Lazos de Sangre (Luciano Biagioni)

por **Lara Karstein** Miér Ene 09, 2013 1:05 am

"Con mirada que nubla la tormenta,
buscaba aquél cielo lejano de su antigua inocencia,
semejante a un viajero que al mirar hacia atrás
ve el azul horizonte que cruzó de mañana."
Baudelaire

Hay momentos de la vida en que el tiempo y el espacio son más profundos y el sentimiento de la existencia infinitamente mayor. Momentos en los que los inmortales recordamos episodios viejos como tratando de fijarlos en nuestra mente y ganarle a la pérdida de la memoria que nos otorga el tiempo. Momentos para recordar que algunas vez fuimos humanos...

Recuerdo ahora mientras camino que alguna vez tuve una familia. Aunque fui hija única tuve un par de primos con los que me crie o como hermanos o casi como enemigos... el motivo era simple: Mi padre era el menor de dos hermanos y como era de suponerse, al morir mi abuelo, el hijo mayor heredaría el poder económico familiar, mientras que el menor viviría cómodo y con gran herencia pero sin poder productivo en los negocios de la familia; eso era una gran diferencia y una posible limitación. Al morir mi abuelo, el testamento dió un vuelco a lo que todos esperaban y mi padre heredó lo que correspondía al hijo mayor, siendo él, el menor de los dos. Su hermano no se lo perdonó aunque no tuviera la culpa y educó a sus hijos con un odio irreverente hacia nosotros. Uno de esos hijos a quienes recuerdo, era al mayor de su heredad, Luciano.

Para aquél entonces yo me llamaba Amelia Biagioni, ese es mi verdadero nombre. Cuando era niña intenté entablar algún tipo de conversación con Luciano un día que lo encontré en el pueblo, lo reconocí en seguida y me acerqué sin mayor problema. Aunque yo siempre fui bastante antipática, la antipatía proveniente de él me llamaba la atención y su resentimiento hacia nosotros me parecía estúpido, aunque él tampoco tenía la culpa, finalmente así había sido educado. Su respuesta fue simple, se dió media vuelta sin decir nada y se fue. Nunca me dijo nada, ni para bien ni para mal lo hizo y yo jamás intenté acercarme de nuevo, pensé que no tenía importancia y seguí mi vida. A medida que crecía notaba como lo hacía él también, eramos contemporáneos y vivíamos bastante cerca, así que no podía evitar reconocerlo a medida que pasaba el tiempo.

En París sobreabundan los negocios familiares y eso me hace pensar que nunca me detuve a ver que pasó cuando murieron mis padres y yo heredé todo. Ninguno de ellos apareció y ni siquiera supe si habían sobrevivido a la catástrofe provocada por los licántropos. Cuando adquirí la inmortalidad sin buscarla me dediqué a cuidar lo mío y jamás me propuse buscar a nadie ni siquiera para visitar sus tumbas o ver si estaban vivos o no. Hice lo mío, como hago siempre.

Ahora me pregunto como es que embargan tantos pensamientos sobre el pasado. Tal vez se deba a que hace unos días vi a un vampiro con mirada familiar que se alejó demasiado pronto para saber quién era, pero... no, no creo que haya tenido la suerte, mala o buena, de tener un pariente real convertido también en bebedor de sangre. Casi que es imposible y no tengo motivos para pensarlo a menos que se detenga un día y no me salude por mi nombre actual sino por uno que sólo los de aquella época conocen, Amelia.

por **Luciano Biagioni** Miér Ene 09, 2013 10:26 am

“Bienvenue, monsieur” fue la primera palabra que escuche de un parisino al pisar de nuevo esta tierra. El mismo que no supo, sino después, que la bienvenida se la había dado a la muerte cuando bebí del él hasta la penúltima gota de su vida, en una de las callejas cerca de un bar, donde no se respiraba nada mas que alcohol y tabaco, y el perfume de una cortesana, a la que cualquier hombre podía acceder a sus servicios sin el mas mínimo remordimiento.

Luego de saciar mi sed, caminé meditabundo entre el mar de gente que se amontonaba para presenciar una pelea callejera, alguien trató de robar al tipo equivocado. No di importancia a lo sucedido y seguí mi camino, hacia unas calles menos transcurridas, donde la luz de las farolas parecían juegos pirotécnicos, alumbraban de vez en cuando.

