AÑO 1842
Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.
Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.
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Bienvenida a París [Priv.+18 Esthia Vikorida]
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Bienvenida a París [Priv.+18 Esthia Vikorida]
La noche había sido larga, Naisha se frotó la nariz con el dorso de la mano a la par que bostezaba. Su cuerpo estaba entumecido por la humedad del suelo, pero aún así no se quejó, solo se volvió a acurrucar y dejó la frente apoyada sobre las rodillas, mientras el velo la cubría. Era demasiado temprano para empezar a deambular por la ciudad, con un poco de suerte podría dormirse de nuevo. "Todo esto terminará cuando le encuentre..." Pensó antes de caer entre los brazos de morpheo.
La ciudad empezaba a despertarse, los primeros ruidos la hicieron moverse un poco, pero no hizo el esfuerzo de desperezarse. Fue el roce de unos dedos quienes le hicieron dar un brinco. Cómo un animal asustado se pegó a la pared y observó la figura en silencio, esta vez ella no había hecho nada, no se había acercado a nadie, se había mantenido en las afueras, oculta en las sombras. El hombre al notar el miedo de la joven alargó su mano hacia ella y le hizo un gesto.
-Tranquila, no te pasará nada. Vamos, te llevaré a un lugar caliente, dónde podrás comer.-Aquellas palabras no eran más que engaños, pero ella estaba hambrienta y falta de cercanía, por lo que agarró la mano de él levanándose despacio. Al hacerlo su cuerpo se resintió un poco, pero era joven y estaba bien de salud, por lo que apenas duró unos segundos. Junto a él, caminó en silencio hacia una gran casa, metiéndose por callejuelas, todas ellas vacías, pero a ella no le importó demasiado, solo quería comer y descansar.
-¿Cuanto falta?-Preguntó, pero poco después estaban allí.
El hombre la invitó a pasar, cómo le había prometido la invitó a comer, y la dejó descansar durante todo el día. El lugar era silencioso y muy tranquilo. Solo en algunas ocasiones se sentían los pasos de las doncellas. Poco antes de la cena Naisha bajó hacia el salón, allí estaba él leyendo frente a una gran chimenea, con timidez se acercó y él la observó. Con suavidad la invitó a sentarse sobre la alfombra mientras él le leía un capítulo del libro. Las horas pasaban, la cena se aproximaba, pero no cenarían allí ¡Irían a otro lugar! Todo era tan perfecto para la felina que se sentía emocionada.
Tras salir de la casa, se empezaron a meter por callejones oscuros, y pequeñas callejuelas.Y tras media hora de caminar llegaron a un pequeño portal dónde había un portón. El hombre golpeó con fuerza y tras una corta espera finalmente abrieron.La joven se escondió detrás de su protector, y esta la empujó para entrar allí. El lugar traía diferente voces e incluso gritos, la piel de la muchacha se erizó por completo e intentó huir de su apresor, pero este la sujetó con firmeza.
- Quiero irme, no me gusta este lugar... Huele a sangre y a sudor...-Musitó asustada mientras la hacía caminar por el largo pasillo, el cual terminó en una sala muy grande llena de gente que gritaba excitada. La joven miraba todo con miedo, y cuando al fin la soltó esta se escondió en una esquina en silencio, cubriéndose con el velo todo lo posible.
Las horas pasaban, y cuando ya creía que esto llegaba a su fin, todo dio un vuelco y su corazón se paró durante unos segundos. Su mente gritaba para que la soltasen, pero de sus labios no salía ni una sola palabra. Con un empujón brusco la muchacha cayó en medio de la sala, y lo último que escuchó fue un "Demuestra lo que sabes, zorra, haz que gane dinero". No entendía nada, la gente la observaba y gritaba. Y por más que lo intentaba su cuerpo no reaccionaba. Debía... ¿Pelea?
Cuando apenas empezaba a entender las cosas, algo la golpeó con tal brutalidad que salió despedida, cayendo atontada en el suelo. La cabeza le daba vueltas y todo su cuerpo estaba aterrado.-¡¡Basta, por favor... Para...!!-Gritó mientras se ponía de pie, para volver a recibir un puñetazo en la nariz, lo que la hizo tambalearse mareada. Con pasos tambaleantes se acercó a una silueta "borrosa".-Ayúd-...¡AAAh!-No terminó de decir la frase a aquel hombre (Esthia), cuando el corpulento hombre la tomó por el pelo alzándola del suelo.
- Maldita hija de puta, pretendías huir... Voy a enseñarte unos cuantos modales-Rugió el hombre que la mantenía presa. Naisha llevó una de sus manos hacia el cabello intentando que la soltase, la otra mano la llevó hacia la sangrante nariz.
-Tranquila, no te pasará nada. Vamos, te llevaré a un lugar caliente, dónde podrás comer.-Aquellas palabras no eran más que engaños, pero ella estaba hambrienta y falta de cercanía, por lo que agarró la mano de él levanándose despacio. Al hacerlo su cuerpo se resintió un poco, pero era joven y estaba bien de salud, por lo que apenas duró unos segundos. Junto a él, caminó en silencio hacia una gran casa, metiéndose por callejuelas, todas ellas vacías, pero a ella no le importó demasiado, solo quería comer y descansar.
-¿Cuanto falta?-Preguntó, pero poco después estaban allí.
El hombre la invitó a pasar, cómo le había prometido la invitó a comer, y la dejó descansar durante todo el día. El lugar era silencioso y muy tranquilo. Solo en algunas ocasiones se sentían los pasos de las doncellas. Poco antes de la cena Naisha bajó hacia el salón, allí estaba él leyendo frente a una gran chimenea, con timidez se acercó y él la observó. Con suavidad la invitó a sentarse sobre la alfombra mientras él le leía un capítulo del libro. Las horas pasaban, la cena se aproximaba, pero no cenarían allí ¡Irían a otro lugar! Todo era tan perfecto para la felina que se sentía emocionada.
