AÑO 1842
Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.
Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.
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Un dia para descansar - Libre
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Un dia para descansar - Libre
Abrió la puerta de su pequeña casita, que daba a un jardincito que con esmero y paciencia en tan poco tiempo había podido crear. No le sobraba el dinero para comprar plantas en el jardín botánico, pero se hizo amiga del jardinero del museo del Louvre y éste le enseño como debía sacar hijos de las diferentes plantas, le regaló varias, entre ellas unos lirios, en verdad no los querían allí pues quisieran o no representaban la flor de Liz, por consiguiente la antigua monarquía. Se sentó en los escalones que daban a la entrada, con su desayuno en la mano y lista para luego de comer salir a pasear. Vestida con una sencilla blusa, bordada a la altura de la pechera, con motivos de flores, rojas, azules, amarillas, con sus tallos y hojas en verdes; una pollera larga de color verde oscuro y unas sandalias de cuero al estilo neo clásico con cintas que se ajustaban por la pantorrilla, se veía adorable y juvenil.
Suspiró al sentir la brisa fresca del lago, la mañana era temprana y pudo ver como regresaban exhaustos algunos pescadores, y otros emprendían sus tareas a esa misma hora, unos y otros al verla le saludaban con la mano, o le gritaban su nombre – Emilia secaras de envidia a las flores – le dijo uno galante cuando se acercó a saludarla, ella rió – no te preocupes que ellas saben que las únicas bellezas están en el jardín - respondió alegre y risueña, - hace pocas semanas que estoy aquí y ya me conocen casi todos los pobladores cercanos a la laguna – pensó, él pescador la miró sonriendo y la hizo ruborizar, eso le molestó un poco, ella no había ido allí para buscar una nueva relación, su corazón estaba sellado para eso. Bajó la cabeza a la taza, hasta que sintió el suspiro que el joven soltaba mientras le decía adiós y sus pasos se alejaban de ella. Todos la trataban muy bien, es que ella no dejaba de saludar al mundo entero, los conociera o no, jugar con los niños, charlar con las madres y ayudando en lo que podía.
Tomó un sorbo de la taza de café que humeaba y despedía un aroma entre dulzón y amargo, ese era un lujo, pero que le iba a hacer, era una debilidad, le daba las fuerzas suficientes para enfrentar el día luego de alguna noche de insomnio. Miró su pequeño jardín, la verja que lo rodeaba y que aunque se encontraba en buen estado debía darle una mano de pintura, pensó en el cobertizo donde debía guardar bastante leña para el invierno y la pequeña caballeriza que con sacrificio había levantado, vendiendo las ultimas joya de su vida pasada, pero nada importaba, allí estaba su fiel caballo “destino” y nunca cambiaría ese sacrificio por nada.
La única joya que aun poseía la tenía colgando de su cuello, una pequeña cruz de calatrava, que apenas recordar que la tenía tocándole la piel, la acarició tiernamente con sus dedos, pero aquella simple acción esta vez ple produjo una reacción diferente, sintió que le quemaba como si de fuego se tratase, una reminiscencia vino a ella, una jovencita asustada, herida y llorando, fue apenas un fragmento de segundo, apartó sus dedos y sintió un dolor agudo en sus dedos, se miró y los tenía rojos, como si hubiera tocado una superficie caliente. Se incorporó asustada, tirando la taza al suelo que rodó en la tierra y esparció su contenido entre las plantas, corrió hacia su dormitorio y en el espejo sobre su cómoda se inspeccionó por si la cruz le quemaba también el canalillo de su pecho, suspiró aliviada, no había sido nada, volvió a examinar sus dedos y estos ya estaban blancos como si hubiera sido un sueño.
No quiso pensar más en ello, no lo haría, tomó su capelina y unos coquetos guantes, se había peinado con un laso de terciopelo verde que le hacía juego con su atuendo y salió cerrando todo. Caminó por la orilla del lago, esa parte que estaba urbanizada y que llevaba al puerto, caminó sin pensar en nada, solo disfrutando de su día libre, una sola duda carcomía su interior, ¿porque sus poderes se estaban intensificando? Tal vez era lógico, ya no era una criatura, lo vivido, su dolor, su abandono y todo la había hecho madurar, ¿pero por que podía sentir tan vívidamente las imágenes? – Ay Emilia siempre buscando porqués – se reprendió – busca mejor alguien que pueda ayudarte con los arreglos de la casa y que no cobre mucho – se dijo risueña.
