Qué he hecho para ultrajarte - Januman, privado.

por **Lais Delacroille** Lun Feb 11, 2013 8:30 pm

Hacía frío. Tenía los dedos congelados y apenas podía sentir las yemas, quemadas por el contacto con el hielo. El azul de sus ojos había perdido vida, tornándose de un color grisáceo, similar al de su piel. Su última comida habían sido unas migajas de pan que había encontrado en la basura y que sin ninguna dignidad se había introducido en la boca, obligándose a masticarlas, entre sollozos que nadie fue capaz de escuchar.

Su vida era miserable y lo seguiría siendo. Se imaginaba el futuro y quería romper a llorar. Veinte años más, huyendo, por no acabar con su cabeza clavada en una estaca. El pensamiento le produjo escalofríos. Se dejó caer detrás de un mausoleo, bajo la protección de una enorme roble y cerró los ojos durante un par de minutos, los suficientes para aguantar un par de horas despierta.

- Mi pobre alma...¿Qué has hecho con mi pobre alma?- le preguntaba al Dios al que durante tanto tiempo veneró.- Dime, qué es lo que he hecho mal. ¿Por qué merezco esta desdicha? ¿Dime, señor, qué he hecho para ultrajarlo?

por **Yannick Dómine** Miér Feb 13, 2013 8:16 am

Hacía frío, pero eso no suponía ningún problema para el cambiaformas, principalmente porque él no enfermaría por algo tan absurdo como eso, en realidad no lo haría por nada. De todas formas, cuando estaba en aspecto humano, sí que se resentía al notar la brisa helada golpearle, así que cuando estaba en tierra se abrigaba. Además, ese día no iba a estar guarecido en una cálida taberna o entre las sábanas de la sucia cama de un burdel, porque era el día en que se dedicaba a saludar a sus antepasados. Sus abuelos y su padre, ya fallecidos. Su progenitor era humano, así que obviamente no había tenido la posibilidad de disfrutar de una vida tan larga como la de él o su madre.

Paseaba entre las piedras del cementerio, observando nombres, viendo las nuevas agregaciones hechas a aquel lugar. A veces sonreía, porque recordaba haber visto a algunos de ellos, tenía buena memoria para lo que le interesaba. Ya había pensado que sería una visita rápida, entraría en el mausoleo familiar, entregaría sus respetos a los fallecidos con las flores que traía en la mano, y luego simplemente se marcharía. Sin embargo, su fino oído captó algo, así como un aroma desconocido, aroma de algo vivo. Se movió despacio, rodeando el mausoleo familiar y clavando los ojos en la figura que se acurrucaba allí detrás, entregando preguntas al aire que sin duda no iban a ser respondidas por quién ella parecía pretender, pues Dios no se molestaba en cosas tan banales. Aun en silencio, sigiloso como era, rompió el capullo de una de las flores, separándola del tallo que quedó junto al resto del ramo. tiró el susodicho hacia las piernas de la muchacha, formando en sus labios una suave sonrisa.

— Al igual que esa flor, ahora rota, podría tener un mejor lugar donde yacer...¿por qué estáis vos aquí? — preguntó con tono calmado, casi cantarín, pero sin acercarse más a ella para no asustarla. Sus ropas en ese momento eran las de alguien de su condición como clase alta, algo que su madre le exigía cuando iba a visitarla y a hacerlo con sus parientes, así que quizás ella pudiera pensar que iba a echarla o repudiarla, nada más lejos de la verdad — No creo que este sea un lugar lo que se dice agradable para pernoctar. — la pobreza que había en París no era ninguna novedad, ¿pero dormir en un cementerio? O siquiera esconderse...era escalofriante.

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