AÑO 1842
Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.
Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.
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Recuerdo del primer mensaje :
Sentía el escozor en las heridas cada vez que pasaba por ellas el trapo humedecido en algo de agua. Su rostro formaba inconscientemente una mueca de incomodidad, pero no emitía sonido alguno. Estaba sentado en la cama, la cual estaba en un estado deplorable, toda alborotada por la reciente actividad. Aun desnudo, se limpiaba los rasguños que aquel animal le había causado en los costados, al aferrarse con las patas a este, sin cuidar no hacerle daño con las garras.
Dejó escapar un suspiro, humedeciendo el trapo en la palangana que tenía en la mesita auxiliar, escurriéndolo para ver el agua teñida ligeramente de carmesí caer de nuevo. Había leído esa misma mañana su diario, como hacía siempre. Sin duda, lo del "Hombre perro" se le había quedado grabado, fue casualidad que ese día aquel cliente hubiera decidido aparecer por allí, solicitando sus servicios. "No gritar, no asustarse, le gusta hacerlo en forma de animal, hace daño con las patas, le gusta que sea sumiso." Después de haber pasado sus ojos por aquellas palabras, definitivamente lo último que quería era estar con aquel hombre, pero no es como que pudiera negarse. Ahora sufría las consecuencias de un encuentro con un cambiaformas, al que ya había conocido en varias ocasiones, pero que obviamente no recordaba. Había seguido todas las pautas marcadas, por difícil que le hubiera resultado, y se sorprendió al notar que su cuerpo parecía hecho a aquello, aunque su mente se resistiera a aceptarlo. Aquel enorme can lo había montado como si no fuera más que una perra, mordiendo su nuca para humillarlo aun más, pero sin duda el pago había sido generoso, mucho.
Escuchó ruido en la puerta, así que alzó despacio el rostro, viendo allí a un hombre que obviamente no reconoció. Sin embargo, como tantas sensaciones que su cuerpo parecía experimentar completamente ajeno a su cabeza, sintió una agradable calidez en su vientre y su pecho. Un cosquilleo se extendía desde su torso hacia sus extremidades, terminando en sus dedos. Era extraño, pero no le quiso dar más importancia en un principio y solo se cubrió un poco su intimidad, encogiendo las piernas sobre la cama y dedicándole al desconocido una cálida sonrisa. No iba a gruñirle, a quejarse o gritarle, ¿qué culpa podía tener él de que un animal le hubiera dejado los costados y la espalda arañados y mordidos? O de que no pudiera recordar nada, de que su vida fuera un completo misterio.
— Disculpe, ¿le ha mandado la madame? Porque me temo que ahora mismo no podría atenderle. Podría venir en un rato si gusta, o buscar la compañía de algún otro compañero. — murmuró, con tono dulce y relajado. No podía decirle que no directamente, si era trabajo tenía que hacerlo, estuviera como estuviera, pero si podía simplemente evitarlo, obviamente iba a intentarlo, al menos hasta poder limpiarse las heridas y sentirse un poco más cómodo, recuperar parte de su dignidad.
Sentía el escozor en las heridas cada vez que pasaba por ellas el trapo humedecido en algo de agua. Su rostro formaba inconscientemente una mueca de incomodidad, pero no emitía sonido alguno. Estaba sentado en la cama, la cual estaba en un estado deplorable, toda alborotada por la reciente actividad. Aun desnudo, se limpiaba los rasguños que aquel animal le había causado en los costados, al aferrarse con las patas a este, sin cuidar no hacerle daño con las garras.
Dejó escapar un suspiro, humedeciendo el trapo en la palangana que tenía en la mesita auxiliar, escurriéndolo para ver el agua teñida ligeramente de carmesí caer de nuevo. Había leído esa misma mañana su diario, como hacía siempre. Sin duda, lo del "Hombre perro" se le había quedado grabado, fue casualidad que ese día aquel cliente hubiera decidido aparecer por allí, solicitando sus servicios. "No gritar, no asustarse, le gusta hacerlo en forma de animal, hace daño con las patas, le gusta que sea sumiso." Después de haber pasado sus ojos por aquellas palabras, definitivamente lo último que quería era estar con aquel hombre, pero no es como que pudiera negarse. Ahora sufría las consecuencias de un encuentro con un cambiaformas, al que ya había conocido en varias ocasiones, pero que obviamente no recordaba. Había seguido todas las pautas marcadas, por difícil que le hubiera resultado, y se sorprendió al notar que su cuerpo parecía hecho a aquello, aunque su mente se resistiera a aceptarlo. Aquel enorme can lo había montado como si no fuera más que una perra, mordiendo su nuca para humillarlo aun más, pero sin duda el pago había sido generoso, mucho.
Escuchó ruido en la puerta, así que alzó despacio el rostro, viendo allí a un hombre que obviamente no reconoció. Sin embargo, como tantas sensaciones que su cuerpo parecía experimentar completamente ajeno a su cabeza, sintió una agradable calidez en su vientre y su pecho. Un cosquilleo se extendía desde su torso hacia sus extremidades, terminando en sus dedos. Era extraño, pero no le quiso dar más importancia en un principio y solo se cubrió un poco su intimidad, encogiendo las piernas sobre la cama y dedicándole al desconocido una cálida sonrisa. No iba a gruñirle, a quejarse o gritarle, ¿qué culpa podía tener él de que un animal le hubiera dejado los costados y la espalda arañados y mordidos? O de que no pudiera recordar nada, de que su vida fuera un completo misterio.
— Disculpe, ¿le ha mandado la madame? Porque me temo que ahora mismo no podría atenderle. Podría venir en un rato si gusta, o buscar la compañía de algún otro compañero. — murmuró, con tono dulce y relajado. No podía decirle que no directamente, si era trabajo tenía que hacerlo, estuviera como estuviera, pero si podía simplemente evitarlo, obviamente iba a intentarlo, al menos hasta poder limpiarse las heridas y sentirse un poco más cómodo, recuperar parte de su dignidad.
François*- Prostituto Clase Baja
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Re: • Debes ser alguien importante •
En cuanto tuvo al cortesano a su lado, lo miró con una sonrisa suave. Era agradable obtener su permiso para dejar de trabajar por esa noche. Una tontería a fin de cuentas, pues Jules no era su jefe, pero tener el visto bueno de alguien que tenía más experiencia era suficiente para el muchacho rubio. Apretó un poco los labios al notar como miraba sus heridas, recordando de nuevo esa extraña experiencia y agachando la mirada.
— No lo hizo realmente a posta...— comentó, tratando de disculpar a su cliente. Puede que lo hiciera porque necesitaba creer en que aquel maltrato había sido por instinto y no porque lo odiara o fuera una mala persona. Volvería a verlo, no era la primera vez que ese cliente reclamaba sus servicios — Él era como tú, ya sabes, un hombre con una habilidad especial. Solo que era más grande y tenía garras.
Notó esa caricia en su cabello, ese agarre, y creyó que el corazón le latía más fuerte. ¿Por qué sus sentimientos parecían haberse desbocado de un momento a otro? Vale que el roedor lo había tratado bien, le había traído comida, había mostrado algo de si mismo y finalmente lo defendió frente a una mala persona, pero...Maldito fuera por ser tan tonto y enamoradizo. Pegó la frente contra el pecho del contrario, ignorando el hecho de que estaba contra su piel desnuda, ya que solo se había puesto los pantalones.
— ¿Estará bien si solo nos quedamos así? — susurró, terminando por rodear a su amigo por la cintura, buscando cobijo entre sus brazos, contra su cuerpo — Ella no debe ser muy feliz. Alguien que es feliz con su vida no necesita humillar a los demás, hacerles daño con sus palabras. — murmuró, negando con la cabeza, consiguiendo al hacerlo un movimiento de fricción contra su piel la mar de agradable — Gracias por defenderme, Jules. Eras pequeño, podrían haberte hecho daño pero aun así saltaste cuando viste lo que me decía. No sé cómo podría agradecer algo así. — cerró los ojos, pensando que podría quedarse allí perdido el resto del día, quizás de la vida, que en su caso era más o menos lo mismo.
— No lo hizo realmente a posta...— comentó, tratando de disculpar a su cliente. Puede que lo hiciera porque necesitaba creer en que aquel maltrato había sido por instinto y no porque lo odiara o fuera una mala persona. Volvería a verlo, no era la primera vez que ese cliente reclamaba sus servicios — Él era como tú, ya sabes, un hombre con una habilidad especial. Solo que era más grande y tenía garras.
Notó esa caricia en su cabello, ese agarre, y creyó que el corazón le latía más fuerte. ¿Por qué sus sentimientos parecían haberse desbocado de un momento a otro? Vale que el roedor lo había tratado bien, le había traído comida, había mostrado algo de si mismo y finalmente lo defendió frente a una mala persona, pero...Maldito fuera por ser tan tonto y enamoradizo. Pegó la frente contra el pecho del contrario, ignorando el hecho de que estaba contra su piel desnuda, ya que solo se había puesto los pantalones.
— ¿Estará bien si solo nos quedamos así? — susurró, terminando por rodear a su amigo por la cintura, buscando cobijo entre sus brazos, contra su cuerpo — Ella no debe ser muy feliz. Alguien que es feliz con su vida no necesita humillar a los demás, hacerles daño con sus palabras. — murmuró, negando con la cabeza, consiguiendo al hacerlo un movimiento de fricción contra su piel la mar de agradable — Gracias por defenderme, Jules. Eras pequeño, podrían haberte hecho daño pero aun así saltaste cuando viste lo que me decía. No sé cómo podría agradecer algo así. — cerró los ojos, pensando que podría quedarse allí perdido el resto del día, quizás de la vida, que en su caso era más o menos lo mismo.
François*- Prostituto Clase Baja
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Re: • Debes ser alguien importante •
Una vez más excusaba a todos los que intentaban hacerle daño. A Jules le gustaría que el chico tuviera un poco más de sangre en las venas y un carácter más fuerte porque se preguntaba qué sería de él si alguna vez le pasaba algo al cambiaformas y ya no podía protegerlo más. Era muy presuntuoso de su parte suponer que François no iba a saber sacarse solo las castañas del fuego, pero le causaba una desazón inexplicable imaginarlo todos los días en aquel burdel sin su compañía. Como si Lombard hiciese algo útil por él... A lo mejor el que no sabría qué hacer sin el otro era él mismo y no al contrario. Le había tomado cariño a ese crío. No pudo evitar una de sus sonrisas traviesas al ver la oportunidad de hacer otra escaramuza verbal. - Apuesto a que yo tengo más habilidades especiales que él. Y además si realmente se me pareciera no te habría dejado marcas; un hombre que hace daño a otro en la cama es porque no sabe hacerlo gritar de otra manera. - Se rió entre dientes dejando claro que sus clientes gritaban por otra cosa y no precisamente de dolor.
