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PARÍS, FRANCIA
AÑO 1842

Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.

Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.

¿Estás dispuesto a regresar más doscientos años atrás?



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Mensaje por Connor Kennway Mar Ene 15, 2013 7:35 am

***

Había transcurrido exactamente una semana desde que Connor dejó a Helena durante un par de horas al cuidado de sus Hermanos en la Sede Romana. Durante ese lapso de tiempo, ambos podrían haberse visto por escasos momentos hasta que nuevamente llamaban a Kennway a seguir patrullando las calles con Frost y William, a campar cerca de bosques y demás tareas que lo mantenían sumamente ocupado. Desobedecer las órdenes de un Khan significaba someterse a los Juicios de las Palabras en las que se castigaba muy severamente al Cazador Hermano -los Errantes no entraban en los juegos de las Hermandades- llegando incluso a la pena de muerte, pero solo en las más duras condiciones, como ayudar a alguna criatura o ignorarla en lugar de darle muerte. En esa semana, Connor estaba tras la pista de un brujo que trabajaba con un licántropo, si regresaba para ver a Helena o ignoraba la llamada a continuar con la búsqueda, se vería rompiendo el juramento y sería juzgado de ignorar los peligros de una criatura, por lo que podrían darle muerte o bien, dársela a Helena como escarmiento. Ser Cazador implicaba libertad de movimiento por el mundo, ayuda mutua entre Hermanos - a pesar de que Connor siempre fue por solitario como si fuera Errante, pero al ser hijo de Kennway, lo tomaron como un Hermano más, heredero de su padre- y nunca les faltaría comida o un lugar donde dormir. Mayormente se tenían que financiar sus viajes, búsquedas y demás, pero las armas o ropas también podían ser cedidas por una Sede en caso de necesidad. En resumen, las Hermandades cubrían las necesidades básicas de un ser humano además de adiestrar a jóvenes prometedores en agilidad, fuerza o inteligencia. Pero, obviamente, todo tiene su lado oscuro; los Cazadors Hermanos se veían sujetos a los Juramentos una vez nombrados Aprendiz y de no cumplir sus deberes, se les castigaría. En caso de intentar huir de las represalias, se le añadiría a la lista de Cazadores Umbríos, aquellos que ayudan a los sobrenaturales, cazándosele igual que a una bestia. Por eso, Connor no se podía permitir el lujo de hacerse el valiente ante las órdenes de Fuu.

Por parte de la joven, Helena había estado siendo visitada por Tony Holmes, el vampiro que la cortejab cada vez más cada noche. Deseaba poder terminar de poseerla y estaba a punto, esa misma noche, cuando todo lo que ambos creían, tanto Connor como Helena, daría una vuelta de 180º.

Una vez más, como en aquella semana, unos pasos resonaron en el techo de la "celda" en la que Helena habitaba. Por el ventanuco, asomó el rostro sonriente de Tony, saludándola con un gesto con la cabeza
-Buenas noches mi amor, una noche más vengo a verte, adorarte, observarte... y esta vez, a proponerte un trato- su sonrisa se amplió, casi burlona -Llevo una semana hablándote de las ventajas de formar parte de los nuestros, además de decirte que hay alguien que desea verte. ¿Recuerdas a Selina? Seguro que sí... aquella jovencita que iba a cenar con alguien y te pidió ayuda. Ella solo intentaba ayudarte a ti, sin que lo supieras. Quería sacarte de los brazos de Connor, alejarte del peligro... pero piénsalo ¿Quién apareció? ¿Quién os interrumpió y sin mediar palabras os apartó a ambas? Te llevó de aquel lugar con malos modos...- negaba con la cabeza mientras chasqueaba la lengua continuamente en señal de desagrado -Mereces más que esta calaña, Helena. Ha pasado una semana y no ha venido a visitarte, a preguntarte qué tal estás ni a liberarte... Posiblemente hayas logrado verle, pero solo eso... verle, en la distancia. Esta es su Hermandad, podría venir a verte si quisiera... pero no lo ha hecho, porque no le importas. Yo sin embargo estoy aquí, amor, ofreciéndote mis palabras y mi compañía para amenizarte el momento que por fin ha llegado.- guardó silencio un momento -Helena... ¿Quieres ser libre, huir de esta prisión y venir conmigo? Huir juntos, conocerás a la persona que se preocupa por ti... y viviremos sin separarnos- ¿Le estaba proponiendo matrimonio? Algo similar, pero posiblemente Helena se lo tomara así. Una fuga romántica con un hombre de alto rango social, hermoso, adulador, enormemente atractivo y seductor, tanto como apasionado y candente era hablando, creando atmósferas similares a un desierto en las que sólo estaba el deseo de quitarse la ropa -Vamos...- tal vez la muchacha se preguntaba cómo iba a sacarla de ahí, pero le sorprendería quizá cuando la misma ventana pequeña se abriese hacia afuea, como si fuera parte de una gran tapadera. En efecto, eso era, una especie de tapadera tan camuflada como la puerta del exterior -He tardado una semana en sacarte para descubrir esto...- mintió -Huyamos juntos, ángel mio- estiró el brazo y esperó a que la muchacha aceptase su mano, para tirar de ella con fuerza, sacándola del atoyadero como si fuera una pluma.

La miró a los ojos profundamente, sin soltar su mano, aferrando con la otra la cintura
-Hay alguien en el carruaje...- la guió cortésmente hacia dicho coche de caballos, abriéndole la puerta e invitándola a entrar -Bienvenida, joven Sorolla- ¿Quién era ese hombre tan apuesto que la aguardaba dentro, junto al que se sentó Tony antes de que partiese el transporte. El carruaje traqueteaba suavemente mientras ambos hombres la miraban. A ojos de la muchacha, ambos eran el adalid de la perfección, tan perfectos que parecían ángeles -He oido rumores de los que vigilaban a ese tal señor Kennway de que buscábais a Bruce. Bien, aquí estoy- sonrió tan amablemente como si se tratara de su padre -El señor Wayne me ha ayudado a encontrar la solución a tu cautiverio, además de prestarse a acompañarme en caso de que necesitases ayuda en la huida- Bruce dio dos palmaditas en el hombro de Tony, agradeciéndole tan amables palabras -No es nada, querido amigo. Nada puede con... el amor- mantenía esa expresión paternal una vez volvió a mirar a Helena, seguro de que la joven sentía o más bien, creía sentir verdadero amor por Holmes -Seguro que estás cansada de estar encerrada... En breves llegaremos a nuestra mansión, es allí donde te espera esa persona especial. No pienses que la sorpresa era yo, es algo mucho mejor- la intentó animar con eso, hacerle olvidar sobre Connor. Bruce era enormemente atractivo, tanto como Holmes, pero no desprendía ese magnetismo. No hablaba cálida y sensualmente, no producía ardor en el corazón al observársele, sino la calidez y la protección de un padre, de un familiar muy cercano. Estar rodeada de esos individuos tenía que producir una sensación de paz que, ironicamente, no debía de tranquilizar mucho -Relájate preciosa, pronto llegaremos-

Tras unos 15 minutos de camino, hablando de cosas triviales como lo bella que era Roma en la noche, llegaron a las puertas de la mansión. Descendieron ambos caballeros, ayudando Tony a Helena ofreciéndole su mano. Mismamente la acompañaron hasta la mansión, que en el exterior, parecía vieja y derruida
-Las apariencias engañan...- guiñó el ojo a Helena mientras abría con una llave de acero negro. Dentro, todo era de un lujo preciosista, hermoso, maravilloso. Colores rojos carmesí jugaban con el dorado y la madera oscura, además de varios decorados de cristal fino. Todo se iluminaba con varias velas que desprendían un calorcito agradable.
En el Hall, se encontraban tres individuos esperándoles. Una era Selina, la muchacha de veinte años aparente que conoció; otro era un enorme hombre de color, ancho y musculoso acompañado, para terminar, de una joven de unos aproximadamente 11 años de edad, asiática, presumiblemente china. Las dos sonreían, salvo el gran hombre, que parecía una estatua
-Helena, te presento a nuestros hermanos... Selina, ya la conoces. Malik, la gran sombra y la pequeña Fan Mai, ironicamente para los humanos, la mayor de todos nosotros- rieron todos salvo Malik, que simplemente asintió lentamente en señal de saludo y aprovación a las palabras que Tony le dedicó a Helena.

La invitaron a sentarse en un cómodo sillón oscuro a juego con las paredes, bordado y delineado por ebras doradas que dibujaban motivos similares a ramas o zarzas a lo largo de los cojines
-Te he traido esto, Helena- Selina se había marchado para regresar con un vaso de leche ligeramente caliente y una triada de galletas con pequeños trozos de chocolate. Los puso en la mesa de cristal que había ante ellos, sentados en los sofales, rodeando la mesa como centro -Espero que te gusten, las elegí yo personalmente para ti- sonrió la vampiresa, sentándose junto a Fan para jugar con el cabello oscuro de la pequeña asiática. La curiosidad era que para ser china, sus ojos no estaban demasiado rasgados y eran de un color verde intenso, inusual -Viene- todos miraron a Malik, que anunciaba la llegada de alguien. De todos, era el que más tenía agudizados los 5 sentidos así como la fuerza física. Su velocidad solo rivalizaba con la de Fan, que al ser tan pequeña, se movía de forma pasmosa cuando quería, además de que su don de provocar dolor en la mente de sus enemigos era prodigioso. Por ello, era considerada por todos como la hermana mayor, no solamente por ser la primera a la que Padre convirtió, también porque era la más peligrosa. Afortunadamente para esa extravagante familia, Fan Mai era adorable, cariñosa y generosa; sólo debían preocuparse por sus caprichos oportunos -¿Quién viene?- preguntó la pequeña Fan mirándole, divertida. Todos hicieron silencio, quedando solo las costantes manecillas del reloj rompiendo el silencio -Ella- sonrió Bruce, poniéndose en pie -Helena, te pido por favor que desenfundes la pistola de preguntas... creo que obtendrás todas las respuestas que desees...- justo cuando terminó de hablar, la puerta se abrió lentamente. Una mujer aparentemente treinta añera cruzó el umbral, como si fuera la más bella figura jamás esculpida. Vestía un traje rojo con un sombrero del mismo color, con plumas negras -¿Está aquí?- preguntó mirando hacia todos lados, nerviosa. Casi parecía que iba a romper a llorar, justo cuando se detuvo en el rostro de la joven Helena. Era ella, su hija... mientras que la humana estaría observando a la que antañó fue su madre, Isabel Sorolla, más bonita que nunca -Hija mia... estás bien...- se acercó a ella a paso lento hasta que se detuvo frente a ella. Le acarició el pelo a su hija. Los demás callaron en respetuoso silencio -Por fin... juntas otra vez- se fundió con ella en un abrazo cariñoso. Un abrazo que la muchacha no había saboreado desde su supuesta muerte -Tenemos tanto de qué hablar... Imagino que tendrás un montón de preguntas.- se sentó junto a ella en el sofá y rió nerviosa otra vez. Sus ojos estaban lagrimados y cristalinos y sus labios rojos por el carmín -Te las contestaré con gusto, mi vida- le volvió a acariciar el pelo -Estás tan guapa... eres preciosa...- apreció Isabel mientras Bruce volvía a sentarse, en el sofá frente a ambas -Ella era la sorpresa, Helena. Bienvenida a casa- todos sonrieron y profundizaron en la quietud una última vez, esperando oir la conversación madre e hija, años después


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Mensaje por Helena Mauleón Mar Ene 15, 2013 10:07 am

La semana se hizo larga, tediosa e incluso dolorosa. No podía evitar pensar que definitivamente Connor había mostrado sus verdaderas intenciones del viaje conmigo, no podía dejar de pensar en que me había traicionado, abandonado, que se había olvidado de mí por completo. Sentía un vacío en el pecho cada vez que recordaba la noche en el hotel de Roma, en la que le observé tocar el violín cuanto pude, en el que comencé a sentir aprecio, verdadero aprecio por él. Pensé también en mi padre, por mucho que dijese, le echaba de menos, demasiado. Me preocupé por su estado, pues no sabía nada de él desde hacía casi tres meses. Me preguntaba que estaría haciendo, si estaría o no buscándome. Si me habría dado ya por perdida.

Hubiese perdido todas las esperanzas de salir de aquel lugar si no fuera por las visitas de Tony Holmes, el hombre que me amaba, el hombre que hacía que mis penas desapareciesen cada noche, quien me enseñó lo que realmente yo no sabía. Al fin y al cabo, Connor no me mintió sobre aquellas indirectas de criaturas sobrenaturales. Tony me hizo creer en ellas y me explicó todo lo característico de las mismas, él mismo, era un vampiro. Sabía que algo de sobrenatural tenía, pues la atracción que sentía hacia él no era normal, aunque me gustase. Holmes volvió a visitarme la octaba noche con una curiosa petición…que aunque pareciese mentira, quise aceptar. Una vida de ventajas, junto a él, siempre…si, claro que quería. Me habló de Selina, resultó ser también otra de su especie que también quiso ayudarme a escapar de Connor. Estaba claro, con cada palabra de Tony, entendía mejor las intenciones del que fue mi acompañante. Le mire fijamente cuando me propuso directamente estar con él, ser libre junto a su compañía, tener una relación con el hombre más seductor y atractivo que había conocido jamás, a pesar que esos prejuicios nunca fuesen mis filtros de gustos. Aquello…¿Era matrimonio? Me sonrojé. No deseaba el matrimonio ni con él ni con nadie por ahora pero… era tremendamente tentador. –Pero…¿Cómo vas a sacarme de aquí? Ese cristal parece estar unido al suelo como si fueran uno- Y entonces, abrió el cristal como su de una ventana se tratase. Una vez abierto, extendió su brazo. No entendí del todo que quería hacer, pero le tome la mano; y en menos de 3 segundos, ya me encontraba en la superficie, junto a él. Era cierto, era tremendamente cierto. Tenía fuerza, demasiada, y además estaba helado. Me tomó por la cintura, cosa que despertó una chispa en mí, y me indicó que alguien me esperaba en el carruaje. Entramos en él, el joven que se encontraba en el interior era igual de atractivo que Holmes, era uno de ellos, y me conocía. El coche partió y confesó su identidad.

Bruce, era Bruce - ¿Usted? ¿Es usted Bruce? Sinceramente, en otras circunstancias me hubiese abalanzado hacia usted y le hubiese pedido explicaciones, pero… las cosas han cambiado y…- callé, yo le buscaba porque pensé que había matado a mi madre. Mi madre, mi madre… Había algo que deseaba pensar pero decidí no hacerlo para no encontrarme con desilusiones. Como indicó Holmes, Bruce se había encargado también de procurarme una escapatoria a la situación en la que me había metido. –Muchísimas gracias. La verdad es que no sabía…que intentabais ayudarme, que ese hombre… me estaba mintiendo- me empezaba a costar hablar de Connor, tanto, que no quise ni pronunciar su nombre. Wayne indicó que me llevaría hasta una mansión, donde supuse que vivían todos ellos, y alegó, que alguien que no era él me estaba esperando. Me puse nerviosa solo de tener un ápice de esperanza en encontrar lo que más deseaba, pero Holmes con sus palabras y cariños hizo que me relajase un poco. En breve llegamos hasta las puertas de aquella mansión, alejada de la civilización y a juzgar por la elevación del terreno, sobre algún tipo de pequeña montaña.

Una vez dentro, quedé totalmente perpleja con el decorado interior del lugar, nada que ver con su derruida fachada exterior. Había visto miles de casas lujosas, creí que incluso la mía lo era, pero jamás pensé que existiera tal belleza de decorados con motivos góticos y barrocos; y todos unidos, en el mismo hogar. Allí dentro, tanto Selina, a la cual sonreí con emoción, un hombre de color bastante imponente y una pequeña niña asiática la cual era la mayor de edad de todos, me esperaban con entusiasmo… aunque al hombre de color no se le notase. Me invitaron a tomar asiento e incluso Selina me ofreció personalmente algo que llevarme a la boca, y había acertado porque estaba hambrienta. Estaba emocionada, feliz por el comportamiento de todos los que me rodeaban. Sin duda alguna, me habían salvado y lo habían estado intentando desde hacia tiempo. No sabía ni como darles las gracias por aquello. Ni si quiera llegaba a entender porqué Holmes se había enamorado de mi. Me sentí querida, tanto, que de vez en cuando se le humedecían los ojos. Más se humedecieron, incluso lloraron sin limites, cuando por fín, aquella persona que me esperaba, decidicó aparecer.

-¿Ma…madre?- pregunté, al verla tan elegante, tan guapa, tal y como la recordaba. La creía muerta desde hacía demasiado… y estaba viva. Allí, delante mía. Corrí hacia sus brazos, la abracé con fuerza porque sentía que quizás fuese un sueño y que iba a despertar de él. La llamaba, lloraba como nunca lo había hecho sobre su hombro. No, no quería solarme. –Madre…estas viva. Todo este tiempo….todo este tiempo he creído que te había perdido, y resulta que no, que estabas bien, aquí. Oh madre… me he sentido tan sola todo este tiempo- no encontraba más consolación que sus abrazos caricias. Nos sentamos juntas en aquel enorme sofá y aún así no quería soltarla, le sostenía las manos y ella no las apartaba. Y entonces comprendí algo al mirar a mi alrededor. Mis pesadillas, sólo eran una señal. Mi madre viva, llamándome, aquellas personas que me rodeaban. Todo era igual –Madre ¿Por qué no me buscaste? ¿Por qué doce años después?- no sabía por donde empezar –Oh mi niña, no pienses que no te he buscado, no pienses que te he olvidado ni un solo momento. Desde aquella noche en la que nací, siendo lo que soy, te he estado buscando. Pero…tu padre, el egoísta de tu padre, no me ha puesto las cosas fáciles- abrí los ojos, sorprendida -¿Padre?- -Si, Helena. Tu padre sabe perfectamente que estoy viva, tu padre sabe que he estado buscándote… pero él no ha consentido que te contase. A preferido dejarte doce años sufriendo, es tan egoísta, es tan codicioso, que…- Me aferró los brazos con fuerza y me miró con decisión –Helena, al comprobar las libertades, las ventajas que ser vampiro te ofrece, quise buscarte y regalarte mi misma fortuna. Pero tu padre siempre ha pensado que haciendo esto te llevaría conmigo, y no mi niña. Yo sólo quería lo mejor para todos, pero tu padre se hizo ideas equivocadas en la cabeza, dejó de amarme tan pronto… y contrató a guardias, contrató a cazadores como ese que ha resultado ser un sinvergüenza y nunca, nunca permitió que me acercase a ti. Helena, he estado esperando desde hace mucho tiempo que fueras tu misma quien decidiese salir a buscarme por tu cuenta, y por fin lo has hecho. Lo que no nos esperábamos ha sido ese pequeño obstáculo, hay demasiados depravados en este mundo… pero ya estas aquí mi niña. Aquí está tu familia, mi amor.- dijo, mientras todos me miraron sonrientes, con calidez. Sus palabras parecían flechas clavándose en mi pecho. Todo a lo que no le daba explicación ahora la tenía. El comportamiento de mi padre, las pesadillas, las indirectas de Connor, el extraño ‘’asesinato’’, todo, todo. Odié a mi padre como jamás pensé llegar a hacer. –Madre, yo…siento mucho todo esto- - No, Helena, no- dijo con voz dulce mientras me acariciaba el rostro –Preciosa mía, no tienes que sentir nada. Ya esa todo solucionado- sonrió como una niña –He pensado… que no debemos demorar demasiado. Cariño ¿Quieres ser…de los nuestros? No sufrirás, te lo aseguro. Es más, he pensado, que ya que el señor Holmes y tú os habéis enamorado, que sea el quien se ocupe de tu cambio. Serás libre mi amor.- Tony se acercó y se sentó a mi otro lado, me tomó por la cintura, cariñoso y sonriente. - Los humanos, se empeñan en escribir en cuentos de niños lo oscuro que podemos llegar a ser… pero es una tontería. No somos malvados, ni somos feos, creo- rió –No es necesario matar a nadie. No causamos desastres. Helena, sólo vivimos libres y sin miedos, pues nuestra fuerza nos ayuda a defendernos de cualquier cosa. Mi amor, ¿Estas dispuesta? – No me lo pensé demasiado, todo, todo y todos los que allí estaban me atraían –Si, madre. Claro que sí- sonreí dulcemente y ella me abrazó, por lo tanto correspondí –Me haces tan feliz, Helena. Déjame que te explique. Nosotros, tenemos un ``Padre’’, el creador de esta familia, por así decirlo; y al que conocerás pronto, quien se encarga del ritual de Las Bodas- -¿Ritual?- -Si cariño, no te asustes. En nuestra familia, decidimos convertirnos y emparejarnos, casi como un matrimonio. Nos juramos lealtad los unos a los otros, y estamos siempre con esa pareja de la que nos hemos enamorado. Yo, estoy emparejada con Bruce- Wayne sonrió, y entonces comprendí por que la casa de mi madre estaba a nombre de él – Selina aún no ha elegido candidato, al igual que Malik. Pero tú y Tony, ya que os amáis… bueno, hemos decidido darte una sorpresa, un regalo. Hemos pensado, que quizás desees unirte a Holmes a la vez de tu conversión. Será mañana mismo por la noche ¿Qué te parece?- aquello sin duda alguna, me desconcertó. Era un matrimonio sin duda, y demasiado precipitado, demasiado. Tony me agarró de una forma más sensual la cadera y me hizo callar. Bueno… de alguna forma u otra, acabaría casándome con alguien – Es…es fantástico madre- se entusiasmó –Ya verás, Helena. Lo tenemos todo preparado, absolutamente todo. Será lo más parecido posible a las bodas que todas las muchachas como tú desean- reí de forma irónica –Pero bueno. Basta de charlas, mi amor. Estarás cansada. Selina ¿Por qué no la acompañas hasta su habitación? Subiré mas tarde querida- acto seguido, la joven muchacha se acercó, me tendió su mano y me acompañó así hasta el piso superior - Nos vemos luego, preciosa- dijo, en tono cálido y suave Tony antes de que dejase de poder oírle.

La habitación que me habían encomendado no podía ser más preciosa. Parecía de encuentro. La cama, de matrimonio, era enorme y tenía cortinas. Había un gran balcón al fondo, e incluso, había una gran mesa junto a este, de gran tamaño sobre la que se encontraban un par de cepillos, cosméticos, accesorios; y sobre el mismo, un espejo enorme con detalles negros. Selina seguro que me vio entusiasmada con aquello -¿Quieres…Quieres que te cepille el pelo?- la miré con extrañeza, pero de forma simpática. -¡Vamos! No me digas que te da vergüenza. Somos hermanas ya, Helena- dijo sonriendo. Me llevó hasta el asiento que había justo en frente de la mesa, tomó un cepillo y se colocó detrás de mí. Tomó mis cabellos y empezó a cepillarlos con lentitud y suavidad. Me gustaba aquello. –Helena… no sabes la suerte que tienes. Eres bellísima, imagínate como serás mañana cuando Holmes te haga una de nosotros. Además ¡Holmes! Uno de los hombres más atractivos de los nuestros que llegarás a encontrar. Y se ve, que te ama de verdad- hablaba con picardía, sobreenteniedo que yo también estaba enamorada. Pero ahora que Tony no estaba… no me encontraba segura de ello. Era guapo, atractivo… pero no sentía por él más que atracción. Tampoco sabía si sentía aquello porque no podía quitarme de la cabeza todo lo ocurrido, a mi madre, y a Connor.-Si…si, es cierto- –Ya verás. No te arrepentirás de ser como nosotros. Es cierto que…tenemos sed de sangre, y que por el día no podemos salir. Que tenemos que estar aquí, con nuestra pareja, siempre. Pero no es nada, te acostumbrarás- Aquello me horrorizo. Era cierto que le había dicho a mi madre que sí, un sí rotundo. Que por un momento deseé ser como ellos y que seguramente por ello Selina estaba hablando como si yo realmente lo desease. Pero ahora que empezaba a pensar en frío…tampoco estaba segura de ello. Pensé que no tenía barreras la libertad que el vampirismo me proporcionaría, pero las empezaba a ver por todas partes. –Bueno, ya esta- soltó el cepillo –Puedes ponerte el camisón que he dejado sobre la cama para ti, es mío, seguro que te gustará- le eché una mirada, era excesivamente transparente. Selina se dirigió a la puerta, se quería marchar –Llámanos para lo que necesites. Isabel supongo que vendrá más tarde tal y como ha dicho. Y Tony…seguro que también. Pero no le permitas hacer nada que no deba ¿eh? Al menos hasta mañana que os hayáis unido- habló una vez más con picardía, y después se marchó. Quedé sóla en la habitación, pensativa por lo que acababa de oir, incluso por el aviso de Holmes. Dudaba a ratos de todo un poco, pero cuando pensaba en mi madre, en que mi madre estaría siempre conmigo y en que jamás estaría sola, todas las dudas, se convertían en aceptaciones lentamente.

Seguramente pasaron unas 5 horas, pronto amanecería. Me encontraba en mi habitación, con el camisón puesto e intentando conciliar el sueño, pero no podía. Quise ir a buscar a mi madre, quería seguir a su lado, ya la echaba de menos. Me levanté de la cama y fui a paso lento hacia la puerta. La abrí y salí, pero sólo di un paso. Puesto que el pasillo no tenía pared y que desde un poco más cerca podía observar el hall, me quedé quieta. Oí la voz de Tony y Bruce, parecían estar comentando algo sobre mí: -Déjame que te aplauda, Holmes. Has hecho un magnifico trabajo con Helena. No lo esperaba, ciertamente. - - Me subestimas, siempre me subestimas, Bruce. Aunque permíteme que te diga que ha sido todo tremendamente fácil. Supuse, a juzgar por lo que vi la primera vez que encontré a Helena, que entre ella y ese cazador había emanado cierto…aprecio, quizá amor, como ya sabes. Y también sabes que se me da increíblemente bien el don de la palabra. Sólo tuve que tirar de los hilos. Conseguí que los cazadores mantuviesen a Helena y al cazador apartados durante toda la semana, con encargos totalmente falsos. Sólo tuve que hacer creer a la chica lo que parecía ser lo ‘’evidente’’, ya me entiendes. Cree que la ha traicionado y eso es lo que cuenta. Helena está ya aquí y ese Connor ya estará bajo tierra, muerto desde hará quizá un par de días, gracias a nuestros cazadores… no les conviene revelarse ante nosotros. Todo sea por el capricho de Isabel, que remedio. A ella también se le ha dado bien hacer de madre cariñosa, todo hay que decirlo. Al menos… me llevo un premio bastante…apetecible- No oí más, no quise oír más, no pude oír más.

