Foro de rol situado en el París del siglo XIX; encontrarás vampiros, licántropos, cambiaformas, hechiceros, humanos, etc. (Advertencia: Sitio +18 años).
PARÍS, FRANCIA AÑO 1842
Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.
Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.
¿Estás dispuesto a regresar más doscientos años atrás?
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Medio desparramado en la silla. Así me hallaba. Desparramado en la silla, trasnochado, cansado y un tanto ojeroso por la falta de sueño de los días anteriores. Y es que después de siete exámenes, y tres proyectos entregados, todos los allí presentes, en la oscura aula del profesor de estructura de la universidad, éramos zombies vivientes, con cara de asco y mirada perdida. Las motas de polvo se veian caer lentamente a traves de un frágil rayo de luz, mientras que de fondo, la voz pausada e incitadora al sueño del arcaico mentor resonaba casi hipnotizandonos.
Pero entonces, cuando el aburrimiento no podía alargarse mas, y cuando incluso -ya ajeno a lo que pasaba- me habia puesto a jugar con una pequeñita arañita que se paseaba por mis libros... ¡un sonoro carpetazo en la cabeza casi me hace caer de la silla! sacándome de mis cavilaciones con violencia -aunque violencia es poco decir-
Ghnrsghhss! Aghñaaaa! Bruto que eres! Comente acelerado ante el brusco llamado de atención, mientras me daba prisa en darle un sonoro librazo en el hombro, queriendo darle algunos que otros golpetazos que él esquivo con su sonrisa de triunfo.
QUE SUCEDE AHÍ ATRÁS!?
Comento el uraño profesor de estructura, encendiendo las luces y parando un momento el protector, -con aquella película sobre construcción que ya habiamos visto 10 veces esa misma semana- mientras nos miraba fulminándonos, a la vez que cada uno de nosotros miraba en una dirección distinta, con semblante relajado y todo en su sitio. A la vez que Vika y yo le mirábamos con unos gestos de consternación e indignación muy bien ensayados.
¿Sucede algo Sr. Clermont? El cascarrabias profesor nos fulmino una última vez antes de volver a apagar las luces, continuando con su largo discurso sobre las edificaciones y sobre los mejores materiales para crear una obra adecuada al lugar… y su largo blablablá repetido hasta la saciedad. Por lo que tras suspirar, y echar mis cabellos hacia atrás, me cruce de brazos y mire hacia el lado, donde Vika se quitaba la bufanda acomodándose en el asiento.
¿Porque llegas tarde, tu? Se supone que el impuntual soy yo. Comente entre susurros mientras éste me miraba y resoplaba con gesto de cansancio. ¿Otra vez escapando de las chicas? Si es que mira que eres… Gire la cabeza un tanto indignado ante lo que suponía que era el motivo de su retraso, pensando en la buena suerte que tenia él y la mala que tenia yo en esos aspectos. Pero entonces, cuando ya me habia distraído otra vez, las luces se encendieron, cegandome bastante.
"…Y es por eso que Irlanda ha sido escogida como lugar preferente este año. ya que al presenciar vuestros últimos trabajos, hemos decido que lo mejor sea realizar un viaje en el que podáis poner vuestros conocimientos en prácticas reales. Teniendo en cuenta que si lográis los cometidos que proponemos, podréis comenzar a hacer sonar vuestros nombres en el campo. Participando activamente en lo que es el proyecto de ..."
Mire de reojo y me encontré con la mirada de reojo de Vika que me miraba con la sonrisa torcida igual que yo.
¿Sabes lo que significa eso...no?
Gabriél Délvheen
Humano Clase Alta
Mensajes : 106 Fecha de inscripción : 03/03/2012 Localización : Entre París y Leiden
- Con tu absurda y vergonzosa actitud no haces más que insultar la memoria de tu hermano.- espetó Erlend, dando un puñetazo en la mesa que hizo brincar los platos y las copas.- ¿Crees que suplantarle es divertido? ¿Que forma parte de un juego? ¡Me niego a seguir formando parte de esta mentira! ¡Estoy harto de escuchar extrañas habladurías sobre mi supuesto primogénito! Sobre todo cuando él no puede defenderse.- añadió, apartando con la mano los trastos de la mesa que con un gran estruendo cayeron al suelo haciéndose añicos, estremeciéndome sin poder evitarlo. El color púrpura conquistó las sendas de su rostro y su saliva salió disparada hasta bañar mi frente cuanto más él se inclinaba hacia mí.- Si tanto detestabas tu vida y admirabas la suya, habrías podido morir tú en vez de...
- ¡BASTA!
Erlend desvió la mirada hacia la puerta, dónde la figura de mi madre se hallaba cruzada de brazos y con aspecto agotador. Contuve el aliento, dejando que la tensión de aquellos minutos interminables hicieran mella en mí. Apreté mis puños con fuerza para contener las ganas de llorar, tan impropias de un hombre. ¿A quién pretendía engañar? Yo nunca sería como Iver. Jamás podría siquiera ser comparada con él. Papá, probablemente tenía razón: era un insulto para su memoria.
Mamá entreabrió los labios y en ese mismo instante yo me alcé de la pesada silla de madera y la retiré pese a sus quejidos al rozarse con las maderas del suelo. Llevé el sombrero a mi cabeza y alcé el mentón hacia mi progenitor, quién al fin desvió la iracunda mirada dirigida a mamá para fijarse de nuevo en mí, frunciendo el ceño. Sus uñas se clavaron en la mesa.
- Gracias por el desayuno.
Me retiré de la mesa y besé la mejilla de mamá antes de llevar la mano a mi abrigo negro y a la bufanda marrón, abrigándome antes de recoger el maletín y la carpeta situados a pie de las escaleras y dirigirme hacia la puerta. Llegaba tarde a clase.
- Señorita Vika...
Me detuve con la puerta abierta y ladeé mi rostro, sonriendo a Bridgid, mi nodriza desde que tenía uso de razón. Ella era una de las personas más importantes de la vida, quién, a escondidas de mi padre, siempre me consentía y ayudaba en aquello que necesitara. Era una de las pocas aliadas en casa que contaba, pues mamá... Bueno, odiaba pedirle favores que tuvieran que ver con papá, pues no quería desgastarla con mis problemas y los sermones que Erlend podría darle al conocer de su traición. Prefería mantenerla al margen de mis asuntos. Pero Bridgid... era un caso aparte.
Ella me lanzó un trapo blanco que contenía algo firmemente anudado. Con rapidez lo desenvolví y encontré un pan redondo y junto a él, un trozo de chocolate. Le guiñé el ojo y me despedí con la mano, cerrando la puerta tras de mí para caminar hacia los establos, dónde, sin permiso de mi progenitor -algo que le fastidiaba enormemente-, tomé uno de sus corceles favoritos y tras montar su silla, subí a sus lomos y cabalgué con prisa hacia la facultad, sosteniendo como podía aquél pesado maletín, la carpeta y el almuerzo.
Soborné a un joven vagabundo que rondaba cada mañana por los jardines de la universidad para que cuidara del caballo durante mi jornada de clases, dirigiéndome a toda prisa hacia el aula masticando un trozo de pan con chocolate, pues lo cierto es que apenas había probado bocado en casa con tanto alboroto. Mis tripas aun rugían cuando entré en clase y buscaba al pelirrojo, el más llamativo de los alumnos debido a su extravagante color de pelo. Lo localicé cerca de la puerta trasera por la que había entrado, al final del aula, dirigiéndome hasta él con la carpeta en alto para darle mis buenos días tal y como lo merecía.
- Chicas...- repetí con la voz más grave y ensayada que poseía, meneando la cabeza antes de resoplar y acomodarme en el asiento, ignorando al profesor y su palabrerío. Lo cierto era que seguía preocupada por la situación que había dejado en casa y sobre todo, me preocupaba mamá. Odiaba escucharles discutir por las noches y sentirme el centro de sus disputas. Quizás mi ausencia solucionaría sus problemas...
La voz susurrante de Biél me sacó de aquellas cavilaciones y le miré un tanto interrogante, pues no le había prestado atención alguna y no entendía de lo que me hablaba. Cuando iba a preguntarle, el profesor habló más alto y aguardé en silencio, escuchándole.
- ... Por lo tanto...- dijo, ajustándose las gafas y acercando un papel a su respingona nariz.- Los alumnos Jean Sébastien Dubois y Gabriél Harald Délvheen gozarán de una condecoración traducida en un flamante diploma firmado por el señor Leblanc, Ministro de Fomento y una estancia en Irlanda como premio, dándoles la oportunidad de participar en el prestigioso concurso de arquitectos de Dublín, un hecho de fama mundial y que se celebra solamente una vez cada década, reuniendo a los mejores...
- Señor.- interrumpió una voz frágil y aniñada, captando la atención de todo el alumnado, momento en el que yo aproveché para pasar mi brazo por encima de los hombros de Biél y tirar con la otra mano de su mejilla elástica, riendo mientras le felicitaba por sus triunfos profesionales, alegrándome de veras por él, perdiéndome la información que Declan, el alumno que había interrumpido el discurso del señor Clermont, había facilitado a la clase. El profesor retomó la palabra con su voz estridente y yo enmudecí, entornando los ojos hacia él sin distanciarme de mi mejor amigo.
- Parece que el alumno Dubois no podrá asistir a semejante honor debido a que su... ¿burra, dijo, señor Hasting?- El alumno asintió. El señor Clermont puso los ojos en blanco y retomó el papel para ojearlo de nuevo.- Resulta que se intoxicó con la leche de su burra y se encuentra indispuesto desde hace unos días, por lo que me veo en la obligación de ceder su puesto al siguiente con mejor cualificación, que es el señor... Victor Iver Hedinson, me temo.- masculló entre dientes, alzando la vista del papel para clavarla en mí.
Parpadeé un momento, inmóvil en el asiento. Necesité varios minutos hasta que al fin me animé a alzar la mano, ignorando el resoplido del señor Clermont que visiblemente, no me tenía en muy alta estima después del último incidente -que yo sólo llamaría una inocente broma-.
- ¿Puede repetir el último nombre, si es tan amable?
Biél parecía divertido ahora, ahogando una risilla ante la vena palpitante que se hinchaba en la frente del profesor, que ahora se acercaba hacia nosotros con el papel en mano, arrugándolo, inclinándose mucho hacia mi rostro, tanto que al hablar me empapó el rostro con su saliva. Deseé tener jabón y esponja a mano y así ya me habría duchado.
- USTED Y EL SEÑOR DÉLVHEEN MARCHARÁN A IRLANDA EN DOS DÍAS. ¿LE QUEDA CLARO AHORA O SE LO GRITO MÁS ALTO?
Parpadeé y llevé una de mis manos a mi rostro, limpiándome su saliva con una mueca en los labios que alteró más si cabía su actitud. Me limité a asentir y tras sostener su iracunda mirada unos segundos más, éste se dio media vuelta y regresó al frente de la clase, dándola por zanjada.
Mientras recogía mis pertenencias y charlaba con Biél sobre el viaje, el señor Clermont se acercó por detrás y tocó mi hombro con su huesudo dedo índice, por lo que di un respingo y me giré lentamente. El hombre parecía más anciana a medida que transcurrían los minutos de su aburrida clase y aquello me hizo reír.
