InuYasha Parte II: Madness And Love [Privado, + 18]

No dejaba de mirarla. No podía dejar de prestarle atención a cada gesto corporal, a cada movimiento de sus pupilas que de vez en cuando se centraban en los ojos azules de la mitad bestia que con un bufido ladeaba la cabeza y evitaba la pregunta estúpida de que si le sucedía algo. Lo único que quería era arrebatarle la legendaria Perla de Shikon, capaz de cumplir cualquier deseo al portador…o lo que tenían de ella. Ésta se había separado en cientos de fragmentos tras una gran batalla entre Gianella y un monstruo que la había conseguido temporalmente, y ahora era deber de la chica que respondía al nombre de Aitziber recuperarla antes que cayera en las garras del mal; particularmente de Naraku, un demonio muy poderoso capaz de hacer todo lo imaginable para cumplir sus deseos.

La hanyou había decidido acompañarle en tal cruzada por sus propios motivos, los que aún no revelaba – y no tenía por qué hacerlo, según ella, aunque quizás sirviera hacerlo- a la mujer de extraña procedencia. Llevaban casi seis meses juntas, pero la mayoría del tiempo se lo habían pasado entre conflictos entre ellas y contra otros. Por parte de la mujer de cabello alborotado no había aparente interés por saber más de su acompañante, aunque su corazón latiese cada vez más intranquilo teniéndola al lado o teniendo que defenderla. Sentía una especie de compromiso que sólo había sentido antes –o algo similar, al menos- con otra persona: con la mujer que se había llevado a la tumba sus sentimientos más profundos.

Llevaban caminando unas horas en dirección norte, hacia un pueblo en el cual habían ocurrido ciertos sucesos extraños que indicaban tener relación con un fragmento que Aitziber había logrado percibir. Pero de repente, ésta se detuvo. Y Gianella también lo hizo alzando una ceja – Oye, ¿Por qué paras así? – Dijo con su habitual tono altanero y agresivo, manteniendo sus brazos cruzados y sus manos escondidas bajo las largas mangas de su Haorí rojo. No recibió respuesta, y eso para variar le irritó- Te estoy hablando, niña…


Perdón lo corto u.u

Ni un muro de concreto podía ocultar la mueca de burla arrogante de la hanyou tras aquellas reacciones por parte de la humana.

- ¿Te detienes por eso? Bueno, por eso es que nos hemos tardado tanto tiempo en recolectar los fragmentos, eres muy lenta – replicó directa como siempre mientras retomaba la caminata de brazos cruzados, resoplando por la demora que ella consideraba innecesaria. Si le hubieran dejado la misión a ella, ya tendría la Perla completa en su poder y podría cumplir el deseo que le quitó más de una noche de sueño al aire libre, reflexionando en lo que podría y debía hacer con lo que estaba sucediendo. Rogaba que todos estuvieran bien sin ella, y a la vez tenía una fe ciega en que así era. Y si se encontraba con alguna sorpresa negativa, ¡Pobre del que la hubiera causado!

Suspiró para expresar su evidente resignación, esa que se había elaborado durante los seis meses que habían pasado juntas, y habiendo avanzado apenas unos metros fue que percibió algo acercándose. Ni siquiera se molestó en ponerse en guardia ya que no era un enemigo digno para ello, según lo que siempre decía. Miró de reojo cómo aquel torbellino –extrañamente- seguía su camino hasta estrellarse y disiparse contra un árbol, levantando algo de polvo y también el vuelo de las aves que hasta ese entonces descansaban en la copa. Eso no era parte del espectáculo acostumbrado del joven de cabello negro amarrado en una cola característica de él, que ahora intentaba incorporarse sin mucho esfuerzo. La herida en su pierna izquierda no iba a dejarle caminar ni mucho menos correr en unas horas. - ¿Sigues con tu mala racha, Kouga? – Dijo acercándose a él sin un ápice de piedad visible, mirando como un espectáculo de feria al que se sostenía del tronco del árbol para no volver a caer. – Y esta vez te quitaron un fragmento…si me lo hubieras dado cuando te lo pedí esto no estaría pasando – Amplió su sonrisa pero un “cállate” seco rompió con su pequeño monólogo mientras Aitziber se le acercaba a intentar hacer algo con aquella herida aparentemente punzante que no dejaba de sangrar – En vez de estar ladrando, deberías estar corriendo hacia la Aldea Sugata…el líder de los Siete Grandes la está atacando. Tienen tres fragmentos y- - Gianella bramó de golpe - ¡¡¿¿Tres fragmentos??!! ¡No hay tiempo que perder! ¡Aitziber, deja que ese pulgoso se muera y apresúrate! – para luego dirigirse hacia el lugar en cuestión con su gran velocidad característica. A medida que se acercaba los olores a sangre y madera quemada se incrementaban, y eso, al contrario de lo común de la gente, le entusiasmaba. – Bankotsu…ya verás…no te llevarás esos fragmentos. ¡No sin pelear! – Gritó mientras parecía levitar en el cielo, prácticamente rebotando en el piso para darse un nuevo impulso y acercarse a pasos agigantados al próximo campo de batalla, instante en el cual su fiel acompañante surgió de entre sus ropas, aunque sosteniéndose de uno de los bordes de su cuello.

