El trabajo os hará libres [privado]

por **Metalisse Borchgrevink** Dom Ene 27, 2013 3:50 pm

El hombre ha sido creado no para dudar sino para trabajar.
Thomas Carlyle

Mano de obra barata. Eso era lo que venía a buscar aquella mujer a la Corte de los Milagros. ¿Escrúpulos? No tenía absolutamente ninguno. Si necesitaba algo, lo conseguía, ya sea de la buena manera o de la mala. En este caso, no sabía cuál de las dos ocuparía. Esperaba que no fuera la mala. A pesar de manejar los negocios más turbios y las mentes más oscuras, aquella joven aún tenía algo que se podía considerar un corazón humano. Aunque, a decir verdad, ¿Lo tenía?

A los ojos exteriores, Metalisse se veía como una joven de clase media, con un pulcro vestido azul y el cabello oscuro recogido en el peinado de moda. Ninguna amenaza, vamos. Sólo una joven normal que posiblemente estaba perdida. ¿Cómo veía Metalisse a todos esos ojos que seguían sus pasos sin más interés que el de una novedad? Tan simple como que no los miraba. Estaba preocupada de otras cosas, y ninguna de las personas que estaba en este lugar le servía. Todos eran demasiado viejos o demasiado niños. No necesitaba mujeres tampoco. Y estaba comenzando a preocuparse.

Necesitaba urgentemente un mensajero. Alguien incansable, que pudiera atender a las necesidades de la joven, con un buen pago a cambio. Tampoco tenía que saber para quien trabajaba. Sólo necesitaba unos pies bien raudos y una buena disposición a viajes largos. Y por lo que veía, nadie cumplía aquel mínimo requisito.

Se mordió los labios con fuerza. No era una gran creyente, pero en estos momentos… pedía a Dios que ocurriera un Milagro.

por **Dmitry Romanov** Lun Ene 28, 2013 2:04 am

-La vida es una cosa simple, o la jodes o ella te jode a ti, y tu Fernando no pareces ser precisamente de los primeros-Le había dicho con certeza, probablemente incomodando al pobre príncipe, pero las cosas eran asi y Dmitry no tenia ningún reparo en recordárselo, quizá era eso lo que ponía tan nervioso al español y no que el joven ruso le hubiese recordado su suerte.

Vivir fácilmente es lo mas difícil, cuando uno quiere esforzarse en algo siempre resulta que es en la cosa mas insignificante, mientras que cuando uno quiere las cosas fáciles es porque los obstáculos son demasiado grandes, cierto o no ese era el modo de pensar de Dmitry Romanov, un chico común de una pequeña provincia rusa que por azares del destino se encontró a si mismo encerrado en un país extraño, sin mas compañía que un acaudalado noble que según las malas lenguas [probablemente comenzando con la suya] decían que era odiado por sus familiares, y que según la de este mismo, se había criado en un monasterio convirtiendose en un pobre ignorante de la vida. !Ja¡ Que simple podía resultar el pensamiento de Dmitry, Quien según sus propias costumbre evaluaba sus alrededores.

Prueba de esto mismo era que hubiese perdido repentinamente la mirada en la luna, preguntándose en que momento mostraría su cara oscura, suponía que dentro de unos días, no estaba seguro, comúnmente solía perseguir el camino de dicho astro para así ubicarse en el tiempo sin embargo durante el viaje en barco no fue capaz de mirar a la cubierta, desde entonces seguir al astro perdió importancia, su pulcra cuenta había sido destrozada por aquellos que lo encadenaron a una de las vigas de madera, frunció el ceño pensando con molestia como su orden fue arruinado rápidamente, siempre se estaba quejando cuando vivía en su pequeña cuenca, ahora las cosas no eran diferentes, no había manera de que no se quejara, en especial ahora que se estaba acabando la despensa que le dejo guardada Fernando y ni siquiera tenía la certeza de el que estaba viviendo.

- Que mierda de día, ojala y me muera-Comento como ya era su acostumbrado pesimismo mientras de se tallaba la mejilla con la mano izquierda como tratando de desperezarse, pero eso era imposible, incluso su cabello decía a gritos “pereza”, nadie lograba entender como era que el muchacho podía estar agotado sin mover un dedo durante todo el día, oh pero lo estaba- Ya bájate y lárgate-gruño con aire arisco bajando a un niño de sus espaldas, el pequeño mocoso se había aprovechado de su día aburrido para que lo llevara colgado en la espalda desde hacia un par de horas, los niños de su clase sabían como cuidarse bien, sabían a quien joder y a quien no, era fácil saberlo por la manera en la que se le había colgado nada mas verlo así que no se preocupo cuando el pequeño corrió lejos girando hacia un oscuro callejón, seguramente conocía la ruta mas sencilla para llegar a casa.

- Bien, casi se lleva mi ultimo pan-gruño sacando de una bolsa de papel un pan simple, de agua, que le había sido regalado por el dueño de la panadería, ¡Otro irlandés¡ Como odiaba a los irlandeses, pero estos se empeñaban en ser buenos con el así que no había manera de hacer desplantes cuando se le daba la oportunidad, que se le iba a hacer, se dijo a si mismo mirando a sus alrededores, juzgando a las personas que lo rodeaban, quizá alguna buena oportunidad podría aparecer de repente como era su costumbre, limones , panes, españoles e irlandeses, cualquier cosa comestible parecía darle buena suerte.

por **Metalisse Borchgrevink** Jue Feb 07, 2013 1:10 pm

-¡Maldita sea!- la joven estaba perdiendo la paciencia. ¿Es que nadie tenía la capacidad de trabajar? ¿O era que los franceses eran unos pobres holgazanes buenos para nada? ¿Es que nunca habían escuchado el refrán “el trabajo libera”? Ahora se arrepentía de no haberse ido a Austria o Suiza cuando tuvo la oportunidad. Bueno, aún le quedaba tiempo para irse y no volver. Tanto tiempo perdido para nada…

O quizá no. Dicen que las oportunidades están a la vuelta de la esquina. En este caso, se podía tomar de manera literal.

Metalisse estaba a punto de llegar a una esquina cuando escuchó voces. Bueno, más bien una voz gruñendo sobre sus ganas de morirse. Sin siquiera proponérselo, su cabeza lanzó la palabra “bingo”. ¿Por qué? No lo sabía con certeza, pero estaba segura de haber encontrado a la persona indicada para su trabajo. Otra oración más le hizo entender que era pobre y que apenas tenía para comer. Otro punto a su favor. Al parecer, la suerte le estaba sonriendo de nuevo. Aunque, ¿desde cuándo había tenido suerte en realidad? Era más bien la recompensa por una buena organización y ejecución. No había nada de azar en este asunto.

O posiblemente lo había, pero Metalisse era demasiado orgullosa para aceptar que todas sus victorias eran cosa de suerte.

Volviendo al callejón, la joven se preparó para hacer su entrada triunfal ante aquella pobre alma que apenas sabía el destino que le deparaba ese encuentro. Pensó detenidamente sus palabras, sus gestos, respiró hondo un par de veces y siguió su camino con una sonrisa que para el exterior se veía bastante cálida. Al otro lado la esperaba un joven de apariencia pobre y de aire extranjero. Precisamente el tipo de persona que necesitaba.

-No tienes por qué farfullar sobre tu mala suerte. ¿Necesitas comida? Puedo prestarte el dinero.

Las primeras palabras habían sido lanzadas.

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