Entré en mi habitación y cerré la puerta de forma sigilosa. Quedé apoyada en la misma, y al final, bajé hasta sentarme en el suelo. Me llevé una mano a la boca para no hacer ruido y lloré, lloré incluso más que al encontrar a mi madre. ¿Cómo? ¿Cómo y en que momento había dudado de Connor? Me habían engañado….todo era una absurda mentira. Todo era un plan para alejarnos, para traerme hasta ellos sin que rechistase. ¡Todo! ¡Todo era una mentira patética! ¿Por qué? ¿Por qué tenían que traerme hasta ellos de esa manera? Y ahora Connor….estaba… Lloré aún más, estaba desconsolada. Todo había sido por mi culpa, todo. Incluso ahora entendía los esfuerzos de mi padre por mantenerme alejada. No era como mi madre me contó, eran malvados, eran horribles. Y Connor…Connor también me estaba ayudando. Ya no podría darle las gracias… ya no podría confesarle mis sentimientos hacia él… ya no podría devolverle lo que le debía. Me dolía el pecho, me dolía bastante. Me dolía lo que le habían hecho a Connor más que la mentira que me habían contado. Ahora si que me estaba dando cuenta de lo mucho que en realidad le quería… y no me había dado cuenta hasta ahora. Todo era por mi culpa.

Ya no podía hacer nada. Nadie vendría a salvarme ahora. Ya no había vuelta atrás… no me quedaba más remedio, que aceptar mi castigo.


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Mensaje por Connor Kennway Miér Ene 16, 2013 8:41 am

Habían pasado días desde que dejé a Helena al cuidado de la Hermandad, a un cuidado que no estaba garantizado, pero al menos sabía que al ser mi compañera, no le harían ningún daño. En cuanto a mi, me tuvieron enfrascado en esa absurda misión de encontrar al licántropo y al brujo y darle caza.
A parte de absurda, porque no había ni rastro de ambos seres por ninguna de las callejuelas de Roma, que parecían infinitas, mis continuos roces con Frost me hacían alejarme de la mecánica mente de un Cazador para acercarme más a la de un psicópata. Durante toda la semana estuvo dándome órdenes como si fuea yo el aprendiz en lugar de él. Cierto era que se movía con gracia y parecía bien entrenado, muy pronto llegaría al rango de Asesino y quizá más adelante fuera un Maestro, pero esa persoanlidad arrogante y prepotente podría costarle la vida y daba fé de que le costaría más adelante.

Entre esos "paseos" aburridos por las calles junto a William y Frost, veía a la chica por la Sede de tanto en tanto. Siempre que intentaba acercarme a ella, Frost venía hacia mi con órdenes del Khan que no podía desobedecer. Fue así, durante siete días, hasta que la gota colmó el vaso
-¡Kennway! ¡Ven a ver esto!- vociferó Frost desde un tejado, al cual accedí saltando de edificio en edificio que, afortunadamente, estaban muy juntos. Miré hacia donde él lo hacía y allí vi a un hombre muy demacrado recogiendo plantas, preocuándose por que nadie pasara cerca -¿No te parece sospechoso?- desenfundó su espada de plata -Yo... creo que es un simple anciano- comentó William, dubitativo. En cuanto a mi, guardé silencio y lo seguí observando -Estamos muy lejos para saber si es un brujo. Recordad que son más humanos que criaturas, por lo que no tienen ningún rasgo característico. Los vampiros son los más fáciles de diferenciar- me crucé de brazos y noté la inquisitiva mirada de Frost -¿Desde cuando eres Maestro, Kennway? Deja de hablar como si lo supieras todo. Ese hombre es el brujo y pienso darle caza aquí y ahora- se marchó, camino a asesinar al hombre mientras yo le seguía, guardando silencio, pero con la intención de detenerle. A escasos metros del hombre, le detuve agarrándole el brazo. El forcejéo alertó al exraño, que de cerca no parecía tan viejo -¿Quién... quiénes sois?- preguntó, asustadizo. Se colocó una capucha andrajosa para ocultar su rostro. -Discúlpenos, buen hombre. Mi sobrino está algo borracho y...- Frost se soltó -¡No estoy borracho!- lanzó un furioso tajo hacia el hombre, el cual esquivó por pura suerte o quizá por inspiración divina. Intentó echar a correr, pero quedó acorralado en el callejón. La única salida la tapabamos Frost, un recién llegado William y yo -¡Ya está bien, Frost! Maldita sea, eres muy hábil físicamente pero un inepto a la hora de analizar las situaciones ¿No ves que es un pobre indefenso?- Frost apretó el puño con el que sostenía el arma, me miraba fijamente. Sabía que me odiaba y estaba hartándose tanto como yo de él -Es... un... brujo...- se giró y se dirigió hacia él con intención de asestarle un golpe con la espada. Me adelanté, desenfundé mi daga e intercepté el ataque, agarrándole del cuello con la mano libre y bloqueando su sable con mi arma -Es hora de volver, Frost- el hombre asustado, observó la situación. Le hice un gesto con la cabeza, indicándole que se marchara. Obedeció y William le dejó marchar. -Aprende a comportarte- se soltó furioso y me empujó hacia un lado -¡Maldita sea! Más te vale no equivocarte, Connor- escupió y se marchó maldiciendo. Se perdió en las sombras de los callejones nocturnos, por lo que regresé con William, hablando sobre lo que considerábamos y no correcto. Él sí era alguien de quien fiarse.

Horas más tarde, al caer la noche y dormir durante el día, me encontré a mi mismo en mi habitación. Desperté a causa de un fuerte jaleo tras la puerta. Había voces, discutían. Abrí la puerta, preocupado, encontrándome con una escena impensable; William y algunos cuantos aprendices estaban frente a mi habitación, espadas en mano, enfrentando al Khan y a los demás aprendices
-¡Señor Kennway! Qué honor tenerle despierto- sonrió falsamente -Supongo que uno siempre prefiere ver la cara de quien le dará muerte...- alzó el sable y me apuntó con él, desde la distancia -El señor Connor no ha hecho nada malo ¿Por qué de pronto queréis asesinarle? No es la moral de un Cazador ¡Somos hermanos!- gritó William, el muchacho veintiañero. Me recordaba a Helena.... ¡Helena! ¿Dónde estaba? Si lo que decían era cierto y querían matarme... ella... -¿Dónde está?- sentí la cólera crecer en mi corazón -Decidme ¿Dónde está?- hablaba taimado, con parsimonia, como si estuviese sedado. No obstante, estaba más despierto que nunca. Arrebaté un sable de plata de uno de los estantes porta armas. Blandí la espada, floreándola en el aire. Me coloqué entre mis protectores -¿Quién? ¡Aaah! La muchacha... te ha hechado taaaanto de menos... No pensé que fuese tan fácil mantenerte alejado de ella, Kennway. Obedeces las normas ciegamente, eres el vivo ejemplo de qué no hay que hacer para sobrevivir... Sigue tus instintos, Kennway, será la última lección que recibas.- se hizo el silencio entre ambos bandos, congregados en el centro de la sala. Aun no sabía por qué, pero Helena... me querían separar de ella ¿Estaban conspirando con los vampiros para llevársela? -Matadle- ambos grupos de aprendices se enzarzaron en un combate que resonaba en todo el lugar. Los chasquidos de las espadas al chocar ardían en mis oidos mientras me avalanzaba contra Fuu, que recibió mis acometidas con una maestría de espada admirable. La acción se prolongó durante un largo rato, hasta que conseguí arrastrarle intercambiando estocadas hasta su trono de Khan de la Hermandad, en el centro de la sala, alzado sobre unas escaleras en la pared. Le hice subir las escaleras y con unos golpes directos a su arma, constantes, como si la azotase con un martillo, lo hice perder el equilibrio y cayó sobre el trono, sentado y jadeante -Dónde está- no era una pregunta, era una exigencia. Le tomé del cuello y le pegué el pico de la hoja a la garganta. Empecé a retorcer el arma para que empezase a agujerear la piel. Si no hablaba, le arrebataría la vida -¡No! ¡Para!- proseguí la tarea -Calla y muere como un siervo leal, Fuu, pero sufrirás lo que nunca te habría hecho sufrir un vampiro- el hombre gritaba y sus quejidos desmoralizaban a su bando. Los aprendices que me apoyaban, los que no estaban manipulados, dieron muerte a los secuaces del falso Khan -Ella... se la llevaron...- cesé en la tortura para apretarle el cuello con la mano, ahogándole. -¿Quién? ¡¿Quién?!- quería matarle, quería verle muerto -Está bien... está bien...- le solté -Tony... Los hijos de Malkavian...- hizo una pausa para respirar -La mansión... a las afueras... Déjame vivir y te llevaré, no tiene pérdida... al norte...- atravesé su corazón con la espada sin piedad -Gracias por la información- desenterré el arma de su pecho y lo dejé morir sobre el trono que quiso proteger traicionando a sus Hermanos. Descendí por las escaleras con todos los aprendices mirándome -Chicos... muchas gracias...- no supe qué decir. No sabía por qué me habían apoyado, ya que no me conocían. Ninguno salvo William, con quien compartí una semana amigable mientras dábamos caza al supuesto brujo, a diferencia de Frost.
El mismo William confesó haber sido él quien había estado hablando con los demás sobre mi cuando volviamos para descansar y cuando se percataron de que se acercaban hacia mi habitación, armados, ordenando que me asesinasen, se pusieron a mi favor y lucharon en mi nombre. Aquel acto de reconocimiento por parte de Will me hizo sonreir como si fuera mi hermano pequeño, lo aprecié aun más que antes
-Para mi, tú eres más maestro de lo que Fuu fue jamás. Aprendí contigo en una semana lo que no en meses con ese vejestorio traidor.- todos aclamaron, alzando sus sables. Todos querían aprender lo que realmente es ser un Cazador. Si Fuu estaba aliado con los vampiros, era lógico pensar que en lugar de entrenar a Cazadores, los boicoteaba, frenando su aprendizaje o enseñándoles mal para que perecieran y fueran presas fáciles -No soy ningún maestro Will. He de marchar a buscar a Helena, no puedo quedarme para enseñaros- eché a andar cuando me percaté de que me seguían -Iremos contigo, Connor. Erradiquemos el mal que asola se cierne sobre Roma. Si no hubieseis llegado tú como la muchacha, nunca nos hubiesemos enterado del engaño y posiblemente moririamos a manos de criaturas- les expliqué que mi llegada fue casualidad y más aún que gracias a mi llegada descubrieran el pastel, pero hicieron caso omiso. Eran jóvenes, tozudos y orgullosos, como Helena. Querían labrarse un futuro mejor, en una tierra limpia de criaturas oscuras. Querían ser Cazadores y gozar de la sabiduría de la que dotaba el viajar y ayudar a los desamparados. Acepté su ayuda... -Helena, vamos a por ti...- recogí de la habitación una bolsa con ropajes para Helena, flexibles para poder huir del país una vez la rescatase, de Cazadora, prácticamente un uniforme. Engarcé una segunda espada, esta de acero, a mi cinturón junto al sable de plata así como balas para el revolver. Tan aprisa como pudimos, nos subimos a un par de carruajes de la Hermandad y partimos hacia el norte, rumbo a la mansión de ese tal Malkavian. Iba a ser una noche fatal...


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Mensaje por Helena Mauleón Miér Ene 16, 2013 10:47 am

Pase el resto de la noche acostada en aquella enorme y lujosa cama, pero no dormí a pesar de ser lo que más deseaba, por la esperanza de despertar y que todo hubiese sido la misma pesadilla de siempre. Pero para mi desgracia, no lo era. El sentimiento de culpa me estaba destrozando, hundiendo, no sabía como reaccionar, es más, no podía reaccionar. Connor había muerto por mi culpa, y ya no quedaba nadie quien pudiese ayudarme. Temí incluso hasta por mi padre. Al comprobar que todo había sido una farsa para llevarme con ellos, supuse que todo aquello contra lo que me envenenaron, en realidad no era de ese modo. Había estado ciega, mi padre y Connor solo intentaron ayudarme en todo momento… y yo seguí metiendo la pata, como una imbécil. Ya no había vuelta atrás. Tampoco tenía nada que hacer contra ellos… y al fin y al cabo, me quedaba mi madre entre tantos asesinos. Ni si quiera podía entender porqué habían hecho aquello, porqué me habían llevado con ellos por las malas. Sollocé, sentí frío y cerré los ojos. El día estaba demasiado cerca.

Había amanecido y la mañana había entrado. La casa se hallaba inmersa en oscuridad, una oscuridad escalofriante. Sólo las velas conseguían que pudiese ver donde me encontraba y con quien estaba. Llevaba dos noches sin dormir, en la celda y en la mansión, aún así las pocas energías no impidieron que me levantase de la cama y que diese vueltas a la habitación intentando asimilar y aceptar mi destino a partir de ese momento. Llamaron a la puerta, era Selina, quien no vaciló en abrirla tras sus dos golpecitos. – Estás despierta, estupendo- dijo sonriente. Se acercó hacia mi y me miró a los ojos -¿Qué te ocurre, Helena? No tienes buen aspecto- dijo haciendo una mueca de tristeza –No, no es nada. Sólo que no he dormido bien- respondí, intentando fingir una sonrisa –Entiendo. Debes estar nerviosa, pero no te preocupes. Todo va a ser muy ameno. Mientras, come algo- reparé en que llevaba una bandeja con leche y galletas, igual que la noche anterior –No tengo hambre, Selina. Gracias de todos modos ¿Dónde está mi madre? Dijo que vendría a verme- chasqueó la lengua y dejó la bandeja sobre la mesa – Está preparándolo todo, tu madre quiere que sea todo lo más parecido a una boda humana. Ojala el día en el que yo tenga que emparejarme alguien se preocupe por comprarme un vestido como el tuyo- hablaba como si de la mejor amiga del mundo se tratase, parecía tenerme en cariño y esa sonrisa suya la hacía tan hermosa… pero no podía olvidar lo que había oído la noche anterior -¿Qué vestido?- - ¡Tú vestido! ¿Qué creías? ¿Qué todo iba a ser un acontecimiento soso? Ya verás. En poco me encargaré de traértelo. Seré yo quien te prepare, para que estés perfecta y que Tony se sienta complacido- sus palabras me estaban causando pavor. Estuvo a punto de marcharse, pero quise que me respondiera antes a algo que quise pregúntale –Selina…Connor, el hombre que me acompañaba ¿Sabéis donde está?- dije, fingiendo ignorancia. Ella abrió la boca, pensativa – Pues no lo se. Le dejamos en paz una vez te encontramos. Pero no te preocupes, seguro que no le vuelves a ver- -Seguro… es sólo, que le echaba de menos. Ha sido mi supuesto amigo durante meses- dije, tragando saliva y mordiéndome la lengua. Me arrepentí de hacer dicho aquello, pues no sabía que repercusiones podría causar después de saber de que eran capaces y recordar en donde se encontraba ahora él –Helena, olvídale. No le necesitas. Además, creo que la compañía que aquí te ofrecemos es mucho mejor que la que te pudo ofrecer él… sobretodo la de Tony. A partir de esta noche no le encontrarás tanto atractivo como a Holmes a un humano. Y las relaciones profundas con humanos solo te dan problemas, enfermedades, embarazos…- dijo con pesadez –Bueno, nos vemos luego- sonrió y se marchó. Quedé sola en la habitación reflexionando sobre sus palabras. Sabía que fingir se me daba bien pero, definitivamente, Selina no se estaba dando cuenta de que cuando intentaba darme ventajas sólo veía inconvenientes. Bien es cierto que eso del embarazo no es algo que desee, pero al comprender que nunca, que jamás sería madre ni sabría que es tener un hijo, sentí un vacío en el vientre. Me senté en la cama y esperé.

Caía la tarde y pocas horas faltaban para la noche. No salí de la habitación, ni comí ni dormí; y aquello pareció preocuparle ni a Selina ni a mi madre, quienes entraron entusiasmadas en mi habitación obviando todo mi pesar. Selina traía consigo un enorme y pesado vestido de color blanco, impecable, decorado con piedras plateadas que parecian diamantes y con estampados poco visibles florales, pero me extrañaron sus formas -¿Te gusta, cariño?- preguntó mi madre mientras Selina sostenía el vestido con sus manos, mostrándomelo –Si madre… es sólo que… es extraño. No tiene mangas, ni si quiera tirantes ¿Cómo se sostiene?- ambas rieron –Es normal que digas eso. Esta clase de vestidos no están bien vistos por la sociedad, debido a que revelan demasiado: el pecho, la espalda, los brazos por completo; por eso no se encuentra en cualquier lugar. Pero tu madre lo ha encontrado. Sólo para ti.- - A las que son como nosotras nos gustan este tipo de vestidos. Digamos que… No tienen barreras- Ambas volvieron a reir y algo me dijo dentro de mí, que se referían a que eran fáciles para las conversiones y los mordiscos. Primero me peinaron, aunque me dejaron el pelo suelto, sin recogido. Me maquillaron con carmín y carboncillo aunque no me dejaron mirarle al espejo en ningún momento. Ambas me ayudaron a desnudarme, me vistieron hasta con ropa interior nueva, aunque eché de menos la parte superior, pero me indicaron que no era necesaria para ese tipo de vestidos. Finalmente me lo puse. Selina se colocó detrás mía y tiró de unas cuerdas, fuertes, las cuales me recordaron a… -Y aquí está el truco. La parte superior del vestido es como la de cualquier corset, por eso, se aguanta perfectamente al torso y no es necesaria ropa interior. Di un paso hacia delante y me miré frente a un espejo enorme de cuerpo entero situado en la pared. El vestido se ajustaba perfectamente a mi cuerpo, marcaba perfectamente la curvatura de las caderas y realzaba los pechos gracia al corset. Me habían maquillado de una forma discreta, pero elegante. En resumen: jamás pensé que me vería a mi misma en un espejo y me daría cuenta de que estaba preciosa. El vestido aún así era pesado, pues a partir de las caderas se abría y quedaba un tanto pomposo, con muchas capas de tela que rozaban notablemente el suelo. –Estas preciosa hija mía- concluyó mi madre. –Vamos a terminar de prepararlo todo. Dentro de una hora vendré a avisarte- Ambas se marcharon y me dejaron sola frente aquel espejo. Pasé mis manos por la cintura y el vientre, y me giré varias veces. Aquello era un vestido de novia, moderno, pero de novia a fin de cuentas. Estaba metida en la boca del lobo y muy al fondo. Suspiré con tristeza, no quería casarme, no quería unirme a Holmes, quería estar con mi madre pero no con ellos, quería al menos tener un hijo, quería ser libre, ver la luz del sol cada día, no tener sed, quería ser mortal, humana, quería enamorarme y… quería que Connor estuviese conmigo…pero ya daba igual eso, él ya no estaba ahí.

Se podían empezar a vislumbrar las primeras estrellas en el cielo, cuando Selina desde el otro lado de la puerta me indicó que era la hora. Me puse los zapatos a juego con el vestido, los cuales tenían cierta elevación y me molestaban bastante, me hacían daño. Me puse en pie y comprobé que también estaba incomoda con el vestido, era demasiado revelador, no me gustaba enseñar tanto los pechos, los cuales estaban mas altos y unidos de lo normal, ni los brazos, es más, no debía enseñarlos tanto, parecía una fulana que vestía sólo un corset. Tomé aire, incluso puedo decir que recé para que la tierra me tragase o en su defecto, porque todo pasase rápido. Ya no había vuelta atrás, todo por lo que había luchado, todo lo que no quería ser ni hacer, ahora se relevaba contra mi. Abrí la puerta y accedí al pasillo, y de ahí, hasta llegar a las escaleras. Me quedé parada justo al borde de ellas, petrificada. Había mas gente de la que esperaba, incluso puedo decir que reconocí a gente…la chica morena del barco, el botones del hotel que me parecía guapo, incluso aquel cazador de la hermandad tan repelente. Lo entendí todo y a la vez recordé que quizá ellos asesinaron a Connor por encargo de los vampiros, quienes me miraban expectantes desde cerca de una especie de altar, sobretodo Holmes. El cuerpo me ardió de furia, pero no me llevaría a ninguna parte aquello. Fijé mi mirada en alguien bastante peculiar, quien con solo mirarle producía escalofríos. Un señor de avanzada edad pero físicamente estable, de pelo canoso peinado hacia atrás, ropajes negros y ojos azules, azules brillantes que se clavaban en cualquier mirada, parecía también esperarme impaciente. –Vamos, querida- dijo mi madre sacándome de mis pensamientos. Bajé las escaleras despacio, sosteniéndome en la barandilla para no caer, hasta llegar junto a los demás. Me horrorizaba tanto que todos rieran como si no supiese nada… sentía ganas hasta de morirme si con eso conseguía pararlo todo. Holmes se acercó hasta mi y me tomó por la cintura –Estas preciosa, Helena, preciosa- dijo, susurrándome al oído con ese atractivo suyo. No hice caso a las palabras, sabía que en poco sería él quien me convirtiese y quien más tarde seguramente me poseyese a solas como quisiese, pues ya sería suya. Sabía ya que no estaba enamorado de mi, no podía estarlo, pero podía intuir esas intenciones en él.

Nos dirigimos hacia colocarnos frente al altar. Todos se separaron y nos dejaron a mi y a Tony frente a aquel hombre de ojos azules, quien se encontraba al otro lado. Empecé a entender cual era su papel en aquella ceremonia. Tony no me soltó ni un momento, siempre con su mano aferrando mi cintura. Pero yo, no podía quitar los ojos de los de ese hombre que no sonreía, pero que parecía querer transmitir…paternidad.


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Mensaje por Connor Kennway Jue Ene 17, 2013 9:58 am

Ambos carruajes restallaban en las adoquinadas calles Romanas al galope de los caballos a través de las calles nocturnas. La poca gente que deambulaba por los lugares más recónditos por los que cruzábamos observaban atóntitos tales muestras de agresividad con las riendas de un animal, avivando al caballo y acelerando cada vez más. Yo me encontraba sentado junto al cochero en el carruaje que encabezaba la diligencia -¿Sabes en qué lugar está?- el muchacho no apartó la vista de las calles, pero asintió -Sí, señor. He pasado varias veces por ese lugar, sé donde se encuentra. Siempre me pareció una mansión siniestra, pero no imaginé que era el centro de actividades de un clan vampírico. Esto es malo- asentí -Cierto, no hay nada peor que la formación de un clan...- me agarré fuertemente al asiento y esperé paciente a que llegásemos a nuestro destino.

Una vez arribamos frente a la fantasmagórica mansión, descendí del transporte y desenvainé el sable de plata. Todos los aprendices que me seguían cargaron ballestas con virotes de plata que apuntaban a través de las ventanas, rodeando la mansión. Eran aproximadamente unos 25 individuos que lucharían en mi nombre... me sentí halagado al mismo tiempo que apenado, sabiendo que no podría salvarles la vida una vez entrásemos en el apogeo de la batalla, la sangrienta batalla.
Me coloqué frente a la puerta; se oían voces en el interior y a través de las ventanas de cristales extrañamente oscuros se filtraba una tenue luz lilacea debido a la negritud del vidrio de la ventana
-Vamos allá...- alcé un nudillo y toqué un par de veces. Toc toc...

Se oyeron voces desde el interior, la voz temperamental de un hombre mayor que ordenaba a alguien abrir la puerta. Oí pasos, pues el silencio era sepulcral, seguido del tañido de la cerradura. Mi pulso se aceleró, alcé la cabeza lentamente mientras la puerta de madera oscura se abría, revelándome ante la figura de un joven muchacho de aspecto pálido y demacrado, como si llevase días sin comer
-¿Quién interrumpe Las Bodas?- miré por encima de él, pues era más bajo que yo. Allí, en la inmensidad del Hall, estaba ella, Helena, de pie junto a otro hombre. Estaba vestida con un traje blanco precioso, tanto como ella lo estaba. Reconocí a Tony como a su acompañante y el rostro de la chica... no denotaba felicidad. Me dejé llevar por la ira -Cartero comercial...- lancé un relampagueante tajo al muchacho que lo degolló de manera bestial y empujé el cadaver una vez ejecutado el ataque -¡HOLMES!- vi al vampiro reir, aferrando aun más a Helena por la cintura -Kennway... has regresado de entre los muertos... qué ironía- alcé el sable apuntándole -Qué valiente por tu parte venir solo... Me pregunto cómo sobreviviste al ataque de los Cazadores, malditos inútiles ¿Cómo van a aniquilarnos si no pueden contra un simple humano?- todos rieron salvo el hombre mayor que oficiaba la ceremonia. Su rostro me era familiar por alguna razón.

Me percaté de la presencia de un hombrecillo joven entre la multitud, que era poca. Frost estaba allí, estaba con ellos. Reconocí a la joven que se llevó a Helena cuando llegamos a Italia, de la cual la salvé, además del botones del hotel. No me equivoqué, nos seguían, querían a Helena
-¡Que sea la pureza de la plata la que os borre de mi camino!- aquellas palabras hicieron que los aprendices accionaran los gatillos y varios virotes penetraran a través de los ventanales, poniendo fin a la vida de varios Ghouls que se interponían entre mis objetivos y yo. Frost se salvó de aquella lluvia blanca y se lanzó hacia mi. Intercambié un par de estocadas contra él, antes de que William cayese sobre él mientras todos mis seguidores invadían la mansión -¡Muerte a los hijos de la noche!- gritó el joven, apuñalando a Frost en la garganta. Entonces, todo comenzó.

La guerra se inició con rapidez, siendo los Cazadores superiores a los Ghoul en cuanto entrenamiento y forma, mas no en fuerza. Yo avancé sable en mano, desenvainando por el camino el de acero. Un hombre trajeado se atrevió a aproximarse a mi
-¡Bruce, no!- ¿Bruce? Él era Bruce... lo sospeché desde el principio -Ven aquí, rata viajera, pondré fin a tu miserable vida de una vez por todas. Helena se queda con nosotros- entablé combate con él en el que no hacía más que atacarle y él esquivarme. Mientras tanto, la vampiro que se preocupó por él tomó a Helena y se dispuso a llevársela escaleras arriba. Tony se quedó junto al vampiro anciano, que me observaba con ojos inquisitivos, pero interesados. Otro vampiro enorme de raza negra azotaba a mis aprendices con rudeza, así como una niña pequeña les hacía retorcerse de dolor con solo mirarlo.