Tras salir de la casa, se empezaron a meter por callejones oscuros, y pequeñas callejuelas.Y tras media hora de caminar llegaron a un pequeño portal dónde había un portón. El hombre golpeó con fuerza y tras una corta espera finalmente abrieron.La joven se escondió detrás de su protector, y esta la empujó para entrar allí. El lugar traía diferente voces e incluso gritos, la piel de la muchacha se erizó por completo e intentó huir de su apresor, pero este la sujetó con firmeza.
- Quiero irme, no me gusta este lugar... Huele a sangre y a sudor...-Musitó asustada mientras la hacía caminar por el largo pasillo, el cual terminó en una sala muy grande llena de gente que gritaba excitada. La joven miraba todo con miedo, y cuando al fin la soltó esta se escondió en una esquina en silencio, cubriéndose con el velo todo lo posible.
Las horas pasaban, y cuando ya creía que esto llegaba a su fin, todo dio un vuelco y su corazón se paró durante unos segundos. Su mente gritaba para que la soltasen, pero de sus labios no salía ni una sola palabra. Con un empujón brusco la muchacha cayó en medio de la sala, y lo último que escuchó fue un "Demuestra lo que sabes, zorra, haz que gane dinero". No entendía nada, la gente la observaba y gritaba. Y por más que lo intentaba su cuerpo no reaccionaba. Debía... ¿Pelea?
Cuando apenas empezaba a entender las cosas, algo la golpeó con tal brutalidad que salió despedida, cayendo atontada en el suelo. La cabeza le daba vueltas y todo su cuerpo estaba aterrado.-¡¡Basta, por favor... Para...!!-Gritó mientras se ponía de pie, para volver a recibir un puñetazo en la nariz, lo que la hizo tambalearse mareada. Con pasos tambaleantes se acercó a una silueta "borrosa".-Ayúd-...¡AAAh!-No terminó de decir la frase a aquel hombre (Esthia), cuando el corpulento hombre la tomó por el pelo alzándola del suelo.
- Maldita hija de puta, pretendías huir... Voy a enseñarte unos cuantos modales-Rugió el hombre que la mantenía presa. Naisha llevó una de sus manos hacia el cabello intentando que la soltase, la otra mano la llevó hacia la sangrante nariz.
Naisha Kaapo- Cambiante Clase Media
- Mensajes : 18
Fecha de inscripción : 10/04/2017
Localización : No me busques, yo te encontraré cuando me necesites.
Re: Bienvenida a París [Priv.+18 Esthia Vikorida]
El griego había vuelto a la pensión, de la que apenas se había ausentado unas cuantas noches, las pocas que había pasado en el orfanato, escondido tras el asalto que había sufrido en los callejones de los bajos fondos parisinos. A la pensión... y a las peleas, porque necesitaba dinero y aquella era una forma rápida y sencilla de conseguirlo. Era fuerte, resistente y daba buen espectáculo en la arena. Había permanecido invicto hasta que se enfrentó a aquel que llamaban The Fear y, ahora, varios días después, ya completamente recuperado de las heridas de ese combate y de las que había sufrido después, volvía a estar disponible.
Al final todo había salido bien, porque el tiempo adicional que había tardado en regresar se asemejaba a lo que un humano normal habría tardado en reponerse de las heridas que el enorme gigante de más de dos metros al que se había enfrentado le había hecho.
Su nombre se empezaba a corear junto a los diez o quince mejores; no es que fuera un elenco muy amplio, pero Esthia "el Griego" -sí, habían sido ocurrentes con el apelativo (/sarcasmo)- empezaba a hacerse un hueco en aquel ambiente.
Iba solo, porque apenas conocía gente en París, y siempre apostaba a sí mismo en sus peleas. Nunca entraba en juego en las de otros, ni siquiera en las de aquel que le había vapuleado y que era una apuesta segura. Prefería llevarse a casa un importe menor, pero suficiente para sus escasos gastos en aquella ciudad. No tenía nada: una habitación alquilada en una pensión, un par de mudas de ropa -y algo más que iba adquiriendo conforme iba entrando dinero en sus bolsillos-, comida caliente o una presa atrapada en los bosques... Y su maravillosa y perenne sonrisa que nadie era capaz de borrar, aunque le golpearan hasta sangrar.
Era un reto.
Había peleado ya contra un par de tipos esa semana y tenía un nuevo combate programado para esa noche. Nada del otro jueves. Igual que tampoco era extraño que alguien acabara en la arena por obligación. Aquello era clandestino, ilegal. Allí no faltaban el acohol, las drogas, las apuestas, la prostitución... Todo lo decadente, lo barriobajero, lo despreciable... Todo lo que restaba luz a la bella París se concentraba allí, alrededor de la arena.
Se dispuso a observar el combate, porque tenía que hacer tiempo antes de que le llegara el turno. Una mujer. Una de tantas que seguramente le debiera dinero a alguien, o se hubiese negado a alguna petición de algún cliente, o se hubiera metido en un lío. Una cambiante. Y de todos era sabido que los licántropos no tenían demasiadas buenas relaciones con los cambiantes.
Debería aplaudir la pelea, incluso hacer una apuesta. Debería... Pero Esthia no era un licántropo al uso. Esthia era especial, llevaba toda su vida siéndolo. En su Grecia natal siempre se contaban historias acerca de lobos blancos. Se decía que traían buena suerte, que eran muy difíciles de encontrar, que descendian de la propia Luna.
Cuando descubrió que su pelaje era tan blanco como la nieve, impoluto, perfecto, casi llora de la emoción. Pura felicidad. Porque si algo definía a ese hombre, era que era feliz, en toda la expresión de la palabra.
Feliz... Y aleatorio. Así que avanzó unos pasos hacia el centro del círculo de gente que rodeaba lo que llamaban "la arena", que no era más que el espacio que definían para pelear y que variaba en función de cómo se movían las personas que lo delimitaban.
