Victorian Vampires
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PARÍS, FRANCIA
AÑO 1842

Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.

Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.

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Adrian James Wessex

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Mensaje por Adrian J. Wessex Mar Feb 12, 2013 10:00 pm




DATOS BÁSICOS
→ Nombre del Personaje: Adrian James Wessex
→ Edad: 37 Años
→ Especie: Humano
→ Tipo, Clase Social o Cargo: Extranjero; Rey de Inglaterra
→ Orientación Sexual: Bisexual
→ Lugar de Origen: Londres; Inglaterra

DESCRIPCIÓN FÍSICA
Habiendo nacido en una de las cunas posiblemente más altas, si algo se puede destacar en Adrian a primera vista es su elegancia natural. Un porte orgulloso que, independientemente de su género, es habitual de ver en aquellos que cómo él poseen un título real de severa importancia. En este caso, siendo rey, pocos pueden igualársele.

Dejando su título a un lado, sin embargo, se puede describir a Adrian como un hombre varonil que tampoco habría tenido problemas de sobrevivir aún no siendo de un estatus superior. A sus actuales treinta y siete años y habiendo dejado la adolescencia física mucho atrás, su cuerpo está a la plenitud de su desarrollo. En su metro noventa y cinco de altura, muestra una complexión bien musculada que lo convierten en el hombre fuerte que es. De espalda ancha, sus pectorales están bien definidos aunque tampoco en exceso; pues hace el ejercicio justo para mantenerse en forma. Cabe destacar, que su complexión nunca fue flaca ni de mal ver. Brazos igualmente musculados, robustos y terminados en manos de dedos proporcionadamente grandes y alargados. Piernas, del mismo modo largas y bien musculadas, acabadas en pies de igual forma proporcionados al resto de su cuerpo; no precisamente menudo.

Su rostro, por otro lado, nos muestra una faceta completamente diferente. De facciones duras pero, al mismo tiempo, juveniles y pícaras; Adrian se ve como alguien maduro por el que pasan los años. De un tiempo a ahora, aunque su personalidad no se ha visto cambiada en demasía, así no ha sido con su expresión facial. Tornándose más inquebrantable y letal, tanto como juguetona y pícara; cada una en sus respectivos momentos. De ojos castaños y melena del mismo color, algo más oscura, lacia habitualmente larga hasta los hombros. Años atrás, también la llevó recortada en un estilo más parecido al militar. Y, como no mencionar, una señal muy importante de su cambio físico; su barba. No muy frondosa pero sí cuantiosa, le rodea prácticamente la parte inferior de su rostro; incluyendo la boca. Aunque de joven tenía por costumbre rasurársela, por estética, desde hace unos cuantos años que solo se la retoca sin llegar a quitársela del todo. Le confiere, sin duda alguna, un aspecto mucho más maduro y respetable.

DESCRIPCIÓN PSICOLÓGICA
"Reyes o gobernantes no son los que llevan cetro, sino los que saben mandar."
Sócrates
Para describir psicológicamente a Adrian, hace falta señalar un par de hechos que modificaron su psique convirtiéndolo en el hombre que es a día de hoy.

Empezaremos con su repentina ascensión al trono, siendo tan solo un adolescente de diecisiete años recién cumplidos. Junto a este echo, se le suma el que a la vez (meses antes, de echo) se vio obligado a contraer nupcias con la que ha sido hasta el momento su única esposa. Un matrimonio sin el cual, precisamente, no podría haber obtenido el cargo mencionado anteriormente. Y que se llevó a cabo exclusivamente con ese fin ¿Qué adolescente en una situación normal, sino, se casaría a tan temprana edad? Pero Adrian, dejó de ser un adolescente desde el mismo día en que se convirtió en el Rey de Inglaterra. Ni siquiera un adulto echo y derecho podría estar preparado para semejante responsabilidad, es lógico pensar que el chiquillo tuvo que crecer de golpe y no precisamente gracias a la ayuda de los que le rodeaban. Muy al contrario de apoyarle, se encontró prácticamente solo; un echo más que lo llevó a desarrollar su parte más solitaria y abstraída. Parte que aún ahora, a pesar de estar prácticamente siempre rodeado de gente, conserva para sus momentos de más estrés psicológico y en privado. Considerándose como una debilidad, no es algo que le agrade mostrar abiertamente.

