No hay que pensar, hay que sentir. · Libre ·

por **Gracë Fausten** Vie Oct 21, 2016 8:45 am

“Pensar es el peor error que un balarín puede cometer.
No hay que pensar, hay que sentir”

(Música de ambiente)
···

La dificultad está tan solo en los ojos del temeroso, sin embargo, el que más ímpetu tenía por la vida, ese, era el ser más feliz sobre la tierra, ya que al ser optimista, los obstáculos se liberaban de su camino con suma facilidad. Y Grace era en parte optimista, pero jamás dejaba de lado los posibles peligros que acechaban en cualquier camino. Ella, cautelosa pero sin miedo, solía siempre aconsejar de buena manera sobre cualquier aspecto de la vida, aunque en esencia, le faltaba aún mucho por vivir. No podía, por ejemplo, dar consejos a una madre de cómo criar a su hijo, pero de forma innata, sabía qué palabras o modos de actuar tenía que describir con su dulce voz, para que aquel no se sintiese engañado por alguien que no había sufrido en sus pieles el mismo "mal".

Ella, no era buena, tampoco malvada, hacía lo necesario para ayudar pero tampoco se desvivía en hacerlo. simplemente cuando aquel que necesita ayuda se cruza en su propio camino, es cuando ella decide hacer algo al respecto.

Hacía poco que había llegado a París. Aún no se había encontrado con su hermano y a penas estaba de nueva mudanza. Acababa de llegar y quizás sus prioridades solían ser distintas a la de la gente normal. Por eso, quizás fuese que solía encontrarse con gente de lo más interesante y variopinta, llegando a un extremo que cualquier persona sería incapaz de conocer por estar tan atareados con sus aburridas vidas. Ella, feliz y delicada cual flor de principios de verano, caminó hacia una de las salas que había pedido que le dejasen como favor, ya que las clases ya habían acabado y nadie solía usarlas cuando el sol estaba por caer. Era en ese justo momento que le gustaba bailar ballet clásico, con un vestuario de color empolvado y con la sutil gracia que sus movimientos portaban. Quedaba poco para que el sol se fuese y así le gustaba danzar, dejando que el sól cayese de forma vaya reflejado en los espejos, decorando aquel paisaje de un dorado espectacular, tan lleno de vida. Ella, tan sólo escuchaba la música que sin estricdencias se mecía suave al igual que cada uno de sus movimientos.

···

por **Anouk Oldekamp** Jue Nov 03, 2016 8:14 pm

Su vida cambió demasiado. Fue tan drástico todo lo que fue transformándose, que quizá no se dio cuenta de algunas cosas. Ya no vestía trapos austeros, de esos que quizás tenían rasgaduras o uno que otro hueco que se podría disimular. Era de nuevo una señorita de sociedad. La que se suponía debía convertirse desde que había nacido en cuna de oro. A veces eso le hacía sentir felicidad absoluta, otras veces prefería refugiarse en momentos que sólo vivió en aquella choca. Fue una etapa de su pasado en el que pudo sentirse feliz. No era una malagradecida, siempre daba gracias a Dios por las nuevas oportunidades, sin embargo todo era un gran tormento, mismo que le provocaba ganas de vomitar en el momento en que no podía asimilar todo al mismo tiempo. ¿Acaso el ser humano no podía tener una vida tranquila y normal?

Parecía que no, en algún momento debía resignarse, se estaba tardando en hacerlo, pero debía resignarse. ¿Alguna formula para poder controlar las emociones disparadas? Suspiró.

Se encontraba a un lado de Angelique, una bruja que mostraba una parte que no existía para con ella. En Angelique no había nada bueno, sin embargo le salía muy bien la actuación, por eso quizá, más la forma en que la jovencita veía al mundo, es que se creía de su bondad. Habían ido de compras. Muchos vestidos para cada una, algo que no recordaba haberlo hecho con su madre biológica. Aunque la tela era muy fina, no se creía merecedora de tales regalos. Anouk deseaba poder comprar vestidos más modestos y con el resto del dinero ayudar a niños de la calle, sin embargo la hechicera se negaba, y justificaba la pobreza ajena con la flojera, cosa que ella no recordaba existiera cuando se encontraba secuestra.