-Oh, vamos. Esta pelea es de lo más aburrido. ¡¡Si ya se ve desde el principio quién va a ganar!! ¿Queréis que le demos un poquito de emoción? ¿Queréis? -abrió los brazos, dirigiéndose a la concurrencia-. ¡Claro que lo quereis! ¿Y tú? Sí, tú. ¿Te atreverías conmigo en lugar de con ella? ¡Venga, dí que sí! Sé que no tengo sus curvas, pero tengo una sonrisa preciosa. No puedes negarte.
Al final todo había salido bien, porque el tiempo adicional que había tardado en regresar se asemejaba a lo que un humano normal habría tardado en reponerse de las heridas que el enorme gigante de más de dos metros al que se había enfrentado le había hecho.
Su nombre se empezaba a corear junto a los diez o quince mejores; no es que fuera un elenco muy amplio, pero Esthia "el Griego" -sí, habían sido ocurrentes con el apelativo (/sarcasmo)- empezaba a hacerse un hueco en aquel ambiente.
Iba solo, porque apenas conocía gente en París, y siempre apostaba a sí mismo en sus peleas. Nunca entraba en juego en las de otros, ni siquiera en las de aquel que le había vapuleado y que era una apuesta segura. Prefería llevarse a casa un importe menor, pero suficiente para sus escasos gastos en aquella ciudad. No tenía nada: una habitación alquilada en una pensión, un par de mudas de ropa -y algo más que iba adquiriendo conforme iba entrando dinero en sus bolsillos-, comida caliente o una presa atrapada en los bosques... Y su maravillosa y perenne sonrisa que nadie era capaz de borrar, aunque le golpearan hasta sangrar.
Era un reto.
Había peleado ya contra un par de tipos esa semana y tenía un nuevo combate programado para esa noche. Nada del otro jueves. Igual que tampoco era extraño que alguien acabara en la arena por obligación. Aquello era clandestino, ilegal. Allí no faltaban el acohol, las drogas, las apuestas, la prostitución... Todo lo decadente, lo barriobajero, lo despreciable... Todo lo que restaba luz a la bella París se concentraba allí, alrededor de la arena.
Se dispuso a observar el combate, porque tenía que hacer tiempo antes de que le llegara el turno. Una mujer. Una de tantas que seguramente le debiera dinero a alguien, o se hubiese negado a alguna petición de algún cliente, o se hubiera metido en un lío. Una cambiante. Y de todos era sabido que los licántropos no tenían demasiadas buenas relaciones con los cambiantes.
Debería aplaudir la pelea, incluso hacer una apuesta. Debería... Pero Esthia no era un licántropo al uso. Esthia era especial, llevaba toda su vida siéndolo. En su Grecia natal siempre se contaban historias acerca de lobos blancos. Se decía que traían buena suerte, que eran muy difíciles de encontrar, que descendian de la propia Luna.
Cuando descubrió que su pelaje era tan blanco como la nieve, impoluto, perfecto, casi llora de la emoción. Pura felicidad. Porque si algo definía a ese hombre, era que era feliz, en toda la expresión de la palabra.
Feliz... Y aleatorio. Así que avanzó unos pasos hacia el centro del círculo de gente que rodeaba lo que llamaban "la arena", que no era más que el espacio que definían para pelear y que variaba en función de cómo se movían las personas que lo delimitaban.
-Oh, vamos. Esta pelea es de lo más aburrido. ¡¡Si ya se ve desde el principio quién va a ganar!! ¿Queréis que le demos un poquito de emoción? ¿Queréis? -abrió los brazos, dirigiéndose a la concurrencia-. ¡Claro que lo quereis! ¿Y tú? Sí, tú. ¿Te atreverías conmigo en lugar de con ella? ¡Venga, dí que sí! Sé que no tengo sus curvas, pero tengo una sonrisa preciosa. No puedes negarte.
Esthia Vikorida- Licántropo Clase Baja
- Mensajes : 181
Fecha de inscripción : 02/02/2017
Re: Bienvenida a París [Priv.+18 Esthia Vikorida]
Todo se ponía cada vez más interesante, el hombre zarandeó un par de veces a la joven Naisha con la intención de golpearla de nuevo, pero una voz desde su espalda llamó su atención en todos los sentidos. Quién osaba meterse en medio de su juego, Biel era conocido por su mala fama, le daba igual si eran niños, ancianos o muejeres, una vez dentro de su terreno eran su presa y haría lo que quisiera con ello.- Y tú quién mierdas eres.-Preguntó mientras mantenía presa a Naisha, la cual intentaba soltarse para huir nuevamente.- Acaso no sabes cuando debes respetar a un hombre que se divierte.-Su voz era cascada y bastante ronca, algo que pegaba perfectamente con su aspecto, pues era un hombre entrado en edad (Unos 47), con larga melena negra, y una barba de varios días. Su cuerpo estaba cubierto de marcas y heridas, muchas de ellas ya cerradas, pero sin terminar de cicatrizar.- Oh, pero espera....-Apartó de una patada a la chica,volviéndose completamente hacia Esthia.- Si es nuestro querido Griegito.-Con brusquedad crujió su cuello, cómo preparándose para pelear contra el hombre.- Puedo divertirme un rato contigo, después volveré con esa desgraciada.-Sin pensárselo dos veces se abalanzó hacia él. Ya bastaba de cháchara, era hora de llenar los bolsillos de monedas.
Aprovechando que él no tenía la mira encima de ella, Naisha salió de allí dando tumbos, una vez cerca de una zona completamente oscura su cuerpo cambió por completo al de una delgada gata atigrada. De un salto se subió a lo que parecía un armario y se escondió del hombre. Daba igual lo demás, ella solo quería esconderse y desaparecer para el mundo, quería despertarse de aquella horrible pesadilla que parecía no tener fin. Se movió un poco para acomodarse, pero tras eso empezó a lamerse las diferentes heridas que tenía por el cuerpo, y que a cada roce la hacían estremecerse de dolor. Incluso en las zonas que no se veían marcas le dolía. Pasó una última vez su lengua por la peor de las heridas, y después dirigió la mirada hacia dónde estaban los dos hombres.
