Hay cosas peores que el hedor a vampiro...(MELANYA BOYARSKAYA )

Recuerdo del primer mensaje :

En momentos presentimos que solos nos encontramos. Es allí donde aparecen, los que son más que hermanos
» Alex Campos

El ronroneo de la leona se escuchaba en el silencioso bosque nocturno. Oculta en la negra noche,la pantera dejaba que sus costados se restregasen entre la dura y desigual corteza de los árboles, para aliviar el picor de su cuerpo. Soltando un apagado gruñido de satisfacción, dejó que sus patas traseras se encogieran para poder estirar sus extremidades delanteras, y sacando las garras afiladas de sus finas y elegantes patas, las afiló con movimientos rápidos contra la dura superficie de una roca. El sonido estridente que provocaban sus uñas contra la roca, la enardecían. Hacía mucho tiempo que no dejaba libre la parte salvaje que llevaba en su interior. Oculta bajo la fachada de una solterona y joven maestra infantil, continuaba su larga vida, lejos de los asesinos más crueles que había visto a lo largo de los años. Después de viajar entre cuatro países completamente diferentes, de aprender sus idiomas y costumbres, e incluso de crearse una fachada perfecta bajo la que ocultarse, siempre había visto el mismo horror en todos esos paises. Largas torturas de inocentes en mano de inquisidores, el hedor de la carne quemada de las jóvenes brujas, el horror de las pieles arrancadas de algunos cambiaformas, o los colmillos de vampiros más viejos que la constitución de la misma Iglesia que los perseguía a todos. Sus propios hermanos habían muerto en mano de inquisidores, y sus padres, a pesar de lo que habían dicho sus tíos, probablemente también habían perecido bajo las balas de plata. Sólo quedaba ella, como el último vestigio de los Ferreira de Portugal, la última de la orgullosa familia de cambiaformas felinos. Leones africanos, leones blancos, panteras, linces.... todos habían muerto, no importaba cuántos años hubieran tenido, niños, mujeres y hombres, habían sido asesinados. Tal vez debía aceptar que su sino era desaparecer y finalizar bajo la horrenda muerte que le brindaba la Iglesia. Pero mientras pudiera, llevaría una vida normal, comería, dormiría, vestiría, y hablaría como cualquier otra joven acomodada de París. Era lo único que tenía, y lo único que se llevaría con ella a la muerte.

Los ruidos de unos pasos la advirtieron de que en unos veinte metros al noroeste, algún humano había tomado la decisión de entrar al bosque y bagar por él. Resoplando con disgusto, escaló uno de los árboles cercanos, ayudándose de las patas y garras que poseía, hasta llegar a una de las ramas superiores y más gruesas que había encontrado. Al fin y al cabo necesitaba soportar el pesado cuerpo del felino, puesto que, a pesar de ser una joven bastante delgada como humana, en su forma animal, era una gloriosa pantera o leona joven. Su pelaje oscuro brillaba en la oscuridad, y era tan negro, que si le llegaba la luz solar, su pelaje cobraba un brillo azulado. Pero lo más hermoso de ella como animal, eran los increíbles ojos verdes. Eran un pozo enorme, y brillante de muerte, todas sus presas podían perderse en sus ojos, y quedar hipnotizados en ellos. Ése era el momento en que elegía para saltar sobre ellas y arrebatarle la vida.

El viento frío de la noche le trajo el hedor inconfundible de un vampiro. Gruñendo como respuesta inmediata ante el odio y disgusto que le provocaban los no muertos, se agarró con más fuerza a la rama del árbol, dejando que sus garras se clavasen profundamente a la rama. No sabía que deseaba aquel ser, pero fuera lo que fuera, no dejaría que vagase e hiciese de las suyas en su territorio. Le había costado mucho tiempo localizar una cabaña lo suficientemente alejada de la ciudad como para pasar desapercibida, y lo suficientemente lejos de todo ser no humano, para que los inquisidores no hicieran visitas a su territorio. Un vampiro cerca, sólo dejaría enemigos en su puerta. Esperando a que se acercase, escuchó atenta el avance del humano desde la dirección contraria. ¿Desearía alimentarse del humano, o era demasiado joven como para captar el sonido de los pasos cada vez más cerca y cautelosos?. A pesar de que el humano intentaba no hacer ruido, el sonido apagado y pausado de sus pasos, eran inconfundibles para alguien, que como ella, había estado alerta toda su vida.

Viendo el color rubio claro de la cabellera del vampiro, ronroneó con satisfacción. Una mujer. Le gruñiría y si era inteligente, captaría el mensaje. Éste era su territorio, y ella era un invitado no deseado. Saltando del árbol con la elegancia salvaje que poseía, se colocó delante del vampiro, tomándola con la guardia baja, y antes de que hiciera ningún movimiento, rugió con furia hacia ella. Sus ojos verdes brillaban con la amenaza del cazador, el instinto de su pantera hacía que su pelaje se erizara en su espalda como señal de peligro. El humano estaba más cerca y dentro de poco podría escucharles. Sólo esperaba que la vampiresa se marchase, para ella poder transformarse y actuar como una joven estúpida que había decidido dar un paseo por el bosque en busca de tranquilidad.

Meneó la cabeza de negativamente para responder silenciosamente lo que le decía Melanya. - Mel, los neófitos suelen ser criaturas sedientas de sangre. Son mucho más peligrosos que un vampiro viejo, porque su cambio es tan reciente, que los sentimientos se triplifican, su necesidad es desesperada y desconocida. Deberías ser una joven asesina, moverte desesperadamente por el mundo intentando calmar la sed que sientes siempre. Día tras día, tu cuerpo te exigiría tomar una vida, quizás dos o tres sólo para calmar la ansiedad. Y con el tiempo....- Cerró los ojos mientras la imagen de una Melanya sedienta de sangre surgía en su mente.- .... lograrías calmarte y conseguir un cierto equilibrio. El que seas capaz de actuar como una persona normal, de que conserves tu humanidad, te hace a mis ojos alguien fuerte.- Movió sus labios lateralmente, formando una mueca que pronto se transformaría en una sonrisa mayor.- Tienes un gran autocontrol. Quizás sea tu propia indiferencia ante el cambio que has experimentado, o la necesidad de seguir siendo como eras. Sea lo que sea que te mantenga alejada de las cacerías nocturnas, espero que siga siendo así.- Perdió la sonrisa, y apretó sus ojos cerrados con fuerza- Nunca vuelves a ser la misma después de la primera muerte.