No le sorprendió que el joven mostrara esa confianza con él como para abrazarlo, realmente cada vez necesitaba menos tiempo para caerle en gracia a Fran todos los días. A lo mejor eran sus ganas, pero le daba la sensación de que aunque el muchacho no pudiera recordarlo conscientemente sí sentía en el fondo que lo conocía. O eso quería pensar Jules. - Me la suda si Laura es feliz o no. - Se sinceró. - Eso no le da excusa para tratarte mal. - La evaluación psicológica de aquella ramera le interesaba bien poco, cada uno tenía sus problemas y al marsellés no le gustaba nada que la gente se escudara tras ellos para cagarla una vez tras otra. - Nah, no ha sido nada, soy un bocas y nunca agacho las orejas cuando se meten conmigo. - No le importaba quedarse allí si era lo que quería Fran, después de todo él sí recordaba las cosas y tenía la calle más que vista. Le acarició otra vez el pelo con sus gestos rudos y algo torpes, sus manos no estaban hechas para ser suaves, pero le parecía que igual el otro estaba asustado después de las amenazas que había tenido que tragarse en la azotea. Lo bueno sería que al día siguiente ya no se acordaría de ellas.
No le sorprendió que el joven mostrara esa confianza con él como para abrazarlo, realmente cada vez necesitaba menos tiempo para caerle en gracia a Fran todos los días. A lo mejor eran sus ganas, pero le daba la sensación de que aunque el muchacho no pudiera recordarlo conscientemente sí sentía en el fondo que lo conocía. O eso quería pensar Jules. - Me la suda si Laura es feliz o no. - Se sinceró. - Eso no le da excusa para tratarte mal. - La evaluación psicológica de aquella ramera le interesaba bien poco, cada uno tenía sus problemas y al marsellés no le gustaba nada que la gente se escudara tras ellos para cagarla una vez tras otra. - Nah, no ha sido nada, soy un bocas y nunca agacho las orejas cuando se meten conmigo. - No le importaba quedarse allí si era lo que quería Fran, después de todo él sí recordaba las cosas y tenía la calle más que vista. Le acarició otra vez el pelo con sus gestos rudos y algo torpes, sus manos no estaban hechas para ser suaves, pero le parecía que igual el otro estaba asustado después de las amenazas que había tenido que tragarse en la azotea. Lo bueno sería que al día siguiente ya no se acordaría de ellas.
Jules L. Allamand- Cambiante Clase Alta
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Re: • Debes ser alguien importante •
Los brazos de Jules debían ser, sin lugar a dudas, el mejor lugar que su cuerpo había conocido. En ese momento se preguntó si realmente sí que tendría memoria, si todo lo ocurrido durante esos tres años estaba guardado en algún lugar de su mente, y en lugar de olvidarlo cada noche, lo único que ocurría es que se bloqueaban tras un muro y ya no podía acceder a esa memoria. Era esperanzador, porque todo muro podía tirarse abajo de una forma u otra. Eso explicaría por qué algunas personas le causaban un tipo u otro de reacciones, que le daban más confianza desde un primer momento o que su solo contacto hacía que su piel se erizara y su sangre pareciera burbujear bajo esta.
Su rostro se había sonrojado intensamente ante sus palabras. Seguro que el roedor sí sabía hacer gritar a los hombres de otra manera, pero eso era algo que él nunca podría descubrir, que no tenía derecho a hacerlo y que por supuesto jamás pediría. Tímidamente llevó una mano al vientre ajeno, porque deseaba acariciar su piel, deseaba abrazarlo por los hombros y pegar el rostro a su cuello, quedarse así durante un rato mientras aspiraba su aroma. Pero todo lo que hizo fue morderse los labios y presionar un poco para apartarse; no como un gesto de desprecio o rechazo, simplemente se apartó, mirándolo con una suave sonrisa.
— Pero no se han metido contigo, tonto. — dijo con cierto tono cariñoso, con una confianza que cada día aparecía antes. Caminó hacia la cama, quitándose los pantalones y toda prenda hasta solo quedar con la blusa, que era lo suficientemente larga como para cubrirle zonas indecentes y además resultaba cómoda. Se subió al colchón, dejándose caer despacio sobre este, boca abajo y suspirando — No tengo ganas de regresar a casa. No quiero responder a preguntas sobre mis heridas o sobre cómo me ha ido el día. — aunque ni siquiera sabía si sus padres se las harían, puede que ni siquiera les interesase lo más mínimo. Cerró los ojos, suspirando — ¿Sería una gran carga para ti tener que despertar a mi lado, Jules? Ya sabes...tener que explicarme toda la verdad, quizás recordarme que hoy te vi como un animalito adorable, que me defendiste de una persona que quería herirme. — por supuesto si el otro se negaba él se marcharía.
No quería cargar al mayor con ese peso, el tener que aguantar a un desmemoriado que no sabías como iba a reaccionar; podía asustarse, intentar atacarlo o a saber qué. Además de lo pesado que resultaría tener que estar recordándole su vida. Sus padres a fin de cuentas lo hacían porque eran sus padres, pero el cambiaformas era un amigo, no tenía que pasar por eso. Sin embargo Fran estaba seguro de que no encontraría un lugar mejor para pasar la noche que entre los brazos de Jules, bajo sus hoscas caricias y su calor. Hasta el dolor de las heridas pasaba a un segundo plano.
Su rostro se había sonrojado intensamente ante sus palabras. Seguro que el roedor sí sabía hacer gritar a los hombres de otra manera, pero eso era algo que él nunca podría descubrir, que no tenía derecho a hacerlo y que por supuesto jamás pediría. Tímidamente llevó una mano al vientre ajeno, porque deseaba acariciar su piel, deseaba abrazarlo por los hombros y pegar el rostro a su cuello, quedarse así durante un rato mientras aspiraba su aroma. Pero todo lo que hizo fue morderse los labios y presionar un poco para apartarse; no como un gesto de desprecio o rechazo, simplemente se apartó, mirándolo con una suave sonrisa.
— Pero no se han metido contigo, tonto. — dijo con cierto tono cariñoso, con una confianza que cada día aparecía antes. Caminó hacia la cama, quitándose los pantalones y toda prenda hasta solo quedar con la blusa, que era lo suficientemente larga como para cubrirle zonas indecentes y además resultaba cómoda. Se subió al colchón, dejándose caer despacio sobre este, boca abajo y suspirando — No tengo ganas de regresar a casa. No quiero responder a preguntas sobre mis heridas o sobre cómo me ha ido el día. — aunque ni siquiera sabía si sus padres se las harían, puede que ni siquiera les interesase lo más mínimo. Cerró los ojos, suspirando — ¿Sería una gran carga para ti tener que despertar a mi lado, Jules? Ya sabes...tener que explicarme toda la verdad, quizás recordarme que hoy te vi como un animalito adorable, que me defendiste de una persona que quería herirme. — por supuesto si el otro se negaba él se marcharía.
No quería cargar al mayor con ese peso, el tener que aguantar a un desmemoriado que no sabías como iba a reaccionar; podía asustarse, intentar atacarlo o a saber qué. Además de lo pesado que resultaría tener que estar recordándole su vida. Sus padres a fin de cuentas lo hacían porque eran sus padres, pero el cambiaformas era un amigo, no tenía que pasar por eso. Sin embargo Fran estaba seguro de que no encontraría un lugar mejor para pasar la noche que entre los brazos de Jules, bajo sus hoscas caricias y su calor. Hasta el dolor de las heridas pasaba a un segundo plano.
François*- Prostituto Clase Baja
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Re: • Debes ser alguien importante •
Sería un estúpido integral si después de casi setenta años en el mundo no hubiera aprendido a darse cuenta de cuándo las personas callaban más de lo que decían, y en ese sentido su percepción se extendía por fuerza a aquel muchacho con el que coincidía prácticamente cada día desde hacía tres años. Se daba cuenta de que François sentía una inclinación especial hacia él y Jules disfrutaba de ello repitiéndose que no hacía nada malo, no le estaba dañando puesto que cada jornada el joven le olvidaba y volvía a conocerle. No era como que le estuviera rompiendo el corazón siendo atento con él para después limitarse a comportarse como su amigo, porque cada vez que empezaban de nuevo el cambiaformas se percataba de que Fran recelaba de su proximidad. Daba lo mismo lo que escribiera en su diario o lo que le contara el roedor, las primeras horas el chico le miraba de reojo preguntándose quién era aquel extraño que parecía saber tanto sobre él. Lombard sabía que era ante todo dos cosas: un sobrenatural y un cortesano, y ninguna de ambas características le hacían el hombre propicio para tener una relación estable con otra persona. ¿Amaba a ese muchacho? Le tenía tanto cariño como a un hermano menor. ¿Sería capaz de acostarse con su hermano? Por supuesto que sí, era un pervertido y adoraba el sexo sobre todas las cosas. ¿Podría, si las cosas fueran distintas, ver a François de otra manera? Su carácter práctico le impedía elucubrar al respecto. O sea que el pequeño vivía día a día porque no tenía más remedio y Jules lo hacía también porque era el tipo de existencia con el que se sentía cómodo. Independientemente de cuáles fueran sus motivos los dos se complementaban bien en aquel campo.
- Se han metido contigo. - Explicó como si no hiciera falta más. Para tratarse solo de un amigo podía decirse que el roedor se tomaba muchas molestias, pero ya ha quedado claro que hacerse cuestiones no entraba en sus planes ni en su mentalidad. Al principio se sorprendió de que Fran se quitara los pantalones porque creyó que iba a desnudarse del todo, pero luego vio que solo pretendía dormir y sonrió mientras negaba con la cabeza. Era imposible que al niño se le ocurriera insinuar nada subido de tono con lo tímido y correcto que era. - Si tú quieres... - No era él el que se iba a dar un infarto a la mañana siguiente al despertar junto a un desconocido. Se encogió de hombros y fue a echarse a su lado sin molestarse en ponerse la camisa, mirando al techo un momento después de apagar la luz. Pensaba en que eso no estaba bien y que debería esperar a que el chico se durmiera para llevarlo en carretilla si hacía falta a casa de sus padres, que era donde tenía que despertar. ¿En qué momento se había convertido en su canguro? Volvió la cabeza para mirarlo y se dio cuenta de que nada era tan sencillo cuando se trataba de Fran. Suspiró y le tapó mejor con las sábanas. - Té explicaré con pelos y señales cómo el ratón te salvó la vida. - Bromeó, antes de acomodarse de lado hacia él, pasarle un brazo por encima de la cintura y quedarse dormido.
- Se han metido contigo. - Explicó como si no hiciera falta más. Para tratarse solo de un amigo podía decirse que el roedor se tomaba muchas molestias, pero ya ha quedado claro que hacerse cuestiones no entraba en sus planes ni en su mentalidad. Al principio se sorprendió de que Fran se quitara los pantalones porque creyó que iba a desnudarse del todo, pero luego vio que solo pretendía dormir y sonrió mientras negaba con la cabeza. Era imposible que al niño se le ocurriera insinuar nada subido de tono con lo tímido y correcto que era. - Si tú quieres... - No era él el que se iba a dar un infarto a la mañana siguiente al despertar junto a un desconocido. Se encogió de hombros y fue a echarse a su lado sin molestarse en ponerse la camisa, mirando al techo un momento después de apagar la luz. Pensaba en que eso no estaba bien y que debería esperar a que el chico se durmiera para llevarlo en carretilla si hacía falta a casa de sus padres, que era donde tenía que despertar. ¿En qué momento se había convertido en su canguro? Volvió la cabeza para mirarlo y se dio cuenta de que nada era tan sencillo cuando se trataba de Fran. Suspiró y le tapó mejor con las sábanas. - Té explicaré con pelos y señales cómo el ratón te salvó la vida. - Bromeó, antes de acomodarse de lado hacia él, pasarle un brazo por encima de la cintura y quedarse dormido.
