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PARÍS, FRANCIA
AÑO 1842

Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.

Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.

¿Estás dispuesto a regresar más doscientos años atrás?



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Mensaje por Keyra Ravenscroft Lun Mar 11, 2013 9:15 pm


Y entonces abrí de par en par la puerta:
Oscuridad, y nada más.

Fue un golpe duro y amargo. Algún chiquillo idiota creyó sería divertido lastimar a las aves y, arrojando pedradas con su honda, logro golpear el pico de un cuervo. El pobre animal detuvo su vuelo cayendo en picada en el interior del bosque. El sonido de las ramas rompiéndose por el peso del ave, se escucha crepitar en medio del silencio, el joven inocente y en su afán por ir a obtener su trofeo, cruzó la obscuridad. Talla el tronco de los árboles para poder regresar utilizando las marcas de su paso, así no se perdería. Perola pobre y desprotegida criatura, no sospecha que, aquel cuervo, presa de su puntería, ya posee un dueño. Sin embargo, esta vez aunque él le llame como lo hace cada noche, esperando escuchar el aleteo de su mascota en las lejanías hasta posarse sobre su hombro y tragarse el ojo de sus enemigos, el descendiente de los corax, no aparecerá.

El ave se ha lastimado las alas, y no puede emprender el vuelo. La sangre escurre desde la punta de su pico hasta el suelo. Está asustado, su pequeño corazón late rápidamente y sus garras intentan colocarlo de pie. El peso es más fuerte que su voluntad. Lentamente, se arrastra hasta un hueco entre el suelo y las raíces de los árboles que lo acogen. Revisa sus alas, se soba el pico con las ennegrecidas plumas. El graznido del animal, atrae la curiosidad del niño quien con cautela se aproxima. ¡No! Ella no puede permitir que se la lleven como un trofeo, no otra vez. Decide iniciar el proceso de conversión. La visita a su dueño como una mujer, tendrá que esperar otra semana más. Contrae el cuerpo, para tomar el impulso necesario y saltar hacia un lado de las raíces.

La metamorfosis es extraña, siempre llena del mismo misticismo con el cual una simple mariposa obtiene sus alas, sin embargo, menos fantástico y mucho más maldito. Sus huesos se extienden, intentando tomar la forma humana, una a una sus plumas se caen y dejan al desnudo la piel del ave. No obstante, sus garras ya no sólo son tres largas y delgaduchas falanges, se han contraído para formar un bulto en cada pata que, con perezosa lentitud, se alarga y, en la punta logran separarse los que serán sus dedos humanos. Al mismo tiempo, el torso de la criatura, pareciera agigantarse. Las alas se encogen y lo que alguna vez estuvo poblado de negras plumas, ahora está completamente desértico. Su rostro, el pico retrocede, su cabeza se ensancha y crece. Todo con parsimonia, sincronía y… por supuesto, un poco de dolor.

Al terminar, la piel pálida de la chica resalta con el negro de su cabello. Una diferencia bastante notoria a sabiendas que ella fue –en su momento- aquel obscuro cuervo. Revisa su cuerpo y encuentra un par de moretones en sus brazos, producto de las heridas que le causó el caer desde los cielos. Las yemas de sus dedos, acarician la comisura de sus labios. Los siente irritados, al rojo vivo, pero la sangre ha desaparecido. Ha iniciado el proceso de regeneración. En su estado, le costará más tiempo del requerido, pues su dieta se basa estrictamente en lo que su amo le ofrece, cadáveres de vez en cuando.

El pequeño aparece detrás de ella -¿Quién eres tú?- Pregunta con su voz inocente, inquieta, curiosa. Al notar la desnudez de la joven, se cubre los ojos con rapidez y ella aprovecha para ocultarse detrás un helecho. Había querido darle una respuesta, sin embargo, en ese preciso instante, la voz de su amo resuena en su cabeza, la está buscando. No, no como mujer, pues él aún desconoce que su mascota es en realidad un cuervo; el vampiro esperaba respuesta importante del animal y ahora… -Escucha pequeño engendro, debes irte de aquí. No preguntes sólo lárgate, ¡Ahora!- Le lanza una pequeña roca obligándolo a irse, si su amo está enfadado, hambriento o… Espera poder entretenerlo antes de que olfatee la sangre joven del infante y vaya tras él. Intenta transformarse en aquel cuervo una vez más, pero aún no ha pasado el tiempo suficiente para hacerlo. Él está cerca, muy cerca… Los latidos se su corazón se aceleran aún más que cuando sintió el golpe de aquella piedra en su pico, desconoce el humor de su amo esta noche, así que todo podría pasar, incluso ver su muerte aproximándose con cada paso que él da.


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Mensaje por Razvan Kournikov Dom Mayo 12, 2013 3:27 am

Grita. ¡Grita fuerte!, mientras yo juego con tu mente.


El vampiro tarareaba con demencia apenas contenida. La hoja de su daga – un recuerdo que había tomado de uno de los primeros cazadores que destruyó antes de unirse a la Santa Inquisición – había abierto en canal la espalda de su víctima. Su piel estaba extendida a los lados como las alas de un ángel. Le había despellejado con metódica perfección. Los gritos de la joven solo le habían estado alentando. Cada que la inconsciencia se la llevaba, él la traía de vuelta con tan solo unas gotas de su sangre vampírica. Suficiente para que se retorciera de dolor. Insuficiente para curar sus huesos rotos. Había tenido que romperle las piernas para que no huyera. Razvan había cumplido con su misión. El hecho de que ahora él estuviera reclamando su parte decía mucho. El condenado jugando a ‘crear’ un ángel caído era su burla para la iglesia, su manera de reforzar la tregua que Dracul había forjado y honrado – a su manera. Cuando no hubo más piel en la espalda, enterró la filosa punta en medio de las improvisadas alas. Sonrió con júbilo cuando llegó a la columna. Como si de pronto hubiese sido poseído, sacó la hoja y la dejó a un lado. Sus garras servirían para el propósito. Perforó la carne con sus largas uñas. Sus dedos palparon el hueso y, con un escalofriante sonido de succión, lo arrancó. La sangre empapó su camisa. Bañó su rostro. Tan ensimismado como estaba, se perdió del último suspiro de la cazadora. Ninguno de sus demonios había estado de acuerdo en que una simple mortal les acompañara, así que en cuanto acabaron con el objetivo, él fue por su compañera para enseñarle porqué los vampiros eran superiores. Más tarde reportaría que había habido una baja. Dio la vuelta al cuerpo. Su cuervo querría ir a por los ojos primero. Esperó, pero la pequeña ave no se apareció. La furia le azotó. Su mascota nunca tardaba en aparecer y, cuando lo hacía, era para estar lejos durante las próximas noches. ‘‘Tranquilízate.’ Nicusor gruñó en advertencia. No quería escuchar a ninguno de ellos.

Ladeó la cabeza para concentrarse. Los sonidos que había ignorado llegaron a él con la fuerza de mil caballos. Cerró los ojos y buscó. Escuchó el graznido del ave. Las pisadas del niño. ¡La intención en sus vidriosos orbes! Cuando se levantó, con toda esa sangre aún cubriéndolo, sus ojos estaban inyectados de veneno. ¡Él cuidaba del cuervo! El bastardo iba a sufrir por lo que había hecho. No le importó dejar atrás el cuerpo de su compañera. Los inquisidores iban a tener más de que preocuparse una vez acabara con el infante. Los árboles parecían encogerse ante su imponente forma. Una vez estuvo oculto por ellos, corrió para llegar hasta donde se encontraba el indefenso animal. La voz de una mujer se unió a la primera. Su tarareo volvió a salir de su boca. Iban a darse un festín. Curaría al ave y le daría de comer a sus perpetradores. Con su velocidad, bien podría haberse transportado simplemente hasta el lugar donde había captado vistazos de su cuervo. ‘‘Escucha animal.’ En ese momento de furia extrema, no podía distinguir a quién de sus camaradas pertenecía ese comentario mordaz. ¡Estaban equivocados! Incluso Dracul podía ir y volver del infierno si creía que sería escuchado. Todo lo que podía evocar era la voz de esas bestias que habían dañado a su mascota. Si hubiese prestado atención, se habría enterado que la mujer en la escena del crimen no formaba parte del asalto. Inhaló como haría cualquier predador al acecho para embriagarse del aroma de su presa. Así que uno se alejaba antes de que el verdadero juego iniciara. Su cancioncilla no vaciló mientras trepaba a uno de los árboles. Saltó a otro y a otro. ‘Podrás correr pero no esconderte’. Ese era el mensaje que irradiaba su cuerpo junto con su crujiente poder. No se molestó en ser sigiloso. Las hojas caían de las ramas que pisaba. El miedo era el mejor condimento para la sangre fresca. Cayó con elegancia ante el niño. Sus colmillos se exhibieron en el instante que su mano se cerró sobre el frágil cuello. Su sonrisa casi parecía decir, ¿fácil? No lo creo.


