AÑO 1842
Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.
Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.
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Ex Luce Ad Tenebras {Privado}
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Ex Luce Ad Tenebras {Privado}
Sepulcral, el sonido en el pantano no puede describirse de mejor forma que con esa palabra. Cada susurro que el viento osa en traspasar por las ramas de los árboles, es mortíferamente transmutado a un lamento silencioso. Los bellos en la piel se erizan por completo y la peste de la putrefacción se instala por debajo de las fosas nasales; mareos, náuseas y la irrefutable sensación del miedo se apodera de los sentidos multiplicándose con las alucinaciones que son producto de aquellos gases tóxicos del río. Aún con todo eso, ese es su lugar favorito. Se rodea con su pestilencia y la falta de higiene de los pantanos, es como estar en casa y ni siquiera posee la idea sobre lo que eso significa. La sonrisa, la orquesta de las cigarras y aquellos animales salvajes peleando por un simple trozo de carne pasada, es la combinación perfecta para sentarse y pensar. Piensa en nuevas formas de torturas, de vez en cuando roba un libro sobre anatomía de la biblioteca y lo estudia. Tiene sus propias anotaciones en la choza vieja en la que se resguarda, justo donde esconde las piezas de sus trofeos Pero esa noche, iba en busca de luciérnagas. Le gusta mantenerlas encerradas en frascos de cristal, acumuladas alrededor de su vivienda y perfectamente localizadas para que iluminen sólo los espacios más grotescos del lugar. A media luz, ahí es donde se quita la máscara para descansar un poco sobre su peso o para darle esas puntadas de remache antes que se caiga en pedazos frente a sus víctimas o extraños. Pero esos animalejos no tienen una vida prolongada y suelen acabar muertos a los pocos días en que los obtuvo. Le gusta la obscuridad pero con ella no puede ver claramente y necesita esas luciérnagas ahora.
Con par de pantalones ligeros, una simple camisa, un cuchillo a la mano y un frasco de cristal. Se introdujo en el pantano. Sus planes ignoran la cacería esta noche, no tiene ningún trabajo pendiente y la verdad es que se encuentra demasiado abatido por los encargos de los últimos días. Siente hacerse viejo con cada día que pasa y tal parece que su letalidad ha ido disminuyendo con cada encuentro. Le parece haber perdido la inspiración, la razón y el motivo que lo orillaba a cazar cada maldito monstruo de la tierra. Sí, le es maravilloso escuchar los lamentos en el sótano de esa vieja casona, así como también el observar los bichos alimentarse de la carroña de sus cadáveres, arrojar un par de trozos a los lobos y fingir que es uno de ellos peleando por un hueso y marcando el territorio. Había algo, un simple algo que lo contenía. Una espina. Una intriga. Su nombre, Salomé. Esa maldita gata escapó de sus manos, lo embaucó y ha sido la única con la capacidad suficiente como para despertar ese jodido interés en sus presas. Ella, sólo su presencia y el olor que despide su cuerpo, es un letargo maldito orillado a sentirse un inútil. ¿Cómo fue que un pedazo de porquería lo engañó? Su rabia, el coraje, la frustración. Cada sensación en él, es completamente nueva y es que nunca le jugaron tan sucio como ella. Eran iguales pero tan diferentes. El maldito sarcasmo, el orgullo herido y la superioridad. A estas alturas, Crowley no lograba discernir si deseaba encadenarla en su cámara de juegos o sencillamente dejarle libre para pretender una nueva cacería.
Una, dos, tres. Las luciérnagas se fueron acumulando dentro del frasco mientras él pensaba como un maldito enfermo en ella; formas de hacerla caer bajo sus pies, cómo borrar la sonrisa sardónica de sus labios y concederle una nueva un poco más retorcida y menos burlesca. Entonces se dio cuenta. Su excitación era el baño de sangre sobre la rubia, el terrible concepto de sus manos entrometiéndose dentro de su torso, acariciando sus pechos ensangrentados y arrancando los montículos para tragárselos sin pudor alguno. Imaginarla sobre él de espaldas para poder apreciar el blanco y perfecto tono de su piel, besar su cuello, arrancar sus cabellos y unirlos a su máscara con hilo especial para la ocasión. Los dientes le serían extirpados uno por uno, las pinzas oxidadas ayudarían a la infección de la criatura e incrementarían el dolor a sobre manera. Los huesos de sus costillas crearían un baúl donde guardar las armas y, en cada cuenca de sus ojos, colocaría una vela para alumbrar las noches sin necesidad de cazar luciérnagas. Pero la mejor parte, es aquella en donde visualiza la piel de la chica formando un traje justo a la medida del cazador. El problema de Crowley no es correr a ella y darle muerte con la facilidad de siempre, tampoco el hecho de sentirse un asco burlado y herido, si no que… No sabía cuál de sus pieles utilizar. ¿Felina o humana?
Con par de pantalones ligeros, una simple camisa, un cuchillo a la mano y un frasco de cristal. Se introdujo en el pantano. Sus planes ignoran la cacería esta noche, no tiene ningún trabajo pendiente y la verdad es que se encuentra demasiado abatido por los encargos de los últimos días. Siente hacerse viejo con cada día que pasa y tal parece que su letalidad ha ido disminuyendo con cada encuentro. Le parece haber perdido la inspiración, la razón y el motivo que lo orillaba a cazar cada maldito monstruo de la tierra. Sí, le es maravilloso escuchar los lamentos en el sótano de esa vieja casona, así como también el observar los bichos alimentarse de la carroña de sus cadáveres, arrojar un par de trozos a los lobos y fingir que es uno de ellos peleando por un hueso y marcando el territorio. Había algo, un simple algo que lo contenía. Una espina. Una intriga. Su nombre, Salomé. Esa maldita gata escapó de sus manos, lo embaucó y ha sido la única con la capacidad suficiente como para despertar ese jodido interés en sus presas. Ella, sólo su presencia y el olor que despide su cuerpo, es un letargo maldito orillado a sentirse un inútil. ¿Cómo fue que un pedazo de porquería lo engañó? Su rabia, el coraje, la frustración. Cada sensación en él, es completamente nueva y es que nunca le jugaron tan sucio como ella. Eran iguales pero tan diferentes. El maldito sarcasmo, el orgullo herido y la superioridad. A estas alturas, Crowley no lograba discernir si deseaba encadenarla en su cámara de juegos o sencillamente dejarle libre para pretender una nueva cacería.
Una, dos, tres. Las luciérnagas se fueron acumulando dentro del frasco mientras él pensaba como un maldito enfermo en ella; formas de hacerla caer bajo sus pies, cómo borrar la sonrisa sardónica de sus labios y concederle una nueva un poco más retorcida y menos burlesca. Entonces se dio cuenta. Su excitación era el baño de sangre sobre la rubia, el terrible concepto de sus manos entrometiéndose dentro de su torso, acariciando sus pechos ensangrentados y arrancando los montículos para tragárselos sin pudor alguno. Imaginarla sobre él de espaldas para poder apreciar el blanco y perfecto tono de su piel, besar su cuello, arrancar sus cabellos y unirlos a su máscara con hilo especial para la ocasión. Los dientes le serían extirpados uno por uno, las pinzas oxidadas ayudarían a la infección de la criatura e incrementarían el dolor a sobre manera. Los huesos de sus costillas crearían un baúl donde guardar las armas y, en cada cuenca de sus ojos, colocaría una vela para alumbrar las noches sin necesidad de cazar luciérnagas. Pero la mejor parte, es aquella en donde visualiza la piel de la chica formando un traje justo a la medida del cazador. El problema de Crowley no es correr a ella y darle muerte con la facilidad de siempre, tampoco el hecho de sentirse un asco burlado y herido, si no que… No sabía cuál de sus pieles utilizar. ¿Felina o humana?
Crowley Missös- Cazador Clase Media
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Re: Ex Luce Ad Tenebras {Privado}
Odiaba el olor asqueroso del pantano. Tenía sentimientos encontrados al estar en un lugar en ese estado, por una parte era interesante el ecosistema que aquel infierno tenia, los animales de aquel lugar también eran sorprendentes, el poder acostumbrarse en un olor, que hacia doler sus sentidos olfativos, para ella eran seres increíbles. La hermosa dama en aquella ocasión se encontraba paseando los pantanos en una de sus formas felinas. Adoraba ser aquella especie de felino, el delgado, ágil y manchado animal, siempre le habían gustado las dos manchas que se asomaban por los lados de su hocico, que comenzaban en el lagrimal y terminaba prácticamente en el inicio de su boca. Eran como dos pinceladas creadas perfectamente dándole una característica única y haciendo que los ojos azules del guepardo se intensificaran. Su estructura corporal era totalmente distinta a otros felinos, no tenía los poderosos músculos de un león, tigre o pantera, tampoco la agilidad de leopardo, pero lo que le faltaba de fuerza lo atribuía en velocidad, una velocidad que en esos momentos los humanos no podían comparar.
Su porte la delataba, sus pasos tranquilos y su cola que se movía de un lado a otro sin mucha preocupación, mostraban que era una persona elegante, diferente a las demás cambiantes, altanera; por tener aquella mirada filosa y retadora. La oscuridad no la molestaba, podía ver perfectamente entre la oscuridad, pero era muy sensible en el olfato y ya comenzaba a molestarle de sobre manera el olor del pantano, aunque debía admitir que no debía molestarle, pues estaba consciente de que su nariz estaba acostumbrada a oler un cuerpo humano en descomposición “Es lo mismo, pero al mismo tiempo no es lo mismo” se cuestiono mientras se quedaba por unos minutos meditando sobre su condición. Ya era algo más de preferencia. Estaba enojada, frustrada y distraída, odiaba salir de su escondite sin tener alguna razón concreta, deseaba cazar algún ratón o un animalillo mas grande, tal vez a algún humano torturar mientras en sus colmillos pedía clemencia, pero parecía que ningún humano era lo demasiado tonto para acercarse a esas horas al pantano.
