Lazos de sangre ( Priv)

por **Auguste October De Rais** Dom Abr 12, 2015 5:35 pm

Su fina copa de cristal se fracturó en miles de pedazos, girando lentamente de forma perezosa hasta llegar al suelo, como si el elegante y costoso material hiciese una última escena hermosa antes de destruirse para siempre. Lo malo de tener algunos materiales tan frágiles cerca, era que podías comprender como todo podía terminar con facilidad, sin que nada volviese a ser igual que antes.

El contenido de la copa se derramó sobre la alfombra que protegía sus pies del frío suelo de madera, una hermosa obra de arte con un siglo de antigüedad. Un regalo que había recibido de una de las mujeres que lo habían consentido durante algunos años, los suficientes como para que él pudiera quitarse algunas deudas de su fallecido padre. Aunque no lo necesario como para quedar libre por fin de él y de todas sus malas acciones.

El dolor lo atravesó con la suficiente fuerza como para que sus piernas se doblasen y cayese con una expresión de sorpresa, delante de los miembros de su servicio, quiénes comenzaban a retirar los platos de su cena. Rápidamente, todos acudieron a levantar a su señor, preocupados de que pudiera haberse enfermado al comer algo en mal estado. Afortunadamente, su mayordomo los despidió con rapidez, ordenando la limpieza de la copa que había roto, así como de la alfombra que probablemente hubiese arruinado para siempre.

- Estoy bien, solo ha sido un mareo. Creo que la idea de tomar algo de vino, aún después de haber cenado, ha sido mala idea. - Sonrió con amabilidad a su eficiente mayordomo y permitió que este lo escoltase hacia la salida del gran comedor de su mansión.

Pero lo cierto era que no sufría un mareo, lo que realmente le sucedía era que estaba siendo invocado por aquella persona que había demostrado ser algo verdaderamente aterrador.

Hacía algunas semanas atrás, la mujer para la cual vendía su cuerpo en secreto, había conseguido su segunda propuesta de matrimonio. Era una viuda acaudalada que adoraba la intimidad y las buenas apariencias, así que él había sido todo lo que ella necesitaba. Ya que, cuando se veían en las reuniones de sociedad, ninguno se daba por conocido. Era la amabilidad que causaban los secretos mantenidos en común. Ella le había presentado a su actual benefactora, así que él creyó, inocentemente, que sería algo más de lo usual. Pero no, aquella hermosa mujer era algo mucho peor de lo que había imaginado. La temía tanto como la necesitaba. Así que, cuando ella lo llamaba, él simplemente acudía. Tal y como había sucedido esta noche. Aunque había algo diferente, ya que el llamamiento era mucho más intenso de lo que había sido antes.

- Disculpadme, Charles. Acabo de acordarme que he olvidado una cita de negocios. - Se apartó del hombre y le ofreció una sonrisa amable, intentando contrarrestar con ella el profundo ceño fruncido que le ofrecía su mayordomo. Era obvio que no le gustaba que saliese en medio de la noche, mucho menos cuando acababa de caerse en el suelo, en medio de los demás como si a penas fuese suficiente resistente como para mantenerse en pie.

- Haz que preparen mi caballo. Regresaré antes del amanecer. - Se alejó para buscar sus guantes y chaqueta, no quería hacer aquello que realmente le pedía su mente. Ya que no hubiera sido nada decoroso el correr como un niño por la mansión, buscando su caballo como un hombre desesperado. Tenía una reputación que mantener, así que se abrochó su abrigo sobre su traje perfectamente planchado y almidonado. Corrigió la ligera inclinación sobre la que se torcía su corbata y salió de la casa en completa lentitud. Tomó su caballo y solo cuando torció la esquina de la calle, dejando atrás su casa, apretó sus muslos y espoleó el caballo con intensidad, comenzando a volar sobre la calzada, en dirección a la mansión de aquella mujer que lo invocaba cual demonio.

por **Marishka Marquand** Dom Abr 26, 2015 11:33 am

Los pleitos con Craig se resumían a una reconciliación sexual De esas que se vuelven intensas, completamente pasionales, y que la hacen recordar que es una criatura que se mueve por el instinto. Sin embargo en esa ocasión todo era diferente. Su llama no había acabado en encuentros sexuales, sino en quemaduras de tercer grado, y por poco uno de los dos casi pierde su inmortalidad. Al final todo terminó en una tragedia que los alejó un poco más, pero que eso provocaría un acercamiento más atractivo

De igual forma el humor de la vampiresa no se encontraba bien. Estaba herida, por torpeza casi la cazan los inquisidores, y además de haber experimentado un sexo interrumpido, se estaba muriendo de ser. Incluso su piel blanquecina parecía maltrecha, opaca, y nada fina cómo la mayor parte del tiempo. ¡Maldita sea aquel momento! ¡Malditos todos! Maldita ella y su torpeza, por que su estado era su culpa, y de nadie más, sin duda debía asumir las consecuencias que ella misma tenía por sus acciones.