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Mensaje por Keyra Ravenscroft Lun Jun 03, 2013 12:27 am


Escrutando hondo en aquella negrura
permanecí largo rato, atónito, temeroso,
dudando, soñando sueños que ningún mortal
se haya atrevido jamás a soñar.

Entonces lo sintió, tal como si estuviese conectada a él de formas invisibles pero perfectamente entendibles debido a su dependencia, Razvan estaba bastante cerca de ella. El aura maldita de su vampírico cuerpo, se expandió por cada rincón del lugar. Entre los árboles, en las ramas. Él estaba presente inundando con su hedor la atmósfera. El niño se detuvo al percatarse de esa extraña sensación detrás de él. Alguien lo miraba desde las entrañas del bosque y no era la mujer, no era nadie que sus orbes pudiesen enfocar en la obscuridad de la noche. Sus pasos, disminuyendo la carrera, buscaron confusos el camino de regreso a su hogar, pero sus sentidos se habían enloquecido por completo, estaba solo y presentía la muerte susurrándole su cercanía. Pegó su cuerpo al tronco de un árbol y tomó una de las rocas en el suelo para prepararse y atacar, era un joven valiente pero eso no sería suficiente para detener al peor de los depredadores nocturnos. El niño no sobreviviría, era un hecho. Keyra se debatía entre correr hacia el lado opuesto esperando que su amo se entretuviese con el pequeño y así poder ganar tiempo para recobrar su figura animal o ir en busca de ambos y presentarse como lo que era. Se relamió los labios, el sabor de la sangre le fue salado, como si estuviese lamiendo una vieja moneda de metal. Aún desconocía el funcionamiento de sus papilas gustativas ya que, cuando es un cuervo o la otra bestia que reside en ella, la sangre no tiene ese sabor metálico, es un poco más deleitable y apetecible, al igual que el vino. Sacudió la cabeza desechando esos pensamientos inservibles. La corriente eléctrica previa al peligro, le advirtió los sucesos que se cometían a no más de cien metros de distancia de ella. Se maldijo por lo bajo, en verdad había intentado proteger al chiquillo o ¿No? Frunció el ceño dejándose arrastrar por el morbo que, inconscientemente, le hizo generar una sonrisa siniestra. ¿Qué pasaría con el engendro si su amo descubre su culpabilidad? Esa fue la idea que la hizo regresar a la escena del crimen.

Trastabillando, recorrió la distancia que los separaba. La imponente sombra de Razvan se ciñó sobre el frágil cuerpo del humano, amenazador, colérico, irascible. Keyra lo miró como siempre lo hacía, con la devoción descrita en el destello de sus ojos, parpadeando su silencioso deseo por cubrirlo con sus largas y ennegrecidas alas. Ella lo buscó para utilizarlo sin saber que con el paso del tiempo llegaría a interesarse en él de formas indescriptibles. La constante lucha de su amo con los espíritus que dominan su cuerpo, era sencillamente, una perfección a la que estaba dispuesta subyugarse. Lo había observado, noches enteras, trabajar como el demonio asesino, como el maldito cazador, como el vampiro que niega su naturaleza. Nadie, absolutamente nadie lo conocía mejor que ella y ahora, estaba a punto de desnudarse frente a él. ¿Cómo lo tomaría? Gruñó por debajo. Nunca, en todo su tiempo junto a Razvan, lo ha visto con una dama ¿Por qué? Intentó retroceder un paso pero una de las ramas suicidas, le cerró el paso haciéndole perder el equilibrio y cayendo sobre sus posaderas con un estruendoso sonido que se extendió en ondas hasta llegar a los super desarrollados oídos del vampiro. «¡Maldición!» Pensó para sus adentros. Estará muerta en cuestión de segundos si no actúa rápidamente. –¡Señora! ¡Corra!- El joven lanzó la advertencia, como si ella estuviese en problemas, como si él pudiera defenderla de algo que no tiene nombre. Kayra sonríe lastimera, pero algo en su interior se remueve por encima de aquella sensación mostrándose cada vez más tétrica. Sin mencionar palabra alguna, la emoción la invade y atraviesa la obscuridad que la separa de su amo, se arroja a sus pies para abrazar uno de estos y encadenarse a él como lo haría cualquier esclava. Lo entendió un poco tarde, pero si él estaba ahí, si Razvan saltó de la nada sólo para acorralar a un estúpido muchacho, es porque buscaba a su ave, a su mascota, porque él se preocupaba por ella aunque fuese en la forma menos común. –Señor- El tono de su voz fue débil, un susurro muerto que rompe el silencio abismal entre ellos. Con la mirada fija en los ojos ajenos, el deseo por que la reconozca se va difuminando con cada maldito segundo que pasa y él no le responde. Keyra tiene miedo, demasiado. Las terribles ganas de salir huyendo de ahí son bastante elevadas, pero aún no podía convertirse en un cuervo, mucho menos en el quebrantahuesos y, si decidía correr… Tragó saliva.


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Mensaje por Razvan Kournikov Miér Jun 12, 2013 10:23 pm

No soy un vampiro sediento, soy un asesino hambriento.



‘No… lo… mates.’ El vampiro aflojó su agarre, consciente – por primera vez – de las palabras de Dracul. El vampiro le hablaba como si fuese ese maldito niño que había osado lastimar a su ave. ¡Su ave! No de Razvan. No de Dracul. No de Iorghu. Suya. El ave era suya. Su lengua se deslizó impíamente por su colmillo, gruñendo de placer ante el sabor de su propia sangre. Las gotas carmesíes salían rápidamente por la herida que se hacía al golpear con fuerza – una y otra vez – en la afilada punta. ‘Eso es, compañero. Primero, nos saciaremos.’ El tono triunfante y arrogante que destilaba esa frase, le hizo enarcar una ceja en señal de advertencia. Él no encontraba saciedad en la sangre. No. NO. Su satisfacción estaba en el dolor. El niño había dado caza a su mascota e iba a mostrarle la misma conmiseración. Le sacaría cada maldito órgano del cuerpo. Para su deleite. Para su satisfacción. Solo entonces – quizás – permitiría que  su escaso control luchara por volver a su sitio. – No. Rugió. El odio visceral que destilaba ese monosílabo era burdo con el salvajismo reflejado en sus orbes cristalinos. Su desarrollado sentido auditivo estaba dividido entre todos esos sonidos que la noche traía consigo, la hembra y el niño. No se había olvidado de la mujer. Ella estaba en su endemoniaba lista. La tacharía solamente cuando terminase de jugar con su cuerpo y obtuviese su trofeo. Una rama crujió, revelándole lo que ya sabía sobre su cercanía. ‘Compárteme a uno de tus ratones, Nicusor.’ Ratones. Así era como su camarada llamaba a los despojos que le entregaba después de que su sed de sangre se viese saciada. Pero ellos no eran despojos. No aún. Dracul le veía como el sádico científico. Era verdad. Estaba loco por abrir en canal cualquier cuerpo para experimentar. Él mismo se había rajado un par de veces para castigar a sus compañeros cuando le relegaban a un tercer plano. Ese lugar donde Iorghu gobernaba celosamente orgulloso. – Míos. Sus garras volvieron a anclarse en el frágil cuello del humano cuanto éste se dirigió a su cómplice. Estúpido. Eso solo confirmaba que estaban juntos. – Nadie puede salvarlos. Le gruñó, como si fuese un animal incapaz de controlarse. Alzó al joven sin ningún esfuerzo. Impasible, esperó a que la falta de oxígeno lo llevase hasta la inconsciencia. Despertaría cuando las llamas del infierno estuviesen lamiendo su cuerpo.

