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PARÍS, FRANCIA
AÑO 1842

Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.

Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.

¿Estás dispuesto a regresar más doscientos años atrás?



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Mensaje por François* Sáb Mar 23, 2013 6:09 am

Sentía el escozor en las heridas cada vez que pasaba por ellas el trapo humedecido en algo de agua. Su rostro formaba inconscientemente una mueca de incomodidad, pero no emitía sonido alguno. Estaba sentado en la cama, la cual estaba en un estado deplorable, toda alborotada por la reciente actividad. Aun desnudo, se limpiaba los rasguños que aquel animal le había causado en los costados, al aferrarse con las patas a este, sin cuidar no hacerle daño con las garras.

Dejó escapar un suspiro, humedeciendo el trapo en la palangana que tenía en la mesita auxiliar, escurriéndolo para ver el agua teñida ligeramente de carmesí caer de nuevo. Había leído esa misma mañana su diario, como hacía siempre. Sin duda, lo del "Hombre perro" se le había quedado grabado, fue casualidad que ese día aquel cliente hubiera decidido aparecer por allí, solicitando sus servicios. "No gritar, no asustarse, le gusta hacerlo en forma de animal, hace daño con las patas, le gusta que sea sumiso." Después de haber pasado sus ojos por aquellas palabras, definitivamente lo último que quería era estar con aquel hombre, pero no es como que pudiera negarse. Ahora sufría las consecuencias de un encuentro con un cambiaformas, al que ya había conocido en varias ocasiones, pero que obviamente no recordaba. Había seguido todas las pautas marcadas, por difícil que le hubiera resultado, y se sorprendió al notar que su cuerpo parecía hecho a aquello, aunque su mente se resistiera a aceptarlo. Aquel enorme can lo había montado como si no fuera más que una perra, mordiendo su nuca para humillarlo aun más, pero sin duda el pago había sido generoso, mucho.

Escuchó ruido en la puerta, así que alzó despacio el rostro, viendo allí a un hombre que obviamente no reconoció. Sin embargo, como tantas sensaciones que su cuerpo parecía experimentar completamente ajeno a su cabeza, sintió una agradable calidez en su vientre y su pecho. Un cosquilleo se extendía desde su torso hacia sus extremidades, terminando en sus dedos. Era extraño, pero no le quiso dar más importancia en un principio y solo se cubrió un poco su intimidad, encogiendo las piernas sobre la cama y dedicándole al desconocido una cálida sonrisa. No iba a gruñirle, a quejarse o gritarle, ¿qué culpa podía tener él de que un animal le hubiera dejado los costados y la espalda arañados y mordidos? O de que no pudiera recordar nada, de que su vida fuera un completo misterio.

Disculpe, ¿le ha mandado la madame? Porque me temo que ahora mismo no podría atenderle. Podría venir en un rato si gusta, o buscar la compañía de algún otro compañero. — murmuró, con tono dulce y relajado. No podía decirle que no directamente, si era trabajo tenía que hacerlo, estuviera como estuviera, pero si podía simplemente evitarlo, obviamente iba a intentarlo, al menos hasta poder limpiarse las heridas y sentirse un poco más cómodo, recuperar parte de su dignidad.
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Mensaje por Jules L. Allamand Dom Mar 24, 2013 5:39 am

A Jules no le sentaba bien la compañía de los niños porque para crío ya estaba él, y cuando se juntaba con cachorros acababa sacando a relucir su faceta infantil en su extremo más bizarro. No tenía ningún instinto paternal y únicamente disfrutaba de la parte de los juegos, porque cuando tocaba cambiar pañales o arreglárselas con un bebé que lloraba el rubio era el primero en desaparecer de escena. Digamos que su instinto de protección estaba igual de atrofiado que su responsabilidad adulta, que se suponía que debía de tener por alguna parte pero que no conseguía encontrar por más que buscara en su interior. Tampoco la había buscado demasiado, en realidad. La cosa era que Jules pasaba perfectamente por uno más de los compañeros de los niños a los que a veces, por gajes de su oficio, tenía que entretener. No eran pocas las muchachas que se quedaban embarazadas y, al no tener con quién dejar a los críos, se los llevaban al cuarto que la Madame tenía para su uso privado como despacho. Era horrible tener a los pequeños en un lugar como aquel, pero el alma humana encuentra gozo hasta en las situaciones más adversas. Cuando el cambiaformas bajaba al despacho y oía ruidos infantiles dentro sabía que tal vez Adèle, la niña mulata de Berenice, o Joanne, la hijita de Birgit, estaban allí pasando la tarde. Generalmente se unía a sus travesuras hasta que alguien reclamaba sus servicios, ya era algo así como el tío Jules.

Sin embargo luego crecían y la vida no le regalaba nada a nadie, y en ese punto era donde el rubio se despreocupaba. No le conmovía demasiado que uno de aquellos adolescentes con los que antes jugaba se viera abocado a la mendicidad o algo peor. La cara oculta de París, la que los ricos intentaban ignorar, ese nido de vagabundos... bueno, era demasiado numerosa como para pasarlo por alto. Si uno tuviera que ponerse triste cada vez que un joven las pasaba putas se pasaría la vida llorando. Quizá sonara egoísta, pero así era Lombard, un vividor y un alegre soñador independiente. Cada uno se buscaba la vida, ese era su lema, y únicamente se contaban dos excepciones en él: el primero era Gènie, esa cortesana a la que con el tiempo había pasado a llamar su amiga, y el segundo un chico bastante peculiar que trabajaba bajo el mismo techo que ellos.

No le había costado nada enterarse de la historia de François, el burdel era un cuartelillo y no se podía guardar un secreto dentro, y la verdad es que al principio le costó mucho hacerse a la idea. Todos los días lo saludaba como si no le conociera, a pesar de llevar tres años yendo allí prácticamente cada jornada a hacer lo mismo. Para Jules era un misterio. Hablaban a menudo y el jovencito le contaba a veces las mismas cosas que ya le había narrado cien veces antes, ¿pero qué más daba? El cambiaformas seguía yéndolo a visitar, sobre todo si - como aquella noche - los clientes escaseaban. Había decidido cogerse el resto del día libre, porque en el fondo era su propio jefe y lo que le dijera la Madame le entraba por el oído y le salía por un sitio muy grosero. - No, soy Jules. - Explicó, acostumbradísimo a repetir la misma cantinela cada vez que se encontraban. - Trabajo aquí también, nos conocemos, nos llevamos bien porque soy un hombre encantador. - Se rió de su propio chiste y acabó de entrar en la habitación, cerrando tras de sí. - ¿Quién te ha hecho eso? Bueno, mejor no me lo cuentes. Te he subido una magdalena del bar. - Le dejó el bollo encima de la mesilla de noche y después caminó como Pedro por su casa hasta el ventanuco de la habitación, que abrió para que entrase un poco de aire fresco.
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Mensaje por François* Dom Mar 24, 2013 7:38 am

Sus orbes se habían quedado clavadas en aquel hombre, esperando que se diera media vuelta y se marchara sin dar más dolor de cabeza. Sin embargo, lo que ocurrió a continuación fue muy diferente, aquel desconocido entró, dando un nombre y una razón para comportarse de aquella manera tan confianzuda. El rubio se tomó unos segundos para si mismo, tratando de recordar algo que hubiera podido anotar en su diario y que le sirviera para poder afrontar aquel encuentro. El nombre ajeno no tardó en resonar por su mente: Jules, Jules, Jules...

No tenía solo una anotación referente a aquel muchacho, lo conocía desde hacía mucho, según lo que tenía apuntado, y además tenía muchas pequeñas notitas referentes a él. Agachó un poco la cabeza, sintiendo que sus mejillas ardían al rememorar algunas de ellas, pero por supuesto, la más importante de todas, escrita con mayúsculas y hasta redondeada para que fuera aun más llamativa si cabe, fue la que se superpuso a todas las demás, así que se repuso y alzó el rostro de nuevo, sonriendo y mirando la comida que le había traído.

