Todo sea por la arquitectura [V. Hedinson]

Recuerdo del primer mensaje :

Medio desparramado en la silla. Así me hallaba.
Desparramado en la silla, trasnochado, cansado y un tanto ojeroso por la falta de sueño de los días anteriores. Y es que después de siete exámenes, y tres proyectos entregados, todos los allí presentes, en la oscura aula del profesor de estructura de la universidad, éramos zombies vivientes, con cara de asco y mirada perdida.
Las motas de polvo se veian caer lentamente a traves de un frágil rayo de luz, mientras que de fondo, la voz pausada e incitadora al sueño del arcaico mentor resonaba casi hipnotizandonos.

Pero entonces, cuando el aburrimiento no podía alargarse mas, y cuando incluso -ya ajeno a lo que pasaba- me habia puesto a jugar con una pequeñita arañita que se paseaba por mis libros... ¡un sonoro carpetazo en la cabeza casi me hace caer de la silla! sacándome de mis cavilaciones con violencia -aunque violencia es poco decir-

Ghnrsghhss! Aghñaaaa! Bruto que eres! Comente acelerado ante el brusco llamado de atención, mientras me daba prisa en darle un sonoro librazo en el hombro, queriendo darle algunos que otros golpetazos que él esquivo con su sonrisa de triunfo.

QUE SUCEDE AHÍ ATRÁS!?

Comento el uraño profesor de estructura, encendiendo las luces y parando un momento el protector, -con aquella película sobre construcción que ya habiamos visto 10 veces esa misma semana- mientras nos miraba fulminándonos, a la vez que cada uno de nosotros miraba en una dirección distinta, con semblante relajado y todo en su sitio. A la vez que Vika y yo le mirábamos con unos gestos de consternación e indignación muy bien ensayados.

¿Sucede algo Sr. Clermont?
El cascarrabias profesor nos fulmino una última vez antes de volver a apagar las luces, continuando con su largo discurso sobre las edificaciones y sobre los mejores materiales para crear una obra adecuada al lugar… y su largo blablablá repetido hasta la saciedad.
Por lo que tras suspirar, y echar mis cabellos hacia atrás, me cruce de brazos y mire hacia el lado, donde Vika se quitaba la bufanda acomodándose en el asiento.

¿Porque llegas tarde, tu? Se supone que el impuntual soy yo. Comente entre susurros mientras éste me miraba y resoplaba con gesto de cansancio.
¿Otra vez escapando de las chicas? Si es que mira que eres… Gire la cabeza un tanto indignado ante lo que suponía que era el motivo de su retraso, pensando en la buena suerte que tenia él y la mala que tenia yo en esos aspectos.
Pero entonces, cuando ya me habia distraído otra vez, las luces se encendieron, cegandome bastante.

"…Y es por eso que Irlanda ha sido escogida como lugar preferente este año. ya que al presenciar vuestros últimos trabajos, hemos decido que lo mejor sea realizar un viaje en el que podáis poner vuestros conocimientos en prácticas reales. Teniendo en cuenta que si lográis los cometidos que proponemos, podréis comenzar a hacer sonar vuestros nombres en el campo. Participando activamente en lo que es el proyecto de ..."

Mire de reojo y me encontré con la mirada de reojo de Vika que me miraba con la sonrisa torcida igual que yo.

¿Sabes lo que significa eso...no?

Ladee el rostro cuando le escuche decir aquello, y me quede pensando en sus palabras…

Solos…pero… unidos en la soledad. Susurre.
Aquel concepto, pese a ser cierto me dejo un instante reflexionando, pues dentro de toda la gente que nos rodeaba, -que no era poca-…Todo el mundo hacia su vida y tenia sus problemas, sus quehaceres, su familia…Cada uno con el cauce dirigido hacia algún lugar concreto, mientras que nosotros, ahí, en la flor de nuestra vida, ya nos lamentábamos por un futuro que parecía ser incierto y lleno de un extraño vacío que de algun modo nos unia como si fuera lo mismo.

