En ciertos oasis el desierto es sólo un espejismo. | Gabriella de Beaucaire.

por **Bluma Körner** Sáb Mar 23, 2013 8:41 pm

Cuando creíamos que teníamos todas las respuestas,
de pronto, cambiaron todas las preguntas.
- Mario Benedetti

Después de dos días de caminata y recolección, justo antes de llegar al destino acordado, elige detenerse a la orilla del camino y descansar antes de retomar el tramo final. Tiene dentro del bolso sólo tres cuartas partes de los ingredientes anotados en su lista, el resto puede conseguirlos el próximo domingo cuando acuda al mercado como todas las semanas. Se siente afortunada al tener la posibilidad de salir y viajar de ese modo, la libertad de no contar con un carruaje o un chofer es incomparable.

En las afueras de Paris hay un mundo distinto de pequeñas familias dispuestas a ayudar si sabes qué ofrecer y también pequeñas comunidades tan independientes que incluso muchas de ellas manejan su propio lenguaje. Es así como Bluma encontró en su recorrido a una pareja de alemanes con la que pudo compartir unas tostadas con miel, carne de cerdo obtenida quien sabe como y también algunas patatas frescas, todo con un sabor que la hizo sentir en casa. No es costumbre en ella extrañar su pueblo, pero detalles incluso como el acento de aquellos compatriotas lograron que esta vez lo hiciera.

Poco antes de abandonar el hogar de quienes tan gentil la acogieron pudo descubrir que provenían de una localidad cercana a esa donde cree su familia continúa viviendo. El hecho de tener que mentir sobre su ciudad natal fue la señal inequívoca de que debía partir y aún cuando se siente agradecida lo mejor es caminar otra vez y no mirar atrás. Ahora mientras se detiene a la orilla de un río para refrescarse un poco, repasa todas las instrucciones que su mentora le dio antes de salir.

Aquello sirve para repasar los detalles de lo que planea hacer en la próxima luna llena y también para inmiscuirse tanto en sus propios pensamientos que incluso llega a ignorar la presencia tras ella. El vestido, que ha abierto un poco para evitar empapar, le cae por los hombros y deja al descubierto su espalda. Pequeños hilos de agua siguen humedeciendo su piel y brillan como prismas formando arcoiris, Bluma está distraída, desconcentrada, está quizás pensando en la pareja de alemanes que dejó atrás o muy probablemente en su familia a la que no ve hace mucho y que además reprocharían del todo su comportamiento actual.

por **Gabriella de Beaucaire** Mar Mar 26, 2013 11:27 pm

Cuando la luz del día se extinguió por el ocaso, seguí moviéndome. Treinta días antes los asuntos de mi nueva inversión me habían obligado a viajar a Londres, donde los recuerdos me llenaron de nostalgia. Había vivido ahí tanto tiempo que me consideraba una inglesa de nacimiento, pero al escuchar mi apellido, cualquiera sabría que mi patria era Francia. Por el mismo motivo, me sentí en la obligación de volver a dejar Inglaterra para reunirme con la luminosa París, con sus mujeres pomposas y sus caballeros sedientos de vino. Era muy diferente al comportamiento londinense, pero era parte de mí. La embarcación había llegado a mitad de la tarde, por lo que me fue imposible seguir viajando; horas después de que se hubiese puesto el sol, por fin podía caminar sobre las afueras de la ciudad.

Dado que viajaba sola no me fue necesario rentar un carruaje, pensando que la mejor manera de bañarme de París, era recorriendo cada rincón de sus bosques. Antes de abandonar el puerto, había cambiado mi costoso vestido escarlata con encaje negro por un traje de montar. En la ciudad resultaría escandaloso que una mujer, especialmente de clase alta, llevara pantalones y botas, pero en el bosque, era una herramienta útil para poder mover mejor las piernas.
Sobre la camisa blanca, llevaba puesto un chaleco color arena; el cabello pelirrojo lo mantuve bien sujeto sobre mi cabeza, aunque luego de una hora de paseo, varios rizos fueron escapando.

― Había esperado encontrarme con Nathaniel. ― rezongué a un pajarillo de plumas blancas que había decidido posarse sobre una rama baja. La pequeña ave ladeó su cabecita con desconcierto, arrancándome una sonrisa. ― Si, lo sé. Londres es muy grande. Quizás haya salido de ahí hace mucho. Era una tontería infantil esperar volver a verle, pero…

Hice una seña con la mano, como si aquel pajarillo fuese una de tantas personas de sociedad que pudiera entender las complicaciones amorosas. Continué caminando hasta escuchar el arrullo del río. Emocionada, corrí en su dirección, dispuesta a lavarme la cara. Sin embargo, me encontré con una figura femenina, y sus hombros, bajo el brillo de la luna que se reflejaba en el agua cristalina. Su cabellera rubia y su piel blanca eran como las de un ángel en aquella escena. Sonreí, recargando mi hombro contra el firme tronco de un árbol. De acercarme, podría llegar a asustarla, y de irme, abandonaría la oportunidad de darle a París una oportunidad. Seguí mirándola, meditando que era lo mejor que podría hacer para captar su atención. Divertida, silbé tal como lo haría un ruiseñor.

En ciertos oasis el desierto es sólo un espejismo. | Gabriella de Beaucaire.

En ciertos oasis el desierto es sólo un espejismo. | Gabriella de Beaucaire.

Re: En ciertos oasis el desierto es sólo un espejismo. | Gabriella de Beaucaire.