Suspiró y abrió los ojos con rapidez, obligándose a pensar en otra cosa, cualquier tema que no tuviese que ver con la cacería.- ¿Cómo te convertiste Melanya?- Movió su cabeza de lado para verla mejor. Con el cuerpo acostado de cara al techo, su compañera parecía más alta al estar apoyada sobre su mano. Sus ojos azules la observaban,tan claros como el cielo en primavera, y su cabello brillando como hebras de oro con la luz que proporcionaba la hoguera de la chimenea.- No temas, no te juzgaré si fue tu elección. Dios sabe que yo soy un pozo de pecados: ira, celos, lujuria... - Sonrió mientras enumeraba con sus dedos algunos de sus menores pecados. Aunque aún no se había entregado a nadie, sabía explotar su sexualidad. Todo su cuerpo y su misma naturaleza, la hacían un ser preparado para la lujuria, y lamentablemente, su cuerpo sólo tenía una debilidad con forma masculina y de nombre Dámazo. El recuerdo del único contacto que habían tenido la hacía estremecer, sus labios empujando contra los suyos con pasión, y ella...... Ella lo había abofeteado.

Al escuchar mis palabras la joven negó con la cabeza a la par que me comentaba que los neófitos eran los más sádicos pues no tienen control sobre sus acciones debido a que la necesidad de sangre es mayor pues la ansiedad que debería de tener debería de ser infinita.
Un escalofrío recorrió mi cuerpo entero, hasta el cuero cabelludo aunque cueste de creer. Me he imaginado realizando lo que la joven Bella me acababa de comentar y el horror se apoderó de mi. Si algún día llegase a hacer tales horribles actos, esperaba que un cazador me encontrase y me matase o cualquier otro ser lo hiciera pues yo no tendría suficiente valor para suicidarme... apenas que la conciencia me obligase por todas las mueres que realizaría únicamente para sobrevivir cuando en verdad debería de estar muerta.
La joven me comentó que mi capacidad de actuar como una persona normal denotaba que era alguien fuerte y que esperaba que siguiera igual, sin matar a nadie, pues después de la primera muerte uno no volvía a ser la misma persona.
No sabría decir cuan fuerte era yo, pero estaba segura que Bella lo era incluso más. Probablemente había matado más de una persona para sobrevivir, pero seguía siendo buena persona, no había perdido su humanidad. Me había ayudado a sobrevivir, sin tener en cuenta que había matado aquel cazador pues de seguro que si no lo mataba él si lo haría, y eso la convertía en una gran persona.

-Creo que vos es más valiente que yo si se ha visto obligada a matar, pero no ha perdido su humanidad.

Pensé, pero no dije pues comprendí al instante que la joven no quería hablar de ello precisamente. Bella me cuestionó como me habían convertido. Lo cierto es que no recordaba ese día, o para ser concretos esa noche, con gran lucidez. Mi primo y yo, junto al conductor de la carroza, seguíamos de camino a París como de pronto... esos vampiros nos atacaron... y por mi culpa... por no ser fuerte... mi primo tuvo que convertirme en vampiro...
Bella me comentó que no iba a juzgarme pues ella también había hecho decisiones de las que se arepentía, pero supongo que arrepentirse entra en nuestra labor como humanos que eramos: imperfectos y llenos de pecados.

-Fue poco antes de llegar a casa de mi señor esposo – Le expliqué – Íbamos en un carroza camino a París desde Rusia, era de noche, y un grupo de vampiros nos atacó... hubiese muerto si no fuese por la ayuda de mi primo pues resultó ser vampiro y me salvó la vida... me arrepiento de no haberme defendido lo suficiente y haber hecho que las circunstancias obligaran a mi primo a convertirme en lo que soy ahora.

Mientras escuchaba el relato de Melanya, Arabella perdía la sonrisa y se centraba en el rostro totalmente pálido de la joven que la observaba. El cuerpo cercano de la vampiresa le daba frescor, pues poseía la frialdad propia de un cadáver. Era casi imposible creer que esa boca que se movía y derramaba palabras con un sonido vibrante y dulce, fuera de alguien muerto, un ser diferente que requería la sustancia vital de los demás. Era injusto. Cerró los puños con fuerza y miró los ojos azules con furia. Ella había sido atacada mientras seguro que su mente estaba centrada en su destino, en ese matrimonio que habría sido concertado, debatido y aprobado para ella. Para darle lo mejor que todo padre desea para su heredera, alguien que la cuide, que tome su mano cuando necesite apoyo y que sonría cuando esté alegre. ¿Y qué había ocurrido?, había muerto, eso es lo que había pasado.

