La Pieza Base manchada de Sangre

Todo en la vida está unido por leves hilos que interconectan existencias entre sí. Las personas no son conscientes de esta unión, orquestada incluso antes de nacer, pero aún así siguen su destino con los ojos cerrados, confiando. Algunos destinos son agradables, incluso afortunados. Pero no es de éstos de quien queremos hablar. Esta historia habla de una familia cuyos hilos del destino la llevan a una guerra que apenas entienden, una que se ha llevado a lo largo de los siglos sin que los ojos humanos sean conscientes de ésta. Una guerra que interconecta tantos hilos que apenas se distinguen aliados de enemigos.

El inicio del Juego

Esta historia comienza con dos primas, Anastassiya Románovna Zajárina y Mariya Nikoláievna Zajárina. Una está destinada a convertirse en la madre de una nación, pero a un costo altísimo. La otra está destinada a engendrar a la familia que cimentará las bases de la guerra, será una de las tantas piezas base desechadas a lo largo del tiempo.

En 1547, y a la edad de diecisiete años, Anastassiya contrajo matrimonio con el Zar Iván IV Vasilievich, convirtiéndose así en Zarina de todas las Rusias. Mientras ella se mantuvo en el trono, el reinado de su marido fue pacífico hasta cierto punto. Anastassiya, profundamente enamorada de Iván, conocía el pasado que éste acarreaba y el odio que profesaba a los Boyardos, los nobles terratenientes Rusos. Mantuvo las relaciones entre éstos y su marido en una relativa tranquilidad. Pero éstos consideraban a la joven como un obstáculo para sus planes. Un día, decidieron envenenarla. A los treinta años, Anastassiya Románovna Zajárina exhalaba su último suspiro, ante los aterrados ojos de su marido. Iván nunca volvió a ser el mismo. Se volvió un ser sádico y psicopático, sometiendo a los Boyardos al terror y la tortura. Y Zajárina… Ella se volvió un fantasma, atada como estaba por el destino a este mundo terrenal.

En otro lugar de Rusia, su prima Mariya contraería matrimonio con un Boyardo Moscovita, de nombre Dmitri Navratinov. Ambos se asentarían en el norte, en lo que ahora es San Petersburgo. Dmitri no era demasiado querido por los demás Boyardos, por ser pariente de la Zarina y contar con la buena disposición del Zar. Cuando Zajárina murió, sus posibilidades de sobrevivir a la ira de “Iván el Terrible” fueron muy pocas. Pero, por esos azares del destino, aquel hombre no les causó ningún daño. El “destino” era en realidad el fantasma de Zajárina, que al morir se dedicó a proteger a aquella familia, viéndose imposibilitada de asistir a su marido. Los Navratinov gozaron de una extraña inmunidad a los regímenes por casi doscientos años. Podría decirse que eran una familia afortunada, aunque ese concepto estuviera en realidad muy alejado de la verdad.

Y los años pasaron.

La Primera Pieza

En 1781, una mujer francesa de nombre Annelise Duchard daba a luz a la que sería su hija tercera. Esta mujer había contraído matrimonio hace algunos años atrás con un Boyardo Ruso de nombre Sergei Ivanovich Navratinov, con el que ya tenía dos hijos, de nombres Vladimir e Ilya. Esta tercera hija, la más frágil de todas, sería llamada Larisa. Además de sus padres y sus hermanos, la recibiría su tía abuela muerta hace casi doscientos treinta años y el nuevo mayordomo de la familia, un hombre llamado Borya Lukáshenko. La niña crecería protegida por todos, dada su fragilidad. Por su apellido y su parentesco con aquella vieja familia Real, todas las puertas se abrían ante ella, aunque a ella misma ni siquiera le importara. Una niña afortunada para muchos. Pero debo recordar que esta historia trata sobre el infortunio y los hilos del destino, y nada es lo que parece en realidad.

Aquella niña crecería y se volvería muy amiga de Vladimir, su hermano mayor. Juntos compartirían muchas cosas, entre ellas, largos paseos por la finca de sus padres. La vida parecía sonreírle a Vladimir. Era el primer heredero de su familia, por lo que tenía dinero y tierras, además de mucha gente a la cual querer. Su hilo del destino no le permitió disfrutar de aquello. A la edad de 24, fue abatido por algo, ante los aterrados ojos de su hermana favorita. Larisa nunca volvería a ser la misma, y su destino ya estaba totalmente cimentado. Se había convertido al fin en la primera pieza, la pieza base manchada de sangre. La presa que apenas era consciente de su rol en la cacería. Su hermano muerto pondría la primera piedra en el hado de todos, gracias al recuerdo de su muerte, un recuerdo que abatía a la joven una y otra vez. El martirio duró ocho largos meses.

Y la primera pieza dio paso a la segunda y la tercera. Ilya, su hermano mayor, se convertía así en el heredero total de la familia, aunque a él mismo no le importara demasiado en ese momento. Nadie sabía a ciencia cierta qué era lo que había acabado con Vladimir, ni siquiera él, pero aún así se embarcó en una cruzada personal. Se volvería cazador, un ejecutor de las criaturas sobrenaturales, un protector de aquella hermana tan frágil que Dios les había dado. Borya Lukáshenko tampoco se quedaba atrás. Aquel hombre que quería olvidar su pasado había adoptado un nuevo nombre, una nueva vida y un nuevo señor. Y había hecho una promesa, la de proteger a aquella familia que lo había acogido aún a costa de su propia vida. Se volvería así la sombra detrás de Larisa, el protector más eficiente que una persona podría tener. El no fallaría, porque había sido un Cosaco, y los Cosacos nunca incumplen sus promesas.

El hado pronto los llevó a un nuevo destino. La madre, preocupada por la salud de su hija tercera, decidió llevarla a la tierra de su infancia, a París. Las maletas se hicieron prontamente, y las dos mujeres, junto al mayordomo, dejaban atrás al padre y a la cuarta hija para partir a la ciudad más bella de Europa Occidental. Una ciudad, además, que reunía a todos los hilos de este juego de piezas que caerían una a una.

Así, con dos primas, se escribía el destino de muchos.