En ese instante, la joven – contra todo pronóstico – se le acercó. Nicusor inhaló con fuerza, atrapando en sus pulmones su esencia. El miedo que provenía de ella solo elevó su demencia. Miedo y… había algo más que no podía ni quería identificar. Bajó sus diabólicos orbes para clavarlos en la mirada de la fémina. Su melena azabache, tan negra como la noche, le recordó a su ave. Una carcajada seca, que no provenía de él ni de Dracul resonó en su mente. Razvan, el inquisidor. Su némesis pronto se le unió. La diversión contra la amargura era fácilmente identificable. Él no lo entendía. ‘Su padre, escupió con sorna el vampiro, ella le ha recordado a su padre, al magnífico señor Kournikov, quien arrodillado y humillado suplicó a su esposa que no le abandonase. ¿Cuán patético te suena eso, monstruo?’ La carcajada se prolongó. Durante largos segundos – o minutos – fue todo lo que ocupó su mente. Razvan no atacó. Odiaba tanto a Dracul, que le castigaba con su indiferencia. Iorghu, siempre espectador, solo veía similitudes entre ambas personalidades. Dracul era la parte que el inquisidor se negaba a aceptar porque de hacerlo, su papel en la iglesia dejaría de importar. La sangre que emanaba de su palma le despertó de aquél inducido trance. Había olvidado que había tomado la daga cuando dejó el cuerpo roto de la cazadora cerca de la laguna. ¿En qué momento la había tomado por la hoja? No lo sabía. Las gotas rojas descendían por sus dedos, cayendo sobre la tierra para ser succionada por ésta. Soltó al joven inconsciente para cambiar la daga de mano. El dolor ajeno no era con lo único que disfrutaba. El suyo también era enriquecedor, aunque a los demás no les gustara. Enredó la melena en su palma ensangrentada para levantarla. – Te complaceré, ángel. Acercó su rostro, con los colmillos completamente alargados hacia el de ella. – Irás primero. Deslizó la punta de la hoja por la mejilla, peligrosamente cerca de uno de sus orbes. Hablando para sí y, sin importarle un ápice si era escuchado, se preguntó cuán deliciosos le resultarían esos ojos a su mascota. – No tenías que lastimarle. Nadie. NADIE TOCA LO QUE ES MÍO Y SALE VIVO. La punta de la hoja se clavó en la piel. Una exquisita gota bajó. Lloraría lágrimas de sangre por lastimar a su preciosa ave. Le dio vueltas a la empuñadura, mientras empezaba con su tarareo. Los ojos primero. Se los regalaría a su cuervo. Y entonces, haría lo que quisiera con su cuerpo.


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Mensaje por Keyra Ravenscroft Miér Jul 03, 2013 2:06 am


Entonces, este pájaro de ébano
Cambió mis tristes fantasías en una sonrisa
Con el grave y severo decoro
Del aspecto de que se revestía.
Su rostro, veía el rostro del monstruo frente a ella y, aunque le temía, no deseaba huir de él. La mirada ardiente que él desprende cuando la mira fascinado al tragar su cena, su sonrisa siniestra al ver como ella elige los cortes más finos y devora con impaciencia esa carne que él mismo a cazado y abandonado para su mascota sin más nada. Él la quería, él la cuidaba. El cabello de Keyra se enredó en la mano del vampiro, supo entonces que estaría en problemas pero pese a que la navaja se incrustó en su piel para rasgar la superficie, no titubeó. Sencillamente sonrió. «Suya» Él lo ha dicho. Suya de una forma tan enfermiza que el escalofrío recorriendo su cuerpo es un augurio de mala suerte. Tan obsesionado y demencial que mataría sin importar absolutamente nada al verdugo de su ave. Si tan sólo pudiese ver al cuervo a los ojos… La punzada en su rostro la trajo de regreso, observando como el filo de la navaja se dirigía hasta su pupila. Era el mismo acto ejecutado con las víctimas que le ofrece como comida. El terror invadió sus orbes y forcejó para librarse de su atadura, pero entendió que jamás podría hacerlo. Ella no lo lastimaría, nunca. Desesperada, bajó la mirada y frunció el ceño. Intentaba concentrarse para forzar a sus músculos cambiar, mutar una vez más y librarse así de él y con eso la pesada carga de ocultarle la verdad. No pudo hacerlo.

-Yyy…ooo…- Quejándose por el ardor en su mejilla. Levantó el rostro para mostrar la regeneración instantánea que su piel le obsequiaba por la condición de metamorfo. Ojalá con eso bastara para convencer al vampiro de que no le lastimase pues siendo criaturas míticas las dos, están del mismo lado. No es tan sencillo. Las manos de Keyra viajaron rápidamente hasta el mentón de Razvan. Lo sujetó con fuerza para que detuviese su ataque contra ella. Sonrió con descaro, como si lo retara con la mente. Su garganta la traicionaba, su voz la había abandonado. Pero su mirada. Oh, los ojos de Keyra jamás mentían. Clavó sus orbes en los del varón, reteniéndolo ahí hasta que estuviese lo suficientemente calmada como para deshacerse de la barrera mental que impide la lectura de su mente. No recuerda mucho sobre la técnica pero su madre se lo había mostrado en el pasado. Se esforzó a tal punto en que su cabeza sufrió un ataque de dolor. En ese punto, sólo ahí  fue que el vampiro pudo acceder de lleno a su cabeza.

«Yo nunca lastimaría a su cuervo mi señor.» Los pensamientos de Keyra se hicieron palpables. El mundo había desaparecido a su alrededor y sólo se encontraban ellos dos dentro de su cabeza. Una humana, una mujer cualquiera y el más poderoso vampiro que conoce. «Ese cuervo soy yo» Justo después de la revelación, una serie de imágenes sacudieron la mente del metamorfo. Ahí estaba, registrado en sus recuerdos el momento en que él la adoptó y utilizó para su propio beneficio. También la cantidad de veces que ella ha padecido la metamorfosis, dolorosa, hiriente, mítica. No sólo el cuervo fue mostrado a Razvan, también el ave de mayor tamaño y a la que muchos temen por su colorido, garras filosas, pico carroñero y mirada penetrante. Antes de que el vampiro pudiese hacer o decir cualquier cosa. Keyra le mostró sus sentimientos respecto a él. Confusos. Es como presenciar una batalla difuminada un lente opaco. Ella estaba abriéndose a Razvan de la peor forma posible, estaba depositando su vida en las manos de un demonio. Tragó saliva. «Nunca pretendí engañarlo, ni abusar de usted.» Se escabulló del amarre y bajó la mirada. –He sido su mascota más leal.- Las lágrimas comenzaron a correr de sus ojos. –Sé que no me perdonará, pero si pretende matarme….- Las palabras se amontonaron en su garganta. «Tenga por seguro que me defenderé y no titubearé en lastimarlo. Recuerde que he estado observándole durante un largo tiempo y sé como se mueve. No será fácil. Para ninguno de los dos.»


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Mensaje por Razvan Kournikov Miér Ago 07, 2013 11:21 pm

Elige: Rápido o lentamente.
Aunque quizás no importe, el tiempo para mí transcurre de forma diferente.