- Gianella-sama, ¿No cree que fue imprudente de su parte dejar a la señorita Aitziber sola? El demonio lobo está herido y no podría protegerla si le pasa algo…aparte no sabemos qué fue lo que lo lastimó exactamente…quizás sea una trampa.
- Te preocupas demasiado, Myouga. Con mi espada Tessaiga puedo hacer lo que sea. Ya le enfrenté una vez, y escapó a duras penas. Esta vez sí lo mataré.

Y con el suspiro del diminuto anciano que se volvió a ocultar entre la tela, la conversación se dio por terminada. No había caso en desafiar el espíritu tan terco de la pelinegra, que pronto vio a la figura de traje blanco, cabello en trenza y espada gigante. Menos mal que no le habian mentido. - ¡¡BANKOTSU!! – Rugió liberando su espada de su funda, lanzando de inmediato una violenta onda de energía en forma de zarpazo (Viento Cortante) hacia él. Su corazón latía impaciente, deseoso de batallar…aunque esa impaciencia podía jugarle en contra…

Kouga pudo percibir, aunque de mejor forma, lo que estaba sucediendo en el lugar de la batalla gracias a los aromas que allí predominaban, y a los estruendos de cada ataque que se sucedían uno tras otro sin mucho tiempo para el descanso. – Señorita Aitziber…temo que…-dijo intentando soltarse de ella apoyándose en un árbol, pero su pierna aún no estaba lo suficientemente regenerada como para poder correr luchar. De hecho, la joven tenía razón en recalcarle la prudencia en su actuar, pero él también tenía aquella palabra poco presente en su diccionario, tal y como la mujer de cabellos negros que lanzaba un enésimo ataque contra su encarnecido rival a una buena distancia de ellos – no podré obedecer su consejo. La fuerza de Bankotsu es superior…a la de Gianella…tiene…fragmentos en su espada…- Justo después de eso, una potente explosión pareció confirmar lo dicho por el híbrido de ojos claros, percibiéndose a lo lejos un aroma ligero pero perfectamente identificable. - Está sangrando…

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Se levantó de inmediato de encima de esa serie de árboles partidos, y empuñó su espada con más fuerza, furiosa ante el descubrimiento que había hecho con un sacrificio indirecto de su cuerpo. – Maldita rata…tener que…someterte a ese desgraciado de Naraku para hacerte más fuerte…- gruñió y luego escupió de forma muy poco “femenina”, relamiéndose aquel sabor que hace un tiempo no había sentido. Bankotsu rió a modo de burla y lanzó un nuevo ataque que Gianella apenas pudo bloquear anteponiendo la espada - *Es demasiado rápido…*

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- Tiene…más de un fragmento en su cuerpo…es peligroso…incluso para Gianella…

