AÑO 1842
Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.
Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.
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Lazos de sangre ~ priv.
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Lazos de sangre ~ priv.
- Reydek, me voy - Le digo al bulto que se esconde bajo las pieles, roncando a pierna suelta como un animal salvaje. Ya ha amanecido, y debería haberse despertado; o al menos, eso dice la lógica, un elemento desconocido a la hora de tratar con mi hermano. Abrochándome las armas al cinturón, doy un par de golpecitos con la punta de mi bota en un intento por despertarle. El gesto basta para interrumpir el sonido durante unos segundos, y ya; hasta que empieza a resoplar de nuevo, esta vez con más fuerza. - Ya sabes dónde están las cosas. Si necesitas lo que sea, estaré en casa de Elora. Así que no cuentes conmigo. ¿Me has entendido?
El rubio no parece haberme escuchado, sumido en un profundo sueño del que todavía tardará en despertar. Se pasa una mano por los lacios cabellos, antes de cambiar el cuerpo de posición para evitar ser el blanco de la luz del sol. Resistiendo las ganas de vaciarle un balde de agua en la cabeza, salgo de la cueva por la estrecha grieta. Después, echo a correr en dirección a la ciudad, disfrutando de la caricia del viento primaveral mientras intento liberar algo de estrés mediante el ejercicio.
Hace ya diez días desde que Leif se marchó en busca del Ranger, dejándonos a Reydek y a mi con la obligación de continuar trabajando en las cabañas. La idea original, teniendo en cuenta el tiempo disponible, era acabarlas antes de que el alfa regresara; justo a tiempo para poder salir del cuchitril en el que ahora vivíamos, hacinados como animales. Construiríamos tres, una para cada uno; aunque la de Leif sería un poco más grande que las nuestras, por motivos que era incapaz de imaginar. Tampoco es que importase demasiado, ya que Reydek y yo éramos lo suficientemente fuertes y resistentes para acometer la tarea sin ayuda.
Creí que, una vez se recuperase de sus heridas, mi hermano se entregaría a la tarea con energía. Por ello, los primeros días le dejé descansar; comprendía que todavía estaba convaleciente, su organismo ocupado en regenerar las heridas causadas por la plata. Reydek pasaba el día tumbado sobre el apestoso lecho de Leif, que hedió menos en cuanto lavé las ajadas pieles sobre las que dormía; comiendo, bebiendo y durmiendo hasta que llegaba el momento de hacer cualquiera de las otras dos cosas. Vigilaba que no le faltara nada, y mientras, delimitaba el espacio del que sería su hogar. Coloqué palos y cuerdas que señalaran la posición de los listones. Corté un par de troncos de más, para que Reydek pudiera empezar a trabajar en ellos cuanto antes mejor. Incluso le tallé un lobo en caoba, de un rojizo muy similar al pelaje de mi hermano, para que decorase su tejado una vez acabase la cabaña. ¿Y él que hizo? ¿Ayudar? ¿Interesarse por el proyecto? ¿Intentar acortar las distancias entre nosotros? No; largarse una mañana sin avisar, para volver al atardecer con nuevas heridas y hablando sobre una cambiante a modo de excusa.
Empecé a pensar que ha sido mala idea aceptar vivir tan cerca de mi nueva familia, primero en el cubil y después en las cabañas. Que tendría que haber mantenido más las distancias, o pensado, como mínimo, en que no iba a ser el único retoño Paine de la ecuación. Pero no lo hice, y ahora tengo que lidiar con el factor caos que representa. A quien soy incapaz de comprender, por ser tan impulsivo, temerario y sobre todo, simple.
***
Una hora después, me encuentro en la parte adinerada de la ciudad. Flanqueada por altas mansiones rodeadas de jardines, todo allí parece indicarme que ese no es mi lugar. Mis prendas, remendadas por mil lugares diferentes, son casi un insulto a las encaladas paredes de los muros; mis botas, de suave pero gastada piel, un recuerdo de lo alejados que están mi mundo y el de mi hermana. Todavía me cuesta comprender cómo Leif consiguió acostarse con una mujer de clase alta. Aunque claro, teniendo en cuenta el éxito que tuve la última vez que le pregunté, cualquiera vuelve a decirle nada sobre la madre de Elora.
- ¡Eh, aparta! - La voz de un conductor me saca de mi ensimismamiento, acompañada por el rítmico golpeteo de cascos sobre la empedrada superficie de la calle. Sustituye mi expresión pensativa por una de cabreo, recordándome la razón por la cual jamás frecuento las zonas más caras de la ciudad; porque siempre encuentran una excusa para hacerte sentir inferior, sea cual sea la situación. Dado que Reydek ha conseguido agotar mi paciencia -algo que merece casi un premio-, hoy he hecho una pequeña excepción para venir a visitar a Elora. La única salida que veía viable para dejarlo solo, con la excusa de ofrecerle ayuda para su boda. - ¿Estás sordo? ¡He dicho que te apartes! - Repite el hombre, golpeando con un látigo los caballos que tiran de la ornamentada calesa. Tengo que hacer un esfuerzo para hacerme a un lado sin más, en lugar de gritarle un par de groserías sobre lo que opino de él. O mejor aún, saltar sobre su pescante para hacérselo entender con otra clase de lenguaje.
Al final, me conformo con llamarle imbécil entre dientes, deteniéndome al ver el número que buscaba sobre uno de los muros que me rodean. El de la casa de Elora, que comparte con la misteriosa cazadora a la que no he conocido aún. Los setos que la bordean no me permiten ver su interior, más que entre los barrotes de la puerta. Pero parece ser tan señorial como las otras que la flanquean, rezumando riqueza por los cuatro costados.
- ¿Hola? ¿Hay alguien? - Pregunto, empujando la metálica verja para ver si se abre. Por suerte o por desgracia, está cerrada; lista para impedir visitas indeseadas como la mía. - ¿Elora? Si no me abres saltaré. No cuenta como allanamiento de morada si soy tu hermano.
El rubio no parece haberme escuchado, sumido en un profundo sueño del que todavía tardará en despertar. Se pasa una mano por los lacios cabellos, antes de cambiar el cuerpo de posición para evitar ser el blanco de la luz del sol. Resistiendo las ganas de vaciarle un balde de agua en la cabeza, salgo de la cueva por la estrecha grieta. Después, echo a correr en dirección a la ciudad, disfrutando de la caricia del viento primaveral mientras intento liberar algo de estrés mediante el ejercicio.
Hace ya diez días desde que Leif se marchó en busca del Ranger, dejándonos a Reydek y a mi con la obligación de continuar trabajando en las cabañas. La idea original, teniendo en cuenta el tiempo disponible, era acabarlas antes de que el alfa regresara; justo a tiempo para poder salir del cuchitril en el que ahora vivíamos, hacinados como animales. Construiríamos tres, una para cada uno; aunque la de Leif sería un poco más grande que las nuestras, por motivos que era incapaz de imaginar. Tampoco es que importase demasiado, ya que Reydek y yo éramos lo suficientemente fuertes y resistentes para acometer la tarea sin ayuda.
Creí que, una vez se recuperase de sus heridas, mi hermano se entregaría a la tarea con energía. Por ello, los primeros días le dejé descansar; comprendía que todavía estaba convaleciente, su organismo ocupado en regenerar las heridas causadas por la plata. Reydek pasaba el día tumbado sobre el apestoso lecho de Leif, que hedió menos en cuanto lavé las ajadas pieles sobre las que dormía; comiendo, bebiendo y durmiendo hasta que llegaba el momento de hacer cualquiera de las otras dos cosas. Vigilaba que no le faltara nada, y mientras, delimitaba el espacio del que sería su hogar. Coloqué palos y cuerdas que señalaran la posición de los listones. Corté un par de troncos de más, para que Reydek pudiera empezar a trabajar en ellos cuanto antes mejor. Incluso le tallé un lobo en caoba, de un rojizo muy similar al pelaje de mi hermano, para que decorase su tejado una vez acabase la cabaña. ¿Y él que hizo? ¿Ayudar? ¿Interesarse por el proyecto? ¿Intentar acortar las distancias entre nosotros? No; largarse una mañana sin avisar, para volver al atardecer con nuevas heridas y hablando sobre una cambiante a modo de excusa.
Empecé a pensar que ha sido mala idea aceptar vivir tan cerca de mi nueva familia, primero en el cubil y después en las cabañas. Que tendría que haber mantenido más las distancias, o pensado, como mínimo, en que no iba a ser el único retoño Paine de la ecuación. Pero no lo hice, y ahora tengo que lidiar con el factor caos que representa. A quien soy incapaz de comprender, por ser tan impulsivo, temerario y sobre todo, simple.
***
Una hora después, me encuentro en la parte adinerada de la ciudad. Flanqueada por altas mansiones rodeadas de jardines, todo allí parece indicarme que ese no es mi lugar. Mis prendas, remendadas por mil lugares diferentes, son casi un insulto a las encaladas paredes de los muros; mis botas, de suave pero gastada piel, un recuerdo de lo alejados que están mi mundo y el de mi hermana. Todavía me cuesta comprender cómo Leif consiguió acostarse con una mujer de clase alta. Aunque claro, teniendo en cuenta el éxito que tuve la última vez que le pregunté, cualquiera vuelve a decirle nada sobre la madre de Elora.
- ¡Eh, aparta! - La voz de un conductor me saca de mi ensimismamiento, acompañada por el rítmico golpeteo de cascos sobre la empedrada superficie de la calle. Sustituye mi expresión pensativa por una de cabreo, recordándome la razón por la cual jamás frecuento las zonas más caras de la ciudad; porque siempre encuentran una excusa para hacerte sentir inferior, sea cual sea la situación. Dado que Reydek ha conseguido agotar mi paciencia -algo que merece casi un premio-, hoy he hecho una pequeña excepción para venir a visitar a Elora. La única salida que veía viable para dejarlo solo, con la excusa de ofrecerle ayuda para su boda. - ¿Estás sordo? ¡He dicho que te apartes! - Repite el hombre, golpeando con un látigo los caballos que tiran de la ornamentada calesa. Tengo que hacer un esfuerzo para hacerme a un lado sin más, en lugar de gritarle un par de groserías sobre lo que opino de él. O mejor aún, saltar sobre su pescante para hacérselo entender con otra clase de lenguaje.
Al final, me conformo con llamarle imbécil entre dientes, deteniéndome al ver el número que buscaba sobre uno de los muros que me rodean. El de la casa de Elora, que comparte con la misteriosa cazadora a la que no he conocido aún. Los setos que la bordean no me permiten ver su interior, más que entre los barrotes de la puerta. Pero parece ser tan señorial como las otras que la flanquean, rezumando riqueza por los cuatro costados.
- ¿Hola? ¿Hay alguien? - Pregunto, empujando la metálica verja para ver si se abre. Por suerte o por desgracia, está cerrada; lista para impedir visitas indeseadas como la mía. - ¿Elora? Si no me abres saltaré. No cuenta como allanamiento de morada si soy tu hermano.
Kethyr Paine- Licántropo Clase Baja
- Mensajes : 58
Fecha de inscripción : 21/01/2017
Re: Lazos de sangre ~ priv.
La bruja se encontraba en su despacho desayunando. Sus noches eran movidas, muchas de ellas se dedicaba a leer y trabajar en hechizos útiles para mejorar así sus habilidades mientras esperaba a que Xaryne regresase de cazar. Últimamente la Muerte Negra entrenaba a novatos en la sede de la Orden, con lo cual sus escapadas nocturnas se habían reducido bastante y Elora estaba más que feliz por eso. Odiaba saber que se ponía en peligro, que aunque fuera muy buena siempre tenía la sombra de la muerte planeando sobre su cabeza. En las noches en vela se aferraba a su medallón, el que ella le regaló en navidad, y que portaba un hechizo con el cual podía saber si Xar estaba viva.
Desde que regresaron de Alemania y de aquel desafortunado incidente que la llevó a viajar en el tiempo a diez años adelante, no quería separarse de ella más que lo justo porque había visto ese futuro sin sus ojos, sin su presencia. Había visto el oscuro pozo de mierda que era su vida sin ella, lo vacía y terrible que se volvía esa Elora y no quería de ningun modo que ese futuro la alcanzase.
Pero esa noche habían dormido juntas y ella se había marchado a la sede de la plaza de Tertre, con lo que Elora había remoloneado en la cama más de lo habitual y ahora se regalaba el dasayuno, tranquila, disfrutando de esos pequeños placeres de la vida. Toda la mansión estaba rodeada de guardias invisibles. La nigromante tenía entes espirituales apostados en todo el perímetro, que tenían orden de informarla si alguien cruzaba la valla. Su casa era su bastión, su fortaleza, el lugar donde reposar sus huesos, disfrutar su amor sin estar bajo el juicio de las miradas curiosas , y ocultar su magia que tan peligrosa parecía ser y tras la que iba la Inquisición.