Muchas gracias, no negaré que tengo un poco de hambre. — reconoció con voz suave, terminando por moverse de nuevo para dejar el trapo sobre la palangana y buscar algo que ponerse. Dio con una camisola grande, la cual se echó por encima bastante despacio para no hacerse mucho daño en las heridas. Cuando lo tuvo, y dado que le tapaba hasta los muslos, se sintió mucho más cómodo y se acercó a la mesita, para tomar la magdalena con una mano y comenzar a pizquearla con la otra, llevándose los trocitos a los labios y haciendo un sonidito de aprobación — Está muy rica. — aseguró, sonriendo más ampliamente. Seguramente no era la primera que comía, y habría repetido lo mismo tantas otras veces, siempre como si fuera la primera. Quizás eso era lo que atraía a los clientes de él — Jules, eres un amigo al que aprecio mucho. Supongo que de alguna forma consigues que cada día vuelva a tener confianza y a sentirme cómodo en tu presencia, porque suelo anotarlo en un diario. Esta mañana lo vi y aparecía bastantes veces tu nombre.

Movió la mano de la comida para extenderla un poco hacia el contrario y que tomara también un poco de esta si le apetecía, era cuestión de compartir y ser amables. Sentía curiosidad por él, la forma de entrar, cómo había hablado y demás daban a entender que podía ser un chico brusco, o simplemente que estaba más que harto de repetir todos los días la misma historia. De una forma u otra, quería saber más. Como cada día, en cada encuentro, siempre quería conocer más de su compañero.
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Mensaje por Jules L. Allamand Dom Mar 24, 2013 9:57 am

Casi nada lograba sorprenderlo después de estar casi setenta años rondando por el mundo, pero eso del diario hizo que arqueara ambas cejas y sonriera otra vez. Jules no escatimaba sonrisas, eso era algo que cualquiera podía corroborar. François nunca le había hablado de aquellas anotaciones, pero claro, sonaba bastante razonable dado que no tenía memoria para retener en su cerebro más de veinticuatro horas de recuerdos acumulables. Si el cambiaformas estuviera en su situación también querría escribir lo que le pasaba para echarle un ojo todas las mañanas. - Sí, te gustan mucho. - Le aseguró poniéndose de puntillas para revisar el marco superior de la ventana, que parecía estar algo suelto. - Ten cuidado con esto, los clavos están flojos. A ver si un día te asomas y te cae en el cogote. - Avisaría a alguien de mantenimiento, porque era de esperar que el chico no se acordara mañana de revisarlo él mismo.

Le daba igual que estuviera vestido o desnudo, la verdad, por su trabajo había visto de todo y François también aunque no fuera consciente. De todas formas era gracioso que después de tres años siguiera conservando el pudor de una doncella. ¿Sería eso lo que hacía que tuviera tanto éxito? No le faltaban los clientes, Jules lo sabía de primera mano. - ¿Y qué pone en ese diario sobre mí, eh? - En alguna ocasión le había comentado su condición de cambiaformas, así que el otro lo sabía. Otra cosa es que lo recordase, nunca le había visto en forma animal. Pellizcó un trozo de bollo y se sentó en una esquina de la cama a comérselo. La forma en la que masticaba recordaba un poco a los roedores de los que tomaba forma.

No le pasó por alto la palangana con el agua manchada de sangre, pero no hizo ningún comentario sobre ello. No había necesidad de hurgar en la herida, literalmente, porque además hablándolo no se le iban a curar los arañazos más rápido. Se preguntó qué susto se llevaría François al día siguiente al despertar y verse las magulladuras. - Luego puedes ir al balcón de atrás a mirar cómo encienden las farolas de la calle Pertre, siempre dices que parece Navidad. Yo solo veo luces iguales a todas las demás, pero... - Se encogió de hombros y se estiró para robarle un poco más de la magdalena.
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Mensaje por François* Sáb Abr 13, 2013 7:02 am

Era extraño, para una persona que cada nuevo día debía acostumbrarse a su situación, que le dijeran lo que le gustaba o no le gustaba. Eso era algo que debía saber él mismo, y no que supieran otros y él ni tan siquiera pudiera recordar a qué sabía una magdalena que parecía encantarle. No dijo nada al respecto, por supuesto, su compañero no tenía culpa de que se hubiera golpeado estúpidamente la cabeza y ahora no pudiera recordar por si mismo las cosas que le hacían sentir bien o mal.

Igual con otro golpe en la cocorota termino recuperando mis facultades normales. — bromeó, soltando una risita baja con respecto a que le cayera en la cabeza el marco de la ventana. Ya total, no es como que fuera a perder mucho, menos ese día que estaba desmemoriado y magullado. Se acercó a la cama, agarrando la palangana en cuestión tras notar su mirada y deslizándola debajo de la cama, para esconderla de la vista y que no fuera una situación incómoda. Aunque por cómo se comportaba el contrario, no creía que llegara a serlo. Sonrió con algo de timidez ante su pregunta sobre el diario, alzándose un poco de hombros. Evidentemente no podía contarle todo lo que allí ponía, pero sí algunas cosas — He puesto que Jules es un hombre amable, que es mi amigo, que me cuida y sabe lo que me gusta. También que eres...especial. — bajó un poco la voz, mordiéndose el labio inferior con algo de nerviosismo. Al parecer, y según lo que había escrito, el mayor le había confesado que era un cambiaformas, igual que su anterior cliente. Esto hizo que le diera un escalofrío y volviera la atención a la ventana, pizqueando una vez más de la magdalena — "Confío en Jules." Básicamente, eso es lo más llamativo. Aunque cada día es diferente, a veces parece que siento más devoción por ti, otras es más normal...supongo que cada día que nos vemos debe ser distinto.

Era lógico, a fin de cuentas no en todas las ocasiones podían estar juntos el tiempo suficiente como para que Fran quedara fascinado por su amigo, otros días podían darse situaciones en las que el muchacho viera en Jules la persona más increíble del mundo, o de su mundo al menos. En cierto modo era hasta curioso leer las anotaciones de los diferentes días, en su mente sonaban con tonos diferentes, mas animados, más excitados, más divertidos o menos...era como un libro en el que el protagonista viajara a diferentes dimensiones y conociera a la misma persona una y otra vez, solo que de distinta forma.

Me encanta la navidad. — dijo entonces, sonriendo más que amplio ante sus palabras. Aquello era amable, que se preocupara de los detalles que al chico le podían sacar una sonrisa, puede que fueran esas cosas las que hacían al rubio sentirse tan cómodo — Cuando llegan esos días, mi padre guarda el mejor pescado para nosotros y yo ayudo a mi madre a prepararlo. Queda riquísimo, y alguna vez invitamos a los vecinos, si la pesca ha sido buena. Ellos ponen otras cosas, como patatas, verduras o pan, y hacemos una gran comida. Una señora mayor hace unos postres deliciosos que huelen a canela. — se pasó la lengua por los labios, recordando tremendo manjar. Ahora, gracias a su trabajo, se podían permitir mucho más, pero eso él no lo tenía en cuenta — ¿A ti te gusta la Navidad? — dejó lo que iba quedando de la magdalena, que ya no era mucho, sobre la cama, mientras él buscaba su ropa para ir vistiéndose despacio, con cuidado. Quería ir a ver las luces, tal y como su amigo le había dicho — No sería raro que te hubiera invitado a pasarla con mi familia alguna vez. — porque si tan amigos eran, en seguida él tomaba confianza y quería compartir sus mejores momentos con quienes querían. Y el año anterior, así había sido. Había coincidido ese día con Jules y le había invitado a que fuera a cenar con los suyos, porque sabía que lo acogerían con los brazos abiertos, más aun si era alguien que lo cuidaba.
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Mensaje por Jules L. Allamand Mar Abr 16, 2013 8:50 am

Sabía que a François no se le iba a ocurrir en serio dejarse golpear por una ventana para ver si recuperaba la memoria, eso era absurdo hasta para alguien como Jules que llevaba el término temerario a un nuevo e insano extremo. Era una lástima que el chico estuviera condenado a vivir siempre el mismo día, pero en cierto sentido eso le hacía ser quien era. El cambiaformas lo apreciaba así, y como tampoco era muy amigo de dar vueltas a las cosas opinaba que lamentarse era una pérdida de tiempo si uno no iba a encontrar solución a su tormento: ¿podía el chico hacer algo para que su cerebro se recompusiera? No. ¿Para qué rumiarlo entonces? Quizá una de las razones de que los dos se llevaran bien era que el mayor nunca había cuestionado demasiado la condición del otro. Cuando alguien le contó en qué consistía la peculiaridad de François él la aceptó sin pegas, y desde luego nunca había tenido la intención de estudiar al pobre muchacho como si fuera un elemento de laboratorio, cosa que muchos - por descuido y no por maldad - pretendían conseguir atosigándole a preguntas sobre el trágico suceso que desencadenó su amnesia.