Una vez pasado lo que podría considerarse como más difícil de su transición de Príncipe a Rey, fue cuestión de tiempo que las cosas agarrasen el rumbo predestinado. Y con el tiempo, también se fue forjando el verdadero Adrian. Un hombre orgulloso y egocéntrico (en gran medida) que no por malos motivos se tiene bien creído su puesto en la sociedad como "superior". Si bien no se puede considerar como déspota, tampoco juega limpio si la oportunidad de ganar a cualquier coste se le presenta. En el amor y en la guerra todo vale; es su frase a citar preferida. En ese sentido, se le puede considerar todo un hijo de puta sin duda alguna. Cuando se trata de negocios que le atañan o atañan a la corona, no tendrá piedad de sus enemigos ni tampoco de sus amigos. Desconfiado, es otra de sus cualidades. ¿A caso tiene permitido no serlo? Por supuesto que, no. En absoluto. Confiarse de alguien que pretende ser tu amigo es la debilidad más grande que puede tener; comprobado con hechos que le ayudan a recordar por qué no debe fiarse de todo aquel que le tienda la mano amigablemente. En su entorno social no solo abundan las fiestas y las risas, la envidia también se hace dueña de aquellos que ansían poder. Su poder, para ser exactos.

En un ámbito más privado y de confianza, sin embargo, se llega a mostrar como un hombre extrovertido (de echo, suele serlo en casi cualquier ámbito, lo que cambia es la sinceridad que tengan sus actos). Un alegre bromista, que hará cuanto esté en su mano por defender a capa y espada a aquellos que estén bajo su protección; gente de su más estricto círculo. Familiares. Amigos, verdaderos amigos. Poco más, dado que no es un círculo amplio como cabe esperar. Para terminar; el amor. No hay mucho que decir de él pues mucho no ha tenido que ver en la vida de Adrian. Una esposa a la que apreció (casi amó) y perdió fue suficiente para darse cuenta de que no necesitaba tal sentimiento en su vida. Profesa amor a su madre y a su hija, claro que, es un amor completamente diferente del que en su día pudo haber llegado a profesar a su difunta esposa.

HISTORIA
"Hay hombres que luchan un día y son buenos. Hay otros que luchan un año y son mejores. Hay quienes luchan muchos años, y son muy buenos. Pero hay los que luchan toda la vida, esos son los imprescindibles."
Bertolt Brecht

Saludos.
Creo que no nos han presentado, soy Adrian James Wessex. Aunque no es frecuente que utilicen mi segundo nombre, pero ahí está. Se lo debo a mi abuelo. Creo que estáis a punto de leer mi historia. Podría contarla yo mismo.. pero no. El narrador está para eso y no está entre mis aficiones robar empleos. Solo diré que prestéis atención. Puede que no sea muy larga, o al contrario, terriblemente extensa. Pero, sea como sea, será algo que vale la pena leer.

Porque esta, es mi historia.
La historia de un Rey.
***
1.763
Inglaterra.
Aquí es dónde todo comienza. Para Adrian, por lo menos. En un frío día de invierno, los copos de nieve dan la bienvenida al primer y único heredero de la familia real Inglesa. En efecto, Adrian. Adrian James, así es como será conocido a partir de entonces. Esa helada mañana de diciembre, se celebraba no solo el nacimiento de un niño, sino además el de un niño varón. Un dato, si tenemos en cuenta las leyes reales, realmente importante. Un heredero. Y cuán importante es para esa familia, haberlo concebido finalmente. Ese día será recordado durante mucho tiempo. El día que unos padres llevarán grabado en sus corazones; para siempre.

***
El bebé pronto se convirtió en un niño. Un niño que, de gatear, pasó a andar con asombrosa rapidez. Un niño hermoso, criado por una familia que lo amaba y le concedía cualquiera de sus caprichos. Un niño consentido. Aunque no por ello todo eran rosas para Adrian. Nacer en una familia que tenía importantes privilegios tenía sus cosas buenas, muy buenas, pero también sus cosas malas. Si bien no le faltó amor en su infancia, relacionarse con alguien ajeno a la casa real al principio era imposible. Con el tiempo, se convirtió en impensable. Por su bien, por el bien de conservar esa inocencia que por aquel entonces poseía, fue privado de amistades o cualquier tipo de relación que no fuera exclusivamente con su familia o sus cuidadoras. ¿Compensarían sus caprichos aquello? La soledad, que en momentos concretos, le invadía. La envidia, viendo el mundo solo a través de una burbuja. Siendo inaccesible.