- Los vampiros son seres fuertes, algunos con capacidades especiales, y que tú, una humana, no pudieras defenderte, no significa que seas débil, sino que estabas en desequilibrio de fuerza, raza y dios sabe cuantos años de diferencia.- Frunció los labios en una mueca graciosa dentro de lo que cabía. La vida era como el mar, te mecía o te hundía, y tú tenías que dejarte arrastrar por la corriente y esperar caer en buen recaudo. - Yo soy fuerte en una lucha, o en cualquier desafío, mi orgullo no me permite quedarme atrás en alguna afrenta. Pero en cuestiones básicas, como el amor, la amistad.....- Fue bajando el tono de voz hasta que sólo susurraba las palabras con tristeza, su mirada oscura centrada en la de la vampira, y sus labios exhalando el aire con respiraciones largas y lentas. - No sé como actuar. - Se rió y le tocó el rizo con el dedo, golpeándolo una, dos, tres veces, de forma inconsciente mientras continuaba hablando- No he tenido amigos, ni familia. No soy capaz de mostrarme como soy con nadie porque sé que si lo descubren, no tendré con qué defenderme.- Se encogió de hombros y siguió jugando con el pelo de Mel como un gatito haría con una bola de lana- Somos muy diferentes, pero por eso no eres menos que yo. Podrías tomar mi sangre, mi vida, y el dinero que guardo conmigo. Pero no lo harás porque eres tú, la señorita Melanya. - Se levantó un poco, y para demostrar que tenía razón, se movió con rapidez y la tomó por los hombros y la acostó sobre el suelo de madera. Colocándose encima de ella, dejó que su cuerpo bloquease el de la vampiresa, y sus muslos aprisionasen la cadera de la rubia. - Podría matarte Melanya, ser una mujer cruel y aprovecharme de ti.- Su cabeza se acercó a su rostro de ébano y sonrió con sensualidad, con la hechizante sonrisa que era capaz de hacer que los demás cayesen en su embrujo.- Pero tú jamás pensarías eso de mi, una desconocida.Tú siempre llenarás de amor a todos los que te rodean, y eso es lo especial en ti, y lo que yo deseo proteger. - Apoyó la frente en el pecho de la joven mientras su cuerpo descansaba sobre el de la vampiresa, sus manos soltándose de sus hombros, para enlazar sus dedos con los de la mano de ella. -

Después de escuchar atentamente mi relato, como si le fuera la vida en ello, Bella me comentó que no era culpa mía que me convirtieran pues los vampiros, siendo seres el doble de fuertes que los humanos y, por ende, no podía defenderme de ninguna de las maneras. Supuse que en el fondo tenía razón pues si rogando por mi vida no había conseguido que mis atacantes desistieran de su cometido, no podría hacerlo de ninguna otra manera.
Bella optó por explicarme que era realmente fuerte en la lucha pues su orgullo no la dejaba desistir si se había planteado ganar un desafío, pero en el plano sentimental no sabía como actuar. En ese plano eramos parecidas, me refiero a que en el plano emocional eramos pésimas. A pesar de haber tenido familia, mi padre nunca quiso tener una relación estable conmigo y mi primo se tuvo que mudar a París cuando yo apenas tenía dos años por lo que las nodrizas o las sirvientas eran las únicas personas que veía constantemente, ni amigas tenía pues mi padre creía que estas no me permitirían madurar y me meterían ideas tontas en la cabeza. Sin embargo, en vez de madurar sospechaba que me había quedado estancado en esa infancia que nunca tuve, empezaba a creer que era una niña en el cuerpo de una adulta.
Bella empezó a darle golpecitos a uno de mis rizos que quedaba más cerca de ella. Me pareció curioso lo que hizo sacarme una sonrisa de ternura mientras escuchaba a la joven. Ella tampoco había tenido ni amigos ni familia por lo que no era capaz de mostrar su verdadero ser pues pensaba que la gente descubriría así todas sus debilidades y probablemente las usarían en su contra para destruirla.
No había pensado en ello, pero era verdad. Normalmente actuaba de forma sencilla, para no llamar la atención pues eso no era digno de una dama. Sin embargo, no podía resistir la tentación de preguntar cosas cuando era consciente que sería mejor callar o mostrar mis emociones cuando no debía, cuando simplemente debía tener sangre fría, pero realmente debía pensar en ello. Sabía que no todo el mundo era buena, mis nodrizas me lo decían constantemente, pero nunca aprendía la lección. Acabaría metiéndome en problemas por ello.
Bella comentó que eramos diferentes, que yo podría matarla si lo deseara y quedarme con todo lo que ella tiene, pero era consciente de que no lo haría, porque mi manera de ser no me lo permitiría. Era bastante consciente de ello, pero sabía que Bella tampoco lo haría... ¿no?
De pronto, la joven me obligó a acostarme en el suelo, pues ejerció presión con sus manos. Me había dejado caer por lo que al chocar mi cuerpo contra el suelo se creo un ruido considerable en la estancia. Me había asustado por si el suelo habría recibido algún daño pues sabía que mi fuerza era superior a la de un humano, pero no estaba segura si surgía el mismo efecto en madera u otros muebles.
La joven se colocó encima mío y me impidió la movilidad. No entendí muy bien por qué lo había hecho por lo que la miré extrañada en busca de una explicación, la respuesta no tardó en aparecer. La joven me explicó, acercando su cara muy cerca de la mía, que podría matarme o por lo menos aprovecharse de mi, pero también añadió que sabía que yo nunca pensaría aquello jamás, pues tenía una tendencia innata de confiar demasiado en las personas y pensar que todos eran buenos. Era consciente de ello, demasiado.
Bella optó por apoyar su cabeza en mi pecho y junto su mano con la mía. Pensaba que la joven se echaría atrás pues al no latir mi corazón, la gente solía asustarse pues era poco usual encontrarse con una persona que aparentemente estaba viva pero luego su corazón no latía, pero ella no lo hacía. Era curioso, yo probablemente me asustaría, pero por otra parte la joven tenía constancia de que era vampiresa por lo tanto quizás tenía su lógica explicación del por qué no se asustaba. Realmente no sabía por qué mi cabeza estaba creando todas estas ideas, pero uno de mis defectos era pensar demasiado sobre las cosas más simples. Con la mano que tenía libre opté por acariciar el pelo, algo enmarañado de Bella.

-¡¡Podríamos ser amigas!! - Exclamé sin saber muy bien el por qué – Así las dos podríamos mejorar nuestras dotes en el campo de la amistad pues, si te le soy sincera, usted sería mi primera amiga de verdad que tendría.