Suspiró al sentir la brisa fresca del lago, la mañana era temprana y pudo ver como regresaban exhaustos algunos pescadores, y otros emprendían sus tareas a esa misma hora, unos y otros al verla le saludaban con la mano, o le gritaban su nombre – Emilia secaras de envidia a las flores – le dijo uno galante cuando se acercó a saludarla, ella rió – no te preocupes que ellas saben que las únicas bellezas están en el jardín - respondió alegre y risueña, - hace pocas semanas que estoy aquí y ya me conocen casi todos los pobladores cercanos a la laguna – pensó, él pescador la miró sonriendo y la hizo ruborizar, eso le molestó un poco, ella no había ido allí para buscar una nueva relación, su corazón estaba sellado para eso. Bajó la cabeza a la taza, hasta que sintió el suspiro que el joven soltaba mientras le decía adiós y sus pasos se alejaban de ella. Todos la trataban muy bien, es que ella no dejaba de saludar al mundo entero, los conociera o no, jugar con los niños, charlar con las madres y ayudando en lo que podía.
Tomó un sorbo de la taza de café que humeaba y despedía un aroma entre dulzón y amargo, ese era un lujo, pero que le iba a hacer, era una debilidad, le daba las fuerzas suficientes para enfrentar el día luego de alguna noche de insomnio. Miró su pequeño jardín, la verja que lo rodeaba y que aunque se encontraba en buen estado debía darle una mano de pintura, pensó en el cobertizo donde debía guardar bastante leña para el invierno y la pequeña caballeriza que con sacrificio había levantado, vendiendo las ultimas joya de su vida pasada, pero nada importaba, allí estaba su fiel caballo “destino” y nunca cambiaría ese sacrificio por nada.
La única joya que aun poseía la tenía colgando de su cuello, una pequeña cruz de calatrava, que apenas recordar que la tenía tocándole la piel, la acarició tiernamente con sus dedos, pero aquella simple acción esta vez ple produjo una reacción diferente, sintió que le quemaba como si de fuego se tratase, una reminiscencia vino a ella, una jovencita asustada, herida y llorando, fue apenas un fragmento de segundo, apartó sus dedos y sintió un dolor agudo en sus dedos, se miró y los tenía rojos, como si hubiera tocado una superficie caliente. Se incorporó asustada, tirando la taza al suelo que rodó en la tierra y esparció su contenido entre las plantas, corrió hacia su dormitorio y en el espejo sobre su cómoda se inspeccionó por si la cruz le quemaba también el canalillo de su pecho, suspiró aliviada, no había sido nada, volvió a examinar sus dedos y estos ya estaban blancos como si hubiera sido un sueño.
No quiso pensar más en ello, no lo haría, tomó su capelina y unos coquetos guantes, se había peinado con un laso de terciopelo verde que le hacía juego con su atuendo y salió cerrando todo. Caminó por la orilla del lago, esa parte que estaba urbanizada y que llevaba al puerto, caminó sin pensar en nada, solo disfrutando de su día libre, una sola duda carcomía su interior, ¿porque sus poderes se estaban intensificando? Tal vez era lógico, ya no era una criatura, lo vivido, su dolor, su abandono y todo la había hecho madurar, ¿pero por que podía sentir tan vívidamente las imágenes? – Ay Emilia siempre buscando porqués – se reprendió – busca mejor alguien que pueda ayudarte con los arreglos de la casa y que no cobre mucho – se dijo risueña.
Amalia De Leon- Hechicero Clase Media
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Fecha de inscripción : 27/01/2013
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Re: Un dia para descansar - Libre
Los días eran raros para mi, una simple persona que buscaba ganarse la vida de la única forma que sabía, era cierto que aun muchas personas veían mal a un hombre que buscara vender su cuerpo por algunos francos, había aprendido a las malas a no buscar más de lo que mi cuerpo no puede soportar. Había estado en cama por unos cinco días, mi cuerpo golpeado, con grandes moretones, por fin se había recuperado, aunque no por completo, lo estaba haciendo poco a poco. Como sabrán, era complicado estar enfermo y mal herido, cuando tu cuerpo era la única forma que trabajar. Aun me quedaban algunos ahorros, por suerte era ahorrativo y no iba gastando el poco dinero que tenia.