Jules prefería centrarse en aprender qué cosas le gustaban y cuáles no para poder recordárselas luego cuando se vieran, como lo de las luces de la calle Pertre, porque coincidiremos todos en que eso era algo sumamente más práctico. Parecía que también el chico pensaba así, porque si lo que decía era cierto en su diario el cambiaformas aparecía como un dechado de virtudes. Asintió cuando dijo que era especial. - Todo lo especial que pueden ser una ardilla o un ratón. - Puntualizó, girando a un lado y tumbándose boca abajo en la cama del muchacho. - Hay días que no nos vemos. Esos días no me llegas a conocer. - Normalmente tenía mucho cuidado con qué colchones tocaba dentro del burdel y cuáles no, porque piojos era lo mejor que podías pillar entre esas sábanas que habían visto y probado tantas cosas diferentes, a cual más insalubre. Sin embargo François era limpio, y apostaba a que los bajos de su colcha no estaban demasiado asquerosos. Se molestaba en cambiar de vez en cuando la ropa de cama.

Su historia sobre la Navidad era cálida y hablaba de una familia bien avenida que se tenía afecto, algo que Jules por experiencia propia desconocía realmente, y como acto reflejo el cambiaformas se llevó una mano al pecho para buscar debajo de su camisa ese colgante con una pequeña cruz de plata que era todo el vínculo que le unía a sus parientes. Ni siquiera tenía la certeza de que sus abuelos o su padre siguieran con vida, hacía demasiados años que había salido de Marsella para no regresar. Jugueteó con la joya entre los dedos mientras escuchaba el relato del chico. - Me parece una fecha como otra cualquiera. - Contestó encogiendo los hombros. - Cuando estás solo da lo mismo Enero que Julio. - Comentó sin ninguna clase de nostalgia ni rencor en sus palabras. - El año pasado estuve en tu casa. - No quiso entrar en detalles porque sabía que a los padres de François no les había gustado demasiado que su hijo tuviera un amigo que prácticamente le doblaba la edad y que venía del burdel. Habían extraído rápidamente la conclusión más lógica - que entre ellos había algo retorcido - y Jules notaba que se habían empeñado en rechazarle disimuladamente desde que puso el pie en su hogar. Ya tenía bastante con saber que era una decepción para su propia familia como para sentirse también la de los otros. - ¿Vamos a verlo?
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Mensaje por François* Mar Abr 16, 2013 11:07 am

Puede que no fuera el más listo, puede que perdiera regularmente la memoria, pero al menos seguía siendo capaz de intuir cuando alguien no quería seguir con un tema, sobretodo con las contestaciones cortantes o que no daban pie a seguir preguntando. De todas formas, se anotó mentalmente que al llegar a casa, antes de ir a dormir, le preguntaría a sus padres qué había pasado cuando Jules pasó la navidad con ellos. Sus padres no tenían por qué mentirle, ¿no? Solo le sonrió, asintiendo y buscando los pantalones para poder vestirse.

Vale, me apetece mucho verlas. — aseguró, terminando por ponerse una chaqueta encima. No era el conjunto más elegante del mundo, pero tampoco importaba. Se miró un momento al espejo, para comprobar que no tenía marcas visibles o algo desagradable que pudiera llamar la atención y luego se giró despacio a mirar al cambiaformas — ¡Listo! ¿Vamos? ¿Desde dónde las veremos encenderse? — él obviamente daba por hecho de que como mínimo saldrían del cuarto, porque si no vaya chiste.

Solo deseaba no encontrarse con ningún posible cliente por el camino. Quería pasar un rato con Jules, quería conocerlo y saber algo más de él, así que se le acercó un poco, mordiéndose el labio inferior. Lo había visto comer aquella magdalena y ya le había confesado qué tipo de animal era de el que tomaba la forma, ahora se preguntaba si realmente alguna vez lo habría llegado a ver. Según sus anotaciones en ninguna ponía que había jugado con la forma animal de su amigo ni nada parecido, así que quizás era algo nuevo...

Oye, Jules...¿alguna vez te he visto en tu otra forma? Digo...en alguna de las otras. — preguntó con curiosidad, mientras lo esperaba para ponerse en marcha y ser un completo seguidor en aquella pequeña aventura — He conocido hoy a un cliente que tomaba la forma de un perro enorme, al menos era bonito. Me da mucha curiosidad todo eso. — reconoció, sonriendo ampliamente. No era plan de pedirle directamente y con cara de cachorro que lo dejara ver cómo se transformaba, igual ni siquiera le gustaba hacerlo delante de gente. Así que solo lo dejaba caer, a ver qué pasaba.
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Mensaje por Jules L. Allamand Miér Abr 17, 2013 10:12 am

Lo miró sin mucho disimular de pies a cabeza cuando se vistió. Su anterior cliente le había dejado arañazos en la espalda y los costados, pero su piel era blanca y tersa y Jules entendía que los demás sintieran el impulso de acariciarlo. François era joven pero había perdido hacía bastante tiempo la redondez típica de la infancia, aunque le quedaban unas curvas que armonizaban estupendamente todas las partes de su anatomía sin durezas ni angulaciones. Parecía suave. Definitivamente tenía un cuerpo dulce que devorar como un melocotón maduro, pero no a mordiscos sino con delicadeza, despojándolo primero de la envoltura para poder lamer el almíbar de la carne a continuación. El cambiaformas se sintió muy frustrado por la forma bruta en que su visitante debía de haberlo tratado para dejarle esas marcas. Como buen amante que era - porque entre las sábanas se desenvolvía mejor que bien - le hervía la sangre cuando constataba torpezas en ese campo. François se le antojaba un juguete demasiado bueno para estar allí, y desde luego demasiado perfecto para que alguien le hiciera el amor de cualquier forma. - Desde la azotea se ven mejor, tendremos que subir. - Para lo cual también le convendría a él ponerse una chaqueta, pero le daba pereza volver a su habitación.

Se levantó de la cama y le abrió la puerta al chico, cerrando detrás de sí mismo y encaminándose a la escalera que los llevaría a los dos a la planta más alta del edificio. Llevaba puesta una camisa fina que se le pegó al cuerpo en cuanto la corriente de aire fresco pretendió jugar con ella, haciéndola ondear y moverse. Por fortuna sus pantalones eran más gruesos y no le importó verse sometido al clima algo fresco del exterior. Como tenía el pelo corto no le molestaba el viento, aunque se volvió para ver si a François se le estaba revolviendo ese cabello rubio que llevaba casi en melena. Se preguntó si el día de su accidente ya llevaba ese peinado y si sus padres se lo mantenían siempre igual para que no se asustara al despertarse y ver que le habían desaparecido unos centímetros de flequillo. Vaya cuestión más absurda. - No, nunca. ¿Te gustaría? - Sonrió sabiendo por qué el otro insistía al respecto. Seguro que quería conocer al ratón, pero... bueno, era difícil de explicar. - Cuando me transformo soy siempre un animal pequeño y no me siento cómodo fuera del bosque u otro lugar donde puedo esconderme bien. Ser una ardilla en medio de la ciudad equivale a exponerse a que la gente te haga daño. - Llevó al chico hasta la barandilla que daba a la calle Pertre y apoyó las manos sobre la misma, esperando que llegase la hora de encender todas las luces. - Si me transformo tienes que prometerme que vas a cuidar del ratón.
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Mensaje por François* Jue Abr 18, 2013 6:35 am

En cuanto le dijo a dónde irían, se puso en marcha. Claro que tenía que esperar a que él lo guiase un poco, pues ese día en especial no había tenido tiempo para poder recorrer todo el lugar y hacerse con cada roncón, así que iba un poco perdido. Además, le azoraba encontrarse con según qué cosas en las habitaciones que no cerraban, así que iba con la cabeza gacha, mirando al suelo y solo pendiente de su compañero. En cuanto llegaron a la azotea se sintió mucho más liberado.