Arabella no supo si reírse de su idea, o si llorar por la ingenuidad que poseía. ¿No entendía que la mayoría de las razas diferentes se odiaban entre sí, simplemente porque ninguno pertenecía a la suya?. Y sobretodo, lo peligroso que era para ambas el estar juntas, ya que si siguieran su instinto, estarían peleándose, y no acostadas una sobre la otra. Suspiró con resignación mientras dejaba que le acariciase el pelo. - Sólo tú podrías ofrecer tu amistad a alguien como yo. - Inspiró el aroma de Mel, memorizado cada uno de los matices que ocultaban su verdadero aroma vampírico, para centrarse en la esencia final. Dulce y ligero era su aroma, identificándose con ella a la perfección. Tan imperceptible, que comprendía el porqué Mel era como era, su aroma no se había desarrollado completamente, era casi......... humano. Pero, aunque el olor de su esencia era suficiente para hacerla retroceder y gruñir, se obligó a permanecer calmada en silencio. Apretaba sus puños contra los ropajes de Mel, y se levantó de su pecho para sonreírle. - Apestas, pero creo que podré soportarlo, al menos, para ser tu amiga. - Sacudió su cabeza y se alejó de ella con movimientos rápidos, casi desesperados por perder contacto con el frío témpano de hielo que constituía su cuerpo y acercarse al caldero de agua junto al fuego.- Serás mi primera amiga, así que probablemente cometa errores. Confío en ti para que me corrijas.- Movió su melena hacia un lado, creando una barrera castaña para ocultarle su sonrisa inocente. No sabía porqué, pero ansiaba que fuera su amiga, que pudiera ir a su cabaña por las noches para hablar, plantar flores, y bailar. Hacer todas las cosas que se había perdido mientas huía, ser, en definitiva, una muchacha normal. Al menos, dentro de lo que le permitía su naturaleza.

Se levantó y miró a Mel con admiración. Ella había echo posible que confiase en otra persona, quizás con el tiempo, le ayudase a confiar en la bondad de las personas, independiente de si pertenecen a los vampiros o licántropos. - Voy a bañarme, si lo deseas, puedes tocar el piano, investigar por la casa, o quedarte por fuera del baño y continuamos la conversación.- Tocó su pelo con una mueca de hastío.- No soy capaz de soportar un minuto más con esta presencia desaliñada.- Rió como una niña traviesa, y se dirigió al baño en el que guardaba siempre un vestido de recambio. Frecuentemente cocinaba o plantaba flores en su jardín, y se ensuciaba tanto, que tenía que cambiarse, y la muda en el baño le evitaba tener que subir a la segunda planta de su cabaña.

Después de unos segundos de silencio, supuse que la joven estaba sopesando la idea de ser amiga mía, o que la había sorprendido tanto mi oferta, que Bella no sabía como reaccionar siquiera, quizás había sido demasiado precipitada con mi propuesta.
Sin embargo, la joven habló comentando que solo yo podía pedirle amistad a alguien como ella. ¿Por qué la joven se consideraba un ser tan terrible? Probablemente poseía baja autoestima, debido a la perdida de sus familiares y haberse resignado a vagar de un lado a otro sin un hogar al que ir, sin un hogar donde la esperasen.
Pensé que la joven se iba a negar a mi propuesta, lo cierto es que no me extrañaría por ello pues solo nos conocíamos de pocas horas, y por mi parte yo le había causado un buen mal de cabeza obligándola a asesinar un cazador sin yo hacer nada por pura impotencia. Estaba a punto de decirle a la joven que no necesitaba obligarse a ser mi amiga, que solo era una propuesta descabellada, que había dicho sin pensar, pero la joven me avanzó levantándose ligeramente mientras sonreía. Seguidamente, comentó que a pesar de que apestaba, cosa que me asustó sobremanera ¿en serio era tan olorosa?, prometía soportarlo para ser mi amiga.
La joven me lo comentó con una gran sonrisa, lo que me hacia pensar que quizás todo era una broma, pero seguía con la duda de que quizás lo estaba diciendo en serio, pero de forma amigable. Que situación más embarazosa si realmente resultaba ser que era muy olorosa.
Bella optó por alejarse de mi de forma apresurada. Creo que realmente era olorosa pues si no era así no conseguía justificar la necesidad que tenía la joven de alejarse tanto de mi. Me olí la mano, no percibí nada extrañó, todo en orden, seguía sin oler a humana.
La joven comentó que sería su primera amiga y que probablemente cometería errores y confiaba que yo la corrigiera. Reí ligeramente.

-Usted también sería mi primera amiga – Le dije – Así que dudo que pueda ver si hace algo realmente fuera de si pues yo también las haré.

Sabía que era muy patosa y que probablemente la que más erratas llegaría a hacer sería yo, pero opté por guardarme esa información. No quería que Bella se echara atrás y se negara ser mi amiga. Realmente quería tener una, la necesitaba.
La joven se giró en mi dirección con una mirada que no supe identificar. Nadie antes me había mirado así, ¿había dicho algo que no era acorde con la situación? ¿ya había cometido mi primer error siendo su amiga? Era un real desastre... La joven me comentó que iba a bañarse pues no aguantaba más encontrarse en ese estado tan deplorable. Dio rienda suelta a mis deseos respecto a tocar el piano que tenía, investigar la casa o simplemente estar sentada y beber el té que me había ofrecido.

-¡¡Gracias!! - Exclamé con una sonrisa.

La joven se metió en el baño dejándome en completa soledad ¿que podría hacer de todo lo que la joven me había permitido hacer? Me daba curiosidad su cabaña, pero realmente no quería deambular por su casa sin que ella me vigilara, me sentiría incomoda, no quería encontrar algo que la joven no me quería mostrar por lo que lo descarté.
¡¡Piano!! Podría tocar el piano, lo haría flojo para no llamar la atención de los posibles seres que estuvieran fuera de la cabaña como tampoco quería molestar a la joven mientras se bañaba, sería descarado por mi parte... encima que me dejaba hacer lo que quisiera la molestaba, eso sí que no.
Me acerqué al piano que estaba a ciertos metros de la chimenea donde la joven había dejado el calderón con agua. Toqué una tecla y esta resonó por la cabaña. Me senté para tocar de forma más cómoda. Me habían entrado muchas ganas de tocar el piano, no sabría decir si era debido a que estaba muy feliz por haber conseguido una amiga o porque simplemente me sentía bien, en esta cómoda y bella cabaña.
Una canción se cruzó por mi mente y decidí tocar esa misma, no sabría decir a que se debía la aparición de dicha en mi mente, pero ya que daba acto de presencia no vi ningún problema por tocar precisamente esa canción.