Pues, tengo que decir, que con el tiempo todo fue acostumbrarse ello. No conociendo la vida de un niño normal, tampoco llegó a echarla en falta. De niño, pasó tranquilamente a adolescente. Un adolescente que no salía de casa sin sus, como mínimo, cuatro guardaespaldas que lo vigilaran. Más todo lo demás. Eventos públicos, la enseñanza privada, el ver a diario cómo era la vida de un Rey y la de su Reina. Desde muy joven se le preparó, mentalmente, para que fuera consciente de que en su madurez se convertiría en lo que era su padre entonces. Él, aunque desde un principio se mostró como un hijo obediente y aceptó el que era por obvias razones su destino, aún más siendo el único hijo, no podía evitar aquellos momentos en los que deseaba libertad para elegir. Egoístamente, en más de una ocasión, quiso ser un chico normal. Deseos que con el tiempo se fueron apagando, siendo cada vez más impensables. No solo porque sus padres no volverían a concebir, sino porque Adrian se estaba acostumbrando cada vez más a las comodidades que le suponía ser un heredero. A las atenciones. Incluso a los actos públicos y al papel que a él, como adolescente que empezaba a ser, le tocaba representar. Poco a poco, se dio cuenta de que solo necesitaba apartar la mirada de los demás. Esa era su vida. La vida que conocía. La vida que le había tocado vivir. Y era afortunado, por eso, la disfrutaría sin preocupaciones.

O eso creía.
***
No fue hasta el año 1.780, con Adrian habiendo recién cumplido sus diecisiete años, que la vida que hasta el momento conocía y por fin había aprendido a aceptar por completo dio un giro de trescientos sesenta y cinco grados.

El mismo invierno que le dio la vida, fue el que se llevó la de su padre inesperadamente e inexplicablemente. Un día, simplemente, ya no despertó. La medicina, aunque avanzada, no logró explicar los motivos. No fue envenenado ni se pudo encontrar cualquier otra sustancia extraña en su cuerpo. Certificando, después de duros días de investigación, que resultó ser completamente natural. Un suceso devastador, tanto a nivel familiar como a nivel político. Para Adrian, el más importante de su vida. El que lo cambió absolutamente todo.

Con su padre muerto, el puesto de Rey quedaba al descubierto. Si bien, para momentos como aquellos, se había designado el que sería el sustituto hasta que el heredero tomara el cargo. O incluso a la Reina podía dársele tal poder, siendo la cónyuge. Lo cierto es que no era en absoluto favorable para lo que en esos momentos se estaba viviendo en el País. Con Estados Unidos peleando por su independencia, se necesitaba a alguien al mando con urgencia. A alguien que terminara lo que el Rey había empezado. Y si Adrian no podía, estaban seguros de que buscarían al siguiente en la línea de sucesión cualificado para ello, sin importar qué ni quién intentara impedírselo. Ni que fuera derecho por ley del heredero, aún siendo tan joven. Por eso fue que hicieron lo único que podían hacer. Obligarle a tomar el cargo, no sería la palabra adecuada. Adrian aceptó. Conociendo la situación del país y de lo que ocurriría en caso de que se negara, no le quedó otra opción. Aceptar por el bien de la monarquía. Aceptar por el bien de su país. Aceptar por el bien de su familia. ¿Aceptar por su bien? No fue capaz de contestar a esa pregunta.

Pero la cuestión es que, de esa forma, Adrian comenzó así su mandato solo unos meses después de la muerte de su padre. En la primavera de 1.780, el adolescente heredero de diecisiete años, se convertía en el Rey de Inglaterra.

***
Ahora que Adrian se ha convertido en el nuevo Rey, se le exige un cambio radical de él mismo. Se le exige pasar de la adolescencia a la madurez, sin termino medio alguno. Y, como una parte más de ese cambio, se añade el que haya contraído matrimonio a penas unos días antes de tomar el cargo. Formaba parte de los requisitos para poder ser Rey, tener un cónyuge, así que lo aceptó de igual manera. Alexandrina Elisabeta de Wessex, una joven de a penas quince años, para la que el destino también le jugó una mala pasada. A Adrian, sin embargo, no podía importarle menos. Encerrado en su mundo, en su nuevo mundo, solo tenían cabida los problemas del país y el convertirse en alguien a quien no subestimaran por su juventud. Su soberbia y orgullo, siempre presentes, más que nunca se desarrollaron a lo largo de este período de su vida. Los primeros años no fueron fáciles. Ni para él, ni para su entorno. Nada fáciles.

