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PARÍS, FRANCIA
AÑO 1842

Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.

Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.

¿Estás dispuesto a regresar más doscientos años atrás?



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Mensaje por Salomé Ameris Vie Mar 15, 2013 9:03 pm

¿!Qué esperan!?
¡Suban el telón!
Quiero comenzar
La amare secretamente
¿Cuándo durara? Poco tal vez

Había vuelto a leer aquella carta, había tenido la misma emoción, la misma sensación de excitación, como la primera vez que había tenido el gusto de saborear aquellas letras tan deliciosas, que aquella mujer de su misma nacionalidad -suponía- le había enviado hace algunos días. ¿Cómo iba a oponerse a alguien que parecía entender su punto de vista artístico? Le estaba pidiendo algo que para ella era más que una forma de expresar sus sentimientos a la vida, descargar su frustración. Lo utilizaba como terapia para relajarse, olvidarse de sus problemas y ser lo que en el fondo sabía que era: un animal sediento de sangre. Las buenas vestimentas podría adornar su cuerpo, en algunas ocasiones vestía de forma elegante y en otras sus vestimentas resaltaban su personalidad extraña y singular. Era una mujer de clase alta, la cual era conocida por tener una buena estabilidad y una empresa que nunca perdería dinero ni quebraría, gracias al ámbito en que decido centrar toda su empresa.

No olvidaba de donde había venido, como había sido entrenada para una guerra que no entendía muy bien, para un propósito, que había siempre respetado, en su cerebro había una pequeña voz que le retumbaba que no era correcto, que todo aquello era una estupidez. Escondió otra vez la carta en un bolsillo escondido en aquel vestido negro que tenia, su falda era pomposa, como a ella le gustaba, con detalles en el mismo color, encajes y algunos lazos pequeños. Su corsé la mantenía con un porte, con una elegancia que muchas mujeres envidiaría, su cabello perfectamente arreglado le daba un aire aun más elegante.

Era extraño, nunca encajaba en ningún lugar y esa no era la excepción, estaba saliendo de aquel carruaje fúnebre jalado por tres hermosos frisones negros, poderosos, majestuosos, como ella que salía sin dificultad alguna para tocar el suelo polvoriento de un parís inundado en la miseria. Los ruidos, los alaridos y la respiración agitada de las personas llegaron a los oídos de aquella gata que miraba todo con atención y a la vez con desinterés, pues solamente había algo que verdaderamente valía la pena centrarse. ¿Por qué había aceptado eso? Era en ocasiones divertido dejar salir un poco de su forma animal, despejarse de todo lo cotidiano y volverse alguien más inestable de lo que era. Las personas se le quedaban mirando, era ya algo normal, ella solamente sonreía mientras mis pasos lentos, se daba pasos entre la multitud que se aglomeraba, extrañamente nadie la tocaba, parecía una bailarina caminando en puntitas en medio de un campo con llenos de minas. Su agilidad era inigualable, solamente con un movimiento, casi imperceptible podía darse paso sin necesidad de tener que empujar a las personas.

Ella era conocida, tanto por las personas de la alta alcurnia por ser a la que visitaban cuando uno de sus amados fallecía, como por las personas menos pensada, buscando información de todo tipo y ella se los daba con mucho gusto, solamente debían ayudarla con algunos caprichos. Era una forma de poder satisfacer sus necesidades animales, que, para ella eran como ir al baño. Salome necesitaba sangre, divertirse en ocasiones viendo el sufrimiento de las personas. Debía admitir que le era extraño, pero por ende excitante, que hubieran elegido con anterioridad su presa. Normalmente sus víctimas de tortura eran esclavos o personas desafortunadas que habían caído en sus manos como pago por alguna información, pero esta vez era diferente. Ya había estudiado como era aquella mujer, gracias a las pequeñas anotaciones que había logrado, había realizado aquello como siempre lo hacía para una investigación que luego vendería, pero esta vez no se lo daría a algún interesado, esta vez ella misma lo utilizaría para su conveniencia. No podía evitar sonreír, sentir que comenzaba a desesperarse cada vez más, debía regañarse a su misma para poder controlarse, si no lo hacía iría directo al final sin disfrutar el proceso, pues para ella, el final era el proceso de todo lo desarrollado. Definitivamente las reglas no se habían hecho para ella, pero haría un esfuerzo más que sobre cambiaformas –pues ella no era humana- para poder seguirlas.

Y pues allí estaba ella, una joven pelirroja, como adoraba a las pelirrojas, había asesinado a muchas bajo en nombre de la inquisición por miedo a que fueran brujas que maldecían los pequeños pueblos de Italia, cuando iban en pueblo en pueblo, no perdonaban ni a las infantes más pequeños que encontraban en alguna casa. Quería tomarla entre sus brazos y estrujarla hasta que sus ojos salieran de sus orbitas. Es una pequeña demonio que estaba en aquel cuerpo, ese delgado cofre que parecía quedarle pequeño para un ser tan increíble como ella, muchas veces tuvo que escapar en su forma gatuna, mientras la veía buscando algún animalillo seducido por su belleza y falsa inocencia para luego encontrar muerte en sus manos, Salome no le tenía miedo, para ella solamente era una niña que aún le quedaba mucho que aprender y ella sería su maestra. ¡Eso era! jadeo levemente cuando se detuvo a unos metro de ella, que parecía no apreciar las cosas interesantes de la vida, como la Salome que la miraba atentamente con aquellos ojos de felino peligroso. La seduciría con su sabiduría, con su loquera. Una persona necesita siempre un maestro, un guía. Salome seria su guia en aquella oscura senda que ella ya transitaba varios años desde que su hermana gemela había muerto. Ahora solamente la observaría “Todavia no” se regañaba, pues su cuerpo parecía desear ya avanzar, pero su mente, su parte cuerda –una muy pequeña- le indicaba que debía darle tiempo al tiempo, que pronto vería el momento indicado para comenzar a “seducir” a su amor momentáneo.
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Mensaje por Theodore Morandé Sáb Mar 16, 2013 2:34 pm

“Peste, maldita peste, loquera y seducción. Ver a los muertos en la calle era un cuadro perfecto, lujuria, ira, gula. Ah! Pero que pecados más valiosos, me hubiese gustado ver cómo iban muriendo poco a poco.”


