¿Aprendizaje? {Aemon/Isaura} +18

Ver aquella mirada baja y algo triste, ese rubor ante una simple pregunta y su voz algo tomada por el nerviosismo supe que era nueva o... demasiado tímida, algo que en esta profesión a veces podía salir muy mal puesto que los más sádicos solían preferirlas así; sin represalias, con silencio y sumisas a todo. Pero hubo algo que me demostró que era neófita en este mundo, sus mejillas sonrojadas. Las cortesanas tímidas nunca las tenían así. Las que lo hacían como parte de su espectáculo eran más coquetas que tímidas y las que eran tímidas de por sí no se ruborizaban, simplemente se resignaban, incluso a ese tipo de afecto puesto que ya estaban acostumbradas a todo.

Odiaba que esas chicas llegasen a ese mundo, no lo merecían. Yo había entrado por decisión propia, huyendo de una vida llena de facilidades, protocolos y apariencias. Me había liberado descubriendo que era perfecto para aquél mundo. Me gustaba dar y recibir, probarme, llegar al límite, jugarmela y ver como podía salir. Me daba igual hombres, mujeres que animales, incluso monstruos como los llamaban algunos. Y, por otro lado, podía ofrecer a las personas que lo necesitaban pero no podían permitírselo, ayuda médica, puesto que era de los mejores y no lo aparentaba. Pero ellas entraban entre obligadas y necesitadas, forzadas a hacer lo que querían los clientes. Las que tenían suerte solo tenían que abrirse de piernas y dejar que todo pasase, algunas chupar un poco y muy pocas poner el culo. Abrir, cerrar, cobrar, lavarse y tratar de olvidar. Otras no tenían tanta y eran el objetivo de matones y sádicos.

Cerré los puños pensando en ello y miré a la chica relajándome poco a poco. No sabía si ya habría sufrido algo de aquello pero hoy estaba allí y si podía se lo evitaría, además de que estaba de muy buen ver y si se terciaba tal vez pudiese empezar a hacerla disfrutar de todo esto, hacerla ver que eligiendo bien se podía hacer más llevadero. Así, sin más, decidí que la ayudaría, como había hecho en otros momentos y en otras circunstancias con otras personas, que no necesariamente debían ser cortesanas. Sabía que si se cerraba no podría ahondar y si la atosigaba solo la cerraría más así que decidí intentar acercarla, relajarla un poco.- "Podrías ayudarme, sí. Estoy bastante solo esta noche y pensaba tomar algo, pero sin compañía es bastante aburrido. ¿Me acompañarías un rato?" -Sonrió a la chica acariciando su rubor.- "Venga, dime que quieres. Por cierto, bonito colgante." -Comenté antes de quitar despacio la mano esperando su respuesta.

Con la mirada baja, pude percatarme de aquel gesto de cerrar los puños con fuerza, lo que hizo que mi instinto me indicara que eso no era bueno. Había estado con clientes bastante bestias, aquellos que te cogían, te quitaban la ropa y hacían todo a su antojo, marcando una fuerza que a veces le costaba a mi cuerpo aguantar. Pero claro, ¿qué vas a decirles cuando ni siquiera quieres que te toquen? Simplemente me quedaba en silencio, evitando como fuera llorar porque ya lo hacía cuando me quedaba a solas, llevando las manos a mi viente como si eso pudiera aliviar el dolor.

Suspiré, esperando que aquel hombre no fuera como el rostro mientras una de mis manos seguía con aquel colgante. En si, no era un colgante, era un anillo con una marca familiar. La marca que indicaba claramente que era hija de Van Dyck, el apellido que mi padre había querido antes de morir... No lo comprendía del todo, no sabía que había pasado en su lecho de muerte para que le contara a mis hermanos que yo existía. La cosa no era aquella, pues daba igual cuentas vueltas le diera, no cambiaba el hecho de que había ocurrido, de que se habría arrepentido en el último momento. La cosa era que, aun con todo, yo seguía en ese burdel. No cambiaba que me había abandonado a mi suerte cuando era una niña que no podría sobrevivir por si misma, consiguiendo, de manera sorprendente, hacerlo hasta esos instantes que no tuve remedio de meterme a esa horrible profesión. Por su culpa, siempre había estado sola.