- Aquí tienen las solicitudes que deben presentar al llegar a Dublín, las bases del concurso, la información del viaje, la autorización que deben traerme firmada por sus tutores mañana mismo, los billetes del barco y el recibo del hotel dónde se hospedarán.- informó con un tono más sosegado que antes. Parecía ejercer gran autocontrol para no soltarnos un manotazo en el cogote a cada uno de nosotros.- Recuerden: a las seis de la mañana del viernes en el puerto de París. Vengan con el equipaje imprescindible y...
- Aquí hay tres billetes de barco, señor.- interrumpí con el ceño fruncido, mostrándole las tres tarjetas de embarque. Clermont sonrió de una forma tan perversa... que casi se me caen los pantalones. Tragué saliva y me perdí en sus maliciosos y brillantes ojos de sapo.
- Oh, olvidé mencionarles lo mejor de todo, señores. Mi compañía.- terció victorioso, dando por concluida la charla para así, arrebatarme de las manos uno de aquellos billetes y abandonar el aula, dejándonos a solas y pasmados con aquellos papeles.
Pestañeé y poco a poco, ladeé el rostro hacia Biél, que permanecía igual de estático que yo. Esbocé una amplia sonrisa y entonces, empecé a dar brincos y a gritar de euforia por toda la clase en penumbra. ¡Nos íbamos de viaje a Irlanda! ¿Qué más daba si el cascarrabias era nuestro tutor? ¡Aquella era la oportunidad que esperaba! ¡Al fin mis ruegos habían sido escuchados! Ahora, sentí que mi vida tomaba un rumbo distinto, esta vez... hacia tierra firme.
Rei con mas que ganas antes de su subirme a la mesa de mi propio asiento, simulando un baile inventado en que agitaba una cuerda invisible en mi mano como si fuera cabalgando y quisiera capturar al ganado.
Yiiiihaaaaaaaaaaa nos vamos a Irlaaandaaa comente con euforia mientras Vika reía ante mi ridículo baile de la victoria. Hey tío, pues va a ser genial! Tendremos que recorrernoslo todo, y por todos los santos…tendremos al "avinagrado" al lado, habrá que gastarle alguna pero seguro! Comente entre risas dando una palmada, casi saboreando el gustoso olor de las bromas al prójimo. Y es que no es que me gustaran esas cosas, pero este profesor se había encargado de hacernos la vida imposible yaaa largo tiempo. Se lo merecía como mínimo.
Empecé a dar saltos de mesa en mesa haciendo equilibrios, recorriendo la sala de pupitre en pupitre hasta que llegue a la mesa del profesor, sobre la que me senté de piernas cruzadas mientras Vika hacia dibujillos en una de las pizarras.
Anda, si se ha dejado la hoja de las notas aquí el muy cabezón. Comente mientras la tomaba y sacaba las gafas de cristal redondo de mi bolsillo, posándomelas y ajustándomelas en el puente de mi nariz, mientras Victor me miraba algo curioso. –él era una de las pocas personas con las que no me sentía ridículo o avergonzado llevándolas, si es que me daban un aspecto de rata de biblioteca que…- Si, son nuevas. ¿Puedes creer?...me estoy comprando dos pares de gafas al mes. A este paso me van a hacer socio en la óptica. Comente con gesto cansado, mientras el otro negaba con la cabeza sonriendo. Pero entonces al ver el papel, fruncí el ceño al comprobar las notas que teníamos. Por lo que se las enseñe a Vika quien me miro extrañado para luego mirar el papel arqueando una ceja. Y es que tanto él como yo teníamos un promedio de nueve con ocho, dejando detrás al resto de la clase. Pero el profesor prefería poner a ese arrogante de Declan por delante nuestro, así como excluir a Victor del “salón de la fama”. Se puede decir que la vena palpitante nos afloro a los dos, por lo que nos miramos ceñudos y con gesto decidido.
Rompi el silencio.
Vamos a ir a Irlanda…vamos a conocer los alrededores y a divertirnos como si estuviéramos de vacaciones, vamos a ganar ese concurso y vamos a tirar al cabezón por la borda del barco. Vika sonrió maliciosamente y ambos chocamos esos cinco a la vez que el también se subía a la mesa, posando los brazos como si los llevase cruzados en el pecho a la vez que movía sus pies con agilidad, con el semblante sereno. Reí a carcajadas antes de ponerme en pie a su lado –ambos sobre la mesa del profesor- y le imite mientras ambos ensayábamos la danza irlandesa tradicional, aguantando con los labios fruncidos para no reir, los improvisados pasos de baile ante el gesto que debía ser serio. Pero en aquel momento entro el profesor y nos vio bailando la danza irlandesa sobre su mesa mientras nosotros nos quedábamos con una más que sublime cara de jugadores de póker.
... ...
Se acerco, mirándonos como si le diésemos miedo y asco a la vez. Tomo la hoja que estaba sobre la mesa con nuestras notas y retrocedió sin dejar de mirarnos, como si le pudiéramos atacar o algo si le dábamos la espalda, para después cerrar la puerta sigilosamente, aun fulminándonos. El silencio se hizo unos diez segundos antes de que las carcajadas nos inundasen, y yo me cayera de la propia mesa con lagrimas en los ojos a la vez que me sostenía el estomago sin poder aguantar la risa…
Aiiiiiiiiiiiiiiii....que nos ha pillao Paco!...
Gabriél Délvheen
Humano Clase Alta
Mensajes : 106 Fecha de inscripción : 03/03/2012 Localización : Entre París y Leiden
- Brighid, por Dios... ¡cuida ese trazo!- grité exaltada, mordiéndome los labios cuando la mujer alzó la vista del papel y me miró fulminante, haciéndome callar al momento antes de que su atención se centrara de nuevo en aquél peligroso quehacer.
Sí, es cierto que después de tantas horas había logrado imitar a la perfección la firma y el sello de papá, no dudando en recompensárselo ayudándola a preparar una gran tarta de cumpleaños para Erlend, aunque al final, no se dignó a bajar a cenar aquella noche. Me alegré, ciertamente. Sin él, la casa permanecía más acogedora y cálida, quizás por aquella luz propia que emanaba de mamá y su sonrisa. Cenamos en silencio, sin comentar demasiadas cosas. En cuanto terminé, me llevé una de las fresas que adornaba el pastel cubierto de nata y subí a mi cuarto, encerrándome en él para preparar las maletas, pues en un par de días sería mi despegue profesional y no sería papá el que me impidiera cumplir mis sueños. O los de Iver, que al fin y al cabo eran los mismos.
Aquella noche a penas pude pegar ojo y hasta que la vela no se consumió cuando el sol ya arañaba el cielo de un nuevo día, el sueño no me arrastró con él. Quizás dormí cinco o seis minutos antes que mi nodriza casi tirara la puerta abajo con tal de despertarme, momento en el que me desperecé y corrí a vestirme, sin olvidar mi sombrero, las carpetas, el maletín, el desayuno y por supuesto, la autorización firmada.
Las clases fueron bastante aburridas aquél día, aunque poca atención les presté. Me hallaba sumida en mis ilusiones y fantasías, pensando en aquél viaje a Irlanda que emprenderíamos al día siguiente. Biél no parecía muy distinto a mí, por lo que ambos nos convertimos en un par de zombis andantes de un lado a otro.
Clermont se tragó aquella autorización y después de clases, me despedí de Biél con uno de aquellos codazos propios de mí, corriendo hacia la mansión dónde me aguardaban el resto de mis pertenencias, listas para ser empaquetadas. No obstante, mi sorpresa fue mayúscula al encontrarme a mamá junto a mi cama, con la maleta extendida y sus brazos cruzados. Al oírme llegar se había girado para mirarme y sus interrogantes me hicieron empequeñecer hasta casi flaquear mis rodillas.
Los labios me temblaban.
- ¿Cuando pensabas despedirte?- inquirió con un hilo de voz que logró oprimir mi corazón hasta hacerlo añicos por la culpa que de pronto me embargó. ¿Cómo decirle que no pensaba despedirme más que con una carta? Suspiré, abatida, y me tumbé en el lecho, escondiendo mi rostro entre las almohadas. Mamá prosiguió.- Cariño, no hagas esto por papá. Él te ama, no lo dudes, es sólo que su carácter es...
- No lo hago por él.- interrumpí malhumorada, irguiéndome poco a poco para mirarla.- Es por mí, mamá. Mi vida no gira entorno de vosotros dos, ¿sabéis? La decisión la tomé por y para mí. Y no tiene marcha atrás.
- ¿Volverás?
Mamá no parecía escucharme, a veces, preocupándose más por los detalles de mi viaje que al viaje en sí mismo. O quizás sí que me escuchaba, pero no quería saber más de aquello que me impulsaba a partir. Madres..., suspiré en mis adentros.
Mordí mis labios y desvié la mirada hacia la ventana que mostraba aquél nítido crepúsculo cuyo sol se escondía tras los viñedos. El color del fuego celeste iluminaba aquella habitación con calidez, pareciéndome una estampa digna de ser retratada. Desde luego, quería decirle a mamá que sí, que volvería en unos días. Quería decirle que volvería con aquél premio del concurso y un diploma bajo el brazo. Quería que se alegrara por mí, que me abrazara y me felicitara por mi trabajo, por mis noches en vela y mi esfuerzo. Quería pedirle que me fuera a recoger al puerto el día de mi regreso para sentirme acogida entre sus brazos después de tantos días sin verla. ¡De veras lo deseaba! Pero un nudo en la garganta me lo impidió. ¿Y si no ganaba? ¿Y si ellos no podían perdonarme jamás que les dejara de aquél abrupto modo? ¿Y qué pasaría cuando volviera con las manos vacías? Irlanda era un lugar en el que la arquitectura era considerada una licenciatura de prestigio, dónde los horizontes profesionales no se divisaban, como tampoco sus límites. Era tierra de oportunidades y yo me dirigía allí para pescar alguna de ellas. De encontrarla, quizás no volviera. ¿Cómo prometerle que sí iba a hacerlo, pues?
- No lo sé, mamá. De veras no lo sé.
Mamá se abalanzó a mi cuello y cerré los ojos, esperando que me zarandeara. Sin embargo, sólo me encontré con su desesperado abrazo y sus manos contorneando mi cabeza con suavidad. Nuestras lágrimas se fundieron en un llanto ahogado que se prolongó hasta la cena.
- Te escribiré.- le prometí, despegándome al fin de ella y secando sus lágrimas con las yemas de mis dedos, dedicándole una sonrisa esperanzadora. En aquél momento, me sentí mayor, adulta, intentando consolar a una nena que no deseaba desengancharse de su madre. Aquella idea me hizo reír y tras comentársela, ambas nos relajamos y carcajeamos unos minutos, llevando aquellas absurdas charlas hasta la mesa presidida por Erlend que, de gesto serio, masticaba sin alzar la vista de su plato, ajeno a nuestra conversación. Al terminar, mamá alzó la voz para captar la atención de papá, hundiéndome en el asiento, temerosa ahora de una traición por su parte que me condenara. Tragué saliva y entorné mis ojos hacia él.
- Cariño, le comentaba ahora a Vika la idea que pasara unos días con mi hermano e Iris. ¿Sabes que se marchan a Tailandia? Resulta que Diétrich...