No se tiene que hacer mucho para invocar a su esclavo personal. Sólo es el mero deseo de tenerlo frente a ella para saber que vendrá. Es parte de su instinto, y ellos sienten una desesperación especial por atender a sus amos, sin embargo no es exigente, y cómo lo sabe humano, le da un limite tolerable de tiempo para que pueda llegar a ella. Marishka es comprensiva con quien de verdad cumple con ella, incluso bastante dadivosa. Dada la cantidad de riquezas que tiene los recompensa bien. Más a él que parece un ciervo muy obediente, y que en ocasiones parece no se acerca a ella por interés, u obligación.

La vampiresa caminó por su hogar. Se miró frente al cristal de un mueble para trastes, y notó que su desnudez no era tan complaciente como otras veces. De hecho se veía maltrecha, sucia, y parecía una calavera andante. Frunció el ceño y fue directo a su habitación, tomó un baño con agua caliente, porque incluso los vampiros disfrutan de esas sensaciones tan mundanas, aunque con una elevada percepción. Sonriente por el baño, se puso una bata ligera y sedosa para andar en su casa. En ese lugar no importaba sus lujosos trajes, ni sus pretenciosas joyas, ella simplemente era lo que le gustaba ser en el momento correcto. Sólo aquel que la conociera a profundidad, lo sabría, su esclavo parecía que lo comprendía, pero él pecaba más de pretencioso que ella, lo cual le resultaba gracioso.

Se dirigió a la cocina, y con amabilidad pidió a su cocinara preparara algo para el muchacho que venía a su encuentro. No es que fuera una cena formal, pero algo que le diera energía, como un coctel de frutas, pues eso le ayudaría a no perder la razón cuando la joven tomara de su sangre. Porque más que su cuerpo, necesitaba alimentarse de él.

— Llegas a buena hora — Articuló la dueña de tan hermosa mansión — Nunca me dejas en mal, por lo que tienes recompensas buenas ¿lo sabes verdad? — Le sonrió de medio lado mientras lo hacía acercarse con un dedo que resultaba sugerente — Ven aquí, no seas tímido — Molestó con aquel tono burlesco que siempre utilizaba — ¿Qué tal la noche? ¿Te interrumpí? Sé que no, no hay momento de interrupción cuando se trata de mi… — Suspiró, pero aspiró por necesidad, su garganta quemaba — ¿Cómo has estado? Espero te hayas alimentado bien — Su rostro se endureció, sus colmillos deseaban incrustarse en esa piel.

por **Auguste October De Rais** Vie Jul 17, 2015 7:15 am

“Ritmos de la esclavitud
Contra amarguras y penas.
Al compás de las cadenas”

Nicomedes Santa Cruz

Sus pies chocaron contra el duro asfalto de la entrada a la gran mansión que se exponía ante sus ojos, tan grande y majestuosa como la señora que le esperaba dentro. En la oscuridad, sus cabellos rubios se revolvían a medida que caminaba en zancadas apuradas hacia aquella testaruda mujer que, ya teniéndolo dentro de sus dominios, aún seguía taladrándole el cerebro con un llamamiento que podía considerarse un grito de auxilio.

Su caballo lo seguía detrás de él, cansado por la distancia que le había obligado a recorrer en tan poco tiempo, pero aun así seguía sus pasos con la amabilidad y docilidad que sólo los animales, y él, poseían hacia su amo. Era un tanto humillante el saberse semejante a cualquier animal domesticado, pero tenía responsabilidades que cumplir y su orgullo era algo que gustoso entregaría a cualquiera que pagase bien por ello.

La puerta de la entrada fue abierta para él a través de los sirvientes que poseía aquel siniestro lugar. Como siempre, le ayudaron a desvestirse de sus guantes, sombrero y abrigo. Con total eficacia, lo guiaron en silencio, sin siquiera preguntarle el motivo por el que se había presentado allí a tales horas sin avisar, ni mucho menos cuestionarle el que usase un traje más acorde para horas diurnas que nocturnas. La mera idea de estar quebrantando una norma fundamental de la etiqueta, le incomodaba. Era conocido por ser uno de los caballeros más respetables de la sociedad; en cortesía, educación y elegancia al vestir.