Cómo había gente que vivía de eso, cuando más lo pensaba más asustada se sentía. Recorrió la mirada por todo el lugar y automáticamente se escondió cuando vio que el hombre que la había traído parecía buscarla, y no parecía contento. Pasó cerca de ella, pero una voz femenina llamó su atención y se retiró nuevamente. Nuevamente Naisha llevó la mirada hacia la pelea de aquellos dos hombres y rezó para que aquel que la había "Salvado" saliese victorioso.
Aprovechando que él no tenía la mira encima de ella, Naisha salió de allí dando tumbos, una vez cerca de una zona completamente oscura su cuerpo cambió por completo al de una delgada gata atigrada. De un salto se subió a lo que parecía un armario y se escondió del hombre. Daba igual lo demás, ella solo quería esconderse y desaparecer para el mundo, quería despertarse de aquella horrible pesadilla que parecía no tener fin. Se movió un poco para acomodarse, pero tras eso empezó a lamerse las diferentes heridas que tenía por el cuerpo, y que a cada roce la hacían estremecerse de dolor. Incluso en las zonas que no se veían marcas le dolía. Pasó una última vez su lengua por la peor de las heridas, y después dirigió la mirada hacia dónde estaban los dos hombres.
Cómo había gente que vivía de eso, cuando más lo pensaba más asustada se sentía. Recorrió la mirada por todo el lugar y automáticamente se escondió cuando vio que el hombre que la había traído parecía buscarla, y no parecía contento. Pasó cerca de ella, pero una voz femenina llamó su atención y se retiró nuevamente. Nuevamente Naisha llevó la mirada hacia la pelea de aquellos dos hombres y rezó para que aquel que la había "Salvado" saliese victorioso.
Naisha Kaapo- Cambiante Clase Media
- Mensajes : 18
Fecha de inscripción : 10/04/2017
Localización : No me busques, yo te encontraré cuando me necesites.
Re: Bienvenida a París [Priv.+18 Esthia Vikorida]
-¿Grieguito? Eso es porque soy jodidamente adorable, ¿verdad? Pero, lo siento, no eres mi tipo.
Aquella perenne sonrisa afloró a sus labios. Nunca se tomaba la vida en serio. Ni las peleas, ni las amenazas, ni las heridas, ni las victorias o las derrotas. Cada día comenzaba de cero y se acababa al dormir -porque decir que se acababa al caer el sol sería una mentira como una catedral de grande-.
Las risa envolvieron su comentario, encendiendo aún más la cólera de su rival. Pero era exactamente lo que buscaba, que le atacase a lo loco, sin una estrategia definida, sin encadenar los ataques en una secuencia lógica.
El primer ataque le vino de frente, en respuesta a sus provocaciones. Directo y fácil de esquivar. Echó el cuerpo a un lado, con media torsión, dejando que el puño del otro hombre pasara por encima de su hombro y aprovechando para agarrarlo del brazo y tirar de él, para hacerlo pivotar y caer al suelo.
Tomó dos o tres pasos de distancia, dejando que recuperara el equilibrio.
-¿Eso es lo mejor que tienes? He desayunado tipos mejores.
Porque eso de estarse calladito no entraba dentro del vocabulario del lobo blanco.
Separó los pies para aumentar la superficie de equilibrio y movió el cuello hasta que le crujieron las vértebras. Estaba listo para jugar.
Un nuevo ataque, que no evitó. Lo bloqueó con el antebrazo y lanzó el puño desde abajo, hacia la boca de su estómago, robándole la respiración y haciéndole doblarse por la mitad.
El público jaleaba y el dinero empezaba a cambiar de manos. Esthia aprovechó esos segundos en los que su oponente no podía hacer nada, salvo desearle la peor de las muertes, para quitarse la camisa y tirarla por ahí, sin preocuparse de si caía sobre alguien o no. Se dirigió de nuevo al a concurrencia, provocándoles para que aplaudieran y gritaran.
Un provocador nato, como en todos los aspectos de su vida. Estaba gritando, en respuesta a los jaleos de los presentes, dándole la espalda al hombre que recuperaba el aliento y volvía al ataque, por la espalda.
Aquella perenne sonrisa afloró a sus labios. Nunca se tomaba la vida en serio. Ni las peleas, ni las amenazas, ni las heridas, ni las victorias o las derrotas. Cada día comenzaba de cero y se acababa al dormir -porque decir que se acababa al caer el sol sería una mentira como una catedral de grande-.
Las risa envolvieron su comentario, encendiendo aún más la cólera de su rival. Pero era exactamente lo que buscaba, que le atacase a lo loco, sin una estrategia definida, sin encadenar los ataques en una secuencia lógica.
El primer ataque le vino de frente, en respuesta a sus provocaciones. Directo y fácil de esquivar. Echó el cuerpo a un lado, con media torsión, dejando que el puño del otro hombre pasara por encima de su hombro y aprovechando para agarrarlo del brazo y tirar de él, para hacerlo pivotar y caer al suelo.
Tomó dos o tres pasos de distancia, dejando que recuperara el equilibrio.
-¿Eso es lo mejor que tienes? He desayunado tipos mejores.
Porque eso de estarse calladito no entraba dentro del vocabulario del lobo blanco.
Separó los pies para aumentar la superficie de equilibrio y movió el cuello hasta que le crujieron las vértebras. Estaba listo para jugar.
Un nuevo ataque, que no evitó. Lo bloqueó con el antebrazo y lanzó el puño desde abajo, hacia la boca de su estómago, robándole la respiración y haciéndole doblarse por la mitad.