Erlend frunció el ceño y agachó la cabeza sin dejar de mirar a mamá, sosteniendo su mirada durante varios segundos, dejando de escucharla pese a su extenso bla bla blá sobre el viaje. Papá clavó sus ojos en mí y un escalofrío recorrió mi columna vertebral, estremeciéndome ante él. Quise disimular tomando una copa y bebiendo de ella casi con desesperación y verdadera sed, pese a sentir mi boca seca como un desierto. Al fin, su voz resonó en la sala.
- Un cambio de aires podría devolverle la cordura que le falta.- espetó con desdén, volviendo la vista al plato y la mano al tenedor, dando por zanjada aquella charla.
Respiré aliviada y terminé de cenar antes que nadie, aunque el gesto de Erlend me obligaba a permanecer en la mesa a la espera de que ellos apuraran sus platos. Parecía que no tenían prisa y precisamente aquella noche, yo me moría de ganas de volar a mi cuarto para terminar de alistar las cosas, escribir la carta de despedida a mamá y a Brighid -pues no deseaba despertarlas por mi partida- y dormir temprano, pues nada más nacer el sol pensaba salir de aquella casa para, quizás, no volver durante mucho, mucho tiempo. Con un poco de suerte, pensé, al regresar todo habría cambiado. Añoraba a mi familia más que a nada en el mundo y aun así, ahora sólo podía pensar en huir de ellos.
Le guiñé el ojo a mamá y deseé buenas noches a papá, corriendo escaleras arriba y encerrándome en mi habitación para proseguir las tareas que, pese a la ayuda que mamá y Brighid me ofrecieron aquella noche para empaquetar mi ropa y trabajos, eran ya las tantas de la noche y seguía en vela, aunque sin sueño, demasiado excitada ante lo que acontecería al despuntar el alba.
No, finalmente, no dormí aquella noche. Me quedé prendida frente la ventana, esperando el momento de comenzar aquella aventura.
En cuanto el gallo cantó cerca de mi alféizar tiré de las sábanas y corrí por el gélido parquet de mi cuarto de arriba para abajo, ultimando detalles y vistiéndome a trompicones, eligiendo una camisa blanca con un chaleco gris a rallas y unos pantalones negros lisos. Me calcé los botines y acomodé el sombrero azabache sobre mis cortos cabellos claros, mirándome al espejo una última vez antes de bajar las escaleras usando la baranda como tobogán, cayendo acuclillada en el suelo desde el que partí para dirigirme a la cocina. Allí, pese a haberle pedido expresamente a mi nodriza que no se levantara tan temprano, ella me aguardaba con la mejor de sus ancianas sonrisas, ofreciéndome un cuenco de cereales y leche mientras me daba una bolsa llena de comida para el viaje, según me indicó. Me despedí de ella con un fuerte abrazo e intenté retener su hogareño aroma en mis pulmones, pues algo me decía que la echaría mucho de menos durante mi estancia en las gélidas tierras irlandesas.
Tiré la carta por debajo de la puerta del dormitorio matrimonial y con algunas lágrimas en los ojos decidí que era momento de partir, por lo que me llevé a la espalda toda aquella pesada mochila, sosteniendo con una mano la bolsa de comida que Brighid me había dado y con la otra toda la documentación necesaria para el viaje. Sobre la mochila había otra bolsa atada a su asa con el resto de pertenencias que no me habían cabido, pues a última hora, había decidido sustituir aquella maleta de piel de cocodrilo por una simple y cómoda mochila de campo.
Bajé de puntillas las gradas de la gran escalinata, abriendo la puerta trasera para evitar que ninguno de los siervos me viera y diera la alarma, aunque lo cierto es que ya no tenía por qué huir, pues mamá me había cubierto con aquella mentira de que marchaba a Tailandia con tito Di e Iris. Por un momento pensé en hacerles una visita y despedirme de ellos, pues ellos eran también mis mejores amigos, unos aliados con los que siempre se podía contar y realmente, adoraba hablar con ellos, acudir a ellos. Eran algo así como mis hermanos mayores...
Aquél pensamiento me asfixió por un momento, pues a mi memoria regresaron los recuerdos de aquella fatídica noche en Escocia dónde fui testigo de la muerte de Iver... y me pregunté en voz alta, si algún día su alma podría perdonarme por todo aquello.
Antes de que pudiera darme cuenta, un flamante barco de 882 pies de eslora, 92 de manga, 34 de calado, con 9 cubiertas, 2 hélices laterales de 3 palas y una hélice central de cuatro palas, veinte y nueve calderas, dos máquinas alternativas de triple expansión, una turbina de baja presión, con cuarenta y seis mil caballos de potencia y una velocidad máxima de veinte y tres nudos se alzó ante mí exuberante, llena de belleza naval. En su interior, de bien seguro se encontraban ya los dos mil setecientos ochenta y siete pasajeros contabilizados más los ochocientos sesenta de tripulación. Anonadada no caí en la cuenta de que me esperaban, por lo que corrí con el equipaje en el hombro al encuentro con Biél, girando mi cabeza una sola vez para mirar atrás, distinguiendo a lo lejos, medio escondida, la figura de mamá. Sonreí y de ese modo silencioso, me despedí de ella hacia el buque de los sueños.
Llegue al puerto mucho antes de la hora acordada, ya que mi padre me acompaño para poder despedirme antes del amanecer, por lo que ambos paseamos por el puerto en penumbra, charlando sobre viajes, mientras yo le preguntaba algunas cosas sobre Irlanda, riendo ante sus anécdotas en sus viajes anteriores, sintiéndome cada vez más curioso y extasiado con el viaje y la aventura que de seguro viviría.
Si necesitas algo importante en algún momento, contacta con este hombre. Él te proporcionara lo que necesites. Tome la tarjeta que me daba papá y la guarde en el interior del bolsillo de mi chaqueta. Asintiendo con cierta curiosidad mientras me preguntaba hasta donde llegaría su redes de servicio y contactos… Por lo que le mire con intriga y me reí al ver cómo me acomodaba un tanto la bufanda, apartando algunos mechones de mi frente como si siguiera teniendo diez años. Papá… Vale, vale… A veces olvido que ya no eres mi pequeño…Pero hace frio aquí y allí hara más aun, asi que abrigaos…y cuida de Vika. ¿Porque siempre dices eso?...Él tiene la misma edad que yo. Porque él es más…pequeño en algunos aspectos, así que tú hazme caso. Créeme, algún día lo entenderás mejor. Indico guiñándome un ojo. Y ahora, dime lo que quiero escuchar y te daré lo que tengo oculto dentro del abrigo. Me apresure en palparle con la curiosidad escrita en mis ojos, hasta que note que ocultaba algo en la cadera. Le mire con los ojos brillantes al imaginar lo que me dejaría llevar, por lo que sonreí de oreja a oreja. ¡Te quiero papi! Di un salto y le abrace cual koala ante sus carcajadas que resonaron en casi todo el desierto muelle, mientras el me abrazaba y me mecia un instante antes de dejarme en el suelo. Momento en que deje de ser su nene para intentar comportarme como el adulto maduro que se suponía que era, carraspeando.
Mi padre se movio rápido, usando sus reflejos para situar aquello que habia traido para mi bajo mi abrigo, incertandola en mi cadera para acomodar mi abrigo en menos de un segundo. Mirala cuando estes en tu camarote, solo. Es una Ripoll con llave pedernal, mide unos cuarenta centímetros aproximados, la culata suele ser de nogal pero la he pedido de plata, pues será mas ligera y manejable por si tuvieses que llevarla oculta. Recuerda… Solo en caso de emergencia o una cuestión de vida o muerte. Lo se, sere responsable. Lo prometo. Él sonrio y ambos nos dimos un nuevo abrazo, mi padre beso mis cabellos, acariciando mi mejilla antes de subir al carruaje en dirección a casa. Ya no quedaba nada para el amanecer. De hecho, yo seguía teniendo aquel horario cambiado, por lo que me habia pasado gran parte de la madrugada despierto junto a la familia, tendría que compensar algunas horas de sueño a lo largo del día.
Me apoye en uno de los pilares cercanos, mientras observaba el amanecer, aprovechando la luz para sacar un libro y ponerme a leer algo. Pero el rato paso rápido, y pronto el muelle se lleno de gente que llego con la luz solar.
…Buenos días profesor… Comente con cara de asco, sin mirarle al sentir su mano huesuda apretar mi hombro. Le contemple mientras subia al barco, girándome para buscar a Victor entre la multitud. Los tripulantes ya estaban a bordo y empezaron a indicar que el barco marchaba. Empece a estresarme al ver que si esperaba mas perdería el barco, pero afortunadamente a un buen trecho, Vika venia corriendo con la prisa hacia nosotros. Me acerque hacia el con una sonrisa y le tome uno de los bolsos, posándomelo al hombro. Que perdemos el barco! Comente riendo, mientras le golpeaba la espalda para animarle, pues al parecer venia sin aliento. Asi que ambos empezamos a correr para subir sin perder un minuto mas. Subiendo y dejando las maletas al instante al servicio, que nos libero de aquel peso. Ambos nos apoyamos en las barandillas, tomando algo de aire mientras sonreíamos, como niños pequeños, mirando como ahora el barco comenzaba a alejarse de la costa Parisina...
Victor parecía un tanto nostálgico, podia ver en su rostro que quizas las cosas en su casa no habian sido muy faciles, asi que me apresure en incordiarle, para animarle y distraerle, acercándome para susurrarle mientras ponía una de mis manos delante de mi boca para que no me escucharan. ¿Qué?...¿Tiraremos por la borda al cabezon o no?... Vika me miro, y rio casi perversamente antes de que el profesor nos mirase entre la multitud, haciéndonos un gesto con la mano para que lo siguiéramos.
Suspiramos.
No me diga Sr Clermont que nos hara clases aquí… No me de ideas señor Délvheen. Vuestros camarotes son ese, y el respectivo, vosotros los elegiréis, aunque son iguales. El mio es este de aquí al ladito… Asi que os estare vigilando. No se preocupe, no nos perderem…¡NO! no podéis perderos. Ni lo querréis, ni podréis. Porque seré vuestra sombra, indico poniéndose en medio de nosotros para posar sus brazos sobre nuestros hombros mientras cada uno de nosotros desviábamos la mirada para no tener que mirarle, incómodos con su cercanía. Teneis que ganar aquel concurso, porque con vuestra victoria, la universidad ganara aun mas prestigio y yo como profesor vuestro, en fin… Digamos que podría alargar vuestros nueve con ocho de promedio… El tono susurrante y conspirador de aquel hombre desagradable me hizo sentir nauseas. Disculpadme, creo que estoy mareado, indique como excusa para soltarme del agarre, Víctor, tu también estas pálido, anda vamos a vomitar. Hasta luego profesor! Indicamos separándonos del hombre para entrar cada uno en nuestros respectivos camarotes dando un portazo.
Gabriél Délvheen
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por Victoria A. Hedinson Jue Feb 21, 2013 12:19 pm
Aquella noche dormí sin sueños, aunque desperté aturdida cuando el sol aun no despuntaba el día. Empapada en un sudor que me impregnaba cada recoveco de mi cuerpo decidí darme un buen baño antes de bajar al gran comedor y desayunar, por lo que tiré de las sábanas y brinqué del lecho en busca del baño, cayendo en la cuenta que semejante dependencia era de uso comunitario, pensamiento que me arrancó una mueca de buena mañana.
