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PARÍS, FRANCIA
AÑO 1842

Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.

Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.

¿Estás dispuesto a regresar más doscientos años atrás?



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Mensaje por Lucius Webber Vie Feb 22, 2013 9:09 pm

Moverse de ciudad era siempre un trabajo caótico. A decir verdad lo odiaba mucho más que a otras cosas, pero era un mal inevitable para ella.
Llegar a Francia con sus carruajes, desempolvar su oxidado francés y atravesar el país hasta su corazón, París, era una locura que no se había planteado tan tortuosa en principio, pero así había sido y ahora estaba segura de que nunca más se alejaría tanto de un país si no era a otro más cercano. Pero a pesar de las dificultades allí estaba ahora, en la capital del país del amor, por irónico que sonase. Huyendo de los recuerdos de su antiguo marido, el que probablemente sería el único en toda su larga vida pues ya estaba demasiado mayor como para casarse otra vez, huyendo de si misma, de la certeza de que en ninguna parte del mundo habría quien la amase estando maldita, venia de cabeza a meterse a la capital del amor.
Sonrió y suspiró, ya faltaría menos para llegar a su nueva casa. Con suerte los sirvientes a quienes había adelantado en el camino ya tendrían todo instalado, pero aún así estaba segura de que distaría mucho a que eso pareciera un hogar hasta que fuese ella misma quién diese las órdenes de como ordenar.

El carruaje se detuvo al fin frente a las puertas del que sería su nuevo hogar y ella bajó de este justo cuando el campanario empezaba a sonar. Tomo su Rosario del bolso de mano y lo enrolló en su muñeca como siempre hacia, decidiendo que la casa podría esperar a que los sirvientes entrasen lo que traía con ella en el carruaje mientras ella tomaba un respiro, necesitaba de un paseo para poder estirar las cansadas y casi adormecidas piernas.

Francia era un lugar hermoso, su hogar estaba muy bien ubicado junto a otros del mismo estilo, lejana al bullicio de la ciudad, pero cercana a la iglesia, misma que sería su primera parada, como cada vez que iniciaba una vida en algún lugar.

Por el tañido ya escuchado había supuesto que no eran más que un par de calles de distancia (tal vez dos al norte, una al oeste) por lo que comenzó a andar en esa dirección, pero tan pronto cuando hubo llegado al lugar donde pensó estaría la iglesia se dio cuenta de que la cuidad no era como esperaba y la iglesia no estaba allí. Alzo la vista y miro a su alrededor, intentando ver alguna cúpula, algún campanario, algún techo alto con una cruz, pero nada conocido aparecía ante ella más que el propio aroma de su perfume, mismo rastro que podría seguir en caso de perderse (una vez convertida en perro). Pero por ahora no era necesario, sólo bastaría con volverse y desandar el camino hecho… pero no aún, aún podría caminar un poco más para reconocer su entorno y familiarizarse con la gama de olores y sonidos nuevos y desconocidos antes de volver con energías renovadas a planificar por enésima vez su nueva vida.


Última edición por Lucius Webber el Mar Mar 26, 2013 8:45 pm, editado 1 vez
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Mensaje por Quillan Porter Sáb Feb 23, 2013 4:08 pm

"Muchas veces lo que no se halla cuando se busca, sale al encuentro cuando no se busca."
Séneca


La tranquilidad de la Iglesia brindaba una paz indescriptible, no podía recordar un mejor lugar para pensar y meditar lo ocurrido; pecados cometidos y ya perdonados con el cumplir de sus penitencias. El recuerdo de los condenados a quienes enviaba al infierno día a día y el saber de la existencia de aquellos que buscaban venganza. Sabía que por su maldición estaba condenado a ir directamente al infierno, pero sabía también que aún tenía la posibilidad de comprar la entrada de su hermano al cielo, y seguiría luchando por ello, con la misma convicción que había mantenido hasta el último de sus segundos sobre la Tierra.

No mucho después, sin que ninguna puerta se hubiese abierto, un par de pisadas resonaron cuidadosamente sobre el piso de la iglesia que, hasta ese momento, permanecía desierta. Abrió los ojos y los fijó sobre la figura de Cristo crucificado, mientras sus dedos permanecían entrelazados ante su rostro, los codos sobre la banquilla y las rodillas apoyadas en el piso, aun en señal de oración. Los pasos siguieron avanzando, lentos y cautos, como temerosos de ser escuchados por el oído limitado de algún humano. Entrecerró los ojos y agudizó aún más el oído.

Presentimiento, suspicacia o simple sentido del peligro; se puso de pie y giró rápidamente mientras se llevaba una mano al revolver con balas de plata, bendecidas además con agua bendita, que llevaba al costado izquierdo de sus caderas, pero nadie había ahí en la iglesia. Sólo sus ojos se movieron de un costado a otro de la amplia construcción hasta que una peculiar sombra llamó su atención, mas no alcanzó a alzar la mirada cuando un enorme felino negro se le lanzó encima desde los mismo pilares de la iglesia. Ambos cayeron al suelo y Quillan perdió el arma en medio de la pelea, garrotazos, zampadas, puños y patadas, hasta que el felino salió expedido hacia la muralla y el Condenado recuperó su revolver para apuntarle directo al pecho.

— Escúchadme: Yo sé que me entendeis... y no voy a asesinar en la casa de Dios — advirtió con los dientes apretados producto de la tensión, al tiempo que retrocedía sin bajar la guardia, ni el arma con la que le apuntaba.

Un par de pasos más y el animal se le levantó, por lo que el escocés se echó a correr hacia la salida, abalanzándose contra la puerta para abrirla al chocarle con su hombro. La luz del atardecer exterior, le cegó momentáneamente y entonces recordó su imperdonable descuido. Retrocedió para abrir la puerta de un nuevo golpe y disparar cercano al felino, detrás de ella, para hacerle huir.

In nomine Patris, et Filii, et Spiritus Sancti — se persignó mirando al Cristo y ahora sí, se echó a correr.

Tampoco quería hacer un escándalo en medio de la ciudad y estaba seguro de que el Cambiaformas no saldría a la calle transformado en pantera, por tanto guardó su revolver y no corrió a la velocidad de un sobrenatural, sino simplemente aplicó la prisa justa para dar la vuelta a la esquina y observarle desde ahí para apreciar su verdadera identidad. Sin embargo, le bastó pensarlo por sólo unos segundos más para darse cuenta que, sea quien sea, no se mostraría tan fácilmente y de seguro buscaría alguna otra salida. Se maldijo por su propia ingenuidad y se echó a correr nuevamente, metiéndose a los callejones en donde podría obtener la privacidad requerida de un buen enfrentamiento.

Por un segundo pudo sentir a la pantera saltar desde el tejado y correr a sus espaldas, pero al momento siguiente, justo tras doblar una nueva esquina, chocaba con una mujer que parecía haber salido de la nada. Le miró sorprendido, pensando por un momento en que tal vez y hasta fuera su atacante, pero ella estaba demasiado bien vestida para hacerlo y todos, quienes conocen del tema, saben que un cambia formas no aparece vestido de un segundo al otro.