Gracias a una vieja bruja me había podido levantar antes de lo predicho, pero no podía aun irme a trabajar, había aun heridas sin sanar completamente, no debía ser tan estúpido como para empeorar, por eso por hoy solamente estaría recorriendo los lugares, buscando no llamar mucho la atención, aunque en realidad era mucho más fácil decirlo que hacerlo. ¿Acaso yo tenía una especia de feromona que atraía a los hombre hacia a mi? Tal vez en mi antigua vida había sido algún tipo de mujer para que los hombres cruzaran miradas.
-Oh tal vez es la ropa que llevo- me cuestione yo mismo al mirar de reojo lo que tenía en esos momentos, un hermoso vestido rojo con un escote recatado, había un bulto en aquel lugar en donde no debía hacer, mi rostro estaba siendo cubierto por una pequeña capa de maquillaje y lo único que me delataba era aquellos lunares que tenia, pero de resto no era Glenn el que estaba saliendo, si no una hermosa muchacha con una sombrilla en su hombro izquierda y un lindo sombrero que buscaba dar misterio mi rostro, aunque en realidad solamente me gustaba tener aquello sosteniendo la peluca rubia, con hermosos rulos dorados que caían hasta los hombros ocultando mi piel pálida y algunos moretones que aun tenia.
Había llegado al lago, aquel lugar que desprendía una tranquilidad que simplemente envidiaba, muchos hombres me buscaban mirar con discreción, yo solamente les sonreía con cierta picarda para seguir mi camino, algunas mujeres se me quedaban mirando. Debía estar consciente de que no me estaban mirando a mi si no a Gabrielle, aquella joven muchacha, que parecía llamar mucho la atención de los ojos de los comensales, no porque ella quisiera, si no porque simplemente ya era algo normal ser popular. Se mostraba de una clase alta y estilizada, pero en realidad se encontraba en una de las más bajas en donde el pan debía ganárselo trabajando de manera dura. Aquella persona era yo disfrazada de mujer, era una forma de escapar de mi mala suerte y además de jugar con los posibles clientes.
Un hombre se atrevió a acercársele, se veía buenmozo y de buen porte, pero en esos momentos no podía trabajar, me lamente por unos segundos, pero tranquilamente Gabrielle realizo una reverencia para seguir su camino. Sentí como algo me empujaba hacia un lado, estuve a punto de caerme pero por suerte me pude estabilizar, mire de forma enojada a una joven que había sido la culpable y frunciendo el ceño le grite: -¡Qué mujer! ¿Tus padres no te enseñaron modales? discúlpate- inquirí furioso
Gracias a una vieja bruja me había podido levantar antes de lo predicho, pero no podía aun irme a trabajar, había aun heridas sin sanar completamente, no debía ser tan estúpido como para empeorar, por eso por hoy solamente estaría recorriendo los lugares, buscando no llamar mucho la atención, aunque en realidad era mucho más fácil decirlo que hacerlo. ¿Acaso yo tenía una especia de feromona que atraía a los hombre hacia a mi? Tal vez en mi antigua vida había sido algún tipo de mujer para que los hombres cruzaran miradas.
-Oh tal vez es la ropa que llevo- me cuestione yo mismo al mirar de reojo lo que tenía en esos momentos, un hermoso vestido rojo con un escote recatado, había un bulto en aquel lugar en donde no debía hacer, mi rostro estaba siendo cubierto por una pequeña capa de maquillaje y lo único que me delataba era aquellos lunares que tenia, pero de resto no era Glenn el que estaba saliendo, si no una hermosa muchacha con una sombrilla en su hombro izquierda y un lindo sombrero que buscaba dar misterio mi rostro, aunque en realidad solamente me gustaba tener aquello sosteniendo la peluca rubia, con hermosos rulos dorados que caían hasta los hombros ocultando mi piel pálida y algunos moretones que aun tenia.
