AÑO 1842
Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.
Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.
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No toda la gente errante anda perdida [Emhyr]
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No toda la gente errante anda perdida [Emhyr]
Aquella tarde Cosette había salido a buscar trabajo en las calles de París, aunque hasta el momento no había tenido suerte. No supo decir si la rechazaban a causa de su edad o su situación. Sabía que una gran cantidad de gente tenía muchos prejuicios que en ocasiones trataban de ocultar, pero al final salían a la luz tarde o temprano.
El cielo estaba parcialmente cubierto por algunas nubes grises, aunque no parecía que fuese a llover. Cosette estaba cansada; cansada de las puertas cerradas y las búsquedas que parecían interminables. Pero sabía que no podía detenerse.
Como de costumbre, las calles estaban abarrotadas de gente de todo tipo. Hombres elegantes que se paseaban luciendo a sus mujeres. Mujeres no tan elegantes que se paseaban luciendo a sus perros. Mendigos que fingían discapacidades para ganar algo de dinero. Mendigos con discapacidades reales que no ganaban nada. Era siempre lo mismo.
Sus pies la guiaron por el empedrado esquivando a unos y a otros. De pronto un par de niños captaron su atención; corrían a toda velocidad en dirección hacia ella y pasaron tan cerca suyo que llegaron a rozarse. Cosette alcanzó a vislumbrar lo que llevaba uno de los niños en la mano, era un gran pedazo de jamón. Por la pinta que tenían no dudaba de que lo hubiesen robado. Eran niños de la calle y no debían de ser mayores que su hermano Hervé.
Cosette volvió a mirar al frente justo para percatarse del oficial que perseguía a los niños. Llevaba una porra de madera en la mano, levantándola por lo alto mientras gritaba con rabia para que alguien detuviera a los “mocosos”. Justo en el momento en que el hombre pasó a su lado, tan cerca de ella como lo habían hecho los niños, Cosette estiró disimuladamente una pierna hacia adelante. Fue un acto impulsivo y rápido, a pesar de que por lo general ella siempre trataba de mantenerse alejada de los problemas, tampoco podía quedarse siempre de brazos cruzados, y menos en una situación como esa, tan cercana y familiar.
Los pies de ambos se cruzaron y el oficial cayó hacia delante de rodillas. Se levantó velozmente con una expresión entre sorprendida y enfurecida, buscando al responsable de su tropiezo. Cosette intentó seguir su camino como si nada pero el hombre fue más rápido. La tomó por el brazo sin la más mínima delicadeza y la acercó hacia él. Cosette pudo distinguir la ira en sus ojos.
-¿Quién te has creído? –preguntó en un tono cargado de cólera. Aún blandía la porra con la otra mano y Cosette intentó zafarse de su agarre temiendo de pronto que la utilizara contra ella, pero no tuvo éxito.
-¿Cómo te atreves interrumpir la labor de un oficial? ¿Eres otra ladrona de la misma calaña? Vas a tener que pagar igual que esos…
-¡No, señor! ¡Esto es un malentendido! –se apresuró a decir Cosette, tratando de salir del lío en el que se había metido. –Por favor discúlpeme. No fue mi intención, lo juro. Yo jamás osaría entrometerme en el camino de un honorable oficial, después de todo son las personas como usted las que mantienen el orden en esta ciudad –trató de que no se denotara la ironía de sus palabras, camuflándolas con un tono de voz inocente y tranquilo.
El oficial la miró confundido, aún con el ceño fruncido y una expresión de odio, preguntándose internamente si realmente estaba hablando en serio o si sólo le estaba tomando el pelo. Para entonces varias personas se habían detenido a contemplar la escena y Cosette pudo vislumbrar en la mirada del hombre el inicio de la duda. Armar un escándalo ahí, con toda esa gente mirando y acusar a una niña que se aseguraba inocente no dejaría muy bien parado a ese hombre.
-Será mejor que se apresure, buen señor, o esos niños se escaparán sin su castigo –añadió con palabras suaves y una sonrisa fingida, de esas que había tenido que usar tantas veces en el pasado. El hombre pareció convencerse y finalmente la soltó.
-Mira mejor donde pones los pies la próxima vez –le dijo toscamente antes de echar a correr otra vez. Cosette lo observó por sobre su hombro, pendiente de sus movimientos, y le vio detenerse en la bifurcación final de la calle, sin saber a donde dirigirse. Para entonces los niños debían de estar ya muy lejos de ahí, y con algo de suerte el oficial no los encontraría jamás.
Cosette tuvo que aguantarse las ganas de sonreír.
El cielo estaba parcialmente cubierto por algunas nubes grises, aunque no parecía que fuese a llover. Cosette estaba cansada; cansada de las puertas cerradas y las búsquedas que parecían interminables. Pero sabía que no podía detenerse.
Como de costumbre, las calles estaban abarrotadas de gente de todo tipo. Hombres elegantes que se paseaban luciendo a sus mujeres. Mujeres no tan elegantes que se paseaban luciendo a sus perros. Mendigos que fingían discapacidades para ganar algo de dinero. Mendigos con discapacidades reales que no ganaban nada. Era siempre lo mismo.
Sus pies la guiaron por el empedrado esquivando a unos y a otros. De pronto un par de niños captaron su atención; corrían a toda velocidad en dirección hacia ella y pasaron tan cerca suyo que llegaron a rozarse. Cosette alcanzó a vislumbrar lo que llevaba uno de los niños en la mano, era un gran pedazo de jamón. Por la pinta que tenían no dudaba de que lo hubiesen robado. Eran niños de la calle y no debían de ser mayores que su hermano Hervé.
Cosette volvió a mirar al frente justo para percatarse del oficial que perseguía a los niños. Llevaba una porra de madera en la mano, levantándola por lo alto mientras gritaba con rabia para que alguien detuviera a los “mocosos”. Justo en el momento en que el hombre pasó a su lado, tan cerca de ella como lo habían hecho los niños, Cosette estiró disimuladamente una pierna hacia adelante. Fue un acto impulsivo y rápido, a pesar de que por lo general ella siempre trataba de mantenerse alejada de los problemas, tampoco podía quedarse siempre de brazos cruzados, y menos en una situación como esa, tan cercana y familiar.
Los pies de ambos se cruzaron y el oficial cayó hacia delante de rodillas. Se levantó velozmente con una expresión entre sorprendida y enfurecida, buscando al responsable de su tropiezo. Cosette intentó seguir su camino como si nada pero el hombre fue más rápido. La tomó por el brazo sin la más mínima delicadeza y la acercó hacia él. Cosette pudo distinguir la ira en sus ojos.
-¿Quién te has creído? –preguntó en un tono cargado de cólera. Aún blandía la porra con la otra mano y Cosette intentó zafarse de su agarre temiendo de pronto que la utilizara contra ella, pero no tuvo éxito.
-¿Cómo te atreves interrumpir la labor de un oficial? ¿Eres otra ladrona de la misma calaña? Vas a tener que pagar igual que esos…
-¡No, señor! ¡Esto es un malentendido! –se apresuró a decir Cosette, tratando de salir del lío en el que se había metido. –Por favor discúlpeme. No fue mi intención, lo juro. Yo jamás osaría entrometerme en el camino de un honorable oficial, después de todo son las personas como usted las que mantienen el orden en esta ciudad –trató de que no se denotara la ironía de sus palabras, camuflándolas con un tono de voz inocente y tranquilo.
El oficial la miró confundido, aún con el ceño fruncido y una expresión de odio, preguntándose internamente si realmente estaba hablando en serio o si sólo le estaba tomando el pelo. Para entonces varias personas se habían detenido a contemplar la escena y Cosette pudo vislumbrar en la mirada del hombre el inicio de la duda. Armar un escándalo ahí, con toda esa gente mirando y acusar a una niña que se aseguraba inocente no dejaría muy bien parado a ese hombre.
-Será mejor que se apresure, buen señor, o esos niños se escaparán sin su castigo –añadió con palabras suaves y una sonrisa fingida, de esas que había tenido que usar tantas veces en el pasado. El hombre pareció convencerse y finalmente la soltó.
-Mira mejor donde pones los pies la próxima vez –le dijo toscamente antes de echar a correr otra vez. Cosette lo observó por sobre su hombro, pendiente de sus movimientos, y le vio detenerse en la bifurcación final de la calle, sin saber a donde dirigirse. Para entonces los niños debían de estar ya muy lejos de ahí, y con algo de suerte el oficial no los encontraría jamás.
Cosette tuvo que aguantarse las ganas de sonreír.
Cosette Renaud- Humano Clase Baja
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Re: No toda la gente errante anda perdida [Emhyr]
No llevar ni una semana en París, y ya parecía que Emhyr le había cogido el truco a aquellas calles por las que caminaba.
Creer que su francés era malo, hizo que al principio se echará atrás a la hora de atreverse con al gente, y de empezar sus pequeños espectáculos ambulantes, donde el sonido de la guitarra española y la magia absurda inundaba las calles atrayendo a todo tipo de público de cualquier clase. Pero no, la lengua no le complico las cosas, incluso su leve acento se dejaba llevar entre el sonido de aquel idioma que incluso podía disimularlo. Lo que no disimulaba su extranjería, eran sus facciones orientales, incluso su ropa, a pesar de ser humildes y no llamar mucho la atención, no era lo que precisamente vestían en París, ni los más pobres.
Sería fácil sobrevivir en aquel entorno, donde con un simple truco de cartas ya llamaba la atención al más insensato, que por creer la buena suerte y en la diosa fortuna, se dejaba los bolsillos apostando con cada uno de los truco que beneficiarían al desterrado.
La tarde ya estaba avanzada y Emhyr se había dado cuenta de lo rápido que había pasado el día, normal era, entre el frío y el cielo apagado por el gris, él estaba acostumbrado al tiempo soleado de su última estancia española, se podía decir que la noche estaba demasiado próxima. La noche, su hora, el llamado momento de la melancolía por algunos, pero allí y siguiendo el rumor, no era así, sino era el momento de la vulnerabilidad, del peligro, y de lo oculto. Aunque para algunos mortales era la hora en la que podían saciar sus vicios sin que otros lo estuviesen vigilando. Su hora, su momento para aprovecharse de los despistados y ganar el dinero o el pan que con tan mala suerte aun no había obtenido.
Manos en los bolsillos, y el cigarro de la salvia aromatizante en la boca, algo hizo que sus pensamientos fuesen interrumpidos, que sus planes se borrasen en un instante de su cabeza.
Atraído por le bullicio de los "pocos" cotillas que habría allí observo la escena, aquella distracción era la perfecta.
Un choque, un "perdón" para continuar su camino... Unas monedas por aquí, tal vez algún reloj de bolsillo... Sería en un abrir y cerrar de ojos, pero cuando alcanzó el lugar la gente se marchaba y la distracción había sido disuelta. Algo pillo en el camino, y entre tanto choco con una chica, al parecer era la principal fuente de la escena, pero poco le importo cuando con mano rápida el hurto se hizo.
-Excuse. moi... --Su francés era fluido, pero no podía evitar mostrar el acento oriental de su lengua de cuna. -Mademoiselle...
Paso de largo, y fue a adentrarse en las que empezaban a ser calles solitarias.
Creer que su francés era malo, hizo que al principio se echará atrás a la hora de atreverse con al gente, y de empezar sus pequeños espectáculos ambulantes, donde el sonido de la guitarra española y la magia absurda inundaba las calles atrayendo a todo tipo de público de cualquier clase. Pero no, la lengua no le complico las cosas, incluso su leve acento se dejaba llevar entre el sonido de aquel idioma que incluso podía disimularlo. Lo que no disimulaba su extranjería, eran sus facciones orientales, incluso su ropa, a pesar de ser humildes y no llamar mucho la atención, no era lo que precisamente vestían en París, ni los más pobres.
Sería fácil sobrevivir en aquel entorno, donde con un simple truco de cartas ya llamaba la atención al más insensato, que por creer la buena suerte y en la diosa fortuna, se dejaba los bolsillos apostando con cada uno de los truco que beneficiarían al desterrado.
La tarde ya estaba avanzada y Emhyr se había dado cuenta de lo rápido que había pasado el día, normal era, entre el frío y el cielo apagado por el gris, él estaba acostumbrado al tiempo soleado de su última estancia española, se podía decir que la noche estaba demasiado próxima. La noche, su hora, el llamado momento de la melancolía por algunos, pero allí y siguiendo el rumor, no era así, sino era el momento de la vulnerabilidad, del peligro, y de lo oculto. Aunque para algunos mortales era la hora en la que podían saciar sus vicios sin que otros lo estuviesen vigilando. Su hora, su momento para aprovecharse de los despistados y ganar el dinero o el pan que con tan mala suerte aun no había obtenido.
Manos en los bolsillos, y el cigarro de la salvia aromatizante en la boca, algo hizo que sus pensamientos fuesen interrumpidos, que sus planes se borrasen en un instante de su cabeza.
Atraído por le bullicio de los "pocos" cotillas que habría allí observo la escena, aquella distracción era la perfecta.
Un choque, un "perdón" para continuar su camino... Unas monedas por aquí, tal vez algún reloj de bolsillo... Sería en un abrir y cerrar de ojos, pero cuando alcanzó el lugar la gente se marchaba y la distracción había sido disuelta. Algo pillo en el camino, y entre tanto choco con una chica, al parecer era la principal fuente de la escena, pero poco le importo cuando con mano rápida el hurto se hizo.
-Excuse. moi... --Su francés era fluido, pero no podía evitar mostrar el acento oriental de su lengua de cuna. -Mademoiselle...
Paso de largo, y fue a adentrarse en las que empezaban a ser calles solitarias.
Emhyr Van Emreys- Licántropo Clase Baja
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Re: No toda la gente errante anda perdida [Emhyr]
Aquellos que se habían detenido emprendían nuevamente su camino al darse cuenta de que el espectáculo había terminado. Fue entonces cuando alguien chocó contra ella, era un hombre de acento extraño que llevaba un atuendo poco común, pero Cosette no le prestó demasiada atención, después de todo aquella zona estaba bastante abarrotada de gente y ese tipo de roces con desconocidos era algo normal.
Una ráfaga de viento helado le produjo un escalofrío que le obligó a meter las manos en los bolsillos de su vestido para que no se le enfriaran tanto, y fue entonces cuando se dio cuenta de que algo le faltaba. Los pocos francos que llevaba en el bolsillo izquierdo habían desaparecido.
Su mente empezó a trabajar tan rápido como pudo, hacía apenas un instante las monedas aún estaban ahí, así que el hurto había tenido que ocurrir hace poco. Sólo tres personas habían pasado lo suficientemente cerca de ella como para poder haber sustraído el dinero: el oficial (a quien prácticamente descartó, pues dudaba que él le hubiese robado), los niños que habían pasado corriendo a su lado, y el hombre que había chocado con ella hace apenas unos minutos.
Y ya que sería imposible encontrar a esos dos niños a estas alturas, Cosette decidió buscar al hombre. Miró hacia todos lados y apresuró un poco la marcha, no debía de estar muy lejos.
Lo distinguió entre la multitud gracias a su estatura y a las ropas que llevaba, que aunque no parecían caras ni lujosas, tampoco eran del estilo común que los parisinos solían llevar. Cosette abrió la boca a punto de gritarle, pero se detuvo antes de hacerlo. ¿Qué pensaba hacer? ¿Llamar al oficial? Sí, claro. Ella misma había ayudado a esos pequeños ladronzuelos a escapar hacía algunos momentos. Parecía que la vida estaba riéndose en su cara.
Decidió que sería mejor seguirlo durante un rato, igual no quería volver a llamar la atención de la gente ahí.
Caminó detrás del hombre por algunos minutos, manteniendo la suficiente distancia como para pasar desapercibida y camuflarse entre el resto de la gente, pero sin perderlo de vista en ningún momento. Se dio cuenta de que las calles estaban cada vez menos concurridas, pues se estaban alejando de todo el gentío.
Finalmente se decidió a detenerlo. Aceleró el paso lo suficiente como para darle alcance y le tocó el brazo con la mano para llamar su atención.
-Señor –le dijo tratando de sonar lo más segura posible, aunque lo cierto es que no sabía muy bien qué hacer o qué decir. Ella misma había robado un par de veces en el pasado, ahora no era algo que practicara con frecuencia porque había aprendido que muchas veces las pocas monedas que te ganabas de esa forma no valían por el castigo que recibías si te atrapaban.
-Creo que tiene algo que es mío –le dijo tomando aire y mirándole a los ojos con firmeza. –Si va a robar, al menos quítele a los que le sobra, no a los que le falta.
Una ráfaga de viento helado le produjo un escalofrío que le obligó a meter las manos en los bolsillos de su vestido para que no se le enfriaran tanto, y fue entonces cuando se dio cuenta de que algo le faltaba. Los pocos francos que llevaba en el bolsillo izquierdo habían desaparecido.
Su mente empezó a trabajar tan rápido como pudo, hacía apenas un instante las monedas aún estaban ahí, así que el hurto había tenido que ocurrir hace poco. Sólo tres personas habían pasado lo suficientemente cerca de ella como para poder haber sustraído el dinero: el oficial (a quien prácticamente descartó, pues dudaba que él le hubiese robado), los niños que habían pasado corriendo a su lado, y el hombre que había chocado con ella hace apenas unos minutos.
Y ya que sería imposible encontrar a esos dos niños a estas alturas, Cosette decidió buscar al hombre. Miró hacia todos lados y apresuró un poco la marcha, no debía de estar muy lejos.
Lo distinguió entre la multitud gracias a su estatura y a las ropas que llevaba, que aunque no parecían caras ni lujosas, tampoco eran del estilo común que los parisinos solían llevar. Cosette abrió la boca a punto de gritarle, pero se detuvo antes de hacerlo. ¿Qué pensaba hacer? ¿Llamar al oficial? Sí, claro. Ella misma había ayudado a esos pequeños ladronzuelos a escapar hacía algunos momentos. Parecía que la vida estaba riéndose en su cara.
Decidió que sería mejor seguirlo durante un rato, igual no quería volver a llamar la atención de la gente ahí.
Caminó detrás del hombre por algunos minutos, manteniendo la suficiente distancia como para pasar desapercibida y camuflarse entre el resto de la gente, pero sin perderlo de vista en ningún momento. Se dio cuenta de que las calles estaban cada vez menos concurridas, pues se estaban alejando de todo el gentío.
Finalmente se decidió a detenerlo. Aceleró el paso lo suficiente como para darle alcance y le tocó el brazo con la mano para llamar su atención.
-Señor –le dijo tratando de sonar lo más segura posible, aunque lo cierto es que no sabía muy bien qué hacer o qué decir. Ella misma había robado un par de veces en el pasado, ahora no era algo que practicara con frecuencia porque había aprendido que muchas veces las pocas monedas que te ganabas de esa forma no valían por el castigo que recibías si te atrapaban.
-Creo que tiene algo que es mío –le dijo tomando aire y mirándole a los ojos con firmeza. –Si va a robar, al menos quítele a los que le sobra, no a los que le falta.
Cosette Renaud- Humano Clase Baja
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Re: No toda la gente errante anda perdida [Emhyr]
Oculto por el gris, el cielo se debía de estar volviendo rojizo para pasar luego a tonalidades más frías anunciando el paso de la noctámbula, el farolero ya estaba dando su paseo habitual asegurándose de que había puntos iluminados.
Emhyr continuaba caminando a paso ligero con los bolsillos metidos en aquel enorme y largo abrigo oscuro, de extravagantes bordados orientales, dejando a su paso aquel aroma característico de la salvia que fumaba, lo prefería antes que el tabaco ya que solía dejar un buen gusto en el aliento y tenía propiedades curativas, aunque si lo tomaba en grandes cantidades tenía asegurada una buena noche de “evasión” de la realidad.
Las calles cada vez se hacían más y más estrechas, extrañas, y vacías; ya no había las típicas parejas que paseaban una tarde, o familias felices, no, más bien miradas de personas de otro tipo de calaña, personas que vivían en la noche escondiéndose de los ojos furtivos.
Una voz femenina le hizo detenerse en seco, y girarse con una fingida sorpresa, la miro como si no la hubiese visto en la vida, aunque apenas unos largos minutos se había chocado con ella.
-Mmmm… -Su mirada fue descarada, probablemente un hombre con más clase, se detendría ante la cortesía con una dama, pero él era así de descarado, la describió de arriba abajo. Algo más bajita que él, mucho más joven, delgada, ropas humildes… Bonita, si muy… -...Muy bonita. –Dijo aquel pensamiento en voz alta en un susurro que seguro que ella escucharía, pero que iba más dirigido como una opinión personal más que para alargarla. –Dices que tengo algo tuyo. –Tomó una calada larga de aquel cigarro, toco con sus manos el pequeño botín de sus bolsillos, y luego con una sonrisa divertida exhalo el humo sobre la chica, sus ojos castaños señalaron al bolsillo de la chica. Las monedas habían vuelto con su legítima dueña, ¿el cómo? Otro pequeño truco. -¿Estas segura, preciosa? –Realmente que más le daba más monedas que menos, lo que él buscaba era comer simplemente, tal vez comprar algún material para sus cajas de música, pero todo podía conseguirlo con un poco de picaresca.