Jules L. Allamand- Cambiante Clase Alta
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Re: • Debes ser alguien importante •
Sus ojos siguieron los movimientos del contrario cuando se metió en la cama, tan solo suspirando y sonriendo en agradecimiento porque decidiera recogerlo aquella noche allí. ¿Habría dormido alguna vez fuera de casa desde que sufría de su problema? Seguro que sería con lo que tenía cuidado. Pero algunas sesiones de sexo eran difíciles y duras, en alguna ocasión lo habían llevado al desmayo, principalmente al principio, tanto que había terminado dormido en su propia cama. Por suerte, la madame era consciente de su situación, y en algún momento le había tocado ser ella quién "despertara" al muchacho, con todo lo que eso conllevaba.
— Buenas noches, Jules. — susurró, haciendo una pequeña mueca al sentir su brazo cuando le rozó una de las heridas, pero en seguida se acomodó de forma que no tocara ninguna y se sintió mucho más a gusto. No se durmió en seguida, a pensar de lo cansado que pudiera sentirse. Sus ojos permanecieron abiertos, su mente divagando en todo lo ocurrido, hasta que sintió que la respiración del cambiaformas se acompasaba. Lo llamó muy suave, preguntándole si estaba dormido, esperando a no recibir respuesta — Te quiero. No sé cómo es posible, si es solo por una fantasía o porque soy un niño idiota, pero es lo que siento. Y cada día que te conozco, te vuelvo a querer. — susurró, muy pero que muy bajito, solo porque necesitaba decirlo sin ser escuchado, como lo iba a hacer en la azotea tiempo antes. Era como quitarse un peso de encima. Sonrió, cerrando los ojos para finalmente poder caer dormido, presa de sueños inquietos, como ocurría cada noche. Sueños donde mil cosas se mezclaban, recuerdos que se tornaban pesadillas. Pero en brazos de su amigo, todo parecía ser mucho más llevadero, incluso dormir.
Obviamente al sentir aquello supo que era hora de apartarse. Puede que su cuerpo tuviera esas pequeñas molestias matutinas, cosa de la adolescencia después de todo, pero no tenía por qué restregársela a un desconocido como si tal cosa. Es más, ¿quién era aquel tipo y qué cama era la que compartían? Se separó despacio, tratando de no despertarlo. Claro, que no todo sería tan fácil para él, no podría escabullirse de donde quiera que estuviera como si nada. Los arañazos de su espalda y costados habían ido cerrando y secándose durante la noche, haciendo que al moverse bruscamente y sin conciencia del detalle, algunas se volvieran a abrir, haciéndole emitir un quejido verdaderamente audible, que sin lugar a dudas despertaría al desconocido.
— ¿Qué...qué es esto? — se quejó con un gimoteo, apartando la sábana para ver la blusa manchada de sangre en algunas zonas, cada vez más asustado. Estaba en un lugar desconocido, abrazado a un completo extraño, sin pantalones...podría jurar que sin ropa interior, solo con una blusa manchada de sangre, producto de algo que le había dolido al moverse y para empeorar las cosas tenía una inexplicable erección. Estaba confuso, la cabeza le quería dar vueltas, ¿habría bebido y todo aquello era producto de una mala resaca? — ¡Estoy sangrando!
Off: Me moría de ganas de despertarlo en algún rol xDDD
— Buenas noches, Jules. — susurró, haciendo una pequeña mueca al sentir su brazo cuando le rozó una de las heridas, pero en seguida se acomodó de forma que no tocara ninguna y se sintió mucho más a gusto. No se durmió en seguida, a pensar de lo cansado que pudiera sentirse. Sus ojos permanecieron abiertos, su mente divagando en todo lo ocurrido, hasta que sintió que la respiración del cambiaformas se acompasaba. Lo llamó muy suave, preguntándole si estaba dormido, esperando a no recibir respuesta — Te quiero. No sé cómo es posible, si es solo por una fantasía o porque soy un niño idiota, pero es lo que siento. Y cada día que te conozco, te vuelvo a querer. — susurró, muy pero que muy bajito, solo porque necesitaba decirlo sin ser escuchado, como lo iba a hacer en la azotea tiempo antes. Era como quitarse un peso de encima. Sonrió, cerrando los ojos para finalmente poder caer dormido, presa de sueños inquietos, como ocurría cada noche. Sueños donde mil cosas se mezclaban, recuerdos que se tornaban pesadillas. Pero en brazos de su amigo, todo parecía ser mucho más llevadero, incluso dormir.
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La luz era fuerte cuando su cuerpo decidió que era hora de retomar movimiento, de ponerse en marcha y activarse una vez más. Cuando abrió los ojos, lo primero que vio fue...piel, mucha piel. A lo largo de la noche, su cuerpo había buscado el calor del contrario, enredándose con él en un enredo de piernas y brazos, cobijado en su pecho, el cual era lo primero que vio al despertar. Abrió mucho los ojos, totalmente confuso y desubicado. Sus ojos subieron lentamente, hasta poder encontrar el rostro del contrario y aspirar de forma casi brusca al notar el evidente contorno de un hombre, aunque eso ya debería haberlo supuesto al no tener dos pechos ahogando su respiración. Notó el aroma de aquel desconocido invadir sus fosas nasales, y una zona muy específica al sur de su anatomía, decidió que era hora de hacerle saber que también había despertado, palpitando de forma fuerte contra lo que debía ser el muslo ajeno. Obviamente al sentir aquello supo que era hora de apartarse. Puede que su cuerpo tuviera esas pequeñas molestias matutinas, cosa de la adolescencia después de todo, pero no tenía por qué restregársela a un desconocido como si tal cosa. Es más, ¿quién era aquel tipo y qué cama era la que compartían? Se separó despacio, tratando de no despertarlo. Claro, que no todo sería tan fácil para él, no podría escabullirse de donde quiera que estuviera como si nada. Los arañazos de su espalda y costados habían ido cerrando y secándose durante la noche, haciendo que al moverse bruscamente y sin conciencia del detalle, algunas se volvieran a abrir, haciéndole emitir un quejido verdaderamente audible, que sin lugar a dudas despertaría al desconocido.
— ¿Qué...qué es esto? — se quejó con un gimoteo, apartando la sábana para ver la blusa manchada de sangre en algunas zonas, cada vez más asustado. Estaba en un lugar desconocido, abrazado a un completo extraño, sin pantalones...podría jurar que sin ropa interior, solo con una blusa manchada de sangre, producto de algo que le había dolido al moverse y para empeorar las cosas tenía una inexplicable erección. Estaba confuso, la cabeza le quería dar vueltas, ¿habría bebido y todo aquello era producto de una mala resaca? — ¡Estoy sangrando!
Off: Me moría de ganas de despertarlo en algún rol xDDD
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No solía dormir allí tantas noches como para considerar el burdel su hogar, a pesar de que no tenía una habitación vacía esperándole en ningún otro lugar de París. Jules era la definición exacta del término culo inquieto y como tal se pasaba la vida bambando de un lado a otro sin avisar a nadie de que se marchaba ni de cuándo iba a regresar. La madame se volvía loca con él, y únicamente por los sustanciosos ingresos que dejaba a su paso le permitía quedarse pese a todos los desplantes y faltas que cometía con su contrato laboral. El hecho de que el cambiaformas estuviera acostumbrado a pernoctar en los lugares más pintorescos hacía que su cuerpo añorase de vez en cuando estar en una cama de verdad, y por tanto en noches como aquella agradecía el colchón mullido y la almohada suave y caía prácticamente en coma. Le habría gustado despertarse el primero para preparar mejor la explicación que le daría a François, pero en cuanto el muchacho abrió los ojos Lombard todavía roncaba como un bendito con la cara aplastada contra el cojín y las extremidades enredadas entre las del crío. No fue hasta que el otro gritó que el roedor se dignó a abrir los ojos y mirarle con expresión somnolienta. Luego, lentamente, esbozó una sonrisa algo boba fruto de su espeso despertar.
Estiró un brazo para evitar que se le escapara antes de las explicaciones y tropezó con algo que no esperaba. Enarcando las cejas con su habitual deje burlón le miró directamente entre las piernas adivinando el secreto abultado que se escondía bajo la camisa del menor. Qué tesoro la juventud y las hormonas y todas esas cosas. - Buenos días Fran. - Saludó asiéndolo finalmente de la cintura y dándose impulso para pasarle un brazo por cada lado del cuerpo y recostarse sobre él, atrapándolo literalmente entre el colchón y su pecho con cuidado de no tocar ninguna de sus magulladuras de los costados. - Hace tres años te diste un golpe en la cabeza y desde entonces se te va la memoria todas las noches, tienes amnesia. - Le resumió esperando que el pobre no se echar a llorar. Lo cierto es que el tacto no era el punto fuerte del roedor. - Sigues viviendo con tus padres pero trabajas aquí en el burdel conmigo. Yo me llamo Jules. Aunque no lleves pantalones y tu amigo se haya despertado con energía te juro que entre nosotros solo hay una relación estrictamente profesional. Los arañazos son de un cliente. - Le sonrió para infundirle confianza. - ¿Dudas? ¿Sugerencias? Apuesto a que tu madre no te despierta exactamente así.
Off: Fran es reeeeeeee tierno *O*
Estiró un brazo para evitar que se le escapara antes de las explicaciones y tropezó con algo que no esperaba. Enarcando las cejas con su habitual deje burlón le miró directamente entre las piernas adivinando el secreto abultado que se escondía bajo la camisa del menor. Qué tesoro la juventud y las hormonas y todas esas cosas. - Buenos días Fran. - Saludó asiéndolo finalmente de la cintura y dándose impulso para pasarle un brazo por cada lado del cuerpo y recostarse sobre él, atrapándolo literalmente entre el colchón y su pecho con cuidado de no tocar ninguna de sus magulladuras de los costados. - Hace tres años te diste un golpe en la cabeza y desde entonces se te va la memoria todas las noches, tienes amnesia. - Le resumió esperando que el pobre no se echar a llorar. Lo cierto es que el tacto no era el punto fuerte del roedor. - Sigues viviendo con tus padres pero trabajas aquí en el burdel conmigo. Yo me llamo Jules. Aunque no lleves pantalones y tu amigo se haya despertado con energía te juro que entre nosotros solo hay una relación estrictamente profesional. Los arañazos son de un cliente. - Le sonrió para infundirle confianza. - ¿Dudas? ¿Sugerencias? Apuesto a que tu madre no te despierta exactamente así.
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Jules L. Allamand- Cambiante Clase Alta
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Apenas se dio cuenta antes de verse atrapado, entre aquel hombre que se hacía llamar Jules y la cama. No pudo evitar hacer una mueca en un primer momento cuando las heridas rozaron el colchón, pero en seguida se fue calmando, ya que habían cosas más apremiantes, por ejemplo que aquel desconocido era completamente consciente de su estado, de su estado por ahí abajo, y eso era terriblemente vergonzoso. Y encima sus palabras, atraparon directamente su atención, haciéndole abrir mucho los ojos.
— ¿Qué?...— susurró, casi sin aliento, mientras trataba de asimilar toda esa información, que le había llegado de forma tan brusca. Se quedó inmóvil, preguntándose si aquello podía ser cierto, si en verdad estaba enfermo y había llegado a esa cama por voluntad propia.
