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PARÍS, FRANCIA
AÑO 1842

Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.

Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.

¿Estás dispuesto a regresar más doscientos años atrás?



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Mensaje por Ylithia Kürnberger Miér Nov 07, 2012 6:56 pm

Los tiempos pasan a través de los años y definitivamente no dejan que estos pasen desapercibidos, al igual, la familia no deja de ser importante y ni siquiera los años son capaces de borrar desde las entrañas los recuerdos que nos mantienen atados a ella. Tal cual fue mi historia, aunque menos trágica, no esperaba dulces, ni bombones, tampoco ser recibida con terciopelo por el mundo para que los golpes doliesen menos, no…Es más fuerte el deseo de la sangre, sí, más fuertes son los lazos que está ejecuta a través de nosotros y que no difiere si se trata de nuestra propia familia.

He seguido el rastro de la única superviviente, del lazo que me aferra al mundo como si fuese lo último que me quedase por luchar. El motivo o la razón no sé qué nombre darle, he presenciado a lo largo de los años la perdida de mis seres queridos, la maldición de Caín cae sobre mí como si fuese primordialmente lo único que pagase, pero dentro de la inmortalidad también pagamos además de perdidas la oportunidad de vivir más de la cuenta con un gramo de felicidad…lo perdí todo, pero no a ella.

Escocia, Castillo de Edimburgo tiempo actual.

Siguiendo sus pasos he llegado hasta el final de mi camino, finalmente pude percatarme de su nombre y reconocí su voz, es tan parecida o tan diferente a cualquier miembro que haya pertenecido a la antigua familia. ¡Como desearía Astrea que estuvieses aquí!, mis manos agarrotadas se envuelven en el satín fino de mis guantes, nosotros no sentimos el frío tan sólo hambre…mucha hambre. Los ojos de los aldeanos se clavan en mí y en mi estúpida belleza, que no pasa desapercibida, al menos que un velo negro cubriese mi rostro y aún con aquello cubierto sigo dudando de que esto lograra pasar.

La piel blanca como el mármol resalta a la luz de la luna y mis labios rojos se relamen lentamente bajo mi lengua degustando el último calor de la sangre sostenido en mi boca ¡Que delicia! Y que maldición…

Me detengo exactamente en el umbral del castillo, justo cuando se ha ocultado el sol, justo cuando sus rayos no lastiman más la carne, en ese momento he salido de entre los muertos para entrevistarme con el único lazo que nos queda a mi familia y a mi…Marianne. Mis ojos divagan con recelo mirando la estructura y es una pequeña silueta la que llama mi atención entre el más grande de los ventanales, suponiendo la habitación principal del lugar y la recamara de los reyes. Es ahí donde mis ojos inyectados por la angustia, el frenesí, la frustración y también de algo muy cercano a la tranquilidad embargan los sentidos potenciados, aumentados y contenidos por la bestia que llevo dentro.

Me proyecto con cautela sobre el balcón en un ágil salto, algo tan poco inusual en mi persona, pero tan necesario como para enfrentar al pasado, el presente y el futuro…¿Cuánto más tendré que esperar? ¡No! Es incuestionable.

Observo entre los ventanales las luces de las velas que titilan uniformemente dentro de la habitación y tres siluetas más que asisten a otra más pequeña y delgada, sonrió con osadía dando dos pasos a mis costados para reacomodar mi cuerpo sobre el balcón y contemplar la vista; un cuarto menguante y el cielo hermosamente despejado, al horizonte se bañan las montañas de aquel resplandor del astro y yo tan sólo espero ser interrumpida por su curiosidad lanzando un suspiro lo suficientemente audible para ella.

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Mensaje por Marianne Cromwell Dom Nov 25, 2012 9:15 am

"Familia: Tronco común del cual
desciende un grupo unido por la sangre.
La unión filial no está en las venas,
está en la mente..."