A su espalda, alguien gritaba desde hacía ya rato, más bien varios brabucones reían, pero de repente Emhyr sintió que alguien se dirigía a él señalándolo y llamándole, ¿le estaba diciendo “chulo de mierda”?
La sonrisa dedicada a la chica de su lado se había borrado pro completo. Otra calada larga, y el humo volvió a salir no solo de entre sus labios sino también por su nariz. Emhyr simplemente se giró encontrándose con la siguiente escena, varios hombres que se jaleaban entre ellos y acusaban a una mujer de tal vez su misma edad de ropas humildes de ejercer en la calle, alguno le intentaban levantar la falda que llevaba pero ella les arreaba algún que otro guantazo bien dado, aquella chica los tenía bien puesto. Luego estaba aquel tipo que le había llamado “su chulo” en su cara, refiriéndose a que le había visto con aquella chica. Fue difícil de reconocerla, por llevar más ropa de la cuenta y estar sin aquel maquillaje exagerado, pero había tratado con aquella mujer, probablemente aquellos estúpidos lo habría visto por los burdeles haciendo su negocio, que era venderle hierbas tanto anticonceptivas como para dormir o calmar los nervios a aquella mujeres de noche.
-Yo soy tú y me largaba con mis monedas, preciosa. –Se volvió a la chica a la que le había robado mientras tiraba el cigarro al suelo y lo apagaba. –Éste sitió no es para ti. –No le dio tiempo apenas cuando ya lo tenía encima y le había agarrado del abrigo.
Esta vez le llamó “saco de mierda”, y le dijo “otra de tus putas” refiriéndose a la chiquilla que tenía a su lado, Emhyr no respondió a sus insultos, simplemente le dirigió aquella mirada poco habitual en él, una mirada que era capaz de helar a cualquiera, una mirada que decía que se había topado con la persona equivocada, que no tenía reparos en mancharse las manos.
Un golpe en el estómago seco, le retorció la nariz partiéndosela, y deslizándose sin dificultades le cogió la cabeza. Podría haberle partido el cuello, un simple giro y adiós, no sentiría reparos llevaba matando desde los 9 años, había sido instruido en ello, pero simplemente se decidió por un golpe fuerte en los oídos y aturdirlo.
Pareció que aquello basto para que la mujer escapara y para que el resto de sus compañeros se enfurecieran sacando sus navajas.
Emhyr continuaba caminando a paso ligero con los bolsillos metidos en aquel enorme y largo abrigo oscuro, de extravagantes bordados orientales, dejando a su paso aquel aroma característico de la salvia que fumaba, lo prefería antes que el tabaco ya que solía dejar un buen gusto en el aliento y tenía propiedades curativas, aunque si lo tomaba en grandes cantidades tenía asegurada una buena noche de “evasión” de la realidad.
Las calles cada vez se hacían más y más estrechas, extrañas, y vacías; ya no había las típicas parejas que paseaban una tarde, o familias felices, no, más bien miradas de personas de otro tipo de calaña, personas que vivían en la noche escondiéndose de los ojos furtivos.
Una voz femenina le hizo detenerse en seco, y girarse con una fingida sorpresa, la miro como si no la hubiese visto en la vida, aunque apenas unos largos minutos se había chocado con ella.
-Mmmm… -Su mirada fue descarada, probablemente un hombre con más clase, se detendría ante la cortesía con una dama, pero él era así de descarado, la describió de arriba abajo. Algo más bajita que él, mucho más joven, delgada, ropas humildes… Bonita, si muy… -...Muy bonita. –Dijo aquel pensamiento en voz alta en un susurro que seguro que ella escucharía, pero que iba más dirigido como una opinión personal más que para alargarla. –Dices que tengo algo tuyo. –Tomó una calada larga de aquel cigarro, toco con sus manos el pequeño botín de sus bolsillos, y luego con una sonrisa divertida exhalo el humo sobre la chica, sus ojos castaños señalaron al bolsillo de la chica. Las monedas habían vuelto con su legítima dueña, ¿el cómo? Otro pequeño truco. -¿Estas segura, preciosa? –Realmente que más le daba más monedas que menos, lo que él buscaba era comer simplemente, tal vez comprar algún material para sus cajas de música, pero todo podía conseguirlo con un poco de picaresca.
A su espalda, alguien gritaba desde hacía ya rato, más bien varios brabucones reían, pero de repente Emhyr sintió que alguien se dirigía a él señalándolo y llamándole, ¿le estaba diciendo “chulo de mierda”?
La sonrisa dedicada a la chica de su lado se había borrado pro completo. Otra calada larga, y el humo volvió a salir no solo de entre sus labios sino también por su nariz. Emhyr simplemente se giró encontrándose con la siguiente escena, varios hombres que se jaleaban entre ellos y acusaban a una mujer de tal vez su misma edad de ropas humildes de ejercer en la calle, alguno le intentaban levantar la falda que llevaba pero ella les arreaba algún que otro guantazo bien dado, aquella chica los tenía bien puesto. Luego estaba aquel tipo que le había llamado “su chulo” en su cara, refiriéndose a que le había visto con aquella chica. Fue difícil de reconocerla, por llevar más ropa de la cuenta y estar sin aquel maquillaje exagerado, pero había tratado con aquella mujer, probablemente aquellos estúpidos lo habría visto por los burdeles haciendo su negocio, que era venderle hierbas tanto anticonceptivas como para dormir o calmar los nervios a aquella mujeres de noche.
-Yo soy tú y me largaba con mis monedas, preciosa. –Se volvió a la chica a la que le había robado mientras tiraba el cigarro al suelo y lo apagaba. –Éste sitió no es para ti. –No le dio tiempo apenas cuando ya lo tenía encima y le había agarrado del abrigo.
Esta vez le llamó “saco de mierda”, y le dijo “otra de tus putas” refiriéndose a la chiquilla que tenía a su lado, Emhyr no respondió a sus insultos, simplemente le dirigió aquella mirada poco habitual en él, una mirada que era capaz de helar a cualquiera, una mirada que decía que se había topado con la persona equivocada, que no tenía reparos en mancharse las manos.
Un golpe en el estómago seco, le retorció la nariz partiéndosela, y deslizándose sin dificultades le cogió la cabeza. Podría haberle partido el cuello, un simple giro y adiós, no sentiría reparos llevaba matando desde los 9 años, había sido instruido en ello, pero simplemente se decidió por un golpe fuerte en los oídos y aturdirlo.
Pareció que aquello basto para que la mujer escapara y para que el resto de sus compañeros se enfurecieran sacando sus navajas.
Emhyr Van Emreys- Licántropo Clase Baja
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Re: No toda la gente errante anda perdida [Emhyr]
El hombre se giró para encararla y entonces Cosette pudo distinguir mejor sus facciones que, junto con su ropa y su acento, le señalaron una vez más que seguramente no era francés. Alguien que supiera un poco más del mundo hubiese reconocido de inmediato los rasgos orientales del hombre, mas Cosette apenas conocía su propio país, mucho menos sabía lo que aguardaba detrás de aquellos límites territoriales.
Siempre se sentía un poco incómoda cuando los hombres la miraban de esa forma descarada y esta no era la excepción. Apretó los labios esperando su respuesta mientras ella misma trataba de analizar al hombre de una forma mucho más discreta, dada la vestimenta que llevaba era difícil juzgar su estatus social pero ya que le había robado, supuso que estaría pasando por necesidades similares a las de ella.
El primer comentario que escuchó por lo bajo le hizo entrecerrar los ojos con suspicacia y desconfianza, pero trató de mantenerse firme para reclamar lo que era suyo. Asintió con la cabeza ante lo siguiente que el hombre dijo, y al verlo sonreír y exhalar el humo prácticamente en su cara, Cosette cerró los ojos y apartó el rostro hacia un lado para evitar inhalarlo y toser.
Empezaba a sentir algo de rabia y más cuando escuchó su pregunta, ¿que si estaba segura?
-Por supuesto que estoy segura -le dijo con decisión mientras se llevaba la mano al bolsillo. -Hace un momento tenía… -y entonces sus dedos se encontraron con la textura fría y metálica de un par de monedas, exactamente la cantidad que supuestamente le había robado.
Sin poder creerlo sacó los francos y los observó más de cerca, examinándolos sobre la palma de su mano a la luz de una farola. ¿Acaso se estaría volviendo loca? No, estaba segura de que no se había equivocado, las monedas habían desaparecido momentos atrás. ¿Qué clase de truco era aquel? Volvió a mirar al hombre con una expresión confundida y a la vez algo enfadada, pues sentía que estaban jugando con ella. Sus labios se entreabrieron dispuestos a dejar escapar alguna palabra, pero no alcanzó a decir nada pues el hombre pareció de pronto distraerse con otra cosa, alguien que hablaba a sus espaldas.
Los últimos rayos de sol se colaban entre los edificios de la calle y prolongaban las sombras de un grupo de hombres que parecían estar atormentando a una mujer. Uno de ellos se había dirigido al extranjero que se encontraba a su lado y por la expresión que tenía ahora, Cosette pudo apreciar que no le había gustado nada.
Se volvió hacia ella y le habló una vez más. Largarse, sí. Probablemente fuese la mejor opción, y sin duda una persona sensata habría seguido el consejo. Pero la sensatez no era algo que acompañara a Cosette en todas las situaciones, y menos cuando la curiosidad despertaba y llamaba para responder preguntas.
De todas formas no tuvo mucho tiempo para hacer demasiado pues en un abrir y cerrar de ojos uno de los hombres ya se había acercado lo suficiente al supuesto ladrón, tomándole por el abrigo e insultándole no sólo a él. Con la misma rapidez con que el otro hombre se había acercado, el extranjero lo golpeó. Aquello hizo que Cosette retrocediera rápidamente ahogando un grito de sorpresa ante tal violencia. Para entonces las cosas sólo parecían haberse puesto peor pues el resto del grupo había sacado sus navajas. La mujer a la que habían estado hostigando ya había desaparecido.
La calle en la que se encontraban era bastante angosta, casi un callejón prácticamente. Si hubiese querido escapar habría tenido que darse media vuelta y echar a correr. Podría hacerlo, ¿por qué no? No era ella la que se había metido en aquel lío, esos hombres lo buscaban a él y sus motivos no eran asunto suyo… ¿Entonces por qué no se marchaba?
Rápidamente retrocedió un par de pasos más, probablemente cualquiera hubiese pensado que se estaba retirando pero lo que en realidad hizo fue acercarse hacia un cúmulo de basura cercano del cual sacó una botella vacía. La tomó por el cuello y rompió el fondo contra una pared, haciendo que el cristal quedara fragmentada luciendo puntas que brillaban a la luz de la farola como dientes afilados en la noche.
Dio un paso hacia adelante ubicándose cerca del extranjero mientras sostenía la botella rota frente a ella.
-No se acerquen más -les dijo intentando sonar amenazadora, pero lo único que consiguió fueron las carcajadas de algunos de los hombres más un comentario irónico que logró distinguir: “¡la puta sabe defenderse!” Debía de verse bastante patética pues aquella era un arma mucho menos sofisticada que una navaja pero si tenía que usarla, no dudaría en hacerlo.
Siempre se sentía un poco incómoda cuando los hombres la miraban de esa forma descarada y esta no era la excepción. Apretó los labios esperando su respuesta mientras ella misma trataba de analizar al hombre de una forma mucho más discreta, dada la vestimenta que llevaba era difícil juzgar su estatus social pero ya que le había robado, supuso que estaría pasando por necesidades similares a las de ella.
El primer comentario que escuchó por lo bajo le hizo entrecerrar los ojos con suspicacia y desconfianza, pero trató de mantenerse firme para reclamar lo que era suyo. Asintió con la cabeza ante lo siguiente que el hombre dijo, y al verlo sonreír y exhalar el humo prácticamente en su cara, Cosette cerró los ojos y apartó el rostro hacia un lado para evitar inhalarlo y toser.
Empezaba a sentir algo de rabia y más cuando escuchó su pregunta, ¿que si estaba segura?
-Por supuesto que estoy segura -le dijo con decisión mientras se llevaba la mano al bolsillo. -Hace un momento tenía… -y entonces sus dedos se encontraron con la textura fría y metálica de un par de monedas, exactamente la cantidad que supuestamente le había robado.
Sin poder creerlo sacó los francos y los observó más de cerca, examinándolos sobre la palma de su mano a la luz de una farola. ¿Acaso se estaría volviendo loca? No, estaba segura de que no se había equivocado, las monedas habían desaparecido momentos atrás. ¿Qué clase de truco era aquel? Volvió a mirar al hombre con una expresión confundida y a la vez algo enfadada, pues sentía que estaban jugando con ella. Sus labios se entreabrieron dispuestos a dejar escapar alguna palabra, pero no alcanzó a decir nada pues el hombre pareció de pronto distraerse con otra cosa, alguien que hablaba a sus espaldas.
Los últimos rayos de sol se colaban entre los edificios de la calle y prolongaban las sombras de un grupo de hombres que parecían estar atormentando a una mujer. Uno de ellos se había dirigido al extranjero que se encontraba a su lado y por la expresión que tenía ahora, Cosette pudo apreciar que no le había gustado nada.
Se volvió hacia ella y le habló una vez más. Largarse, sí. Probablemente fuese la mejor opción, y sin duda una persona sensata habría seguido el consejo. Pero la sensatez no era algo que acompañara a Cosette en todas las situaciones, y menos cuando la curiosidad despertaba y llamaba para responder preguntas.
De todas formas no tuvo mucho tiempo para hacer demasiado pues en un abrir y cerrar de ojos uno de los hombres ya se había acercado lo suficiente al supuesto ladrón, tomándole por el abrigo e insultándole no sólo a él. Con la misma rapidez con que el otro hombre se había acercado, el extranjero lo golpeó. Aquello hizo que Cosette retrocediera rápidamente ahogando un grito de sorpresa ante tal violencia. Para entonces las cosas sólo parecían haberse puesto peor pues el resto del grupo había sacado sus navajas. La mujer a la que habían estado hostigando ya había desaparecido.
La calle en la que se encontraban era bastante angosta, casi un callejón prácticamente. Si hubiese querido escapar habría tenido que darse media vuelta y echar a correr. Podría hacerlo, ¿por qué no? No era ella la que se había metido en aquel lío, esos hombres lo buscaban a él y sus motivos no eran asunto suyo… ¿Entonces por qué no se marchaba?
Rápidamente retrocedió un par de pasos más, probablemente cualquiera hubiese pensado que se estaba retirando pero lo que en realidad hizo fue acercarse hacia un cúmulo de basura cercano del cual sacó una botella vacía. La tomó por el cuello y rompió el fondo contra una pared, haciendo que el cristal quedara fragmentada luciendo puntas que brillaban a la luz de la farola como dientes afilados en la noche.
Dio un paso hacia adelante ubicándose cerca del extranjero mientras sostenía la botella rota frente a ella.
-No se acerquen más -les dijo intentando sonar amenazadora, pero lo único que consiguió fueron las carcajadas de algunos de los hombres más un comentario irónico que logró distinguir: “¡la puta sabe defenderse!” Debía de verse bastante patética pues aquella era un arma mucho menos sofisticada que una navaja pero si tenía que usarla, no dudaría en hacerlo.
Cosette Renaud- Humano Clase Baja
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Re: No toda la gente errante anda perdida [Emhyr]
Mientras entraban en aquella tesitura, rondaba en la mente de Emhyr el pensamiento de que ella seguro que aun se estaba preguntando como lo había hecho el truco de las "monedas", había sido algo sencillo.
Pero volviendo a la realidad en la que se situaban, ahora tenían al bravucón arrodillado y algo confuso, probablemente la cabeza le estaría dando vueltas, era raro que no se hubiese puesto a vomitar, un golpe a sí mareaba a cualquiera y tenía ese tipo de efectos, pero no, el grandullón aguantaba aun consciente.
La sombra de la noche se cernía sobre ellos, y no eran cocientes, su atención estaba centradas en los que les cortaban el paso con sus afiladas navajas, algunas en muy mal estado, apreciaba Emhyr, y otras seguro que no habían sido usadas en la vida, aquellos hombres no tenían pintas de haber matado a una mosca en su vida, más experimentados en asustas y dar alguna que otra paliza pero solo eso.
-Insisto éste no es sitio para ti. -Le volvió a decir con aquel acento, mientras se ajustaba el ausente cuello de su valioso y largo abrigo. Ella estaba a su lado, había decidido quedarse, poco sensato por su parte, y había tomado la alternativa defenderse, el por qué. Ni idea, pero seguía siendo una sensatez lo de aquella chiquilla. -Aunque creo que es tarde para que escapes, así que... -Le cerraban al calle, no había escapatoria, y avanzaban poco a poco, unos con más valor que otros. Emhyr pegó su espalda a la de la chica. -... me cubres las espaldas y yo a ti las tuyas, aunque creo que tendré que cubrir más. Pincha en cuellos y debajo axilas si quieres dejarlos muy mal heridos o... bueno esperemos que no lleguemos a eso, y si solo quieres asustarlos donde te dé la gana. -Sin quererlo Emhyr ya mostraba directamente que de matar sabía, y más de lo que podía mostrar.
Fue la primera carrera y ahí comenzó el primer ataque, el pesado abrigo que cargaba de repente pareció tan ligero como si fuese echo de fina seda, como si no le pesase en sus movimientos, era algo latente en el turco a estas alturas, pero cada uno de sus movimientos eran elegantes como si de una danza se tratase: rápidos, naturales y seguros.
Uno tras otro caían.
Con el tercero una cuchillada que quedo en el aire, cuando él le tomó por la muñeca con fuerza haciéndose la crujir con un simple movimiento, pero aquello no evito que se llevase el primer puñetazo, sangre en el labio, pero el turco continuaba con su gesto concentrado y endurecido, era como si no le hubiese dolido, aunque era la contrario, muy distinto a aquella sonrisa o gesto descarado que solía llevar, era como si otra parte de su alma más profunda se apoderase de él poseyendo y volviéndola más frío.
Un giro de cadera y una patada en el muslo que le hizo caer de rodillas al sujeto de la muñeca partida que aun continuaba lanzando cuchilladas, pero al extender el brazo vino el dolor y la navaja cayó al suelo.
Otro fuera.
Con el tercero la cosa fue más rápida, y más bien se le fue de las manos, navaja a su espalda, otro giro veloz sobre sí mismo, esquivo y ambas manos de Emhyr sujetándole la mano dirigiéndola hacia su compañero arrodillado, el filo mortal atravesó la clavícula del herido mientras horrorizado su compañero miraba como su propia mano acababa con su vida.
No lo había podido evitar, era fruto de su naturaleza, del automatismo en el podía dejarse poseer. Cuando Emhyr fue entrenado para ser jenízaro desde le principio le enseñaron a no dejar a nadie con vida, aunque le enseñaban a mantener el control, aunque a veces.... Pasaban cosas como aquella.
"Le has matado", su voz incrédula le recordaba el crimen cometido por el turco al dirigir la mano ajena. Ya estaba metido en un lío apenas llevaba una semana en la ciudad francesa.
Un vistazo a su compañera, esperaba que le hubiese ido mejor, pero al parecer todos había quedado paralizados por la escena.
Una bocanada de aire muy fresco en sus pulmones, aun sentía el corazón acelerado por el efecto de aquella danza y de la adrenalina, y luego vino el dolor.... Si, habían sido aquellas cuchilladas a ciegas de antes del tercero ahora muerto, pero le había acertado, no de lleno pero lo suficiente para atravesarle como un pellizco y tocarle alguna costilla. Emhyr sangraba abundantemente, y cada vez que llenaba sus pulmones allí estaba la punzada.
-Ahora tienes la oportunidad de salir por patas con tus monedas, preciosa. -Jadeaba ligeramente mientras se llevaba su mano a la herida.
Pero volviendo a la realidad en la que se situaban, ahora tenían al bravucón arrodillado y algo confuso, probablemente la cabeza le estaría dando vueltas, era raro que no se hubiese puesto a vomitar, un golpe a sí mareaba a cualquiera y tenía ese tipo de efectos, pero no, el grandullón aguantaba aun consciente.
La sombra de la noche se cernía sobre ellos, y no eran cocientes, su atención estaba centradas en los que les cortaban el paso con sus afiladas navajas, algunas en muy mal estado, apreciaba Emhyr, y otras seguro que no habían sido usadas en la vida, aquellos hombres no tenían pintas de haber matado a una mosca en su vida, más experimentados en asustas y dar alguna que otra paliza pero solo eso.