Tony no tardó en sumarse al combate contra mi, la cosa se ponía peligrosa. Dos vampiros contra un Cazador; sabía cuan hábil era Holmes, pero no cuanto lo era Bruce. Intercambié golpes con ambas armas, de uno hacia otro, bloqueando sus intentos de agarrarme y zafándome de sus golpes. Quizá con una evocación de la suerte, acerté de lleno en el gaznate de Bruce con el sable de acero. No lo mataría, pero tardaría en recuperarse de esa herida, por lo que entró en letargo, simulando una muerte. Encaré a Tony a solas por fin
-¡Helena! ¡Huye de ella!- grité mientras combatía con el vampiro de forma feroz, que con gran maestría de combate cuerpo a cuerpo, clavó su mano en mi hombro izquierdo, inutilizándomelo durante unos momentos debido al dolor ¿Sólo con su mano había atravesado la carne? Lo infravaloré... más de lo que pensaba. Ante mi alarido de dolor, me socorrieron dos aprendices que lo entretuvieron mientras me dirigía hacia la escalera, pues Helena era el objetivo real, no masacrarles, al menos para mi.

Los cristales se rompían así como el moviliario, todo quedaba destruido. El ambiente se regaba con voces furiosas y estertores de muerte. La roja pared se teñía aun más con sangre humana y Ghoul. Mi persona se arrojó en perseguir a la raptora de Helena, a la que alcancé al final de las escaleras hacia la planta superior.
-No te lo diré dos veces, vampiresa. Suelta a la chica- advertí con voz queda antes de lanzar una estocada directa con el sable de plata hacia la mano con la que arrastraba a mi joven muchacha. Sentí como la hoja penetró la carne, marcándole de por vida con una cicatriz en la muñeca. La criatura gritó y soltó a la chica, a la cual le entregué el sable de acero -¡Vámonos de aquí! Si se te acerca alguien, clavale lo que pincha en el corazón. Hablaremos en el carruaje- la empujé con suavidad escalera abajo, instándola a ir por delante de mi. Tendriamos que cruzar un pequeño campo de batalla, pero no era demasiado peligroso puesto que eran Ghouls.

La seguí bajando las escaleras hasta estar cerca de la puerta, cuando un brazo aferró mi hombro herido con fuerza. Pensando que se trataba de Holmes, lancé una puñalada hacia atrás. Cuando miré, vi a la joven vampiresa veintiañera, con sus cabellos negros sobre el rostro. Gesticuló el nombre de Helena con los labios antes de caer hacia atrás, malherida, directa en el corazón. Una vampiresa había caido víctima de mi espada una vez más... y sentí los ojos azules de aquel arcaico vampiro mirándome. Le devolví la mirada entre toda aquella gran batalla. Sentí una conexión entre nosotros en aquel instante, en el que su rabia luchaba contra la mia por la soberanía. No obstante, su sola presencia me daba pavor. Volví a empujar a Helena y la arrastré fuera de la mansión.

-¡Corre, vamos, vamos!- [i]subí raudo al carruaje y tomé las riendas. Esperé a que la muchacha se acercara y le lancé mi revolver
-¡Siéntate ahí atrás y dispara a todo lo que se nos acerque!- esperé a que montara y azoré a los caballos para que partieran pristinos. Mientras nos alejábamos de la mansión, pensaba en William y en los demás aprendices, cuyos gritos de dolor ahogaron el sonido del combate que había dentro. Estaba seguro de que aquel hombre imponente, el anciano, era antiguo... y los monstruosos alaridos que provenían en la cada vez mayor distancia indicaba que así de poderosos eran los demás, pues se fueron acallando las voces que gritaban, quedando en el silencio, el más completo silencio solo corrupto por los cascos de los caballos. Mantuve el ritmo durante unos cuantos kilómetros y lo reduje, a una distancia prudente. Si no nos habían seguido a esas alturas, quizá no lo hicieran ya. A paso reducido, hablé a Helena a través de la apertura que había tras el asiento de cochero -¿Qué tal, niña? Alégrate, creo que eres la novia a la fuga con la huida más "espectacular" jamás habida y por haber- reí alegre por saber que estaba a salvo dentro del carruaje, pero seguía alerta y nervioso al igual que apenado por tantas vidas perdidas por ayudarme. Algún día, Helena y yo, debíamos rendirles un homenaje a sus almas, cuando estuviesemos a salvo


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Mensaje por Helena Mauleón Jue Ene 17, 2013 11:14 am

El momento se acercaba. Por más que miraba a mí alrededor no había escapatoria posible. Tony me aferraba con su mano, los demás se hallaban a ambos lados expectantes, y aquel señor de avanzada edad no me quitaba ojo de encima. Su mirada me incomodaba, no decía nada, sólo guardaba silencio. –Creo…que podemos comenzar, Padre- dijo mi madre, con aspecto sonriente y jovial. –Entonces no demoremos mas el tiempo. Hijo mío…- aquel hombre misterioso por fin hablo, mirando con una señal de aprobación a Holmes. En ese segundo, pasaron por mi cabeza mil y una cosas. La culpa no me dejó de lado ni en ese momento tan crucial. Recordé a mi padre, en mi casa y sonriente, recordé Paris, lo bellísima que estaba nada mas salir el sol; y recordé el día en el que conocí a Connor. Todo lo que acontecía mi vida, parecía haber ocurrido para torturarme. Cerré los ojos, contuve la respiración y… llamaron a la puerta.

Todos los allí presentes nos giramos, confusos y extrañados, a excepción de ese tal Padre, quien quedó sulfurado tras esa interrupción, la cual maldije por hacer que las cosas resultasen mas lentas y agobiantes. Un muchacho de aspecto pálido fue quien se prestó a abrir la puerta e identificar al sujeto que había provocado un vacío en la ceremonia. Y entonces, todo ocurrió muy rápido. No pude distinguir a la figura que yacía tras la puerta, pues aquel joven estaba justo en frente; pero no duró demasiado. Oí quejas, gimoteos sorprendidos, el cuerpo del joven cayó al suelo, degollado… era él. -¿Connor?...- me costó pronunciar su nombre, las palabras se atragantaron. Pensé que era un sueño, no, no podía estar vivo. Había muerto. No podía ser él. Gritó el nombre de Holmes, quien me aferró aún más, acercándome hacia él como si fuese un premio. Tony se quejó sobre su plan, y entonces, con toda la felicidad del mundo, entendí que en realidad nunca había muerto. Me puse eufórica, los ojos se humedecieron e incluso dejaron caer un par de lágrimas. No solo había venido a salvarme, una vez más, sino que me demostró con su sola presencia lo mucho que me importaba. –Connor…estas vivo- quise deshacerme de los brazos de Tony, pero no me dejó, hasta que el ruido proveniente de las armas de un grupo de gente que quedó a las afueras de la mansión, irrumpió el silencio que se había creado, haciendo así estallar un conflicto entre los humanos y las criaturas.

Me agaché rápidamente, sobretodo en cuanto vi entrar a una multitud decentes de cazadores ¿Los había traído Connor? ¡Pero si era un auténtico suicidio! Bruce se acercó rápidamente a Connor, y ambos mantuvieron un forcejeo del cual el vampiro resultó herido y aparentemente muerto. Oí la voz de mi madre arder en cólera, estaba furiosa por aquel acontecimiento. Oí la voz de mi acompañante, advirtiendome para que escapase de ella. Pero… no, mi madre no podía ser capaz de hacerme daño. Corrió hasta mi y me tomó de los brazos, obligándome a subir por las escaleras –No madre, no. Déjame- color=darkorchid]-¡¿No lo ves, Helena?! ¡Ya no sólo te ha mentido, sino que ha osado atacar a uno de tus hermanos! –[/color] no podía soltarme de sus riendas y poco tardamos en llegar hasta la planta superior. Por suerte, poco tardó Connor en aparecer junto a nosotras. Ni aún así mi madre me soltó, empezaba a hacerme demasiado daño con sus manos – Ni lo sueñes, humano. Helena ya está con nosotros y tu no puedes hacer nada para para impedirlo. Además, Helena tampoco quiere estar contigo, la traicionaste- hablaba con un odio que jamás recordé en ella –No, madre. Quiero ir con él- aclaré, mirando a Connor a los ojos un tanto asustada -¿Pero que estas diciendo? ¡Has perdido el juicio!- tiré de mi brazo, sólo conseguí deshacerme de uno de los suyos –No he perdido nada. Sé perfectamente que nos separasteis a la fuerza para así poder estar contigo. Pero yo no quiero esto, madre. Compréndelo. No quiero ser…como tú- me dolió decir esto, pues no quería que se lo tomase como si no la quisiese. Yo quería estar con ella, pero no a ese precio. Vi un destello de horror en su faz. Quiso atacar, y por un momento vi en ella las intenciones de atacarme a mí; pero la espada de Connor provocó una enorme herida en su muñeca, consiguiendo así que me soltase. Me preocupé por ella, me dolió verla así. Me giré hacia Connor, había tantas cosas que quería decirle…pero no era el momento. Me tendió una espada, un tanto pesada para mí, para que pudiese defenderme con ella. Me dio un pequeño empujón para que me adelantase y bajase las escaleras antes que él –Pero…- Lo hizo otra vez y esta vez bajé, corriendo aunque con dificultad por el peso del vestido y los zapatos, con la espada sujetada con las dos manos y alzada a la altura de mi pecho. Un hombre al que no conocía se me acercó justo antes de llegar a la puerta, se abalanzó sobre mí no pensé. Cerré los ojos y moví la espada con todas las fuerzas que pude encontrar. Cuando los abrí observé su cuerpo en el suelo, con un enorme tajazo a lo largo de su vientre –Oh Dios mío- no podía creer lo que acababa de hacer. Me giré para buscar a Connor con la mirada, estaba justo detrás mía y acababa de asesinar a Selina. Me quedé petrificada, tras observar aquello y el resto del panorama. Se había formado una auténtica guerra. Sentí las manos de Connor empujándome hacia el exterior y me dejé guiar.

Me dirigí hacia un carruaje en el que Connor se había montado, con las riendas de los caballos ya sujetadas. Me lazó su revolver y me indicó que hacer. Subí rápidamente hasta el interior del coche, obediente. No sabía exactamente como hacerlo todo. Los caballos, raudos y veloces, nos alejaron rápidamente de aquel caos en poco tiempo. Me dejé caer sobre el respaldo del asiento, aferrando el revolver y sin perder de vista la espada, reflexionando sobre todo lo ocurrido. Todo, absolutamente todo seguía siendo culpa mía. Me sentía ahogada y la respiración acelerada no me ayudaba para nada a calmarme. Cuando hacía ya rato que dejamos de oír gritos y nos sumimos en la oscuridad de lo que parecía ser un bosque, quedé mirando a Connor. Habló, volvió a usar esa muletilla que tanto odiaba. Me acerqué hacia la ventanilla, sonreí, reí y dejé escapar un par de lágrimas –Pensé que estabas muerto…- quise que ninguna ventana y carruaje fuesen impedimento para hablarle cara a cara, incluso tocarle y ver que realmente estaba ahí –Oí a Holmes decir que te habían matado, que había conseguido separarnos. Estuve toda la semana encerrada y venía cada noche y…- no sabía como ordenar mis palabras. Estaba emocionada. –Y has venido… Pensé que no volvería a…- Mi voz denotaba sufrimiento y cariño, un cariño profundo y revelador. Reparé entonces en la herida de su hombro –Estas herido. Connor, tenemos que parar. Se podrá peor si no se limpia- Y al ver la herida y no poder dejar de mirarla, reparé en algo aún más horroroso. No sabía a ciencia cierta que era lo que ahora tramarían los vampiros, pero el escalofrío que recorrió mi cuerpo me hizo ver todo demasiado claro -¡Connor ¡Connor tenemos que ir a Paris! ¡Tengo que buscar a mi padre! – quise decirle que mi padre lo sabía todo, pero se lo explicaría más adelante.

Tras unos minutos, comenzó a llover. Miré por la ventanilla lateral porque sabía que era la típica lluvia que empezaba de forma leve u acababa en tempestad. Quise decirle a Connor que parase, para que entrase en el coche y pasáramos la noche dentro hasta que escampase. Pero oí relinchar a un caballo que no era de nuestro coche. Miré entonces por la ventanilla de atrás y le vi -¡Connor, corre! ¡Holmes!-


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Mensaje por Connor Kennway Lun Ene 21, 2013 9:58 am

La muchacha se preocupó por mi herida a pesar de la difícil situación de la que acabábamos de salir. Sonreí sin mirarla, pero me relajé un poco en el asiento. Estando en plena conducción del carruaje, la muchacha advirtió de la necesidad de ir a Paris e ir a buscar a su padre ¿Por qué? -¿Por qué? ¿Qué necesidad hay de ir a por tu padre ahora?- pregunté con curiosidad, pues realmente no terminaba de concebir el por qué. Si regresábamos e ibamos en búsqueda de su padre, sería evidente que los atraeriamos y pondriamos en peligro a ese pobre hombre -Casi será mejor que...- me interrumpió Helena, avisando de que Holmes se acercaba. Obedecí a sus palabras y azucé a los animales para que aceleraran el paso. Para colmo comenzó a llover y unos rugidos lejanos advertían del advenimiento de una plena tormenta... lo que faltaba.

Los animales aceleraron el paso considerablemente, pero cada vez el caballo de Holmes se aproximaba más y más. No era de extrañar, pues los dos caballos que tiraban del carro se cansaban de hacer el esfuerzo de cargar con ese gran ataud de madera que sería para nosotros si no le dabamos esquinazo. De todas formas, abandoné la esperanza de dejarle atrás... era un vampiro a fin de cuentas. La noche aun se extendía demasiado, con muchas horas por delante, joven y con una lluvia torrencial que cada minuto arreciaba con más y más fuerza. No tardaría mucho en alcanzarnos, Helena debía estar viéndole aproximarse cada vez más
-¡Agachate y no sueltes el revólver!- alcancé a decir, esperando que el individuo se situase a un costado del coche de caballos y me atacaso. En lugar de eso, de pronto me sentí ligero, elevado. En casi lo que duró un pestañeo, me vi en el suelo, rodando en el suelo arenoso mojado, enlozado. El carruaje dio un par de giros a ras del suelo y se quedó clavado junto a un árbol y los caballos huyeron despavoridos una vez se rompieron las riendas y las juntas que los mantenían en el carruaje. Contemplé entonces que le faltaba una rueda al coche de madera, una rueda que Holmes se ingenió para destroz con algun potente golpe. Un tercer caballo pasó por mi lado, corriendo junto a los otros, pero sin jinete. Holmes había descabalgado y se dirigía hacia mi, riendo. La lluvia y los inminentes relámpagos que centelleaban en el cielo nublado y oscuro, iluminando con flashes nuestros cuerpos y la arboleda, le dotaba de un aspecto más terrorífico que nunca -¡El señor Kennway! He de decir que es una alegría que no perdieras la vida en aquel estúpido truco de separaros. No espeaba menos de ti, eres el hijo de tu padre, a fin de cuentas.- se acentuó su sonrisa, empezando a reir -¿Qué sabes tú... de mi padre?- me levanté lentamente, algo dolorido. Las ropas estaban sucias y tenía alguna magulladura en la cara. Me preocupé por Helena, pero el impacto no fue muy fuerte, de modo que el transporte no había sufrido mayor rotura que las ruedas, lo demás estaba intacto. Ella estaría bien, algo inconsciente o en shock como mucho -Sé lo mismo que tú de nosotros. No somos estúpidos, Cazador. Vosotros archivais en vuestras bibliotecas información y leyendas, historias sobre las criaturas que estudiais para poder cazarnos posteriormente. Nosotros no somos lobos, no somos brujos gitanos- reía cada vez más, abriendo los brazos en una pose triunfal -Apuesto a que nunca te has enfrentado a nadie como nosotros...- me miró pícaro. Tenía razón y lo sabía, lo leyó en mi rostro. Los vampiros que durante años asesiné eran descuidados, descarados, no temían mostrarse, no jugaban demasiado al raton y al gato como hacía Holmes, directamente cazaba a su presa sin contemplaciones -Padre... él, es una mente maravillosa- truenos acompañaron su discurso, con estruendos graves -Lo tiene todo ideado, Kennway. Él también ha recopilado información. Tenemos papiros de su puño y letra, escritos por él desde que es lo que es, un Dios entre nosotros, en los que ha seguido las lineas sucesorias de los Cazadores más prestigiosos y más peligrosos. Tu padre, Haytham, era uno de ellos. Era terriblemente habilidoso y silencioso... era un Asesino nato. Pero lástima que cayó por protegerte, a ti, que estás a punto de morir a mis manos- se aproximaba cada vez más a mi -Pasaré a ser el favorito de Padre. Desbancaré a Fan y a Bruce de su posición ante los ojos de mi señor, seré yo, el que puso fin a la vida del último Kennway...- desenvainé mi sable de plata, mirándole con fiereza. Él me mantenía la mirada, extendiendo la mano hacia mi -Lucha como el hombre que eres. Brindame un arma y hagámoslo como en los tiempos de los legendarios guerreros que fuimos, Cazadors y Vampiros en tiempos atrás. Markus debe estar retorciéndose en su tumba cada vez que un Vastago hace trampas como un vulgar pirata usando sus garras o dientes... Altaïr tampoco estaría muy feliz de ver a un Cazador sin honor ¿Verdad?- Dudé un momento, pero terminé por lanzarle el sable de acero, el cual empuñó con maestría. Tras un breve silencio y usando un trueno como campanazo de salida, comenzamos el duelo.

Intercambiamos golpes y nos bloqueábamos mutuamente, con agilidad y velocidad. Él gozaba de los sentidos aumentados y de la fuerza enorme de un vampiro, así como de los reflejos y de la velocidad. Yo era un humano simplón, con un entrenamiento extraordinario, pero simplón ¿Qué significaba eso? Que aceptaba la muerte. No la temía, era parte de la vida, la muerte me acompañaba a mi y a mi espada cada vez que combatía, cada vez que caminaba o respiraba. Los vampiros, por otra parte, la temían. La inmortalidad les hacía débiles ante la idea de desaparecer para siempre cuando han tenido la posibilidad de vivir para siempre entre las manos. Todos eran iguales... Tony no era diferente.

Sentía su miedo en cada estocada, en su forma de esquivarme. Se movía como un loco demonio desatado, atacaba con furia, pero siempre se apartaba más de lo necesario. Bloqueaba mis ataques empleando demasiada fuerza, aferraba con demasiado ahinco el sable en su mano... y eso le jugó una mala pasada. Una acometida brutal por mi parte, no hacia él, sino hacia su arma, hizo que se le escapara de las manos. Cayó a un par de metros más allá de su espalda. Terminé apuntándole al pecho con el sable
-Jaque mate, Holmes- el vampiro se echó a reir tras mis palabras, como si estuviera desquiciado. Sabía de qué se reía, se reía de que con su velocidad podría alcanzar la espada y usándola podría partirme en dos si quisiera -Está bien, está bien...- se apartó el pelo mojado de la cara. Los relámpagos seguían iluminándolo todo y la lluvia era terriblemente fuerte. Sentía las gotas golpear mi piel como si fueran pequeñas piedras -Supongo que el honor me llevó a la muerte. Ahora sé por qué Markus murió- negué con la cabeza, apretando la mandíbula. Le odiaba y más detestaba que me subestimase -El honor de un Antiguo no le llevó a morir ni es el honor lo que te lleva a morir a ti, Holmes. Es el miedo y el descontrol, la confianza que os sobra para todo os falta en valor. Os aferrais a vuestra existencia sobrenatural más que a nada, no deseais desaparecer... El miedo os hace débiles ante vosotros mismos- el vampiro escuchó mis palabras sin dejar de sonreir. Asintió lentamente -Bonitas y épicas palabras Kennway ¿Quieres pasar a los anales de la historia dando un discurso a un vampiro que va a morir? El medievo quedó atrás, chico- le miré fijamente a los ojos, igual que él a mi. Guardamos silencio durante largo rato -Supongo que es el fin... no me dejarás marchar- negué con la cabeza -Así sea, pues, Kennway. Haz honor a tu apellido, a tu legado. Pero recuerda que ese miedo del que hablas con tanto orgullo también se volverá contra ti. Los humanos sois simples, muy simples. Lo sé, fui humano antaño, sé el miedo que se siente... A no llegar a tiempo, a perderlo todo, a no poseer la fuerza suficiente o la sabiduría e inteligencia necesaria. El anhelo de tener algún poder que te haga la vida más fácil...- agarró la hoja de mi sable de plata, una mueca de dolor se dibujó en su rostro, pues se estaba cortando. La sangre dibujaba una linea carmesí a lo largo del filo -No podrás protegerla, Connor. Nosotros, los Malkavian, no somos como los demás. Yo siempre he sido un amante del honor, de la lógica, siempre me ha gustado investigar... Siempre he querido ver hasta donde llegarían mis Industrias Star, pero no viviré más para verlo, se hundirá sin mi, morirá conmigo- esbozó una sonrisa triste que me sorprendió -Bruce, Isabel, Malik, Mai... y el más importante, Padre. Ellos no buscarán un combate digno de ser recordado, no querrán cruzar espadas, danzar en la lluvia, bajo la tormenta, para ver que voluntad es más poderosa. Quieren a la chica y la tendrán, cueste lo que cueste. Necesitarás un ejército para derrotarlos, porque ya lo tienen. Viktor... nuestro Padre...- negó con la cabeza, delirando, mirando al cielo -Podría destruir todo el mundo si quisiera, con algo de tiempo... Por desgracia para vosotros, es eterno- comenzó a reir nuevamente y se apretó el sable contra el pecho, empalándose. Tiró de mi brazo hacia él, profundizando aun más. Seguia riendo mientras la sangre caía al suelo y rió, hasta que comenzó a deshacerse lentamente, como si fuera cenizas que la lluvia arrastraba. Todo lo que quedó de él fueron los ropajes y un gran charco de sangre en el suelo.

Me dirigí hacia el carruaje tras aquella situación, busqué a Helena y la ayudé a salir. Esperaba que estuviese bien. La tormenta aun no había llegado a su auge, por lo que debíamos buscar refugio. Holmes tenía razón, toda la razón. Debiamos ocultarnos, pues no podría con los demás. La joven adolescente y él parecían ser los más débiles, pero en el combate en la mansión observé los poderes de cada uno. Además, su "Padre", Viktor, era demasiado, lo supe desde que le vi, demasiado antiguo ¿Desde cuando había Ancillaes en pie en este mundo? Pensé que el último fue aquel tal Ravnos que desapareció hace algunos años, del cual oí que la última vez que le vieron fue en París, irónicamente. Al parecer me equivocaba... o quizá algo lo despertara. Daba igual, debiamos guarecernos de la lluvia.

Arrastré a la muchacha por el bosque acuoso, esquivando árboles y oyendo a algún que otro animal rezagado huir de nuestro camino. No tardé demasiado en avistar una pequeña cueva, una abertura que crecía desde el suelo en un gran montón de piedras
-¡Ya llegamos!- nos introdujimos en aquel lugar, oscuro, húmedo... pero a la vez caliente, extrañamente. Me senté en una pared -Puf...- me quité la chaqueta mojada, quedándome en camisa, que estaba menos húmeda. La bolsa de piel que previamente saqué del carruaje junto con Helena la posé a mi lado. Miré a la muchacha -Una noche pasada por agua... Espero que no nos encuentren por aquí...- estabamos bastante profundo en el bosque, muy alejados del carruaje y del "cadaver" de Holmes. Solo quedaba esperar que dejara de llover, salir a buscar algo de leña para secarnos y... algo que pudiesemos comer. Seguramente, de esa tarea tendría que encargarme yo. Me levanté y me situé junto a la muchacha -Pégate a mi- me acerqué más -No me malentiendas, pero no es bueno que cojamos frio. Los bósques guardan poca calor... y las rocas también- suspiré, arrimado a ella -Espero que amaine pronto...-


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Mensaje por Helena Mauleón Lun Ene 21, 2013 11:28 am

No dude ni un solo instante en obedecer las palabras de Connor, en cuanto ambos pudimos imaginarnos la gravedad de la situación a la que nos estábamos enfrentando. Estaba confusa, porque en parte no acababa de entender todo lo que estaba ocurriendo. No sabía porqué mi madre, mi propia madre podía comportarse de ese modo; porqué todos me querían con ellos, porque me habían mentido de aquella manera. Me agaché y me coloqué a la altura del asiento del coche, aferrando el revolver como si en él me fuese la vida, podía ser así, ciertamente. Temí en todo momento por mi acompañante, él estaba afuera y por ello, expuesto a cualquier primer ataque de nuestro perseguidor. Noté como los caballos hacían acopio de todas sus fuerzas por atacar las órdenes de correr más rápido, pero parecía ser, que el de Holmes tenía mas residencia. Pensé que dispararía, que se abalanzaría hacia nosotros con esa fuerza sobrenatural. Y sin poder verlo, apreciarlo, me hallé girando a la vez que el carro lo hacía, grité, y en poco volcada en uno de los laterales del carro. Tony había conseguido bolcarlo en pocos segundos, dejándolo de un lado y recostado sobre un árbol. El lateral que chocó contra el árbol se astilló y rompió la ventanilla, pero por fortuna, aunque me vi arrastrada hacia ese lado, ningún pedazo restante consiguió clavarse en mi cuerpo. Tosí, me sentía dolorida por el golpe pero no demasiado. Miré de un lado para otro, ahora la única puerta posible de salida se situaba frente a mí, pero ocupando lo que debería ser el techo si el coche no estuviese volcado. Y entonces, reparé en que Connor no podría haberse visto ayudado por ninguna pared de madera en la caída -¡¿Connor?! ¡¿Connor?!- grité su nombre poniéndome en lo peor. Ya había saboreado el sentimiento de perderle, no quería probarlo por completo. Lo único que oí fue la voz de Holmes, acercándose.