El público jaleaba y el dinero empezaba a cambiar de manos. Esthia aprovechó esos segundos en los que su oponente no podía hacer nada, salvo desearle la peor de las muertes, para quitarse la camisa y tirarla por ahí, sin preocuparse de si caía sobre alguien o no. Se dirigió de nuevo al a concurrencia, provocándoles para que aplaudieran y gritaran.
Un provocador nato, como en todos los aspectos de su vida. Estaba gritando, en respuesta a los jaleos de los presentes, dándole la espalda al hombre que recuperaba el aliento y volvía al ataque, por la espalda.
Esthia Vikorida- Licántropo Clase Baja
- Mensajes : 181
Fecha de inscripción : 02/02/2017
Re: Bienvenida a París [Priv.+18 Esthia Vikorida]
La gente parecía estar agitada por lo que estaba viendo en aquel lugar. El dinero pasaba de manos en manos, mientras la gente cantaba sus apuestas, parecía que las cosas se ponían feas para Biel, pues nada estaba de su parte, ni siquiera la diosa fortuna. En la barra del bar se amontonaba la gente que pedía alcohol sin ninguna moderación, y es que la noche era larga y muy joven. Un par de mujeres acompañadas por hombres se perdían entre las sombras entre carcajadas y susurros seductores. Sin duda las carteras de esos acabarían vacías antes de que el sol brillase en lo alto del cielo.
El hombre que había traído a Naisha estaba junto a la zona de la pelea con un gesto bastante preocupado, de vez en cuando se frotaba la barbilla e incluso se movía inquieto, sus ojos no despegaban de Biel, y cada vez que este recibía un golpe una vena se le marcaba en la cara por la rabia. Parecía que sus planes habían sido aplastados con la aparición de aquel otro hombre. Una mujer de cabellos fuegos se acercó al noble, pero este la apartó sin mucho interés, lo único para lo que tenía ojos en ese momento era para el combate y más que alegrarle la noche, se la estaba amargando. Naisha desde su “escondite” se rió levemente, pero al hacerlo un fuerte dolor la hizo tomar aire y aguantarlo. ”Qué se supone que debo hacer....”
Cruzó las patas y posó la cabeza lentamente, dejando que sus ojos se cerrasen por cansancio y agobio. En ese instante las palabras de Aisha golpearon su mente [i]”Una cambiante es fuerte, una cambiante no huye...”[i] abrió de nuevo los ojos y miró el combate, por mucho que en su niñez le hubieran inculcado aquellas sabias palabras, los años de palizas y desprecios le habían pasado factura. Se levantó despacio y bajó de dónde estaba, antes de salir de dónde estaba pasó a su forma humana, no huiría más.
Con pasos calmados se acercó a la zona de la pelea, con suavidad se coló entre los cuerpos de la gente, en ese instante una mano le agarró el brazo, pero no lo pensó dos veces y le abofeteó con toda la rabia contenida que tenía.-Déjame... Falsante-Con un tirón se liberó y siguió caminado hasta estar dónde los dos hombres. Uno dejaba ver que era el mejor de ellos, mientras buscaba que le animaran, el otro se limpiaba un poco de sangre que salía de sus labios. La joven se metió en medio de ambos y miró al que le había dado la paliza.-Es repugnante esto que hacéis...-El hombre que la había obligado a entrar allí apareció cubriéndose la mejilla con un pañuelo.- Mi vida no te pertenece... Hace años que incluso dejó de pertenecerme a mi.-Sus ojos brillaron por las lágrimas, pero su voz se mantuvo serena.-Haz que se vaya de aquí... O juro que ninguno de los dos saldréis con vida..-Amenazó a Biel y al noble, el cual parecía estar cabreado.
Naisha tenía la cara llena de hematomas, incluso la nariz aún le sangraba.-Siento haberte metido en esto...-La gente no comprendía que ocurría, algunos gritaban para que continuase la pelea, otros intentaban recuperar el dinero que habían apostado. Y la joven con paso tranquilo se dirigía hacia la salida. El hombre adinerado ni siquiera se movió, algo en ella le había asustado, quizás su mirada, quizás sus palabras...
La joven solo quería huir, pero no lo hacía, debía ser fuerte, al menos delante de aquellas personas. Por dentro temblaba asustada y lloraba desesperada.
El hombre que había traído a Naisha estaba junto a la zona de la pelea con un gesto bastante preocupado, de vez en cuando se frotaba la barbilla e incluso se movía inquieto, sus ojos no despegaban de Biel, y cada vez que este recibía un golpe una vena se le marcaba en la cara por la rabia. Parecía que sus planes habían sido aplastados con la aparición de aquel otro hombre. Una mujer de cabellos fuegos se acercó al noble, pero este la apartó sin mucho interés, lo único para lo que tenía ojos en ese momento era para el combate y más que alegrarle la noche, se la estaba amargando. Naisha desde su “escondite” se rió levemente, pero al hacerlo un fuerte dolor la hizo tomar aire y aguantarlo. ”Qué se supone que debo hacer....”
Cruzó las patas y posó la cabeza lentamente, dejando que sus ojos se cerrasen por cansancio y agobio. En ese instante las palabras de Aisha golpearon su mente [i]”Una cambiante es fuerte, una cambiante no huye...”[i] abrió de nuevo los ojos y miró el combate, por mucho que en su niñez le hubieran inculcado aquellas sabias palabras, los años de palizas y desprecios le habían pasado factura. Se levantó despacio y bajó de dónde estaba, antes de salir de dónde estaba pasó a su forma humana, no huiría más.
Con pasos calmados se acercó a la zona de la pelea, con suavidad se coló entre los cuerpos de la gente, en ese instante una mano le agarró el brazo, pero no lo pensó dos veces y le abofeteó con toda la rabia contenida que tenía.-Déjame... Falsante-Con un tirón se liberó y siguió caminado hasta estar dónde los dos hombres. Uno dejaba ver que era el mejor de ellos, mientras buscaba que le animaran, el otro se limpiaba un poco de sangre que salía de sus labios. La joven se metió en medio de ambos y miró al que le había dado la paliza.-Es repugnante esto que hacéis...-El hombre que la había obligado a entrar allí apareció cubriéndose la mejilla con un pañuelo.- Mi vida no te pertenece... Hace años que incluso dejó de pertenecerme a mi.-Sus ojos brillaron por las lágrimas, pero su voz se mantuvo serena.-Haz que se vaya de aquí... O juro que ninguno de los dos saldréis con vida..-Amenazó a Biel y al noble, el cual parecía estar cabreado.