Uno de los entes la alertó de que alguien estaba en la puerta invocando su nombre y diciendo que era su hermano. Se hizo un nudo en la bata de seda y dejó la taza de té sobre el platillo, para salir a la puerta principal donde reconció a Kethyr en la distancia. Frunció el ceño ¿qué habría hecho ahora su padre? ¿en qué líos se habría metido? con un gesto de la mano el candado de la verja se abrió automáticamente.
— Ciérralo de nuevo al entrar!!.— le gritó desde los escalones de la mansión. Había un camino de unos cien metros rodeado de setos desde la valla hasta la entrada. Esperó hasta que Keth llegase a su altura y ambos entraron al interior de la casa.
La mansión constaba de 23 habitaciones con sus baños, varios salones y saloncetes, biblioteca, cocinas, despensas, caballerizas y un sinfín de estancias que no utilizaban para nada. Ella se apropió del despacho desde que puso un pie en aquella casa, porque era grande, con altos ventanales, chimenea, dos paredes llenas de estantes para sus libros, artilugios y cacharros, y sobre todo, tenía un engranaje en la pared que le daba acceso a un compartimento secreto donde realmente guardaba los artefactos, legajos, pócimas y objetos más comprometedores, aquellos que podían llevarla a la hoguera por bruja. Realmente no les hacía falta tanto, pero no iba a despreciar una casa así como herencia. Su difunto marido y la familia de éste eran ostentosos y siempre habían querido tener lo mejor para aparentar, y llegados a este punto, a la bruja le gustaba la comodidad y privacidad que le ofrecía una casona así. Sobre la mesa había libros de cuentas, correspondencia, informes y papeleo que su contable le remitía puntualmente. Ella no sabía demasiado de negocios, pero se había encargado de contratar a la gente adecuada y tenerlos vigilados. Al británico que llevaba la fábrica textil además lo tenía hechizado y el hombre le profesaba una fe ciega. Elora había sufrido demasiada hambre y demasiado frío como para no ser precavida, no quería despertarse un día y enterarse que estaba arruinada y que otros se habían dividido su fortuna, así que guardaba fondos en diferentes activos y propiedas por si las moscas. En el negocio había diversificado las acciones y Xaryne y Leif tenían una buena parte de ellas. Tenía oro en una caja fuerte de un banco ydinero en varias cuentas. Podía vivir en una buhardilla de París, pero si podía evitar regresar a la miseria, lo haría.
Llevó a su hermano hasta su guarida, donde solía pasar las horas, sentándose en una butaca de terciopelo rojo a terminar el desayuno.
— No te esperaba...¿has desayunado ya? ¿quieres tomar algo?...— Jana, la sirvienta de confianza de Elora, su confidente, la chica que la ayudó a perpetrar el crimen perfecto y a la que había sacado de la prostitución, colocando en agradecimiento también a toda su familia, entró en la estancia a preguntar qué quería que le trajese.— ¿qué ha hecho el viejo esta vez?
Desde que regresaron de Alemania y de aquel desafortunado incidente que la llevó a viajar en el tiempo a diez años adelante, no quería separarse de ella más que lo justo porque había visto ese futuro sin sus ojos, sin su presencia. Había visto el oscuro pozo de mierda que era su vida sin ella, lo vacía y terrible que se volvía esa Elora y no quería de ningun modo que ese futuro la alcanzase.
Pero esa noche habían dormido juntas y ella se había marchado a la sede de la plaza de Tertre, con lo que Elora había remoloneado en la cama más de lo habitual y ahora se regalaba el dasayuno, tranquila, disfrutando de esos pequeños placeres de la vida. Toda la mansión estaba rodeada de guardias invisibles. La nigromante tenía entes espirituales apostados en todo el perímetro, que tenían orden de informarla si alguien cruzaba la valla. Su casa era su bastión, su fortaleza, el lugar donde reposar sus huesos, disfrutar su amor sin estar bajo el juicio de las miradas curiosas , y ocultar su magia que tan peligrosa parecía ser y tras la que iba la Inquisición.
Uno de los entes la alertó de que alguien estaba en la puerta invocando su nombre y diciendo que era su hermano. Se hizo un nudo en la bata de seda y dejó la taza de té sobre el platillo, para salir a la puerta principal donde reconció a Kethyr en la distancia. Frunció el ceño ¿qué habría hecho ahora su padre? ¿en qué líos se habría metido? con un gesto de la mano el candado de la verja se abrió automáticamente.
— Ciérralo de nuevo al entrar!!.— le gritó desde los escalones de la mansión. Había un camino de unos cien metros rodeado de setos desde la valla hasta la entrada. Esperó hasta que Keth llegase a su altura y ambos entraron al interior de la casa.
La mansión constaba de 23 habitaciones con sus baños, varios salones y saloncetes, biblioteca, cocinas, despensas, caballerizas y un sinfín de estancias que no utilizaban para nada. Ella se apropió del despacho desde que puso un pie en aquella casa, porque era grande, con altos ventanales, chimenea, dos paredes llenas de estantes para sus libros, artilugios y cacharros, y sobre todo, tenía un engranaje en la pared que le daba acceso a un compartimento secreto donde realmente guardaba los artefactos, legajos, pócimas y objetos más comprometedores, aquellos que podían llevarla a la hoguera por bruja. Realmente no les hacía falta tanto, pero no iba a despreciar una casa así como herencia. Su difunto marido y la familia de éste eran ostentosos y siempre habían querido tener lo mejor para aparentar, y llegados a este punto, a la bruja le gustaba la comodidad y privacidad que le ofrecía una casona así. Sobre la mesa había libros de cuentas, correspondencia, informes y papeleo que su contable le remitía puntualmente. Ella no sabía demasiado de negocios, pero se había encargado de contratar a la gente adecuada y tenerlos vigilados. Al británico que llevaba la fábrica textil además lo tenía hechizado y el hombre le profesaba una fe ciega. Elora había sufrido demasiada hambre y demasiado frío como para no ser precavida, no quería despertarse un día y enterarse que estaba arruinada y que otros se habían dividido su fortuna, así que guardaba fondos en diferentes activos y propiedas por si las moscas. En el negocio había diversificado las acciones y Xaryne y Leif tenían una buena parte de ellas. Tenía oro en una caja fuerte de un banco ydinero en varias cuentas. Podía vivir en una buhardilla de París, pero si podía evitar regresar a la miseria, lo haría.
Llevó a su hermano hasta su guarida, donde solía pasar las horas, sentándose en una butaca de terciopelo rojo a terminar el desayuno.
— No te esperaba...¿has desayunado ya? ¿quieres tomar algo?...— Jana, la sirvienta de confianza de Elora, su confidente, la chica que la ayudó a perpetrar el crimen perfecto y a la que había sacado de la prostitución, colocando en agradecimiento también a toda su familia, entró en la estancia a preguntar qué quería que le trajese.— ¿qué ha hecho el viejo esta vez?
Elora Paine- Hechicero Clase Baja
- Mensajes : 378
Fecha de inscripción : 04/04/2016
DATOS DEL PERSONAJE
Poderes/Habilidades:
Datos de interés:
Re: Lazos de sangre ~ priv.
Las puertas se abren por arte de magia, revelando un adoquinado sendero que conduce a la mansión. Bordeado por setos de la misma altura, a su alrededor se extienden hectáreas de césped perfectamente recortado. Está salpicado por pequeñas y coloridas flores, tan delicadas que parecen haber sido colocadas una a una. Estatuas del blanco más níveo decoran los jardines, así como fuentes estratégicamente colocadas para saciar a los paseantes. A un lado de la casa, un invernadero de cristal reluce bajo el sol. Complementando el precioso paisaje, a juego con la ornamentada vivienda.
- Tú si que sabes cómo vivir. - Le digo a mi hermana, una vez cruzado el sendero que conduce a las puertas principales. Allí es donde la bruja aguarda mi llegada, sorprendida de verme allí. Normal; no hemos vuelto a hablar desde el día en que nos conocimos, y tampoco he avisado de que vendría de visita.
Agitando mi mano a modo de saludo, me dejo conducir por ella al interior de la mansión. Tan laberíntica que, de no ser por mi olfato, no estaría muy seguro de poder hallar el camino de salida. Cuadros y tapices decoran los amplios pasillos, bien iluminados gracias a los grandes ventanales de los extremos. Alfombras de intrincados diseños cubren los suelos de mármol, fríos y brillantes bajo la luz del sol. Colocados en pedestales, jarrones y estatuas de exquisita factura flanquean cada puerta con la que nos encontramos. Tantas que, al llegar a las diez, decido que es mejor dejar de contarlas. Definitivamente, Elora no ha heredado sus gustos de su padre. Cuyo concepto del hogar son unas pieles y una fogata en una estrecha cueva de montaña.
Nuestros pasos se detienen al llegar a un enorme despacho, de techos tan elevados como el resto de la casa. Es una sala imponente, de serio pero elegante mobiliario de madera. Y lo que más me llama la atención de ella no es el impecable orden que reina en su interior, ni tampoco su limpieza. Sino las paredes, completamente revestidas por estanterías.
- Jamás había visto tantos libros juntos. - Murmuro, a modo de cumplido. Intento no parecer demasiado impresionado, pero la verdad es que la casa de mi hermana resulta demasiado espectacular para esconderlo. - Por Leif no te preocupes. Se marchó a África hace cosa de una semana, a buscar nosequé barco suyo. Si le ha pasado algo, tampoco podríamos ayudarle. Pero dicen que mala hierba nunca muere.
Tomo asiento en el lugar indicado por la bruja, todavía algo cohibido por mi entorno. La criada aprovecha ese momento para entrar a preguntar si necesitamos algo, con el impecable uniforme del servicio de la mansión. Es bastante bonita, y no puedo evitar quedármela mirando. Tendría que haber imaginado que, junto con los jardines de varias hectáreas y los cuadros millonarios, la casa vendría también con unos cuantos sirvientes.
- En realidad, he venido para escapar de Reydek un rato. - Le confieso a la morena, sin quitarle la vista de encima a la criada. - Pero si entra un desayuno en el lote, mejor que mejor.
- Tú si que sabes cómo vivir. - Le digo a mi hermana, una vez cruzado el sendero que conduce a las puertas principales. Allí es donde la bruja aguarda mi llegada, sorprendida de verme allí. Normal; no hemos vuelto a hablar desde el día en que nos conocimos, y tampoco he avisado de que vendría de visita.
Agitando mi mano a modo de saludo, me dejo conducir por ella al interior de la mansión. Tan laberíntica que, de no ser por mi olfato, no estaría muy seguro de poder hallar el camino de salida. Cuadros y tapices decoran los amplios pasillos, bien iluminados gracias a los grandes ventanales de los extremos. Alfombras de intrincados diseños cubren los suelos de mármol, fríos y brillantes bajo la luz del sol. Colocados en pedestales, jarrones y estatuas de exquisita factura flanquean cada puerta con la que nos encontramos. Tantas que, al llegar a las diez, decido que es mejor dejar de contarlas. Definitivamente, Elora no ha heredado sus gustos de su padre. Cuyo concepto del hogar son unas pieles y una fogata en una estrecha cueva de montaña.
Nuestros pasos se detienen al llegar a un enorme despacho, de techos tan elevados como el resto de la casa. Es una sala imponente, de serio pero elegante mobiliario de madera. Y lo que más me llama la atención de ella no es el impecable orden que reina en su interior, ni tampoco su limpieza. Sino las paredes, completamente revestidas por estanterías.
- Jamás había visto tantos libros juntos. - Murmuro, a modo de cumplido. Intento no parecer demasiado impresionado, pero la verdad es que la casa de mi hermana resulta demasiado espectacular para esconderlo. - Por Leif no te preocupes. Se marchó a África hace cosa de una semana, a buscar nosequé barco suyo. Si le ha pasado algo, tampoco podríamos ayudarle. Pero dicen que mala hierba nunca muere.
Tomo asiento en el lugar indicado por la bruja, todavía algo cohibido por mi entorno. La criada aprovecha ese momento para entrar a preguntar si necesitamos algo, con el impecable uniforme del servicio de la mansión. Es bastante bonita, y no puedo evitar quedármela mirando. Tendría que haber imaginado que, junto con los jardines de varias hectáreas y los cuadros millonarios, la casa vendría también con unos cuantos sirvientes.
- En realidad, he venido para escapar de Reydek un rato. - Le confieso a la morena, sin quitarle la vista de encima a la criada. - Pero si entra un desayuno en el lote, mejor que mejor.
Kethyr Paine- Licántropo Clase Baja
- Mensajes : 58
Fecha de inscripción : 21/01/2017
Re: Lazos de sangre ~ priv.