Un día más acaecido en el castillo de Edimburgo, uno frío en su totalidad. Los copos de nieve van cayendo sin piedad en la enorme Escocia, sobre todo ahí, donde la nueva reina se dedica a resguardarse de él ayudada por mucamas y damas de compañía, quienes obedecen las órdenes de un Rey, pero terminan haciéndolo con gusto. No pueden evitarse las comparaciones entre ambas reinas. La otra, tenía mucho gusto en las ropas,. pero era déspota, altiva, temeraria, fuerte y capaz de destruir en caso de considerar que alguien le ofendía o lo haría en el futuro. Ésta, es igual en el gusto por la moda, pero ella misma indica a los que la visten cómo quiere los vestidos, cómo las combinaciones, sabedora desde el primer momento de qué tipo de líneas son más acordes a su figura y no sólo eso, es más amable, mucho más joven, con esa calidez propia de los españoles y que es un reflejo de la escocesa, risueña, cariñosa y atenta a los detalles en lo que respecta al Monarca. Desde cómo quiere que sea almidonada la ropa de cama, hasta cuidando los detalles con unos guantes con forro cálido en el interior, los zapatos lustrosos, el desayuno con un zumo de naranja o de mandarina. Esos pequeños gestos como muestra del amor que le tiene.

Esta reina es un contraste muy fuerte, tanto que la misma gente lo demuestra. Con su antecesora, hubo problemas en cuanto a que ella era una plebeya y no debería haberse casado con el Rey. Era una mujer que no se acercaba a su pueblo, arrogante y despectiva, mantenía una gran distancia con todos. No había quien pudiera tener una posición privilegiada a su lado. En cambio, la actual consorte de Su Majestad era muy cálida, humanitaria, logrando incluso introducir en la agenda del Monarca algunos documentos para la creación de albergues, de orfanatos, de escuelas de oficios, de desayunadores comunitarios donde ella misma realizaba fiestas donde se ofrecían diseños propiedad de su Casa de Modas que eran subastados al mejor postor y el dinero se iba al mantenimiento de dichos lugares. En su último cumpleaños, había sido capaz de sonreírle al Rey y pedirle de regalo no joyas, no dinero, no bienes inmuebles... si no, la construcción de dos hogares de acogida para los niños desamparados de Edimburgo y Glasgow. Se acercaba a su pueblo, haciendo audiencias todos los lunes en la mañana, el día más ocupado en la agenda del Monarca y donde ella los primeros meses se pasaba ociosa al no tener obligaciones. Así, ese día, escuchaba las peticiones de las personas, asegurándose de que llegaran a los responsables de darles solución o bien, resolviéndolas ella misma, llamando a aquéllos que podían auxiliarla a su presencia el siguiente lunes.

Esta Reina, en seis meses de matrimonio con el Rey, se había granjeado las ovaciones de las personas a su alrededor, incluyendo los nobles con quienes tenía reunión los lunes por la tarde. Tenía un buen juicio, era muy equilibrada e imparcial en sus comentarios y sugerencias, pero sobre todo, tenía clase noble. Aunque de inicio se le criticó por ser una bastarda, el reconocimiento del Rey de España y el consabido otorgamiento del título de "Infanta" lo resolvió todo. Todos hacían de la vista gorda, pero al paso del tiempo, la soberana tuvo el tacto de alisar todos los pliegues de la prenda y ganarse su afecto y admiración. Así era Marianne De Castilla, ahora Cromwell... Y es un lunes por la noche cuando ella llega a sus habitaciones agotada, donde a pesar de estar afuera nevando, la chimenea está encendida y su habitación cálida. Los pormenores de la última reunión con uno de los Duques aún están siendo digeridos por la Monarca quien pidió algo de tiempo a su interlocutor para dialogar con el Rey en busca de una solución a su solicitud de un desvío de un afluente del río para que su ducado pueda disfrutar de agua fresca.