De igual modo, tomé mi albornoz y mi toalla naranja, los jabones para mi higiene personal, mis chanclas, un peine, y, por supuesto, la ropa de recambio, así como las vendas y los calzoncillos, dejando atrás mi habitación para descender por las escaleras secundarias hasta el baño comunitario masculino del piso inferior, dónde aguardaba una multitud impaciente ajetreada con sus pertenencias, riendo cuando el hombre que se hallaba frente a mí, uno calvo y bastante mayor, vestía sólo sus calzoncillos y en sus manos llevaba las toallas y jabones, junto con un patito amarillo de plástico.
Casi tres horas después, llegó mi turno.
Llegué al comedor corriendo como si en eso me fuera la vida, tomando del buffet libre todo cuanto era comestible para buscar con la mirada la mesa dónde debían encontrarse Biél y el profesor, aunque no les localicé y terminé llevándome el desayuno al cuarto para así rehacer las maletas sin demorarme más, pues estábamos a punto de llegar a Dublín.
A las cinco en punto de la tarde el barco llamado Excelsior atracó en el puerto irlandés, pidiendo a sus ocupantes que fueran abandonando la embarcación para dirigirse a sus destinos.
Tras reunirme con Gabriél y el cascarrabias pusimos los pies en la tierra firme de la isla, pasando los controles rutinarios antes de abandonar el puerto y subir a un carruaje que nos esperaba un tanto impacientemente y que nos condujo hacia el hotel dónde nos alojaríamos los siguientes días.
El Imperial Dublín era un formidable hotel situado en el centro de la ciudad, rodeado de luces, calles y gentío, un clima muy distinto al que se respiraba en París, pues los irlandeses parecían ser almas libres y alegres que vagaban por las calles en busca de diversión. El edificio, de fachada blanca con adornos bañados en oro, mostraba su condición alta para la aristocracia o nobleza, algo que si bien definía las raíces de Biél, no lo hacía conmigo. Demasiados lujos, pensé. Demasiada urbe, añadí. Lo cierto era que si mi lado como arquitecta me apasionaba la construcción para servir a la humanidad, mi parte más desenfadada y alocada seguía prefiriendo los lugares vírgenes, dándome la oportunidad de contemplar la belleza de la naturaleza en su máximo esplendor. De hecho, tenía pensado escapar al alejado y escondido pueblo de Galway, al oeste de la isla.
- ¡Exacto, desearía realizar ese cambio! ¿Habría algún problema? ¿Verdad que no, señor…?
- Kennedy.- respondió con desdén el recepcionista mientras pasaba unas grandes y amarillentas páginas de un libro dónde llevaba el cómputo de las reservas.- Y sí, si desean abandonar una de las tres habitaciones reservadas no hay problema alguno, lo habría si quisieran pedir una más.- torció, cerrando el volumen después que Clermont firmara en una casilla y el recepcionista nos diera un momento la espalda para entregarnos dos llaves. Tragué saliva. ¿Quién tendría que dormir con Clermont? El profesor pareció leer mi mente y se volteó para explicarnos.
- Dado que el señorito Hedinson padece un grave trastorno escapatorio y no deseamos que eso se repita de nuevo aquí en tierras lejanas, entenderán que haya decidido que compartan cuarto, ¿verdad? Y si no lo entienden, no me interesa. La cuestión es que mi habitación se sitúa frente a la suya, la número 3.212, en la doceava planta, por lo que, entre el señorito Gabriél y yo, mantendremos al desqui… digo… a Hedinson, bajo estricta vigilancia.- mascullo con una sonrisa triunfante, dejando caer sobre la palma de mis manos aquella llave.- Tengan una feliz estancia y nos veremos en la cena, muchachos.- Nos dedicó un guiño que nos estremeció y empezó a subir las escaleras laterales, momento en el que Biél y yo nos miramos y reímos por su agrio carácter y aquella chispa arrogante que, cuando metía la pata, hacía de él un hombre fácil de mofarse.
Allí, escondido tras unas macetas, había un elevador. Era cierto que la claustrofobia me había impedido hasta entonces probar aquél nuevo invento que prometía conducirme hacia la doceava planta en menos de tres minutos, pero por orgullo y dar una lección de picardía a Clermont, subí en aquél aparato junto a las maletas y mi amigo, subiendo entonces hasta que las puertas en forma de red de pesca se abrieron y llegamos a nuestro destino, contemplando divertidos cómo el profesor llegaba al rellano con la lengua fuera, rojo como un tomate, sudando y encorvado hacia adelante, como si no pudiera ni con su alma.
Biél fue quién abrió la puerta de la habitación 3.212 pero yo fui quién entró primero y me deleité con aquella estancia amplia y lujosamente adornada, con un alto techo del que colgaban un par de lámparas sencillas con dos velas a lado y lado de dicha lámpara, por lo que la iluminación sería muy tenue de noche, dado que durante el día, una fabulosa y enorme ventana que ocupaba todo un muro de la sala y todo lo alto de la estancia iluminaba con su luz natural y nos deleitó con sus maravillosas vistas de la ciudad. Las paredes, a demás, revestidas con colores cremosos también en el techo y unas decoraciones en sus bordes, daban a aquella habitación una calidez y una sensación hogareña que me hizo respirar aliviada, como si aquél fuera mi lugar. Las cortinas, finamente recogidas, eran verdes y amarillas, a conjunto con todo el mobiliario: las dos butacas, la mesa entre ellas, las camas y sus detalles, las mesitas de noche, la planta verde de la chimenea que adornaba la estancia y el marco del gran espejo lateral, así como los armarios empotrados y en general, el baño particular del que disponían, con bañera incluida.
Habitación 3.212:
- ¿Vamos de copas?- sugerí con la mejor de mis sonrisas, ladeándome hacia Biél que seguía sin abrir la boca. Estaba dispuesta a desmelenarme y mi amigo era la mejor compañía de la que disponía. - ¡La noche es joven!- grité excitada.
Y así fue cómo aquella noche terminamos en la taberna Celtic Wings de… Galway.
¡Por mis raíces pelirrojas perdidas y por el concurso que ganaremos! …. ¡Uuh, pero que bueno esta esto! Solté espontaneo después de chocar mi copa con Vika y probar mi primera jarra de hidromiel. Si es que te tenemos rodeado rubio! Indique entre risas a Victor quien miraba a todos lados, pues aquella parecia una marea de pelirrojos, que francamente me hizo gracia. Ahora yo ya no era el llamativo en el lugar, así que como me llamara zanahorio se girarían todos para decirle.. ¿¿SIIII?? ... El ambiente era concurrido, animado y estaba lleno de gente que entraba, que salía, que bebía y brindaba alegre. Pareciendo incluso mas contenta o mas feliz que la mismas gentes de Paris. ¿seria por el alcohol? Lo cierto es que daba igual, el ambiente era festivo y desenfadado y todos se divertían, nada mas parecía importante.
Sujete mi copa para dar otro sorbo, pero entonces alguien me dio una palmada tan grande que si no es porque Victor me sujeto la copa me la comia.
JAJAJAJA PERO MIRA A QUIEN TENEMOS AQUÍ ÁINE! Tu eras el hijo menor de Jerome …¿El que estaba en la guerra, verdad?, mira que has crecido bribonzuelo! Me alegro que llegaras ya! No tengo quien me ayude con las vacas! Dime niño ¿te siguen dando miedo las gallinas del corral? Parpadee y ladee la cabeza. No, lo siento me ha confundido con otro pelirrojo miedoso! Sogh paguisinug. Comente forzando el ingles para que sonara afrancesado, riendo sin poderlo evitar, y es que nuestro ingles era bastante fluido, aunque alguna vez se me escapaba alguna palabra en noruego junto con el ingles, ya que aquella si que era casi me segunda lengua por culpa de papá. Pero oiga, no se preocupe! que si hay que ordeñar vacas, yo estare ahí igualmente, ¿Cuánto paga? ¿Ordeñar…? eso si que te gusta eh?... hijo de mala madre! JEJEJE Abri la boca con gesto desencajado mientras le señalaba mirando a Vika como diciéndole, Pero mira lo que m’ ha disho! Pégale Pégale!
Gabriél Délvheen
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Despegué mis labios para prestarle mi ayuda a Biél con aquél hombre que parecía querer arrastrarle a su granja cuando alguien se colgó de mis hombros y con sus brazos rodeó mi cuello. Por cómo le hablaba al hombre, supuse que era su hija, una joven de cabellos rizados y un encendido pelirrojo que casi me dolía mirar, aunque debía admitir que su rostro sonrosado y sus pronunciados pómulos me hicieron gracia, pues se veía una moza entrañable. No obstante, ella no me conocía de nada y pronto se tomó confianzas conmigo, sentándose sobre mis piernas mientras charlaba con su padre e incluso seguía la conversación sobre la granja y las gallinas con Biél, lo que me dejó un tanto descolocada, sintiendo una gran necesidad de escapar de todo aquél alboroto del que no comprendía ni una palabra.
- Disculpad, iré a por otra ronda.- me excusé, haciendo un ademán de alzarme de aquél taburete cuando Maria, la muchacha, se lanzó a mi cuello en un abrazo pesado, pues sus piernas se enredaron en mi cadera y ante tanto peso, volví a caer al asiento, poniendo los ojos en blanco ante el espectáculo que estaba dando.
- Oh, Víctor... ¡No seas grosero! ¿Por qué no me sacas a bailar?- pataleó la joven, haciendo pucheros y estirándome las mejillas hasta enrojecerlas.
El padre de la muchacha nos animó con la cabeza a conquistar la pista de baile, abarrotada mientras sonaba ésta canción irlandesa interpretada por una banda local...
Entre bamboleos, giros, pasos de baile improvisados y el alboroto de las gentes, terminé un tanto mareada y bebiendo más de la cuenta para que el alcohol hiciera mella en mí y levantara mi ánimo dormido, terminando por bailar sobre la barra del bar junto a Maria, la cual parecía desenfrenada, levantándose las faldas para mostrarle a su público entregado aquello que escondía con no demasiado fervor.
Cuando al fin la canción se detuvo y empezó otra con la que Maria quería atarme a ella una vez más, logré zafarme de sus manos al saltar por detrás de la barra, gateando hasta un armario que abrí y descubrí unas botellas de alcohol puro y duro que no dudé en vaciar en mi boca una tras otra...
Y tras otra jarra y otra jarra y otra jarra, no me di ni cuenta de que una de las chicas que estaba a nuestro lado, -también pelirroja como la mayoría-, dormía plácidamente apoyada a mi brazo, y es que antes de poderme dar cuenta, yo estaba negociando las horas que iba a trabajar y el jornal que iba a recibir mientras bebía mas hidromiel con aquel granjero, que por su lado tenia su pesado brazo sobre mis hombros, mientras me miraba tambaleándose un tanto. Escusha… Escushame Aaron… Nonono… eso que me propones es muy poco. Yo te ordeño las vacas pero nada de recoger los huevos, nononono. Yo no vine aquí para…para eso. Entonces la camarera se llevo la copa que bebía para darme una jarra de las grandes de cerveza negra. ¿Shi tu no recojesh los huevos quien lo hara? *Hic* Si quieres que te recoja los huevos tendras que pagarme mash. Indique señalándole mientras dejaba la jarra vacia sobre la barra. Pero entonces parpadee y le mire mejor. ¿Porque iba a recoger huevos y a ordeñar vacas yo, si era arquitecto? Aaron…¿y si te hago una casa? Sonreí, el sonrio, y entonces empezamos a carcajear enrojeciendo mientras yo me apoyaba en la barra con los brazos sobre esta, ocultando mi cabeza meintras reia sin parar, medio ahogado ya y rojo como el tomate mas colorido.
