Una cosecha cubierta de sangre [Priv. Cassandra]

El campo, no era uno de mis sitios predilecto pues lo encontraba infinitamente aburrido. Pero ya había visto a aquel joven otras veces, si siempre venía a la ciudad a vender cosas cultivadas en su sembradío. Era bastante apuesto, debo admitirlo. Tenía esa figura de hombre y ese temple tan decidido. Ah! era un encanto, lástima que no tuviera más de 15 años.

Lo observé por varias noches, la rutina era siempre la misma. Llegaba en su carreta, arreglaba las cosas que les vendía a los mercaderes y luego se marchaba. Pero hoy sería diferente, hoy anhelaba saber más de él. Me aproximé tanto que escuché los latidos de su tierno corazón, eran tan fuertes que retumbaban en mis oídos como una llamativa melodía. Ese tipo de sinfonías que no puedes sacar de tu cabeza.

La noche nos arropaba en su manto oscuro, cuando llegamos a su casa. No era nada lujoso, como era de esperarse. Fue entonces cuando escuché el estruendo. Me asomé a una de las ventas y lo vi tirado contra el piso, a su alrededor había pedazos de vidrio y su sangre…. Oh su dulce sangre corría por su mejilla, aquel olor tuvo gran impacto para mis sentidos. Tal vez no era de la realeza, pero olía delicioso, se notaba tan dulce, tan cálida, brotaba como una corriente carmesí. Era un desperdicio que se dejara caer al suelo, tan suculento néctar.

Él salió muy enfadado, detrás de él un hombre que por lo visto estaba ebrio hasta más no poder. Me estremecí de placer con la sola idea de hacerle compañía a este chico. Se sentó entre un campo de maíz, maldecía y en eso deseo estar muerto. Entonces sonreí, yo le daría lo que buscaba, una muerte y para mi gusto sería muy entretenida. No quería que mi ida allá fuera solo por algo momentáneo, tenía que disfrutármelo.

Me acerqué por detrás dejando de escuchara mis pasos, mi cabellera rubia ondeaba en el viento y mi figura destacaba en la noche. El joven me miro con asombro, creyendo que yo era algún tipo de espíritu maravilloso que lo sacaría de sus pesares. Eso es lo bueno de la gente del campo, creen tantas cosas y muchas resultamos ser verdad. Reí y enseñé mis colmillos. Aquel hombre fue presa del pánico y huyo, yo corrí detrás de él fue entonces cuando intento pegarme, pero sus pobre reflejos humanos eran muy lentos. En ese instante tomé una de sus muñecas y la partí. El crujido de sus huesos me producía cierto placer, un aullido de dolor escapo de sus labios.

El joven volvió a correr y yo lo acorralé. El miedo en sus ojos resultaba delicioso, su corazón retumbaba con más fuerza y mi apetito se incrementaba. Rompí su camisa, contemplé su pecho varonil y lo rasguñé con mis uñas. Su sangre brotaba por esas deliciosas heridas. Mi garganta se quemaba por la sed. En ese instante, mientras lo obligaba a pegarse en la pared, deslicé mi lengua pos su exquisito torso ensangrentado, su sangre era simplemente divina, lo mordí solo una vez y me deleité al percibir como ese manjar se deslizaba por mis finos labios. Mientras hacía esto, mi diversión fue interrumpida. Alguien nos había descubierto, debido al enojo que me produjo ser interrumpida, le rompí accidentalmente la otra muñeca, que aferraba con mi mano, entonces chilló de dolor.

Me giré hacia la intrusa, con mis labios manchados de sangre. Sabía que era una vampira. Le gruñí para que comprendiera que esa era mi presa y en señal de que deseaba que se alejara.

El frío resopló en la helada noche, fue entonces cuando la vampira de piel pálida y perfecta, cual muñeca, bajó de su caballo negro como el azabache. Su cabello era de color rojo y serpenteaba en el viento, como una llama avivada por este. Se dirigió a mí con una mirada penetrante y decidida en sus ojos.

¡Ja! Pero quién se creía que era esta mujer. Llegando en la noche en un corcel negro, cual caballero de los cuentos de hadas, era realmente patético. Tenía la osadía de venir a interrumpir una cena exclusiva y encima reclamar. No veía más que desprecio, crítica y juicios contra mi forma de cazar en su mirada ¿No recordaba acaso que ella también era una asesina? Detestaba a los vampiros que creían poseer más moral o virtud que otros, solo por terminar rápido o de forma “amable” con una presa. Es más, en algunos casos se querían pasar de santos y les hacían creer a sus víctimas, y hasta ellos mismos se convencían, de que les estaban haciendo un favor, ya sea a ellos o a la sociedad; cuando no era más que su instinto que clamaba por ese manjar de color carmesí.