Las calles parisinas, desde que existía habían estado repletas de moribundos, de gente pobre, de esclavos sin dueños. Ratas muertas, palomas enfermas, la peste siempre era la dueña del lugar por donde quiera que vaya. Pero yo no me contagiaba, al parecer ya estaba media muerta que las enfermedades eran solo un adorno más en mi cuerpo. Me tenían miedo? Pues no sería de asombrar, belleza exterior, muerte interior, la combinación más hermosa que existía. Adornada por oro y plata, un vestido de seda, voluptuoso, rojo y azul, los moños en la parte de abajo, con un marcado escote que provocaba una sombra de arco sobre mis senos, llevaba un collar con una hermosa perla de zafiro y aros a juego. Los labios delicadamente pintados y las pestañas largas, con el colorete en mis mejillas. Mis zapatos iban marcando el camino, si algo estaba en este, simplemente lo pisaba. Y así fue por desgracia –para ellos- con varios mugrientos que tenían las manos cerca de mis zapatos. El mercado ambulante era tan exquisitamente desagradable. Pronto iba llegando a él. Los pobres iban desapareciendo de la vista, era obvio que pocos querrían comprar allí de haber tantos sucios esclavos tirados por el piso.

-Amm ammm, Femme de ménage… Quiero una pulsera que me haga juego con mis accesorios, buscad ahora lo que os pido mientras miro estas porquerías. Si no lo encontráis os cortaré un dedo! Apuraos que tanto me miráis?!

Moviendo el abanico le indicaba que buscara, mientras seguía caminando con mi porte elegantísimo, mis cabellos recogidos por atrás y con leves rulos, una tiara en los cabellos. Era una muchacha típica de clase alta, tan egocéntrica que el mundo se ponía contra mí cuando hacía recalco de mi belleza. Pero estaba segura que era más bello matar animales que mi simple cuerpo. Mis dedos se paseaban por unos hermosos anillos e iba probando y probando, luego un nuevo collar, que lo ponía en mi cuello. Buscaba comprar cosas, gastar el dinero de mi padre. Aquellos malditos buenos para nada, que solo me servían para gastar y gastar. Mientras estuviese bien vestida ellos me daban todo. Eran unos simples desgraciados que me querían casar con alguien, pero no me hacía problemas, el elegido estaría muerto en menos de lo que cantaba un gallo y no iba a ser por mi culpa o al menos no para el resto de las personas.

Cerraba los ojos por un momento en lo que una sonrisa se formaba en mi rostro, de solo pensar cómo sería matar a un prometido con algo de arsénico mientras teníamos la noche de bodas, simplemente me encendía con pasión y devoción. Cosa que me hizo distraer y en un movimiento algo torpe de mi parte, rocé mi mano por unos ropajes ajenos. Me giré al instante y observé aquel rostro. Era una muchacha alta, parecía bastante mayor de lo que yo misma era. Hermosa y perfecta, sus ropajes negros, parecía el ángel de la muerte.

“Todo es muerte, todo lo que me rodea… Entonces, tú serás lo que me rodearás? Eres belleza pura. Quieres jugar? Jugaremos al gato y al ratón o yo seré tu león?”


La miraba fijo y luego enarcando una ceja ponía el abanico como separación, bajando la cabeza, que con un leve sonrojo empezaba a cautivarla. Ah! Pero que hermoso premio me llevaría del mercado. La cazaría o ella lo haría conmigo? Era algo excitante, pero la maldita sirvienta venía con la compra en las manos e interrumpía mi mirada con la mujer, en lo que un abanicazo le di en el rostro y una mirada de irritación total fue lo que le regalé. Maldito insecto que se interponía en mis cosas. Pero aquel brazalete era bello, el más bello que había visto, así que alargué la mano y sentí como era depositado en mí muñeca.

-Os pido disculpas Mme… Vuestro traje negro, no os había visto… Tenéis un buen gusto para vestiros, debo envidiaros… Mmm

“Caída como un ratón en trampa de madera. Tu rostro es tan felino que me perturba”
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Mensaje por Salomé Ameris Sáb Mar 23, 2013 1:50 pm

La muerte y ella se llevaban muy bien, eran compañeras, se entendían y trabajaban juntas, pero no eran amigos, Salome sabía que había una fina línea entre ellos dos, la muerte podía en cualquier momento darle una mal jugada y llevarse a ella también, cuando ese ser se aburriera del trabajo de la cambiaformas, solamente necesitaría dos segundos para que ella dejara de vivir. La jovencita que estaba mirando, solamente era otra de las miles de mentes que la muerte tenia fijado una fecha de muerte. Se sentía como un demonio, como una ayudante que limpia el desastre del destino, no le molestaba serlo, es más, al contrario, le agradaba, pues ella jugaba y se divertida con todo aquello.

Rio suavemente, ella era una bruja, una arpía vestida con trajes elegantes, se podría decir que se parecía a Salome, pero la diferencia entre ellas era abismal, Salome era inteligente, algo impulsiva, pero siempre había algo de estrategia en sus movimientos, nunca hacia algo de forma involuntaria y mucho menos si no había recompensa en ello. Tenía mucho que aprender, lástima que no llegaría a ver la luz del sol como esta mañana lo había podido hacer. Todo iba bien, así que la mujer se encamino mientras esta se distraía con las joyas de imitación que estaban vendiendo, Salome miraba sus pasos, evaluaba cada objeto que había sido tocado por ella. Se dio cuenta que no era tan estúpida como aparentaba, tenia astucia en lo que miraba y cogía, pues siempre hay algo de valor entre tanta porquería… ella era un diamante entre tanta mierda, como las cosas que sujetaban sus delicadas manos, aquellas suaves palmas que se manchaban de sangre animal cuando podían.

Sus vestidos se movieron un poco, la mujer la había tocado, le miro de reojo, hubo un extraño silencio ¿acaso los monstruos se reconocían? Lo único que la cambiante hizo fue sonreír levemente mientras veía como la mujer de forma curiosa le miraba y examinaba. Casi siempre que la veían en esas ropas pensaban que era una rica viuda, pero ella solamente era una mujer que le encantaba vestir de negro. Era mejor que el banco, más seductor que el rojo, le quedaba perfecto con su tez blanca y su cabello rubio, en ocasiones más rubio que el mismo oro. Salome rio ampliamente cuando la pequeña azoto su abanico en la cara de aquella mujer, que parecía ser una vendedora, no estaba segura, a lo mejor una empleada de ella, pero lo dudaba, no la había visto venir con alguien más, según salome ella estaba sola, comenzaba a agradarle mucho y eso era muy peligroso. Escucho sus palabras y una sonrisa más amplia se asomo en su rostro –No debes envidiarme, cariño – indico la cambiante tratando de mostrar en sus ojos ternura falsa, pero lo único que lograba expresar era aquella picardía felina y la ansiedad de comenzar a jugar rápido.