Pero entonces, cuando levante la cabeza, limpiando mis lagrimas de risa, mire a todos lados entre la niebla de humo de tabaco y me di cuenta de que me hacia falta algo. ¿Donde estaba mi rubio? En aquel momento me puse en pie y empece a buscarle entre el gentío, hasta que otro de los hombres del lugar, me agarro del hombro con fimeza para girarme hacia él.
OOOOOOOOYE, ¿tu eres el que esta molestando a Maria? Mira que es mi hermana! Arquee una ceja mientras le miraba entrecerrando los ojos. ¿Que ¿maria? ¿Que que hermana? ¿Quien era ese tio? Pero entonces, su mirada enfurecida paso a detrás mi yo me gire para mirar a quien fulminaba, dándome cuenta de que Victor le hacia unas señas con las manos a Maria, como queriendo decirle que se apartara un tanto de él.
Yo a ese le rompo las piernas. Dijo dándome un empujon. Seria por el alcohol, por la extraña situación, o porque amenazo a mi mejor amigo que simple y llanamente le agarre de la camisa y… EH TU! NO ME TOQUES AL RUBIO, QUE ESE VIENE CONMIGO! Y mi puño aterrizo en su cara antes de que él se me abalanzara encima y ambos cayéramos sobre la barra. TU NO TE METAS FRANCHUTE! Espetó el hermano protector mientras me agarraba del pelo. EEEH NO TE METAS CON EL HIJO DE JEROME, QUE ME VA A HACER UNA CASA! Comento Aaron el granjero, agarrando al hermano protector de los hombros para atizarle…
Y asi, de forma sutil acabamos los tres en el suelo, y a eso se sumaron otros dos, y a esos dos otros tres mas..y cuando empecé a gatear para salir de la masa de gente golpeándose, me encontré con Víctor, dormido como un bebe con la boca medio abierta y las botellas vacías a su alrededor atras de la barra. Le agarre de las piernas y le empecé a arrastrar conmigo hasta que el aire frio nos recibió, haciendome sentir casi como si me hubiesen lanzado un cubo de agua helada, pues estaba frio y el aire, totalmente límpio del aroma del tabaco y alcohol.
Mire hacia abajo a Víctor, al cual había arrastrado fuera del bar, suspire y me agache para recogerle como pude, posándomelo sobre los hombros como si fuera un saco mientras caminaba por las desiertas calles, dando algo asi como un ligero paseo que me despejo un poco, mientras le escuchaba farfullar dormido sobre mis hombros, hasta que llegamos a una de las playas cercanas, donde me adentré.
Deje a mi durmiente mejor amigo tumbado en la arena, para yo recostarme al lado de él, aun riéndome mientras miraba el cielo nocturno. Pues seguía pensando que el granjero me ofrecía demasiado poco por ordeñar sus vacas. Hasta que quizás mi risa deperto al bello durmiente, pues movio la cabeza y entreabrió los ojos.
Gabriél Délvheen
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- ¿Maria? ¡Qué haces tumbada conmigo! ¡OH DIOS MIO! ¡No, no me lo digas! ¿Tú y yo...? ¿Lo hicimos? ¡OH DIOS MIO! ¡QUÉ HICE! O mejor dicho... ¡QUÉ ME HAS HECHO! Oh... me siento ultrajado...- Balbuceaba sin cesar, girando mi rostro para no ver a aquella mujer de cabellos pelirrojos que se hallaba junto a mí, buscando entonces las sábanas de aquél lecho imaginario que mi mente aun ebria había esbozado en mi cabeza, refunfuñando cosas extrañas aun cuando no las encontré y me alcé entre bamboleos, caminando hacia el agua dando tumbos y hablando todavía, demasiado borracha como para ser coherente con mis palabras y mis pensamientos.- ¡Esto no tenía que pasarnos, Rosaura! ¿Qué pensará Iver de mí ahora? Yo había venido por un concurso y resulta que me llevo un trofeo llamado Griselda... ¡digo Maria! Oh dios mío... perder así la castidad... con una ramera... ¡emparentada con los pollos de Biél! Oh, Biél... ¿dónde estará? Quizás no vuelva encontrarle entre tanto zanahorio por aquí.. será imposible identificarle.- Reí a carcajadas cuando tropecé con mis propios pies y caí en la fría arena, quedando bocabajo y masticando arena.- Bárbara, ¿has probado el caviar? Sabe raro... y cruje mucho...- Volví a reír, girándome para quedar bocarriba y con las extremidades separadas entre sí, queriendo ocupar el máximo espacio vital que me pertenecía.- Creo que tengo agujetas en la espalda y un sabor salado en la boca... ¿Qué jabón usan las irlandesas? Oh... irlandesas... ¿desde cuándo me gustan las irlandesas? ¿Me habrá confundido la noche? ¿Quizás el alcohol? ¡ESTE NO ERA MI PLAN! Maldita sea..- Refunfuñaba aun, estremeciéndome cuando una ola rompió feroz sobre mí, arrastrándome mar adentro, aun permaneciendo en contacto con la costa.- ¡Brungilda! ¿Por qué me echas hielo encima? ¿Tan mal lo hice? Debí pedir consejo de saber que hoy me estrenaba.. Un momento... ¿cómo voy a estrenarme contigo si no tengo nada que estrenar? O sea... no me malinterpretes, Maria... ¡Soy casto! Es sólo que yo no tengo...
En ese momento, otra ola me arrastró más allá y mi cuerpo dejó atrás la arena de la orilla, sumergiéndose poco a poco en el agua congelada mientras, aun en la fantasía de mi ebriedad, yo empezaba a beber tragos y tragos de agua salada conscientemente, creyendo que se trataba de agua mineral, la misma con la que Maria, en aquella ilusión, me achicaba con tal de exigirme más.
Finalmente, el oxígeno empezó a escasear en mis pulmones y de repente, tuve un momento de lucidez en el que intenté arañar el agua con tal de salir a flote y respirar... Sin éxito alguno en semejante intento.
Gire el rostro mientras miraba como Víctor agarraba el aire con sus dedos como queriendo taparse con algo invisible. Si…sí que lo hicimos y como gritabas. Te he ultrajado hasta que me cantaste opera. Comente con los ojos entrecerrados un tanto entre dormido mientras le miraba ponerse en pie. Sin darme cuenta de que le estaba siguiendo el hilo de su dialogo incoherente, aun bajo los efectos de la hidromiel. Oyeeeeee…. A mí no me levantes la voz que soy tu mujer! Mire mi mano moviendo los dedos delante de mi cara. Ah… no…no nos hemos casado aun. Soy soltera! … Comente sonriendo, para después parpadear. SOLTERO…soltero. Me corregí. JAJAJAJAJA
Pero entonces le contemple como caminaba hacia la orilla, por lo que me senté en la arena mirando como se tambaleaba mientras la brisa agitaba mis cabellos, tapándome un tanto la visión. Lleve mis manos a mis ojos y aparte mis cabellos de mi rostro para darme luego una sonora bofetada a mi mismo, intentando que mi vista se centrara, echando de menos mis gafas en aquel momento. Parpadee sintiendo los ojos uno tanto irritados y me levante para estirar mis brazos hacia el cielo, bostezando mientras movía mis hombros, queriendo estirar mi espalda dolorida por estar sobre la arena en una pose un tanto retorcida. Pero entonces, cuando volví a mirar el mar, vi a Vika entre el agua, aun farfullando para después ver como una ola le tapaba la cabeza mientras yo negaba, poniendo los brazos en jarras, esperando que dejara de hacer el tonto. Pero de pronto comenzaron a pasar los segundos y su cabeza rubia no asomaba. Cosa que me dio un vuelco el corazón al instante.
¿Vika…? ¡VIKA!
Grite antes de empezar a correr hacia las gélidas aguas metiéndome de inmediato para sumergirme y buscarle entre la oscuridad del oleaje, apreciando como su cuerpo era arrastrado poco a poco hacia adentro, descendiendo lentamente. El pánico me inundo por un instante por lo que nade todo lo deprisa que pude hacia él, sujetándole del torso para subir a la superficie, sacando su cabeza mientras respiraba agitado, tosiendo, sin demorar en arrastrarle hacia la orilla, donde por su peso y por el mío caímos antes de que otra ola nos atizara encima. Tosí grave y con la garganta escociéndome por la sal del agua, mientras movía a Víctor un tanto más lejos del agua, apresurándome en posar la oreja sobre su pecho, viendo que me costaba escucharle, por lo que abrí su camisa con brusquedad, parpadeando al ver el vendaje de su pecho. ¿Qué demonios le había pasado, estaba herido o que hacia eso ahi? Deje mis dudas de lado para volver a pegar la oreja a su pecho, escuchando sus latidos pausados. Por lo que presione su pecho, sujetando su rostro después, incluso dándole algunas palmadas a sus mejillas, sin que me diera respuesta. Por lo que no dude en acercar mis labios helados a los suyos también congelados, dándole aire unas cuantas veces, volviéndome a alejarme para presionar su pecho.
Vamos tio, no me hagas esto. Si es una broma no tiene ni pu… Pero entonces, mientras presionaba su pecho, él comenzó a toser, primero despacio y luego compulsivamente, por lo que le tome de la espalda, sentándole mientras golpeaba su espalda para que escupiera el agua mientras le sujetaba, soltando un respiro de alivio ante la angustia de aquel momento.
Dios mío…¿a ti te parece bonito darme estos sustos? Acabo de envejecer diez años…indique echándole un mini sermón ante el susto, a la vez que apartaba mis cabellos de mi rostro palpando por un momento mis labios, los cuales ahora sentía con un sabor un tanto dulce que me dejo pensativo. Hasta que caí en que aquel sabor desconocido -pero agradable-, se debería a su boca, a sus labios…los cuales acababa de un modo u otro de besar para darle aire. Gire la cabeza y desvié la mirada enrojeciendo, aprovechando que el otro tosía para seguir dándole palmaditas en la espalda. Con suerte no se acordaría ni se enteraría de nada.
Gabriél Délvheen
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por Victoria A. Hedinson Sáb Feb 23, 2013 10:14 am
Estiré mis manos en busca del apoyo de aquél quién me había brindado el aliento de la vida, irguiéndome poco a poco hasta dar con una figura no descifrable debido a la escasa luminosidad de la noche, por lo que me acerqué a mi salvador y llevé mis manos a su rostro con tal de reconocerle y agradecerle de veras el gesto de rescatarme, ahora que la lucidez había vuelto en buena medida a mí, pues al menos, ahora reconocía que me encontraba en una playa, probablemente de Galway, aun.
- No sé cómo agradecerle su valentía.- Balbuceé con un hilo de voz, aun con la respiración agitada y las pulsaciones desorbitadas. Aun mi boca contenía restos de arena que me apresuré a escupir sin disimulo alguno, asqueándome aquella situación.