Su frustración creía aun mas, aquello pasaba cuando no obtenía lo que deseaba. No había tenido éxito en uno de sus negocios y había perdido a dos hermosos ejemplares de hombres fornidos, esclavos de su negociante que iba a dar como pago por la información de Salome le facilitara. La cuestión era sencilla, debía investigar a una pareja, buscar algún secreto con el cual ellos se podrían beneficiar y destruir a su única competencia en el negocio del comercio del bajo mundo, claro está, hay muchas familias interesadas en eliminar a sus contrincantes, ella había aceptado sin mucho jaleo, pues le interesaba aquellos esclavos de piel oscura, deseaba poder saber cuánta resistencia tenían. Pero todo había salido mal, al esposo algún loco cambiaformas sediento de sangre lo había matado y sin él no había motivo para seguir investigando y sin información requerida no había premio para la cambiante. Se había enojado tanto que sin pensarlo había salido en la primera forma que su cuerpo se había convertido.
Mientras caminaba estaba comenzando a planear las torturas que le realizaría al cambiante por castigo de ella no tener su pago, sumida en sus pensamientos, sus patas manchadas por el barro daban hasta un pequeño montículo de tierra que se alzaba entre lo más alto, oculta por la maleza y el musco y una que otro tronco caído. Había caminado por horas y ya sus patas comenzaban a cansarle, era mejor que comenzara a pensar a descansar, por esa misma razón dio un salto hasta estar en aquel lugar mientras olfateaba y con sus ojos azules miraba de reojo el lugar antes de echarse tranquilamente en aquel lugar. Un pequeño zumbido le llamo la atención, era un sonido suave y casi inaudible, era una pequeña luciérnaga que se asomaba para saludarla entre la oscuridad, era interesantes aquellas cositas tan pequeñas, tenía una buena luz, podía estar iluminando por un buen rato. El insecto siguió su camino, haciendo que la cambiante lo siguiera con su mirada hasta notar que entre los densos arboles atrapados por parásitos que los hacían ver más tétricos y caídos, se asomaba una luz verde, más concentrada, como de miles y miles de luciérnagas.
¿La curiosidad había matado al gato? Aun ella estaba viva ¿cierto? Así que no creía en aquella frase popular, se levanto de inmediato, dando otro salto para con paso apresurado ir hacia esa curiosa luz. Pronto noto que no eran una si no varios puntos de luz que rodeaban un lugar en especifico. Salome se detuvo entre la maleza, sabía que estar en un territorio desconocido y a campo abierto, era simplemente incorrecto, encontró un lugar perfecto para comenzar a agacharse mientras detenidamente miraba como a sus ojos se dibujaba con más claridad una especie de choza entre la oscuridad del pantano… ¿acaso había encontrado a un estúpido qué estuviera en el pantano? No. Pensó mientras se acomodaba mientras su cola se mostraba paralizada, aquel olor a piel humana y descomposición la conocía muy bien, aquel aroma estaba impregnado en todo el lugar, mezclándose con el olor del pantano hasta hacerla estornudar. No estaba de humor como para jugar con aquel ser que parecía haber venido desde el mismo infierno, se levanto dispuesta a dar media vuelta e irse, pero pronto noto una luz aproximarse en su misma dirección, a sus adentros rio suavemente por aquella ironía, mientras su cuerpo felino y delicado y mostraba con los pelos erízanos y mostrando levemente sus dientes blancos mientras un suave gruñido de advertencia salía de su garganta.
Su porte la delataba, sus pasos tranquilos y su cola que se movía de un lado a otro sin mucha preocupación, mostraban que era una persona elegante, diferente a las demás cambiantes, altanera; por tener aquella mirada filosa y retadora. La oscuridad no la molestaba, podía ver perfectamente entre la oscuridad, pero era muy sensible en el olfato y ya comenzaba a molestarle de sobre manera el olor del pantano, aunque debía admitir que no debía molestarle, pues estaba consciente de que su nariz estaba acostumbrada a oler un cuerpo humano en descomposición “Es lo mismo, pero al mismo tiempo no es lo mismo” se cuestiono mientras se quedaba por unos minutos meditando sobre su condición. Ya era algo más de preferencia. Estaba enojada, frustrada y distraída, odiaba salir de su escondite sin tener alguna razón concreta, deseaba cazar algún ratón o un animalillo mas grande, tal vez a algún humano torturar mientras en sus colmillos pedía clemencia, pero parecía que ningún humano era lo demasiado tonto para acercarse a esas horas al pantano.
Su frustración creía aun mas, aquello pasaba cuando no obtenía lo que deseaba. No había tenido éxito en uno de sus negocios y había perdido a dos hermosos ejemplares de hombres fornidos, esclavos de su negociante que iba a dar como pago por la información de Salome le facilitara. La cuestión era sencilla, debía investigar a una pareja, buscar algún secreto con el cual ellos se podrían beneficiar y destruir a su única competencia en el negocio del comercio del bajo mundo, claro está, hay muchas familias interesadas en eliminar a sus contrincantes, ella había aceptado sin mucho jaleo, pues le interesaba aquellos esclavos de piel oscura, deseaba poder saber cuánta resistencia tenían. Pero todo había salido mal, al esposo algún loco cambiaformas sediento de sangre lo había matado y sin él no había motivo para seguir investigando y sin información requerida no había premio para la cambiante. Se había enojado tanto que sin pensarlo había salido en la primera forma que su cuerpo se había convertido.
Mientras caminaba estaba comenzando a planear las torturas que le realizaría al cambiante por castigo de ella no tener su pago, sumida en sus pensamientos, sus patas manchadas por el barro daban hasta un pequeño montículo de tierra que se alzaba entre lo más alto, oculta por la maleza y el musco y una que otro tronco caído. Había caminado por horas y ya sus patas comenzaban a cansarle, era mejor que comenzara a pensar a descansar, por esa misma razón dio un salto hasta estar en aquel lugar mientras olfateaba y con sus ojos azules miraba de reojo el lugar antes de echarse tranquilamente en aquel lugar. Un pequeño zumbido le llamo la atención, era un sonido suave y casi inaudible, era una pequeña luciérnaga que se asomaba para saludarla entre la oscuridad, era interesantes aquellas cositas tan pequeñas, tenía una buena luz, podía estar iluminando por un buen rato. El insecto siguió su camino, haciendo que la cambiante lo siguiera con su mirada hasta notar que entre los densos arboles atrapados por parásitos que los hacían ver más tétricos y caídos, se asomaba una luz verde, más concentrada, como de miles y miles de luciérnagas.
¿La curiosidad había matado al gato? Aun ella estaba viva ¿cierto? Así que no creía en aquella frase popular, se levanto de inmediato, dando otro salto para con paso apresurado ir hacia esa curiosa luz. Pronto noto que no eran una si no varios puntos de luz que rodeaban un lugar en especifico. Salome se detuvo entre la maleza, sabía que estar en un territorio desconocido y a campo abierto, era simplemente incorrecto, encontró un lugar perfecto para comenzar a agacharse mientras detenidamente miraba como a sus ojos se dibujaba con más claridad una especie de choza entre la oscuridad del pantano… ¿acaso había encontrado a un estúpido qué estuviera en el pantano? No. Pensó mientras se acomodaba mientras su cola se mostraba paralizada, aquel olor a piel humana y descomposición la conocía muy bien, aquel aroma estaba impregnado en todo el lugar, mezclándose con el olor del pantano hasta hacerla estornudar. No estaba de humor como para jugar con aquel ser que parecía haber venido desde el mismo infierno, se levanto dispuesta a dar media vuelta e irse, pero pronto noto una luz aproximarse en su misma dirección, a sus adentros rio suavemente por aquella ironía, mientras su cuerpo felino y delicado y mostraba con los pelos erízanos y mostrando levemente sus dientes blancos mientras un suave gruñido de advertencia salía de su garganta.
Salomé Ameris- Cambiante Clase Alta
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Re: Ex Luce Ad Tenebras {Privado}
¿Quién dijo que los hombres no cantan? Entusiasmado por la cantidad de animalejos que llevaba cazados en sus frascos, inició un tarareo de alguna nana olvidada en su pasado, quizá una cancioncilla que su madre recitaba para adormecerlo y después abandonarlo a su suerte. Quizá era la nota fúnebre del réquiem dedicado a la pobreza de la cual estaba seguro que provenía. No importa cual fuese el origen de esa estúpida melodía dentro de sus pensamientos, siempre resultaba ser una interesante nota que evocar cuando se encontraba en su estado cero, el mismo en que su concentración es nula y se siente en plena libertad de ser el hombre bajo la máscara. Dejó los frascos sobre un mohoso tronco, sus manos viajaron desde ese sitio hasta los costados de su máscara, misma que comenzaba a picar dentro. Sentía una ansiedad indescriptible por retirarla de ahí y arrojarla lejos, quizá ya no era Crowley el que trataba de deshacerse de esa cosa en su cabeza y por primera vez en el tiempo que lleva estando en Paris, sea Rhoswen quien trate de salir a la luz. Por un segundo, se sintió mareado, como si las luces a su alrededor no fuesen suficientes para dejarle ver en la obscuridad, después un fuerte escalofrío recorrió su piel. Esa maldita canción le traía recuerdos, vagas imágenes que provenían de lo más recóndito de su ser. Sacudió su cabeza y trató de despejarse, en ese preciso momento, lo escuchó.
En el pantano reinaba un silencio tan abismal, que cualquiera sentiría pánico al siquiera prestar atención a la completa nada, al vacío donde se sabe, hay algo más grande. Entrecerró los ojos concentrándose en el mínimo cambio. Sus orejas estuvieron alertas durante segundos, segundos que parecieron eternidades, pero no pudo reconocer ninguna amenaza dentro de su círculo. ¡Paranoia! Eso debía ser, simple paranoia nocturna. El desgraciado no había dormido bien últimamente, no porque no quisiera si no porque aseguraba no necesitar hacerlo. Suspiró. Volvió sus manos hacia los frascos persiguiendo esas luces voladoras. Una se le escapó y se fue hacia la parte más ennegrecida del lugar. Crowley no sospechó nada y se aventuró en perseguir al animalejo. Para su sorpresa algo se escondía en la obscuridad. No lo supo por el hecho de tener visión nocturna, si no porque las ramas crujieron estrepitosamente en esa dirección, alguien no quería ser encontrado y falló al colocar sus patas en la traicionera fauna del pantano. Crowley dejó caer el frasco dejando que varias de las luciérnagas volasen a su alrededor pintándolo como un monstruo iluminado por las almas que condena al infierno. Llevó la mano al bolsillo dentro de su abrigo y sacó el cuchillo, lo lanzó hasta la mancha obscura en donde juró se encontraba aquella cosa.
