AÑO 1842
Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.
Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.
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Lazos familiares [privado]
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Lazos familiares [privado]
El carruaje se movía a buen ritmo sobre las diversas calles de la ciudad, conduciéndonos hacia la mansión de mis padres. Les había enviado una nota hace un par de horas por medio de mi cochero anunciándoles que iría a verles con un invitado. No escribí más detalles, prefería dárselos a conocer cuando estuviese frente a ellos. Imaginé que les sorprendería que quisiera verlos, hacía mucho tiempo que no lo hacía y era yo quien había interpuesto distancia entre nosostros desde el momento en que decidí pagar oro por lo que ahora era…
Mi mirada pensativa se perdió en el panorama que podía ver por la ventana del carruaje. Estaba sentada frente a Agarwaen que con buena disposición había aceptado un encuentro con mi familia. -Han transcurrido meses desde la última vez que vi a mis padres, y además… ellos no lo saben.- Mi mirada ahora buscó la azul cielo que me miraba intensamente desde el otro asiento, no era fácil hablar de estos temas, no solía abrirme con facilidad con respecto a mis cosas y hacerlo con él era una novedad a la que aún no me acostumbraba del todo.
-Ellos asumen que estoy demasiado ocupada con mis creaciones y mis exhibiciones… ya sabes, es a lo que me dedico, pinto y esculpo, es mi manera de expresarme y descargar todo lo que siento, siempre lo ha sido...- Hice una breve pausa antes de continuar. -Cuando adquirí la licantropía les alejé, pensé que sería lo mejor, mantenerles al margen de mis problemas de manera que estos nos les salpicasen de ninguna forma.- Al menos eso era lo que me había repetido a mi misma, que quería mantenerles a salvo, aunque también de una forma u otra era más fácil mantener alejados tanto a familiares como amigos, poco a poco me fui apartando de todos ellos y mi adquirida soledad se tornó parte de mi misma, me acostumbré a ella y en cierta forma llegó a gustarme.
Sonreí lentamente al mirarlo. -No tienes idea de las barreras que has derrumbado cazador.- Con un rápido movimiento lupino cambié de posición para estar sentada ahora sobre su regazo. -Dime otra vez que me quieres.- Exigí, con el ceño fruncido mientras mis dedos se detenían en su rostro, delineando con ellos sus apuestos rasgos. Lo quería y no me acostumbraba a la idea de que de ahora en adelante fuese mío, así que tenía que oírlo de su boca.
Mi aliento buscó al suyo manteniéndose cerca de sus labios mientras mis ojos indagaban la confirmación en la forma en que me miraba. Mis manos se pasearon sobre su pecho despacio, palpando los músculos adquiridos por sus incansables batallas. Mordí su labio inferior y sonreí de lado al sentir perfectamente como su cuerpo me respondía, acalorándonos a ambos en un preámbulo que tendría que hacerse esperar. -Hemos llegado.-
El carruaje se detuvo frente a la mansión en las afueras de la ciudad. Al bajar de el un amplio jardín bien cuidado, con árboles a los lados, arbustos podados y rosales blancos y amarillos nos dio la bienvenida. Me detuve para saludar al jardinero y otra vez algo más adelante, a escasa distancia del par de escalones del porche delantero. -¿Estás seguro de esto? Todavía podemos dar la media vuelta e irnos.- Lo contemplé unos segundos, no quería imponerle nada, quería que se sintiera cómodo y además, conocer a mis padres le otorgaba un tono bastante formal a lo nuestro…
Mi mirada pensativa se perdió en el panorama que podía ver por la ventana del carruaje. Estaba sentada frente a Agarwaen que con buena disposición había aceptado un encuentro con mi familia. -Han transcurrido meses desde la última vez que vi a mis padres, y además… ellos no lo saben.- Mi mirada ahora buscó la azul cielo que me miraba intensamente desde el otro asiento, no era fácil hablar de estos temas, no solía abrirme con facilidad con respecto a mis cosas y hacerlo con él era una novedad a la que aún no me acostumbraba del todo.
-Ellos asumen que estoy demasiado ocupada con mis creaciones y mis exhibiciones… ya sabes, es a lo que me dedico, pinto y esculpo, es mi manera de expresarme y descargar todo lo que siento, siempre lo ha sido...- Hice una breve pausa antes de continuar. -Cuando adquirí la licantropía les alejé, pensé que sería lo mejor, mantenerles al margen de mis problemas de manera que estos nos les salpicasen de ninguna forma.- Al menos eso era lo que me había repetido a mi misma, que quería mantenerles a salvo, aunque también de una forma u otra era más fácil mantener alejados tanto a familiares como amigos, poco a poco me fui apartando de todos ellos y mi adquirida soledad se tornó parte de mi misma, me acostumbré a ella y en cierta forma llegó a gustarme.
Sonreí lentamente al mirarlo. -No tienes idea de las barreras que has derrumbado cazador.- Con un rápido movimiento lupino cambié de posición para estar sentada ahora sobre su regazo. -Dime otra vez que me quieres.- Exigí, con el ceño fruncido mientras mis dedos se detenían en su rostro, delineando con ellos sus apuestos rasgos. Lo quería y no me acostumbraba a la idea de que de ahora en adelante fuese mío, así que tenía que oírlo de su boca.
Mi aliento buscó al suyo manteniéndose cerca de sus labios mientras mis ojos indagaban la confirmación en la forma en que me miraba. Mis manos se pasearon sobre su pecho despacio, palpando los músculos adquiridos por sus incansables batallas. Mordí su labio inferior y sonreí de lado al sentir perfectamente como su cuerpo me respondía, acalorándonos a ambos en un preámbulo que tendría que hacerse esperar. -Hemos llegado.-
El carruaje se detuvo frente a la mansión en las afueras de la ciudad. Al bajar de el un amplio jardín bien cuidado, con árboles a los lados, arbustos podados y rosales blancos y amarillos nos dio la bienvenida. Me detuve para saludar al jardinero y otra vez algo más adelante, a escasa distancia del par de escalones del porche delantero. -¿Estás seguro de esto? Todavía podemos dar la media vuelta e irnos.- Lo contemplé unos segundos, no quería imponerle nada, quería que se sintiera cómodo y además, conocer a mis padres le otorgaba un tono bastante formal a lo nuestro…
Annabel Hemingway- Licántropo Clase Alta
- Mensajes : 153
Fecha de inscripción : 16/01/2015
Re: Lazos familiares [privado]
Apenas había pegado ojo en toda la noche, era irónico lo capaz que era para ir a enfrentar un millar de bestias, jugandome la vida en cada gesta y sin embargo mi sueño era perturbado frente a la idea de conocer a los que serian abuelos de mi hijo.
Los dedos de Annabel se paseaban por mi pecho en un intento de clamar mis nervios, la miré sonriendo contra su boca, me daba vergüenza que me viera en ese estado, yo era seguro de mi mismo, indomable y al parecer acababa de ser ensillado por esa mujer a la que pretendía jurarle amor eterno, porque la quería, y no me daba vergüenza reconocer que me había enamorado de ella desde el primer día.
Al día siguiente subimos en el carro que nos llevaría frente a su familia, había elegido un traje ingles, que poco o nada tenia que ver con mi habitual forma de vestir, mucho mas cómoda, lista para la caza y la monta. Hoy mis cimitarras no me acompañaban, estábamos solo ella, yo y un bastón de esos que tanto llevaban los caballeros franceses y a los que no había encontrado utilidad alguna, pero...yo era griego, tampoco podía entender todas las modas de Francia y su capital.
Los ojos de ella se paseaban por mi rostro, creo que le divertía verme tan...abrumado. Me revolvía en mi asiento como un niño inquieto, aflojando una y otra vez la corbata que se antojaba una soga.
No tardó en contarme que no tenia una gran relación con su familia o al menos todo lo estrecha que le gustaría, la culpa la licantropia. Sus padres desconocían que la maldición acechara a su hija y supongo que ella solo quiso mantenerlos al margen de toda esa locura.
-Tranquila, te guardaré el secreto -susurré guiñándole un ojo -si tu guardas el mio.
No imaginaba una buena carta de presentación el “buenos días, soy un cazador, me paso la vida arriesgando mi vida y por cierto cazo a seres como su hija ¿nos tomamos el postre? “
No pude evitar reír frente a mis propios pensamientos. Por surte la distancia entre nuestros cuerpos fue acortada por Annabel y mis brazos la recibieron ansioso para probar el manantial de su boca que me resultaba infinitamente mas embriagador que cualquier buen vino.
-Creía que no vendrías nunca -susurré jadeando mientras nuestros cuerpos se incendiaban con cada salto del carro.
Ladeé mi sonrisa cuando escuché su petición, mas bien exigencia, hice un mohin divertido haciéndome de rogar mientras mis dedos se deslizaban por la cintas de su corseé.
-Te quiero -susurré contra su boca -dime cuanto me deseas -pedí sintiendo sus dedos perderse en mi rostro.
Jadeé contra este, lo quería todo, todo aquí y ahora, mas el carro se detuvo y frustrado fruncí el ceño.
“hemos llegado” susurro privándome no solo de su embriagador cuerpo si no de sus besos.
Ambos nos apeamos, el jardín era amplio y bien cuidado ,se notaba que era trabajado a diario por el servicio de la mansión.
Aferré su mano enlazando mis dedos, mi corazón latía con fuerza contra la pequeña caja que portaba en el chaqué.
-Vamos, hacia atrás solo para coger impulso.
Juntos atravesamos el jardín hasta alcanzar la escalinata de piedra blanca con sendas columnas talladas con motivos florales que sujetaban el porche del caserón.
Allí sus padres nos aguardaban.
-¿Estas preparada? -pregunté depositando un casto beso en su mejilla.
Hoy cambiarían nuestras vidas.
Los dedos de Annabel se paseaban por mi pecho en un intento de clamar mis nervios, la miré sonriendo contra su boca, me daba vergüenza que me viera en ese estado, yo era seguro de mi mismo, indomable y al parecer acababa de ser ensillado por esa mujer a la que pretendía jurarle amor eterno, porque la quería, y no me daba vergüenza reconocer que me había enamorado de ella desde el primer día.
Al día siguiente subimos en el carro que nos llevaría frente a su familia, había elegido un traje ingles, que poco o nada tenia que ver con mi habitual forma de vestir, mucho mas cómoda, lista para la caza y la monta. Hoy mis cimitarras no me acompañaban, estábamos solo ella, yo y un bastón de esos que tanto llevaban los caballeros franceses y a los que no había encontrado utilidad alguna, pero...yo era griego, tampoco podía entender todas las modas de Francia y su capital.
Los ojos de ella se paseaban por mi rostro, creo que le divertía verme tan...abrumado. Me revolvía en mi asiento como un niño inquieto, aflojando una y otra vez la corbata que se antojaba una soga.
No tardó en contarme que no tenia una gran relación con su familia o al menos todo lo estrecha que le gustaría, la culpa la licantropia. Sus padres desconocían que la maldición acechara a su hija y supongo que ella solo quiso mantenerlos al margen de toda esa locura.
-Tranquila, te guardaré el secreto -susurré guiñándole un ojo -si tu guardas el mio.
No imaginaba una buena carta de presentación el “buenos días, soy un cazador, me paso la vida arriesgando mi vida y por cierto cazo a seres como su hija ¿nos tomamos el postre? “
No pude evitar reír frente a mis propios pensamientos. Por surte la distancia entre nuestros cuerpos fue acortada por Annabel y mis brazos la recibieron ansioso para probar el manantial de su boca que me resultaba infinitamente mas embriagador que cualquier buen vino.
-Creía que no vendrías nunca -susurré jadeando mientras nuestros cuerpos se incendiaban con cada salto del carro.
Ladeé mi sonrisa cuando escuché su petición, mas bien exigencia, hice un mohin divertido haciéndome de rogar mientras mis dedos se deslizaban por la cintas de su corseé.
-Te quiero -susurré contra su boca -dime cuanto me deseas -pedí sintiendo sus dedos perderse en mi rostro.
Jadeé contra este, lo quería todo, todo aquí y ahora, mas el carro se detuvo y frustrado fruncí el ceño.
“hemos llegado” susurro privándome no solo de su embriagador cuerpo si no de sus besos.
Ambos nos apeamos, el jardín era amplio y bien cuidado ,se notaba que era trabajado a diario por el servicio de la mansión.
Aferré su mano enlazando mis dedos, mi corazón latía con fuerza contra la pequeña caja que portaba en el chaqué.
-Vamos, hacia atrás solo para coger impulso.
Juntos atravesamos el jardín hasta alcanzar la escalinata de piedra blanca con sendas columnas talladas con motivos florales que sujetaban el porche del caserón.
Allí sus padres nos aguardaban.
-¿Estas preparada? -pregunté depositando un casto beso en su mejilla.
Hoy cambiarían nuestras vidas.
Agarwaen- Cazador Clase Alta
- Mensajes : 173
Fecha de inscripción : 24/06/2016
Localización : dificil de encontrar
Re: Lazos familiares [privado]
-Vamos, hacia atrás solo para coger impulso.- Lo observé de reojo mientras decía eso, me gustó, me inducía los ánimos que necesitaba para enfrentarme a mis padres. Enfrentar era la palabra correcta, había postergado cada invitación a la mansión que me vio terminar de crecer, incluso en las fiestas de rigor. Me ocupaba de enviar un enorme paquete cargado de regalos para mi padre, madre y hermanas y me imaginaba que con ello les complacería, apartando de mi mente el hecho de que de alguna manera les defraudaba.
La mano de Agarwaen se había entrelazado con la mía en un tibio gesto, mi mirada parda descendió observando nuestras manos al caminar. Era la primera vez que lo hacía, se sentía bien, enlazar nuestros dedos, aunque me hacía sentir extraña, como si lo estuviese viendo todo desde fuera y no terminara de creerme que podía gozar de un pequeño detalle como ese.
-¿Estas preparada?- preguntó y me besó en la mejilla. Mi ceja se arqueó cuando lo hizo. ¿Acaso se creía que eso era un beso? Padres o no padres al final del porche no iba a admitir que me besara de esa manera. Mis pasos realizaron un pequeño alto en el camino y de manera rápida tiré de su mano para correr hacia uno de los árboles que se encontraban a ambos lados de los arbustos podados.
De un tirón lo atraje hacia mi apoyando mi espalda en la superficie rugosa del tronco, rei porque sabía perfectamente que nuestra repentina desaparición no guardaba las formas de etiqueta ni mucho menos, pero eso no me importaba. Me importaba buscar sus ojos azul cielo y cerciorarme de que realmente estaba a mi lado, de que no se trataba de un espejismo.
Le agarré de la camisa y tiré de él hacia mi empujándonos contra el árbol. Mis labios buscaron los suyos, deteniéndose sobre estos. -No estoy lista hasta que no me des un beso de verdad.- Mi aliento se mezcló con el suyo en unos segundos en que mi mirada le exigía lo que mis palabras ya habían pronunciado. Nuestros labios chocaron, nuestras lenguas voraces se encontraron apasionadamente, saqueando todo a su paso. Mis palmas tironearon inquietas del cuello de su camisa. Por qué tenía que tener puesta una corbata, usualmente llevaba la parte superior de su camisa abierta, ahora me ocultaba su piel. Sus manos envolvieron mi cintura pegándome más a él y mis dedos inquietos palparon la tela sobre su pecho, sentía sus músculos tensos por debajo de ella calcinando mis dedos y los latidos de su corazón compitiendo con los mios.
Me separé a desgana de sus labios, con la respiración entrecortada. -Después…- susurré en una promesa que me hacía pensar en el momento en el que volviéramos a estar a solas. Recomponiéndome a duras penas tiré de él para que abandonásemos el árbol y reanudásemos el camino hacia el porche.
Mis padres se encontraban aún de pie al final de la escalinata, no estoy segura de que se les estaría cruzando por la cabeza. Padre tenía un aire serio pero sosegado. Lo observé unos segundos, seguía igual de alto e imponente. Madre estaba tan elegante como de costumbre, su mirada contrastaba con la de padre, podía ser fría a veces. De sobra sabía que no era su hija favorita, contrario a padre que siempre sintió inclinación por mi.
-Madre, padre.- Me acerqué paseando la mirada entre los dos.
-Bienvenida Annabel.- Fue padre quien rompió el silencio, observándome con sus pardos ojos, similares a los mios, sentía que su mirada me atravesaba. Sabía lo que pensaba pero que no decía. Me reprochaba no haberles visitado antes pero al mismo tiempo estaba orgulloso de mi, siempre lo había estado por alguna razón que se me escapaba. Me sentía culpable, por no decirle, me llevaba mi secreto conmigo.
Madre me saludó antes de pasear sus ojos sobre Agarwaen. -Fue toda una sorpresa recibir tu nota, pensábamos que nos habías olvidado, por supuesto estarás ocupada con tus amigos en la capital.- Su tono era displicente, para ella era la oveja negra, pero no dejaba de interesarle con quien me codeara. Su entusiasmo no fue el más grande al ver a Agarwaen, lo había analizado con una sola mirada y al no conocerle seguramente asumía que era uno de mis amigos “bohemios” carentes de fortuna.