Un gruñido – aparentemente interminable – perforó a través de su pecho. Las voces en su cabeza se hicieron con el gobierno. ‘Nos mintió.’ ‘¡Es una maldita espía!’ ‘Mátala. Nadie nos desafía.’ ‘Os he dicho, las mujeres solo sirven para una cosa, para dar placer’ ‘Follémosla.’ ‘Eres un imán para estas cosas, perro.’ Las frases de sus compañeros acribillaban su mente. El caos se había esparcido como una jodida plaga, carcomiendo los barrotes que erigía quien se sentaba en el trono. Si no se controlaba, cualquiera podría adjudicar. ‘No.’ El monosílabo se perdió entre las voces. Nadie estaba interesado en hacerlo partícipe de la charla. ‘No.’ Ellos sabían que su capacidad para actuar según sus instintos, era nulo. Nicusor siempre se apoyaba en Dracul. La alianza que habían forjado había sido cruelmente necesaria. Ambos se usaban. Siempre se había convencido de que él ganaba más cuando se veía saciando su apetito en los cuerpos sin vida de sus enemigos. ‘¿Nos cree estúpidos? ¿Cree que confiaremos en lo que nos muestra?’ ‘Arráncale los ojos. Córtale en pedazos. Viola su cuerpo. Bebe su sangre. Pero No Precisamente En Ese Orden’ La carcajada malvada de El Demonio se prolongó por largos segundos. Lo suficiente, para que en el plano físico también se escuchara. No había nada de humor en el escalofriante sonido. Estaba estampado de odio y violencia. Quería destrozar a esa hermosa cambiaformas por el simple hecho de haberle engañado. - ¿Leal? Finalmente, se las había arreglado para formar una palabra que no solo buscase abrirse camino – a la fuerza – entre las voces de su cabeza. ‘Se regenera rápido. Las horas que pasarás jugando con ella.’ El gruñido resurgió cuando se dio cuenta de lo que Dracul intentaba hacer. El bastardo quería engatusarlo con regalos. ¡Pero ella ya era suya! ‘Nuestra.’ Su mano se cerró con fuerza contra el arma. Le sentía latir en la palma. ‘Quiero un pedazo.’ – Mía. Dile que eres mía. Las palabras sinsentido escaparon como un siseo de sus fauces. La mirada que clavó en los orbes de la fémina era la de un cazador que había acorralado a su presa y se disponía a jugar con ella. Lenta, macabra y pasionalmente.

Antes de que la bestia se viese arrastrada por esa tendencia demencial, el crujir de unas hojas tras su espalda le hizo ladear la cabeza. Sus colmillos se alargaron con rapidez, a la par que aparecía una sonrisa cruel. – Estúpido. Apareció tras el cuerpo del infante que había pretendido sorprenderlo. Su brazo se cerró duramente contra el abdomen del joven. La hoja ensangrentada de su daga rasgó la camisa, dejando una línea carmesí tras él. Presionó la mejilla contra la de su víctima, tarareando – frenéticamente – una melodía. Parecía que buscaba encontrar esa calma. Pero aquello era absurdo. El asesino estaba lejos de poder hacerse con ella. Rápido como un rayo, ensartó la daga en el ojo izquierdo; tan profusamente, que solo la empuñadura quedó a la vista. Unas cuantas gotas salpicaron su piel. Su agarre evitó que el niño cayese al suelo. Frotó la mejilla contra la ajena como si fuese un maldito felino en busca de contacto físico. – No. No te perdonaré. Estaba furioso. Temblaba de excitación. Ese mismo fulgor, recorría cada una de sus terminaciones nerviosas. – No seré el hazmerreír. Dracul era su compañero. La lucha encarnizada que se tenía con Razvan, no se iba a repetir con él. Maldita sea si lo dejaba. Retorció la hoja. El grito del infante se había detenido en algún momento. Los latidos de su corazón eran dolorosamente llamativos. Se estaban apagando. Los últimos resquicios de su vida se escurrían de entre sus dedos. La sangre manaba bajo la hoja. – Siempre te he dejado elegir, mascota. La fascinación que sentía estaba oculta en su furia. Desde el principio había cuidado de ella. Y todo el tiempo, había estado aguardando para apuñalarlo por la espalda. Rugiendo, sacó la hoja. El ojo estaba tan enterrado en la punta, que salió a su encuentro. La sangre lo cubría. Tiró de su brazo y el cuerpo laxo cayó a sus pies. Su mirada se centró en el órgano que le invitaba a llevárselo a la boca. ‘Cómelo’. ‘¡Detente!’ ‘¿Qué demonios esperas?’ – Ahora te pregunto, ¿cómo quieres morir? Deslizó los dedos por la hoja en una caricia posesiva. Al final la alzó y la llevó a su boca, como si se tratara de un aperitivo. Por la forma en que miraba a Keyra, era evidente que el plato fuerte estaba por llegar.


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Mensaje por Keyra Ravenscroft Mar Sep 03, 2013 1:04 am


Cuánto me asombró que pájaro tan desgarbado
pudiera hablar tan claramente;
aunque poco significaba su respuesta.
Las palabras mordaces, la locura esgrimida; todo en él era jodidamente reconocible, pues había sido ella quien le acompañaba en sus noches de insomnio donde los demonios sacudían su cabeza y lo flagelaban sólo para convencerse a si mismo de que la existencia sigue corriendo pese a su maldición. Torció los labios en una sonrisa pero mantenía la mirada en el suelo. Sentía pavor de levantarla y ver como los ojos del vampiro la devoraban entera con tan sólo un desquicio de su imaginación. Lo escuchó gruñir, e incluso habría podido asegurar como las voces dentro de él nacieron a partir de la nada para consumirlo con lentitud y destreza, una que ella necesitaría para poder escapar de ahí si deseaba continuar con vida. –Soy de él- Respondió al vampiro que le llamaba. No, ese demonio en la voz de Razvan no era el mismo que la estuvo alimentando durante todo ese tiempo, a él sería a quien le confiaría su vida y, si este decide entonces que el cuervo debe morir, entonces le sacaría los ojos, pues eso es lo que hacen las aves de rapiña con los muertos. Él está muerto. –Soy de aquel que seccionó los órganos para que yo los tragase; pertenezco a quien deseaba la muerte de ese infante sólo porque rompió mi pico. Soy de él.- Con el ceño fruncido, se armó de valor para clavar la mirada en la famélica y ausente vista del vampiro. Lo observó admirando el ojo que tenía en la empuñadura de la daga, a punto de comerlo y sobre el charco de sangre que derramó del mismo cuerpo al que extirpó la canica. El ave aleteó en su interior, reclamando el maldito premio con que su amo siempre la recibía. Se saboreó el órgano, se relamió dejándose llevar por la viscosa visión de su platillo favorito.

Keyra podía verlos enfrentándose dentro del cuerpo de Razvan, conocía sus voces porque en ocasiones, todos solían hablarle a la mujer que había detrás del cuervo. Ella los observaba con sus grandes ojos fijos. La oscuridad de estos, podría ser un santuario para el vampiro, pues cada que la observaba, la tempestad volvía a la calma. Lo mismo ocurría con ella. Keyra, en su encierro profuso, aparcado de cualquier intruso, sólo podía encontrar la paz al momento en que su pico era alimentado con los trozos de carne que su amo cortaba para su deguste. Se sentía protegida y envidiada, pues era la única mujer que podía acercársele, pues era la única que lo había visto en su mayor esplendor. Lo espiaba. De alguna extraña forma, el cuervo siempre acompañó al vampiro cuando este se vestía o se daba un baño. Su azuzar, era malinterpretado por hambre, pero siempre se trató de la excitación que el cuerpo de su amo despertaba en la mujer que la criatura ocultaba…. Y todo eso lo había perdido en un segundo, por un error, por culpa de un estúpido chiquillo que ahora yace muerto a los pies de su señor. Sacudió su cabeza para sacar de su mente los recuerdos vacíos. Y así como había invocado al demonio que cuidaba de ella en segundos atrás, debía de colocarlo a él en contra de los otros huéspedes. Keyra demostraría no solo al inquisidor, sino también a sus alteregos, que aquellas mujeres con las cuales había estado, no eran la mitad de lo que ella valía. Habían visto al cuervo y se habían fascinado con él a tal grado de la obsesión, si pudiese llegar a tocar esa fibra en ellos nuevamente entonces quizá, lograría salvarse, pero primero necesitaba llevar al límite a su adversario. –Soy tuya, Nicusor.- Exclamó. La mirada de Keyra, distante de ser brillante y cálida como la de una mujer de su edad, era idéntica a la del ave guerrera que con sus garras y picos, destroza la piel del enemigo. Aún no olvidaba su pregunta. - Sólo tú tienes el derecho a reclamar mi muerte, si alguien más se asoma por esos labios putrefactos, lo asesinaré.- Sentenció, clamando el nombre de aquel demonio y deseando que la obsesión que este sentía por ella fuese más grande que el deseo de los otros por aniquilarla.