Noto el brazalete en su muñeca y se atrevió a sujetar el brazo para poder acercarse y mirarlo más detenidamente –Usted es como este brazalete- indico ella mirándole de reojo mientras trataba de concentrarse en la joya –Una hermosa pieza, puede decir por mi experiencia que hasta único y original… lástima que se estuviera perdiendo entre tanta porquería…- si eso se parecía. Una mujer esplendida como ella, entre tanta muchedumbre que tarde o temprano iba a terminar dándole una diversión vacía y sin sentido a la muerte y a ella, como su ayudante –por suerte, se puede decir, que como usted encontró este brazalete entre la basura, yo la he encontrado a usted…- concluyo con una amplia sonrisa en sus labios, mientras soltaba delicadamente su muñeca y daba dos pasos hacia atrás.

¿Has caído?
Quiero tenerte cerca de mi
Quiero sentir como tu calor se va…
Robare tu alma y se la entregare a la muerte
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Mensaje por Theodore Morandé Lun Mar 25, 2013 11:47 am

“Envidia, destrucción, odio. Todo lo que deseo lo tengo, te deseo ahora mismo. Te deseo para jugar. Me dejarás probar tu sangre, cuando este cubierta de moho?”


Me perdía en su sonrisa, veía de reojo como aquella sucia sirvienta ponía el brazalete en mi muñeca, hermoso, brilloso, prolijo. Era una perfecta joya, pesada y adornada. La sonrisa de satisfacción era la dueña de mi rostro, me lo quedé observando, moviendo la muñeca para poder observar el reflejo de la joyería. Hasta que la mano ajena se coló entre mi piel. Era tibia, pero no demasiado. Sus dedos eran finos, sus uñas alargadas. Me perturbaba, parecía realmente un gato. Quizá el más fiero audaz que había visto. Como sería sentir su sangre? Me daría placer tocar sus uñas fuera de la piel? Me mordía los labios por aquellos pensamientos y sin poder evitarlo observé sus orejas y aquel aro allí incrustado. Sería placentero arrancárselo? Mis pensamientos se iban acercando poco a poco al límite del autocontrol. Lo empezaba a perder. En mi cabeza solo estaba el pensamiento de infligir dolor, de torturar y de probar el metálico sabor de la sangre.

-Mmm… Vosotros me habéis encontrado? No veo que me estéis comprando y llevando puesta Mon Mlle. Quizá… Y de dónde sois vos? Que no sois de esta muchedumbre. Sois un ángel negro? O es solo que deliro con la felinidad de vuestros ojos?

Cuando me hablaba, mi rostro seguía el ajeno, me acercaba cuando se alejaba, quedaba con una sonrisa maniática. Me ponía un mechón de cabello detrás de la oreja y sin poder evitarlo una risilla salió de mis labios. Ah! Estábamos jugando! Era un juego infinitamente divertido. Tirábamos de la cuerda como dos seres malditos y despiadados. Ella me sobrepasaba en altura, así que miraba hacia arriba, mis pecas se hacían notar entre mi sonrojo distorsionado de vergüenza. Estaba sonrojada! Y todo era porque quería seguir jugando hasta el fin de mis días junto a ella. Me lo concedería? El placer de mantener la ira, la devoción por matar, lastimar y ser lastimado.

-Sois vos una pieza de colección, una invaluable, os invito a pasar el día conmigo, como es vuestro nombre? El mío es Éléonore. Mmm quizá os interese, de no ser así os pagaré el día, solo para ver un poco vuestro caminar. Como es que vuestra esencia es tan atrapante. Esta quizá harta del mundo, como yo?

La expresión en mi rostro denotaba curiosidad, los francos se depositaban en la mano de la esclava y en cuestión de segundos esta desaparecía para poder seguir vendiendo porquerías. El mundo del dinero, el mundo donde todo valía algo. El poder lo era todo, los pobres eran cadáveres con vida. Patearlos, era lo mismo que patear ratas. Nadie decía nada por ello, aunque según las personas de clase alta, sus pares no debían hacer aquellas cosas. Pero ellos no entendían la satisfacción, el placer de asesinar o de infligir dolor. Lentamente, ver como la sangre cae. El significado del arte. Ellos simplemente no lo entendían, no lo veían como yo. Aquellos seres solo querían vestirse de oro. Sin disfrutar de caminar arriba de los pobres y esclavos.

“Esta es la sensación del placer que en mi cuerpo se tatúa. Este es el placer que tanto he buscado. Satisfáceme.”
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Mensaje por Salomé Ameris Mar Abr 02, 2013 3:31 pm

Ven pequeña mía, ven deja salir la sangre de tu cuerpo.

Cabello rojo como la sangre que sale de los cuerpos. ¿Alguna vez se había pensado que la sangre deseaba dejar el cuerpo por su propia voluntad? En ocasiones se podría decir que la sangre odiaba tanto a su residente que hacia todo lo posible para salir de aquel cuerpo en donde no se sentía a gusto. Ella sabía que en ocasiones se veía como alguien de belleza extraña y que atraía como miel a las abejas. Los humanos eran intuitivos, era normal que al notar alguien con sus mismos gustos se interesaran en ellos sin aun saber que tenían en común. Risas, risas florecían desde su interior, producidas por las palabras de aquella mocosa. ¡Tenia tanto que aprender! Por suerte la paciencia de Salome hoy era grande y solamente se dedico a reír y a mostrar una sonrisa retorcida y seguir con su aura misteriosa que parecía ser lo que más le atraía a aquella jovencita.

¿El gato ya había atrapado a su ratón? Estaba segura que pronto seria así, solamente debía mover algunas piezas de aquel ajedrez para luego comenzar a ser feliz y divertirse –Puede que estés en lo cierto Mon Amour- ronroneo con cierta y extraña ternura pronunciando aquellas palabras –En mi trabajo me llaman la novia de la muerte o como tú misma lo has dicho un ángel- se alzo los hombros entrecerrando un poco sus ojos. Sentía el calor azotar su cuello, los rayos del sol azotándola como finas agujas, comenzaba a molestarle aquella sensación –Yo apenas soy una negociante que sabe en donde invertir para no quedarme sin dinero-

-Salome…- susurro aquel nombre que era conocido por muchos inquisidores y también por muchos de las clases alta por su trabajo, pues siempre, quisieran o no debían pasar por su tienda alguna vez en esta vida, en ocasiones para avisar sobre un familiar, otras ellos mismos para ser atendidos. Salome se relamió los labios antes de dejar salir un suspiro mientras escuchaba a hablar a la jovencita. Tal vez pronto la mandaría a callar, pues tanto hablar aburría –no te confundas…- dijo ella mirándole de reojo mientras sus labios dejaban de mostrar aquella amplia sonrisa y simplemente realizaba una mueca –Yo amo el mundo, porque ya he aprendido que la mejor forma de llegar a la perfección es por medio del sufrimiento y el dolor- negó. Tranquilamente haciendo que sus cabellos se movieran al ritmo de su cabeza, dejo salir un leve ruidito de su lengua mientras en su rostro parecía verse un poco de decepción. –Pensé que tendrías mi mismo nivel de entendimiento, pero ahora veo que solamente eres una esquizofrénica más… que D-E-C-E-P-C-I-Ó-N me ha tocado vivir hoy- su voz había cambiado a un tono más trágico, como siempre la cambiante estaba comenzando a dramatizar todo, a ella le encantaba, le parecía divertido aumentar todo hasta crear algo más grande de lo que había pensado.

