Medios Justificados [Privado]

por **Metalisse Borchgrevink** Dom Ene 20, 2013 12:49 pm

El fin justifica los medios
Nicolás Maquiavelo

La joven se lamió los labios, nerviosa. El humo, como siempre, la rodeaba como un velo gris que se extendía más allá de ella. Los habanos se le habían acabado, por lo que hoy usaba pipa. Aspiró un poco de aquella sustancia mientras esperaba, moviendo los pies. ¿Por qué tan ansiosa? Simple. Estaba a punto de hacer caer a los Yttredal en un pozo profundo de desgracias. Haría que se retorcieran en la miseria y el hambre. Bueno, no ella, si lo vemos desde el punto de vista práctico, sino que un brujo del que le habían hablado.

Metalisse nunca había negado la existencia de otros seres sobrenaturales o humanos con poderes más allá de lo normal. En su trabajo le habían enseñado que aquellas personas existían y hacían negocios bastante buenos si se les daba la oportunidad. Y ella no era de las que desaprovechaban una buena oportunidad de hacer dinero. Estaba en guerra, y necesitaba todos los recursos y aliados que pudiera conseguir. Mientras más poder amasaran, mejor. Si ellos tenían influencia, ella también recibía un poco, y los Yttredal perdían negocios.

La idea de maldecir a aquellos que la habían desairado la ponía de muy buen humor, pero también tenía algunas dudas. ¿Y si fallaba? ¿Y si terminaba siendo ella la que cayera en el pozo de la desdicha? No. Tenía la certeza de que este hechicero era bueno en lo que hacía, y no la iba a defraudar. Aunque, si fallaba, tenía la opción de lanzarlo al mar sin compasión. Era buena en eso de ahogar gente por fallarle.

Esperó, en medio de las sombras que usualmente la rodeaban, la aparición del hechicero. La aparición de su victoria inminente y su regreso a Trondheim.

por **Juan de la Cruz** Dom Feb 03, 2013 5:13 pm

Si el destino es una rueda, nosotros somos la arena que queda atrapada debajo de ella

El maso con la baraja del tarot que usaba para leer la fortuna se movía entre sus dedos, deslizándose por sus brazos, entre sus manos, detrás de su cuello y el la nada un grupo de niños y adultos se entretenía con una función tardía, ese que estaba ahí era Juan de La Cruz, pero no era el verdadero, era “ese otro Juan de La Cruz” que aunque era real no podía considerarse autentico, nadie común y corriente conocía su verdadero rostro, ni siquiera sus clientes, solamente algunos especiales especímenes.

Muchos buscaban a Juan de La Cruz, sin embargo muy pocos lo encontraban realmente, podían verlo caminando por la calle, podían hablar con el, pero “Juan de La Cruz” nunca era encontrado, mas bien era el quien encontraba a sus clientes. Ese día las cartas le habían hablado, había sido apenas un susurro, pero el brujo las había escuchado, el futuro se aproximaba a la vuelta de la esquina, uno de los hilos de su destino intentaba alcanzarlo tan desesperadamente como en ocasiones anteriores ya lo había hecho, de modo que el brujo permaneció quieto esperando que este llegase a su encuentro.

Juan de La Cruz dividió el mazo en dos partes, una en cada mano, desglosando las cartas como si fueran abanico, después les dio vueltas y estas desaparecieron, tomo entonces su sombrero dejando ver completamente las rastas en su cabeza en una reverencia, el maquillaje de su cara mostraba una especie de sonrisa torcida que afortunadamente no asusto ni a los niños ni a los adultos. Las noches en parís no eran demasiado diferentes a las que pasaba en Nueva Orleans, aunque de día las cosas sin duda cambiaban, Paris era una ciudad con mucho movimiento, lleno de gente rica que probablemente tendrían mas que un par de trapos sucios escondidos debajo de la mesa y cuyo prejuicio no les podía permitir mira a Juan de La Cruz sin maquillaje sin sentir horror al ver su color.

Por otro lado Nueva Orleans era un pueblo colonizado, sinceramente no podía decir que hubiese muchos menos prejuicios, sin embargo era un hecho que debido al gran transporte de esclavos que hubo los años pasados era mas común ver mulatos que blancos, claro que no era que Juan de La Cruz se avergonzara de su descendencia mixta, en realidad no le molestaba para nada exhibirse delante de la gente sin el maquillaje, el problema era que él no estaba en Paris para llamar la atención, de hecho, llamar la atención era lo menos que deseaba, por lo que generalmente la magia misma lo ocultaba de las miradas curiosas logrando que nadie en absoluto posara su atención en el.

En ese instante se había transformado en uno de los tantos Juan de La Cruz que existían, porque debía decir que tanto este como ese y aquel Juan de La Cruz eran diferentes. Juan el payaso paseaba ahora por la calle alejándose de la gente, saltando en un pie y después en el otro, un extraño y peculiar payaso en el que nadie repararía andaba por la calles, nadie vería al brujo, al menos nadie que necesitara verlo. A sus pies la sombra imitaba a su amo, pegándose a la pared como si fuese una sombra común perseguía al brujo como una señal para quien estuviese buscándolo, pronto llegaría, el estaba seguro, pronto aparecería.

por **Metalisse Borchgrevink** Mar Feb 12, 2013 7:19 pm

Al final, y casi como por arte de magia, encontró al hombre que buscaba. No supo cómo, pero lo reconoció de una manera extraña, como si hubiera tenido una especie de Deja-vu sobre este momento en particular. Con una media sonrisa jugueteándole en los labios, se acercó lentamente al brujo, casi cuidando sus pasos. A Metalisse le habían enseñado a ser muy concienzuda y cuidadosa ante los seres sobrenaturales y humanos con habilidades más allá de lo evidente. Nunca se sabía que podían maquinar. En un momento podían estar a tu favor, luego en tu contra. Y en este caso, esperaba sólo el favor.