La lluvia no acompañaba, el sonido que producía al chocar contra l cristal de la ventanilla hacía creer que la lluvia se había convertido en sólida. En cuanto oí la voz de Connor, quien mantenía una conversación con Holmes cual paz antes de la tempestad, me puse en pie, acariciándome la nuca e intenté abrir la puerta. Si, llegaba hasta ella, pero era difícil de abrir, aún más si parecía ser que se había atrancado. Mi ayuda ahí fuera no sería de mucho, más bien no valdría nada, pero no quería quedarme dentro sabiendo que los dos hombres llegarían a enfrentarse. Di varios golpes, sin resultado. Di otros varios aún mas fuertes, nada. Sólo me quedaba salir de la ventanilla, la cual era lo suficientemente grande como para que mi cuerpo pasase. Me refugié bajo los asientos, tomé el revolver con decisión y disparé a la ventanilla. En esta se abrió una pequeña abertura con la forma de la bala – Esto me va a doler…- Arranqué un trozo de una de las tantas telas que formaban parte del interior del vestido que daban vuelo a la parte inferior del mismo. Me la coloqué en los nudillos y con todas mis fuerzas, golpeé el cristal ya roto por la bala para que se rompiese del todo. Varios pedazos de cristal cayeron sobre mí, por fortuna una vez más, solo recibí un arañazo en el hombro. Golpeé los restos de cristal que quedaron sujetos al marco de la ventanilla, y así, quedó creada una abertura por la que no dude en pasar. Nada más conseguir sacar el torso, dirigí mi mirada hacia Connor y Holmes. No sabía exactamente en que situación se encontraban y lo que menos pude explicarme era porqué Holmes sostenía con su mano el filo de la espada que Connor empuñaba, hasta sangrar de la misma. Hablaba de mí, sugería que Connor no podía protegerme siempre, que vendrían a por mi y que tenían un ejercito. Conseguí sacar mi cuerpo del todo, preocupada, y quedé encima del mismo. Admirando, como Holmes ponía fin a su propia vida. ¿Por qué? ¿Por qué había hecho aquello? Desapareció, convirtiéndose en cenizas que la lluvia y el viento hicieron desvanecerse en pocos segundos.

Tras aquel suceso, Connor se dirigió hacia mi y me ayudó a bajar. Las manos me temblaban de confusión, y agradecí que las sostuviese para comprobar que verdaderamente estaba vivo. –Deberíamos buscar un lugar en el que pasar la noche- dije, con voz temblorosa. Le seguí en cuanto tomó rumbo a una espesura que en seguida odié. El vestido estaba empapado, por lo que adquirió más peso del que ya tenía, haciendo que tuviese que andar con una carga desagradable y llena de fango por la parte inferior, que tiraba de mi cuerpo hacia abajo; además de enredarse y engancharse a cualquier rama o saliente en el lugar. Sujeté la parte del escote mientras andábamos, no podía hacer más. Por otro lado, los zapatos elevados eran un auténtico calvario para aquel terreno, tropezaba una y otra vez con ellos. Y para más pesar, el frío calaba hasta los huesos. Llegamos a una cueva oscura pero tranquila, la cual Connor eligió para pasar la noche. Entré rápidamente, y me senté en uno de los laterales del lugar, dejando caer mi espalda sobre la rocosa pared y observando la lluvia caer. No sabía muy bien como se pasaba la noche en una cueva, sabía que aunque llevase dos noches sin dormir, sería difícil dormir sobre un suelo rocoso y húmedo. Recogí mis rodillas y me las llevé hasta el pecho, donde intenté hundir mi rostro. Los dientes me castañeaban, el cuerpo entero me temblaba; el frío era insoportable y tampoco podría deshacerme de aquella ropa húmeda ¡Ni si quiera tenía ropa interior! Aquello era un completo desastre. Estaba un poco en estado de shock, de todos modos. De no estarlo seguramente estaría histérica. Tenía ganas de llorar o de gritar, pero no podía. Habían pasado demasiadas cosas, demasiados descubrimientos y demasiadas intenciones respecto a mi persona que no podía explicar.

Noté que Connor se sentaba junto a mí, y alcé el rostro para mirarle. No oí nada de lo que había dicho al llegar, pero entendí que me sugirió que me apegase a él, para resguardarnos del frío. No tuve que hacer nada, él se acercó a mí hasta que quedó sentado donde nuestros brazos se podían rozar, y al notarle, me abalancé hacia él sin pensar en nada. Le abracé, bajo su brazo, dejando mi cabeza apoyada en su pecho pero sin dejar de sostener con una mano el vestido por la parte del escote. Me importaba un cielo entero la reacción molesta que tuviese por aquello, no tenía palabras para todo lo que había sucedido. Cerré los ojos y suspiré –Lo siento- hice una pausa larga y los volví a abrir, llorosos – Lo siento muchisimo. No tenía ni idea de nada, de absolutamente nada de lo que estaba ocurriendo. No sabía porque te comportabas así conmigo, no sabía porqué me mentías, no entendía de que me estabas protegiendo… y ahora lo entiendo todo. Si lo hubiese sabido…si lo hubiese sabido desde un primer momento nada de esto habría ocurrido- dije nerviosa. Acto seguido, empecé a calmarme un poco para hablar mas claramente. Tenía muchas cosas que contarle y expresarle, y debía ordenarlas debidamente - Holmes me convenció de que me habías traicionado, dejándome allí encerrada por varias intenciones... pero no te odié por eso, porque en realidad no me habrías traicionado de nada. Tu solo me acompañas por dinero, nada más… y aún así no se porqué estas aquí otra vez. No se porqué has vuelto a arriesgarte por mi si ni todo el dinero del mundo es recompensable a lo que has hecho... fui con él. Me aseguraba que alguien me esperaba y me prometía cosas preciosas pero que en realidad no llegué a desear. Y tenías razón, mi madre estaba viva, allí, como si nada hubiese pasado. Aunque de cierto modo... no la llego a encontrar cuando la miro.- me di cuenta de que me estaba desviando del tema al que quería llegar -Cuando oí a Tony decir que te habían matado, cuando pensé que habías muerto, me derrumbé, porque pensé que no podría ni si quiera darte las gracias por todo. Gracias, gracias Connor. De verdad que no se… no se como pagarte todo esto- suspiré e inconscientemente apreté los puños con los que le abrazaba, pero sin hacerle daño. Quedé un rato callada, intentando buscar calor y después proseguí – Holmes tenía razón. Son fuertes y poderosos, si es a mi a quien quieren no tardarán en volver a capturarme. No podrás protegerme siempre… por eso y aunque no debo y ojala alguien te lo pague, quiero que me hagas un favor. Sé que si sigo negándome a ir con ellos, mi madre no dudará en ir hasta mi padre para que yo ceda. Ya lo han intentado contigo, no les va a costar nada torturarle a él. No soy como tú, Connor… no se luchar, ni defenderme. Sólo se mirar, observar . Lo conseguirán….- le miré a los ojos, sin dejar de sostenerle la mirada –Mi padre lo sabe todo, por eso te contrató. Sabía desde el principio que mi madre vendría a por mi para convertirme en un monstruo. Llévatelo, Connor, sácalo de Francia y llévatelo lejos. No se si, aun cuando ya me hallan convertido, osarán vengarse de él por haberme mantenido alejada de ellos todo este tiempo. Pero sé que yo no seré yo… hazlo tú, por mi-

Seguí bajo su brazo un rato más. Seguía muerta de frío, temblada como un pajarillo, pero era mejor estar bajo su calor que sin él. Al comprobar que no se molestaba, supuse que no le importaba aquel gesto quizá impropio. Pero de igual forma, alejé el brazo que rodeaba su espalda por si se sentía incomodo, pero seguí quedando recostada en él. -Estoy confusa. No se porqué me quieren en realidad... no se porqué mi madre ha hecho todo esto, no se porqué se comporta así. Tengo miedo- cerré los ojos e intenté evitar volver a estallar en otro llanto. Estiré las piernas y me acomodé en su cuerpo, colocándome de lado y posando una mano en su pecho. Estaba cansada, sin energías y triste. Acabé sucumbiendo al sueño. Esta vez, si empezaba a proporcionarme calor.


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Mensaje por Connor Kennway Mar Ene 22, 2013 10:20 am

Dejé que la muchacha se disculpara y hablara largo y tendido mientras me abrazaba. Me sentía extraño al abrazarme una persona tras varios años, desde que tenía diez más exactamente. Nervioso, dejé caer mi brazo sobre sus hombros, rodeándola... no sabía cómo corresponder -No es necesario que te disculpes... Lo hago porque empiezo a sentir cierto aprecio por ti, no eres una mala chica. Algo traviesa quizá, testaruda... pero mereces la pena viva, tal y como eres, con tu luz... y tus defectos- cerré los ojos, relajándome, abandonándome al concierto de la naturaleza en el exterior, con su lluvia y tormenta. Terminé quedándome dormido aferrado a Helena y ella a mi, manteniendo el calor.

A la mañana siguiente desperté con los primeros rayos del sol. Me separé despacio de la mujer para no molestarla y me marché al exterior. Salí a buscar algo de madera, ramas, hojarasca y algún par de conejillos que pudiesemos comer. Si no despertaba sola, despertaría con el par de disparos que efectue para dar caza a una par de ellos. Regresé y lo monté todo como si estuviese acostumbrado a hacerlo diariamente. Tardé más de un par de horas en hacer toda esa tarea, de modo que la mañana ya iluminaba todo el bosque, con sus rayos de luz preciosos, reflejando la humedad en las hojas de estos. La leña también estaba mojada, así que tardó muchísimo en conseguir prender, pero no tardó en emanar calor de la fogata. Despiecé y despellejé a los animales lejos de la vista de Helena y los preparé en un par de ramas que usaria como pincho para comerlos. Los coloqué a la brasa y le entregué a la muchacha la bolsa de piel en la que llevaba el traje que previamente robé de la Sede
-Algo de ropa, para que no enfermes. Deberías cambiarte ahora mismo...- me adentré en la cueva y me senté donde pudiera verme, de espaldas a ella -No miraré, tranquila- me crucé de brazos, sentado, mirando a la oscuridad de la cueva.

A priori, parecía ser una cueva pequeña, poco profunda pero muy oscura, pero llamó mi atención, en la distancia, un pequeño resplandor. No quería girarme para decirle nada a Helena, de modo que aguardé algo más. Forcé la vista y la clavé en el infinito, observando aun mejor aquel punto de luz en el horizonte. Era como una esfera, esas esferas fantasmales que danzan en la oscuridad ¿Fantasmas? ¿Por qué habría fantasmas aquí? No me daba esa sensación de igual forma, pero la cueva era aun muchísimo más honda de lo que pensaba
-Helena, si has terminado, ven aquí...- indiqué, poniéndome en pie -Allí hay algo, iré a ver. Ven conmigo, no te quedes sola- ordené, preparando el revólver.

Avancé entre tinieblas, esperando que la muchacha me siguiera. Marcaba firmemente los pasos para que ella pudiese oir que yo seguía avanzando, para que no se detuviese. Conforme más me adentraba en las profundidades de aquel infinito pasillo, más grande se hacía aquella luminescencia. Lentamente, empecé a vislumbrar que no era una bola de luz, ni mucho menos un espíritu... eran antorchas ¡Antorchas! Alguien debía haberla puesto ahí... ¿Sería esta cueva la guarida de algunos bandidos? Lo desconocía, pero pronto lo descubriría.
Me abrí paso entre las abruptas anomalías terrenales de la cueva, evitando grandes piedras gracias a la luz de las antorchas
-Guarda todo el silencio posible, incluso no respires si puedes..- era una forma de hablar evidentemente, pero sí que era importante la quietud. Llevé una mano atrás, buscándola. Alcancé a tocar su muñeca, la cual agarré y la guié por ese pasillo largo, mayormente iluminado por el fuego.

Para nuestra sorpresa, terminariamos llegando a una gran sala, una cueva aun más grande dentro de la misma cueva. Olía a sangre, olía muchísimo a sangre y lo más llamativo de todo, a parte del olor, era la ingente cantidad de pieles de diversos animales, disecados, como alfombras, colgadas por toda la bóveda
-¿Qué demonios...?- fue entonces cuando oí un chasquido al otro lado de la gran sala. Me interpuse entre Helena y el ruido y observé, justo al otro lado, una figura vestida con la piel de un oso como túnica. Se levantaba de algún lugar, pero nos miraba. La capucha que era la cabeza del animal con las fauces abiertas proyectaba una sombra sobre él gracias a los fuegos que iluminaban toda la galería. Se aproximó a un craneo posiblemente de ciervo a paso lento, lo tomó con ambas manos y nos miró. Lo alzó como si se tratara de un cáliz. Me estaba poniendo nervioso ¿Era un brujo? ¿Un satanista? Estabamos en problemas si era ambas cosas a la vez. Los nigromantes no eran algo de lo que uno se pudiese fiar, pero antes de invitar a Helena a huir, una voz cantarina y algo crispada voceó desde el interior de aquella enorme piel de oso -¡Mira eso!- guardé silencio, tiré del brazo de Helena para pegarla a mi espalda -¡Visitantes de un plano superior! ¡Personas humanas!- aquellas palabras me hizo pensar que él no lo era, efectivamente -Después de haber pasado toda la noche lluviosa durmiendo en la puerta de mi casa, ahora tienen la osadía de venir a mis aposentos armados... ¡Qué descaro! ¡Qué descaro más grande!- se llevó el craneo frente al rostro y se colocó de perfil para que pudiésemos ver la escena. Frotó su rostro contra el hueso y sollozó -Me parte el alma tantísimo desagradecido por el mundo... ¿Pero sabes algo, Watson? Yo aun soy más agradecido que eso- dejó la cabeza huesuda en una suerte de mesa hecha de piedra y se aproximó a nosotros a paso calmado. Lentamente se fue deshaciendo de la capucha y me sorprendió lo que vi. Parecía un hombre de mi edad, con la piel blanca y el pelo de un extraño tono verde. En sus labios había dibujada una enorme sonrisa que llegaba hasta sus mejillas, como si fuera maquillaje. Estaba hecho de sangre. Sus ojos estaban tiznados de negro, posiblemente carbón. Todo su rostro era una enorme pantomima, una cara fantasmal de un payaso o arlquín -...Hola- chasqueó varias veces la lengua y se lameteó los labios tras decir aquellas palabras tan secas. Su rostro era totalmente inescrutable, no sabía si estaba alegre, deprimido, furioso o de cualquier otra forma, pero sí le notaba en mi mente. Él era algo extraño, algo que nunca había visto. Se echó hacia un lado con parsimonia, como si bailara y observó a Helena -Hooola preciosa...- se peinó los largos cabellos hacia atrás con las manos. Estuvo a punto de avanzar hacia ella pero me interpuse. Aquel acto le parecería divertido, porque empezó a desternillarse de risa, una risa maníaca que me puso los pelos de punta -¡Bu!- siguió riendose durante buen rato -Creo que hemos topado con un heremita loco...- susurré a Helena -Heremita sí, loco no... No, para nada- su voz provenía de detrás de mi. Cuando me quise dar cuenta, él estaba tras Helena, sonriente ¿Cómo? No podía saber si era un vampiro, un licántropo o un fantasma, no mostraba nada, parecía un simple humano loco, pero esa velocidad...

Giré sobre mi mismo y traje a Helena a mi lado nuevamente, alejándola de él
-¿Quién eres?- le apunté con el revólver -Un perro callejero- estiré aun más el brazo intentando intimidarle -¡Habla o disparo!- nuevamente empezó a reir -¡Eso es! ¡Aprieta el gatillo! Instaura tu propia anarquía. El hombre armado puede hacer siempre lo que quiera- para mi asombro, se colocó frente a mi y se puso el revólver en la barbilla -Vamos, hazlo. Todos son iguales, los hombres con un mínimo de poder no dudan en usarlo para asustar a los débiles- chasqueó otra vez la lengua varias veces -Sois tan simples, todos vosotros, incluso yo, que siempre buscamos quedar por encima... ¿Crees que me amedrentarás por ponerme tu juguetito en la cabeza? No apretarás el gatillo- me separé de él. Me asustaba, me daba miedo. Se veía en mi rostro. Mi respiración se agitó mientras él seguía con su risa juguetona y desquiciada. Miré a Helena a los ojos, me inundaba el terror. Era la primera vez que me encontraba así y la primera que ella me vería en esas condiciones, pero había algo en ese hombre, algo superior, algo que desbancaba totalmente a los demás -No tiembles, muchachito. Vas a asustar a la hermosa chica. Solo decidme qué os trae por aquí- en esos momentos parece que la cordura asomó en sus ojos. Intenté controlar la respiración y le hablé -Nos marchábamos de Roma y nos encontró la lluvia, nos guarecimos en la cueva...-Supongo que el hecho de que os persigan no cuenta como detalle a informarme- dijo terriblemente aburrido. Me leyó la mente, volví a asustarme, me sentía impotente -¿Cómo lo...?- se quitó de pronto la piel de oso de encima y la tendió en el suelo. Iba vestido con unos extraños y viejos ropajes de color lila oscuro, muy desgastados y rotos. -Sé más de lo que crees, Cazador- su revelación me inquietó -Deja de asustarte ¿Quieres? Me empiezas a irritar- dijo tosco. Cambió de tonalidad de voz como si fuera otra persona, de hablar risueño y cantarín pasó a pronunciar cada palabra con una sequedad ronca e indiferente, como si su corazón -si lo tenía- estuviese hueco -Creo que sereis definitivamente mis invitados por hoy. Ese olor a conejo que hay por ahí fuera, ya quemado, me espanta. Afortunadamente para vosotros tengo bastante carne deseosa de ser cocinada y devorada por alguien con estómago para tomarla. Yo hace mucho que no pruebo la carne... ¿Se me podría considerar vegetariano?- al decir que no comía carne, descarté la idea de que fuera un licántropo. Solo podía ser un fantasma... o un vampiro -Nosotros tenemos que irnos... irnos a...- tomé a Helena de la mano, con intención de marcharme, pero sus palabras me clavaron en el suelo -A ninguna parte, amigo mío. Sentaos ahora mismo -me senté, caí en redondo como si fuea un enorme trozo de acero -Eso está mejor- miré a Helena, obnuvilado. De alguna forma me había obligado a caer sentado en el suelo de piedra... ¿Con quién estábamos tratando? Temeroso, sin poder acudir al temple que me caracterizaba, insté a Helena a que se sentara. A pesar de que no hacía frío, la volví a abrazar y la apegué. Me estaba dejando llevar por mis sentimientos, mi necesidad, mi voluntad de protegerla. Ese hombre extraño simplemente nos miraba, chasqueando la lengua constantemente -Qué bonito- empezó a aplaudir entusiasmadamente, pero su cara era el retrato de la vileza, enormemente seria -¿Qué quieres de nosotros?- apreté a Helena contra mi -La pregunta es qué quieren de vosotros. Cuéntame por qué huís. Qué necesidad tiene una pareja como vosotros de salir de Roma para pasar una noche lluviosa en un bosque...- medité durante largo rato, en silencio, mirando a Helena. No sabía si podía fiarme de ese extraño ser, pero tampoco perdía nada. Estaba claro que él tampoco era natural, iba más allá de lo que había visto nunca. Su mera presencia casi me hacía asfixiar de pavor, pues comparándole con las criaturas que había visto, en los ojos de ese hombre que estaba ante nosotros se podían leer las llamas de la historia. Solo mirarle me producía escalofríos -Nos persiguen... más bien, la persiguen. No sabemos muy bien por qué... unos... vampiros- él no se inmutó ante aquella palabra, así que proseguí -Desde hace semanas nos persiguen, desde que llegamos a Italia. Tengo la sensación de que la siguen a ella desde mucho antes...- la miré apenado -La querían "casar" con uno de ellos- el término "casar" hizo que su rostro chispease y una sonrisa payasa comenzara a asomar en sus labios -...Viktor o algo así es el nombre del que los dirige- como si estallase una bomba, empezó a soltar carcajadas locas e infernales. Incluso se dio el gusto de tirarse al suelo y retozar como un niño pequeño. Estuvo un par de minutos riendo hasta que se puso serio, se sentó nuevamente, se peinó otra vez para Helena y paseó sus ojos entre ella y yo -Este mundo es demasiado pequeño- se relamió los labios y chasqueó la lengua. Me señaló, moviendo la mano nerviosamente, como si le temblara -N-no... tenéis ni idea... de donde estáis- miré a la muchacha extrañado y luego a él. Parecía que él sabía quiénes eran en realidad. Reuní valor y me atreví a confiar en su quebrada mente -¿Sabes algo de él? ¿De Viktor?- giró la cabeza un par de veces para crujirse el cuello. Suspiró serio -Malkavian...- sonrió tan ampliamente que pude verle los colmillos. Era un vampiro.

Se levantó raudo y empezó a traer materiales algo viejos. Usó una bandeja de acero como "plato" sobre un montón de maderos que incendió y colocó varios pedazos de carne sobre la bandeja para que empezaran a hacerse. No tardó casi nada, pues aunque a mis ojos ni siquiera habían existidos dichos objetos, él sabía perfectamente donde estaban guardados. La carne era fresca, posiblemente de ese mismo día ¿Significaba que había salido a cazar con nosotros durmiendo a su paso? ¡Él sabía perfectamente que vendriamos a verle¡
-Comed y aprovechad para preguntar lo que querais... Una vez empiece a hablar, no quiero interrupciones...- acentuó su payasa faz con una sonrisa burlona


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Mensaje por Helena Mauleón Mar Ene 22, 2013 11:46 am

Desperté sofocada, con los primeros rayos de sol que la mañana comenzó a brindarnos. Acababa de oír un par de disparos que me sacaron de todos mis sueños. Me erguí, nerviosa. Había pasado toda la noche pegada a Connor, pero no estaba. Miré de un lado para otro. No, no estaba. Me asusté. Me puse en pie y caminé de un lado para otro intentando pensar que hacer. Y entonces, le vi llegar. El sonido de sus pasos me hizo encontrar rápidamente su procedencia. Llevaba un par de animales… suspiré aliviada. Sólo había salido a coger algo para comer. Puse cara de desagrado al comprender de qué estaría compuesto el desayuno, y miré rápidamente a un lado. Tampoco quería que Connor me advirtiese de lo que ocurriría si no comía. Prendió varias ramas y hojas e hizo una pequeña hoguera, donde posteriormente comenzaría a calentar la carne de los animales. Pero antes de comer, me tendió una bolsa de tela de saco. Dentro había ropa. Suspiré alegrada –Gracias. Esto es demasiado incomodo y pesado- dije mientras sacaba la ropa, refiriéndome al vestido que ya no era tan blanco. Fue caballeroso al asegurar que no miraría mientras me vestía, e incluso se alejó. Sonreí. Estaba equivocaba con él, demasiado equivocada. Cuando le conocí pensé que se trataba de un borracho maleducado, de un sinvergüenza y un depravado; y resultó ser que era todo un compañero. Abrí bastante los ojos, sorprendida, al mirar aquellas telas -¿Qué es...?- dije en susurros. Había una chaqueta sin mangas, de color negra con detalles rojos en la cintura y larga, escotada y con cierre de corset en la parte delantera; además, una camisa con la cual suspiré con pesadez, pues era blanca y yo no llevaba ropa interior, tendría que conformarme con el cierre de la chaqueta. Una botas de color negro, a juego con… unas…medias…y pantalones cortos, demasiado cortos pero pantalones al fin y al cabo. Pantalones. ¿Pantalones? ¡Pantalones! Estuve a punto de comprender que Connor se había equivocado, pero entonces reparé y recordé los ropajes que las mujeres de aquella hermandad traicionera llevaban. Eran iguales, estaban vestidas con pantalones. Genial… una experiencia más. Me desnudé, insegura y nerviosa. Pero rápidamente me vestí como pude. Me miré a mi misma y me dio vergüenza la guisa que llevaba. Parecía una cazadora fulana. Pero supuse, que era uno de los problemas más insignificantes que tenía encima en ese momento, así que intenté obviar la incomodidad de los pantalones y las posibles miradas burlonas. -¿Qué ocurre?- pregunté al oír a Connor. Me coloqué un par de cinturones con bolsas alrededor de la cintura y me acerqué a él.

Connor había visto algo en el interior de la cueva. Aquello hizo que me pusiese nerviosa. Me peiné los cabellos hacia atrás y suspiré, esperanzo otro posible susto. Seguí los pasos del hombre hacia el interior del lugar, en el que se podía vislumbrar una tenue luz, intentando hacer el menor ruido posible. Reparé en que los ropajes eran increíblemente cómodos, aún más por la anuencia de mi corset interior. Llegó un punto en el que el camino empezó a hacerse complicado. Había mas rocas, más elevaciones. Connor tomó mi muñeca para ayudarme. La luz cada vez se hacía más grande. Ya habíamos llegado hacia su nacimiento. Me horroricé al comprobar que nos encontrábamos en una sala en la que pieles de animales cubrían las paredes junto a manchas de sangre –Connor vámonos- me asusté notablemente, aquello parecía la casa de un brujo. Un brujo, que empezó a dirigirse hacia nosotros –Connor, vámonos ya- tiré de su brazo, pero no cedía. Y entonces, ya no hubo vuelta atrás. Se colocó frente a nosotros. Un loco, parecía un loco con esos ropajes, esos maquillajes… y ese comportamiento irritante. Connor tiró de mí y me apegó a él, cosa que agradecí porque no podía intuir las intenciones de aquel sujeto. Pero ese mismo, se refirió a mi e intentó acercarse con aires ortodoxos. Con el gesto de protección de mi acompañante, empezó a reírse, a carcajadas ruidosas. Fue entonces, cuando Connor intentó decirme algo, pero la voz del sujeto, quien había desaparecido ante mis ojos en una milésima de segundo, comenzó a brotar a mis espaldas; y ahí estaba a él. Estuve a punto de gritar, pero todo quedó en gesto de exclamación mientras me giraba y el hombre volvía a llevarme a sus espaldas.

Las pregunta mas obvia salió disparada de los labios de mi acompañante. Aquel brujo parecía jugar con la respuesta, e incluso pareció querer desviarla. Connor parecía confuso cada vez que me miraba, parecía como si no entendiese ni la naturaleza de aquella persona. Aquello solo provocó que mi pulsaciones aumentasen más de lo que ya estaba ¿Dónde diantres nos habíamos metido? El brujo de cabellos teñidos se interesó por nuestras razones para refugiarnos. Connor respondió y el hombre terminó la respuesta por su cuenta. -¿Cómo lo sabe?- me atreví a hablarle con voz temblorosa, sabía que nos perseguían incluso sabía que Connor era cazador, quien al atemorizarse por ello quiso intentar marcharse pero cayó al suelo sentado sólo con intentarlo. Me llevé una mano a la boca. Sabía que no había sido Connor, sabía que había sido el brujo ¿Pero como lo había hecho? Hizo un ademán para que me sentase junto a él ¿Tampoco podía levantarse? Hice lo que me pidió. Me abrazó y me arrimó a él, tal y como había hecho yo con él la noche anterior ¿Cómo…? ¿No le había molestado ya suficiente? No comprendía, pero tenía que admitir, que no me disgustó aquel gesto, sino todo lo contrario. Así que pasé mi mano tímidamente por su espalda, y me agarré a un pliegue de su camisa . Recordé que la noche anterior había confesado tenerme aprecio y que ese era el fruto de su arriesgo. Eso me relajó. Y me sentí tranquila y protegida, cuando me apretó contra él. No sabía porqué, con él, no me importaba comportarme de ese modo. Parecía tener…esa necesidad de hacerlo.

