Ahora sabes que daría mi vida por ti {LuisAlejandro&Ailish}

Estaba enfadada, frustrada y dolorida. Ese maldito de Alejandro era un maldito dolor de cabeza, pero era mi perro y pensaba tenerlo costara lo que me costara... Sino, ¿para que había venido? Mi paso era frenético, yendo a toda velocidad hacia el único sitio que podría dar un poco de calma, donde sabía bien que mi padre no buscaría y, que a Alejandro, podría perderle con facilidad.

Al dar unos pasos hacia dentro bajé bastante el ritmo, hasta llegar simplemente a caminar. Me mordí el labio inferior mientras pensaba en los acontecimientos de hacía unos escasos minutos. Quizá me había pasado, quizá debería pedir perdón... Pero todo mi ser se revolvía con tan solo pensarlo. ¿Por qué tenía que pedir yo perdón? Él también se había pasado, y aunque entendía su punto de vista, no tendría que haber dicho las cosas así por respeto a mis sentimientos. Suspiré y bajé la mirada, me afectaba aun a sabiendas de lo que había.

Seguí caminando, notando los ojos húmedos y con las lágrimas cayendo por mis mejillas. ¿Cuándo me había puesto a llorar? Ni siquiera me había dado cuenta, por lo que me paré y llevé las manos a mis ojos, ocultándo mi rostro al bosque... Aunque, de saber que eso solo conseguía que me derrumbara más, me lo habría ahorrado. Fue entonces cuando lo sentí. Había alguien más en el bosque, cerca de mí pero en diferentes posiciones. ¿Por qué dos personas?

Alcé el rostro húmedo, sin importarme los ojos rojos mientras contemplaba a mi alrededor. Era un gato, así que era normal que estuviera bastante atenta a los pasos, o simplemente a lo que ocurría a mi alrededor. Fruncí levemente el ceño mientras intentaba vislumbrar quienes eran mis invitados esperados. Debería haber huido, sino fuera porque uno de ellos era clarísimametne el olor de Alejandro.

Mis sentidos estaban totalmente alerta ante aquellas dos personas que se acercaban, pero Alejandro no era precisamente el que me estaba preocupando, sino el que se movía a su derecha intentando no hacer ningún tipo de ruido. El problema en esos instantes, era que mi querido perrito parecía querer hacer el mayor ruido posible, lo que hacía más difícil la escucha de los pasos del otro invasor a mi espacio privado.

Solo unos instantes se posaron mis ojos en la persona que amaba. Lo que tendría que haber sido un momento de risa al contemplar su lengua fuera de la boca por el cansanció, se convirtió en un agonía que, aunque fueron unos míseros segundos, pareció una auténtica eternidad. Justo cuando llegó hasta a mí, cuando le tenía tan cerca que podría haberle abrazado cuando dijo que se preocupaba, vislumbré a unos pocos metros de nosotros a aquel hombre que estaba oliendo desde hacía un rato. Pero no, no fue eso lo que me hizo reaccionar de aquella manera, fue la ballesta y la dirección a la que estaba apuntando.

-¡Cuidado! -Mis manos fueron directas a su pecho, empujándole hacia atrás mientras mi cuerpo se impulsaba hacia delante. Lo curioso de eso, es que el impulso que sentí cuando la flecha tocó mi pecho, me hizo estabilizarme para luego caer yo hacia atrás.

No grité, ni siquiera sentí nada mientras la flecha perforaba mi cuerpo, entrando sin permiso y haciendo que todo se cubriera de rojo. Solo en los instantes en los que estaba en el suelo, cuando por fin mi cuerpo se hizo a la idea y reclamó el aire, el dolor hizo que un grito saliera de mis labios, jadeando en busca de llenar mis pulmones.

En esos instantes mis pensamientos andaban, curiosamente, en lo de siempre. Ni siquiera el dolor del pecho conseguía quitarme aquello de la cabeza, pero claro, mirándolo todo desde un punto de vista diferente. No quería morir, ¿y si la flecha había perforado un pulmón y me ahogaba con mi propia sangre? Quizá era ese el motivo por el que me costaba tanto conseguir aire, que ni respirando parecía tener el suficiente y jadear se convertía en una agonía que se me hacía incluso más llevadero el quedarme quieta. Menos dolor, pero muerte segura... No, no quería morir sin haber conseguido a Alejandro, con nuestra última conversación habiéndose hecho pelea y sin decirle lo que sentía de verdad.