Había llegado al lago, aquel lugar que desprendía una tranquilidad que simplemente envidiaba, muchos hombres me buscaban mirar con discreción, yo solamente les sonreía con cierta picarda para seguir mi camino, algunas mujeres se me quedaban mirando. Debía estar consciente de que no me estaban mirando a mi si no a Gabrielle, aquella joven muchacha, que parecía llamar mucho la atención de los ojos de los comensales, no porque ella quisiera, si no porque simplemente ya era algo normal ser popular. Se mostraba de una clase alta y estilizada, pero en realidad se encontraba en una de las más bajas en donde el pan debía ganárselo trabajando de manera dura. Aquella persona era yo disfrazada de mujer, era una forma de escapar de mi mala suerte y además de jugar con los posibles clientes.
Un hombre se atrevió a acercársele, se veía buenmozo y de buen porte, pero en esos momentos no podía trabajar, me lamente por unos segundos, pero tranquilamente Gabrielle realizo una reverencia para seguir su camino. Sentí como algo me empujaba hacia un lado, estuve a punto de caerme pero por suerte me pude estabilizar, mire de forma enojada a una joven que había sido la culpable y frunciendo el ceño le grite: -¡Qué mujer! ¿Tus padres no te enseñaron modales? discúlpate- inquirí furioso
Glenn Thomsson- Prostituto Clase Baja
- Mensajes : 105
Fecha de inscripción : 31/12/2011
Localización : Debajo de alguna falda
Re: Un dia para descansar - Libre
Se desplazaba, feliz por la acera, saludando a uno y otro que la conocían, cuando una mujer que venía caminando se hizo un lado bruscamente poniéndose en medio del camino, Emilia intentó esquivarla pero la mujer la golpeó y se desestabilizó, rápidamente ella la tomó por un brazo y la ayudó a estabilizarse nuevamente, en ese momento una reminiscencia vino a su mente, un hombre se incorporaba de una cama y se vestía con dificultad, se maquillaba hasta que se convertía en una aparente mujer.
Emilia sintió como la señorita que la había golpeado le exigía disculpas por haberla empujado, ella miraba su mano tomando delicadamente aun el brazo de aquella mujer, fue levantando la vista apesadumbrada, en verdad ella no la había empujado ni era la responsable de nada, su mañana se estaba volviendo un embrollo por culpa de una niñita de gazas y rasos, eso a ella le molestaba, además la empatía que sentía por estar aferrándola hizo que la furia que sentía aquel ser se le metiera por los poros. Cuando llegó a los ojos de esa mujercita la ira, era tan fuerte como la de aquella. Ese era uno de sus problemas con ese don que todavía no lograba dominar.
La miró con rabia, le clavó los ojos y soltó su brazo con fuerza, - mis padres me enseñaron a pedir perdón si era mi culpa o si quien me exigía la disculpa era alguien que las pedía con educación y siendo una persona honorable – la miró aun con el sentimiento ajeno corriendo por sus venas – acaso vuestros progenitores le enseñaron a no ¿mentir?, o ¿querer aparentar algo que no es?… “señorita” ¿o debería llamarle señor? Que es lo que corresponde -. Le espetó con toda la ira contenida, Emilia estaba transformada en un ser que no era ella, la gente la miró y todos los ojos se fijaron en la débil figura de la mujercita, sin el contacto físico con ese ser, el sentimiento se disipó y la dulce Emilia, surgió nuevamente. No podía creer la verdad que le había lanzado a la cara, ella no era así, se sintió muy culpable, pero también sabía que la principal responsable estaba allí parada frente a ella.
La volvió a mirar a la cara – no fui yo quien empujó, ni la que debía pedir disculpas – dijo aún perforándole la mirada con sus ojos – si debo pedirlas será por gritarle de la misma manera – se hizo a un lado y siguió su camino mientras le decía – si tiene algún problema, no se los tire a quien tiene la mala suerte de cruzarse por su camino – no se dio vuelta, no la miró, solo siguió su camino, algo enfurecida, un total desconocido la había insultado diciéndole que no tenía modales cuando él no era fiel a sí mismo, mostrándose al mundo tal como era, no perdería su tiempo con personas así.