- Como siempre mi señora elige las respuestas correctas por mí, su amabilidad y elocuencia me abruman. – Le respondió cuando el servicio se hubo retirado, dejándolo a solas con la dueña de aquella Mansión y de sí mismo. Dobló su espalda para corresponderle al saludo con una reverencia profunda llena de elegancia y respeto, aunque cuando se irguió, sus ojos claros le ofrecieron una muestra de orgullo. Como si aquellas palabras constituyesen una muestra de rebeldía pícara.

Se acercó a ella con lentitud, deshaciéndose del nudo de su corbata con movimientos pacientes, recreándose con la sensación de la seda escurriéndose entre sus dedos mientras la quitaba de su garganta. Sólo entonces se atrevió a observarla. Como siempre, su belleza exquisita lo sobrecogió, aunque tenía las huellas indudables del hambre oscura marcada en su rostro, él sabía cuál era la máscara de sobrenatural beldad que quedaba después de que tomase su sangre. El cambio siempre lo dejaba tan asombrado como la respuesta de su cuerpo ante el asalto de sus colmillos sobre su piel.

- He cuidado mi dieta cuidadosamente en pos de satisfacer tus necesidades con plenitud. – Esbozó una suave sonrisa y se desabrochó el botón de su chaqueta, dejándola junto a su corbata, sobre uno de los muebles cercanos. Quedándose sólo con el chaleco a juego con su traje ejecutivo y la blanquísima camisa que parecía luchar con la misma tonalidad que poseía la piel de la mujer que observaba, sin esconder que le agradaba lo que veía ante él.

- Espero que mi sangre os sea de vuestro agrado. A menos que requiráis otra cosa de mí esta noche.- Se apoyó contra el diván que estaba dispuesto en medio de la habitación y la miró bajo sus espesas pestañas rubias, otorgándole una mirada perezosa y pícara que recorría su cuerpo femenino mientras hablaba.

por **Marishka Marquand** Lun Abr 04, 2016 1:01 am

¿Qué hacía diferente a ese humano del resto? ¿Qué lograba que ella saliera de su barbarie? ¿cómo era posible que controlara su naturaleza asesina? ¿Cómo la sometía a una especie de tranquilidad desmedida? Ahí estaban los dos, siento cómplices de la naturaleza de la fémina, de su hambre enfermiza, y su sed asesina. Porque, aunque él cobraba por darle aquel servicio alimenticio, también se notaba que disfrutaba de aquellos encuentros, algo que una persona normal y en su sano juicio no haría. Ambos eran cómplices del otro.

Marishka en ocasiones parecía una niña que sólo quería hacer berrinches para llamar la atención, algunas veces parecía querer tener muchos juguetes que resultaban ser su compañía, todo eso buscando llenar un vacío que cosas de su humanidad le habían dejado, porque sí, existía una parte de ella que no se podía romper, que nunca lo haría, porque fue lo que la hizo cambiar, y querer llevar a todos a la desgracia. No se necesitaba ser muy inteligente para comprender aquello, sólo sentido común, y es que ni siquiera sus debilidades ocultaba, porque vencer dilemas a raíz de ellas, la volvían un ser invencible, o al menos eso creía que podía llegar a ser.

Ella podía sentir la emoción de la criatura, o quizás el nerviosismo, pero imaginaba que era más lo primero, porque no se trataba de la primera vez, y muy probablemente no sería la última. Ellos se conocían de años atrás, porque para la buena suerte del humano, la sangre que poseía le encantaba a Marishka, y no la dejaría de beber, así fuera por pequeñas succiones. Notaba como la circulación del liquido carmín se aceleraba, y las palpitaciones se volvían más fuertes y constantes, parecía el galope de muchos caballos en una pradera. En ocasiones hasta el olor de la vitalidad parecía querer volverse más seductora, siempre terminaba por hacerle perder la razón, más de una vez creyó no poder llegar a tener de nuevo el control, pero siempre se controlaba, no por él, sino por ella, porque resultaba una criatura egoísta.

— Recuerda que cada mordida nueva, equivale a mucho más francos que la vez anterior — de igual forma, la vampiresa sabía que más que necesidad monetaria, para ambos aquellos encuentros eran en complacencia, y también por diversión; lo disfrutaban por completo. — Así que veremos la calidad de la sangre esta vez — Porque ya había pasado que no se cuidara como debía, y el liquido que a ella tanto le gustaba, no se disfrutaba igual, lo cual la hizo enfurecer en aquella ocasión, y no dudó ni un segundo en someterlo, en castigarlo para que entendiera que debía cuidarse, porque su sangre era importante para ella, al menos hasta que se cansase, como lo hacía con casi todo.