Negue con la cabeza. Y ahí, mientras el silencio nos acompañaba, le miré, apreciando esos enormes ojos azul grisáceo y esas enormes pestañas, que parecían querer hacer sombra sobre sus pómulos.
Le sonreí sin saber porque, simplemente su rostro me enterneció, y es que aun mirándole, supe que él estaría allí pese a que nuestro destino fuese a ser incierto. ¿Importaba mucho lo fuera a pasar? … Algo me decía que no del todo, lo importante estaba ahí, la soledad no volveria mientras le tuviese. El resto…ya llegaría
…o no.

Porque esta prohibido el matrimonio entre hombres. Que sino te habría comprado un anillo, me habría declarado y ahora estaríamos decidiendo si el nombre de los nuestros hijos pega mas con mi apellido o con el tuyo…
…

Rei al ver su sembante que juraria que enrojeció. Por lo que me acerque un poco mas hacia el, llevando mi mano a su frente para desordenar su flequillo con suavidad.

Vamos hombre, anima esa cara, solo bromeo, no te enfades...

Aparte algunos de los mechones que ahora habían caído por su semblante con la mirada baja, pero entonces, cuando él elevo el rostro hacia mi, y cuando nuestros ojos se encontraron por un momento ante la oscuridad de la noche, sentí que mi corazón se detenía total y completamente...Haciéndome pensar en aquellos momento juntos, en todas aquellas trastadas, en todos los trabajos, pero también en todas esas charlas, todos esos momentos juntos, todas aquellas tardes en las que simplemente veíamos el atardecer, hablando de planes, charlando sobre sueños, sobre ideas, filosofando, compartiendo algunas penas, pero también alegrias, fue en aquel momento, en que vinieron todas esas ideas a mi mente, que senti que algo cambiaba entre nosotros.
Era como si pronto, algunas cosas hubiesen pasado a tener otro sentido, como si lo sucedido aquella noche nos hubiese unido, como si de pronto ya nada fuera lo mismo.
...
Y entonces, mientras mantenía su mirada y tragaba saliva, recordé el sabor de su boca, y aquel tacto rugoso de sus labios, cuyo simple recuerdo me estremecio, haciendome sentir el mayor miedo que jamás imagine. Pues mientras le miraba sin siquiera parpadear, ahí a escasos centímetros suyo, aun con mis dedos acariciando su mejilla… sentí que caía en un abismo extraño, profundo y aun así, un abismo del que no quería ser salvado…
¿Que me ocurria?...
¿porque no podia dejar de mirarle?-...
¿Porque sentía un enorme deseo de agarrar de él y de no soltarle?...
¿Que pasaba conmigo!? Le tenia ahi, delante de mi...Y yo aguantaba la respiración mientras contemplaba su mirada, sus ojos brillantes, tan calidos...tan profundos, tan tristes, que me habían hipnotizado con su delicadeza...
Y entonces, como una verdad irrefutable, entendí lo que no quería entender.

...Me había enamorado de mi mejor amigo.
Quizás porque me cegué demasiado, porque me deje llevar por mis sentimientos en aquel momento, quizás simplemente porque cuando al mirarle me sentí demasiado absorbido por su persona, que no me di cuenta de cómo estrechaba aun mas las distancias con él...
Quizás porque deseaba demasiado sentirle mas cerca … que no me percate de cómo las yemas de mis manos se deslizaban ahora por su mejilla y luego por su cuello hasta enredarse en sus cabellos cortos...
Quizás porque empezaba a perderme en su aroma, que ni siquiera fui consciente de cómo mi otra mano se cernió también en su rostro.
...
Quizás porque soy un inconsciente, porque no pensé en nada mas, ni siquiera en que pensaría él...que me acerque hacia sus labios para tocarlos, para besarlos, al principio como una cálida caricia, casi como algo inocente, que no hizo mas que aumentar los latidos que en mi pecho se desbocaban, haciéndome ahora besarle con pasión y con necesidad de su sabor. Sin siquiera pensar en el, en que pensaría él...