Las ropas son lento desprendidas y su figura va perdiendo los aditamentos y accesorios propios de su status, las joyas son resguardadas en cajas fuertes, cuidadas por guardias, las prendas llevadas a lavar y luego, a un enorme salón donde la Monarca gusta ir para modificarlas. No gasta dinero comprándose nuevas galas, sólo toma de base las antiguas para darles un nuevo giro revolucionario y dejarlas impolutas sin que nadie pueda reconocer que ese vestido ya había sido usado por ella. Un pequeño capricho que el Rey en ocasiones le hacía ver que no era necesario hacer eso, pero para ella era prioridad no gastar demasiado. El dinero que le sobraba de su asignación mensual, era enviado también a Club Louvier para su mantenimiento a pesar de que por sí mismo, era un negocio rentable. Lanza un suspiro cuando le es deshecho el peinado y le dan un masaje por la cabeza con aceites con olor a manzana y canela... sonríe contenta dejando que las actividades del día se deslicen por la pendiente y se pierdan. Está en su refugio, no debe preocuparle nada.

Y así, relajada, es que escucha el suspiro. No es suyo y por la posición, tampoco es de las damas de compañía... Curioso. Entorna los ojos y observa por el espejo a las mujeres que la atienden, ninguna de ellas se dio cuenta al parecer con excepción de Nastia. ¿Quién será? No puede prescindir de la presencia de las damas con excepción de Nastia quien es la única que puede comprender las ocupaciones sobrenaturales de la Reina porque ella misma es una cambiaformas enviada por Agharta para su protección. ¿Será algún sobrenatural? De seguro que sí, porque antes de llegar, Nastia hace una revisión a los aposentos de los Reyes para evitar cualquier disgusto. Los orbes azules de la Reina se encuentran con los castaños de la sobrenatural quien entiende de inmediato la situación. Empieza a echar fuera a las otras dos jóvenes y se asegura de que nadie la interrumpa en tanto que la Reina se coloca su abrigo de pieles más cálido y camina con los pies dentro de unos zapatos con forro de piel para calentar los dedos que en todo momento están helados. Una mala circulación. Se acerca al balcón y lo abre, para deslizarse afuera a pesar de los copos de nieve que caen uno tras otro. No va a permitirle la entrada a su habitación hasta no saber quién es y qué desea. El rostro de la joven Monarca mira a un lado y luego al otro hasta que su vista se posa en la figura. Activa un hechizo y nadie que voltée a ver hacia el balcón logrará notarlos, así se asegura de que no lleguen chismes a los oídos del Rey.

- Buena noche, sea bienvenido a Edimburgo. ¿Puedo ayudarle en algo? Aunque le sugiero que su presencia sea rápida, Su Majestad no tarda en llegar y no quiero resolver cuestiones sobre qué hace usted en nuestra recámara matrimonial - debe asegurarse de que el sobrenatural entiende lo delicado de su posición y si bien Vincent puede tardar un poco más, el tiempo del Monarca es solamente suyo. Él decide cuándo dar por finalizado el día y explicar el qué hace esta persona en tan íntimo lugar, no es algo que la joven Reina quiera hacer, todo lo contrario. Mientras menos dudas tenga Vincent sobre ella, mucho mejor podrá conducirse en su matrimonio. El ser parte de Agharta no significa perder su vida real. Tener un alter ego es parte de su herencia familiar, lo entiende bien, pero de verdad le gusta estar casada con el escocés a quien aprendió a amar profundamente. No quiere perder ésto por lo que le defenderá incluso de la misma Agharta. Es una pena que él no sea un sobrenatural, si no, las cosas serían tan diferentes...

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Mensaje por Ylithia Kürnberger Vie Dic 07, 2012 1:24 am

Escuché las palabras desde la primera vez en que ésta exhaló, su voz calmada, apacible canturreo como una melodía en mi cerebro y como la electricidad que se apropia de los cuerpos llenos de adrenalina, el corazón bombeo la sangre por cada una de las venas alertándome de su presencia. En el rostro pálido como era el mío sólo pude dibujar una mueca extraña entre desazón y alegría, podía abrazarla pero su reacción no resultaría la esperada, le asustaría, la alejaría y ese no era mi objetivo con aquella visita.