¡A ciegas! Así se sentía. Como un inexperto chiquillo jugando en una abandonada casa que desconoce. ¿Habría acertado? Sólo había una forma de saberlo. Gruñó por lo bajo, agarró un frasco con luciérnagas dentro y se arrodilló inmediatamente para coger un pedazo de cristal. Fue un estúpido al ir hasta allí completamente desarmado y en la noche. El hecho de ser un cazador no implica que se pueda andar por la vida despreocupadamente, porque las habilidades del hombre, le salvarían la vida. Se mordió la lengua para no hablar, para no cometer otra estupidez ¡Ya eran suficientes en una noche! Agitó las luciérnagas y estas emitieron un zumbido al querer escapar de su pequeña cárcel y encender de nuevo su luz. Caminó con paso sigiloso hasta el lugar, sus pies advertían los cambios bruscos de rocas, raíces y ramas. El fétido hedor del pantano le hizo recordar que no estaba en casa, que no era seguro y que probablemente tendría que acudir a su astucia para salir de esta. Giró s cuello de un lado a otro, sus huesos tronaron en un chasquido que perfectamente se pudo confundir con el rodar de una piedra. Después de eso, vino hasta él ese jodido y perturbador aroma. Se dice que cada hombre, cada mujer, animal y planta tiene su respectivo perfume, para Crowley identificarlos todos es una tarea bastante difícil, pero si se concentra en sólo los que le interesan, podía entonces reconocer cuando no está sólo y, esta vez era evidente que no era así. No era un animal lo que se escondía detrás de los arbustos, era un qué. Rugió. Lanzando el frasco contra la mancha obscura lleno de irritación y furia. Sí. Crowley lentamente regresaba a ser el cazador y la nube gris de la hembra se difuminaba a lo lejos –Ya sal de ahí, mierda. Aunque te escondas no escaparás- Susurró esperando que sea lo que fuese que se escondía ahí apareciera por cuenta propia y no tener que ir a buscarlo. Con el ánimo que tenía para luchar esa noche, pero ese gruñido…. Estalló en carcajadas -¿Es una broma?- Corrió en dirección al felino y lo tacleó para rodar encima y por debajo de él. Al final el cuerpo de Crowley aprisionó el enclenque cuerpo del guepardo. –Te verás lindo en uno de mis bustos- Le dio un beso a la nariz del felino.
En el pantano reinaba un silencio tan abismal, que cualquiera sentiría pánico al siquiera prestar atención a la completa nada, al vacío donde se sabe, hay algo más grande. Entrecerró los ojos concentrándose en el mínimo cambio. Sus orejas estuvieron alertas durante segundos, segundos que parecieron eternidades, pero no pudo reconocer ninguna amenaza dentro de su círculo. ¡Paranoia! Eso debía ser, simple paranoia nocturna. El desgraciado no había dormido bien últimamente, no porque no quisiera si no porque aseguraba no necesitar hacerlo. Suspiró. Volvió sus manos hacia los frascos persiguiendo esas luces voladoras. Una se le escapó y se fue hacia la parte más ennegrecida del lugar. Crowley no sospechó nada y se aventuró en perseguir al animalejo. Para su sorpresa algo se escondía en la obscuridad. No lo supo por el hecho de tener visión nocturna, si no porque las ramas crujieron estrepitosamente en esa dirección, alguien no quería ser encontrado y falló al colocar sus patas en la traicionera fauna del pantano. Crowley dejó caer el frasco dejando que varias de las luciérnagas volasen a su alrededor pintándolo como un monstruo iluminado por las almas que condena al infierno. Llevó la mano al bolsillo dentro de su abrigo y sacó el cuchillo, lo lanzó hasta la mancha obscura en donde juró se encontraba aquella cosa.
¡A ciegas! Así se sentía. Como un inexperto chiquillo jugando en una abandonada casa que desconoce. ¿Habría acertado? Sólo había una forma de saberlo. Gruñó por lo bajo, agarró un frasco con luciérnagas dentro y se arrodilló inmediatamente para coger un pedazo de cristal. Fue un estúpido al ir hasta allí completamente desarmado y en la noche. El hecho de ser un cazador no implica que se pueda andar por la vida despreocupadamente, porque las habilidades del hombre, le salvarían la vida. Se mordió la lengua para no hablar, para no cometer otra estupidez ¡Ya eran suficientes en una noche! Agitó las luciérnagas y estas emitieron un zumbido al querer escapar de su pequeña cárcel y encender de nuevo su luz. Caminó con paso sigiloso hasta el lugar, sus pies advertían los cambios bruscos de rocas, raíces y ramas. El fétido hedor del pantano le hizo recordar que no estaba en casa, que no era seguro y que probablemente tendría que acudir a su astucia para salir de esta. Giró s cuello de un lado a otro, sus huesos tronaron en un chasquido que perfectamente se pudo confundir con el rodar de una piedra. Después de eso, vino hasta él ese jodido y perturbador aroma. Se dice que cada hombre, cada mujer, animal y planta tiene su respectivo perfume, para Crowley identificarlos todos es una tarea bastante difícil, pero si se concentra en sólo los que le interesan, podía entonces reconocer cuando no está sólo y, esta vez era evidente que no era así. No era un animal lo que se escondía detrás de los arbustos, era un qué. Rugió. Lanzando el frasco contra la mancha obscura lleno de irritación y furia. Sí. Crowley lentamente regresaba a ser el cazador y la nube gris de la hembra se difuminaba a lo lejos –Ya sal de ahí, mierda. Aunque te escondas no escaparás- Susurró esperando que sea lo que fuese que se escondía ahí apareciera por cuenta propia y no tener que ir a buscarlo. Con el ánimo que tenía para luchar esa noche, pero ese gruñido…. Estalló en carcajadas -¿Es una broma?- Corrió en dirección al felino y lo tacleó para rodar encima y por debajo de él. Al final el cuerpo de Crowley aprisionó el enclenque cuerpo del guepardo. –Te verás lindo en uno de mis bustos- Le dio un beso a la nariz del felino.
Crowley Missös- Cazador Clase Media
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Re: Ex Luce Ad Tenebras {Privado}
¿Acaso eran dos almas que estaban destinados a chocar? Salome dejo salir un gruñido, era imposible que estuviera contenta en esos momentos, pero pronto le sacaría el lado bueno y estaría regocijándose con la situación, pues si el destino los había vuelto a unir, debían aprovechar ese momento junto, para unir mas sus lazos de enemistad . Aquel beso le hizo estornudar mientras buscaba moverse, pero debía aceptarlo, el cuerpo de aquel felino no se había hecho para eso, solamente le quedaban dos cosas; convertirse en humano o en puma. Dejo unos segundos pasar mientras en su cabeza deducía cual era la mejor salida, ella tampoco quería luchar, pero sus dos formas le incitaban a hacerlo. Al fin y al cabo se decidió por su forma humana, rápidamente comenzó a cambiar mientras estaba debajo de la opresión de aquel hombre, se podía ver como él buscaba acomodarse a su trasformación para no salir desventajado, las patas traseras se volvían más largas y firmes, los pechos aparecían en una piel desnuda, sin rastro ya de ningún pelaje manchado, sus patas delanteras se trasformaban en brazos y las paticas se sustituían por manos largas, femeninas pero eso no le quitaba lo resistente.
Lo que más adoraba ver, tal vez ya era una cuestión de ella, pero lo que parecía sorprendente en toda aquella metamorfosis era como el rostro de una persona podría cambiar de forma sorprendente, las manchas cambiaron, el color de sus ojos volvían a la normalidad mientras el cabello largo de Salome comenzaba a florecer como valle en primavera, alargándose hasta llegar al punto que debía ser, las orejas bajaban y se acomodaban debajo de la sien y un poco más atrás. Era una trasformación, craneal compleja y extraña, ni ella misma, en ocasiones lo entendía bien, pero la verdad era que le gustaba verse en un espejo cuando cambiaba cada aspecto de su cuerpo. Luego de unos minutos, uno o tal vez dos, el cuerpo de una mujer madura apareció debajo de Crowley.
-¿Estás seguro que me podrás hacer algo?- pregunto Salome muriéndose de la risa. Aquellas grandes carcajadas que comenzaba a nacer de su garganta, provocaban leve espasmos en su tórax, lo que provocaría un dolor leve si no se controlaba. Suspiro tratando de mantener la cordura, algo que había perdido hace mucho tiempo, tantos años que ya ni se acordaba, si en algún momento fue una mujer normal –Vamos, Amor sabes que no eres capaz de matarme, tengo mucha suerte como para venir a morir horita- sonrió de forma picarona mientras movía sus caderas de un lado a otro, sin hacer mucho esfuerzo. Solamente lo necesario como para ver si podría levantarlo y desequilibrarlo, pero el desgraciado ponía más énfasis y la inmovilizaba. Dejo salir un leve chasquido, frunciendo notablemente su ceño, era la primera vez que comenzaba a sentirse desesperada por haber estado tanto tiempo en manos de su enemigo y eso comenzaba a hacer que dentro de ella naciera la desesperación, algo no muy bueno, por eso la mantenía aislada, para que no arruinara nada.
-Bueno- bufo -¿piensas que estaré así todo el tiempo?- pregunto dejando escapar un gran bostezo –deberás ingeniarte algo muy bueno para que yo no escape de tu “dominación”- ya comenzaba a retarlo, en realidad no se había movido, pues no tenía ganas de pelear, pero si él le daba motivos, tal vez le concedería otro baile para ver esta vez quien saldría victorioso. En fin, tal vez, alguno de los dos saldría muerto en esta ocasión o a lo mejor no, nadie sabría con exactitud el resultado de aquel encuentro.