Giro su cuerpo susurrando algunas lamentaciones en su idioma natal: el italiano. Comenzaba a irse, retirarse, perderse entre la multitud desinteresada de la mujer que antes había llenado todo su cerebro de ánimo. Todo era un simple juego mental, debía ser la carnada y llevarla hasta un lugar mejor, hasta donde pudiera controlar mejor la situación y así fue alejándose, como el conejo de Alicia cuando estaba apurado. ¿Adónde se había ido? Dejaba que la chica le viera entre las personas. Salome brillaba entre la muchedumbre, sería difícil no distinguirla. ¿A dónde la llevaría? Tal vez a la funeraria y a lo mejor le daría la oportunidad de visitar un lugar en donde ninguna de las personas que llegaban a ese lugar se iba, pues su cuerpo se quedaba para siempre allí. –Qué decisión más difícil…- susurro ella mientras se detenía en donde había dejado aquel carruaje funerario el cual le encantaba pasear.
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Mensaje por Theodore Morandé Dom Abr 07, 2013 2:54 pm

“Mi labios se muerden, son como dos gotas de sangre, mis dientes son las venas que quieren hacer explotar mi ser”

Una risita dulce salió de mis labios ante sus palabras y solo me quedaba observándola. Ella era la dueña de una pasión frívola que me recorría por completo. Pero no me apetecía, solo quería verla un poco más. Alta, oscura, pasional. La ironía se paseaba por mi piel, mientras mis ojos se perdían en su mirada fuerte y destellante. Que es lo que lograría ese día? Sería quizá mi fin o más bien el principio de algo que me traería más que risas? Imponente, la escuchaba, ladeando la cabeza, observando como el sol le daba de lleno y parecía molestarla. Al final, simplemente no respondí a sus palabras. No había nada que decir sobre ello, solo el hecho de que yo misma nunca me preocupaba por nada, solo por gastarles el dinero a mis padres.

-Mmm… Decepción? No es como que hubiese querido aparentar algo que no soy Mad- ah! Donde vais?! No os podéis ir, esperad!

Me había quedado como petrificada por sus palabras. Una esquizofrénica? Jamás me habían llamado así, al parecer me había afectado y el tiempo había pasado sin notarlo. Solo podía ver la cola negra de su vestido y empezaba a corretear, empujando a quienes se topaban en mi camino, alargaba la mano. Mis ojos color celeste claro se ponían brillosos, tristes. Era una simple maniobra para captar su atención. Pero la felina no se volteaba, me empezaba a agitar. Jamás corría, solo a las ratas, pero había aprendido a cazar a los animales con los cuchillos y en sigilo. Mi cuerpo no estaba en el mejor estado. Era una simple ramita que se podía quebrar con solo un poco de fuerza en un punto acertado.

-Salomé! No os vayáis! No soy una decepción!

Grité una vez más, mientras trastabillaba con mi vestido pomposo y rápidamente volvía a ponerme en pie, la multitud se esparcía y poco a poco la soledad invadía mi camino. Al final de todo, el ángel negro parecía haberse detenido y con una sonrisa entre ganadora y avergonzada, me acercaba a ella. Apoyando ambas manos sobre mi vestido, agitada y con el cabello alborotado me ponía de frente, mirándola fijo a los ojo, con los labios entreabierto, algo cansada por lo que había hecho. Simplemente, era imposible correr con esa clase de vestidos y tacones altos y menos cuando uno no tenía aquella constancia. Pero lo había hecho, todo sea por poder escuchar más las palabras de aquella mujer que parecía encantarme con sus palabreríos.

-Por que habéis hecho aquello? No había necesidad, sois vos una persona un tanto impulsiva. Pero aun así quiero charlar con vosotros. No os gustaría beber algo? Quizá tenemos más en común de lo que vos creéis. Por cierto, me he quedado fascinada por como os habéis movido. Sois vos una persona muy atlética. Yo me he agitado y vosotros no parecéis tener signos de cansancio.

Hice la acotación, al verla completamente tranquila frente a un carruaje negro y oscuro. Era perfecto, todo era esplendido y mis ojos se quedaron deleitados en aquel móvil. De tal forma, que mis dedos pasaron por aquella textura negra. De allí salía el mismísimo olor a muerte. Que sería? Por qué era de esa forma? Deseaba saberlo todo y sabía que solo ella podría enseñarme todo aquello que me faltaba.

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Mensaje por Salomé Ameris Dom Abr 21, 2013 3:19 pm

Al parecer ella estaba más interesada de lo que parecía, Salome sonrió, esta vez fue una sonrisa, leve, confidencial, estaba satisfecha con lo que había logrado, aquella muchachita de clase alta estaba prácticamente a sus pies, suplicándole, implorándole. ¿Ya se había despedido de sus padres ese día? Esperaba que lo hubiera hecho, aunque en realidad poco le importaba si lo había logrado hacer, mas diversión para ella, tal vez la chica le llegaba con una sorpresa, no lo sabría hasta comenzar completamente el juego. Ella era una gata al final de todo, un felino altanero y elegante, que le gustaba ser buscado, perseguido, sentía gran satisfacción al ser una pieza importante en el rompecabezas de cualquier persona. Realizo un leve gesto, como si no se hubiera convencido del todo lo que la chica le estaba diciendo, miro hacia los labios, mientras su cuerpo se mecía de un lado a otro, levemente, arrullando a la bestia que tenia dentro, tranquilizándola para no quitarle la cabeza de un zarpazo y ver como la sangre salía de su cuerpo como una fuente humana y como sus cabello rojizo se manchaba de sangre y esta se confundía con el color natural de su cabello. Suspiro ampliamente, entrecerrando los ojos y regañándose a sí misma que no podía hacer eso en esos momentos, pero que sería divertido, demasiado divertido como para dejarlo a su imaginación y no sacarlo a la realidad.