Lo siento — dijo apresuradamente y, cuando quiso echarse a correr de nuevo, una nueva fuerza le detuvo. Los botones de la manga de su camisa, acababan de atorarse en los tejidos de los atuendos femeninos. Parpadeó confundido y se acercó para desenredarse de ella, cuando nuevamente sus sentidos le pusieron en alerta.

Miró a la mujer, que parecía confundida, hacia el callejón y entonces vio ahí una puerta. Le cogió del brazo y le arrastró con él para abrir la entrada con un nuevo empujón y se metió junto con ella, acorralándole contra la muralla, en donde le tapó la boca con su mano izquierda, mientras la derecha se alzaba hasta sus propios labios en donde hacía una señal de silencio.




Última edición por Quillan Porter el Mar Mar 26, 2013 8:46 pm, editado 1 vez
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Mensaje por Lucius Webber Sáb Feb 23, 2013 5:29 pm

El sol en lo alto del cielo iluminaba su rostro a la vez que caminaba lentamente por las calles parisinas. Todo era tan distinto a cualquier otra ciudad donde hubiese estado que iba maravillada mirando de allá hacia acá, sintiendo los aromas de algunas comidas en las casas adyacentes, observando al poco público que transitaba… algo maravilloso de Francia era aquella esencia que llamaban perfume, en la que capturaban el mejor aroma de las flores para ponerlos en el cuerpo. Si bien era delicioso, con el paso del tiempo empezaba a convertirse en algo empalagoso, asqueroso.

Frunciendo la nariz se internó entre un callejón donde, suponía, sería un camino a casa menos transitado, donde podría llegar sin tener que aguantar más olores, sin embargo de camino a la esquina uno le llamó la atención. Ese olor… ese olor que hace semanas no sentía, un olor que le aguó la boca y le desconectó los sentidos. Cerró los ojos e inhaló con fuerza. Cuero, dulce y delicioso cuero… exquisito y tan fuerte.

Sonrió con los ojos cerrados, pero la sonrisa se desvaneció tan pronto como alguien o algo hubo impactado contra ella. Abrió los ojos para reclamar alguna explicación, pero solo un ahogado- What’s…? -logró salir apurado junto a su disculpa antes de que él intentara seguir corriendo y la jalara a su lado.
No quería correr junto a él, pero algo le había tirado para que salieran juntos y por ello miró abajo, donde pudo distinguir perfectamente como vestido y camisa estaban enredadas entre botones y telas impidiéndole el movimiento, además, mas abajo, pudo notar el cinturón de… oh, cuero.

Nuevamente iba a cerrar los ojos para inhalar una vez más el embriagador aroma que en primer momento le había desconectado, pero algo, tal vez intuición, le hizo alzar la vista hasta donde distinguió una sombra negra demasiado rápida como para ser un gato y echó a correr justo cuando él lo hizo. No sabía de qué, no sabía por qué, solo sabía que corría huyendo de algo, junto a un hombre que jamás había visto en su vida y que de un momento a otra le guiaba quién sabe donde tras una puerta. ¿Así iba a ser? ¿Así sería de rápida su estancia en Paris? ¿Con algo que asechaba y que, si no se controlaba, le haría transformarse en el miserable Bulldog Francés en que se convertía cada vez que tenía miedo?

Asintió, no solo para demostrarle a él que entendía que debía guardar silencio, sino que también asintió a ese fuerte interior de ella que había decidido no temer a nada en ese momento. Aún traía -creía- un arma en el vestido… pero cuando quiso sacarla se dio cuenta de que tal vez debería tocar un poco más a aquel hombre de lo que estaría permitido, por ello simplemente levantó la mirada, esta vez enfadada.

- ¿Qué creéis que estáis haciendo?¿Qué está pasando?-le reclamó en un susurro, consciente de que afuera había alguien o algo más, pero sin querer perder un minuto más sin saber a quién o qué debería matar, si a lo que fuese que estaba afuera… o al hombre que ahora le acompañaba.
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Mensaje por Quillan Porter Sáb Feb 23, 2013 7:44 pm

"El hombre cauto jamás deplora el mal presente; emplea el presente en prevenir las aflicciones futuras."
William Shakespeare


El rostro de la mujer quedó tan grabado en su mente como aquel misterioso “What’s...?” que apenas salió de los labios femeninos, reconoció como un regalo del destino, hecho en su propia lengua. Sin embargo, no había tiempo para preguntas o para miramientos, había de que moverse rápido o ella le pondría en una buena desventaja. Defenderse a sí mismo y pelear contra un enemigo era una cosa, pero tener que defender también a una muchacha que no parecía más que una vil e ingenua humana, común y corriente, cuya fragilidad era la equivalente a la de una burbuja ante una pared de concreto, era otra. Claro, él no tenía idea de la naturaleza de la otra mujer, aún siendo un Inquisidor de varios años de experiencia, eran —precisamente— los cambiaformas, las criaturas malditas más difíciles de identificar; tenían corazón palpitante, la sangre caliente, el mismo aroma de los humanos y podían andar a la luz del día. Sólo podía descubrírseles a través de la exhaustiva información, ya que tarde o temprano, recaían en sus instintos más animalescos.

Enemigos sin saberlo, se escondían ambos de un peligro en un común y ahí, entre penumbras, Quillan pudo dar cuenta del movimiento afirmativo de la cabeza de la desconocida, el mismo que también movió su mano que aún posaba fijamente sobre su boca, la cual retiró lentamente, con la precaución de que su rapidez no le fallase en caso de tener que tapársela de nuevo, por eso le dejó cerca, apoyada en la misma muralla en donde ella estaba acorralada. Bajó también ese dedo suyo, que llamaba al silencio, y miró hacia afuera por las miserables aberturas que dejaba la puerta en la unión de sus bisagras.

Nada de movimiento se veía afuera. No sabía si el felino había alcanzado a verles, si había bajado del tejado o si se había adentrado al interior de ese callejón en donde sus efluvios delatarían su presencia, tanto como el susurro de ella.

Shhhtt... — le hizo callar, mirándole de nueva cuenta.

Parecía confundida, y también asustada, no quería que gritara y por tanto tampoco deseaba que le creyese un delincuente. Sin embargo, no se encontraba en condiciones de cantarle una nana o rogarle por un poco de silencio. Sus días de buen samaritano habían quedado atrás en el mismo momento en el que se había visto envuelto en aquella encrucijada, ese juego maligno del gato y el ratón. Así que simplemente permaneció en silencio hasta que ya dio por hecho que la pantera no les había seguido. Y entonces, volvió a mirarle.

No voy a mataros... o al menos no aún — sonrió de costado, procurando desviar la atención del tema. No era quien para caer en explicaciones de la existencia de aquellos demonios a quien parecía no tener la más mínima idea de la vida y, según la Iglesia, debía proteger la inocencia ajena por mientras pudiera. — Nunca se sabe si algún día me daréis motivos para querer hacerlo — alzó los hombros con naturalidad y dejó caer la mano que aún apoyaba en la muralla a espaldas de la mujer.