Lo que más adoraba ver, tal vez ya era una cuestión de ella, pero lo que parecía sorprendente en toda aquella metamorfosis era como el rostro de una persona podría cambiar de forma sorprendente, las manchas cambiaron, el color de sus ojos volvían a la normalidad mientras el cabello largo de Salome comenzaba a florecer como valle en primavera, alargándose hasta llegar al punto que debía ser, las orejas bajaban y se acomodaban debajo de la sien y un poco más atrás. Era una trasformación, craneal compleja y extraña, ni ella misma, en ocasiones lo entendía bien, pero la verdad era que le gustaba verse en un espejo cuando cambiaba cada aspecto de su cuerpo. Luego de unos minutos, uno o tal vez dos, el cuerpo de una mujer madura apareció debajo de Crowley.
-¿Estás seguro que me podrás hacer algo?- pregunto Salome muriéndose de la risa. Aquellas grandes carcajadas que comenzaba a nacer de su garganta, provocaban leve espasmos en su tórax, lo que provocaría un dolor leve si no se controlaba. Suspiro tratando de mantener la cordura, algo que había perdido hace mucho tiempo, tantos años que ya ni se acordaba, si en algún momento fue una mujer normal –Vamos, Amor sabes que no eres capaz de matarme, tengo mucha suerte como para venir a morir horita- sonrió de forma picarona mientras movía sus caderas de un lado a otro, sin hacer mucho esfuerzo. Solamente lo necesario como para ver si podría levantarlo y desequilibrarlo, pero el desgraciado ponía más énfasis y la inmovilizaba. Dejo salir un leve chasquido, frunciendo notablemente su ceño, era la primera vez que comenzaba a sentirse desesperada por haber estado tanto tiempo en manos de su enemigo y eso comenzaba a hacer que dentro de ella naciera la desesperación, algo no muy bueno, por eso la mantenía aislada, para que no arruinara nada.
-Bueno- bufo -¿piensas que estaré así todo el tiempo?- pregunto dejando escapar un gran bostezo –deberás ingeniarte algo muy bueno para que yo no escape de tu “dominación”- ya comenzaba a retarlo, en realidad no se había movido, pues no tenía ganas de pelear, pero si él le daba motivos, tal vez le concedería otro baile para ver esta vez quien saldría victorioso. En fin, tal vez, alguno de los dos saldría muerto en esta ocasión o a lo mejor no, nadie sabría con exactitud el resultado de aquel encuentro.
Salomé Ameris- Cambiante Clase Alta
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Re: Ex Luce Ad Tenebras {Privado}
Nunca había visto tan de cerca una transformación como aquella. Lo admitía y se sentía jodidamente fascinando al ver como los huesos de la chica se acomodaban en su lugar luego que ella decidió cambiar de forma. Lo más curioso fue observar su pelaje desapareciendo lentamente hasta dejar su dermis al descubierto. Sus patas traseras, las delanteras e incluso su cráneo, debió sacudir la cabeza y desviar la mirada varias veces para asegurarse de que fuese real aquello que observaba. Había dejando en la vieja choza donde habita, dentro de los frascos y sobre un empolvado escritorio, las cabezas de algunos animales, estudiaba sus formas tratando de asimilar el cómo es que ellos pueden hacer esa mutación sin resultar lastimados en el proceso. Su imaginación no fu suficiente para darle paso a la realidad frente a él. Poco después de varios segundos y al estar escuchando el crujir de sus huesos, sintiendo la expansión de cada músculo, pudo llegar a la conclusión más creíble de todas. Las transformaciones son salvajes y es necesario el reordenamiento de su estructura ósea, pero los desgraciados estaban tan acostumbrados a esos cambios que, al convertirse una vez más después de tantas dolorosas, ya habían logrado dominar el sopor que esta les provocaba.
Crowley la observó desnuda debajo de él, misteriosas e insidiosas ideas tocaron a su puerta pero no lograron concretarse gracias a las carcajadas despavoridas de la mujer. Adoraba eso de sus víctimas, el ego que les hace creer aún poseen el poder para mofarse delante de su captor y, al segundo después, su boca abierta y los ojos desorbitados prestando atención a cómo cae su cuerpo al suelo mientras su cabeza es sostenida por las manos del cazador a su propia altura. Dicen que lo último que muere es el sentido del oído, así que poco después de haber cerrado sus ojos con la visión de un Crowley victorioso, sólo podían escuchar el frenético sonido de un cuchillo desollando su piel, o ese vomitivo canto alegórico del cazador. Una de las ventajas al poseer una máscara, es que los demás no pueden observar las reacciones del portador. Sus labios esbozaron una sonrisa sardónica a la par que sus cejas se alzaban altaneras por debajo de su disfraz. Chasqueó la lengua. -¿Matar?- Preguntó retóricamente –Para qué matarte mujer, si se me ocurren cosas más productivas contigo- Sí, sí. Salomé se vería espectacular alzada en uno de los bustos que Crowley tiene vacíos, pero era mucho más fascinante tenerla en su repugnante choza como una víctima, una esclava, una forma de experimentación.
Las pupilas del cazador se incendiaron al encontrar su nueva distracción en ese preciso momento. Frunció el ceño pensado en los cómos, en los qué y en otro tipo de preguntas completamente discordantes a la situación presente. Al final apartó las manos de la chica. El dorso de su mano acarició la mejilla de Salomé y él se puso de pie con un brinco. Se carcajeó moviendo los brazos de un lado a otro. Las luciérnagas a su alrededor se alejaron rápidamente de él. ¡Maldición no traía consigo ningún arma! El cuchillo no le serviría para lo que tenía planeado con ese espécimen, necesitaba arrastrarla hasta su guarida. Gruñó. ¿Cómo haría eso? Mordiéndose el labio inferior observó como la chica recuperaba su espacio vital. –Si eres la mitad de buena de lo que presumes ser, te habrás dado cuenta que no me gustan las cosas fáciles.- Escupió con desdén. No le mentía, si era mercenario y cazador de lo sobrenatural es por la sencilla razón que el hombre común no lo entretiene el tiempo suficiente. La adrenalina y la cercanía con la muerte, no es la misma. –Entregarte a mí tan patéticamente, me hace perder el interés en ti. Si no piensas luchar, ¿Qué caso tiene perseguirte?- Listo, había hablado más de lo normal. Curioso, no… siempre que está ella presente, parecen aflorarle las palabras que, durante días, no dice. Girándose sobre los talones, se ajustó las ropas y se inclinó para alcanzar uno de los frascos en el suelo. Continuaría atrapando luciérnagas, al menos ellas se ponen reacias al ser introducidas por la fuerza al interior del cristal.
Crowley la observó desnuda debajo de él, misteriosas e insidiosas ideas tocaron a su puerta pero no lograron concretarse gracias a las carcajadas despavoridas de la mujer. Adoraba eso de sus víctimas, el ego que les hace creer aún poseen el poder para mofarse delante de su captor y, al segundo después, su boca abierta y los ojos desorbitados prestando atención a cómo cae su cuerpo al suelo mientras su cabeza es sostenida por las manos del cazador a su propia altura. Dicen que lo último que muere es el sentido del oído, así que poco después de haber cerrado sus ojos con la visión de un Crowley victorioso, sólo podían escuchar el frenético sonido de un cuchillo desollando su piel, o ese vomitivo canto alegórico del cazador. Una de las ventajas al poseer una máscara, es que los demás no pueden observar las reacciones del portador. Sus labios esbozaron una sonrisa sardónica a la par que sus cejas se alzaban altaneras por debajo de su disfraz. Chasqueó la lengua. -¿Matar?- Preguntó retóricamente –Para qué matarte mujer, si se me ocurren cosas más productivas contigo- Sí, sí. Salomé se vería espectacular alzada en uno de los bustos que Crowley tiene vacíos, pero era mucho más fascinante tenerla en su repugnante choza como una víctima, una esclava, una forma de experimentación.
Las pupilas del cazador se incendiaron al encontrar su nueva distracción en ese preciso momento. Frunció el ceño pensado en los cómos, en los qué y en otro tipo de preguntas completamente discordantes a la situación presente. Al final apartó las manos de la chica. El dorso de su mano acarició la mejilla de Salomé y él se puso de pie con un brinco. Se carcajeó moviendo los brazos de un lado a otro. Las luciérnagas a su alrededor se alejaron rápidamente de él. ¡Maldición no traía consigo ningún arma! El cuchillo no le serviría para lo que tenía planeado con ese espécimen, necesitaba arrastrarla hasta su guarida. Gruñó. ¿Cómo haría eso? Mordiéndose el labio inferior observó como la chica recuperaba su espacio vital. –Si eres la mitad de buena de lo que presumes ser, te habrás dado cuenta que no me gustan las cosas fáciles.- Escupió con desdén. No le mentía, si era mercenario y cazador de lo sobrenatural es por la sencilla razón que el hombre común no lo entretiene el tiempo suficiente. La adrenalina y la cercanía con la muerte, no es la misma. –Entregarte a mí tan patéticamente, me hace perder el interés en ti. Si no piensas luchar, ¿Qué caso tiene perseguirte?- Listo, había hablado más de lo normal. Curioso, no… siempre que está ella presente, parecen aflorarle las palabras que, durante días, no dice. Girándose sobre los talones, se ajustó las ropas y se inclinó para alcanzar uno de los frascos en el suelo. Continuaría atrapando luciérnagas, al menos ellas se ponen reacias al ser introducidas por la fuerza al interior del cristal.
Crowley Missös- Cazador Clase Media
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Re: Ex Luce Ad Tenebras {Privado}
-¿Te estás escuchando?- le pregunto la cambiante seguida por una gran risa que salió de sus labios como siempre lo hacía, de forma escandalosa y exagerada. No podía evitar sentir que aquel idiota de hombre la hacía sentir tan vivaz e interesada en jugar, que le hacía sonreír con solo percibir su putrefacto olor, un olor en el cual estaba muy acostumbrada y que naturalmente amaba, pues siempre estaba presente en cada día de su vida –solamente te estoy dando cierta ventaja para que me disfrutes con tus rancios ojos- dijo ella con una sonrisa felina, mientras ronroneaba sensualmente. ¡Ella lo sabía, ella sabía exactamente qué era lo que aquel hombre deseaba! ¿Lo sabia realmente? Ella nunca admitiría algo así, siempre sonreiría y asentiría y se mostraría como si ella supiera exactamente lo que aquel hombre estaba pensando, pero eso era lo divertido, que muchas veces tenía razón, pocas veces se equivocaba y aun más extraño, escasamente, salía perjudicaba, siempre retorcía las cosas para que estuvieran a su favor y esa vez no era la excepción, solamente se dio unas pequeñas vacaciones de sus travesuras y le dio una pequeña brecha a su amigo, quería ver hasta dónde podía llegar, sin hacer nada.