Padre nos instó a entrar, nuestro mayordomo, Grayson me saludó con efusión y nos acompañó al salón principal antes de retirarse para dar instrucciones en la cocina.
-Hubiera sido considerado de tu parte el avisarnos con más tiempo, hemos tenido que correr, la cocinera ha pegado el grito en el cielo…- Madre hablaba mientras dos de mis hermanas aparecían en el salón, las más chicas, Delia e Imogen. Habian crecido, ya tenían catorce y quince años. Se acercaron a saludar, corteses pero distantes. No me extrañó, madre las consentía, las preparaba para casarse "bien". Lamenté que mi hermana mayor no estuviera presente, le habría gustado Agarwaen y ella a él.
-Padre, madre, permítanme presentarles a…- de repente me percaté de que no podía presentarle con su nombre completo. -a Agarwaen.- Apreté mis labios, madre prestaba atención a mis hermanas e ignoraba a mi acompañante. -Lord Gerard Hemingway y lady Eleanor Hemingway.- Indiqué con rapidez, presentándole a mis padres.
-Madre podrías al menos prestar algo de atención a mis presentaciones, Agarwaen se ha tomado la molestia de acompañarme porque es mi pretendiente.- exploté. Lo dije más alto de lo que imaginaba y ahora si, mi madre fijó toda su atención en él. La mirada de mi padre se volvió inescrutable al escuchar mis abruptas palabras.
-¿Pretendiente?-
-Así es.- Tomé asiento en el sofá grande. Ahora las miradas estaban fijas en nosotros. Era mi turno de explicar, y no sabía por donde empezar. Mister Greyson hizo acto de presencia, traía una bandeja con bebidas. -En unos minutos estará listo el almuerzo.- Hizo el anuncio mientras la tensión aumentaba en el salón.
Tomé la mano de Agarwaen y busqué la intensidad de su mirada antes de continuar. Sus ojos azul cielo eran como un océano profundo, allí estaba junto a mi, atractivo como nunca con ese traje que sabía que no terminaba de gustarle pero que llevaba puesto para darme gusto, para conocer a mis padres. De repente el ambiente se aligeraba con solo mirarlo y las palabras brotaban de mi boca por si solas. -Es el hombre al que amo.-
La mano de Agarwaen se había entrelazado con la mía en un tibio gesto, mi mirada parda descendió observando nuestras manos al caminar. Era la primera vez que lo hacía, se sentía bien, enlazar nuestros dedos, aunque me hacía sentir extraña, como si lo estuviese viendo todo desde fuera y no terminara de creerme que podía gozar de un pequeño detalle como ese.
-¿Estas preparada?- preguntó y me besó en la mejilla. Mi ceja se arqueó cuando lo hizo. ¿Acaso se creía que eso era un beso? Padres o no padres al final del porche no iba a admitir que me besara de esa manera. Mis pasos realizaron un pequeño alto en el camino y de manera rápida tiré de su mano para correr hacia uno de los árboles que se encontraban a ambos lados de los arbustos podados.
De un tirón lo atraje hacia mi apoyando mi espalda en la superficie rugosa del tronco, rei porque sabía perfectamente que nuestra repentina desaparición no guardaba las formas de etiqueta ni mucho menos, pero eso no me importaba. Me importaba buscar sus ojos azul cielo y cerciorarme de que realmente estaba a mi lado, de que no se trataba de un espejismo.
Le agarré de la camisa y tiré de él hacia mi empujándonos contra el árbol. Mis labios buscaron los suyos, deteniéndose sobre estos. -No estoy lista hasta que no me des un beso de verdad.- Mi aliento se mezcló con el suyo en unos segundos en que mi mirada le exigía lo que mis palabras ya habían pronunciado. Nuestros labios chocaron, nuestras lenguas voraces se encontraron apasionadamente, saqueando todo a su paso. Mis palmas tironearon inquietas del cuello de su camisa. Por qué tenía que tener puesta una corbata, usualmente llevaba la parte superior de su camisa abierta, ahora me ocultaba su piel. Sus manos envolvieron mi cintura pegándome más a él y mis dedos inquietos palparon la tela sobre su pecho, sentía sus músculos tensos por debajo de ella calcinando mis dedos y los latidos de su corazón compitiendo con los mios.
Me separé a desgana de sus labios, con la respiración entrecortada. -Después…- susurré en una promesa que me hacía pensar en el momento en el que volviéramos a estar a solas. Recomponiéndome a duras penas tiré de él para que abandonásemos el árbol y reanudásemos el camino hacia el porche.
Mis padres se encontraban aún de pie al final de la escalinata, no estoy segura de que se les estaría cruzando por la cabeza. Padre tenía un aire serio pero sosegado. Lo observé unos segundos, seguía igual de alto e imponente. Madre estaba tan elegante como de costumbre, su mirada contrastaba con la de padre, podía ser fría a veces. De sobra sabía que no era su hija favorita, contrario a padre que siempre sintió inclinación por mi.
-Madre, padre.- Me acerqué paseando la mirada entre los dos.
-Bienvenida Annabel.- Fue padre quien rompió el silencio, observándome con sus pardos ojos, similares a los mios, sentía que su mirada me atravesaba. Sabía lo que pensaba pero que no decía. Me reprochaba no haberles visitado antes pero al mismo tiempo estaba orgulloso de mi, siempre lo había estado por alguna razón que se me escapaba. Me sentía culpable, por no decirle, me llevaba mi secreto conmigo.
Madre me saludó antes de pasear sus ojos sobre Agarwaen. -Fue toda una sorpresa recibir tu nota, pensábamos que nos habías olvidado, por supuesto estarás ocupada con tus amigos en la capital.- Su tono era displicente, para ella era la oveja negra, pero no dejaba de interesarle con quien me codeara. Su entusiasmo no fue el más grande al ver a Agarwaen, lo había analizado con una sola mirada y al no conocerle seguramente asumía que era uno de mis amigos “bohemios” carentes de fortuna.
Padre nos instó a entrar, nuestro mayordomo, Grayson me saludó con efusión y nos acompañó al salón principal antes de retirarse para dar instrucciones en la cocina.
-Hubiera sido considerado de tu parte el avisarnos con más tiempo, hemos tenido que correr, la cocinera ha pegado el grito en el cielo…- Madre hablaba mientras dos de mis hermanas aparecían en el salón, las más chicas, Delia e Imogen. Habian crecido, ya tenían catorce y quince años. Se acercaron a saludar, corteses pero distantes. No me extrañó, madre las consentía, las preparaba para casarse "bien". Lamenté que mi hermana mayor no estuviera presente, le habría gustado Agarwaen y ella a él.
-Padre, madre, permítanme presentarles a…- de repente me percaté de que no podía presentarle con su nombre completo. -a Agarwaen.- Apreté mis labios, madre prestaba atención a mis hermanas e ignoraba a mi acompañante. -Lord Gerard Hemingway y lady Eleanor Hemingway.- Indiqué con rapidez, presentándole a mis padres.
-Madre podrías al menos prestar algo de atención a mis presentaciones, Agarwaen se ha tomado la molestia de acompañarme porque es mi pretendiente.- exploté. Lo dije más alto de lo que imaginaba y ahora si, mi madre fijó toda su atención en él. La mirada de mi padre se volvió inescrutable al escuchar mis abruptas palabras.
-¿Pretendiente?-
-Así es.- Tomé asiento en el sofá grande. Ahora las miradas estaban fijas en nosotros. Era mi turno de explicar, y no sabía por donde empezar. Mister Greyson hizo acto de presencia, traía una bandeja con bebidas. -En unos minutos estará listo el almuerzo.- Hizo el anuncio mientras la tensión aumentaba en el salón.
Tomé la mano de Agarwaen y busqué la intensidad de su mirada antes de continuar. Sus ojos azul cielo eran como un océano profundo, allí estaba junto a mi, atractivo como nunca con ese traje que sabía que no terminaba de gustarle pero que llevaba puesto para darme gusto, para conocer a mis padres. De repente el ambiente se aligeraba con solo mirarlo y las palabras brotaban de mi boca por si solas. -Es el hombre al que amo.-
Última edición por Annabel Hemingway el Sáb Mayo 06, 2017 11:59 pm, editado 1 vez
Annabel Hemingway- Licántropo Clase Alta
- Mensajes : 153
Fecha de inscripción : 16/01/2015
Re: Lazos familiares [privado]
Parece que mi beso en la mejilla no resultó suficiente, no pude evitar ladear la sonrisa cuando la impulsividad de Annabel tiro de mi mano para perdernos así en el jardín ocultando nuestros cuerpos tras un tronco de una encina vieja.
Su boca contra la mía, sus dedos arrugando de mi camisa, tironeando de esta para pegarme mas a ella.
Mi boca se entreabrió dándole paso a su lengua, que sedienta rozó la mía prometiéndome un rato de piernas abiertas sobre el lecho de su habitación.
Jadeamos ambos por el contacto de nuestros cuerpos que con el roce iban calentándose pidiéndonos mas que un simple beso mientras los padres nos esperaban atónitos en el porche.
Se separo prometiéndome un después que mi oscurecida mirada azul acepto de buen grado, y tras ella recolocando mi hombría, volví al camino de baldosas que nos llevaría directo hacia el matadero.
No pude evitar ladear la sonrisa por mis pensamientos y como si esta lo imaginara me dio un golpe suave en la boca del estomago.
Así llegamos frente a un hombre de aspecto imponente y aspecto serio. Vestido de forma impoluta y que rompió el hielo dando a su hija una formal bienvenida, permanecí en silencio, limitándome a sonreír a la madres que me inspeccionaba de arriaba abajo.
Una mujer sobria, elegante y bastante autoritaria por como reprochó a su hija la ausencia de noticias en todo este tiempo.
El hombre nos hizo entrar, cogidos de la mano, mis dedos seguían nerviosos acariciando su palma nos adentramos en su hogar. Allí un hombre de mediana edad, el mayordomo del lugar saludo a Annabel con efusividad, así como las dos hermanas menores que no igualaban en belleza a mi futura esposa, mas sin duda cuando crecieran arrebatarían mas de un corazón.
Una ligera reverencia a las señoritas que sonrieron tímidas tiñendo de carmesí sus mejilla.
Saqué un ramo de flores que tendí a la madre con suma educación, que pasara mis días y noches de caza no implicaba que no tuviera nociones de protocolo, de echo, ser príncipe implicaba justo lo contrario.
-Me he quedado corto con el ramo, debí imaginar viendo a su hija de donde había sacado esa belleza de la que hace gala -le dije con caballerosidad a la madre entregándole el ramo -me permitiría tomar dos rosas -dije con una picara sonrisa mientras las sajaba del ramo de veinticuatro y depositaba una en la mano de cada hermana.
-No os hacen justicia -aseguré antes de volver junto a Annabel que conversaba con su padre.
La madre no parecía muy convencida ni con el ramo, ni conmigo y pronto se deshizo de el dándoselo a una doncella para que lo pusiera en agua.
Supongo que imaginaba que era un pobre desgraciado que nada tenia que ofrecer a su hija, se equivocaba en eso, mas no en que no era el marido ideal para una mujer, mi vida acariciaba a la muerte cada noche y le susurraba cada día.
No se bien que sucedió después, pues tras la presentación formal Annabel salto con rabia asegurando que yo era su pretendiente.
Mis ojos claros se perdieron en su mirada parda la notaba nerviosa y el ambiente parecía enrarecerse pro momentos. Ambos padres me miraban como si trataran de descifrar en mi algo mas de esa noticia.
Annabel soltó de pronto que me amaba y yo sonreí alargando mi mano para tomar la suya.
-Señor Hemingway, he acompañado a su hija porque deseaba sinceramente conoceros, no voy a fingir ser lo que no soy, así que si me permite tutearlo admito que me sentiré mas cómodo.
.Mi nombre es Athan Demetrius aunque siempre me han llamado “Agarwaen”
Conocí a su hija en París, aunque procedo de Grecia, provengo de una familia bien situada y me enamoré de su hija hace ya algunos meses que hemos utilizado para conocernos. Estoy seguro de la decisión que he tomado y por eso hoy le pido frente a usted y su consentimiento la mano.
Me alcé del sofá y saqué de mi chaqué una caja que abrí frente a los ojos de mi futura esposa.
-Es una reliquia familia, este anillo a pasado durante siglos de generación en generación y hoy lo utilizo.. -dije clavando mi rodilla en el suelo -para pedir matrimonio frente a sus padres a la mujer de la que me he enamorado ¿quieres casarte conmigo?
Ladeé la sonrisa esperando con seguridad esa respuesta afirmativa, como no hacerlo, estábamos esperando un hijo , no podía ser mas feliz en este momento.
Su boca contra la mía, sus dedos arrugando de mi camisa, tironeando de esta para pegarme mas a ella.
Mi boca se entreabrió dándole paso a su lengua, que sedienta rozó la mía prometiéndome un rato de piernas abiertas sobre el lecho de su habitación.
Jadeamos ambos por el contacto de nuestros cuerpos que con el roce iban calentándose pidiéndonos mas que un simple beso mientras los padres nos esperaban atónitos en el porche.
Se separo prometiéndome un después que mi oscurecida mirada azul acepto de buen grado, y tras ella recolocando mi hombría, volví al camino de baldosas que nos llevaría directo hacia el matadero.
No pude evitar ladear la sonrisa por mis pensamientos y como si esta lo imaginara me dio un golpe suave en la boca del estomago.
Así llegamos frente a un hombre de aspecto imponente y aspecto serio. Vestido de forma impoluta y que rompió el hielo dando a su hija una formal bienvenida, permanecí en silencio, limitándome a sonreír a la madres que me inspeccionaba de arriaba abajo.
Una mujer sobria, elegante y bastante autoritaria por como reprochó a su hija la ausencia de noticias en todo este tiempo.
El hombre nos hizo entrar, cogidos de la mano, mis dedos seguían nerviosos acariciando su palma nos adentramos en su hogar. Allí un hombre de mediana edad, el mayordomo del lugar saludo a Annabel con efusividad, así como las dos hermanas menores que no igualaban en belleza a mi futura esposa, mas sin duda cuando crecieran arrebatarían mas de un corazón.
Una ligera reverencia a las señoritas que sonrieron tímidas tiñendo de carmesí sus mejilla.
Saqué un ramo de flores que tendí a la madre con suma educación, que pasara mis días y noches de caza no implicaba que no tuviera nociones de protocolo, de echo, ser príncipe implicaba justo lo contrario.
-Me he quedado corto con el ramo, debí imaginar viendo a su hija de donde había sacado esa belleza de la que hace gala -le dije con caballerosidad a la madre entregándole el ramo -me permitiría tomar dos rosas -dije con una picara sonrisa mientras las sajaba del ramo de veinticuatro y depositaba una en la mano de cada hermana.
-No os hacen justicia -aseguré antes de volver junto a Annabel que conversaba con su padre.
La madre no parecía muy convencida ni con el ramo, ni conmigo y pronto se deshizo de el dándoselo a una doncella para que lo pusiera en agua.
Supongo que imaginaba que era un pobre desgraciado que nada tenia que ofrecer a su hija, se equivocaba en eso, mas no en que no era el marido ideal para una mujer, mi vida acariciaba a la muerte cada noche y le susurraba cada día.
No se bien que sucedió después, pues tras la presentación formal Annabel salto con rabia asegurando que yo era su pretendiente.
Mis ojos claros se perdieron en su mirada parda la notaba nerviosa y el ambiente parecía enrarecerse pro momentos. Ambos padres me miraban como si trataran de descifrar en mi algo mas de esa noticia.
Annabel soltó de pronto que me amaba y yo sonreí alargando mi mano para tomar la suya.
-Señor Hemingway, he acompañado a su hija porque deseaba sinceramente conoceros, no voy a fingir ser lo que no soy, así que si me permite tutearlo admito que me sentiré mas cómodo.
.Mi nombre es Athan Demetrius aunque siempre me han llamado “Agarwaen”
Conocí a su hija en París, aunque procedo de Grecia, provengo de una familia bien situada y me enamoré de su hija hace ya algunos meses que hemos utilizado para conocernos. Estoy seguro de la decisión que he tomado y por eso hoy le pido frente a usted y su consentimiento la mano.
Me alcé del sofá y saqué de mi chaqué una caja que abrí frente a los ojos de mi futura esposa.
-Es una reliquia familia, este anillo a pasado durante siglos de generación en generación y hoy lo utilizo.. -dije clavando mi rodilla en el suelo -para pedir matrimonio frente a sus padres a la mujer de la que me he enamorado ¿quieres casarte conmigo?
Ladeé la sonrisa esperando con seguridad esa respuesta afirmativa, como no hacerlo, estábamos esperando un hijo , no podía ser mas feliz en este momento.