La vampiresa hizo todo el ritual necesario. Se encargó de vigilar los movimientos del humano, también de aspirar su olor a pulcritud, delineó con la mirada las venas visibles del joven, sonrió al verlo desesperado por que ya llegara a tomar de ella, pero también hizo una mueca, pues todo lo que se disfrutaba en aquel encuentro, debía de saborearse, incluso la espera antes de la incrustación de los colmillos. Le acarició la piel expuesta. Resultaba ser tan perfeccionista, que incluso al incrustar sus colmillos lo planeaba para poder hacer que su piel sanara por completo, y las marcas desvanecieran hasta su próximo encuentro.

— Relájate, esta noche tampoco vas a morir — Le aseguró, terminó por pasar la lengua a lo largo de la piel, y sin siquiera avisarle como otras veces, la criatura incrustó los colmillos lo más lento que pudo, claro que sentiría él un poco de ardor, pero podría sobrevivir con él. Así fue como los próximos treinta segundos bebió de él, y terminó por dejarlo descansar en aquel hermoso y fino diván.

por **Auguste October De Rais** Lun Mayo 02, 2016 7:32 pm

"Recuerda que cada mordida nueva, equivale a mucho más francos que la vez anterior". Indudablemente aquella hermosa ninfa sabía cómo seducirlo, pues no había nada que le hiciera gemir más, que el sonido de los billeter siendo mecidos unos entre otros, en un grueso y enorme fajo de dinero. Hacía todo aquello por su necesidad, por aquella angustiosa certeza de que lo único bueno que tenía para ofrecer era su cuerpo. ¿ A quién le importaba que supiera leer textos originales en latín o griego?. ¿Cuántas mujeres desearían tener una conversación sobre política o filosofía?. Sin contar, el hecho de que a nadie le importaba si tenías o no deudas, sino que tuvieras algo, que les ocasionase un beneficio. Y eso era él mismo.

Pero cuando tenía que ver con Marishka, ya nada era sólo cuestión de dinero. Ni siquiera podría considerar a lo que les unía como una mera acción comercial entre ellos, que resultaría en una gran cantidad de dinero. Pues su cuerpo, sangre y vida, estaban en juego cada vez que ella se acercaba. Sus elegantes manos le habían ocasionado una sujeción más atroz que cualquier cadena de hierro. Y sus labios lo herían constantemente, entre cada beso que dejaba sobre su piel, quedaba suspendida la posibilidad de la mordida. Aquella terrorífica y ansiada mordida.

La primera vez, no pudo evita gritar, como un niño que recibe su primera inyección y después descubre que no era para tanto, pero el miedo a la aguja quedaba allí. Encerrado en su mente. Como un recuerdo que jamás se esfumaría, precisamente porque, cuanto más recibía aquella "inyección" de sus labios, más ansiaba que durase aquella unión.

El placer y el dolor le eran más conocidos que los trucos necesarios para invertir en bolsa y recibir alguna ganancia. Por su trabajo y por su satisfacción personal, siempre se dedicaba a todos sus clientes. Y siendo aquella criatura tan considerada en sus pagos, lo único que podía hacer, era entregarse a la alimentación con total abandono.

Apretó sus manos a ambos lados de sus costados, evitando el tocarla sólo por evitar molestarla. Disfrutó de la sensación placentera que adormilaba su cuerpo entre cada succión, haciendo caso omiso a una parte de su cuerpo que siempre despertaba con aquella laceración de su vena. y sólo cuando terminó, se permitió el tocarla, casi efímeramente, con lla punta de sus dedos, limpiando la comisura de sus labios.

- ¿He sido de vuestro agrado esta noche?- Murmuró con lentitud, como si no quisiera estropear aquella calma que siempre quedaba después de que ella quedara saciada. Deslizó sus dedos por el cuello, atrayéndola hasta su pecho, para que escuchase su corazón desvocado, latiendo a un ritmo frenético por culpa de la hermosa Marishka.

- ¿Os encontráis mejor ahora? O, quizás, ¿debería ofreceros algo más que mi sangre esta noche?- Y no se refería precisamente a su cuerpo, sino a cualquier necesidad que quisiera saldar. Él se dedicaba a complacerla, independientemente de cual fuera su capricho. Al menos, siempre y cuando no fuera algo referente al matrimonio, hijos o la mutilación. Adoraba su cuerpo, tal y como estaba.

por **Marishka Marquand** Miér Mayo 04, 2016 10:42 pm

Silencio. Todo desaparecía, ni siquiera el sonido del viento abrazaba el encuentro, todo se detenía, aparecía la muerte, la que era, por supuesto, la mejor amiga de cada uno de los inmortales, pero que resaltaba en ella, porque sus rituales parecían planeados para complacerla, quizás por eso eran mejores amigas. La muerte y la vampiresa. Pero nadie comprendía, nadie entendía lo que ocurría entre ellos. La vida no existía, porque en realidad solo ocurría cuando nacías, pero la muerte, eso es lo que verdaderamente prevalece, lo que será para siempre. ¿Tenía lógica? Probablemente no.