Pensar en el motivo que me trajo aquí resultaba un poco divertido, ya sabía de su existencia y la mejor parte es que era uno de los míos, si. Tuve la oportunidad de verla con mis propios ojos, aunque en esa ocasión decidí guardar distancia, solo por el hecho de que su aparición fue una real sorpresa, algo que nunca me esperaba, algo que siglos atrás me habría resultado de mal gusto, pero no en esta ocasión, no en estos tiempos, donde se podía sacar provecho, pocos de los nuestros tienen la dicha o la desdicha de compartir la eternidad con un familiar real, de llevar lazos de sangre.

Amelia... Dije en susurro, guardando mi rostro en la oscuridad cuando sentí su presencia cerca, en nuestros términos Chasqueé la lengua improvisando ruidos de cualquier clase, intentaba no en vano llamar su atención. Amelia Biagioni... Me fui acercando cada vez más mientras le llamaba por su nombre, sin contener la risa que se me colaba por lo divertido que me parecía nuestro encuentro, un poco teatral tal vez. La eternidad me golpeaba con el duro mazo de la soledad y nada cierto se podía esperar de mi.

Me trepé en cada árbol que yacía en aquella cuadra, di saltos de aquí para allá sin dejar de mencionar su nombre, esperé que de su boca saliera algo que detuviera la escena, que reaccionara ante mi llamado, si es que me reconocía, hasta que por fin cesé el movimiento y le observé en silencio. Buh!

por **Lara Karstein** Miér Ene 09, 2013 5:13 pm

"Atraviesa ciudades tal si fueran cercados
convirtiendo en islotes adoquines y calles,
aplacando su sed con seres vivos
y tiñendo de rojo todo el mundo a su paso."

A menudo he pedido a engañosos licores que adormezcan un día el extraño sentimiento que rodea mi pasado y mi esencia misma, pero no obstante, agudizan mi oído y mis ojos. "Amelia" me dió la impresión que mi nombre se escuchó como un susurro en el aire ¿Acaso mi mente podía producir tal efecto? di un paso hacia adelante dispuesta a continuar con mi camino y luego unos extraños sonidos parecían querer llamar mi atención. Me di vuelta y entonces el escuchar mi nombre completo me confirmó lo que ya venía sospechando. Levanté la vista con no disimulada sorpresa y entre salto y salto intenté distinguirle hasta que por fin él se quedó quieto y yo pude articular palabra.

- Imposible... ¿Luciano?-

Sin duda era él, sus rasgos fuertes obtenidos en la adultez habían sido bastante llamativos para las señoritas de aquella época y era algo que no olvidaría tratándose de familia. Después de tantos años, era la primera vez que él me dirigía la palabra y hay que ver las condiciones que fueron necesarias para dar pie a tal hecho. Lo observé sorprendida esperando respuesta, pero con muchas preguntas agolpándose en mi mente. ¿Qué fue de ellos? ¿Cuándo fue convertido? ¿Sobrevivió alguien? ¿Quién le otorgó la inmortalidad? ¿Fue voluntario o como yo fue obligado a esto? .... era demasiado, suficiente, y yo lo que realmente esperaba era que no emprendiera la retirada dejándome con el montón de dudas que tenía en la cabeza. Esperaba también, por supuesto, que todo rencor del pasado estuviera saldado porque era inútil y eso lo sabíamos bien los dos.

Por su apariencia, supe que fue convertido o antes o después de mí, pero con una mínima diferencia en lo que a tiempo se refiere. No me atreví a especular nada porque eran demasiadas opciones y cosas por tener en cuenta, pero lo cierto es que no iba a dejarle ir, quería respuestas, quería información de todo. Incluso aunque quiera negarlo, por un momento me pareció agradable contar con su compañía, nos unía la sangre al ser mortales y una forma de vida particular también ligada a la sangre ahora como inmortales. Iba a aprovecharlo, aunque no tenía la menor idea de cómo se comportaba él ni como serían sus reacciones. Nada más me restaba observarle con atención y promover sus palabras sin treguas o frenos de ningún tipo, sólo era dejarlo ser. Más sin embargo me era necesario estar alerta, pues no sabía ni como me había encontrado ni el motivo por el que estaba frente a mí.

Mantuve mi postura erguida aunque no puede eviar aquél gesto de sorpresa, y esperé pacientemente por sus comentarios.

por **Luciano Biagioni** Jue Ene 10, 2013 10:08 am

Recuerdos vagos sobre mi pasado evocaron ante su presencia, mi mente proyectaba en blanco y negro algunos pequeños encuentros cuando un simple mortal era, su rostro, su voz, la cara de mi padre al enterarse que la ultima voluntad del abuelo no era la que él esperaba con ansias, y ese rencor que creció sin medida hacia su hermano, el padre de Amelia, el mismo rencor que nos inculcó a mi hermano y a mi.