Alzó un poco el rostro, tomando aire lentamente y volviendo a soltarlo. Para alguien que se criaba rodeado de pescado, aquello era todo el aire puro que podía desear, además no olía a sexo o sudor, algo a lo que no se podía acostumbrar, porque simplemente no recordaba que cada día estaba expuesto a esos desagradables aromas. Claro que al menos su cuerpo sí, y se le hacía mucho más llevadero que al principio. Abrió de nuevo los ojos para fijarse en Jules, sonriendo ampliamente antes de acercarse a la barandilla, escuchando sus palabras. No podía negar que lo entendía, ser algo muy pequeñito en un sitio donde la gente no ponía cuidado de dónde pisaba era algo muy arriesgado.

Es normal, yo creo que tampoco lo haría si no fuera lejos de toda la gente desconsiderada. — concedió, deslizando los dedos en el lugar en el que se apoyaban, mirando de nuevo a la calle. Cuando escuchó sus últimas palabras soltó una risita divertida, sin poder evitarlo. ¿Cómo no lo iba a cuidar? Encima que era él mismo quién se lo pedía, evidentemente lo protegería con su vida si hiciera falta — Me encantaría verlo, Jules. Y te prometo que no dejaré nunca que te hagan nada. Te cuidaré como cuidaría de mi mismo. — lo miró de nuevo, sonriendo de oreja a oreja. Era cierto lo que escribía, era algo inexplicable cuando tenía a ese cambiaformas cerca. Apenas necesitaba unos minutos para que su cuerpo cosquilleara y se relajara, para sentirse con él cómodo.

Dirigió de nuevo su mirada hacia la calle, mordiéndose los labios, aun algo enrojecidos por habérselos machacado tanto para no gritar durante el servicio de un rato antes. En ese momento solo podía pensar en su situación, en las cosas que se perdía. Obviamente en su corazón creía amar a aquella muchacha que fue su princesa, porque era lo último que recordaba, pero le bastaba avanzar un poco el día para darse cuenta de que aquello se había ido marchitando poco a poco. Pero aun así...¿qué importaba? Por ejemplo, solo tenía que mirar a Jules; era un hombre agradable, un hombre que le hacía sentir bien, que le cuidaba, y aun así nunca recibiría amor de su parte, ¿quién iba a querer entregarse a alguien que no lo reconocería al despertar a su lado? Y como el cambiaformas serían todos, nadie querría arriesgarse a algo así, ya ni qué decir las mujeres, ninguna en su sano juicio se tomaría el trabajo de reconquistar cada día a su hombre. François estaba destinado a estar solo y ni siquiera sufrir por ello. Qué tristes serían sus días cuando fuera un anciano y sus padres muriesen.

¡Mira, mira Jules! — señaló hacia la calle, mientras empezaban a encenderse las luces. Se le habían humedecido un poco los ojos por el ritmo de sus propios pensamientos, pero ni siquiera hizo mención alguna, como si no hubiera pasado, solo sonrió con infantil inocencia, con la boca entreabierta mientras veía aquel hermoso espectáculo — Es precioso. ¿Sabes? Al menos puedo ser feliz con estas pequeñas cosas a diario. Estoy seguro de que si las recordara cada día, haría mucho que habría dejado de fascinarme. — buscar el lado positivo de las cosas, eso era lo que debía hacer. Buscar lo positivo. Se movió un poco, solo un pasito a un costado, pegándose a su amigo y apoyando la cabeza en su hombro, con sus orbes fijas en las luces de la calle. Parecía relajado, tranquilo y hasta feliz. Pero el color blanquecino de sus nudillos denotaba que apretaba fuertemente la barandilla, casi como si tuviera miedo a caerse, controlando la ansiedad que internamente sentía, pero no quería demostrar o siquiera reconocer.
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Mensaje por Jules L. Allamand Sáb Abr 20, 2013 5:59 pm

En cierto modo no podía negar que le gustaba que François viviera cada día sin recuerdos del anterior, porque le permitía a Jules reinventarse de alguna manera. Podía escoger cada vez que lo "conocía" cómo quería comportarse con él, qué apariencia prefería dar, y el más joven lo creería porque lo único que le quedaba de otros momentos con el cambiaformas eran unas notas en un diario. No había cabida para el arrepentimiento en alguien que no se acordaba de haber hecho algo malo, y eso iba mucho con la personalidad del marsellés, que sin padecer del mismo trastorno que el muchacho sí compartía esa idea de la vida: había que exprimir cada día como si todo fuera nuevo y como si pudiera ser el último. François, por obligación y no por elección, era el ejemplo perfecto de esa filosofía que Jules encontraba tan natural seguir. - Vale. - Accedió sin comprometerse, solo dejando en el aire la promesa de que en un futuro, cuando se sintiera cómodo, se transformaría para él. Sabía que el menor cuidaría del pequeño animal con mimo porque la ternura iba implícita en su forma de ser, y era raro que eso le gustara cuando normalmente detestaba a la gente pusilánime y cursi. Lo suyo con el chico era una relación extraña.

Se dio cuenta de que algo andaba rondándole la mente a François porque generalmente hablaba más. Cuando subían a la azotea, cosa que por circunstancias de su trabajo no ocurría ni mucho menos todos los días, siempre comentaba lo que veía a su alrededor y cómo se sentía. Tenía una facilidad asombrosa para expresar sus emociones en voz alta como si hacerlo le sirviera para estar mejor, para depurar malos pensamientos. Jules en cambio solía callar lo que le cruzaba la mente cuando se trataba de sus interiorismos, aunque también era verdad que su lengua no conocía freno en cuanto a bromas y obscenidades se refería. - Tienes razón. - Vio lo blancos que tenía los nudillos y lo abrazó, terminándolo de apretar contra su costado, mirándolo de reojo mientras el muchacho observaba las luces. Qué puta era la vida a veces. - Nunca te he tocado. - Dijo de pronto, pues sentía la necesidad de hacerlo sin saber bien por qué. - Quiero decir que nosotros nunca... quería que lo supieras. Y eso que yo me quedo en pelotas en seguida delante de cualquiera que me guste y tú desde luego estás imponente. Pero bueno. Eso. Que somos amigos... creo.
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Mensaje por François* Dom Abr 21, 2013 7:08 am

Era sumamente inquietante, el no conseguir recordar nada y que sin embargo tu cuerpo pareciera estar al día de cada detalle, de cada gesto u olor. Sentir el brazo de Jules rodearle fue como cuando abres los ojos y tomas la primera bocanada de aire consciente, lo haces a cada momento, no lo sabes, pero cuando lo haces tu cuerpo lo reconoce. Difícil de explicar, simplemente sabía que no era la primera vez que lo tenía tan cerca. ¿Lo habría consolado alguna vez cuando se venía abajo? ¿O cuando un cliente lo trataba con extrema violencia correría a los brazos del cambiaformas a esconderse y buscar cobijo? No le extrañaría lo más mínimo, porque allí se sentía repentinamente mucho más seguro.