Me mantuve como una estatua bajo la nevada, los copos caían con cadencia sobre el cabello rojo humedeciéndolo, y aunque el clima frío era evidente, mi piel no la sentía, ni siquiera el tiempo, joven tal cual hace más de dos siglos, antigua como las más extraordinarias reliquias asistidas en los museos, pero a diferencia de aquellas obras de arte que sólo expresaban un poco de historia, en mí ya había toda una vida que contar.

Levanté el rostro aspirando el aire congelado y le solté suavemente, dirigí mis ojos hasta su anatomía para volver a aspirar un poco del oxígeno que poca falta me hacía para aclarar la mente – He vagado tanto tiempo…- callé y no evité ver su rostro, las facciones eran tan parecidas a varias mujeres de la familia tan longeva aún más que yo – He buscado todo ese tiempo, alguna sobreviviente…alguien que no estuviera condenada, a quien no estuviera encadenado por el tiempo, que no fuera sólo un recipiente, he buscado de verdad que he buscado la respuesta adecuada, el tiempo, el momento…al fin lo encontré…- alzando mis manos toque con ellas mis cabellos húmedos y sonreí apenas muy finamente - ¿Sabes que significa ser una flor que nace en un clima tan difícil como éste?...una flor en invierno, que florece y no se marchita a pesar de las circunstancias…-calmé a la lengua con un mordisco, debía ser prudente en cómo decir las cosas, el tiempo me había enseñado a ser discreta, mesurada, los recuerdos venían hasta mí entre imágenes, sonidos y muchas veces olores que eran casi imposibles de olvidar, recordaba las palabras de Astrea, tenía bastante razón en decir que el tiempo arreglaba cualquier situación, pero lo que no me dijo y sólo aprendí eso a base de golpes exasperados de la vida fue a conceder la libertad a los seres queridos.

Bajando la mirada logré ver mis pies pálidos que se perdían entre las telas del vestido, suspiré retomando la postura erguida de nueva cuenta y clave aquellos ojos dispersos y profundos también como las aguas inexploradas de los océanos – El tiempo para quien esperas aún no ha terminado, así que tendremos el suficiente para entablas ésta extraña conversación con una mujer que no conoces, que jamás has visto…pero que estoy segura algo de mi te parecerá inexplicablemente familiar…soy un libro abierto para tus preguntas, pero piensa bien que cuestionaras de mí, pues las respuestas no siempre suelen ser las que uno espera…Marianne…- hice una larga pausa que se mezcló con el momento incomodo entre ambas, con dudas y preguntas que logré ver inmiscuidas en su peculiar curiosidad, esa tan común en nuestros lazos familiares.

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Mensaje por Marianne Cromwell Sáb Dic 08, 2012 10:04 am

"Soy una oveja en el rebaño,
pero cuando el lobo se presenta ante mí y me dice:
"Hola hermana"

¿Qué soy entonces?"

Vivió grandes aventuras, desde crecer en el Nuevo Mundo, regresar y ser espectadora y protagonista de una guerra sin precedencias, encontrarse con sobrenaturales de los cuales sospechaba, hasta ser secuestrada por el Santo Padre y ser torturada para entregar una confesión de la cual ella desconocía todo. Volver y unirse a Agharta, ser una Minoica aunque su lugar desde el inicio el de Hiperboréana de los Humanos. Sobrevivir la muerte del hombre que empezaba a amar, la de sus mejores amigas. La de sus primas. Refugiarse en los brazos del Rey que ahora era su esposo. Tantos acontecimientos en tan sólo dos años de su vida, que ahora que tenía 20 y estaba a días de cumplir los 21, no sabía bien qué pensar. Ve en la mujer los rasgos que son un reflejo de los de Astrea y se pregunta si no será otra trampa. No es la misma joven que se encontrara en París. Tiene fuertes aliados, la magia circula a su alrededor, logra domarla aunque no ha hecho su verdadera prueba para ser nombrada propiamente Bruja.

Conoció gente que se hizo llamar "familia", pero que la distanciaba miles de años. Tíos, primos, ancestros, troncos comunes. Y ahora...