Al parecer necesitaba tener aquella sensación de que realmente estaba en peligro, de que la podían joder, muchas veces hacia aquel juego con sus enemigos, pero fácilmente se liberaba de ellos y les daba fin a su diversión, esperaba que Crowley fuera diferente, que realmente pudiera sentir que un jodido humano le estaba llegando a los talones, le dio un buen espectáculo la vez pasada ¿esta vez también se lo daría? ¿Salome sentiría el dolor de estar viva? No estaba segura, realmente no podría decirlo con seguridad, pero esperaba que le diera un buen espectáculo, digno de recordar. El dolor de la trasformación se había ido, podía sentir todo su cuerpo siendo humano, un humano completamente, ya no había cola, ni las orejas en su cabeza, solamente una larga melena rubia –Creo que los dos tenemos algo que probablemente sea lo que nos mate- dijo ella sintiéndose libre, mirando hacia donde su captor se dirigía, relamiéndose los labios mientras sentía la tierra húmeda y apestosa en sus manos y todo su cuerpo desnudo –Nuestro ego será lo que nos lleve a la muerte- se incorporo solamente sentándose en aquel lugar mientras veía como este había perdido el interés en ella y comenzaba a buscar aquellas luciérnagas que se habían perdido por culpa de ella misma, sonrió ampliamente, mientras ladeaba su cabeza, no le importaba estar desnuda, no le importaba sentir como la tierra se adentraba a lugares en que no eran llamados.
En su mente había una necesidad de sentirse desprotegida, vulnerable, algo que verdaderamente no era y que por ende, sentía la curiosidad de ver si en algún momento podría verdaderamente serlo –Ah… creo que tu y yo hemos sido cortados con un cuchillo diferente- indico ella ladeando su cabeza mientras lo veía trabajar, ella tranquilamente lo observaba, como cazador analizando su presa antes de dar un zarpazo. Y eso fue lo que hizo segundo luego de ver como sus manos buscaban las luciérnagas para acercarlas más al frasco de vidrio. Se alzo abalanzándose a la espalda del hombre para tirarlo al suelo, estaba claro que habría lucha y la esperaba con muchas ansias, su cuerpo rodo varias veces hasta sentir como una tierra mas fangosa la detenía, por suerte ella estaba encima del cuerpo del cazador y con una sonrisilla mirada atentamente como las vestimentas del hombre se llenaban de aquella tierra putrefacta y acuosa. –Ahh que linda mascara tienes allí…- le susurro. Se cercioro de haber inmovilizado bien sus extremidades. Las luciérnagas iban de un lado a otro, parecía que se reían de su captor, que ahora había sido capturado mientras ellas eran libres, dejando que sus pequeños traseros se prendieran y apagaran cuando quisieran ellas.
-Yo podría ayudarte con el mantenimiento de esa mascara- dijo ella mirándola atentamente, poniéndole cuidado a las uniones que esta tenia y al olor a rancio que también obtenía, gracias a que ya la piel comenzaba a descomponerse y ser obsoleta completamente –puedo darte las mejores pieles que desees, solamente dime tus preferencias y yo te las traeré- indico ella con una sonrisilla socarrona en sus labios.
Al parecer necesitaba tener aquella sensación de que realmente estaba en peligro, de que la podían joder, muchas veces hacia aquel juego con sus enemigos, pero fácilmente se liberaba de ellos y les daba fin a su diversión, esperaba que Crowley fuera diferente, que realmente pudiera sentir que un jodido humano le estaba llegando a los talones, le dio un buen espectáculo la vez pasada ¿esta vez también se lo daría? ¿Salome sentiría el dolor de estar viva? No estaba segura, realmente no podría decirlo con seguridad, pero esperaba que le diera un buen espectáculo, digno de recordar. El dolor de la trasformación se había ido, podía sentir todo su cuerpo siendo humano, un humano completamente, ya no había cola, ni las orejas en su cabeza, solamente una larga melena rubia –Creo que los dos tenemos algo que probablemente sea lo que nos mate- dijo ella sintiéndose libre, mirando hacia donde su captor se dirigía, relamiéndose los labios mientras sentía la tierra húmeda y apestosa en sus manos y todo su cuerpo desnudo –Nuestro ego será lo que nos lleve a la muerte- se incorporo solamente sentándose en aquel lugar mientras veía como este había perdido el interés en ella y comenzaba a buscar aquellas luciérnagas que se habían perdido por culpa de ella misma, sonrió ampliamente, mientras ladeaba su cabeza, no le importaba estar desnuda, no le importaba sentir como la tierra se adentraba a lugares en que no eran llamados.
En su mente había una necesidad de sentirse desprotegida, vulnerable, algo que verdaderamente no era y que por ende, sentía la curiosidad de ver si en algún momento podría verdaderamente serlo –Ah… creo que tu y yo hemos sido cortados con un cuchillo diferente- indico ella ladeando su cabeza mientras lo veía trabajar, ella tranquilamente lo observaba, como cazador analizando su presa antes de dar un zarpazo. Y eso fue lo que hizo segundo luego de ver como sus manos buscaban las luciérnagas para acercarlas más al frasco de vidrio. Se alzo abalanzándose a la espalda del hombre para tirarlo al suelo, estaba claro que habría lucha y la esperaba con muchas ansias, su cuerpo rodo varias veces hasta sentir como una tierra mas fangosa la detenía, por suerte ella estaba encima del cuerpo del cazador y con una sonrisilla mirada atentamente como las vestimentas del hombre se llenaban de aquella tierra putrefacta y acuosa. –Ahh que linda mascara tienes allí…- le susurro. Se cercioro de haber inmovilizado bien sus extremidades. Las luciérnagas iban de un lado a otro, parecía que se reían de su captor, que ahora había sido capturado mientras ellas eran libres, dejando que sus pequeños traseros se prendieran y apagaran cuando quisieran ellas.
-Yo podría ayudarte con el mantenimiento de esa mascara- dijo ella mirándola atentamente, poniéndole cuidado a las uniones que esta tenia y al olor a rancio que también obtenía, gracias a que ya la piel comenzaba a descomponerse y ser obsoleta completamente –puedo darte las mejores pieles que desees, solamente dime tus preferencias y yo te las traeré- indico ella con una sonrisilla socarrona en sus labios.
Salomé Ameris- Cambiante Clase Alta
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Re: Ex Luce Ad Tenebras {Privado}
El cazador no pretendía alargar más la conversación, así que ignoró las palabras que la mujer le dedicaba en un afán por hacerlo perder la cordura. Se equivocó de hombre. La locura, puede, en ocasiones y quizá la mayoría de las veces, ayudar a un hombre en su eterna búsqueda, pero jamás la disfrutará con toda su consciencia. Crowley no es así. Es un enfermo, cierto, pero su cordura es exquisita; un hombre que puede ser consciente de su maldad, que puede evolucionarla hasta los límites inimaginables, no sólo es el más peligroso, si no que, al aceptarla y al abrazarla como una fuente de su ser, lo convierte en alguien realmente invencible. Si la mujer esperaba que él perdiese su calma, entonces el tiempo los consumiría a ambos en ese fangoso pantano. Desvió la mirada hasta ella, no por el morbo de observarla desnuda frente a él, pues rara vez, el hombre siente apetito sexual, más bien fue la inhóspita idea de arrancarle la piel, ahí, justo en el preciso momento en que ella se mofa de sus semejanzas. Error, el egocentrismo de Crowley, no es el camino a la muerte. Esbozó una sonrisa sardónica, opacada por la tela desgastada de su máscara. ¿Qué era todo eso? ¡¿Ven charla con tu verdugo y encuentren sus cosas en común?! Le arrojó una mirada desinteresada y continuó con su trabajo. Necesitaba obtener la mayor cantidad de animales, no sólo para alumbrar su derrumbada choza, si no también, para otro tipo de intereses.
¡Pero que desgraciada mujer! El cazador olvidó lo idiota que se comporta la gente cuando no se le presta la atención a la cual están acostumbrados. El frasco de cristal rodó por el lodo dejando escapar los cinco bichos que contenía en su interior, cada uno volando por su lado, como si fuesen pequeñas explosiones de pólvora o, quizá, puntos claros y luminosos de diminutos soles verdosos. Sintió el peso de su cuerpo girar cuesta abajo, sus ropas se llenaron de fango, ramas, hojas sueltas y una que otra alimaña que aplastaba al pasar. Las hierbas se bifurcaban a su alrededor y pudo observar como las luces monocromáticas del firmamento se aceleraban con cada voltereta de su cuerpo, estaba rodando de la misma manera que el contenedor a su lado. A los pocos segundos, ambos –Salomé y Crowley- se detienen en seco, ella sobre él. Tanto sus manos como sus piernas fueron sujetas por su encantadora rival. Sus cabellos rubios flotaron bastante cerca de sus pupilas y descubrió el hermoso color opiáceo y claro en los orbes ajenos a él. En su punto más obscuro, admiró su propio reflejo. Enfermizo, colérico. Su molestia se encendió aún más cuando ella agitó las aguas en lo que respecta a su máscara. ¿Ayudarle? ¿Qué sabe ella de piel humana? ¿Qué sabe ella del corte, del arte, de la muerte? El individuo arqueó una ceja. Exhaló el aire que tenía dentro y desesperó por debajo de su refugio.