Spoiler:

"¿Cómo podía la gente hacer esto, tragarse todos sus miedos y confiar en otra persona sin reservas, con menos que el compromiso total que me había ofrecido?"

Llenó la bañera mientras escuchaba los pasos indecisos de Melanya por su cabaña. No tenía nada que ocultar en la cabaña, lo único que deseaba que nadie tocara era ella misma. Adoraba la moda, la música, todos los eventos sociales en los que sonreía y bailaba con algunos hombres que desconocía. Pero desde que se había mudado a París, había optado por trabajar, e ignorar las fiestas a las que podría asistir como miembro de la alta clase. Lo único que no había abandonado era la moda y la música. Serían cosas que siempre la acompañarían.

Cuando los pasos de Melanya se detuvieron frente al piano, Arabella ya había terminado de desnudarse y adentrarse en las aguas calientes de la tina. Sus dedos golpeaban el borde de la bañera al ritmo lente del inicio de la canción. Se sentía extrañamente reconfortada al saber que estaba acompañada y que esa música en cierta forma la abrazaba como muestra de la amistad que comenzaba a formarse entre Melanya y ella. Lo que había iniciado la muerte del cazador, se había convertido en el primer contacto social verdadero que había tenido. Quizás con los años venideros, se acordaría de esa canción como lo que era, la belleza de la amistad verdadera. Sólo esperaba estar a la altura de las consecuencias, y ser una buena amiga para ella.

Se enjabonó con rapidez, y se enjuagó el cuerpo. Sus manos trazaban un patrón circular sobre sus muslos y tenía especial cuidado en quitar la tierra que se había adentrado entre los dedos de sus pies. Sus manos ya casi curadas, tenían un aspecto sonrosado, como si las hubiese tenido veinte minutos en agua caliente. Sólo Melanya sabría la verdad, que el tono rosado era debido a la plata. La única arma venenosa que actuaba con ellos, los cambiaformas. Salió de la tina, obligando a su cuerpo a ser eficaz y no dejarse adormecer por el agua caliente. Se secó y se vistió con un traje rosado pálido. Con la cintura alta, ya pasada de moda, pero que tanto estilizaba su figura. Con los años, había guardado los vestidos que dejaban de estar en auge, y se los ponía para estar por casa, saliendo con aquellos que se amoldaban a la tendencia del país en el que viviera. Sin corsé, su figura esbelta no tenía problemas en mostrar lo que tenía ensalzando con una costura perfecta, sus pequeños pechos.

Salió del baño a tiempo de escuchar las últimas notas de Melanya, y con una sonrisa, aplaudió su actuación.- Perfecta. Tienes unos dedos hábiles.- Se acercó a ella y se sentó en la butaca acolchada, para trenzarse el pelo. Tirando hacia detrás la larga trenza, colocó sus manos en el piano y la miró.- ¿Te apetece tocar alguna entre las dos?.-

Me había sumido tanto en la melodía de la canción que ni siquiera había escuchado como la joven Bella había salido del baño por lo que me sobresalté cuando la escuché aplaudirme y halagarme. ¿Cuando llevaba tocando, tres o cuatro minutos? ¿o es que había repetido la canción en bucle sin darme cuenta? Para mi solo habían pasado tres minutos como mucho.
Cuando recobré el sentido y había asimilado que tenía a Bella toda limpia y vestida con un traje rosado que le quedaba la mar de bien, opté por darle las gracias por sus gratuitas alabanzas. Lo cierto es que no estaba acostumbrada para nada a los halagos.
Cuando aún vivía en Rusia y tocaba el piano siempre había escuchado que podría hacerlo mejor, que no me esforzaba lo suficiente, que podría poner más sentimiento en cada nota que tocaba... pero lo cierto es que daba lo mejor de mi. Tocar el piano era algo que personalmente adoraba con toda el alma, podría tocarlo todo el día si me dieran la oportunidad, pero hacerlo sería un incordio para los demás teniendo en cuenta las reprimendas que recibía por cada actuación que hacia. Por esa razón, cuando escuche que la joven me aduló de una forma tan elevada podría afirmar que me sonrojé. No creo que se notase demasiado en mis mejillas, pero mi comportamiento lo indicó claramente.
Observé tímidamente el suelo de la cabaña pues escondiendo la mirada de los demás me sentía segura pues así podía evitar las curiosas o inquisidoras miradas de los demás, mientras sentía como la joven en una butaca cerca de mi y empezaba a peinar su cabello. Entonces levanté la vista.
Bella tenía una cabellera realmente bella. Lo tenía tan largo y bello que aunque se lo trenzara era de largada suficiente como para poderlo echar detrás de su espalda. Me fascinaban las chicas con el cabello largo. Creía que el pelo largo era algo que embellecía mucho a una dama.
De pronto, Arabella me cuestionó si me apetecía tocar alguna pieza juntas. La miré con la ilusión digna de una chiquilla. Nunca me habían pedido algo así, su propuesta había sido como un regalo de cumpleaños para mi. Sonreí de oreja a oreja.

-¡¡Por supuesto!! - Dije apoyando los dedos en las teclas del piano.

De pronto me percaté de algo. ¿Conocía alguna canción a cuatro manos? Me quedé pensativa. Normalmente hacia lesiones de dos manos pues yo solía tocar y mi maestra vigilaba que lo hiciera bien: que no desafinara, que no lo hiciera ni muy rápido ni muy lento, que siguiera el compás, que lo hiciera todo perfecto. A veces llegaba a pensar que los sirvientes de la casa tenían la orden de mantener el mínimo contacto físico conmigo, únicamente el necesario.

-Lo lamento... - Dije con cierta culpabilidad – No conozco ninguna canción a cuatro manos.

Me había ilusionado por nada, tonta de mi. ¿Como había podido aceptar sin antes pensar en lo que podríamos tocar y darme cuenta que sería imposible? Era un real desastre. Quizás había ilusionado a Bella en vano. Probablemente este sería mi primer error en nuestra naciente amistad.