Mira a la tigresa de melena de fuego ante ella, no hay otra forma de definirla. Quizá como un fénix, pero nunca un ser mitológico pudo hacerle sentir tal fascinación, respeto y miedo, todo en un mismo momento. Tan sólo con observarla sabe que no es alguien a quien tomar con ligereza. Hay que prestarle atención no sólo a sus palabras, si no a cada uno de sus ademanes, gestos y miradas. Es una gran bestia capaz de atrocidades innombrables. ¿Una mujer lobo? No, porque no hay luna llena y porque los ha conocido y nadie en su forma humana causa esa sensación de desventaja que ella produce.

¿Una bruja? No, habla de tiempos pasados, de condenas. Una vampiresa. Y traga saliva al pensarlo. Ojalá no tenga hambre. Se muerde el labio inferior y se vuelve a sentir pequeña como cuando llegó a París la primera vez. Ante una imagen imposible de olvidar: la de la Catedral de Notre Dame y ella tan chiquita, pero ahora no es una edificación la que le hace sentir en desventaja: es un ser. Uno sobrenatural. Y aunque han pasado casi tres años desde esa vez en el lugar religioso, siente cómo le sudan las palmas de las manos y su corazón se acelera con violencia.

Para su sorpresa, una parte de ella reacciona y hace una reverencia. - Me lleva ventaja, señora. No sé quién sea y aunque sus palabras son sabias puesto que veo en usted un pequeño reflejo de mi estirpe, más tirando hacia algunos ancestros que propiamente a mi actual persona, me gustaría invitarla a pasar al salón que utilizo para agasajar a mis visitas. Mi esposo puede no estar al llegar, pero me enseñaron a ser hospitalaria. ¿Gustaría acompañarme? - señala con un ademán de la mano el interior de la habitación y ella misma la dirige, con pasos tranquilos entra a su recámara caminando hacia una puerta doble, que es abierta por la única sirvienta que aún queda. La sobrenatural que pareciera reconocer en Ylithia a una persona en quien confiar por lo que no impide que siga a su señora.

La habitación de junto es un agasajo a la vista, netamente femenina, puede notarse la mano de Marianne en las pequeñas flores que sufren de frío en esos jarrones, los adornos hechos a mano, las carpetas tejidas a ganchillo en las mesas, incluso algunos pequeños cuadros donde se encuentran algunos bocetos de lugares visitados con anterioridad. Algunos más de un gato horrible, otros de algunas jóvenes en las que se puede reconocer a quien fuera la Princesa del Sacro Imperio Romano. A la antigua Hiperbóreana Humana, el Rey de España, una pareja que sonríe con benevolencia. Puestos en marcos, están diseminados por toda la habitación: sobre muebles, mesitas, aunque hay dos en las paredes: uno pintado al óleo, de un lugar llamado "Nueva Galicia" que tiene un gran parecido a una de las partes favoritas de Astrea en Agharta y otro del Rey de Escocia, una visión propia de la mujer que le conoce, en una faceta diferente: más relajada, con una sonrisa torcida y un halo sobrenatural que le rodea. Marianne es reconocida por plasmar en sus dibujos la esencia de cada persona y Vincent no es la excepción. Hay algo en él que sugiere poder, una presencia innegable que hace pensar en tener cuidado de no provocarlo, donde la distancia está bien marcada a pesar de que tras ello, pueda verse la humanidad en él.