Porque seguramente lo soy, un inconsciente, que no escuche nada mas, ni el martilleo de mi corazón, ni la voz de mi conciencia que decía que parase, que parase por respeto a el, que parase para saber que pensaría...que parase porque besaba a mi mejor amigo.
Que parase porque estaba besando a un hombre...

Y me dejé querer. Me dejé besar, me dejé llenar de una clase de cariño, una especie de amor, que jamás había soñado hallar, ni siquiera me había permitido esperar. Aquél fue mi primer beso y quizás por ello, me resultó mágico. Una sensación placentera, como si mis dedos acariciaran una etérea nube del cielo. Cerré los ojos, sintiendo cómo cada fibra de mi ser cobraba vida y latía a su propio ritmo mientras el oxígeno abandonaba mis pulmones y mis latidos rugían con fiereza bajo mi pecho, bombeando sangre a una velocidad desorbitada y que me hacía sentir cosquillas en la piel, pues la esencia de la vida correteaba por mis venas de un lado a otro sin un rumbo fijo, simplemente alocadamente. Mis pensamientos se nublaron y todo cuanto había callado salió a flote con aquél beso. Victoria resurgió de sus cenizas y fue quién tomó el rostro de Biél entre mis manos, impidiendo que se alejara de mi boca, aquella que ahora ardía en deseos de fundirse más allá de la piel, de la carne o de la saliva misma con la que ambos nos bañábamos en la cueva ajena, explorando sus rincones insaciablemente. Mi cuerpo reaccionó a aquellos estímulos y mi piel se erizó. Sin darme cuenta, me hallaba arrodillada frente a él, abrazando su cuello mientras estrechaba las escasas distancias que nos separaban. Necesitaba de él, de sus besos, de sus caricias y de su amor. Necesitaba pertenecerle y pertenecerme él a mí. Necesitaba dibujar con los pinceles de mis dedos sobre el lienzo de su cuerpo. Necesitaba dejar atrás todas las mentiras con las que mi boca se alimentaba. Necesitaba que fueran sus caricias las que secaran mi llanto en mis noches tristes. Necesitaba un te quiero emanar de sus labios, que me leyera un verso, que me riera los chistes y al fin, aprenderme que su presencia siempre estaría conmigo, a mi lado.

Y es que fue su aroma y su belleza las mismas que desnudaron en silencio mi nuevo amanecer, uno en el que imaginé siendo yo misma, llevando las riendas de mi vida a mi manera, sin sentirme atormentada ya por un error cometido en mi niñez, al fin, sintiéndome libre. Libre y feliz. En aquella imagen de mi mente, los momentos florecían como amapolas entre las historias de un ayer tormentoso que ahora me guiaba hacia la frescura de fragancia que en sus labios desprendía el tierno atardecer, aquél que tiñe el cielo de un color fogoso cuando el sol se pierde y los luceros salen a vernos caminar mientras en su cuna, la blanca luna nos invita a soñar.

Entonces... si él me amaba, y yo a él... ¿por qué no entregarme a aquél sentimiento que tan bien me hacía? ¿Por qué no surcar la felicidad en sus brazos? ¿A qué tenía miedo? ¿A su rechazo? Él parecía seguro de lo que sentía por mí cuando me besó. Sin embargo... él creía besar a un hombre, a su mejor amigo. ¿Qué sucedería cuando descubriera que en realidad era una mujer? ¿Que le había engañado todos aquellos años? Quizás nunca me habría amado. Quizás de haberme amado, ese amor se esfumaría como el humo con un soplo de aire.

Pero aquellas dudas desaparecieron de repente. Junto a Biél, en aquellos escasos segundos que nuestro beso se alargó en el tiempo, no habían ya problemas de los que preocuparme, ni ganas de huir, ni distancias, ni palabras, ni lágrimas, ni destinos, ni desprecios, ni soledades, ni noches vacías, ni principios, ni fe, ni final. Porque entendí que no había más imposibles que no verle, ni más pesadillas que perderle, ni más silencios que callaran por él, ni más ilusiones que tenerle, ni más riquezas que quererle.