«Se ama aquello por lo que se trabaja, y se trabaja por lo que se ama.»

Sonrió a Melanya e ignoró lo que dijo mientras colocaba sus manos en el piano.- No hace falta que sea una canción a dos manos, sólo es necesario escuchar, sentir...- Comenzó a tocar una canción con suavidad, dejándose llevar mientras tocaba. Relajó los hombros y se meció como si fuera una hoja que, acariciada por la música se dejaba llevar por donde dictaba la corriente.- Acompáñame Mel. Coloca tus dedos sobre el teclado y siéntela.- Sonrió mientras hacía lo que le pedía con rigidez.- Nadie te regañará si te equivocas.

Spoiler:

Cuando sus dedos y los de Mel comenzaron a crear una melodía perfecta, casi se echó a reír. Ambas estaban en la misma sintonía y compartían alegrías, tristezas y muerte en una sola canción. ¿Si eso era posible, no lo sería también el llegar a establecer un vínculo permanente entre ambas?. ¿o será el destino cruel y las alejaría por sus razas?. Fuese como fuese, la melodía llenó la cabaña, alejando todos los pensamientos de su mente, y dejando un extraño sentimiento de confort en su corazón. Se sentía acariciada por Mel a través de la música, como si hubiesen llegado a tal armonía entre ambas, que ya no sabía donde comenzaba ella y terminaba Mel.

Cuando la melodía acabó, sintió cómo una lágrima se deslizaba por su mejilla y aterrizaba en el piano.- Gracias Mel. Por todo.- Alejó los dedos del teclado, y se limpió la lágrima mientras le sonreía.

La joven me respondió, sorprendiéndome así, que no hacia falta que fuese una canción a cuatro manos precisamente la que debíamos de tocar pues lo importante era escuchar y sentir lo que uno tocaba. La miré curiosa, ¿era posible hacer eso? Jamás me habían enseñado aquello... pero quizás... quizás la gracia estaba en eso, en tocar sin regla alguna, simplemente dejarse llevar tal y como había dicho Bella.
La joven comenzó a tocar una canción que desconocía completamente. No supe muy bien que hacer, si empezar a tocar ya, o espera a que la joven me lo indicara. Sin embargo, Bella me invitó ella misma que la acompañara, que simplemente sintiera la canción que estaba tocando. La joven añadió que nadie me regañaría esta vez.
La observé extrañada, ¿como sabía que siempre me regañaban? ¿como pudo haber sentido aquello? ¿poseía algún poder especial o lo había dicho por instinto? Se me hizo una bola en la garganta y me entraron ganas de llorar, pero me resistí. Sería muy extraño hacer más no quería interrumpir la actuación de Bella.
Opté por hacerle caso y acompañarla. Era una canción muy bonita, algo triste, pero bonita. A sorpresa mía, y supongo que de la joven también, estábamos tocando una canción perfecta. Es como si tuviéramos unas partituras delante, pero esta era invisible. Sonreí de lo idílica que era la situación. Sentía que la amistad que íbamos a tener Bella y yo iba a ser muy fuerte y extraordinaria, lo que me volvía muy feliz e ilusionada.
Al acabar de tocar, me giré para observar a mi nueva amiga. De pronto, me fije que la joven lloraba. No entendí muy bien que estaba pasando. Lo primero que pasó por mi mente era que quizás no habíamos tocado tan bien como yo había sentido, quizás realmente era todo fruto de mi imaginación. Sin embargo, cuando Bella habló, me dejo en claro que realmente no era por eso, era por algo más profundo, por haberla ayudado en algo, en algo que no acababa de comprender del todo, ¿era por acompañarla en el piano o por brindarle mi amistad? Le sonreí.

-No hay de que – Le dije con una sonrisa – Yo también le estoy muy agradecida por brindarme su amistad. Es muy importante para mi.

"Tú y yo somos diferentes. Partes de la misma sociedad, pero con carácter distinto. ¿Desafiaremos a la lógica o a la costumbre?".

Asintió a Melanya con la cabeza y le correspondió a la sonrisa. Era curioso ver cómo todo lo que había ocurrido las había llevado hasta ese instante, ambas junto al piano, mirándose con cariño y con una sonrisa amistosa en el rostro. Aunque habría que señalar que, frente a la sonrisa de melanya, la suya tenía un toque sensual difícil de ocultar, y la de la vampiresa, estaba dotada con una inocencia innata. Quizás todo en Mel fuera inocente y bueno. Con el pelo rubio y esos ojos azules acompañados de una piel blanquísima, bien podría apodarla "terrón de azúcar" que seguramente sería algo de lo más adecuado. Era demasiado buena y dulce, tendría que enseñarle mucho sobre la vida, o terminaría haciéndose daño por confiar en la gente equivocada.

Se levantó con preocupación al recordar que había transcurrido bastante tiempo. Su cuerpo comenzaba a estar cansado y aletargado, sus ojos le picaban levemente, recordándole que debía dormir si no quería tener ojeras al día siguiente. Aunque lo verdaderamente preocupante era las horas diurnas, Melanya necesitaba volver a casa antes de que se hiciera tarde, y se hiciese de día en medio del trayecto. - Será mejor que nos pongamos en marcha y busquemos un carruaje para ti. Pronto se hará de día.- Sonrió levemente para que no pensase que la estaba echando de su casa. Con gusto la dejaría dormir por el día, pero sabía que no era lo adecuado. Su casa no estaba preparada para cobijar a un vampiro, menos cuando era una neófita.- Te dejaré una capucha para que te protejas del frío.- Y del sol. Era evidente que su cuerpo resistiría el frío ártico aunque estuviese en camisón, pero le parecía descortés aludir a su "condición".

Se encaminó a la salida de la cabaña y cogió dos abrigos. Uno con capucha de color blanco para Melanya, y otro de color beige para ella. Acarició durante unos segundos la tela maravillosa y suave del abrigo blanco, antes de cedérsela a Melanya y sonreírle. Cogió un farolillo con una vela gruesa en su interior, y la encendió para iluminar el camino que tendrían que recorrer. Ella no se perdería, pero por respeto a Melanya, haría que su trayecto fuera cómodo e iluminado. No quería más sorpresas en el bosque como la del cadáver que debía estar ya, a estas horas, desangrado y quién sabe si devorado por las alimañas del bosque.