La conversación entre nosotros y aquel desconocido se volvió a instaurar en la sala. Esta vez un poco más en serio. Por lo pronto, no parecía que quisiese atacarnos. Comprendía la situación, e incluso sabía quienes me perseguían -¿Viktor? ¿Viktor es aquel hombre que ordenaba el ritual?- pregunté, curiosa. Estalló en carcajadas, tenía que ser él. Y en una de sus risas… distinguí un par de colmillos, como los de Tony, como los de Bruce, como los de mi madre. Quise echarme hacia atrás pero los brazos de Connor me lo impedían. Obvió las preguntas y trajo comida cruda, la cual empezó a prender en la hoguera que había creado. Estaba hambrienta, pero no me fiaba, no iba a comer nada. –Es usted uno de ellos… ¿verdad?- pregunté insegura a pesar de que sabía la respuesta. Pero no debía tener las mismas intenciones que los demás, no, ya me habría secuestrado de ser así -¿Quiénes son? Quiero decir… ¿Qué quieren? ¿Por qué nos persiguen? Bueno, sé que quieren convertirme…sé que quieren que yo sea como ellos. Mi madre esta con ellos. Ella es… una más. Y hasta ahí entiendo porqué quizás ella me quiere junto a los demás. Pero, no me dejan elección. Han intentado matarle a él, lo intentarán con mi padre y puede decirse que lo intentan conmigo- en todo momento hablé tranquila, en voz baja y bajo el refugio que Connor me aportaba y en el que parecía que me escondía por mi cabeza cabizbaja -¿Quién es Viktor? Lo llaman ‘’Padre’’. Le rinden lealtad parece ser… y por lo que uno de ellos nos ha informado… no son pocos. Viktor tiene un ejército. Hasta hace poco yo vivía ignorante de lo que la noche ocultaba, quizá siga un poco desenterada, pero ¿Por qué un ejercito?- quizá mis preguntas estaban siendo demasiado reveladoras. Pero, ya que no sabía luchar, esperaba poder ayudar con la palabra. Quizá era algo normal, que los vampiros formasen ejércitos desde tiempos inmemoriales. Pero los ejércitos son para luchar, y nunca se ha sabido de luchas ¿Y contra quien? –No se quien es usted pero… le agradecería muchísimo que nos ayudase. No sabría como agradecérselo- en ese momento volví a ponerme nerviosa. Reparé en que estaba tratando con un vampiro y no con un humano. Le acababa de pedir a un vampiro, ayuda contra otro vampiro.


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Mensaje por Connor Kennway Miér Ene 23, 2013 11:23 am

Pasó un pequeño momento de silencio tras las preguntas de Helena hacia e individuo. Este no dejaba de mirarla, chasqueando la boca. La carne se hacía al fuego y olía de maravilla, sentí la boca salibar. Miré los alimentos y al alzar la vista, encontré los ojos ancianos de aquella criatura aferrados a los mios -No está envenenada. Comed, por vuestro Santo Dios- sabía que sospechaba de la comida que nos ofrecía, tampoco era difícil imaginarlo. Alargué una mano para tentar un trozo, aún ardiente. Lo tomé con cuidado por una parte huesuda y me lo llevé a la boca. Lo mordí y senti el calor en la boca, así como lo tierna que estaba además de jugosa, limpia de sangre -¿Lo ves? Si quisiera mataros... sabéis muy bien que no necesitaría veneno, no os daría tiempo... de lanzar grititos- gestualizó acentuando esas últimas palabras, meneando los brazos como si fuera una niña asustadiza. -En cuanto... a ti, pequeña...- la señaló -Tus... agradecimientos... me son totalmente indiferentes. Las mujeres no me satisfacen, así que mejor que te goce tu amiguito el Cazador- él había entendido perfectamente lo que Helena quería decir, pero jugaba con nuestras mentes -No te atrevas a...- me lanzó una mirada gélida y callé, volví a morder la carne -Deberíais relajaros... Estáis muy tensos, nerviosos, como si fuera un enemigo. No lo soy, pero tampoco un aliado... Simplemente me considero una criatura altruista, he vivido demasiado tiempo para mi ¿Qué pierdo dándoselo a los demás? A fin de cuentas, si os encuentran, moriréis, es así. Cada uno de una forma distinta- sonrió mostrando los dientes -¿Entonces puedes darnos información o alguna clase de guía?- se cruzó de brazos pensativos y echó la cabeza hacia atrás, chasqueando la boca. Parecía estar burlándose de nosotros, pero se volvió a sentar derecho y empezó a hablar

-Han pasado tantísimos años...- comenzó a narrar -Viktor... él...- meditó las palabras -Tiene más de mil años- nos miró a ambos -Le conocí cuando aún era un chiquillo, ni siquiera recuerdo de donde era, ni donde fue. Como podréis deducir, soy aún más viejo que él. Siglos más viejo- frunció el ceño -Creció hasta ser el vejestorio que aparenta ser hoy día... siempre tuvo una vida difícil. Cuando era un niño le salvé, ya por aquel entonces estaba cansado de ser una bestia sin corazón, como todos o la mayoría... Es cierto que tener este... Don... o maldición... te incita, te impulsa, te conviertes en un demonio insaciable, te empuja a hacer maldades con tal de satisfacer tu ego y tus necesidades... lo peor es que todo son caprichos y una vez conseguidos, nacen otros nuevos.- chasqueó la boca nuevamente -La vida del muchacho era un tormento, desde muy pequeño lo trataban como a un insecto. Tenía hermanos que le maltrataban a diario, así como sus padres. Cuando se hartó, huyó de su hogar, abandonándose a las crueldades de las calles de aquellos tiempos, donde la civilización era... inexistente, prácticamente- suspiró -Quiero decir, que las leyes y las normas no eran como las de hoy día, obviamente. Creció y conoció a una muchacha, muchacha que en aquel entonces no podía hacer otra cosa que obedecer las órdenes de su padre, como una esclava. Ya habreís oido algo quizá de la historia de el Imperio Romano... él era de esa época- chasqueó otra vez -Intentaron cometer la locura de huir juntos cuando pudieron entablar contacto, se enamoraron... He de puntualizar que siempre le vigilé, digamos que le tomé cierto aprecio al muchacho, era alguien bueno y noble a pesar de todo- asintió, sumido en la nube de recuerdos -Sí... era bueno... pero todo se torció cuando se trasladaron a Hispania, queriendo huir de Roma. Les costó la misma vida llegar, pero se asentaron y tuvieron descendencia, una niña pequeña a la que en honor a la diosa romana del amor llamaron Venus- hizo una pausa para mirarnos -¿Qué tiene que ver todo esto? ¿Por qué nos interesa?- él negó con la cabeza y me instó a callar colocándose un dedo en los labios -Escucha al señor Kerr... que por cierto, soy yo ¡No me he presentado! Qué mal estoy de la cabeza...- comenzó a reir como un loco nuevamente -Podéis llamarme Joe Kerr... de todos modos, no os dejaré hablar de momento. Seguid comiendo y oid- obedecí -En fin... ¿Por dónde...? Ah, sí... el principio del caos...- se volvió a sumir en su mente -Pasaron los años... y los encontraron. Aunque parezca mentira, siempre guardaron rencor por su marcha, sobretodo el padre de la muchacha. Formaba parte del gran ejército del emperador y ordenó que aunque él muriese de viejo, debían encontrarlos. Incluso insistió en que aunque esos mismos soldados murieran, encargaran a las próximas generaciones de hallarlos, pero los quería muertos, a los dos... Pasaron cerca de veinte años cuando consiguieron identificarlos tras tanta marcha, intentos de eludir a la guardia y fingir otras identidades y otras vidas. Viktor, nombrado así por la gracia de los Dioses, contempló horrorizado como murió su adorada esposa y su hija de diez años, a la que concivieron una decena de años tras su marcha de Roma. Él fue torturado también, hasta casi perecer, pero lo dejaron vivir con el sufrimiento en lugar de darle muerte, órdenes del padre de su amada...- se atragantó con las palabras, parecía que sufría la misma pena que entonces -Recuerdo que hablé con él, me contó como la violaron antes de asesinarla y de cómo jugaron con la pequeña al raton y al gato con las gladius en mano... Nunca llegó a mostrar cólera, solo pesar, un profundo pesar... Se marchó del lugar entonces, sí, se limitó a vagabundear de pueblo en pueblo por toda Hispania, hasta que llegó a la edad que ahora posee, la cual desconozco, sinceramente. Sé que es un viejo decrépito y maldigo al que lo transformó en el monstruo que ahora es. Yo nunca quise hacerlo, temía que su bondad se ensuciase con la negrura que corre por las venas de un vampiro... y de hecho, eso fue lo que le sucedió. Al contemplar sus poderes, la sangre, que en aquel entonces era fuerte, vigorosa, no tanto como en mis días, pero aún conservaba parte del poder de los Matusalén- chasqueó la boca nuevamente -Qué recuerdos... ¡Ah! la nostalgia... Me encantaría morir- cortó la frase con una sequedad que me impresionó. Pero realmente, estaba totalmente embelesado por su historia -Para terminar... Viktor se obsesionó con la venganza y recuperar lo que era suyo. Él solo asesinó a todo un regimiento mientras dormían, para cobrarse el precio que pagó. No obstante, no quedó satisfecho, nunca lo estuvo. Tomó a una niña varios siglos después, una pequeña asiática, la creó él cuando sus padres murieron... esos paises nunca han sido muy pacíficos- rió -Creo recordar que se llama Fan... fue entonces cuando no pude volver a seguirle la pista, detestaba que le diese consejos, detestaba mi presencia... desapareció con su nueva "hija" y hasta ahora... no he tenido más noticias de él ¿Cómo no darme cuenta de que estaba tan cerca?- meneó la cabeza -Esa es la historia de Viktor... y así que Padre... siempre estuvo cautivado por la idea de retomar a su familia y la está creando a base de inmortales... un ejército...- abrió mucho los ojos -Ha cruzado la linea... él está debilitando el legado del Primero y su "ejército" no se alejará demasiado de un humano bien entrenado, como los Cazadores. La sangre se vuelve más líquida con cada generación, más enfermiza... llegará el momento en el que ni siquiera puedan beber sangre, el simple hecho de ser un vampiro dejará a los humanos como si fuese un muerto que ve y oye lo que ocurre a su alrededor, casi ni se podrán mover...-

Cuando terminó la historia y la reflexión, nos permitió levantarnos. Yo me encontraba alimentado y conociéndo más a nuestro enemigo. No eran datos que nos ayudaran a ganar, pero era algo. Nos dijo que lo más seguro para nosotros era seguir hacia el noroeste, además eso nos acercaría más a Francia, por lo que era definitivamente nuestro mejor billete de salida ¿Cómo sabía él que era el mejor destino a seguir? Lo desconocía, tampoco contestó cuando le pregunté. Nos aconsejó robar un carruaje, pues ya era próximo el medio día y habría caravanas de transporte. Me despedí de él y empecé a dejar la cueva atrás
-Un vampiro excéntrico pero el más agradable que he conocido nunca...- comenté a Helena, jocoso. Salí de la cueva por delante de la muchacha para asegurarme que no hubiese peligro y puse rumbo hacia las carreteras.

Estuvimos andando durante un largo rato por los bordes de los caminos hasta que aparecio el carro de un muchacho joven, tirando por dos caballos. Seguramente transportaría alimentos o ropas, así que no me lo pensé
-¡Oiga!- el muchacho detuvo a los animales junto a nosotros y miró a Helena, precisamente a su escote, ignorándome. Desenfundé el revólver y lo apunté hacia su cabeza, cargando el tambor -Bájate y deja de mirarla- obedeció, asustado. Se apartó bastante del carruaje hasta que monté y tendí la mano a Helena para que subiese conmigo -Y te lo repito, si la vuelves a mirar, te saco los ojos a balazos. Comenta también nuestro aspecto y lo sabré, tengo espías por todo el mundo- le lancé mi mirada más gélida acompañada por una sonrisa épicamente maliciosa. El muchacho asintió, temeroso y se puso a caminar hacia Roma. Azoré a los animales y los puse en marcha, en el sentido contrario, rumbo noroeste. Apreté el gatillo apuntando hacia Helena y la pistola volvió a escupir ese "click" que denotaba que la batería estaba vacía de balas, pues gasté las únicas cazando a los conejos. Volví a reir, como aquella noche en el hotel -Creo que ahora, a pleno día, sí podemos relajarnos...- suspiré -Me siento tranquilo teniéndote a mi lado en lugar de atrás, en el carro, aunque estarías cómoda tumbada en ese montón de lonas- efectivamente, transportaba telas algo pobres. Presumiblemente sería un habitante de un pueblo cercano que tuviese que transportar por los caminos -Así que quédate a mi lado y no te separes de mi ¿De acuerdo? Es más seguro para ambos y así puedo respirar tranquilo. Me das muchos quebraderos de cabeza- me incliné ligeramente y le di un empujoncito con el hombro, sonreí amable, dándole a entender que bromeaba sobre los dolores de cabeza -Rumbo a casa, niña- volví a azuzar a los caballos para que aligeraran el paso un poco. El día presentaba un ambiente agradable, no parecía haber problemas por hoy...


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Mensaje por Helena Mauleón Miér Ene 23, 2013 1:01 pm

Connor se atrevió a comer los alimentos que aquel vampiro desquiciado quiso ofrecernos. Quedé expectante y preocupada mientras le miraba comer. No le había pasado nada. No estaría envenenada entonces pero… seguía sin atreverme. Al final, el hambre pudo con mi mente, terminé alargando el brazo y tomando un trozo de carne caliente para llevarlo seguidamente a mi boca. Estaba bueno. Ese hombre definitivamente no tenía nada contra nosotros… por muy malos modales que presentase al agradecerle cualquier ayuda. De igual forma, decidió brindarnos su información respecto a Viktor, el líder de aquel grupo de vampiros que intentaban capturarme. Au historia no era bonita, no esperé que lo fuese. Lo que si me sorprendió y a la vez me confundió fue saber cuantos años de vida llegaba a tener esa criatura que había sufrido hacia miles de años solamente por amar. Escuché con atención cada palabra, sin apartar la vista de los ojos de aquel vampiro ni un segundo. Entendí porque con sólo mirar a aquellos hombres los escalofríos se hacían dueños por completo de mi cuerpo. Su historia, nos ayudó a comprender quizá las bases de sus intenciones; pero a mí al menos, no me quedó claro prácticamente nada. De todas formas, no quise seguir preguntando. Algo me decía que habría muchas cosas que por el momento no desearía saber.

Tras aquello, nos aconsejó para seguir con nuestra huida. No tardamos en marcharnos de aquel lugar para poner rumbo a la civilización. No teníamos ya dinero, por lo que nada mas llegar a la ciudad tuvimos que robar un carruaje pequeño. Mientras Connor se encargaba de todo, yo miraba de un lado para otro, confundida, como si no quisiese hacerme responsable de lo que estábamos haciendo. Pero se veía que la situación llamaba a mi persona. Algo paso, Connor tuvo un motivo más para apuntar al dueño del carro con su revolver. Intenté refugiarme entre mis manos al comprender lo que ocurría. Subí al asiento del choffer y esperé a que el joven estuviese dispuesto a marchar. -¿De verdad me estaba mirando?- vaya tontería había preguntado con los ropajes que llevaba. El hombre me apuntó con su revolver he hizo el mismo sonido hueco que la última vez que robó algo. Reí nuevamente, me hacía gracia aquella situación. Miré al contenido del carro cuando Connor habló de mi situación en el asiento delantero –Bueno… ese montón de lonas podrán convertirse en nuestras mantas y camas… mas adelante- suspiré con pesadez, porque sabía que así sería. Encontró oportuno referir su tranquilidad de tenerme a su lado a supuestos quebraderos de cabeza que yo provocaba. Fui a replicarle, pero entonces me dio un empujoncito burlón. Se lo devolví riendo –Sólo dime… que los cadáveres putrefactos que salen de sus tumbas cada noche no existen, por favor- dije entre risas, aunque con cierto temor a su respuesta.

Estuvimos durante más de una semana recorriendo el país hacia el norte, teniendo como único refugio aquel carruaje pequeño y pobre. Empezaba a acostumbrarme a aquello, cada vez me costaba menos dormir de forma incomoda o refugiarme del frío con un par de lonas y quizá un fuego. Es más, empezaba a apreciar la tranquilidad de no estar en una ciudad y de recorrer los bosques, deleitándome con cada sonido de la naturaleza que se abría a nuestro paso. Si, era extraño para una chica de clase alta, acostumbrada a bienestares y placeres diarios. Pero por alguna razón, todo malestar se me hacía bastante ameno con Connor a mi lado. Ya no había tantas discusiones como antes, sino todo lo contrario. Compartíamos momentos de risas mutuas, y aunque hablaba poco y no comentaba nada sobre sus pensamientos, podía decir que cada vez lo conocía mejor. Le estaba tomando un cariño especial que no recordaba en ninguna otra persona…tampoco era amistad… era más, pero algo extraño. Y por eso, mis preocupaciones sobre él aumentaban, al igual que la incertidumbre de que pasaría con nosotros si las cosas cambiaban. Tampoco tenía demasiado tiempo en expresarle todo aquello. Había cosas que me preocupaban por igual e incluso más, porque de ellas dependía todo lo demás. Mi deseo en aquel momento era llegar a Paris cuanto antes. Temía por la seguridad de mi padre. No sabía con certeza si se encontraría allí o si se habría marchado a buscarme, o si los vampiros se lo habían llevado. Lo que sabía era que aquellos seres sabían jugar y mi madre, una de las personas que más me conocía… más bien me conoció, estaba entre ellos. No quería pensar que era como ellos, pero si no lo era ¿Por qué había permitido todo aquello? Era cierto, que no encontré en sus palabras la emoción de un reencuentro con su hija después de doce años.

Era de día, pero por poco tiempo. Estaba sentada, arropada por una de las lonas, junto a Connor en el asiento del choffer del carruaje, y el sol se encontraba situado casi frente a nosotros, por lo que pronto desaparecería en el límite del camino ante nuestros ojos. Habíamos decidido tomar el camino tranquilo y despejado hacia el norte, en vez de ir por las ciudades, tal y como Kerr nos aconsejó. No había ni un alma entre aquellos campos, hacía días que no veía a nadie más que a mi compañero. Supuse que por ello nos lo aconsejó, porque nadie se imaginaría donde nos encontrábamos… tal era así, que ni las cartas de viaje que tenía entre mis manos y que había obtenido en nuestra última parada lo sabían – Genial… no es que sepa mucho de orientación pero, estas cartas no muestran el camino que estamos llevando. Al menos, espero que sigamos hacia el norte…- suspiré, doblando los papeles y colocándolos a mi lado; para después volver a arroparme con aquella enorme tela tres veces más grande que yo. No es que hiciese frío, pero la noche estaba cerca y empezaría a refrescar, y mis ropajes no es que me refugiasen de ello precisamente. El sol empezaba a molestarme estando de frente, por lo que miré a un lado entrecerrando un ojo, al que estaba Connor. Volví a abrir ese ojo, pues quedé fija en el hombre. Era cierto que no me había detenido a observarle, físicamente. Si, sabía que era moreno, de pelo largo, con un poco de barba, alto, de brazos fuertes y pelo en pecho, porque sí, le había mirado; pero no me había parado a fijarme con precisión. De esa guisa, parecía un hombre dejado, quizás pobres… todo lo contrario a la guisa de los hombres con los que había tratado: bien peinados y con buen corte de cabellos, y adecuadamente vestidos. Y aun así… Connor me gustaba más físicamente que aquellos hombres. Pestañeé por lo que acababa de pensar, nunca me había parado a pensar si me gustaba físicamente un hombre o no, pero aun así… no pude dejar de mirarle. Reparé en sus ojos, brillantes y relucientes gracias al sol –Tienes…los ojos azules- me sorprendí por ello, pues acababa de percatarme de que ese era su color de ojos. Que diantres, eran preciosos, azules pero oscuro y me estaba fijando ahora. Me sonrojé por la forma en la que había llamado la atención del hombre. No sabía como reaccionaría. Hice un gesto con la cabeza, nerviosa. Mire hacia delante y después sonreí por aquella situación. Estaba cambiando, yo misma lo notaba. – Cuando todo esto acabe… ¿Qué harás? ¿Volverás a tu tierra?- callé unos momentos, y proseguí. – Se que no tienes a nadie allí, pero… no se. ¿Qué hace un cazador? ¿Echáis raíces en cualquier lugar y os emparejáis entre vosotros cuando creéis que habéis trabajado suficiente? Había mujeres en aquella Hermandad- dije, suponiendo que los cazadores se dedicaban a su profesión hasta que sus cuerpos empezaban a resentirse, cuando la edad casadera ya había pasado. De igual forma, su respuesta me provocaba un tanto de malestar. Le había tomado cariño y no es que fuese agradable hablar de separase. Esperé su respuesta, para dar la mía – No se si esto terminará algún día… y si lo hará bien. Pero si lo hace, me gustaría irme de Paris, de Francia- le miré y sonreí dulcemente, para devolver la mirada al camino y seguir hablando – Me gustaría irme a vivir lejos, con mi padre. Y con lejos me refiero lejos. Donde nadie pueda ir a buscarnos ni nadie nos conozca. A un lugar tranquilo, sin ruidos, sin jaleos… rodeado de campos. Con buenos vecinos y… - callé y reflexioné – Vale, quizás estoy soñado un poco. No se si existirá un lugar así o no. El caso es… que si voy a tener una familia, me gustaría tenerla allí. Aunque claro, supongo que ese hombre con el que mi padre me prometió ya se habrá cansado de esperar, y lo agradezco. Yo prefiero...bah, da igual.- reí, pero con tristeza – Y pensar que hasta comprometerme fue un plan de mi padre para mantenerme alejada de ellos… estoy deseando verle y disculparme por todo. Jamás pensé que todo lo hiciese por mi seguridad- suspiré. El sol ya se había partido por la mitad al final del camino, y al otro extremo del mismo, ya podían contemplarse las primeras estrellas de la noche. –Esta bien, para los caballos a ese lado. Empieza a hacer frío- bajé de un salto del coche en cuanto se detuvo - ¿Preparado para otra noche en la suite de lujo?- reí, burlona, entrando en el coche y recostándome al final del asiento para dejarle sitio en el mismo a Connor. Me eché un par de lonas por encima mientras miraba a Connor sonriente –Como no las cojas tu, te las robo. Me estoy volviendo muy friolera- dije, tomando del suelo todas las lonas sobrantes y echándomelas encima mientras reía. Era mentira, solo estaba jugando un poco con él. Y a eso me refería, con que su presencia, me hacía ameno cualquier sufrimiento.

Cayó la noche por completo y el sueño se hizo dueño de la misma. No dormí, pero estuve a punto de hacerlo.


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Los hijos de Malkavian Empty Re: Los hijos de Malkavian

Mensaje por Connor Kennway Jue Ene 24, 2013 8:53 am

Transcurrió entonces una semana de viaje, haciendo diversas paradas en cualquier lugar habitable o habitado para poder descansar, comer o tomar alguna que otra ración de recursos para lo que nos quedase. Debíamos estar próximos finalmente de la linde de Italia para dar paso a Francia, me empezaba a impacientar. A pesar de todo, mi relación con la muchacha fue mejorando notablemente tras todo lo ocurrido, nuestros días transcurrían entre risas en lugar de enzarzarnos en estúpidas disputas como anteriormente. Me hacía sonreir más a menudo y me animaba a bromear ¡Bromear yo! Que siempre fui conocido en Inglaterra entre mis hermanos como la Muerte del Oeste por mi tenacidad y frialdad a la hora de acabar con criaturas nocturnas... Sin amigos, sin familia... ahora tenía a Helena.

Una buena tarde más, cayendo ya el sol por el horizonte, la muchacha comenzó a hablarme de otro tema distinto al anterior, como todo el viaje. No cesamos en comunicación entre ambos... y me encantaba, me hacía sentir tan cómodo como empuñar un sable... tal vez más. Se fijó en mis ojos, como si fuera la primera vez que los veía después de tantos meses juntos. Reí
-¿Ahora te percatas de ello? Eres poco observadora- siguió hablando, preguntando sobre qué haría cuando todo acabara -si acababa- y sobre "¿Qué hace un cazador?"... Me paré a pensar durante un momento, pues esa pregunta me fue difícil contestarla ¿Qué hacía? Viajar, solo viajaba. Paraba en distintos puntos donde dormitar para descansar, comer y asesinar criaturas. Eso era lo único que hacía... -No... no echamos raicez en ningún lugar Helena. Los Cazadores somos unos humanos nómadas, nos movemos por todo el mundo, sin cesar. Dormimos, comemos, entrenamos y asesinamos, es nuestro único cometido en este mundo. Fui entrenado para ello, adiestrado para ello y disciplinado para ello... nunca he conocido el amor, como te dije tiempo ha, ni he pensado en él. Lo único que sé es matar, es mi oficio, mi sustento... ¿Familia?...- sonreí algo melancólico, mi mente estaba distante -La Hermandad nos prohibe... Bueno, realmente no nos prohibe, sino que nos insta a no enamorarnos, a no entablar un lazo mayor que el simple compañerismo entre nosotros, los Cazadores. Cierto es que hay mujeres Cazadoras y muy buenas, de las mejores, Maestras del dominio de las armas... pero el amor puede ser un arma muy poderosa contra nosotros por parte de las criaturas más inteligentes; por desgracia todas son inteligentes- reí abstraido -Nunca he pensado en lo que me has preguntado... A fin de cuentas ¿Quién va a querer a un hombre cuyos años están manchados de la sangre de tantas y tantas criaturas, incluso de personas humanas?- la miré a los ojos, podría notar la soledad en ellos. Me abrí totalmente por una vez en mi vida. Nunca me importó el amor, nunca me importó la soledad, pero ahora que me veía acompañado por una persona en mis viajes, ahora que estaba comportándome de manera altruista con ella, por el mero placer y necesidad de ayudarla y mantenerla a salvo, me daba cuenta de lo completamente solo que he estado y de cómo mi vida se malgastaba entre las calles nocturnas -Creo... que ahora mismo, entiendo por qué Jones... me odiaba de esa manera- murmuré, pues era verdad. Comprendí a Jones, entendí, en esos momentos, lo que es sentir apego por una persona, la necesidad de no estar solo otra vez. No pretendía mantener a Helena siempre a mi lado, posiblemente ella no lo desease ni por asomo, pero en lo más profundo de mi corazón, quise tener la certeza de que podría tener por fin... una amiga -Está bien... paremos aquí- obedecí sus palabras y detuve el carruaje tras contarme ella sus propias ideas.