Los nudillos comenzaron a recuperar su color acostumbrado mientras él se iba relajando. No estaba solo, después de todo y pese a su problema, había conseguido hacer amigos y eso era importante, ¿no? Tener gente que te apoyaba. Incluso sabía que sus padres, pese a haber tomado la decisión de hacerlo trabajar como cortesano, lo cuidaban y lo harían hasta el día de su muerte. No era una situación sencilla para nadie. Aun pensaba en sus padres cuando escuchó aquellas repentinas palabras por parte del mayor, que lo hicieron abrir mucho los ojos y mirarlo, sin comprender a qué venía esa explicación tan repentina. No pudo evitar soltar una risita baja.

Lo sé. — aseguró. Y no es que lo supiera por recordarlo, es que era algo que quedaba bastante claro en su diario, y sabía que si lo hubieran hecho, lo habría apuntado en este sin dudarlo un segundo. Volvió la vista de nuevo hacia la calle, pero sin apartarse lo más mínimo de él — Si tengo clientes doy por hecho que no soy feo o al menos que no desagrado a la gente. — comenzó a decir, casi como quién está comentando algo que ha visto en otra persona en lugar de en si mismo — Y nos llevamos bien, te agrado, de no ser así no aguantarías tener que soportar las mismas tonterías un día tras otro, cuando no te recuerdo. — volvió a alzar el rostro y clavar los ojos en él, casi como si sus ojos hicieran ya la pregunta que brotaría de sus labios segundos después — ¿Qué es lo que te ha impedido llegar un día y hacer el amor conmigo? A fin de cuentas...no lo iba a recordar al día siguiente, sería como si nunca hubiera pasado. — eran cosas que pensaba, siempre tenía pensamientos similares corriendo por su mente. Como que cualquiera que lo odiara podría golpearle o insultarle y al día siguiente como si nada pasara. Si se olvidaba de anotarlo en el diario, o directamente que el otro no sabía que lo tuviera...sería perfecto, o eso pensaba — Y no me creeré una respuesta que tenga que ver con que yo me negaría...

Sus mejillas comenzaron a encenderse ante esas últimas palabras, hasta él notó el calor en su rostro así que bajó de nuevo la cabeza, entrecerrando los ojos y dejando que la brisa le removiera de nuevo el cabello. Jules no era feo, ni mucho menos. Estaba seguro de que si él se hubiera acercado con esas intenciones, jamás lo habría rechazado, menos aun teniendo que entregarse a todo tipo de clientes desagradables, ¿por qué rechazar el hacer el amor con alguien que no lo maltrataría? Sería casi como un alivio, un descanso, ese día sabría que podía disfrutar de aquello, que podía haber cosas mejores. Y tampoco creía que fuera porque el mayor pensara que él se iba a enamorar y le daría problemas, ¿cómo demonios pasaría algo así? O al menos, eso es lo que parecía, claro. Lo más lógico era pensar que él nunca se podría enamorar ni nada remotamente parecido.
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Mensaje por Jules L. Allamand Dom Abr 21, 2013 2:12 pm

Jules no era nada sentimental. No podía esperarse que acariciara el pelo de François dulcemente mientras le susurraba palabras tiernas, el día que eso sucediera habría que preocuparse por su salud, incluso su abrazo resultaba torpe. No obstante había algo en ese mozalbete que instaba al cambiante a querer proteger su bienestar, y eso para tratarse de él ya era una excepción notable a su regla de comportamiento habitual por la que cada uno era responsable de sí mismo. La perspectiva de Jules sobre la vida era una muy individualista, y si bien distaba mucho de considerar que la gente recibía lo que se merecía sí se abstenía normalmente de juzgar. Ser bueno o malo era algo tan relativo... mejor dedicarse sencillamente a sacar beneficio de las cartas que se tenían a mano. Él había podido llevar una existencia confortable y aburrida en su Marsella natal si se hubiese quedado en el caserón de sus abuelos, pero para desgracia de éstos se parecía demasiado a su padre y había salido trotamundos. Se imaginaba el disgusto de sus parientes cuando les llegó la noticia de que el joven había decidido irse de casa del abogado que lo había acogido como pupilo para acto seguido desaparecer en el vicio y la corrupción de la cara oculta de París. Afortunadamente nadie sabía de su profesión actual.

Habría sido raro que François no supiera de su atractivo, ya que como él mismo decía no le faltaban clientes y seguro que no acudían a su alcoba atraídos por su belleza interior. Que le faltara la memoria era algo sumamente conveniente para los que iban al burdel de tapadillo, que eran la mayoría, pero su aspecto de ángel hacía el resto. - Es una buena pregunta. - Para la que realmente carecía de respuesta. Sin alejarse del muchacho se acomodó mejor contra la barandilla relajando su postura, dejando el brazo derecho como caído por casualidad sobre los hombros ajenos. Las luces de la calle Pertre titilaban como estrellas a nivel de la calle, y a pesar de ser un espectáculo que había presenciado hasta la saciedad Jules se las quedó mirando con fijeza mientras pensaba qué contestarle. - No es que me sepa mal... yo no tengo reparos con nada. - Era en muchos casos un pervertido y orgulloso de ello. - Pero no sé, eres un crío... y joder, tienes amnesia, supongo que me sentiría como si estuviera abusando de la situación. - Y tampoco le gustaría que al día siguiente no lo recordase, para qué iba a mentir. Se tenía por un amante nada despreciable y le dolería mucho el ego si François olvidase su encuentro entre las sábanas con pasmosa facilidad.

Se dio cuenta de que se había ruborizado y le hizo mucha gracia. ¡Era un cortesano! Un ramero con vergüenza. - Eres una monada. - Bromeó, aprovechando que lo tenía agarrado para zarandearlo ligeramente con tono de guasa. No quería volver a bajar a su habitación y le daba lo mismo lo que Madame le reprochara después; ya era harto conocido en el lupanar que Jules Lombard andaba por allí como Pedro por su casa, que entraba y salía cuando le daba la gana y que cualquier intento de imponerle normas al respecto eran infructuosos. Le pareció que aquel era un momento como otro cualquiera para entretenerse con chorradas, así que decidiendo de golpe que cumpliría la promesa que le había hecho a François hacía un rato se separó de él apenas un metro y comenzó a transformarse. La ardilla y el jerbo formaban parte de él igualmente, pero siempre se sentía más cómodo como ratón y esa fue la apariencia que adoptó. Llevaba casi setenta años haciéndolo sin esfuerzo mediante un proceso que se conocía bien y cuyas molestias había aprendido a integrar en su interior sin mayor problema: primero encogía, luego le salía pelo, después crecían las orejas, los dientes y la cola y por último aparecían las garras. Huelga decir que durante el proceso los pantalones se le quedaron grandes, igual que la camisa, y ambas prendas cayeron al suelo. Solo al cabo de unos minutos se distinguió que un bulto minúsculo se movía bajo las telas.
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Mensaje por François* Sáb Abr 27, 2013 7:13 am

Probablemente de todo lo que había dicho, lo que más se quedó resonando en su mente fueron las palabras "eres un crío". ¿Realmente lo era? Los años pasaban por él y ni se inmutaba, tenía unos veinte años y su mentalidad y probablemente personalidad, seguían estancadas en los diecisiete, y así sería por siempre. ¿Acaso podría alguna vez dejar de ser un crío? A pesar de que su cuerpo cambiara, su actitud seguiría siendo como si le hubieran cambiado el alma. Apretó un poco los dientes, sin querer seguir con la conversación, ahora entendía la anotación de su diario, probablemente era una forma de ahorrarse ese tipo de malos tragos o rechazos.