-Claro, monsieur... Si es lo que deseáis.- Eso me estaba sorprendiendo. Esa forma de comportarse, de primero querer tomar algo conmigo en vez de ir de primeras a la habitación. Algunas compañeras me habían dicho que había algunos que querían más consuelo que otra cosa, pero aquel hombre no aparentaba querer eso, lo que me hizo no entender absolutamente nada mientras me levantaba, ruborizada por esa caricia que me había otorgado. Solo era una mísera cortesana...-Gracias...-Susurré, volviendo a llevar mi mano de manera inconsciente al colgante.-No quiero nada, no puedo beber.- No quería decir que no tenía dinero para ello, pero claro, si vivía de eso, sería por algo.- ¿Deseáis... Ahm... Que reserve para vos... la noche?-bajé la mirada, avergonzada por tener que decir aquellas palabras. No quería ser cortesana, no quería estar, pero necesitaba comer.

Aquella noche el ajetreo era realmente espectacular en el burdel. Las chicas cada vez iban más provocativas desde que había entrado. Al principio llevaban la toquilla para darse glamour y el escote ligeramente abierto, tan solo para animar a la clientela. Los hombres trataban de ir bien vestidos, hacer creer, aunque fuese un secreto a voces que vendían su cuerpo por dinero, que eran gente distinguida. Pero eso era al principio, cuando me había acercado a la joven, de la que no sabía el nombre, las otras chicas ya se movían por el local en busca de alguna presa más. Una habían dejado la toquilla, otras hasta olvidaban donde empezaba el recato del escote y donde la desnudez. Los hombres ya no cerraban sus camisas, algunos incluso se mantenían en las zonas más privadas del burdel casi en pelotas para deleite de algunos/as clientes más importantes. A mi no me verían allí a no ser que quisiese, no era como ellos, no vivía por y para el burdel sino que el burdel me hacía las veces de intermediario cuando no podía sobrevivir por mi cuenta. Sabía que tenía suerte y me daba rabia no poder ayudar a quienes trabajaban allí por obligación, no como yo o algunos compañeros que teníamos el sexo como una forma de diversión.

La miré ladeando la cabeza. No me había cogido la mano, lo que demostraba su desconfianza y timidez. Sonreí.- "¿Te ocurre algo? ¿Estás enferma y trabajando? ¿O es que no te apetece? Vamos, invito yo. ¿Agua?" -Empecé a caminar hacia la barra, trantando de transmitirle la seguridad con la que me movía por allí a ella, que viese que no pasaba nada.- "No tengo nada que hacer mañana... si no te importa me gustaría reservar dos noches y un día contigo." -Sonreí de nuevo sentándome en uno de los mullidos taburetes de la barra y le ofrecí el contiguo a ella. Por suerte los clientes venían demasiado fogosos y pronto se iban a las habitaciones, o creían que las paredes eran más cómodas para los preliminares que los asientos. Miré a la chica de nuevo y me imaginé gozando con su cuerpo, haciéndola gritar de placer y gritando luego con ella, pero aquello no sería tan fácil, sería aprovecharse y no, acabaría dentro de ella pero no iba a ser un sucio asqueroso como la mayoría, la ayudaría a disfrutarlo, por poco que fuese y mi vida de vagabundo me daba, de momento, un día para "perder" con ella.