Anouk no supo en que momento fue que llegaron al College du France, sólo pestañeó al mismo tiempo que asentía y observaba como la mujer se iba perdiendo de su visión. Cómo se le había dejado total libertad, avanzó por todos los pasillos, pero fue la música la que atrajo su atención, y silenciosa, lo más que pudo, observó en el marco de la puerta a una jovencita que danzaba con armonía.

por **Gracë Fausten** Lun Nov 21, 2016 9:51 am

“La belleza de sentir, con los ojos cerrados
y el corazón abierto."

La música parecía fluir por cada rincón de aquella sala, rebotando en sus pareces, haciendo que la propia melodía teleportase a aquella muchacha a un tiempo anterior quizás y a un lugar que muy lejos estaba de parecerse a aquel. Al ser practicamente ciega, le permitió aferrarse como nadie a aquellos otros sentidos que la gente no solía agradecer, haciendo que pudiese percibir mucho más con mucho menos de lo que la gente normal podía. Su historia era extraña, ya que la ceguera ha estado siempre en su vida, pero en cambio, supo cómo arreglárselas para poder ver, con un alto precio que pagar. De ahí que pudiese arreglárselas la mayor parte del tiempo, sin ningún hombro en el que apoyarse y sin ser repudiada por su defecto.

En resumidas cuentas, su magia era lo que le permitía ver como una persona normal, y al usar ésta, no podía centrarse en su vista por lo que quedaba desprovista de la vista, salvo por aquellas pequeñas ayudas que su don mágico le permitía poseer. De ahí que se sobreentendiese que su ceguera se debía a que un gran hechizo debía estar ocupando la mayor parte de su magia, mientras que para el resto de mortales, se debía a una enfermedad que atacaba a la vista y que en ocasiones se retenía al igual que cualquier otro mal. Y fué aquel, su sentido de la intuición lo que le permitió darse cuenta de que no estaba sóla en aquel lugar. En lugar de apagar la músca, se acercó hacia la puerta, buscó y tomó las manos ajenas, y la hizo entrar hasta la mitad de la sala, retirándose no más que unos pasos hasta dar con la pared, separándose de aquella que despedía un olor tan agradable como el de la flor del naranjo.

- Simplemente siente la música.- Musitó con un tono de voz melodioso, suave, que no pretendía sinó hacer sentir a aquella completa desconocida ese pedazo de paraíso que se podía llegar a sentir de olvidarse del resto del mundo por tan sólo unos minutos.

···

por **Anouk Oldekamp** Sáb Feb 04, 2017 11:18 am

Anouk disfrutó de aquella pequeña presentación, misma que la llevó a recordar momentos de su niñez. A su madre siempre le gustó el teatro, más aún sí se trataba de una mezcla exquisita con la música y los movimientos humanos. A la pelirroja nunca le pareció tan interesante, de hecho prefería hablar de temas laborales con su padre, aunque éste último en ocasiones la regañaba por inmiscuirse en temas de hombres. En ese instante disfrutó del baile e incluso sintió gran envidia de hacía la joven, dado que en su vida había bailado. Una pena verdadera.

No quiso interrumpir, mucho menos ser inoportuna. Anouk se sintió avergonzada por ser tan entrometida, nunca fue demasiado curiosa, pero quizá el momento en el que estaba viviendo y su añoranza la hicieron reaccionar de tal manera. No se le podía culpar, seguía siendo una pequeña con destellos de niñez a causa de la interrupción que tuvo por el secuestro.

Parpadeó al notar la cercanía de aquella persona, y respingó cuando sintió aquellas manos frágiles sobre las suyas. El taco había sido cálido, incluso con aires fraternales. No hubo peligro alguno que percibiera, así que avanzó, y cuando se dio cuenta de lo que estaba pasando, se quedó simplemente estática. ¿Qué más podía hacer?

- ¿Sentir la música? – Cuestionó sin poder entender a qué se refería. Durante su secuestro, se programó para poder oprimir sus sentimientos de tal forma, que las situaciones que vivía o veía, no llegaran a alterar su paz interior, quizá por eso no comprendía el tener que sentir la música. – No comprendo – Se sinceró, de nuevo volvió a apenarse.

- Enséñame a sentir la música – Pidió con completa timidez. Quizá si aprendía de nuevo a sentir, la vida le enseñaría cual es el camino a tomar en su destino.

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