Naisha tenía la cara llena de hematomas, incluso la nariz aún le sangraba.-Siento haberte metido en esto...-La gente no comprendía que ocurría, algunos gritaban para que continuase la pelea, otros intentaban recuperar el dinero que habían apostado. Y la joven con paso tranquilo se dirigía hacia la salida. El hombre adinerado ni siquiera se movió, algo en ella le había asustado, quizás su mirada, quizás sus palabras...
La joven solo quería huir, pero no lo hacía, debía ser fuerte, al menos delante de aquellas personas. Por dentro temblaba asustada y lloraba desesperada.
Naisha Kaapo- Cambiante Clase Media
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Fecha de inscripción : 10/04/2017
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Re: Bienvenida a París [Priv.+18 Esthia Vikorida]
¿Qué?
El estupor se reflejó en la cara del licántropo. Tenía varios golpes que se veían enrojecidos y le sangraba el labio. Se lo tocó con los dedos y se chupó la sangre, con deleite. Le gustaba mucho el sabor que tenía. Sonrió, mostrando los dientes, fuertes, regulares y alineados, con los colmillos un poquito más largos que el resto, apenas perceptible en forma humana, manchados de sangre.
El público se quejó de la interrupción y voceó para que se reanudara la pelea. Esthia estaba dispuesto a hacerlo, más que dispuesto, pero su oponente estaba más por la labor de echar las culpas a la cambiante por interrumpir y escurrir el bulto. La típica historia de "Yo iba a machacarlo, pero esa zorra se interpuso y el pobre infeliz huyó con el rabo entre las piernas", en la que quien lo contaba alardeando de arrojo y poderío solía ser precisamente el que había aprovechado el desconcierto para salir pies, para qué os quiero.
Un silencio tenso envolvió las palabras de la cambiante y sus primeros pasos hacia la salida. Suaves murmullos que sus finos oídos de lobo percibían con claridad. Pero no hizo nada para silenciarlos. ¿Para qué? Seguirían comentándolo después.
La salida de la mujer pareció devolver a todo el mundo a la realidad. Esthia entre ellos. Parpadeó varías veces, como quien despierta de un sueño, y se dio cuenta de que la muchacha no estaba. Recogió la camisa y salió tras ella, con una breve carrera. Se detuvo a su altura, con la prenda en la mano, arrugada, sin preocuparse de si se manchaba de sangre o sudor.
-Eh, eh, eh. Espera. Espera. Un momento. -se plantó delante, cortándole el paso, con las manos levantadas para detenerla, pero sin tocarla-. ¿Qué demonios ha sido eso? ¡¿Qué clase de damisela en apuros eres tú?! -se puso los brazos en jarras, golpeando el suelo con la punta del pie-. ¡Así no puede uno ir de héroe por la vida! -se echó a reír ampliamente y le ofreció la mano que no tenía la camisa-. Esthia Vikórida, caballero sin brillante armadura, a tu servicio. ¿Y tú eres?
El estupor se reflejó en la cara del licántropo. Tenía varios golpes que se veían enrojecidos y le sangraba el labio. Se lo tocó con los dedos y se chupó la sangre, con deleite. Le gustaba mucho el sabor que tenía. Sonrió, mostrando los dientes, fuertes, regulares y alineados, con los colmillos un poquito más largos que el resto, apenas perceptible en forma humana, manchados de sangre.
El público se quejó de la interrupción y voceó para que se reanudara la pelea. Esthia estaba dispuesto a hacerlo, más que dispuesto, pero su oponente estaba más por la labor de echar las culpas a la cambiante por interrumpir y escurrir el bulto. La típica historia de "Yo iba a machacarlo, pero esa zorra se interpuso y el pobre infeliz huyó con el rabo entre las piernas", en la que quien lo contaba alardeando de arrojo y poderío solía ser precisamente el que había aprovechado el desconcierto para salir pies, para qué os quiero.
Un silencio tenso envolvió las palabras de la cambiante y sus primeros pasos hacia la salida. Suaves murmullos que sus finos oídos de lobo percibían con claridad. Pero no hizo nada para silenciarlos. ¿Para qué? Seguirían comentándolo después.
La salida de la mujer pareció devolver a todo el mundo a la realidad. Esthia entre ellos. Parpadeó varías veces, como quien despierta de un sueño, y se dio cuenta de que la muchacha no estaba. Recogió la camisa y salió tras ella, con una breve carrera. Se detuvo a su altura, con la prenda en la mano, arrugada, sin preocuparse de si se manchaba de sangre o sudor.
-Eh, eh, eh. Espera. Espera. Un momento. -se plantó delante, cortándole el paso, con las manos levantadas para detenerla, pero sin tocarla-. ¿Qué demonios ha sido eso? ¡¿Qué clase de damisela en apuros eres tú?! -se puso los brazos en jarras, golpeando el suelo con la punta del pie-. ¡Así no puede uno ir de héroe por la vida! -se echó a reír ampliamente y le ofreció la mano que no tenía la camisa-. Esthia Vikórida, caballero sin brillante armadura, a tu servicio. ¿Y tú eres?