Emilia sintió como la señorita que la había golpeado le exigía disculpas por haberla empujado, ella miraba su mano tomando delicadamente aun el brazo de aquella mujer, fue levantando la vista apesadumbrada, en verdad ella no la había empujado ni era la responsable de nada, su mañana se estaba volviendo un embrollo por culpa de una niñita de gazas y rasos, eso a ella le molestaba, además la empatía que sentía por estar aferrándola hizo que la furia que sentía aquel ser se le metiera por los poros. Cuando llegó a los ojos de esa mujercita la ira, era tan fuerte como la de aquella. Ese era uno de sus problemas con ese don que todavía no lograba dominar.
La miró con rabia, le clavó los ojos y soltó su brazo con fuerza, - mis padres me enseñaron a pedir perdón si era mi culpa o si quien me exigía la disculpa era alguien que las pedía con educación y siendo una persona honorable – la miró aun con el sentimiento ajeno corriendo por sus venas – acaso vuestros progenitores le enseñaron a no ¿mentir?, o ¿querer aparentar algo que no es?… “señorita” ¿o debería llamarle señor? Que es lo que corresponde -. Le espetó con toda la ira contenida, Emilia estaba transformada en un ser que no era ella, la gente la miró y todos los ojos se fijaron en la débil figura de la mujercita, sin el contacto físico con ese ser, el sentimiento se disipó y la dulce Emilia, surgió nuevamente. No podía creer la verdad que le había lanzado a la cara, ella no era así, se sintió muy culpable, pero también sabía que la principal responsable estaba allí parada frente a ella.
La volvió a mirar a la cara – no fui yo quien empujó, ni la que debía pedir disculpas – dijo aún perforándole la mirada con sus ojos – si debo pedirlas será por gritarle de la misma manera – se hizo a un lado y siguió su camino mientras le decía – si tiene algún problema, no se los tire a quien tiene la mala suerte de cruzarse por su camino – no se dio vuelta, no la miró, solo siguió su camino, algo enfurecida, un total desconocido la había insultado diciéndole que no tenía modales cuando él no era fiel a sí mismo, mostrándose al mundo tal como era, no perdería su tiempo con personas así.
Amalia De Leon- Hechicero Clase Media
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Re: Un dia para descansar - Libre
Algunas personas eran agresivas por naturaleza, debía culpar también mi comportamiento, en ocasiones podría ser una total diva en busca de atención. Me gustaba jugar con la gente, era para mí lo mejor que podría hacer. No demostré mi impresión con aquella mujer, pero mi me ponía de mal humor sus palabras. En mis labios se formo una sonrisa amplia y picara, le mire con el mismo ímpetu que tenia. –Lo siento, no soy de esos afortunados que tienen padre- siseo sin quebrantar ni por un segundo mi compostura de señorita, pues cuando entraba a uno de aquellos vestidos, me convertía en una señorita, “Gabrielle” nacía y Glenn quedaba totalmente oculto entre las faldas de aquel vestido.
Éramos como dos animales que por instinto no se habían caído bien y mucho más cuando era casi imposible deducir lo que yo era con tanta facilidad. ¿Qué ocultaba aquella muchacha? Sus vestidos eran normales y hasta de mal gusto, quise añadir. Pero los ojos se aquella mujer cambiaron luego de unos segundos luego de soltar mi brazo, yo bufe mirando hacia un lado con los ojos entrecerrados, las personas comenzaban a mirar, rápidamente me preocupe de lo que pudiera decir aquella mocosa, así que sin importa mucho por lo que se había detenido debía asegurarse que no le diría a nadie que aquella linda mujercita que estaba junto con ella era un hombre.
No me importaba mucho que lo descubriera, pues los hombres luego de caer en mis redes, poco le importaba lo que hubiera debajo, claro algunos se llevaban una buena sorpresa, pero otros apenas sonreían y seguían, porque la época se prestaba para eso, pero en público, era otra cosa diferente, me podrían matar y no estaba exagerando cuando lo decía –En fin- dije en un leve susurro, pero antes de añadir algo aquella mujer ya estaba comenzando a caminar, quise gritar que esperara, pero no era buena idea, así que era mejor apresurar el paso para estar a su lado, por suerte ya era bueno cargando todos aquello y se me hacia fácil caminar de forma apresurada, cuando pude llegar a ella, me estabilice y tranquilamente andaba a su lado.
