Nuestros lazos, son mas fuertes que la sangre - Flashback [Julien]

por **Anna Brullova** Dom Oct 11, 2015 8:50 am

Corrió por los pasillos del palacio imperial, las luces de gas iluminaban el corredor y daban una tonalidad cálida a los ambientes, que a pesar de ser amplios, se sentían muy acogedores, protegiendo del frío cruel e invernal que azotaba a la ciudad de San Petersburgo. No era muy común que la joven se presentara en el trabajo de su padre, por el contrario, solía prohibirle, pero Dimitri, en el desayuno, le pidió que se acercara por el palacio, a la hora del Ángelus, - no quiero que andes por la calle cuando llegue la noche, pero necesito que vengas a recoger a un invitado muy especial que llegará para la cena - su padre le había comentado, que se trataba de una persona muy importante para ella. No fue necesario que se lo dijeran, sabía perfectamente que el único ser que le importaba, luego de sus padres, era su adorado padrino. Por esa razón, había pasado toda la mañana y parte de la tarde preparando la mansión familiar, para recibir a tan digno invitado. Anna , se esmeró en que la decoración de las habitaciones fueran del agrado del caballero, también el menú, aunque cuando pensaba en qué le gustaba comer a su padrino, recordaba que en muy pocas ocasiones lo observó comer.

Cuando faltaban unas cinco puertas para el despacho de su padre, se detuvo un instante, intentando recobrar el aliento, su corazón latía apresuradamente, y el corsé que llevaba no le permitía respirar con total libertad, además hacía que se acalorara. Su cuello se perló de diminutas gotas de sudor, a pesar de que afuera nevara y la temperatura era realmente baja. Inspiró de forma profunda y pausada, cerró los ojos e intentó recordar las facciones de aquel hombre misterioso y a la vez tan amable y cariñoso con ella. La forma de sus ojos, sus labios y la palidez de su piel, el cabello tan negro como la noche y su mirada cargada de misterios.

Siempre quiso conocer la historia que había unido las vidas de su padre con la de su padrino Julien, como ella le llamaba. Tal vez porque nunca nombraban su apellido, dio por sentado, que debería ser un pariente y llevar el mismo apellido. Seguramente, se trataba de un posible heredero a la corona imperial. Tan cercano al trono, como su propio padre. Fuera la razón que llevara a tomar la decisión de convertirlo en su tutor si alguna vez ellos faltaban, a la joven Anna le parecía muy acertada, ya que solo con su presencia, Julien, lograba imponer respeto.

Su rostro había vuelto a su habitual color, un poco más rosado que el de su padrino, pero con esa palidez tan nívea como la de los pétalos de las rosas que adornaban los jardines del palacio. Caminó decidida hasta colocarse en frente de la puerta del despacho. Golpeó suavemente dos veces y esperó a que su padre le indicara que podía entrar.

por **Julien** Jue Oct 29, 2015 9:32 am

Para esas épocas ya era un vampiro, si bien no contaba con antigüedad en el ámbito nocturno, conocía los medios para valerse por si mismo. Era así que había abandonado su país natal optando asi por el norte, Rusia más precisamente. Un lugar que siempre le había gustado, como por obra de arte del destino, allí se había refugiado de su familia, de su vida como humano y lo que ello conllevaba.

Había decidido sin embargo, continuar con el legado de su familia, empresas, tierras y demás sabiéndose el mayor de su clan. Y así lo había hecho, siempre manteniendo conversaciones por carta, algo muy simple y sencilla y de esa forma nadie notaria este cambio en él. Todo esto sugerencia de su creador, que con ciertos años conocía a la perfección los gajes del oficio. En Rusia sin nombre ni apellido logró introducirse en la institución de la Iglesia. Era un lugar seguro, de ese lado nadie iba a juzgarlo además en los primeros años y podía mantener un perfil bajo. Sus tareas no superaban las de dar una misa, la extremaunción a los enfermos terminales y orar… aunque esto último obviamente no lo hacía y prefería esconderse en su cuarto todo el día informando que estas eran sus actividades.