Me di cuenta que el silencio se había extendido demasiado, iba a interrumpir dicho silencio, pero la joven Bella me adelantó, levantandose algo bruscamente, pero sin perder la elegancia que poseía, como la de una pantera. Como de la pantera que vi en los bosques.
Nuestro primer encuentro no fue de lo más amistoso. Es más, no acabé de comprender lo que el animal quería hacer, es más, aún desconozco si me quería atacar a mi o al cazador que ahora yacía muerto en el pavimento, en algún lugar del bosque... pero ahora eso no importaba. Nos habíamos hecho amigas y no importaba cual había sido nuestro primer encuentro pues las apariencias engañan, o eso dicen ¿no?
Bella me comentó que sería mejor que prepararamos el carruaje para llevarme a casa pues pronto se levantaría el alba y eso podría ser un problema para mi. Recordar la existencia del día causó cierta pena en mi. Echaba de menos poder salir a la calle para pasear en plena luz del sol, poder observar las flores despiertas... flores. Me acordé de pronto, mientras la joven me comentó que me comentaría una capucha para salvarme del frío pues quizás la joven no sabía que podía resistir el frío, que Bella me había ofrecido flores.

-No hace falta – Le dije con una sonrisa – No puedo pasar frío.

La joven me entrego, con una sonrisa, una especie de abrigo que recordaba más bien a una capa de color blanco, la acepté con una sonrisa. Al parecer estaba enpeñada en que me la pusiera, no sabría decir el por qué, pero supuse que lo más seguro es que no quería llamar la atención. Seguidamente cogió un farolillo, del cual no estaba segura si necesitabamos el uso, y nos dispusimos a salir. Las flores seguían rondando mi cabeza.

-Bella... ¿me podría dar algunas semillas de las flores que tiene? Me gustaría plantarlas en mi jardín para hacerlo más bonito y acordarme de vos – Le dije con una sonrisa.

Asintió a Melanya con una sonrisa. Me acerqué a los maceteros vacíos y cogí una bolsa con semillas preparadas para plantarlas en esta época del año. Con suerte, y con los cuidados necesarios, Melanya tendría las flores al terminar la primavera. - Te dejaré varias semillas. Hay de las tres variedades que tengo en el jardín, pero si quieres otras, sólo tienes que mandarme una carta, o visitarme, y te las daré.- Se encogió de hombros mientras le tendía las semillas a Mel.

Cerró la puerta de su casa y comenzó a caminar hasta la salida del bosque, el camino no era muy largo, sólo costaba quince minutos llegar a la primera casa que conformaba el pueblo cercano. Continuaron caminando, mientras le señalaba algunas cosas importantes sobre el pueblo. Como la cantina que pasaron, que tenía mucha fama por las bailarinas que había dentro, o el boticario, donde se encontraban numerosos venenos para insectos. Era todo muy pintoresco, casi salido de un cuento. Aunque a horas tan tempranas como aquella, no había mucha gente, y si la había era mejor evitarlas.

La llevó hasta el local en el que se alquilaban carruajes o caballos. Era un Hostal de dos plantas, no muy grande o lujoso, pero si querías ir al centro de parís, era lo mejor. Entró en el hostal y le pidió al dueño un carruaje para Mel. Depositó varias monedas en su mano, para que cubriera la ida, y la vuelta del conductor. Sabía que el que llevase a melanya pararía en alguna posada a comer a la vuelta, así que dio dinero de más para eso. - Así nos evitamos preguntas, o posibles tratos indeseados.- Le susurró a Melanya cuando el dueño se alejó a preparar el carruaje.

Miró a Mel en silencio y sintió un dolor profundo. El sentimiento de soledad se cernía sobre ella al sentir su marcha próxima, y sólo deseaba abrazarla y pedirle que se quedara. Pero no era posible, ni seguro para ella, así que suspiró y le tomó las manos.- Gracias Mel. Espero que me visites pronto.

Al escuchar mi petición respecto a las semillas, la joven se limitó a asentir con una sonrisa, pero después de acercarse a un rincón donde tenía un montón de plantas, la joven añadió que me dejaría semillas de tres variedades de flores que tenía en el jardín, pero si necesitaba más podría escribirle o visitarla... ¡¡visitarla!! ¡¡Jamás me habían hecho una propuesta de ese calibre!! ¡¡Estaba tan contenta!!

-Muchas gracias – Dije radiando de felicidad mientras aceptaba sus semillas entre mis manos – Usted también puede venir a mi casa si gusta.

De pronto me percaté de un detalle que podría ser fatal para Bella, pues mi señor esposo era un cazador y yo había logrado salvarme por los pelos, es más no sabía cuando me duraría la suerte, un día podría hacer un paso en falso y acabaría muerta.

-O bueno... mejor no... - Dije dudosa - Mejor ya vengo yo – Le dije con una sonrisa para disimular mi preocupación – Su cabaña es más original que la casa en la que habito.

Empecé a seguir a la joven, pues ambas ya habíamos salido ambas de su cabaña y nos dirigíamos por un camino que ella bien conocía y en donde podríamos conseguir una carroza. Para pasar el rato, la joven optó por hacerme una especie de guía del pueblo que se situaba cerca de su vivienda.
Era divertido pues era completamente diferente a como era la ciudad. En vez de restaurantes tenían cantinas, en vez de tiendas de perfumería o de ropa tenían tiendas donde se vendían venenos para insectos. Era todo muy curioso, jamás había paseado por un lugar como ese. Sin embargo, la gente que nos rodeaba nos miraba extraño... quizás iba demasiado llamativa, me tapé mejor con la capa que tan gentilmente me había prestado Bella, ahora entendía por qué estaba tan empeñada en que me la pusiera.
De pronto, nos paramos frente a una pequeña casita desde donde se oían ruidos de caballos y comprendí que en ese lugar se podía comprar o bien alquilar carruajes. Opté seguir a la joven cuando esta se adentró en el edificio. No era muy grande, solo contaba con dos plantas a simple vista, pero parecía espacioso. Negoció con el dueño de los carruajes mientras yo observaba el decorado del edificio, pues mi padre me había dicho desde bien pequeña que no debía meterme en los temas de negocios. Era muy sencillo, demasiado, pero era acogedor a su manera.
La joven me susurró que se había encargado de que el encagrado de llevarnos no nos molestaría y no nos haría preguntas fuera de lugar. Me limité a asentir en silencio, Bella era una buena negociante. Jamás me habían dicho que las mujeres eran malas en los negocios o algo así, pero como que mi padre me prohibía participar en esos temas pensé que quizás el problema era ese, pero Bella había desmentido mis suposiciones.
De pronto, la joven me cogió de las manos y me dio las gracias a la par que me comentaba que esperaba mi próxima visita. No pude evitar sentir una espécie de despedida en sus palabras. La miré extrañada.