Pedí un vaso de agua y otro de leche para mí. No me gustaba el alcohol y la fruta ya la tenía bajo el banco del parque así que pedí un vaso de leche que desentonaría con todo lo demás, pero me importaba tanto como lo que hacían el resto en el burdel. Me hacía gracia como los cortesanos cada vez mostraban más y como los clientes, todavía bien vestidos y recatados, caían más rápidos en aquellas garras de hacer dinero. Suspiré y sonreí.- "Me alegro de que no lo estés, estaba preocupado. Tienes una bonita sonrisa pero hay algo en tus ojos... tal vez eso me hizo confundirme." -Al fin el camarero vino con los vasos y le ofrecí uno a Isaura.- "¿Pasa algo? Eres una chica guapa, bonita, pareces lista. ¿Porque no podría querer estar tanto rato con alguien como tú?" -Alzó el vaso para un brindis con ella. Un vaso transparente y el otro blanco.- "Por que lo pasemos bien en todo ese tiempo."

Una vez hecho el brindis y el trago ritual dejó el vaso y miró a Isaura mientras se relamía la leche del labio superior.- "Mi nombre es Aemon. Que despistado. Isaura... Es un nombre muy bonito. ¿Te gusta que te llamen asío prefieres otra forma? Tampoco quiero que me digas como te llaman tus amigos... mmm... ¿Cómo te gustaría que te llamase yo?" -Ladeó la cabeza y antes de dejarla responder le dijo como una anotación.- "A mí puedes llamarme Aemon o Ae, aunque si quieres llamarme de otra forma solo avisame para que lo sepa y preste atención." -Le guiñé un ojo y volví a coger mi vaso de leche mientras escuchaba si tenía que decirme algo. Cuando terminé quería saber más de ella.- "¿Llevas mucho por aquí? ¿Cómo se porta la gente últimamente?" -Miré alrededor, reconociendo el terreno, deformación profesional supongo, antes de centrar mi antención en ella de nuevo. Sin reparos me fijé en su cuerpo, de piernas torneadas, pechos firmes y, tal vez, un par de kilitos de menos pero no estaba nada mal. Su cara tenía unos labios carnosos en su justa medida, una nariz perfecta para mi gusto coronada por unas cejas que enmarcaban unos ojos penetrantes y eróticos a pesar de esa sombra que vagaba tras ellos.

Dios... ¿Cómo sería ella en la cama? No quiero decir tal y como la veía ahora, tímida, escondida en si misma, temerosa, sino una vez desatada, cuando disfrutase de nuevo, aunque fuese lejos de este mundo y con un chico que la cuidase. Tenía cuerpo para complacer y esa mirada, bien usada, te haría correrte nada más penetrarla. Sonreí con aquellos pensamientos y le acaricié un brazo, tratando de tranquilizar la sombra de sus ojos. Cuando terminó de hablar alcé una ceja.- "Será mejor que vayamos a reservar la habitación aunque luego volvamos a los sillones o a la barra... sino nos quedaremos sin ella." -La sala empezaba a vaciarse quedando solo algunos clientes que iban a mirar y beber, los cortesanos y cortesanas más tranquilos y recatados y quienes servían. Suspiré aliviado pues eso parecía que me ayudaría con ella, tan nerviosa cuando pasamos entre los que empezaban a cazar para aquella noche y que ya estarían retozando en diversas habitaciones.

Cada vez le cogía más "cariño" a la joven. No se podría decir que le tuviese cariño puesto que la conocía de no más que cinco minutos pero se notaba que era un alma buena, una chica tímida que seguramente lo había pasado bastante mal y que había llegado a este lugar como último recurso... y hacia notar que no le gustaba en absoluto; un pequeño fallo si se quería vivir, aunque fuese temporalmente, en este mundo. No hacía falta mirarla mucho para darse cuenta de que solo con un poco de interés, un poco menos de escrúpulos y orgullo y con que disfrutase un mínimo de todo aquello podría ser de las mejores y más selectas en muy poco tiempo.