Su conexión con la muerte lo había llevado a muchas casas en toda Rusia por las noches, donde el frio calaba profundamente en las entrañas así que lo aprovechaba para esconder su propia frialdad. Había tenido la posibilidad de acceder incluso al Palacio Imperial donde conoció a Dimitri en una situación demasiado baja anímicamente y había logrado trabar una amistad con este que era difícil de pasar desapercibida. Le caía bien, no era solo una cuestión de contactos. Se notaba una entereza y disposición que no se encontraban en todos lados, además que era una persona fiel en todas sus formas, imposible ser traicionado. Sopesó varias veces la posibilidad de contarle su condición y el motivo por el cual no salía durante el día o no se juntaba a comer con él pero como siempre, esto se veía postergado por otras cosas y terminaba inventando una supuesta enfermedad en la piel, que no era contagiosa pero si de cuidado. Su hija había heredado de Dimitri todo su ser. Era una joven que podía parecer frágil como una muñeca mas en el fondo sabía que no era así.

Esa noche fresca como todo invierno había decidido hacer una visita y quedarse por unos días aprovechando el receso que tenía en sus manos. Estaban conversando animadamente en el despacho cuando se sintieron los golpes en la puerta. Dimitri no demoró en hacer pasar a la joven. Anna estaba tan rozagante como la recordaba, tan entera y manteniendo esa postura que la hacía ver aniñada y mujer a la vez. Su corazón algo agitado llego a los sentidos del vampiro que dejó de lado esos deseos inconscientes y esbozó una sonrisa a su ahijada, se levantó de la silla y se acercó a ella pára abrazarla – Anna, querida ¡qué grande estas! Me alegro de verte ¿Cómo has estado?– le preguntó mientras lo hacía. Cada detalle lo trataba de mantener lo mas humano posible, algo que le costaba a cualquier vampiro neófito pero que practicaba cada vez que podía para no pasar por un ser extraño a los ojos de los demás.

por **Anna Brullova** Mar Ene 05, 2016 5:35 pm

Anna, sonrió al verle, a pesar de que sus visitas no eran tan seguidas como ella deseaba, jamás le reprochaba, muy por el contrario, deseaba que aquellos momentos fueran eternos. Impulsiva como siempre, se abrazó a su padrino, su mejilla se apoyó en el pecho del hombre y ella suspiró, para luego inspirar y guardar en su recuerdo el perfume tan característico que poseía Julian. Su padre Carraspeó, a lo que ella rápidamente se separó y roja como un tulipán, miró a su padre, para luego correr también a fundirse en un abrazo. Éste, rió, y besó en la coronilla, - querida, ya no eres una pequeña niña, para ir abrazando a los hombres de esta manera tan infantil -, Anna asintió con la cabeza mientras apoyada su frente en el pecho de su padre aceptaba el suave reproche.

Aun sumamente avergonzada, dejó la seguridad de los brazos de su padre, para girarse y pedir disculpas a su padrino, por la forma intempestiva como le había saludado, - discúlpeme padrino, he sido muy mal educada -, su padre, que mantenía su mano derecha sobre el hombro de Anna, le dio un suave apretón, en señal de aprobación de la disculpa.

Mas calmada, y con el semblante rosado, desdió sentarse en una silla auxiliar, mientras ellos terminaban de charlar, y en especial, su padre, quien debía entregar un informe especial, sobre espionaje. Habían descubierto que se estaba gestando una revolución para sacar al zar imperante y colocar en su lugar otra familia imperial. Si ésto sucedía, ni si padre, ni ella, estarían seguros en Rusia, al ser parientes directos del rey, serían los primeros en ser encarcelados o asesinados. En realidad, la invitación que hiciera Dimitri a Julian, tenía que ver más con un pedido de ayuda, una protección para su hija, él estaba dispuesto a dar batalla, pero, su esposa e hija, deberían partir hacia el exilio. Por eso, le pediría al vampiro que se ocupara de comprar una residencia acorde a la posición social que ostentaban, y realizar inversiones en el mercado europeo y americano. Si todo salía como él había planeado, y si debían huir, él podría llevar una vida de empresario, y su familia gozar de un buen pasar económico.