Y entonces, detuve mis palabras cuando mis pensamientos y recuerdos conquistaron mi mente y el habla, transportándome a unos años atrás, en Escocia, cuando ante una situación similar, había dejado morir a mi hermano. Yo, pudiendo rescatarle como aquél desconocido había hecho conmigo, yo pude haber corrido hasta él y sacarle del agua gélida. Sin embargo, no lo hice. Quizás por miedo, quizás por cobardía o puede que por el estado de tránsito en el que me había sumido al verle caer...
Ni siquiera recuerda cuando lo hice, pero cuando volví a ser consciente del mundo real, mis brazos estrechaban su cuello con posesividad y necesidad, llorando desconsolada sobre su hombro. Y juraría... que aquella fue la primera vez desde el accidente, en el que me desfogaba con un llanto desesperado. Era increíble hasta qué punto había contenido aquella impotencia, frustración y tristeza durante más de once años. Y lo más increíble, fue que desfalleciera en los brazos de un completo desconocido que probablemente sólo pensaba en librarse de mí para poder marcharse a casa bajo la calidez de unas mantas y una buena chimenea. Sólo por ello aparté el egoísmo de mí y me distancié, inhalando por un momento el aroma de sus cabellos húmedos en el preciso instante en el que la luna emanó tras unas nubes que abandonaron su situación para dejar que un rayo de luz resplandeciera sobre el rostro de él, ahogando un grito al comprobar que se trataba de Biél, ni más ni menos. Por ello di un brinco y retrocedí al instante, dándole la espalda para abrocharme la camisa que él me había desabotonado y que mostraba mis vendajes. No quería preguntas, ni sobre las vendas de mi cuerpo ni sobre el llanto que por primera vez en su vida, había visto surgir de mis ojos. Yo, la que jamás había derramado lágrima alguna por nada ni nadie.
Guardé silencio, demasiado avergonzada por mi comportamiento antes y después de haber sido salvada por mi mejor amigo, sintiéndome demasiado pequeña y vulnerable para siquiera sostener su mirada una vez más. Sólo quería volver al hotel -situado a la otra punta de la isla- y dormir durante el resto del día, sin importarme siquiera ya el concurso, Clermont o mi padre. Aquél pensamiento me hizo enojar conmigo misma, por lo que, como en esos casos, surqué el sombrero de Iver que siempre estrechaba conmigo y de aquél modo le sentía más cerca de mí, como si no se hubiera ido jamás. No obstante, no se encontraba sobre mis cabellos y tampoco por las inmediaciones de la playa, por lo que ahora el horror se apoderó de mí y me puse en pie, girándome bruscamente hacia Biél.
- Llévame de nuevo al pub.- pedí con ansiedad, recortando distancias hasta agarrarle del cuello de su camisa como si fuera a zarandearle, clavando mis ojos desorbitados en los de él... cortándoseme entonces el aliento y esfumándose de pronto esa desesperación. Algo había empezado a cambiar en mí aquella noche.
Sujete a Victor mientras su llanto me descolocaba, dejándome con un nudo en la garganta al verle asi, y es que de después de tanto años jamás le vi derrumbarse de ningún modo, pese a que compartiésemos momentos complicados. Su fortaleza era algo que realmente admiraba y que ahora…parecía haber caído por su propio peso. Pero entonces de forma brusca,se aparto, se estreso y luego me cogió de la camisa, dejándome sin aliento ante su cercanía. ¿es que iba a zarandearme ahora?
Víctor… Víctor cálmate. Indique mientras ponía mis manos sobre sus hombros, instándole a respirar poco a poco, mientras miraba su rostro aun con algunas lagrimas empapando sus mejillas, mientras sus labios rojos y tiritantes intentaban mantenerse quietos. Eleve poco a poco la mirada para encontrarme con aquellos ojos angustiados. Y lo cierto es que de forma inesperada su semblante me dio un vuelco el corazón, dejandome incluso pensativo. Y es que...No se trataba del miedo por la situación recién vivida, sino que tenia que haber algo mas. ¿Tendria que ver con aquellos vendajes que se apresuro en ocultar? la simple idea me estremeció.
En aquel momento jamás llegue a pensar a que se debería aquella conducta, pero lo que si vi es que Vika necesitaba ayuda… Por lo que sin mediación alguna tire de él y le rodee con mis brazos fuertemente, frotando un tanto su espalda para darle algo de calor, pues la brisa nos agitaba y el frio se adueñaba de nosotros -que ahora empapados-, seguíamos solos en medio de aquella playa desierta.
Todo ira bien…No estas solo…
Ni siquiera se porque dije esas palabras, simplemente lo deje escapar de forma espontanea y simplemente le abrace con la necesidad de decirle que estaría ahí con él, fuera lo que fuese lo que atormentase su alma...Estaria con él. Acaricie sus cabellos cortos sonriendo al sentirle ahora de pronto como si incluso fuera mas pequeño que yo, mas delicado. ¿Seria eso a lo que se referiría papá?...
Me despegue un poco de él y entonces eche de menos algo en su persona. ¿Donde estaría su…? Mire hacia todos lados e hice una mueca al ver que no habia rastro del sombrero, al que tanto cariño tenia.
Volví mi rostro hacia él y entreabrí mis labios para hablarle, para decirle que no se preocupase, que iriamos a por el, pero su mirada se clavo en la mía y yo me quede por un instante mirándole un tanto absorto. Pues ahora la luna iluminaba con frágiles rayos de luz su rostro preocupado, ahora pálido, mientras sus cabellos goteaban cayendo encima de sus largas pestañas, aquellas que parecían custodiar su mirada brillante. Creo que aquella noche, en aquel momento, fue la primera vez que aprecie la belleza de su persona. Sintiendo que sonreía débilmente ante aquella imagen que apreciaba.
Las olas quebraban en la orilla mientras el viento se encargaba de recordarnos que estabamos a punto de caer en la hipotermia. Solte el aire que se habia quedado anclado en mis pulmones sin darme cuenta, apreciando como el vaho escapaba de nosotros.
Vamos...Te...Tenemos que secarnos un poco... Volvamos al pueblo y luego buscaremos....El castañeo de mis dientes me hizo cerrar los labios por lo que sin perder el tiempo pasé un brazo sobre sus hombros, mientras él se agarraba a mi cintura, sujetando entre su puño mi camisa empapada. a la vez que ambos, temblorosos y congelados comenzabamos a caminar por la playa para salir de esta, mientras yo miraba de reojo a Vika, mordiendome los labios al pensar en aquel vendaje...y es que incluso temi que lo usara por culpa de su padre...o quizas por algo peor. La idea me carcomio, pero no pregunte, queriendo respetar aquel silencio que ahora se adueñaba de nosotros un tanto tensamente, hasta que salimos de la arena...Donde las calles desiertas nos recibieron una vez mas, siendo el sonido de nuestras botas, el unico ruido que quebraba el silencio de la noche sobre la la dura piedra de las calle.
Gabriél Délvheen
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La taberna había cerrado en cuanto llegamos, pero gracias a nuestro ingenio logramos colarnos en el interior de ésta y comprobamos atónitos cómo todo se hallaba patas arriba: mesas volcadas, sillas rotas, copas y botellas hechas trizas por doquier, el espejo tras la barra completamente destrozado, y el mobiliario con evidentes signos de haber sido atacado por balas. De hecho, a medida que avanzábamos a tientas, la luz de la luna iluminaba algunos rincones de la sala dónde podíamos ver restos de sangre. Allí había acontecido una trifulca que, a saber, podría haber terminado con la vida de alguien. De repente di un brinco, pues tras la barra, alguien empezó esta canción:
The Animals - House Of The Rising Sun by The Doors on Grooveshark Hay una casa en Nueva Orleans, que la llaman "El Sol Naciente". Y ha sido la ruina de muchos hombres. Y Dios sabe que yo soy uno de ellos. Mi madre era costurera, y fue ella quien arregló mis tejanos. Mi padre era jugador de apuestas, allá en Nueva Orleans. Ahora, lo único que un jugador necesita, es una maleta y un maletero para ella. Y únicamente se siente satisfecho cuando está borracho. Oh, madre, dile a tus hijos que no sigan los pasos que yo seguí, malgastando sus vidas en pecados y miseria, en la casa del Sol Naciente. Bueno, tengo un pie en el andén, y el otro en el tren. Voy de vuelta a Nueva Orleans, a cargar con esa bola y esa cadena. Hay una casa en Nueva Orleans, que la llaman "El Sol Naciente". Y ha sido la ruina de muchos hombres. Y Dios sabe que yo soy uno de ellos...
Al asomarme por encima de la barra me encontré con un joven tocando la guitarra, luciendo sobre sus cabellos aquél sombrero que yo había venido buscando: el sombrero de Iver.
El hombre alzó el mentón y en sus ojos vi la más profunda de las soledades, la más escalofriante de las tristezas. Sus ojos oscuros no intentaban ya esconder el llanto que de ellos emanaba y sus labios agrietados, así como los marcados contornos de su rostro y la extrema delgadez de su cuerpo, indicaban su deplorable estado de salud. Se estaba muriendo, era evidente. El joven no habló, limitándose a contemplarme sin apartar sus dedos de las cuerdas de aquella guitarra, dedicándome una efímera sonrisa antes de mover la cabeza hacia la botella de ron junto con la que se encontraba sentado en el suelo, desparramado, sin camisa y temblando de frío. Quería que me sentara y bebiera con él. ¿Pensaría que también yo deseaba ahogar mis penas con el alcohol ardiendo por mi garganta?
- Haremos un intercambio.- musité, acercándome más a él para que sólo el vagabundo me escuchara.- Quédate con el sombrero de mi hermano. Yo me llevo el ron.- Le guiñé el ojo y el hombre rió con cierto deje amargo, suspirando aliviado antes de asentir una sola vez con la cabeza, por lo que estiré mi mano hacia la botella y me la puse bajo el brazo, despidiéndome entonces de él y del sombrero, esperando que se cuidaran mutuamente.
A Biél, que había quedado rezagado, le dije que no había encontrado el sombrero pero sí una buena forma de olvidar el motivo por el que habíamos vuelto al Celtic Wings. Juraría que éste hizo una mueca al ver el ron, pero en aquél momento vimos cruzar un carro lleno de heno y tras sobornar al transportista, logramos convencerlo de que nos llevara con él a Dublín en una travesía que duró varias horas, llegando a Dublín un par de horas antes de ver amanecer y bajo la manta que el buen hombre nos había prestado para el viaje, evitando así que nos congeláramos por el camino.
Al fin, la habitación 3.212 del hotel Imperial Dublín nos recibió con los brazos abiertos y las sábanas calientes...
Cerré la puerta de nuestra habitación y solté un resoplido mientras me apoyaba en la misma. ¿Como haríamos para poder descansar al día siguiente sin que Clermont nos molestara?...Seguro que ardia en ganas de despertarnos al alba para que empezáramos cuanto antes el proyecto. Observe como Vika se sentaba en una de las camas con gesto de cansancio ya que habia sido una larga noche, por lo que me quede pensativo.