Solo había que verla. Ojos penetrantes enmarcados en unas cejas fuertes, finas, que aumentaban la sensualidad de esa mirada que solo necesitaba un poco de seguridad para sacar todo su potencial. Unos labios carnosos, dispuestos a besar, bajo una naricilla de niña buena; estos dos factores eran uno de los puntos importantes para muchos clientes y ella tenía las mejores puntuaciones, si es que aquello se puntuase. Su cuerpo era el de una deportista, fuerte de hombros, cintura con una leve curva, un pelín delgada pero al menos con carne. Sus pechos no eran inmensos ni inexistentes sino que tenían el tamaño justo para hacer babear a cualquiera y hacerlo desear besarlos, comerlos...

Realmente era extraño ver a aquella joven con tanta timidez, bebiendo agua casi a la fuerza, junto a un hombre con un vaso de leche. De cualquier modo quien sabe de que hablaban y en que podían acabar las cosas. Solo sé que no me importaba estar a su lado, no me importaría hacerla gemir de gusto y, sobretodo, quería hacerla salir del agujero que ella misma hacia más profundo a cada segundo que pasaba.- "Isaura está bien, me gusta, ya lo sabes. ¿Cómo puedes saber que prefieren a otras? Eres prácticamente nueva y están muy escondida, así solo se fijarán los que disfrutan con el dolor o los más reprimidos. Nunca hay que esconderse, sino mostrar parte de nuestras fortalezas, nunca hay que mostrarlo todo, y no mostrar ni una de nuestras debilidades." -Terminé de escuchar lo que tenía que decir y acaricié su brazo.- "Tú eres muy simpática, estás aquí, aguantandome y tratando de sonreír, con una sonrisa preciosa, por cierto. Y mira, todavía no me he ido." -La vi beberse el vaso de agua casi con ansias y yo terminé el mío, de leche, en un par de tragos. Parecía algo nerviosa, no quería hacer lo que pensaba que quería de ella pero parecía pensar que cuanto antes se hiciese antes acabaría. Tal vez ese fuese un buen punto por el cual empezar, hacerla comprender que era ella quien debía manejar la situación, penetrar en la mente del cliente y hacer lo que ella quería, sorprendiendo al otro y desconcertándolo de tal modo que sin hacer nada pareciese haber hecho de todo.

La seguí hacia la habitación y, sin decir nada, entré para mirarla. Era verdad que casi no se escuchaba nada y estaba bastante bien. Al parecer el burdel se había dado cuenta del potencial de la joven y esperaban que cuando despertase la habitación les devolviese el favor. Ya les gustaría a muchas tener una habitación como aquella al tan poco tiempo de entrar en aquél local.- "No está nada mal, Isaura. Tal vez más tarde vengamos." -Sonreí saliendo de la habitación y quedándome a su lado en la puerta.- "Ven, reservaremos y hablaremos un poco." -Le señalé cuatro sofás vacíos que rodeaban una mesita, ya casi no había clientes ni compañeros así que no nos molestaría nadie en un rato.- "Esperame ahí, ahora voy." -Le besé el dorso de la mano y fui a reservar la habitación. No fue dificil, ya me conocían y casi podría haberla reservado con un par de signos, pero no estaba de más hablar un poco. Acto seguido volví con ella. Allí, intentando que no se notara demasiado, le enseñaría a manejar la situación, la enseñaría, le indicaría, y esperaba que ella lo entendiese como excentricidades de un extraño cliente. Me senté en el sofá junto a ella y me dejé caer en el respaldo, con los brazos sobre el mismo, mirando al techo.- "Cuéntame algo de ti, o algo gracioso. No sé... haznos olvidar un poco el día y los malos ratos." -La miré de reojo con una sonrisilla. Primero le enseñaría a entablar conversación, después a acercarse al cliente, a hacerlo entrar en calor y nublar sus sentidos, a camelarlo, y más tarde, si conseguía que se soltara, pasaría a cosas más... interesantes.