Mientras tanto Anna, desde su sitial, contemplaba a su padrino, aquella piel tan blanca, el cabello negro y los ojos tan misteriosos. No sentía miedo, era fascinación, había algo en él que era puro misterio y la joven deseaba averiguar que era. Cuando su padrino se giró a verla, ella le sonrió algo nerviosa, a veces, le parecía que podía leer sus pensamientos.

por **Julien** Miér Ene 27, 2016 10:33 pm

Esa niña despertaba algo en él que posiblemente nunca había sentido, un amor fraternal que iba mas alla que el amor por la sangre, era un sentido mas profundo, no tenía nada que ver con el amor que podía sentir por una mujer, porque ella era pequeña aun, no se sentía como eso. Con el tiempo se acercó a la protección. Era extraño de pensarlo como tal viniendo de un ser como Julien que se contentaba con el sufrimiento de otros, de un ser que había optado –quiérase o no – con ser un muerto en vida antes que morir como el resto de los habitantes. Ahora solo podía alejarse o ver morir primero a sus sucesores antes que él desapareciera. Pero apenas comenzaba, aun había tiempo para decidir como continuar el resto de sus años de no-vida. Rusia lo tenía preso de recuerdos profundos y entrañables que se negaba a soltar y parte de ello era buena culpa de su amigo y principalmente de su niña Anna.

Julien la abrazó por la espalda y pasó una mano por el fino cabello trenzado de la niña. A su mirada siempre lo seria por mas que su padre no coincidiera, no iba a llevarle la contraria tampoco pero ella siempre seria la pequeña, seria duro verla crecer y esperaba que en el futuro no perdiera esas cualidades que tanto adoraba. El vampiro la siguió con la mirada mientras iba con su padre después de devolverle la mirada ruborizada por el abrazo arrebatado. Contuvo una caricia a su mejilla, tendría tiempo cuando Dimitri no estuviera.

Volvió a sentarse haciendo un gesto de aprobación y con un movimiento de su mano confirmó que no le molestaba en absoluto, mas adelante cuando su padre se entretuvo en unos papeles confirmó que le agradaban tales muestras de cariño, guiñándole un ojo a Anna que se sonreía nerviosa por lo anterior. Había algo impaciente en la mirada del General que aun no podía descubrir aunque dudaba que ella supiera algo del panorama a rasgos generales no era bueno en el país para la familia real, corrían fuertes murmullos que no tenían por menos que ser reales a tal punto que eran conocidos solo en las atmosferas cercanas a ambos bandos. Había oído cosas el vampiro, pero no sabía cómo venia la situación al momento, la mirada del hombre no hacia mas que confirmar lo inestable. Decidió poner fin a la ceremonia y cortando todo tipo de preámbulos requirió a su amigo – Dime Dimitri… ¿Qué es lo que está pasando? – su mirada era dura como el hielo ya para entonces, no tanto como la actual pero si mantenía ese fuego congelado del centro que no dejaba espacio a la calidez.

por **Anna Brullova** Vie Mayo 13, 2016 6:52 pm

Anna, había pensado que con la llegada de su padrino, dejarían junto con su padre el despacho y se retirarían a la mansión que se encontraba a unas calles del palacio imperial, en lo que s denominaba la villa real. Pero pronto descubrió que no sería así. Pues los dos hombres volvieron a tomar asiento y ella quedó relegada a un segundo plano. Lo que provocó en la joven un sentimiento de frustración, en cierto modo amaba ser el centro de atracción, de aquellos dos seres que eran tan importante para su mundo. Suspiró algo decepcionada y decidió sentarse en un sillón que se encontraba bastante alejado del escritorio de su padre, allí esperaría que los caballeros decidieran que era momento para volver al hogar.

Pero la voz de Julien la sobresaltó, desde que tenía uso de razón, siempre le había escuchado un tono de voz neutro o suave, jamás se comunicaba con ella o su padre con un tono de voz autoritario o de preocupación, por lo menos era lo que, Anna, en su ingenuidad pensaba. Mas ahora comprendía que aquella voz era solo para cuando se encontraba tranquilo o en familia, pero en esos momentos existía alguna razón para no estarlo y por lo que podía intuir, su padre sabía perfectamente cuales eran esos motivos. La joven contuvo la respiración, mientras escuchaba como su padre se disponía a comentar la situación. Temblaba porque no solo le angustiaba escuchar la realidad de lo que ocurría a su alrededor, verdad que su padre siempre trataba de ocultar, para que su esposa y su hija, vivieran en un mundo de paz y seguridad. Pero la mirada dura como el hielo, con que su padrino contemplaba a Dimitri, la hicieron estremecer, como un cervatillo.