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Mensaje por Razvan Kournikov Sáb Sep 07, 2013 11:59 pm

Razvan había otorgado nombres a cada una de las voces cuando aceptó que nunca le dejarían. A Nicusor e Iorghu, le había dado jodidamente igual, pero no así a Dracul. El vampiro, arrogante hasta la médula, había querido su propio nombre para gobernar. Se creía más listo, más importante, más engreído, más… todo. Jáh. Le llamaran como le llamaran, Nicusor solo había exigido una cosa, cortar a los muertos y reclamar una que otra pieza como recuerdo. Sin embargo, oír a la joven pronunciar su nombre, le complació. O al menos, así fue hasta que su boca se abrió para pronunciar aquél estúpido desafío. Dracul gruñó. Iorghu despertó. Razvan ronroneó. ‘Quédate atrás, inquisidor. Ella me ha hecho una invitación.’ ‘Callad, malditos. Ese es mi hueso y quiero roerlo.’ Los colmillos del inmortal se alargaron en agravio. ¿Qué demonios pasaba que Iorghu hablaba? Él rara vez tenía algo que decir. Miró con creciente furia a la culpable de tal agresividad. Sus palabras habían abierto una puerta, y ellos pelearían para cruzar el umbral y mostrarse como el mandamás. Grr. Nicusor gruñó, abarcando con una zancada, la distancia que les separaba. La agarró con fuerza de la barbilla, obligándola a sostenerle la mirada. – Esa… No Es Una Respuesta. ¡NO JODAS CONMIGO! ¡NO CONMIGO! Él había esperado que describiera cómo quería que procediera. La maldita mujer le había visto abrir cuerpos desmadejados, con o sin vida, para extraer cualquier mierda que se le viniese a la cabeza. Ella estaba jugando con él, ¡con ellos! Sabía demasiado, la manera para descontrolarlos, despertarlos. Su mirada descendió hasta clavarse en sus labios. Quería reventárselos por escupir tal verborrea, por hacer que sus compañeros clavasen ardientes lanzas en su cabeza. El olor a sangre era un detonante para Dracul cuando no se sentía saciado, pero esa vez no era el caso, estaba a rebosar tras vaciar a la niñera que la iglesia le había impuesto. Todo lo que quería era salir y hacer que la mujer se tragase cada una de sus palabras. ‘Haré más que eso’. Se burló el bastardo, aguijoneándolo. Iorghu se había quedado – una vez más – en completo silencio, pero eso no le engañaba. Se había hecho notar y algo tramaba.

La acercó completamente a su cuerpo, aplastándola contra su pecho. Apartó su larga melena. Su cuello quedó expuesto. Nicusor inhaló. Podía oler a su ave en ella. Su ave. Suya. ¡Ella lo había aceptado! A él, no a los otros. Los colmillos segregaron. Su garganta ardió. Dracul se enfureció. ‘Muérdela y te arrepentirás’. ¿Arrepentirse? ¿De qué coño estaba hablando? Él nunca se arrepentía. Pero no, él no era Dracul, no bebería de su cuello. Se apartó bruscamente. Su mente conjuraba todo tipo de crueles imágenes. A ella, expuesta para su completo escrutinio. A ella, manando sangre de distintas partes. A él, hundiendo sus garras en su interior. A él, enfebrecido, jugando interminablemente con su piel. El Demonio embistió, excitado por sus pensamientos. No estaba acostumbrado a solo mirar. Él solo era espectador cuando su compañero estaba enzarzado en su macabro pasatiempo. – Lárgate, Dracul. Nuestra tregua se ha terminado. Un gruñido bestial fue su respuesta. ‘¿Solo así? ¿La dejas ganar?’ ‘Acaba con esto, Nicusor.’ ¿A dónde se había ido la serenidad del chucho de la inquisición? ¿También al infierno? ‘Vacíala. Devórala. Cógela. Haz lo que quieras, pero destrúyela. Te mintió, lo hará otra vez.’ Los orbes del vampiro parecieron oscurecerse. Nadie le decía qué demonios hacer. Clavó la daga en su sien, como si de esa forma pudiese callarlos a todos. ‘¡Que te jodan!’ ¿Ahora se ponían de acuerdo para hablar? Sacó la hoja por completo. Su sangre rápidamente sanó la laceración, pero él era igual de rápido en abrírsela de nuevo. Grandes hilos de sangre corrieron por su cabeza. Las palabras fueron remplazadas por bestiales gruñidos. Se detuvo un momento, atraído por la mirada de la joven que no hacía nada más que observarlo. - ¿Por qué los provocas? Si ellos vienen a ti, no te tratarán con delicadeza. ‘¡Puto mentiroso!’ Limpió su arma con las yemas de sus dedos y, un segundo después, los lamió. No se le pasó la mirada hambrienta de la fémina cuando había tomado aquél ojo. – Dracul no haría más que follarte mientras bebe de tu cuello. Y como has dicho, tu muerte me pertenece. La miró con hambre. Una mezquina sonrisa curvando sus labios. – Mascota. Tengo que aleccionarte. Estaba temblando de necesidad y solo conocía una forma de liberarse. Cortando.


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Mensaje por Keyra Ravenscroft Dom Oct 06, 2013 11:17 pm


“Otros amigos se han ido antes;
mañana él también me dejará,
como me abandonaron mis esperanzas.”
Y entonces dijo el pájaro: “Nunca más.”
Y entonces su cuerpo se exaltó, como lo haría un pequeño animal al borde de la muerte, mirando de frente los ojos de su verdugo, sintiendo como el frío rodea su cuerpo sólo para que la noche entera le devore con lentitud agónica. Pero él no la asesinaría, no sin antes poder jugar un poco con ella, como lo hace con todos los demás, no sin antes demostrarle quién es el amo y contra quién estaba –inútilmente- luchando. Su nombre, Nicusor. La respiración de la pelinegra regresó a su ritmo natural cuando él la soltó, pero poco le duró el gusto y, al ver la reacción de su amo, el temor regresó a ella, entrometiéndose en cada maldito poro de su piel. La sangre brotó de él para bañar el rostro de la mujer y, pese a que el cuervo se rebosaría ante semejante barbarie, ella por su parte, sentía morirse. -¡Basta!- Gritó enfebrecida por completo. Lo había visto tantas veces hacer lo mismo con anterioridad; siempre le costaba su cordura y el ave revoloteaba alrededor de él con sus graznidos alocados e hirientes sólo para llamar su atención y que se sintiese más cómodo al saber que ella estaba ahí, esta vez era diferente… el maldito animal había costeado ese brote de demencia en el vampiro. -¡He dicho que basta!- Lo empujó, lo golpeó y zarandeó hasta el momento en que él regresó su vista a ella, con el mismo odio y despreció que sentía por el infante ahora muerto. Keyra tragó saliva, sus orbes negros, profundos e intensamente oscuros, se clavaron en su mirada avasalladora. Miedo. Eso era lo menos que tenía. –Los conozco Nicusor, he estado con ellos tantas veces como las recuerdas, incluso más.- Sus labios emitieron esa sonrisa melancólica de quien extraña algo que ya nunca volverá.

