaba sentada hasta el suelo. No es que pudiese levitar como Basile, pero para un vampiro, ese tipo de altura tampoco era la gran cosa. Aún llevando un molesto vestido encima. Al final, todo se quedaba en la agilidad.

¿Alguna vez has amado a alguien?

La pregunta la tomó ligeramente por sorpresa, no recordaba la última vez que le preguntaron tal cosa. Incluso Paulette, sabía que había muchos aspectos de su vida antes de que se encontraran de los que no le gustaba hablar. Sin embargo, contestar a esa pregunta, significa recordar un pasado muchísimo más lejano. Remontarse a cuando aún era humana, más de novecientos años atrás. Sí, amé, aunque a penas recuerdo ese sentimiento Si bien podía sonar contradictorio, pues en la actualidad se podría decir que amaba con todo su ser a Paulette, tampoco podía compararse con un sentimiento humano. El sentimiento humano era infinitamente más puro. En la mayoría de casos, al menos. Viendo la melancolía reflejada en el rostro de Basile, y teniendo en cuenta que a penas se acababa de convertir, no apostaría que sus sentimientos todavía se conservaban puros. Todavía era humana Y durante unos segundos, se permitió reflejar el mismo tipo de melancolía que la de su joven compañero.

Eso que me has dicho, no es del todo cierto, ¿Verdad?.

Rápidamente se ocupo de dar un giro a la conversación. No quería seguir hablando de eso. No quería recordar aquellos a los que amó ni recordarse así misma. Huir del pasado siempre era la mejor solución.

Encarando al muchacho, se colocó frente a él asegurándose de que le observara a los ojos. Con los brazos cruzados, Giselle se mostró ligeramente enojada. No deberías preocuparte por si Vaël regresa o no, si te ama no importa el qué regresará. Los humanos no se guían por la lógica cuando se trata de amor, lo sabes muy bienEl guiño de enojo, se acentuó justo antes de volver a hablar. Deberías preocuparte más por otra cosa.. Descruzando sus brazos, una de sus manos fue a parar al tronco del árbol, acorralando al muchacho entre él y ella. Acercándose, hasta tener su rostro a centímetros, susurró Me pregunto, si cuando vuelva, seguirás conformándote con verle a través de un ventanal cada noche Alzó una ceja, mirándole con expresión burlona. ¿Quién se había creído que era ella? Intentar esconderle que no hacía caso de sus consejos.. había sido una mala idea. Y además, estúpida.
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El consuelo de los tristes (Giselle) Empty Re: El consuelo de los tristes (Giselle)

Mensaje por Basile Grushenko Dom Mar 10, 2013 3:05 pm

A pesar de todo lo que pudiera haber sufrido, o estar sufriendo aún, Basile no cambiaría su amor por nada. Ese sentimiento abrasador era lo que le mantenía los pies unidos a la tierra, su ancla definitiva para no terminar perdiendo irremediablemente la razón. Lamentaba que Giselle, por las circunstancias que fueran, hubiera perdido eso... aunque ella no parecía necesitarlo. Desde que se conocían el neófito había admirado el autocontrol de la baronesa, su elegancia, que denotaba un temple de hierro debajo de esa apariencia de mujer sensual. La prueba fehaciente de que la voluptuosidad no estaba reñida con el intelecto. No confirmó ni desmintió nada, no la había citado allí para discutir. Ella hablaba y él escuchaba y aprendía, ese era el trato no escrito que mantenían, y al boticario le hacía mucho bien. Sin esa mujer se sentiría tan perdido como un pájaro que en plena migración se despista de su bandada. Suspiró aunque no necesitaba el aire, solo para notar los olores del bosque y el frescor de la brisa en los pulmones.

- Anoche no me conformé con mirar. - Le confesó.

Qué más le daba si Giselle ya lo sabía todo. ¿Cómo podría ser de otra forma? A veces, cuando estaban juntos, la morena demostraba tal capacidad de interpretar por él sus pensamientos más enmarañados que el vampiro se preguntaba si eran dos personas o una sola. Era asombroso haber alcanzado ese grado de compenetración con alguien a quien conocía desde relativamente poco tiempo. Mientras estuvo vivo jamás llegó a esa intimidad con ninguna de sus amistades, pero quizá eso se debía a que no había dependido de ellas ni la mitad de lo que necesitaba ahora a su mentora, como él la llamaba.

- Creo que podré hacerlo si consigo un poco más de tiempo. - Reconoció. - Pero me sentiría bastante mejor si pudiera dejar de comer vagabundos y de violar chicas.

Sus palabras, no exentas de cierto tono burlón, no dejaban de encerrar toda su amargura por ese lado salvaje que detestaba y que no podía retener tan bien como le gustaría.

- Hasta Paulette hace más progresos que yo. - Bufó, frustrado.
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