Esthia Vikorida- Licántropo Clase Baja
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Fecha de inscripción : 02/02/2017
Re: Bienvenida a París [Priv.+18 Esthia Vikorida]
No le miró a los ojos cuando él la frenó, solo bajó la mirada y miró hacia otro punto en silencio, dejando que él hablase. Una pequeña mueca salió en sus labios dibujando una sonrisa, pero tras unos segundos se borró y esta miró la camiseta de él. Estaba manchada de sangre, ¿Había sido ella la culpable de aquello? "Maldición, Naisha..." levantó finalmente la cabeza, dejando ver sus claros ojos.- No busco héroes en mi vida... Aisha decía que esas personas no existían, que cada uno llevamos nuestro propio héroe-Respondió tímida, con un tono muchísimo más bajo que el de había unos instantes.-Naisha Kaapo... Cabeza chorlito, a su servicio-Dijo sonriendo de lado, y llevándose la mano a la frente en modo de soldado.
Miró hacia los lados, primero hacia el interior del local y luego hacia él.- Quise defenderme cuando ese hombre me golpeó... Pero no quería hacer daño a nadie, me aterraba la idea de poder acabar con su vida... Y me bloqueé.-Se escondió entre su velo avergonzada de la confesión.-Después del primer golpe, un montón de recuerdos vinieron a mi mente y quise huir.-Lo miró unos segundos.-Cuando apareciste... Pude respirar de nuevo,
eras mi salvación, la primera persona que mostraba una pizca de calidez y piedad. Y quise dejarme ayudar, pero cuanto más veía el combate más claro tenía que no podía dejarte allí, no en mi lugar, no recibiendo mis golpes... Era injusto. No quería que te hicieran daño...-Sonrió con tristeza. Sabía que solo ella sentía de esa forma, que solo ella veía el mundo de esa manera muchas veces.- Por eso tomé valor para parar el combate... Tenía miedo, quería llorar.... Pero planté cara a esos dos. Digamos que superé mi propia prueba en ese momento....
Miró hacia los lados, primero hacia el interior del local y luego hacia él.- Quise defenderme cuando ese hombre me golpeó... Pero no quería hacer daño a nadie, me aterraba la idea de poder acabar con su vida... Y me bloqueé.-Se escondió entre su velo avergonzada de la confesión.-Después del primer golpe, un montón de recuerdos vinieron a mi mente y quise huir.-Lo miró unos segundos.-Cuando apareciste... Pude respirar de nuevo,
eras mi salvación, la primera persona que mostraba una pizca de calidez y piedad. Y quise dejarme ayudar, pero cuanto más veía el combate más claro tenía que no podía dejarte allí, no en mi lugar, no recibiendo mis golpes... Era injusto. No quería que te hicieran daño...-Sonrió con tristeza. Sabía que solo ella sentía de esa forma, que solo ella veía el mundo de esa manera muchas veces.- Por eso tomé valor para parar el combate... Tenía miedo, quería llorar.... Pero planté cara a esos dos. Digamos que superé mi propia prueba en ese momento....
Naisha Kaapo- Cambiante Clase Media
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Fecha de inscripción : 10/04/2017
Localización : No me busques, yo te encontraré cuando me necesites.
Re: Bienvenida a París [Priv.+18 Esthia Vikorida]
-¿Qué no existen los héroes? ¡Ja! Soy griego, encanto. Gran parte de la historia de mi ancestros se basa en la existencia de héroes, así que no me rompas ilusiones ahora. ¡Soy una persona sensible! -se echó a reír, dramatizando exageradamente, con la mano libre en el pecho, como si acabara de darle una terrible noticia-. Naisha -repitió-. Es un nombre muy bonito. Es una pena que no pueda ponérselo a una hija.
Porque dudaba muchíiiiiiisimo que tuviera alguna. Nunca se sabía, era cierto, pero en su mente, en esos momentos, eran tan imposible como que se apagase el sol. O más. No era el tipo de hombre que se anclaba de por vida a una mujer. ¿Qué sentido tenia hacer a dos personas infelices por un contrato?
-Las peleas no son un sitio donde vayas a encontrar calidez y piedad, preciosa.
Sus piropos eran simples apelativos, sin ninguna intención de crear una intimidad entre ellos. Esthia era así, cercano y espontáneo, confiado y transparente. Como un niño. Como un niño metido en un cuerpo de un hombre de treinta años.
Sin embargo, era de aquellos capaces de guardar grandes secretos. Su vida dependía de los que ocultaba, porque allí, con los cazadores y la inquisición en cada esquina, uno debía estar con los sentidos muy alerta.
-Hiciste muy bien. Se lo pensarán dos veces antes de atacarte de nuevo. Pero, si lo hacen, recuerda que este héroe necesita mantenerse en forma -le guiñó un ojo. No parecía dar importancia a las heridas que tenía. Sanarían. Ser un hombre lobo tenía ventajas. Y más uno como él, que tenía suerte.
-A lo mejor te parece un poco inapropiado y... de verdad que no tengo malas intenciones... Es que no conozco a casi nadie en París y me aburro mucho. ¿Puedo invitarte a un trago y charlamos un poco? ¿Porfa?
Sus enormes ojos azules se hicieron aún más grandes cuando la miró con esa expresión inocente, de cachorrillo abandonado pidiendo que dieran aunque fuera un hueso.
Porque dudaba muchíiiiiiisimo que tuviera alguna. Nunca se sabía, era cierto, pero en su mente, en esos momentos, eran tan imposible como que se apagase el sol. O más. No era el tipo de hombre que se anclaba de por vida a una mujer. ¿Qué sentido tenia hacer a dos personas infelices por un contrato?
-Las peleas no son un sitio donde vayas a encontrar calidez y piedad, preciosa.
Sus piropos eran simples apelativos, sin ninguna intención de crear una intimidad entre ellos. Esthia era así, cercano y espontáneo, confiado y transparente. Como un niño. Como un niño metido en un cuerpo de un hombre de treinta años.
Sin embargo, era de aquellos capaces de guardar grandes secretos. Su vida dependía de los que ocultaba, porque allí, con los cazadores y la inquisición en cada esquina, uno debía estar con los sentidos muy alerta.