La joven gobernante le invita a tomar asiento en una silla frente a la suya, separada por una mesa de marfil. Todo el lugar está engalonado en tonos azules claros y algunos rosas. Incluso las alfombras combinan a la perfección. La chimenea encendida, las ventanas cerradas, aunque las cortinas están sujetas con listones en cuyos extremos están dibujadas con hilos del mismo tono algunas runas mágicas de protección, permitiendo ver cómo fuera del castillo los copos de nieve incrementan su volumen amenazando con una blanca mañana. La española coloca sus manos sobre sus piernas mirando cómo la dama de compañía les sirve solícita un té caliente para retirarse y cerrar las puertas tras ellas. - Cierto es que las preguntas son las llaves de una nueva visión que en ocasiones no es bienvenida. Dicen que el maestro llega cuando el alumno está listo. Y si hace tres años me hubieran dicho qué se avecinaba, no sé qué hubiera hecho. No tengo preguntas sabias, porque no soy una mujer de su experiencia, señora. Y sin embargo, sí tengo curiosidad como toda criatura viva. Sólo me pregunto algo... ¿En qué parte del árbol está usted? De mi árbol genealógico, claro - toma la jarra de leche para acercarla a la taza de su invitada, sabe que no comen, que no beben, pero ha tenido sus sorpresas con algunos, así que mejor ser educada.
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Mensaje por Ylithia Kürnberger Dom Ene 06, 2013 6:48 pm

En la mirada tenía un leve brillo de inocencia, la pureza que se conservaba en la sangre humana de mi familia. Era distinto verlo en los ojos de algo que estuviese vivo, un cuerpo que tenía sangre más por vida, sangre propia, color en las mejillas y aliento que llenaban los pulmones. Sus movimientos por más refinados que lograban parecer conservaban un pequeño halo de nerviosismo. Su olor me hacía repasar saliva con dificultad, la sed me aprisionaba la garganta quemándola como si fuese un fierro caliente el que la atravesara, intuye con precisión sus palabras, era de esperarse que no reaccionaria con el miedo de cualquier otro ser humano, su curiosidad era extremadamente halagadora, ella era tan similar a Astrea y bajo otras circunstancias tan diferente, pero a final de cuentas proveníamos del mismo lugar.

Acepté su invitación para pasar hacia el interior de la habitación, mis ojos se dirigieron hasta los de joven mujer que a diferencia de otras aún permanecía dentro, tal pareciera que era acreedora de una importante parte de confianza a razón de Marianne. Sonreí entrecerrando los ojos y desviando la mirada hasta la que era entonces Reina de Escocia. El camino nos llevó hasta un pequeño cuarto de estar más privado y acogedor, su decoración sencilla pero muy elegante me recordó a algunas estancias en dónde me había detenido para apreciar en Paris -Es extraño que a pesar de no saber mi nombre o quien soy, me invites a entrar hasta aquí…Creo que tu curiosidad viene de familia y tu confianza en otros también…yo así fui convertida, creí en quien no debía creer, le seguí hasta el fin de los tiempos y cuando no le serví más el decidió retirarse dejándome a expensas de un mundo que no conocía. Un mundo que, con el paso del tiempo iba evolucionando…- tomé asiento, mi cuerpo rígido apenas cedió a un poco de la cómoda tela y colchón del sillón, mi piel aún fría e impoluta como el mármol apenas logró calentarse con el calor de la lumbre en la chimenea, el fuego parecía haber encontrado una maraña de su misma especie en mis hebras pelirrojas y la chispa de la leña se encendía con la osadía misma de aquel elemento tan difícil de controlar.

-El tiempo ha pasado en mi cuerpo, ya siento el cansancio sobre mis hombros, hace más de dos siglos que camino en la búsqueda de respuestas o de algún indicio de que Astrea y nuestra familia, se encuentre bien…Sé que en este momento te das cuenta de dónde vengo…y que sabes que daño no te haré…- sellé mis labios con un pacto de profundo silencio, muy en el fondo estaba consciente de que conjeturaría con facilidad de dónde provenía y un poco de las razones que tenía para estar ahí muy a pesar de que el Rey de Escocia podría incluso dañar mi cuerpo, extinguirme. Dejándome a completa merced, corría ese riesgo, sabia de quien se trataba, pero ella, la familia que tenía era considerablemente más atrayente que la adrenalina, le arrancaría la cabeza, le sacaría el corazón y luego finalmente me lo comería.

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Mensaje por Marianne Cromwell Sáb Feb 02, 2013 9:11 am

"Todas las cuentas integran el collar,
sin importar su color."