Agarwaen- Cazador Clase Alta
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Re: Lazos familiares [privado]
Ahora era el turno de Agarwaen de hablar, con su mano en la mía me sentía más serena, así que observando la mirada de sus ojos azules dejé que fuera él quien explicara la situación. Con el rabillo del ojo veía a mi madre, sabía que la frase -provengo de una familia bien situada- habría capturado su atención, aunque la tenue línea de sus labios me hacía notar que no estaba aún del todo convencida, padre por otro lado tenía oscurecida la mirada, mis ojos se detuvieron en los suyos unos segundos, yo era su hija predilecta, por supuesto el que me presentara en casa con un pretendiente inesperado debía sorprenderle sobremanera. Sus ojos seguían fijos en Agarwaen, estudiando al hombre que se presentaba como interesado en su hija y quien ahora dio a conocer su nombre, lo cual provocó que mis ojos pardos volaran de regreso hacia él, sus palabras dieron un giro inesperado, ese -y por eso hoy le pido frente a usted y su consentimiento la mano- provocó que mi corazón diera un vuelco violento, similar al que sientes cuando realizas un clavado insensatamente desde un peligroso risco motivada por la emoción que te produce el descenso antes de golpear el agua del mar. ¿Qué?
Me puse de pie cuando él lo hizo, de su chaqué vi que sacaba una pequeña caja, mi mente dio vueltas. ¿Qué estaba haciendo? Su rodilla sobre el suelo, mis ojos pardos clavados en él. Me faltaba la respiración. -¿Quieres casarte conmigo?- Los objetos del salón daban vueltas a mi alrededor, podía sentir mi pecho apretado a punto de explotar, la mirada se me oscureció y mis rodillas cedieron, no me enteré de nada más.
Cuando desperté me encontraba en mi antigua habitación, sobre mi antigua cama. Ignoraba cuanto tiempo estuve inconsciente. El médico familiar se encontraba a mi lado tomándome el pulso. Me conocía desde niña, pero… no tenía la menor idea de lo que yo era ahora. Lo tomé de la muñeca, estábamos a solas, la confidencialidad médico-paciente vino a ser bastante oportuna en este momento. Cuando salió de la habitación llevé mi mano a mi vientre, acariciándolo despacio con las yemas de mis dedos, mi bebé estaba bien.
Padre entró en la habitación con un par de zancadas de sus largas piernas. -El médico ha dicho que estás bien pero que no está de más que descanses por hoy. A ver si me explicas Annabel, que es todo este asunto de que traes a casa a un hombre del que nunca nos has hablado y que pretende casarse contigo. La última vez que hablamos dijiste que nunca te casarías con nadie.- Su mirada parda me reprochó antes de tomar asiento en una silla a la par de mi cama. -Te conozco hija, y se lo que sentías por François Brouillard, Recuerdo la expresión de tu rostro cuando se presentó a pedir tu mano. ¿Qué sucede ahora? ¿Te sientes presionada por tu edad? ¿No quieres estar sola? Si has derrochado tu dinero y necesitas a alguien que te mantenga, puedo ayudarte. No tienes que atarte a un hombre en un matrimonio por conveniencia.-
Negué con la cabeza enfáticamente. -No, padre… lo que dije en el salón es cierto, yo le amo.- Me incorporé sentándome sobre el colchón, y dejando mi espalda reposar sobre la almohada. Mi padre me miraba con escepticismo, él había sido testigo de mi gran amor por François. -No tiene idea padre de como ha sido todo. Agarwaen… él entró en mi vida cuando menos lo esperaba, me devolvió todo aquello que pensé perdido para siempre. Ambos somos difíciles, ambos tuvimos que tumbar barreras, acabar con muchos impedimentos para finalmente poder llegar adonde estamos. Incluso… llegué a escapar de él, pero la separación no sirvió más que para percatarme de que es el hombre de mi vida.- Hice una pausa para tratar de explicarme. -Lo amo con todo lo que soy, únicamente soy feliz cuando estoy con él pero… temo no merecer esa felicidad.- Al fin lo había dicho en voz alta, sin tapujos, y sabía que mi padre lo veía además en mis ojos, me costaba creer que merecía ser feliz con él.
Él me tomó de la mano y la presionó entre la suya, tras unos segundos de silencio escuché su voz grave. -Nunca he dicho esto, amo a todas mis hijas pero temo que tus hermanas menores contraigan nupcias con la persona equivocada, más que todo producto de un arrebato, o de las ideas absurdas que tu madre coloca en sus cabecitas y temo cual sea el resultado que dichos matrimonios traigan a sus vidas. Pero cuando se trata de ti Annabel no tengo el mismo temor, porque te he visto amar, y si amas a este hombre tanto como dices estoy seguro de que le darás todo lo que eres, y que con esa entrega le harás feliz. En cuanto a François, no debes sentirte culpable, él no querría que dudaras, querría que te dieras una segunda oportunidad. No quiero volver a escucharte decir que no mereces ser feliz, ya has sufrido bastante en esta vida hija, ya es tiempo de que pienses en ti. Una segunda oportunidad de encontrar a la persona adecuada no siempre se presenta en la vida.-
Mi padre carraspeó, nunca antes me habló así, tan sinceramente y mucho menos de sentimientos. -Ahora más vale que este hombre te haga feliz. Aún debo tener una conversación bastante seria con él.- Mi alma se sintió más ligera, era cierto que la vida me daba otra oportunidad, tenía derecho a buscar mi felicidad, a luchar por ella. Ahora era decisión mía agarrar al toro por las astas y no echarlo a perder. Alcé la mirada, padre se había levantado y recuperaba ese aire serio y algo temerario que me hacía pensar que estaba listo para encarar a su futuro yerno.
-Espere padre. ¿Dónde está Agarwaen? Por favor permítame estar a solas con él unos minutos. Aún no le he respondido y no quiero que piense…- Se me iba el alma al suelo al pensar que pudiera creer que quería darle una negativa. A los pocos segundos escuché esos pasos familiares, corrí hacia él cuando traspasaba el marco de la puerta. -¡Si!- Mi mirada ansiosa se detuvo en sus ojos cielo. Por favor, que no hubiera recapacitado y cambiado de opinión porque esa palabra que acababa de pronunciar era la más sincera y la más importante que había dicho en toda mi vida. -¡Mi respuesta es si!-
Me puse de pie cuando él lo hizo, de su chaqué vi que sacaba una pequeña caja, mi mente dio vueltas. ¿Qué estaba haciendo? Su rodilla sobre el suelo, mis ojos pardos clavados en él. Me faltaba la respiración. -¿Quieres casarte conmigo?- Los objetos del salón daban vueltas a mi alrededor, podía sentir mi pecho apretado a punto de explotar, la mirada se me oscureció y mis rodillas cedieron, no me enteré de nada más.
Cuando desperté me encontraba en mi antigua habitación, sobre mi antigua cama. Ignoraba cuanto tiempo estuve inconsciente. El médico familiar se encontraba a mi lado tomándome el pulso. Me conocía desde niña, pero… no tenía la menor idea de lo que yo era ahora. Lo tomé de la muñeca, estábamos a solas, la confidencialidad médico-paciente vino a ser bastante oportuna en este momento. Cuando salió de la habitación llevé mi mano a mi vientre, acariciándolo despacio con las yemas de mis dedos, mi bebé estaba bien.
Padre entró en la habitación con un par de zancadas de sus largas piernas. -El médico ha dicho que estás bien pero que no está de más que descanses por hoy. A ver si me explicas Annabel, que es todo este asunto de que traes a casa a un hombre del que nunca nos has hablado y que pretende casarse contigo. La última vez que hablamos dijiste que nunca te casarías con nadie.- Su mirada parda me reprochó antes de tomar asiento en una silla a la par de mi cama. -Te conozco hija, y se lo que sentías por François Brouillard, Recuerdo la expresión de tu rostro cuando se presentó a pedir tu mano. ¿Qué sucede ahora? ¿Te sientes presionada por tu edad? ¿No quieres estar sola? Si has derrochado tu dinero y necesitas a alguien que te mantenga, puedo ayudarte. No tienes que atarte a un hombre en un matrimonio por conveniencia.-
Negué con la cabeza enfáticamente. -No, padre… lo que dije en el salón es cierto, yo le amo.- Me incorporé sentándome sobre el colchón, y dejando mi espalda reposar sobre la almohada. Mi padre me miraba con escepticismo, él había sido testigo de mi gran amor por François. -No tiene idea padre de como ha sido todo. Agarwaen… él entró en mi vida cuando menos lo esperaba, me devolvió todo aquello que pensé perdido para siempre. Ambos somos difíciles, ambos tuvimos que tumbar barreras, acabar con muchos impedimentos para finalmente poder llegar adonde estamos. Incluso… llegué a escapar de él, pero la separación no sirvió más que para percatarme de que es el hombre de mi vida.- Hice una pausa para tratar de explicarme. -Lo amo con todo lo que soy, únicamente soy feliz cuando estoy con él pero… temo no merecer esa felicidad.- Al fin lo había dicho en voz alta, sin tapujos, y sabía que mi padre lo veía además en mis ojos, me costaba creer que merecía ser feliz con él.
Él me tomó de la mano y la presionó entre la suya, tras unos segundos de silencio escuché su voz grave. -Nunca he dicho esto, amo a todas mis hijas pero temo que tus hermanas menores contraigan nupcias con la persona equivocada, más que todo producto de un arrebato, o de las ideas absurdas que tu madre coloca en sus cabecitas y temo cual sea el resultado que dichos matrimonios traigan a sus vidas. Pero cuando se trata de ti Annabel no tengo el mismo temor, porque te he visto amar, y si amas a este hombre tanto como dices estoy seguro de que le darás todo lo que eres, y que con esa entrega le harás feliz. En cuanto a François, no debes sentirte culpable, él no querría que dudaras, querría que te dieras una segunda oportunidad. No quiero volver a escucharte decir que no mereces ser feliz, ya has sufrido bastante en esta vida hija, ya es tiempo de que pienses en ti. Una segunda oportunidad de encontrar a la persona adecuada no siempre se presenta en la vida.-
Mi padre carraspeó, nunca antes me habló así, tan sinceramente y mucho menos de sentimientos. -Ahora más vale que este hombre te haga feliz. Aún debo tener una conversación bastante seria con él.- Mi alma se sintió más ligera, era cierto que la vida me daba otra oportunidad, tenía derecho a buscar mi felicidad, a luchar por ella. Ahora era decisión mía agarrar al toro por las astas y no echarlo a perder. Alcé la mirada, padre se había levantado y recuperaba ese aire serio y algo temerario que me hacía pensar que estaba listo para encarar a su futuro yerno.
-Espere padre. ¿Dónde está Agarwaen? Por favor permítame estar a solas con él unos minutos. Aún no le he respondido y no quiero que piense…- Se me iba el alma al suelo al pensar que pudiera creer que quería darle una negativa. A los pocos segundos escuché esos pasos familiares, corrí hacia él cuando traspasaba el marco de la puerta. -¡Si!- Mi mirada ansiosa se detuvo en sus ojos cielo. Por favor, que no hubiera recapacitado y cambiado de opinión porque esa palabra que acababa de pronunciar era la más sincera y la más importante que había dicho en toda mi vida. -¡Mi respuesta es si!-
Annabel Hemingway- Licántropo Clase Alta
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Re: Lazos familiares [privado]
Annabel palideció frente a mi pregunta, como si no fuera lo que esperara la sentí confusa hasta que se desmayó. Cuerpo débil que se desplomó sobre mi raudos brazos que salieron a su encuentro. Mil y una ideas se pasaban por mi mente en ese momento, he de admitir que ninguna buena. Mi mayor preocupación la vida del hijo de ambos que gestaba en su vientre, también la de que un “no” fuera la respuesta que escapara de sus labios, quizás lo había meditado y se había dado cuenta ahora rodeada de su familia que no quería un cazador en su vida, que luchar por lo nuestro le venia grande y que prefería criar sola a nuestro vástago.
No era la primera vez que huía de mi ¿y si estaba volviendo a hacerlo?
Aquello no había salido precisamente como esperaba, si lo hubiera hecho, ahora estaría paladeando sus cálidos labios con un “ si” atesorado en ellos, por ende seguía en silencio al padre que me guiaba escalaras arriba para depositar a una Annabel sin conocimiento en el camastro de su cuarto.
La madre había llamado al medico. Nervioso y en una habitación contigua que prepararon para mi y que me recorrí como un animal salvaje de punta a punta infinidad de veces, esperé noticias.
De nada sirvió la copa de whisky que me sirvió una de las doncellas, ni siquiera saber que el medico había llegado, necesitaba verla, sujetar su mano y estar allí para escuchar el estado de mi hijo.
Aun así guardé el decoro, no quería que los padres vieran reflejado en mi al hombre impulsivo que era, mas tras vaciar la copa y ver que nadie venia a darme buenas nuevas salí de ese pequeño salón para yo mismo descubrir como estaba la mujer con la que creía tener un proyecto de vida, mi utopía.
Pasos raudos por le pasillo, era Annabel que descalza corría hacia mis brazos. Los abrí acogiendo su pequeño pero musculoso cuerpo, mi nariz acarició la ajena frente contra frete y un “ si” que inicio el principio de una vida dura pero nuestra.
-¿El bebe? -susurré contra su boca casi en un imperceptible susurro.
Asintió relajándome antes de fundirnos en un beso largo, húmedo, necesitado. La alcé en volandas dándole una vuelta mientras reía, su pelo castaño azotaba el viento mientras ambos reíamos felices porque ahora si, ella era mi prometida.
-No te prometo una vida fácil Annabel, pero si una conmigo
Reí de nuevo enarcando una ceja antes de que hablara.
-No, no es un castigo si es l oque ibas a decir -bromeé feliz volviendo a besadla.
El carraspeo del padre de esta que nos observaba desde el final del pasillo me hizo bajarla, no consiguió borrar mi eterna sonrisa, mas si que me detuviera en mis besos y simplemente afianzara su mano andando hacia él.
Dijo que Annabel debía tener reposo y que el deseaba intercambiar unas palabras conmigo ahora que me iba a convertir en su marido.
Asentí, estaba dispuesto a negociar la dote, y calmar sus inquietudes pues yo era un desconocido para ese hombre que amaba a su hija por encima de todo.
Besé la mejilla de Annabel, mis azules se perdieron un instante en esos pardos que me recordaban al bosque.
-Ahora vuelvo, duerme un poco, te vendrá bien -susurré antes de separarme de ella para seguir al padre hacia el matadero, quiero decir al despacho.
No era la primera vez que huía de mi ¿y si estaba volviendo a hacerlo?
Aquello no había salido precisamente como esperaba, si lo hubiera hecho, ahora estaría paladeando sus cálidos labios con un “ si” atesorado en ellos, por ende seguía en silencio al padre que me guiaba escalaras arriba para depositar a una Annabel sin conocimiento en el camastro de su cuarto.
La madre había llamado al medico. Nervioso y en una habitación contigua que prepararon para mi y que me recorrí como un animal salvaje de punta a punta infinidad de veces, esperé noticias.
De nada sirvió la copa de whisky que me sirvió una de las doncellas, ni siquiera saber que el medico había llegado, necesitaba verla, sujetar su mano y estar allí para escuchar el estado de mi hijo.
Aun así guardé el decoro, no quería que los padres vieran reflejado en mi al hombre impulsivo que era, mas tras vaciar la copa y ver que nadie venia a darme buenas nuevas salí de ese pequeño salón para yo mismo descubrir como estaba la mujer con la que creía tener un proyecto de vida, mi utopía.
Pasos raudos por le pasillo, era Annabel que descalza corría hacia mis brazos. Los abrí acogiendo su pequeño pero musculoso cuerpo, mi nariz acarició la ajena frente contra frete y un “ si” que inicio el principio de una vida dura pero nuestra.
-¿El bebe? -susurré contra su boca casi en un imperceptible susurro.
Asintió relajándome antes de fundirnos en un beso largo, húmedo, necesitado. La alcé en volandas dándole una vuelta mientras reía, su pelo castaño azotaba el viento mientras ambos reíamos felices porque ahora si, ella era mi prometida.
-No te prometo una vida fácil Annabel, pero si una conmigo
Reí de nuevo enarcando una ceja antes de que hablara.
-No, no es un castigo si es l oque ibas a decir -bromeé feliz volviendo a besadla.
El carraspeo del padre de esta que nos observaba desde el final del pasillo me hizo bajarla, no consiguió borrar mi eterna sonrisa, mas si que me detuviera en mis besos y simplemente afianzara su mano andando hacia él.
Dijo que Annabel debía tener reposo y que el deseaba intercambiar unas palabras conmigo ahora que me iba a convertir en su marido.
Asentí, estaba dispuesto a negociar la dote, y calmar sus inquietudes pues yo era un desconocido para ese hombre que amaba a su hija por encima de todo.
Besé la mejilla de Annabel, mis azules se perdieron un instante en esos pardos que me recordaban al bosque.
-Ahora vuelvo, duerme un poco, te vendrá bien -susurré antes de separarme de ella para seguir al padre hacia el matadero, quiero decir al despacho.