El General Ruso, heredero del trono ruso - si el Zar moría sin descendencia-. carraspeo, mientras le hacía una señal a su amigo con la mirada, acto seguido, la llamó - Querida, ¿podrías ir hasta donde se encuentre el señor Dvorlob y pedirle que nos acerque un par de copas de vodka? por supuesto dile que te prepare un chocolate... o mejor aún, creo que ha venido su esposa, ¿porque no le haces compañía? pronto terminaremos aquí y podremos por fin ir a casa -, cuando terminó de indicarle y al ver que su hija estaba por protestar la detuvo con un gesto de silencio - vamos pequeña, así no se debe comportar una dama, menos si quiere demostrar que ya es una señorita - guiñó un ojo a su amigo, mientras contemplaba como su pequeña niña se retiraba de la sala totalmente ruborizada.

Miró a su amigo a los ojos, con un dejo de reproche, - Julien... que no estábamos solos - le recordó, llevando su mirada por la puerta por la que saliera su hija. Cuando se aseguró que su hija no se había quedado escondida tras la puerta del despacho, volvió a ocupar el lugar tras el escritorio y una mirada cargada de terror se apoderó del militar, extendiendo un trozo de papel que poseía notorias manchas de sangre, - esto vino hoy, con un paquete en el que estaba el perrito de compañía de Anna, me advierten que de no unirme a la sedición, la próxima entrega, será el corazón de mi hija - su mano tembló al entregar el papel manchado. No quitó sus ojos de los helados orbes del vampiro, - están en todas partes, cualquiera puede ser parte de éste maldito complot, y temo por la seguridad de Anna y mi esposa- aseguró. - Debes ayudarme, tengo que sacarlas del reino sin que ellos se enteren - afirmó.

por **Julien** Vie Jul 01, 2016 10:43 pm

Su cabeza no dejaba de pensar en torno a la niña, ella era especial, una de esas flores de primavera que quedan vivas hasta el invierno. Eso era ella, una flor que enfrenta las vicisitudes de la vida, una de las palidas pero no por ello menos bella. Justamente era eso lo que la hacía mas especial. Después de notar que estaba pensando estas cosas se extrañó ¿a qué venian estos pensamientos?

Luego del sobresalto de su pregunta, se habia pasado un poco con el tono que empleó, se recostó contra la silla consciente que una vez mas se estaba pasando de la cuenta con las expresiones. Aguardó que Dimitri diera las instrucciones a su pequeña y bajó la mirada hasta que la puerta se cerró con un sonido sordo a cualquier oido.

Era de extrañar que el vampiro tuviera ganas de expresar su frustración con palabras inapropiadas o maldiciones. Salvo que la cosa estuviera jodida. Ahí era cuando realmente ameritaba. Y éste era uno de esos momentos.

- Dimitri, no puedes disimularlo más. Algo pasa, me tensiona verte con esa expresión rígida de usas cuando algo se te atraganta - confirmó Julien un poco más calmado pero volviendo a tomar la exasperación anterior, ansioso, sabía que Anna prestaba su completa atención a todo lo que ellos decian, pero el nerviosismo le ganaba a veces.
Pero no había imaginado tal respuesta, de entre tantas opciones aquellos que querían derrocar al Zar habían optado por el miedo. Una estrategia cruel y poco ética para un grupo que quería hacerse con el poder de toda Rusia.