Yo, en cambio disfrutaba de mi comida. Me deleitaba el sufrimiento de los demás, después de todo yo había sufrido bastante, entonces ¿Por qué tener compasión con los demás? ¿Quién la había tenido conmigo? Nadie. El mundo era un lugar cruel y pues debíamos vivir bajo sus normas ¿no? Además, ahora era poderosa y la sangre me llamaba a hacer mi labor. Pero sería una pena, solo absorber tan preciado líquido sin saborearlo, sentir su textura, su olor, sin percibir como el cálido elixir iba recorriendo lentamente el cuerpo, haciéndonos parecer más humano ¡Oh! La sed era implacable y la satisfacción que te brindaba la sangre era, simplemente, excitante.

La mujer me tomó por la muñeca, una osadía de su parte debo admitir, pues no cualquiera interrumpe a un vampiro cuando está con su presa. Debido a que en ese momento, podemos ser controlados totalmente por el deseo de sangre desenfrenado, lo que nos llevaría a actuar como animales, defiendo territorio. Pero no era mi caso, con mis juegos ya había aprendido a controlar eso. Aparté su mano de mi muñeca con desprecio y entonces exclamé:

Madame – dije en tono burlón- usted puede matar a sus presas como le plazca, yo lo hago con las mías como deseo. Y por si no lo ha notado, esta es una cena privada, sino le gusta lo que ve más le vale que se retire –la amenacé-.

Debido al estado de shock y debilidad, mi joven presa había caído de rodillas, por lo que lo sujete del cabello. Mientras perdía el tiempo con la inmortal, mi preciado néctar se desperdiciaba. La sangre me llamaba, la sed quemaba y mis colmillos reclamaban por sentir su piel ceder ante ellos.

Le recuerdo que usted también es una asesina y la forma en que mate, no la hace mejor que yo. – espeté a la dama con molestia y cierto fastidio en mi voz, pues me hacia perder el tiempo de mi comida.

Instinto, es aquello que nos lleva a cometer acciones de las cuales no reflexionas que nos pueden llevar al arrepentimiento…. O ¿no? El instinto actúa en situaciones diferentes, es el que hace que nuestras emociones nos dominen a veces. Las emociones, son peligrosas cuando consiguen dominarnos por completo y hacernos perder el horizonte.

Lo que ahora tenía delante de mi era el reflejo del instinto de protección, tal vez materno y sentimientos de rabia y odio que se alzaban contra mi. En los ojos de la mujer que se hallaba frente a mi, la ira era predominante. Oh! Cruel demonio pretendes arremeter contra tu igual solo por un mortal.

La lucha, nunca traía nada bueno, pero como la disfrutaba. Había peleado desde hace muchos años con licántropos, solo con el fin de drenar mi odio contra el mundo. Las manos de la vampira se cerraban en mis brazos como máquinas de tortura, era simplemente exquisito sentir la adrenalina que surgía por mi cuerpo y aun así estar pendiente del olor de la dulce sangre que me envolvía.

Siempre he disfrutado tanto de mis batallas como de mi cacería y este momento no sería la excepción. Una sonrisa en los labios de la mujer me advirtió de un peligro que corría.

Pero que vocabulario tiene señorita, veo que su bestia interior la domina de otra forma, no se me hubiera lanzado encima como umm –hice una breve pausa- si una bestia, no hay otra palabra. Ahora querida déjame hacerte una pregunta pues me inquieta ¿tienes alguna relación con este joven o solo tu falsa moral te empuja a hacer esto?

Me quedé observando un poco al demonio que tenía delante de mí. Debía tener cuidado esta guardiana de los desamparados era mayor que yo, lo que significaba que podía llevarme sorpresas. Con fuerza me incliné hacia delante, haciendo que ella se moviera de la posición que tenía y obligándola a quedar en mis piernas, fue entonces cuando puse una de mis manos sobre su pálido cuello y lo presioné con fuerza, como ella hacía con uno de mis brazos. La aparté y volví a levantarme, me dirigí a mi pobre presa, le arranqué la cabeza y se la lancé a la pelirroja.

Si te importa tanto este chico, consérvalo –no pude evitar que una carcajada saliera de mi boca-.