-¿No va a acompañarme? - Pregunté algo triste. Aunque pensandolo mejor, eso sería lo más seguro para ella. Mi esposo no era agresivo, pero quizás Bella pensaría que también es una persona con poderes sobrenaturales y podría exponer su habilidad de cambiaformas lo que podría ser fatal para ella.

Miré sus ojos azules con una sonrisa triste. Estaba tan bonita con ése brillo melancólico en sus ojos, que no podía dejar de mirarla. Había tanta paz en ella, que era casi imposible sentirse mal en su compañía. Normalmente se erizaría ante la presencia de un vampiro, pero ella era diferente, tan humana........

- No, Melanya. Ambas sabemos que cada una tiene su lugar.- Negué con la cabeza y me limité a cerrarle mejor el abrigo que la cubría.- Cuando subas al carruaje, no te quites la capucha hasta que llegues a tu hogar. Sólo cuando entres, y repito, sólo dentro. Quítate la capa.- Apretó sus labios mientras pensaba en los peligros que había en tan sólo unos 120 kilómetros más al sur. El pueblo en el que vivía no estaba muy lejos del centro de París, porque no sería rentable, y a pesar de su tendencia a la soledad, disfrutaba de las comodidades que brindaba la ciudad.

Escuchó cómo el dueño del local se aclaraba la garganta, y miraba mis manos cerrando el abrigo de Melanya con interés. Sabía que era un pueblo, y cualquier muestra de familiaridad era estudiada y almacenada en la memoria para ser comentada más tarde. - ¿Está todo preparado?.- Le dije con un tono frío. Casi de inmediato, los ojos del hombre se unieron con los míos. Su espalda se enderezaba mientras abría la boca para confirmar mi pregunta. Asentí y volví a mirar a Melanya.- Ten cuidado. - Le sonrió y luego la acompañó al carruaje.

El conductor ya estaba sentado en la parte delantera y calmaba a los caballos con murmullos suaves. Sus manos apretaban las riendas de cuero del carruaje, y su mirada se centraba en el frente. Nunca nos miró mientras Melanya se adentraba en el carromato. Los pies de su amiga parecían flotar sobre los peldaños, y desaparecieron detrás de la portezuela. - Escribidme si necesitáis mi presencia. Y visitadme. Estaré aquí para vos, amiga mía. - Elevó su voz para que Melanya pudiera escucharla en el interior del carruaje. Era un momento emotivo para ella, porque tan pronto la había encontrado, volvía a perderla.

Realmente mi pregunta no necesitaba respuesta, pero Bella optó por otorgarmela más quizás le dolió más que a mi. Me limité a asentir ante sus siguientes palabras mientras observaba como me colocaba mejor el abrigo. Al parecer los hombres encargados de transportarme no eran totalmente de fiar, pues sino, la joven no pondría tanto énfasis en que tapara mis ropajes y no dejara al descubierto mi identidad.
No pude evitar sonreir aunque la escena era ciertamente triste, pues era una despedida, parecíamos como madre e hija una cuidando de la otra. Era curioso, pues lo más seguro que este era el contacto más parecido al de una madre que tuve en toda mi vida.
De la posibilidad de llorar me libró el propietario del edificio en el que nos situabamos. Arabella le cuestionó si tenía todo listo, yo me limité solamente a mirar al hombre para ver lo que nos decía. Sería extraño que nos interrumpiera sin estar todo listo. El hombre confirmó al fin que estaba todo listo y parte de mi corazón murió en ese momento.
Nos dirigimos hacia el carruaje destinado a mi transporte. No me quería ir, no ahora que había conseguido una amiga, pero todo era tan difícil... me tenía que ir. La cabaña de Bella quizás era muy cómoda, pero lo más seguro es que no estaba adaptada para mi condición.
Cuando vi el carruaje unas ganas insaciables de pararme llenaron mi corazón, ¡¡quería pasar más tiempo con mi nueva amiga!! pero era imposible. Para, Melanya, ¿desde cuando eres tan caprichosa? Debes volver a tu hogar, no te puedes quedar aquí. Para.
Me subí al carruaje sin decir nada. Cuando me acomodé Bella me comentó que le podia escribir si necesitaba hacerlo más también la podía visitar pues estaba allí para mi, para lo que necesitara. No sabía muy bien si esas palabras deberían de haber sido dichas pues las ganas de quedarme aquí para siempre incrementaron, pero comprendí que realmente eran necesarias, necesitaba saber que Arabella me necesitaba y que podía escribir al menos alguna carta para ella.

-Lo haré, no dude en escribirme vos también – Fue lo único que le dije pues la mirada del propietario del edificio se clavaba en mi, como analizando cada pelo de mic uero cabelludo. Era francamente desagradable y me impedía decir lo que realmente quería decirle a la joven – Le escribiré en breve, no se preocupe.

Con esas últimas palabras, el carruaje arrancó. Muy tarde me acordé que podría haberle dejado algún recuerdo mio a la joven, mirando a las semillas que me había dado tan generosamente fue cuando me percaté de aquello. Era un desastre como amiga, podía haberle regalado un collar u otra cosa. Suspiré. Era un desastre.