Perdida en medio de grandes obres literarias -LIBRE

por **Reaghan McKenna** Lun Feb 18, 2013 1:25 pm

Perdida en medio de grandes obras literarias

Añoraba mis libros, sentarme en algún lugar y leerlos con emoción, alejándome de todo lo que me rodea. En Escocia me pasaba tanto tiempo de esa manera... y ahora en París era una de las pocas cosas que extrañaba demasiado, no había leído nada desde mi llegada y hoy ya no aguantaba más. Sabía que no estaba bien el caminar sola y más si se estaba acercando la noche, pero ya estaba acostumbrada a esto y poco me importaba, en estos momentos era cuando me sentía realmente libre y siendo solamente Reaghan, una chica normal y corriente y no la Condesa de Escocia.

Caminé durante un rato por las calles, andaba algo perdida y no tenía ni idea de donde se encontraba la biblioteca, iba a preguntar a alguien cuando de repente la encontré enfrente de mi. Con una gran sonrisa abrí las puertas, entrando emocionada allí y quedándome en medio de la sala, era mucho más grande de lo que me había imaginado, más grande, con un precioso interior y sobretodo llena de libros que parecían decir "leeme". No pude moverme durante unos minutos, solamente di unas vueltas alrededor mía para verlo todo - Es... perfecta. - Susurré bajito cuando me acerqué a una de las estanterías, aún no sabía que quería leer, por ahora solamente estaba mirando los títulos de los libros.

por **Löwe Von Meer** Vie Feb 22, 2013 5:02 am

Un hombre inteligente es aquel que se erige una fortaleza con las piedras que le lanzan sus enemigos.

Con la caída del sol, los ojos del vampiro se abrieron con rapidez. El día comenzaba para la muerte, que vestida con un elegante traje negro y camisa blanca de seda con corbata a juego, se camuflaba en el cuerpo masculino de ojos fríos azules, y sonrisa arrogante. Mil años había caminado por el mundo, y a pesar de todos los cambios que se habían sucedido, su carácter indomable seguía siendo el mismo. Su creador, como cualquier padre celoso de su hijo, lo había acompañado durante toda su vida. Leónidas era más que aquel que le había dado el beso de la muerte, era su mentor, su apoyo, su familia. No había ninguna persona ante la que Löwe se arrodillara, salvo él. Si él se lo pidiese, caminaría bajo el sol diurno por él, porque en el fondo, era el único guerrero y hombre que había sido capaz de estar a su altura siempre. Cuanto más avanzaba Leónidas, más ganas tenía Löwe de alcanzarlo, y así había sido. Löwe consiguió igualar a su mentor en fuerza, inteligencia y arrogancia. Pero siempre deseaba más.

Ése era uno de los motivos por los que había abandonado el castillo en el que ambos vivían para encaminarse entre los limpios y perfectos adoquines de las calles más ricas de París. Sus pasos tenían un destino predestinado, la Biblioteca que se erguía sobre el centro de París, tan perfecta y con numerosos volúmenes de tecnología avanzada. No había nada que le gustase más que perfeccionarse a sí mismo, precisamente por eso actualmente estaba estudiando todo lo que concernía a la nueva materia de la mecánica. Engranajes, cuerdas de suspensión, y brazos mecánicos. El mundo estaba cambiando, se abrían numerosas puertas de posibilidades, y él sería el primero en abrirlas y estudiar su contenido.

Sacudió la cabeza con una sonrisa de deleite casi infantil cuando comenzó a subir por la escalinata de mármol, ignorando las numerosas miradas femeninas que atraía su paso firme y decidido. A pesar del aura de peligrosidad que siempre lo rodeaba, siempre habían mujeres y hombres dispuestos a adentrarse en el radar peligroso de su cercanía. Como la mirada enigmática y única que dedicaba una pantera antes de lanzarse sobre su presa, Löwe era capaz de hipnotizar a los que le rodeaban. Abriendo las puertas con sus enormes manos, se acercó a la bibliotecaria y le preguntó sobre los nuevos volúmenes que sabía que habían llegado ese día.