Mantuvo un tono jocoso durante los preparativos, jugando conmigo a ver quién se quedaba con más mantas. Realmente yo no tenía frío, así que cuando me senté junto a ella, tomé las que me pertenecían para definitivamente arrojárselas sobre su cabeza nuevamente, cubriéndola como si fuera un fantasma de cuentos
-¡Que hermosa!- exclamé, al mismo tiempo que empecé a reir -La lona, digo- me acomodé junto a ella mientras mi voz se apagaba, dejando de reir. No estaba acostumbrado y me sentía ligeramente incómodo, no sabía qué podía molestarla -Muy pronto llegaremos a tu hogar Helena... Tú y tu padre debéis marcharos, a un lugar seguro. Os aconsejaría Nueva Orleans... allí hay una Sede de Cazadores, de las mejores, estuve allí durante un tiempo... y en esa ciudad se han visto muy pocos seres extraños. Quizá algún nigromante o cambiaformas, pero los vampiros y licántropos no se atreven a entrar allí... no a menudo. Seguramente, ni siquiera Viktor podría hacerles frente- intenté animarla mientras bajaba la intensidad de la llama de la lámpara de aceite -Buenas noches, niña- cerré los ojos y dejé a mi sombrero caer sobre mis ojos. Me sumí en el silencio de los brazos de Morfeo.

No sé cuanto tiempo transcurrió entonces, hasta que algo me hizo levantarme, erguirme como si fuera un resorte. Subí la llama de la lámpara y desperté a Helena zarandeándola suavemente, con cuidado
-No hagas ni un ruido- susurré a su oido. Me recoloqué el sombrero y empuñé mi daga de plata. Había oido un ruido, como si fuera un susurro... Había algo en ese lugar, fuera del carruaje.
Lentamente, intentando que la madera del carro no sonase, salí por la parte trasera y descendí hasta la tierra flexionando las rodillas. Con cuidado comencé a rodear el carro, mirando hacia todos lados. Los caballos meneaban la cabeza hacia arriba y abajo, nerviosos. Ellos también sentían algo. Acaricié sus crines y los tranquilicé cuando observé que no había nada, absolutamente nada... pero a la vez, sentía algo mirarme. Sentí frío, un cosquilleo que recorrió mi espina dorsal, erizándome los cabellos. Me giré, pues era como el aliento de alguien en mi nuca, pero no habia nada allí
-Maldita sea...- murmuré -¿Tú notas algo, Helena? No son ellos pero...- me giré para mirarla y que me respondiese, pero me horroricé cuando contemplé tras ella, una figura borrosa, semi transparente, de una mujer de cabellos castaños y ropajes destrozados por cortes enormes, como garras o dentelladas -¡Sal de ahí, Helena!- era un fantasma, un espectro, hacía años que no veía uno. Las almas de algunos muertos se manifestaban en lugares cercanos a donde murió y a juzgar por sus ropas, había sido atacada por alguna manada de lobos o un oso -¡Rápido!- los fantasmas no podían morir, por lo que tampoco sabía cómo protegerla. El espíritu tampoco le haría nada, pero sí podía poseerla si no se alejaba de esa figura fantasmagórica. A sabiendas de que no le haría el menor daño, le lancé la daga al fantasma, justo hacia el rostro. El arma de plata le atravesó la cabeza y se clavó en las lonas que cubrían la parte trasera del carruaje. El espectro chilló de forma aguda y agresiva, para volatilizarse, como si fuera humo -Joder... debemos marcharnos de aquí...- me dirigí hacia la muchacha y cuando me di cuenta, la estaba estrechando entre mis brazos -¿Estás bien, Helena? ¿Notas algo extraño? ¿Sientes la vision nublada?- si no, era buena señal. Si no me contestaba o me veía borroso, estaría intentando poseerla, pero creia que no sería el caso.

No tuvimos apenas tiempo de hablar, ni de dejar de dejar de mirarla a los ojos durante ese silencio tenso que se hizo cuando le pregunté por su visión nublada, cuando volví a oir un lamento agudo. Miré hacia atrás, aún abrazándola. Era una niña, una niña que desapareció casi en el momento en el que la miré. Estábamos en algún lugar donde murió gente, donde sus almas se presentaban ante nosotros. Desconocía la razón de por qué nos observaban de esa forma en lugar de mantenerse ocultos en el Limbo... pero algo me decía que intentaban comunicarse
-Coge la lámpara de aceite- le ordené. Mientras hacía su labor, volví a ver a la niña, más alejada que antes, internándose en el bosque. Señalaba hacia el interior del mismo; definitivamente buscaban nuestra atención -Dámela- tomé la lámpara cuando regresó -Toma, ésta sí está cargada- le di el revólver que sí tenía balas de plata en la batería y la tomé de la mano para que me acompañase al interior del bosque, quizá nos advertían de algún peligro... o querían llevarnos con ellos.

La arboleda era una inmensa masa de oscuridad, solo iluminado por la lámpara. A nuestro alrededor se oían cosas extrañas, chasquidos de ramas, susurros sobrenaturales, lamentos de niña pequeña. Nos seguían y nos observaban, pero no eran sólo fantasmas, era algo más grande. Casi sentía su presencia a nuestro alrededor, pues a cada paso que dabamos, los chasquidos de ramas y de hojas parecían vibrar con cada uno de sus pasos, al igual que la tierra. Yo podía oir el zumbido de la hierba con sus movimientos, tan bien como podía oir mi respiración o la de Helena
-Escúchame, pequeña- hablé al fantasma -Os conozco, conozco vuestra esencia...- tragué saliba, preocupado por la muchacha -He tratado con entes como vosotros antaño, no os tengo miedo. Os respeto... y quiero saber qué deseais de nosotros- dejé de andar y apegué a Helena a mi, tirando de su brazo ¿Por qué? Porque todo lo que nos rodeó fue silencio. Dejaron de oirse las hierbas, los chasquidos de ramas. Cesaron los susurros y los lamentos, la voz de la niña desapareció. Nos quedamos solos... y no sabíamos donde estábamos exactamente -Tranquila... estaremos bien- le cedí la lámpara y desenvainé el sable de plata. Ella podría adivinar mis intenciones -Espérame aquí y mantente alerta. No dudes en disparar- le puse una mano en la mejilla. Su piel era cálida y suave como el petalo de una rosa en su primera primavera -Estaré bien... solo voy a ver si no estamos muy lejos del carruaje para marcharnos ¿De acuerdo? Volveré a por ti, confía en mi- le sonreí, al mismo tiempo que ella podría leer en mi cara que no estaba nada convencido de mi bienestar si la dejaba. La luz solía ahuyentar a los espíritus, pues eran entidades de la oscuridad, benignas o malignas. Ella estaría a salvo, teniendo el candíl en sus manos, no se atreverían a acercarse tanto como lo hicieron en el carruaje... sobre mi, no estaba seguro.

Me marché hacia las tinieblas, remarcando los pasos para que Helena los oyera. Comencé a caminar en la dirección opuesta a la que habíamos venido; por lógica, debería de dar así con el carro, mas no fue así. Tras unos aproximadamente diez minutos andando, ni siquiera veía el resplandor de la lámpara de Helena. Me cubría una ceguera total y absoluta. Sentí otra vez una presencia que me observaba. Se oían bufidos, el aliento pesado de algo grande. Reconocí al instante aquella sensación, no era un fantasma, ni vampiro, tampoco un oso... era un licántropo. El fantasma de aquella mujer desgarrada fue víctima de un licántropo. Me sentí desfallecer tras sentir un enorme peso en mi espalda.

***

La muchacha se veía sola en mitad de la oscuridad, solo con un revólver que no sabía usar muy bien y con un candil que se supone, la protegería de los espectros. Al marcharse Connor, Helena podía sentir a su alrededor como los sonidos volvían a incrementarse. Oía pasos, o eso le parecía. Podría creer tal vez que Connor regresaba, pero era imposible, pues se acababa de marchar. Podría gritar su nombre y él no contestaría... estaba totalmente sola ¿Qué ocurría en ese bosque? Lo único que llegaría a ver en ese momento en el que los nervios estarían a flor de piel, fue que en un mínimo pestañeo, la cara de aquella niña aparecería a apenas cinco centímetros de su rostro. La tocaría, sentiría pesadez y cansancio, que sumado al susto, la haría desfallecer. Al despertar, se encontraría cerca de Connor, apoyada en un árbol, frente a tres individuos desconocidos
***


Desperté y lo único que veía era una enorme fogata encendida en mitad del bosque. Estaba semi desnudo, solo con los pantalones que estaban bastante sucios, presumiblemente de ser arrastrado. Mi camisa estaba hecha jirones, destrozada. Mis armas estaban junto al fuego, alejadas de mi y mis manos, atadas y amarradas a una rama de un árbol por una soga bastante larga. Me encontraba de pie, mirando hacia todos lados hasta que vi a Helena, sentada contra la rama de un árbol. Ella estaba en perfecto estado, no parecían haberla atacado como a mi, pues me dolía la espalda, me escocía y casi podía adivinar la forma de los arañazos. Fue entonces cuando aparecieron en escena tres figuras ataviados con unos pantalones muy viejos y desgarrados hasta las rodillas, sin camisa, igual que yo. Tenían el pelo muy largo y con barbas desaliñadas, uno de ellos estaba bastante fornido, otro era más enclenque y de piel blanca y el tercero... era un niño, más bien un adolescente de 16 años. Estaban enormemente descuidados, a ojos de la sociedad parecerían vagabundos alcoholizados y locos, pero en sus ojos amarillos había algo fuera de lo común. Miré sus manos además, en las que sus uña eran garras, estaban parcialmente transformados... eran hombres lobo.
-Roish Kabirr aguarda, Cazador- escupió el más mayor, de piel ligeramente arrugada, pues tendría unos cuarenta años aparente, era el moreno de cuerpo definido. El adolescente me desató y me empujó mientras que el delgado llevaba a Helena, ayudándola a ponerse en pie.

Nos guiaron a través de una intrincada carrera entre los árboles, señalizados con pequeñas antorchas alejadas del tronco para evitar incendios. Dibujaban un camino peculiar, pero efectivo. Terminamos llegando a un claro enorme donde la luna hacía de sol, lo iluminaba todo con su hermosa luz blanquecina
-¿Roish... Kibarr?- pregunté, pero recibí un azote en la espalda con gran fuerza. Me quejé del golpe, aunque aguanté el grito entre dientes. -¡No te hagas el gracioso conmigo! Malditos Krrough... Todos venís a por Roish Kabirr- rezumaba rencor en cada palabra que pronunciaba. Me percaté de que utilizaba terminaciones para denominar a ciertos individuos en un idioma desconocido, no humano. Es más, ni siquiera pronunciaba bien lo que él decía. Ese idioma era una mezcla de sonido gutural, posiblemente, transcrito de los gruñidos y aullidos de los cánidos. Helena y yo escuchábamos a un lobo "hablar" sus ladridos y gruñidos. Me fascinó.

Avanzamos en el claro, sin árboles, un círculo perfecto. En la distancia no distinguí al gran grupo de licántropos que allí había, en su forma de lobo. Eran enormes, posiblemente medirían más de dos metros y bastante anchos. Los colores de los pelajes diferían los unos de los otros, bípedos sobre sus patas traseras y sus ojos amarillos, escalofriantes. Eran indiferentes en cuanto a la muchacha, pero a mi no dejaban de mirarme y gruñirme. En el centro parecía haber un pedestal en forma de escaleras, donde en la cima, había un precioso lobo enorme, del mismo tamaño que los demás, quizá un poco más pequeño, dormido... o eso creí.
Cuando nos posicionaron bajo ese altar extraño, totalmente construido en piedra, el licántropo blanco abrió sus ojos. Eran de un color celestial, nada que ver con el amarillo de los demás. Lentamente se puso en pie sobre sus patas traseras, aunque pude ver una anomalía en su físico. Caminaba bípedo, pero ligeramente encorbado y sus patas no se erguían totalmente. Parecía ser una muestra de involución de la especie ¿Estaban asemejándose a los lobos normales?
-Roish... Krrough na Nazgh unh queul igh- habló el licántropo mayor en su idioma, el que totalmente desentendí. El licántropo blanco, de pelaje níveo como la luz de la luna, descendió... y miró a Helena ¿¡Por qué siempre a Helena?! Me enfurecí, no nos dejaban un respiro. Nos perseguían unos vampiros, nos encontramos con un extraño Ancillae llamado Joe Kerr y ahora con... ¡Kerr! Él nos dijo que tomasemos esta dirección ¿Lo habría hecho a conciencia? Horrorizado observé como el licántropo blanco se acercaba a Helena y le acercaba el hocico. La olisqueó despacio, con delicadeza. Había algo en los ojos de ese ser... bondad, piedad... no parecía querer hacerle daño. La gestialidad de sus orejas me hizo verlo así, pues las agachaba y las levantaba, como si estuviese buscando algo en la muchacha -Ha de ser ella...- una voz femenina desmesuradamente calmada y dulce emergió de la garganta del blanco, acompañada con una doble voz gutural. Cuando quise darme cuenta, el licántropo adoptó la forma de una mujer de piel pálida, cabellos negros y ropajes blancos ¿Cómo no rompió sus vestiduras? Me sentía extraño, la compañía de Helena, este ridículo viaje que empezamos y ahora compartiamos me hacía ver incluso a mi, el Cazador, que sabía menos de la noche de lo que jamás pensé -Es hermosa... tal y como me dijeron los antiguos Oráculos...- la dama acarició las mejillas de Helena con suavidad maternal -Me presento ante vosotros, humana y Cazador. Me llaman Roish Kabirr, el Colmillo Blanco... pero podéis llamarme Eleanor...- sonrió afable a pesar de saber que era un Cazador. Hizo un gesto que provocó que los licántropos nos liberaran y nos rodearan en círculos -Hija mía- tomó a Helena de las manos -Hay algo... que debo contarte. Algo que llevo muchos años deseando contarte...- miré a mi acompañante ¿Qué pasaba con ella? Los Malkavian la buscaban por Isabel... ¿Pero por qué una licántropo la esperaba? Supongo que tendría que esperar a que hablara... pero me preocupaba en lo que ello pudiese desembocar


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Los hijos de Malkavian Empty Re: Los hijos de Malkavian

Mensaje por Helena Mauleón Jue Ene 24, 2013 10:55 am

Me fue agradable ver como Connor me seguía el juego, a su manera. Verle sonreír era infinitamente más agradable que verle descontento, como solía hacer con anterioridad. Había cambiado, auque no tanto como en realidad yo hubiese deseado. Hasta ahora, que me llamase ‘’niña’’, como solía hacer, no me había importado lo mas mínimo, Pero ahora hacía que me sintiese extraña, mal. Sentía que me veía como a una niña en vez de cómo a una mujer, y temía que todo ese buen trato actual sólo fuese porque le parecía una niña indefensa, temía que el cariño que yo le profesaba a él no fuese el mismo que él empezaba a brindarme. Mi faz se tornó triste y dejé de jugar, me recosté sobre el asiento y me quedé con una de las mantas. ¿De que serviría expresarle aquel pesar? Seguramente de nada, quizás solo de hacerme una idea confundida a mi misma.

Acabé durmiendo poco después de aquella reflexión y lo hubiese seguido haciendo de no ser por Connor, quien me despertó con un zarandeo suave. Abrí los ojos despacio, pero al comprobar que aun era de noche, me incorporé rauda pensando que quizás nos habían encontrado -¿Qué ocurre?- susurré nerviosa. El hombre alió del carruaje e inspeccionó los alrededores. Yo también salí de aquel vehiculo, pero quedé justo al lado de la puerta, observando temerosa cualquier respuesta del joven. Le oí hablar tranquilo, pero cuando e giró y me miró, gritó. Había algo detrás de mi, pero no quise mirar, corrí hasta situarme tras el hombre -¿Qué esta pasando? ¿Qué es?- casi grité. Connor lazó su daga hacia algo que no pude llegar a ver con claridad. Se desvaneció, o al menos eso pude contemplar. -¿Qué era esa cosa?- pregunté en voz baja, a la vez que mis pulsaciones se descontrolaban. Connor no dudó in instante en dirigirse hacia mi y rodearme con sus brazos, preocupado. –Estoy bien, estoy bien. No siento nada raro. Estoy bien- Sus abrazos me tranquilizaban aunque aun no entendiese la naturaleza de los mismos. En cuanto me ordenó que tomase la lámpara de aceite, me solté de sus brazos y obedecí, para después entregársela a cambio de su revolver, cargado. Lo guardé en una de las fundas del cinturón y tomé su mano cuando me la ofreció. Me intentó conducir hasta el interior de la enrome arboleda que gobernaba el camino que estábamos tomando –Espera ¿vamos a entrar ahí? Es una locura, vámonos ya- no me hizo caso, siguió caminando hasta donde la oscuridad se hacía tan espesa y oscura, que de no ser por la llama de la lámpara no veríamos ni nuestras propias narices. Sujeté su mano con fuerza cuando empecé a oír chasquidos, ruidos finos y precisos e incluso lamentos –Connor…¿Qué es eso?- Todo aquello se parecía a una historia de terror de las auténticas, de las que había llegado a leer y las que se encargaron de acrecentar mi miedo en aquel lugar. El hombre comenzó a hablar, a alguien, a algo, a un fantasma. Casi se me cortó la respiración al oírle, pues esta vez si que debía creer en lo que no veía. Cuando Connor terminó de hablar, se hizo un silencio horrible, uno que causo más pavor que cualquier ruido tenebroso anterior. Me apegó nuevamente hacia él, y al darnos cuenta de que ya no había nada, decidió ir por su cuenta a buscar el coche que habíamos dejado atrás – No, no te vayas por favor- dije nerviosa en cuanto me cedió la lámpara –Connor, no por favor. Otra vez no- la última vez que se separó de mí fue Tony quien me encontró, no deseaba que me encontrase ninguna otra criatura más. Sentí su mano en mi mejilla, áspera pero cálida, y ni si quiera eso me tranquilizó. El hombre terminó por marcharse, dejándome sola en aquel lugar en el que poco tardaron en oírse ruidos una vez lo perdí de vista. Me moví de un lado para otro, dirigiendo mi mirada hacia el sentido del que provenía cada sonido. Tomé el arma y la sostuve entre mis manos, intentando convencerme a mi misma de que si era de verdad una mujer y no una niña, debería mostrárselo a Connor no perdiendo el control, tranquilizándome y sujetando el arma con firmeza. Casi lo conseguí, casi, hasta que la cara de una niña pálida e incluso etérea se postró a escasos centímetro de la mía. Quise gritar, llamar a Connor, salir corriendo. Pero solo pude sentir cansancio, pesadez. Los parpados cayeron y desfallecí.

Cuando pude abrir los ojos, aún con un poco de pesadez, pude ver que me encontraba en una especie de pequeño claro en el que se encontraba una hoguera. No muy lejos, a mi lado, se encontraba Connor, atado de manos. Lo peor fue que no estábamos solos. Había tres hombres más, quienes le dijeron algo a Connor. Uno de ellos se encargó de desatarle y otro se dirigió hacia mi para ayudarme a ponerme en pie. Me alejé, dudé porque estaba aterrorizada, porque no sabía que intenciones tenían aquellos hombres. Miré la mano del que me ayudaba a ponerme en pie y miles de cosas intentaron buscar una explicación en mi cabeza. Holmes, en uno de esos días en los que se dedicó a hacerme compañía para envenenarme, me explicó que no sólo eran vampiros los seres que formaban parte de las criaturas de la noche. Me habló de los licántropos, hombres medio lobo con una fuerza sobrehumana. Aquellas garras, aquella forma… no, no podía ser. Al final, acabaron guiándonos bosque adentro. El miedo me consumía por momentos, parecía que todo estaba perfectamente estructurado para que las cosas fuesen de mal en peor. Connor recibió un golpe de las garras de aquellos semihombres sólo por preguntar. No gritó, a penas se quejó, pero sabía perfectamente que estaba herido, y una herida en pleno bosque tenía todas las papeletas de acabar en infección. Intenté deshacerme de los brazos de aquellos captores para dirigirme hacia Connor, tiré con todas mis fuerzas, pero todo resultó inútil. Curiosamente, temí más por él que por lo que pudiese pasarme a mí. Llegamos a un claro mucho mayor que el anterior, circular y cuyo centro estaba decorado por pedestal alto de piedra, donde un lobo enrome de un color blanco precioso dormitaba. Abajo, a su alrededor, varios lobos bípedos, enormes y con cuerpo semi humano nos miraban atentos. Licántropos. Casi no pude respirar al comprender lo que seguramente se nos venía encima. El lobo blanco cesó su supuesto dormitar, para ponerse en pie y bajar del pedestal en dirección hacia mí. –No…no- alcancé a decir. Estaba paralizada, se dirigía hacia mi y me daba horror mirarlo, autentico miedo. Me olisqueó y cerré los ojos con fuerza, tragando saliva ¿Qué sería lo próximo? Lo que tuviese que pasar, que pasase pronto.

Y entonces, aquella mística criatura habló. Encontré en su voz algo que no encontré en la del otro licántropo. Era dulce, tranquila, relajante a pesar de que una parte de la misma sonase brusca y grave, propia del animal. Abrí los ojos, y para mi sorpresa, ese animal enrome y tétrico ya no se encontraba ante mi, se había transformado en una mujer hermosa, de tez blanca y ojos azules tremendamente profundos, de orejas puntiagudas y nariz fina. Me acariciaba el rostro y a juzgar por sus palabras, me estaba esperando. -¿Quién sois…?- me relajé, su simple presencia mística hizo que todo temor se esfumase por muy mala situación en la que me encontrase. Se presentó cortésmente, se llamaba Eleanor, pero era conocida como Colmillo Blanco, seguramente por su increíble apariencia lobuna. Hizo un gesto y nos soltaron a Connor y a mí, cosa que me tranquilizó. Me tomó de las manos y aseguró tener algo que decirme, algo que esperaba decirme desde hacía mucho tiempo. Aquello me desconcertó ¿Cuánto tiempo era ‘’muchos años’’ para una criatura sobrenatural? ¿Qué estaba ocurriendo? –Yo…yo soy Helena- alcancé a decir temblorosa – ¿Qué es lo que ocurre? ¿Quiénes sois vosotros?- me alejé un segundo de sus manos y esperaba que me comprendiese. Connor estaba a apenas un par de pasos de mi lado, pero quise estar lo mas cerca posible de él. -¿Estas bien? ¿Te duele ?- pregunté para rápidamente devolverme la mirada a aquella mujer. No sabía que había pasado con Connor ni que le habían hecho durante mi desmayo, y esperaba que ella comprendiese que aquel hombre me importaba. Estaba herido, no me equivocaba. Su espalda sangraba levemente. Puse mi mano alrededor de su cadera por si necesitaba ayudarse de mi, y me dirigí hacia aquella mujer de forma seria, pero no borde; con decisión, evitando a cualquier niña que hubiese en mi interior. Empezaba a comprender, que todo lo que estaba ocurriendo era por culpa mía más aún de lo que pensaba, por alguna razón, me conocía más gente de la que esperaba –No se que queréis de mi, señora. Me encuentro en circunstancias difíciles y espero que comprendáis mi confusión aquí. Pero habéis herido a este hombre y mucho me temo que el precisa mas de mi ayuda que yo de vuestras palabras. Dejad que le ayude, y entonces os escucharé- mi tono de voz en ningún momento se elevó, pues no quise mostrarle ningún ápice de crueldad o mal comportamiento. Además, aquella mujer por alguna razón me causaba confianza y realmente quería oír sus palabras. Sólo esperaba que comprendiese, que dada la situación, Connor me importaba más que cualquier otra cosa puesto que notaba disgusto hacia su persona entre todos los licántropos del lugar –Por favor…- tenía que empezar a ser yo quien mostrase valentía y le protegiese a él en cualquier situación.


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Mensaje por Connor Kennway Lun Ene 28, 2013 6:54 am

Las palabras de Helena no se dejaron pasar por alto por los Licántropos que me vigilaban. Me aferraron sendos lobos por los brazos y tiraron de ellos hacia atrás, doblegándome, poniéndome de rodillas. -¡Roish no acepta tratos de humanos! Los humanos aceptáis los de Roish- bufó el violento jefe, que alzó su garra en amenaza de volver a herirme. Fue en ese momento cuando la dama blanca alzó una mano con la gracilidad de una hoja en una cálida brisa de verano, su elegancia dejó embelesado a todos los Lycans, que guardaron silencio y quedaron inmóviles como rocas -Eso lo decidiré yo, Lucien. Es halagadora tu intención, pero...- sonrió y en la comisura de sus labios se reflejaron unos hoyuelos encandiladores. No obstante, a pesar de que a mi parecer eran símbolos de dulzura, todos los garou retrocedieron, incluso me soltaron. Podía ver cómo se estremecían y no de placer -Soy una mujer, Lucien... no me subestimes por ello. Puedo defenderme de ellos, por muy Cazador que sea él, más de lo que tú serías capaz- su voz seguía siendo como un susurro angelical... y aun así, todos bajaban la cabeza, algunos hasta regresaban a su forma humana y se cruzaban de brazos en señal de sumisión -¿Qué cojones...?- me puse en pie, doliéndome de la espalda, reflejándolo en mi rostro. Me acerqué a Helena acto seguido, no me fiaba de esa situación tan extraña -Enviada... te concedo lo que me has pedido. No es necesario por igual que me hables como si me debieras respeto, los de mi raza, en esta comunidad que nos une, no entendemos de protocolos. Todos somos uno, somos hermanos, una familia... y tú eres mi invitada, una hermana más. Él...- me miró con aquellos ojos celestes -Lo tomaremos como tu protegido y no le dañaremos. No obstante, para mi es una lástima que por su estadía a tu lado debas marcharte antes de lo que yo quisiese, querida... Por aquí, seguidme- comenzó a caminar en dirección a los árboles. Aferré a Helena por la cintura y empecé a caminar algo encorvado por el dolor de la espalda.