Se había acostado como un chico cualquiera de diecisiete años, hijo de pescador, enamorado de una muchacha encantadora...y de repente se despertaba en una cama del burdel, donde en teoría trabajaba -como cortesano, lógicamente-, abrazado a un hombre medio desnudo que lo tenía bajo su cuerpo. La cuestión era que su mente le gritaba que todo aquello estaba mal, que tenía que salir de allí, que era una trampa o algún tipo de broma de mal gusto. Pero su cuerpo permanecía inmóvil, e inexplicablemente relajado, bueno, solo una parte de él no parecía relajada en absoluto, lo cual solo empeoraba la situación. ¿No debería ya haberse calmado su erección dada la situación? Ni siquiera se sentía mentalmente excitado, era como si estuviera dividido en dos François. Y de repente, dejó de pensar. Dejó de pensar en el hombre que tenía encima, en lo increíblemente atractivo que le resultaba, lo inquietante que era eso, que tenía heridas, todo...simplemente lo miró, con cierta chispa extraña en los ojos.
— Jules...Jules...— alzó una de sus manos, llevándola hacia el rostro ajeno, deslizando los dedos por su mejilla. Casi podría decirse que había reconocimiento en sus ojos, un pequeño puntito en lo profundo, en como lo miraba — Yo te...¿conozco? — ¿lo conocía? ¿Era eso lo que estaba sintiendo en su interior? Se mordió los labios, apartando despacio la mano, sintiéndose casi mareado. Tenía una extraña sensación en su interior y no era nada agradable. No era la primera vez que lo veía, que lo tocaba, que lo olía. Sin embargo sí que lo era. Se estaba mareando y se llevó las manos al rostro, cubriéndoselo y dejando escapar un sollozo que rozaba más un quejido — No entiendo nada...
— ¿Qué?...— susurró, casi sin aliento, mientras trataba de asimilar toda esa información, que le había llegado de forma tan brusca. Se quedó inmóvil, preguntándose si aquello podía ser cierto, si en verdad estaba enfermo y había llegado a esa cama por voluntad propia.
Se había acostado como un chico cualquiera de diecisiete años, hijo de pescador, enamorado de una muchacha encantadora...y de repente se despertaba en una cama del burdel, donde en teoría trabajaba -como cortesano, lógicamente-, abrazado a un hombre medio desnudo que lo tenía bajo su cuerpo. La cuestión era que su mente le gritaba que todo aquello estaba mal, que tenía que salir de allí, que era una trampa o algún tipo de broma de mal gusto. Pero su cuerpo permanecía inmóvil, e inexplicablemente relajado, bueno, solo una parte de él no parecía relajada en absoluto, lo cual solo empeoraba la situación. ¿No debería ya haberse calmado su erección dada la situación? Ni siquiera se sentía mentalmente excitado, era como si estuviera dividido en dos François. Y de repente, dejó de pensar. Dejó de pensar en el hombre que tenía encima, en lo increíblemente atractivo que le resultaba, lo inquietante que era eso, que tenía heridas, todo...simplemente lo miró, con cierta chispa extraña en los ojos.
— Jules...Jules...— alzó una de sus manos, llevándola hacia el rostro ajeno, deslizando los dedos por su mejilla. Casi podría decirse que había reconocimiento en sus ojos, un pequeño puntito en lo profundo, en como lo miraba — Yo te...¿conozco? — ¿lo conocía? ¿Era eso lo que estaba sintiendo en su interior? Se mordió los labios, apartando despacio la mano, sintiéndose casi mareado. Tenía una extraña sensación en su interior y no era nada agradable. No era la primera vez que lo veía, que lo tocaba, que lo olía. Sin embargo sí que lo era. Se estaba mareando y se llevó las manos al rostro, cubriéndoselo y dejando escapar un sollozo que rozaba más un quejido — No entiendo nada...
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Le había saltado encima para evitar que se fuera corriendo, pero ahora que la cosa se estaba calmando un poco se dio cuenta de que nunca había estado tan cerca de François en una situación como esa. Si alguien abriera la puerta solo podría pensar una cosa, y es que no había mucho lugar a confusión con la postura que ambos habían adoptado. Jules se preparó para quitarse de encima del chico cuando él alzó una mano y le acarició la mejilla, dando signos de reconocimiento. Pero eso era imposible, ¿no? - No sé, ¿me conoces? - Preguntó a su vez, convirtiendo aquello en una conversación de besugos. - Somos amigos desde hace un tiempo pero todas las noches te olvidas de mí. - Le resumió, esperando que el muchacho retomara el hilo y le confirmara si realmente tenía recuerdos de él o no.
En cuanto Fran se tapó la cara se cortó la conexión entre sus miradas y el niño se dejó invadir por el sentido común que le decía que estaba en un lugar extraño con un hombre extraño. Jules no podía dejar que perdiera su avance, así que le retiró las manos de encima del rostro. - ¡Eh! No te preocupes, todo está bien, todas las mañanas andas un poco confundido hasta que te acostumbras. Aunque reconozco... - Nueva mirada traviesa hacia el bajo vientre del chico. - ...que eso es nuevo. - Y para qué mentir, el cambiaformas se moría de ganas por jugar con el pequeño amigo revoltoso del muchacho. No obstante por una vez en su vida parecía tener algo de decencia que le impedía aprovecharse de la situación, por lo que terminó rodando hacia un lado y dejando libre el cuerpo del otro, a su lado. - ¿Tienes hambre? - Joder, ahora todos los comentarios que hacía le sonaban pervertidos.
En cuanto Fran se tapó la cara se cortó la conexión entre sus miradas y el niño se dejó invadir por el sentido común que le decía que estaba en un lugar extraño con un hombre extraño. Jules no podía dejar que perdiera su avance, así que le retiró las manos de encima del rostro. - ¡Eh! No te preocupes, todo está bien, todas las mañanas andas un poco confundido hasta que te acostumbras. Aunque reconozco... - Nueva mirada traviesa hacia el bajo vientre del chico. - ...que eso es nuevo. - Y para qué mentir, el cambiaformas se moría de ganas por jugar con el pequeño amigo revoltoso del muchacho. No obstante por una vez en su vida parecía tener algo de decencia que le impedía aprovecharse de la situación, por lo que terminó rodando hacia un lado y dejando libre el cuerpo del otro, a su lado. - ¿Tienes hambre? - Joder, ahora todos los comentarios que hacía le sonaban pervertidos.
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Y de nuevo hacía referencia a su pequeño problema y él solo podía desear que se lo tragara un agujero en la tierra, para poder así esconderse. Tenía la sensación de que la cabeza le empezaría a doler de un momento a otro y ya ni sabía qué hacer, hasta que se apartó. ¿Por qué se apartaba? O más preocupante aun, ¿por qué no deseaba que lo hiciera? El corazón le latía fuerte cuando se vio liberado de su prisión de carne y se incorporó en la cama, quedando sentado y encogiendo las piernas contra su cuerpo, simplemente para poder ocultar la evidencia.
— No lo sé...— dijo en un susurro ante su pregunta, restregándose el rostro con las manos. Tenía las extremidades frías, pero el rostro muy caliente, seguramente debía de seguir sonrojado — ¿Nunca has tenido la sensación de que te olvidas de algo? O de que conoces a alguien pero no logras saber dónde fue...es como sentir todo eso mil veces. — confesó, haciendo una mueca al sentir que la blusa sucia se le estaba pegando a las heridas abiertas, así que no lo dudó mucho más antes de comenzar a tirar de la prenda para poder sacársela, eso sí, usándolo para cubrirse la entrepierna, y como permanecía sentado solo se veía su torso y sus piernas, aunque pensaba pedirle en breve algo de ropa al otro hombre — Ah...— fue entonces que agachó la cabeza para mirarse los costados, pero se encontró con más cosas inquietantes. Primero el hecho de que le cayó cabello sobre los ojos, el suyo propio. Nunca lo llevaba tan largo, en realidad que él recordara lo tenía casi a ras del cuero cabelludo, pero de repente lucía una especie de melenita que por supuesto se tocó, apartándosela del rostro, alzando el brazo para ello, y descubríendose entonces que no tenía vello. ¡No tenía vello! — ¡¿Y mi pelo?!
No era consciente de que unos días antes, había tenido que pasar la noche con una mujer que tenía un rarísimo fetiche con afeitar el cuerpo de los hombres. Les quitaba absolutamente todo el pelo excepto el de las cejas y cabeza, claro. Luego se acostaba con ellos y decía tener la sensación de estar disfrutando de la compañía de chicos mucho más jóvenes. Fran era un blanco perfecto para este tipo de cosas, ya que sin pelo por el cuerpo y con su rostro juvenil, pasaba mucho más por un adolescente. Emitió un gemido con la garganta, negando con la cabeza y mirándose ahora los brazos y las piernas. Y claro...presa de la curiosidad, alzó ligeramente la camisa con la que se cubría sus partes más íntimas, descubriendo que allí también había sido "limpiado". Giró entonces el rostro hacia el cambiaformas, asustado y por un momento olvidando cubrir pues...eso.
— ¿Has sido tú? ¿Por qué hiciste algo así? — obviamente allí no había nadie más y él pensaba que había pasado una noche verdaderamente loca como para amanecer de semejante manera. Aun con falta de memoria y todo, él lógicamente tenía que asociar esos cambios al tiempo más reciente y a la persona más cercana.
— No lo sé...— dijo en un susurro ante su pregunta, restregándose el rostro con las manos. Tenía las extremidades frías, pero el rostro muy caliente, seguramente debía de seguir sonrojado — ¿Nunca has tenido la sensación de que te olvidas de algo? O de que conoces a alguien pero no logras saber dónde fue...es como sentir todo eso mil veces. — confesó, haciendo una mueca al sentir que la blusa sucia se le estaba pegando a las heridas abiertas, así que no lo dudó mucho más antes de comenzar a tirar de la prenda para poder sacársela, eso sí, usándolo para cubrirse la entrepierna, y como permanecía sentado solo se veía su torso y sus piernas, aunque pensaba pedirle en breve algo de ropa al otro hombre — Ah...— fue entonces que agachó la cabeza para mirarse los costados, pero se encontró con más cosas inquietantes. Primero el hecho de que le cayó cabello sobre los ojos, el suyo propio. Nunca lo llevaba tan largo, en realidad que él recordara lo tenía casi a ras del cuero cabelludo, pero de repente lucía una especie de melenita que por supuesto se tocó, apartándosela del rostro, alzando el brazo para ello, y descubríendose entonces que no tenía vello. ¡No tenía vello! — ¡¿Y mi pelo?!
No era consciente de que unos días antes, había tenido que pasar la noche con una mujer que tenía un rarísimo fetiche con afeitar el cuerpo de los hombres. Les quitaba absolutamente todo el pelo excepto el de las cejas y cabeza, claro. Luego se acostaba con ellos y decía tener la sensación de estar disfrutando de la compañía de chicos mucho más jóvenes. Fran era un blanco perfecto para este tipo de cosas, ya que sin pelo por el cuerpo y con su rostro juvenil, pasaba mucho más por un adolescente. Emitió un gemido con la garganta, negando con la cabeza y mirándose ahora los brazos y las piernas. Y claro...presa de la curiosidad, alzó ligeramente la camisa con la que se cubría sus partes más íntimas, descubriendo que allí también había sido "limpiado". Giró entonces el rostro hacia el cambiaformas, asustado y por un momento olvidando cubrir pues...eso.