Agarwaen- Cazador Clase Alta
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Re: Lazos familiares [privado]
Agarwaen me recibió en sus brazos, a ellos me lancé en la búsqueda de nuestra felicidad. Sabía que no iba a ser fácil. Una amenaza se cernía sobre él en forma de una mujer desquiciada y obsesionada, una a la que de una forma u otra tendríamos que vencer porque no estaba dispuesta a renunciar a él ni a perderlo y mucho menos ahora que finalmente nos habíamos encontrado de una manera en la que no estábamos dispuestos a soltarnos.
Nuestros labios se unieron en un beso hambriento, encerrados en los brazos del otro, su cuerpo era mi oasis. Nuestras bocas, mentes y almas, en ese instante dejaban de ser dos para ser una sola a pesar de las vicisitudes del pasado y del presente y de las diferencias que existían entre ambos. Los dos teníamos un temperamento muy fuerte, ese mismo que nos arrastraba hacia ese ese amor indómito que compartíamos, tan salvaje como lo éramos él y yo. Me preguntaba internamente si nuestro amor sería suficiente para mantenernos juntos. Quería creer que si, al menos una vez en mi vida, después del vacío de estos años, creer finalmente que alcanzar la felicidad era posible aunque no podía evitar sentirme inquieta con respecto al futuro.
-Esta noche.- indiqué con la respiración entrecortada, clavando mi mirada en sus océanos azules, manteniendo mis manos aún en sus solapas, esta noche seríamos él y yo, en un nuevo inicio nuestro. Su mirada me hacia creer en esas palabras que pronunció, en esa promesa, una vida con él, aunque no fuera fácil. Tironeé de su camisa para atrapar otra vez sus labios rendida a la seducción de los suyos, hasta que mi padre carraspeó y con renuencia tuve que dejarle ir. -Esta noche te recompensaré si sobrevives a esta velada.- Susurré en su oído con una sonrisa lobuna. Lo observé mientras caminaba hacia el despacho y se perdía en su interior al cerrar la puerta tras de si.
Regresé a mi habitación y me dejé caer sobre el colchón, algo inquieta observé el candelabro que se mecía ligeramente por la brisa que entraba por la ventana, esperaba que padre se mostrara comprensivo con él.
En el despacho.
Gerard Hemingway caminó hacia el mueble bar adonde buscó una botella de cognac, lo sirvió en dos vasos con aire pensativo antes de dirigirse a su escritorio detrás del cual tomó asiento, sus ojos pardos esperaron a que el hombre frente a él se sentara. Alargó el brazo para depositar uno de los vasos frente al sujeto que pretendía casarse con Annabel y lo inspeccionó unos segundos con esa mirada suya que escrutadora comenzaba a añadir tensión al aire del despacho. Con parsimonia agitó el vaso entre sus dedos antes de hablar finalmente.
-No me andaré por las ramas señor…- ¿Cuál era su nombre otra vez? Ese sobrenombre con el que su hija le llamaba era completamente impronunciable. -Demetrius. Nos ha sorprendido tanto a mi como a mi esposa con su visita inesperada, pero si mi hija ha decidido presentarse en la casa con usted con ello denota que algún valor le ha de haber encontrado a su compañía. No nos había presentado a nadie desde que decidió comprometerse con François Brouillard. Asumo que Annabel le habrá hablado de él. Era un hombre excelente, teníamos muchas expectativas con respecto a ese matrimonio, ya sabrá como terminaron las cosas. Fue una lástima su fallecimiento, para mi hija fue un golpe extremadamente duro, nunca la vi tan devastada, a pesar de que siempre ha sido la que mayor voluntad tiene de todas mis hijas.-
Sus ojos se oscurecieron al mirar a Agarwaen. Annabel era su hija predilecta, deseaba lo mejor para ella y no se la iba entregar a cualquiera que de buenas a primeras se presentara en la mansión, después haber dicho apenas un par de frases con las que aún no se denotaba su carácter, para luego tener la audacia de pedir su mano. -El asunto caballero es que no se trata simplemente de llenar una ausencia que dejó huella en mi hija, aunque noto la diferencia entre usted y Bruilliard con solo mirarlo. Annabel me ha expresado los sentimientos que le profesa y comprenderá que no voy a darle mi bendición a un completo desconocido sin tener antes la certeza de que la merece. Así que me vendría bien que comenzara a contarme como conoció a Annabel y a qué se dedica. No me interesa que sea su familia la que está bien situada. Quiero saber qué tipo de persona es usted, mucho se aprende del carácter de alguien al examinar su profesión.-
Su mirada sopesó al pretendiente antes de adquirir un tono de advertencia. Gaspard podía ser un hombre sereno y sensato la mayor parte del tiempo pero cuando se trataba de sus hijas ese espíritu suyo podía tornarse agresivo e implacable. Abrió una de las gavetas de su escritorio para sacar una pipa y una pequeña caja con tabaco.
-Ha dicho que ama a Annabel, pero ¿está preparado para darle lo que ella necesita?- Su rostro se tornó reflexivo mientras dirigía su mirada unos segundos a la ventana. -Mi hija no solo es una artista, su carácter es extremadamente emotivo, le cuesta contener el desborde de sus emociones, desde pequeña ha sido así. Su único desahogo siempre lo encontró en el taller que construímos para ella al otro lado del jardín, así es como siempre descargaba lo que llevaba adentro, en cada nuevo lienzo que cobraba vida con sus manos.- Regresó su mirada a Agarwaen. -Dígame, qué le hace pensar que es el hombre apropiado para ella y no trate de decir lo que cree que deseo escuchar o me percataré de ello y créame que no reacciono bien ante quien intenta tomarme el pelo.-
En la habitación:
Llevaba alrededor de veinte minutos en la cama dando vueltas, sintiéndome incapaz de dormir. Mi mirada se desvió hacia mi escritorio adonde reposaba uno de mis antiguos cuadernos de dibujo. Me levanté y me acerqué a él, sonreí al descubrir el grafito y tomé asiento para abrir el cuaderno. Mis dedos comenzaron a moverse mientras mi mirada parda se olvidaba del mundo a mi alrededor y se tornaba intensa. Inmersa en la concentración de lo que hacía mis dedos ágiles adquirieron vida propia trazando contornos mientras me mordía el labio, evocando en mi mente cada uno de los rasgos que conformaban el atractivo rostro de Agarwaen. La distancia exacta entre sus pobladas cejas, la forma de sus océanos azules, el tabique de su nariz, la firmeza de sus pómulos y el grosor de sus labios, guiando al grafito con concentración absoluta para que este plasmara el retrato del cazador.
Nuestros labios se unieron en un beso hambriento, encerrados en los brazos del otro, su cuerpo era mi oasis. Nuestras bocas, mentes y almas, en ese instante dejaban de ser dos para ser una sola a pesar de las vicisitudes del pasado y del presente y de las diferencias que existían entre ambos. Los dos teníamos un temperamento muy fuerte, ese mismo que nos arrastraba hacia ese ese amor indómito que compartíamos, tan salvaje como lo éramos él y yo. Me preguntaba internamente si nuestro amor sería suficiente para mantenernos juntos. Quería creer que si, al menos una vez en mi vida, después del vacío de estos años, creer finalmente que alcanzar la felicidad era posible aunque no podía evitar sentirme inquieta con respecto al futuro.
-Esta noche.- indiqué con la respiración entrecortada, clavando mi mirada en sus océanos azules, manteniendo mis manos aún en sus solapas, esta noche seríamos él y yo, en un nuevo inicio nuestro. Su mirada me hacia creer en esas palabras que pronunció, en esa promesa, una vida con él, aunque no fuera fácil. Tironeé de su camisa para atrapar otra vez sus labios rendida a la seducción de los suyos, hasta que mi padre carraspeó y con renuencia tuve que dejarle ir. -Esta noche te recompensaré si sobrevives a esta velada.- Susurré en su oído con una sonrisa lobuna. Lo observé mientras caminaba hacia el despacho y se perdía en su interior al cerrar la puerta tras de si.
Regresé a mi habitación y me dejé caer sobre el colchón, algo inquieta observé el candelabro que se mecía ligeramente por la brisa que entraba por la ventana, esperaba que padre se mostrara comprensivo con él.
En el despacho.
Gerard Hemingway caminó hacia el mueble bar adonde buscó una botella de cognac, lo sirvió en dos vasos con aire pensativo antes de dirigirse a su escritorio detrás del cual tomó asiento, sus ojos pardos esperaron a que el hombre frente a él se sentara. Alargó el brazo para depositar uno de los vasos frente al sujeto que pretendía casarse con Annabel y lo inspeccionó unos segundos con esa mirada suya que escrutadora comenzaba a añadir tensión al aire del despacho. Con parsimonia agitó el vaso entre sus dedos antes de hablar finalmente.
-No me andaré por las ramas señor…- ¿Cuál era su nombre otra vez? Ese sobrenombre con el que su hija le llamaba era completamente impronunciable. -Demetrius. Nos ha sorprendido tanto a mi como a mi esposa con su visita inesperada, pero si mi hija ha decidido presentarse en la casa con usted con ello denota que algún valor le ha de haber encontrado a su compañía. No nos había presentado a nadie desde que decidió comprometerse con François Brouillard. Asumo que Annabel le habrá hablado de él. Era un hombre excelente, teníamos muchas expectativas con respecto a ese matrimonio, ya sabrá como terminaron las cosas. Fue una lástima su fallecimiento, para mi hija fue un golpe extremadamente duro, nunca la vi tan devastada, a pesar de que siempre ha sido la que mayor voluntad tiene de todas mis hijas.-
Sus ojos se oscurecieron al mirar a Agarwaen. Annabel era su hija predilecta, deseaba lo mejor para ella y no se la iba entregar a cualquiera que de buenas a primeras se presentara en la mansión, después haber dicho apenas un par de frases con las que aún no se denotaba su carácter, para luego tener la audacia de pedir su mano. -El asunto caballero es que no se trata simplemente de llenar una ausencia que dejó huella en mi hija, aunque noto la diferencia entre usted y Bruilliard con solo mirarlo. Annabel me ha expresado los sentimientos que le profesa y comprenderá que no voy a darle mi bendición a un completo desconocido sin tener antes la certeza de que la merece. Así que me vendría bien que comenzara a contarme como conoció a Annabel y a qué se dedica. No me interesa que sea su familia la que está bien situada. Quiero saber qué tipo de persona es usted, mucho se aprende del carácter de alguien al examinar su profesión.-
Su mirada sopesó al pretendiente antes de adquirir un tono de advertencia. Gaspard podía ser un hombre sereno y sensato la mayor parte del tiempo pero cuando se trataba de sus hijas ese espíritu suyo podía tornarse agresivo e implacable. Abrió una de las gavetas de su escritorio para sacar una pipa y una pequeña caja con tabaco.
-Ha dicho que ama a Annabel, pero ¿está preparado para darle lo que ella necesita?- Su rostro se tornó reflexivo mientras dirigía su mirada unos segundos a la ventana. -Mi hija no solo es una artista, su carácter es extremadamente emotivo, le cuesta contener el desborde de sus emociones, desde pequeña ha sido así. Su único desahogo siempre lo encontró en el taller que construímos para ella al otro lado del jardín, así es como siempre descargaba lo que llevaba adentro, en cada nuevo lienzo que cobraba vida con sus manos.- Regresó su mirada a Agarwaen. -Dígame, qué le hace pensar que es el hombre apropiado para ella y no trate de decir lo que cree que deseo escuchar o me percataré de ello y créame que no reacciono bien ante quien intenta tomarme el pelo.-
En la habitación:
Llevaba alrededor de veinte minutos en la cama dando vueltas, sintiéndome incapaz de dormir. Mi mirada se desvió hacia mi escritorio adonde reposaba uno de mis antiguos cuadernos de dibujo. Me levanté y me acerqué a él, sonreí al descubrir el grafito y tomé asiento para abrir el cuaderno. Mis dedos comenzaron a moverse mientras mi mirada parda se olvidaba del mundo a mi alrededor y se tornaba intensa. Inmersa en la concentración de lo que hacía mis dedos ágiles adquirieron vida propia trazando contornos mientras me mordía el labio, evocando en mi mente cada uno de los rasgos que conformaban el atractivo rostro de Agarwaen. La distancia exacta entre sus pobladas cejas, la forma de sus océanos azules, el tabique de su nariz, la firmeza de sus pómulos y el grosor de sus labios, guiando al grafito con concentración absoluta para que este plasmara el retrato del cazador.
Annabel Hemingway- Licántropo Clase Alta
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Fecha de inscripción : 16/01/2015
Re: Lazos familiares [privado]
Tomé el vaso de coñac que el padre de Annabel me ofreció. Este con semblante serié tomo asiento en la sillón tras el escritorio esperando a que yo hiciera lo propio frente a él.
Me senté hundiendo mi mirada en sus ojos, podía leer la inquietud que a ese hombre le inundaba frente a un desconocido que había pedido la mano de su hija.
El hombre no se ando por las ramas, directo me hablo de lo que le inquietaba, no solo no saber nada de mi, pues su hija jamas le había hablado de mi existencia.
También de lo que vivió cuando su anterior prometido, un hombre al que amaba de forma desesperada, murió.
Quizás había partes de esa historia que el padre desconocía, no sabia hasta que punto su hija amo a ese hombre del que hablaba y como eso la llevo a convertirse en el licantropo que era.
La venganza durante mucho tiempo había arraigado en su corazón, alejándola de su familia, incluso de ella misma.
No podía decirle eso, así que me limité a guardar silencio escuchando que mas tenia ese hombre que decirme.
El padre de Annabel quería que le contara a que me dedicaba y como conocí a la mujer que amaba, su hija.
Ser sincero era imposible, eso hubiera llevado a ese pobre hombre a un mundo que desconocía, donde las bestias existen y los que las cazan también.
-Señor -dije tras darle un trago a mi copa -como sabe soy extranjero, de Grecia, conozco su idioma, pues mis padres son de la nobleza y desde niño muchas son las lenguas que me han inculcado.
He viajado a París en principio por placer, pero mi estancia se esta alargando pues su hija se cruzó en mi camino.
Mis padres tienen el control de varias haciendas repartidas por el mundo, ademas de ser dueños de las mejores forjas que dotan a los soldados de el armamento necesario.
Yo estoy ligado al negocio familiar y como comprenderá el dinero no sera un problema ni para mi ni para su hija.
Aunque su hija es una mujer independiente, con un gran don para la pintura y la escultura, dudo que necesite ser mantenida, tiene grandes contactos, y yo la apoyaré en todas y cada una de las decisiones que tomé.
Dejé escapar el aire, era complicado decir la verdad a medias, no quería mentir, lo descubriría, pero tenia que saltarme gran parte de lo que era.
-Sobre como la conocí -ladeé la sonrisa -en un arroyo, los dos acudimos allí por motivos distintos.
Soy un apasionado de las armas y digamos que había buscado un sitio tranquilo para entrenar, ella supongo que quería simplemente apreciar la belleza del lugar y ...bueno, pues … -reí recordando la escena. No pude evitarlo pese a tener allí a su padre.
¡Que diablos! Yo no era ese tío sereno y sobrio que podía ser el anterior hombre con el que se prometió, era impetuoso, rebelde, un guerrero y eso iba a mostrar de mi.
-Creo que no es necesario que le explique lo que sentí la primera vez que la vi, su hija es una mujer preciosa y la atracción entre los dos surgió en el primer momento.
El tema es que tras ese encuentro en el lago pasaron meses hasta que por casualidad volvimos a encontrarnos, quizás era el destino, si es que usted cree en eso, pero decidimos darnos una oportunidad, somos distintos, venimos de mundos opuestos, pero...nos queremos.
Sonreí de nuevo dando un trago a mi copa para hundir mi mirada en la ajena.
-Estoy enamorado de su hija, quiero su bendición porque para ella es importante, pero sin su bendición, créame, no recularé en mi empeño un ápice.
Tengo el “si” de su hija y créame si le digo que voy a luchar por lo nuestro, porque puede que no sea fácil, pero la vida no regala nada al que no lucha por enfrentarla.
Me encogí de hombros ¿como responder a su pregunta? ¿existe el hombre perfecto?
-No se si soy ese hombre, no soy perfecto, soy cabezota, a veces muy difícil de soportar, temperamental y estoy demasiado acostumbrado a que se haga mi voluntad, no me gusta negociar sino ordenar.
Pero la quiero, no se si seré el hombre perfecto, no prometo que no discutiremos millones de veces, pero si prometo que la seguiré queriendo después de cada bronca y que siempre buscaré su bienestar por encima del mio.
¿y si eso no le basta? Lo siento, es todo cuanto puedo decirle.
Me senté hundiendo mi mirada en sus ojos, podía leer la inquietud que a ese hombre le inundaba frente a un desconocido que había pedido la mano de su hija.
El hombre no se ando por las ramas, directo me hablo de lo que le inquietaba, no solo no saber nada de mi, pues su hija jamas le había hablado de mi existencia.