El cuerpo femenino se escabulló entre los brazos ajenos, deslizándose por debajo de ellos y encontrando la salida en un hueco que él dejó, pudo quizá haber sido intencional o inconscientemente, pero un descuido como aquel, jamás había sido tan grotesco como ese. Se levantó frente a él con su cuerpo completamente desnudo, sin temor alguno y con el orgullo del que están hechos los cuervos. –Sí, te pertenezco, pero no así.- Sonrió de medio lado, altanera, socarrona y maldita. De donde sus poros crecía el vello, comenzaron a brotar plumas, negras y casi del color tan profundo como el de la noche sin luna. Toda su piel albina mutó para ser ensombrecida por el plumaje de un cuervo. Su rostro se alargó, su cabeza se acható y sus ojos encogieron, tornándose del mismo tono que el resto de su ser. De sus pies brotaron garras, filosas y largas garras. Encogiéndose poco a poco y mostrando con detalle toda la belleza de su metamorfosis, Keyra dejó de ser una mujer para convertirse en un cuervo. El cuervo que él amaba y protegía. «Esta es la única forma en la que podrás tocarme, Nicusor. Anda, atrévete a ponerme una mano encima. Hiéreme, mientras recuerdas la infinidad de veces que me alimentaste.» El coráx, después de haber entendido que aquello sólo desataría más la furia de su amo, abrió las alas y levantó el vuelo hacia la noche. Revoloteó alrededor de su señor, mientras su plumaje caía desde lo alto.

Un círculo negro rodeó al vampiro, pero Keyra no quedó desnuda y la figura oscura de mediana estatura, invocó todas sus fuerzas para llegar a la cúspide de todo lo que representa. «Más si he de morir, déjame hacerlo en plena gloria. Como el quebrantahuesos que soy.» El monstruo, de más de dos metros y medio, se posó en una roca delante del vampiro, hundió el pico en sus plumas y posó su vista en él. «No eres el único con más de una forma, Razvan. ¿Dejarás que tomen posesión de ti, sólo porque crees merecer la desdicha al ser un vampiro? ¿Nicusor, permitirías que uno de ellos masculle el cuerpo de tu buitre personal, aquel que al igual que tu selecciona, miente y disfruta cortando a sus víctimas? ¿Drácul, así agradeces la cantidad de veces que te hice compañía mientras las desnudabas porque te sentías solo? ¡Y tú Iorghu! Eres el único que observa, mide y calla… diles cuál es mi valor. Tú mejor que nadie podría saberlo.» Esta vez, a diferencia de lo que dijo en el pasado, buscando la forma de confundirlo y manipularlo, sólo quería que él se diera cuenta que la necesita, pues la única criatura en el maldito mundo que puede soportar a sus demonios, tanto como respetarlos e idolatrarlos… pero ¿Podían ellos escuchar a alguien más que no fuese su propio ego? Ella creía que sí, fue por eso que mencionó el nombre de todos ellos… porque ella había estado ahí, a su lado en más de una ocasión.


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Mensaje por Razvan Kournikov Lun Oct 07, 2013 10:52 pm

Lujuria. Hambre. Sed. Una demencial fiebre se apodera de él. El vampiro enarca una ceja y sonríe con socarronería ante lo que los otros ignoran. ¿Es que nadie escucha los gritos? ¿El eco de esa voz de sirena? ¡La piel de la joven le exige que la inmortalice! Ella sabe… ¡Solo él puede hacerle justicia! ¡Él es el artista! Nicusor pasea su lengua sobre sus dientes. Siente la furia recorrer sus dedos. Ellos quieren tocar, desgarrar, marcar, tatuar. Los colmillos se alargan un poco más, celosos de aquéllos pensamientos. No. No obtendrán lo que tanto ansían. Ella tendrá que rogar primero por sentirlo dentro. La quiere ardiendo. Tan entumecida como él, ¡por él! El dolor, su pasión. ‘Eres tan jodidamente romántico’ Aplausos. Ahí estaba de nuevo el traidor. Dracul sabe que el sarcasmo nunca le ha gustado. O sí. Demonios, ¡sí! Se está inclinando hacia la automutilación. Eso se ganará su atención. ‘Ya hemos hablado de eso, Nic.’ El apático de Iorghu, una vez más, hace su aparición. Actúa como la voz de la razón. Se estrella en su cerebro como una ola que se rompe contra las piedras. La paciencia con la que le habla, como si estuviese ante un crío, habla de años de experiencia, de maldad livianamente contenida. ‘¡No puedes tenernos!’ Una vigorizante y fría carcajada, tan fría que corta, le hunde hasta las profundidades del embravecido mar en el que siempre flota. Iorghu, El Fantasma, solo sabe jugar a sanar para lastimar. ‘Inténtalo.’ Le reta. ‘¡Ábreme las puertas!’ Esa noche, por culpa de esa joven, ninguno juega a las sutilezas. ¿Títere o titiritero? ¡Es que ninguno va a ceder! No él. No cuando tiene que cobrarle la deuda a su ave. - ¿No así? Repite las palabras de la joven con mordacidad. Tal parece que no ha captado el significado y las pronuncia para encontrárselo. Los hilillos carmesíes originados desde su sien, el cabello despeinado tras pasarse su ensangrentada mano en señal de desesperación cada que ellos le hablan y, la mirada asesina, hacen ver al vampiro como un loco que ha escapado del sanatorio. Su traje, sin embargo, desmiente esa barbarie. ¿Quién sospecharía de los demonios que guarda en su interior? Los que han interactuado con ellos, todos – sin excepción – han muerto. Si los altos mandos de la Inquisición supiesen sobre su condición, no les habrían permitido unirse a sus filas. Habrían mandado a otros tras ellos. Dracul querría pero, ¿a quién sorprendía?

Fascinación. Obsesión. Posesión. Una emoción tras otra colisionó. Sus orbes centellearon, el fuego ardiendo en ellos. Nunca antes había presenciado la transformación de un cambiaformas. Al menos, no al completo. El par de felinos que cazó, no tuvieron oportunidad de llamar a sus animales cuando les atacó. Nicusor recordaba haber estado como espectador durante esas misiones. Él los había pedido con vida. Deseando, más que nada, poder torturarlos. Ver a Keyra tomar la forma del ave lo mantuvo al borde del abismo. Entró en su mente, queriendo compartir con ella ese momento. Sintió su dolor. La fémina se lo había mostrado antes, pero un recuerdo no le hacía justicia. La descarga se fue hasta su ingle. Se endureció. Su miembro presionó contra la bragueta del pantalón. Como si se estuviese mirando en un espejo, sintió la sonrisa engreída de Dracul. ‘No puedes cogerte a un cuervo, imbécil’. Nicusor ya no lo estaba escuchando. Era la voz de ella la que penetraba en su mente. La furia se esparció como una neblina. Odiaba escucharla en su interior. No quería que hablase con ellos. ¿Cuándo se había vuelto tan posesivo? ‘Cuando descubriste a la mujer que se escondía en la forma de tu preciosa ave’. Gruñó. No sabía si a sus camaradas o a la invasora para que retrocedieran. Alguien tenía que pagar. – Baja. Una orden. Letal. La calma que precede a la tormenta. ¡Ella estaba desafiándolo! ¿Podía hacerle daño? Sí. Podía. La cuestión era, ¿lo haría? Siguió sus movimientos. Ella siempre lo había hechizado. Le gustaba su presencia. Verla alzar el vuelo. Sentirla sobre su hombro. Sabía como se sentían sus plumas. El había enterrado sus dedos en ellas mientras comía lo que le ofrecía. - ¿Te burlas de mí, mascota? Si las palabras fueran dardos venenosos, Keyra habría caído sedada. Fue entonces cuando vio – al mismo tiempo que sintió – el poder que residía en ella. ¿Podía ser más hermosa? Había visto al cuervo, a la mujer y ahora, al majestuoso quebrantahuesos. – No les hables. Le advirtió, pero era demasiado tarde. Ella estaba en su mente, con ellos. - ¿Quién posee a quién, Keyra? ¡Son yo quién les dio alojo! Nicusor luchaba contra el inquisidor. – No lo permitiré. Tú eres mía, maldita sea. No me obligues a marcarte. No te gustará. Su pecho subía y bajaba, ¡como si necesitase del puto oxígeno! La furia actuaba como droga en su sistema. Sin embargo, no fue Razvan quien ganó la contienda, sino Dracul. – Ven a mí como Keyra, y te agradeceré como mereces. Y ahí, sentado en primera fila, estaba el último de ellos. ‘Disfruto de la vista. ¿Tú no?’ Hizo una larga pausa. Le gustaba el drama. ‘¿Crees que puedes tenernos a todos?’ Iorghu se las arregló para sonar melancólico. ‘Hubo un tiempo en que compartimos a una mujer. ¡Pero eso fue antes que nos conociéramos!’ Se burló. ‘Ahora no sabemos ponernos de acuerdo. Sé cuál es tu valor. ¿Sabes tú cuál es el nuestro? Si lo supieras, huirías. ¿Pero no es una opción ahora, cierto?’