Le amaba, es cierto.

Pero aun así...

Me aparté bruscamente de él y entonces, el peso del mundo me derrumbó, quedando de mí sólo cenizas de lo que había sido durante aquellos segundos junto a él, evaporándose de mi cuerpo los retales de aquello que quedaba en pie de mi alma. Ahora, ya nada. Sólo un gélido vacío y un profundo dolor en el pecho. Era como agonizar. La sensación más terrible que jamás nadie podría entender. Porque nadie entendería que sin Biél... sólo una sombra sería yo.

Desvié la mirada y me abracé con mis propios brazos, como si esperara así recomponer los pedazos de mí que poco a poco se desmoronaban. Las lágrimas me traicionaron y agaché la cabeza para que no me viera desfallecer. Forcé una risa para limar las asperezas de la tensión creada por mi culpa, por aquél sutil rechazo.

- Por ser una broma... ha sido muy... creíble.- señalé, tragando saliva ruidosamente a la espera de que el dolor fuera menguando y las lágrimas secando, cosa que no sucedió durante al menos, varios segundos. Al fin, convertí mis manos en puños y los apreté con fuerza, como si la misma fuerza física pudiera repercutir en la anímica. Alcé el mentón y mis ojos le penetraron con firmeza. Sostuve el aliento y despegué los labios de nuevo, buscando la voz escondida entre mis cuerdas vocales. La que encontré, distaba mucho de ser firme y fuerte como esperaba. Era suave, temblorosa y apenas audible.- Deberíamos dejar el alcohol y sucumbir al sueño... Será cierto que le noche nos confunde.- Reí amargamente, callando cuando el silencio me hizo estremecer y volví a agachar la cabeza, mordiéndome los labios. Nunca me había sentido más pequeña, frágil y... cobarde. El dolor me agrietaba y temí que en cualquier momento, me convirtiera en un puñado de polvo sobre aquél lecho y que la brisa matinal que se filtraba por una rendija de la ventana me llevara consigo a los brazos del olvido...

Tome aire, por un momento aun demasiado lejos de la realidad.
Sintiendome como si de pronto me hubiesen dejado llegar al mas cálido de los rincones, aquel en donde no existía el dolor, el miedo, ni ninguna clase de vacío o de desolación…Mientras que ahora, volvía a abrir los ojos y a ver mi alrededor, y a sentir el frio que nos acompañaba. Y me sentí extraño, como si ahora aquellas sensaciones a las que me habia acostumbrado a vivir, me amenazaran, me acecharan con su presencia… Y es que habia tocado el cielo con su simple cercanía y ahora debía acostumbrarme al mundo de los vivos, al mundo de la soledad, del silencio, del mas profundo y penetrante de los vacios que provocaba la misma oscuridad.

Sin embargo, en aquel momento, su mirada, penetrante y por un momento fría me dio un vuelco el corazón.
Pero pese a ver aquella distancia, no deje que sus palabras me hicieran flaquear, no cuando habia sentido que me habia correspondido en aquel beso. No cuando sentí sus manos amoblarse a mi rostro, no cuando por un momento no importo nada mas que nosotros y aquel gesto que ambos nos profesamos.
Camine hacia él, mientras le miraba ligeramente hacia abajo, haciéndole retroceder hasta que su espalda choco contra la pared. Momento en que le mire un instante antes de bajar la mirada, tomando algo de aire. Apoye uno de mis brazos en la pared, queriendo sentir que algo me afirmaba y suspire mientras el silencio parecía señalarnos con su presencia.

Esto… no es una broma Víctor. Incluso yo me sorprendí de la claridad y la firmeza de mi propia voz al decir aquella simple frase.
Tragué saliva, intentando que mi corazón dejara de intentar salirse de mi pecho por lo que intente respirar lo mas pausadamente que me fue posible, mientras volvía a mirarle intentando no parecer amenazador o tajante, pues simplemente eramos él y yo… nosotros. Aquellos que se conocían de hacia tanto que ya empezaban a perder la cuenta.