— ¿Has sido tú? ¿Por qué hiciste algo así? — obviamente allí no había nadie más y él pensaba que había pasado una noche verdaderamente loca como para amanecer de semejante manera. Aun con falta de memoria y todo, él lógicamente tenía que asociar esos cambios al tiempo más reciente y a la persona más cercana.
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Claro que tenía esa sensación, pobre crío, pero Jules no podía ayudarle con eso. Ya tenía bastante con contenerse para no saltarle encima, y más aún cuando se quitó la camisa y se quedó sentado totalmente desnudo en su cama. ¿Por qué Dios le enviaba esas pruebas tan arduas? Apretó los dientes y miró al techo con cara de cabreo para que su Alteza Celestial supiera que el cambiaformas no estaba nada contento con él en esos momentos. - Creo que es la primera vez que duermes fuera de casa desde que te pasó eso, perdóname si no sé explicarte mejor todo el asunto. Siempre lo hacen tus padres. - Sabía que era un torpe pero es que no lo habían planeado bien, se habían limitado a dormirse uno al lado del otro y a improvisar cuando amaneciera. Y así estaban.
Al decir lo del pelo no pudo evitar mirarle para saber a qué se refería. - ¿Cómo voy a ser yo? ¿Para qué querría...? - De nuevo Jesús se estaba pegando unas risas a su costa. Nunca había visto a Fran sin ropa y menos de frente, el chico siempre se cuidaba mucho de volverse para cambiarse, cosa que hasta entonces a Jules le había parecido gracioso y que ahora encontraba totalmente necesario. - No me extraña que hagan cola por ti. - Le dijo sin pensar antes cómo se iba a tomar el joven su comentario. - Estás muy... rico. - Como si fuera un caramelo gigante, exactamente así. Tuvo que apelar a toooooda su fuerza de voluntad para darle la espalda y sentarse en el borde de la cama, bajando las piernas y apoyando los pies en el suelo. - Si no te vistes te violo. - Le advirtió, pasando por alto el hecho de que generalmente François necesitaba un poco más de tiempo para habituarse a su peculiar sentido del humor y de que a lo mejor lo asustaba con sus modales tan directos.
Al decir lo del pelo no pudo evitar mirarle para saber a qué se refería. - ¿Cómo voy a ser yo? ¿Para qué querría...? - De nuevo Jesús se estaba pegando unas risas a su costa. Nunca había visto a Fran sin ropa y menos de frente, el chico siempre se cuidaba mucho de volverse para cambiarse, cosa que hasta entonces a Jules le había parecido gracioso y que ahora encontraba totalmente necesario. - No me extraña que hagan cola por ti. - Le dijo sin pensar antes cómo se iba a tomar el joven su comentario. - Estás muy... rico. - Como si fuera un caramelo gigante, exactamente así. Tuvo que apelar a toooooda su fuerza de voluntad para darle la espalda y sentarse en el borde de la cama, bajando las piernas y apoyando los pies en el suelo. - Si no te vistes te violo. - Le advirtió, pasando por alto el hecho de que generalmente François necesitaba un poco más de tiempo para habituarse a su peculiar sentido del humor y de que a lo mejor lo asustaba con sus modales tan directos.
Jules L. Allamand- Cambiante Clase Alta
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Se quedó con la boca abierta después de las respuestas que recibió. No era algo así precisamente lo que deseaba, y solo le llevaron a encogerse un poco sobre si mismo, cada vez más enrojecido. Aquel hombre lo deseaba, se sentía realmente deseado por Jules, y lo peor de todo es que eso solo parecía empeorar su estado. Todo su cuerpo transmitía calor, su entrepierna respondió a aquellas bruscas declaraciones volviendo a hincharse, a palpitar e incluso a humedecerse ligeramente. ¿Qué demonios estaba mal con su cuerpo? Porque algo le decía, desde algún punto remoto de su conciencia, que no reaccionaba así por saberse como una tentación para otro hombre, o para los que hacían cola, no. Se sentía así por saberse una tentación para ESE hombre.
Al final reaccionó como un crío, ya que si salía de allí corriendo terminaría desnudo por un burdel que no conocía, y no podía irse a casa sin ropas además de que no tenía fuerzas para decirle nada al cambiaformas en ese momento, pues simplemente agarró la sábana, se acostó en la cama y se cubrió con ella hasta la cabeza, haciéndose una bolita debajo. No podía ponerse boca abajo porque le dolía la entrepierna. Boca arriba dejaría muy en evidencia su problema, así que se puso en posición fetal, de espaldas a donde el otro se encontraba y rogando que no dijera nada más, que le diera unos segundos para poder asimilar todo lo que acababa de escuchar.
Hacía tres años que se había golpeado la cabeza, eso lo ponía con veinte y explicaba su cabello más largo. Seguía viviendo con sus padres, sin embargo trabajaba en el burdel, en el que era compañero de el chico junto al que se había levantado. No comprendía por qué tenía que venderse, ya que si estaba allí era precisamente por eso, además de haberlo dejado claro con comentarios como que las heridas eran de un cliente y que hacían cola por él. Luego dejó de pensar en las palabras ajenas para pasar a sus propios pensamientos y sentimientos desde que se había despertado. No todo era normal allí, es decir, sentía cosas que nunca antes había experimentado, la misma confusión en si, el tener la sensación de conocer de verdad a ese hombre, las reacciones de su propio cuerpo y el no haber sentido miedo en lo más mínimo al escucharle decir que lo violaría. Porque estaba seguro de que si se lo hubiera dicho cualquier tipo en un cuarto, habría gritado pidiendo auxilio y diciendo que ese hombre tenía una desviación muy preocupante. Al final suspiró, mordiéndose los labios.
— Mentiroso. — terminó por murmurar, pero sin acritud alguna, simplemente...lo dijo — Dijiste primero que lo nuestro era una relación profesional, luego que somos amigos desde hace tiempo...pero yo siento algo raro en mi, y me he despertado contigo en la cama. — su voz se fue haciendo más bajita a medida que hablaba, hasta él mismo se iba enroscando más sobre si mismo y aferrando con fuerza la sábana sobre su cabeza, como si así pudiera enterrarse — Siento que...me dices la verdad con lo de mi...problema. Es como que no me sorprende, bueno...sí me sorprende, pero no. Ngh...— no sabía ni como explicarse, era demasiado complejo, demasiado para él así que mucho más para poder comunicárselo a otra persona.
Al final reaccionó como un crío, ya que si salía de allí corriendo terminaría desnudo por un burdel que no conocía, y no podía irse a casa sin ropas además de que no tenía fuerzas para decirle nada al cambiaformas en ese momento, pues simplemente agarró la sábana, se acostó en la cama y se cubrió con ella hasta la cabeza, haciéndose una bolita debajo. No podía ponerse boca abajo porque le dolía la entrepierna. Boca arriba dejaría muy en evidencia su problema, así que se puso en posición fetal, de espaldas a donde el otro se encontraba y rogando que no dijera nada más, que le diera unos segundos para poder asimilar todo lo que acababa de escuchar.
Hacía tres años que se había golpeado la cabeza, eso lo ponía con veinte y explicaba su cabello más largo. Seguía viviendo con sus padres, sin embargo trabajaba en el burdel, en el que era compañero de el chico junto al que se había levantado. No comprendía por qué tenía que venderse, ya que si estaba allí era precisamente por eso, además de haberlo dejado claro con comentarios como que las heridas eran de un cliente y que hacían cola por él. Luego dejó de pensar en las palabras ajenas para pasar a sus propios pensamientos y sentimientos desde que se había despertado. No todo era normal allí, es decir, sentía cosas que nunca antes había experimentado, la misma confusión en si, el tener la sensación de conocer de verdad a ese hombre, las reacciones de su propio cuerpo y el no haber sentido miedo en lo más mínimo al escucharle decir que lo violaría. Porque estaba seguro de que si se lo hubiera dicho cualquier tipo en un cuarto, habría gritado pidiendo auxilio y diciendo que ese hombre tenía una desviación muy preocupante. Al final suspiró, mordiéndose los labios.
— Mentiroso. — terminó por murmurar, pero sin acritud alguna, simplemente...lo dijo — Dijiste primero que lo nuestro era una relación profesional, luego que somos amigos desde hace tiempo...pero yo siento algo raro en mi, y me he despertado contigo en la cama. — su voz se fue haciendo más bajita a medida que hablaba, hasta él mismo se iba enroscando más sobre si mismo y aferrando con fuerza la sábana sobre su cabeza, como si así pudiera enterrarse — Siento que...me dices la verdad con lo de mi...problema. Es como que no me sorprende, bueno...sí me sorprende, pero no. Ngh...— no sabía ni como explicarse, era demasiado complejo, demasiado para él así que mucho más para poder comunicárselo a otra persona.
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Re: • Debes ser alguien importante •
François reaccionó con algo muy propio de él: enrojeció y se escondió. Era tan tierno que Jules se preguntaba por qué no salía corriendo de aquel cuarto y abandonaba al chico a su suerte. Los indefensos y los corderillos de grandes ojos dulces no le gustaban en absoluto, prefería a los hombres fuertes y grandes o directamente a las mujeres, con sus curvas voluptuosas y su femineidad desbordante. Los muchachos con cara de niño y vergüenza se los dejaba a otras compañeras que tenían instinto maternal, él no los quería. Y sin embargo su deseo no hizo sino acrecentarse al ver que el sexo del joven respondía a sus palabras con algo que solo podía catalogarse como alegría y buena disposición. Había aprendido a reconocer esas cosas por su profesión y eran pocos los que lograban disimular su excitación delante del cambiaformas, mucho menos un casi-adolescente inexperto y desmemoriado. Una parte de él quiso decirle que sí, que era mentira, que los dos eran amantes y mantenían una tórrida relación pasional en sus habitaciones del burdel. ¿Qué más daba? Podía hacerlo, podía seducirlo y al día siguiente comportarse como si nada hubiera pasado.
Se acostó otra vez al lado de Fran y lo abrazó por encima de la sábana, divertido al saberlo tan avergonzado. No podía evitar que le hiciera gracia su rubor y todos sus remilgos. - Es que somos dos amigos muy atractivos. - Volvió a bromear. Y es que era cierto, Jules era un hombre guapo y el muchacho una belleza, resultaba difícil resistirse a eso. Sobre todo cuando estaba sin ropa. Pero sabía que debía aguantar porque aquello solo podía acabar mal, así que contra sus deseos le destapó la cabeza para darle un beso en el pelo y después se levantó, alejándose del cuerpo del crío con tanta pesadumbre como si dejara atrás un banquete suculento. - Perdona si te he hecho sentir incómodo, tengo ese don. ¿Quieres que te lleve a casa?
Se acostó otra vez al lado de Fran y lo abrazó por encima de la sábana, divertido al saberlo tan avergonzado. No podía evitar que le hiciera gracia su rubor y todos sus remilgos. - Es que somos dos amigos muy atractivos. - Volvió a bromear. Y es que era cierto, Jules era un hombre guapo y el muchacho una belleza, resultaba difícil resistirse a eso. Sobre todo cuando estaba sin ropa. Pero sabía que debía aguantar porque aquello solo podía acabar mal, así que contra sus deseos le destapó la cabeza para darle un beso en el pelo y después se levantó, alejándose del cuerpo del crío con tanta pesadumbre como si dejara atrás un banquete suculento. - Perdona si te he hecho sentir incómodo, tengo ese don. ¿Quieres que te lleve a casa?