Aquel lugar se me hacía extremadamente enfermizo. Mi cuerpo parecía no querer reaccionar a veces ante lo que sabía que iba a ocurrir y, ¿para que mentir? Ni siquiera mi mente asumía aun todo aquello. El ambiente que solía haber en aquellas horas intempestivas solía hacerme querer huir, esconderme en cualquier rincón para que ninguno de aquellos hombres pudiera encontrarme... Pero, luego pensaba con tranquilidad y me daba cuenta de que no me quedaba remedio. Si quería dinero, y lo quería casi de forma desesperada, tenía que vender mi cuerpo a cualquier de los que osara acercarse. Siempre había alguno que venía, claro. Porque, no podían esperar que fuera yo la que diera el primer paso.

Suspiré, escuchando lo que el hombre me decía mientras recapacitaba la respuesta, como siempre solía hacer. En realidad era sencillo saber el motivo de que prefirieran a otras. Ellas eran más sensuales, enseñaban mucho más que yo y eran directas. Muchas de mis compañeras sonreían de una manera que muchos consideraban provocativa, se acercaban contoneándose y posaban las manos por los cuerpos ajenos sin ningún tipo de pudor. Una me dijo una vez que era la mejor forma para conseguir a un hombre rápido. Pero, siendo realista, cuanto antes acabas más oportunidades hay de que tengas que otro hombre quiera contratarte. No. Era ya era demasiado para mí.

-Los hombres prefieren a las cortesanas más experimentadas o, por lo menos, más directas.-Alcé una ceja, mirándole a los ojos. Eso no podía negármelo.- ¿Fortalezas? La verdad es que no le entiendo bien, pero si puedo decirle que no me sale ser como el resto de cortesanas.- Mi mirada bajo, soltando un leve suspiro ante aquel pensamiento. Era cierto. Lo había intentado en alguna ocasión pero siempre me había podido el miedo.

Entonces volví a alzar la mirada, sonriendo levemente por lo otro que decía. La verdad es que, los clientes que había tenido, jamás habían sido tan sumamente simpáticos. Se limitaban a pedir el nombre, a veces ni eso, y aprovecharse en la cama todo lo que podían, haciéndome daño la gran mayoría de veces. Aemon, por el contrario, estaba hablando conmigo, dándome ese consejo que no comprendía del todo bien pero que parecía de alguien que sabía más del asunto de lo que me había parecido.

-No. Aun seguís aquí.- Sonreí un poco más, sintiéndome un tanto a gusto con ese hombre. Bueno, no exactamente, pero, por lo menos, no tenía miedo. Tan solo esperaba que, cuando decidiera pasar el rato en el cuarto, no fuera uno de esos bestias.

Le observé en la habitación y luego salir, siguiéndole sin rechistar. Había alguna compañera que no le había parecido justo que me dejaran esa habitación... Por el contrario, había otras que estaban encantadas porque decían que me ayudaría un poco a procesar lo que estaba ocurriendo y me acostumbrada. Yo, tan solo veía que ahí podía esconderme sin ver y oir absolutamente nada.

Me fui a sentar al sofá como había señalado, sonrojándome ante aquel beso el dorso de la mano. Como si fuera de verdad un caballero. Suspiré y me quedé quieta, esperando que viniera e intentando comprender un poco que pasaba mientras él se sentaba a mi lado y volvía a abrir la boca para hablar. Me desconcertaba muchísimo aquel hombre, no podía comprenderlo para nada pero, parecía de veras querer hablar conmigo sobre algo. Pero, ¿qué decirle? Mi vida había sido siempre un maldito infierno y no tenía nada divertido que contarle. Había estado sola la mayoría del tiempo, así que no sabía bien que decir.

-La verdad es que no tengo nada interesante que contarle.- Le sonreí como disculpándome y miré a todas partes después.- ¿Por qué no me contáis vos? Seguro que tenéis muchísimo más que contar o anécdotas graciosas.