Se que no quizas no querras hablarme, que me odiaras por esto, porque soy tu amigo y porque… miranos, somos aquellos que suelen comentar los atuendos de las chicas… no aquellos que besan a sus mejores amigos. Sonreí ante tal charla, absurda, como no.
Pero quiero que entiendas que algo ha sucedido esta noche entre nosotros. Y yo no lo olvidare asi como asi.
Sé que me estoy jugando nuestra amistad…cuando la simple idea de perderte me…
Un estremecimiento me impidió seguir, por lo que simplemente me acerque a su oído, para susurrarle, sintiendo el tacto de su mejilla aun húmeda contra la mía.
No me arrepiento…
No me arrepiento de nada de lo que ha ocurrido esta noche, ni me arrepiento de lo que siento por ti.
Ni siquiera aunque seas un hombre. Indique tragando saliva, y es que acababa de descubrir que el amor surgía independientemente de aquello que nos separase en un genero o en otro. Un hecho mas que significativo que me hizo sentir como si todo diera vueltas a mi alrededor.

Deje que una de mis manos se situara un momento en su hombro, y que bajara a la altura de su pecho, donde aun a pesar del jersey y de las vendas que había visto, sentí su corazón palpitando con fuerza, con tanta fuerza como lo hacia el mío.
Pero entonces caí en aquel mismo detalle…vendas.
Si le había ocurrido algo, si se había hecho daño…¿Por qué no decírmelo? Normalmente me contaba hasta lo que había cenado…porque dejarse un “detalle” como aquel?...
Quizás Víctor no confiaba tanto en mi…quizás no me consideraba de la misma forma que yo a él. ¿Por qué si no se habría apartado de mi?...¿por qué sino, guardarse los detalles que yo mismo no me guardaba para él?...

Acerque el pulgar a su mejilla y seque una de las lágrimas que aun se alojaba allí. Antes de decidir darle un poco de espacio, pues quizás le agobiaba. Lo cierto, es que pese a que había sido sincero, sentí que el silencio me estaba atravesando el pecho de forma dolorosa.
Porque la idea de que el se fuera me aterrorizaba. Porque la idea de ver su desprecio hacia mi, me hizo temblar de solo imaginarlo.
Le mire un instante de más, antes de girarme lentamente y caminar por la estancia hasta llegar a la ventana. Donde apoye mis manos, intentando recuperar el aire que seguía perdido, dejando que mi mente vagara lejos, aun intentando buscar algo a lo que agarrarse después de sentir su tacto, después de sentir su calidez. Intentando pensar en como sobreviviría si él negaba aquel gesto entre ambos, intentando pensar en como haría para sobrevivir sin el aire que ahora Víctor suponía para mi...

Le vi darme la espalda, apartarse de mí, alejarse de mí yo sentí que me desmoronaba ante la soledad y el olvido. Estiré mi mano, temblorosa y vacilante, intentando impedir su marcha, queriendo retenerle junto a mí. Pero le perdí. No llegué siquiera a rozarle y Biél se dirigió a la ventana, buscando quizás la paz que mi perturbación había matado en su interior. Y tuve miedo. Sentí pánico y terror de verle así, tan lejos de mí, con aquella mirada triste que me mataba. Fruncí los labios y en silencio, me posicioné tras él, a unos metros de aquella ventana, a un lado del lecho.

Basta de mentiras, embustes y máscaras, me dije.

Crucé los brazos y aferré mis dedos a la tela del jersey, tirando hacia arriba hasta quitármelo despacio, mostrando ahora mi torso vendado. Con firmeza, llevé mis dedos a los cabos del vendaje unidos en un nudo que deshice con la misma lentitud y sin prisa, manteniendo aun aquél silencio entre nosotros. Poco a poco, fui tirando de aquellas vendas que fueron cayendo a un lado de mi cuerpo, en el suelo. Luego, bajé mis pantalones y me deshice de aquellos calzoncillos masculinos, depositándolos sobre las sábanas. Me desprendí de los calcetines y peiné mi flequillo que ahora caía sobre mi ojo, dulcificando mis rasgos. Di un paso al frente, abandonando la ensayada voz masculina para, ahora sí, dejar de interpretar a Víctor. Ante Biél, mostré la verdadera naturaleza de Victoria, empezando por la desnudez de mi piel.