Por un momento quiso abrir la puerta y salir de una buena vez, pero bien se sabe que más vive el viejo por precavido y nada costaba esperar un poco más, así que se acercó a la puerta nuevamente, arrastrándole a ella, del enganche de su vestido, para mirar a través de esa pequeña abertura.

No soy una persona de temer, si es lo que creéis — le dijo a espaldas de ella, cuando ya se creyó con la seguridad de estar solos — Pero tampoco soy un santo y a veces podría resultar peligroso, pero no para vos — se giró nuevamente para mirarle a los ojos y expresar así su propia seguridad, aún en medio del encierro y la oscuridad.




Última edición por Quillan Porter el Mar Mar 26, 2013 8:47 pm, editado 1 vez
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Mensaje por Lucius Webber Sáb Feb 23, 2013 8:56 pm

Observó al hombre ahí parado y cuando este retiró la mano de su boca, se hizo rápidamente consciente de la realidad en la que estaba metida. Un ser humano promedio tenía una temperatura corporal de unos 37ºC externamente… o eso era lo que recordaba de sus tutorías cuando pequeña, sin embargo ahora mismo, luego de ser atrapada, raptada o la palabra que sea que usaras en ese caso, correr, esconderse y mantenerse más cercana a este hombre que con cualquier otro en los últimos años, especialmente cuando este desconocido que movía la mano que cada vez le subía más y más el vestido le tenía tan sonrojada que hacía sentir que 37ºC no eran nada en comparación a su temperatura actual, especialmente porque él no parecía estarse quieto y cada vez su mano subía más y más, a la par que su vestido.

Violación tal vez podría ser un nombre adecuado para la situación… o lo que él intentaría, pues ella no era una de esas damitas que se dejarían hacer. Ya había luchado lo suficiente por su vida -y por no procrear- como para caer en las manos del ojiazul que le tenía atrapada.

Decidió darle una última oportunidad antes de transformarse conscientemente en un gigante perro negro que podría arrancarle la garganta, pero este parecía demasiado distraído como para que ella sintiera que realmente estaba en peligro con él, pero sin embargo una vez más movía aquella mano enganchada a su vestido, haciendo que este se subiera cada vez más, apretándole a la altura de las rodillas, haciéndole perder ligeramente el equilibrio por lo que, aún en contra de su voluntad, debió tomarle del pecho con una mano para no caer violentamente sobre él y con la otra bajar la que él tenía elevada restándole movimiento.

Frunció el seño y esperó que el solo comprendiera qué estaba haciendo, puesto que, el Señor no quisiera, él podría ver algo más de lo que para una dama era permitido pues el vestido parecía firmemente encargado de mantenerse donde estaba, atrapándole las rodillas juntas. Pensó en bajarlo, pero justo él decidió hablar… sobre matarla.

¿Cómo lo supo? ¿Cómo sabía que ella era una de esas criaturas malditas por las que el pueblo clamaría porque la mataran? Abrió la boca y su rostro antes enrojecido, se volvió pálido, pero luego él se explicó que no lo sabía, simplemente… simplemente suponía.

- No sois de trigos muy limpios, ¿Verdad? -preguntó, tratando de poner una ligera distancia entre ambos, pero él una vez más se movió y abrió la puerta. No. No. Definitivamente no. Ella no saldría de ahí con esas pintas, con el vestido a lo alto de las piernas, ni siquiera se suponía que pudiera caminar así, por lo que tan pronto como él abrió, ella le jaló adentro y cerró la puerta, a penas dejando que se filtrara una rendija de luz que él parecía aprovechar para ver.

¿Cómo había llegado a esto? Menuda bienvenida a París, un paseo donde no encontró lo que buscaba para verse atrapada con un hombre que no conocía y, por lo que había leído entre lineas, estaba dispuesto a asesinar. Tal vez un sicario.

- ¿Cómo puedo confiar en vuestra palabra? -preguntó, molesta, empezando a rebuscar entre el vestido para hallar su cuchillo y cortar la manga de él para poder revelarse- ¿Y cómo sabéis que no seré yo de quién debéis temer? -dijo una vez tenía el arma en la mano- Manteneos quieto -esta vez gruñó, se estaba empezando a molestar, especialmente ahora que él se mostraba como el “gran señor que la mantendría segura”, siendo que él mismo le había estado dando amenazas entre líneas, luego se retractaba, luego volvía decir que era un peligro- Cortaré vuestra manga, ya luego podré pagaros por la camisa… ¡Y no miréis abajo! -agregó finalmente, a sabiendas de que su vestido seguía estando más arriba del sitio que correspondía, sonrojándole una vez más.
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Mensaje por Quillan Porter Sáb Feb 23, 2013 10:56 pm

"La risa no es más que la gloria que nace de nuestra superioridad."
Thomas Hobbes


Apenas y le había mirado, cuando ella posó una mano suya sobre su propio pecho, haciéndole a él fruncir el ceño, mas aún cuando ella le tomó de la mano para bajársela. Francamente, se había olvidado por completo de aquel enganche de ambos, pues la pantera le parecía más peligrosa y por tanto se había convertido momentáneamente en la dueña de toda su atención. Sin embargo, cuando ella se alejó, decidió dejarlo pasar y preocuparse más de la puerta y su pronta salida, pero justo en el momento en que la abría, la misma mujer le jaló de regreso al interior y cerró la puerta.

¿Qué soberanos arcángeles pasaba ahora? ¿Qué acaso ella también se había convertido repentinamente en un peligro? Esas y miles de preguntas más pasaron por su cabeza en tan sólo ese segundo en el que ella le obligó a entrar y abrió la boca para expresar su molestia. Iba a responder para dejarle las cosas claras, pues el hombre a pesar de todo, tenía su carácter, pero antes de que él pudiera decir palabra alguna, ella sacó una especie de navaja de entre algún lugar de su abultado vestido.

Retrocedió, incrédulo, por la sorpresa de ese primer momento, pero ya iba a echársele encima para desarmarle de aquel cuchillo, cuando ella le advirtió de sus intenciones y, además, de que no mirase hacia abajo por lo que, efectivamente, sí miró hacia abajo. Un vestido englobado que parecía más evaporado a causa del enganche con su brazo, el mismo que le había jalado hacia arriba de tanto moverse de manera inconsciente. Pero, a pesar de todo, de su seriedad aparente, de su profesión y experiencia; Quillan era muchas veces más niño que hombre y sus impredecibles arranques involuntarios así le delataban, como el de ese mismo momento, en sin siquiera pensarlo, elevó su brazo hasta lo más alto posible, haciendo que se le viera hasta más arriba de la rodilla y él se echara a reír a carcajadas.

Jajajaja... Lo siento — se disculpó bajando su brazo — Es que vos... es vuestra culpa, sabedlo bien — rió nuevamente — No debisteis haberme dicho lo que no tenía que hacer... Perdón — volvió a retractarse, apretándose la barriga con ambas manos, haciendo que, por lo mismo, ella volviese a moverse junto con él.