-Está bien- dijo Salome luego de que la joven hablara, parecía un ave parlante, pero por suerte a Salome le gustaban esas aves, eran inteligentes y sabían que el peligro estaba cerca, pero lamentablemente eran igual de estúpidas que las otras aves y no duraban mucho. Aunque eran un poco inteligente, eran igual de estúpidas que las demás –Te llevare a donde trabajo y te revelare tres de mis secretos más preciados.- indico ella con una amplia sonrisa al ver como el pecho de la joven se expandía ampliamente y aun estaba la respiración alterada por aquella carrera que había hecho solamente para que la cambiante no saliera de su vista. Debía acreditarla por ello. Abrió la puerta de su carruaje, esta chillo mientras lentamente la puerta se abría, dejando ver un tapizado de tonos rojos, que habían perdido el brillo del color por el uso constante, algunas líneas que adornaban las paredes de aquel amplio carruaje, que constaba de dos largos sillones y amplias ventabas cubiertas, adornadas por unas cortinas de una tela extrañamente fina, que parecía ser un deposito de polvo y suciedad, perfecto. Las líneas eran de un color dorado, o habían sido de un color dorado, ahora eran como joyas de oro ennegrecidos por el tiempo. Todo en aquel carruaje parecía haber estaba en uso tanto tiempo que los colores vivos se habían vuelvo lúgubres y moldeado para que se viera aun más oscuro y lleno de muerte el lugar. El viejo que lo manejaba también parecía estar hecho del mismo material, encorvado, con una sonrisa maniática, vestido con unos trapos negros, que aunque no eran para decir que estaba mal vestido, todo el ser del viejo, lo hacía ver como un anciano sacado del sanatorio, tenía su sombrero de copa a un lado mientras esperaba la señal de su ama y señora de agitar la fusta y las riendas que mantenían a aquellos hermosos y fuertes caballos frisones atados al carruaje; ellos eran todos negros, su pelaje, su crin, sus ojos, eran espécimen puros de su raza, los mejores, perfectos para Salome. Ella amaba a pocas cosas y esos caballos, se podrían decir que eran sus favoritos, pero no le quitaría el sueño si algo malo le sucediera.

-Por ser niña buena, te dejare hacerme cinco preguntas, pero claro, si quiero responder, responderé, si no, es mejor que cambies la pregunta o la perderás- indico ella mientras se sentaba al frente de la muchacha, ya había cerrado la puerta y dio un leve toquecito en el techo para que el hombre comenzara a andar y salieran de aquel basurero humano. Su lugar de trabajo no estaba muy lejos, pronto llegarían. En la mente de Salome habitaba mil y un pensamientos, situaciones, algunas le agradaban más que otras. Sin poder evitarlo pensó en su hermana gemela. ¿A ella le hubiera gustado lo mismo que a Salome? Lo dudaba mucho, siempre decía que si Lucia estuviera vivía, ella no seria la mujer que es en esos momentos, hubiera tenido una pizca de locura, pero su hermana, su bella y amada hermana, hubiera controlado la bestia que estaba dentro de ella y la Salome que estaba al frente de aquella jovencita, nunca hubiera existido. Ya pronto llegarían… ya podía sentir el hedor de los muertos nuevos en sus instalaciones, una leve sonrisilla al sentir gracias a sus sentidos aumentados, aquel hermoso olor que desde niña había percibido, la alejo de sus pensamientos tristes y la volvió a la realidad, a su realidad, Lucia estaba muerta, Salome era una loca desquiciada y Eleonor deseaba aprender sobre todo lo que ella sabía, solamente una pregunta quedaba en su mente…

Querida mía…
¿Serás lo suficientemente fuerte?
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Mensaje por Theodore Morandé Sáb Abr 27, 2013 2:00 pm

“No me mires con esos ojos de placer. Me derrito de solo pensar que me harás daño. Hazme sufrir, nunca te olvidarás del placer que te haré sentir”

Verla era un deleite visual, sus palabras me atormentaban y me hacían recorrer un escalofrío por la columna vertebral, quizá era el miedo de estar en peligro, aquello que nunca me había ocurrido. La curiosidad de ser la rata de mi habitación. Me preguntaba cómo se sentiría, me encantaría ver la sangre recorrerlo todo. Estaba quizá, sacando todo aquel sentimiento masoquista nuevamente? Aquello que había aprendido a mejorar con el paso del tiempo, lastimar a los demás y no a mí. Pero ahora, ahora no me importaba quien saldría herido. Cuando dijo que me enseñaría tres secretos, no pude evitar relamerme los labios, mirarla con aquel brillo en los ojos que siempre se me formaba cuando estaba en un momento de extrema felicidad. Asentí varias veces y entrelacé los dedos haciendo una enredadera con ellos. Observé el carruaje nuevamente, la piel se me helaba, alguna vez podría conocer a alguien tan perfecta como ella y sus cosas? Todo me deleitaba, miedo? Miedo era poco. Era la sensación más orgásmica que podía sentir. De tocarme, seguro me prendería fuego. Pero la mujer gatuna era… Era justamente una mujer! Como podía ser que estuviese sintiendo aquellas cosas? Me moría, me derretía.

-Sí, tres secretos. Me encantan los secretos… Salomé. Os escucharé, me portaré bien para vosotros… Os lo prometo.


Repetí su nombre y me deleité, subiéndome al carruaje cuando ella abría la puerta, sentía pequeños hilos de sombras que me apresaban, era mi cuerpo el que no quería subirse, pero toda mi alma, estaba sentada en aquel lugar. El olor me envolvía, mis ojos celestes, tan potentes, estaban contra ella, ladeando la cabeza, me apoyaba en el rojo opaco del asiento y ambas manos se acomodaban sobre mi vestido. Aún estaba media agitada, pero nada a comparación de cuando había llegado frente a ella. Ahora podía hablar con normalidad, a pesar de que tenía un nerviosismo que me recorría de cabo a rabo. Sentía el lívido en el punto máximo, el acercamiento cuando ella se metió, quería estrujarla, quería lastimarla. Era una mezcla de desesperación, de masoquismo con sadismo. El sadomasoquismo en su mayor absolutismo.

-Cinco preguntas… Bien, donde trabajáis y que os gusta de ello? Hacía dónde vamos? Porqué me habéis aceptado?

Mirándola, empezaba a sentir la presión, me levantaba muy apenas y apoyaba ambas manos a los lados del asiento de la mujer. Sintiendo el vestido negro rozar mis dedos. Mi rostro se acercaba al ajeno, pero dejando bastante distancia. Que sentía? Sentía todo! Quería morderla y hacer salir la sangre de ella. Manchar el negro de su vestido. Clavarle las uñas por la espalda, mientras dejaba las marcas de mi placer sobre ella. Quería sucumbir ante sus manos. Quería ser maltratada. Regocijarme en ella y en todo lo que la rodeaba. Sentía el aura pesada por donde andábamos. Era hermoso, todo era perfecto. Mirando a un lado, podía entender que estábamos en un lugar donde la muerte era la presencia máxima. Pero dónde? Donde estábamos exactamente? La observé y busqué la respuesta. Desesperadamente, me salía de frente a ella y apoyaba las manos en el vidrio del carruaje, buscando ver donde estábamos, el vestido me incomodaba, no me dejaba hacer los movimientos que deseaba. Un jadeo salió de mis labios y el vidrio se manchó de mi humareda. En ese lugar, hacía frio. Me temblaba la columna y la sonría empezaba a hacerse presente. Estaba en un juego que me encantaría.