El ambiente a nuestro alrededor se iba cargando, más y más. La tensión crecía mientras, en el interior de mi adversaria el odio, la ira y ese tipo de sentimiento puros aumentaba con cada segundo que transcurría, solo contemplar la posibilidad de una posible lucha me resultaba hilarante casi igual que la tortura del muchacho. Aun conservaba un rastro de sangre en mis dedos, el cual lamí mientras ella me contemplaba. Ya conocía esos ojos, si… no era diferente a otro contrincante, planeaba en su mente las diferentes formas de matarme o torturarme, lo que ella no sabía es que yo también tenía planes para su persona ¿Qué estaría pensando? Esperaba que fuera divertido.

Mi masoquismo llegaba a ciertos niveles, de los cuales creo que aun no me preocupaba. Después de todo, yo no tenía nada que perder en el mundo. Yo estaba sola y por ahora, no creía que eso fuera a cambiar. Nada lo indicaba. Con mi agudo sentido del odio, puede escuchar a la perfección como sus dientes rechinaban, me encantaba ver más muestras de su furia, ahora debía preguntarme ¿Mi acompañante estaba sedienta? Pero ¿De qué? ¿De sangre o de venganza? ¡Oh! Querida mía saca a tu verdadero ser, a tu verdadero demonio oculto en tus ojos profundos y tu velo de fuego. Su jadeo para mi fue sumamente placentero, era una bella melodía de la cual esperaba escuchar más; pero no me quiero conformar con simples jadeos, quiero que grites, quiero que rujas como bestia salvaje, pretendo obtener mucho de ti.

Ella se parecía a mí, pero no en aquellas cosas en las que los de mi espacie son fisonómicamente semejantes, era algo mucho más hondo que eso. En lo profundo de su ser, ella era como yo vengativa, valiente, entre otras cosas que procuraría que me mostrara, simplemente me atrevería a decir que ya sentía cierto interés por esta mujer. Esa máscara de indiferencia, de calma y tranquilidad; era una de mis favoritas. Me observó y en un rápido movimiento se acercó a mí. En aquella distracción que era su presencia de forma más cercana, aprovechó y sus uñas como garras se clavaron en mi cuello, gruñí con fuerza mientras me arrastraba por los sembradíos. Como pude me dirigí hacia ella:

¿Perdonarme? Pero ¿qué te crees? -respiré con calma y hablé con la mayor naturalidad posible- ¿Quién eres tú para juzgarme? ¿Quién juzga tus pecados mia carissima? ¿Amor? ¿Un demonio puede hablar de amor? Matas a los seres queridos, amados o deseados de otros ¿y me vienes a hablar de amor? Quitas vidas con tu único derecho de ser inmortal y vienes aquí a remedar a una defensora de los mortales –Reí con arrogancia-

Aunque sus uñas me recordaban constantemente su poder, mis ojos arrogantes la miraban de vez en cuando, sabía que con los viejo no había que confiarse, así que no la mira mucho tiempo. Sonreí un tanto perturbada con una idea que se paseaba por mi mente, sentía enormes deseos de conocerla más afondo, lo que me llevo a deslizar mis manos por sus piernas rasgué su vestido con tal fuerza, que llegué a rasguñar su pálida y delicada piel, presioné su carne entre mis uñas, deseaba intensamente volver a percibir la calidez de la sangre entre mis dedos. Si ella quería un espectáculo de mi sangre, yo iba a querer otro tanto de ella. Aunque debo confesar que mi interés hacia esta mujer se veía seriamente empañado, por el desprecio que me causaba, al atacarme por defender a un humano que no tenía ningún tipo de relación con ella, era simplemente absurdo, yo no le encontraba sentido a semejante comportamiento.

Nosotros éramos monstruos, diablos, demonios o como desearan llamarnos. Éramos los seres de la noche, los líderes, aunque también los condenados, los que debían sufrir en silencio y teníamos todo el derecho de hacer que nuestras penas salieran a la palestra pública del modo que quisiéramos, entonces, ¿por qué atacarnos entre nosotros? Simple, por puro placer.

Me estaba divirtiendo, pero mi diversión creció desmedidamente cuando la escuché gemir. Si, era la reacción ante mi acto, un logró, una pequeña y sutil recompensa que me incitaba a más. Su sangre se escurría por mis manos, era tan cálida que provocaba emoción en mi fría piel. Su carne era dura, como la de cualquier vampiro, pero ante mis manos parecía blanda y deliciosa. Disfrutaba esto de una manera algo…. Retorcida. Me fascina este juego, de dolor y sangre.