-Insisto éste no es sitio para ti. -Le volvió a decir con aquel acento, mientras se ajustaba el ausente cuello de su valioso y largo abrigo. Ella estaba a su lado, había decidido quedarse, poco sensato por su parte, y había tomado la alternativa defenderse, el por qué. Ni idea, pero seguía siendo una sensatez lo de aquella chiquilla. -Aunque creo que es tarde para que escapes, así que... -Le cerraban al calle, no había escapatoria, y avanzaban poco a poco, unos con más valor que otros. Emhyr pegó su espalda a la de la chica. -... me cubres las espaldas y yo a ti las tuyas, aunque creo que tendré que cubrir más. Pincha en cuellos y debajo axilas si quieres dejarlos muy mal heridos o... bueno esperemos que no lleguemos a eso, y si solo quieres asustarlos donde te dé la gana. -Sin quererlo Emhyr ya mostraba directamente que de matar sabía, y más de lo que podía mostrar.
Fue la primera carrera y ahí comenzó el primer ataque, el pesado abrigo que cargaba de repente pareció tan ligero como si fuese echo de fina seda, como si no le pesase en sus movimientos, era algo latente en el turco a estas alturas, pero cada uno de sus movimientos eran elegantes como si de una danza se tratase: rápidos, naturales y seguros.
Uno tras otro caían.
Con el tercero una cuchillada que quedo en el aire, cuando él le tomó por la muñeca con fuerza haciéndose la crujir con un simple movimiento, pero aquello no evito que se llevase el primer puñetazo, sangre en el labio, pero el turco continuaba con su gesto concentrado y endurecido, era como si no le hubiese dolido, aunque era la contrario, muy distinto a aquella sonrisa o gesto descarado que solía llevar, era como si otra parte de su alma más profunda se apoderase de él poseyendo y volviéndola más frío.
Un giro de cadera y una patada en el muslo que le hizo caer de rodillas al sujeto de la muñeca partida que aun continuaba lanzando cuchilladas, pero al extender el brazo vino el dolor y la navaja cayó al suelo.
Otro fuera.
Con el tercero la cosa fue más rápida, y más bien se le fue de las manos, navaja a su espalda, otro giro veloz sobre sí mismo, esquivo y ambas manos de Emhyr sujetándole la mano dirigiéndola hacia su compañero arrodillado, el filo mortal atravesó la clavícula del herido mientras horrorizado su compañero miraba como su propia mano acababa con su vida.
No lo había podido evitar, era fruto de su naturaleza, del automatismo en el podía dejarse poseer. Cuando Emhyr fue entrenado para ser jenízaro desde le principio le enseñaron a no dejar a nadie con vida, aunque le enseñaban a mantener el control, aunque a veces.... Pasaban cosas como aquella.
"Le has matado", su voz incrédula le recordaba el crimen cometido por el turco al dirigir la mano ajena. Ya estaba metido en un lío apenas llevaba una semana en la ciudad francesa.
Un vistazo a su compañera, esperaba que le hubiese ido mejor, pero al parecer todos había quedado paralizados por la escena.
Una bocanada de aire muy fresco en sus pulmones, aun sentía el corazón acelerado por el efecto de aquella danza y de la adrenalina, y luego vino el dolor.... Si, habían sido aquellas cuchilladas a ciegas de antes del tercero ahora muerto, pero le había acertado, no de lleno pero lo suficiente para atravesarle como un pellizco y tocarle alguna costilla. Emhyr sangraba abundantemente, y cada vez que llenaba sus pulmones allí estaba la punzada.
-Ahora tienes la oportunidad de salir por patas con tus monedas, preciosa. -Jadeaba ligeramente mientras se llevaba su mano a la herida.
Emhyr Van Emreys- Licántropo Clase Baja
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Re: No toda la gente errante anda perdida [Emhyr]
Podía sentir a su corazón latir cada vez más rápido, la adrenalina le recorría el cuerpo y su mano se mantenía aferrada con fuerza al cuello de la botella.
-Creo que yo misma puedo decidir cuál es mi sitio –le respondió con terquedad, y es que una de las características principales de Cosette era que podía ser terca como una mula cuando quería. No se atrevió a quitarle la vista de encima al grupo de hombres en ningún momento, ni siquiera cuando el extranjero le empezó a dar consejos sobre dónde atacar. Esas palabras fueron como un balde de agua fría para ella, pues recién en ese momento comprendió la magnitud de la situación. Iban a tener que defenderse, ella misma tendría que hacerle daño a alguno de los hombres si llegaba a ser necesario. ¿Quedaría el cristal verde cubierto de sangre? ¿Y las navajas? Trató de que esos pensamientos no la amedrentaran; ya estaba ahí, había decidido quedarse y ahora tendría que afrontar las consecuencias de sus impulsos locos.
No podía negar que las palabras del extranjero la habían dejado un tanto más tranquila por un lado, pues parecía saber de ese tipo de cosas, pero por el otro empezaba a preguntarse qué clase de tipo sería, quizás mucho peor que los hombres que tenían al frente. No hubo tiempo para más preguntas mentales pues en ese momento el primer hombre se abalanzó contra él. Los segundos parecieron acelerarse, o quizás se debía simplemente a los rápidos y certeros movimientos que podía apreciar en la oscuridad del callejón. No tuvo mucho que hacer pues los brabucones parecían estar concentrados únicamente en el extranjero, y él por su parte parecía saber lo que estaba haciendo y lo estaba haciendo bien. Podía distinquir el ruido sordo de los golpes y alguna que otra exclamación de dolor. Cosette mantuvo la botella al frente en todo momento, tratando de ayudar pero también intentando esquivar las cuchilladas ciegas que uno de los hombres lanzaba.
Todos parecían estar más enfocados en los seguros movimientos del extranjero, pero entonces uno de ellos se acercó hacia Cosette. Parecía joven y seguramente estaba pensando que la chica no sería capaz de tocarle ni un pelo, pues ni siquiera tenía la navaja bien empuñada.
La estaba subestimando. El hombre acercó la mano libre rápidamente hacia ella, tratando de agarrarla, pero Cosette no dudó entonces en darle encuentro con la afilada botella. Fue un movimiento veloz y para su suerte bien acertado; las puntas de cristal le cortaron la palma abierta y le hicieron retroceder con un gruñido de dolor o enojo, o probablemente ambos. Seguramente se habría dado cuenta de que había cometido un error al pensar que Cosette no se defendería, y ahora se vengaría por las consecuencias.
Pero fue entonces cuando se escuchó la voz de uno de los hombres y todos parecieron percatarse de lo que había ocurrido, incluso el atacante que tenía a su lado.
En el suelo yacían tres de los hombres y uno estaba muerto. La sangre brotaba de su cuello y su mirada inerte se perdía con la oscuridad de la noche; todos parecían haberse quedado helados en el acto, probablemente ninguno habría esperado que alguien muriese, al menos no uno de los suyos.
El extranjero volvió a hablarle; Cosette sólo esperaba que los atacantes que aún quedaban en pie tomaran la muerte de su amigo como una señal de que les convendría retirarse, aunque también cabía la posibilidad de que ahora estuviesen aún más enojados y que decidieran contratacar, en especial ahora que el extranjero estaba herido.
Cosette dirigió la mirada a la herida de él, de done también empezaba a salir sangre. Sólo fue por un instante, pero al parecer fue suficiente para que el hombre al que le había cortado la mano se acercara a ella una vez más, esta vez de forma más rápida e inesperada. Le dio un golpe en el brazo que le hizo perder el agarre de la botella, Cosette vio acercarse la navaja y sólo pudo anteponer sus manos para intentar cubrirse. El hombre le agarró del cabello con la mano libre y ensangrentada, tan fuerte era su agarre que por un momento sintió que le arrancaría el cuero cabelludo. Acercó la navaja hacia su rostro hasta que Cosette pudo sentir el filo apoyado en su piel, pero el hombre se detuvo. Parecía inseguro, le temblaba la mano. Cosette pudo ver en sus ojos la duda, ella también habría dudado. Seguramente pensaba que podría utilizarla a ella como venganza por su amigo caído, pero lo que no sabía es que ella y el extranjero ni siquiera se conocían, así que la muerte de ella no le afectaría en lo más mínimo.
Empezaba a dolerle la cabeza pero no se atrevió a moverse ni un centímetro por miedo a que terminara cortándole. Sintió algo tibio en la frente; era la sangre de la mano de él, que goteaba de ahí donde le había hecho el corte con la botella. Contuvo la respiración pensando que aquel sería el fin del juego, para salir de aquello necesitaría más que un truco de monedas.
-Creo que yo misma puedo decidir cuál es mi sitio –le respondió con terquedad, y es que una de las características principales de Cosette era que podía ser terca como una mula cuando quería. No se atrevió a quitarle la vista de encima al grupo de hombres en ningún momento, ni siquiera cuando el extranjero le empezó a dar consejos sobre dónde atacar. Esas palabras fueron como un balde de agua fría para ella, pues recién en ese momento comprendió la magnitud de la situación. Iban a tener que defenderse, ella misma tendría que hacerle daño a alguno de los hombres si llegaba a ser necesario. ¿Quedaría el cristal verde cubierto de sangre? ¿Y las navajas? Trató de que esos pensamientos no la amedrentaran; ya estaba ahí, había decidido quedarse y ahora tendría que afrontar las consecuencias de sus impulsos locos.
No podía negar que las palabras del extranjero la habían dejado un tanto más tranquila por un lado, pues parecía saber de ese tipo de cosas, pero por el otro empezaba a preguntarse qué clase de tipo sería, quizás mucho peor que los hombres que tenían al frente. No hubo tiempo para más preguntas mentales pues en ese momento el primer hombre se abalanzó contra él. Los segundos parecieron acelerarse, o quizás se debía simplemente a los rápidos y certeros movimientos que podía apreciar en la oscuridad del callejón. No tuvo mucho que hacer pues los brabucones parecían estar concentrados únicamente en el extranjero, y él por su parte parecía saber lo que estaba haciendo y lo estaba haciendo bien. Podía distinquir el ruido sordo de los golpes y alguna que otra exclamación de dolor. Cosette mantuvo la botella al frente en todo momento, tratando de ayudar pero también intentando esquivar las cuchilladas ciegas que uno de los hombres lanzaba.
Todos parecían estar más enfocados en los seguros movimientos del extranjero, pero entonces uno de ellos se acercó hacia Cosette. Parecía joven y seguramente estaba pensando que la chica no sería capaz de tocarle ni un pelo, pues ni siquiera tenía la navaja bien empuñada.
La estaba subestimando. El hombre acercó la mano libre rápidamente hacia ella, tratando de agarrarla, pero Cosette no dudó entonces en darle encuentro con la afilada botella. Fue un movimiento veloz y para su suerte bien acertado; las puntas de cristal le cortaron la palma abierta y le hicieron retroceder con un gruñido de dolor o enojo, o probablemente ambos. Seguramente se habría dado cuenta de que había cometido un error al pensar que Cosette no se defendería, y ahora se vengaría por las consecuencias.
Pero fue entonces cuando se escuchó la voz de uno de los hombres y todos parecieron percatarse de lo que había ocurrido, incluso el atacante que tenía a su lado.
En el suelo yacían tres de los hombres y uno estaba muerto. La sangre brotaba de su cuello y su mirada inerte se perdía con la oscuridad de la noche; todos parecían haberse quedado helados en el acto, probablemente ninguno habría esperado que alguien muriese, al menos no uno de los suyos.
El extranjero volvió a hablarle; Cosette sólo esperaba que los atacantes que aún quedaban en pie tomaran la muerte de su amigo como una señal de que les convendría retirarse, aunque también cabía la posibilidad de que ahora estuviesen aún más enojados y que decidieran contratacar, en especial ahora que el extranjero estaba herido.
Cosette dirigió la mirada a la herida de él, de done también empezaba a salir sangre. Sólo fue por un instante, pero al parecer fue suficiente para que el hombre al que le había cortado la mano se acercara a ella una vez más, esta vez de forma más rápida e inesperada. Le dio un golpe en el brazo que le hizo perder el agarre de la botella, Cosette vio acercarse la navaja y sólo pudo anteponer sus manos para intentar cubrirse. El hombre le agarró del cabello con la mano libre y ensangrentada, tan fuerte era su agarre que por un momento sintió que le arrancaría el cuero cabelludo. Acercó la navaja hacia su rostro hasta que Cosette pudo sentir el filo apoyado en su piel, pero el hombre se detuvo. Parecía inseguro, le temblaba la mano. Cosette pudo ver en sus ojos la duda, ella también habría dudado. Seguramente pensaba que podría utilizarla a ella como venganza por su amigo caído, pero lo que no sabía es que ella y el extranjero ni siquiera se conocían, así que la muerte de ella no le afectaría en lo más mínimo.
Empezaba a dolerle la cabeza pero no se atrevió a moverse ni un centímetro por miedo a que terminara cortándole. Sintió algo tibio en la frente; era la sangre de la mano de él, que goteaba de ahí donde le había hecho el corte con la botella. Contuvo la respiración pensando que aquel sería el fin del juego, para salir de aquello necesitaría más que un truco de monedas.
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Re: No toda la gente errante anda perdida [Emhyr]
Emhy aun apretaba la herida del costado con fuerza sintiendo el rubí deslizarse por sus dedos, y aquella fastidiosa punzada seguida con su respirar jadeante, el frío daba su primera muestra al ser anunciado por el vaho de sus respiraciones.
Todo había sucedido demasiado rápido, el mundo parecía haberse detenido por aquella muerte. Unos quedaban paralizados, sin saber que hacer, parecían desear más salir corriendo que quedarse allí contemplando la decisión de aquella mano temblorosa que agarraba con fuerza la navaja pegada a la chica. Seguro que algún temeroso pensaba en la insensatez del muchacho que la agarraba, aquellos hombres no habían matado en su vida, ni tenían pintas de estar preparados para ello.
Un gesto dolorido, pero ni un ápice de preocupación por parte de Emhyr, solo fueron sus pupilas las que pudieron revelar de un modo efímero la maldición que en su interior debía de haberse emitido por ver en aquella tesitura a la chica, no tenía que haberse puesto en aquel peligro, no tenía que haberle puesto en esa situación. Debería haber salido corriendo cuando pudo, y aunque no lo pareciese Emhyr no quería marnharse más las manos en aquella noche, y más con sangre inocente.
Carraspeó, la tensión podía mascarse en el aire con su silencio, aquel joven que agarraba a la chica parecía no decidirse, nadie parecía dar un paso o decir nada, más Emhyr decidió dar le primero y metiéndose las manos en los bolsillos, sintiendo en sus dedos su propia sangre caliente y pringosa comenzó a caminar hacia el amenazante sin decir ni una palabra, sin mirarla a ella.
Paso de largo, y solo recibió unas miradas extrañadas.
Su caminar era más lento de lo habitual por la herida, y su respiración se hacía denotar con algún quejido por la herida. Manos que se frotaban y paso de largo junto al joven de la navaja.
-¿Qué? -Dijo como si nada, aun frotándose las manos manchadas. -¿Qué esperáis? No voy a ponerme a enfrentarme con todos vosotros otra vez, o intentar mataros o yo que sé... ni echarme encima tuya para salvarla y ser un héroe. Estáis un poco equivocados, "ella", no es problema mío, es más ni la conozco.
De nuevo rostros entre sorprendidos y extrañados, la navaja pegada al rostro de la chiquilla temblaba indecisa. Emhyr volvió sus pasos al lado de ambos, y como si nada se situó a su lado con toda la calma del mundo, con seguridad puso su manos ensangrentada sobre el hombro del joven de la navaja. No esperaba que le fuese a hacer daño a la chica, estaba más nervioso de lo que se imaginaba.
-No seas necio... Si el problema lo tienes conmigo por lo de tu amigo, estoy herido e inmune, si vas de hacer algo hazlo ya. -Le susurro con voz neutra, solo podría oírlo la chica y él. -Venga, ¡vamos! -Le invitó con una sonrisa confiada. -¿No? ¿Nada? -Demasiado nervioso, incluso podría decirse que paralizado, le faltaba el valor, no parecía que fuese a usar la navaja, como mucho que golpease a la chica pero nada más. -Bueno, yo soy tú y antes de usar el pincho -"Eso si sabe usarlo" Pensó, mirando directamente a los ojos al chica con cierta diversión. -La aprovechaba, ¿o no te parece bonita para desperdiciarla? Seguro que puedes encontrar algo bueno bajo sus faldas, probablemente este entera y no la hayan tocado en su vida. Luego puedes hacer lo que te dé la gana, a ni me va ni me viene. -Encogió los hombros y al hacerlo vino una mueca de dolor, y un largo suspiro. El chico aflojo la navaja, parecía que aquello iba convenciéndolo. -Me largo, ¡no os metáis en problemas! Ya tenéis uno!
De nuevo se volvió a frotar las manos entre sí, exhalo aire entre ambas.
Una mirada efímera para la chica, puede que una señal de atención, si debía de ser eso. "¿Preparada para correr" Decían sus ojos.
Unos golpecitos en el hombro de aquel chico, unos pasos que avanzaban y de nuevo apretando su herida. Y el primer chasquido fue la señal que esperaba, el hombro del chico de la navaja comenzó a arder como si nada, el fuego comenzó a extendersele por todo el brazo soltando a la chica y a la navaja, y el resto de compañeros solo hicieron una cosa, correr para apagarlo.
Esa era la señal para iniciar la huida, esa era distracción.
Emhyr caminaba lento esperando a que la chica fuese tan espabilada para que corriese y lo alcanzase para también iniciar su carrera a lugar seguro.
Todo había sucedido demasiado rápido, el mundo parecía haberse detenido por aquella muerte. Unos quedaban paralizados, sin saber que hacer, parecían desear más salir corriendo que quedarse allí contemplando la decisión de aquella mano temblorosa que agarraba con fuerza la navaja pegada a la chica. Seguro que algún temeroso pensaba en la insensatez del muchacho que la agarraba, aquellos hombres no habían matado en su vida, ni tenían pintas de estar preparados para ello.
Un gesto dolorido, pero ni un ápice de preocupación por parte de Emhyr, solo fueron sus pupilas las que pudieron revelar de un modo efímero la maldición que en su interior debía de haberse emitido por ver en aquella tesitura a la chica, no tenía que haberse puesto en aquel peligro, no tenía que haberle puesto en esa situación. Debería haber salido corriendo cuando pudo, y aunque no lo pareciese Emhyr no quería marnharse más las manos en aquella noche, y más con sangre inocente.
Carraspeó, la tensión podía mascarse en el aire con su silencio, aquel joven que agarraba a la chica parecía no decidirse, nadie parecía dar un paso o decir nada, más Emhyr decidió dar le primero y metiéndose las manos en los bolsillos, sintiendo en sus dedos su propia sangre caliente y pringosa comenzó a caminar hacia el amenazante sin decir ni una palabra, sin mirarla a ella.
Paso de largo, y solo recibió unas miradas extrañadas.
Su caminar era más lento de lo habitual por la herida, y su respiración se hacía denotar con algún quejido por la herida. Manos que se frotaban y paso de largo junto al joven de la navaja.
-¿Qué? -Dijo como si nada, aun frotándose las manos manchadas. -¿Qué esperáis? No voy a ponerme a enfrentarme con todos vosotros otra vez, o intentar mataros o yo que sé... ni echarme encima tuya para salvarla y ser un héroe. Estáis un poco equivocados, "ella", no es problema mío, es más ni la conozco.
De nuevo rostros entre sorprendidos y extrañados, la navaja pegada al rostro de la chiquilla temblaba indecisa. Emhyr volvió sus pasos al lado de ambos, y como si nada se situó a su lado con toda la calma del mundo, con seguridad puso su manos ensangrentada sobre el hombro del joven de la navaja. No esperaba que le fuese a hacer daño a la chica, estaba más nervioso de lo que se imaginaba.
-No seas necio... Si el problema lo tienes conmigo por lo de tu amigo, estoy herido e inmune, si vas de hacer algo hazlo ya. -Le susurro con voz neutra, solo podría oírlo la chica y él. -Venga, ¡vamos! -Le invitó con una sonrisa confiada. -¿No? ¿Nada? -Demasiado nervioso, incluso podría decirse que paralizado, le faltaba el valor, no parecía que fuese a usar la navaja, como mucho que golpease a la chica pero nada más. -Bueno, yo soy tú y antes de usar el pincho -"Eso si sabe usarlo" Pensó, mirando directamente a los ojos al chica con cierta diversión. -La aprovechaba, ¿o no te parece bonita para desperdiciarla? Seguro que puedes encontrar algo bueno bajo sus faldas, probablemente este entera y no la hayan tocado en su vida. Luego puedes hacer lo que te dé la gana, a ni me va ni me viene. -Encogió los hombros y al hacerlo vino una mueca de dolor, y un largo suspiro. El chico aflojo la navaja, parecía que aquello iba convenciéndolo. -Me largo, ¡no os metáis en problemas! Ya tenéis uno!
De nuevo se volvió a frotar las manos entre sí, exhalo aire entre ambas.
Una mirada efímera para la chica, puede que una señal de atención, si debía de ser eso. "¿Preparada para correr" Decían sus ojos.