Le escuchaba vagamente, entiendo a medias lo que decía. Incluso el aullido se me hizo extremadamente lejano mientras a mi alrededor las cosas se volvían cada vez más oscuras. Respiré bruscamente adrede, no podía perder la conciencia, no podía hacer que él se preocupara más, aunque tenía que decir que los movimientos para ir a saber a donde se me hacían pesados y horribles. Olía la sangre que me entraba ya por los cinco sentidos, haciéndome que me entraran hasta nauseas, ¿se pueden tener ganas de vomitar en esa situación? En esos instantes daba por hecho que si.

Por fin me dejaron tumbada, rodeada de demasiada gente pero la única que persona que me mantenía calma, que me hacía ser fuerte y resistir en esos momentos, se estaba yendo, cerrando la puerta tras de si mientras lo miraba aterrrada. No quería que se fuera, si me ocurría algo quería que estuviera conmigo. Intenté removerme, alejarme de todos llorando presa de la desesperación y el horrible dolor, pero no fue eso lo que me hizo caer totalmente inconsciente. Fue el momento en el que la flecha salió de mi pecho, haciéndome gritar como creo que jamás lo he hecho.

Todo el dolor que estaba sintiendo me privaba de conseguir la oscuridad total. Parecía que querían mantenerme allí aposta, que notara como agujereaban mi pecho y hacían mil cosas mientras mientras les suplicaba que me dejaran en paz. Pero, siendo realista, no quería dormirme. Si me dejaba llevar por lo negro, si cerraba mis ojos podría no volver y lo tenía muy presente, pero, lo que más me aterraban, eran aquellos momentos que aun con los ojos abierto todo se teñía de colores oscuros impidiéndome la visión. Y aunque me quejara por el dolor, siempre había pinchazos o golpes fuertes que conseguían mantenerme consciente.

No se cuanto rato estuve ahí, pero por fin terminaron, cubriendo mi pecho con vendas y dejándome tumbada boca arriba en la cama. Podía sentir el sudor por la frente, las lágrimas que habían impregnado mi rostro que no habían limpiado porque había suplicado que me dejaran en paz. Simplemente me quedé ahí, tumbada intentando quedarme dormida y, para engañarme, fue cuestión de segundos notar como mi mente se iba a otra parte... No del todo, a mi desgracia, pues me encontraba como si estuviera en mi lecho de muerte. ¿Qué coño? Realmente así estaba, acababan de salvarme la vida y no podía esperar sentirme bien en cinco segundos.

En esos instantes mis sueños o pensamientos extraños, fueron a Alejandro. ¿Después de lo que me había dicho, estaría preocupada? Sí, había visto su rostro antes de irse y había tenido un pánico tremendo a que se fuera de mi lado. Pero no iba a morir así, no sin conseguirle a él... Sería dejar muchas cosas pendientes. Entonces escuché que alguien entraba y luego su voz pronunciando mi nombre. Me sentía incapaz de moverme o hablar, así que opté por quedarme allí, intentando respirar con calma ahora que sabía que estaba conmigo.

Aunque me sentía extremadamente agotada, parecía que mis sentidos estaban bastante activos, lo que me infundó animos para intentar recuperarme en cuestión de segundos. Algo estúpido, por supuesto, pero podía notar la angustia en su respiración y suspiros... Necesito hacer algo para que se sintiera mejor, y si ese algo era hacer algo doloroso para mí, no me importaba. No mientras él se sintiera mejor, lo que me hacía pensar que era un tanto estúpida. ¿Cuántas personas eran capaces de dar la vida por alguien? Yo siempre lo había dicho o pensado, pero hasta que no se dio la situación, no me había dado cuenta de hasta que punto no dudaría. No podía vivir sin él, eso ya se había vuelto un hecho.

Escuché como cogía una silla y se sentaba cerca, pero lo que me sorprendió fue aquel gesto de coger mi mano. Mi corazón dio un vuelco al instante, pero aun así me mantuve tranquila aun cuando notaba las caricias en el dorso. Ojalá lo hubiera hecho en otra situación para poder ver su rostro con tranquilidad, un momento en el que yo no estuviera tan destrozada y pudiera moverme. Suspiré con levedad justo en el mismo momento en que él habló. ¿Estaba soñando o había muerto? En si no tenía mucho sentido que Alejandro estuviera diciendo eso, pero al sentir su tristeza, me obligué a mi misma a apretar suavemente la mano que me tenía cogida.