Con una sonrisa de completa satisfacción se adentró por los pasillos, buscando la estantería en la que se encontraban los volúmenes. Y al llegar al lugar indicado por la bibliotecaria, su sonrisa se borró al ver que una increíble belleza de melena rubia y tan brillante como el sol, tenía uno de sus finos y elegantes dedos sobre uno de los libros que deseaba. Acercándose sin hacer ruido, dejó que su pecho rozase la espalda de la joven, y que su voz, mortalmente dulce, sonase cerca de su oído: - Me temo que tiene en sus manos lo que deseo, Frau.- Rió suavemente mientras retrocedía un paso y esperaba a que aquella mujer alejase su dedo de ébano, del libro que deseaba tomar. Con suerte, había recordado adoptar el acento alemán y ocultar el vikingo. Tal vez debería comenzar a decir que era islandés para poder hablar sin tener que ocultar la dicción seductora de su idioma materno. Pero mientras tanto, su acento sólo salía en las únicas dos ocasiones en las que su yo interior se liberaba; en la lucha y en el sexo.

por **Reaghan McKenna** Sáb Mar 09, 2013 5:48 am

Su madre, desde pequeña, siempre le había inculcado que una buena dama, una condesa como lo era ella, debía de ser algo más que una sonrisa bonita, unos caros vestidos y todo lo que las mujeres reales solían hacer antaño. Recordaba cada palabra de su madre sobre la importancia de ser una mujer culta que se pudiera desenvolver en cualquier conversación, aunque no fuera experta, aunque algunos temas le quedaran más grandes que otros, pero por lo menos que pudiera saber de que estaban hablando o pudiera seguir más o menos la conversación. Éso es lo que le había inculcado su madre en su tierra natal y éso era lo que intentaba hacer de nuevo desde que estaba en Francia. No eran lecturas ligeras ni mucho menos sencillas. Aburridas, ésa era la descripción perfecta para esta joven rubia, Reaghan prefería mil veces el perderse en relatos, en obras de autores literarios y no en éso pero... era por la memoria de su madre por lo que lo hacía, además que odiaba el perderse en las conversaciones y que le parecieran chino la mayoría de las palabras que decían. Prefería volver a perderme con vos, Shakespeare - Susurró en un tono de voz suave y dulce, un susurro tan poco audible que le costaría escuchar a la persona de su lado si hubiera alguien.

Un largo suspiro salió de sus labios mientras seguía paseando lentamente enfrente de aquella estantería y maravillándose con la belleza del lugar y de los libros en especial. Era la primera vez que pisaba aquel lugar y estaba segura de que era una de las más bellas Bibliotecas que había visto en toda su vida. Sonrió divertida al pensar que se había enamorado del lugar.

Un escalofrío recorrió toda su columna vertebral al sentir a alguien tan cerca de ella, había estado tan perdida en sus ensoñaciones que se había olvidado de todo lo que la rodeaba. Acarició una vez más aquel libro antes de sacar el libro despacio y con cuidado antes de voltearse en ese pequeño espacio que tenía entre el hombre desconocido y la estantería. - Estoy segura de que disfrutará mucho más que yo con esa lectura. - Se mordió ligeramente el labio sin moverse ni un ápice mientras una sonrisa dulce y divertida se dibujaba en su cara.

OFF: Siento la demora, he estado con exámenes hasta ahora >.<

por **Löwe Von Meer** Vie Mar 15, 2013 7:33 pm

[center]“Hay en ti una luz que resulta casi cegadora. En cambio, en mi sólo hay oscuridad” center]

Correspondió a la mujer con una sonrisa pequeña mientras tomaba el libro de sus finas y blancas manos. - Estoy seguro que alguien que desea tanto a Shakespeare, sería capaz de morir si leyese ..." la teoría de las manivelas de acero"- Dijo refiriéndose al título del libro que tenía entre sus manos.- Pero si lo desea, puedo acompañarla a la sala dedicada a la literatura.- Le tendió el brazo con elegancia y cortesía, algo que había tenido que aprender en poco tiempo y a regañadientes. Le gustaba más las costumbres antiguas, en las que el hombre era hombre, y la mujer admiraba la masculinidad del guerrero sin necesitar frases engalanadas con tonterías. Podía entender que las mujeres suspirasen por los sonetos de Shakespeare, que admirasen su métrica perfecta. Aunque la tragicomedia de Romeo y Julieta era demasiado empalagosa para su gusto, las féminas necesitaban un trato dulce, un susurro suave y sensual que encendiera su alma y las hiciera fáciles de tratar como los caballos salvajes. Pero de ahí a querer un hombre maquillado y adornado con lazos....escapaba a su comprensión. Por mucho que lo intentasen, caminaría bajo el sol voluntariamente antes que dejarse pintar el rostro.

- Hay algo en el maestro Shakespeare, tan trágico aún en sus comedias, que hace que sus letras lleguen al corazón con facilidad.- Bajó su mirada para ver a la rubia observarlo. Como respuesta a su escrutinio, simplemente le guiñó un ojo y comenzó a caminar por los pasillos de la biblioteca, grabados en su memoria de tanto pasear por ellos.- Madame, ¿no creería que soy un aburrido desentendido de los grandes literatos, verdad?- le dijo con fingida mueca de horror. Si Leónidas lo viese en ese momento, le clavaría una estaca para librarlo del deshonor. Un guerrero jamás era el payaso de nadie, al menos en público.

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