Lo podía sentir en cada fibra de mí ser, percibía como la ira iba creciendo en ella. Deslicé con cierta fuerza mis uñas sobre su pierna, rasguñando su piel. Me fascina la manera en que esta cedía ante mí. Al percibir como replicaba en una nota dura, una sonrisa mental bastante amplía se dibujó en mi mente, con un gesto malévolo y donde mostraba más colmillos de los que tenía. De estar viva mi piel se hubiera erizado, en un gesto natural, ante el peligro que se aproximaba; pero en mi estado inmortal lo más que sentía era ansiedad ante las reacciones de la vampira.

En un tono seductor susurré- lo sé, percibo tus intenciones… y por lo que veo ya estamos entrando en confianza, mia cara- No puede evitar que de mis labios saliera una sonrisa, parecida a la mental que me había imaginado, aunque menos tétrica, ahora en mi mente se gestaban ideas bastante…umm.. Interesantes…

Tomó mi rostro entre sus manos y yo la mire fijamente, con mi petulante sonrisa y mi mirada más engreída. Sus facciones delicadas se volvían más duras conforme iban aumentando en ella esos deliciosos deseos… asesinos. Como par de anacondas sus piernas se enroscaron en mi cintura e hicieron una fuerte presión. Si, vamos trátame como a una presa, juega conmigo, acorrálame, si deseas veme indefensa, eso hace más excitante el juego.

Al escuchar sus palabras, me distraje de ese divertido placer. Ella tenía razón, podía levantarme y escapar, pero eso le quitaría toda la diversión al asunto. Y esta vampira me debía una buena dosis de entretenimiento, después de todo, nadie más que esta mujer había arruinado mi dulce caza.

Reí con más estrépito, aproveché la mano que aun tenía en su pierna y la rasguñé nuevamente, pero esta vez fue en su muslo y en dirección hacia su entrepierna. Con fuerza, en aquella distracción y aprovechando que sus piernas envolvían mi cuerpo me eche hacia delante y la dejé contra el piso. Tomé sus piernas por debajo de sus rodillas y la obligué con fuerza a levantarlas, yo estaba entre sus piernas y en esta posición, clavé mis uñas en sus piernas y la obligue a dejarlas a la altura de su rostro, con este acto también conseguí que apartara sus manos de mi bello rostro, pues sus brazos quedaron oprimidos por sus mismas piernas.

Suspiré con emoción y le susurré – Mi querida –aspiré el perfume de su piel, al pasar mi nariz por su mejilla, aparte el rostro y continúe- lo pasaremos en grande, nos divertiremos mucho… te lo aseguro –rocé con mi rodilla uno de sus muslos, mientras hacia más presión en sus piernas, para que la coerción fuera más dolorosa en sus brazos- ahora podemos descubrir cuan elástica eres….

Mis intenciones…. Mis intenciones… cada vez que ella reaccionaba ante mis acciones en mi mente se formaban nuevas ideas. Su gruñido de frustración simplemente era exquisito. Nuevas ideas, sus piernas, su rostro iracundo, mis manos en sus tobillos. Oh sí, había mucho que se podía hacer y que sin lugar a dudas me brindaría una gran diversión, pero ¿cuándo estaría completamente satisfecha? Eso era algo que aun no podía saber, pero no importaba se iría descubriendo en el camino.

Un juego, ella había dicho un juego. Lo medité unos pocos segundos, pero ¿qué debía meditar? Claro que era un juego, por supuesto que era un juego. Era mi juego y me lo iba a disfrutar ¿perversa? Cómo podía decir semejante cosa de mí si aun no había visto nada, no habíamos comenzado a jugar y ella ya me consideraba perversa. Con una sonrisa en los labios, deslice sutilmente mi lengua por mis labios, saboreando el momento.

Ahora esta vampira era mi muñeca. Una hermosa muñeca que pronto sería aun más bella, al quedar cubierta por la sangre. Sí, anhelaba ver su piel desnuda y bañada por sangre… específicamente, su propia sangre. Sabía que combinaría perfectamente con el color de sus ojos y de su cabello, la porcelana que cubría el esqueleto de mi juguete resaltaría sin lugar a dudas.

Observé como la vampira sacudía su cabeza ¿qué pensaba? Podía intentar meterme en sus pensamientos y saberlo. Pero no lo haría, aun no… no era el momento, tenía que ser paciente. Mi juego se podría arruinar con mucha facilidad sino lo sabía llevar y no quería que eso ocurriera.