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Re: • Debes ser alguien importante •
Deseó que ese abrazo durase para siempre, que esa sensación no se desvaneciera nunca, pero aquel hombre volvió a apartarse de él, dejándole una breve sensación de desasosiego para luego simplemente suspirar, volviendo a sentarse en la cama, cubriéndose un poco con la sábana y negando con la cabeza ante su ofrecimiento. Quería marcharse a casa, quería tener un rato para si mismo, pero no deseaba ser acompañado.
— Bastará si pudieras dejarme algo de ropa, por favor. — pidió con voz suave, torciendo un poco los labios y metiendo una de sus manos bajo la tela — Y si...me dieras un par de minutos...porque...duele un poco...— esto último lo dijo con mucho más recato, agachando la cabeza mientras no podía evitar acariciarse apenas un poco, tratando de aliviar la presión que sentía. Había sido adolescente un tiempo mientras mantenía memoria, así que recordaba perfectamente lo que era sufrir un feo dolor de testículos si no hacía caso a una excitación cuando era tan persistente y cabezota.
Se mordió los labios, deseando que él entendiera, que se levantara y le dejara la intimidad suficiente para poder aliviarse y limpiarse con la camisa que ya sería para tirar, dadas las manchas de sangre. Luego podría vestirse con lo que fuera y marcharse a casa. Puede que descubriera que todo había sido una mentira o que se acurrucara en los brazos de su madre después de que ella le curase las heridas. Pero al menos estaría en un lugar conocido, donde esperaba que su cuerpo y su mente se pusieran de acuerdo en su estado, y así dejar de estar tan dividido y desorientado.
— Bastará si pudieras dejarme algo de ropa, por favor. — pidió con voz suave, torciendo un poco los labios y metiendo una de sus manos bajo la tela — Y si...me dieras un par de minutos...porque...duele un poco...— esto último lo dijo con mucho más recato, agachando la cabeza mientras no podía evitar acariciarse apenas un poco, tratando de aliviar la presión que sentía. Había sido adolescente un tiempo mientras mantenía memoria, así que recordaba perfectamente lo que era sufrir un feo dolor de testículos si no hacía caso a una excitación cuando era tan persistente y cabezota.
Se mordió los labios, deseando que él entendiera, que se levantara y le dejara la intimidad suficiente para poder aliviarse y limpiarse con la camisa que ya sería para tirar, dadas las manchas de sangre. Luego podría vestirse con lo que fuera y marcharse a casa. Puede que descubriera que todo había sido una mentira o que se acurrucara en los brazos de su madre después de que ella le curase las heridas. Pero al menos estaría en un lugar conocido, donde esperaba que su cuerpo y su mente se pusieran de acuerdo en su estado, y así dejar de estar tan dividido y desorientado.
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Re: • Debes ser alguien importante •
De cara a la ventana todo parecía transcurrir con mayor normalidad. Fran seguía siendo el niño al que Jules protegía y punto, y si era guapo y le hacía desear cosas indecentes pues se aguantaría, que por una vez que reprimiera sus impulsos tampoco se iba a morir. Se pasó una mano por el cabello corto y tieso y ensanchó el pecho en una respiración profunda antes de darse la vuelta y encarar a su colega de profesión con una renovada sonrisa de optimismo y naturalidad... que se fue al traste en cuanto vio que el chico metía una mano bajo la sábana. Despotricó mentalmente con todos los insultos que conocía en orden alfabético y después volvió a empezar. - ¿Por qué? - Gimió implorando un poco de justicia para su pobre corazón que era débil y muy sugestionable. - Deja que yo... pfff. - No, él no iba a hacer nada, le buscaría la ropa y se marcharía como una buena persona dejando que Fran se las arreglara como quisiera para aliviar su tensión. Maldito crío. - Iré a tu habitación a por tu ropa. - Se rindió. - Ahora vuelvo. Quédate tapado y quieto hasta que vuelva. - Recalcó lo de quieto porque su paciencia tenía un límite, y si al regresar lo encontraba entregado a sus pasiones se iba a contener su santa madre. De todas formas François seguía siendo un muchacho recatado y cohibido que no se atrevería a pasar a mayores sabiendo que en cualquier momento Jules iba a regresar, ¿no? ¿NO?
Salió del cuarto y cruzó el pasillo con una cara de mal humor que hizo que una de sus compañeras le preguntase qué le ocurría. Contestó que tenía hambre. No le costó nada encontrar la habitación del chico, entrar, buscar en el armario hasta dar con una muda y reemprender el camino de vuelta pensando que se daría una ducha fría en cuanto hubiese dejado listo al menor. Una cosa estaba clara: a la madame le iba a encantar que el cambiaformas estuviera ese día tan dispuesto a reportarle ingresos. También estaba clara otra cosa: nunca más iba a dormir con Fran, era un peligro con cara de niño inocente. Tocó con los nudillos un par de veces en la puerta y abrió. - Servicio de habitaciones.
Salió del cuarto y cruzó el pasillo con una cara de mal humor que hizo que una de sus compañeras le preguntase qué le ocurría. Contestó que tenía hambre. No le costó nada encontrar la habitación del chico, entrar, buscar en el armario hasta dar con una muda y reemprender el camino de vuelta pensando que se daría una ducha fría en cuanto hubiese dejado listo al menor. Una cosa estaba clara: a la madame le iba a encantar que el cambiaformas estuviera ese día tan dispuesto a reportarle ingresos. También estaba clara otra cosa: nunca más iba a dormir con Fran, era un peligro con cara de niño inocente. Tocó con los nudillos un par de veces en la puerta y abrió. - Servicio de habitaciones.
Jules L. Allamand- Cambiante Clase Alta
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Lo miró marcharse, asintiendo a sus palabras y agradecido de que le hubiera entendido. Porque lo había hecho, ¿verdad? Fran había dejado en claro que necesitaba unos minutos para si mismo y por eso su compañero había sido tan amable de salir, aunque le hiciera esa advertencia, que el rubio se tomó como una petición de que no saliera del cuarto. En cuanto se marchó dejó escapar un suspiro y se puso de rodillas en la cama, colocando sobre esta la camisa manchada de sangre, justo donde iban a estar sus caderas. Se agachó para apoyar el pecho en el colchón, dejando el trasero elevado y llevó una mano a la zona que tantísimo necesitaba de atención.
Se sentía extraño haciendo algo así en esa situación, como si lo estuvieran mirando y juzgando, como si estuviera expuesto a un montón de ojos que lo juzgasen. Como si se fuese a sentir mejor, se echó la almohada por encima de la cabeza, sujetándola con su otro brazo para evitar escuchar a la gente fuera de la habitación, intentando aislarse un poco para poder concentrarse mejor.
Lo que al principio había imaginado algo tan fácil y rápido resultó ser algo más complejo. Siempre pensaba en ella, en esa muchacha de alta cuna con la que leía y se divertía. Se imaginaba arrancándole uno de esos caros vestidos que lucía y haciéndola suya en medio del pasto. Pero algo no iba bien, no parecía funcionar. Entonces le atacó la preocupación de que si se demoraba mucho quizás el otro volvería y no podría acabar, y de ahí...bueno, su mente vagó sola. A su compañero, a haberlo visto sin camisa sobre su cuerpo, a las mil formas en las que podría haber acabado aquella escena, si acaso no habría pasado alguna vez. Si él sería la mujer en un encuentro y cómo se sentiría serlo.
Así que cuando la puerta del cuarto se abrió, él ni siquiera fue consciente de la compañía. Permanecía con el trasero en pompa, las rodillas en la cama y la cara enterrada bajo la almohada. Sus gemidos sonaban ahogados desde allí, mientras su mano insinuaba un movimiento más que obvio. Había abierto algo más las piernas a causa de todo el trajín, haciendo que la sábana resbalara y ya no cubriera lo que debería haber estado tapando. Arqueó un poco la espalda, mordiendo la tela que tenía más a mano, sintiéndose al borde del éxtasis. Solo un poco más...tenía tiempo para un poco más...No sabía qué tan equivocado estaba.
Off: No me pude resistir -w-
Se sentía extraño haciendo algo así en esa situación, como si lo estuvieran mirando y juzgando, como si estuviera expuesto a un montón de ojos que lo juzgasen. Como si se fuese a sentir mejor, se echó la almohada por encima de la cabeza, sujetándola con su otro brazo para evitar escuchar a la gente fuera de la habitación, intentando aislarse un poco para poder concentrarse mejor.
Lo que al principio había imaginado algo tan fácil y rápido resultó ser algo más complejo. Siempre pensaba en ella, en esa muchacha de alta cuna con la que leía y se divertía. Se imaginaba arrancándole uno de esos caros vestidos que lucía y haciéndola suya en medio del pasto. Pero algo no iba bien, no parecía funcionar. Entonces le atacó la preocupación de que si se demoraba mucho quizás el otro volvería y no podría acabar, y de ahí...bueno, su mente vagó sola. A su compañero, a haberlo visto sin camisa sobre su cuerpo, a las mil formas en las que podría haber acabado aquella escena, si acaso no habría pasado alguna vez. Si él sería la mujer en un encuentro y cómo se sentiría serlo.
Así que cuando la puerta del cuarto se abrió, él ni siquiera fue consciente de la compañía. Permanecía con el trasero en pompa, las rodillas en la cama y la cara enterrada bajo la almohada. Sus gemidos sonaban ahogados desde allí, mientras su mano insinuaba un movimiento más que obvio. Había abierto algo más las piernas a causa de todo el trajín, haciendo que la sábana resbalara y ya no cubriera lo que debería haber estado tapando. Arqueó un poco la espalda, mordiendo la tela que tenía más a mano, sintiéndose al borde del éxtasis. Solo un poco más...tenía tiempo para un poco más...No sabía qué tan equivocado estaba.
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La ostia puta y la madre que lo parió. No contento con haberle enviado a por ropa ahora encima se ponía a darse el gusto en su cama, como si Jules fuera un criado hecho de piedra y con zumo de naranja en vez de sangre corriendo dentro de las venas. Prácticamente se arrancó el pantalón mientras se abría paso a zancadas hacia el lecho después de cerrar la puerta empujándola con un pie, sin preocuparse del golpe que produciría y que sin duda alertaría a François de su presencia. Eso pretendía, ¿no? Dejó las calzas tiradas en el suelo y la muda limpia del chico sobre una silla antes de subirse al catre y apartarle la almohada de la cabeza.
Nunca antes había estado con él, en eso no le había mentido, pero le tenía unas ganas increíbles. Llevaba tres años compartiendo con ese muchacho casi toda su vida y había aprendido a aceptarlo considerándolo como la única persona con la que jamás se acostaría. Tanto asumir eso había hecho que se olvidara de que no hacía más que autoengañarse, ya que el joven era guapo y le caía más que bien. Ambas cosas juntas hacían que no encontrase impedimentos lógicos para disfrutarlo a otro nivel a parte del amistoso, y ahora era lo que se proponía a menos que Fran lo apartara a empujones. Le cogió por los hombros y lo acostó boca arriba encima de las sábanas antes de echarse sobre él con cuidado de no lastimar sus heridas a medio cicatrizar. Sabía cómo colocarse y se notaba su experiencia, porque todos sus gestos iban certeros al punto deseado y no había ningún titubeo en su expresión.