Unos golpecitos en el hombro de aquel chico, unos pasos que avanzaban y de nuevo apretando su herida. Y el primer chasquido fue la señal que esperaba, el hombro del chico de la navaja comenzó a arder como si nada, el fuego comenzó a extendersele por todo el brazo soltando a la chica y a la navaja, y el resto de compañeros solo hicieron una cosa, correr para apagarlo.
Esa era la señal para iniciar la huida, esa era distracción.
Emhyr caminaba lento esperando a que la chica fuese tan espabilada para que corriese y lo alcanzase para también iniciar su carrera a lugar seguro.
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Re: No toda la gente errante anda perdida [Emhyr]
Cosette no se atrevía siquiera a llenar sus pulmones con tal de no moverse ni un milímetro, el ambiente se había vuelto tan tenso que parecía que con una de esas navajas podrían haber cortado el aire. El hombre que la amenazaba no era más que un muchacho, no parecía tener mucha más edad que ella y claramente estaba nervioso, tanto como ella o quizás más. Cosette pudo distinguir en su mirada y en su lenguaje corporal la inseguridad que sentía, y es que quitarle la vida a alguien no era tan fácil como parecía.
Cuando había comenzado el ataque había tenido la sensación de que el tiempo pasaba más rápido de lo normal, como si todo se hubiese acelerado. Ahora, en cambio, parecía todo lo contrario. Los segundos se le hacían eternos y su corazón latía con fuerza, como si deseara liberarse de su cuerpo y escapar.
Aún sin sacarle la vista de encima a su atacante, Cosette pudo vislumbrar en su campo de visión los movimientos del extranjero, quien se acercó hacia ellos con una calma que parecía inhumana. El muchacho que la sostenía también se percató de esto y pareció tensarse, pero aun así no hizo nada, no cambió su posición.
Se escucharon las palabras del herido y más allá los murmullos extrañados del resto de los hombres que parecían tan confundidos como el muchacho que tenía en frente. A ella en cambio no le sorprendió tanto escuchar aquello, pues tenía razón. No se conocían, a él no le afectaría en absoluto lo que le pasara a ella, y seguramente sería más sensato y aprovecharía el momento para marcharse.
Pero no, no fue eso lo que hizo. Se acercó hacia ambos y el joven de la navaja le miró de reojo con el ceño fruncido, no parecía una expresión de enojo sino más bien de miedo y confusión. Se escucharon los susurros que seguramente no llegarían a los oídos del resto del grupo, aquellas palabras no hacían otra cosa que confundir aún más al pobre muchacho que probablemente ya no tenía ni idea de lo que estaba haciendo ni de porqué se había metido en eso. De seguro era un jovencito que jamás en su vida había clavado un cuchillo en la piel de alguien, y Cosette podía apostar que su reacción se había debido más a la presión del momento y a la desesperación de ver a su amigo muerto.
El extranjero parecía ahora divertirse con todo aquello, como si para él no fuese más que un juego. Pero las palabras que Cosette escuchó a continuación no le parecieron para nada divertidas y no pudo evitar horrorizarse. ¿Por qué lo hacía? Si quería marcharse que lo hiciera, pero ahora prácticamente estaba incitando al muchacho para que la violara, ¡maldito! Y ella que se había quedado creyendo que podría ayudarle, ahora se arrepentía y se daba cuenta de que era el peor error que habría podido cometer.
El muchacho parecía respirar con dificultad a causa de los nervios, pero estaba segura de que en ese momento no había nadie más nervioso que ella misma. Sin embargo pudo sentir como si la presión de la navaja sobre su piel disminuyera, aunque eso no significaba que la dejaría en paz.
El extranjero pronunció unas últimas palabras, ahora sí parecía que iba a marcharse pero entonces percibió algo diferente en esa última mirada que le dedicó; quizás una señal, quizás una simple forma de despedirse, ella esperaba que fuese la primera.
Y de pronto el hombro del chico de la navaja se iluminó de la nada, prendiéndose en fuego mientras él la soltaba al fin con un gesto horrorizado. Las llamas parecían devorarle la ropa y extenderse por el resto del brazo, pudo escuchar un grito de asombro proveniente del grupo de hombres que ahora se acercaban para socorrer a su amigo. Cosette no dudó en aprovechar el momento para alejarse de ahí con rapidez y echar a correr, dedicándole una última mirada al muchacho con una mezcla de incredulidad y espanto.
Le dio alcance al extranjero y esperó que la herida no le impidiese empezar a correr también. Los hombres perfectamente podrían seguirles o bien traer a algún oficial de la policía, después de todo acababa de morir una persona.
-Tenemos que escondernos. Por aquí –señaló hacia la derecha cuando llegaron al final de la calle. Conocía muy bien esos lugares pues no podía decirse que aquella era la primera vez que se metía en problemas, aunque sí era la primera vez que le tocaba experimentar algo así.
Lo mejor que podían hacer en ese momento, pensó, era ocultarse y esperar hasta asegurarse de que nadie los perseguiría. Corrió y corrió dedicándole una mirada al extranjero de vez en cuando, sin saber qué tan grave sería su herida, pero no podía detenerse a averiguarlo todavía. Se adentraron en una zona que parecía semi-abandonada y considerablemente menos iluminada, y ahí encontró lo que estaba buscando.
Se trataba de una antigua tienda que había sido clausurada; las ventanas y la puerta estaban cubiertas con tablas que le daban la apariencia de ser impenetrable, pero Cosette ya había estado en ese sitio antes y sabía que las tablas de la puerta sólo estaban apoyadas y no realmente clavadas, así que con un movimiento silencioso pudo apartarlas y dejar suficiente espacio como para que entraran.
-Aquí –le señaló mientras pasaba el umbral y esperaba que él también lo hiciera para volver a cubrir la entrada.
La casa tenía un olor a humedad y abandono, y en muchos lugares el techo estaba destruido por lo que la luz de la luna se colaba por aquellos agujeros y alumbraba un poco el sitio. Cosette apoyó una mano contra un pilar de madera mientras que con la otra se limpiaba la sangre ajena de la frente al tiempo que trataba de regularizar su agitada respiración.
Una vez que se sintió medianamente recuperada del miedo y la corrida, miró al extranjero con sospecha. Ya no sabía qué pensar de él, era cierto que gracias a lo que sea que hubiese hecho ella estaba ahí ahora, sana y salva, pero no podía olvidar que había matado a un hombre. Y además estaba el tema de las monedas y del fuego, demasiadas dudas.
-¿Qué clase de persona eres? –preguntó finalmente, observándole a la distancia y si atreverse a acercarse demasiado, aunque al fin y al cabo le debía las gracias, ¿no? Pero no podía confiarse, no aún y no después de lo que había presenciado en esa noche.
Cuando había comenzado el ataque había tenido la sensación de que el tiempo pasaba más rápido de lo normal, como si todo se hubiese acelerado. Ahora, en cambio, parecía todo lo contrario. Los segundos se le hacían eternos y su corazón latía con fuerza, como si deseara liberarse de su cuerpo y escapar.
Aún sin sacarle la vista de encima a su atacante, Cosette pudo vislumbrar en su campo de visión los movimientos del extranjero, quien se acercó hacia ellos con una calma que parecía inhumana. El muchacho que la sostenía también se percató de esto y pareció tensarse, pero aun así no hizo nada, no cambió su posición.
Se escucharon las palabras del herido y más allá los murmullos extrañados del resto de los hombres que parecían tan confundidos como el muchacho que tenía en frente. A ella en cambio no le sorprendió tanto escuchar aquello, pues tenía razón. No se conocían, a él no le afectaría en absoluto lo que le pasara a ella, y seguramente sería más sensato y aprovecharía el momento para marcharse.
Pero no, no fue eso lo que hizo. Se acercó hacia ambos y el joven de la navaja le miró de reojo con el ceño fruncido, no parecía una expresión de enojo sino más bien de miedo y confusión. Se escucharon los susurros que seguramente no llegarían a los oídos del resto del grupo, aquellas palabras no hacían otra cosa que confundir aún más al pobre muchacho que probablemente ya no tenía ni idea de lo que estaba haciendo ni de porqué se había metido en eso. De seguro era un jovencito que jamás en su vida había clavado un cuchillo en la piel de alguien, y Cosette podía apostar que su reacción se había debido más a la presión del momento y a la desesperación de ver a su amigo muerto.
El extranjero parecía ahora divertirse con todo aquello, como si para él no fuese más que un juego. Pero las palabras que Cosette escuchó a continuación no le parecieron para nada divertidas y no pudo evitar horrorizarse. ¿Por qué lo hacía? Si quería marcharse que lo hiciera, pero ahora prácticamente estaba incitando al muchacho para que la violara, ¡maldito! Y ella que se había quedado creyendo que podría ayudarle, ahora se arrepentía y se daba cuenta de que era el peor error que habría podido cometer.
El muchacho parecía respirar con dificultad a causa de los nervios, pero estaba segura de que en ese momento no había nadie más nervioso que ella misma. Sin embargo pudo sentir como si la presión de la navaja sobre su piel disminuyera, aunque eso no significaba que la dejaría en paz.
El extranjero pronunció unas últimas palabras, ahora sí parecía que iba a marcharse pero entonces percibió algo diferente en esa última mirada que le dedicó; quizás una señal, quizás una simple forma de despedirse, ella esperaba que fuese la primera.
Y de pronto el hombro del chico de la navaja se iluminó de la nada, prendiéndose en fuego mientras él la soltaba al fin con un gesto horrorizado. Las llamas parecían devorarle la ropa y extenderse por el resto del brazo, pudo escuchar un grito de asombro proveniente del grupo de hombres que ahora se acercaban para socorrer a su amigo. Cosette no dudó en aprovechar el momento para alejarse de ahí con rapidez y echar a correr, dedicándole una última mirada al muchacho con una mezcla de incredulidad y espanto.
Le dio alcance al extranjero y esperó que la herida no le impidiese empezar a correr también. Los hombres perfectamente podrían seguirles o bien traer a algún oficial de la policía, después de todo acababa de morir una persona.
-Tenemos que escondernos. Por aquí –señaló hacia la derecha cuando llegaron al final de la calle. Conocía muy bien esos lugares pues no podía decirse que aquella era la primera vez que se metía en problemas, aunque sí era la primera vez que le tocaba experimentar algo así.
Lo mejor que podían hacer en ese momento, pensó, era ocultarse y esperar hasta asegurarse de que nadie los perseguiría. Corrió y corrió dedicándole una mirada al extranjero de vez en cuando, sin saber qué tan grave sería su herida, pero no podía detenerse a averiguarlo todavía. Se adentraron en una zona que parecía semi-abandonada y considerablemente menos iluminada, y ahí encontró lo que estaba buscando.
Se trataba de una antigua tienda que había sido clausurada; las ventanas y la puerta estaban cubiertas con tablas que le daban la apariencia de ser impenetrable, pero Cosette ya había estado en ese sitio antes y sabía que las tablas de la puerta sólo estaban apoyadas y no realmente clavadas, así que con un movimiento silencioso pudo apartarlas y dejar suficiente espacio como para que entraran.
-Aquí –le señaló mientras pasaba el umbral y esperaba que él también lo hiciera para volver a cubrir la entrada.
La casa tenía un olor a humedad y abandono, y en muchos lugares el techo estaba destruido por lo que la luz de la luna se colaba por aquellos agujeros y alumbraba un poco el sitio. Cosette apoyó una mano contra un pilar de madera mientras que con la otra se limpiaba la sangre ajena de la frente al tiempo que trataba de regularizar su agitada respiración.
Una vez que se sintió medianamente recuperada del miedo y la corrida, miró al extranjero con sospecha. Ya no sabía qué pensar de él, era cierto que gracias a lo que sea que hubiese hecho ella estaba ahí ahora, sana y salva, pero no podía olvidar que había matado a un hombre. Y además estaba el tema de las monedas y del fuego, demasiadas dudas.
-¿Qué clase de persona eres? –preguntó finalmente, observándole a la distancia y si atreverse a acercarse demasiado, aunque al fin y al cabo le debía las gracias, ¿no? Pero no podía confiarse, no aún y no después de lo que había presenciado en esa noche.
Cosette Renaud- Humano Clase Baja
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Re: No toda la gente errante anda perdida [Emhyr]
En cuanto escuchó sus pasos a su espalda y como ella pasaba a su lado, el comenzó a correr tan rápido como el cuerpo le permitía, a pesar de notar continuamente aquella punzada en su costado dolorosa, pero a estas alturas de su vida, soportable hasta cierto punto.
El recorrido hasta llegar a aquella tienda abandonada fue silencioso, los pasos del turco apenas sonaban en su caminar y no pronunció palabra alguna, al parecer esto desconcertaba a su compañera, la cual de vez en cuando volvía su rostro para comprobar si él continuaba corriendo a unos pasos atrás que ella, la herida le ralentizaba.
En cuanto se detuvieron, todo el aire contenido para no pronunciar palabra alguna, decidió salir por sus doloroso pulmones con alguna queja acompañada.
Abandonada del mundo, siendo umbral de sombras que escapaban de la luz lunar en un techo ausente, aquel lugar al parecer iba a ser su "refugio" en aquella noche. Emhyr miró al cielo, justamente había un claro dándole aspecto de despejado, pero alguna que otra nube de aquella que fueron grises durante el día continuaba su paseo celeste.
-Gracias, no sé porque, pero gracias por el escondite -Tan solo le dijo con un tono de voz calmado, mientras se paseaba por aquel lugar polvoriento apretando su herida.
Una patada a un trozo de madera, un lugar despejado cerca de una pared. Emhyr se quitó su valiosa chaqueta y lamento el ver la pequeña mancha escarlata que la había mancillado, parecía más preocupada por ésta que por la enorme que se había creado en su camisa alba.
Él sería un vagabundo, un trotamundos de la calle, un muerto de hambre, pero siempre procuraba ir pulcro.
-¿A qué refieres, exactamente? -Sobre el suelo se sentó tras apoyar la espalda en la pared, dejando otra mancha de su propia sangre y un gesto de dolor. Encendió otro cigarro de salvia preparado, tendría que fumarse al menos dos para poder aliviarle el dolor, pero no debía de pasarse con la dosis, sino vendrían las alucinaciones, y más le valía no entrar en aquel estado cuando probablemente la fiebre viniese antes a causa de aquella herida. -¿Si soy un asesino? ¿Un mago o brujo? ¿Una mala persona? -Cigarro en sus labios, comenzó a desabrocharse la camisa con aquellos dedos mancillados por su sangre. -Solo soy un superviviente nada más, ¿asesino? No suele entrar en mis planes ir matando a la gente, pero si mi vida esta en peligro de muerte, no voy a dudar en defenderme. -De reojo la miraba, era normal que desconfiase, le había robado aquellas monedas y le había metido en aquel lío, además de que había matado a un hombre, pero aun así estaba el lado de que le había asegurado una huida a la chica. -Lo del fuego y las monedas.... No soy brujo ni hechicero. -"Que mentiroso eres" Pensó, aunque realmente no había usado esta vez ningún tipo de magia sobrenatural. -... lo de las monedas, llamemosle: el humo te distrajo y mi mano fue rápida; con respecto al fuego: en mi bolsillo hay unos polvos que si los mezclas entre sí reaccionan de ese modo, son como la pólvora pero diferente. -No esperaba que lo entendiese, seguro que ni sabía lo que era la pólvora pero bueno. -Por eso me frotaba tanto las manos y le toque el hombro -Le mostró sus manos mostrándole en la palma las rojeces que se le había hecho del polvo. -El polvo irrita la piel incluso cuando no es mezclado, solo necesitaba tocarle con una mano y con la otra mezclarlo. Fue cuando le apoye una mano en el hombro y luego para despedirme con la otra le dí el golpecito, y ahí tienes tu fuego mágico.
Un suspiró, último botón desabrochado. Otra maldición en una lengua ajena, otra punzada y el sangre continuaba con su ríos de rubí. Emhyr se quitó la camisa descubriendo alguno que otro tatuaje alrededor de su brazo, algún que otro símbolo o palabras en otros idiomas que en su conjuntos formaban otro símbolo por su morena y fibrada piel.
El turco se examinó la herida, aquel navajazo mal hecho el había atravesado la piel del costado superficialmente pero con entrada y salida, perforándole parte de una de sus costillas, a eso se debía el dolor al respirar.
Humo exhalado, Emhyr se planteo si masticar directamente la planta que fumaba pero de poco le iba a servir si no la tenía fresca.
-¡Ah! Puedes llamarme Emhyr, y tienes dos opciones: o largarte (sería lo sensato), o echarme una mano (sería mejor que ese "gracias" que me debes, ¿no crees?) con ésto antes de que se ponga peor y me vengan las fiebres. -Comenzó a rasgar la camisa ensangrentada haciéndola tiras, aun continuaba jadeando por el dolor, es más, había palidecido ya que la herida estaba robándole fuerzas. -Creo que en mis bolsillos debe de haber algo de agua, y tal vez algo de hilo y aguja. Me vendría bien de uno de los bolsillos anteriores una saquito con unas hierbas, haber que podemos apañar. -Le señalo el pesado abrigo que estaba a unos pasos de él, al quitárselo lo había dejado en el suelo.
El recorrido hasta llegar a aquella tienda abandonada fue silencioso, los pasos del turco apenas sonaban en su caminar y no pronunció palabra alguna, al parecer esto desconcertaba a su compañera, la cual de vez en cuando volvía su rostro para comprobar si él continuaba corriendo a unos pasos atrás que ella, la herida le ralentizaba.
En cuanto se detuvieron, todo el aire contenido para no pronunciar palabra alguna, decidió salir por sus doloroso pulmones con alguna queja acompañada.
Abandonada del mundo, siendo umbral de sombras que escapaban de la luz lunar en un techo ausente, aquel lugar al parecer iba a ser su "refugio" en aquella noche. Emhyr miró al cielo, justamente había un claro dándole aspecto de despejado, pero alguna que otra nube de aquella que fueron grises durante el día continuaba su paseo celeste.
-Gracias, no sé porque, pero gracias por el escondite -Tan solo le dijo con un tono de voz calmado, mientras se paseaba por aquel lugar polvoriento apretando su herida.
Una patada a un trozo de madera, un lugar despejado cerca de una pared. Emhyr se quitó su valiosa chaqueta y lamento el ver la pequeña mancha escarlata que la había mancillado, parecía más preocupada por ésta que por la enorme que se había creado en su camisa alba.
Él sería un vagabundo, un trotamundos de la calle, un muerto de hambre, pero siempre procuraba ir pulcro.
-¿A qué refieres, exactamente? -Sobre el suelo se sentó tras apoyar la espalda en la pared, dejando otra mancha de su propia sangre y un gesto de dolor. Encendió otro cigarro de salvia preparado, tendría que fumarse al menos dos para poder aliviarle el dolor, pero no debía de pasarse con la dosis, sino vendrían las alucinaciones, y más le valía no entrar en aquel estado cuando probablemente la fiebre viniese antes a causa de aquella herida. -¿Si soy un asesino? ¿Un mago o brujo? ¿Una mala persona? -Cigarro en sus labios, comenzó a desabrocharse la camisa con aquellos dedos mancillados por su sangre. -Solo soy un superviviente nada más, ¿asesino? No suele entrar en mis planes ir matando a la gente, pero si mi vida esta en peligro de muerte, no voy a dudar en defenderme. -De reojo la miraba, era normal que desconfiase, le había robado aquellas monedas y le había metido en aquel lío, además de que había matado a un hombre, pero aun así estaba el lado de que le había asegurado una huida a la chica. -Lo del fuego y las monedas.... No soy brujo ni hechicero. -"Que mentiroso eres" Pensó, aunque realmente no había usado esta vez ningún tipo de magia sobrenatural. -... lo de las monedas, llamemosle: el humo te distrajo y mi mano fue rápida; con respecto al fuego: en mi bolsillo hay unos polvos que si los mezclas entre sí reaccionan de ese modo, son como la pólvora pero diferente. -No esperaba que lo entendiese, seguro que ni sabía lo que era la pólvora pero bueno. -Por eso me frotaba tanto las manos y le toque el hombro -Le mostró sus manos mostrándole en la palma las rojeces que se le había hecho del polvo. -El polvo irrita la piel incluso cuando no es mezclado, solo necesitaba tocarle con una mano y con la otra mezclarlo. Fue cuando le apoye una mano en el hombro y luego para despedirme con la otra le dí el golpecito, y ahí tienes tu fuego mágico.
Un suspiró, último botón desabrochado. Otra maldición en una lengua ajena, otra punzada y el sangre continuaba con su ríos de rubí. Emhyr se quitó la camisa descubriendo alguno que otro tatuaje alrededor de su brazo, algún que otro símbolo o palabras en otros idiomas que en su conjuntos formaban otro símbolo por su morena y fibrada piel.
El turco se examinó la herida, aquel navajazo mal hecho el había atravesado la piel del costado superficialmente pero con entrada y salida, perforándole parte de una de sus costillas, a eso se debía el dolor al respirar.
Humo exhalado, Emhyr se planteo si masticar directamente la planta que fumaba pero de poco le iba a servir si no la tenía fresca.