De todas formas, ¿por qué demonios tenía que molestarle eso? No es como si pudiera pedirle nada al contrario, no es como si sus recuerdos retuvieran esos tres últimos años y pudiera haberse prendado totalmente del mayor. Sin embargo, al saber que sería totalmente imposible siquiera compartir una noche con él, algo en su vientre se removía de forma incómoda, se sentía fastidiado y casi repudiado por culpa de su estúpida amnesia. Se preguntaba si se habría sentido así alguna vez en compañía del cambiaformas, pero era algo que no podía saber. Sus palabras lo sacaron de su ensimismamiento, así como su zarandeo. Sonrió con suavidad, negando con la cabeza. ¿De qué le valía ser mono si luego lo único que atraía eran viejos verdes a su cama a cambio de unos francos? Nunca rodaría entre unas sábanas por amor, nunca sentiría en su piel como eran las caricias de un amante de verdad, y aunque no lo fuera a recordar, era triste saber que jamás pasarías por cosas así.

No soy mono. — protestó con tono suave, solo por decir algo, por hablar y escuchar su propia voz sonar de forma normal. Abrió los labios al sentir que se separaba, dejando escapar un suspiro, con los ojos aun clavados en las luces, así se mantuvo unos instantes antes de volver a hablar — Jules, en mi diario escribí algo sobre ti. Y no sé si lo que creo que siento está condicionado por eso, pero...— se había girado para poder hablarle cara a cara, dándose cuenta entonces de que allí no había nadie. Parpadeó un par de veces al pensar que lo había dejado hablando solo como un idiota, pero sus ojos repararon en las prendas de ropa y alzó las cejas, acercándose con pasos lentos y cuidadosos, hasta acuclillarse junto a aquellas telas, pegando el pecho a sus rodillas.

Vio aquel bulto moverse y en seguida sus labios formaron una amplia sonrisa, casi olvidando de golpe todo lo que había estado a punto de decir. De alguna forma, se había ahorrado un feo bochorno y un gran error. Llevó las manos a la ropa, abriéndola con cuidado. Sus movimientos eran tan delicados que parecían los de una dama, pero es que no quería hacerle daño. Cuando las retiró y descubrió a aquel pequeño roedor, no pudo evitar dejar escapar una risita encantada. Era impresionante, como alguien que había estado a su lado apenas unos minutos antes, había mutado hasta convertirse en aquella pequeña y encantadora criatura. Bueno, su madre no habría coincidido en lo de encantadora, probablemente lo habría perseguido a escobazos sin ningún tipo de piedad. Llevó las manos hacia él, por los lados, ahuecadas y juntándolas bajo su cuerpo, como si fuera a tomar agua de algún sitio, pero en esta ocasión para dejar al animalito en medio, en el hueco que se creó al unir ambas.

Cielos, eres precioso. — aseguró, mordiéndose el labio inferior y acercándolo a su rostro, para verlo mejor. No tenía idea de si podría hablar en esa forma o no, tampoco importaba, lo más lógico era que no pudiera, ¿no? — Jules, de verdad espero que seas tú y no estar hablándole a un ratón de la calle, me sentiría bastante estúpido. — dijo afectado, aunque se lo veía divertido con aquella situación. Sonreía y ya parecía ignorar sus problemas, concentrado en aquella especie de milagro. Las luces, su cliente, su drama, su enfermedad...todo se había esfumado en un momento. Quizás eso era lo que hacía al cambiaformas tan especial, que de una forma u otra, le ayudaba a olvidar.
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Mensaje por Jules L. Allamand Dom Abr 28, 2013 2:53 am

El comentario de François sobre las anotaciones de su diario no le pasó por alto, pero creyó que el chico querría preguntarle por algo que había escrito y no que no comprendía porque no lo recordaba. Como ya estaba transformándose cuando lo escuchó decidió que le interrogaría sobre ello más adelante, pero como casi siempre a los pocos minutos lo había olvidado. Parecía que el que padeciera amnesia fuera él y no el muchacho, pero es que Jules tenía una extraña capacidad para no almacenar en su mente recuerdos que considerara superfluos o que se acercaran lo más mínimo a una responsabilidad. Prefería hacer reír a François convertido en ratón que hacerle regresar de nuevo a ese diario suyo que a fin de cuentas era un remedio paliativo a una enfermedad que a ratos lo atormentaba.

Agradeció que lo tratara con esa delicadeza porque los ratones no eran animales hechos para resistir golpes. No tenían una piel gruesa como la de un rinoceronte ni cuernos o púas que pudieran emplear para defenderse. Sus puntos fuertes, al igual que los del propio Lombard, eran la agilidad y la velocidad, así como su aptitud para pasar desapercibidos. Cuando el chico se preguntó si no estaría hablando con un roedor callejero él estiró una patita y apoyó sus pequeños y mullidos dedos en la punta de la nariz del menor. No podía hablar pero sí comunicarse a su manera. Comenzó a asearse en el hueco formado entre las manos del muchacho, con el método de lamerse las manos y frotarse con ellas las orejas después. Acto seguido se irguió sobre las patas traseras y husmeó el aire, haciendo bailar sus bigotes, al tiempo que le guiñaba un ojo a François. El chico todavía no podría oírlo pero las orejotas de Jules captaban unos pasos en el piso inferior que se dirigían a la escalera por la que ambos habían subido minutos antes. Seguramente a no mucho tardar alguien aparecería a hacerles compañía en la azotea, tal vez una de las chicas.
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Mensaje por François* Dom Abr 28, 2013 7:08 pm

Sabía que lo que había querido escapar de su boca estaba mal, que probablemente solo le habría traído quebraderos de cabeza a su amigo y en cierto modo debía sentirse agradecido por haber salido de esa situación. Pero guardar cosa importantes siempre hace que se cree un nudo desagradable en tu interior, como si alguien te estuviera atando un cordón en la garganta y no te dejara respirar con normalidad. La ventaja que tenía el rubio es que al día siguiente no recordaría esa sensación, a fin de cuentas aquello iba a tener verdaderas ventajas, aunque visto desde otro lado; si no estuviera enfermo Jules no tendría que rechazarlo porque no se sentiría culpable, él podría decir lo que creía sentir, podrían...Parpadeó un par de veces, una vez más no quería seguir el hilo de esos pensamientos, ¿de qué iba su cabeza? Era más que obvio que aunque estuviera sano, aquello no habría llevado a ninguna parte, solo estaba confundiendo el cariño y el agradecimiento, nada más.

No pudo evitar sonreír como idiota ante aquellos movimientos del roedor, pensando que era la cosa más adorable que había visto en toda su vida -al menos que el recordara, claro-. Ladeó un poco la cabeza, evidentemente sin ser capaz de escuchar aquellos pasos aun lejanos, pero viendo aquel guiño que...fue un ataque mortal a lo que podía aguantar. Soltó una risita baja.

Oh vamos, ¿acabas de guiñarme un ojo? Por el amor del cielo, quiero meterte en una cajita y llevarte a mi casa para verte cada mañana lavarte de forma graciosa. — murmuró, con diversión y ternura en la voz. Dejó que el ratón quedara apoyado solo en una de sus palmas, para así poder usar el dedo índice de la mano libre para acariciarle la cabecita, justo entre las orejas. Era imposible no olvidar que aquel ser era un hombre, que era Juls. Despacio se echó hacia atrás, hasta quedar apoyado con la espalda contra la barandilla, haciendo una pequeña mueca al haberse olvidado por un momento de los rasguños. Agarró la ropa ajena y se la colocó tras el cuerpo, para darse comodidad, justo en el momento que la puerta se abrió. El rubio escondió un poco la mano, por pura inercia. Mantenía las rodillas alzadas, así que dejó esta en el hueco que quedaba entre sus muslos y su vientre y pecho, ocultando así al animalito de la vista de aquella despampanante mujer que acababa de entrar, encendiéndose lo que parecía una pipa de tabaco. Aquello le resultó de lo más...raro, no recordaba haber visto a una mujer fumando en pipa, así de larga además — Hola...— susurró, a modo de saludo. Ella dio una profunda calada y clavó sus ojos en él, formando luego una fría sonrisa que al rubio le puso los pelos de punta.