Ahora vengo. Indique mientras él me miraba como diciendo, ¿Dónde vas tu a esta hora? Por lo que le guiñe el ojo y sali de la habitación para caminar hacia la de enfrente que era la de Clermont. De ese modo, tras mirar que el pasillo estaba desierto, introduje la mano en mi bolsillo para sacar el llavero de nuestra propia habitación, doblando uno de los alambres que sostenían las llaves para deformarlo un tanto, intruduciendolo poco a poco en la ranura, moviéndolo como me habían enseñado para escuchar el ligero –clic- que indicaba que se había abierto.
Me mordí los labios, sintiéndome como un niño intruso, travieso y desobediente…Pero intente que la sensación de culpa se fuera, pues habia sido precisamente papá quien me había enseñado a hacer eso. Así que podía absolver mis culpas al pensar en él.
Abri sigilosamente la puerta, para adentrarme y cerrar con sigilo, mientras me acercaba hacia la cama de Clermont, quien roncaba mas que sonoramente, dormido boca arriba en su gran cama de dos plazas. Me fije en la mesita de noche, donde un vaso a medio llenar de agua, descansaba junto a un pequeño frasquito al lado del despertador y la lampara. Quite la alarma al despertador y entonces tome el frasquito entre mis dedos, apreciando la etiqueta que indicaba que eran pastillas para dormir. Sonreí casi maliciosamente mientras lo abría, sacando cinco pastillas que deje sobre la palma de mi mano. Pensandolo una vez mas antes de encogerme de hombros y vaciarlas sobre el vaso a medio llenar de agua, observando como se deshacian hasta perderse totalmente. Pero entonces, mientras volvía a dejar el frasco sobre la mesita de noche, este resbalo de mis manos, rodando por la superficie hasta caer haciendo un ruido seco que resonó en el silencio. Maldije mi suerte y corrí hacia el armario, escondiéndome en el lateral de él, mientras miraba por el canto como el profesor encendia la luz de la lamparita, mirando con los ojos entrecerrados -y su gorro almidonado que caia graciosamente a un lado de su cabeza- a todos lados, mirando al suelo y casi fulminando al frasco que había rodado. Por lo que tras farfullar algo que no entendí, tomo el vaso de agua, se lo bebió de un trago, lo dejo sobre la mesita, apago la luz y se dejo caer cual saco de patatas sobre la almohada, dando otro sonoro ronquido que hizo que mi corazón volviera a latir dejándome respirar aliviado. Definitivamente, ibamos a tener el dia libre y eso me alegro profundamente, pues me apetecia hacer algo de turismo.
Me escabulli poco a poco, dando pasos de bailarina de ballet para llegar a la puerta, y salir de ahí con el máximo sigilo que pude, cerrando la puerta de su habitación para soltar ahora un gran suspiro, mientras ahora sonreía victorioso, cruzando el pasillo para entrar en nuestra habitación. Sabiendo que con suerte tendríamos un dia libre mas. Pero entonces cuando entre, Victor estaba vistiéndose, por lo que aprecie su vendaje a medio atar y al descubierto una vez mas. Me gire casi al instante, como si hubiera visto algo que no debía, tragando saliva…Pero entonces cai en que …Éramos hombres, ¿que mas daba? Sentí curiosidad por aquellas vendas…Pero me mordí la lengua y volvi a girarme hacia él quien ahora se había quedado estático, -casi congelado en aquella posición en la que se encontraba- y camine hacia los pies de mi cama, tomando mi maleta para posarla encima de mi cama, dandole la espalda mientras la abría buscando un jersey seco y calentito.
Clermont no nos molestara mañana, así que tendremos el dia libre… Comencé a desabrochar mi camisa aun empapada para dejarla sobre la cama, mientras rebuscaba entre mis pertenencias. ¿Cómo te encuentras…? Has venido muy callado durante el trayecto…y bueno...desde la playa... El silencio se hizo y yo me erguí aun dándole la espalda mientras me acariciaba la nuca, pensando en si habría dejado la prenda que buscaba en el bolso de mano, o si simplemente me la habría dejado…
Gabriél Délvheen
Humano Clase Alta
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Llevé mis manos al rostro y lo escondí durante un buen rato tras la marcha de Biél, pensando en todo lo acontecido aquella noche. Pensé en qué nos había llevado hasta Galway, en la escena de la taberna, en Maria y sus faldas, en el alcohol que ingerí como nunca, en las peleas del bar, en mi despertar en la playa junto a Biél, en mi delirio, en cómo casi muero ahogada, en mi despertar a la vida, en mi decisión de dejar ir un poco más a Iver, en que ahora debía comprarme otro sombrero para que aquél vacío que ahora sentía no me hiciera enloquecer. Suspiré y miré la botella de ron que había dejado sobre mi mesa de noche, alargando mi mano hasta tomarla, abriéndola y tomando un largo trago hasta que la habitación parecía dar vueltas sutilmente y casi podía escuchar el murmuro de una canción de cuna imaginaria, pues lo cierto es que en realidad no sonaba ninguna melodía más que en mi descerebrada cabeza.
Me aproximé al gran ventanal, apartando ligeramente sus cortinas para ver las calles vacías y húmedas. El sol empezaba a alumbrar ya la ciudad y ni siquiera nos habíamos acostado aquella noche. Nada de eso me importó ahora, pues mis pensamientos seguían lejos de mí, lejos de la habitación 3.212 del Imperial Dublín, lejos de Dublín, lejos de Irlanda, lejos de Europa y lejos, muy, muy lejos del mundo.
La puerta se abrió y se cerró con sigilo, permaneciendo aun así el silencio de la sala cuando en aquél momento me encontraba cambiando mis vendas, pues al caer al agua se habían empapado y de no usar otras nuevas, podría resfriarme de veras. Me hallaba anudando los dos cabos a la altura de mi costado izquierdo cuando la voz de Biél me sobresaltó, algo que me indicó hasta qué punto mis gestos eran simplemente fruto de la rutina casual, sin ser consciente realmente de aquello que hacía. Y debía ir con cuidado, pues aquella era la primera vez que dormía con un hombre y no podía olvidar mi condición como embustera si deseaba seguir con la farsa el resto de mis días.
- Oh, genial...- Musité sin siquiera prestarle demasiada atención, obligándome entonces a entablar una conversación normal con él. Al fin y al cabo, no era un extraño. Era Biél, mi mejor amigo y a quién le debía más que la vida. Aun así, me dejó pensativa: ¿por qué no dejarme morir? Quizás ese era mi destino y él se interpuso...- ¿Le lanzaste ya por la ventana?- Intenté bromear con un tono un tanto cansado, alzando la vista hasta contemplar su espalda desnuda, tragando saliva instintivamente.- Oh, yo me encuentro bien, no te preocupes. Es sólo que... ha sido un viaje largo, una noche interminable... y he renacido hace escasas horas.- Respondí ante sus últimas palabras.
Carraspeé y desvié la vista, sintiendo la incomodidad de aquél silencio aun cuando, aprovechando que él me daba la espalda, me di prisa en cambiarme de pantalones para usar unos más holgados y cómodos que pensaba usar para dormir. También me apresuré en esconder las vendas bajo un jersey de lana de color azul celeste, pues mamá me había indicado lo frías que eran las noches en Irlanda y de la necesidad de abrigarme con tal de no enfermar. Por supuesto, la había obedecido.
- ¿Tú... te encuentras bien?- Me atreví a preguntar, lanzando la mochila a un lado de la habitación con la intención de esconderme bajo las sábanas y así romper aquella conversación que prometía avecinarse con tensiones.- ¿Te has olvidado la ropa?- Le pedí, ésta vez riendo por lo bajo al comprobar que se había quedado mirando con fijeza su bolsa con el cejo fruncido y sus pertenencias removidas. Por ello volví a mi mochila y extraje otro jersey de color marrón oscuro con unos dibujos verticales que formaban sutiles trenzas y que terminaban con los nudos típicos de los barcos. Por supuesto, aquella pieza había sido un regalo de papá por uno de mis cumpleaños, hacía ya muchos, muchos años. Iver tenía uno igual al mío.- Toma, te sentará bien y dormirás abrigado.
Biél lo tomó entre sus manos y por un momento sentí como una sensación extraña en mi cuerpo, como si me recorriera una chispa de electricidad, un latigazo de fuego que por un segunda nada más, había logrado robarme el aliento y aligerar la intensidad de mis pálpitos. De nuevo, ahora un tanto nerviosa y con las manos sudorosas, tragué saliva ruidosamente y agaché la vista, dirigiéndome a la cama, cubriéndome con las sábanas y dándole la espalda, esperando que fuera él quién apagara las luces de las velas encendidas. Aun con el corazón desbocado, el sueño me había abandonado por completo y mis ojos miraban con fijeza una mota de polvo que se hallaba arrinconada junto a mi mesita de noche, incapaz de pensar con claridad, escapándoseme incluso, aquello que rondaba mi mente desde la escena de la playa.
- ¿Por qué me salvaste?
Y ante semejante rubor, hice de mi cuerpo un ovillo y aguardé con el pulso martilleando mi cabeza la respuesta de Biél, sintiendo en mi boca la necesidad de ahogarme ahora en la botella de ron que descansaba bajo mi cama, escondida por si debía acudir a ella a hurtadillas.
Me quede sujetando el jersey mientras miraba por la ventana. Sintiendo que tenia la vista fija en aquel punto. Lo cierto es que rememoraba donde habia dejado aquella prenda, y entonces cai en la cuenta de que cuando hacia la maleta, y buscaba aquella pieza de ropa, habia dado con las cartas de mamá… Solo con algunas de ellas, puesto que con Elle nos las habíamos repartido antes de que ella marchara, pues eran una de las únicas pertenencias que teniamos de ella. Por eso habia olvidado el jersey, cuando lo buscaba di con las cartas y me distraje con ellas olvidando guardarlo en mi maleta.
Me sente mientras escuchaba su pregunta, aun con su jersey en la mano. Cayendo en el día que era...el aniversario de su muerte. En aquel momento sentí que me descomponía un tanto, afligiéndome al recordar la fecha.
Te salve… Porque este mismo dia, hace diez años. Me prometi a mi mismo que jamás me permitiría perder a nadie que quisiese… En aquel momento me puse en pie me puse el jersey y rebusque en la maleta desordenándola aun mas, a la vez que encontraba unos pantalones de lino, comencé a quitarme los que llevaba aun húmedos y me calce los otros con rapidez, como si de pronto me hubiese dado un pequeño ataque de hiperactividad. Y es que no quería quedarme quieto. Hacerlo, seria tener calma, y si la tenia, pensaría…y si pensaba, recordaría lo mucho que la habia extrañado estos diez años.
Si, estoy bien. No duerma creo que. Me corregí un tanto estresado. No creo que duerma, no tengo sueño aun. Comente un tanto atarantado con mis palabras.
Me acerque al bolso de mano y tome una de las cajas en las que guardada lápices, carboncillos y cretas, lo mas sensato sería dibujar hasta que me entrara sueño, pero entonces comencé a forcejear con la caja al ver que no se abria, terminando por sentarme en el suelo mientras la forzaba, haciéndome incluso daño al ver que aquel estuche metálico no cedía. Trague saliva, intentando no pensar en aquella noche, en aquel acantilado, mientras me agitaba un poco al intentar abrir aquella caja, como si hacerlo fuera una cuestión de vida o muerte. Sentía que el tic tac del reloj resonaba en mi cabeza, haciendo de los segundos y del silencio algo eterno.
¿Porque llevas vendas?