-¡Ah! Puedes llamarme Emhyr, y tienes dos opciones: o largarte (sería lo sensato), o echarme una mano (sería mejor que ese "gracias" que me debes, ¿no crees?) con ésto antes de que se ponga peor y me vengan las fiebres. -Comenzó a rasgar la camisa ensangrentada haciéndola tiras, aun continuaba jadeando por el dolor, es más, había palidecido ya que la herida estaba robándole fuerzas. -Creo que en mis bolsillos debe de haber algo de agua, y tal vez algo de hilo y aguja. Me vendría bien de uno de los bolsillos anteriores una saquito con unas hierbas, haber que podemos apañar. -Le señalo el pesado abrigo que estaba a unos pasos de él, al quitárselo lo había dejado en el suelo.
Emhyr Van Emreys- Licántropo Clase Baja
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Re: No toda la gente errante anda perdida [Emhyr]
Siguió al extranjero con la mirada percatándose del dolor que parecía sentir, no sabía qué tan grave era su herida pero considerando la expresión que tenía, seguramente no era nada agradable.
Le agradeció por el escondite y ella simplemente se quedó observándole sin responderle, aunque en el fondo sabía que también le debía las gracias por lo que había hecho momentos atrás. ¿Por qué no le agradecía? ¿Era el orgullo lo que le impedía para pronunciar aquellas palabras, o simplemente sentía demasiado miedo e incertidumbre como para decir alguna cosa?
Observó cómo apartaba la madera del piso para dejar un lugar libre contra la pared y sentarse ahí. Se sacó el abrigo y entonces Cosette pudo apreciar mejor la magnitud de la herida. Su ropa estaba manchada de rojo, al parecer había sangrado mucho.
Tampoco respondió a su siguiente pregunta; ¿a qué se refería exactamente? Pues a todo, a todo lo que había visto en esa noche. Mientras el extranjero encendía otro de sus cigarros ella apoyó la espalda contra el pilar de madera sintiéndose de pronto agotada, más que nada por el estrés del momento.
Escuchó lo siguiente con mucha atención y curiosidad, a fin de cuentas era lo que realmente le interesaba y lo que había querido saber desde un principio. Se tranquilizó un poco al escucharle decir que no era su plan matar gente a menos de que se viera amenazado, pero eso era algo que podía decir cualquiera, ¿no?
“No soy brujo ni hechicero”. Por algún motivo esas palabras parecieron decepcionarla un poco, aunque bien podría estar mintiendo. Luego siguieron las explicaciones de cómo había conseguido hacer lo de las monedas y lo del fuego, aunque para ella sólo fueron palabras vacías sin mucho sentido pues no entendía mucho de esas cosas. Aun así le costaba creerle del todo, lo observaba con suspicacia pero sabía que probablemente no sacaría más información que esa, así que sólo le quedaba aceptar sus explicaciones que quizás para alguien con más experiencia que ella, serían lógicas.
La sangre seguía brotando de su herida y para entonces el hombre ya había dejado su torso al descubierto. Cosette se percató de los músculos marcados y las muchas marcas que llevaba en la piel desnuda, aunque de inmediato apartó la vista un tanto avergonzada. Se mordió los labios fingiendo que estaba mirando hacia otro lado.
Sintió el humo del cigarro que ahora se sobreponía al olor a humedad de la casa abandonada. Era un aroma agradable, al menos más agradable que el humo de los cigarros que estaba acostumbrada a oler. Incluso en ese sentido el extranjero parecía ser muy diferente a la gente que ella conocía.
El hombre habló otra vez y Cosette volvió a mirarlo, esta vez a los ojos. Le planteó dos posibilidades y por un momento ella pareció dudar. Claro que podría marcharse y dejarlo allí, después de lo que había sucedido empezaba a creer que aquel hombre sólo le traería problemas. Pero luego estaba el hecho de que él le había salvado el pellejo, tenía que reconocerlo. De cierta forma se sentía en deuda con él, y no podía olvidar que estaba herido y que quizás esa sería su oportunidad para ayudarle y devolverle el favor.
Siguiendo sus indicaciones se acercó al abrigo que había dejado en el suelo y buscó entre sus bolsillos hasta dar con una cantimplora que parecía bastante llena. Le costó un poco más encontrar la aguja y el hilo pero finalmente también lo localizó. Sacó el saquito con hierbas del último bolsillo y finalmente se acercó hacia él, aún con desconfianza pero ya más relajada.
Se arrodilló a su lado y sin esperar más instrucciones tomó un trozo de la camisa que Emhyr había rasgado y destapó la cantimplora. Humedeció la tela con el agua tratando de no desperdiciar ni una sola gota que fuese necesaria, pues supuso que el hombre tendría sed y que necesitarían el líquido para más tarde. Su rostro había palidecido y el dolor parecía aumentar al tiempo que él se debilitaba. Cosette hizo una mueca de incomodidad al ver la herida más de cerca y se dio cuenta de lo afortunada que era de haber salido de aquel lío sin un rasguño.
Acercó su mano con cierta inseguridad hacia la zona de la herida y empezó a limpiarle la piel teñida de rojo, tratando de no hacer demasiada presión y sólo tocando los bordes de la herida. La sangre seguía emanando y era mejor asegurarse de que no se quedaría ahí pegada, así que con paciencia y delicadeza la tela mojada absorbió aquel líquido rojo.
-Cosette –djio de pronto rompiendo el silencio y aún con la vista clavada en la herida. –Me llamo Cosette –aclaró. –Gracias por lo de hace un momento –finalmente lo dijo y se sintió aliviada, como si se hubiese quitado un peso de encima.
La herida tenía ahora un mejor aspecto, al menos parecía más limpia. Sin embargo seguía abierta y Cosette no dudaba de que el dolor seguía siendo el mismo, o quizás incluso habría empeorado.
-¿Habrá que coserla? –le preguntó con voz dudosa, aún tenía el hilo y la aguja en la otra mano. No tenía mucha idea de heridas ni enfermedades, sólo sabía lo básico y el resto escapaba de su conocimiento.
Le agradeció por el escondite y ella simplemente se quedó observándole sin responderle, aunque en el fondo sabía que también le debía las gracias por lo que había hecho momentos atrás. ¿Por qué no le agradecía? ¿Era el orgullo lo que le impedía para pronunciar aquellas palabras, o simplemente sentía demasiado miedo e incertidumbre como para decir alguna cosa?
Observó cómo apartaba la madera del piso para dejar un lugar libre contra la pared y sentarse ahí. Se sacó el abrigo y entonces Cosette pudo apreciar mejor la magnitud de la herida. Su ropa estaba manchada de rojo, al parecer había sangrado mucho.
Tampoco respondió a su siguiente pregunta; ¿a qué se refería exactamente? Pues a todo, a todo lo que había visto en esa noche. Mientras el extranjero encendía otro de sus cigarros ella apoyó la espalda contra el pilar de madera sintiéndose de pronto agotada, más que nada por el estrés del momento.
Escuchó lo siguiente con mucha atención y curiosidad, a fin de cuentas era lo que realmente le interesaba y lo que había querido saber desde un principio. Se tranquilizó un poco al escucharle decir que no era su plan matar gente a menos de que se viera amenazado, pero eso era algo que podía decir cualquiera, ¿no?
“No soy brujo ni hechicero”. Por algún motivo esas palabras parecieron decepcionarla un poco, aunque bien podría estar mintiendo. Luego siguieron las explicaciones de cómo había conseguido hacer lo de las monedas y lo del fuego, aunque para ella sólo fueron palabras vacías sin mucho sentido pues no entendía mucho de esas cosas. Aun así le costaba creerle del todo, lo observaba con suspicacia pero sabía que probablemente no sacaría más información que esa, así que sólo le quedaba aceptar sus explicaciones que quizás para alguien con más experiencia que ella, serían lógicas.
La sangre seguía brotando de su herida y para entonces el hombre ya había dejado su torso al descubierto. Cosette se percató de los músculos marcados y las muchas marcas que llevaba en la piel desnuda, aunque de inmediato apartó la vista un tanto avergonzada. Se mordió los labios fingiendo que estaba mirando hacia otro lado.
Sintió el humo del cigarro que ahora se sobreponía al olor a humedad de la casa abandonada. Era un aroma agradable, al menos más agradable que el humo de los cigarros que estaba acostumbrada a oler. Incluso en ese sentido el extranjero parecía ser muy diferente a la gente que ella conocía.
El hombre habló otra vez y Cosette volvió a mirarlo, esta vez a los ojos. Le planteó dos posibilidades y por un momento ella pareció dudar. Claro que podría marcharse y dejarlo allí, después de lo que había sucedido empezaba a creer que aquel hombre sólo le traería problemas. Pero luego estaba el hecho de que él le había salvado el pellejo, tenía que reconocerlo. De cierta forma se sentía en deuda con él, y no podía olvidar que estaba herido y que quizás esa sería su oportunidad para ayudarle y devolverle el favor.
Siguiendo sus indicaciones se acercó al abrigo que había dejado en el suelo y buscó entre sus bolsillos hasta dar con una cantimplora que parecía bastante llena. Le costó un poco más encontrar la aguja y el hilo pero finalmente también lo localizó. Sacó el saquito con hierbas del último bolsillo y finalmente se acercó hacia él, aún con desconfianza pero ya más relajada.
Se arrodilló a su lado y sin esperar más instrucciones tomó un trozo de la camisa que Emhyr había rasgado y destapó la cantimplora. Humedeció la tela con el agua tratando de no desperdiciar ni una sola gota que fuese necesaria, pues supuso que el hombre tendría sed y que necesitarían el líquido para más tarde. Su rostro había palidecido y el dolor parecía aumentar al tiempo que él se debilitaba. Cosette hizo una mueca de incomodidad al ver la herida más de cerca y se dio cuenta de lo afortunada que era de haber salido de aquel lío sin un rasguño.
Acercó su mano con cierta inseguridad hacia la zona de la herida y empezó a limpiarle la piel teñida de rojo, tratando de no hacer demasiada presión y sólo tocando los bordes de la herida. La sangre seguía emanando y era mejor asegurarse de que no se quedaría ahí pegada, así que con paciencia y delicadeza la tela mojada absorbió aquel líquido rojo.
-Cosette –djio de pronto rompiendo el silencio y aún con la vista clavada en la herida. –Me llamo Cosette –aclaró. –Gracias por lo de hace un momento –finalmente lo dijo y se sintió aliviada, como si se hubiese quitado un peso de encima.
La herida tenía ahora un mejor aspecto, al menos parecía más limpia. Sin embargo seguía abierta y Cosette no dudaba de que el dolor seguía siendo el mismo, o quizás incluso habría empeorado.
-¿Habrá que coserla? –le preguntó con voz dudosa, aún tenía el hilo y la aguja en la otra mano. No tenía mucha idea de heridas ni enfermedades, sólo sabía lo básico y el resto escapaba de su conocimiento.
Cosette Renaud- Humano Clase Baja
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Re: No toda la gente errante anda perdida [Emhyr]
Finalmente ella al parecer decidió tras pasar unos segundo en suspense que se le hicieron realmente largos.
La chica se arrodillo a su lado tras haber andando en los bolsillos del abrigo obedeciendo sus órdenes.
-Bien Cosette. -Solo le dijo con suavidad tranquilizadora y con cierta seriedad.
No le hizo falta decir más, ya que ella parecía saber lo que debía hacerse inicialmente, comenzó a limpiarle aquella fea herida, que si no llegaba a infectarse no le mataría. Su piel desnuda y morena se erizo con un escalofrío tras el primer contacto, debía de ser una mezcla entre el frío de la noche y el escozor que le producía el agua con la herida. Su respiración iba amainando su marcha anterior, su pecho ya no se movía tan ligero como antes parecía que su cuerpo se tranquilizaba de subidón, eso significaba que ahora vendría el dolor verdadero ya que la adrenalina se marchaba.
-No es muy agradable. -Afirmó con leve quejido que salió pronunciado de entre sus dientes apretados, el cigarro cayó junto a él, al menos no se había apagado, pensó tras volver a ponérselo en la boca y tomar otra larga y aliviante calada.
Aquella muñequita preciosa llamada Cosette tenía las manos delicadas, cálidas, suaves, agradables... Raro en aquella desagradable situación, pero parecía que el turco disfrutaba de sensación de que alguien estuviese cuidándole. Por un instante y mientras continuaba fumando aquel cigarro sus ojos castaños se quedaron ensimismado observándola, sin quererlo suspiro levemente.
Si, era demasiado extraño y era como si fuese nuevo para él, cuando no era la primera vez que alguien le atendía, pero no era habitual, al menos en su día a día y en los últimos años.
Emhyr era una alma solitaria e independiente, era extrovertido, muy social, divertido y descarado, o al menos era la impresión que solía darle a aquellos que le conocía brevemente; pero algo turbio y oscuro habitaba en lo más profundo de su alma, algo que lo había vuelto desconfiado y egoísta, algo que parecía haber forjado un muro inquebrantable que le alejaba de los demás, que hacía que no se quedase demasiado tiempo en ningún sitio o que decidiese fortalecer sus lazos sociales. Sus fantasmas pasados le perseguían, le habían endurecido y él solo vivía para un propósito: huir y disfrutar de su día a día., sin pensar en nadie más que él mismo, y al parecer el mundo le respondía de aquel mismo modo, sin preocuparse por él ni en quien era, el turco se había convertido simplemente en un manchurron que pasaba de largo por las vidas de otros.
Su pregunta fue lo que le hizo salir de su ensueño y recordarle donde estaba. El cigarro se había consumido entre sus labios dejando aun rastro de aquel humo aromatizante, probablemente no sería el primero que se fumaría en aquella noche, ya que era lo único que podía aliviarle el dolor.
-¿Qué? Te avergüenzas de lo que ves? -Bromeo, sonriéndole divertido al ver el gesto abrumador de aquella chiquilla, probablemente no estaría acostumbra a ver a hombres semidesnudos. No podía callarse la boca, si podía ponerla colorada, lo iba a intentar.
Emhyr tomó el saquito de hierbas, e identificándolas por el tacto, la forma y el olor saco un puñado de aquellas.
-¿Sabes coser? Me refiero a botones, ropas... -De nuevo su voz era apaciguadora como si buscase el que no se asustase o enervase por lo que podía pedirle. -Pues coser la piel es como coser una tela, tienes que hacerlo con mano firme y sin miedo. -Se llevo las hierbas a la boca y comenzó a masticarlas. -Puedes intentarlo, si te asusta lo haré yo mismo, no sería la primera vez y doler, no creo que me vaya a doler más. -Le extendió unas pocas hierbas a ella también. -Mastícalas tú también, pero no las tragues. Las usaremos para evitar que la herida de infecte. Te aviso puede que te den algo de sueño, por tragar un poco de su jugo, pero nada más.
La chica se arrodillo a su lado tras haber andando en los bolsillos del abrigo obedeciendo sus órdenes.
-Bien Cosette. -Solo le dijo con suavidad tranquilizadora y con cierta seriedad.
No le hizo falta decir más, ya que ella parecía saber lo que debía hacerse inicialmente, comenzó a limpiarle aquella fea herida, que si no llegaba a infectarse no le mataría. Su piel desnuda y morena se erizo con un escalofrío tras el primer contacto, debía de ser una mezcla entre el frío de la noche y el escozor que le producía el agua con la herida. Su respiración iba amainando su marcha anterior, su pecho ya no se movía tan ligero como antes parecía que su cuerpo se tranquilizaba de subidón, eso significaba que ahora vendría el dolor verdadero ya que la adrenalina se marchaba.
-No es muy agradable. -Afirmó con leve quejido que salió pronunciado de entre sus dientes apretados, el cigarro cayó junto a él, al menos no se había apagado, pensó tras volver a ponérselo en la boca y tomar otra larga y aliviante calada.
Aquella muñequita preciosa llamada Cosette tenía las manos delicadas, cálidas, suaves, agradables... Raro en aquella desagradable situación, pero parecía que el turco disfrutaba de sensación de que alguien estuviese cuidándole. Por un instante y mientras continuaba fumando aquel cigarro sus ojos castaños se quedaron ensimismado observándola, sin quererlo suspiro levemente.
Si, era demasiado extraño y era como si fuese nuevo para él, cuando no era la primera vez que alguien le atendía, pero no era habitual, al menos en su día a día y en los últimos años.
Emhyr era una alma solitaria e independiente, era extrovertido, muy social, divertido y descarado, o al menos era la impresión que solía darle a aquellos que le conocía brevemente; pero algo turbio y oscuro habitaba en lo más profundo de su alma, algo que lo había vuelto desconfiado y egoísta, algo que parecía haber forjado un muro inquebrantable que le alejaba de los demás, que hacía que no se quedase demasiado tiempo en ningún sitio o que decidiese fortalecer sus lazos sociales. Sus fantasmas pasados le perseguían, le habían endurecido y él solo vivía para un propósito: huir y disfrutar de su día a día., sin pensar en nadie más que él mismo, y al parecer el mundo le respondía de aquel mismo modo, sin preocuparse por él ni en quien era, el turco se había convertido simplemente en un manchurron que pasaba de largo por las vidas de otros.
Su pregunta fue lo que le hizo salir de su ensueño y recordarle donde estaba. El cigarro se había consumido entre sus labios dejando aun rastro de aquel humo aromatizante, probablemente no sería el primero que se fumaría en aquella noche, ya que era lo único que podía aliviarle el dolor.
-¿Qué? Te avergüenzas de lo que ves? -Bromeo, sonriéndole divertido al ver el gesto abrumador de aquella chiquilla, probablemente no estaría acostumbra a ver a hombres semidesnudos. No podía callarse la boca, si podía ponerla colorada, lo iba a intentar.
Emhyr tomó el saquito de hierbas, e identificándolas por el tacto, la forma y el olor saco un puñado de aquellas.
-¿Sabes coser? Me refiero a botones, ropas... -De nuevo su voz era apaciguadora como si buscase el que no se asustase o enervase por lo que podía pedirle. -Pues coser la piel es como coser una tela, tienes que hacerlo con mano firme y sin miedo. -Se llevo las hierbas a la boca y comenzó a masticarlas. -Puedes intentarlo, si te asusta lo haré yo mismo, no sería la primera vez y doler, no creo que me vaya a doler más. -Le extendió unas pocas hierbas a ella también. -Mastícalas tú también, pero no las tragues. Las usaremos para evitar que la herida de infecte. Te aviso puede que te den algo de sueño, por tragar un poco de su jugo, pero nada más.
Emhyr Van Emreys- Licántropo Clase Baja
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Re: No toda la gente errante anda perdida [Emhyr]
-Lo siento –se disculpó en voz baja cuando Emhyr le dijo que no era muy agradable, pensando que quizás había hecho algún movimiento demasiado brusco y que le había causado dolor. Sin embargo trataba de ser lo más delicada posible, y al menos la respiración del hombre parecía haberse regularizado.
La sangre también había empezado a emanar en menor cantidad, lo que probablemente significaba que podrían seguir con el siguiente paso de la curación, aunque ella no estaba del todo segura de cuál era.
Cuando el extranjero le preguntó si se avergonzaba de lo que veía, le respondió con un huraño “no” y el ceño levemente fruncido mientras apartaba la mirada otra vez, aunque seguramente el color de sus mejillas delatarían que aquella respuesta no era del todo sincera. La compañía masculina que había tenido en el pasado se basaba en muchachos de su edad, flacuchos y poco interesantes. Sus cuerpos en comparación al de él eran poca cosa, así como sus palabras y acciones que también eran torpes e inmaduras. Él en cambio era un hombre y además también un desconocido, por eso se le hacía un tanto incómodo verlo así.
-Por supuesto –respondió rápidamente cuando le preguntó si sabía coser. Eso era algo que había aprendido hace muchos años y era una tarea de todos los días para ella, aunque no creía que coser tela fuese realmente tan similar a coser la piel de alguien. ¿Así que tendría que hacerlo ella? Bueno, le había dicho que si no quería podría hacerlo él mismo, pero para eso tendría que admitir que no se atrevía y esa idea no le gustaba mucho. Además siempre veía en esas situaciones la oportunidad de aprender algo nuevo. Y Emhyr estaría ahí para indicarle si hacía algo mal, así que supuso que no podía ser tan complicado.
Recibió las hierbas que le ofrecía y escuchó sus indicaciones. Al principio dudó en hacerle caso, después de todo no tenía idea de qué clase de planta era ni de los efectos que tendría. ¿Y si le estaba mintiendo? ¿Qué tal si terminaba desmayada o algo peor? Pero él mismo las estaba masticando también, así que debía de ser cierto lo que decía. Se llevó un puñado a la boca y empezó a masticar, tenían un sabor extraño pero no realmente desagradable.
Ensartó el hilo en la aguja con mano hábil, para su suerte la luz de la luna se filtraba por los grandes agujeros del techo iluminando la zona lo suficiente como para que pudiera trabajar con comodidad, y además su visión ya se había acostumbrado a aquella semi-oscuridad.