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- ¡Gianella-sama! ¿Se encuentra bien? ¡Reaccione, por favor! – Le pedía Myouga habiendo salido temporalmente de su escondite, pero al ver venir al responsable de las heridas de la hanyou volvió a ocultarse, sin poder evitar que el cuerpo femenino se viera levantado con una mano por las ropas, coincidiendo la mirada malévolamente confiada con la justiciera frustrada.- Eres…un ser despreciable…
- Gracias, híbrida – le respondió con una sonrisa socarrona, que provocó el incremento de aquellos gruñidos. – A mí no me gruñas, ¡¡Perra!! – Gritó y con una serie de golpes en la cabeza y en el estómago la inmovilizó previamente para poder acertarle de lleno con una bola de energía formada desde su Banryu, haciendo inútil el enésimo intento de bloqueo por parte de la mujer del haorí rojo, quien cayó primero con su ropa rasgada y su pecho muy lastimado. Luego lo hizo su espada, a unos metros de ella.

Lo que Bankotsu no sabía, era que aquel último detalle iba a desencadenar algo terrible, algo que ni él se imaginaba.

El híbrido lobo bajó la cabeza con un gesto muy propio de su naturaleza por la impotencia de saber que Aitziber tenía razón. Con suerte podía mantenerse en pie, y al estar privado de su mayor virtud – la velocidad de sus extremidades inferiores- no podía hacer nada más que advertir a la mujer que tenía ante él de los peligros que habían en frente, pero no se quedó en eso.

Ante una enésima –y muy potente- explosión, Kouga se movió en un impulso para proteger a su acompañante de los residuos que pudieran llegar hasta ella y lastimarle, valiéndole un gruñido de dolor que le hizo caer de rodillas. Sin embargo, desafió sus molestias para poder hablarle, mirándole con intensidad. – Es muy peligroso que vaya. Si Bankotsu llega a descubrir quién es usted será su fin…

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Bankotsu empezó a reír enérgicamente en cuanto vio que Gianella no parecía reaccionar, aunque podía percibir que estaba viva aún. Suspiró para tranquilizarse, observando aquel cuerpo tumbado de espaldas con una sonrisa arrogante producto de su triunfo. – Pensé que me darías más pelea esta vez…perra. Pero ahora veo que sólo eres una basura que no está a mi nivel…- Llegó hasta ella y pateó su mejilla violentamente, haciendo que el cuerpo rodara unos metros, pareciendo más inerte a cada segundo que pasaba.- Hmph…mi tiempo es demasiado valioso para perderlo con débiles como tú…-sonrió con infinita maldad, alzando a su Banryu para darle el golpe de gracia, pero un veloz resplandor le privó de aquel privilegio, haciéndole apartarse debido a su fuerza. – Quién…

Se giró para buscar al responsable, y su sonrisa arrogante no cambió a pesar de saber perfectamente la identidad de quién intentaba desafiarle. Rió burlón – Vaya…hasta que decidiste aparecer…Lástima que es demasiado tarde para tu mascota, y para ti también…

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No había reacción. El cuerpo seguía desplomado y la herida seguía sangrando, con una gravedad tal que seguramente dejaría una amplia cicatriz; pero que afortunadamente no era letal. Ante el desconcertante silencio, Myouga salió de lo que le quedó de escondite entre las ropas de la mujer e intentó hacerla reaccionar, sin éxito. Dentro de lo que le permitía su diminuto cuerpo, saltó hasta su rostro, posándose en la punta de su nariz. - ¡Gianella-sama! ¡Gianella-sama! ¡Reaccione! ¡Aitziber-sama está-- -

Se quedó paralizado, aterrado por lo que veía en primera fila. Los colmillos propios de su esencia sobrenatural estaban creciendo silenciosamente, al igual que sus uñas. Pronto notó que su musculatura también estaba sufriendo cambios, y las marcas que empezaron a formarse en su rostro le mostraron cual mapa qué era lo que estaba sucediendo.- No…puede ser…- Miró a su alrededor, y confirmó su temor al ver la espada clavada en el piso. No alcanzó a retomar la vista en su refugio temporal, ya que éste se fue incorporando de manera temblorosa, apoyando sus extremidades cubiertas parcialmente de un pelaje gris en el piso, dándole una postura cuadrúpeda que pronto corrigió irguiéndose. Su cabello negro llegaba hasta su espalda baja aún con su nueva y prominente altura; pero a pesar de la longitud de sus mechones que llegaban hasta casi su nariz, éstos no podían ocultar la característica más temible de aquella “persona” que antes hubiera respondido al nombre de Gianella: aquel par de ojos rojos que ya no distinguían aliados de enemigos.