Vaya, vaya...pero si es la rubia consentida. — dijo ella, acercándose un poco más, contoneando las caderas. Era, a todas luces, una compañera de profesión, que al parecer lo conocía y no lo tenía en mucha estima, aunque aun no conociera los motivos — ¿Qué te pasa, desmemoriado? ¿Te ha dejado solito hoy tu amiguito?

Disculpe, ¿nos conocemos? — terminó por preguntar, tratando de mantener toda la educación posible, aunque la cara de ella no ayudaba a generar simpatía.

No voy a tomarme la molestia de decirte quién soy, mañana lo habrá olvidado tu atrofiada cabecita.

Oiga, yo no...

Cállate, me aburre tu parloteo y tu jueguito de niño necesitado. — Fran apretó los labios, visiblemente fastidiado por la actitud de aquella chica — Sigo sin entender qué ha visto Jules en ti. — en ese momento el rubio sintió que el corazón le comenzaba a latir más fuerte, obviamente sintiéndose algo emocionado por sus palabras. Pero no debía apresurarse, no debía sacar conclusiones precipitadas. Tampoco tuvo tiempo de preguntar a qué se refería — Él siempre tan libre, y aun así tiene la paciencia necesaria para tratar con un tullido mental. No lo entiendo, jamás lo entenderé. Oh, pero seguro que pronto le podremos poner solución. — ella sonrió, de manera filosa. De nuevo no respondió, esta vez porque algo le decía que no quería seguir indagando en el tema — Algún día te olvidarás de dónde estás, en cualquier momento te perderás en el bosque, no sabrás el camino a casa y los lobos te comerán.

¿Por qué me dice esas cosas? Yo no le he hecho nada. — al menos que recordara...no, y aunque no lo recordara, estaba seguro que no era de las personas que irían molestando a una mujer como esa. La cual se acercó algo más a su posición, dando otra calada y soltando el humo hacia él, inclinándose para eso, dejando casi escapar sus generosos senos de su apretado corpiño, soltando luego una risita filosa.

Cuando te hagas viejo ni siquiera tu inocencia te ayudará a sobrevivir. — siseó finalmente — ¿Qué escondes? — el muchacho apenas se había dado cuenta de que se había encogido un poco más al acercarse aquella fulana, siempre con cuidado de no aplastar al ratoncito, del cual no sabía ya si lo mantenía en la mano o no, de tan nervioso que estaba, solo en ese momento volvió a tomar conciencia de su situación y se recordó que Jules necesitaba su protección, no quería que esa loca lo encontrara y lo tratara de matar a base de taconazos.

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Mensaje por Jules L. Allamand Lun Abr 29, 2013 12:26 pm

La idea de que lo metieran en una caja no le emocionaba en absoluto, así que achinó los ojos como si pretendiera fulminar con la mirada a François. No sabía qué efecto tendría aquel gesto con su cara de ratón, pero si el guiño había funcionado seguramente aquello también. No estaba realmente enfadado, pero convertido en roedor podía hacer poco más que poner caras graciosas, y así interactuaba con el chico y de paso se entretenía. Se vio cobijado en el regazo del muchacho cuando la puerta se abrió y los tacones que llevaban un rato andando por la planta baja hicieron acto de presencia. Jules no necesitó ni dos minutos para identificar su olor, era esa fulana de tres al cuarto llamada Laura que se escudaba bajo el pomposo seudónimo de Yvette. Una grata compañía para todo aquel que tuviera simpatía hacia las víboras y demás reptiles venenosos. Había intentado seducir a Lombard desde que llegó al burdel, igual que a todos los demás hombres del local, y parecía firmemente decidida a conseguirlo a pesar de las sugerencias del rubio de que haría mejor buscándose una tarántula peluda.

No le gustó un pelo el cariz que tomaba la conversación pero no se veía capaz de intervenir convertido en ratón. Una persona sensata habría sabido que lo mejor era escabullirse de las manos del jovencito, correr a esconderse en un lugar con nula visibilidad desde el exterior, recobrar su apariencia humana y después regresar junto a ellos para poner en su lugar a esa furcia. Lástima que Jules no fuera en absoluto esa persona sensata. - ¡Zorra engreída! - Espetó, aunque todo lo que se le oyó fue un chillido agudo de roedor. A la velocidad de la luz el animalillo había saltado de las manos de François para aprovechar la proximidad de Laura y subirse a su cabeza, donde comenzó a propinarle fuertes tirones al pelo. Por la cuenta que le traía hizo dos cosas: moverse sin parar para que ella no pudiera agarrarlo y sujetarse bien, porque si no iba errado el baile iba a comenzar en tres, dos, uno...
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Mensaje por François* Mar Mayo 07, 2013 4:48 am

No podía creer que hubiera alguien tan cruel en un lugar así. Era un burdel, las mujeres estaban obligadas a prostituirse para poder comer, ¿no? En ese caso no tenía sentido que fueran malas entre ellas o con los compañeros. Sin embargo aquella serpiente parecía exhumar veneno por cada poro de su piel, hasta comenzaba a pensar que estaba trabajando allí por gusto propio en lugar de por obligación, y eso era realmente inquietante, ¿quién haría algo así? Apretó los labios, dispuesto a defender a Jules con uñas y dientes si aquella tipa quería acercarse demasiado, pero era tarde. El pequeño roedor se había tomado la justicia por su mano y saltado al pelo de la mujer, que al ver lo que ocurría no tardó en reaccionar.

Comenzó a gritar como una desesperada, dándose golpes en el pelo, tratando de quitarse aquel "bicho" de encima. Fran se levantó como impulsado por un resorte, rodeando a la desconocida para colocarse tras ella, buscando a su amigo con los ojos muy abiertos. Tenía miedo de que le clavara sus enormes uñas o le diera un golpe que lo lanzara a volar, así que en cuanto lo visualizó estiró las manos para agarrarlo. Ella parecía que ni cuenta se daba, seguía histérica, y el rubio estrechó los ojos con cierta malicia. No era de hacer cosas malas, pero realmente esa bruja se lo merecía. Se metió al ratón en el bolsillo de la camisa, mirándolo como advertencia y retrocediendo un par de pasos.

¿Qué estás haciendo? ¡Quítamelo, quítame esa rata inmunda! — chilló, encima de su supuesta situación, ella se dedicaba a dar órdenes, como si solo por eso el rubio fuera a obedecer. Pero este solo la miró, ladeando la cabeza como lo haría un cachorro que no entiende lo que le dicen.

¿Disculpe? Es que creo que mi mente tullida ha olvidado lo que estábamos hablando...— susurró con suavidad, llevándose una mano a la cabeza y rascándose el pelo.

¡Maldito y estúpido retrasado! — gritó frustrada, sabiendo que allí no iba a encontrar ayuda ninguna. Y mientras aun seguía golpeándose la cabeza ya con paranoia total, se dirigió a la puerta, probablemente para buscar a algún sitio donde pudieran ayudarla.

¡Se te ha metido en el moño! — avisó él, solo para hacerla sufrir un poquito más, y por el gimoteo frustrado que ella soltó, al parecer lo había conseguido. Fran sonrió, negando despacio con la cabeza mientras escuchaba los tacones resonar por las escaleras y ella se marchaba. Solo entonces suspiró, mirando hacia donde estaba el contrario, con el ceño fruncido — No deberías haber hecho eso, te podría haber dañado y yo habría sido un mal protector. — frunció los labios con cierto fastidio, suspirando y agachándose para recoger las prendas del mayor, tomándolas con cierto cariño en las manos, casi como si las abrazara contra su cuerpo mientras las sujetaba. En ese momento tenía muchos sentimientos encontrados; estaba enfadado con esa mala persona, preocupado porque pudiera haberle pasado algo al roedor y terriblemente feliz por sentirse tan protegido. Seguro que eran esos pequeños detalles los que hacían que el rubio se creyera totalmente encandilado con su amigo, pero eso no era posible, él no podía tener sentimientos a largo plazo, ¿no? — Igual es mejor que vayamos a otra parte, puede que mande a alguien a regañarme. Te parece bien?