Pero su energía volvía a ser la misma. Su cuerpo retomaba el color que necesitaba para simular la vida. Todo era una gran apariencia, la obra de arte más hermosa, y ella era la mejor de todas al actuar, por eso ejercía aquella profesión, por eso era dueña de un teatro famoso y popular. En ocasiones parecía que aquel humano frente a ella si la descifraba, en ocasiones. El único momento real era ese, cuando bebía de él, cuando la naturaleza sobrenatural sobre salía. Auguste era el único humano, los demás ya no existían, se habían muerto.

Marishka en ocasiones se sorprendía por la entereza de Aguste, cuando ella bebía del hombre, nunca se media, porque de cierta manera se sentía dueña de él, y aunque le bajaba las energías, daba la lucha necesaria para poder satisfacerla, o al menos intentar hacerlo, su naturaleza humana era débil, estaba en claro que no todo el tiempo le rendiría como era de esperarse.

El hombre le recordaba un poco a ella en ciertos aspectos. Una vez, en medio de una violación (cuando era humana), el orgullo de una jovencita ultrajada y frágil la hizo sentir más de diez violaciones sin dormir, fue un reto difícil, pero que si lo analizaba bien, terminaba por llevarla a poner en aquel momento, con aquel carácter, y con tantas fortunas como cabezas amarradas. Él era un sobreviviente de su alimentación, y por eso le daba el crédito a la supervivencia.

— La sangre lo ha sido, pero es lo único que importa, por lo que estás aquí, ¿no lo crees? — Sonrió de medio lado, nunca le gustaba aceptar las cosas de buenas a primeras, y no era de extrañarse, se trataba de una vampiresa que cuidaba bien las apariencias, su orgullo era importante, quizás fue lo único que en su momento la hizo levantarse, o quizás más, pero tampoco estaba para analizarse, ni él, ni nada, aunque claro estaba que ella tampoco lo hacía, aunque quizás debía.

— Es bueno dar indicaciones, pero si te pago, de vez en cuando deberías intentar buscar la idea correcta para satisfacerme sin que te lo ordene ¿No lo crees? — Cuestionó. Parte de la inmortalidad, para no llevarla a una eternidad monótona y sin sentido, radicaba en renovarse cada tiempo para poder pasar de forma amena los tiempos, los momentos, las situaciones, los años, las décadas o los siglos.

— ¿Qué sería satisfactorio para ti? Cuéntame, quizás podamos endulzar y agrandar más que tus sentidos, tus deseos, o tus bolsillos — Sentenció para sonreír con picardía y esperar la respuesta.

por **Auguste October De Rais** Dom Jul 03, 2016 7:41 pm

Lanzó un largo suspiro al escuchar sus palabras, no había una frase que pudiera responder correctamente a todas sus preguntas, ni siquiera él deseaba hacerlo. Habían momentos que valían más que el dolor o los numerosos fragmentos desperdigados de su orgullo, lo había aprendido después de mezclarse con criaturas como Marishka. Nunca había una único respuesta, todo era complejo en las relaciones que él mantenía con sus clientes, mucho más si a eso se le unía el hecho irrefutable de la diversidad de raza.

- Lo más importante no es mi sangre querida mía, lo relevante es que vivas. - Le ofreció una ligeras sonrisa, tomándose la libertad de acariciarle el cabello, enredando sus dedos en la suave masa de ondas. Si tuviera el privilegio de poder usar el cuerpo de aquella mujer, enterraría sus dedos aún más profundo. Adentrándose hasta que rozase el cuero cabelludo y pudiera así aferrar la raíz para tirar de él y besarla en cada embestida, tragándose cada gemido o palabra que profieriera. Pero Marishka no deseaba su cuerpo, y sólo por eso, tenia su respeto. Prefería entregarle su sangre, su orgullo resistía mejor el maltrato de sus colmillos que el de su indiferencia.