Jules pensaba que no había una fórmula infalible para el sexo con todo el mundo, sino que valía la pena tomarse un tiempo conociendo al contrario para saber después qué tipo de baile iba a complacer más sus deseos particulares. Con el chico tenía la ventaja de que la etapa de conocimiento ya estaba superada más que de sobra, habían tenido tres años para contárselo todo, y por eso supo que tenía que besarlo primero. No habría sabido explicar qué pretendía con eso o por qué a algunas personas las besaba y a otras no, pero en cualquier caso su boca fue sola a buscar la de François. Pensó que si lograba comenzar entrando por ahí le sería más fácil hacer que se relajara para entrar por otro sitio, porque una cosa era cierta: no pensaba ponerse debajo después de haber visto el trasero escultural que tenía el crío. Parecía que Miguel Ángel en persona le hubiera esculpido el culo a base de cincel, y hacia allí fueron sus manos en busca de apoyo. Deslizó los dedos bajo sus nalgas y apretó las caderas de Fran contra las suyas mientras batallaba contra su lengua.
Nunca antes había estado con él, en eso no le había mentido, pero le tenía unas ganas increíbles. Llevaba tres años compartiendo con ese muchacho casi toda su vida y había aprendido a aceptarlo considerándolo como la única persona con la que jamás se acostaría. Tanto asumir eso había hecho que se olvidara de que no hacía más que autoengañarse, ya que el joven era guapo y le caía más que bien. Ambas cosas juntas hacían que no encontrase impedimentos lógicos para disfrutarlo a otro nivel a parte del amistoso, y ahora era lo que se proponía a menos que Fran lo apartara a empujones. Le cogió por los hombros y lo acostó boca arriba encima de las sábanas antes de echarse sobre él con cuidado de no lastimar sus heridas a medio cicatrizar. Sabía cómo colocarse y se notaba su experiencia, porque todos sus gestos iban certeros al punto deseado y no había ningún titubeo en su expresión.
Jules pensaba que no había una fórmula infalible para el sexo con todo el mundo, sino que valía la pena tomarse un tiempo conociendo al contrario para saber después qué tipo de baile iba a complacer más sus deseos particulares. Con el chico tenía la ventaja de que la etapa de conocimiento ya estaba superada más que de sobra, habían tenido tres años para contárselo todo, y por eso supo que tenía que besarlo primero. No habría sabido explicar qué pretendía con eso o por qué a algunas personas las besaba y a otras no, pero en cualquier caso su boca fue sola a buscar la de François. Pensó que si lograba comenzar entrando por ahí le sería más fácil hacer que se relajara para entrar por otro sitio, porque una cosa era cierta: no pensaba ponerse debajo después de haber visto el trasero escultural que tenía el crío. Parecía que Miguel Ángel en persona le hubiera esculpido el culo a base de cincel, y hacia allí fueron sus manos en busca de apoyo. Deslizó los dedos bajo sus nalgas y apretó las caderas de Fran contra las suyas mientras batallaba contra su lengua.
Jules L. Allamand- Cambiante Clase Alta
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Se había quedado completamente inmóvil. El ruido de la puerta lo había dejado helado, blanco como un fantasma, con el mayor susto de su vida. Ni siquiera atinó a moverse y bajar el trasero, taparse o salir corriendo, es que se había quedado totalmente en shock. El corazón le latía a mil por hora y sentía que si no desaparecía en ese preciso instante moriría de la pura vergüenza. Cuando fue agarrado y girado, sus ojos húmedos se clavaron en el cambiaformas, presa del susto y con la respiración agitada. Se intentó encoger un poco para que no fuera consciente de su más que evidente erección pero no fue capaz.
Estaba tomando fuerzas para empujarlo, para apartarlo con manos, pies, a base de mordiscos y lo que hiciera falta. Saldría corriendo de allí solo con la sábana si era necesario. Sin embargo, en cuanto aquellos labios se hicieron dueños de los suyos, todo desapareció y su cuerpo cayó laxo sobre la cama, sin hacer ningún tipo de movimiento, ni tan siquiera corresponder a ese beso, al menos al principio. Fue una sensación indescriptible, como si una corriente eléctrica y cargada de calor, recorriera todo el camino desde sus labios hacia el resto de su cuerpo; se arremolinó en su vientre, creó un tornado en su pecho y hasta le entumeció las extremidades, terminando simplemente por inflamar aun más su miembro, ahora encerrado entre sus cuerpos.
Sus manos se movieron por instinto, casi ni fue consciente de como se deslizaron por los brazos contrarios hacia sus hombros y a su cuello, entrelazando los dedos tras la nuca de su amigo. Se separó un poquito de su boca, no huyendo, simplemente dándose un segundo de respiro para poder mirarlo, completamente agitado, con los ojos vidriosos por el deseo.
— Debes ser alguien importante...— susurró, fijándose por completo en su rostro y soltando una de sus manos para llevarla a su mejilla, mordiéndose los labios, que sabían a Jules — T-tengo...miedo. — reconoció, pero su cuerpo no daba señal alguna de que fuera a resistirse, no parecía querer apartarlo o que aquel contacto le resultara desagradable, ni mucho menos. Aunque tuviera a un hombre encima, agarrándole el trasero de aquella forma, completamente desnudo y excitado, no se sentía mal, su cuerpo lo deseaba, ardía al sentir la piel ajena. No sentía miedo por eso, por lo que pudiera pasar, tenía miedo por sentirse tan confuso, por no ser capaz ni de aclararse consigo mismo. Aun así, elevó de nuevo el rostro para romper la distancia y buscando retomar el contacto de sus labios, deseando de nuevo sentir aquel calor, aquellas maravillosas cosquillas que le hacía sentir el cambiaformas.
Estaba tomando fuerzas para empujarlo, para apartarlo con manos, pies, a base de mordiscos y lo que hiciera falta. Saldría corriendo de allí solo con la sábana si era necesario. Sin embargo, en cuanto aquellos labios se hicieron dueños de los suyos, todo desapareció y su cuerpo cayó laxo sobre la cama, sin hacer ningún tipo de movimiento, ni tan siquiera corresponder a ese beso, al menos al principio. Fue una sensación indescriptible, como si una corriente eléctrica y cargada de calor, recorriera todo el camino desde sus labios hacia el resto de su cuerpo; se arremolinó en su vientre, creó un tornado en su pecho y hasta le entumeció las extremidades, terminando simplemente por inflamar aun más su miembro, ahora encerrado entre sus cuerpos.
Sus manos se movieron por instinto, casi ni fue consciente de como se deslizaron por los brazos contrarios hacia sus hombros y a su cuello, entrelazando los dedos tras la nuca de su amigo. Se separó un poquito de su boca, no huyendo, simplemente dándose un segundo de respiro para poder mirarlo, completamente agitado, con los ojos vidriosos por el deseo.
— Debes ser alguien importante...— susurró, fijándose por completo en su rostro y soltando una de sus manos para llevarla a su mejilla, mordiéndose los labios, que sabían a Jules — T-tengo...miedo. — reconoció, pero su cuerpo no daba señal alguna de que fuera a resistirse, no parecía querer apartarlo o que aquel contacto le resultara desagradable, ni mucho menos. Aunque tuviera a un hombre encima, agarrándole el trasero de aquella forma, completamente desnudo y excitado, no se sentía mal, su cuerpo lo deseaba, ardía al sentir la piel ajena. No sentía miedo por eso, por lo que pudiera pasar, tenía miedo por sentirse tan confuso, por no ser capaz ni de aclararse consigo mismo. Aun así, elevó de nuevo el rostro para romper la distancia y buscando retomar el contacto de sus labios, deseando de nuevo sentir aquel calor, aquellas maravillosas cosquillas que le hacía sentir el cambiaformas.
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Las manos del chico recorriendo sus brazos y su nuca fueron todo lo que Jules necesitó para entender que tenía vía libre, que le daba permiso para seguir adelante, y sabiendo que sería mucho más capaz de quitarle ese miedo que decía sentir con sus gestos que con sus palabras volvió a tomar su boca como si fuese su dueño, como si siempre lo hubiese sido. Sosteniéndose en las rodillas que tenía separadas, con las piernas a ambos lados del cuerpo de François, frotó hábilmente su cadera contra la contraria tomándose el tiempo necesario para que su cuerpo estuviera tan dispuesto como lo estaba ya el del muchacho. Puso un antebrazo bajo la cabeza del otro, sirviéndole de almohada, y con la otra mano le sostuvo la pantorrilla y lo dirigió elevándole la pierna, doblándola hasta dejarla colocada cómodamente sobre su propio hombro.
Ambos eran cortesanos pero únicamente uno de ellos era capaz de acumular experiencia, pues para el otro cada cliente era nuevo y cada encuentro era el primero de todos. Sin embargo el cuerpo de Fran estaba mucho más acostumbrado a aquellas lides de lo que su dueño suponía, y por eso mismo Jules sabía que no le haría daño si se tomaba las molestias necesarias para aclimatarlo como se merecía. Unas molestias, huelga decir, que no se tomaba con casi ninguna de las personas que pasaban por su lecho casi a diario y que pese a todo solían irse satisfechas con el carácter dominante del cambiaformas entre las sábanas. Descendió la mano libre para recorrer a su gusto todos los recovecos y exhuberancias del chico, sabiendo que su temperatura estaba ya más alta que la de cualquier humano corriente y que ésa era quizá la causa de su fuego. Terminó encontrando para dos de sus dedos una ubicación perfecta entre las piernas del menor, que como ya llevaba mucho camino adelantado - no en vano se había dedicado a entretenerse solo mientras Jules iba a buscar su ropa - alcanzó el primer clímax poco después de que el roedor se hubiera puesto en serio a acariciar su intimidad.
Ajeno al hecho de que teóricamente eso debería marcar el final de su encuentro, el mayor se despidió momentáneamente de los labios de François y escondió la cabeza bajo su vientre para dejar a su lengua hacer de las suyas. Podía dar la impresión de que seguía una rutina concreta porque no se permitía ni un minuto para dudar antes de encadenar un movimiento con otro, pero nada más lejos de la realidad: eran las respuestas del otro cuerpo - sus gemidos, su piel erizada o un cambio de fuerza en sus manos sobre su espalda - las que le guiaban en todo momento y le hacían conducir el acto a buen puerto. No fue hasta que el miembro ajeno volvió a endurecerse que Lombard se consintió por fin el capricho de volver a acostarse sobre él y deslizarse en su interior. No supo cuánto tiempo estuvieron así, acompasados, con las piernas de Fran relajadamente flexionadas para apoyar los pies sobre la cama y Jules moviéndose entre ellas, como hipnotizado, mirándose a los ojos. En un momento dado la madame abrió la puerta sin llamar - como tenía por costumbre - para anunciarle que tenía un cliente esperando abajo, pero sin inmutarse el cambiaformas se limitó a mirarla con descaro mientras seguía moviéndose hasta que la mujer, poniendo los ojos en blanco, se marchó cerrando tras de sí.
Dejó que sus latidos se acelerasen a la vez y que el joven se adaptara a él, a que sus brazos le rodearan, antes de que todo se volviera más intenso y luego culminara al unísono. No le importaba a quién hubieran alertado con sus voces, el burdel era un edificio acostumbrado a guardar el secreto de los que, como ellos, se entregaban al placer. Jules se acostó a su lado y le acarició el vientre hasta que su respiración se tornó calmada, y entonces dejó una mano quieta sobre su abdomen. Le gustaba la piel tersa y suave del chico, sus grandes ojos azules y sus labios carnosos. Eso por no hablar del resto del cuerpo. No necesitaba decir nada para llenar el silencio amistoso que se había instalado allí, con ellos, en su propia habitación.