-Qué es este lugar, decidme, decidme ahora. Me muero por saberlo. Quiero verlo, quiero verlo todo!

“Soy fuerte, soy perfecta. Seré lo que siempre buscaste, soy tu conejillo de indias y conmigo puedes hacer lo que se te plazca.”
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Mensaje por Salomé Ameris Lun Mayo 13, 2013 6:26 pm

“Niña, no seas impaciente el final llegara pronto”

La veía y sonreía, parecía una mama de aquellos grandes felinos deteniendo a sus crías para que no se le abalanzara antes de tiempo a la presa que ella había arreglado para su amada niña. Su pequeña aprendiz, su amada herramienta para llevar a cabo una tarea propuesta por alguien tal vez igual de loco que ella, se alegraba de saber que había personas igual de locas que ella, también que había personas con buen aspecto que si nada les sucedía podían llegar a su punto o traspasarla fácilmente, lástima que no sabría si ella hubiera podido llegar a ese punto. Tal vez si tal vez no, no le gustaba echar a la suerte algo tan importante como era eso para ella, la chica tenía esperanza, pero lamentablemente la habían elegido entre muchos. ¿Cuáles parámetros habían utilizado para decidir? ¿Habría otras como ella esperando a la cambiante?

-¿Dónde trabajo?... mmmm….- se quedo pensativa por unos minutos, no era necesario, pero le gustaba el suspenso que podría crear en el ambiente y mucho mas ante una niña que estaba tan ansiosa de conocer todos los secretos de la vida sin antes aprender a caminar –Tengo mi propia funeraria- termino diciendo ella –Soy la Dueña y Directora de una pequeña compañía que se encarga de vender ataúdes, arreglar muertos y organizar funerales- sonrió ampliamente mientras esperaba que esta pudiera procesar la primera pregunta –Me encanta… no puedo decirte exactamente porque me gusta, me divierte, me distrae, me da dinero… es perfecto para mi… ¿No crees? – desvio su mirada hacia un lado mientras podía sentir los ojos de la chica asechando a cada movimiento que hacia –Vamos a mi lugar de trabajo…- susurro ella sin mucho interés a esa pregunta –Te he elegido porque simplemente he querido…- mintió sin sentirse culpable por eso, no le iba a decir todo con todo el sentido de la verdad, siempre se protegía, retorciendo la verdadera razones para ella siempre ser la ganadora.

-Hago todo porque quiero, nadie rigüe mis andanzas, cuando quiero algo, simplemente lo tomo y cuando me aburro, lo dejo…- dijo ella riendo sin miedo ni vergüenza. La conversación había hecho el tramo corto, miro para ver donde se localizaban, estaban entrando a la gran mansión en donde los obreros que trabajaban para Salome realizaban los ataúdes personalizados para los más nobles y otros menos elaborados y con menos detalles para los de clase media. El carruaje se detuvo en la entrada, en donde había un gran arco con los nombres de la funeraria en una letra delicada y trazada en metal por artesanos que ella había contratado, la puerta era una gran de madera de roble, con detalles hermosos, era oscura, lúgubre, como ella, cuando el hombre abrió la puerta se vio una sala de recibimiento, no era lo que tal vez se esperaba cuando llegaban a conocer las excentricidades de Salome.

“Una fachada mas de mi rostro sonriente”

Fachada era, solamente eso –Por aquí- dijo para adelantarse a la chica hipnotizada por el amplio y cálido lugar en donde las personas parecían comunes y tranquilas, aunque sabían que en alguna de esas habitaciones había muerte, muerte a montones. Nadie miro a la desconocida, nadie la observo llegar, eran ciegos, sordos y mudos, pues su jefa lo había querido así. ¿Cuántos no habían pasado por ese mismo umbral y nunca salido? Y si algún investigador quería saber algo sobre la desaparición de esa persona y de casualidad llegaba a su establecimiento, no encontraba nada, pues para los empleados era más jugosa el sueldo del lugar, que la justicia de un muerto más. Camino hasta otra puerta que fue abierta por un hombre de color, este se inclino al verla pasar, Salome, ni se inmuto, nada, siguió caminando pasando largos pasillos mientras la joven estaba a su lado.

-Espero que traigas un pañuelo- dijo ella con una mirada de reojo –poco aguantan el hedor de los últimos cuartos, los mantenemos alejados para que no infecte la atmosfera profesional de la recepción- añadió ella sin mucho interés. Se podían oír algunos pasos y murmullos de otros empleados, quienes vestían a las personas, acomodaban sus cabellos, eran un ejército y ellas los mantenía a todos. Las últimas habitaciones eran utilizadas para el arreglo de los cuerpos, se detuvo en una muerta que parecía interponerse en todo el pasillo. Salome se detuvo y giro su cuerpo para ver a la joven -¿Quieres seguir?- pregunto seriamente, algo extraño en ella –Si piensas que matar pájaros y pequeños animales es cruel… no eres si no una pequeña niña que nunca aprenderá a caminar, ni correr- sonrió ampliamente mientras ponía la mano en la perilla, aunque ella dijera que no, la haría entrar y ver todos aquellos órganos ordenados en cofres con una sustancia viscosa que los mantenía en su forma, solamente Salome podría entrar a ese lugar, pocos tenían la virtud de pasar y salir vivos de aquel lugar…
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Mensaje por Theodore Morandé Sáb Mayo 18, 2013 5:22 pm

“No busco el final, solo busco el principio más hermoso de la inmortalidad, que es la muerte misma. La muerte más hermosa, el placer más profundo. Tú me darás todo aquello que deseo, no es así?”