También de lo que vivió cuando su anterior prometido, un hombre al que amaba de forma desesperada, murió.
Quizás había partes de esa historia que el padre desconocía, no sabia hasta que punto su hija amo a ese hombre del que hablaba y como eso la llevo a convertirse en el licantropo que era.
La venganza durante mucho tiempo había arraigado en su corazón, alejándola de su familia, incluso de ella misma.
No podía decirle eso, así que me limité a guardar silencio escuchando que mas tenia ese hombre que decirme.
El padre de Annabel quería que le contara a que me dedicaba y como conocí a la mujer que amaba, su hija.
Ser sincero era imposible, eso hubiera llevado a ese pobre hombre a un mundo que desconocía, donde las bestias existen y los que las cazan también.
-Señor -dije tras darle un trago a mi copa -como sabe soy extranjero, de Grecia, conozco su idioma, pues mis padres son de la nobleza y desde niño muchas son las lenguas que me han inculcado.
He viajado a París en principio por placer, pero mi estancia se esta alargando pues su hija se cruzó en mi camino.
Mis padres tienen el control de varias haciendas repartidas por el mundo, ademas de ser dueños de las mejores forjas que dotan a los soldados de el armamento necesario.
Yo estoy ligado al negocio familiar y como comprenderá el dinero no sera un problema ni para mi ni para su hija.
Aunque su hija es una mujer independiente, con un gran don para la pintura y la escultura, dudo que necesite ser mantenida, tiene grandes contactos, y yo la apoyaré en todas y cada una de las decisiones que tomé.
Dejé escapar el aire, era complicado decir la verdad a medias, no quería mentir, lo descubriría, pero tenia que saltarme gran parte de lo que era.
-Sobre como la conocí -ladeé la sonrisa -en un arroyo, los dos acudimos allí por motivos distintos.
Soy un apasionado de las armas y digamos que había buscado un sitio tranquilo para entrenar, ella supongo que quería simplemente apreciar la belleza del lugar y ...bueno, pues … -reí recordando la escena. No pude evitarlo pese a tener allí a su padre.
¡Que diablos! Yo no era ese tío sereno y sobrio que podía ser el anterior hombre con el que se prometió, era impetuoso, rebelde, un guerrero y eso iba a mostrar de mi.
-Creo que no es necesario que le explique lo que sentí la primera vez que la vi, su hija es una mujer preciosa y la atracción entre los dos surgió en el primer momento.
El tema es que tras ese encuentro en el lago pasaron meses hasta que por casualidad volvimos a encontrarnos, quizás era el destino, si es que usted cree en eso, pero decidimos darnos una oportunidad, somos distintos, venimos de mundos opuestos, pero...nos queremos.
Sonreí de nuevo dando un trago a mi copa para hundir mi mirada en la ajena.
-Estoy enamorado de su hija, quiero su bendición porque para ella es importante, pero sin su bendición, créame, no recularé en mi empeño un ápice.
Tengo el “si” de su hija y créame si le digo que voy a luchar por lo nuestro, porque puede que no sea fácil, pero la vida no regala nada al que no lucha por enfrentarla.
Me encogí de hombros ¿como responder a su pregunta? ¿existe el hombre perfecto?
-No se si soy ese hombre, no soy perfecto, soy cabezota, a veces muy difícil de soportar, temperamental y estoy demasiado acostumbrado a que se haga mi voluntad, no me gusta negociar sino ordenar.
Pero la quiero, no se si seré el hombre perfecto, no prometo que no discutiremos millones de veces, pero si prometo que la seguiré queriendo después de cada bronca y que siempre buscaré su bienestar por encima del mio.
¿y si eso no le basta? Lo siento, es todo cuanto puedo decirle.
Agarwaen- Cazador Clase Alta
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Re: Lazos familiares [privado]
La mirada seria de Gerard Hemingway observaba con calma al hombre que pretendía a Annabel. Le dejó expandirse con cuales eran sus negocios y a que se dedicaba antes de carraspear y levantarse de la silla. Sus hijas, Delia e Imogen, se encontraban escuchando detrás de la puerta del despacho y él ya había descubierto el hecho al escuchar un par de risas ahogadas detrás de la misma. Le hizo una seña al caballero para que aguardase, cruzó el despacho en unas cuantas zancadas y abrió la puerta encontrándose a las jóvenes en fragante delito. No hizo falta más que un par de palabras de su parte y su mirada severa para que temblaran al ser descubiertas y tras disculparse precipitadamente abandonaran el pasillo corriendo.
Lo primero que hicieron fue ir en búsqueda de su madre para contarle que habían escuchado al pretendiente de Annabel comentar que era un extranjero griego, bien situado y que sus padres pertenecían a la nobleza, información que finalmente capturó la atención de la madre con respecto al desconocido. Inmediatamente mandó a llamar a la servidumbre para indicarles que cambiaran la vajilla por la dorada y le indicó al par de niñas que se apresuraran a cambiarse de ropa para ataviarse con mejores atuendos, no era cuestión de que el pretendiente creyera que se topaba con una familia de bárbaros. Por una vez, parecía que Annabel hubiera hecho algo bien con respecto a su persona después de toda esa locura de abandonarles y rodearse de muertos de hambre que se adjudicaban el título de artistas.
Lo primero que hicieron fue ir en búsqueda de su madre para contarle que habían escuchado al pretendiente de Annabel comentar que era un extranjero griego, bien situado y que sus padres pertenecían a la nobleza, información que finalmente capturó la atención de la madre con respecto al desconocido. Inmediatamente mandó a llamar a la servidumbre para indicarles que cambiaran la vajilla por la dorada y le indicó al par de niñas que se apresuraran a cambiarse de ropa para ataviarse con mejores atuendos, no era cuestión de que el pretendiente creyera que se topaba con una familia de bárbaros. Por una vez, parecía que Annabel hubiera hecho algo bien con respecto a su persona después de toda esa locura de abandonarles y rodearse de muertos de hambre que se adjudicaban el título de artistas.
Una vez cerrada nuevamente la puerta del despacho Gerard regresó a la silla para escuchar el resto de la descripción que le detallaba el pretendiente acerca de cómo había conocido a su hija.
-Tiene agallas al indicarme sus defectos. ¿Cree que me sentiré más a gusto escuchándole describirse como ocasionalmente insoportable, temperamental, testarudo, voluntarioso y dominante?- Su mirada se oscureció y al inclinarse sobre el escritorio con los músculos tensos de su cuello y sus ojos duros parecía que podía cortar la cabeza del muchacho. Transcurrieron unos minutos en los cuales se limitó a observarlo, antes de que regresara a su posición anterior y tomase la pipa para encenderla.
-Sin embargo, le hubiera sido fácil saltarse esa parte y hablarme únicamente de sus virtudes, como otro en su situación hubiera hecho.- Saboreó el humo de la pipa como si de esa manera estuviese masticando la descarada franqueza del hombre que su hija decía amar. -Dice amar a Annabel y por otro lado ella afirma lo mismo. Podría oponerme a que se casara con usted pero ella lo haría de todas maneras.- Al llegar a ese punto su mirada se volvió más serena. -Considero además que ya ha sufrido bastante, ya es hora de que olvide el pasado.- Su expresión adquirió un matiz distinto al recordar y luego carraspeó. -Pero no me subestime, si en algún momento me entero de que la hace sufrir no habrá manera de que evite que vaya a buscarle y le haga pagar con creces.Tras dar su advertencia se levantó para estrechar la mano al caballero y ofreciéndole más cognac se prolongó algo más la conversación para hablar del asunto de la dote y fijar la cantidad, que de moderada no tenía nada, Annabel se merecía lo mejor.
En la habitación:
Mi mano continuaba moviéndose con vida propia al dibujar a Agarwaen. Había estado encerrado con mi padre un largo rato en el despacho y comenzaba a impacientarme. Ya era hora de ir a buscarle, tenía derecho de reclamar tiempo con mi prometido. Prometido, esa palabra me resultaba bastante irreal y tenía que pellizcarme para cerciorarme de que estaba despierta y que realmente esto estaba sucediendo. Me pregunté si estaba haciendo lo correcto al aceptarlo. Lo amaba ¿pero sería eso suficiente? ¿Podríamos hacer caso omiso de nuestras diferencias y encontrar la manera de ser felices o me estaba auto engañando?
Negué con la cabeza y observé mi dibujo, repasando la imagen con los dedos, realmente quería a ese hombre como para querer intentarlo con cada ápice mío. Cerré el cuaderno y lo coloqué al lado de mi bolsa para llevarlo conmigo cuando regresásemos.
Mi mano golpeó con los nudillos la puerta del despacho y la abrí de un tirón. -Vengo a reclamar la presencia de los dos. La comida esta servida y nos esperan.-
Mi padre fue el primero en salir, por lo que aproveché el momento para dirigirle una mirada inquisitiva a Agarwaen. -¿Cómo ha ido todo?- Aprovechando el breve momento en que nos quedábamos a solas, acorté la distancia que nos separaba, estreché mi cuerpo al de él y busqué sus labios que presurosos me acogieron. Lo arrimé contra el escritorio, mis manos en sus solapas, ajustándolo a mi cuerpo para que supiera lo mucho que deseaba estar a solas con él y me dejé llevar por un beso intenso y profundo.
Me separé de él con una sonrisa ladeada mientras mis sentidos de licántropa se perdían en él. –¿Aún te parece buena idea haber venido?- Le di un par de golpecitos con mis palmas en el pecho antes de tomarlo de la mano para que me acompañara al comedor, adonde ya el resto de la familia nos esperaba. Allí tomamos asiento uno al lado del otro. -Hay algo que debo reclamar.- comenté, volteando hacia él para encontrar sus océanos azules con ansiedad y expectación. -El anillo… no he llegado a ponérmelo.-
Annabel Hemingway- Licántropo Clase Alta
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Re: Lazos familiares [privado]
Al otro lado del despacho las risas se sucedían, no había que ser un licantropo como mi prometida para saber que las pequeñas de la familia escuchaban muy atentas la conversación que el imponente padre de Annabel y yo teníamos.
El padre me pidió un instante, se alzó y creo que lo aproveché para tragar saliva, prefería mil veces enfrentarme solo a una manada de licantropos o a una jauría de vampiros que seguir esta conversación que tenia que alagar mis virtudes para convencerlo de que era el indicado para su hija.
Abrió la puerta de golpe y tras una mirada que hubiera helado la sangre a cualquiera las dos jóvenes salieron disparadas escalera abajo algo que admito dibujo en mis labios una sonrisa, no me imaginaba a Annabel corriendo bajo la inquisidora mirada de su padre.
Di un trago de la copa de coñac antes de que le hombre volviera a tomar asiento tirando su cuerpo hacia mi con los brazos apoyados en el escritorio.
No reculé, mantuve mi posición, eso es lo primero que te enseñan en combate cuando vas a enfrentarte con una bestia superior.
-No se señor si tiene que apreciar mi sinceridad o no, eso se lo dejare juzgar a usted -aseguré con mis océanos clavados en los ajenos.
Finalmente el padre pareció aceptar esta unión alegando que le gustara o no, su hija estaba decidida a casarse conmigo, merecía la felicidad y yo se la daría pues de no ser así era capaz de buscarme, encontrarme y hacerme pagar con creces su desdicha.
Extendí la mano en señal de aceptación, la haría feliz aunque me dejara la vida en el intento, así que podía guardarse sus amenazas, no las necesitaba.
Seguimos bebiendo acordando la sustanciosa dote, hasta que la puerta fue golpeada por mi ahora si, oficial prometida, mis ojos sobrevolaron la sala hasta encontrarse con sus pardos y no pude evitar dedicarle una sonrisa, a fin de cunetas era oficial, tenia su mano.
El padre nos dejo solos adelantándose, la comida estaba dispuesta y era de mala educación llegar tarde a la mesa.
Mi mano sobrevoló su cintura en una delicada caricia.
-Nada, ha sido como enfrentarse a tres alfas a la vez, pero por lo demás creo que todo va bien -apunté haciéndola reír -creo que ya vuelve a circular la sangre por mi cuerpo, podías haberme avisado de que tu padre es capaz de hacer que se le suban los huevos de corbata a cualquier hombre -le dije ladeando la sonrisa, ahora si, para juntos bajar las escaleras que nos llevarían al gran salón.
Nos sentamos en una mesa de madera noble repleta de comida y una vajilla con filamentos de oro, se notaba que se celebraba el reciente compromiso de su hija.
La madre ahora que el padre había cedido parecía feliz conmigo, me llenaba de cumplidos y fue entonces cuando mi preciosa prometida alegó sentada a mi lado que tenia lago que reclamar.
Me quedé blanco ¿no habia tenido bastantes reclamaciones ya? Pero cuando hablo del anillo no pude evitar reír llevando mi mano nuevamente al chaqué para sacarlo de la caja lentamente bajo la atenta mirada de todos los allí presentes.
Aparté la silla a un lado mientras miraba los ojos pardos de mi prometida y madre de mi futuro hijo.
-Annabel -musite dejando caer mi rodilla al suelo por segunda vez sin apartar mis ojos de ella -¿quieres hacer feliz a este hombre casándote conmigo?
Si volvía a desmallarse me iba a tirar por la ventana y por Zeus que no pararía de correr hasta llegar a casa.
El padre me pidió un instante, se alzó y creo que lo aproveché para tragar saliva, prefería mil veces enfrentarme solo a una manada de licantropos o a una jauría de vampiros que seguir esta conversación que tenia que alagar mis virtudes para convencerlo de que era el indicado para su hija.
Abrió la puerta de golpe y tras una mirada que hubiera helado la sangre a cualquiera las dos jóvenes salieron disparadas escalera abajo algo que admito dibujo en mis labios una sonrisa, no me imaginaba a Annabel corriendo bajo la inquisidora mirada de su padre.
Di un trago de la copa de coñac antes de que le hombre volviera a tomar asiento tirando su cuerpo hacia mi con los brazos apoyados en el escritorio.
No reculé, mantuve mi posición, eso es lo primero que te enseñan en combate cuando vas a enfrentarte con una bestia superior.
-No se señor si tiene que apreciar mi sinceridad o no, eso se lo dejare juzgar a usted -aseguré con mis océanos clavados en los ajenos.
Finalmente el padre pareció aceptar esta unión alegando que le gustara o no, su hija estaba decidida a casarse conmigo, merecía la felicidad y yo se la daría pues de no ser así era capaz de buscarme, encontrarme y hacerme pagar con creces su desdicha.
Extendí la mano en señal de aceptación, la haría feliz aunque me dejara la vida en el intento, así que podía guardarse sus amenazas, no las necesitaba.
Seguimos bebiendo acordando la sustanciosa dote, hasta que la puerta fue golpeada por mi ahora si, oficial prometida, mis ojos sobrevolaron la sala hasta encontrarse con sus pardos y no pude evitar dedicarle una sonrisa, a fin de cunetas era oficial, tenia su mano.
El padre nos dejo solos adelantándose, la comida estaba dispuesta y era de mala educación llegar tarde a la mesa.
Mi mano sobrevoló su cintura en una delicada caricia.
-Nada, ha sido como enfrentarse a tres alfas a la vez, pero por lo demás creo que todo va bien -apunté haciéndola reír -creo que ya vuelve a circular la sangre por mi cuerpo, podías haberme avisado de que tu padre es capaz de hacer que se le suban los huevos de corbata a cualquier hombre -le dije ladeando la sonrisa, ahora si, para juntos bajar las escaleras que nos llevarían al gran salón.
Nos sentamos en una mesa de madera noble repleta de comida y una vajilla con filamentos de oro, se notaba que se celebraba el reciente compromiso de su hija.
La madre ahora que el padre había cedido parecía feliz conmigo, me llenaba de cumplidos y fue entonces cuando mi preciosa prometida alegó sentada a mi lado que tenia lago que reclamar.
Me quedé blanco ¿no habia tenido bastantes reclamaciones ya? Pero cuando hablo del anillo no pude evitar reír llevando mi mano nuevamente al chaqué para sacarlo de la caja lentamente bajo la atenta mirada de todos los allí presentes.
Aparté la silla a un lado mientras miraba los ojos pardos de mi prometida y madre de mi futuro hijo.
-Annabel -musite dejando caer mi rodilla al suelo por segunda vez sin apartar mis ojos de ella -¿quieres hacer feliz a este hombre casándote conmigo?
Si volvía a desmallarse me iba a tirar por la ventana y por Zeus que no pararía de correr hasta llegar a casa.
Agarwaen- Cazador Clase Alta
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Re: Lazos familiares [privado]
Acentué la sonrisa ladeada cuando el rostro de Agarwaen se tornó del mismo color blanco del mantel que adornaba la mesa, al parecer pensaba que le iba a poner en aprietos de alguna manera o que le iba a enviar a una segundo round con mi padre que le dejaría k.o. Lo miré maliciosa y divertida, con la expectación a flor de piel. No podría explicar la emoción que me invadía, especialmente cuando tras comprender que preguntaba por el anillo se levantó de la silla y dejó caer la rodilla en el suelo. Las voces de mis padres y de mis dos hermanas cesaron, todos tenían la mirada clavada en la escena, pero yo no les veía a ellos, de hecho, en ese momento todo aquel que no fuera el cazador había desaparecido completamente de mi vista.