- Lo que ves es cuanto soy realmente, Gabriél.

Entonces, tras contemplar cómo él daba un pequeño brinco -quizás producido por la sorpresa de escuchar una voz más femenina a la que estaba acostumbrado-, fue ladeando su cuerpo y su rostro hasta que al fin, sus ojos se posaron sobre mí y recorrieron los senderos de mis curvas, despegando sus labios y desorbitándose sus ojos al comprender qué era lo que tenía ante él: una mujer.

Esperé pacientemente, deseando que aquél silencio se alargara una eternidad más, pues sabía que con el pasar de los tic-tac, se acercaba el momento del rechazo, de la ira, del dolor y la soledad. Sabía que al mostrarme ante él, confirmaba que no era más que una mentirosa, una farsante y probablemente, pensaría que me faltaba un tornillo. Fruncí los labios y mantuve mi firmeza aun cuando su voz resonó en aquella sala y mi piel se erizó intentando crear un escudo contra sus palabras o sus gestos, pues ahora, lo único que me quedaba, era mi frágil integridad desnuda.

Escuche el sonido de la tela…
Y su caída…
Sin embargo, pese a que intuí sus actos, no quise girarme…hasta que su voz, aquella dulce voz llego hasta mí. Dejándome simple y sencillamente de piedra.

Fue entonces cuando me gire lentamente y cuando sentí que mi corazón golpeaba más que violentamente contra mi pecho, retrocediendo y chocando mi espalda contra la propia ventana con cuyo golpe hizo resonar los cristales. Mientras yo miraba las curvas que ascendían desde sus largas piernas, para formarse en sus esculpidos muslos, llegando mi visión a su sexo femenino, para subir la mirada por su vientre y por su cintura estrecha, apreciando las curvas de aquellos senos, para subir la mirada por su pecho, su clavícula, sus hombros, su cuello estilizado y finalmente su rostro ladeado, ahora despejado por aquellos cabellos bien peinados…aquel rostro…aquella mirada, aquellos ojos que me miraban con aquel miedo, con aquella agonía, con aquella tristeza, que simplemente me quito el aliento ante la belleza de lo que mis ojos apreciaban, me dejo por un momento en shock, pero aun asi, fue como si incluso su nostalgia, su pesar, me hiciera perder el aliento, de solo contemplar el sutil brillo de sus ojos, unos que relucían en la oscuridad, ante los suaves rayos del sol que ahora nos iluminaban.

Entreabrí los labios, queriendo decir algo, queriendo gesticular algún sonido, pero nada salió de mí, me quede simplemente mudo, con los ojos desorbitados mientras le miraba…

Desvié la mirada un momento y entonces vinieron a mi mente todos aquellos momentos en los que había sido brusco, todos aquellos momentos en que fui violento, desagradable, en que dude de su palabra ante excusas absurdas que me ponía sobre cosas como su voz, todos aquellos momentos en los que fui grosero, en los que fui arrogante y mal educado, todos aquellos momentos en los que me aproveche de su fuerza inferior a la mía en aquellos juegos bastos, o aquellos momentos en los que me había desnudado delante suyo, sin que me importase….y sentí que mi rostro enrojecía dándome un enorme calor.

Lleve una de mis manos a mis labios, tapándolos mientras intentaba hacerme a la idea…Negando de pronto aun sin podérmelo creer. ¿Habria perdido el juicio? ¿Habría perdido el norte y definitivamente la razón, el pensamiento y el juicio?....
¿Me engañarían mis ojos?...
Aun con la mirada baja, me acerque hacia el…¿o era ella?...

Pese a aquel desconcierto y a aquel momento extraño, intente mantener la calma, intente entender lo que sucedia...pero sobretodo hablar con Vika. Tenia que hacerlo...