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Bankotsu había arrinconado a Aitziber contra lo que antes era un grupo de árboles. Tras una breve batalla, había tomado la ventaja rápidamente privándole de su arco, y ahora se preparaba para el golpe de gracia apuntándole con su enorme espada – Me quedaré con toda la Perla de Shikon…¡Y seré invencible!

El demonio gritó para atacar, pero en un instante su boca se llenó de sangre, igual que sus ropas. El verdadero Demonio estaba detrás de él, con su corazón literalmente apretado entre sus garras, a apenas un metro del rostro de la Sacerdotiza. Pero no era suficiente para ella…o para “eso”. Con un gruñido arrancó su corazón del resto de su cuerpo de un tirón, dejando que éste cayera totalmente inerte en el piso. Miró aquel órgano vital que reclamó cual premio de guerra y lo engulló manchándose rostro, cuello y pecho de la sangre ajena, relamiéndose al tragar por completo aquel músculo. Pero seguía sin ser suficiente. Y quiso que todos lo supieran, con un aullido ensordecedor que se escuchó por kilómetros a la redonda. El youkai se había desatado.

La sangre ajena goteaba de entre sus fauces en lenta sincronía con su respiración, haciendo que aquel cuerpo pareciera relajado. Los que pudieran creer eso sin conocer a aquella bestia estaban muy equivocados. Sus instintos más básicos y puros habían explotado con la violencia y la brutalidad de un volcán, y el deseo sangriento de batalla era lo único en lo que pensaban esos ojos desprovistos de todo rasgo humano. Observó al cuerpo que había pertenecido alguna vez a Bankotsu de los Siete Grandes, enfocándose en su cabeza. En tres segundos no quedó ningún rastro de lo que debía ser un rostro: todo había quedado literalmente bajo la pata de aquella criatura que gruñió de tal modo que la mueca de su boca podía interpretarse como una sonrisa, la sonrisa más tétrica que se podría haber visto jamás.

Los zumbidos le hicieron alzar sus orejas, y su rabia también se alzó. Myouga saltó justo cuando la bestia lo hizo hacia el aire, llegando en unos cuantos saltos a la mano de Aitziber, sin querer observar cómo intentaba en vano acabar con todos los insectos, quienes usando su estrategia clásica despedían un potente veneno al ser destruidos. Mientras la criatura aterrizaba y tosía por haber aspirado toxinas, la pulga explicó lo mejor que pudo, aunque temblaba de miedo.- Es…es Gianella-sama…su mitad demonio se ha apoderado de ella…No tiene noción de lo que hace, es una bestia que no distingue aliados de enemigos. S-será mejor que se quede aquí, si quiere so...so-

No alcanzó a terminar la palabra “sobrevivir”, ya que se encogió tanto que más bien parecía una partícula que una pulga. Se metió entre las ropas del hombro de Aitziber y se quedó allí, temblando al escuchar nuevamente el terrorífico y portentoso aullido de la bestia que veía cómo los insectos le superaban enormemente en número y le mantenían ocupada mientras otros se llevaban los fragmentos a gran velocidad por los aires. En eso, sintió algo clavarse en su omóplato. Algo filoso e incómodo que no pudo quitarse hasta después de unos segundos de forcejeo. Se giró hasta encontrar al responsable –o más bien los responsables-, y vio cómo le apuntaban al menos quince más de aquellas flechas. Obviamente no le importó y cargó contra todos ellos, desviando algunas flechas sin poder evitar que otras se clavasen en otras zonas de su cuerpo, las que no fueron suficientes para detener el sangriento espectáculo que se produjo después.