El deseo de saberlo todo recorría mi cuerpo intensamente, solo quedaban las ganas de tenerla por completo, de abusar de toda aquella mente que tenía frente a mí. Por qué me costaba tanto trabajo hablarle? Me sentía como una niña, como una bebe en busca de una madre. Y allí estaba aquella mujer rubia, tan espléndida, abusaba de mi con solo la mirada y el deseo de aprender empezaba a hacer estragos en mí. Que tal solo poder lastimarla un poco? Le agradaría el dolor? Quizá solo era sádica o también masoquista? Me haría doler? El solo pensamiento me excitaba y me relamía los labios con algo de nerviosismo. Sería una espléndida sensación, no había duda alguna de que estaba yendo a donde pertenecía, no importa que tan peligroso fuese, si lo estaba disfrutando no me daría por vencido. Haría que la mujer sucumba ante mis peticiones sin importar qué y la amaría y adoraría por medio del dolor y la desesperación, como tanto me gustaba hacer.
Cuando me dijo lo de la funeraria mis ojos se abrieron como una flor que estaba naciendo. Realmente ella era real? Un lugar donde la muerte y el horror eran los reyes del mundo. Simplemente no podía evitar sonreír, con aquella mirada extraña, de locura y cinismo, por ella, muchos me temían, pero era mi única arma contra la sociedad y los modelos de estereotipo de la década. Un escape a mi propio mundo de fantasía y realidad, donde todo podía morir con el toque exacto de mis dedos, un escape donde yo era la reina y el rey, donde yo lo dominaba todo. Y ahora mismo estaba en algo cercado a aquello, solo que mi perfil estaba por debajo, pero me encontraría con más cosas, estaba seguro que disfrutaría mucho más que cualquiera.

-Una funeraria… Jamás he podido ir a una! Voy a los cementerios, pero es la parte más aburrida, porque ya están enterrados. Ah! Salome, me mostraréis como se acomodan los cadáveres? Podré ayudaros? Podría venir a vuestro lugar de trabajo más seguido, ya sabéis, luego de comer o cuando me dejéis…

Mis ojos seguían brillando de la emoción, realmente ella era perfecta, podría conocer más cosas de las que me estaba. Iría todos los días a aquel lugar, para estar junto a ella, que me enseñe como sacarle lo de adentro a los cuerpos, cerrarlos, maquillarlos como si fuesen muñequitos. Sí… Podría jugar con los cadáveres como si fuesen hermosas muñecas de porcelana, seguro ella me dejaba, no había forma, la haría escupir un sí a todo lo que quería. No se podría negar y de hacerlo, intentaría mover cielo y tierra para que ella me lo permitiera. Claro que yo no sabía que en realidad, la cambia formas no pensaba dejarme salir del lugar. De saberlo, probablemente lo aceptaría igual. Ya que no había demasiadas diferencias con lo que era mi “hogar” un lugar limpio, acomodado y ahora no había ratas o animales a los cuales matar. No tenía nada para entretenerme y me la pasaba gastando dinero en compras inútiles o cosas que jamás usaría. Todo con tal de pasar un rato sin tener que hacer nada. Por esa razón mi sonrisa seguía presente, sin responder a nada de lo que me decía, simplemente aceptaba sus palabras, no quería hacerla enojar antes de llegar. Primero tenía que saber dónde era el lugar para poder volver.
En tanto asentía y la miraba fijo, con mis ojos celestes brillantes y ardientes, sentía como el carruaje se detenía y empezábamos a ingresar en su mansión, hermosa, extrañamente delicada, aquello me sorprendía, pero sentía el aura conocida, aquella esencia de muerte humana, aquello que solo unas pocas veces había tenido la fortuna de ver. Me quedé muy detrás de la mujer, casi pegada a ella, cuando empezábamos a caminar me el olor me inundaba y me mareaba. Era demasiado desagradable, pero el gusto, el sabor, la sensación era agradable. Sonreí y la miré fijo a los ojos, como una gatita dulce, cariñosa.

-Traigo un pañuelo… Pero intentaré no necesitarlo. Si estáis junto a mí, seguro que pasaré sin problemas. No soy una niña! A-ahh… el olor… Mrghj…

Cubrí mi nariz con ambas manos cuando la puerta se abrió y cerré los ojos, la arcada se hacía presente pero intentaba disimularla mirando a un costado. Qué era aquel desagradable aroma?! Donde estábamos entrando?, como fuese era demasiado tarde para arrepentirme e intente respirar muchas veces en un solo momento, intentando acostumbrarme al aroma desagradable, no era muerte, eran órganos! Eran partes humanas, verlas divididas me daba placer, pero el aroma era nauseabundo. Me acerqué a la felina y con fuerzas me acurruqué, buscando algo de atención; un reconforte, cualquier cosa serviría para tener un poco más de voluntad en seguir adelante. Mis ojos se aguaban, contenía la respiración, me agitaba y en poco tiempo mi respiración volvía en sí. No podía decir que había sido fácil, pero realmente lo había disfrutado. Era algo nuevo y yo lo quería saber todo. Le sonreí, entrecerré los ojos y con orgullo me paré a su lado, acercándome a unos ojos que estaban envasados, sin tocar nada, solo miraba, había un corazón que llamaba mi atención. Me preguntaba si todo ello era parte de una colección o solo cosas que había que guardar.

-Salomé… Cuéntame más. Podríamos tomar juntas el té aquí… No? Esto lo hacéis vos o con alguien más?

“El gato enjaulado. Estoy entre tus manos, estoy intentando hacerte caer a mis pies. Serás mía, porque todo lo que toco perece, pero si tú ya has perecido, te conservarás para siempre”
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Mensaje por Salomé Ameris Vie Mayo 24, 2013 11:13 pm

{....}Y este es el principio del fin

Lo único que hizo fue sonreír ante aquel comentario, pobre niña, no sabía en cual lugar se estaba metiendo, cuando aquella puerta sonara al cerrarse en su espalda ya no había paso atrás, ya no habría un futuro que esperar. ¿La haría llorar? Lo pensaba detenidamente mientras veía como aquella niña no podía con el olor, aquello le hizo gracia, oh que linda se veía su rostro lleno de curiosidad, esperaba que ese rostro quedara siempre plasmado en sus fracciones. Se detuvo, cuando escucho la puerta cerrarse, una amplia sonrisa apareció en sus labios, ahora aquella mujer se había convertido de su propiedad. El calor de su acercamiento la hizo estremecer, que fascinante era aquella joven, Salome sentía que no podía con ella, debía mantenerse a raya, era una gran tortura, pero estaba segura que el resultado final iba a hacer tan deliciosamente satisfactoria que todo valdría la pena… estaba segura de eso. Entrecerró sus ojos, escuchaba, escuchaba la orquesta que se daba en el cuerpo de su compañera, sonreía complacida, comenzaba a haber un pánico, nacía poco a poco, era como una semilla que brotaba de forma lenta mientras que un jardinero la regaba con dedicación.