-Estas... Per... Donado.-Me costaba hablar un poco y, al final conseguí abrir los ojos para poder posarlos en los suyos.- Me alegra... Que estés bien.-Sonreí levemente y volví a cerrar los ojos. Me sentía cansada y exhausta, pero aun así no caería inconsciente. Me negaba en rotundo. Era fuerte, era una cambiaformas y había salido de lo peor, ¿no?- No eres... Idiota.-Suspiré, removiéndome un poco y haciendo una mueca por el dolor que eso supuso.

Aun con los ojos cerrados podía notar aquel nerviosismo que le envargaba. Sus manos, sudorosas por cualquier motivo que no lograba comprender, andaban temblando. ¿Qué estaría escondiendo aquella cabeza? Empezaban a embargarme un montón de preguntas que pasaban por mi cabeza como balas, pero, en general, me sentía extremadamente tranquila. Quizá no era algo normal dada mi situación en esos instantes, pues acababa de estar más muerta que viva en hacía apenas unos escasos minutos. Solo recordar aquel dolor hasta que me había dejado en paz conseguía helarme la sangre. Y bueno, lo de que me había dejado en paz era más relativo que otra cosa, pues cada movimiento o, incluso, una respiración, conseguía hacermé palidecer.

Me quedé en silencio al darme cuenta de que quería hablar, esperando aquellas palabras que vinieron de repente y como un jarrón de agua fría que no te esperas para nada. Si él no podía hablar, yo ni le contaba, que me dolía hasta respirar, pero eso, obviamente, no fue lo que me dejó totalmente asombrada, sino lo que vino después. ¿Alejandro se estaba disculpando? ¿Estaba escuchando eso de verdad? Aunque no, aquel dato quedó totalmente eclipsado ante lo siguiente. Estaba enamorado de mí... Durante unos instantes creí que me moriría de alegria. Lo que no había hecho la flecha lo conseguirian sus palabras si fueran mentira, ¿pero me mentiría en una situación así? Lo dudaba mucho, porque debería saber que pasaría después.

Me quedé en silencio, racapacitando sobretodo aquello y pensando como debía reaccionar. Tenía que ser de una forma en la que los movimientos se limitaran y no me tirara encima de él, no vaya a ser que tuvieran que volver los médicos a coserme la herida. No. Yo no pasaba por eso otra vez. Respiré hondo, suave, para que no doliera. Esa maldita flecha había dado en el clavo. En otra persona, pero justo en el clavo.

-Alejandro...-Mi voz era gangosa, así que volví a aclararme la garganta mientras me obligaba a mi misma a abrir los ojos para poder posarlos en los suyos. Me sentía fatal y podía notar como me subía la fiebre, lo cual era normal, suponía.- No vas a perderme... He aguantado todo esto y aguantaré más.-Intenté sonreír, apretando su mano con la poca fuerza que tenía.- Te amo... No podría imaginarme un mundo sin tí.- Él lo había podido comprobar. Se me llenaban los ojos de lágrimas tan solo en recordar aquel momento en que ví la ballesta, apuntando sin vacilación a su cuerpo y amenazándome con perder a lo que más quería en el mundo.- Yo también... Tuve mucho miedo a perderte...

Suspiré y volví a cerrar los ojos, dejando que un par de lágrimas cayeran por todo el miedo que había sufrido aquel día. No quería morir sin decirle lo que realmente sentía y, no solo eso, sino que había acabado escuchando de sus propios labios, sin que yo dijera nada, que sentía algo por mí, que yo no era la única. Me sentía feliz aunque todo el cuerpo me doliera.

-No me dejes sola, ¿vale? No quiero dormir...-Era cierto, tan solo el pensarlo me hacía temblar. ¿Y si no volvía a despertarme? O peor, ¿y si me despertaba y todo eso había sido un sueño?- No estoy muerta, ¿verdad? Esto es... Real.