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Mensaje por Keyra Ravenscroft Miér Nov 06, 2013 7:56 pm


"Mas el Cuervo arrancó todavía
de mis tristes fantasías una sonrisa;
acerqué un mullido asiento
frente al pájaro, el busto y la puerta."
Los fantasmas sólo se sientan a observar lo que sus acciones destructivas le ocasionan al anfitrión, pero siempre ha sido culpa de él permitiendo que los huéspedes destruyan todo a su paso. Razvan no es el único con demonios internos, el mundo sabe que bestias salvajes y monstruos, existen y no siempre se encuentran bajo la cama, Keyra los había visto, los había sentido, vivido, luchado contra ellos y vencido. Ahora no sólo debe mantener sus temores bajo el frío de la indiferencia si no demostrarle a su amo que aunque ellos traten de mostrarle la soledad, nunca lo ha estado. Hace un mohín y sonríe con el pico pretensioso, al escuchar sus palabras. Ha conseguido lo que quería, ponerlos en contra. Sin embargo, quien saltó antes que los demás no fue su señor, la voz que su garganta emite es mucho más abrazadora que la que recuerda de él. Le teme. Huye. Se posa encima de la rama más alejada, del árbol más inmenso. Una barrera que él puede destruir con tan solo una lacerante vista. Sí, puede herirle sin siquiera tocarla, pero es que ella, al estar atrapada con él durante los últimos años, aprendió un par de trucos. Grazna. «No bajaré.» Sentencia con firmeza desde lo alto de aquella copa. Sus orbes se clavan firmemente en los ajenos, no está retándole, no está en su contra, simplemente asegura que su existencia sea más alargada que lo efímero de un parpadeo, mejor aún, pretende salvaguardar su inocencia.

En el cielo, la noche parece un manto de duelo, ¿Sabrán acaso las estrellas que ese día morirá un cuervo? Levanta el pico y observa la infinidad del firmamento, sintiéndose tan pequeña, tan jodidamente extraña. Abre sus alas, tiene miedo. Su cuerpo se estremece, quiere estar cerca de él, posarse sobre su hombro y azuzar tan delicada como antes. Nunca volverá a ocurrir. Suspira. Su cuerpo se contrae y las plumas ceden al viento. Los huesos vuelven a crujir en su desesperada sonata de transformación. El cabello de Keyra cae en picada hasta su cintura, sus ojos negros, se tornan azules cual profundidad de océano y su piel, su delicada piel queda atrapada en la maraña de ramas. Una espina rasga parte de su muslo derecho. La sangre brota. –Tú no eres Nicusor, mucho menos, él.- Hace referencia a Razvan, el inquisidor piadoso que espera pueda perdonarla. -¿De verdad me crees tan estúpida como para no reconocerte?- Sonríe de medio lado. Keyra es una criatura pacífica, el hecho de que trague vísceras no la convierte en un demonio, lo que hará… sí. Toma la gota de sangre que escurre por su pierna y la succiona. –Dracul, si me posees como mujer, no volverás a estar con ninguna otra.- Se pone de pie y salta desde la cima en la que se encuentra. Cae firmemente en la punta de sus pies a escasos metros de él. Esta desuda, herida, cansada y terriblemente fastidiada. -¿Crees que los quiero a todos Iorghu? Cuando lo encontré mi aberración fue tal que quise largarme, después ustedes aparecieron como malditas ratas en medio de la inmundicia y la fascinación llegó a mí como sé que lo vi en tus ojos al verme esta noche en pleno vuelo.- Él, Razvan, Dracul, Nicusor, Iorghu, como quiere que se llamase en su totalidad, él la había visto infinidad de veces, siempre tan condescendiente, siempre tan etérea… ¿Podría él someter su resto de cordura contra la rebeldía de Keyra? –No huiré. ¿De qué me serviría si eres un rastreador? Aunque siempre fui yo quien te develaba la ubicación de las alimañas.- Comienza a rodearlo y posa sus delicadas manos sobre los anchos hombros del vampiro –No puedo esconderme, estás aquí- Lo suelta y señala su cien. Clava la uña en su piel como él lo había hecho anteriormente. El líquido escarlata y con peste a animal, no se hace esperar. –Tan profundamente dentro que si pretendes, tocarme, herirme, asesinarme… sólo será la superficie de todo lo que llevo de ti, en mi cabeza. ¡Ninguno de ustedes se dio cuenta!- Exclama levantando las manos, halando sus cabellos con insana locura -¡También viven dentro de mí!-


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Mensaje por Razvan Kournikov Mar Nov 12, 2013 1:29 am

‘No. Por supuesto que no eres tan estúpida.’ Sisea el vampiro con sarna, en su afán por hacer rabiar – aun más – al demonio que ahora le observa tras los barrotes que ha erigido dentro de su cabeza. Puede sentir como Nicusor se golpea contra las paredes como un enfermo, gritando barbaries y amenazando con auto mutilarse en su próximo levantamiento. Ignora, como de costumbre, los consejos del inquisidor. El perro de la Santa Inquisición, bien podría estar mordiéndole los testículos y ni así, repararía en su presencia. A Dracul le importaba una mierda las amenazas del loco científico. ¿Cómo demonios había Razvan terminado dándole cobijo a alguien como el asesino? ¿Tan jodido de la cabeza estaba? ¿Tan oscuras eran sus fantasías? No lo sabía y cierto era que no le importaba. Cada uno compartían el mismo cuerpo y, mientras fuese el que estuviese liderando, los demás podrían seguirse quejando que él tenía mejores cosas por hacer. Alimentarse. Follar. Atemorizar. ¡Y no precisamente en ese orden! Tenía ante él a la mujer que se convertía en el ave que a su ex cómplice tanto le fascinaba. Había sido Nicusor quien se obsesionara con ella aunque, para ser honestos, todos – incluido él – habían sabido sacarle provecho. Razvan la utilizaba para espiar a sus enemigos, Nic como su musa para crear sus obras de arte con los cuerpos de los caídos e Iorghu… No. No se había preocupado por entablar una conversación con ese estúpido demonio, así que desconocía si sentía algo por el cuervo; pero él, había encontrado la manera de mantener en órbita al único que había querido por aliado. ¡Y ahora era ella misma quien lo ponía en su contra! Vaya con la cambiaformas. Esbozó una sonrisa y no se molestó en maquillarla, era falsa. El vampiro no era amigable, ni siquiera con las mujeres que se llevaba a la cama. Le gustaba su comida condimentaba con el miedo. Sin reservas. En su máximo apogeo. Keyra sería una de ellas. La disfrutaría hasta la última gota. No era la sangre inmortal que tanto le gustaba tomar de los suyos, pero era especial, seguramente un manjar. Le mostró los colmillos, como uno de esos amenazadores felinos. – ¿Osas reclamarme? ¿A mí? ¿Con qué maldito derecho? Te taladraré entre las piernas y, mientras sollozas y suplicas que pare, cuando ya no quieras seguir corriéndote, me alimentaré. Te succionaré hasta la última gota y entonces sabrás, que no eres diferente a las demás. Inhaló con fuerza, llevando el olor de su presa. Estaba herida. Sangrando.