- No te equivoques, mi docilidad es sólo porque es lo que necesitas. - La miró a los ojos, animándola a contradecirlo, ya que siempre adoraba revatir todos sus argumentos. Tenia una mente despierta y astuta, siempre encontraba algo que pudiera hacerle perder en una conversación. Era divertido verla intentando doblegarlo y hacer que besara sus pies por cada idea que lanzaba contra él. - Tú no quieres que tome lo que deseo de ti, te sientes más cómoda dando órdenes, teniendo todo bajo control. - Le dio un pequeño mordisco en la barbilla, deslizando sus ojos hasta sus labios. - ¿ O me equivoco ?

Rió sabiendo que no era así, que él tenía razón. Siempre la tenía cuando se refería al salvajismo de Marishka. Nunca había algo predecible en ella, por lo que paradójicamente, podía entenderla dándole la vuelta a algunas de sus palabras u acciones. Él tenia en sus manos la única mujer capaz de hacerle sentir débil y aceptar eso con total naturalidad.

- Mis sentidos ya son satisfechos contigo, mis deseos no los deseas cumplir, pero el dinero siempre puede ser más. - Sus ojos le devolvieron aquella chispa cargada de intenso juego carnal. - La idea de saquearos me es sumamente interesante, quiero cada uno de vuestros francos.- Le susurró tocando los alfileres que mantenían su cabello ordenado, tiró de ellos uno a uno y se deleitó con su cabello completamente derramado sobre aquellos delicados hombros. Quizás podría peinarla mientras hablaba con ella.

por **Marishka Marquand** Mar Jul 05, 2016 2:29 pm

Muy probablemente jamás reconocía la realidad. Y es que Marishka aún tenía conductas humanas, aunque las disfrazaba, o escondía. Dependía totalmente de la situación o la compañía.

Su inocencia se había perdido. Había sido una pequeña mimada, amada, y cuidada como ninguna otra, y sin embargo todo eso se extinguió tiempo atrás, con cada maltrato, con cada violación. Fue durante un tiempo el entretenimiento de un par de vampiros, y todo gracias al maltrato de su hermano, a esa ambición, que según sabía, hasta la fecha no rendía frutos, porque seguía siendo humano, y ella un inmortal como él tanto deseaba.

Mostraba orgullo, soberbia y tiranía. Nunca se le podía refutar o probablemente se terminaría sin vida, pero todo era parte del shock que experimentó por cada abuso. La vampiresa abusaba de su fuerza y poder, para repartir un poco del daño que había experimentado. Rencor que se traducía a venganza. ¿A alguien en especifico? No, en realidad a todos, porque ni siquiera deseaba querer acabar con su hermano, simplemente anhelaba dañar la existencia de todos los que se le atravesaran.

Pero Marishka guardaba muchos secretos, entre ellos su anhelo incesante de ser tratada con delicadeza. No se quejaba, la relación con Craig era única y extraña. No es que fueran dulces, de hecho eran todo menos eso. El salvajismo era su mayor gusto, y es que extrañamente le gustaba porque, aunque no eran una pareja, y mucho menos se amaban, existía ese sentimiento de pertenencia. Sin importar nada volvía a él, y sabía que era parte de alguien; no se sentía tan sola en el mundo.

Lo cierto es que a Aguste lo había conocido por mero interés, por su deseo caprichoso de aquellas gotas de sangre, y porque aunque ninguno lo dijera, para tener compañía. Ambos lo necesitaban, pero ninguno lo diría abiertamente, porque aunque pareciera que ella tuviera el control, la realidad es que los dos luchaban contra orgullos que debían desaparecer al encerrarse dentro de cuatro paredes, pero que parecía también un divertido juego.

— Puedo jugar muchos juegos — Confesó con tranquilidad y ligero entusiasmo. — Podemos incluso salir de la rutina, olvidarnos de esto que estamos viviendo, cambiar de papeles, y realizar cosas nuevas, pero todo depende de los dos — Mencionó con tranquilidad pero mostrando diversión. Nunca antes había dado tal privilegio a alguien, sí él sentía un poco de aprecio a ella, o le interesaba seguir viéndola, muy probablemente apreciaría aquella oportunidad, sino se daría cuenta que mucha facilidad.