¿Victor?....Ella negó y yo le mire tragando saliva.

Sus ojos parecieron brillar al decir aquello en un susurro, mientras yo le miraba un tanto dolido por no haber sido poseedor de su confianza antes, pero también disgustado por no ver algo que siempre había estado ahí…
Aun así, pese a mi consternación y mi agonía por una situación que me hacía dudar de la razón y de mi propio juicio, fui consciente, de que algo pasaba. Tenian que haber motivos, razones para todo aquello...Pero no, no fue el hecho de descubrir la verdad lo que me dejo un tanto en colapso, sino el pensar, el intentar pensar, en cual habría sido el motivo para que alguien intentara aparentar algo que no era, tanto tiempo…engañando a todo el mundo...

¿Porque…porque has hecho esto todo este tiempo…?
¿Porque me lo ocultaste todos estos años?...
¿Qué te ocurrió….?

En aquel momento el silencio nos inundo y yo vi en su mirada lo duro que había sido ese momento para el…o mejor dicho…para ella.
Acerque mi mano hacia la suya y la acaricie suavemente entrelazando mis dedos con los de ella hasta que mi mano envolvió la suya.
Y entonces, ante aquel momento, sentí la necesidad de envolverle en mi abrazo, por lo que no me reprimí, tire de ella y envolví su desnudes con mis brazos, palpando la piel fría de su espalda que contrastaba con la mía, aun cálida.

No me iré de aquí…Me da igual quien seas…
...
Abrázame…
Dime que no enloquecí…

En sus ojos vi reflejada mi mirada atormentada antes que su abrazo se llevara consigo aquél pesar que me asfixiaba. Respiré profundamente e intenté memorizar su aroma, cerrando los ojos y moviendo mis manos hasta que se reencontraron tras su espalda, entrelazando mis dedos para oprimirle contra mí. Su cuerpo irradiaba calor y mi piel temblaba por un frío más que atmosférico, espiritual.

Suspiré sobre su cuello y sonreí al ver cómo su piel se erizaba y él se estremecía mientras soltaba su agarre y mis brazos quedaban a lado y lado de mi anatomía desnuda, clavando mis ojos en los suyos. Entonces, llevé mis manos a su rostro y empecé a susurrar unas palabras en latín:


Una lágrima descendió de mis ojos y simplemente, caí sobre mis rodillas, abrazando sus piernas mientras escondía mi rostro de su mirada, la misma que ahora había recuperado el centello vital propio de sus ojos tras mi intento fallido de realizar un hechizo que le borrara la memoria, que le hiciera olvidar aquella revelación. No lo hice, desistiendo antes de terminar el conjuro, rindiéndome pese al amargo sabor de mi boca.

- Juré ante la lápida de mi hermano Iver... que llevaría la vida que él no pudo llevar tras elegir salvarme a mí en vez de a él. Yo le maté y yo soy quien debe devolverle a la vida día a día, dándole aquello que él esperaba hallar en el mundo.- Respondí con un hilo de voz aunque sin titubeos, firme pese a la delgada línea que me separaba del llanto desconsolado que me acechaba a cada momento.- Dejé de ser Victoria hace once años y hasta el día en que me muera, seré Víctor. Es mi condena por aquél crimen.

El silencio volvió a azotarme con brutalidad y quedé sin aliento, mordiéndome los labios sin soltar el abrazo de sus piernas, humillada ante él, desnuda y a sus pies, sin que eso me importara ya. Estaba a su merced, colgando de sus manos. Él poseía lo único que me quedaba de Victoria y suya era la decisión de destruirlo.

Biél retrocedió un paso, liberándose de mis manos y dejándome al borde de un abismo cuyo final no podía siquiera vislumbrar de lo profundo y oscuro que lo imaginaba. No obstante, él se acuclilló frente a mí y tomó mis manos entre las suyas, momento en el que osé alzar el mentón y perderme una vez más en sus ojos, deteniéndose mis latidos en aquél preciso instante.