Alaridos y llantos desesperados condimentaron todas y cada una de las muertes que prosiguieron, siendo éstas de una crueldad tal que resulta mejor imaginar que intentar describir narrativamente. A pesar del veneno presente en su cuerpo, la masacre iba de camino a ser un desastre total. Eso hasta que una joven tuvo la mala fortuna de tropezarse mientras escapaba, y ni bien alzó la mirada tenía a la criatura frente a ella, lista para manchar con su sangre su piel, sus garras y sus ropas. Le cogió del cuello con ambas manos con el fin de escuchar su final con unas cuantas tronaduras de huesos, pero aquello no ocurrió. Se quedó inmóvil como si fuera una estatua en vez de estar viva, con la mirada brillante fija en la mujer. Aquellos instantes de duda casi milagrosos fueron aprovechados por un tornado que se desvaneció cuando chocó contra la bestia, cayendo ambos al piso con el importante detalle de que la espada en su funda volvía a estar sobre su garra. La garra se hizo mano y el pelaje desapareció, dando paso a aquella figura andrógina sin más rastros de que estuviera viva que su pecho moviéndose arriba y abajo lentamente.

“Cómo puedo dejarte, si nunca estuvimos juntos.”
— Inuyasha

Era casi imposible tratar de convencer a aquellos ciegos, quienes solamente veían a Gianella con temor, como si debieran eliminarla antes de que ella provocara algún estrago más grande. Por suerte al notar su estado, parecieron entender que no era más que una mujer lastimada, que quiso luchar contra el verdadero enemigo. Le estaba dando un hombro para apoyarse, en el cual podría descansar, ella la cuidaría, despierta no duro mucho, se desmayo en los brazos, haciendo que Aitziber también cayera al piso con ella, tratando de que no se lastimara en la caída, miro detenidamente a los aldeanos, que aun poseían las armas, amenazantes, pero dudosos, la joven bruja trago saliva.

— No le hagan daño, por favor, ya nos iremos… — inquirió, mientras con dificultad, comenzaba a tomar el cuerpo de la desfallecida Gianella. Con mucho esfuerzo salió de esa aldea, con ayuda de Kouga, que se había ofrecido a llevar el cuerpo de Gianella, algo que le había ayudado mucho a Aitziber, aun así, la preocupación que tenia, no se la quitaba nadie.

El viejo templo, le recordaba a donde había ido a pasar los días tranquilamente, había sido perfecto para descansar, la anciana Kaede, había llegado pronto, con ayuda de Kouga, el comenzaba a ser de gran utilidad, no como ella, pero eso ya lo sabía, su poca experiencia en esa era la hacía un blanco muy vulnerable, luego de curar algunas heridas externas que tenia y verificar que Gianella recibía un buen tratamiento, esta pronto se levanto de donde estaba, decidiendo ir a caminar un poco, haría muy bien, estar sola, parecía que le gustaba mucho, aun así la bruja no pudo contenerse, a los minutos ella también salió, dándole muy poca importancia las advertencias de la vieja pulga.

Fue a buscarla, un tonto solamente no lo vería, había llegado a un lado, en donde estaba, terminando de curar sus heridas, que gracias a su condición física, rápidamente desaparecían, ya después de unas horas, solamente serian un recuerdo en sus mentes y ella estaría como siempre. Sus alegaciones podrían llegar a molestarla, pero ella no se movía de aquel árbol en donde estaba escondida sin decir ninguna palabra, solamente se dedicaba a escuchar, como la contraria la ahuyentaba. Suspiro largamente antes se asomarse con cierta pereza, sin dejar de separar su espalda del tronco, se arrastro hasta quedar a la vista de ella.

— ¿Acaso soy un completo estorbo, que no quieres verme ni en pintura? — Pregunto, carraspeando un poco, pero dejando salir un tono algo melancólico, temiendo de que fuera así, entrecerró sus ojos — Gianella, lo siento, si hubiera actuado más rápido y me hubiera concentrado en los fragmentos, no se lo hubieran llevado — comento ladeando su cabeza hacia un lado, con la mirada baja, posando su vista en la orilla, en donde el agua conectaba con la tierra — pero me preocupe mucho por ti, se que te puedes cuidar sola, pero eso no quiere decir que no pueda preocuparme… me es imposible no hacerlo — Era lamentable, tal vez no lo entendería, pues siempre estaba sola, sin nadie a su alrededor, pero en ocasiones las personas se preocupan por otras, aunque estas no quieran, es un instinto que nace, cuando hay una convivencia entre ellas.