— Podemos decir que te doy el beneficio de ser quien tome las riendas de esta noche — Lo observó, su cara angelical era increíblemente engañosa, poco a poco sus facciones cambiaron de demostraciones. La joven dejaba ver sensualidad, incitación y erotismo — Está noche dejaremos que tus deseos se hagan realidad — No iba a mentir, quizás su cuerpo estaba deseando también fundirse en uno sólo con él. Parte de su nueva naturaleza era el instinto, y debía dejarse llevar por ellos, o reclamaría la cabeza de ese que tenía enfrente, y no tenía culpa de su pasado tormentoso.

por **Auguste October De Rais** Jue Ago 04, 2016 8:41 pm

Sus palabras hicieron que su sonrisa se tambalease por culpa del estremecimiento que sacudía su cuerpo, estaba teniendo un ligero problema con contener su cuerpo y no hacer una estupidez. En esencia, él era una fantasía, sólo servía para darle a todos sus acompañantes aquello de lo que carecieran; compañía, lujuria, protección, interés o mera contemplación. Podría sorprender a cualquiera las solicitudes extrañas que había recibido en muchas ocasiones, en las que lo esencial no era su cuerpo, sino ver. Aprender cómo los demás se seducían, mientras él no podía hacer nada más que observar.

Pero Marishka era diferente, ella ya tenía muchas cosas. Una mujer como ella siempre tenía a hombres adulando su belleza, observando su cuerpo, obsesionándose con tener un mínimo de sus atenciones. Era parte de su juego el negarse a todos. Sólo cedía cuando ella quería, lo cual podía ser un jamás. Jugar con ella era empezar una batalla que se sabía perdida mucho antes de empezar, así que sólo le quedaba avanzar como un espartano, sacrificándose para su diversión.

- Así que puedes jugar a cualquier cosa – Sonrió y le acarició el pelo, peinándolo con los dedos antes de acercarse a ella y depositarle un suave beso en su frente, dejando expuesta la parte de su garganta que había dejado herida con sus colmillos. Podía notar cómo le palpitaba la piel, picándole, recordando lo que ella era capaz de hacer con su cuerpo.

Una oscura necesidad se revolvió en su interior, haciendo que sus dedos se cerrasen sobre sus sedosos cabellos, tirando con suavidad para hacer que elevase su cabeza hacia él. La miró fijamente en sus ojos, buscando qué era lo que deseaba. Sin duda, lo que encontró en ellos, hizo que borrase su sonrisa, ya que sabía que estaba ofreciéndole algo que la ponía en una situación “débil”.

- Poseo muchas necesidades, mi preciosa señora. – Besó sus pómulos, deslizando sus labios por su rostro, un leve roce que dejó un suave mordisco en su labio inferior, tirando de su piel para exponer aquellas pequeñas perlas que tenía como dientes. Piezas capaces de desgarrarle la carne y mutilarlo para siempre si bajaba la guardia. Su depredadora.

- Deléitame, mátame con tu belleza, arráncame la piel con besos. – Se rió y besó su mandíbula, antes de soltarla con cuidado, apartándola para poder acercar la fuente que tenía las frutas cortadas y colocadas perfectamente. Al parecer no era el único que cuidaba los detalles de sus reuniones.

Buscó su corbata y la trajo junto a las frutas, dejándole a ella la fuente de frutas, mientras que dejaba la corbata sobre el respaldo del diván, un mero recordatorio de que iba a hacer algo con ella más tarde.

- ¿Qué te parece si cambiamos los papeles por hoy?. – Se sentó y abrió las piernas con sorprendente flexibilidad, dejando espacio para que ella acercase su cuerpo al suyo. – Cumple mis deseos, prometo hacerte probar un poco del placer que siento yo, cada vez que me invocas.

Y sin más, le tomó la mano para ayudarla a atrapar una rodaja de naranja. Había sido perfectamente pelada y colocada en rodajas junto a más tipos de frutas. Le levantó la mano y se la acercó a la boca para morder la fruta, haciendo que un poco del jugo se deslizase por los dedos de ambos. Así que atrapó el hilo del zumo, que se escurría, lamiendo la parte delicada de la muñeca de Marishka. Emitió un gemido de placer y se separó, lamiéndose los labios para probar el agridulce sabor de la fruta en ellos.

- Delicioso- Murmuró con picardía, terminando de comer el resto de la rodaja, antes de buscar una uva de aquella fuente que tenía la vampira encima de sus piernas. Comer era algo estupendo, que te dieran de comer con los dedos descubiertos, un placer.

por **Marishka Marquand** Jue Sep 15, 2016 8:14 pm

¿Para que mentir? Marishka poseía una gran infinidad de tornillos sueltos. No era una vampiresa cualquiera. Estaba loca de remate, de principio a fin, sin embargo parecía disfrutar su locura. La amaba, la abrazaba y también reconocía que sin ella no habría llegado a ser lo que era en la actualidad, con todo y su condición de sobrenatural. Cada quien debía reconocer sus condiciones, sus errores, sus dones, y también lo que les había hecho ser lo que eran, ella nunca sería la excepción.