La bruja frunció el ceño cuando escuchó que su padre estaba en África buscando no se qué, porque eso implicaba peligro, pero por otro lado al final se había aventurado a embarcarse y eso era bueno, él echaba de menos el mar y su tripulación. Quizás eso fueran los síntomas definitivos de que estaba sentando cabeza. Primero se estaba construyendo la urbanización Paine, con vistas al bosque y tranquilidad absoluta, que compartiría con sus hijos. Segundo, se estaba esforzando por hacer las cosas bien, mantener la calma y ser el cabeza de familia, y por último ahora por fin se aventuraba al mar, dejando sus temores sobre las transformaciones atrás. Sonrió al pensarlo.
— Sí...el viejo es mala hierba, pero se está esforzando, así que lo que sea que haya ido a hacer allí, espero que le salga bien.
Se sirvió té y puso otra taza a disposición de Keth. Al momento llegó Jana con una bandeja repleta de pastelillos rellenos de dulces, panecillos y bollos, mermeladas, miel, mantequilla, fruta y unas cuñas de queso. Era un desayuno de campeones, y Elora comenzó con avidez, su pasado de miseria la había habituado a recibir la comida con alegría, y como Xar siempre decía que era un saco de huesos, no tenía reparos en hincarle el diente a todo.
No era una señorita ni había sido educada como tal, pero tampoco estaba embrutecida, usaba los cubiertos y comía con la boca cerrada.
— Ah...Reydek...creo que de los tres es el que más se parece al viejo. Él también me amenazó y quiso comerme cuando lo conocí. Supongo que son... fases. Aunque me temo que tendrás que sacarlo de más de un aprieto, yo le he curado a padre más de una ocasión cuando estaba borracho como una cuba. Pero ¿sabes qué? que se bañó y se puso un traje para llevarme al altar!!!
Elora suponía que Leif les habría contado su historia. En aquella casa había cuadros en las paredes pero los que representaban a la familia Buission y sus antepasados, habían sido retirados y sustituidos por otros. Tan sólo conservaba a Mauritz en el que fue su despacho personal, y lo conservaba para mirarlo de vez en cuando y recordar que ese cerdo se merecía lo que le había hecho y mucho más.
— Puedes venir cuando quieras, hay habitaciones de sobra y... ¿Cómo vaís de ropa? la fábrica textil va estupendamente, así que si te parece bien, os mandaré un cargamento con sabanas, mantas, camisas... Ya sé que él prefiere construir las casas con sus propias manos y eso, pero si necesitáis ayuda puedo mandaros a una cuadrilla por unos días, seguro que avanzaríais más deprisa.
Se untó mantequilla y mermelada en una tostada y la mordió, recostándose en la butaca y cruzando una pierna sobre la otra, todavía llevaba el camisón y la bata de seda. Elora era morena, de piel tostada y ojos oscuros como su madre, bajita, apenas llegaba al 1,60 y tenía ese aspecto de perro podenco, flacucho y enjuto. Aunque desde que vivían bien, había ganado peso y su piel estaba radiante y suave.
— Cuéntame cosas sobre ti, quiero saber todo lo que nos hemos perdido.
— Sí...el viejo es mala hierba, pero se está esforzando, así que lo que sea que haya ido a hacer allí, espero que le salga bien.
Se sirvió té y puso otra taza a disposición de Keth. Al momento llegó Jana con una bandeja repleta de pastelillos rellenos de dulces, panecillos y bollos, mermeladas, miel, mantequilla, fruta y unas cuñas de queso. Era un desayuno de campeones, y Elora comenzó con avidez, su pasado de miseria la había habituado a recibir la comida con alegría, y como Xar siempre decía que era un saco de huesos, no tenía reparos en hincarle el diente a todo.
No era una señorita ni había sido educada como tal, pero tampoco estaba embrutecida, usaba los cubiertos y comía con la boca cerrada.
— Ah...Reydek...creo que de los tres es el que más se parece al viejo. Él también me amenazó y quiso comerme cuando lo conocí. Supongo que son... fases. Aunque me temo que tendrás que sacarlo de más de un aprieto, yo le he curado a padre más de una ocasión cuando estaba borracho como una cuba. Pero ¿sabes qué? que se bañó y se puso un traje para llevarme al altar!!!
Elora suponía que Leif les habría contado su historia. En aquella casa había cuadros en las paredes pero los que representaban a la familia Buission y sus antepasados, habían sido retirados y sustituidos por otros. Tan sólo conservaba a Mauritz en el que fue su despacho personal, y lo conservaba para mirarlo de vez en cuando y recordar que ese cerdo se merecía lo que le había hecho y mucho más.
— Puedes venir cuando quieras, hay habitaciones de sobra y... ¿Cómo vaís de ropa? la fábrica textil va estupendamente, así que si te parece bien, os mandaré un cargamento con sabanas, mantas, camisas... Ya sé que él prefiere construir las casas con sus propias manos y eso, pero si necesitáis ayuda puedo mandaros a una cuadrilla por unos días, seguro que avanzaríais más deprisa.
Se untó mantequilla y mermelada en una tostada y la mordió, recostándose en la butaca y cruzando una pierna sobre la otra, todavía llevaba el camisón y la bata de seda. Elora era morena, de piel tostada y ojos oscuros como su madre, bajita, apenas llegaba al 1,60 y tenía ese aspecto de perro podenco, flacucho y enjuto. Aunque desde que vivían bien, había ganado peso y su piel estaba radiante y suave.
— Cuéntame cosas sobre ti, quiero saber todo lo que nos hemos perdido.
Elora Paine- Hechicero Clase Baja
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Fecha de inscripción : 04/04/2016
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Re: Lazos de sangre ~ priv.
En cuestión de minutos la sirvienta trae una increíble bandeja de comida. Acostumbrado a comer carne ahumada tres veces al día, la bollería, mermelada y el queso me parecen un milagro. Uno que no tardo mucho en devorar, olvidándome momentáneamente de la escasa educación que he recibido en mi vida.
Masticando todo el hojaldre que he podido meterme en la boca, escucho a Elora ofrecernos educadamente sus recursos. No nos vendrían mal algunos de ellos, especialmente la ropa, pero sé que ni Reydek, ni Leif ni yo mismo vamos a aceptarlos. Somos demasiado orgullosos para ello, acostumbrados a conseguir todo lo que necesitamos. Y eso incluye no dejarse ayudar, aunque la bruja haga la oferta con la mejor intención del mundo.
- No necesitamos nada, a no ser que quieras quedarte una temporada a Reydek. Pero gracias de todos modos - Le digo, quitándome del bigote unas migas que se me habían enredado mientras comía. Devorando un panecillo, escucho a Elora hablar sobre lo mucho que se parece el lobo a Leif. Estoy completamente de acuerdo en que los dos tienen un carácter -por desgracia- parecido, o al menos, más que con nosotros. Aunque el estallido de ira con el que nos obsequió la bruja el día en que nos conocimos no tiene nada que envidiar a los de Leif. - Creo que es porque ambos han sido piratas. - Le respondo, alargando la mano para coger un par de cuñas de queso. - Aunque no sabía que te había llevado al altar, ni mucho menos, que se había puesto traje para ello. De hecho, pensaba que ibas a casarte ahora, nada más y nada menos que con una mujer. Es todo tan extraño. - Murmuro, mirándola fijamente a los ojos. - Son tantas las cosas que tendría que saber sobre mi familia, y que no sé.
Pensativo, hago una pausa para comerme la última pieza de fruta de la bandeja. Pese a que contenía comida suficiente como para alimentar a un regimiento, ya sólo quedan unas tristes migas esparcidas sobre el metal. Tan bruñido que soy capaz de ver en él mi propio reflejo, el de un joven de largos cabellos castaños con plumas entrelazadas en el greñudo recogido.
- La vida que he llevado hasta ahora no se parece en nada a esto. - Empiezo, como respuesta a la pregunta de Elora sobre mi pasado. - Nací y crecí en uno de los muchos burdeles que rodean el puerto de Le Havre, de una prostituta llamada Maud. Los críos estorbaban porque disuadían a los clientes, así que desde que tuve edad para caminar me pasaba todo el día en la calle. Iba con los niños de las otras putas a jugar, y aprendí a robar carteras en cuanto pudieron enseñarme a hacerlo. Lo hacía por diversión, pero también, porque nunca sabía cuando iba a ser una semana mala para mi madre. Especialmente cada vez que estaba embarazada, porque entonces no tenía casi clientes. - Hago una pausa para tragar saliva, todavía mirando con expresión pensativa mi difuso reflejo. No recuerdo con amargura mi vida pasada, sino con nostalgia. - Quiero que entiendas que no me avergüenzo de ella. Mejor o peor, fue la infancia que tuve, y la recuerdo con el velo distorsionado propio de los niños. Al volver al burdel, siempre tenía un plato caliente en la mesa, y eso ya era más de lo que tenían algunos de los pilluelos. Aunque puede que te resulte difícil de imaginar, por estar muy alejado de esto. - Señalo con la mano los venecianos del ostentoso despacho, las caras alfombras y los numerosos libros antes de continuar hablando.- Cuando crecí ya no valía para robar, así que empecé a trabajar en el puerto. Cargaba y descargaba las mercancías de los barcos, del navío al muelle y del almacén al navío. Y como era imbécil, me metí en temas de droga. Opio y otras cosas que no debería explicarle a una señorita. - Esbozo una sonrisa a modo de disculpa, pasándome una mano por los castaños cabellos. - Yo era un tío legal, pero un capullo creyó que le estaba jodiendo, y me tendió una trampa. Intentó matarme junto con otros de sus amigos, y estaban a punto de acabar definitivamente conmigo cuando algo los interrumpió. Te puedes imaginar lo que era: un hombre lobo, con un pelaje tan oscuro como la tinta. Todavía hay noches en las que sueño con lo que pasó: con cómo me sangraba el brazo cuando el licántropo me mordió, y su mirada, fiera y centelleante, cuando decidió que prefería unas presas vivas y capaces de correr en lugar del despojo en el que me había convertido. Y eso es todo, más o menos; volví a casa, y después de la primera luna llena, mi madre me dijo que mi padre podría ayudarme. Y aquí estoy. Aburriéndote con mi vida mientras me como tu comida.
Masticando todo el hojaldre que he podido meterme en la boca, escucho a Elora ofrecernos educadamente sus recursos. No nos vendrían mal algunos de ellos, especialmente la ropa, pero sé que ni Reydek, ni Leif ni yo mismo vamos a aceptarlos. Somos demasiado orgullosos para ello, acostumbrados a conseguir todo lo que necesitamos. Y eso incluye no dejarse ayudar, aunque la bruja haga la oferta con la mejor intención del mundo.
- No necesitamos nada, a no ser que quieras quedarte una temporada a Reydek. Pero gracias de todos modos - Le digo, quitándome del bigote unas migas que se me habían enredado mientras comía. Devorando un panecillo, escucho a Elora hablar sobre lo mucho que se parece el lobo a Leif. Estoy completamente de acuerdo en que los dos tienen un carácter -por desgracia- parecido, o al menos, más que con nosotros. Aunque el estallido de ira con el que nos obsequió la bruja el día en que nos conocimos no tiene nada que envidiar a los de Leif. - Creo que es porque ambos han sido piratas. - Le respondo, alargando la mano para coger un par de cuñas de queso. - Aunque no sabía que te había llevado al altar, ni mucho menos, que se había puesto traje para ello. De hecho, pensaba que ibas a casarte ahora, nada más y nada menos que con una mujer. Es todo tan extraño. - Murmuro, mirándola fijamente a los ojos. - Son tantas las cosas que tendría que saber sobre mi familia, y que no sé.
Pensativo, hago una pausa para comerme la última pieza de fruta de la bandeja. Pese a que contenía comida suficiente como para alimentar a un regimiento, ya sólo quedan unas tristes migas esparcidas sobre el metal. Tan bruñido que soy capaz de ver en él mi propio reflejo, el de un joven de largos cabellos castaños con plumas entrelazadas en el greñudo recogido.