Una vez más acercó las manos a la herida de Emhyr, procurando que no le temblaran. Debía hacerle caso a sus palabras: “es como coser una tela, tienes que hacerlo con mano firme y sin miedo”. Y eso era precisamente lo que pretendía hacer.
Contuvo la respiración y atravesó el primer punto de la piel en uno de los bordes de la herida; era extraño clavar la aguja en carne humana, pero trataba de imaginar que era otro material para no ponerse nerviosa. La primera puntada fue la más difícil, pero después tomó más confianza y empezó a cerrar la herida tal como si se hubiese tratado de un trozo de tela rasgada. Estaba concentrada en su tarea pero a ratos apartaba la mirada hacia el rostro de Emhyr para asegurarse de que no lo estuviese haciendo mal o de que no le estuviese doliendo demasiado. Sabía que en caso de cometer un error, él se lo haría saber.
Masticar la hierba también la relajaba de cierta manera; si no hubiese tenido eso en la boca seguramente habría tenido la mordida tensa a causa de la presión que sentía en ese momento. Con un certero movimiento de la mano y un par de vueltas terminó de cerrar el último punto y finalmente cortó el hilo con cuidado. Dejó escapar en un suspiro el aire que había contenido en todo ese rato y contempló la sutura que acababa de realizar. Estaba muy lejos de ser lo que un médico profesional habría hecho, pero al menos se veía prolija y limpia.
Dejó el hilo y la aguja a un lado y se llevó los dedos a la boca para quitarse la hierba que había masticado, que ahora era más bien una especie de pasta verde.
-¿Hay que aplicarlo directamente sobre la herida? –le preguntó esperando su respuesta para hacer lo que fuese necesario.
-¿Qué clase de planta es? ¿De dónde la conseguiste? –nuevas preguntas empezaban a surgir a causa de una curiosidad que deseaba saciar. Tampoco iba a desaprovechar aquella oportunidad para aprender algo nuevo si es que podía, no dudaba de que le serviría para el futuro.
La sangre también había empezado a emanar en menor cantidad, lo que probablemente significaba que podrían seguir con el siguiente paso de la curación, aunque ella no estaba del todo segura de cuál era.
Cuando el extranjero le preguntó si se avergonzaba de lo que veía, le respondió con un huraño “no” y el ceño levemente fruncido mientras apartaba la mirada otra vez, aunque seguramente el color de sus mejillas delatarían que aquella respuesta no era del todo sincera. La compañía masculina que había tenido en el pasado se basaba en muchachos de su edad, flacuchos y poco interesantes. Sus cuerpos en comparación al de él eran poca cosa, así como sus palabras y acciones que también eran torpes e inmaduras. Él en cambio era un hombre y además también un desconocido, por eso se le hacía un tanto incómodo verlo así.
-Por supuesto –respondió rápidamente cuando le preguntó si sabía coser. Eso era algo que había aprendido hace muchos años y era una tarea de todos los días para ella, aunque no creía que coser tela fuese realmente tan similar a coser la piel de alguien. ¿Así que tendría que hacerlo ella? Bueno, le había dicho que si no quería podría hacerlo él mismo, pero para eso tendría que admitir que no se atrevía y esa idea no le gustaba mucho. Además siempre veía en esas situaciones la oportunidad de aprender algo nuevo. Y Emhyr estaría ahí para indicarle si hacía algo mal, así que supuso que no podía ser tan complicado.
Recibió las hierbas que le ofrecía y escuchó sus indicaciones. Al principio dudó en hacerle caso, después de todo no tenía idea de qué clase de planta era ni de los efectos que tendría. ¿Y si le estaba mintiendo? ¿Qué tal si terminaba desmayada o algo peor? Pero él mismo las estaba masticando también, así que debía de ser cierto lo que decía. Se llevó un puñado a la boca y empezó a masticar, tenían un sabor extraño pero no realmente desagradable.
Ensartó el hilo en la aguja con mano hábil, para su suerte la luz de la luna se filtraba por los grandes agujeros del techo iluminando la zona lo suficiente como para que pudiera trabajar con comodidad, y además su visión ya se había acostumbrado a aquella semi-oscuridad.
Una vez más acercó las manos a la herida de Emhyr, procurando que no le temblaran. Debía hacerle caso a sus palabras: “es como coser una tela, tienes que hacerlo con mano firme y sin miedo”. Y eso era precisamente lo que pretendía hacer.
Contuvo la respiración y atravesó el primer punto de la piel en uno de los bordes de la herida; era extraño clavar la aguja en carne humana, pero trataba de imaginar que era otro material para no ponerse nerviosa. La primera puntada fue la más difícil, pero después tomó más confianza y empezó a cerrar la herida tal como si se hubiese tratado de un trozo de tela rasgada. Estaba concentrada en su tarea pero a ratos apartaba la mirada hacia el rostro de Emhyr para asegurarse de que no lo estuviese haciendo mal o de que no le estuviese doliendo demasiado. Sabía que en caso de cometer un error, él se lo haría saber.
Masticar la hierba también la relajaba de cierta manera; si no hubiese tenido eso en la boca seguramente habría tenido la mordida tensa a causa de la presión que sentía en ese momento. Con un certero movimiento de la mano y un par de vueltas terminó de cerrar el último punto y finalmente cortó el hilo con cuidado. Dejó escapar en un suspiro el aire que había contenido en todo ese rato y contempló la sutura que acababa de realizar. Estaba muy lejos de ser lo que un médico profesional habría hecho, pero al menos se veía prolija y limpia.
Dejó el hilo y la aguja a un lado y se llevó los dedos a la boca para quitarse la hierba que había masticado, que ahora era más bien una especie de pasta verde.
-¿Hay que aplicarlo directamente sobre la herida? –le preguntó esperando su respuesta para hacer lo que fuese necesario.
-¿Qué clase de planta es? ¿De dónde la conseguiste? –nuevas preguntas empezaban a surgir a causa de una curiosidad que deseaba saciar. Tampoco iba a desaprovechar aquella oportunidad para aprender algo nuevo si es que podía, no dudaba de que le serviría para el futuro.
Cosette Renaud- Humano Clase Baja
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Re: No toda la gente errante anda perdida [Emhyr]
-Pues estas roja. Mmmm... Supongo que será el frío. -Cuando ella negó y desvió su mirada, dando evidencia de que “si” se sentido ciertamente avergonzada, él no pudo evitar reír con cierta sonoridad para luego quejarse de la herida con una maldición. La herida no era demasiado grave, pero era un fastidio ya que con cada bocanada de aire que tomaba sentía aquella tirantez y punzada en el costado.
Mientras esperaba a que ella se decidiese, continúo masticando distraído aquella hierbas, y por un momento miró aquel cielo ambiguo, que a veces indicaba su deseo de llorar por las nubes oscuras y dispersas pero otras veces mostraba toda la claridad y luz que la señora de plata deseaba emanar.
-¡Auch! -No se lo había esperado con la primera puntada, un gesto incomodo en su rostro y sus mandíbulas se apretaron. Suspiro, aguantando aquella incomoda sensación, cerrando los ojos hasta que sintio que ya paraba. Luego examinó las puntadas. -¡Pufff esperaba un estropicio! -Comentó en un principio para picarla, al ver que el cosido era regular y factible, otra cicatriz que añadir a la colección. -Esta bastante bien para ser tu primera vez, espero que todas las primeras sean iguales. -Otra bromita, lo que quería era sacarle los colores con su descaro, aquello le divertía bastante y le hacía olvidar el mal sabor de boca (seguro compartían) que tenía por aquella noche de desastres.
-Limpia la herida otra vez con agua, y luego con la pasta masticada aplastarla bien con tus manos. Así... -De su boca saco aquella pequeña bola verdácea y comenzó a comprimirl#000000anos. -Si, tiene que ir sobre la herida... Presiona sin miedo. -Dijo tras haber esperado a que la limpiase, y aplico un poco de aquella masa, sus labios finos se apretaron aquello dolía bastante pero era necesario.
-¡Adiós otra camisa! Tendré que comprar o pedir uno nueva. -Tras ello tomó otro trozo de su camisa, y rasgo desde cuello recorriendo la espalda hasta la cintura de la camisa, creando trozos grandes y perfectos para envolver la herida con fuerza. -Es salvia. Relaja, calma el dolor, y si la tomas en grandes cantidades, pues bueno... Eso. La que estaba fumando estaba seca y la tengo desde hace meses, la fresca... Bueno, digamos que el Jardín Botánico da buena aportación a mi causa recolectora, por las noches esta poco vigilado y puedo tomar lo necesario.
Mientras ella terminaba con su labor volvió a alcanzar el abrigo y comenzó a buscar en sus enormes bolsillos ocultos.
-Cosette, ¿tienes a alguien? Hermanos, padres... -Emhyr aun se preguntaba que hacía aquella chiquilla allí ayudándole, cuando lo más sensato era continuar con su camino.
Tras aquel rebusco, saco una sencilla caja de cerillas de su bolsillo. La abrió levemente y saco de su interior un pequeño palito, curvado por un extremo, de metal que introdujo en un agujerito que tenía aquella “aparente caja de cerillas”.
-Para ti, por tus servicios. -Se lo tendió como si aquello no fuese muy importante, y solo fuese un simple detalle, pero detrás de aquella pequeña cajita de cerillas había un trabajo de “chinos por así decirlo”, ya que en su interior estaban los típicos engranajes de una cajita de música, era una de las pocas aficiones que tenía el turco. -Si lo giras puede que suene.
Mientras esperaba a que ella se decidiese, continúo masticando distraído aquella hierbas, y por un momento miró aquel cielo ambiguo, que a veces indicaba su deseo de llorar por las nubes oscuras y dispersas pero otras veces mostraba toda la claridad y luz que la señora de plata deseaba emanar.
-¡Auch! -No se lo había esperado con la primera puntada, un gesto incomodo en su rostro y sus mandíbulas se apretaron. Suspiro, aguantando aquella incomoda sensación, cerrando los ojos hasta que sintio que ya paraba. Luego examinó las puntadas. -¡Pufff esperaba un estropicio! -Comentó en un principio para picarla, al ver que el cosido era regular y factible, otra cicatriz que añadir a la colección. -Esta bastante bien para ser tu primera vez, espero que todas las primeras sean iguales. -Otra bromita, lo que quería era sacarle los colores con su descaro, aquello le divertía bastante y le hacía olvidar el mal sabor de boca (seguro compartían) que tenía por aquella noche de desastres.
-Limpia la herida otra vez con agua, y luego con la pasta masticada aplastarla bien con tus manos. Así... -De su boca saco aquella pequeña bola verdácea y comenzó a comprimirl#000000anos. -Si, tiene que ir sobre la herida... Presiona sin miedo. -Dijo tras haber esperado a que la limpiase, y aplico un poco de aquella masa, sus labios finos se apretaron aquello dolía bastante pero era necesario.
-¡Adiós otra camisa! Tendré que comprar o pedir uno nueva. -Tras ello tomó otro trozo de su camisa, y rasgo desde cuello recorriendo la espalda hasta la cintura de la camisa, creando trozos grandes y perfectos para envolver la herida con fuerza. -Es salvia. Relaja, calma el dolor, y si la tomas en grandes cantidades, pues bueno... Eso. La que estaba fumando estaba seca y la tengo desde hace meses, la fresca... Bueno, digamos que el Jardín Botánico da buena aportación a mi causa recolectora, por las noches esta poco vigilado y puedo tomar lo necesario.
Mientras ella terminaba con su labor volvió a alcanzar el abrigo y comenzó a buscar en sus enormes bolsillos ocultos.
-Cosette, ¿tienes a alguien? Hermanos, padres... -Emhyr aun se preguntaba que hacía aquella chiquilla allí ayudándole, cuando lo más sensato era continuar con su camino.
Tras aquel rebusco, saco una sencilla caja de cerillas de su bolsillo. La abrió levemente y saco de su interior un pequeño palito, curvado por un extremo, de metal que introdujo en un agujerito que tenía aquella “aparente caja de cerillas”.
-Para ti, por tus servicios. -Se lo tendió como si aquello no fuese muy importante, y solo fuese un simple detalle, pero detrás de aquella pequeña cajita de cerillas había un trabajo de “chinos por así decirlo”, ya que en su interior estaban los típicos engranajes de una cajita de música, era una de las pocas aficiones que tenía el turco. -Si lo giras puede que suene.
Emhyr Van Emreys- Licántropo Clase Baja
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Re: No toda la gente errante anda perdida [Emhyr]
Al parecer Emhyr le estaba tomando el gusto a molestarla con sus bromas descaradas. Ella trataba de no mostrarse afectada pero seguramente su mirada arisca y la expresión de su rostro la delatarían. Sin embargo debía admitir también que aquellas palabras sagaces y sus risas hacían que la tensión del ambiente desapareciera poco a poco. Al fin y al cabo el sentido del humor se apreciaba mucho en situaciones como esa, incluso si ella misma terminaba siendo el blanco de sus bromas.
Escuchó sus instrucciones nuevamente y le hizo caso. Volvió a pasar la tela húmeda sobre la herida con el mayor cuidado posible y luego aplicó la pasta verdosa tal como él lo había hecho. Presionó un poco con los dedos para que la sustancia quedara bien adherida a la piel mientras con la manga de la blusa se limpiaba los labios para quitarse algún resto de aquellas hierbas.
Escuchó con interés lo que el hombre le decía respecto a la planta que había usado y las propiedades que tenía. Creía recordar que su madre había cocinado alguna vez con salvia, pero jamás habría sospechado que tenía esas cualidades curativas. Trató de tomar nota mental de todo lo que escuchaba, su mente siempre se mantenía abierta a nuevos conocimientos y jamás ocultaba que realmente adoraba aprender.
La herida ahora se había cubierto por completo de verde, y la curación que habían improvisado no se veía nada mal. Dando por finalizada la tarea, al menos momentáneamente, Cosette se limpió las manos en la falda y se apartó un poco para sentarse más cómoda con la espalda apoyada en la pared igual que él. Tomó aire y suspiró; se sentía cansada, no tenía sueño pero sí la sensación de que su cuerpo se había quedado sin energías, quizás por los nervios de la situación ocurrida o tal vez por las hierbas que había estado masticando. Imaginó que para Emhyr debía de ser mucho peor.
Escuchó su pregunta y le miró con una ceja enarcada.
-Tengo una familia y una casa. No soy una vagabunda si eso es lo que pensabas –no podía evitar sonar reticente con sus palabras. La desconfianza gobernaba su vida, y las experiencias pasadas la habían convertido en alguien que se asemejaba mucho a esos animales maltratados y huidizos que han perdido por completo la confianza en el ser humano, y que están siempre alertas y a la defensiva, dispuestos a atacar cuando sea necesario.
Era una parte de quien era, y aunque le hubiese gustado dejar de lado todas esas sospechas, atravesar esa barrera de inseguridad era más difícil de lo que parecía.
Emhyr buscaba algo en los bolsillos de su abrigo y eso despertó su curiosidad. Recibió lo que le ofrecía sin saber de qué se trataba, a primera vista parecía una caja de fósforos común y corriente. Miró al extranjero cuando le dijo que quizás sonaría si lo giraba así que eso fue lo que hizo, giró el pequeño palito de metal y pudo escuchar el “click” de lo que parecían ser engranajes que se movían por dentro, seguidos de una melodía que poco a poco empezó a apoderarse del silencio de la casa.
No estaba acostumbrada a ese tipo de sorpresas, tampoco podía entender cómo algo tan pequeño podía producir un sonido tan bonito. La melodía no era parecida a nada que hubiese escuchado antes. Continuó girando hasta que la melodía empezó a repetirse y entonces se detuvo.
-¿Lo hiciste tú mismo? –le preguntó mientras las últimas notas se perdían en el aire. “¿O lo robaste?”, no pudo evitar que ese pensamiento llegara a su mente pero no lo dijo en voz alta pues sería bastante desconsiderado. Al fin y al cabo se lo había regalado.
-Gracias –le dijo con sinceridad. –Pero no lo veas como un servicio sino más bien como la devolución de un favor –agregó mientras cerraba las manos alrededor de la cajita con mucho cuidado, como si quisiera protegerla de la oscuridad y del frío. Casi parecía una niña pequeña con un juguete nuevo, y es que no podía recordar cuándo había sido la última vez que le habían dado algo así.
-¿Qué hay de ti? –preguntó finalmente mirándole de reojo mientras echaba la cabeza hacia atrás para apoyarla contra el muro.
-¿De dónde vienes y qué te trajo a París? –ahora que parecía poder darse la libertad de preguntar, no iba a desaprovechar la oportunidad para aclarar algunas de sus dudas. –¿Dónde aprendiste todas estas cosas? –Emhyr había demostrado que sabía más que un par de trucos con monedas y fuego, y estaba segura de que una persona así no aprendería ese tipo de cosas en la calle.
Escuchó sus instrucciones nuevamente y le hizo caso. Volvió a pasar la tela húmeda sobre la herida con el mayor cuidado posible y luego aplicó la pasta verdosa tal como él lo había hecho. Presionó un poco con los dedos para que la sustancia quedara bien adherida a la piel mientras con la manga de la blusa se limpiaba los labios para quitarse algún resto de aquellas hierbas.
Escuchó con interés lo que el hombre le decía respecto a la planta que había usado y las propiedades que tenía. Creía recordar que su madre había cocinado alguna vez con salvia, pero jamás habría sospechado que tenía esas cualidades curativas. Trató de tomar nota mental de todo lo que escuchaba, su mente siempre se mantenía abierta a nuevos conocimientos y jamás ocultaba que realmente adoraba aprender.
La herida ahora se había cubierto por completo de verde, y la curación que habían improvisado no se veía nada mal. Dando por finalizada la tarea, al menos momentáneamente, Cosette se limpió las manos en la falda y se apartó un poco para sentarse más cómoda con la espalda apoyada en la pared igual que él. Tomó aire y suspiró; se sentía cansada, no tenía sueño pero sí la sensación de que su cuerpo se había quedado sin energías, quizás por los nervios de la situación ocurrida o tal vez por las hierbas que había estado masticando. Imaginó que para Emhyr debía de ser mucho peor.
Escuchó su pregunta y le miró con una ceja enarcada.
-Tengo una familia y una casa. No soy una vagabunda si eso es lo que pensabas –no podía evitar sonar reticente con sus palabras. La desconfianza gobernaba su vida, y las experiencias pasadas la habían convertido en alguien que se asemejaba mucho a esos animales maltratados y huidizos que han perdido por completo la confianza en el ser humano, y que están siempre alertas y a la defensiva, dispuestos a atacar cuando sea necesario.
Era una parte de quien era, y aunque le hubiese gustado dejar de lado todas esas sospechas, atravesar esa barrera de inseguridad era más difícil de lo que parecía.
Emhyr buscaba algo en los bolsillos de su abrigo y eso despertó su curiosidad. Recibió lo que le ofrecía sin saber de qué se trataba, a primera vista parecía una caja de fósforos común y corriente. Miró al extranjero cuando le dijo que quizás sonaría si lo giraba así que eso fue lo que hizo, giró el pequeño palito de metal y pudo escuchar el “click” de lo que parecían ser engranajes que se movían por dentro, seguidos de una melodía que poco a poco empezó a apoderarse del silencio de la casa.
No estaba acostumbrada a ese tipo de sorpresas, tampoco podía entender cómo algo tan pequeño podía producir un sonido tan bonito. La melodía no era parecida a nada que hubiese escuchado antes. Continuó girando hasta que la melodía empezó a repetirse y entonces se detuvo.
-¿Lo hiciste tú mismo? –le preguntó mientras las últimas notas se perdían en el aire. “¿O lo robaste?”, no pudo evitar que ese pensamiento llegara a su mente pero no lo dijo en voz alta pues sería bastante desconsiderado. Al fin y al cabo se lo había regalado.
-Gracias –le dijo con sinceridad. –Pero no lo veas como un servicio sino más bien como la devolución de un favor –agregó mientras cerraba las manos alrededor de la cajita con mucho cuidado, como si quisiera protegerla de la oscuridad y del frío. Casi parecía una niña pequeña con un juguete nuevo, y es que no podía recordar cuándo había sido la última vez que le habían dado algo así.
-¿Qué hay de ti? –preguntó finalmente mirándole de reojo mientras echaba la cabeza hacia atrás para apoyarla contra el muro.
-¿De dónde vienes y qué te trajo a París? –ahora que parecía poder darse la libertad de preguntar, no iba a desaprovechar la oportunidad para aclarar algunas de sus dudas. –¿Dónde aprendiste todas estas cosas? –Emhyr había demostrado que sabía más que un par de trucos con monedas y fuego, y estaba segura de que una persona así no aprendería ese tipo de cosas en la calle.
Cosette Renaud- Humano Clase Baja
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Re: No toda la gente errante anda perdida [Emhyr]
Las vendas terminaron de envolver lo justo y necesario de su cuerpo, bien apretadas y aseguradas, aun no estaba seguro Emhyr si aquella navaja le había alcanzado la costilla, pero si estaba seguro de una cosa, y era que partida no estaba, si no el dolor hubiese sido peor.