Al escucharla gemir susurré en su oreja: -Te encanta, te fascina…. Y a mi igual, tenemos tanto en común-. Luego de esas palabras, pasé suavemente mi lengua por el borde de su oreja

La melodía de su corazón me hacía desearlo. Sentí deseos de arrancárselo del pecho para poder escucharlo más de cerca y que pudiera brindarme el dulce elixir que guardaba; pero no, no debía estropear el juego. Aun era muy pronto para terminarlo, entonces caí en cuanta de algo, si esto era un juego pues necesitaba una canción. Cómo no lo había pensado antes.

No preste la mayor atención a sus palabras, no me interesaba lo que tenía que decir. Me importaba más lo que su cuerpo recitaba para mí. Subí mis rodillas sobre sus muslos, dejando que todo mi peso cayera sobre ella y comencé a cantar sin mirarla.

-El puente de Londres se va a caer, se va a caer. El puente de Londres se va a caer, mi hermosa dama.- A medida que proseguía con mi canción, deslizaba mis manos hacia sus pies y comencé a torcerlos poco a poco, los haría girar. En el momento que llegué a ese magnífico punto en que podía romper la articulación y el hueso para girarlos por completo le pegué un gran mordisco en la mejilla y bebí un poco de su sangre.

Era tan interesante escucharla gritar, mi mente maquinaba las más perversas ideas y ella aullaba con erotismo ¿Qué podría surgir de aquella mezcla?

Su sangre era algo delicioso, por supuesto que su sabor no era como la de los humanos. Era muy distinta y a la vez encantadora, el hipnotismo que poseía la sangre vampírica era alucinante. Emociones infinitas pasaban por mi cuerpo, pero no eran mías; imágenes, recuerdos, rostros, podía verlo y sentirlo todo solo con beber su sangre; pero además percibía su poder. Una deliciosa magia que corría por mis venas. Simplemente, magnifico.

Cuando comenzó a hablar despegue ligeramente mis labios de su piel. Reí con suavidad cuando dijo: “Y eres... tantas cosas que no soy capaz de recordar ahora mismo. No sé por qué.”. Sus reacciones habían dado un giro bastante interesante, que me dio cierta idea, aunque no estaba segura de si era muy rápido hacerlo ahora, de lo único que estaba segura es de que sería divertido.

Su gemido me dio la señal que esperaba. No dudaría en llevar mi plan acabo, no podía evitar que una sonrisa un tanto malvada se dibujara en mis labios. Me separé ligeramente de ella en el momento en que se rozó contra mi y le permití ver cómo su sangre aun escurría de mis labios,  con ligereza dejé que un poco de ésta cayera en los labios de ella.

Te tomaré la palabra querida mía – le susurré sensualmente y proseguí- mi nombre… mi nombre no te hace falta – reí y terminé de torcer sus tobillos-

Mi acto la inmovilizaría un rato, tiempo suficiente para ejecutar mi plan. Me separé de ella, tomé sus muñecas con fuerza y también las torcí. De esta manera ella no podría escapar.

Espérame aquí carrisima - La miré con una sonrisa que revelaba cierta complicidad y a la vez algo de malicia. Sabía que no podría moverse. Corrí con la elegancia de un vampiro hacia el granero, que no estaba muy lejos de nosotras. Saqué unas cuerdas y regresé junto a mi nueva presa. Me fascinó la idea de tener a un vampiro como presa, esto sería realmente interesante, pues en esta ocasión no busca matarla o luchar, solo diversión.

La inmortal se hallaba aun en el piso, pues de qué otra manera podía ser. Recién sus huesos comenzarían a acomodarse. Su gesto parecía de desconcierto, rabia, impotencia, pero al mismo tiempo era suplicante y deseoso. Una combinación bastante particular y exquisita.

La tomé con fuerza por el cabello y la arrastré por el campo de maíz hasta llegar a un pequeño bosque. Con astucia y de forma rápida, antes de que sus huesos pudieran terminar de componerse, até sus muñecas en dos ramas fuertes de árboles paralelos, de igual manera la obligué a separar sus piernas y amarré sus tobillos en los troncos de los mismo árboles.

Me paré en frente de ella y relamí uno de mis dedos mientras la contemplaba de abajo hacia arriba. Entonces exclamé:

Eres mía, Gabriella- pronuncié su nombre, casi acariciando las palabras. Éste  me había sido descubierto al beber su sangre, al igual que muchos de sus secretos, como el bajo instinto que recorría sus pensamientos-