Ambos eran cortesanos pero únicamente uno de ellos era capaz de acumular experiencia, pues para el otro cada cliente era nuevo y cada encuentro era el primero de todos. Sin embargo el cuerpo de Fran estaba mucho más acostumbrado a aquellas lides de lo que su dueño suponía, y por eso mismo Jules sabía que no le haría daño si se tomaba las molestias necesarias para aclimatarlo como se merecía. Unas molestias, huelga decir, que no se tomaba con casi ninguna de las personas que pasaban por su lecho casi a diario y que pese a todo solían irse satisfechas con el carácter dominante del cambiaformas entre las sábanas. Descendió la mano libre para recorrer a su gusto todos los recovecos y exhuberancias del chico, sabiendo que su temperatura estaba ya más alta que la de cualquier humano corriente y que ésa era quizá la causa de su fuego. Terminó encontrando para dos de sus dedos una ubicación perfecta entre las piernas del menor, que como ya llevaba mucho camino adelantado - no en vano se había dedicado a entretenerse solo mientras Jules iba a buscar su ropa - alcanzó el primer clímax poco después de que el roedor se hubiera puesto en serio a acariciar su intimidad.
Ajeno al hecho de que teóricamente eso debería marcar el final de su encuentro, el mayor se despidió momentáneamente de los labios de François y escondió la cabeza bajo su vientre para dejar a su lengua hacer de las suyas. Podía dar la impresión de que seguía una rutina concreta porque no se permitía ni un minuto para dudar antes de encadenar un movimiento con otro, pero nada más lejos de la realidad: eran las respuestas del otro cuerpo - sus gemidos, su piel erizada o un cambio de fuerza en sus manos sobre su espalda - las que le guiaban en todo momento y le hacían conducir el acto a buen puerto. No fue hasta que el miembro ajeno volvió a endurecerse que Lombard se consintió por fin el capricho de volver a acostarse sobre él y deslizarse en su interior. No supo cuánto tiempo estuvieron así, acompasados, con las piernas de Fran relajadamente flexionadas para apoyar los pies sobre la cama y Jules moviéndose entre ellas, como hipnotizado, mirándose a los ojos. En un momento dado la madame abrió la puerta sin llamar - como tenía por costumbre - para anunciarle que tenía un cliente esperando abajo, pero sin inmutarse el cambiaformas se limitó a mirarla con descaro mientras seguía moviéndose hasta que la mujer, poniendo los ojos en blanco, se marchó cerrando tras de sí.
Dejó que sus latidos se acelerasen a la vez y que el joven se adaptara a él, a que sus brazos le rodearan, antes de que todo se volviera más intenso y luego culminara al unísono. No le importaba a quién hubieran alertado con sus voces, el burdel era un edificio acostumbrado a guardar el secreto de los que, como ellos, se entregaban al placer. Jules se acostó a su lado y le acarició el vientre hasta que su respiración se tornó calmada, y entonces dejó una mano quieta sobre su abdomen. Le gustaba la piel tersa y suave del chico, sus grandes ojos azules y sus labios carnosos. Eso por no hablar del resto del cuerpo. No necesitaba decir nada para llenar el silencio amistoso que se había instalado allí, con ellos, en su propia habitación.
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Cada caricia, cada beso que recibía, cada vez que el orgasmo amenazaba con hacerlo suyo...cada sensación que estaba disfrutando bajo el cuerpo de aquel hombre, no se le hacía nada nuevo, no sentía que fuera algo malo, algo de lo que debiera asustarse o que no hubiera experimentado nunca antes. Sin embargo, sí que podría haber jurado que era lo más intenso que su cuerpo había sufrido jamás. Las manos de Jules ardían allá donde tocaban, y ni siquiera fue consciente en ningún momento de que los habían interrumpido.
Su mente había olvidado todo lo que les rodeaba, con una pasmosa facilidad. Solo podía concentrarse en su cuerpo, en la respiración de su amigo, en la forma en la que se movía y cómo lo hacía suyo. El resto había pasado a un quinto plano y solo gemía, gemía sin control, pidiendo más o menos si se sentía demasiado al límite de lo que podía soportar. Su rostro enrojecido y el hecho de que no lo miraba demasiado tiempo a los ojos era lo único que daba muestras de su timidez, pues la lujuria había tomado total control de la situación y el deseo llevaba las riendas.
Cuando terminaron aun tardó un par de minutos en ser consciente de la situación y en retomar conciencia de todo. Giró su rostro, mirando a su compañero mientras su piel parecía erizarse allí donde él tenía a bien tocar. El rostro del cortesano era la perfección, no podía evitar pensar que mil hombres matarían por haber disfrutado de lo que él acababa de tener, y no era capaz de saber si eso le hacía sentir mal o por el contrario se sentía orgulloso. ¿Era posible que una ligera mancha de celos se hiciera ver? Rápidamente trató de descartar esa idea, porque era ilógica y no sacaría nada bueno de ella.
— De...debería irme. — logró articular finalmente, sin despegar sus orbes del rostro contrario, dejándose mimar por leves que fueran sus caricias, pero sin poder moverse aun — Quiero ver a mis padres y aclararme un poco. — su voz era cada vez más baja, el sueño parecía que quería hacerse dueño de él, pero eso no lo podía consentir. Si era verdad que durmiendo perdía todos los recuerdos, tenía que ponerle solución cuanto antes. Así que finalmente hizo el esfuerzo necesario para quedar sentado en la cama, pasándose una mano por el cabello, mirándose la piel del vientre pegajosa y sonrojándose violentamente — ¿De verdad ha sido la primera vez?
Su mente había olvidado todo lo que les rodeaba, con una pasmosa facilidad. Solo podía concentrarse en su cuerpo, en la respiración de su amigo, en la forma en la que se movía y cómo lo hacía suyo. El resto había pasado a un quinto plano y solo gemía, gemía sin control, pidiendo más o menos si se sentía demasiado al límite de lo que podía soportar. Su rostro enrojecido y el hecho de que no lo miraba demasiado tiempo a los ojos era lo único que daba muestras de su timidez, pues la lujuria había tomado total control de la situación y el deseo llevaba las riendas.
Cuando terminaron aun tardó un par de minutos en ser consciente de la situación y en retomar conciencia de todo. Giró su rostro, mirando a su compañero mientras su piel parecía erizarse allí donde él tenía a bien tocar. El rostro del cortesano era la perfección, no podía evitar pensar que mil hombres matarían por haber disfrutado de lo que él acababa de tener, y no era capaz de saber si eso le hacía sentir mal o por el contrario se sentía orgulloso. ¿Era posible que una ligera mancha de celos se hiciera ver? Rápidamente trató de descartar esa idea, porque era ilógica y no sacaría nada bueno de ella.
— De...debería irme. — logró articular finalmente, sin despegar sus orbes del rostro contrario, dejándose mimar por leves que fueran sus caricias, pero sin poder moverse aun — Quiero ver a mis padres y aclararme un poco. — su voz era cada vez más baja, el sueño parecía que quería hacerse dueño de él, pero eso no lo podía consentir. Si era verdad que durmiendo perdía todos los recuerdos, tenía que ponerle solución cuanto antes. Así que finalmente hizo el esfuerzo necesario para quedar sentado en la cama, pasándose una mano por el cabello, mirándose la piel del vientre pegajosa y sonrojándose violentamente — ¿De verdad ha sido la primera vez?
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La calma que siempre llegaba después de la tormenta trajo consigo un sentimiento totalmente nuevo para Jules: el remordimiento. Miró a François con sus ojos claros preguntándose por qué no había sido lo bastante fuerte para controlarse en lugar de embarcarse como un salvaje en algo que se había jurado mil veces que no haría nunca. Repetirse que el chico le había provocado no era más que una excusa y lo sabía, era consciente de que se había aprovechado de la situación, y el tacto cálido de la piel del otro bajo su mano ardía acusadoramente. Si Fran fuera alguien normal con una vida normal podrían tener una relación de amigos que se acuestan que no pasaría a mayores, en primer lugar porque Lombard jamás se habría encariñado de ese modo con él. Ahora lo tenía casi por un hermano y se sentía deleznable al comprender que el menor iría corriendo a escribir aquello en su diario junto a todas las alabanzas que tenía para el cambiaformas. ¿Y qué iba a pasar cuando cada mañana leyese aquella anotación? El desliz del roedor iba a quedar para la historia.
No debería haber tocado a François, el hecho de que no tuviera memoria era una desgracia y no la excusa perfecta para tirárselo sabiendo que al día siguiente no le iba a reclamar nada. Jules reconocía que resultaba enormemente conveniente para su forma de ser tener un pelele amnésico al que meter en su cama cuando quisiera sabiendo de antemano que después podría hacer como si no le conociera los días que no le apeteciera tener sexo con él. ¿Era esa la clase de persona horrible que era? Sabía muy bien que sí, el problema no era ese... era que nunca le había importado ser así de horrible hasta ese momento. No podía darle al chico lo que quería. Tampoco es que supiera muy bien lo que quería, a decir verdad, porque él nunca tenía charlas serias con nadie dado que ser serio se le daba fatal.
Vio cómo se sentaba y permaneció acostado sopesando sus palabras siguientes. - Sí. - Contestó a su pregunta. - Y debería ser la última, Fran. Esto... verás, no ha sido buena idea. Tú y yo somos amigos, ¿sabes? Amigos nada más. - ¿Sonaba eso tan mal como le estaba pareciendo? Se pasó una mano por la cara intentando hacer caso omiso al rubor de las mejillas del otro, que no hacía más que recordarle que era mucho más joven e inexperto que él y que le había utilizado para darse un gusto de un rato. - Será mejor que no lo escribas en tu diario. Ve a casa, acuéstate... y olvídalo.
No debería haber tocado a François, el hecho de que no tuviera memoria era una desgracia y no la excusa perfecta para tirárselo sabiendo que al día siguiente no le iba a reclamar nada. Jules reconocía que resultaba enormemente conveniente para su forma de ser tener un pelele amnésico al que meter en su cama cuando quisiera sabiendo de antemano que después podría hacer como si no le conociera los días que no le apeteciera tener sexo con él. ¿Era esa la clase de persona horrible que era? Sabía muy bien que sí, el problema no era ese... era que nunca le había importado ser así de horrible hasta ese momento. No podía darle al chico lo que quería. Tampoco es que supiera muy bien lo que quería, a decir verdad, porque él nunca tenía charlas serias con nadie dado que ser serio se le daba fatal.
Vio cómo se sentaba y permaneció acostado sopesando sus palabras siguientes. - Sí. - Contestó a su pregunta. - Y debería ser la última, Fran. Esto... verás, no ha sido buena idea. Tú y yo somos amigos, ¿sabes? Amigos nada más. - ¿Sonaba eso tan mal como le estaba pareciendo? Se pasó una mano por la cara intentando hacer caso omiso al rubor de las mejillas del otro, que no hacía más que recordarle que era mucho más joven e inexperto que él y que le había utilizado para darse un gusto de un rato. - Será mejor que no lo escribas en tu diario. Ve a casa, acuéstate... y olvídalo.
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