"Siempre es de agradecer, cuando vienes a... digamos... disfrutar del cuerpo, que con quien compartes esa afición no dude en mostrarse... receptivo. ¿Qué quiero decir? Quien viene aquí no suele venir a tomarse una copa y marcharse, suele venir a hacer algo que fuera está mal visto aunque todo el mundo lo haga en su casa. Por eso, los clientes, cuando vienen aquí quieren, en su mayoría, algo que no hará la gente fuera por timidez o falsa hipocresía." -La miré a los ojos mientras apoyaba los brazos en el respaldo del sofá, formando una cruz.- "Un cliente siempre preferirá que le susurren algo como: "¿Quiere que se la chupe?" o "Creo que podré hacer algo por usted con lo que quedará muy satisfecho" unido a un tocamiento poco... puritano a que le digas sin más: "¿Es usted el que me ha contratado?". La gente prefiere que todo sea un gran espectáculo. Ellos vienen pero no quieren ser tratados como si estuviesen pagando por..." -Me quedé callado unos segundos, conociéndola lo poco que la conocía no sabía como le afectaría una palabra "soez" pero se tenía que acostumbrar.- "... follar, prefieren que eso se les vaya de la cabeza."

Tras levantarnos y volver poco más tarde ella parecía algo más cómoda, al menos ya no se le notaba tanto que sonreía algo forzada. La habitación me había gustado, estaba bien para que nadie se enterase de lo que realmente pasaba en el interior y a ella le sería más cómodo al sentirse más protegida. El resto daba igual. Mientras hubiese una mesa, una cama, un armarito y, tal vez, un pequeño cuartito donde cambiarse o asearse minimamente lo demás sobraba.

Ella no quería hablar y eso era un pequeño problema y una virtud aunque era mejor saber soltarse un poco. Normalmente los clientes querían follar o desahogarse pero algunos se trababan y saber sonsacarles ayudaba a no hablar mucho y dejarles a ellos hablando sin más. Pero habría tiempo para todo.- "Tengo una anécdota bastante buena. Estaba un poco cabreado con todo, algo alicaido, porque llevaba una temporada un poco mala. No sabía muy bien que hacer y di varias vueltas por ahí. Primero entré en una pastelería y no se me ocurrió otra cosa que darle con el codo a un pastel. Me limpié rápido pero el pastel, y nunca mejor dicho, ya estaba montado. Así que me tocó pagar y comer pastel durante dos días, porque no era de los pequeños." -Y le hice un gesto con forma de pirámide. Empecé tocándole, como a los niños, la punta de la nariz con la punta de los dedos y las manos juntas y acabé terminando el triángulo casi tocando el sofá.- "Creo que todavía me queda pastel en algún sitio. Poco después, tras comer mi ración de pastel, fui a una taberna a hidratarme un poco y, de nuevo, no hice otra cosa más que tirar algo, en esta ocasión una cerveza." -La miré. Esperaba la típica reacción de que eso no era algo tan importante.- "Lo malo es que la cerveza cayó al suelo pero la jarra dio contra una botella de vino y esta con mi pie... así que ahí me tenías, en el suelo, con una mano en el culo y con el tabernero enseñándome el trapo con mala cara. ¿Pero sabes qué? A la noche siguiente entre aquí y todo mejoró." -Le toqué la punta de la nariz y le besé la mejilla. Me daba igual como reaccionase.- "Todo mejoró porque entonces te vi y la noche se iluminó."

Bajé la del respaldo del sofá y la dejé sobre su hombro en una forma de semi-abrazo. Si ella quería que abrazase pero no iba a ser un pulpo como la mayoría. La enseñanza va poco a poco y sin asustar al alumno. Primero tenía que enseñarle el contacto y después a disfrutar de él. Ya llegaría el momento para ser ella quien lo iniciase.- "Ahora quiero que me cuentes tú algo. Y más te vale que supere a lo mío o me veré en la obligación de darte un beso en la otra mejilla que se ha puesto celosa."