1.788
Inglaterra
Año de vida y muerte en la vida del que ya llevaba casi nueve años de reinado en Inglaterra. Año de vida, porque nació su bendición más grande, Sophia Dorothea, en un día tan caluroso que contrarrestaba por completo el día de su propio nacimiento. Y el de la muerte de su padre. Sin embargo, la misma vida que Alexandrina acababa de dar a luz se llevó la suya propia, dejando a Adrian como un viudo Rey y, al mismo tiempo, padre soltero. Dos sucesos contradictorios que le llevaron a una encrucijada. Aquel día aprendió una valiosa lección que perduraría muchos años después; la lección de valorar la vida. Tanto la que acababa de nacer, como la que se había ido. Ese día descubrió cómo casi había llegado a amar a Alexandrina hasta el punto de sentir un enorme vacío en su interior, vacío que cubrió al mismo tiempo con Sophia. Así es, la pequeña niña se convirtió en el único ser, a parte de su madre, que amaría durante el resto de su vida ocurriese lo que ocurriese. Y aquel día también decidió, como algo personal, que jamás volvería a desposarse. A pesar de la apariencia de mujeriego que siempre había dado desde que subió al trono, no había sido nunca infiel a su mujer, respetando los votos que una vez había pronunciado sin ni siquiera sentirlos. Pero los había respetado, por ella y por él. Después de su muerte, no había razón ya para contenerse y mostrar al verdadero mujeriego. Nada le ataba. Ninguna mujer a la que tuviera que serle leal, pues tanto a su madre como a su hija les era y sería siempre leales de muchas otras maneras. Y si bien es cierto que muchas veces se especuló que Sophia necesitaba una figura materna sólida para su buen desarrollo, además de que Adrian necesitaba engendrar a un varón que le sucediera, y por supuesto en matrimonio, él no iba a tener una nueva esposa. Ni ahora, ni en lo que le quedara de vida.

1.800
Actualidad
El tiempo transcurre y muchos años han pasado ya. Adrian hace mucho tiempo que dejó de ser un muchacho, en todos los sentidos, siendo muy reciente su trigésimo séptimo cumpleaños. Treinta y siete años, veinte desde aquel prematuro día que con diecisiete fue coronado como Rey de Inglaterra. Un Rey que si bien tiene una vida privada algo cuestionable, no tiene parangón en el manejo del país. Sus decisiones como soberano han sido incuestionables, al principio asesorado, pero con el tiempo convirtiéndose a si mismo en su propio consejero. Tal y cómo están las cosas, nunca ha podido permitirse a gente de confianza. No más de uno o dos, a lo sumo, excluyendo a su familia. Familia que se vio ciertamente aumentada, teniendo ahora un hermanastro de quince años; William Adrian. Adoptado en unas especiales circunstancias, William no sólo le solucionó el que no tuviera heredero, sino que además permitió a una Sophia ya de doce años tener una compañía fiable. Del mismo modo que Adrian no podía fiarse de cualquiera, mucho menos su hija. Que después de crecer en un ambiente de soledad, relacionándose con gente mucho mayor a ella, no le vino nada mal alguien más cercano y con el que compartir cosas más personales.

El tiempo transcurre y la vida de Adrian y todos aquellos que le rodean; continúa.

FAMILIA
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Cabeza de la familia Wessex y predecesor de Adrian, que del mismo modo, comenzó su reinado a una pronta edad después del fallecimiento de sus padres. Ambos, en este caso, los abuelos que Adrian nunca llegó a conocer. Fallecido en el invierno de 1.780 d.C por causas naturales. Buen Rey y un modelo a seguir para su hijo.

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Esposa de Henry, ahora viuda, y madre de Adrian. Charlotte siempre se ha caracterizado por su buen corazón y su mano firme a la hora de ayudar a su marido a gobernar el País. Al contrario de muchas mujeres, que sólo sirven cómo un adorno para los hombres, el carácter de Charlotte nunca le ha permitido quedarse al margen ni disfrutar de una vida de riquezas sin más. Ama a sus hijos más que a nada en el mundo, del mismo modo que amó a su esposo en vida. Nunca ha pensado en casarse de nuevo, pero sí tiene sus escarceos al ser una viuda relativamente joven y bella.

