un dia para recordar - libre

Después de un buen baño, había sido arreglada como de costumbre por los empleados de la servidumbre, una carta había aparecido en su cama la noche anterior, su amado le había notificado que estaría presente allí para llevarle a desayunar, quería estar lo más hermosa posible, ''..Muero con tocar tu piel de nuevo, perderme en tus ojos y ahogarme en tus labios, Mi amada Elene, Te veo para que desayunemos....'' se aferró a aquel pedazo de papel de nuevo y no podía dejar de suspirar, la felicidad le inundaba, estaba media embobada. No fue así hasta que uno de los mensajeros de la casa que a la larga se podían escuchar los pasos y el correteo por las escaleras de la mansión Rossato, se paró y acomodó su traje pues iba a ver a la Señorita.

Sonó dos veces la puerta y el chillido de una voz afinándose interrumpió la concentración de Elene, que se encontraba en el espejo acomodando los últimos detalles de su cabello. Al escuchar el llamado de la puerta ésta se levantó y la sirvienta que estaba con ella la abrió, dándole a la mucama un pedazo de papel que al parecer era una carta.
La empleada le entregó la carta a Elene y con la misma se retiró de la habitación soltando de su boca un ''Con permiso, Señorita Rossato''. Ella se quedó sola y pudo notar que la carta tenía su nombre y la letra de su querido, la abrió con un poco de desesperación y después de eso su cara era un mar de tristeza. La carta tenía un mensaje muy sobre acogedor para Elene, él ya no podía ir a verle y mucho menos cumplir la cita del desayuno juntos. Sus ojos se veían apesarados y como toda joven de alta sociedad decidió ir a desahogarse caminando por las calles de París de tienda en tienda haber si algo podía alegrarle el día. Salió son avisarle a ninguna de sus criados para donde se dirigía y así tomó camino a pie hasta las calles de París.

Recorría vitrina por vitrina y no encontraba nada que pudiera interesarle hasta que posó su vista en una perfumería,ya que desde las afueras se podía sentir el dulce aroma de los perfumes que vendían, captó su atención y ella observó que la tienda aún estaba cerrada. Recordó haber oído hablar de una famosa perfumería llamada Lis et Parfums que no había tenido la oportunidad de visitar aún, tiró su vista hacia arriba y en efecto, era la perfumería que todos mencionaban, no pudo soportar más y entró a la perfumería.

-Buenos Días.....-

Luego de su paseo matutino, decidió tomar una taza de té, en uno de esos coquetos cafés que ponían sus mesitas en la vereda para que los clientes pudieran disfrutar de la mañana soleada, esas últimas antes de que llegara el invierno. Saskia estaba acostumbrada a los intensos fríos así que para ella el día otoñal era como un bello día de primavera, solo que pintados con tonos cálidos entre amarillos, rojos y naranjas con una suave briza que lo inundaba todo. Eligió un rincón donde un bello parterre mostraba la maravilla de los colores y perfumes de las flores de la estación otoñal. Cuando terminó su delicioso té, se puso a contemplar las compras que había hecho en la mañana, algunos guantes para que sus abrigos combinaran, unos cuantos sombreros y otros elementos que necesitaba para su actividad nocturna, sonrió pensando en ese hombre que se había presentado la otra noche cuando se encontraba en la orilla de la laguna, - me hubiera gustado tomar algo en este lugar con él – pensó mientras se turbaba, era un pensamiento ingenuo y que no iba con su modo de ser, ella no deseaba una relación y menos con un ser como él, de la misma especie de su primer amante, pero una atracción poderosa la unía a ese recuerdo, a ese vampiro. Mientras pensaba en eso jugaba, inconscientemente, con un pequeño botón de color de la sangre, que había comprado aún no sabía porque razón, moviéndolo entre sus dedos, miró su pequeño reloj que colgaba coqueto de la pechera de su vestido, - o por favor que tarde se me ha hecho – se reprochó mientras llamaba al garzon para que le cobrara, cuando el muchacho se acercó de pronto un destello de color verde parduzco lo rodeó, Saskia se sorprendió haciendo un involuntario movimiento de protección, - ¿qué... que está pasando? – se dijo mentalmente mientras se disculpaba con el hombre y le aseguraba que se sentía bien. La verdad era que deseaba encontrar a su cochero pronto para que la llevara a su hogar.

Recorrió las pocas cuadras que la separaban del lugar donde habían acordado con su empleado de encontrarse y mientras se dirigía con paso inseguro se sorprendía de los destellos que cada una de las personas hacía, algunas eran celestes, otras verdes o marrones, era como si todo lo rodearan esas luces extrañas, sintió que el camino se le hacía extremadamente largo, ¿qué era lo que le estaba pasando? Al llegar por fin a la esquina de la Plaza Tertre el coche ya la estaba esperando, su cochero Lucius - un hombre misterioso - se acercó diligente a ayudarla, casi se estaba por desvanecer, él la tomó entre sus brazos y aunque no era de muy buena educación la alzó y la acomodó dentro del coche, - no se preocupe señorita pronto estaremos en su mansión – la voz del hombre se notaba preocupada y sin perder tiempo se encaramó en el asiento del conductor y azotó con fuerza a los caballos, en el menor tiempo posible estuvieron en el hogar de Saskia.

Lucius la tomó nuevamente en sus brazos y la cargó hasta su recamara donde la dejó, con su doncella personal quien se ocupó de ella. En minutos el doctor estuvo a su lado y tras recomendarle descanso, y reposo más un tónico que le ayudará con las cefaleas se retiró. Saskia hizo una mueca de fastidio que hizo reír a su sirvienta, las dos terminaron riendo, y tras ayudarla a vestir un atuendo más suelto y suave, decidió bajar a ver como estaban yendo sus negocios, - debería hacer caso al doctor y descansar – le recriminó una voz masculina cuando apoyó su pie en el último escalón de la base de la escalera, no necesitó mirarlo para saber que era Lucius, - no te preocupes, ya me siento bien – dijo mientras le sonreía echando un vistazo por el reflejo del espejo, él la observó severo, como un hermano que reprende a su pequeña hermana, pero hizo una leve inclinación y se retiró. Saskia lo siguió con la mirada unos segundos, - como puedes ser tan inflexible y posesivo conmigo Lucius – pensó, mientras una sensación cálida se apoderaba de su pecho, en verdad era agradable saber que alguien cuidaba de ella.

Curiosa como era se acercó a dar una ojeada por un sistema de mirillas, que le permitía observar que personajes estaban comprando en su perfumería, entre las diferentes mujeres que se encontraban en ese momento una captó su atención, era una bella joven de cabellos de un dorado parecido a la miel y unos enormes ojos expresivos que llamaron su atención, ella no destellaba, aunque una débil áurea color rojizo la cubría como un velo, Saskia siempre estaba muy bien informada, y supo al instante de quien se trataba, por eso decidió que debía ser ella quien debía atenderla.

La perfumera se miró en los grandes espejos versallescos y al contemplar que estaba presentable a pesar de no sentirse del todo bien, cruzó el salón para atender a la joven. Tras correr la cortina de terciopelo rojo borgoña con una delicadeza típica de una dama de la nobleza se acercó donde una de sus empleadas atendía a la Señorita Rossato, - Rosa, puedes retirarte, atenderé personalmente a la Señorita – dijo mientras exigía con un movimiento de mano la botella de perfume que tenía en la mano su empleada y dedicaba una dulce sonrisa a la muchacha.


Mil perdones por el tremendo retraso. Besos