-No quiero otra cosa más que ser tu esposa, te juro que haré todo lo posible para que seas feliz, como lo soy ahora.- El deslizó el anillo en mi dedo y yo me levanté presurosa mientras el también lo hacía, para lanzarme a sus brazos y sellar ese si con un beso que desbordaba mis sentimientos y decía más que cualquier palabra. En seguida escuché a mi padre carraspear por lo que lentamente me separé de mi prometido con una sonrisa. Apenas me creía esa palabra, prometido. Nuestro camino había sido largo y aún no comprendía del todo como habíamos llegado hasta acá, pero lo que le dije no pude haberlo sentido más que ahora. Haría lo posible porque lo nuestro funcionara.
Enseguida se escuchó el descorchar de una botella de vino de una cosecha especial que mi padre guardaba en las bodegas y que conservaba como un tesoro para utilizar únicamente en una ocasión que lo ameritara, provenía directamente de los viñedos Hemingway. Las copas se alzaron y fue mi padre el que brindó a la salud nuestra, madre me hizo arquear la ceja al comportarse bastante cortés y solicita con Agarwaen, pero no iba a quejarme por su cambio de actitud, no era el momento y en realidad no había algo que pudiera empañar lo que había sucedido esa tarde.
-A ver si no estás demasiado cansado cuando volvamos a casa.- Susurré con intención velada en el oído masculino mientras se servía la comida, no deseaba otra cosa más que poder estar finalmente a solas con él. La felicidad me despertaba el apetito por lo que comí vorazmente, encogiéndome de hombros cuando Agarwaen me miró sorprendido. Ahora como por dos. le dije con la mirada mientras masticaba. Lamentaba no poder dar la noticia aún enfrente de mis padres pero se hubieran escandalizado, lo mejor sería postergarlo, además mi embarazo aún era muy reciente y después de todo… quería asegurarme de que todo fuera bien. Tenía que ir bien, deseaba a mi bebé como a nada.
La velada se alargó un poco más después de la comida, la tarde fue entrando y me puse de pie en el salón para explicar que ya era momento de marcharnos. En mi opinión Agarwaen ya había sufrido bastante el escrutinio al que había sido sometido. Vi como mi padre estrechaba su mano y antes de marcharnos me llevó a un lado para decirme que le había agradado verme y añadir que podíamos regresar siempre que quisiésemos. Lo observé y me sentí culpable, porque sabía que para no exponerle ni a él ni al resto de la familia iba a tener que mantenerme alejada de ellos. Se que él leyó algo en mi mirada y se que sabía que yo no le decía todo pero de sus labios no escapó ninguna pregunta.
Lo abracé con rapidez y me escabullí lo más rápido que pude, madre me entregó una caja con algunos bocadillos de la cocina, por primera vez no vi severidad en sus ojos al mirarme, creo que finalmente se percataba de que iba a casarme y de que no regresaría al hogar.
Después de la despedida Agarwaen y yo atravesamos el jardín delantero para dirigirnos al carruaje, yo iba pensativa, mi mirada se desvió hacia él y presioné cálidamente su mano. -Y ahora que has sobrevivido- dije con algo de diversión. -¿Adónde iremos?- Alcé una ceja al hundirme en sus océanos azules porque no habíamos hablado acerca de si regresaríamos a mi mansión o iríamos a la suya, o qué seguiría a partir de allí.
Annabel Hemingway- Licántropo Clase Alta
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Fecha de inscripción : 16/01/2015
Re: Lazos familiares [privado]
Si yo creía que estaba preparado para cualquier cosa estaba equivocado, aquello había sido como una perfecta y engranada maquina de tortura.
Me sentí todo el tiempo mirado con lupa y en mas de una ocasión palidecí como si a lo que me enfrentara fuera una horda de licantropos y hechiceros en una.
Su padre imponía, su madre acojonaba y sus hermanas no dejaban de reírse mirándome, en definitiva, que no tenia ni puta idea de la impresión que les había causado, peor por suerte me iba a de allí con mi prometida entre mis brazos y con una picara sonrisa que presagiaba que esa noche me iba a cobrar en carnes todo lo que me había hecho pasar la señorita.
Mis labios acortaron la distancia hasta su boca cuando me pregunto sobre ¿Donde estableceríamos nuestra morada?
La verdad no había pensado en ello todavía, París no era mi hogar, en Grecia vivía en el castillo con mis padres y si salia de esta gesta que se cernía sobre mi, la idea seria ocupar otro castillo una vez se celebrara la boda con la loba.
-Podemos vivir entre una mansión y otra Annabel, eso da igual. No me gustaría dejar del todo a los chicos y mas teniendo en cuenta la situación que acontece, Nessanie es peligrosa y no quiero que nuestro hijo corra ningún peligro -apunté deslizando mis labios por su cuello mordiendo su hombro.
-Estaremos mas seguros en mi mansión y cuando necesitemos una noche de mas intimidad -dije sin borrar la sonrisa picara de mis labios -podemos ir a la tuya.
Subimos al carruaje, Annabel iba a sentarse en el pequeño sillon cuando tiré de ella subiéndola sobre mi regazo sin dejar de sonreír contra su boca.
-Antes me has dicho que esperabas que no estuviera cansado y no lo estoy -aseguré lanzandole un par de bocados -¿que me querías hacer? -pregunté arrastrando las palabras mientras ella se reía sin parar por como mi boca la torturaba lentamente.
Mis dedos jugueteaban con las lazadas de su corseé, estaba mas que claro que mi plan hoy residía en ir a su mansión, a disfrutar de esa intimidad prometida y hacerla mía de las mil y una formas que se me ocurrieran.
Mi nariz torturó su mentón, su cuello... mientras mi respiración pesada se perdía contra su piel y mi hombría se clavaba en su muslo.
-¿que me dices? ¿vamos hoy a tu mansión, me preparas una buena cena, vino y … lo que surja -pregunté lamiendo sus labios.
Aparte unos mechones de pelo de su rostro atrayendola por la nuca para intensificar ese húmedo beso que se convirtió en un duelo de lenguas, apasionado, necesitado plagado de jadeos que incitaban a pegarse a nuestros cuerpos.
Así el carruaje se detuvo frente a su casa, arrastrados por la pasión bajamos riéndonos, besándonos, tocándonos, cada vez mas hambrientos ….
-Ahora que eres mi prometida tienes que saciar a tu guerrero -bromeé sin dejar de reírme mientras esta me empujaba por el pecho contra la pared luchando por meter la llave en el bombin mientras mis manos la atraían voraces contra mi una y otra vez y mi lengua saqueaba su boca sin pausa ni fin.
Me sentí todo el tiempo mirado con lupa y en mas de una ocasión palidecí como si a lo que me enfrentara fuera una horda de licantropos y hechiceros en una.
Su padre imponía, su madre acojonaba y sus hermanas no dejaban de reírse mirándome, en definitiva, que no tenia ni puta idea de la impresión que les había causado, peor por suerte me iba a de allí con mi prometida entre mis brazos y con una picara sonrisa que presagiaba que esa noche me iba a cobrar en carnes todo lo que me había hecho pasar la señorita.
Mis labios acortaron la distancia hasta su boca cuando me pregunto sobre ¿Donde estableceríamos nuestra morada?
La verdad no había pensado en ello todavía, París no era mi hogar, en Grecia vivía en el castillo con mis padres y si salia de esta gesta que se cernía sobre mi, la idea seria ocupar otro castillo una vez se celebrara la boda con la loba.
-Podemos vivir entre una mansión y otra Annabel, eso da igual. No me gustaría dejar del todo a los chicos y mas teniendo en cuenta la situación que acontece, Nessanie es peligrosa y no quiero que nuestro hijo corra ningún peligro -apunté deslizando mis labios por su cuello mordiendo su hombro.
-Estaremos mas seguros en mi mansión y cuando necesitemos una noche de mas intimidad -dije sin borrar la sonrisa picara de mis labios -podemos ir a la tuya.
Subimos al carruaje, Annabel iba a sentarse en el pequeño sillon cuando tiré de ella subiéndola sobre mi regazo sin dejar de sonreír contra su boca.
-Antes me has dicho que esperabas que no estuviera cansado y no lo estoy -aseguré lanzandole un par de bocados -¿que me querías hacer? -pregunté arrastrando las palabras mientras ella se reía sin parar por como mi boca la torturaba lentamente.
Mis dedos jugueteaban con las lazadas de su corseé, estaba mas que claro que mi plan hoy residía en ir a su mansión, a disfrutar de esa intimidad prometida y hacerla mía de las mil y una formas que se me ocurrieran.
Mi nariz torturó su mentón, su cuello... mientras mi respiración pesada se perdía contra su piel y mi hombría se clavaba en su muslo.
-¿que me dices? ¿vamos hoy a tu mansión, me preparas una buena cena, vino y … lo que surja -pregunté lamiendo sus labios.
Aparte unos mechones de pelo de su rostro atrayendola por la nuca para intensificar ese húmedo beso que se convirtió en un duelo de lenguas, apasionado, necesitado plagado de jadeos que incitaban a pegarse a nuestros cuerpos.
Así el carruaje se detuvo frente a su casa, arrastrados por la pasión bajamos riéndonos, besándonos, tocándonos, cada vez mas hambrientos ….
-Ahora que eres mi prometida tienes que saciar a tu guerrero -bromeé sin dejar de reírme mientras esta me empujaba por el pecho contra la pared luchando por meter la llave en el bombin mientras mis manos la atraían voraces contra mi una y otra vez y mi lengua saqueaba su boca sin pausa ni fin.
Agarwaen- Cazador Clase Alta
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Re: Lazos familiares [privado]
Tanto así como dar igual, pensé, observándolo de reojo mientras caminábamos. No, no daba igual. Estaba acostumbrada a mi espacio, a mi mansión, a mis tiempos, sin mencionar que tenía mi taller adonde me perdía cuando las emociones eran tan intensas que no podía hacer más que desbordarlas sobre un lienzo o en arcilla, canalizarlas de algún modo o estas se me quedaban tan metidas en la piel que de no vertirlas terminarían ahogándome, consumiéndome. -Si he de quedarme contigo y los cazadores tendré que realizar algunas acomodaciones.- Mi semblante se tornó reflexivo, no sabía que tanto comprendería esos momentos míos, a mi familia le había costado bastante hacerlo y no podría decir que alguna vez llegaron a habituarse a mis "arranques", sin mencionar que estos se exacerbaban hacia un límite sobrenatural bajo la influencia de las fases de la luna.
Sin embargo yo anhelaba vivir con él y esa nueva vida involucraba cambios, por no mencionar que el ver ese anillo en mi dedo me llenaba de una sensación de plenitud completamente novedosa, estaba deseosa de ver adonde íbamos de aquí en adelante.
Iba a sentarme sobre el asiento del carruaje cuando tiró de mi hacia él, su nariz rozó mi cuello y su aroma me envolvió por completo. Cerré los ojos sintiendo su aliento sobre mi piel, dejando que sus dientes se pasearan suavemente sobre ella, su hombría se pegaba a mi muslo, causando una cálida oleada entre los mios que solo él sabía provocar. -Escúchame cazador, no voy a ser la más sumisa de las prometidas, ni voy a prometerte que solo encontrarás paz a mi lado porque te estaría mintiendo.- Para mi era importante que lo comprendiera, si se había comprometido conmigo tendría que conocerme y yo era la primera en reconocer que no era alguien fácil.
-Pero eso no quiere decir que no vaya a compensarte de otras maneras.- Su mano alcanzó mi nuca y mi lengua salió al encuentro de la suya. Me abandoné a saborearlo, a sentirlo, a perderme en ese hombre que me prometía ser mio desde ahora hasta el resto de nuestras vidas. El carruaje se detuvo frente a la casa y descendimos atropelladamente sin abandonar los labios del otro. Chocamos contra la puerta de la mansión, sus manos sostenían mis caderas acercándome más a él y las mías se desesperaban entre alcanzar los límites de su camisa y lograr encajar la llave en el cerrojo de la puerta.
Después de lo que debió haber sido unos cuantos minutos pero que a mi me pareció una eternidad, la puerta cedió para permitirnos caminar enredados hacia el salón. Afortunadamente había despedido a mi personal, tenían libre la noche. -Te tendré que presentar a todos…- alcancé a decir mientras nuestros labios se buscaban con desesperación, como si no pudiéramos vivir sin el aire que emanaba la boca del otro. Con velocidad lupina lo empujé sobre el sillón del salón principal antes de caer sobre él. -En cuanto a tu pregunta anterior depende de lo que te dejes hacer.-
Me eché a reir, los dedos de Agar jugaban con la tira de mi vestido, dejándola descender de mi hombro para descubrir el inicio de mi pecho mientras sus yemas me calentaban la piel. -Me gustan tus manos.- Tomé la suya que ociosa acariciaba mi hombro e introduje sus dedos en mi boca succionándolos suavemente. Me gustaba la forma en que me tocaba, como sus manos podían acariciarme volviéndose dulces y seductoras cuando al mismo tiempo podían ser letales y peligrosas frente a cualquiera que se enfrentase a él.
Sin despegar mi mirada acaricié su palma antes de guiarla hacia mi cuerpo. Sus manos me acariciaron, las mías hurgaron debajo de su camisa antes de abrirla de un tirón, haciendo que múltiples botones volaran por los aires.
Reí otra vez mientras mis dedos se impregnaban de la textura de su piel, absorbiéndolo todo, el deseo palpable transpirando entre el insignificante espacio entre los dos. -Aprecio todo el tiempo que pasaste hoy con mi familia… para mi significa mucho, aunque… me has sorprendido demasiado al pedir mi mano. No tengo idea de en qué momento lo has decidido o cuando buscaste el anillo.- Guardé silencio mientras nos mirábamos, para mi la sorpresa había sido descomunal, nos había costado llegar hasta este día, por tantas razones. -Hemos tenido que superar muchos obstáculos pero ha valido la pena, sé que aún faltan más, que aún debes superar la marca que te consume pero lo haremos juntos. Quiero salvar cada nueva dificultad contigo, de alguna manera has logrado lo que desde hace mucho ningún otro podía, me has devuelto la vida Agarwaen.-
Mis manos descendieron por su tórax hasta su pantalón, bajé la cremallera y saque su virilidad para tomarla por debajo y comenzar a masajearla, explorándolo intímimamente, extasiandome en el placer que le provocaba. Él me confirmaba que yo aún podía sentir, que era capaz de temblar bajo sus manos, me había sacado del pozo oscuro en el que me había acostumbrado a deambular durante tanto tiempo. Sus dedos acariciaron mis muslos ascendiendo por ellos y nuestros jadeos se extinguieron en nuestras bocas mientras nos acariciábamos la lengua de forma lánguida, perdidos en las abrumadoras sensaciones que seguíamos encontrando en el otro desde que nos conocimos en el arroyo y que habrían de dictaminar la imposibilidad de alejarnos.
Annabel Hemingway- Licántropo Clase Alta
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Re: Lazos familiares [privado]
Entre gruñidos y jadeos caímos sobre el lecho, mi camisa había sido abierta por completo, expuesto a ella mis ojos oscurecidos la miraron con fijeza, si aun no le había quedado claro que la quería tal y como era no sabia que mas hacer para demostrarlo.
Sabia que disfrutaba con la pintura, con el arte, con todo aquello que la hacia sentir viva y nada mas lejos de mi intención quitarle una de las cosas que tanto amaba.
-En este momento -susurré contra sus labios mientras la sentía danzar sobre mi dura hombría en laza -te pondría un palacio si me lo pidieras -bromeé ocn la voz ronca.
Un gemido escapó de mi interior cuando sus labios traviesos y juguetones se centraron en mi berga palpitante.
Sus dedos tomaban la base acariciadola, regalandole atenciones sin dejar de saborear con su lengua la humedad que mojaba mi glande.
Mis dedos se hundieron en su cabello castaño, moviendola despacio, sin dejar de mirarla completamente complacido.
Se la metió de golpe en su boca, sus pardos me contemplaban fijos, sonriendo cada vez que mi hombría se movía por el placer recibido.
Tiré un instante la cabeza hacia atrás gimiendo roncamente, cada vez mas rapido al ritmo que su boca me follaba, no aguantaría mucho mas, el sabor de mi glande cada vez mas mojado me delataba.
Tiré de su pelo para que subiera, nuestros labios chocaron presos de la demoledora pasión que ataba nuestros cuerpos.
Mi lengua se adentro en la ajena, como enredaderas ambas treparon paladeando el sabor a bosque, a sexo.
Gruñíamos por el contacto, agitados, mis manso la movían haciéndola bailar sobre mi dureza.