El diálogo de la sobrenatural la hace parpadear y fruncir los labios. Tiene razón. Confió demasiado rápido en ella. Ladea la cabeza y toma la taza para darle un corto sorbo manteniendo los dedos sobre el calor que despide el objeto para entibiarlos. Parpadea acomodándose en la silla buscando las palabras adecuadas para explicarle la situación, que no tiene el menor de los miedos por su propia condición de bruja, que la guardia colocada a su disposición está entrenada para cualquier eventualidad, que la dama de compañía que les sirvió en realidad es una cambiaformas dispuesta a entregar su vida con tal que a la española no le hagan daño, pero considera que son sólo palabras. No puede dar una impresión de una mujer superficial que desprecia o bien, desestima a los que la rodean o se le presentan por primera vez sin tener las bases para ello. No debe ser así, por lo que mira el contenido de la taza antes de darle forma a sus ideas en simples palabras. - Cierto es que confié demasiado rápido en usted, mi curiosidad es mayor que mi miedo y en cierta forma le diré que es porque este lugar me genera confianza. Su gente, incluso me siento capaz de enfrentar a cualquier eventualidad y mi experiencia me hace saber que no importa si estoy en mi casa, en un lugar lleno de guardias, en una zona resguardada. Cuando el mal quiere atacar, quiere hacer daño, no importa dónde esté, llegará hasta mí.

Bebe otro pequeño trago y esta vez deja la taza sobre la mesa, para deslizar la yema de los dedos por las manos, dándoles un suave masaje en silencio mientras asiente pensativa. Así que busca a la Shamballah y al resto de su familia. Quizá debió seguir el camino de la otra rama de la familia, aquélla en la que la Elegida nació y por la cual obtuvo su poder. Una gran hechicera a quien Marianne no tuvo el gusto de conocer porque fue encontrada antes por la Inquisición y muerta entre sus manos. Un suspiro de pesar y sus ojos se encuentran con los de la leona, es impresionante su presencia, ni siquiera sus antiguos conocidos tenían tal forma de hacerse notar. La española se siente diminuta ante ella y no es por los siglos que de seguro tiene a cuestas, no. Es como si tuviera ante sí a una leona, un animal digno de reverencia, pero esta mujer es mil veces peor, porque es una vampiresa. - Empiezo a acostumbrarme a ésto, me han buscado varias personas desde hace ya dos años y medio. Unas para ver si era la Hechicera de la Estirpe. Otras porque soy descendiente directa de Astrea - se pone en pie y camina hacia la ventana mirando hacia afuera pensativa.

Su mano izquierda juguetea con el collar de perlas que usa el día de hoy, sus dedos se dedican a deslizar las esferas por la superficie de la yema para darse tranquilidad. Está nerviosa, cada aparición de un Aghartiano significa problemas en su vida cotidiana. Con normalidad ellos son parte de una gran guerra que se esconde a ojos de los humanos e incluso, de los sobrenaturales. La ciudad idílica, la búsqueda de un paraíso para los que no son humanos. Se pregunta si ella sólo viene por su propia curiosidad o por un fin diferente - Es usted una de las personas más enigmáticas que he tenido el placer de conocer, pero también tengo interés de saber qué es lo que usted busca - vuelve su mirada a ella y camina con tranquilidad hasta regresar a su asiento para colocarse en él con modales elegantes y muy relajados. Puede mentirle y no lo notaría. Puede engañarla y Marianne no se daría cuenta.

Podría matarla y de momento, nadie lo evitaría. A pesar de ello, aún sigue sentada ante ella, esperando a sus palabras. ¿Temeraria? Sí, pero sobre todo, al igual que Astrea, una espina se clavó en su interior: la del interés por conocer la verdad, de satisfacer su curiosidad. En eso, se parece a Astrea o quizá, ella había plantado en Marianne la semilla que atacaba siempre a todos sus descendientes: la del anhelo por obtener las respuestas.


*Mátame, me tardé mucho U_U Sorry
Marianne Cromwell
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