De su locura provenían todos sus éxitos, porque de su cordura sólo habría obtenido la muerte segura, de eso nunca hubo duda alguna, pero tampoco iba a ponerse a cuestionar algo que no valía la pena.

No le gustaba cambiar el rol, no le gustaba siquiera pensar que podía llegar a ser débil. ¡Nunca más lo sería! No lo merecía, ella era fuerte, una vampiresa indestructible, alguien con el que no se podía jugar, ni tampoco ver la cara de tonta, porque sino toda la furia caería en esa persona, porque sino muy probablemente su vida terminaría en ese instante, pero ¿por qué no podía intentarlo? Si bromeaba y actuaba a eso, quizá la locura incrementaría al igual que su poder.

La vampiresa nunca perdía la compostura, la mayor parte del tiempo la elegancia la caracterizaba. Nunca dejaría de ser tan mortal y seductor como un felino de la selva, pero le gustaba parecer una damisela frágil, en muchas ocasiones ayudaba para ser subestimada incluso de las bestias más temibles, en un abrir y cerrar de ojos cambiaba el panorama y su actuación se caía a sus pies, logrando todo aquello que sólo le interesa: triunfar.

Aquella propuesta podría resultar descabellada. Él conocía su naturaleza, sabía de lo que era capaz, sin embargo su osadía hizo que la vampiresa reaccionara a favor. Sus ojos dejaron ver una locura especial. Se retorció cerca del humano, y terminó por ceder, pero ¿por dónde empezar? Si, él debía enseñarle como se jugaba ese juego.

— Explícame bien entonces, dime las cosas con claridad ¿qué debo hacer? Siempre llevo las riendas, siempre soy la del beneficio, sólo yo, así que no quiero ni siquiera suponer que se supone debo hacer, debes guiarme, ordenarme, condenarme — ¡La locura le traería nuevas presas! Oh, sí, tanto como nuevas fortunas, nuevos territorios; más poder. Sin duda todo llegaría a su propio beneficio, seguía siendo la maldita perra de siempre.

— Recuerda bien que lo que pasa aquí, no puede ser nombrado afuera, porque de ser así, perderás tu cabeza — Le miró con una sonrisa tímida, esa que era incluso más letal que la cínica.

por **Auguste October De Rais** Miér Oct 19, 2016 9:51 pm

Rió ante las palabras de aquella criatura, a veces había momentos en los que lo sorprendía. No sabía cuándo alzaría una de esas manos y, en vez de ofrecerle una caricia, sólo dejaba un rastro de su sangre y piel por la habitación, desgarrándole y haciéndolo trizas. Quizás ése era el motivo principal por el que ambos seguían jugando sobre el filo de la navaja, esperando para ver quién se cortaba primero. Dándose leves empujones el uno al otro.

Pero debía reconocer que no era lo suficiente astuto como para terminar con aquello, el peligro lo había convertido en un mero iluso de sus facultades. A veces creía ser capaz de satisfacerla y otras, comprendía que no era él quien decidía si servía o no, sino ella. Había miles de donantes allí fuera, pero el hecho de ser necesitado por alguien tan fuerte e indomable, abría una nueva puerta que no era capaz de querer cruzar.

- Soy un hombre fácil de satisfacer, sólo deseo que me des de comer con tus manos.- Se encogió de hombros con naturalidad, sin preocuparse de la ansiosa voz que le había ordenado el continuar explicando lo que deseaba. Pero no era lo suficiente estúpido como para soltar toda la verdad, su utilidad se rompía cuando alguien abandonaba la posición para la que había sido creada aquella unión. Y él no olvidaba que era sólo una pieza de fruta, idéntica a las que había en aquella fuente que sostenía la mujer entre sus manos.

- Verte mientras me alimento es más que suficiente. - Le devolvió la sonrisa inocente que ella le había ofrecido junto a la amenaza y asintió con vehemencia, sin abandonar la contemplación de quién era la asesina que tenía ante sí.

- Sabes que no diré nada de lo que suceda aquí, pero si te sientes más segura con una promesa...- Quedó callado unos instantes, mientras meditaba en qué podría prometerle para que comprendiera que él era el primer interesado en no querer narrar nada de lo que hacían. ¿Quién querría reconocer que se vendía por dinero, y nada más y nada menos, que a un demonio?.

- Te prometo que si revelo algo que suceda aquí, te dejaré castigarme de la forma que desees.- Tomó una uva y se la metió en la boca con suma lentitud, analizándola con los ojos. Enfrentándola a decirle que no había estado pensando en eso minutos antes. - Y para que veas que yo siempre velo por tus intereses, te dejaré atarme las manos, para que, en tu momento más débil, sigas teniendo poder sobre mí.

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