Se quedó esperando algún tipo de señal por parte del contrario, para seguir los taconeos escaleras abajo. No iría a la habitación, no tenía ganas de ir allí, así que quizás se atrevería a salir a la calle y buscar un jardincito cera donde poder estar un rato con el animalito. No quería marcharse, tampoco que él se marchase, solo deseaba poder estar a su lado hasta que llegara la hora de volver a dormir y olvidar.

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Última edición por François el Miér Mayo 15, 2013 6:27 am, editado 1 vez
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Mensaje por Jules L. Allamand Mar Mayo 07, 2013 2:37 pm

Tironeó del pelo de aquella mala zorra todo el tiempo que pudo sin amilanarse por los viajes que le estaba pegando la susodicha a base de menear la cabeza como si de una maraca se tratase. Se la iba a desencajar de los hombros, aunque tampoco podía decirse que con ello el mundo fuese a perder demasiado. No debería haberse metido con François y más sabiendo, como ella misma había dicho, que Jules se preocupaba por él y lo tomaba bajo su ala protectora. Había pocas personas que al cambiaformas le resultaran relevantes pero no era un secreto que el muchacho se contaba entre ellas, y a tenor de ciertos numeritos que había montado alguna vez que un cliente había intentado propasarse con el chico ya todos deberían saber cómo se las gastaba Lombard. Le ocurría como con Gènie, su otra amiga allí, que en una ocasión gritó pidiendo ayuda porque había topado con un sujeto especialmente violento; en tres minutos apareció Jules en su habitación, sin ropa y completamente erecto porque le habían sorprendido a mitad de sus labores, cogió de las solapas al impresentable y lo lanzó por la ventana del primer piso sin contemplaciones. Afortunadamente había abajo un abrevadero de puercos porque el burdel estaba cerca de la casa de un tratante de ganado: el sujeto salió asqueroso pero sin un rasguño. Otras tantas anécdotas podrían contarse de clientes de François, y lo mismo que con los hombres qeu buscaban sexo el marsellés podía poner en su sitio a otras compañeras de profesión. Y sin el menor problema con ello, aunque fuese un ratón.

Hasta que no se vio de nuevo en el bolsillo de Fran no cejó en su empeño de tirar, morder y arañar, y solo se quedó quieto porque el jovencito se lo pidió y porque delatar su presencia podía traerle consecuencias desagradables al chico. Además no había más que esperar, Laura salió corriendo escaleras abajo como la histérica que era y el roedor esbozó una sonrisa triunfal que no intentó disimular cuando el muchacho le reprendió por su comportamiento. Asintió con la cabeza cuando propuso ir a otro lugar, haciéndole señas para que buscara su dormitorio. Se señaló a sí mismo en el pecho y luego simuló que dormía juntando ambas manos por las palmas y poniéndolas bajo un costado de su cabeza, inclinado ésta hacia un lado y cerrando los ojos. Tenía que volver a transformarse y vestirse, y prefería hacerlo en la intimidad de su cuarto. No quería ser más un animal tan pequeño por si se encontraban a cualquier otro con ganas de mortificar a Fran.



Off: no pasa nada, me imaginaba que estabas de líos :]
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Mensaje por François* Miér Mayo 15, 2013 6:58 am

Podría morir de amor allí mismo con aquel pequeño roedor. Los movimientos que hacía y la forma de comunicarse, eran tan humanos que de verdad resultaban adorables en un animalito. Creyó entender lo que le decía. Una cama, un lugar donde dormir, y el suyo propio ya que se señalaba si mismo. Esperaba no haberse equivocado así que asintió y aferró las ropas con más seguridad contra su cuerpo, comenzando a caminar para bajar por las escaleras en busca del cuarto ajeno. Obviamente no estaba seguro de cual era, así que tuvo que preguntar en un par de ocasiones a las compañeras que se encontraban por allí. Por suerte, no se encontró con ninguna víbora más en ese pequeño paseo.

Cuando le dijeron la puerta en cuestión, se acercó a esta y la abrió de forma apurada, deseando esconderse cuanto antes de todas aquellas personas que lo miraban con reconocimiento, mientras que él no tenía ni idea de quién era nadie. Se quedó un par de segundos contra la puerta, tomando aire antes de poder girarse a mirar aquella habitación. Se moría de ganas por verla, en cierto modo porque un cuarto era la representación de una persona, porque era la habitación de Jules, el lugar donde pasaba las horas, donde hacía el amor. Sus ojos se dirigieron a la cama mientras su rostro enrojecía ligeramente. Pudo imaginar por un momento como sería el roedor en aquella situación, como lo había estado él bajo aquel lobo. O no, sin duda no sería como él, su amigo tenía pinta de ser el que se ponía siempre encima.

Y esos pensamientos lo hicieron imaginarlo con más nitidez, encima, sustituyendo al lobo que lo había poseído. Su rostro se encendió aun más así que sacudió un tanto la cabeza, disimulando como que quería apartarse el cabello del rostro y adentrándose un poco más, buscando dejarlo sobre la cama, con las ropas al lado para que se pudiera vestir, mientras él le daba la espalda para dejarle intimidad.

Me pregunto cuántas veces habré estado aquí antes. En realidad me lo he preguntado con cada lugar que he pisado hoy. — reconoció, sonriendo mientras admiraba cada detalle, tratando de despejar su mente de pensamientos que no debía tener — ¿Crees que la madame se enfadará si solo atiendo a un cliente esta noche? No tengo...muchas ganas de volver a estar con un desconocido. — confesó, haciendo una mueca al sentir aun las heridas de su cuerpo, y sin darse cuenta de que esa frase decía mucho más de lo superficial, especialmente con el final, "con un desconocido".
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Mensaje por Jules L. Allamand Miér Mayo 15, 2013 7:11 am

Jules se sentía bastante seguro para ser un ratón bajo los cuidados de François, que hasta para eso era dulce y delicado. Todo lo contrario a él que no se caracterizaba precisamente por su ternura, ni en la cama ni en cualquier otro campo. El pequeño roedor bufó enrabietado cuando pasaron por la puerta de la habitación de Laura, ya que olía a la cortesana dentro recuperándose del susto de antes, pero no le salió un gruñido muy fiero puesto que sguía siendo enano. Antes lamentaba que le hubiera tocado la suerte de convertirse en algo tan insignificante, pero con el tiempo lo había aceptado y aprendido a disfrutar de ello. Nadie reparaba mucho en los bichos de su tamaño y eso le dotaba de algo muy parecido a la invisibilidad. Viajó bastante conforme en el bolsillo del chico hasta que entraron en su cuarto y Fran cerró la puerta dejándolo sobre la cama.

No podía decirse que tuviera el cuarto hecho una pocilga pero tampoco era un ejemplo de organización: se notaba que si nadie le obligase a mantener las cosas más o menos en su sitio el caos imperaría en el lugar, ya que Jules no parecía demasiado amigo de doblar la ropa o estirar la colcha. La ventana estaba abierta porque al cambiante le encantaba la brisa fresca: era a la vez algo higiénico y que le ayudaba a combatir el calor que casi siempre le estaba molestando, era todo lo opuesto a friolero. En cuanto el muchacho depositó sus ropas junto a él comenzó a transformarse, encontrando bastante gracioso que François se diera la vuelta. Era un cortesano extrañamente pudoroso, y por respeto a eso únicamente Jules accedió a ponerse los pantalones antes de ir a su lado. - Que le jodan, Fran. Puedes hacer lo que te apetezca porque ya te has ganado el sueldo. - Chasquó la lengua mientras le levantaba un lado de la camisa para examinar los arañazos que aquel bruto le había dejado en la piel. - ¿Quieres que salgamos a dar una vuelta, tienes hambre, quieres quedarte aquí? - Le acarició el pelo y se lo apartó de la frente antes de atraerlo a un abrazo forzoso empujándolo de la nuca con su antebrazo. - No hagas caso de nada de lo que te ha dicho Laura arriba, es una puta muy amargada.
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