-Suena bien, seguro que estarán preocupados... O a punto de estarlos. Yo tenía hermanas, una de ellas debe de tener tu misma edad. -Se refirió a eso de "tener familia y casa", para Emhyr eso se había terminado hacía mucho tiempo.... Y no esperaba recuperar esa condición, tampoco en lo que le quedase de vida. Aun era joven para pensar de aquel modo, pero dentro de su lucha del día a día, estaba esa sombra que le decía que a no ser que consiguiese la inmortalidad que ansiaba y le obsesionaba desde su primer cruce con una aquella criaturas, le quedaban meses o años contados para seguir en pie. No iba a estar toda su vida huyendo, y algún días se cansaría y le atraparían, todo se acabaría y nadie lo lamentaría, ¿quién iba a sentir algo por el hijo de un "supuesto" traidor"? Incluso si su hermana pequeña continuaba con vida, simplemente agacharía la cabeza ante la noticia.
Su espalda apoyada sobre el muro, acomodado, Emhyr volvió a tomar el abrigo discreto pero a al vez extravagante por sus hermosos y ricos bordados, hacía frío y no iba arriesgarse a una pulmonía por ello se cubrió con él, sintiéndose relajado y menos dolorido, el efecto de la salvia iba siendo latente.
La música de metal sonó a su lado por un instante, Cosette curioseaba su pequeño presente, parecía como si hubiese descubierto un tesoro con más valor del que tenía, realmente.
-Si, los hago yo, luego las vendo si puedo. -Dijo con suavidad mirando el fondo de aquel habitáculo en penumbra, sin mirar nada. -Ahora quiero aprender a hacer otro tipo de cajas... Más que cajas, quiero aprender a hacer pájaros mecánicos que suenen como las cajas, dicen que en China los hacen.
Suspiró, frotándose los ojos y luego cruzando los brazos como si quisiera resguardar su cuerpo del frío.
-¿De mí? Poco, no vengo de ningún lado pero he venido de alguno. España, Italia, Rumanía... India... Todos lugares de paso como París. De todos esos lugares vengo, pero si me preguntas por mi procedencia, Emm... No sé como se dice en francés, "Türkiye" es el lugar del que procedo. -Se frotó las manos exhalo aire entre ambas para darse calor y volvió a la postura inicial. -Algunas las aprendí de la calle, otras me obligaron: matemáticas, literatura, filosofía, idiomas, historia, astrología... De donde yo provengo te obligan a aprender esas cosas, si no, estas preparado. Sino, no sirves para... Bueno para lo que nos preparaban -Al parecer poco quería hablar de esa parte de su pasado donde el hijo de un noble en vez de seguir los pasos acomodados fue mandando a los 8 años a convertise en jenízaro como había sido su padre. ¿Y de ti que hay? Aun me pregunto porque sigues aquí.
-Suena bien, seguro que estarán preocupados... O a punto de estarlos. Yo tenía hermanas, una de ellas debe de tener tu misma edad. -Se refirió a eso de "tener familia y casa", para Emhyr eso se había terminado hacía mucho tiempo.... Y no esperaba recuperar esa condición, tampoco en lo que le quedase de vida. Aun era joven para pensar de aquel modo, pero dentro de su lucha del día a día, estaba esa sombra que le decía que a no ser que consiguiese la inmortalidad que ansiaba y le obsesionaba desde su primer cruce con una aquella criaturas, le quedaban meses o años contados para seguir en pie. No iba a estar toda su vida huyendo, y algún días se cansaría y le atraparían, todo se acabaría y nadie lo lamentaría, ¿quién iba a sentir algo por el hijo de un "supuesto" traidor"? Incluso si su hermana pequeña continuaba con vida, simplemente agacharía la cabeza ante la noticia.
Su espalda apoyada sobre el muro, acomodado, Emhyr volvió a tomar el abrigo discreto pero a al vez extravagante por sus hermosos y ricos bordados, hacía frío y no iba arriesgarse a una pulmonía por ello se cubrió con él, sintiéndose relajado y menos dolorido, el efecto de la salvia iba siendo latente.
La música de metal sonó a su lado por un instante, Cosette curioseaba su pequeño presente, parecía como si hubiese descubierto un tesoro con más valor del que tenía, realmente.
-Si, los hago yo, luego las vendo si puedo. -Dijo con suavidad mirando el fondo de aquel habitáculo en penumbra, sin mirar nada. -Ahora quiero aprender a hacer otro tipo de cajas... Más que cajas, quiero aprender a hacer pájaros mecánicos que suenen como las cajas, dicen que en China los hacen.
Suspiró, frotándose los ojos y luego cruzando los brazos como si quisiera resguardar su cuerpo del frío.
-¿De mí? Poco, no vengo de ningún lado pero he venido de alguno. España, Italia, Rumanía... India... Todos lugares de paso como París. De todos esos lugares vengo, pero si me preguntas por mi procedencia, Emm... No sé como se dice en francés, "Türkiye" es el lugar del que procedo. -Se frotó las manos exhalo aire entre ambas para darse calor y volvió a la postura inicial. -Algunas las aprendí de la calle, otras me obligaron: matemáticas, literatura, filosofía, idiomas, historia, astrología... De donde yo provengo te obligan a aprender esas cosas, si no, estas preparado. Sino, no sirves para... Bueno para lo que nos preparaban -Al parecer poco quería hablar de esa parte de su pasado donde el hijo de un noble en vez de seguir los pasos acomodados fue mandando a los 8 años a convertise en jenízaro como había sido su padre. ¿Y de ti que hay? Aun me pregunto porque sigues aquí.
Emhyr Van Emreys- Licántropo Clase Baja
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Re: No toda la gente errante anda perdida [Emhyr]
Cosette no pensaba que su familia estuviese realmente preocupada por ella, a pesar de lo que el extranjero decía. Su madre enferma no salía de la cama así que seguramente ni se daría cuenta de que no había regresado todavía, sus hermanos pensarían que estaría trabajando y su padrastro sería el que menos notaría su ausencia, ya que para esas horas probablemente ni siquiera había regresado a casa tampoco. Así que aquello no le preocupaba.
La mención de las hermanas de Emhyr despertó sus ganas de preguntarle más al respecto, pero algo le decía que quizás ese era un tema que sería mejor no tocar por el momento o bien dejarlo para después.
Le vio cubrirse con el abrigo y ella por su parte se cruzó de brazos y retrajo las piernas como si en esa posición buscara retener el calor de su cuerpo. La mención de los pájaros mecánicos hizo que se imaginara aves de metal ahí mismo, cantando e incluso volando alrededor de aquel sitio abandonado. Jamás había visto tal cosa pero su mente le servía como fuente de ideas para intentar adivinar cómo se verían esos extraños juguetes.
Sentía interés por saber más sobre Emhyr, así que se obligó a dejar aquellos pájaros imaginarios de lado para concentrarse en lo que ahora le contaba.
-¿Turquía? –preguntó cuando él mencionó su lugar de procedencia. No es que conociera el idioma pero la palabra sonaba similar así que supuso que ese debía ser el país del que hablaba. Tiempo atrás había conocido a una familia de gitanos que había inmigrado desde Turquía. Eran buenas personas y traían consigo historias exóticas que muchas veces resultaban increíbles. Hace tiempo que no los había visto y no sabía si acaso seguirían en Francia.
Emhyr parecía ser hábil en muchas más cosas de lo que aparentaba, y eso sólo servía para alimentar la curiosidad de ella. ¿Prepararlos decía? ¿Para qué? Nuevas palabras de su parte se traducían en nuevas dudas, empezaba a resultarle un hombre misterioso y a la vez sentía cada vez más curiosidad por saber sobre aquellos lugares en los que decía haber estado así como también los motivos que lo habían hecho llegar hasta ahí.
Decidió que antes de seguir con más preguntas debería responder ella.
-Curiosidad –le dijo rápidamente en respuesta a su último comentario, pues esa era la verdad. Estaba ahí porque quería saber más, no perdía nada quedándose ahí, ni siquiera su tiempo.
-Dudo que en casa se preocupen porque no estoy, de hecho quizás ni siquiera lo noten –hizo un gesto con la mano como restándole importancia al asunto.
-Además están acostumbrados a que salga de noche –tras decirlo se dio cuenta de que sus palabras podrían malinterpretarse, no quería quedar como una “señorita de la noche” o algo parecido así que se apresuró a aclarar lo que decía.
-A veces tomo los turnos nocturnos en una fábrica de tejidos –añadió mientras se acomodaba un mechón de cabello detrás de la oreja. Dudaba que él tuviese un trabajo fijo pero aun así le había dicho que estaba instruido en muchas cosas diferentes, como matemáticas y astrología.
-¿Tu familia se quedó en Turquía? –le preguntó finalmente volviendo al tema inicial.
-¿Por qué te fuiste? ¿Tenías ganas de recorrer el mundo o estás buscando algo en particular aquí? Además de robar un par de monedas y meterte en problemas –sonrió de lado con suficiencia. Emhyr no parecía llevar una vida mucho mejor que la suya, y se preguntaba por qué no utilizaría esos conocimientos que decía tener para hacer algo diferente como abrir un negocio o algo parecido. Aunque eso le obligaría a establecerse en un sitio fijo y aparentemente eso no era lo que él quería.
La mención de las hermanas de Emhyr despertó sus ganas de preguntarle más al respecto, pero algo le decía que quizás ese era un tema que sería mejor no tocar por el momento o bien dejarlo para después.
Le vio cubrirse con el abrigo y ella por su parte se cruzó de brazos y retrajo las piernas como si en esa posición buscara retener el calor de su cuerpo. La mención de los pájaros mecánicos hizo que se imaginara aves de metal ahí mismo, cantando e incluso volando alrededor de aquel sitio abandonado. Jamás había visto tal cosa pero su mente le servía como fuente de ideas para intentar adivinar cómo se verían esos extraños juguetes.
Sentía interés por saber más sobre Emhyr, así que se obligó a dejar aquellos pájaros imaginarios de lado para concentrarse en lo que ahora le contaba.
-¿Turquía? –preguntó cuando él mencionó su lugar de procedencia. No es que conociera el idioma pero la palabra sonaba similar así que supuso que ese debía ser el país del que hablaba. Tiempo atrás había conocido a una familia de gitanos que había inmigrado desde Turquía. Eran buenas personas y traían consigo historias exóticas que muchas veces resultaban increíbles. Hace tiempo que no los había visto y no sabía si acaso seguirían en Francia.
Emhyr parecía ser hábil en muchas más cosas de lo que aparentaba, y eso sólo servía para alimentar la curiosidad de ella. ¿Prepararlos decía? ¿Para qué? Nuevas palabras de su parte se traducían en nuevas dudas, empezaba a resultarle un hombre misterioso y a la vez sentía cada vez más curiosidad por saber sobre aquellos lugares en los que decía haber estado así como también los motivos que lo habían hecho llegar hasta ahí.
Decidió que antes de seguir con más preguntas debería responder ella.
-Curiosidad –le dijo rápidamente en respuesta a su último comentario, pues esa era la verdad. Estaba ahí porque quería saber más, no perdía nada quedándose ahí, ni siquiera su tiempo.
-Dudo que en casa se preocupen porque no estoy, de hecho quizás ni siquiera lo noten –hizo un gesto con la mano como restándole importancia al asunto.
-Además están acostumbrados a que salga de noche –tras decirlo se dio cuenta de que sus palabras podrían malinterpretarse, no quería quedar como una “señorita de la noche” o algo parecido así que se apresuró a aclarar lo que decía.
-A veces tomo los turnos nocturnos en una fábrica de tejidos –añadió mientras se acomodaba un mechón de cabello detrás de la oreja. Dudaba que él tuviese un trabajo fijo pero aun así le había dicho que estaba instruido en muchas cosas diferentes, como matemáticas y astrología.
-¿Tu familia se quedó en Turquía? –le preguntó finalmente volviendo al tema inicial.
-¿Por qué te fuiste? ¿Tenías ganas de recorrer el mundo o estás buscando algo en particular aquí? Además de robar un par de monedas y meterte en problemas –sonrió de lado con suficiencia. Emhyr no parecía llevar una vida mucho mejor que la suya, y se preguntaba por qué no utilizaría esos conocimientos que decía tener para hacer algo diferente como abrir un negocio o algo parecido. Aunque eso le obligaría a establecerse en un sitio fijo y aparentemente eso no era lo que él quería.
Cosette Renaud- Humano Clase Baja
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Re: No toda la gente errante anda perdida [Emhyr]
-¡Ajam! Por eso no hubo... Emmm... -Sus labios se curvaron en una de sus sonrisas cálidas que a veces eran difícil de ver con esa sinceridad. No recordó la palabra como eran en francés "estropicio". -Bueno, que fuiste hábil con la aguja, algo sabes de coser supongo.
Pues esta vez se había equivocado, al principio pensó que debía de ser una chica de clase medio o más bien una de estar chicas sencillas que sirven en buenas casas con dinero, todo ello al ver lo impecable que vestía pero ropas algo ya usadas, eso hizo que descartará del todo el que fuese una huérfana de la calle o incluso una cortesana. Al parecer tenía familia, y si decía de que tenía que echar horas extras a veces, significaba que no les iba muy bien que ella debía de ser algún tipo de sustento.
Ella volvió a preguntar por su familia, el tema que él intentaba desviar. El silencio se hizo, el aire que les rodeaba silbaba levemente, las nubes se desplazaban ligeras en la noche indecisas.
-Cuando amanezca lloverá, pero esta noche no. -Susurro más para sí que para ella. Un gesto indescifrable, enigmático, meditabundo y serio estaba presente en su rostro. Luego sus ojos castaños se volvieron directamente a los de ella. -¿Tienes frío?
Apenas estaba hecha la pregunta cuando se tomó toda la libertad del mundo para meter su mano por su espalda obligándola a despegarse de la pared y envolver su cintura para tirar de ella, acercarla a su cuerpo, apretándola con su leve abrazo.
-¿Mejor así? -Le sonrió busca su conformidad, luego le miró divertido. -Si quieres puedes meterte dentro del abrigo conmigo, hay sitio de sobra para los dos, fue de un hombre bastante grande. -Si no lo decía no se iba a quedar tranquilo, él era así, tenía ganas de sacarle otra vez esas mejillas coloradas.
De nuevo la cabeza echada en la pared y la mirada perdida, la pregunta continuaba acusándole en la cabeza, nadie le había preguntando en años por su familia, nadie se había atrevido a curiosear en aquel pasado, un pasado que le parecía tan irreal como si nunca lo hubiese vivido, como si fuese más un cuento o una historia ajena a él totalmente, como una sombra que nunca había vivido. Era tan extraña este tipo de sensación, aun podía sentir aquel agujero removiéndose en su interior, ¿o era el efecto de salvia? Se sentía muy cansado, incluso podría decirse que adormilado.
-Eramos tres: dos niñas y yo, el mediano. Mi hermana mayor la casaron con 14 años, y se marcho con su marido. Nithara aun era muy pequeña en ese entonces, y a mí me había llegado la hora de marcharme, tenía 8 años cuando me llevaron al "Acemi Oğlanı", es como una clase de escuela de soldados, pero no de soldados corrientes, son solo para nuestro... Emm, no sé como se dice o como explicarlo, son como los hombres del rey, especialmente para el rey como vosotros o como vosotros llaméis al líder de vuestro país. -Muy bueno su francés, pero a veces para hablar de costumbres tan distintas era complicado explicarlo. -Los llaman "yeniçeri" (jenízaro), en mi país es un honor, y para mi padre era importante. Y ya no volví a ver a mis padres nunca más, mi madre me enviaba cartas, supe que a los dos años de entrar en esa escuela mi hermana mayor murió a dar a luz, luego mis padres al parecer murieron y a mi hermana pequeña la prometieron. Y yo simplemente pues... -"¿ Huiste Emhyr como un cobarde? No, él le te salvo y te regalo ese abrigo por una promesa, teníamos esperanza de que todo se calmará." Pensó deteniéndose. -"Vague". De un país en otro, sin rumbo no sé, seguro que no estaré ni aquí ni un año, no consigo sentirme a gusto en ningún lugar, ni aspiro a lo que todo que es un bienestar o riqueza, estoy bien como estoy. Sin nada más que yo mismo, ¿para que quiero más? -Y ahí quedaba zanjado el asunto, se había comido demasiado de su historia de como pertenecía a la nobleza turca, que había perdido sus riquezas, sus propiedad y titulo nobiliario por una traición que había acabado con la vida de sus seres queridos y que le había obligado a exiliarse y huir, ya que a pesar de los años, aun continuaban buscándole. Para ciertos para el marido de su hermana pequeña, era peligroso que el heredero de la fortuna y el título añadido al suyo, siguiese con vida.
Silencio, cortante y algo tensó cuando dio a entender Emhyr que para él el tema de las familias daba por finalizado, que no era algo que le gustase hablar. Si quería preguntar por otra cosa, era libre y no le iba a importar pero ese tema... Mejor que no entrase más en aquella hondonada.
Tanteo en uno de sus bolsillo el pequeño botín de la noche, tal vez ella lo necesitase más que él y las monedas.
-Te robe las monedas y no te las iba a devolver. -Le dijo simplemente, acurrucándose contra ella disimuladamente, le estaba entrando bastante sueño, se sentía demasiado relajado y a gusto.
Pues esta vez se había equivocado, al principio pensó que debía de ser una chica de clase medio o más bien una de estar chicas sencillas que sirven en buenas casas con dinero, todo ello al ver lo impecable que vestía pero ropas algo ya usadas, eso hizo que descartará del todo el que fuese una huérfana de la calle o incluso una cortesana. Al parecer tenía familia, y si decía de que tenía que echar horas extras a veces, significaba que no les iba muy bien que ella debía de ser algún tipo de sustento.
Ella volvió a preguntar por su familia, el tema que él intentaba desviar. El silencio se hizo, el aire que les rodeaba silbaba levemente, las nubes se desplazaban ligeras en la noche indecisas.
-Cuando amanezca lloverá, pero esta noche no. -Susurro más para sí que para ella. Un gesto indescifrable, enigmático, meditabundo y serio estaba presente en su rostro. Luego sus ojos castaños se volvieron directamente a los de ella. -¿Tienes frío?
Apenas estaba hecha la pregunta cuando se tomó toda la libertad del mundo para meter su mano por su espalda obligándola a despegarse de la pared y envolver su cintura para tirar de ella, acercarla a su cuerpo, apretándola con su leve abrazo.
-¿Mejor así? -Le sonrió busca su conformidad, luego le miró divertido. -Si quieres puedes meterte dentro del abrigo conmigo, hay sitio de sobra para los dos, fue de un hombre bastante grande. -Si no lo decía no se iba a quedar tranquilo, él era así, tenía ganas de sacarle otra vez esas mejillas coloradas.
De nuevo la cabeza echada en la pared y la mirada perdida, la pregunta continuaba acusándole en la cabeza, nadie le había preguntando en años por su familia, nadie se había atrevido a curiosear en aquel pasado, un pasado que le parecía tan irreal como si nunca lo hubiese vivido, como si fuese más un cuento o una historia ajena a él totalmente, como una sombra que nunca había vivido. Era tan extraña este tipo de sensación, aun podía sentir aquel agujero removiéndose en su interior, ¿o era el efecto de salvia? Se sentía muy cansado, incluso podría decirse que adormilado.
-Eramos tres: dos niñas y yo, el mediano. Mi hermana mayor la casaron con 14 años, y se marcho con su marido. Nithara aun era muy pequeña en ese entonces, y a mí me había llegado la hora de marcharme, tenía 8 años cuando me llevaron al "Acemi Oğlanı", es como una clase de escuela de soldados, pero no de soldados corrientes, son solo para nuestro... Emm, no sé como se dice o como explicarlo, son como los hombres del rey, especialmente para el rey como vosotros o como vosotros llaméis al líder de vuestro país. -Muy bueno su francés, pero a veces para hablar de costumbres tan distintas era complicado explicarlo. -Los llaman "yeniçeri" (jenízaro), en mi país es un honor, y para mi padre era importante. Y ya no volví a ver a mis padres nunca más, mi madre me enviaba cartas, supe que a los dos años de entrar en esa escuela mi hermana mayor murió a dar a luz, luego mis padres al parecer murieron y a mi hermana pequeña la prometieron. Y yo simplemente pues... -"¿ Huiste Emhyr como un cobarde? No, él le te salvo y te regalo ese abrigo por una promesa, teníamos esperanza de que todo se calmará." Pensó deteniéndose. -"Vague". De un país en otro, sin rumbo no sé, seguro que no estaré ni aquí ni un año, no consigo sentirme a gusto en ningún lugar, ni aspiro a lo que todo que es un bienestar o riqueza, estoy bien como estoy. Sin nada más que yo mismo, ¿para que quiero más? -Y ahí quedaba zanjado el asunto, se había comido demasiado de su historia de como pertenecía a la nobleza turca, que había perdido sus riquezas, sus propiedad y titulo nobiliario por una traición que había acabado con la vida de sus seres queridos y que le había obligado a exiliarse y huir, ya que a pesar de los años, aun continuaban buscándole. Para ciertos para el marido de su hermana pequeña, era peligroso que el heredero de la fortuna y el título añadido al suyo, siguiese con vida.