Aflojó los músculos y esperó que el cuerpo de la chica se hundiera más en él, justo a tiempo para levantar su torso con el mínimo de los esfuerzos y a provechar la cercanía de la mujer dando una vuelta y tirándola a un lado de si mismo. Escurridizo, así también es el muchacho. Chasqueó la lengua meneando la cabeza, como si estuviese negándole algo a Salomé, como si pudiese leer o advertir sus pensamientos y prever su siguiente movimiento. –La exquisitez de mi máscara se debe al valor sentimental de la piel, piel de mis enemigos, muertos por mi propia espada- ¡Pero que elocuente resultaste Crowley! Se había olvidado de ser un caballero, pero ahí, con esa frase, efímeramente pareció uno de ellos. Después bufó. –Bien nena, si quieres hacerme perder la cabeza, esfuérzate más. Hazme sentir miedo y, por favor, no rujas, eso está tan trillado que me jode a sobremanera la puta amenaza que eso significa. ¿Quieres ayudar con la máscara? Sírveme un poco de la piel en tu espalda, perfecta suave… - Mientras decía aquello, los dedos de su mano perfilaron la columna de la chica en cuestión de segundos. Tendió su mano para atraparla de los cabellos y levantar su torso de espaldas hacia él, con los pechos mirando el fangoso charco. –Quizá, utilice toda tu piel- Aproximó su rostro hasta el arco de su cuello. Sacó la lengua y lamió su mejilla con obscenidad. –Pero vamos, ahora soy yo quien te exige a ti, me mantengas entretenido-
¡Pero que desgraciada mujer! El cazador olvidó lo idiota que se comporta la gente cuando no se le presta la atención a la cual están acostumbrados. El frasco de cristal rodó por el lodo dejando escapar los cinco bichos que contenía en su interior, cada uno volando por su lado, como si fuesen pequeñas explosiones de pólvora o, quizá, puntos claros y luminosos de diminutos soles verdosos. Sintió el peso de su cuerpo girar cuesta abajo, sus ropas se llenaron de fango, ramas, hojas sueltas y una que otra alimaña que aplastaba al pasar. Las hierbas se bifurcaban a su alrededor y pudo observar como las luces monocromáticas del firmamento se aceleraban con cada voltereta de su cuerpo, estaba rodando de la misma manera que el contenedor a su lado. A los pocos segundos, ambos –Salomé y Crowley- se detienen en seco, ella sobre él. Tanto sus manos como sus piernas fueron sujetas por su encantadora rival. Sus cabellos rubios flotaron bastante cerca de sus pupilas y descubrió el hermoso color opiáceo y claro en los orbes ajenos a él. En su punto más obscuro, admiró su propio reflejo. Enfermizo, colérico. Su molestia se encendió aún más cuando ella agitó las aguas en lo que respecta a su máscara. ¿Ayudarle? ¿Qué sabe ella de piel humana? ¿Qué sabe ella del corte, del arte, de la muerte? El individuo arqueó una ceja. Exhaló el aire que tenía dentro y desesperó por debajo de su refugio.
Aflojó los músculos y esperó que el cuerpo de la chica se hundiera más en él, justo a tiempo para levantar su torso con el mínimo de los esfuerzos y a provechar la cercanía de la mujer dando una vuelta y tirándola a un lado de si mismo. Escurridizo, así también es el muchacho. Chasqueó la lengua meneando la cabeza, como si estuviese negándole algo a Salomé, como si pudiese leer o advertir sus pensamientos y prever su siguiente movimiento. –La exquisitez de mi máscara se debe al valor sentimental de la piel, piel de mis enemigos, muertos por mi propia espada- ¡Pero que elocuente resultaste Crowley! Se había olvidado de ser un caballero, pero ahí, con esa frase, efímeramente pareció uno de ellos. Después bufó. –Bien nena, si quieres hacerme perder la cabeza, esfuérzate más. Hazme sentir miedo y, por favor, no rujas, eso está tan trillado que me jode a sobremanera la puta amenaza que eso significa. ¿Quieres ayudar con la máscara? Sírveme un poco de la piel en tu espalda, perfecta suave… - Mientras decía aquello, los dedos de su mano perfilaron la columna de la chica en cuestión de segundos. Tendió su mano para atraparla de los cabellos y levantar su torso de espaldas hacia él, con los pechos mirando el fangoso charco. –Quizá, utilice toda tu piel- Aproximó su rostro hasta el arco de su cuello. Sacó la lengua y lamió su mejilla con obscenidad. –Pero vamos, ahora soy yo quien te exige a ti, me mantengas entretenido-
Crowley Missös- Cazador Clase Media
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Re: Ex Luce Ad Tenebras {Privado}
Su compañero parecía aun interesado en las pequeñas luces que los rodeaban. Ella no necesitaba aquellas cosas, podía ver muy bien en la oscuridad, todo parecía nítido ante ella, cada rasgo que apareciera antes sus ojos lo captaría con la misma claridad como si estuviera de día. Haba estado muy tranquila, mirándolo sin pensar que podría en un momento dar un giro inesperado, su piel sintió el frio del lodo y sus cabellos cubrieron su rostro por unos segundos, pero con una movida de cabeza se pudo quitar lo suficiente como para tener una buena visión. -Que aburrido eres- musito con un leve puchero en sus labios carnosos mientras veía como este aun seguía encima de ella. No le importo mucho que este estuviera en ese lugar, parecía que nada le importaba.
-¿Provocar miedo yo?- pregunto para luego reír a carcajadas, pero se lamento de no poder sentir que lo hacía bien, pues este la mantenía en una posición de no dejaba que sus pulmones entraran el suficiente aire para hacer su sonora risa. Realizo una leve mueca, una mueca de disgusto, pero a la vez parecía una macabra sonrisa mientras sentía como las manos del contrario recorrían su piel desnuda y perfecta; como la había llamado el. Tan fácil fue para el darle vuelta y dejar su rostro en aquel fangoso piso.
Buscaba moverse, pero estaba en una situación algo incomoda – y pensar que yo era la morbosa- dijo ella mientras movía uno que otro musculo, esperando, esperando el momento. Le gustaba hablar, molestar, joder a las personas con su voz y su sonrisa burlona. –Pero ¿acaso no has investigado nada de mí?- le pregunto algo irritada, se podía percibir en su voz lo enojada que ella misma comenzaba a estar, pero no por sentirse indefensa, pues hasta el mismo cazador sabia que ella no estaba utilizando el 10% de su fuerza, que apenas se estaba limitando con la fuerza que un humano normal pudiera tener.
Con sus manos empujo su cuerpo hacia arriba haciendo que el que estaba encima de ella cayera al suelo, ella se encontró levantada en unos segundos, giro su cuerpo para encontrar al cazador que se reincorporaba rápidamente, pero antes de dejarlo hacer algo le dio una patada en el rostro para que se quedara en el suelo –Maldito bastardo…- susurro entre dientes la cambiante, mientras se echaba hacia adelante los cabellos llenos de tanta suciedad que se le sería difícil quitarla toda en una sola sesión. Dio unos pasos hacia atrás mientras veía como otra vez este quería reincorporarse, pero ella no lo dejo, esta vez llevo su pie hacia un costado de su cuerpo, entre las mismas costillas que lastimo la otra vez. Le escupió en la máscara, ahora su vestido era de fango y barro. –Nunca subestimes a una Ameris…- le rugió mientras en su interior comenzaba a sentir como un fuego comenzaba a incrementar y poco a poco quemaba de tal manera que no sabía cómo soportarlo.
Ahora él era su muñeco, su saco para darle golpes. No era por él, en realidad para ella era una delicia estar discutiendo o simplemente hablando tonterías sin algún sentido al frente de el, pero en su interior había recordado a aquella persona que verdaderamente la podría detener pero que por desgracia de la vida no estaba en condiciones para tal –Nunca exijas nada…- le dijo en un leve susurro –pues nunca te lo dan como quieres- se alzo de hombros, mientras se cruzaba de brazos. No lo volvería a patear, esperaba paciente que recuperara el aliento y se levantara, pues se veía degradable a sus pies.
-¿Provocar miedo yo?- pregunto para luego reír a carcajadas, pero se lamento de no poder sentir que lo hacía bien, pues este la mantenía en una posición de no dejaba que sus pulmones entraran el suficiente aire para hacer su sonora risa. Realizo una leve mueca, una mueca de disgusto, pero a la vez parecía una macabra sonrisa mientras sentía como las manos del contrario recorrían su piel desnuda y perfecta; como la había llamado el. Tan fácil fue para el darle vuelta y dejar su rostro en aquel fangoso piso.
Buscaba moverse, pero estaba en una situación algo incomoda – y pensar que yo era la morbosa- dijo ella mientras movía uno que otro musculo, esperando, esperando el momento. Le gustaba hablar, molestar, joder a las personas con su voz y su sonrisa burlona. –Pero ¿acaso no has investigado nada de mí?- le pregunto algo irritada, se podía percibir en su voz lo enojada que ella misma comenzaba a estar, pero no por sentirse indefensa, pues hasta el mismo cazador sabia que ella no estaba utilizando el 10% de su fuerza, que apenas se estaba limitando con la fuerza que un humano normal pudiera tener.
Con sus manos empujo su cuerpo hacia arriba haciendo que el que estaba encima de ella cayera al suelo, ella se encontró levantada en unos segundos, giro su cuerpo para encontrar al cazador que se reincorporaba rápidamente, pero antes de dejarlo hacer algo le dio una patada en el rostro para que se quedara en el suelo –Maldito bastardo…- susurro entre dientes la cambiante, mientras se echaba hacia adelante los cabellos llenos de tanta suciedad que se le sería difícil quitarla toda en una sola sesión. Dio unos pasos hacia atrás mientras veía como otra vez este quería reincorporarse, pero ella no lo dejo, esta vez llevo su pie hacia un costado de su cuerpo, entre las mismas costillas que lastimo la otra vez. Le escupió en la máscara, ahora su vestido era de fango y barro. –Nunca subestimes a una Ameris…- le rugió mientras en su interior comenzaba a sentir como un fuego comenzaba a incrementar y poco a poco quemaba de tal manera que no sabía cómo soportarlo.