Muy pocas veces se había reído así en su vida, prácticamente no las recordaba, pero ahí estaba, riéndose de una pobre inocente, cuyo único pecado había sido el cruzársele en el camino. Pobre de ella, que no sabía que literalmente se había ido a meter en la boca del lobo, y pobre de él, que aún seguía absolutamente creyente de que ella no era más que una simple humana de quien no debía temer por su aspecto y supuesta fragilidad. Sólo entonces recordó la navaja, y que el carácter temperamental de las mujeres, sobre todo aquellas de clase alta —como bien delataba el vestido de la susodicha—, muchas veces podía llegar a resultar peligroso. Sin pensarlo una segunda vez, su mirada buscó aquel cuchillo y, acto seguido, su mano izquierda le atrapó la muñeca, una vez más, contra el muro a su espalda.

Estas no son cosas para jueguen los niños, niña — le recalcó aquella última palabra, mirándole de cerca, pues él también había acortado la distancia — ¿Por qué no sois vos mejor, quien os corta su propio vestido para luego reponérselo? ¿Estáis diciendo acaso que mi ropa vale menos que la vuestra? — le preguntó alzando una de sus cejas — Quizás y tengáis un poco de razón, pero aquello no os da el derecho de veniros a tocarme el pecho, encerraros con vosotros en un cuarto maltrecho, enseñarme vuestras piernas y además pretender quitarme la ropa a pedazos con un cuchillo... Ggggrrrr — emitió una especie de ronroneo — Demasiado sexy y tentador ¿no es verdad? Pero lamentablemente no soy de los vuestros y no acepto las invitaciones de cualquiera — sonrió de medio lado, tan burlón y exasperante como quien no teme divertirse a expensas de alguien que de seguro jamás volverá a ver en su condenada vida.




Última edición por Quillan Porter el Mar Mar 26, 2013 8:47 pm, editado 1 vez
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Mensaje por Lucius Webber Sáb Feb 23, 2013 11:33 pm

- God damn it!! -exclamó sin poder evitarlo cuando él levantó su vestido, haciendo que nuevamente perdiera el equilibrio y llenándole de color el rostro mientras él se descojonaba de ella como si fuese la más divertida del mundo. Debía admitir que tenía una risa particular, contagiosa… pero este, para ella, no era un momento de risas. Frunció más el ceño y le miró molesta, tan molesta como lo que él estaba divertido- What are you doing?!! -exclamó primero, antes de reclamarle ya en francés- ¿Qué estaís haciendo?! -pero él, contrario a prestarle atención, seguía riendo como si se le fuera la vida en ello, causándole una frustración que no llegó a mostrar pues una vez más perdía el equilibrio cuando este posó los brazos sobre su barriga, cayendo con todo su cuerpo sobre este y apoyando únicamente las manos junto a la pared, sin poder recuperar la compostura rápidamente.
¿Quién rayos creía él que era? Joder… ¿Debería sacar a relucir el lenguaje marinero que había aprendido en sus viajes? Refunfuñó por lo bajo y, apoyándose en su hombro, se levantó nuevamente.

- ¡Os lo dije precisamente para que no lo hicieraís! ¡Como caballero jamás deberiaís hacer algo así! Observar tan, tan… ¡Sin pudor! -reclamó, pero él aún parecía recomponerse de la risa y estaba segura de que su actitud sólo haría que él se riera aún más.

- No temas, porque yo estoy contigo; no desmayes, porque yo soy tu Dios que te esfuerzo -susurró para si misma, rogando por paciencia. Tal vez no era creyente, pero estaba absolutamente acostumbrada a usar frases bíblicas en los momentos correctos y este era uno más… además esto realmente parecía una prueba divina a su paciencia pues perfectamente podría atravesar la traquea de este hombre con su cuchillo o sus dientes si tan solo tuviese el valor de hacerlo… pero no lo tenía, así que lo miró a los ojos con un poco más de calma justo cuando este le acorralaba contra la pared por lo que este pudo notar en primera persona cómo sus ojos se ensanchaban de sorpresa.

- Confeccionar una camisa conlleva menos trabajo que un vestido -explicó bajando la voz, avergonzada por las culpas que él lanzaba sobre ella, dándose cuenta como él estaba revirtiendo la situación para su desgracia. Pero no podía quedar así, no señor.

- No soy una niña. Tengo 22 años… y vosotros fuisteis quién me arrastró aquí, quién me habéis levantado las faldas, obligado a perder el equilibrio y quién ahora tiene las armas -dijo, esta vez un poco más segura de si misma, por tanto tuvo la valentía como para poder seguir su juego sin dejar que él la creyese como una más- No es que vosotros no aceptéis una invitación de alguien como yo. Es que yo no estoy dispuesta a haceos una invitación así. Amarrada, arrastrada, acosada… así me tenéis aquí mientras vos lo disfrutáis e intentáis hacer parecer que soy yo la culpable. ¿Acaso jamás habíais visto una mujer guapa… sexy, como vos mismo acabáis de llamarme? -reclamó ya con total seguridad en ella, con una media sonrisa y ambas cejas alzadas, mirándole desde el pecho a la cabeza y deteniéndose en el color azul de sus ojos… el llamativo y precioso azul de sus ojos.
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Mensaje por Quillan Porter Dom Feb 24, 2013 1:13 pm

"Muchos hablan sinceramente cuando dicen que desprecian las riquezas, pero se refieren a las riquezas que poseen los demás."
Charles Caleb Colton


Sus palabras en inglés para nada pasaban desapercibidas para sus oídos, pero estaba tan poseído por la risa que realmente no podía detenerse para hablar de manera coherente, y es que ¿cuántas veces podría pasar una situación como aquella en su vida? Solía vivir en un mundo de reglas y apariencias, en donde tenía que salir a la calle con la cara sonriente luego de haber torturado a un par de brujas con apariencia de niñas que, con sus gritos de dolor, le hacían sentir como la persona más miserable del mundo. Probablemente para la mujer que tenía en frente, era muy mala pasada, pero para él, sin duda, era una pasada milagrosa.

Oh, disculpadme Madame, pero para estas alturas ya debieseis vos saber que yo no soy un caballero — respondió divertido ante sus alegatos del buen comportamiento.

Para lamento de muchos, sobre todo de quienes aún no le conocían, el decirle que no hiciera algo era para él prácticamente como una orden a hacerlo, sobre todo cuando se lo decían de manera tan drástica y temperamental. Prácticamente sólo respetaba las negativas cuando se trataba de conversaciones serias o con sus superiores y es que vivir bajo una vida de reglas no era tarea fácil y muchos de ellos pecaban de rebeldía, o se amargaban o se reían, y evidentemente la mayoría actuaba por amargarse pues ara más fácil culpar al mundo que asumir sus consecuencias.

Confeccionar una camisa que no es vuestra se vería mucho menos educado que enmendar vuestro propio vestido — le rebatió de inmediato, aunque la confesión de su edad le tan asombrado que incluso le saco la sonrisa del rostro — ¿Veintidós decís?