Era un extraño contraste el que pronto ofrecerían. Por un lado, teníamos al brujo, un hombre con clara ascendencia mestiza que se delataba en su piel. Por el otro, estaba Metalisse, tan fría y alta como una escandinava podía serlo, aunque sin el detalle del cabello rubio como el sol. En este caso, aquel tono castaño oscuro parecía ser un reflejo de su trabajo. Podrían haber sido el yin y el yang si no los moviera el mismo negocio. Bueno, técnicamente no era el mismo, ya que la joven vivía de la amenaza y la muerte, del dinero y el tráfico de todo lo que existiera.

Al final, llegó y se detuvo a unos pasos de aquella persona. Carraspeó un momento, haciendo ver su presencia, aunque el humo que siempre estaba impregnado en ella la delataba siempre. Aquel vaho era casi como su sombra sempiterna, la seguía a donde fuera y a toda hora.

-Si usted es quien creo que es, necesito urgentemente un favor suyo.

por **Juan de la Cruz** Mar Feb 19, 2013 5:27 pm

- Yo no soy Juan de La Cruz, al menos no soy el Juan de la Cruz que usted busca, mucho menos el que necesita, pero no se preocupe, yo traeré a ese otro Juan de La Cruz- Entonces Juan levanto el dedo índice indicándole a la mujer que esperara un segundo, un único segundo en el que se dedicaría a analizar el rostro y porte de la joven, sonrió comprobando que efectivamente se trataba de la mujer con la que debía encontrarse en ese lugar, a esa hora y en esa calle.

Una sombra se extendió desde sus pies alargándose en la medida de lo posible, un par de segundos fueron suficientes para que una ráfaga de viento envolviese al payaso incauto, desasiéndose de ese Juan para traer de vuelta al otro Juan, aquel que era el indicado para encargarse de todo aquello que la joven desease, aquel que podría tomar de las estrellas su color y del fuego su calos para entregárselos a la mujer, a cambio claro de un módico precio, el cual no seria pagado precisamente con oro, sino con algo mas interesante para el brujo, y menos tangible. El brujo sonrió ahora mostrando, vestido de “etiqueta” que consistía en un sombrero de copa, con un listón gastado y flores secas, un traje negro roído por el tiempo, mientras que su rostro, ya desprovisto de maquillaje se dejaba adornar por las muecas practicas y características que siempre acompañaban al brujo.

- Aquí esta Madeimoselle-Guardo un segundo de silencio en el que la sombra detrás de él se acercó a susurrarle al oído un par de palabras mudas, el rostro de Juan de La Cruz permaneció primero inexpresivo, después demostró desconcierto, y finalmente volvió sonreír- Aquí se encuentra la persona a la que usted busca, hable abiertamente, ¿desea que negociemos los términos de este trabajo o que hablemos primero acerca del mismo?-Aquella pregunta casi siempre la lanzaba antes de enrolarse en algún trabajo, el rara vez rechazaba algo, porque una vez presentado frente a sus clientes era porque ya había escogido muy cuidadosamente si le era o no de utilidad

El objetivo del brujo estaba muy lejos de ser algo altruista, de hecho era total y completamente egoísta, y como toda meta egoísta, se volvía mas difícil de sobrellevar, en especial tratándose de un hombre que sin dudas era un ave difícil de enjaular, o para mejor entendimiento, alguien que no echaba raíces en ningún sitio, no creaba lazos ni confiaba en nadie.

por **Metalisse Borchgrevink** Dom Mar 03, 2013 6:01 pm

La joven se quedó allí, sin decir nada, esperando a que el brujo terminara su extraña presentación. Algo le decía que si abría la boca antes de que él lo permitiera, todo su esfuerzo se iría a la porra en un segundo. Vio la sombra moverse de manera antinatural, pero no se asustó. A estas alturas de su vida, ya nada le sorprendía. Había hecho muchos contratos con brujos en el pasado, aunque Juan de la Cruz prometía ser más interesante… y mucho más capaz.

-Prefiero hablar de ello, gracias. ¿Ve esto?- sacó de sus ropajes un retrato. Era un hombre de aspecto rudo, aunque tocado por los años. Las facciones delataban una ascendencia vikinga que no se podía denegar, especialmente por los ojos, hechos con esmero y que mostraban una calma fría y calculadora, tal como los de Metalisse-. Su nombre es Thorlak Yttredal, actualmente vive en Trondheim, una ciudad de Noruega en la que yo también viví un tiempo. Es… ¿Cómo decirlo? Un desgraciado hijo de perra. Creo que son las únicas palabras que tengo para describirlo.

Y en su pequeño mundo de rencores, esas palabras no eran más que la verdad. Vengativa como era, aún no perdonaba a los Yttredal por aquella ofensa hecha muchísimos años atrás, ese miedo irracional y cobarde que comenzaron a tener. ¡De los Borchgrevink, que habían sido su mano derecha por generaciones y generaciones! Y su cobardía los había llevado a cometer muchas equivocaciones respecto a su familia. ¿Querían deshacerse de los Borchgrevink? ¿Querían enviar sicarios, destruir sus contactos, dejarlos en bancarrota? ¡Jáh! Ya verían los Yttredal cómo ella, Metalisse Borchgrevink, llegaba a Trondheim en gloria y majestad a investirse como cabeza de la mafia.

-Lo que busco es simplemente que sufra. Nada de muertes trágicas, sólo sufrimiento. Quiero verlo arrepentirse de sus errores de la peor manera y, de paso, abrirme el camino hacia Trondheim. El precio a cambio… supongo que lo conozco.

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