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Alexandrina, la joven con la que Adrian contrajo matrimonio el mismo mes en el que fue coronado como Rey, jugó un papel fundamental en la vida del joven. Apreciada por él, aunque a penas demostrara tal cosa. Llegó a amar a Adrian y, al igual que Charlotte, en los nueve años que pasó a su lado nunca sirvió de mujer florero. Fallecida en el verano de 1.788 d.C después de dar a luz a su hija; Sophia.

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El pequeño milagro de Adrian y su más grande debilidad. A pesar de lo turbia que se le pueda conocer su vida privada, todo el mundo sabe que si hay alguien a quién adora esa persona es su hija. Consentida y amada como ninguna otra niña, Sophia creció junto a Adrian como su padre y Charlotte, su abuela, como su figura materna. Teniendo actualmente unos doce años, no se puede considerar una chica malcriada, pero sí excesivamente espabilada. Aprende con mucha facilidad. Alegre pero algo solitaria, aunque no tanto desde la llegada de William, y traviesa. Con los genes de las mujeres Wessex en sus venas Sophia tampoco sirve como una simple muñeca, posee aún a esa temprana edad el ingenio suficiente para meter su nariz (habitualmente) en los temas de su padre.

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El más reciente e inesperado miembro de la familia Wessex. Hermanastro de Adrian e hijastro de Charlotte, William fue recogido de las calles por el mismísimo Rey de Inglaterra. Muchos años después de la muerte de Henry y ya siendo Adrian todo un adulto, Charlotte empezaba a sentir la soledad que sólo podía cubrir con su preciada nieta. Soledad que se vio mermada en el mismo instante en el que William, por aquel entonces un muchacho de nueve años, cruzó las puertas de su casa. Pocos meses después pasó a ser oficialmente un hijo más y un hermano, no sólo para Adrian (quien no podía evitar verlo más como otro hijo) sino para la niña Sophia, de sólo seis años. Desde entonces han sido inseparables.

EXTRAS
→ A pesar de los rumores que corrieron alrededor de Adrian durante su matrimonio, él jamás le fue infiel a su mujer.

→ Es un hecho que le gusta el sexo y las fiestas, a las que acude (y celebra) cada vez que puede. Pero cuando tiene que ser serio en el trabajo, también lo es.

→ Una vez adoptado, William fue renombrado como "William Adrian Wessex" no sólo portando el apellido de la que sería ahora su familia sino portando también el nombre de su "hermano", saliendo de él el querer llevarlo, puesto que fue Adrian quién le cambió la vida.

→ Aún después de doce años de estar viudo, a día de hoy, siguen insistiéndole sutilmente para que tome una nueva esposa con la que engendre un varón para sucederle en el trono. Él, aferrado a la promesa que se hizo de no volver a desposarse, mantiene una y otra vez que llegado el caso William será el heredero; siendo este lo suficiente joven. Aunque a él realmente le da completamente igual y cree estúpida esa norma, pero Sophia no parece querer ser su heredera después de todo.

→ La familia Wessex lleva durante tres generaciones en el trono, sin embargo, tiempo atrás no fueron los sucesores directos de la corona. El que sus antepasados sin ser línea directa alcanzaran el trono es algo que ha venido persiguiendo a su familia, motivo por el que siempre (siempre) han tenido que estar en guardia. La envidia de aquellos que estuvieron muy cerca de conseguir su lugar es muy peligrosa y lo saben muy bien.

gracias a αgusτınα• de sourcecode


Última edición por Adrian J. Wessex el Lun Abr 29, 2013 12:11 pm, editado 7 veces
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Mensaje por Nigel Quartermane Vie Feb 15, 2013 12:47 am

CUANDO TERMINES TU FICHA VUELVE A POSTEAR PARA QUE UN MIEMBRO DEL STAFF PASE A REVISARLA, GRACIAS.
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Mensaje por Adrian J. Wessex Lun Abr 29, 2013 12:15 pm

Terminada POR FIN
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Mensaje por Nigel Quartermane Lun Abr 29, 2013 6:00 pm

FICHA APROBADA
Bienvenido a Victorian Vampires

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