Ahora él era su muñeco, su saco para darle golpes. No era por él, en realidad para ella era una delicia estar discutiendo o simplemente hablando tonterías sin algún sentido al frente de el, pero en su interior había recordado a aquella persona que verdaderamente la podría detener pero que por desgracia de la vida no estaba en condiciones para tal –Nunca exijas nada…- le dijo en un leve susurro –pues nunca te lo dan como quieres- se alzo de hombros, mientras se cruzaba de brazos. No lo volvería a patear, esperaba paciente que recuperara el aliento y se levantara, pues se veía degradable a sus pies.
Salomé Ameris- Cambiante Clase Alta
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Re: Ex Luce Ad Tenebras {Privado}
«¡Esa es mi chica!» Pensó para sus adentros cuando ella dio el primer ataque. Cuan magnifico felino, se escabulló de sus manos y logró derribarlo. Intentó ponerse de pie pero una patada le fue dada a la cara, no fue eso lo que lo detuvo porque gracias a sus reflejos, el pie de la fémina no tocó su rostro, lo que no alcanzó a detener fue el golpe directo a sus costillas. Al recibirlo, jadeó y sus pulmones se vaciaron por completo. Se tragó el quejido agónico porque más que dolor, para él era una señal de estar haciendo las cosas bien, al menos aún podía llegar a fastidiar a sus víctimas. Porque sí, pensara lo que ella pensara sobre él, Salomé era tan sólo una más de su lista. Si hay algo que le gusta de las peleas es que no tienes que hablar demasiado para acabar con tu enemigo, pero ella, ella siempre conseguía que el hombre hablase de más ¿Ese es su maravilloso poder? ¿Matar con palabrería barata a su oponente? ¡Bagh! Crowley no tenía tiempo, ni quería estar perdiéndolo jugando con ella. Sí, la había investigado, muchas veces e incluso antes de que aquella vieja gorda la mandara matar con él. Conocía su historia incluso mejor que la propia, eso porque no recordaba quien o qué cosa es él exactamente, pero el punto es que a ella… a Salomé Ameris, la conocía.
-Quizá ese es tu problema- Se encogió de hombros lanzando una terrorífica carcajada. Se palpó las costillas y no hubo daños que le impidieran continuar con su trabajo. Era astuta, hábil y rápida, pero su puntería dejaba mucho que desear. Se relamió los labios mientras intentaba encontrar las palabras apropiadas para continuar con su juego. Ella se divirtió golpeándolo, él haría lo mismo, pero esta vez no de forma física. Una de las características de Crowley es que si se lo propone, puede ser uno de los mejores espías del mundo, así como el más cruel de los hombres. Se incorporó por completo y lanzó una mirada fulminante hacia la chica. –Tal vez por eso, tu familia está muerta.- Escupió sin ninguna señal de titubeo. Durante mucho tiempo, quizá más del que puede recordar o tal vez menos del que le gustaría, en las cercanías del Vaticano y en las lejanías de Italia, se hablaba de un cambia formas, uno que había escapado de las garras de la Inquisición y que ahora se sospechaba de su traición. Debía ser exterminada esa criatura, por lo cual el Papa no sólo obligó a sus hombres a seguir el rastro de la muchacha, si no que contrató a cazadores aledaños para cumplir con su objetivo. El pago era perfecto, los de la Iglesia se pudren en dinero, ¿Por qué no habría de ser alto el precio de su cabeza? Crowley no estuvo presente en esa cacería, ni siquiera había nacido, pero lo cierto es que aún nunca encontraron a la chica y, el retrato de esta era demasiado parecido al de Salomé. Crowley lo había descubierto, una semana después de su primer encuentro con ella. Realmente fascinante.
Se movió rápidamente entre el fango, anticipándose a la reacción que sus comentarios pudiesen provocar en ella. Logró posicionarse a sus espaldas. La tomó de las manos, las torció y las llevó hasta atrás de su espalda para inmovilizarla, por supuesto, sabía que eso no sería suficiente así que también golpeó el dorso de sus rodillas para hacerla bajar al suelo. Con una mano sujetó las de ella y con la otra tiró de su cabello para hacerla levantar la barbilla. -¿Cuánto crees que me pague la Iglesia por ti? Puede que aún tenga precio tu hermosa cabeza, Sa-lo-mé A-me-ris- Tarareó el nombre de la chica y le pateó por la espalda para arrojarla al suelo por completo. Se sacudió las manos y se apartó de ella sin dejar de mirarla con desprecio, uno que fácilmente puede ser suplantado por algo más, todo dependía de ella y, por supuesto, del estado anímico del cazador. Es complicado. –Nunca retes a tu oponente cuando él sabe más de ti, que tú de él. Estás en desventaja- Concluyó. Aunque ella retirara la máscara de su rostro, no lo conocía, nadie nunca antes lo ha visto sin esa cosa pegada a su cara, así que Crowley no es nadie y no tiene nada que perder si ella llega y sin compasión destroza su lienzo. Es evidente que de ocurrir aquello, él tendrá que matarla y realmente no quiere hacerlo porque le divierte verla molesta. Pero después de lo dicho, cualquier cosa podría pasar….
-Quizá ese es tu problema- Se encogió de hombros lanzando una terrorífica carcajada. Se palpó las costillas y no hubo daños que le impidieran continuar con su trabajo. Era astuta, hábil y rápida, pero su puntería dejaba mucho que desear. Se relamió los labios mientras intentaba encontrar las palabras apropiadas para continuar con su juego. Ella se divirtió golpeándolo, él haría lo mismo, pero esta vez no de forma física. Una de las características de Crowley es que si se lo propone, puede ser uno de los mejores espías del mundo, así como el más cruel de los hombres. Se incorporó por completo y lanzó una mirada fulminante hacia la chica. –Tal vez por eso, tu familia está muerta.- Escupió sin ninguna señal de titubeo. Durante mucho tiempo, quizá más del que puede recordar o tal vez menos del que le gustaría, en las cercanías del Vaticano y en las lejanías de Italia, se hablaba de un cambia formas, uno que había escapado de las garras de la Inquisición y que ahora se sospechaba de su traición. Debía ser exterminada esa criatura, por lo cual el Papa no sólo obligó a sus hombres a seguir el rastro de la muchacha, si no que contrató a cazadores aledaños para cumplir con su objetivo. El pago era perfecto, los de la Iglesia se pudren en dinero, ¿Por qué no habría de ser alto el precio de su cabeza? Crowley no estuvo presente en esa cacería, ni siquiera había nacido, pero lo cierto es que aún nunca encontraron a la chica y, el retrato de esta era demasiado parecido al de Salomé. Crowley lo había descubierto, una semana después de su primer encuentro con ella. Realmente fascinante.
Se movió rápidamente entre el fango, anticipándose a la reacción que sus comentarios pudiesen provocar en ella. Logró posicionarse a sus espaldas. La tomó de las manos, las torció y las llevó hasta atrás de su espalda para inmovilizarla, por supuesto, sabía que eso no sería suficiente así que también golpeó el dorso de sus rodillas para hacerla bajar al suelo. Con una mano sujetó las de ella y con la otra tiró de su cabello para hacerla levantar la barbilla. -¿Cuánto crees que me pague la Iglesia por ti? Puede que aún tenga precio tu hermosa cabeza, Sa-lo-mé A-me-ris- Tarareó el nombre de la chica y le pateó por la espalda para arrojarla al suelo por completo. Se sacudió las manos y se apartó de ella sin dejar de mirarla con desprecio, uno que fácilmente puede ser suplantado por algo más, todo dependía de ella y, por supuesto, del estado anímico del cazador. Es complicado. –Nunca retes a tu oponente cuando él sabe más de ti, que tú de él. Estás en desventaja- Concluyó. Aunque ella retirara la máscara de su rostro, no lo conocía, nadie nunca antes lo ha visto sin esa cosa pegada a su cara, así que Crowley no es nadie y no tiene nada que perder si ella llega y sin compasión destroza su lienzo. Es evidente que de ocurrir aquello, él tendrá que matarla y realmente no quiere hacerlo porque le divierte verla molesta. Pero después de lo dicho, cualquier cosa podría pasar….
Crowley Missös- Cazador Clase Media
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Re: Ex Luce Ad Tenebras {Privado}
{…Yo no sé, yo conozco poco, yo apenas veo,
pero creo que su canto tiene color de violetas húmedas,
de violetas acostumbradas a la tierra...}
pero creo que su canto tiene color de violetas húmedas,
de violetas acostumbradas a la tierra...}
Todo pareció llenarse de un color extraño, su cuerpo sintió una sensación que la hizo sentir que pronto un mar de vomito estaría saliendo de su boca, pero nada salió, las nauseas cesaron, la corriente como llego se había ido, pero aun los matices que le rodeaban estaban siendo demasiado extraños para su gusto. No era la primera vez que se había sentido tan desnuda, le encantaba tener ese aire de misterio en su aura, luciendo encantadora, loca, desquiciada, sin que nadie supiera exactamente qué era lo que había provocado aquel cambio tan exuberante. Se rasco la cabeza, no realizo ningún movimiento más brusco, dejo salir un leve suspiro, mientras esperaba que su cuerpo reaccionara completamente, pues aunque no quisiera reconocerlo, le había dejado congelada aquellas palabras que como veneno de serpiente.
Sus músculos parecían haberse vuelto a calentar, pudo sentir la tensión que estos creaban, estaba a punto de reaccionar, pero fue muy lenta, ya tenía a Crowley detrás. La fiera que estaba dentro de ella quería salir con más fuerza que nunca. Rugió al sentir que estaba tomada de las manos. Su cuerpo se sintió aprisionado, trato de moverse pero estaba inmovilizada, no tanto, estaba a punto de patalear, pero el fango toco sus rodillas y se dio cuenta de que le habían debilitado su estabilidad.
Bajo la cabeza, su cabello oculto su cuerpo, pero fue levantado, para así ver hacia arriba, en sus ojos se veía rabia, rabia contenida. Sonrió ampliamente, aunque tenía las ganas de matarlo, cada vez más. Su cuerpo sintió la tierra en sus manos, todo su cuerpo en el suelo –Lo siento… No creo que ya interese que yo esté viva o muerta- se alzo los hombros mientras buscaba reincorporarse. Le alzo la mirada, dejando salir un leve suspiro. No le importaba lo que este tuviera en su poder, había pasado muchos años sabiendo como escabullirse de los que estaban interesados en una parte de la recompensa que estaba aun en la cartelera de los mas se busca del vaticano.