Empujé hasta que se la clavó hasta dentro, gruñí preso de la lascivia que me invadía, sus paredes mojadas se abrían, me recibían calientes, gritó de placer trazando círculos con sus caderas, su pelvis friccionaba con la mía de lo metida que la tenia.
Alce el tronco chocando de nuevo contra su boca, hambriento, jadeando, nuestras lenguas húmedas se enlazaban dentro y fuera de nuestras bocas.
-No puedo mas -dije completamente perdido en su interior.
Gruñí apretando sus caderas para que no se moviera, que me la envolviera por completo mientras esta se sacudía violenta esparciéndose en ella.
Gemíamos, nos mordíamos presos del éxtasis de estar corriéndonos al unisono hasta caer abatidos, cansados y con una sonrisa pintada en los labios sobre el lecho.
-Te quiero, te voy a convertir en mi mujer, la casa es tuya, conviértela en nuestro hogar Annabel, solo quiero que seas feliz a mi lado lago que no será fácil, ya me conoces, no soy perfecto ni de lejos.
Sabia que disfrutaba con la pintura, con el arte, con todo aquello que la hacia sentir viva y nada mas lejos de mi intención quitarle una de las cosas que tanto amaba.
-En este momento -susurré contra sus labios mientras la sentía danzar sobre mi dura hombría en laza -te pondría un palacio si me lo pidieras -bromeé ocn la voz ronca.
Un gemido escapó de mi interior cuando sus labios traviesos y juguetones se centraron en mi berga palpitante.
Sus dedos tomaban la base acariciadola, regalandole atenciones sin dejar de saborear con su lengua la humedad que mojaba mi glande.
Mis dedos se hundieron en su cabello castaño, moviendola despacio, sin dejar de mirarla completamente complacido.
Se la metió de golpe en su boca, sus pardos me contemplaban fijos, sonriendo cada vez que mi hombría se movía por el placer recibido.
Tiré un instante la cabeza hacia atrás gimiendo roncamente, cada vez mas rapido al ritmo que su boca me follaba, no aguantaría mucho mas, el sabor de mi glande cada vez mas mojado me delataba.
Tiré de su pelo para que subiera, nuestros labios chocaron presos de la demoledora pasión que ataba nuestros cuerpos.
Mi lengua se adentro en la ajena, como enredaderas ambas treparon paladeando el sabor a bosque, a sexo.
Gruñíamos por el contacto, agitados, mis manso la movían haciéndola bailar sobre mi dureza.
Empujé hasta que se la clavó hasta dentro, gruñí preso de la lascivia que me invadía, sus paredes mojadas se abrían, me recibían calientes, gritó de placer trazando círculos con sus caderas, su pelvis friccionaba con la mía de lo metida que la tenia.
Alce el tronco chocando de nuevo contra su boca, hambriento, jadeando, nuestras lenguas húmedas se enlazaban dentro y fuera de nuestras bocas.
-No puedo mas -dije completamente perdido en su interior.
Gruñí apretando sus caderas para que no se moviera, que me la envolviera por completo mientras esta se sacudía violenta esparciéndose en ella.
Gemíamos, nos mordíamos presos del éxtasis de estar corriéndonos al unisono hasta caer abatidos, cansados y con una sonrisa pintada en los labios sobre el lecho.
-Te quiero, te voy a convertir en mi mujer, la casa es tuya, conviértela en nuestro hogar Annabel, solo quiero que seas feliz a mi lado lago que no será fácil, ya me conoces, no soy perfecto ni de lejos.
Agarwaen- Cazador Clase Alta
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Re: Lazos familiares [privado]
Nuestros cuerpos enredados al hacer el amor, mi espalda arqueada que en ese momento no buscaba otra cosa más que sus caricias, mis uñas que arañaban su espalda presa del éxtasis provocada por las sensaciones. Agarwaen sabía como llevarme al cielo, a ese lugar y espacio en el que quería creer, para apropiarme de el como nuestro. Mis dedos agarrados a sus hombros para mantenernos pegados en ese baile buscaban mucho más de lo que mis palabras podrían explicarle.
Agar traía consigo una nueva vida para mi, una nueva para los dos, y otra que como el más maravilloso de los regalos se gestaba en mi vientre. Yo necesitaba de él, necesitaba unirme a su alma de una forma que no atinaba a explicarme ni a mi misma. Sus manos abandonaron mi cintura manteniéndome sujeta por las nalgas y mis caderas le buscaron, engulléndolo, mis uñas clavándose en sus hombros, rasguñando con pasión su espalda. Le necesitaba muy adentro, sentirlo, mientras los estremecimientos me recorrían, mi respiración continuaba errática y acelerada y una febril ansiedad me impulsaba a capturar su boca mientras en ese acto le suplicaba de alguna manera que me permitiera desahogar todas las emociones contenidas de los últimos meses.
Sus embestidas más fuertes hicieron escapar mis jadeos, mis ojos se tornaron ambarinos y mi tumultuosa alma se tornó indómita como mi esencia de loba, mis entrañas se fundían, el calor que me invadía debido a la excitación me hacía sentir como si estuviera a punto de sufrir una transformación, su virilidad se sacudía muy adentro en el instante en que nos corrimos juntos.
Sudorosos caímos sobre el colchón completamente extenuados y aún tuve que serenarme e intentar respirar para sentir que volvía a tener el dominio de mi misma, mientras mi mirada adquiría de nuevo su tono pardo.
Observé al cazador, acariciándole la piel con la palma de mi mano. Sonreí al mirarlo, me sentía inexplicablemente libre. Llevé sus manos a mi cuerpo, quería sentir ese lazo nuevamente presente entre ambos, la razón que me había llevado a darle el si hoy. -Ninguno de los dos es fácil, para mi es más sencillo expresarme con acciones, con palabras es distinto… a menudo me cuesta encontrar las palabras exactas que logren explicar lo que siento- fruncí el cejo al decirlo. -Pero no creas ni por un segundo que mis emociones por ti no son profundas. Pensé que nunca volvería a amar, y tú… al cruzarte conmigo has traído a mi vida más de lo que crees... Iré a tu casa, la acondicionaré para que sea tan nuestra como esta, para poder pintar y esculpir en ella... Necesitaré ese espacio mío.-
Llevé su mano a mi vientre, sintiéndolo acariciar mi piel despacio, esta se erizó bajo su caricia y mis ojos se abrieron como platos al sentir una pequeña pero fuerte patada que llegó sin que la esperara. -¿Has sentido eso?- Me sentí abrumada y presa de un sentimiento indescriptible. ¿No era muy pronto para sentirlo patear? -Ha reaccionado al sentirte.- No pude evitar reír al percatarme de que había reaccionado a su tacto.
-Quiero cambiar mi vida, empezar contigo de cero.- Acaricié cariñosamente su mano sobre mi vientre, me abrumaba esto, tener una vida adentro mio, nunca sentí su presencia más real que ahora. -Debemos comprarle todo lo que necesitará… pensar en su nombre…- Me mordí el labio antes de decir lo siguiente. -No podemos tardar mucho en casarnos… o empezaran las habladurías y los malos juicios… quiero que nuestro bebé nazca dentro del matrimonio, que lleve tu apellido…- Hice una pausa con expresión pensativa. -¿Cuál era tu apellido otra vez?- pregunté antes de reír de nuevo.
Annabel Hemingway- Licántropo Clase Alta
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Re: Lazos familiares [privado]
Alcé la mirada al sentir el golpe en mi mano, sonreí como un idiota cuando ella me preguntó si lo había notado.
Asentí atónito, mi hijo daba patadas ante mi contacto.
-¿estará bien? ¿Lo he hecho muy fuerte? -pregunté agobiado, ante la brillante mirada de mi prometida que deslizaba sus dedos por mi pelo oscuro para tranquilizarme asegurándome que ella estaba bien y lo que gestaba en su vientre también.
Mis labios surcaron la piel de su cuello, ascendiendo por su mandíbula, mordiendo sus labios cuando alcancé su boca.
-Iremos, compraremos todo lo necesario para convertir mi casa, en nuestro hogar. Sabes que yo estoy en guerra, cada vez Nessanie se acerca mas a mi, lo noto, la noto, los sueños, las visiones, estoy cansado y aunque nunca lo digo porque no quiero preocuparte, la marca se extiende cada vez mas rápido.
Quiero que me prometas algo, si llegado el momento, si no hay cura, si la marca llega a mi corazón antes de convertirme en un pelele de la bruja, antes de poner en sus manos toda Grecia, acabaré con mi existencia.
Es por eso que tenemos que desposarnos, es el momento de darle a nuestro vástago mi apellido -ladeé la sonrisa al recordar su pregunta -¿no lo recuerdas? -pregunté volviendo a morder sus labios con picarda – Demetrius -repetí -ese es mi apellido.
Mis dedos se deslizaron por la piel de su vientre sintiendo las patadas del guerrero que algún día me sucedería en el trono.
-Nuestro hijo es el futuro de Grecia ¿lo entiendes? Has de prometerme que si no gano esta gesta, antes de que Nessanie se adueñe de todo, llevaras a nuestro hijos ante mis padres, él o ella es la esperanza de los míos, soy el único hijo de los reyes, el príncipe, sin mi, no hay linaje ¿lo entiendes?
Sabia que ella no estaba preparada para perderme, ni yo para no conocer a mi hijo, es por eso que teníamos que vencer, es por eso que pensaba arrastrar a Nessanie al tártaro y si tenia que irme con ella adelante, pero ese era el único modo de que mi hijo reinara y su madre pudiera ayudarle como la fuerte mujer que era.
Además, en ese niño residía algo mas, esperanza, esperanza a una Grecia unida, su madre era una licantropo su padre un cazador, ese bebe representaba que el amor podía con las diferencias, si había podido con alguien como yo, tan aferrado al odio que procesaba a los seres de la noche ¿por que no iba a poder obrar el milagro en Grecia y terminar con esta guerra que ya duraba demasiado tiempo.
Esperé la respuesta de Annabel, sus ojos brillan, posiblemente debatiéndose entre lo que quería y lo que debía.
-Como padre, esto es nuestra prioridad -aseguré acariciando su vientre -te quiero y eso no lo cambiará nadie, ni nada, ni siquiera la muerte.
Asentí atónito, mi hijo daba patadas ante mi contacto.
-¿estará bien? ¿Lo he hecho muy fuerte? -pregunté agobiado, ante la brillante mirada de mi prometida que deslizaba sus dedos por mi pelo oscuro para tranquilizarme asegurándome que ella estaba bien y lo que gestaba en su vientre también.
Mis labios surcaron la piel de su cuello, ascendiendo por su mandíbula, mordiendo sus labios cuando alcancé su boca.
-Iremos, compraremos todo lo necesario para convertir mi casa, en nuestro hogar. Sabes que yo estoy en guerra, cada vez Nessanie se acerca mas a mi, lo noto, la noto, los sueños, las visiones, estoy cansado y aunque nunca lo digo porque no quiero preocuparte, la marca se extiende cada vez mas rápido.
Quiero que me prometas algo, si llegado el momento, si no hay cura, si la marca llega a mi corazón antes de convertirme en un pelele de la bruja, antes de poner en sus manos toda Grecia, acabaré con mi existencia.
Es por eso que tenemos que desposarnos, es el momento de darle a nuestro vástago mi apellido -ladeé la sonrisa al recordar su pregunta -¿no lo recuerdas? -pregunté volviendo a morder sus labios con picarda – Demetrius -repetí -ese es mi apellido.
Mis dedos se deslizaron por la piel de su vientre sintiendo las patadas del guerrero que algún día me sucedería en el trono.
-Nuestro hijo es el futuro de Grecia ¿lo entiendes? Has de prometerme que si no gano esta gesta, antes de que Nessanie se adueñe de todo, llevaras a nuestro hijos ante mis padres, él o ella es la esperanza de los míos, soy el único hijo de los reyes, el príncipe, sin mi, no hay linaje ¿lo entiendes?
Sabia que ella no estaba preparada para perderme, ni yo para no conocer a mi hijo, es por eso que teníamos que vencer, es por eso que pensaba arrastrar a Nessanie al tártaro y si tenia que irme con ella adelante, pero ese era el único modo de que mi hijo reinara y su madre pudiera ayudarle como la fuerte mujer que era.
Además, en ese niño residía algo mas, esperanza, esperanza a una Grecia unida, su madre era una licantropo su padre un cazador, ese bebe representaba que el amor podía con las diferencias, si había podido con alguien como yo, tan aferrado al odio que procesaba a los seres de la noche ¿por que no iba a poder obrar el milagro en Grecia y terminar con esta guerra que ya duraba demasiado tiempo.
Esperé la respuesta de Annabel, sus ojos brillan, posiblemente debatiéndose entre lo que quería y lo que debía.
-Como padre, esto es nuestra prioridad -aseguré acariciando su vientre -te quiero y eso no lo cambiará nadie, ni nada, ni siquiera la muerte.
Agarwaen- Cazador Clase Alta
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Re: Lazos familiares [privado]
Sonreí al notar su atención fija en mi vientre, su mano sobre este y la mirada de absoluta sorpresa al sentir la patada de nuestro bebé. Mis emociones me superaban al contemplarlo, mis ojos se sintieron húmedos, era una imagen perfecta, él, y mi bebé… Observándolo deseé congelar esa imagen en mi mente para recordarla después, como podía ser un momento de simple y absoluta felicidad.
Negué con una sonrisa ladeada cuando preguntó si lo había hecho muy fuerte, para nada me pareció así. -Será que te reconoce y comienza a interesarse en tu tacto y en tu voz.- Todo se volvió más tangible en este momento, la existencia de esa pequeña vida en mi vientre, nunca se sintió más real. -Espero ser la compañera que mereces.- Mi dedo se paseó suavemente por su cuello, en una expresión de mi deseo de tenerlo a mi lado. -Aún me cuesta acostumbrarme a la idea de todo esto, de que estés conmigo.- Tomé su rostro en mis manos y besé sus labios despacio deseosa de prolongar cada sensación que me evidenciaba que él estaba conmigo.
Escuché sus palabras con atención, sus advertencias y mi expresión seria fue reflejo de la importancia que le daba a todas y cada una. -Lo prometo.- respondí, estando de acuerdo con su petición. -Lo llevaré con tus padres de ser necesario.- Por la manera en que la describía a ella, sabía que se trataba de la peor de todas las amenazas, no me gustaba nada que hablara de perder su propia vida, ya había perdido un amor, no iba a permitirme perder otro. El brillo de esa determinación refulgía en mi rostro al mirarlo, a él no lo iban a arrancar de mi lado, no iba a dejar que sucediera.
-Pero no voy a perderte, ya hemos logrado mucho. Acortar esa distancia que parecía insalvable entre nosotros por tantas razones…- Atrapé su labio inferior cerrando los ojos, acariciando su mandíbula con mis dedos antes de que nuestros labios se reencontraran. Volqué el sentimiento que acompañaba a mis palabras en ese beso, necesitada de hacerlo, de auto convencerme de que merecía ser feliz, de que ese camino aún estaba abierto para mi. Me convencí durante demasiado tiempo de que no era así. Imágenes mías, recuerdos de vidas concluídas bajo mi mano, me convertí en verdugo, y ahora… ahora solo quería creer que para mi existía mucho más.
-Y dígame señor Demetrius.- Me eché a reir entre sus labios, no me acostumbraba a su verdadero nombre. -¿Cuándo exactamente propone que llevemos a cabo nuestro enlace?- Alcé una ceja al mirarlo y volteé sobre él para dejarlo debajo mio, atrapado entre mis piernas y completamente a mi merced. -¿No podías haberme dado una pista acerca de que planeabas pedir mi mano en casa de mis padres?- Lo golpeé jugando con mis puños en el pecho. -¿Cuándo vas a hacer de mi una mujer honorable?- Lo observé en silencio aguardando esa respuesta.
-No quiero algo pomposo, ni me interesa una ceremonia majestuosa, me basta con que estés tú. Puedes aprovechar que te estoy dando la oportunidad de que escapemos juntos en lugar de que mi madre supervise cada detalle de la preparación de la boda.- Lo observé con diversión al decirlo, recordando como lo había hecho sudar esta tarde. No dudaba ni un segundo de que mi madre mantuviera su nariz inmersa en los preparativos de la boda de tener la oportunidad de hacerlo así.
Teníamos que formalizarlo todo con rapidez, el tiempo apremiaba, nuestro hijo debía nacer como legítimo y llevar su apellido. -Por encima de todas las razones por las que debamos casarnos con rapidez, quiero casarme contigo porque te quiero. Aún si nada nos apremiara a hacerlo mis sentimientos por ti me urgirían a querer convertirme en tu esposa lo antes posible.-
Teníamos que formalizarlo todo con rapidez, el tiempo apremiaba, nuestro hijo debía nacer como legítimo y llevar su apellido. -Por encima de todas las razones por las que debamos casarnos con rapidez, quiero casarme contigo porque te quiero. Aún si nada nos apremiara a hacerlo mis sentimientos por ti me urgirían a querer convertirme en tu esposa lo antes posible.-
Annabel Hemingway- Licántropo Clase Alta
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Re: Lazos familiares [privado]
Me eche reír cuando me llamó por mi nombre de pila, la verdad es que no estaba acostumbrado a que nadie me llamara así, mis padres sobre todo cuando se enfadaban y el asunto era serio como para usar el apodo.