Le soltó, pero aprovechó también para arrebatarle el cuchillo para evitar cualquier problema. Se alejó un par de pasos, lo que más daba el enganche que tenía a ella sin empujarle de su sitio, para mirarle con mayor detenimiento, analizándole de pies a cabeza como si no se lo creyera. No los representaba, ni siquiera en el comportamiento que demostraba, aunque claro, él tampoco era quien para venir a hablar de madurez. Sin embargo, era algo para mantenerse alerta ¿Cuántos brujos habían que ocultaban su verdadera edad? Así mismo como los seres malditos que envejecían a la mitad del tiempo, pero ninguno sería tan necio como para andar ventilando sus secretos y la edad dicha tampoco sonaba tan incrédula si acaso consideraba los buenos cuidados que debía tener por parte del propio estatus social que representaba.

Dije que la situación sonaba sexy, no que vos lo fuerais — volvió a rebatir con un poco más de seriedad — Decidme, Señora mía ¿Sabe vuestro marido que vos andáis vagando con por las calles de París con un cuchillo cocinero a cuestas? — le preguntó enseñándole el objeto arrebatado.

Lo daba por hecho, una mujer como ella y a esa edad ya debería estar casada y al menos con cuatro niños a cuestas, aunque nuevamente debía admitir que para nada se le notaba y, una vez más, culpaba a la clase social y las diferencias que la gente acomodada era capaz de hacer con aquellos de menor poder adquisitivo, cosa que de cierto modo le dio incluso un poco de rabia, de que una mujer como ella, teniendo tantos recursos, siguiera siendo tan avara como para pretender romper su ropa en lugar de la suya y por tanto se creyó en la necesidad de enseñarle una lección. Así que, sin pensarlo dos veces, el cuchillo mis cuchillo de la dama, corrió por la tela del vestido femenino que en seguida a ambos les liberó.


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Mensaje por Lucius Webber Dom Feb 24, 2013 1:50 pm

No faltaba más. Ahora pedía perdón pero más por cortesía que por real sentimiento, pues él seguía pasándola bomba a su costa. Suspiró y le observó una vez más. Se veía muchísimo más joven ahora… ¿Unos veinticuatro? Mucho menor que ella, eso explicaba que fuera tan jovial, risueño y desenfadado, sin embargo una vez hubo dejado de reír nuevamente se veía mayor. ¿Qué clase de persona era esta que huía de una provocación que ella ni siquiera llegó a ver, que vivía tan desenfadadamente la vida pero que cuando lo deseaba se volvía serio y comedido?

- Veintidós -repitió, entregándole el cuchillo no sin resistirse un poco antes y mirándole fijamente a los ojos en cuanto ya se vio desprovista de este, tratando de adivinar cualquier movimiento que este quisiera hacer, aunque ahora mismo si él quería herirla no había mucho que pudiera hacer... solo que no sería tan fácil matarla.

- Pero aún no habéis negado que sea guapa -respondió apurada y con una sonrisa triunfal porque no iba a permitir que nadie, ni siquiera él, quisiera jugar con su autoestima. Se sabía guapa, se cuidaba bastante, definitivamente no iba a permitirle tratarla como una mas, aunque este se esmerara en ello.

- Dios lo tenga en su santa gloria -contestó a la pregunta sobre su marido, persignándose de forma automática, aunque inmediatamente después quiso morderse la lengua. ¿Por qué le revelaba tan fácilmente información como esa? No tenía idea, pero ya estaba hecho- Él falleció pocos años después de nuestro matrimonio, dejándome en una vida de lujos y soledad. Por ello es que una dama debería tratar de defenderse a cualquier costa, especialmente ahora que existen muchos ladrones en los caminos por los pueblos. De hecho... -dijo, y desvió la mirada a la puerta- nos atacaron de camino a Francia. Ahí tomé el primer arma que encontré luego de que intentasen herir a mis sirvientes y robar mis riquezas. Sé que mi marido me observa desde el cielo, junto al Señor, y no reprueban mis actitudes. -agregó finalmente, mirando al cielo- porque no estoy intentando hacerle daño a nadie, simplemente buscaba defenderme -dijo finalmente, desviando la mirada a él, que retrocedía poco a poco, recordándole el espacio íntimo que estaban compartiendo, sin adivinar su próximo movimiento hasta que sintió el sonido de la tela al rasgar.

Abrió los ojos y su boca formó una O incluso antes de bajar la mirada, la misma que quedó posada en el hueco que él había formado en su vestido. Le miró nuevamente, incrédula, colérica… apenada.

- ¿Qué habéis hecho? ¡¡Era mi preferido!! -gruñó, aunque ahora que se encontraba libre de ataduras al fin bajó su vestido a donde correspondía y lo observó una vez, esta vez si estaba enfadada- ¿Y ahora qué? ¿Seréis vos el que pague esto? ¡Por supuesto que no! Ya está hecho un desastre, imposible de arreglar… y me gustaba tanto -lo último lo susurró más para si misma, con un deje de melancolía. Ciertamente le gustaba ese vestido pues era una herencia de su madre…

Suspiró y revisó que estuviese presentable antes de posar la mano en la puerta para abrir, pero un segundo antes algo llamó su atención y se volvió hasta él.

- ¿Puedo saber al menos como os llamáis? Me habéis dado la bienvenida a París más espectacular que pudiera pensar. Al menos me gustaría saber vuestro nombre.
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Mensaje por Quillan Porter Dom Feb 24, 2013 3:02 pm

"Si queremos gozar la paz, debemos velar bien las armas; si deponemos las armas no tendremos jamás paz."
Cicerón


Enarcó una ceja en acto de sospecha, no podía evitarlo con alguien que mencionaba la muerte de su marido en el nombre de Dios con semejante soltura de cuerpo, como si aquello fuese algo demasiado normal. Quizás habían pasado años y ya estaba acostumbrada a semejantes preguntas o simplemente jamás lo había amado, pues —como la mayoría de las mujeres de la época— muchas se casaban por acuerdos patriarcales o económicos, poco se sabía de los matrimonios por amor, aquellos sólo se daban entre las clases más bajas y muy escasamente en las más altas.

Asintió dándole la razón al escucharle hablar del aumento del número de ladrones en el exterior, principalmente entre los caminos que unían a las ciudades. Mucho se había escuchado últimamente de verdaderas bandas que vivían en los bosque encantados, aquellos en los que incluso los soldados mas valientes temían de entran; decían que eran lugares para brujas y quien viviese ahí muchas veces les era tachado de tal. Bien lo sabía él quien había tenido que hacer un par de redadas al exterior, siempre de día y jamás de noche.

Le creyó, no tenía motivos para hacer lo contrario, sin embargo, aquello no evitó de que le rasgara el vestido para liberar su camisa. Si habían intentado robarle ya parte de sus riquezas y tenía criados que le defendiera e hiciesen las cosas por ella, de seguro nada echaría en falta de un simple vestido probablemente uno de cien. Aún así la mujer pareció sorprendida, y no le extrañaba, muchas mujeres de su clase se ofendían con suma facilidad, por tanto casi ni le dio importancia; sobreviviría.

De seguro tendréis muchos preferidos, así sois las mujeres; “!Uy! Si no tengo nada que ponerme” — teatralizó llevándose ambas manos a las mejillas y por tanto casi se pincha uno de los ojos con el cuchillo arrebatado, por tanto enseguida le bajó, como si quisiera que aquello pasase desapercibido. Carraspeó — Ya os compraréis uno parecido.