- La vida que he llevado hasta ahora no se parece en nada a esto. - Empiezo, como respuesta a la pregunta de Elora sobre mi pasado. - Nací y crecí en uno de los muchos burdeles que rodean el puerto de Le Havre, de una prostituta llamada Maud. Los críos estorbaban porque disuadían a los clientes, así que desde que tuve edad para caminar me pasaba todo el día en la calle. Iba con los niños de las otras putas a jugar, y aprendí a robar carteras en cuanto pudieron enseñarme a hacerlo. Lo hacía por diversión, pero también, porque nunca sabía cuando iba a ser una semana mala para mi madre. Especialmente cada vez que estaba embarazada, porque entonces no tenía casi clientes. - Hago una pausa para tragar saliva, todavía mirando con expresión pensativa mi difuso reflejo. No recuerdo con amargura mi vida pasada, sino con nostalgia. - Quiero que entiendas que no me avergüenzo de ella. Mejor o peor, fue la infancia que tuve, y la recuerdo con el velo distorsionado propio de los niños. Al volver al burdel, siempre tenía un plato caliente en la mesa, y eso ya era más de lo que tenían algunos de los pilluelos. Aunque puede que te resulte difícil de imaginar, por estar muy alejado de esto. - Señalo con la mano los venecianos del ostentoso despacho, las caras alfombras y los numerosos libros antes de continuar hablando.- Cuando crecí ya no valía para robar, así que empecé a trabajar en el puerto. Cargaba y descargaba las mercancías de los barcos, del navío al muelle y del almacén al navío. Y como era imbécil, me metí en temas de droga. Opio y otras cosas que no debería explicarle a una señorita. - Esbozo una sonrisa a modo de disculpa, pasándome una mano por los castaños cabellos. - Yo era un tío legal, pero un capullo creyó que le estaba jodiendo, y me tendió una trampa. Intentó matarme junto con otros de sus amigos, y estaban a punto de acabar definitivamente conmigo cuando algo los interrumpió. Te puedes imaginar lo que era: un hombre lobo, con un pelaje tan oscuro como la tinta. Todavía hay noches en las que sueño con lo que pasó: con cómo me sangraba el brazo cuando el licántropo me mordió, y su mirada, fiera y centelleante, cuando decidió que prefería unas presas vivas y capaces de correr en lugar del despojo en el que me había convertido. Y eso es todo, más o menos; volví a casa, y después de la primera luna llena, mi madre me dijo que mi padre podría ayudarme. Y aquí estoy. Aburriéndote con mi vida mientras me como tu comida.
Kethyr Paine- Licántropo Clase Baja
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Fecha de inscripción : 21/01/2017
Re: Lazos de sangre ~ priv.
La bruja reflexionó sobre las palabras que le dijo el lobo. Realmente era una existencia extraña la suya. De pronto por una mordedura dejaban de ser completamente humanos y tampoco eran completamente animales. Dejaban de ser dueños de su cuerpo a merced de las lunas y su esencia cambiaba por completo. ¿Cómo lo habría llevado ella si hubiera sido convertida? Prefería no pensarlo, cuando su padre le confesó su naturaleza pensó que seguramente se lo mereciese por lo que le hizo a Edora, y poco a poco aprendió a ver un poco más allá. Pero hasta ese momento no era plenamente consciente de lo aleatoria que era esa maldición para alguien que sin buscarla la recibía.
Se imaginó a Kethyr, un muchacho, un pillastre que era ajeno a ese mundo sobrenatural, pues ya bastante tenía con sobrevivir a diario, con comer y no enfermar, que la lucha por la supervivencia era un clásico entre la gente de baja clase. Se rascó la ceja y sonrió cuando escuchó que le cedía a Reydek unos días si en verdad quería hacerle un favor.
— Bueno... cada cual tiene su forma de ser. Lo que me temo es que Xaryne no se va a llevar muy bien con él, ella tiene mucho carácter. ¿No te contó padre la historia? bueno, pues te la cuento yo. Me parece muy extraño que seamos hermanos y que no sepamos las cosas importantes que nos han pasado... bueno, supongo que nunca es tarde para ponerse al dia.— bebió un trago de té y exhaló el aire despacio, ordenando sus ideas.
— No creas que he vivido siempre así, hace sólo un año que tengo esta casa. Mi madre, Edora, era una hechicera poderosa a la que Leif violó. Se quedó embarazada de mi y juró vengarse de él, condenándolo a la maldición del lobo e impidiendo que volviese al mar. Después de eso, jamás volvieron a verse. Ella me crió, vivimos en muchos lugares, sobreviviendo como podíamos. Sé lo que es el hambre, el frío y no tener un techo sobre tu cabeza cuando arrecia la tormenta. Mi madre no era la más cariñosa del mundo, y me sacó a flote como pudo. Me enseñó a controlar mi don más o menos, soy nigromante, así que la magia negra corre por mis venas. Puedo hablar con los muertos y dominarlos, someterlos a mi voluntad y hacer que luchen por mi o que guarden una puerta... no es magia curativa ni beneficiosa, sólo sirve para destruir y hacer daño. Llegamos a París hace cinco años y vivíamos en una buhardilla pestilente en el barrio latino. Una noche conocí a un hombre que era bastante guapo y muy amable. Creí que le gustaba, que su interés en mi era puramente sexual o romántico... no sé cómo no lo vi venir. Era un sádico y un cabrón que pensó que podía hacerle lo que quisiera a una muchacha sólo por se pobre.— sus ojos se endurecieron porque esa parte de su pasado aun estaba reciente. Se giró un poco dándole la espalda y bajó la bata del hombro derecho, dejando a la vista media espalda y la carnicería que todavía estaba patente en forma de cicatrices de carne retorcida.— pero no contaba con que yo no era sólo una chica más. Podría haberlo aniquilado en el momento en el que se me pasaron los efectos de las drogas que me dio para aturdirme. Pero decidí corarme una venganza mejor. Lo hechicé, conseguí que se enamorase de mi, que se casara conmigo y me dejase todos los negocios a mi nombre.— regresó la bata al sitio y tamborileó con los dedos sobre el reposabrazos.— Ahora... ahora puede ver cómo disfruto de su fortuna desde un lugar privilegiado.— sonrió de medio lado mmirando hacia la ventana desde la que se vislumbraban los corrales.— Su espíritu está atado a los cerdos.
Se levantó de la butaca y se estiró sentándose en el despacho y abriendo un cajón del cual sacó una bolsa de cuero con dinero y algunas piedras preciosas. La cerró con doble nudo.
— Cuando conocí a Xar, la oscuridad me invadía, mi sed de venganza me estaba llevando a perderme en la oscuridad... ella es mi luz, mi faro, mi ancla. Es con ella con quien quiero pasar el resto de mis días. No me interesa la alta sociedad, ni el mundo en general, sólo vivir tranquila, sin más hambre ni frío ni miedo.— le lanzó la bolsa a Kethyr.— quédatela. Úsala si la necesitas, ya sé que no queréis ayuda, pero nunca se sabe. Yo no puedo ayudaros a cargar troncos, ni a cazar jabalíes. Pero si puedo daros una vía de escape cuando sea necesario, un plan B cuando falle el A... nunca se sabe. Me quedo más tranquila sabiendo que si algo se tuerce no estáis con una mano delante y otra detrás.
Se imaginó a Kethyr, un muchacho, un pillastre que era ajeno a ese mundo sobrenatural, pues ya bastante tenía con sobrevivir a diario, con comer y no enfermar, que la lucha por la supervivencia era un clásico entre la gente de baja clase. Se rascó la ceja y sonrió cuando escuchó que le cedía a Reydek unos días si en verdad quería hacerle un favor.
— Bueno... cada cual tiene su forma de ser. Lo que me temo es que Xaryne no se va a llevar muy bien con él, ella tiene mucho carácter. ¿No te contó padre la historia? bueno, pues te la cuento yo. Me parece muy extraño que seamos hermanos y que no sepamos las cosas importantes que nos han pasado... bueno, supongo que nunca es tarde para ponerse al dia.— bebió un trago de té y exhaló el aire despacio, ordenando sus ideas.
— No creas que he vivido siempre así, hace sólo un año que tengo esta casa. Mi madre, Edora, era una hechicera poderosa a la que Leif violó. Se quedó embarazada de mi y juró vengarse de él, condenándolo a la maldición del lobo e impidiendo que volviese al mar. Después de eso, jamás volvieron a verse. Ella me crió, vivimos en muchos lugares, sobreviviendo como podíamos. Sé lo que es el hambre, el frío y no tener un techo sobre tu cabeza cuando arrecia la tormenta. Mi madre no era la más cariñosa del mundo, y me sacó a flote como pudo. Me enseñó a controlar mi don más o menos, soy nigromante, así que la magia negra corre por mis venas. Puedo hablar con los muertos y dominarlos, someterlos a mi voluntad y hacer que luchen por mi o que guarden una puerta... no es magia curativa ni beneficiosa, sólo sirve para destruir y hacer daño. Llegamos a París hace cinco años y vivíamos en una buhardilla pestilente en el barrio latino. Una noche conocí a un hombre que era bastante guapo y muy amable. Creí que le gustaba, que su interés en mi era puramente sexual o romántico... no sé cómo no lo vi venir. Era un sádico y un cabrón que pensó que podía hacerle lo que quisiera a una muchacha sólo por se pobre.— sus ojos se endurecieron porque esa parte de su pasado aun estaba reciente. Se giró un poco dándole la espalda y bajó la bata del hombro derecho, dejando a la vista media espalda y la carnicería que todavía estaba patente en forma de cicatrices de carne retorcida.— pero no contaba con que yo no era sólo una chica más. Podría haberlo aniquilado en el momento en el que se me pasaron los efectos de las drogas que me dio para aturdirme. Pero decidí corarme una venganza mejor. Lo hechicé, conseguí que se enamorase de mi, que se casara conmigo y me dejase todos los negocios a mi nombre.— regresó la bata al sitio y tamborileó con los dedos sobre el reposabrazos.— Ahora... ahora puede ver cómo disfruto de su fortuna desde un lugar privilegiado.— sonrió de medio lado mmirando hacia la ventana desde la que se vislumbraban los corrales.— Su espíritu está atado a los cerdos.
Se levantó de la butaca y se estiró sentándose en el despacho y abriendo un cajón del cual sacó una bolsa de cuero con dinero y algunas piedras preciosas. La cerró con doble nudo.
— Cuando conocí a Xar, la oscuridad me invadía, mi sed de venganza me estaba llevando a perderme en la oscuridad... ella es mi luz, mi faro, mi ancla. Es con ella con quien quiero pasar el resto de mis días. No me interesa la alta sociedad, ni el mundo en general, sólo vivir tranquila, sin más hambre ni frío ni miedo.— le lanzó la bolsa a Kethyr.— quédatela. Úsala si la necesitas, ya sé que no queréis ayuda, pero nunca se sabe. Yo no puedo ayudaros a cargar troncos, ni a cazar jabalíes. Pero si puedo daros una vía de escape cuando sea necesario, un plan B cuando falle el A... nunca se sabe. Me quedo más tranquila sabiendo que si algo se tuerce no estáis con una mano delante y otra detrás.
Elora Paine- Hechicero Clase Baja
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Re: Lazos de sangre ~ priv.
Ahora es mi turno de escuchar lo que Elora quiere explicarme, y lo hago con el mismo respeto que lo ha hecho ella conmigo. En completo silencio, y mirándola fijamente a los ojos, escucho cada palabra que pronuncia. Procesándolas con sorpresa al comprobar que no se parecen en nada la idea preconcebida que me había creado de su pasado. Ni la casa ni el dinero eran realmente suyos hasta hace poco, me cuenta; sino fruto de su pillaje particular. Uno conseguido con mayor dificultad que cualquiera de los obtenidos por Reydek o Leif, y con un precio personal mucho más elevado.
- Menudo hijo de puta - Murmuro, cuando Elora se baja la bata para dejar entrever las cicatrices. Gruesas y largas, surcan su espalda como una maraña entrelazada, un recuerdo permanente de lo que tuvo que sufrir en su vida. Aun así, metería la mano en el fuego de que son más leves que las señales que esa relación ha dejado en su alma. Que la humillación y la impotencia que debió de sufrir, y con la que probablemente sueñe todavía algunas de sus peores noches. - Ahora entiendo por qué Leif no quería hablar de tu vida. Tu historia es sólo tuya, y a ti te correspondía decidir si compartirla conmigo o no. - Me acomodo levemente en la mullida butaca, sin apartar la mirada de los oscuros ojos de mi hermana. - El alma de ese capullo está donde debería estar. No se merece descansar en paz después de lo que te ha hecho.
Al acabar su historia, Elora me lanza una abultada bolsa de cuero. El saquillo cruza la vacía bandeja de la mesa, aterrizando en mi regazo con un leve tintineo metálico. No necesito abrirlo para saber que contiene más francos de los que jamás ganaría por mi mismo, y tampoco para estar seguro de que no voy a tocar ni uno sólo de ellos. Algunos lo llamarían orgullo; otros, estupidez. Yo creo que es una mezcla perfecta de ambos, que me impide aceptar limosna por más buena intención con la que se haga.
Para no herir los sentimientos de mi hermana, decido dejarla en algún lugar de la mansión antes de marcharme de allí. Aunque teniendo en cuenta el tamaño de su residencia, será mejor que se lo comente también a su criada para asegurarme de que la encuentran.
- No conozco a Xaryne más que por las palabras de Leif - Que cambian con el tiempo, y en la mayor parte de casos, no son precisamente positivas - pero si tú eres feliz con ella, a mi me vale. No comprendo el amor romántico porque jamás lo he sentido, pero creo que todos necesitamos alguien en quien confiar. Alguien en quien apoyarnos. Alguien que nos haga olvidar que la vida no va siempre lo bien que desearíamos.