- Disculpa el arrebato... - no sabiendo que responder de forma inmediata a sus palabras pero confirmándo que esa información debía morir allí. Después de las palabras habia quedado helado. Aún las notas de sangre en la redacción le parecian crueles y malintencionadas a tal punto que lo veia maquiavelico. Sobresaltado buscó las opciones al caso, no era muchas y tampoco eran tan buenas, pero al menos preservaban vidas.
- Tu también debes huir. Puedo sacarlos a los tres de aquí, no es preciso que pelees. El Zar tiene las de perder... aunque eso ya lo sabes- Dimitri hizo caso omiso a ello, antes siquiera de decir una palabra mas Julien supo de antemano que su respuesta era negativa -¿Aun así veo que pelearás? ¿Solo por el honor? - preguntó con una nota inquisitiva colocando las manos sobre el escritorio y acercandose al otro lado, quería saber si había algo más tras sus ambiciones que una simple orden de su superior o si ingenuamente consideraba que tenía posibilidades frente al grupo que iban a enfrentar. Iban... porque si su respuesta era si, pensaba ser parte de ello a su manera. Buscaría por las noches a la cabeza de la organización hasta derrocarla antes del conflicto armado, aunque algo le decía que iba a ser una tarea casi imposible. Podrían tapiar el Palacio como una estrategia pero no demorarían en romper todo intento de protección. De noche tenía ventaja, de día supondría la muerte y la entrega no sólo de su vida, la de Dimitri y su esposa, sino también de su protegida Anna. Y ahi era donde entraban a ganar peso sus dudas.

Su mirada se fijó en la de éste a la espera de la definicion crucial que ya habia tomado hacia ya tiempo.

por **Anna Brullova** Dom Nov 27, 2016 6:28 pm

Dimitri le miró, con esos ojos que revelaban sus sentimientos. Su mente solo pensaba en su familia, en ponerlas a salvo, porque irían por ellas. Mantuvo la mirada en la de su amigo, -No tengo otra opción, si huyo, quedaré como un cobarde, o peor aún, como parte del complot -, dijo con voz serena, fría, como quien sabe que está al borde del precipicio y no hay otra posibilidad, más que saltar, aún a costa de morir en la caída. Suspiró, desanimado, - ¿a caso crees que me dejarán vivo? Soy el primo del Zar, uno de los posibles aspirantes al trono. Jamás me permitirán poner un pie fuera de San Petersburgo, porque podría buscar alianzas con los demás reinos, o porque de morir el Zar, los poderosos de las naciones, apoyarían mi coronación. Soy un obstáculo, valgo más muerto que vivo -, su cabeza cayó en un suave movimiento, haciendo que su mirada se fijara en los papeles, en la corta nota con la que intentaría poner en conocimiento al Zar, de la peligrosa situación que se avecinaba. Arrugó con sus manos, el borde del papel, intentando no llorar, no podía ser un cobarde, no debía pensar en él, ahora lo único que importaba era que su esposa y su amada Anna, llegaran a tierra segura, en donde los enemigos no pudieran hacerles daño.

Inspiró profundamente, antes de levantar nuevamente su cabeza y clavar su mirada azul celeste en los claros orbes del vampiro, - Julien, mañana por la noche, ve a casa, a eso de las once de la noche, para entonces, ya tendré todo listo, así podrás llevarlas lo mas rápido que puedas fuera de la ciudad. Sé que es un viaje de muchos días, además de peligroso, pero jamás pondría la vida de mis amadas, en otras manos, que no fueran las tuyas – intentó sonreír, pero la sonrisa se quedó truncada en una mueca, mientras que su mirada, volvía a expresar a simple vista, la triste realidad, él, no tenía posibilidad alguna de salvarse, solo tendría unas pocas horas, para disfrutar por última vez, de la compañía de su amada esposa y de Anna.

- Por cierto – dijo mientras se apresuraba abriendo uno de los cajones de su escritorio, sacando unos papeles, algunas cajas de terciopelo y acariciándolas. – aquí tienes los documentos falsos, las escrituras de la mansión en Paris, los papeles de la cuenta en el banco de Francia. He movido todo lo que poseo a esa cuenta, esperando que con esa suma, mi familia pueda vivir holgadamente – dijo con su voz quebrada, pues se sentía como el preso que en unas horas, deberá caminar hasta el patíbulo y enfrentar al verdugo. Acarició uno de los porta joyas y sonrió con tristeza – se lo compré a nuestra Anna, para que lo use en su casamiento… jamás podré vérselo puesto, ni conducirla al altar, ni ver a sus hijo – enmudeció, extendió su mano y entregó aquel regalo de bodas, - cuando llegue el momento, dile que su padre la amo, como a nada en la vida, que hubiera deseado estar a su lado, pero… - su voz se quebró, su cuerpo tembló de la emoción, no quería ser débil, mostrar ese lado tan frágil, y menos a su amigo, pero el dolor, la desesperanzas le jugaban una mala pasada.

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