Dicho ello, sólo restaba regresarle su navaja para así evitar algún nuevo accidente, así que eso fue lo hizo; extendérserla sin decirle nada, sólo le miró a los ojos esperando a que ella entendiera sin palabras, pues no se necesitaba ser un sabio para entender aquel gesto, aun cuando debía reconocer que para él era más que eso, sino que también significaba una especie de tregua en donde dejaba de ser él el todo poderoso.

Quillan Kingsley Porter — fue lo único que le dijo, aún con la navaja estirada, no apuntándole, simplemente a modo de entrega — También soy de origen anglosajón, según he podido apreciar en vuestros arranques más espontáneos, así que humildemente y a pesar de vuestras apariencias de niña rica y mal criada, os ofrezco mis servicios de intercambios lingüísticos y culturales para cuando os sintáis lejos de casa — le sonrió brevemente — ¿De dónde sois realmente y cuál es vuestro nombre? — preguntó siendo él quien ahora le abría la puerta para ofrecerle a ella la primera salida.

La curiosidad se hacía presente, no podía negar que a pesar de todos los contratiempos, aquel encuentro se le había hecho divertido y, aún cuando no se lo dijera abiertamente, hasta se le había hecho agradable. No muchos tenían el suficiente aguante para tolerar sus comentarios sarcásticos que repartía gratuitamente y sin que ella hubiese hecho nada para ganárselos. Es más, podía decir incluso que le había agradado el haberle hecho enfadar.




Última edición por Quillan Porter el Mar Mar 26, 2013 8:46 pm, editado 1 vez
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Mensaje por Lucius Webber Dom Feb 24, 2013 3:29 pm

Le sonrió, pero la sonrisa jamás llegó a sus ojos cuando se volvió para mirarle y explicarle suavemente- Este fue un vestido de mi madre ya fallecida, regalo de mi padre que también se ha ido de este mundo unos años antes que ella -desvió inmediatamente la mirada, pensando ahora en el detalle de que efectivamente había sido su padre quién lo había mandado a diseñar, como siempre, con las telas más hermosas que había logrado encontrar. Por eso especialmente es que le encantaba, por su padre, pero ya no había mucho que hacer al respecto… debía aprender a no aferrarse tanto a los recuerdos materiales de su familia.

Por estar analizando sus propios sentimientos tardó un poco en entender cuando este le entregaba de vuelta su arma, así como en levantar la mirada para comprender qué quería decir tanto con el gesto como con las palabras, pero decidida a recuperar su compostura y no permitir que el pinchazo de nostalgia por tiempos que habían sido mejores le hicieran parecer débil, tomó la navaja y la guardó nuevamente entre los pliegues del vestido.

- Señor Porter -saludó cordial y le escuchó con atención, sonriéndole maravillada cuando este mencionó su origen. ¿Qué casualidad del destino les había hecho cruzarse justo ahora? ¿Qué le había hecho encontrarse con este hombre que amablemente le ofrecía compañía y recuerdos de su tierra justamente cuando ahora parecía extrañarlos más que nunca?… oh, rayos… pero había un problema con ello. Si mal no recordaba, había lanzado una maldición cuando estaba con él… y él perfectamente debía haberla entendido. Ahora solo rogaba porque no se hubiese percatado, por ello sonrió con picardía, especialmente porque él le llamaba niña rica y mimada. Por supuesto que lo era, pero en este momento en particular, estando atrapada con él… ¿Qué más esperaba? ¿Que se comportase de manera cuerda y racional? ¿Hubiese preferido que se pusiera a chillar desde un principio? Supuso que no, que había actuado como se esperaba y un poco mejor, por eso es que ya se sentía fuera de peligro y él incluso se veía agradable, especialmente ahora que sonreía, gesto que ella devolvió justo antes de salir y entrecerrar los ojos ante el cielo que le encandilaba.

- Mi nombre es Lucius Jane Webber -contestó, haciendo una reverencia- Nacida en Wiltshire, Inglaterra, casada y viuda en Alemania. Vengo haciendo un largo recorrido para llegar a estas tierras y justo hoy, que pensé que había recorrido todo el camino únicamente con contratiempos menores, aparecéis vos a darle un poco más de emoción a mi vida -comentó con una sonrisa antes de mirarle con una pizca de burla en el filo de los ojos- ¿Siempre hacéis lo mismo? ¿Raptar a las jóvenes para buscar conversación? ¿Qué dice vuestra prometida o esposa de ello? -preguntó divertida, únicamente queriendo ser ella quién esta vez se divirtiera un poco a su costa, suponiendo que por la edad y el supuesto estatus socioeconómico de él su familia ya debía estar arreglando un matrimonio.
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Mensaje por Quillan Porter Dom Feb 24, 2013 7:28 pm

"La simpatía es muy frecuentemente un prejuicio sentimental basado en la idea de que la cara es el espejo del alma. Por desgracia, la cara es casi siempre una careta."
Santiago Ramón y Cajal


Si no fuera porque aún quedaba un poco de cordura en su atormentada mente, hubiese cogido de nueva cuenta el cuchillo y le hubiese rajado el vestido por completo para quedárselo con él y repararlo de algún modo. Se le daba mucho mejor quitar las cosas que pedirlas, y es que las palabras nunca habían sido su fuerte y tampoco lo era la buena conducta. Sin embargo, tenía sentimientos y tal vez demasiados, pues no pudo evitar el sentirse sumamente culpable por aquel corte, pero tampoco le pediría disculpas, él tenía otros modos, como el acababa de reprimir.

¿Lucius? — preguntó alzando ambas cejas, justo antes de entrecerrar los ojos y no precisamente a causa del aumento de brillo entre el interior y el exterior, sino por la curiosidad que aquello le había provocado — ¿Ese es... nombre de hombre, verdad? — le preguntó antes de mirar hacia ambos lados, al mismo tiempo que se relamía los labios como quien no quiere la cosa, pues necesitaba cerciorarse de que nadie más escuchara lo que estaba a punto de decir — Me gusta, es muy original. Sólo espero que no seáis de ellas que llevan a cabo las practicas demoniacas de la homosexualidad, aunque ya me habéis dicho que sois viuda, así que asumo vuestra correcta heterosexualidad — mencionó inclinando la cabeza en un gesto demasiado suspicaz como parecer casual, pues entonces, parecía más como una especie de advertencia.

Aún recordaba la última vez que le había tocado empalar a un homosexual; les encadenaban de pies y manos y les elevaban hasta pasarles por encima de una especie de poste afilado en donde les dejaban caer poco a poco hasta atravesarles por el ano y, tras varios minutos e incluso horas de tortura, finalmente les dejaban caer por completo, dejando que muriesen atravesados por la zona rectal. Gritos, sangre, dolor, recuerdos del día a día, con los que había tenido que aprender a bloquear sus sentimientos para no volverse loco y que la compasión le ganara a sus cometidos. Después de todo, no le quedaba más alternativa si en verdad deseaba sacar a su gemelo del Infierno.