- Menudo hijo de puta - Murmuro, cuando Elora se baja la bata para dejar entrever las cicatrices. Gruesas y largas, surcan su espalda como una maraña entrelazada, un recuerdo permanente de lo que tuvo que sufrir en su vida. Aun así, metería la mano en el fuego de que son más leves que las señales que esa relación ha dejado en su alma. Que la humillación y la impotencia que debió de sufrir, y con la que probablemente sueñe todavía algunas de sus peores noches. - Ahora entiendo por qué Leif no quería hablar de tu vida. Tu historia es sólo tuya, y a ti te correspondía decidir si compartirla conmigo o no. - Me acomodo levemente en la mullida butaca, sin apartar la mirada de los oscuros ojos de mi hermana. - El alma de ese capullo está donde debería estar. No se merece descansar en paz después de lo que te ha hecho.
Al acabar su historia, Elora me lanza una abultada bolsa de cuero. El saquillo cruza la vacía bandeja de la mesa, aterrizando en mi regazo con un leve tintineo metálico. No necesito abrirlo para saber que contiene más francos de los que jamás ganaría por mi mismo, y tampoco para estar seguro de que no voy a tocar ni uno sólo de ellos. Algunos lo llamarían orgullo; otros, estupidez. Yo creo que es una mezcla perfecta de ambos, que me impide aceptar limosna por más buena intención con la que se haga.
Para no herir los sentimientos de mi hermana, decido dejarla en algún lugar de la mansión antes de marcharme de allí. Aunque teniendo en cuenta el tamaño de su residencia, será mejor que se lo comente también a su criada para asegurarme de que la encuentran.
- No conozco a Xaryne más que por las palabras de Leif - Que cambian con el tiempo, y en la mayor parte de casos, no son precisamente positivas - pero si tú eres feliz con ella, a mi me vale. No comprendo el amor romántico porque jamás lo he sentido, pero creo que todos necesitamos alguien en quien confiar. Alguien en quien apoyarnos. Alguien que nos haga olvidar que la vida no va siempre lo bien que desearíamos.
Kethyr Paine- Licántropo Clase Baja
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Fecha de inscripción : 21/01/2017
Re: Lazos de sangre ~ priv.
Las palabras de Kethyr, su escucha activa, su compostura, parecía que no pertenecían a un bastardo criado en un burdel y curtido en negocios turbios. El muchacho tenía más sentido común que los otros tres Paine juntos. Elora compuso una mueca y sonrió de medio lado al escucharlo.
— ¿de dónde coño sales tú? hablas como un filósofo!!! no te enfades!! no lo digo como un insulto, en realidad es un halago...es que como supongo que ya habrás comprobado, los Paine no nos caracterizamos por ser muy reflexivos...pensaba que yo era la más madura pero me da que no. Esto es genial. Los pequeños creo que somos los más asentados de los cuatro...jajajajaja. ¿Quieres ver una cosa? ven.
Se levantó del butacón y se colocó un abrigo por encima de la bata de la seda, y en zapatillas y con el pelo suelto salió al exterior de la mansión, con pintas de loca trasnochada. Pero como era su casa le daba absolutamente igual lo que opinasen los demás sobre sus costumbres, atuendos etc. Caminaron por le jardín trasero donde estaban los establos y algunos cobertizos de los jardineros hasta detenserse frente a un edificio de una sola planta, hecho de piedra gruesa y tejado a dos aguas. Sacó una gruesa llave y la metió en el cerrojo, haciendo crujir las puertas de madera revestida de hierro de dos palmos de ancho.
— Las bodegas Buisson. Mi difunto marido coleccionaba vinos caros. Ahora nos los bebemos Xaryne y yo...pero no es esto lo que quería enseñarte.
Recorrieron la sala llena de barricas y botellas y en la pared del fondo activó una palanca que hizo que la piedra se hiciera a un lado revelando una entrada a un nivel secreto fuera de la vista. Encendió un candil que colgaba de la pared y la mortecina luz inundó las escaleras de caracol que bajaban hacia el subsuelo. Bajo la bodega había una mazmorra, algo lóbrega pero no muy húmeda, en realidad tenía una temperatura perfecta para el curado del vino.
— mi querido marido se la construyó para otros menesteres...como ya puedes imaginar. Pero yo le he dado mi toque.
Había varias celdas amplias de donde habían sido retirados los instrumentos de tortura, sólo se mantenían las argollas fuertemente clavadas en paredes, techo y suelo. Las cadenas platas ennegrecidas brillaban a un lado, y al otro había un colchón, mantas y una pila de libros.
— pensé que quizás Leif algun dia necesitase refugio en luna llena, o si la inquisición lo buscaba así que arreglé este bunker. Sé que en el bosque estáis bien, pero si algun día os acorralan... ya sabéis qué hacer. Hay otra copia de la llave de este sitio, te diré donde está enterrada y si lo necesitáis, usadlo.
— ¿de dónde coño sales tú? hablas como un filósofo!!! no te enfades!! no lo digo como un insulto, en realidad es un halago...es que como supongo que ya habrás comprobado, los Paine no nos caracterizamos por ser muy reflexivos...pensaba que yo era la más madura pero me da que no. Esto es genial. Los pequeños creo que somos los más asentados de los cuatro...jajajajaja. ¿Quieres ver una cosa? ven.
Se levantó del butacón y se colocó un abrigo por encima de la bata de la seda, y en zapatillas y con el pelo suelto salió al exterior de la mansión, con pintas de loca trasnochada. Pero como era su casa le daba absolutamente igual lo que opinasen los demás sobre sus costumbres, atuendos etc. Caminaron por le jardín trasero donde estaban los establos y algunos cobertizos de los jardineros hasta detenserse frente a un edificio de una sola planta, hecho de piedra gruesa y tejado a dos aguas. Sacó una gruesa llave y la metió en el cerrojo, haciendo crujir las puertas de madera revestida de hierro de dos palmos de ancho.
— Las bodegas Buisson. Mi difunto marido coleccionaba vinos caros. Ahora nos los bebemos Xaryne y yo...pero no es esto lo que quería enseñarte.
Recorrieron la sala llena de barricas y botellas y en la pared del fondo activó una palanca que hizo que la piedra se hiciera a un lado revelando una entrada a un nivel secreto fuera de la vista. Encendió un candil que colgaba de la pared y la mortecina luz inundó las escaleras de caracol que bajaban hacia el subsuelo. Bajo la bodega había una mazmorra, algo lóbrega pero no muy húmeda, en realidad tenía una temperatura perfecta para el curado del vino.
— mi querido marido se la construyó para otros menesteres...como ya puedes imaginar. Pero yo le he dado mi toque.
Había varias celdas amplias de donde habían sido retirados los instrumentos de tortura, sólo se mantenían las argollas fuertemente clavadas en paredes, techo y suelo. Las cadenas platas ennegrecidas brillaban a un lado, y al otro había un colchón, mantas y una pila de libros.
— pensé que quizás Leif algun dia necesitase refugio en luna llena, o si la inquisición lo buscaba así que arreglé este bunker. Sé que en el bosque estáis bien, pero si algun día os acorralan... ya sabéis qué hacer. Hay otra copia de la llave de este sitio, te diré donde está enterrada y si lo necesitáis, usadlo.
Elora Paine- Hechicero Clase Baja
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Re: Lazos de sangre ~ priv.
- Debo de ser el primer filósofo de la historia que ni siquiera sabe escribir su nombre - Respondo a Elora, estallando en carcajadas al escuchar su sorpresa sobre mi carácter. Mi madre solía decir que era un niño extrañamente tranquilo y maduro para mi edad; parece ser que ahora que ya soy adulto, me he convertido en una especie de extraño fenómeno de feria. - Imagino que soy así porque es lo que la vida me ha enseñado. La impulsividad suele hacernos cometer más errores, porque no valoramos todas las posibilidades antes de entrar en acción. Por lo tanto, dejamos pasar oportunidades, e incluso victorias, por no pensar lo suficiente. Aunque Reydek me diría, literalmente, que pienso así porque soy un mierdas. Y no porque sea mejor o más listo.- Si me hubiera acordado de esa frase antes, no me lo habría pensado tanto para no volcarle aquel cubo de agua. Suerte para él que soy como soy, en lugar de cómo le gustaría que fuera.
Elora se levanta en ese mismo instante, preguntándome si quiero ver algo relativo a la mansión. No se me ocurre qué más puede tener un lugar en el que ya existe absolutamente todo, pero como me parece una estupenda excusa para dejar caer por ahí la bolsa de dinero, asiento sin pensármelo. Durante uno de los incontables giros de pasillo, dejo el saquito encima de uno de los pedestales. Después, me acerco un par de pasos a la criada, susurrándole rápidamente al oído:
- He dejado el dinero de tu señora junto al jarrón rojo de la esquina. Me harías un gran favor si la dejases donde pueda encontrarla una vez ya me haya ido. - Acabo la frase guiñándole un ojo, antes de ponerme de nuevo a la altura de mi hermana.
El recorrido por la casa acaba en uno de los edificios del jardín, cuyas reforzadas puertas abre Elora con una pesada llave de hierro. Las bisagras han sido engrasadas recientemente, puesto que, pese a su exposición a los elementos, no chirrían al deslizar a un lado los pesos de metal y madera. Un punto a favor de su secretismo, igual que la ausencia de humedad del ambiente; en lugar de olor a moho, el aire está matizado por el aroma a vino y a maderas nobles, lo que lo hace mucho más agradable.
La bruja explica que allí es donde guardan sus más selectos caldos, lo que explicaría el olor a uvas y fermentación. Sin embargo, no es eso lo que quería mostrarme; si no una guarida oculta bajo la misma antigua bodega. No es más que una habitación de gruesas paredes de piedra, pero desde luego, está bien escondida. E insonorizada, pienso mientras recuerdo lo que Elora me ha explicado antes sobre los vicios ocultos de su ex marido.
- Si los otros dos vienen algún día aquí, tendrás que escoger entre tus vinos y tu familia. En mi opinión, no creo que sea posible la coexistencia. - Bromeo con la bruja, mientras examino las brillantes cadenas que cuelgan de un lado de la pared. - ¿Eso es plata? Espero sinceramente que no. De todos modos, te agradezco la oferta. Creo que si Leif ha podido esconderse de la Inquisición durante todos estos años, ha sido porque no era más que un sólo lobo escondido en una grieta de la montaña. Ahora que somos más, es cuestión de tiempo que nos encuentren. Y este lugar puede ayudarnos si se diera lo peor.
Elora se levanta en ese mismo instante, preguntándome si quiero ver algo relativo a la mansión. No se me ocurre qué más puede tener un lugar en el que ya existe absolutamente todo, pero como me parece una estupenda excusa para dejar caer por ahí la bolsa de dinero, asiento sin pensármelo. Durante uno de los incontables giros de pasillo, dejo el saquito encima de uno de los pedestales. Después, me acerco un par de pasos a la criada, susurrándole rápidamente al oído:
- He dejado el dinero de tu señora junto al jarrón rojo de la esquina. Me harías un gran favor si la dejases donde pueda encontrarla una vez ya me haya ido. - Acabo la frase guiñándole un ojo, antes de ponerme de nuevo a la altura de mi hermana.
El recorrido por la casa acaba en uno de los edificios del jardín, cuyas reforzadas puertas abre Elora con una pesada llave de hierro. Las bisagras han sido engrasadas recientemente, puesto que, pese a su exposición a los elementos, no chirrían al deslizar a un lado los pesos de metal y madera. Un punto a favor de su secretismo, igual que la ausencia de humedad del ambiente; en lugar de olor a moho, el aire está matizado por el aroma a vino y a maderas nobles, lo que lo hace mucho más agradable.
La bruja explica que allí es donde guardan sus más selectos caldos, lo que explicaría el olor a uvas y fermentación. Sin embargo, no es eso lo que quería mostrarme; si no una guarida oculta bajo la misma antigua bodega. No es más que una habitación de gruesas paredes de piedra, pero desde luego, está bien escondida. E insonorizada, pienso mientras recuerdo lo que Elora me ha explicado antes sobre los vicios ocultos de su ex marido.
- Si los otros dos vienen algún día aquí, tendrás que escoger entre tus vinos y tu familia. En mi opinión, no creo que sea posible la coexistencia. - Bromeo con la bruja, mientras examino las brillantes cadenas que cuelgan de un lado de la pared. - ¿Eso es plata? Espero sinceramente que no. De todos modos, te agradezco la oferta. Creo que si Leif ha podido esconderse de la Inquisición durante todos estos años, ha sido porque no era más que un sólo lobo escondido en una grieta de la montaña. Ahora que somos más, es cuestión de tiempo que nos encuentren. Y este lugar puede ayudarnos si se diera lo peor.
Kethyr Paine- Licántropo Clase Baja
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Fecha de inscripción : 21/01/2017
Re: Lazos de sangre ~ priv.