Silencio, cortante y algo tensó cuando dio a entender Emhyr que para él el tema de las familias daba por finalizado, que no era algo que le gustase hablar. Si quería preguntar por otra cosa, era libre y no le iba a importar pero ese tema... Mejor que no entrase más en aquella hondonada.
Tanteo en uno de sus bolsillo el pequeño botín de la noche, tal vez ella lo necesitase más que él y las monedas.
-Te robe las monedas y no te las iba a devolver. -Le dijo simplemente, acurrucándose contra ella disimuladamente, le estaba entrando bastante sueño, se sentía demasiado relajado y a gusto.
Emhyr Van Emreys- Licántropo Clase Baja
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Re: No toda la gente errante anda perdida [Emhyr]
El comentario de la lluvia le hizo mirar hacia el techo pensando que quizás ese había sido un método para eludir sus preguntas o tal vez para ganar algo de tiempo antes de responderle. Qué enigmático. Obviamente no iba a presionarle ni a insistir si él no quería hablar, después de todo no estaba en su derecho y también sabía que muchas veces habían temas que simplemente eran mejor evitar.
El techo roto dejaba entrever las nubes que cubrían el cielo desde aquella tarde, se desplazaban con el viento lentamente como si fuesen fantasmas grises que flotaban en la negrura de la noche. La luna plateada, que casi tenía una forma circular perfecta, parecía luchar por que ninguna nube la cubriera y le impidiera iluminar el ambiente con su brillo.
La pregunta de Emhyr la sacó de sus cavilaciones, haciéndole parpadear un par de veces como tomada por sorpresa con aquel comentario. Sin embargo no alcanzó a formular una respuesta pues él ya le había tomado por la cintura y la había acercado hacia él.
No opuso resistencia, más que nada porque no tuvo tiempo de hacerlo, pero en su mente dudaba de si aquello sería buena idea o no. Sí, Emhyr la había salvado pero seguía siendo un desconocido… y un hombre. Sin embargo algo le decía que sus intenciones no eran más que las que parecía demostrar, es decir, ayudarle a resguardarse un poco del frío. Además no había que olvidar que estaba herido y probablemente débil.
Aún en silencio su cuerpo se tensó durante un momento al tiempo que sus mejillas se sonrojaban ligeramente. No es que le incomodara aquella cercanía pero realmente era algo que no se había esperado.
-Gracias –le dijo cuando finalmente atinó a responderle, después de todo le estaba ofreciendo su abrigo.
-Pero te advierto que si intentas pasarte de listo conmigo, no dudaré en arrancar cada una de las puntadas que te cosí –le dijo mirándole con los ojos entrecerrados. No tenía afán de amenazarle realmente, pues de todas formas dudaba que una chiquilla pudiese representar algún tipo de amenaza para alguien como él. Pero quería dejarle claro que con ese acercamiento ella estaba depositando cierto grado de confianza en Emhyr y esperaba que él respetara eso. Tampoco podía negar que la noche era fría y ella no había salido de casa preparada para pasar tanto tiempo afuera, pues eso no había estado dentro de sus planes en un principio.
Tomó una parte del abrigo y se cubrió un poco con él, suponiendo que ya no respondería a las preguntas que le había hecho antes. Sin embargo empezó a hablar y ella le prestó atención sin interrumpirle en ningún momento.
La idea de que un niño de ocho años fuese separado de su familia para convertirse en soldado se le hacía extraña y a la vez un tanto atemorizante. Aquella no era una historia bonita y ahora entendía por qué él había parecido dudar en contarle al respecto. Ella había perdido a su padre y a su hermano mayor, pero aún tenía a su madre y a sus otros cuatro hermanos. Él en cambio ya no tenía a nadie. Debía de ser triste llevar una vida tan solitaria, pensó, aunque también estaba segura de que todas esas experiencias le habrían servido para aprender y crecer.
Aún tenía dudas pero Emhyr parecía haber dado por zanjado el tema, y ella no iba a insistir tampoco. Sería como tocar una herida que aún no había curado del todo, o eso suponía. No pudo evitar sentir lástima por él, alguien que estaba solo tan lejos de casa… o más bien, que ya no tenía casa y tampoco familia. A él parecía no molestarle, pues acababa de decir que no necesitaba nada más que él mismo. Pero ella tenía sus dudas.
-¿Y no crees que en algún momento te cansarás de todo esto? –le preguntó refiriéndose al tipo de vida que llevaba.
-Quiero decir, debe ser genial poder valerse por uno mismo sin tener que pensar en el resto, tener tu propia libertad, ir a donde tú quieras e incluso conocer otros países… –se quedó pensativa durante un momento, como si la idea le resultase tentadora.
-Pero imagino que en algún momento querrás formar tu propia familia y tener tu propia casa, ¿no?
Para ella su familia era demasiado importante, y aunque admitía que le gustaría poder recorrer el mundo y simplemente olvidarse de todo por un tiempo, una vida errante no era algo que le gustaría mantener por siempre.
Sintió cómo se acurrucaba contra ella mientras le comentaba respecto a las monedas. Empezaba a acostumbrarse a esa calidez que innegablemente resultaba agradable.
-Descuida, no guardo rencores –le dijo con sinceridad, pues al fin al cabo le había devuelto las monedas.
-Es más, quizás hasta intente poner el truco en práctica –le dijo sonriendo con pericia, sin saber que aquello había sido más que un simple juego de manos. No hablaba del todo en serio pues aunque había robado un par de veces en el pasado no era algo que pensara en repetir.
-¿Puedo preguntarte por qué tienes tantos tatuajes? –inquirió cambiando de tema y recordando las marcas que le había visto cuando se había quitado la camisa.
-¿Duele cuando te los hacen?
El techo roto dejaba entrever las nubes que cubrían el cielo desde aquella tarde, se desplazaban con el viento lentamente como si fuesen fantasmas grises que flotaban en la negrura de la noche. La luna plateada, que casi tenía una forma circular perfecta, parecía luchar por que ninguna nube la cubriera y le impidiera iluminar el ambiente con su brillo.
La pregunta de Emhyr la sacó de sus cavilaciones, haciéndole parpadear un par de veces como tomada por sorpresa con aquel comentario. Sin embargo no alcanzó a formular una respuesta pues él ya le había tomado por la cintura y la había acercado hacia él.
No opuso resistencia, más que nada porque no tuvo tiempo de hacerlo, pero en su mente dudaba de si aquello sería buena idea o no. Sí, Emhyr la había salvado pero seguía siendo un desconocido… y un hombre. Sin embargo algo le decía que sus intenciones no eran más que las que parecía demostrar, es decir, ayudarle a resguardarse un poco del frío. Además no había que olvidar que estaba herido y probablemente débil.
Aún en silencio su cuerpo se tensó durante un momento al tiempo que sus mejillas se sonrojaban ligeramente. No es que le incomodara aquella cercanía pero realmente era algo que no se había esperado.
-Gracias –le dijo cuando finalmente atinó a responderle, después de todo le estaba ofreciendo su abrigo.
-Pero te advierto que si intentas pasarte de listo conmigo, no dudaré en arrancar cada una de las puntadas que te cosí –le dijo mirándole con los ojos entrecerrados. No tenía afán de amenazarle realmente, pues de todas formas dudaba que una chiquilla pudiese representar algún tipo de amenaza para alguien como él. Pero quería dejarle claro que con ese acercamiento ella estaba depositando cierto grado de confianza en Emhyr y esperaba que él respetara eso. Tampoco podía negar que la noche era fría y ella no había salido de casa preparada para pasar tanto tiempo afuera, pues eso no había estado dentro de sus planes en un principio.
Tomó una parte del abrigo y se cubrió un poco con él, suponiendo que ya no respondería a las preguntas que le había hecho antes. Sin embargo empezó a hablar y ella le prestó atención sin interrumpirle en ningún momento.
La idea de que un niño de ocho años fuese separado de su familia para convertirse en soldado se le hacía extraña y a la vez un tanto atemorizante. Aquella no era una historia bonita y ahora entendía por qué él había parecido dudar en contarle al respecto. Ella había perdido a su padre y a su hermano mayor, pero aún tenía a su madre y a sus otros cuatro hermanos. Él en cambio ya no tenía a nadie. Debía de ser triste llevar una vida tan solitaria, pensó, aunque también estaba segura de que todas esas experiencias le habrían servido para aprender y crecer.
Aún tenía dudas pero Emhyr parecía haber dado por zanjado el tema, y ella no iba a insistir tampoco. Sería como tocar una herida que aún no había curado del todo, o eso suponía. No pudo evitar sentir lástima por él, alguien que estaba solo tan lejos de casa… o más bien, que ya no tenía casa y tampoco familia. A él parecía no molestarle, pues acababa de decir que no necesitaba nada más que él mismo. Pero ella tenía sus dudas.
-¿Y no crees que en algún momento te cansarás de todo esto? –le preguntó refiriéndose al tipo de vida que llevaba.
-Quiero decir, debe ser genial poder valerse por uno mismo sin tener que pensar en el resto, tener tu propia libertad, ir a donde tú quieras e incluso conocer otros países… –se quedó pensativa durante un momento, como si la idea le resultase tentadora.
-Pero imagino que en algún momento querrás formar tu propia familia y tener tu propia casa, ¿no?
Para ella su familia era demasiado importante, y aunque admitía que le gustaría poder recorrer el mundo y simplemente olvidarse de todo por un tiempo, una vida errante no era algo que le gustaría mantener por siempre.
Sintió cómo se acurrucaba contra ella mientras le comentaba respecto a las monedas. Empezaba a acostumbrarse a esa calidez que innegablemente resultaba agradable.
-Descuida, no guardo rencores –le dijo con sinceridad, pues al fin al cabo le había devuelto las monedas.
-Es más, quizás hasta intente poner el truco en práctica –le dijo sonriendo con pericia, sin saber que aquello había sido más que un simple juego de manos. No hablaba del todo en serio pues aunque había robado un par de veces en el pasado no era algo que pensara en repetir.
-¿Puedo preguntarte por qué tienes tantos tatuajes? –inquirió cambiando de tema y recordando las marcas que le había visto cuando se había quitado la camisa.
-¿Duele cuando te los hacen?
Cosette Renaud- Humano Clase Baja
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Re: No toda la gente errante anda perdida [Emhyr]
Era bastante la diferencia de estar dentro de aquel abrigo solo que con aquella compañía, podía sentir el contacto de aquella directamente contra su piel, proporcionándole indirectamente calor y conformidad.
- Tranquila, solamente esperare a que te quedes dormida para robarte la ropa y luego venderla en algún lado... Nada más. Podré sacar unas cuantas monedas para comprarme una camisa nueva, ¿qué te parece? -Bromeo, mientras sin querer volvía a bostezar. A pesar de que llevaba menos ropa que ella encima, la piel de Emhyr comenzaba a emitir más calor del todo, todo lo contrario a lo que él sentía que era demasiado frío y debilidad. Los primeros efectos de una herida que se veía sofocada en dolor por aquellas hierbas.
-Dime la verdad que a ti te gustaría también viajar, veo esa curiosidad en tus ojos. –Le sonrió con amabilidad. Si algún día me cansaré... -Suspiró sin querer hondear más en el tema, ciertamente ya se sentía últimamente demasiado cansado de aquella vida que no había elegido. - Suena bien eso de formar una propia familia... Una mujer, unos cuantos críos. Probablemente ya los haya pero lo ignoro ni me importa. -En aquello último tenía razón, sería muy extraño que no hubiese dejado algún hijo por el mundo, ya que su fama de mujeriego a veces le precedía en algunos lugares. -Y descansar, es lo que necesito... Descansar. -Voz soñadora, voz de una persona bastante cansada de su situación, voz de que en aquel momento le faltaban fuerzas ya fuese por las heridas o porque tal vez ya estuviese llegando a su límite después de más de 12 años de huida.
Era interesante aquello de poder viajar por todo el mundo y aprender todo lo que el camino te iba proporcionando, saciar aquella curiosidad insaciable que a pocos pican, pero para él aquello no era un viaje de placer, era más un huida y ahora un búsqueda. Aquellos que le había acompañado se había quedado atrás en el camino, y algunos dando su vida por él como por ejemplo el dueño de aquel abrigo que ahora llevaban, aun recordaba sus cara bien en vida y en la muerte, sobre todo en la muerte muy a su pesar. Esa era la razón por la que Emhyr le había cogido cierta manía a crear lazos demasiados fuertes con las personas que se cruzaban con él, o él se cruzaba en sus vida, tanto que había terminado huyendo de ellos por temor a que padeciesen el mismo destino que el resto. Era como un sentimiento de estar arrastrando una maldición cansina que le conducía a la soledad y que solo tenía una solución.
Debía de encontrar el secreto de la inmortalidad, sin importarles el precio, debía de encontrar a aquellas criaturas que le había seducido años atrás en la España de su pasado.
Si era inmortal, nada podría dañarle, sería tan poderoso que podría acabar con sus perseguidores y limpiar el nombre de su familia, podría tener más tiempo y tal vez con ello parar en caminar para decidir sentar la cabeza.
-Y cuando me recupere te enseñaré el truco del fuego, pero tienes que ser precavida. –Aquella vez le habló como si se tratase de una niña a la que le vas a dar una lección, pero realmente no estaba ante una niña, aquella chica ya estaba hecha todo una mujercita.
Emhyr dejo su espalda deslizarse por la pared, quedando más tumbado y perdiendo altura a su lado, apoyó su cabeza contra su hombro. Su cuerpo se elevaba en temperatura y en debilidad, a diferencia de su sensación corporal que era de frío. Mala señal aquella, eso significaba fiebre y que los efectos de la salvia estaban llevándolo a otro lado, a un lado irreal.
Antes de encontrarse con ella ya iba por el segundo cigarro, sumándole el que se había fumado hace poco y el masticar las hierbas. Su corazón se aceleraba y sus pupilas estaba dilatadas, él se concentraba en su voz para no perderse en lo que venía, no creía que llegase al estado de delirio pero su realidad seguro que se veía distorsionada levemente. Si continuaba concentrado en aquella chica, distinguiría la realidad.
-Son palabras en todos los idiomas de donde he estado. -Tirando de su manga mostró parte de su brazo, aquellos símbolos extraños mezclados con palabras extrañas también que en su conjunto formaba otros símbolos. –“Estes scris”, ” लिखा है (Likhā hai)”, “مكتوب (maktub)”, “está escrito”, “yazılır”… -Leyó pronunciando cada idioma, por un instante le pareció ver la sombra distorsionada frente a él, entre aquellos escombros de su propia madre leyendo con él aquellas palabras. –Son mis amuletos, son recuerdos…. Y aquí, falta el idioma de París: “est écrit”. –Señalo un pequeño hueco cerca de una extraña y pequeña cruz. Emhyr cerró los ojos adormecido, mientras volvía a cubrirse el brazo tras dejarle un tiempo para curiosear. Volvía a acomodarse pegado a ella, sintiendo el frío de la fiebre y la voz de Morfeo llamándole. Al menos la salvia le aliviaría de su dolor y con su sueño. –Algunos duelen, otros no… Depende del lugar, depende de la persona que te lo haga. Pero una vez hecho el primero, el dolor no es nada, el cuerpo se acostumbra. –Con los ojos cerrados, y otro suspiró le tomó de la mano. El sentirse débil e incluso inmune, llevaba a aquellos actos voluntarios donde cualquier tipo de búsqueda de calor o protección estaba presente. –Cuando encuentre quien me haga el siguiente, te invito a verlo, pero no es agradable… Demasiada sangre.
- Tranquila, solamente esperare a que te quedes dormida para robarte la ropa y luego venderla en algún lado... Nada más. Podré sacar unas cuantas monedas para comprarme una camisa nueva, ¿qué te parece? -Bromeo, mientras sin querer volvía a bostezar. A pesar de que llevaba menos ropa que ella encima, la piel de Emhyr comenzaba a emitir más calor del todo, todo lo contrario a lo que él sentía que era demasiado frío y debilidad. Los primeros efectos de una herida que se veía sofocada en dolor por aquellas hierbas.
-Dime la verdad que a ti te gustaría también viajar, veo esa curiosidad en tus ojos. –Le sonrió con amabilidad. Si algún día me cansaré... -Suspiró sin querer hondear más en el tema, ciertamente ya se sentía últimamente demasiado cansado de aquella vida que no había elegido. - Suena bien eso de formar una propia familia... Una mujer, unos cuantos críos. Probablemente ya los haya pero lo ignoro ni me importa. -En aquello último tenía razón, sería muy extraño que no hubiese dejado algún hijo por el mundo, ya que su fama de mujeriego a veces le precedía en algunos lugares. -Y descansar, es lo que necesito... Descansar. -Voz soñadora, voz de una persona bastante cansada de su situación, voz de que en aquel momento le faltaban fuerzas ya fuese por las heridas o porque tal vez ya estuviese llegando a su límite después de más de 12 años de huida.
Era interesante aquello de poder viajar por todo el mundo y aprender todo lo que el camino te iba proporcionando, saciar aquella curiosidad insaciable que a pocos pican, pero para él aquello no era un viaje de placer, era más un huida y ahora un búsqueda. Aquellos que le había acompañado se había quedado atrás en el camino, y algunos dando su vida por él como por ejemplo el dueño de aquel abrigo que ahora llevaban, aun recordaba sus cara bien en vida y en la muerte, sobre todo en la muerte muy a su pesar. Esa era la razón por la que Emhyr le había cogido cierta manía a crear lazos demasiados fuertes con las personas que se cruzaban con él, o él se cruzaba en sus vida, tanto que había terminado huyendo de ellos por temor a que padeciesen el mismo destino que el resto. Era como un sentimiento de estar arrastrando una maldición cansina que le conducía a la soledad y que solo tenía una solución.
Debía de encontrar el secreto de la inmortalidad, sin importarles el precio, debía de encontrar a aquellas criaturas que le había seducido años atrás en la España de su pasado.
Si era inmortal, nada podría dañarle, sería tan poderoso que podría acabar con sus perseguidores y limpiar el nombre de su familia, podría tener más tiempo y tal vez con ello parar en caminar para decidir sentar la cabeza.
-Y cuando me recupere te enseñaré el truco del fuego, pero tienes que ser precavida. –Aquella vez le habló como si se tratase de una niña a la que le vas a dar una lección, pero realmente no estaba ante una niña, aquella chica ya estaba hecha todo una mujercita.
Emhyr dejo su espalda deslizarse por la pared, quedando más tumbado y perdiendo altura a su lado, apoyó su cabeza contra su hombro. Su cuerpo se elevaba en temperatura y en debilidad, a diferencia de su sensación corporal que era de frío. Mala señal aquella, eso significaba fiebre y que los efectos de la salvia estaban llevándolo a otro lado, a un lado irreal.
Antes de encontrarse con ella ya iba por el segundo cigarro, sumándole el que se había fumado hace poco y el masticar las hierbas. Su corazón se aceleraba y sus pupilas estaba dilatadas, él se concentraba en su voz para no perderse en lo que venía, no creía que llegase al estado de delirio pero su realidad seguro que se veía distorsionada levemente. Si continuaba concentrado en aquella chica, distinguiría la realidad.
-Son palabras en todos los idiomas de donde he estado. -Tirando de su manga mostró parte de su brazo, aquellos símbolos extraños mezclados con palabras extrañas también que en su conjunto formaba otros símbolos. –“Estes scris”, ” लिखा है (Likhā hai)”, “مكتوب (maktub)”, “está escrito”, “yazılır”… -Leyó pronunciando cada idioma, por un instante le pareció ver la sombra distorsionada frente a él, entre aquellos escombros de su propia madre leyendo con él aquellas palabras. –Son mis amuletos, son recuerdos…. Y aquí, falta el idioma de París: “est écrit”. –Señalo un pequeño hueco cerca de una extraña y pequeña cruz. Emhyr cerró los ojos adormecido, mientras volvía a cubrirse el brazo tras dejarle un tiempo para curiosear. Volvía a acomodarse pegado a ella, sintiendo el frío de la fiebre y la voz de Morfeo llamándole. Al menos la salvia le aliviaría de su dolor y con su sueño. –Algunos duelen, otros no… Depende del lugar, depende de la persona que te lo haga. Pero una vez hecho el primero, el dolor no es nada, el cuerpo se acostumbra. –Con los ojos cerrados, y otro suspiró le tomó de la mano. El sentirse débil e incluso inmune, llevaba a aquellos actos voluntarios donde cualquier tipo de búsqueda de calor o protección estaba presente. –Cuando encuentre quien me haga el siguiente, te invito a verlo, pero no es agradable… Demasiada sangre.
Emhyr Van Emreys- Licántropo Clase Baja
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Fecha de inscripción : 31/07/2010
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