Pero mis amigos y el resto de cazadores, me conocían por el nombre de Agarwaen.
-¿que tiene ganas de convertirse en mi esposa señorita Annabel? -ladeé la sonrisa de forma engreída dejando que nuestras bocas se acariciaran con cada palabra.
Sus dedos contoneaban mi mandíbula, me observaba con intensidad, algo que admito me hacia sentir único. Esto no había sido fácil, como ella había dicho contra demasiadas cosas habíamos luchado desde le encuentro en el lago, realmente habíamos luchado mas bien contra nosotros mismos.
Yo no concebía una relación con un ser sobrenatural, de allí de donde venia todos representaban el mal, ella estaba tan llena de odio que permitirse ser feliz a mi lado se le antojaba demasiado y a eso había que sumarle que la muerte me acechaba con al hoz en la mano.
Todo lo teníamos en contra y sin embargo allí estábamos, con mis ojos fijos en el roto y una sonrisa pintada en nuestros rostros.
-Nada pomposo y sin que tu madre nos supervise, no lo digas dos veces -dije sin mas tirando de su mano con una socarrona sonrisa pintada en mis labios.
Ella reía sin haber bien a donde quería llegar, los dos desnudos, acariciándonos, besándonos.
-Ponte un vestido blanco Annabel, no aguanto mas, quiero que seas mi mujer esta noche, nuestro futuro es incierto y quiero que nuestro hijo llevé mi apellido.
Vamos, las mayores locuras se cometen por amor y yo estoy loco por ti Annabel. Si solo me necesitas a mi y yo a vosotros, vayamos de la mano, ahora, a la capilla de Notredam, conviértete allí en mi mujer.
Mi boca arrasó con la poca cordura que le quedaba. Beso húmedo largo y prolongado que la hacia reírse negando mientras golpeaba mi pecho al ver que tiraba de ella hacia el armario.
-Vamos pequeña, dale ese gusto a tu prometido -dije acariciando con mi aliento su boca.
Empecé a buscar el traje que Annabel había colgado, el mismo con el que había pedido su mano, ese que durante todo el día había llevado.
-Te quiero Annabel y reconozco que he sido un capullo durante mucho tiempo, pero ahora mismo no concibo una vida sin vosotros, voy a luchar, no dejare que la hechicera me arrebate la felicidad.
Annabel me miraba sonriendo de medio lado viendo como me calzaba los pantalones todo decidido a desposarme con ella en este momento.
-He sudado tinta hablando con tu padre, por Zeus que prefiero enfrentarme a una manada de licantropos hambrientos que a ese hombre.
Pero mis amigos y el resto de cazadores, me conocían por el nombre de Agarwaen.
-¿que tiene ganas de convertirse en mi esposa señorita Annabel? -ladeé la sonrisa de forma engreída dejando que nuestras bocas se acariciaran con cada palabra.
Sus dedos contoneaban mi mandíbula, me observaba con intensidad, algo que admito me hacia sentir único. Esto no había sido fácil, como ella había dicho contra demasiadas cosas habíamos luchado desde le encuentro en el lago, realmente habíamos luchado mas bien contra nosotros mismos.
Yo no concebía una relación con un ser sobrenatural, de allí de donde venia todos representaban el mal, ella estaba tan llena de odio que permitirse ser feliz a mi lado se le antojaba demasiado y a eso había que sumarle que la muerte me acechaba con al hoz en la mano.
Todo lo teníamos en contra y sin embargo allí estábamos, con mis ojos fijos en el roto y una sonrisa pintada en nuestros rostros.
-Nada pomposo y sin que tu madre nos supervise, no lo digas dos veces -dije sin mas tirando de su mano con una socarrona sonrisa pintada en mis labios.
Ella reía sin haber bien a donde quería llegar, los dos desnudos, acariciándonos, besándonos.
-Ponte un vestido blanco Annabel, no aguanto mas, quiero que seas mi mujer esta noche, nuestro futuro es incierto y quiero que nuestro hijo llevé mi apellido.
Vamos, las mayores locuras se cometen por amor y yo estoy loco por ti Annabel. Si solo me necesitas a mi y yo a vosotros, vayamos de la mano, ahora, a la capilla de Notredam, conviértete allí en mi mujer.
Mi boca arrasó con la poca cordura que le quedaba. Beso húmedo largo y prolongado que la hacia reírse negando mientras golpeaba mi pecho al ver que tiraba de ella hacia el armario.
-Vamos pequeña, dale ese gusto a tu prometido -dije acariciando con mi aliento su boca.
Empecé a buscar el traje que Annabel había colgado, el mismo con el que había pedido su mano, ese que durante todo el día había llevado.
-Te quiero Annabel y reconozco que he sido un capullo durante mucho tiempo, pero ahora mismo no concibo una vida sin vosotros, voy a luchar, no dejare que la hechicera me arrebate la felicidad.
Annabel me miraba sonriendo de medio lado viendo como me calzaba los pantalones todo decidido a desposarme con ella en este momento.
-He sudado tinta hablando con tu padre, por Zeus que prefiero enfrentarme a una manada de licantropos hambrientos que a ese hombre.
Agarwaen- Cazador Clase Alta
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Re: Lazos familiares [privado]
Reí contra sus labios cuando estuvo de acuerdo en que mi madre no supervisara la boda. Sabía lo intimidante que podía ser con aquellos que no la conocían y no lo era menos con sus propias hijas. -Eso quiere decir que una cena con mis padres mañana no te entusiasma?- Lo observé con seriedad, observando su expresión que se tornaba gris por momentos ante la perspectiva y luego me eché a reir otra vez. -No te preocupes, les he dicho que estás muy ocupado con tus negocios y que tardaremos en reunirnos con ellos nuevamente.-
Mi boca buscó la suya de nuevo, esos ojos azul cielo no dejaban de atraerme, como tampoco dejaban de hacerlo sus húmedos labios y su piel. No sé ni como el cazador había logrado meterse de esa manera en mis sentimientos pero ya estaba allí. Se había colado desde un principio, en aquel arroyo y poco a poco fue colmando los espacios, de manera que no tenerlo presente en ellos no era algo que me pudiera plantear.
Algo dijo entonces que no me esperaba en lo absoluto y que me dejó paralizada. Proponía que nos casaramos de una vez, esa misma noche. -¿Quieres provocarme un desvanecimiento dos veces en el mismo día?- Sus labios regresaron a los míos, encontrando mi boca en un beso pasional, húmedo, e intenso, que hacía que mi mente diera mas y más vueltas. Lo agarré de las solapas cuando quiso separarse de mis labios, reteniéndolo un poco más contra ellos antes de dejarlo ir.
Lo seguí con la mirada cuando comenzó a vestirse, su propuesta era real, quería que nos casáramos de inmediato. No tardé nada en la cama, me levanté con rapidez lupina, corriendo hacia el armario, allí busqué un vestido blanco, uno que aún no usaba. -Este nunca me lo he puesto.-
Comencé a ponerme mi ropa interior, sin dejar de mirarlo. Mi mirada seguía cada movimiento suyo sin dejar de prestar atención a sus palabras. -Más te vale luchar o tu hijo y yo no te lo perdonaremos.- Lo tomé del brazo al decirlo, hundiendo mi mirada en sus orbes para asegurarme de que lo que me decía era cierto, que no se dejaría vencer. -Te quiero conmigo Agarwaen.- dije sincerándome con él, aún me costaba desvelarle mi alma, debía acostumbrarme a ello pero sentía algo demasiado profundo por él.
-¿Me ayudas?- Sonreí dándome la vuelta y apartando mi negro cabello para que me ayudara con las tiras que ceñían el vestido. Era un vestido hermoso… lo había comprado hacía un par de meses en un impulso. Caminaba por la ciudad pensando en el cazador, abatida por lo que sentía por él, por lo que significaba... y repentinamente lo vi. No sé que demonio me llevó a comprarlo… y ahora lo usaba como si de alguna manera supiera que este día llegaría.
-Apresurémonos.- Lo besé sonriendo y lo tomé de la mano para tirar de él, aún se ponía los zapatos cuando bajamos las escaleras riendo. Una vez afuera el mismo cochero que nos trajo aún se encontraba descansando afuera, dormitando sobre el carruaje. Le di las indicaciones de hacia adonde nos dirigíamos y pronto emprendímos el camino.
Pocas veces en la vida me sentí tan nerviosa, me sentía una adolescente mirándolo y pensando que pronto iba a convertirse en mi esposo. Agarwaen era muy apuesto, bastaba mirarlo para que perdieras la respiración, cada vez que lo recorría con la mirada descubría algo nuevo que lograba que volviera a gustarme como si lo viera por primera vez.
Recordé el dibujo que había empezado a hacer de él en casa de mis padres, lo había dejado en la habitación, y ahora al verlo y morderme el labio concentrada en él me preguntaba si le haría justicia.
Finalmente llegamos frente a la catedral, le di indicaciones atropelladamente al cochero y corrimos por toda la entrada. -Te salvas de que mi padre no sea quien tenga el ojo fijo en ti al llevarme al altar.- Bromeé recordando lo que me dijo al salir de la mansión, y entre besos recorrimos el camino hacia la entrada.
-Acá te portas bien.- Le di un pequeño golpe en el hombro para que nos moderaramos pero le mordí el labio antes de voltear a ver hacia el interior.
La catedral de Notredam era una maravilla arquitectónica, como artista no podía dejar de apreciarla siempre que ponía pie en ella, y en esta ocasión no fue distinto aunque mi mirada se paseó con rapidez sobre las bancas vacías. -¿Adónde se puede meter el sacerdote a estas horas?- Volví a tirar de él, esta vez en dirección a los confesionarios, y mentí cuando le dije que debíamos portarnos bien porque tiré de él para meterlo en uno y robarle un beso.
La catedral de Notredam era una maravilla arquitectónica, como artista no podía dejar de apreciarla siempre que ponía pie en ella, y en esta ocasión no fue distinto aunque mi mirada se paseó con rapidez sobre las bancas vacías. -¿Adónde se puede meter el sacerdote a estas horas?- Volví a tirar de él, esta vez en dirección a los confesionarios, y mentí cuando le dije que debíamos portarnos bien porque tiré de él para meterlo en uno y robarle un beso.
Annabel Hemingway- Licántropo Clase Alta
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Re: Lazos familiares [privado]
Se apresuró a colocarse un vestido blanco que parecía haber preparado para la ocasión, lo que me llevó a ladear la sonrisa con cierta picarda.
-¿Lo tenias todo preparado verdad? - bromeé mordiendo sus labios, besándola con ahincó mientras la atraía mas contra mi cuerpo -ya sabes, me presentas a tus padres y después de eso, todo lo demás es un paseo, ni siquiera la maldición me parece ahora tan insalvable como una nueva visita familiar -bromeé esquivando un manotazo mientras me reía.
La quería, no cambiaría este momento a solas, dándonos ese ansiado si quiero, por una boda en la corte plagado de gente que ni conocía. Solo necesitaba a esa preciosa mujer que iba a convertirse en mi mujer para aceptar frente a sus dioses y los míos la propuesta.
-Te quiero -susurré antes de tirar de ella para ir hacia el coche. De nuevo lo tomaríamos, esta vez, para ir rumbo a Notre Damm
En el carruaje nos devoramos literalmente a besos, reíamos como dos adolescente a punto de cometer una travesura y creo que en parte así era, la mas importante de nuestras vidas.
Nuestras lenguas bailaban húmedas, sabíamos que a partir de esa noche, todo cambiaría, ella oficialmente seria mi esposa, aunque hoy ya era la mujer de la que me había enamorado y la madre de mi hijo.
Llegamos hasta la catedral, ella se reía porque yo no la dejaba avanzar, mi mano repasaba su cuerpo, estaba preciosa con ese vestido blanco, con ese pelo desordenado cayendo en cascada sobre sus hombros y enmarcando un rostro que nunca presencie mas bello que en este momento en el que sus ojos brillaban como luceros.
Mis azules no se perdían sus movimientos y cuando me increpó asegurándome que dentro debía comportarme asentí poniendo cara de niño bueno, ella sabia que era de todo menos eso lo que de nuevo llevó a que nuestra risa chocara contra los labios ajenos.
Nos adentramos en la catedral de la mano, yo aparentando seriedad, ella tiró de mi hacia el confesionario, yo enarqué una ceja, en serio íbamos a encontrar allí un párroco.
Nos colamos en su interior besándonos, tocándonos, jadeando mientras nuestras miradas se perdían en la del otro y en ese instante la puerta se abrió y un hombrecillo de nariz aguileña y ceño fruncido nos encontró.
Me recoloqué la chaqueta y el corbatín mientras mi prometida se reía a mis espaldas.
-¿Es aquí done te casan? -pregunté divertido.
El cura negaba, parecía ver en nosotros dos jóvenes locos enamorados y mas calientes de lo que podía imaginar en primera instancia.
-Verá, mi preciosa prometida ha quedado en cinta, para mi familia y la suya que son muy cristianas pensar que nuestro vástago puede nacer en pecado supone un trauma..así que..estamos enamorados y queremos que bendiga nuestra unión. Os aseguro que seréis recompensado si nos concedes un matrimonio, no saldré de aquí sin que ella sea mi esposa.
El cura tras mis palabras seria meditó y tras un rato nos hizo pasar a una pequeña capilla donde nos explicó los votos que íbamos a darnos, así como sus honorarios.
No podía estar mas de acuerdo en todo y tras depositar una buena bolsa de dinero que según él iría para re-modelar la catedral se dispuso a casarnos ante “Dios”
-¿Lo tenias todo preparado verdad? - bromeé mordiendo sus labios, besándola con ahincó mientras la atraía mas contra mi cuerpo -ya sabes, me presentas a tus padres y después de eso, todo lo demás es un paseo, ni siquiera la maldición me parece ahora tan insalvable como una nueva visita familiar -bromeé esquivando un manotazo mientras me reía.
La quería, no cambiaría este momento a solas, dándonos ese ansiado si quiero, por una boda en la corte plagado de gente que ni conocía. Solo necesitaba a esa preciosa mujer que iba a convertirse en mi mujer para aceptar frente a sus dioses y los míos la propuesta.
-Te quiero -susurré antes de tirar de ella para ir hacia el coche. De nuevo lo tomaríamos, esta vez, para ir rumbo a Notre Damm
En el carruaje nos devoramos literalmente a besos, reíamos como dos adolescente a punto de cometer una travesura y creo que en parte así era, la mas importante de nuestras vidas.
Nuestras lenguas bailaban húmedas, sabíamos que a partir de esa noche, todo cambiaría, ella oficialmente seria mi esposa, aunque hoy ya era la mujer de la que me había enamorado y la madre de mi hijo.
Llegamos hasta la catedral, ella se reía porque yo no la dejaba avanzar, mi mano repasaba su cuerpo, estaba preciosa con ese vestido blanco, con ese pelo desordenado cayendo en cascada sobre sus hombros y enmarcando un rostro que nunca presencie mas bello que en este momento en el que sus ojos brillaban como luceros.
Mis azules no se perdían sus movimientos y cuando me increpó asegurándome que dentro debía comportarme asentí poniendo cara de niño bueno, ella sabia que era de todo menos eso lo que de nuevo llevó a que nuestra risa chocara contra los labios ajenos.
Nos adentramos en la catedral de la mano, yo aparentando seriedad, ella tiró de mi hacia el confesionario, yo enarqué una ceja, en serio íbamos a encontrar allí un párroco.
Nos colamos en su interior besándonos, tocándonos, jadeando mientras nuestras miradas se perdían en la del otro y en ese instante la puerta se abrió y un hombrecillo de nariz aguileña y ceño fruncido nos encontró.
Me recoloqué la chaqueta y el corbatín mientras mi prometida se reía a mis espaldas.
-¿Es aquí done te casan? -pregunté divertido.
El cura negaba, parecía ver en nosotros dos jóvenes locos enamorados y mas calientes de lo que podía imaginar en primera instancia.
-Verá, mi preciosa prometida ha quedado en cinta, para mi familia y la suya que son muy cristianas pensar que nuestro vástago puede nacer en pecado supone un trauma..así que..estamos enamorados y queremos que bendiga nuestra unión. Os aseguro que seréis recompensado si nos concedes un matrimonio, no saldré de aquí sin que ella sea mi esposa.
El cura tras mis palabras seria meditó y tras un rato nos hizo pasar a una pequeña capilla donde nos explicó los votos que íbamos a darnos, así como sus honorarios.
No podía estar mas de acuerdo en todo y tras depositar una buena bolsa de dinero que según él iría para re-modelar la catedral se dispuso a casarnos ante “Dios”
Agarwaen- Cazador Clase Alta
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