— Reydek es tan chulo como el viejo, pero le faltan las mil hostias que se ha llevado Leif y que le han ensañado a ser un poco más sabio.— Inspiró aire profundamente.— Todavía me parece extraño que seamos hermanos, es como de repente levantarte un día y que te haya crecido un dedo nuevo. ¿No sabes leer? yo puedo enseñarte si quieres, no prometo ser la persona más paciente del mundo pero... al menos es una buena excusa para merendar o almorzar juntos.
El olor de la bodega le ponía los pelos de punta y no sabía muy bien por qué, seguramente porque lo asociaba a Mauritz, aunque su recuerdo estaba ya muy diluido.
— cuando acabéis el asentamiento del bosque ¿qué será lo siguiente? a qué os vais a dedicar? no quiero que os metáis en líos, nada de ser salteadores de caminos ¿entendido? si necesitáis trabajo tengo una fábrica textil. Bueno, tenemos, el viejo también tiene parte, me aseguré de que si me pasaba algo no se quedase en manos de burócratas y parientes lejanos de mi difunto marido. No tenéis por qué vivir como animales escondidos en el bosque.
La verdad es que podía hablar con Kethyr con más fluidez de lo que hablaba con Leif y por su puesto con Reydek, con el que apenas hablaba. Parecía que el muchacho era el más cabal de los tres. Se notaba que tenía su carácter y sus manías, como todo hombre y más cuando su naturaleza era dual y le acarreaba el inconveniente de estar a merced de la luna, pero en conjunto, empezaba a provocarle un sentimiento cálido, lo empezaba a identificar como algo suyo, aunque fueran sólo medio hermanos.
Abandonaron la bodega y salieron al jardín, donde se encontraban tambien las cuadras, el coche de caballos, los perros de caza que Xaryne amaestraba, los aperos del jardinero y todo lo necesario para cuidar de un terreno tan amplio y con tanto trabajo.
— Cuando acabéis las cabañas sé que haréis algo como una comida de celebración o similar, y a mi me gustaría que algun día viniérais todos aqui y comamos en familia, a fin de cuentas esta es también vuestra casa aunque prefiráis el bosque.— Se quedó pensativa un instante barriendo con sus ojos castaños la extensión del jardín, donde colocaron las mesas del banquete cuando se casó.— Siempre quise una familia grande y ruidosa, de esas que son una piña, supongo que a consecuencia de lo que Xar llama "mi terror patológico a que me abandonen". Ahora que parece que tengo una, no pretendo que sea como imaginé, porque nos separan muchas cosas, yo no me convierto en nada cuando hay luna llena y vosotros no levitáis con los ojos en blanco.— Le hizo una mueca a Kethyr al decirle eso.— ¡Eh! ya sé que es espeluznante ¿vale? pero no te creas que un bicho de dos metros cubierto de pelo y sangre no lo es!! En cualquier caso... no sé, me gustaría que hiciéramos alguna vez algo juntos, como familia o... yo que sé. Es todo complicado.
Le puso la mano sobre el hombro y lo palmeó un par de veces adoptando una sonrisa maliciosa. Estaba pensando en aportar cierto toque femenino a su guarida rústica y llevarles ropa, botas y enseres cotidianos como jabón y similares, que les vendrían bien aunque lo negasen.
— Lo siento si tu hermana te parece una bruja odiosa, pero estoy acostumbrada a salirme con la mía y seguiré haciéndolo. Mañana os llevaré unos cuantos paquetes al bosque y me aseguraré de que os los quedáis. Como se te ocurra prenderles fuego, te haré un hechizo para que se te encoja la polla y te salgan orejas de elefante, que lo sepas.
El olor de la bodega le ponía los pelos de punta y no sabía muy bien por qué, seguramente porque lo asociaba a Mauritz, aunque su recuerdo estaba ya muy diluido.
— cuando acabéis el asentamiento del bosque ¿qué será lo siguiente? a qué os vais a dedicar? no quiero que os metáis en líos, nada de ser salteadores de caminos ¿entendido? si necesitáis trabajo tengo una fábrica textil. Bueno, tenemos, el viejo también tiene parte, me aseguré de que si me pasaba algo no se quedase en manos de burócratas y parientes lejanos de mi difunto marido. No tenéis por qué vivir como animales escondidos en el bosque.
La verdad es que podía hablar con Kethyr con más fluidez de lo que hablaba con Leif y por su puesto con Reydek, con el que apenas hablaba. Parecía que el muchacho era el más cabal de los tres. Se notaba que tenía su carácter y sus manías, como todo hombre y más cuando su naturaleza era dual y le acarreaba el inconveniente de estar a merced de la luna, pero en conjunto, empezaba a provocarle un sentimiento cálido, lo empezaba a identificar como algo suyo, aunque fueran sólo medio hermanos.
Abandonaron la bodega y salieron al jardín, donde se encontraban tambien las cuadras, el coche de caballos, los perros de caza que Xaryne amaestraba, los aperos del jardinero y todo lo necesario para cuidar de un terreno tan amplio y con tanto trabajo.
— Cuando acabéis las cabañas sé que haréis algo como una comida de celebración o similar, y a mi me gustaría que algun día viniérais todos aqui y comamos en familia, a fin de cuentas esta es también vuestra casa aunque prefiráis el bosque.— Se quedó pensativa un instante barriendo con sus ojos castaños la extensión del jardín, donde colocaron las mesas del banquete cuando se casó.— Siempre quise una familia grande y ruidosa, de esas que son una piña, supongo que a consecuencia de lo que Xar llama "mi terror patológico a que me abandonen". Ahora que parece que tengo una, no pretendo que sea como imaginé, porque nos separan muchas cosas, yo no me convierto en nada cuando hay luna llena y vosotros no levitáis con los ojos en blanco.— Le hizo una mueca a Kethyr al decirle eso.— ¡Eh! ya sé que es espeluznante ¿vale? pero no te creas que un bicho de dos metros cubierto de pelo y sangre no lo es!! En cualquier caso... no sé, me gustaría que hiciéramos alguna vez algo juntos, como familia o... yo que sé. Es todo complicado.
Le puso la mano sobre el hombro y lo palmeó un par de veces adoptando una sonrisa maliciosa. Estaba pensando en aportar cierto toque femenino a su guarida rústica y llevarles ropa, botas y enseres cotidianos como jabón y similares, que les vendrían bien aunque lo negasen.
— Lo siento si tu hermana te parece una bruja odiosa, pero estoy acostumbrada a salirme con la mía y seguiré haciéndolo. Mañana os llevaré unos cuantos paquetes al bosque y me aseguraré de que os los quedáis. Como se te ocurra prenderles fuego, te haré un hechizo para que se te encoja la polla y te salgan orejas de elefante, que lo sepas.
Elora Paine- Hechicero Clase Baja
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Re: Lazos de sangre ~ priv.
La proposición de mi hermana me pilla por sorpresa, ya que leer o escribir siempre ha sido algo que consideraba fuera de mis posibilidades. En el puerto en el que crecí, nadie sabía hacerlo; como mucho, algunos de los niños más afortunados sabían escribir su nombre, de una manera mecánica en la que no mediaba ninguna comprensión. Habían sido enseñados por los hombres más "letrados" del lugar, comerciantes que sabían garabatear números e incluso sumarlos para poder llevar un registro de sus mercancías. Sonreían a los pilluelos, les daban algún dulce, y compartían con ellos parte de su sabiduría a cambio de pequeños recados. Pero ahí acababa todo; cualquier cosa que superase el nivel más básico era considerado exclusivamente para nobles, que no solían pasear por aquellos lares, ni mucho menos, enseñar a los huérfanos a escribir.
Y ahora Elora me está ofreciendo superar esa barrera. Enseñándome a su manera, pero enseñándome, al fin y al cabo. Es una idea tan atractiva, que no puedo rechazarla sin valorarla antes. Porque a diferencia del dinero, esto es algo que -aunque me hiera en el orgullo- no puedo conseguir yo solo.
- Gracias por preocuparte por nosotros, pero aunque vivamos en el bosque, no lo hacemos como animales - Le respondo a la morena, jugueteando con un largo mechón de mis castaños cabellos. Mi mirada vaga por la parca sala sin destino alguno, centrado todavía en la propuesta de enseñarme a leer que me ha hecho la bruja. - Las cabañas estarán acabadas para cuando haya vuelto Leif, y como mínimo, la mía será un lugar confortable. Aunque no sea como la tuya, estás invitada a venir siempre que quieras. Y yo... creo que sí que quiero. Que me enseñes a leer, digo. No hace falta que mucho. Con un poco estará bien. - Mascullo, girándome algo incómodo en dirección a la salida.
El aire fresco elimina parte del bochorno que sentía, ante la idea de pedirle cualquier favor a Elora. Para bien o para mal, hemos sido completos desconocidos durante los últimos veintidós años. Dos décadas que he pasado sin fiarme de nadie, a sabiendas de que la traición era más barata que el resto de las monedas. Se me hace extraño la idea de tener de pronto alguien en quien apoyarme, especialmente al tratarse de una mujer. Una fémina libre e independiente, capaz de enfrentarse a las dificultades que la vida le ponga por delante.
- No hará falta que quemes nada. Es sólo que podemos apañárnoslas solos. Aunque nadie le dirá que no a ese banquete tuyo; lo que me has servido antes estaba espectacular, y todos estamos un poco cansados de comer cecina y tasajo. - Me encojo de hombros, ya que tampoco es nada extraño que a finales de invierno no queden provisiones frescas en la cueva. No crece nada vivo, y los escasos animales que quedan están advertidos sobre lo que ocurre si se adentran en el territorio de los Paine. - Aunque no seas una loba, no quiere decir que no seas parte de la manada. Somos una familia extraña, pero una familia después de todo. Con o sin pelo.
Siguiendo un impulso, desato una de las cuentas que cuelgan de las trenzas de mis cabellos. Es un dije de madera blanca, plana y redondeada. En él, puede apreciarse el perfil tallado de un lobo aullando, realista pese a tener un tamaño tan diminuto. Sin pensármelo demasiado, tomo una de las pálidas manos de la bruja para depositar la alhaja en él. Después, cierro sus dedos sobre ella, para evitar que se caiga y se pierda en el frondoso césped del jardín.
- Lo tallé yo cuando supe en qué me había convertido. No vale nada, pero considéralo un regalo mío. Para que nunca te olvides de que eres bienvenida en las cabañas, tan Paine como nosotros. Y seguramente, la más especial de todos.
Y ahora Elora me está ofreciendo superar esa barrera. Enseñándome a su manera, pero enseñándome, al fin y al cabo. Es una idea tan atractiva, que no puedo rechazarla sin valorarla antes. Porque a diferencia del dinero, esto es algo que -aunque me hiera en el orgullo- no puedo conseguir yo solo.
- Gracias por preocuparte por nosotros, pero aunque vivamos en el bosque, no lo hacemos como animales - Le respondo a la morena, jugueteando con un largo mechón de mis castaños cabellos. Mi mirada vaga por la parca sala sin destino alguno, centrado todavía en la propuesta de enseñarme a leer que me ha hecho la bruja. - Las cabañas estarán acabadas para cuando haya vuelto Leif, y como mínimo, la mía será un lugar confortable. Aunque no sea como la tuya, estás invitada a venir siempre que quieras. Y yo... creo que sí que quiero. Que me enseñes a leer, digo. No hace falta que mucho. Con un poco estará bien. - Mascullo, girándome algo incómodo en dirección a la salida.
El aire fresco elimina parte del bochorno que sentía, ante la idea de pedirle cualquier favor a Elora. Para bien o para mal, hemos sido completos desconocidos durante los últimos veintidós años. Dos décadas que he pasado sin fiarme de nadie, a sabiendas de que la traición era más barata que el resto de las monedas. Se me hace extraño la idea de tener de pronto alguien en quien apoyarme, especialmente al tratarse de una mujer. Una fémina libre e independiente, capaz de enfrentarse a las dificultades que la vida le ponga por delante.
- No hará falta que quemes nada. Es sólo que podemos apañárnoslas solos. Aunque nadie le dirá que no a ese banquete tuyo; lo que me has servido antes estaba espectacular, y todos estamos un poco cansados de comer cecina y tasajo. - Me encojo de hombros, ya que tampoco es nada extraño que a finales de invierno no queden provisiones frescas en la cueva. No crece nada vivo, y los escasos animales que quedan están advertidos sobre lo que ocurre si se adentran en el territorio de los Paine. - Aunque no seas una loba, no quiere decir que no seas parte de la manada. Somos una familia extraña, pero una familia después de todo. Con o sin pelo.