-Solamente te molestare unos segundos- dije con una sonrisa en sus labios-debo asegurarme que no le dirás a nadie que soy un hombre- concluí en un susurro para que ningún chismoso se atreviera a escuchar aquellas palabras –La vida es muy difícil, querida- concluí para luego suspirar largamente –En ocasiones es mejor no ser tu, es menos doloroso tratar de ser otra persona que no ha tenido tu mismo pasado- era cierto, Gabrielle era una dulce mujer, algo picara y coqueta que había pasado sus día de juventud junto a su familia y hermana. Tal vez ella era un reflejo de lo que yo hubiera deseado disfrutar, una hermosa casa, en donde Lucy y yo hubiéramos sido adoptados; pues no permitiría que me alejaran de ella. Hubiera sido un mundo distinto, ella no hubiera tenido que morir para protegerme y los dos estuviéramos disfrutando la vida en otro lugar, en otro momento de la vida. Tal vez no fuéramos ricos, pero con clase media me conformaría.
Si estuviera Lucy cerca de mí… Glenn no se sintiera tan sucio y peor que un perro sarnoso. Odiaba ponerme triste, pero siempre que pensaba en ella, solamente la nostalgia venia a mi mente. Desvié la mirada de la chica con temor a que se diera cuenta del dolor que tenía en el rostro, tal vez era mejor retirarme, ella se veía muy buena persona y no le diría a nadie sobre mi “secreto”.
Éramos como dos animales que por instinto no se habían caído bien y mucho más cuando era casi imposible deducir lo que yo era con tanta facilidad. ¿Qué ocultaba aquella muchacha? Sus vestidos eran normales y hasta de mal gusto, quise añadir. Pero los ojos se aquella mujer cambiaron luego de unos segundos luego de soltar mi brazo, yo bufe mirando hacia un lado con los ojos entrecerrados, las personas comenzaban a mirar, rápidamente me preocupe de lo que pudiera decir aquella mocosa, así que sin importa mucho por lo que se había detenido debía asegurarse que no le diría a nadie que aquella linda mujercita que estaba junto con ella era un hombre.
No me importaba mucho que lo descubriera, pues los hombres luego de caer en mis redes, poco le importaba lo que hubiera debajo, claro algunos se llevaban una buena sorpresa, pero otros apenas sonreían y seguían, porque la época se prestaba para eso, pero en público, era otra cosa diferente, me podrían matar y no estaba exagerando cuando lo decía –En fin- dije en un leve susurro, pero antes de añadir algo aquella mujer ya estaba comenzando a caminar, quise gritar que esperara, pero no era buena idea, así que era mejor apresurar el paso para estar a su lado, por suerte ya era bueno cargando todos aquello y se me hacia fácil caminar de forma apresurada, cuando pude llegar a ella, me estabilice y tranquilamente andaba a su lado.
-Solamente te molestare unos segundos- dije con una sonrisa en sus labios-debo asegurarme que no le dirás a nadie que soy un hombre- concluí en un susurro para que ningún chismoso se atreviera a escuchar aquellas palabras –La vida es muy difícil, querida- concluí para luego suspirar largamente –En ocasiones es mejor no ser tu, es menos doloroso tratar de ser otra persona que no ha tenido tu mismo pasado- era cierto, Gabrielle era una dulce mujer, algo picara y coqueta que había pasado sus día de juventud junto a su familia y hermana. Tal vez ella era un reflejo de lo que yo hubiera deseado disfrutar, una hermosa casa, en donde Lucy y yo hubiéramos sido adoptados; pues no permitiría que me alejaran de ella. Hubiera sido un mundo distinto, ella no hubiera tenido que morir para protegerme y los dos estuviéramos disfrutando la vida en otro lugar, en otro momento de la vida. Tal vez no fuéramos ricos, pero con clase media me conformaría.
Si estuviera Lucy cerca de mí… Glenn no se sintiera tan sucio y peor que un perro sarnoso. Odiaba ponerme triste, pero siempre que pensaba en ella, solamente la nostalgia venia a mi mente. Desvié la mirada de la chica con temor a que se diera cuenta del dolor que tenía en el rostro, tal vez era mejor retirarme, ella se veía muy buena persona y no le diría a nadie sobre mi “secreto”.
Glenn Thomsson- Prostituto Clase Baja
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