No tardamos demasiado en llegar a un río de aguas plateadas por la luz de la luna. Era un riachuelo más bien, pues su cauce era delgado, pero no por ello perdía belleza. Parecía ser una especie de agua que provenía del paraiso con aquella iluminación que hasta dejaba entrever las piedras y algun que otro pececillo diminuto que buscaba alimento entre los minerales. Me senté a las orillas de espaldas a Helena, pero aproveché yo mismo para echarme algo de agua en la cara y espavilarme. El pelo se me mojó en el acto y constantemente mis cabellos estuvieron derramando gotas a mis pies... una sensación muy agradable mientras ella se dedicaba a limpiarme las heridas, más agradable aún
-No demores, Enviada, lo que he de contar apura el paso del tiempo y el Consejo debe estar unido para ello.- habló calmada, como, reitero, un ángel que solo guardaba a Helena y me odiaba.

Esperó pacientemente a que la muchacha terminase con su labor y nos condujo nuevamente hasta el claro, donde los Licántropos se mantenían sentados con las piernas cruzadas en su forma humana al rededor de una fogata enorme. Durante el camino agradecí a Helena su preocupación por mi, pero en esa situación no debía sobreprotegerme, los Licántropos no soportan que se interponga nada ni nadie entre él y su presa, estos solo respondían ante Roish Colmillo Blanco
-Estamos aquí- ella se sentó también para completar el círculo e invitó a Helena a que, junto a mi, se colocase frente a la hoguera, rodeándonos los lobos y la misma Roish.

Hubo un momento de silencio hasta que unos pasos resonaron en la lejanía, haciendo crujir la hierba y las ramas. Una figur encapuchada se dirigía hacia nosotros. Se demoró un tanto en llegar, pero todos, incluida Roish, inclinaron la cabeza en señal de saludo. La figura encapuchada así lo hizo en ademán de respeto para luego entrar en el círculo y acercarse a Helena, no obstante, me miró a mi
-Tú...- se apartó la capucha de la cara; para mi sorpresa, era el supuesto brujo que salvé del traidor de Frost ¿Entonces realmente lo era? ¿O él era el licántropo que tanto buscamos? -Tú fuiste el que me salvó de ese chico...- me señaló con un dedo delgado, huesudo. Su piel tenía un tono cobrizo y escamoso, así como un pelo sucio y unos enormes ojos verdes. Era humano, pero estaba consumido por algo terriblemente maligno. Observé que portaba un anillo de hueso, así como una pulsera de lo mismo, al parecer tallados. Debía ser un nigromante -Así es... ¿He de suponer que le salvé para nada?- el hombrecillo rió de forma aguda y ridícula -Para nada, querido, para nada. Ahora tenemos un trato- se giró y miró a Roish -Este caballero me salvó la vida de un Cazador presuntuoso. A cambio, quiero que le tomeis como mi benefactor, por lo que quedará protegido de toda intención maligna hacia él- Roish asintió conforme y sonriente. Los demás refunfuñaron y gruñeron, mas la mirada del nigromante los hacía callar, uno a uno, como moscas -¿No hay objeciones? ¡Bien, así sea pues!- volvió a reir -Y ahora vamos con esta preciosidad...- le acarició el rostro. Me moví involuntariamente -¿Algo molesta a mi benefactor?- sonrió con sarna -Quizá haya algún sentimiento que te impulse a protegerla más que a mi...- ironizó, no obstante me puso nervioso -No sé de qué me hablas- dejó de tocar a Helena y volvió a mirarme -Tú y yo sabemos que sí. Lo veo en tus ojos, siempre he leido las miradas muertas. Tu alma está tan pútrida como los cadáveres de los que saqué estos huesos para hacerme alajas. Déjame decirte no obstante que al tocarla he vuelto a ver una chispa de vida en esos orbes azules que tienes por iris- no comenté nada al respecto, simplemente bufé. Él se dedicó entonces por completo a Helena -Yo soy al que Roish llamó Oráculo, soy su chamán, si queréis llamarme así. Llevó unos cuantos años estudiando los diversos cuerpos que encuentro por las calles, campos, bosques... y descubrí ciertas cosas interesantes- comenzó a caminar, inquieto, contoneándose para hacerse el interesante -Los muertos no hablan, hechicero. Nunca me he creido a los nigromantes, solo sois una panda de satanistas que utilizan la poca magia verdadera para sacar provecho de los incautos- mis palabran crisparon el ambiente y el hombre de piel escamosa me miró con cierta irritación -Los muertos no cuentan cuentos- se me aproximó -Los cuentos los contamos los nigromantes, Cazador. Tienes ojos y no ves, como todos los demás. Miras mi aspecto y ves un brujo loco, miras a los Licántropos y ves perros rabiosos- comentaba con rabia en sus palabras, secas y desagradables. Los Licántropos se removían en sus piernas, molestos -Los Cazadores siempre se han creido los iluminados, tanto como la Iglesia. No os distingo en nada...- me miró de arriba abajo -Creeis que los humanos escépticos son los ignorantes, pero... ¿Lo son? Lo dudo, esta mujer...- se volvió hacia ella -La he visto... Ella, que de no saber nada lo descubrió todo. Lejos de su hogar, acompañada por un hombre sin corazón marchará. Las tinieblas la rodearán, mas no sombras fútiles serán. Criaturas nocturnas son, objetos del odio y la pasión... Tú danzarás en una noche fatal, un baile apocaliptico que las iras desatarán. Tú, hermosa mujer...- se aproximó tanto a su rostro que estuvo a punto de besarla -Eres la única que podrás introducir la mano en la oscuridad y sacar una hermosa luna que aplacará al demonio que intenta asolarnos. Tú... y nadie más- le corté las palabras empujándole hacia atrás -Apártate de ella maldito brujo...- Los Lycans se levantaron con intención de atacarme, pero un gesto del nigromante los hizo apacigar. Aún quería mantenerme bajo su protección en aquella asamblea a pesar de agredirle -Sí... definitivamente aquella canción que me susurraron las almas es más cierta de lo que pensé- sonrió con malicia -Puedes llamarme Gold, señorita. Señor Gold para ti, Cazador, por empujarme- su enorme sentido del humor zafio en aquella situación me enervaba, pero tampoco podía hacer nada a riesgo de que me alejasen de Helena -¿Qué quiere decir todo eso entonces? ¿Es ella la única capaz?- pregunté intentando controlar mi ansiedad -Los hombres siempre queréis ser los que salvais la situación. Cazador, ella es la enviada por el destino. Es una humana, no posee dotes especiales, pero es la única que posee una oportunidad ¿Por qué? Lo desconozco... pero seras tú quien la ayude- miré a Helena, asustado. No por ayudarla, sino porque presentía que una pesada carga se estaba cirniendo sobre ella, que solo quería regresar a su hogar, con su padre y ponerse ambos a salvo -Pero ella...- me cortó Roish -Ella es la que es, es quien fue y es quien será. Tú no lo impedirás o la ira de mis ancestros caerán sobre ti, Cazador.- era definitivamente una Licántropo que no había visto jamás -Vamos, Roish, no seas así. Él es un Cazador que llevará aproximadamente una treintena de años vivo... tú llevas cuatrocientos- ¿¡Cuatrocientos años¡? Era la primera vez que oía de un licántropo tan antiguo... pero ahora me encajaba el porqué su comportamiento excéntrico y su forma lobuna diferente a los demás. Quizá ella sea una primigenia, nacida de lobos, no transformada -¿Eres...?- asintió- Soy el trofeo que los tuyos siempre han soñado colgar en la pared de vuestras estúpidas guaridas. Mis chicos, mis cachorros me encontraron y me ayudaron a sobrevivir... Les debo la vida y les doy mi sabiduría, les enseño a vivir en la naturaleza, abrazar al lobo y no a utilizarlo como un arma contra vampiros o como muestra de poder. Ahora yo los protejo... y la protejo a ella- señaló a Helena -Si ella no cumple con su cometido, si impides que haga lo que debe hacer... o si le haces daño... te encontraré Cazador, aunque no será necesario. Si ella no encuentra la estrella en las tinieblas venideras, "Él" se encargará de todos nosotros...- guardé silencio tras aquellas palabras. Demasiado mistiscismo rodeaba todo este asunto. Me limité a abrazar a Helena nuevamente por la cintura en señal de protección, de apoyo, para que supiera que estaba con ella... estaba esperando escuchar su opinion y sus ideas al respecto. Deseaba protegerla de todo eso


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Mensaje por Helena Mauleón Lun Ene 28, 2013 10:27 am

Ante mi petición, los lobos que nos rodeaban parecieron enfurecer rápidamente. Dos de ellos tomaron a Connor nuevamente y lo hicieron arrodillarse ante mis brazos. No entendía nada, absolutamente nada. ¿Significaba aquello, que fuera lo que fuera que quisiese decirme aquella mujer, debía escucharla obligatoriamente? Al menos, no de malas formas, pues la encantadora mujer con el simple uso de sus palabras, tranquilas y mágicas, ordenó que soltasen al hombre. De tal forma influyeron sus palabras, que algunos de los allí presentes decidieron volver a su estado humano, lo cual agradecí. En el fondo, me había mordido la lengua, porque solo con mirarles sucumbía al miedo de forma irracional. No tuve que decir seguidamente nada, aceptó mi petición, me pidió que no la tratase al igual que los demás y prometió no hacer daño a Connor por ser cazador. Suspiré aliviada, por primera vez de algo había servido mi presencia. Con un gesto grácil y encantador, nos indicó que la acompañásemos. Aunque el hombre se acercó para tomarme por la cintura, como parecía ser que había tomado por costumbre, no tuvo que moverse demasiado; solo tuve que comprobar que andaba encorvado por el dolor para dirigirme rauda hacia él y ofrecerle mi apoyo rodeándole con mis brazos, por muy semidesnudo que estuviese. Era sorprendente, las barreras entre nosotros parecían haberse esfumado por completo. Eleanor nos guió hasta un pequeño riachuelo de aguas cristalinas y brillantes gracias a la luz de la luna. Era un sitio encantador, el cual me dejó bastante sorprendida y por unos segundos, obnubilada por su belleza. Me pidió que no me demorase, pues lo que debía contarme requería nuestra vuelta. –Gracias- dije, con media sonrisa, pues le estaba agradecida por permitirme aquello. Connor era lo único que tenía en aquel lugar, lo único que me importaba, y no estaba dispuesta a que sufriese. Me arrodillé tras él junto a la orilla, humedecí mis manos y limpié sus heridas constantemente. Las heridas se limpiaban de otras formas, pero no teníamos las condiciones perfectas para hacerlo. No sabía si el rozar de mis manos le causaría dolor o no, sus heridas parecían leves pero de longitud considerable, por lo que actué con toda la suavidad que pude poner en ello. En cuanto comprobé que la herida ya no sangraba y había quedado limpie, me puse en pie y le ayudé a él.

Volvimos junto a todos aquellos licántropos, quienes se hallaban sentados alrededor de una hoguera a la cual nos unimos, pero sin llegar a sentarnos. Me encontraba bastante confusa, temía que otra especie nocturna también nos acechase, por lo que, hasta que aquella encantadora y preciosa mujer no me revelase que quería de mi, mi impaciencia y preocupación no se desvanecerían, con suerte. Miré a cada uno de los allí presentes, todos humanos por el momento, quienes me devolvían la mirada expectantes, hasta que el resonar chasqueantes de unos pasos nos distrajo a todos y nos hizo mirar hacia la dirección de su proveniencia. ¿Y ahora que? Dios santo. Un hombre, encapuchado hizo acto de presencia en aquella reunión. No era alguien hostil para ellos, pues no hubo miradas de rechazo ni desaprobación. Es más, lo estaban esperando. Reconoció a Connor y se apartó de la cara aquella capucha. Físicamente era bastante desagradable, vestía mal, estaba sucio por completo, su piel estaba demacrada y escamosa, y el blanco de sus ojos pasaba a ser amarillo. Parecía ser, que Connor le había salvado la vida alguna vez y por ello, pidió a los reunidos que fuese intocable. Bueno, parecía que podía respirar tranquila por él…pero no por mi. Aquel hombre de aspecto andrajoso se dirigió hacia mí, me acarició el rostro, con una sonrisa que inquietaba hasta al más tranquilo. Algo hizo Connor, se movió inquieto por aquel gesto, y quien me acariciaba se dio cuenta de ello. Habló sobre que había detectado en él una chispa de vida en sus ojos por un sentimiento hacia mí ¿De que hablaba? Aquella conversación con él se esfumó y siguió conmigo. Se identificó como el Oráculo que anteriormente Roish mencionó y a juzgar por sus palabras, parecía conocerme sin haberme visto jamás. Mientras hablaba, se acercaba hacia mi rostro hasta casi rozarlo o besarlo. No podía moverme, no podía responder ni dar un paso hacia atrás. Aquello que relataba me estafa ensimismando ¿Cómo? ¿Aquello que parecía un poema tenía que ver algo conmigo? -¿Qué…que oscuridad? ¿De que habláis?- Connor empujó a aquel hombre hacia atrás, apartándolo de mi. –Gold, ¿Qué es esa canción de la que habláis?- el hombre habló, y seguidamente lo hizo Eleanor. –Un momento. ¿Enviada? ¿Oportunidad? ¿Qué es lo que estáis tratando de decirme?- miré a la mujer y después al nigromante. Roish completó la pieza que faltaba en toda mi confusión y miedo. Alegó que debía cumplir mi cometido y que de no hacerlo, ‘’El’’, se encargaría de todos.

Miré a Connor, quien me abrazó por la cintura, confuso por todo aquello. Y lo agradecí porque de haber algo más inquietante que todo aquello de seguro que iba a desfallecer nuevamente solo con oírlo. Me sentía cansada desde que desperté con aquellos licántropos, no supe si el haberme desmallado de aquella forma tan irreal me había absorbido las fuerzas o si mi propia ignorancia hacia todo lo que empezaba a conocer me estaba inundando el cerebro al desaparecer. Me sentí desastrosamente diminuta. Aquella mujer tenía tantos años….al igual que el vampiro desquiciado que conocimos hacia una semana. Y no solo eran ellos los que existían con sobrada experiencia, no podría ni si quiera llegar a imaginar cuantos vampiros y licántropos había esparcidos por el mundo, y cuantos humanos sabían de su existencias. Y me encontraba allí, encerrada entre todos ellos. Tenían los ojos puestos en mi, vampiros, licántropos o brujos. Daba igual, tenía un destino tan desafortunado que a todos aquellos atraje hacia mi. Y si no fuera por Connor, que seguía ahí, firme, abrazándome, mostrándome un cariño que… que, no se que me estaba pasando con él…quizá me estaba enamorando…no lo sabía. Pero de ser así, quería verlo con mis propios ojos, sentirlo, saber que me había enamorado por primera vez y de verdad, y desear con todo mi ser, y dándome igual la imagen que diese y quien él fuese, que me correspondiese por igual. Por alguna razón, recuperé las fuerzas suficientes como para afrontar todo aquello al pensar en aquella posibilidad. Me deshice de los brazos de Connor, para lanzarle una mirada que le tranquilizase. Di un paso adelante, tomé aire e intenté responder con la mayor claridad posible –Esta bien. No se que esta ocurriendo, pero tampoco tengo la mas minima intención de seguir ignorante. Disculpadme si no entiendo del todo lo que estáis intentando decirme, pues recientemente he empezado a conocer vuestra naturaleza. No se a que os referiis con ‘’oscuridad’’, ‘’destino’’, ‘’elegida’’ y tampoco se quien es ‘’Él’’ ni ese ‘’demonio’’ que os asola. Agradecería… que me contaseis con claridad, que me digáis que es esa canción y qué tiene que ver conmigo- pasé de mirar a Gold a mirar a Eleanor – Y que es…lo que queréis de mi- La mirada de aquella mujer me enternecía por alguna razón, me inspiraba la confianza que ninguno de los de allí podría lograr. No parecía…oscura, por así decirlo.

Sabía que seguramente ahora llegaría la peor parte de todas. Hasta lo que llegaba a comprender por aquella canción y las palabras de la mujer, yo debía hacer algo importante y Connor tendría que ayudarme. No sabía qué, pero temí por él y por mi padre. Temí que aquello nos retrasase o impidiese que llegase a Francia, incluso que pusiese en bandeja mi captura por los vampiros. Que nos separasen a mí y a Connor. Empezaba a sentirme cansada de nuevo, sin energías y seguramente empezaba a percibirse... deseosa de que solo hubiese sido un sueño y que despertaría una nueva mañana, al lado de Connor. Pero no era así, tenía un destino… que quizás no llegase a serlo.


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Mensaje por Connor Kennway Mar Ene 29, 2013 9:55 am

Las incesantes preguntas de Helena y su demostrada obnuvilación e ignorancia respecto al tema me hizo desear que no le pasase nada. Tal vez la habían confundido con otra persona, tal vez esos espíritus estaban locos o quizá lo estuviese el brujo... pero bien cierto era que la muchacha apenas acababa de enterarse de la existencia de las criaturas de la noche, no sabía si quiera de si se terminaba de creer todo lo que ocurría a su alrededor. Intenté decir algo para retirar la atención de ella y su desconcierto, pero no me dio tiempo -Roish ¿Cómo vamos a dejar nuestro futuro en manos de una mortal que ni tan siquiera sabe de qué estamos hablando?- Eleanor lo miró, sonriente nuevamente -Ve entunces, Lucien, te desafío a que traigas la cabeza de La Sombra y entonces daremos muerte a estos dos humanos- se hizo un incómodo silencio entre los licántropos -¡He de añadir, no obstante, que no es su cabeza lo único peligroso!- rió el brujo -Estamos hablando de una criatura que está rodeada por los suyos. Ese... ser... esa sombra está proyectada por más de un individuo, como una enorme familia- cavilaba, rememorando aquella "profecía" que había tenido. Tras sus palabras me mantuve pensativo ¿Familia? ¿Se referían a Viktor? -Tal vez habláis de ... Viktor...- todos me miraron, expectantes. En especial Eleanor y el brujo Gold -¿Has dicho Viktor? ¿Qué sabes tú de ese Viktor?- negué con la cabeza -No... no lo sé. Intentó llevárse a Helena y junto con la Sede italiana fui en su rescate. Ahora mismo huimos de él... Nos indicó el camino hacia aquí un extraño individuo, un eremita...- hablaba con cautela, pues aquellas miradas puestas en mi me alteraban en gran medida. Helena notaría en su cintura mi dura mano, que no apretándole, le aferraba el vestido con rabia -La Sonrisa...- escupió el hechicero con asco, como si lo odiara -¿Estás hablando de ese tal Kerr? Peligrosos amigos tenéis...- no pude contener la risa y se me escapó una carcajada de desprecio -¿En serio? Creo que nuestra compañía es más que obvia- la frustración en mis palabras encolerizaron a los aparentes hombres que se tornaron enormes bestias lobunas con intención de atacarme. Roish los alivió con un gesto autoritario -En efecto no somos tus amigos, Cazador. Gozas de la vida ante la presencia de este Círculo porque así lo desea la Enviada- solté a la muchacha y me encaré con la mujer -Ella no es ninguna enviada, ni mucho menos un heraldo. Es una chica inocente que se adentró sin desearlo en el lado oscuro de este mundo y ahora pretenden no dejarla escapar. No le cargaréis encima un peso que no ha de llevar- lentamente, el brujo se colocó a mi alrededor y posó una escamosa mano en mi hombro -¿Lo cargarás tú, entonces?- miré a Helena por encima de mi hombro -Si pudiera...- Eleanor rió furiosa, por primera vez, mostrando otro sentimiento que no fuera la calma -Ella es ¡Ella es! Gold ha sido considerado Oráculo de este Círculo Lycan por su sabiduría y su constante ayuda a nuestra supervivencia ¡No toleraré que apartes a la chica de su destino o todos caeremos ante "Él"!- se levantó, rauda y feroz, aferrándome por el cuello. Me heló el alma comprobar cómo me había levantado los pies del suelo sin hacer apenas esfuerzo aún en su forma humana -Sentimientos... ¿Acaso un Cazador puede sentir simpatía por alguien en la tierra? ¿Es tu amiga? ¿Tu protegida? ¿A caso la amas? Sea cual sea la emoción que alberga tu corazón, piensa que esta absurda protección que arrojas sobre ella la acabará destruyendo- me soltó, cayendo de espaldas sobre la hierba. Me dolí de los cortes en la espalda -Querida niña...- se dirigió a Helena con la misma suavidad y ternura de antes -Tú debes de ser más sensata que este hombre. No te pido que te quedes, ni que seas otra persona... no pretendemos encadenarte, sino que vivas y encuentres tu destino, no te apartes de él ni siquiera para salvaguardar tu vida... Hay demonios muy peligrosos esperando a resurgir de las sombras, demonios que dormitan desde hace milenios, desde el principio del mundo- Gold se adelantó para continuar el discurso de la mujer mientras yo me levantaba del suelo -Hablamos, amor, de criaturas vivas desde el nacimiento de los tiempos. El Orden y el Caos personificados... Los licántropos han sido siempre los guardianes de Gaia, la tierra, el mundo que nos rodea y que habitamos- abrió los brazos en un amplio gesto, abarcando el mundo -Desde ese momento existen ellos, desde que comenzó la vida, desde que humano y animal unieron sus cuerpos y espíritus para salvaguardar nuestro hogar...- me coloqué junto a Helena -Qué sabréis vosotros sobre el principio de los tiempos...- el brujo sonrió comprensivo, como si tratase con un niño pequeño -Los espíritus, hijo mío, son la verdadera eternidad. Indefensos, sin armas para herir a nadie... pero vivos en la muerte, inmortales. Viajan entre planos terrenales y me cuentan sus historias...- reí -¿Los primigenios hablaron contigo, casualmente?- Eleanor suspiró cansada -Eres incorregible, Cazador. Piensa lo que tu limitada mente humana quiera comprender, pero tú mejor que nadie deberías saber que la noche oculta secretos que vuestros ojos no ven... ¿Cómo no iba a poder ocultarlos el mismísimo tiempo?- guardé silencio y reflexioné. Realmente tenía razón por lo mucho que leí y oí de viejos maestros Cazadores en distintas Sedes, de que desde la historia se remonta, desde los tiempos en los que comenzaron la escritura y diversos métodos de grabación de memorias, hay constancia de Cazadores, licántropos y vampiros, cambiaformas y demás -Debéis descansar- al mirar a Roish, leí en sus ojos que contempló el cansancio en nuestros rostros, así como mi silencio revelador. Parecía que su hostilidad se esfumó -Pasaremos la oscuridad aquí, hasta el alba. Estaréis a salvo con nosotros... este gran claro es un peligro para los vampiros en estos momentos, pues el alba no está lejana. Los animales salvajes nos respetan y se someten a nuestro olor, por lo que podeis elegir un lugar de esta planada, el que más os guste- miré a Helena y le hice un gesto con la cabeza para que me siguiera.

Tras nosotros, vino el brujo y Lucien, mandado por Eleanor. Elegí un punto no demasiado alejado de ellos, lo suficiente para poder hablar sin que nos oyeran y para observarles en la distancia por si se acercaban a acechar mientras Helena dormía. Lucien trajo unos cuantos maderos e instaló rapidamente una fogatilla para nosotros
-Si sois licántropos ¿Por qué necesitais fuego?- me miró con odio -Los humanos tomais el fuego como un arma, una materia destructora. Para nosotros es parte de la tierra, de lo que nos rodea. Es un amigo que nos calienta en las noches más frías y nuestro guardián en las reuniones del Círculo. Del fuego y la tierra vinimos, humano, aunque no lo queráis admitir anteponiendo a vuestros estúpidos Dioses- aquel licántropo en forma humana, tan poderoso fisicamente con cabellos largos y barba descuidada hablaba con sabiduría. Esos ojos que me miraban menospreciándome brillaban con inquietudes -Antes de encontrar a Eleanor...- gruñó. A pesar de estar en posición humana, había abrazado su naturaleza animal y el lobo gobernaba sobre el hombre -Roish para ti, Cazador- asentí -Antes de encontrar a...Roish... vivías en la ciudad ¿Me equivoco?- Lucien guardó silencio tras dejar las brasas rodeadas por varias piedras para proteger el resto de hierba del bosque y que no se propagara el fuego y se marchó acto seguido. Gold lo observó ir -Haces honor a tu aspecto, Cazador. Tan descuidado con tu físico como con tus modales- echó a reir -Ya te odian demasiado como para que encima hurgues en recuerdos que enterraron tiempo atrás...- se dispuso a marcharse, dejándonos a Helena y a mi solos por fin -Estaremos allí... si ocurre algo, no dudeis en acudir a nosotros. Os protejeremos de esos que os persiguen- partió a paso rápido hacia el grupo licántropo.

Me senté frente al fuego y lancé un largo y pesado suspiro. Mantuve la mirada fija en las llamas hasta que sentí que la humedad de mis globos oculares se secaba y empezaban a dolerme. Parpadeé
-Ese brujo conoce a Viktor...- comenté, reflexivo -Sabe a qué nos enfrentamos... o quizá no. Por un momento pensé que Viktor era ese "Él" del que hablan, pero si lo fuese, lo habrían dicho ¿Acaso hay más Antiguos despiertos? De ser así, estamos en un grave problema- me acomodé como pude, tumbándome en la hierba y observando las estrellas -Partiremos hacia Francia en cuanto amanezca, Helena. No podemos detenernos demasiado, además de que hay que sacar a tu padre de allí e informarle de todo lo que ocurre... ya encontraremos esa luz de la que tanto hablan- la miré y sonreí cansado, intentando animarla. Comprendía lo confusa que debía sentirse, pero esperaba que mostrara fuerzas para no cuestionar lo que se abría ante ella y seguir firme hasta el final, ocurra lo que ocurra.