-Pronto la sonrisa se borrara de sus dientes- dijo al parecer sin tener algo de coherencia -Si quieres…- le dijo mientras le miraba detenidamente, su cuerpo comenzaba a acostumbrarse, sus ojos ya no parecían abatidos, su corazón, aunque agitado, lentamente se tranquilizaba, pero la excitación que tenia no lo dejaba tranquilo –No te preocupes, pronto serás uno de los que ha tomado te en mi lugar feliz- le dijo alentándola para que siguiera adelante, prácticamente la estaba empujando, su cuerpo comenzaba a sentirse como un animal que iba al matadero, bueno eso era lo que estaba sucediendo.

Pronto terminaron aquel pasillo en donde frascos y frascos de diferentes órganos se alzaban, pero ahora había llegado a otra puerta, la cual Salome abrió tranquilamente, nadie de sus empleados se atrevía a ir a esos lugares, era lejano, ayudaba a que no se trasmitiera el olor de los órganos y si ella no se había dado cuenta, habían bajado hacia el sótano, pero el lugar estaba diseñado para no parecer que estuvieran bajando. Todo para poder distraer y desorientar la mente de la persona. Cuando abrió la puerta, se encontraron con un hermoso cuarto, tan elegante que era increíble pensar que en los pasillos estuvieran aquellos órganos como premios y cuadros de un gran artista. Había una amplia cama, que era cubierta por una fina tela de seda, sus fundas eran de un color pastel, combinaba con el tapizado marrón claro. Había una ventada a la izquierda, con una hermosa cortina roja cubriéndola. Un calandrajo en forma de araña colgaba en un techo en donde se podía ver pintado nubes esponjosas, con el centro del la luz expandiéndose en todo la habitación. Una mesa en donde un juego de te las esperaba, era de la más fina porcelana china que Salome hubiera podido encontrar. También había muchos bocadillos los cuales la jovencita podría degustar sin problema.

Hizo entrar primero a la chica mientras ella se quedaba en el umbral de la puerta, sonriendo, esperando que la joven captara cada uno de los detalles que pudiera ver con sus ojos en ese momento-Tendrás mucho tiempo para detallar bien la habitación- le dijo ella con una voz tranquila mientras daba un paso hacia atrás-Querida muñeca, espero que te diviertas… yo lo hare, pero el telón debe bajar por hoy…- fue lo último que dijo para luego cerrar la puerta en sus narices. Cuando intentara abrir la puerta se encontraría con un muro con un paisaje pintado, apenas un cuadro interpretando una ventana, pero no se moriría de hambre, bueno le había dejado buenos bocadillos. Cerró la puerta por dentro, mientras sujetaba la llave guardándola en un bolsillo escondido, ahora solamente quedaba informar sobre su progreso…
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Mensaje por Theodore Morandé Mar Jun 04, 2013 12:57 pm

"Me encierras como si de una mascota se tratara. Por qué no deseas saber tanto de mi como yo de ti? Mientras esté en este mundo no te olvidarás de que existo”

De repente sus palabras me atormentaron un momento. A que se refería con que mi sonrisa se borraría? Por qué lo haría si estábamos en un lugar tan hermoso como aquel? Yo no entendía pero de alguna forma estaba tan nerviosa y contenta que a pesar de sentir pánico seguía avanzando, siguiendo a paso lento sus empujones que al final del camino levanté la vista y entre un tartamudeo que no explico palabra alguna me adentré por todo el camino, mordiendo mis labios instintivamente, a pesar del olor y de las circunstancias, seguía manteniendo una total curiosidad sobre todo lo que tenía a mi alrededor. Quería agarrar su mano al pasar por el pasillo, pero me era imposible, ella se mantenía prudente a mis acciones y eso me molestaba, quería quejarme, pero ella se enojaría. Por qué? Por qué estaba tan deslumbrada por aquella mujer? Me derretía a sus pies y no entendía para nada la razón de mis sentimientos y todo empeoró al entrar a aquel hermoso lugar. Era exactamente como a mí me gustaba.

-Entonces, bebamos té en este lugar feliz! Ah, espera Salomé yo quiero hablar con vosotros!

Mis pies se habían deslizado por toda la habitación, habían acariciado los muebles y la fina tela que cubría la cama. Para qué quería una cama? O sería esta la habitación de la mujer? No lo parecía, en realidad me daba la impresión de que estaba hecha a mi medida. Pero de repente me había perdido en el techo, delicado, las nubes parecían reales, la sonrisa se pintó en mis labios y sacó a relucir unos perfectos dientes color blanco. Pero las palabras de la mujer me desconcertaron y mi miraba bajó abruptamente y antes de que pudiese quejarme la puerta se cerró en mi narices y mi rostro se trasformó en el de la vil y desgraciada muchacha que era. Me había encerrado! La maldita mujer me había dejado sola en aquel estúpido y rosado lugar y no me había dejado husmear nada! Escuchaba la cerradura moverse y dando un grito y gruñido tomé un florero que estaba a un costado y lo tiré para que golpee con la puerta. No iría a golpearla, sabía que estaba cerrada y por ello fui directamente a lo que era la ventana, quedándome petrificada al ver un vil retrato pintado. El pánico entraba y mis ojos se dilataban. Me sentía engañada, siempre era lo mismo! Siempre terminaban mintiéndome para obtener algo de mí! Ni siquiera aquella mujer que parecía tan perfecta… Ella me había desilusionado como todos! La ira entraba por todo mi cuerpo y empecé a romper lo que encontraba, destrozando la almohada de la cama, empezando a patear sin cuidado alguno la puerta, golpeándola con los puños, mientras el sollozo se hacía presente y se escuchaba el dulce jadeo de mis labios.

-Por qué me habéis dejado sola Salomé! No me gusta estar encerrada!! Pagaréis por esto! Os quemaré esta habitación si no me sacáis de aquí!!!

Pero nada respondía y el tiempo pasaba y empezaba a cansarme. Frustrada iba hacia la cama, observaba el desastre que había hecho y con cuidado me metía entre las sabanas y frazadas, quitando mis zapatos y la parte incómoda del vestido. No tenía idea si había algo en aquella habitación para cambiarme, pero no quería mirar nada, simplemente me dispuse a descansar, sollozando por aquella vil trampa en la que había caído. Todos merecían morir entre mis manos. Los mataría uno a uno, con fuerzas y sin ninguna clase de compasión. Habría animales o gente en aquel lugar? Podría destrozar algo a lo que el lata el corazón? O tendría que lastimarme a mí misma para calmar la pena que mi cuerpo sentía? Aquella frustración se hacía grande y el tiempo pasaba y se hacía peor. Como quedaría todo aquello? Como terminaría aquella historia? No lo sabía, pero estaba segura que yo saldría ganando. Siempre lo hacía y esa no sería la excepción.

“Te arrepentirás de tenerme como enemiga, yo soy la única que puede entenderte en este mundo”


CERRADO


Me mandas un mp cuando tengas lo que sigue!! *-*
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