Me arrepentí al instante de formular la pregunta, pero cualquier cosa era buena para no pensar y se me acababan las ideas.
Gabriél Délvheen
Humano Clase Alta
Mensajes : 106 Fecha de inscripción : 03/03/2012 Localización : Entre París y Leiden
Me removí inquieta bajo las sábanas, abrazando mis rodillas sin mirarle, simplemente en silencio, escuchando sus palabras, mordiéndome los labios. Biél también comprendía el dolor de perder a un ser amado, de ver cómo su vida se escapa entre tus dedos y no poder hacer nada para evitarlo. Él mejor que nadie podía entender cómo me sentí aquella noche en Escocia, cómo aun me sentía ahora. Pero más que nada... comprendí cómo se sentía él. ¿Se sentiría tan solo como yo? ¿Tan vacío como yo? ¿Tan frustrado como yo? ¿Tan triste como yo?
Me erguí poco a poco, buscándole con la mirada hasta encontrarle sentado en el suelo, forcejeando con una caja metálica. Tiré de las mantas y caminé sigilosamente hacia él, sentándome a su lado y arrebatándole la caja para abrirla yo en un periquete, pues era sólo cuestión de maña y no de fuerza. Se la devolví abierta y con la mejor de mis sonrisas, una de aquellas conciliadoras y llenas de esperanza.
- Me caí del caballo hace unos días.- Mentí ante su última pregunta, queriendo volver entonces al tema que verdaderamente me interesaba, que era él y aquél dolor que ahora me unía más que nunca a él. No pude evitar posar mi mano sobre la suya, que aun sostenía aquella caja de lápices y carboncillos. Tragué saliva y sentí un ligero rubor colorear mis mejillas, agradeciendo la oscuridad que ocultaba aquella característica de mi rostro.- Biél... no estás bien.- Repliqué de repente, con voz melosa y mi mirada centelleante, buscando la suya pese a parecer rehuir de mí.- Pero estoy aquí, en tus manos, a tu merced. Estaré eternamente en deuda contigo por la vida que me has devuelto. Así que... si necesitas algo, cualquier cosa por disparatada que sea... cuenta conmigo, amigo.
Biél seguía sumido en el silencio, reacio a mirarme a la cara, sin inmutarse siquiera por mi gesto y aun con sus ojos fijos en el interior de aquella caja. Conté mentalmente hasta cien y, al no recibir respuesta alguna, me puse en pie y perdí el contacto físico que me unía a él. Suspiré disimuladamente y alboroté mis cabellos mientras me dirigía ahora hacia el baño, abriendo el grifo dorado para sumergir mis manos en el agua fría, echándomela a la cara con tal de despejarme un poco, pues me sentía extraña conmigo misma desde el episodio de la playa, sin poder siquiera recordar exactamente y con detalles, cómo había llegado hasta allí y qué había sucedido después.
- ¿Qué sucedió en la playa exactamente?- Inquirí a Biél después de abandonar el baño y volver a la cama, quedándome sentada con la espalda recostada contra la pared y las sábanas sobre mis rodillas, contemplando ahora curiosa a mi compañero de cuarto, el cuál sí pareció reaccionar a aquella cuestión.- Iba tan borracho que apenas recuerdo nada...- Reí un tanto forzosamente, volviendo a llevar mis manos hacia mis cabellos para despeinarlos hacia atrás, evitando que sus mechones se posaron sobre mis ojos. Luego, llevé mi mano bajo la cama, buscando la botella de ron que había escondido, percatándome que no se encontraba allí. Alcé la vista y la divisé en la mano derecha de Biél. Fruncí el ceño: algo pintaba mal...
Descorche la botella, lance el tapon hacia un lado y bebi un largo sorbo. Sin poder evitar toser un tanto al acabar,- pues nunca me habia acostumbrado del todo al alcohol- Mientras limpiaba mis labios ahora humedecidos por el ron. Pero entonces cai en que ninguna respuesta se hallaría en el fondo de una botella, ni en el principio de la misma. Por lo que la deje en la mesita de centro a la vez que caminaba hacia la cama de Vika, sentándome a su lado mientras jugueteaba aun con un lápiz de aquel estuche entre mis dedos.
Yo…Bueno, te vi en el agua…y pensé que jugabas, que simplemente te divertías, pero después dejaste la superficie y … Sentí que un escalofrío me recorrió toda la espalda. Por lo que tome una de las mismas mantas de su cama y la pose sobre nuestras piernas, mirando el tejido de la misma mientras continuaba, sabiendo que asi me seria mas fácil continuar. Fui a buscarte, y te saque pálido y frio. Me diste un susto de muerte…no escuchaba tu corazón con… Le mire señalándole el pecho…con las vendas asi que … En fin, yo... ahm... Te di aire hasta que despertaste.
En aquel momento ambos desviamos la mirada hacia un lado, no supe su motivo, aunque quizas se avergonzaba también, como yo…Despues de todo, habia compartido mi propio aliento con mi mejor amigo, tocando sus labios…tomando por un instante la textura de sus labios. Y lo cierto es que aquello no me avergonzaba, pues habia salvado su vida de ese modo. Lo que me avergonzaba es que me había gustado su sabor...
Se hizo el silencio un instante mas. Hasta que caí en las palabras que me había dicho antes, por lo que intente ignorar el rubor que ahora me coloreaba, mirándole pese a que el no me mirase a mi. Victor...oye…no me debes nada. Yo haría cualquier cosa por ti, eres mi mejor amigo…el único que tengo y a este paso lo único que me quedara… replegué mis rodillas para apoyar mis brazos en ella, mientras bajaba la mirada. Apreciando que su atención volvía a mi pese a que yo quisiera ocultarme tras mis cabellos. Ya sabes…ella no esta…Elle a saber en que continente decidió quedarse y papá bueno, ya sabes que su mujer ha vuelto… y yo... yo no tengo suerte con la gente, me quedare solo, pero voy a haciéndome a la idea… Reí con cierto pesar y suspire, intentando tomarme el asunto con humor, pues era lo único que me quedaba.
Tu tampoco estas bien… Cuando despertaste… no eras tu, te vi asustado como nunca antes… ¿Que pasaba por tu cabeza...? Me acomode, bajando las rodillas para dejar mis piernas cruzadas, bajando mi mano y encontrándome con la suya, sintiendo de pronto que mi corazón daba un brinco. ¿porque? solo era el...solo era mi amigo...Intente quitar los pensamientos que me volvían a traer el recuerdo de su sabor e intente centrarme. Apretando su mano, que seguía fría. Deje mi mano sobre la suya queriendo darle un poco de calor, frotándole suavemente, sonriendo sin darme cuenta, al sentir su piel tan suave como delicada...
Gabriél Délvheen
Humano Clase Alta
Mensajes : 106 Fecha de inscripción : 03/03/2012 Localización : Entre París y Leiden
Entorné mis ojos hacia él con un paulatino ladeo de cabeza en cuanto aquellas palabras llegaron a mí. Me pregunté si realmente se encontraba tan solo como creía estarlo y por un momento en el que mordí mis labios, no sentí envidia por su familia, aquella a la que solía celar. Al final, ninguna familia era la idílica. Todas tenían sus flaquezas y sus virtudes. Pensé en mamá e incluso en papá. Comprendía que la muerte de Iver les afligiera y de hecho, era visible la distancia que ahora les separaba. El ambiente era tenso y frío y aun así, me había encerrado en mi propio mundo sin querer acercarme a ellos, quizás por vergüenza, y lo único que había conseguido con ello era romper aquella familia que antaño, era una familia feliz y unida. Echaba de menos aquella sensación y algo se removió en mis entrañas, una sensación muy cercana al arrepentimiento, al dolor y a la soledad.
Comprendí entonces la soledad que acechaba a Gabriél. Alcé los ojos hacia la brillante mirada de Biél y en ella vi el reflejo de un fantasma, de un ente que alguna vez fui, alguien que ahora no era. Vi un alma errante, palpitante ante una agonía que se había extendido en el tiempo durante más de una década. Desvié la mirada para borrar aquella imagen de mí, pues simplemente, me estremecía, me repelaba.
¿Vagaría sola el resto de mi vida? Hasta entonces, cuando me había imaginado la vida a solas, con un rumbo fijo y establecido había creído encontrar la felicidad que buscaba, aquella vida que mi hermano debía de haber tenido si la Muerte no se lo hubiera llevado con ella a tan temprana edad. Había diseñado una vida perfecta en la que me convertiría en un gran arquitecto, residiendo en la urbe más moderna del momento, probablemente al norte de Europa, casándome con una buena mujer que me cuidaría -aunque la mantendría engañada, probablemente, mediante puntuales hechizos de transfiguración corporal que la satisficieran como fémina cuando buscara en mí el placer que ofrece un hombre-, adoptando quizás algún niño o no, lo cierto es que no me interesaba mucho ampliar la familia. Me contentaba con esperar una vida ocupada, manteniendo mis manos en proyectos y mi cabeza en metas. Era una forma de ahogar quién era yo realmente, aquello que de pequeña anhelaba y que tras la muerte de Iver tuve que sacrificar, rehuyendo de aquello que yo misma había querido alcanzar desde mi niñez. Convertirme en Iver supuso rechazar a mi persona. Y aunque era parte de mi plan, a veces... ¡era tan complicado ahogar a Victoria!
Aquella escena, frente a Biél, con su mano acariciando la mía, a tan escasa distancia, sumidos en la penumbra de una habitación a solas... ¡era tan complicado no sentir por él lo que Victoria sentiría por el mejor amigo de su hermano! Pero debía hacerlo... era una promesa que debía cumplir. Un juramento inquebrantable realizado frente a la tumba de Iver. ¡No podía flaquear ahora! ¡No cuando había llegado tan lejos! ¡No después de tantos esfuerzos y tanto dolor! Aunque sintiera que su mirada penetrante tiraba de los pliegues de mi piel y me desnudaba hasta sólo vestir mi alma temblorosa, llena de miedo y aun así resplandeciendo un fuego vital tras el que se hallaba mi verdadera identidad, bajo coraza cuya fragilidad aumentaba a medida que Biél lograba filtrarse por las grietas de mi piel y avanzaba amenazadoramente hacia el centro de mi corazón, el punto más débil que poseía.
Reprimí mis ansias por acercarme más a él, sentir su calor abrazando la frialdad de mi piel. Ahogué en el fondo de mi ser a aquella frágil Victoria que arañaba mis entrañas con tal de salir a la superficie y gritarle a Biél: "¡SOCORRO! ¡VIKA ME ESTÁ MATANDO DÍA A DÍA! ¡NO QUEDARÁ NADA DE MÍ! ¡AYÚDAME A SOBREVIVIR!".
Suspiré y escondí mi rostro entre mis manos, apartando así la de él que hasta aquél instante seguía posada sobre una de las mías. Mis palpitaciones resonaban por toda la sala y el rubor me invadió de nuevo, haciéndome estremecer.
- Estamos unidos en la soledad.- susurré con un hilo de voz después de que transcurrieran varios minutos en silencio, sin que ninguno de los dos moviera un ápice de sus músculos. Sólo entonces tomé una bocanada de aire y elevé el mentón en busca de su ardiente mirada, la misma que derritió todas aquellas capas y corazas que me alejaban de él y entonces, sentí en mi pecho un crack: la puerta se había abierto al fin ante él.
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