-Hiciste muy bien. Se lo pensarán dos veces antes de atacarte de nuevo. Pero, si lo hacen, recuerda que este héroe necesita mantenerse en forma -le guiñó un ojo. No parecía dar importancia a las heridas que tenía. Sanarían. Ser un hombre lobo tenía ventajas. Y más uno como él, que tenía suerte.
-A lo mejor te parece un poco inapropiado y... de verdad que no tengo malas intenciones... Es que no conozco a casi nadie en París y me aburro mucho. ¿Puedo invitarte a un trago y charlamos un poco? ¿Porfa?
Sus enormes ojos azules se hicieron aún más grandes cuando la miró con esa expresión inocente, de cachorrillo abandonado pidiendo que dieran aunque fuera un hueso.
Esthia Vikorida- Licántropo Clase Baja
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Fecha de inscripción : 02/02/2017
Re: Bienvenida a París [Priv.+18 Esthia Vikorida]
- ¿Qué podría ocurrir? Creo que mi noche no podrá empeorar aunque tú intentases hacer algo.- Confesó con una media sonrisa en los labios. Sin pedir permiso, coló su brazo alrededor de él, enganchándose. Y con un suave movimiento de cabeza asintió a su invitación. La verdad era que tenía ganas de salir de allí, y encontrar algo de tranquilidad. Pese a saber que era, se sentía mucho más segura que en ningún otro lugar hasta ahora pisado.
Con la otra mano volvió a colocar el velo sobre su cabello, y se acomodó las ropas lo mejor posible.-¿Por qué decís que no podréis poner Naisha a una hija? La vida da tantas vueltas que nunca se sabe en realidad... Sólo espero que el Karma de tu pequeña no sea idéntico al mío, sería todo un castigo.-Aclaró mientras se quedaba pensativa unos segundos, tras eso lo miró y sonrió.-Y deja de dramatizar... ¡¡Deberías estar más que contento con todo el espectáculo que armaste!! Por lo que nada de quejarte ¡O seré yo quien te de una colleja!-Dijo a la par que sacaba la lengua y hacia una pedorreta.
- Por cierto... ¿Sabéis de algún lugar? Hasta hoy no había salido de los callejones... Y la verdad que si esperas que te lleve a un gran lugar, estás apañado
Con la otra mano volvió a colocar el velo sobre su cabello, y se acomodó las ropas lo mejor posible.-¿Por qué decís que no podréis poner Naisha a una hija? La vida da tantas vueltas que nunca se sabe en realidad... Sólo espero que el Karma de tu pequeña no sea idéntico al mío, sería todo un castigo.-Aclaró mientras se quedaba pensativa unos segundos, tras eso lo miró y sonrió.-Y deja de dramatizar... ¡¡Deberías estar más que contento con todo el espectáculo que armaste!! Por lo que nada de quejarte ¡O seré yo quien te de una colleja!-Dijo a la par que sacaba la lengua y hacia una pedorreta.
- Por cierto... ¿Sabéis de algún lugar? Hasta hoy no había salido de los callejones... Y la verdad que si esperas que te lleve a un gran lugar, estás apañado
Naisha Kaapo- Cambiante Clase Media
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Fecha de inscripción : 10/04/2017
Localización : No me busques, yo te encontraré cuando me necesites.
Re: Bienvenida a París [Priv.+18 Esthia Vikorida]
-Digamos que no me veo casado y formando una familia. Pero como bien dices, nunca se sabe. ¡Eh! En eso consisten las peleas, en dar espectáculo para aquellos demasiado cobardes para exponer su piel a los puños de otro. -Podía intentar fingir molestia por el comentario, pero su sonrisa era perenne y no podía ocultarla aunque quisiera-. Tampoco te creas que yo conozco demasiados sitios por aquí. De hecho, me suelo mover por dos o tres que están cerca de la pensión donde duermo. Hay uno llamado El Gorrión Rojo que, a simple vista, no parece gran cosa. De hecho, tiene pinta de tugurio de mala muerte al que le pusieron un nombre supuestamente adorable para intentar mejorarlo un poco. Ya sabes, de ésos con mesas de madera y taburetes algo desvencijados porque alguien los ha usado en una pelea. Pero está limpio, sobre todo si llegamos antes de que los parroquianos empiecen a tirar huesos al suelo. Y la comida es deliciosa. Amy tiene muy buena mano en la cocina.
Porque llevaba poco más de un mes en la ciudad y ya se había hecho habitual del local, hasta el punto de que se podía pasar horas y horas charlando de lo divino y lo humano con la muchacha que atendía tras la barra y se encargaba de la cocina junto al dueño.
Echó a andar hacia allí. Era un buen lugar para pasar desapercibido y llenar el estómago.
El sitio era como había descrito, la típica taberna en la que comienzan todas las grandes aventuras, con su chimenea, sus mesas y taburetes de madera, sus parroquianos habituales, alguna prostituta que acudía por si caía algún cliente y que Amy siempre invitaba a marcharse si no iba a consumir... lo típico.
El lobo entró y buscó una mesa junto al fuego, que todavía refrescaba por las noches.
-¿Qué te apetece?
Porque llevaba poco más de un mes en la ciudad y ya se había hecho habitual del local, hasta el punto de que se podía pasar horas y horas charlando de lo divino y lo humano con la muchacha que atendía tras la barra y se encargaba de la cocina junto al dueño.
Echó a andar hacia allí. Era un buen lugar para pasar desapercibido y llenar el estómago.
El sitio era como había descrito, la típica taberna en la que comienzan todas las grandes aventuras, con su chimenea, sus mesas y taburetes de madera, sus parroquianos habituales, alguna prostituta que acudía por si caía algún cliente y que Amy siempre invitaba a marcharse si no iba a consumir... lo típico.
El lobo entró y buscó una mesa junto al fuego, que todavía refrescaba por las noches.
-¿Qué te apetece?
Esthia Vikorida- Licántropo Clase Baja
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Fecha de inscripción : 02/02/2017
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