***

La mansión estaba bañada en sangre. Varios cadáveres se apilaban en distintos puntos del gran salón en el que el anciano vampiro se sentaba sobre un gran sillón orejero
-Tony- dijo al mismo momento que la puerta se abría e Isabel junto a Bruce cruzaban el umbral. El hombre se adelantó ante su líder -Muerto, Padre. Encontramos sus cenizas rumbo a las afueras. Me temo que la chiquilla de Isabel ha conseguido salir del país o estará cerca de conseguirlo- aquel hombre de ojos celestes, tan claros que casi parecian refulgir con un destello fantasmal miró a la mujer -Hija mía... ¿Tienes alguna idea de a donde se dirige la pequeña?- la mujer guardó silencio durante unos momentos hasta que sonrió -Creo que sí, Padre... y gracias a tu Don, podré llegar antes que ella- comentó alegre y juguetona, como si fuese una niña pequeña -Bien... disponte a partir de inmediato- Bruce dio un paso al frente -¿He de acompañarla?- Viktor negó con la cabeza lentamente, tajante -Tú tienes trabajo que hacer, Wayne. Marcharás con Malik, hemos de encontrar la sepultura- el rostro del vampiro joven reflejó lo que parecía ser el espectro de un ligero terror -¿Estás seguro Padre? ¿Él... vive?- hubo un largo silencio mientras el anciano suspiraba con los ojos cerrados. Los abrió despacio y fijó sus celestes iris en la oscuridad del techo de la mansión -Siempre ha vivido hijo mío... pero duerme en algún lugar- Bruce hacía años que no sentía más que placer, lujuria y codicia desde que era un vampiro, pues se alimentaba de esas emociones durante todas las noches en las que salía a cazar o bien compartir horas de incansable sexo con Isabel desde que se unieron en Las Bodas, pero la tarea que Viktor le encomendaba le aterrorizaba de verdad -Informaré pues a Malik- Sí... marchaos, mis niños...[/color][/b]- [i]el anciano hablaba cansado, como si recordara sus días mortales en su piel, en sus músculos revitalizados por la maldición vampírica. Su cuerpo no sentía el agotamiento y gozaba de uno de unos niveles de fuerza más grandes en todo el globo terraqueo, pero su mente se debilitaba al pensar en la posibilidad de caer algún día en un altercado similar al ocurrido hacía una semana cuando Holmes estuvo a punto de convertir a la hija de Isabel -Serás una hija muy hermosa, Helena Mauleón...- comentó para sí, a solas en aquel salón cuando Isabel y Bruce se marcharon -La hija del próximo Diablo...- [i]


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Mensaje por Helena Mauleón Mar Ene 29, 2013 12:12 pm

Empezaba a sentir un peso sobre mis hombros que no me correspondía, más aún si los que debían depositar sus esperanzas en mi se negaban a hacerlo. Me estremecí de temor en cuanto Eleanor desafió al hombre inconforme a comprobar que no era yo a quien necesitaban para después asesinarnos. Por suerte, no hubo valor perceptible para ello en ninguno de los allí presentes. Gold, aquel nigromante sumamente extraño, se aventuró a desvelar algo más sobre ese ‘’Él’’ que los acechaba y de quien yo debía protegerles. Connor coincidió rápidamente con mi pensamiento, a ambos se nos dibujó el mismo rostro en la mente, ese mismo rostro anciano pero fuerte, desafiante, firme. Mientras Connor explicaba nuestra relación y nuestro problema con aquella familia, no dejé de mirar a Roish con mirada triste. Me pesaba oír en lo que me había metido sin desearlo, y por supuesto, el hombre no lo contó todo. No especificó que un de las personas mas importantes para mi se encontraba entre ellos, que me sentía impotente y confusa por ello, y que quizás ella supusiese para mi el mayor de mis problemas. Sentí deseos de contarle todo aquello a la hermosa mujer, pero no era el momento. Quizá en mi mirada hubiese podido percibir deseos, inexplicables obviamente, de mantener una conversación mas intima con ella, mas tranquila. Connor comentó algo que no llegué a oír a causa de estos pensamientos, algo que enfureció a todos los allí presentes y algo que hizo que el rostro de Roish cambiase casi por completo. No sonreía, no formaba esos hoyuelos hipnotizantes en sus mejillas. Estaba seria, aunque consiguió calmar a los licántropos. El hombre, que había vuelto a tomarme por la cintura de forma extremadamente tensa, se alejó de mi para encarase con la mujer para poder defenderme del peso del que aun andaba ignorante, y alegar que se intercambiaría por mi de ser posible. Di un paso adelante, inconsciente, recapacitando lo que acababa de decir ¿Cargar él mi peso? ¿Qué más quería hacer por mí? ¿Por qué quería? No podría devolverle nada. Eleanor, respondió de la misma forma desafiante que Connor llegó a tener, según sus palabras, debía ser yo y solo yo pues era mi destino. Dio otro paso a delante y tomó al hombre por el cuello, y sin el más mínimo esfuerzo, lo elevó con gracia. -¡Suéltale! ¡Suéltale! Esto tiene que ver conmigo, no con él- La mujer, acabó soltándole de forma que cayó al suelo de espaldas. Me agaché rápidamente junto a él, no dije nada, solo esperé que no le hubiese ocurrido nada a sus heridas con aquella caída. Le ayudé a ponerse en pie, y entonces, Eleanor se dirigió a mi con la ternura que al parecer solo a mi me mostraba. -¿Pero que es? ¿Por qué es mi destino? ¿Qué es lo que se supone que ocurrirá?- miré a Eleanor, y a Gold después. No había forma de obtener respuesta –Yo no puedo hacer nada, no, no puedo. Pretendéis que sea yo quien os salve de quien os acecha… si ni si quiera vosotros podéis detenerlo ¿Cómo voy a poder hacerlo yo? ¿Qué es lo que tengo que hacer?- tenía tantas preguntas que sabía que no serían contestadas…

Finalmente, nos dejaron descansar. Nos ofrecieron dormir a la protección de ellos en el lugar que quisiésemos, ni si quiera teníamos que estar junto a ellos. Uno de los lobos se encargó de prender una pequeña hoguera para resguardarnos del frío. Me senté junto a Connor, quien miraba ensimismado las llamas de aquel fuego centelleante. Empezó a hablar, tenía razón en cuanto a la deducción de que ese ‘’Él’’ no podía ser – Y si no es él ¿Quién es?- aquello era una pregunta retórica, evidentemente. El hombre se echó hacia atrás para tumbarse en la hierva y descansar -¿No te duele?- pregunté confusa por las heridas de su espalda. Acabé acostándome sobre la hierba yo también, de lado, mirándole a él. –Bueno… se ve que nuestras habitaciones para dormir pierden lujosidad por momentos- comenté, intentando destensar la situación. No surgió efecto. –No lo entiendo… si tan importante soy para ellos ¿Por qué no me han buscando antes? ¿Por qué no nos ayudan con los vampiros? ¿Crees que están aliados con ellos y es mentira todo lo que cuentan?- suspiré – No, no puede ser… hasta donde llego a entender eso es imposible. Dos razas distintas, dos formas de pensar distintas… ¿Por qué los cazáis?- le mantuve la mirada y después la dejé mirando a un punto fijo, reflexionando –No parecen…peligrosos del todo. Y esa mujer… es extraña. Cuando estaba con Tony, sentía que me atraía y cuando desaparecía, la sensación se desvanecía. Pero ella... lo que siento hacia ella es distinta. Su mirada, sus gestos, me expresan ternura y calidez, protección e incluso…confianza. Siento que quiero conversar con ella, y a la vez siento que ella quiere hacerlo conmigo. Dime que no es un efecto sobrenatural, porque si lo es, no se si voy a poder reprimirlo- suspiré. Intenté acomodarme, pero en un suelo de bosque aquello era difícil. Había ramas, raíces, tierra… Recordé que la noche que pasamos en la cueva, dormí apegada a él y algo en mi deseaba que aquello se repitiese. De verdad que no podía explicarme de donde emanaba tanto sentimiento extraño. Me acerqué a su cuerpo, pero quedé quieta. Que yo sintiese cosas extrañas no significaba que él también las sintiese, o que los demás lo comprendiesen. Pero no tenía palabras. Me habían explicado miles de cosas sobre el amor, pero todas hermosas. Yo miraba a Connor, su rostro, sus ojos, su boca y sus labios, sus brazos, su torso desnudo… y lo que sentía era asfixia, punzadas y calor en el pecho, la respiración se me cortaba si pasaba demasiado tiempo observándole, tenía un miedo atroz a que algo le ocurriese y una incertidumbre sobre él, que de no ser por nuestros problemas, hubiese estallado en miles de preguntas. Tenía que saber, que era todo aquel revuelo de sentimientos. – Así que ese es el precio que tenéis que pagar los cazadores… ¿Todos estáis dispuestos? ¿Todos renunciáis a tener una familia…a enamoraros, por cazar? ¿Y no tenéis…vuelta atrás? Ya se que has dicho que es un peligro que os enamoréis, pero…¿Por qué? ¿Ninguno de vosotros se ha enamorado de alguien sin quererlo? ¿Y nadie se ha enamorado nunca de un cazador? ¿Nadie se ha enamorado de ti nunca? - me di cuenta de que estaba formulando demasiadas preguntas en un solo momento, así que cesé. Quería buscar respuesta a demasiadas cosas quizá, pero Connor, él en sí, me intrigaba. Seguramente estarían dando que pensar si alguien nos estaba oyendo, así que cambié de tema rápidamente al primero que se me pasó por la cabeza tras oír sus respuestas -¿Sabes porque mi madre decidió llamarme Helena?- tragué saliva y puse mala cara. No era fácil hablar de ella. –Mi madre me contó que quedó en cinta sin…buscarlo, por así decirlo. Era demasiado joven, demasiado inexperta cuando todo ocurrió y temió por la reacción de mi padre. Pero que cuando se percató de ello, me deseó con todas sus fuerzas, y deseó por alguna extraña razón que naciese niña. Tuvo claro desde el primer momento que me llamaría Helena – me giré un poco, demasiado poco, pero lo suficiente como para quedar mirando las estrellas, absorbida por su brillo –Mi madre siempre me contaba una historia, una historia que decía que hacía muchísimos años, un país de nombre irrecordable, entró en guerra con fuerzas… sobrenaturales- hice una pausa, era irónico. De niña siempre había sido un cuento de hadas para mi. – Muchos hombres se vieron beneficiados por la situación de pánico, decidieron sacar partido de cualquier forma. Asesinaron a multitud de familias nobles, para cuando la guerra acabase, fuesen ellos los candidatos a ricos y nobles de la época. Helena, la hija de una familia noble asesinada a manos de uno de aquello bándalos, decidió vengar la muerte de sus padres y las de todas las personas del reino. Era inexperta, pero no quería quedarse de brazos cruzados. Se aventuró al mundo, buscó fuentes que le fuesen de ayuda para convertirse en una guerrera. Conoció a guerreros, de entre los que se encontraba el heredero al trono auténtico, Alistair, pero que por ser un hijo bastardo, los sicarios no se acordaron de él; conoció a magos, brujos, criaturas distintas a los humanos. Y Helena, nunca, nunca jamás se dio por vencida de cara a cualquier batalla. Aquella muchacha rica, se convirtió en una auténtica luchadora y no descansó hasta que no vengó lo que le habían arrebatado. Incluso encontró fuerzas en su amorío con el guerrero bastardo para acabar con la propia guerra que había quedado establecida, y salió victoriosa de la misma. Contrajo matrimonio con Alistair, con quien compartió la totalidad de su viaje. Todo el mundo la recordó por años, la idolatraron como reina y heroína. Sanó el mundo…- volví a girarme hasta quedar de lado. Me acerqué inconscientemente aun más a Connor, quedando pegada a él y suspiré con pesadez –A mi madre le encantaba esa historia, ella misma idolatraba a la protagonista, y por eso decidió llamarme como ella. Siempre me había parecido una historia preciosa, ficticia… y ahora me parece una novela realista. No se… aun no se que quieren de mi. No se que es lo que tengo que hacer, no se qué pasará, que ocurrirá, que pasará con nosotros… pero creo que hasta yo estoy sumida en una auténtica guerra.- me entristecí, y aunque mi miedo se calmó cuando aquellos lobos se alejaron y nos dejaron solos, sabía que volvería a aparecer. Eso de ‘’Nada puede ir a peor’’ estaba comprobado que no coincidía conmigo. Volví a fijarme en Connor, en su cuerpo, en él. Lo que menos deseaba es que por mi culpa le ocurriese algo, que lo separasen de mi –Aun no me has contestado… a cuando te pregunté que harías cuando todo acabase…Ojala no fueses cazador, porque me encantaría que… vinieses conmigo, a donde yo fuese. Siento que quiero estar contigo más tiempo. Si, ya se que estas cansado de mi, son más de tres meses sin separarnos a penas, pero… Al menos yo, me he dado cuenta de que te….de que te qu…- iba a decir algo que me sonrojó de forma sorprendente, e hizo que una punzada enorme me atravesase el pecho. Aparté un instante la mirada y después volví a fijarla en él, por muy sonrojada que estuviese, no quería dejar de mirarle. Me gustaba mirarle, quería mirarle siempre –De que te he cogido bastante cariño, Connor-


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Mensaje por Connor Kennway Miér Ene 30, 2013 10:14 am

Obvié la pregunta que me hizo la muchacha respecto a si me dolía la espalda al estar tumbado en la hierba. Ciertamente sentía escozor, pero estaba más que acostumbrado a tener heridas ¿Más cicatrices? Un chiste para mi. Realmente lo que me hastiaba era estar sin camiseta ¿Dónde diablos habían metido mi ropa? Tras la situación tan tensa que vivimos hacía escasos minutos, preferí esperar hasta el alba para preguntar. Seguidamente la chica se interesó en por qué cazamos a los licántropos, ya que les había parecido poco hostiles. Bufé -Estos son los licántropos más extraños que he conocido jamás. Lo natural sería que estuviesen sobre nosotros, desgarrándonos con sus fauces, devorándonos mientras aún vivimos. Los licántropos no son mejores que los vampiros, son criaturas abisales, horribles, engendros de la naturaleza, de una naturaleza que no consigo entender- hablaba resentido, pues fue un licántropo quien asesinó a mi padre y a toda la Sede principal que había en Boston cuando apenas era un adolescente -Quizá estos sean una excepción contigo, pero a solas, ya estaría muerto- le aclaré, cruzando los brazos bajo mi cabeza a modo de cojín, mirando aún las estrellas -Esa matriarca es sin duda la más extraordinaria, una heredera de los primigenios... Ellos no tienen el encanto natural de los vampiros, simplemente ella es demasiado mística para lo que nuestras mentes humanas pueden soportar. Muchas fuerzas nos rodean, demasiadas que no podemos ver ni combatir- callé y guardé silencio mientras ella seguía con más de sus preguntas. Sinceramente me las esperaba y además no me molestaban, pues era natural la curiosidad de la muchacha, incluso sentí natural su interés por mi, por alguna razón -Sí podemos- la miré -Nadie puede renunciar a enamorarse voluntaria ni involuntariamente. Entre Cazadores los maestros nos indican que el enamorarse es un arma de doble filo y que los más grandes e importantes de la historia dejaron atrás toda vida personal para erradicar esta plaga... pero somos totalmente libres de hacer cuanto gustemos Helena. Si me enamorase de ti podría estar a tu lado por muchas objeciones que pusieran, pero estaría en mi conciencia si por ser la amante de un Cazador, fuesen a por ti, a asesinarte, para debilitarme y acabar conmigo- suspiré y recapacité ¿Por eso mi padre me dejó con mi madre en el poblado? ¿Para que no nos hiciesen daño? Mi visión cambiaba lentamente sobre el mundo que me rodeaba desde que tenía a Helena a mi lado debido a que nunca me había abierto a nadie y mis ideas estaban congeladas. Estaba dejando de ser una máquina de matar criaturas a ser más humano -Eres la primera persona que intenta y consigue conocerme, muchacha, así que no, nadie se ha enamorado jamás de mi. He de suponer que mis únicas amantes espirituales y carnales han sido mis armas, las únicas "mujeres" que mis manos han tocado alguna vez ajenas a mi difunta madre- sonreí melancólico, dando paso a una gran explicación por parte de la chica respecto a su nombre y a una historia de cama bastante imaginativa, épica... casi oía resonar las espadas y rugir a un dragón en mi mente -Interesante forma de hacer honor a una historia. Puedo felicitar a tu madre por ello, has heredado un temperamento digno de una heroina... es más, me atrevo a decir que tu destino te depara ser una, si lo que dice Roish es cierto- me percaté de que estaba muy cerca a mi, más de lo que imaginé cuando se tumbó también en el terreno. Me acomodé aun más. Se interesó otra vez por lo que haría cuando todo acabase, afirmó que le gustaría que la acompañase porque me estaba cogiendo cariño -No soy un perro al que por cariño se le lleva consigo Helena, no veo ético acompañarte con tu padre allí donde queráis vivir, sería una carga el día que te enamorases y decidieses... vivir con él... formar una familia...- intenté disimular mi creciente disgusto al imaginarla felizmente casada con un hombre -Siempre puedo ir a visitarte alguna vez...- me armé de valor y la rodeé con mi brazo, estrechándola contra mi -Intenta descansar, no te separes de mi por si intentan algo raro- susurré y cerré los ojos abandonándome al sueño. La última voz que oí en mi mente, antes de sumirme en los brazos de Morfeo, fue la cuestión de si el presunto peligro era solo una excusa para sentirla en contacto con mi cuerpo...

Al amanecer, los rayos del sol me hicieron despertar. Roish se dirigía hacia nosotros a paso lento, esperando si despertabamos por nosotros mismos. Hice lo propio con Helena, sacándola de su descanso con suavidad. La mujer estaba prácticamente a nuestro lado
-Buenos días, envida. Cazador- nos miró a ambos -Lucien y los demás os han procurado un transporte, no preguntéis cómo. Encontrarás tus armas en el Círculo, Cazador. Una vez las lleves contigo, debes salir de este bosque pues se te considerará hostil. En cuanto a ti, querida, realmente deseo que cumplas con el camino tan extraño que se te ha marcado, confío en que este hombre te acompañará y te ayudará- me puse en pie y me dispuse a marchar a vestirme completamente y recoger mis armas, dejando a Roish con Helena -Dime tu nombre, querida niña- le pasó una mano por los cabellos con el cariño de una madre -Espero que Madre guie tus pasos a través de su piel con la misma eficacia que te trajo hasta mi...- regresé colocándome el sombrero como última instancia, alcanzando a oir esa última frase -Más bien agradéceselo al payaso eremita, no ha habido ninguna madre que nos trajera hasta aquí. Bueno, quizá una en concreto sea la responsable- me miró con ojos inquisitivos. Sentí que hablé de más. Me había olvidado de que no necesitaba tener protectores, ella sola bastaría para despedazarme en cuestión de segundos -Dirigíos hacia el oeste- señaló la dirección -Allí encontrareis el transporte. Id- terminó la frase y se marchó sin decir nada más, quizá ofendida por mis palabras. Me encogí de hombros mirando a Helena y comencé a caminar.

Unos largos minutos más tarde pude vislumbrar el final del bosque. Un carruaje de transporte, como el que abandonamos al seguir a los fantasmas, aguardaba en el camino. Reí aliviado y me subí raudo al carro y tomé las riendas de los caballos. Miré hacia atrás mientras la chica se preparaba para partir y pude ver que dentro había una bolsa con algo de dinero y algunos alimentos frescos. En el asiento había sangre y los caballos estaban agitados
-Creo que puedo imaginar cómo han conseguido esto esos lobos... malditos sean ellos y toda su estirpe- tendí una mano a Helena para que subiese. Estaba empezando a disfrutar con sus contactos -Rumbo a casa, niña- le empujé coqueto con el hombro aunque sin una sonrisa muy marcada -Supongo que estarás deseando llegar a tus comodidades... ¿No?- puse en marcha a los animales para que el traqueteo de las ruedas sirviesen de telón de fondo para la conversación -Pase lo que pase Helena, estarás a salvo. He estado pensando un poco antes de dormirme... y con todo lo que han hablado esta panda de perros adiestrados por un viejo que copula con cadáveres... quizá sea buena idea entrenarte, aunque seas mayor para la edad media común- la miré -Es duro y lleva muchísimo tiempo, pero podrás vivir tranquila y sin temor, a menos a los más novatos que se creen Dioses... podrás protegerte a ti y a tu padre. Puede incluso que te ayude a encontrar ese destino- suspiré -Y... yo estaré contigo. No voy a abandonarte, no hasta que todo esto termine. No estarás sola- le sonreí de la forma más amable que podía y acostumbraba a hacer. Aun quedaba un camino largo hasta París -Yo también... te estoy cogiendo bastante cariño, niña- comenté mientras me bajaba el sombrero a la altura de los ojos para que la sombra dificultase el visionado de los mismos, pues sentí cierta presión al decirlo ¿Vergüenza? Tal vez... o más bien miedo al rechazo. Empezaba a pensar que la simpatía por Helena era algo más... y dudé de cual de ambos caminos era mejor, el que recorría junto a ella o el solitario por el que siempre anduve. Tendría que encontrar la respuesta por mi mismo


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Mensaje por Helena Mauleón Miér Ene 30, 2013 11:34 am

Escuché con atención las respuestas que el hombre me dedicó aquella despejada noche. Me era tranquilizador comprobar, cada día mas, lo muy equivocada que estaba sobre él. Yo, que lo primero que hice fue gritarle que se marchara con la fulana que tuviese por esposa junto a algunos insultos cargados de indicaciones de borracho hacia su persona, y resultó ser todo lo contrario. Callado, amable al menos conmigo y dispuesto. Seguía sin poder explicarme como un hombre como él no se había enamorado nunca, que ni si quiera hubiese tocado el cuerpo de una mujer en su vida; todo lo contrario a los mozos de edad similar a la mía, capaces de aparentar ser el hombre mas cautivador del mundo con tal de pasar una buena noche y que de no conseguirlo, se hacen con dinero para al menos poder comprar ese calor. Aquello me tranquilizó de cierta forma, y no se porqué, pues ya tenía bastante sabido que era incapaz de hacerme cualquier daño. Aunque todo bienestar se esfumó en cuanto obtuve su respuesta sobre su futuro. Como bien me temía, mi presencia ya le empezaría a incomodar, de ahí a que rechazase mi sugerencia alegando que sería incomodo una vez me casase. No le faltaba razón, pero me costaba imaginarme casada, con hijos, viviendo sola con alguien. Era demasiado lejando, demasiado poco deseado. Veía más cómodo un futuro con él, siendo compañeros y viajando juntos aún que con otro hombre casada –Supongo que tienes razón- dije, con un pesar que no pude disimular. Aquello era lo más parecido a una sugerencia de futuros que había hecho jamás a un hombre, y este sólo me había recordado que mi enlace con un hombre ya estaba apalabrado. Me sentí un poco mal, la verdad. Pero no enfadada ni disgustada con él, sus palabras estaban cargadas de razón y le comprendí en todo momento. No era culpa suya que quizás yo me estuviese confundiendo un poco por la situación. Si, seguramente sería eso. Oh no, porque tras sus palabras me rodeó con su brazo y me apegó a él, para pasar así la noche. Y me dolió. ¿Dónde esta todo aquello bonito que comentan de cuando se quiere a alguien? Porque a mi solo me estaba causando malestar y una profunda confusión, porque si iba a casarme con un hombre, iba a vivir con ese hombre e iba a compartir toda mi vida con él, apartada de Connor ¿Por qué me abrazaba como si el futuro no fuese a acabar así? Suspiré nuevamente, con disgusto. Por algo nunca me habían gustado las tonterías amorosas. No correspondí su ‘’abrazo’’, pero tampoco me alejé de él. Dejé que fuese el sueño quien me evadiese de todo lo que a mi mente empezaba a perturbar.

Desperté en cuanto Connor me zarandeó con suavidad. Quise imaginar que todo había sido un mal sueño, pero no, aun seguía en aquel lugar, rodeada de licántropos y con un peso en mis hombros inexplicable. Roish se acercó en cuanto observó que habíamos despertado. Al parecer lo tenían todo preparado para nuestra marcha –Si al menos supiese que es lo que tengo que hacer…- repliqué de forma suave y triste cuando la mujer me recordó porqué estaba allí. Se acercó y me acarició los cabellos, exactamente de la misma forma que mi madre solía hacer…cuando era humana. Mi rostro se entristeció y de ahí a que respondiese de la misma manera –Helena… siento mi mala educación al no haberme presentado antes- Tras identificarme, nos indicó donde nos esperaría nuestro transporte hacia Francia y se marchó. Su presencia en mi vida había sido un ínfimo suspiro, y así lo sentí. Al menos no hubo despedida entre nosotras, lo que me dio la esperanza de que algun dia la volvería a ver. En cuanto Connor estuvo listo para partir, le seguí. Llegamos hasta el límite del bosque y el borde del camino tras largos minutos. Encontramos un carruaje nuevo, ni más grande ni más pequeño que el anterior, más bien casi igual. Subí al asiento delantero en cuanto el hombre me tendió su mano para subir. De dio un empujoncito juguetón cuando ya estaba sentada, sonreí, pero no correspondí. Me preguntó si ansiaba llegar a mis comodidades, y sentí que si no fuera por que mi padre posiblemente se encontraba entre ellas, daría mil cosas por seguir donde estaba, con Connor –Si, claro que si…- dije con media sonrisa, mentía, pero se me daba bien hacerlo. Seguidamente me sugirió algo que verdaderamente no esperaba. Con aquel ‘’destino’’ que tenía que afrontar, se le ocurrió la idea de adiestrarme -¿Cómo? ¿Para luchar? ¿Cómo tú?- reí nerviosa, parecía un chiste, uno muy bueno – No, no, no. Yo no sirvo para eso. Entiendo que no siempre podrás protegerme hasta que esto acabe, pero no puedo. Si tantos años requiere para cuando halla terminado ya todo habrá terminado y viviré lejos con mi marido- repuse, con un rintintín involuntario, que fluyó al recordar las palabras de Connor, las cuales a pesar de que entendí, seguían confundiéndome –Te agradezco mucho…que no me abandones- aclaré rápidamente para que no quedase confusión alguna. Por último, comentó de la misma forma que yo la noche anterior, que también me estaba tomando cariño. Mis mas extrañas confusiones hubiesen desaparecido para dar lugar al cariño que deseaba profesarle de cualquier forma, de no ser por aquel apelativo que acostumbró a usar conmigo y que para mi no era mas que otro gesto como el ‘’abrazo’’ antes de dormir: contrariedades que me causaban malestar e incluso dolor. Porque no hacían otra cosa que darme a entender, que aparecían porque le daba pena o le parecía una niña –No… además, quizá sea demasiado inmadura para aprender- dije indirectamente, sobre aprender a luchar.

Si interpretaría esta indirecta de buenas maneras o no, no lo sabía. Lo que si sabía es que desde que le conocí, lo único que no había cambiado, es que con él las palabras se me escapaban.


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