Todo lo que pude haber estado recordando en ese instante, desapareció cuando le escuché pronunciar mi nombre, me había reconocido. Dejé mi mente en blanco por mera precaución, aun no sabia que podía esperar de ella, eramos prácticamente dos desconocidos en estos tiempos, así que decidí estar alerta con disimulo.

Mis manos se cruzaron a mis espalda, saliendo apacible de entre las sombras que me otorgaba la fría noche, esbozando una mediana sonrisa, dejando que sus ojos comprobaran lo que se había preguntado hace unos instantes.

-El mismo, Amelia. ¿Quien mas sino yo?-

Desde mi lugar me limite a observar sus expresiones, sus movimientos, sin anticiparme a lo que pudiera suceder, vislumbré en su rostro algo de desconcierto y, ¿por que no asombro? También, en definitivamente mi aparición fue una sorpresa para ella.

-Querida prima, cuanto tiempo ha pasado. Deja de mirarme como a un fantasma, tu querido primo ha venido a visitarte, ¿no te agrada? Como es costumbre entre familia.

Imaginé que su mente debía ser un torbellino de preguntas, las cuales no tardarían en salir y seguramente me abrumarían, pero no quise pensar en eso ahora, aguardaba su reacción con una mediana expresión de alegría en mi rostro y con la mente en blanco.

por **Lara Karstein** Dom Ene 20, 2013 10:08 pm

¡Ah qué grande es el mundo a la luz de las lámparas!
¡Y qué pequeño es a los ojos del recuerdo!

No puedo decir menos que me sentía absolutamente asombrada. Siempre que le ví me parecía un hombre de frío semblante e incluso ahora de no haber visto sus manifestaciones de humor, seguiría creyendo lo mismo. No sabía a ciencia cierta si él siempre había sido así, o si la inmortalidad y el paso de los años habían operado en él un cambio tan importante. Lo observé con cada detalle, cada gesto que realizaba y hasta el más mínimo movimiento que operaba con respecto a mí; pero no encontré algo que realmente me hiciera sentir amenazada.

Cuando decidí reparar más en sus palabras, estas lograron confundirme de una manera que no puedo definir del todo. Eran una mezcla de sarcasmo y amabilidad que no me convencían. ¿Serían acaso sus memorias tan agudas como navajas? No pude evitar responder con cierta acritud pero con una amabilidad tal vez tan fingida como la suya, o tal vez tan sincera como desconfiada.

- Sabes bien que nunca nos visitamos, Luciano. ¿A que viene todo esto? Parece que me has seguido y ahora te presentas ante mí con una burla que no me termina de convencer. Anda, al grano.-

Mi confusión básicamente era la siguiente: ¿Me seguía con que motivo y desde hace cuánto? ¿Era gracioso o más bien soberbio? ¿Que quería de mí? todo esto fruto de mi desconfianza por ser él quién era. Pero tampoco podía negar que me agradaba la sola idea de su presencia y tal vez de su compañía aunque fuere por poco tiempo. Tal vez ayudaría a alivianar algo de mi conciencia y reducir la soledad que me mantenía confinada en ocasiones por periodos prolongados de tiempo. Lo quisieramos o no eramos familia, una corta extensión que perduró por encima del tiempo y de la muerte y que sólo el futuro confirmaría las secuelas de las diferencias de antaño.

Que difícil y gratificante era este encuentro. Conforme él sonreía mis expectativas iban aumentando, mis emociones se mecían apenas con la sola idea de aclarar dudas que me carcomían hace mucho tiempo y que probablemente él sabía. Por supuesto yo no mencionaría nada hasta tener claras las intensiones de su búsqueda de mí en un país distinto al nuestro y en estas condiciones. Le mantuve la mirada firme intentando serenarme y así poder sopesar todo de la forma más objetiva que me fuera posible. Sin mencionar, claro, que intentaba mantener la firmeza, mezclada con algo de paz.... entonces recordé algo, un don mío para manipular un poco las emociones de otros. Pude hacerlo sentir feliz y confiado y así poder obtener lo que quería, pero no, no era el sujeto correcto para hacerlo, no era el momento y tras pensarlo bien, preferí que todo fluyera con la mayor naturalidad posible.

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