Sonrió desviando la mirada. Pensaba precisamente en una coartada y qué mejor que agarrarse de sus propias palabras, después de todo, un buen Inquisidor jamás revelaba la verdad de su oficio a menos que fuese realmente necesario. Ellos eran la identidad oculta de la Iglesia, los ángeles negros que servían en silencio para mantener a los humanos aislados de esas criaturas que se escapaban del Infierno y debían de regresar a su hogar aún cuando llorasen como verdaderos niños, pues así de engañoso podían resultar. Aislar las emociones, mantenerse firme y cuerdo, eran los verdaderos pilares de un Inquisidor.

A mi esposa la conocí de la misma manera — bromeó mirándola a los ojos — Después de todo, podría decirse que no hay mujer que se resista a una buena aventura. Es ese mi secreto de conquista, Madame Webber — respondió regresándole la reverencia. — Ahora, si me lo permitís, para mi sería un verdadero honor escoltarla hasta vuestro nuevo hogar. Así me aseguraré de que no os roben los ladrones del camino ni tengáis que usar vuestro cuchillo carnicero o más de algún policía podría confundiros con un despiadado asesino — mencionó ofreciéndole el brazo y, justo cuando ella iba a tomarlo, él lo retrajo riendo entre dientes — ¿De verdad me seguís creyendo tan caballero? — rió — Pobre inocente... — se burló comenzando a caminar por aquel callejón.

La verdad es que sí era bastante caballero cuando se lo proponía, es sólo que ahora debía admitir que aquella mujer le había agradado demasiado como para permitirse la cercanía. Aquello no era una buena idea, no cuando era lo que era, un condenado al Infierno.


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Mensaje por Lucius Webber Dom Feb 24, 2013 8:24 pm

- Si, es un nombre de hombre -sonrió- una curiosa historia -agregó con diversión que desapareció hasta transformarse en horror cuando este sugirió su homosexualidad- ¿Estáis bien de la cabeza? -preguntó sin poder evitarlo- Por supuesto que sigo la senda del señor, no me dejaría llevar jamás por aquellas perversidades de los homosexuales únicamente por placer carnal… ”No te echarás con varón como con mujer, es abominación.” Lo dice Leviticus, si bien recuerdo -dijo, citando precisamente el capítulo 18, versículo 22- Podría incumplir algunas mandas del señor, no todos podemos ser panes de Dios, pero caer en el placer de la carne no es algo que haya hecho jamás. Tan solo es un curioso nombre. -aclaró a su lado, observándole nuevamente y notando como sus ojos se aclaraban ligeramente a la luz del sol. Supuso que los propios habían mutado a alguna gama de verde, pero aún cuando fuese poco común no era nada abominable, simplemente unos ojos tan especiales como su propio nombre.

Le observó cuando habló de su mujer, como creía, él estaba casado… pero al mencionarle como se habían conocido alzó las cejas sin poder creérselo del todo.

- ¿Os habéis conocido así? -preguntó con cierta duda, demostrándole que definitivamente no creía demasiado- ¿No ha sido un matrimonio por arreglo, sino que le has conquistado incluso antes de casaros? -preguntó ya más extrañada. ¿Matrimonios por amor? Eso solo lo había escuchado de las clases bajas y algunas afortunadas familias de clases más altas, como su padre que se había enamorado de su segunda mujer, su madre, antes de arreglar el matrimonio el mismo. Para ellos había sido algo bastante más idílico que el de ella misma, al que arreglaron sus familiares para que no quedara sola… pero ahora, lejos de toda familia, veía bastante difícil que pudiese casarse otra vez. Y ciertamente tampoco lo haría, bastante complicado había sido evitar consumar su matrimonio, aunque el que su ex marido fuese un alcohólico había ayudado bastante ya que muchas veces le había reclamado que en su borrachera lo habían hecho. Por ello mismo es que no tomó en cuenta que hablaba de ese como un método de conquista puesto que, en una situación más normal se le hubiese venido a la cabeza que él intentaba conquistarla- Sería un honor caminar a vuestro lado -dijo con una sonrisa, levantando su mano para posarla sobre su antebrazo cuando este lo retiró, burlándose de ella, haciéndole fruncir el ceño y reír interiormente. Caminó al lado opuesto de donde estaba y aún así le tomó del brazo, esta vez el contrario al que había ofrecido, incitándole a andar.

- Oh, no, de esta no escapareis. Es muy deshonesto ofrecer algo a una dama y no entregarlo y ciertamente te creo mejor que ello… -dijo con una sonrisa mezcla entre divertida y triunfal- además con tu “método de conquista” me habéis confundido y no estoy del todo segura de donde está mi hogar, así que os espera una buena caminata -agregó finalmente, mirando adelante y sin estar del todo segura de por donde tenía que transitar- Solo recuerdo… -mierda. No terminó la frase. Recordaba olores, principalmente el mismísimo olor a cuero que él durante todo el tiempo había estado expeliendo y que, hasta ahora, no se había percatado, pero a penas si recordaba alguna fachada o algo que fuese más claro- …recuerdo una calle transitada, con balcones, antes de girar por este callejón. Luego de eso no tengo muy claro como llegar. ¿Os suena la ex casona Cydonia? -rogaba porque él si la conociera, sino estarían un buen aprieto, caminando durante un buen rato antes de llegar a su casa.
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Mensaje por Quillan Porter Mar Mar 26, 2013 8:40 pm

"La simpatía es muy frecuentemente un prejuicio sentimental basado en la idea de que la cara es el espejo del alma. Por desgracia, la cara es casi siempre una careta."
Santiago Ramón y Cajal


Si no fuera porque aún quedaba un poco de cordura en su atormentada mente, hubiese cogido de nueva cuenta el cuchillo y le hubiese rajado el vestido por completo para quedárselo con él y repararlo de algún modo. Se le daba mucho mejor quitar las cosas que pedirlas, y es que las palabras nunca habían sido su fuerte y tampoco lo era la buena conducta. Sin embargo, tenía sentimientos y tal vez demasiados, pues no pudo evitar el sentirse sumamente culpable por aquel corte, pero tampoco le pediría disculpas, él tenía otros modos, como el acababa de reprimir.

¿Lucius? — preguntó alzando ambas cejas, justo antes de entrecerrar los ojos y no precisamente a causa del aumento de brillo entre el interior y el exterior, sino por la curiosidad que aquello le había provocado — ¿Ese es... nombre de hombre, verdad? — le preguntó antes de mirar hacia ambos lados, al mismo tiempo que se relamía los labios como quien no quiere la cosa, pues necesitaba cerciorarse de que nadie más escuchara lo que estaba a punto de decir — Me gusta, es muy original. Sólo espero que no seáis de ellas que llevan a cabo las practicas demoniacas de la homosexualidad, aunque ya me habéis dicho que sois viuda, así que asumo vuestra correcta heterosexualidad — mencionó inclinando la cabeza en un gesto demasiado suspicaz como parecer casual, pues entonces, parecía más como una especie de advertencia.