Siguiendo un impulso, desato una de las cuentas que cuelgan de las trenzas de mis cabellos. Es un dije de madera blanca, plana y redondeada. En él, puede apreciarse el perfil tallado de un lobo aullando, realista pese a tener un tamaño tan diminuto. Sin pensármelo demasiado, tomo una de las pálidas manos de la bruja para depositar la alhaja en él. Después, cierro sus dedos sobre ella, para evitar que se caiga y se pierda en el frondoso césped del jardín.
- Lo tallé yo cuando supe en qué me había convertido. No vale nada, pero considéralo un regalo mío. Para que nunca te olvides de que eres bienvenida en las cabañas, tan Paine como nosotros. Y seguramente, la más especial de todos.
Kethyr Paine- Licántropo Clase Baja
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Re: Lazos de sangre ~ priv.
El gesto de Keth la conmueve en lo más hondo. Es como el regalo que le hizo Xar, un colgante con magia impregnada en su piedra, que cambiaría de color si a la cazadora le pasaba algo, así podía estar tranquila cuando salía de caza. Sus regalos solían ser así, llenos de significados, como el tatuaje en forma de ancla que llevaba en el hueso de la cadera, porque Xar era su ancla, su hogar; o el de la hiedra que simbolizaba su unión, cómo se aferraban una a la otra. Por su parte Elora le regaló a Xaryne en navidad un anillo para su cuchillo de ébano que al engarzarlo permitía maldecir las almas de los seres que sesgaba y asegurarse de que jamás pisarían la tierra jamás de nuevo.
pero esa cuenta pequeña y plana con un lobo grabado era un detalle tan significativo, tan cargado de simbología, de sentimientos, de historia y sobre todo de una emotividad que a la bruja le podía. Todo lo que había querido en su vida era un cariño inmutabvle, el de una familia, o un amor, o una amistad...lo que fuera pero que no la abandonara. Y esos gestos la tocaban en lo más hondo. Cerró la mano tras mirarla y le dio un abrazo a Kethyr, uno que no fue incómodo ni corto.
— iré mañana a echar un vistazo, llevaré el almuerzo. Aún me acuerdo cuando le dejaba a Leif bocadillos de carne en una cesta, porque no quería ni verme.— sonrió entre dientes.— .se ha vuelto civilizado¿Qué sabes de esa misteriosa mujer que al parecer ha hecho que cambie esa actitud?
Desabrochó la cadenita que anudaba a su cuello y que portaba el medallón en forma de corazón que le regaló Xar y engarzó la cuenta en ella, de forma que ahora lucían ambos sobre el pecho de Elora. Se la colocó de nuevo y pasó los dedos por encima. Fueron caminando de nuevo hacia la casa pero pasaron por el establo primero.
— Llévate un caballo para volver si quieres, yo he tenido que aprender a montar porque Xar se empeñó pero...¿¿tú te crees?? qué vergüenza!! me obligó a ponerme pantalones y es horroroso, son muy incómodos!! esos bichos se mueven mucho y el suelo está muy lejos, y normalmente no les gustamos.— se refería a su condición de bruja negra, que desprendía un aura que los animales no solían aceptar con agrado.— excepto a éste.— le señaló el bayo que le trajo Xar y que era muy manso, había pertenecido a otro brujo.— es el mío, se llama Fulgrim, como el dios del rayo de una historia. Aquel es Zaros, es el de Xar..— Le puso la mano en el hombro.— Ah... tengo muchas ganas de que la conozcas. Ella es cazadora,y tozuda como una mula, a veces rabiosa como una furia pero cuando la conoces un poco, verás que es... es genial. Es divertida, es leal, es la persona más maravillosa del mundo.
No podía negar que su sonrisa tenía dueña, sus ojos no veían más allá de los cambiantes de su alma gemela, sus palabras cambiaban de tono a otro más cálido cada vez que la nombraba. Miró a Kethyr un instante preguntándose si él habría amado alguna vez así, con esa fuerza, con esa necesidad de que no acabe nunca, con la seguridad de querer una y mil vidas al lado de esa persona.— sé que es raro, dos mujeres... sé que Leif no lo aprueba pero... si me dijeran que contase la historia de mi vida, ésta empezaría en el día que la conocí. Vendréis a la boda ¿verdad? el viejo me prometió que me casaría él, que es capitán y tiene rango de autoridad.
pero esa cuenta pequeña y plana con un lobo grabado era un detalle tan significativo, tan cargado de simbología, de sentimientos, de historia y sobre todo de una emotividad que a la bruja le podía. Todo lo que había querido en su vida era un cariño inmutabvle, el de una familia, o un amor, o una amistad...lo que fuera pero que no la abandonara. Y esos gestos la tocaban en lo más hondo. Cerró la mano tras mirarla y le dio un abrazo a Kethyr, uno que no fue incómodo ni corto.
— iré mañana a echar un vistazo, llevaré el almuerzo. Aún me acuerdo cuando le dejaba a Leif bocadillos de carne en una cesta, porque no quería ni verme.— sonrió entre dientes.— .se ha vuelto civilizado¿Qué sabes de esa misteriosa mujer que al parecer ha hecho que cambie esa actitud?
Desabrochó la cadenita que anudaba a su cuello y que portaba el medallón en forma de corazón que le regaló Xar y engarzó la cuenta en ella, de forma que ahora lucían ambos sobre el pecho de Elora. Se la colocó de nuevo y pasó los dedos por encima. Fueron caminando de nuevo hacia la casa pero pasaron por el establo primero.
— Llévate un caballo para volver si quieres, yo he tenido que aprender a montar porque Xar se empeñó pero...¿¿tú te crees?? qué vergüenza!! me obligó a ponerme pantalones y es horroroso, son muy incómodos!! esos bichos se mueven mucho y el suelo está muy lejos, y normalmente no les gustamos.— se refería a su condición de bruja negra, que desprendía un aura que los animales no solían aceptar con agrado.— excepto a éste.— le señaló el bayo que le trajo Xar y que era muy manso, había pertenecido a otro brujo.— es el mío, se llama Fulgrim, como el dios del rayo de una historia. Aquel es Zaros, es el de Xar..— Le puso la mano en el hombro.— Ah... tengo muchas ganas de que la conozcas. Ella es cazadora,y tozuda como una mula, a veces rabiosa como una furia pero cuando la conoces un poco, verás que es... es genial. Es divertida, es leal, es la persona más maravillosa del mundo.
No podía negar que su sonrisa tenía dueña, sus ojos no veían más allá de los cambiantes de su alma gemela, sus palabras cambiaban de tono a otro más cálido cada vez que la nombraba. Miró a Kethyr un instante preguntándose si él habría amado alguna vez así, con esa fuerza, con esa necesidad de que no acabe nunca, con la seguridad de querer una y mil vidas al lado de esa persona.— sé que es raro, dos mujeres... sé que Leif no lo aprueba pero... si me dijeran que contase la historia de mi vida, ésta empezaría en el día que la conocí. Vendréis a la boda ¿verdad? el viejo me prometió que me casaría él, que es capitán y tiene rango de autoridad.
Elora Paine- Hechicero Clase Baja
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Re: Lazos de sangre ~ priv.
No veo venir el gesto de Elora, ni siquiera cuando la bruja inspira profundamente con los ojos más brillantes de lo habitual. En el lugar del que vengo, los gestos de cariño eran más bien escasos, forzados. Reservados para cumpleaños y llantos, debido al hastío físico que arrastraban a diario las prostitutas. Podría contar con los dedos de mi mano la de veces que mi madre me había besado el último año; la de abrazos que me había proporcionado desde que empecé con un trabajo de adulto. Por ello, me sorprendo al ver cómo los brazos de la bruja rodean mi pecho; cómo su cabeza se apoya suavemente sobre mi hombro. Un abrazo cálido y -extrañamente- reconfortante, al que respondo abrazándola delicadamente a mi vez.
- Hueles bien - Musito inconscientemente, más para mi que para ella. El aroma de Elora es tan fresco como fragante, matizado por notas florales que me recuerdan a lo más profundo del bosque. Es un olor que empiezo a asociar con el hogar, con la familia. Y con la hermana que no sabía que quería hasta que descubrí que existía. - Quiero decir. Para ser una bruja nigromante que levanta muertos y todo eso. Y eso me recuerda... - Me separo lentamente de Elora, rascándome levemente la nuca con la diestra. - Reydek chocó el otro día con una criada por la calle. Como le hirieron ayudando a nosequién, se le abrieron las heridas, y la chica se ofreció a cosérselas de nuevo en la casa de su señora. Pues bien, al volver, me dijo que había olido la esencia de Leif en ese hogar. Y que la casa apestaba a hechicería. - Esbozo una media sonrisa al recordar la historia de la maldición de Edora. Al parecer, el alfa de los Paine tiene una pequeña fijación con las brujas. Son su piedra particular, con la que no deja de tropezar una y otra vez. - Ah, sí, Reydek me contó algo más; que la criada no paraba de susurrar que no le haría gracia a la señorita Aletheia encontrárselo allí. Algo que comprendo perfectamente; todavía me cuesta acostumbrarme a encontrármelo yo. Seguro que ese es el nombre de la mujer, sea lo que sea que tiene con Leif -a lo mejor sólo son negocios, quién sabe-. La conoces? Si tiene criados, tiene que tener dinero. Seguro.
Palmeo levemente el flanco de uno de los caballos, todavía pensativo. El animal, de un bonito color canela, gira su cuello en un intento por olfatearme. Para ver si soy de fiar, supongo. O por si le he traído comida.
- Si la tuviera me la habría comido yo, amigo. - Le susurro, sin dejar de acariciar al animal. Acariciar rítmicamente su pelaje resulta agradable, hipnotizante. Casi tanto como cepillarlo, tal y como hacía con los caballos de los señores de los almacenes del puerto.- De hecho, si tuviera que escoger entre tú y la cecina, acabarías perdiendo la apuesta. Estás mejor aquí que en el bosque, caballito. Creé me, si fuera tú, no querría que ningún Paine me sacara de aquí.
Rasco al animal por última vez en el morro, antes de marcharme de los establos en pos de Elora. La bruja está hablándome de Xaryne, la misteriosa cazadora que ha sido capaz de conquistar su corazón. No puedo negar que siento curiosidad por saber cómo será; por conocerla, a ella, a su actitud y a su manera de pensar. Es la única manera de poder preveer la reacción de alguien; saber qué es lo que le mueve, y qué es lo que quiere conseguir. No me gustan las incógnitas, y ahora que empiezo a conocer por fin a mi familia, que continúe habiendo una desconocida en la ecuación hace tambalearse mi mundo. En el que la estabilidad, lo único que he deseado siempre, es tan escasa como el dinero.
- No tienes que justificarte - Le digo a mi hermana, cuando me mira fijamente con sus grandes ojos oscuros. Parece estar buscando algo en los míos, ¿aprobación? No, debe de ser otra cosa. Otra que ahora mismo no alcanzo a adivinar. - A mi me da igual que seáis dos mujeres; puede que porque en el ambiente en el que me he criado, las mujeres sólo confiaban en sus compañeras o hijos. Lo que más raro encuentro es que os caséis, pero me acostumbraré. Y por supuesto que iré a la boda; especialmente si eres tú quien pone la comida.
En ese instante, todavía sonriendo, es cuando las piezas encajan en mi mente. La precipitada desaparición de Leif, su viaje a África; el hecho de que Reydek topase con su aroma en casa de una hechicera. La boda de Elora con una mujer; la oferta de su padre de ser quien la celebre. La insistencia del viejo lobo de mar en saber si su tripulación todavía le recordaba. No sé cómo no lo he visto antes; supongo que porque no llevo el tiempo suficiente entre ellos. Pero cuanto más lo pienso, más seguro estoy. Y algo en mi interior me dice que no estoy equivocado.
- Ha ido a por el Warrior. Por eso se ha marchado a África - Le revelo a Elora, deteniéndome de pronto. - Es lo único que tiene sentido. Porque no podía casaros a ti y a tu cazadora siendo un capitán sin barco. Y lo más probable es que se haya llevado a la bruja. Imagino que para hechizar a su tripulación si no está dispuesta a devolverle lo que es suyo.
- Hueles bien - Musito inconscientemente, más para mi que para ella. El aroma de Elora es tan fresco como fragante, matizado por notas florales que me recuerdan a lo más profundo del bosque. Es un olor que empiezo a asociar con el hogar, con la familia. Y con la hermana que no sabía que quería hasta que descubrí que existía. - Quiero decir. Para ser una bruja nigromante que levanta muertos y todo eso. Y eso me recuerda... - Me separo lentamente de Elora, rascándome levemente la nuca con la diestra. - Reydek chocó el otro día con una criada por la calle. Como le hirieron ayudando a nosequién, se le abrieron las heridas, y la chica se ofreció a cosérselas de nuevo en la casa de su señora. Pues bien, al volver, me dijo que había olido la esencia de Leif en ese hogar. Y que la casa apestaba a hechicería. - Esbozo una media sonrisa al recordar la historia de la maldición de Edora. Al parecer, el alfa de los Paine tiene una pequeña fijación con las brujas. Son su piedra particular, con la que no deja de tropezar una y otra vez. - Ah, sí, Reydek me contó algo más; que la criada no paraba de susurrar que no le haría gracia a la señorita Aletheia encontrárselo allí. Algo que comprendo perfectamente; todavía me cuesta acostumbrarme a encontrármelo yo. Seguro que ese es el nombre de la mujer, sea lo que sea que tiene con Leif -a lo mejor sólo son negocios, quién sabe-. La conoces? Si tiene criados, tiene que tener dinero. Seguro.
