AÑO 1842
Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.
Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.
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El principio de lo que debes sentir || Privado
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El principio de lo que debes sentir || Privado
por Cora A. Samaras Mar Ene 06, 2015 5:34 pm
“Cada vez que nos lancen una piedra, debemos devolverles una rosa, porque el amor es el único antídoto del odio”
— Jacinto Convit
— Jacinto Convit
Era difícil comenzar otra vez, pero cuando ya tenias siglos cambiando el rumbo de tu vida, parecía que solamente necesitabas chasquear tus dedos para poder obtener un resultado diferente de ti mismo. Lamentablemente no podía cambiar mi aspecto, esa era un pequeño inconveniente, pero cuando todos tus conocidos habían muerto ya hace muchos siglos atrás, no importaba realmente como te verías, porque las personas por conocer no se darían cuenta que tenias el mismo rostro desde más de dos mil años.
La noche tenía su propia orquesta, compuesta por una grandiosa melodía; dulce y apasionada. Todo lo que se me presentaba era prácticamente tan perfecto, que podría llorar de felicidad. El respirar de la gente durmiendo, resguardada en sus casas, se calaba entre los oídos, llegando a lo más profundo de mi alma atrapada en este cuerpo muerto. En esos momentos no estaba triste, ni tampoco angustiada por mi soledad inminente, me sentía como una jovencita enamorada, amante de la vida que veía nacer y morir frente a mí cientos de personas cada vez que la muerte; y a mí. Se le antojaba. Yo no cambiaba de aspecto superficial, siempre quedaría con la misma edad, el largor de mi cabello se estancaría en donde estaba. Pero puedo decir que internamente había podido cambiar, no sabía si había sido para bien o para mal pero lo había logrado.
—Ah…— suspire en un leve susurro mientras me encaminaba entre la noche en aquel mundo que prácticamente era nuevo para mí, porque aunque lo conocía como la palma de mi mano, siempre habían cambios que en ocasiones podrían llegar a aturdirme y hacerme perder por unos segundos de la realidad, hasta que comprendía que habían sido los humanos en sus horas diurnas que habían tratado de mejorar su ciudad para la convivencia entre ellos. Al final el mundo era totalmente de ellos, nosotros solamente estábamos en la sombras mirando los cambios que promovían a su antojo. Comenzaba a extrañar los lugares que a mi madre le gustaban. ¿Por qué no iba por un tiempo a las tierras lejanas del oriente? Sería diferente estar sola en ese lugar, pero tal vez fuera más que satisfactorio.
Me di cuenta, tal vez muy tarde que había tropezado con alguien, me había perdido entre mis recuerdos de aquella temporada en la tierra de gente con rasgos definidos y de educación refinada. Mi reacción normal fue dejar salir un leve gruñido a un bajo tono, di un paso hacia atrás, el olor de aquella persona era diferente, pero me había golpeado mi nariz con su espalda y por eso no captaba casi nada. ¡Qué descuidada había sido!. Tuve que regañarme internamente, parecía una neófita rondando por lugares inexplorados. Estaba tan en las nubes que no me había dado cuenta de la presencia de alguien cerca mío… —Ah lo siento… mi culpa— susurre mientras miraba hacia el suelo notando los zapatos de aquel ser que parecía ser un hombre, alce mi mirada y me encontré con un rostro marchitado por las horas de trabajo, sonríe levemente. Era un simple humano, pero algo en el hacía que un interés despertara dentro de mí.
Cora A. Samaras- Vampiro Clase Alta
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Fecha de inscripción : 13/07/2012
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