‘Si ella muere, tú también lo harás.’ Se carcajeó. Tan sonora y profundamente, que inclinó la cabeza hacia atrás, regocijándose en toda su gloria. - ¿Lo escuchas, Keyra? El imbécil me está amenazando. La carcajada murió. Todo pareció sumirse en la oscuridad. Los rayos plata incluso dejaron de iluminar. La Luna se había escondido, vapuleada por una nube pasajera. El vampiro hizo crujir su cuello a un lado, luego al otro y, en un rapidísimo movimiento, atrapó a la fémina de la barbilla, levantándole el rostro sin delicadezas para atravesarla con la mirada. Era imposible pasar su desnudes por alto. La erección que pugnaba por salir de su encierro – como hacía Nicusor desde su calabozo – no le dejaría mentir. La acercó a él, sus pies ya no rosaban la tierra, la había levantado con su fuerza. – De modo que vivimos dentro de ti. No te importará entonces acobijarnos en tu interior. Su boca estaba torcida en una mueca de extrema arrogancia. El que usara el plural era solo una burla. Dracul se creía superior al resto. Era el Rey de los Bastardos. El As de las Máscaras, de las Mentiras. Nunca pedía permiso y, si ella los conocía – como decía hacerlo – ya sabía que jamás lo haría. Empujó sus caderas contra su pelvis. No conforme, metió una rodilla entre las piernas de la joven y, en ese preciso instante, la soltó de su agarre. Atrapó su cuello con su enorme mano. Le quitaba todo su espacio personal. Dracul se erigía como el dueño y señor. El único. Razvan se mantenía callado o, quizás era que los gritos de odio de Nicusor eran tan ensordecedores, que le opacaba. Colocó la otra mano en la cintura de Keyra, instándola a que se moviera. Cuando no lo hizo, recurrió a la rudeza. Atrás, adelante. Atrás, adelante. La estaba frotando contra su rodilla, dejando su humedad sobre la tela. – Ardes. A tu cuerpo no le importa quién está al mando. A esas alturas, la piel sensible de la cambiaformas ya se encontraba enrojecida, henchida, famélica por su tacto. – Eres como Tatjana. Sintió al inquisidor ponerse en guardia. Toda esa charla no era porque Dracul fuese un buen tipo. En absoluto. Siempre que podía, le gustaba humillar a los demás, incluidos sus presos. – Te acostarías conmigo, el mejor amigo de Nic, para calmar ese dolor que tienes entre las piernas. Mírame y díselo. Reconócelo y te perdonaré la vida. ‘No hables por mí’ Gruñeron los tres, cada uno en un maquiavélico tono. – Es por mí quien debes preocuparte. Ellos están a buen recaudo. ‘Por el momento.’


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Mensaje por Keyra Ravenscroft Lun Ene 06, 2014 11:03 pm


"Y entonces, hundiéndome en el terciopelo,
empecé a enlazar una fantasía con otra,
pensando en lo que este ominoso pájaro de antaño,
lo que este torvo, desgarbado, hórrido,
flaco y ominoso pájaro de antaño
quería decir granzando: «Nunca más»"
Su ferocidad le enloquece, más de lo que pueda admitir, es precisamente la rudeza del vampiro lo que la había arrastrado hasta él en un principio. Si estaba loco o no, ese fue el plus que le hizo quedarse. Los labios de Keyra se sacuden, sonríen de forma siniestra casi imitando la maquiavélica danza en los orbes de su enemigo. Existen miles de frases que aluden a los cuervos, los desprestigian y otras tantas los enaltecen, pero nadie mejor que ella y los suyos conocen la verdad. Un ave de rapiña, un monstruo ante la sociedad, hay tanto que esconder tras esa mirada moribunda y altanera con la cual lo observa sujetándole fuertemente del cuello. Es el orgullo del cuervo quien siente la imperiosa necesidad de escupirle a la cara, para mostrarle que no por ser la cena, se arrodillará ante su verdugo. Sin embargo, la dama, la mujer y la mente perversa que le ha mantenido con vida durante todo este tiempo sin que él lo sospechara, ha decidio hacer otra cosa. Sus orbes se desvían hasta el despojo de cadáver del infante. «Aberrante» La palabra resalta en el mar de sus pensamientos. Le gusta tragar cuerpos putrefactos, pero él…. ¿Qué tenía él de especial si no una excelente puntería para con las aves? Sólo eso. Ella necesitaba comer algo más fuerte, más inhóspito, más indecente y fétido como….

-Uhmm- Se queja. Más que un alarido agónico fue la súplica que el miserable de Drácul esperaba, pero Keyra no está dispuesta a acostarse con él, a decir verdad, con ninguno de ellos, al menos no esa noche y no de esa manera. Se rehúsa a actuar y acto seguido el vampiro la somete, como era de imaginarse. –Nada sorprendente- Musita con la voz llena de decepción. -¿Acaso no te cansas? ¿No te es aburrido hacerlo de esta manera?- Arquea una de sus cejas. Tensa el cuerpo y trata de enfocar su mente en la guerra y no en el placer. Está húmeda, sus pliegues están casi bañados de sus perlados jugos. La fémina empuja su cuerpo hacia adelante, no intenta zafarse de su amarre pues es imposible hacerlo, la fuerza de sus brazos y la de los de él, no es la misma. Sus pechos se aplastan contra el torso del Inquisidor. La mano derecha de la cambiaformas distrae al varón al igual que lo hacen sus palabras, sus muecas y…. su cuerpo que no sólo pide más sino que está cooperando. –Sencillamente patético- Lo fulmina con la mirada, la sostiene, lo persigue… son sus orbes azules contra los de él, negros, impertérritos, famélicos. Lejos de haber caído en su trampa, Keyra parece haber utilizado la estrategia de la criatura en su contra, pues mientras su cuerpo yacía hacia delante y atrás en el fúnebre vals, su mano libre ha buscado entre la ropa de su amo aquellas dagas de plata que le vuelven loco.

La empuñadura se hunde entre los senos de Keyra y el filo de la daga corta superficialmente la piel vampírica. La sangre brota y el efluvio que se despide desde la herida es jodidamente embriagador, un perfume tan letal para los humanos y ella, que su existencia depende por completo de su autocontrol. Las pupilas se ennegrecen, sus labios arden. Los hace calmar humedeciéndolos con su propia saliva pasando la lengua por encima de sus comisuras. -¿A esta miseria le llamas diversión? ¡Jáh!- La navaja se hunde un centímetro más en la piel ajena. –Nunca subestimes a un cuervo, pues antes de que lo puedas ver, te sacará los ojos- Empuja y lo hiere aún más. –De querer acostarme contigo lo habría hecho hace tiempo, el problema es que a pesar de tu ilícita pasión, no eres tú quien me interesa- Sonríe de medio lado pegando completamente su rostro al ajeno. Frente a frente, a escasos centímetros aparcada de sus fauces. –Nicusor- Susurra su nombre como una maldita invocación y sella su pacto con un beso épico, apasionado. Es capaz de sentir con la punta de su lengua, lo cortante de sus colmillos y, restándole importancia al peligro que conlleva, deja que se rasgue su piel y se funda su sangre con la saliva que corre de boca a boca.


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