Palmeo levemente el flanco de uno de los caballos, todavía pensativo. El animal, de un bonito color canela, gira su cuello en un intento por olfatearme. Para ver si soy de fiar, supongo. O por si le he traído comida.
- Si la tuviera me la habría comido yo, amigo. - Le susurro, sin dejar de acariciar al animal. Acariciar rítmicamente su pelaje resulta agradable, hipnotizante. Casi tanto como cepillarlo, tal y como hacía con los caballos de los señores de los almacenes del puerto.- De hecho, si tuviera que escoger entre tú y la cecina, acabarías perdiendo la apuesta. Estás mejor aquí que en el bosque, caballito. Creé me, si fuera tú, no querría que ningún Paine me sacara de aquí.
Rasco al animal por última vez en el morro, antes de marcharme de los establos en pos de Elora. La bruja está hablándome de Xaryne, la misteriosa cazadora que ha sido capaz de conquistar su corazón. No puedo negar que siento curiosidad por saber cómo será; por conocerla, a ella, a su actitud y a su manera de pensar. Es la única manera de poder preveer la reacción de alguien; saber qué es lo que le mueve, y qué es lo que quiere conseguir. No me gustan las incógnitas, y ahora que empiezo a conocer por fin a mi familia, que continúe habiendo una desconocida en la ecuación hace tambalearse mi mundo. En el que la estabilidad, lo único que he deseado siempre, es tan escasa como el dinero.
- No tienes que justificarte - Le digo a mi hermana, cuando me mira fijamente con sus grandes ojos oscuros. Parece estar buscando algo en los míos, ¿aprobación? No, debe de ser otra cosa. Otra que ahora mismo no alcanzo a adivinar. - A mi me da igual que seáis dos mujeres; puede que porque en el ambiente en el que me he criado, las mujeres sólo confiaban en sus compañeras o hijos. Lo que más raro encuentro es que os caséis, pero me acostumbraré. Y por supuesto que iré a la boda; especialmente si eres tú quien pone la comida.
En ese instante, todavía sonriendo, es cuando las piezas encajan en mi mente. La precipitada desaparición de Leif, su viaje a África; el hecho de que Reydek topase con su aroma en casa de una hechicera. La boda de Elora con una mujer; la oferta de su padre de ser quien la celebre. La insistencia del viejo lobo de mar en saber si su tripulación todavía le recordaba. No sé cómo no lo he visto antes; supongo que porque no llevo el tiempo suficiente entre ellos. Pero cuanto más lo pienso, más seguro estoy. Y algo en mi interior me dice que no estoy equivocado.
- Ha ido a por el Warrior. Por eso se ha marchado a África - Le revelo a Elora, deteniéndome de pronto. - Es lo único que tiene sentido. Porque no podía casaros a ti y a tu cazadora siendo un capitán sin barco. Y lo más probable es que se haya llevado a la bruja. Imagino que para hechizar a su tripulación si no está dispuesta a devolverle lo que es suyo.
Kethyr Paine- Licántropo Clase Baja
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Re: Lazos de sangre ~ priv.
De pronto todo tenía sentido: Leif tenía una novia, alguien que le resultaba importante de alguna forma, quizás fuera por pragmatismo como decía Keth, porque era una bruja y su padre tenía aversión a las brujas pero a saber. Quizás de verdad hubiera encontrado alguna mujer que le había devuelto las ganas de tener pareja, a su modo, como todo lo que hacía Paine, pero más valía así, ya era una cambio; uno positivo.
Dijo que había ido a África a por el Warrior porque necesitaba un barco para poder casarlas. Eso le produjo una profunda ternura, al final iba a resultar que el feroz capitán pirata tenía sentimientos delicados por su hija. No podía estar más orgullosa de ser su vástago que en ese preciso instante.
— Kethyr eso es...— se quedó pensativa, ordenando las ideas en su cabeza.— eso es... estupendo. No ha querido saber nada del mar porque temía su maldición, y el hecho de que quiera recuperar su barco es... sorprendente, pero sorprendente en la forma positiva. Esa mujer ha conseguido algo mucho más importante de lo que crees. Padre echa de menos el mar, terriblemente. Lo he visto sufrir, emborracharse hasta caer fundido, golpear, morder y matar por esa rabia homicida que lo domina... y está tratando de buscar solucions alternativas a la aniquilación de todo y de él mismo... es...guau. Quiero conocerla, ya!! pero claro están en África... habrá que esperar.
El caballo del establo está relajado en presencia de Keth, cosa que le extraña porque no deja de ser un lobo, un depredador dispuesto a zampárselo, así que debería al menos estar desconfiado. pero es que Kethyr tiene ese efecto, esa aura. Hablando del aura... se queda mirando a su hermano unos momentos, analizándola.
— ¿Sabes Keth? tienes un aura bonita. Es azul y anaranjada, como un atardecer sobre el mar. Es muy distinta de la de Reydek y de la de padre. Las suyas se tiñen de rojos y bermellones, se mueven y se agitan rabiosas, pero la tuya es reconfortante. No tengo ni idea de cómo es la mia, pero supongo que será negra como la de todos los nigromantes, por eso los animales nos rehuyen, en cambio tú le caes bien al caballo.
Cuando le dijo que en el ambiente donde había crecido las mujeres eran protagonistas de sus propios pasos, entendió que al menos ese Paine había visto desde pequeño lo que era convivir con féminas y siempr etendría un punto de vista más abierto y menos machista que el de los demás hombres. Era realmente una combinación rara y curiosa, hombre, lobo, humano tierno y animal feroz...
— ¿y tú qué? no tienes a alguien especial por ahi? no puede ser!! los Paine se jactan de dejar un montón de ligues suspirando tras ellos...venga, va, afloja la lengua!! que quiero saberlo!!
Sonrió con cierta malicia mientras se encaminaban hacia la puerta de salida, ya que no quería llevarse el caballo y le había comentado que se quedaría sólo un ratito. Había sido una mañana muy productiva y estaba deseando compartir más ratos así con su hermano, le caía bien y sentíq ue podía confiar en él.
Dijo que había ido a África a por el Warrior porque necesitaba un barco para poder casarlas. Eso le produjo una profunda ternura, al final iba a resultar que el feroz capitán pirata tenía sentimientos delicados por su hija. No podía estar más orgullosa de ser su vástago que en ese preciso instante.
— Kethyr eso es...— se quedó pensativa, ordenando las ideas en su cabeza.— eso es... estupendo. No ha querido saber nada del mar porque temía su maldición, y el hecho de que quiera recuperar su barco es... sorprendente, pero sorprendente en la forma positiva. Esa mujer ha conseguido algo mucho más importante de lo que crees. Padre echa de menos el mar, terriblemente. Lo he visto sufrir, emborracharse hasta caer fundido, golpear, morder y matar por esa rabia homicida que lo domina... y está tratando de buscar solucions alternativas a la aniquilación de todo y de él mismo... es...guau. Quiero conocerla, ya!! pero claro están en África... habrá que esperar.
El caballo del establo está relajado en presencia de Keth, cosa que le extraña porque no deja de ser un lobo, un depredador dispuesto a zampárselo, así que debería al menos estar desconfiado. pero es que Kethyr tiene ese efecto, esa aura. Hablando del aura... se queda mirando a su hermano unos momentos, analizándola.
— ¿Sabes Keth? tienes un aura bonita. Es azul y anaranjada, como un atardecer sobre el mar. Es muy distinta de la de Reydek y de la de padre. Las suyas se tiñen de rojos y bermellones, se mueven y se agitan rabiosas, pero la tuya es reconfortante. No tengo ni idea de cómo es la mia, pero supongo que será negra como la de todos los nigromantes, por eso los animales nos rehuyen, en cambio tú le caes bien al caballo.
Cuando le dijo que en el ambiente donde había crecido las mujeres eran protagonistas de sus propios pasos, entendió que al menos ese Paine había visto desde pequeño lo que era convivir con féminas y siempr etendría un punto de vista más abierto y menos machista que el de los demás hombres. Era realmente una combinación rara y curiosa, hombre, lobo, humano tierno y animal feroz...
— ¿y tú qué? no tienes a alguien especial por ahi? no puede ser!! los Paine se jactan de dejar un montón de ligues suspirando tras ellos...venga, va, afloja la lengua!! que quiero saberlo!!
Sonrió con cierta malicia mientras se encaminaban hacia la puerta de salida, ya que no quería llevarse el caballo y le había comentado que se quedaría sólo un ratito. Había sido una mañana muy productiva y estaba deseando compartir más ratos así con su hermano, le caía bien y sentíq ue podía confiar en él.
Elora Paine- Hechicero Clase Baja
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Fecha de inscripción : 04/04/2016
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Re: Lazos de sangre ~ priv.
- De no ser porque me parezco a Leif, tendríais razones para dudar de si soy un Paine de verdad. Ya sabes, por eso de que le gusto a los caballos, tengo una aura distinta, o que a las chicas les falta cambiarse de acera cuando se cruzan conmigo por la calle. - Bromeo, guiñándole un ojo a mi hermana. - No te mentiré: he estado con varias mujeres a lo largo de mi vida. Y -si se lo dices a Leif tendrás un problema conmigo- también con algunos hombres. Pero no han sido más que noches aisladas. Instantes en los que satisfacer ciertas necesidades tan instintivas como básicas. Ni siquiera recuerdo sus rostros, o sus nombres. Porque no significaron nada para mi.
Mientras conversamos, nuestros pasos nos llevan a la reja de la entrada. Es un buen momento para que vuelva a la cueva; todavía no es mediodía, lo que significa que podré aprovechar algunas horas antes de la comida para continuar trabajando en las cabañas. Si tengo suerte, Reydek estará ya despierto, y podrá ayudarme con lo más complicado. Pero lo más probable es que se haya marchado de nuevo, dejándome solo con la tarea de construir algo que se parezca mínimamente a un hogar.
Girándome hacia a Elora, alargo mi diestra en su dirección, titubeante. Dudo unos instantes antes de decidir que no tengo que pedir permiso para tocarla; que mi contacto no va a molestarla, o al menos, no lo suficiente para que no vuelva a hablarme de nuevo. Delicadamente, deslizo las yemas de mis dedos por el perfil de su mandíbula, en una caricia silenciosa. Es mi manera de despedirme, de decirle lo mucho que ha significado para mi que haya estado dispuesta a considerarme parte de su familia.
- Nos vemos en la boda, hermana. - Le digo, antes de atravesar la puerta principal en dirección a la calle. - Y recuerda que puedes venir al bosque siempre que quieras.
Una vez pronunciadas las últimas palabras, echo a correr en dirección a la foresta. Quiero sentir el ardor del ejercicio en mis músculos antes de volver al trabajo, y despejar mi mente para poder analizar detenidamente lo que ha sucedido esta mañana.
Mientras conversamos, nuestros pasos nos llevan a la reja de la entrada. Es un buen momento para que vuelva a la cueva; todavía no es mediodía, lo que significa que podré aprovechar algunas horas antes de la comida para continuar trabajando en las cabañas. Si tengo suerte, Reydek estará ya despierto, y podrá ayudarme con lo más complicado. Pero lo más probable es que se haya marchado de nuevo, dejándome solo con la tarea de construir algo que se parezca mínimamente a un hogar.
Girándome hacia a Elora, alargo mi diestra en su dirección, titubeante. Dudo unos instantes antes de decidir que no tengo que pedir permiso para tocarla; que mi contacto no va a molestarla, o al menos, no lo suficiente para que no vuelva a hablarme de nuevo. Delicadamente, deslizo las yemas de mis dedos por el perfil de su mandíbula, en una caricia silenciosa. Es mi manera de despedirme, de decirle lo mucho que ha significado para mi que haya estado dispuesta a considerarme parte de su familia.
- Nos vemos en la boda, hermana. - Le digo, antes de atravesar la puerta principal en dirección a la calle. - Y recuerda que puedes venir al bosque siempre que quieras.
Una vez pronunciadas las últimas palabras, echo a correr en dirección a la foresta. Quiero sentir el ardor del ejercicio en mis músculos antes de volver al trabajo, y despejar mi mente para poder analizar detenidamente lo que ha sucedido esta mañana.
Kethyr Paine- Licántropo Clase Baja
- Mensajes : 58
Fecha de inscripción : 21/01/2017
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