Aún recordaba la última vez que le había tocado empalar a un homosexual; les encadenaban de pies y manos y les elevaban hasta pasarles por encima de una especie de poste afilado en donde les dejaban caer poco a poco hasta atravesarles por el ano y, tras varios minutos e incluso horas de tortura, finalmente les dejaban caer por completo, dejando que muriesen atravesados por la zona rectal. Gritos, sangre, dolor, recuerdos del día a día, con los que había tenido que aprender a bloquear sus sentimientos para no volverse loco y que la compasión le ganara a sus cometidos. Después de todo, no le quedaba más alternativa si en verdad deseaba sacar a su gemelo del Infierno.

Sonrió desviando la mirada. Pensaba precisamente en una coartada y qué mejor que agarrarse de sus propias palabras, después de todo, un buen Inquisidor jamás revelaba la verdad de su oficio a menos que fuese realmente necesario. Ellos eran la identidad oculta de la Iglesia, los ángeles negros que servían en silencio para mantener a los humanos aislados de esas criaturas que se escapaban del Infierno y debían de regresar a su hogar aún cuando llorasen como verdaderos niños, pues así de engañoso podían resultar. Aislar las emociones, mantenerse firme y cuerdo, eran los verdaderos pilares de un Inquisidor.

A mi esposa la conocí de la misma manera — bromeó mirándola a los ojos — Después de todo, podría decirse que no hay mujer que se resista a una buena aventura. Es ese mi secreto de conquista, Madame Webber — respondió regresándole la reverencia. — Ahora, si me lo permitís, para mi sería un verdadero honor escoltarla hasta vuestro nuevo hogar. Así me aseguraré de que no os roben los ladrones del camino ni tengáis que usar vuestro cuchillo carnicero o más de algún policía podría confundiros con un despiadado asesino — mencionó ofreciéndole el brazo y, justo cuando ella iba a tomarlo, él lo retrajo riendo entre dientes — ¿De verdad me seguís creyendo tan caballero? — rió — Pobre inocente... — se burló comenzando a caminar por aquel callejón.

La verdad es que sí era bastante caballero cuando se lo proponía, es sólo que ahora debía admitir que aquella mujer le había agradado demasiado como para permitirse la cercanía. Aquello no era una buena idea, no cuando era lo que era, un condenado al Infierno.


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Mensaje por Lucius Webber Mar Mar 26, 2013 8:41 pm

Su risa franca era algo que llamaba la atención de él y que le obligó a voltear el rostro únicamente para observarle bien. Si bien se mostraba recatado la mayor parte del tiempo, en esos momentos, cuando reía, era cuando ella podía notar que tras la burla, tras las amenazas, tras el aspecto serio, él era una persona totalmente diferente bajo muchas máscaras de madurez… simplemente un joven de unos 24 años que a pesar de todo, caballerosamente, no había desenganchado de su amarre aún cuando ella pensó que lo desharía una vez más. Pero así como su risa llegaba de forma extremadamente fácil (y aparentemente siempre a su costa) se iba con la misma prontitud, escapando de su rostro como si jamás hubiese estado presente para soltar una frase francamente molesta y que ciertamente le pareció contraria a todo lo que él le decía.
Frunció el ceño a la par que los labios, ¿Quién se creía él para hablar de violencia como un método de aprendizaje?, sin embargo, una vez más su risa afloraba en el rostro, cubriéndolo de una capa de juventud y frescura altamente agradables.

Sonrió para acompañarle en su risa, aceptando que había caído redonda ante su mentira (aunque en el fondo eso le hacía dudar de cuanto de lo que él decía era mentira o era verdad), aunque la sonrisa se borraba lentamente de su rostro, a la misma velocidad que él nuevamente iba poniendo una careta de misterio sobre sus facciones y su persona que intentaba suavizar en base a una nueva burla.

- Perdonadme por preguntaros -dijo, aunque él probablemente podría notar que bajo de la aparente cortesía con la frase, había un trasfondo que pronto explicó- No pretendo inmiscuirme en vuestra vida, simplemente me causa curiosidad. Bien habéis dicho que la mejor manera de conquistar a una mujer actual parece ser el dinero, pero soy una asidua lectora que busca creer en las historias de amor que relatan los libros -explicó rápidamente, soltando un suspiro al final que intentó ahogar, haciendo que más pareciera un resoplido del que esperaba pasara desapercibido para él dado que una vez más estaba en la última calle que lograba recordar, la de los perfumes, antes del momento en que decidió cambiar de dirección. Sin embargo él parecía no darle tregua con sus burlas y debía admitir que lo que más le intrigaba de todo ello era que no le molestaban, realmente no le molestaban (y si hablamos de admitir cosas, algo que no se admitiría ni a si misma era que observar aquella sonrisa de medio lado que ahora tenía él en el rostro era un buen pago por aceptar sus burlas).

- No me culpéis a mi, no he sido quién ha nombrado la casona, simplemente vengo a habitarla -comentó con una sonrisa y alzando la mano libre y mostrando su palma para restarle importancia al hecho antes de escuchándole una vez más y sonreír más ampliamente, divertida, al punto de girar ligeramente su cuerpo sobre su eje para poder observarle unos centímetros más frontal- ”una crecidita desaparecida” -repitió- Al menos ya no soy una niña -dijo usando el mismo tono con que él le había llamado cuando estaban encerrados escapando de lo que fuera- además si no fuese por vos no me hubiese perdido. Sois un hombre intrigante, pero ciertamente parecéis un imán de problemas. Deberíais ser vos quién se quedara encerrado en casa -comentó con una sonrisa de medio lado, bajando la mirada desde sus ojos hasta su arma, donde se detuvo un segundo antes de desviar la vista y comenzar a andar calle abajo- sois demasiado buena persona como para salir solo, Mister Porter. -puntualizó totalmente seria, dejando el comentario en el aire como si hubiese comentado algo tan obvio como el clima.

El hombre le resultaba realmente intrigante pero habían un par de cosas que podía dar por sentadas y entre esas se encontraba la bondad que intentaba esconder sin mucho éxito. Cada risa de él le confirmaba más y más que lo que hacía era vestir sus miedos de burla, indiferencia y seriedad porque en el fondo no era más que un buen chico que llevaba un arma con la que defenderse ante ataques del bando malo. Y estaba segura de que pertenecía al grupo de los buenos porque en caso contrario ahora mismo estarían sus sesos repartidos tras aquella puerta luego de que intentase borrarle de la faz de la tierra para asegurarse de que no hubiese testigos, de que nadie pudiera reconocerle. Incluso hubiese sido bastante limpio y fácil pues ella ya le había revelado su estado de viudez y la reciente llegada en soledad a Francia a una casa recién comprada: nadie le extrañaría, nadie la velaría si moría ahora, pero no lo había hecho, sino que se encontraba caminando junto a ella para asegurarse de que nada le pasara en el camino y a ella ni siquiera desde que chocaron accidentalmente en el callejón su sentido de alerta le había indicado algo malo sobre este. Sólo que no sabía qué era lo que ocultaba, pero como una nueva confesión que no se admitiría fácilmente a si misma, debía admitir que le gustaría saber.
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