Notaba lo que hacía, más que verlo, pues mis ojos seguían recedas y ya parecían no estar dispuestos a abrirse por más que luchara contra ellos. ¿Pero cómo hacerlo? Sentía morirme con cada respiración más larga que las demás? Sino caía inconsciente en cuestión de segundos, sería un auténtico milagro. Pero no me daba la gana, no quería dormirme, no así... Tenía miedo, tenía realmente pánico a perderle, a despertar y que fuera solo una pesadilla, un sueño extraño.

Mi corazón aceleró cuando noté que se sentaba a mi lado, cuando sus labios rozaron mi frente y podía sentir como limpiaba aquellas lágrimas que no había podido contener. Había dejado de sentirme débil, ahora era una sensación que desde niña no sentía. Protección, tranquilidad... Él iba a cuidarme, lo sabía, todo mi ser se estaba dando cuenta de ello consiguiendo que por fin me relajara después de haberme largado, de haber perdido a mi padre y a él.

-Eso significa... Cumplir lo que hace un rato has dicho que jamás... Harías.- Sonreí levemente y, aunque quisiera quedarme despierta, al final la negrurara se apoderé de mi por completo.

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Abrí los ojos con torpeza, sintiendo la molestia que el maldito sol me estaba causando. ¿No podían correr las cortinas? Suspiré y miré a mi alredor, sin poder evitar sonreír con ternura al ver a Alejandro durmiendo. Mi corazón palpitaba con fuerza, dándome una sensación extraña, mezcla de alegría e incredulidad. Le amaba, joder cuanto le ama. Lo único que quería era poder abrazarle, acurrucarme en sus brazos y besarle de una maldita vez. Porque sí, habían pasado ya varios días desde que había pasado todo, desde que me había dicho que me amaba y aun no había pasado. No me importaba.

Suspiré y me levanté de la cama con cuidado. Hasta ese momento nadie me había dejado levantarme... ¡Y un cuerno! Ya estaba bien. Dolían un poco los movimientos brucos, pero por lo demás estaba como una rosa. Salí al pasillo, mirando que nadie me viera y salí hacia la cocina dando salititos. Bueno, no fue una gran ida, así que cesaron en cuestión de segundos. Cogí un trozo de pescado, el cual puse en la boca, agarrándolo con los dientes y subí otra vez a la habitación.

Iba a volver a tumbarbe y a comérmelo con tranquilidad. Hacía días que no comía nada decente y nadie parecía comprender que estaba bien. Ya me daba igual, me levantaría de todas formas, así que más les valdría ir aceptando aquello. Metí un mordisco al pescado y me relamí de inmediato. Dios, como ansiaba la comida, el pescado me volvía completamente loca.

Cada mordisco que le daba el pescado, hacía que sintiera una leve sensación de alegría y ganas de moverme. ¡Dios, lo necesitaba de verdad! Me relamía los labios, disfrutando de su sabor cuando noté que a mi lado algo se movía, posando mis ojos claros en Alejandro que ya no descansaba plácidamente a mi lado. Al contrario, su mueca me hizo fruncir levemente el ceño, preocupada por el motivo de que se hubiera despertado. Yo no había hecho ruido y dudaba que hubiera tenido una pesadilla, pues hasta hacía uno segundos estaba más bien tranquilo.

Entonces, al escuchar sus palabras, no pude evitar soltar una leve risita. Tenía hambre y necesitaba comida normal para mí, como era ese delicioso pescado. ¿Por qué tenía que esperar a la comida? Era más divertido ver como todos se sorprendían al darse cuenta de que faltaba algo de comida. ¿Qué pensarían? ¿Qué se lo habían comido las ratas? Me mordí el labio inferior y después volví a mirarle, sintiendo la necesidad insana de abrazarme a él con fuerza y perderme entre su cuerpo para no escapar jamás.

-No mientas. El pescado es para mi, pero la carne es para el perrito.- Sonreí y dejé el pescado en la mesilla. Luego lo miré, fruncí el ceño y opté por cogerlo y terminármelo de un par de bocados. Tenía tanta hambre que solo dejé las malditas espinas.- ¿Aun tienes sueño? -Susurré, tapándome otra vez con las mantas y abrazándome a él con cuidado para no hacer movimientos bruscos. Tenía su rostro demasiado cerca, mi mirada no podía apartarse de sus labios mientras no dejaba de pensar en el deseo que tenía por probarlos de una maldita vez. Pero no quería ser yo. Quería que fuera él quien lo hiciera, que fuera él quien me dejara poder saborearlos por fin.