-Pero eso es demasiado fácil, muy aburrido, no tiene nada de divertido venderme al circo, a un circo en donde una vez estuve- se levanto lentamente, su cuerpo pesadamente llegaba a ponerse de nuevo erecto, como si fuera un gran y fuerte tronco. –lo único que has encontrado es solamente una razón para amarme más de lo que haces- sonrió cínicamente. Al tener frente a frente aquella mascara que ocultaba más secretos de los que ella tendría.
{…Porque la cara de la muerte es verde,
y la mirada de la muerte es verde,
con la aguda humedad de una hoja de violeta
y su grave color de invierno exasperado…}
y la mirada de la muerte es verde,
con la aguda humedad de una hoja de violeta
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Salomé Ameris- Cambiante Clase Alta
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Re: Ex Luce Ad Tenebras {Privado}
Sus labios se curvearon en una siniestra sonrisa. Las mujeres son fáciles de leer, mucho más fácil de lo que la mayoría de los hombres piensa. Él lo sabe, extrañamente hay cierta conexión entre las damas y él, nada sexual, nada atractivo, sólo eso, el cazador podía comprender lo que había detrás de una carcajada, una mirada o una simple palabra. Salomé no era diferente, podía ser ella la cambiaformas más irritante con la que ha tratado hasta ahora, pero no la hacía especial, a decir verdad sólo era un reto, algo que se puede vencer si se detiene a pensar durante un momento. Mordiéndose el labio inferior, Crowley guardó el silencio debido, dándole al momento el drama que la fémina requería para poder localizar sus recuerdos en la mente. Una vez que ella logró incorporarse, le concedió la razón. Venderla al mejor postor no es lo que él hace, ofrecer su cabeza por un poco de oro que al final se acaba, no lograría satisfacer su apetito.
-Bingo- Musitó. Se había quedado completamente quieto, su necedad por atacarla, su maldito ímpetu, todo había desaparecido. El cazador sabía que si no mataba conforme sus pensamientos se amontonaban en el momento justo, después el sabor sería diferente y la situación con Salomé estaba enfriándose por completo. Carraspeó. –Tal vez no te venda, tal vez sólo quiera experimentar contigo algo nuevo- Subió una de sus manos hasta la barbilla para rascarse. La jodida máscara comenzaba a picarle y esa no era una buena señal. Se cruzó de brazos observando el cuerpo de la mujer, más que delinear sus curvas con la mirada, él se encontraba apreciando la sedosidad en su piel, el tono pálido y casi perfecto que refulgía en el contraste de la oscuridad del pantano. «Su piel es tan blanca, como la de ella…»
El hombre sacudió su cabeza tras escuchar y analizar con detenimiento aquella frase susurrada dentro de su mente. ¡¿Ella?! ¿De quién demonios estaba hablando? Un montón de imágenes borrosas llegó hasta él, bloqueando toda su visión periférica. Cerró los ojos y retrocedió dos pasos llevando ambas manos hasta su cien para intentar sofocar aquellas memorias que revoloteaban sin coherencia alguna. –Basta- Rugió por debajo, seguramente la bruja a la que había dado muerte con anterioridad le estaba gastando una pésima broma. Caminó hasta donde el cuchillo se encontraba y comenzó a rasgar un poco de su linda máscara, justamente delante de sus fosas nasales, necesitaba aire.
Lo que Crowley ignoraba es que Rhoswen luchaba por salir de su encierro, llevaba varios días atrapada en la oscuridad que imploraba por un poco de libertad. Aquellos recuerdos que golpearon y desequilibraron al cazador, eran los que la pelirroja guardaba celosamente sobre su hermana, idealizando su perfil cuando admiraba su reflejo en los espejos. Quizá, el hombre como mujer, fuese tan débil como lo era una mariposa, pero el fuego que había en su interior gruñía incluso más intensamente que la furia del cazador. Comenzó a hiperventilar, no se sentía para nada bien, su vista se nubló durante un par de segundos, sus manos temblaron y el sudor que se escurría por su frente ardía, le quemaba. Cayó de rodillas frente a ella, no podía soportarlo, necesitaba arrancarse la máscara de la cara. Se arrastró sobre el lodo en dirección opuesta a la de la rubia y, mientras lo hacía, palabras inentendibles eran escupidas de sus labios…
-Bingo- Musitó. Se había quedado completamente quieto, su necedad por atacarla, su maldito ímpetu, todo había desaparecido. El cazador sabía que si no mataba conforme sus pensamientos se amontonaban en el momento justo, después el sabor sería diferente y la situación con Salomé estaba enfriándose por completo. Carraspeó. –Tal vez no te venda, tal vez sólo quiera experimentar contigo algo nuevo- Subió una de sus manos hasta la barbilla para rascarse. La jodida máscara comenzaba a picarle y esa no era una buena señal. Se cruzó de brazos observando el cuerpo de la mujer, más que delinear sus curvas con la mirada, él se encontraba apreciando la sedosidad en su piel, el tono pálido y casi perfecto que refulgía en el contraste de la oscuridad del pantano. «Su piel es tan blanca, como la de ella…»
El hombre sacudió su cabeza tras escuchar y analizar con detenimiento aquella frase susurrada dentro de su mente. ¡¿Ella?! ¿De quién demonios estaba hablando? Un montón de imágenes borrosas llegó hasta él, bloqueando toda su visión periférica. Cerró los ojos y retrocedió dos pasos llevando ambas manos hasta su cien para intentar sofocar aquellas memorias que revoloteaban sin coherencia alguna. –Basta- Rugió por debajo, seguramente la bruja a la que había dado muerte con anterioridad le estaba gastando una pésima broma. Caminó hasta donde el cuchillo se encontraba y comenzó a rasgar un poco de su linda máscara, justamente delante de sus fosas nasales, necesitaba aire.
Lo que Crowley ignoraba es que Rhoswen luchaba por salir de su encierro, llevaba varios días atrapada en la oscuridad que imploraba por un poco de libertad. Aquellos recuerdos que golpearon y desequilibraron al cazador, eran los que la pelirroja guardaba celosamente sobre su hermana, idealizando su perfil cuando admiraba su reflejo en los espejos. Quizá, el hombre como mujer, fuese tan débil como lo era una mariposa, pero el fuego que había en su interior gruñía incluso más intensamente que la furia del cazador. Comenzó a hiperventilar, no se sentía para nada bien, su vista se nubló durante un par de segundos, sus manos temblaron y el sudor que se escurría por su frente ardía, le quemaba. Cayó de rodillas frente a ella, no podía soportarlo, necesitaba arrancarse la máscara de la cara. Se arrastró sobre el lodo en dirección opuesta a la de la rubia y, mientras lo hacía, palabras inentendibles eran escupidas de sus labios…
Crowley Missös- Cazador Clase Media
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Re: Ex Luce Ad Tenebras {Privado}
“ La muerte es algo que no debemos temer porque, mientras somos, la muerte no es y cuando la muerte es, nosotros no somos.”
— Antonio Machado
— Antonio Machado
¿Qué era lo que tramaba aquel imbécil? Comenzaba a enojar a cada minuto pasaba, de una forma muy diferente que los demás, pues él se había tomado la molestia de investigarla, de preguntarse quien había sido y quien era en ese momento, debía aplaudirlo por aquel esfuerzo, había sido significativo para hacer desear que su vida acabara en ese momento. Frente a frente, mirándose detenidamente, esperando el próximo movimiento del contrario, Salome rodeo los ojos, bufando suavemente, mientras se cruzaba de brazos, nada de eso comenzaba a ser divertido.
¿Qué debía hacer? ¿Atacarlo? ¿Quitarle la cabeza o primero las extremidades uno a uno? Si para el ella era solamente un experimento, para pasar diferente los días, la cambiante se aseguraría que pasara los días diferentes junto a ella, muerto estaría, ya comenzaba a cansarse de él, todo porque le había abierto una herida interior, que ella había pensado que estaba curada, olvidada, pero se había equivocado, estaba allí, el recuerdo de su hermana le dolía inmensamente, no podía evitarlo, los gemelos siempre tenían cierta conexión más profunda, una parte de ella había muerto, con su hermana.
Fue como un choque, sus ojos dejaron de ver al infinito y se fijo en el cuerpo del hombre, la cambiante no comprendía bien, duro unos minutos para notar que la concentración del contrario comenzaba a ser nula, parecía que comenzaba a ver algo más interesante que ella misma, Salome aprovecho para moverse, lentamente, manteniendo sus músculos tensos, mientras caminaba alrededor de este, detallando cada movimiento esquizofrénico del contrario.
¿Basta? Ella no estaba provocando eso, le pareció que todo estaba tomando un nuevo giro, volviéndolo interesante. Salome se detuvo a unos tres metros de él, del lado izquierdo, puso sus manos en su caderas, detallando como angustiado buscaba desgarrar parte de su máscara. — ¿Crowley acaso me mostraras que rostro desfigurado escondes en tu mascara?— rio a carcajadas, pensando que no se atrevería, de cierta forma se sintió decepcionada, cuando se dio cuenta de la realidad, de verdad se estaba destapando la verdad, lo que hacía especial al cazador, comenzaba a revelarse, cierta ansiedad se apodero de la cambiante, ella deseaba quitárselo, pero al parecer algo dentro de él se le había adelantado.
Los esfuerzos de alejarse de Salome, la incito a correr para sujetarle de un pie — ¿A dónde crees que vas? — pregunto, aferrándose a su pierna, como si sus dedos se tratara de garras, aferrándose a su presa — No, no te dejare… ¿Cómo podria? — sacudió su cabeza, mientras trepaba a su cuerpo, dejándola boca arriba, utilizando toda su fuerza, para forcejar con él, aunque estuviera aturdido, tenia aun muy buenas habilidades, pero los dedos de Salome encontraron delirarse por la máscara, aferrándose a ella, por la parte en donde parecía haber sido cocida, sus uñas se encarnaron en esta, mientras comenzaba a forcejear para desgarrarla, sacarla del rostro y ver que tanto escondia.
Salomé Ameris- Cambiante Clase Alta
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