Un aperitivo a horas improcedentes (Privado)

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Nunca digas que no esperas lo inesperado, porque llegará con cachetada en guante blanco.[

No importaba el por qué o el cómo era que Violante se encontraba en los pastizales en aquella luna llena. Lo importante era lo que iba hacer, él no era un vampiro que se alimentase de animales, no, él lo hacía de mortales y no cualquiera, de jóvenes mujeres, de ella bebía, de ella vivía. Pero ¿realmente Violante estaba sediento? La respuesta era sencilla, no en realidad, aunque su cuerpo quizás si lo necesitaba.

Pero no mencionar el por qué se encontraba alejado de la ciudad quizás no es apropiado. La razón se llamaba Amanda Smith, ella volvería a, indirectamente, cambiar su vida. Lo que sucedería entre los reyes no era del total agrado de Violante que necesitaba desahogarse lejos de ella, lejos de su telepatía muy superior a la de él.

De pronto, escuchó el latir de dos corazones, uno pertenecía al de un animal pero el otro no. Sin duda eso fue producto de curiosidad, lo distrajo completamente, por cómo latía el corazón humano descifró que se trataba de una mujer, una mujer joven. Estaba tranquila, confiada de estar sola, Violante se imaginó que estaba haciendo una actividad que regularmente hacía, de ahí su tranquilidad, su corazón sosegado.

Caminó hacía el sonido que era el corazón hasta captar sus pensamientos, ella recolectaba frutos pequeños, el príncipe parecía ver las jugosas fresas que en su juventud comía con rara frecuencia. Al parecer ella sentía gran placer con el simple hecho de la recolección, lo que realmente era absurdo para Violante, él que cuando mortal fue príncipe nunca hizo labores de campo, y en su vida inmortal mucho menos. El vampiro no conocía lo que era trabajar en el campo y no le interesaba en lo más mínimo.

Entonces la vio, era bella, más de lo que Violante se imaginó. –¡Que belleza tan sublime!– pensó el príncipe que se acercaba caminando, comenzó a sentir sed, ella le provocaba ansiedad, la deseaba y los pensamientos entorno a Amanda desaparecieron. Estaba decidido, Violante que creía que no encontraría nada en aquel lugar se daba cuenta de lo equivocado que estaba. El príncipe avanzando, por los pensamientos que captaba de ella, sabía que no saldría corriendo espantada al verle, sin en cambio no se podía decir lo mismo del corcel, el animal que lo reconocería como un inmortal, que sabría que estaba muerto. Pero que importaba, Violante podía usar su velocidad para atraparla y beber de ella sin que ella pudiera reaccionar... Mas Violante no era de esos, no, el jugaría antes con ella y de ser posible la poseería como mujer, porque el vampiro se había enamorado de la belleza de la doncella.

Era tiempo de llamar su atención, Violante era bueno para comunicarse por la mente con otro ser, implantar ideas. Y era lo que haría, generó dentro de la joven un sonido, como de un pequeño animal corriendo entre los pastizales, con el único objetivo que ella buscara el origen viéndolo a él. Y así fue, la joven alzó la mirada y se encontró con el príncipe caminando hacía ella, el príncipe que ya deseaba estar junto a ella.

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Los pasos de Violante sobre los campos eran casi nulos lo que había confundido a la bella mujer que con sus exquisitos labios parecía atraer al vampiro. No pudo evitar entrar en la mente de la belleza que lo contemplaba con aquellos luceros azules. El príncipe sonrió a las palabras, no se había esperado dicha reacción. ¿Le importaba más lo que pensaran de ella que la amenaza de un hombre en aquella noche? Después de todo estaba sola con un caballo que no podía hacer nada para protegerla, no de él.

—¿Qué le hace pensar que me interesa la acción que realiza? No soy el dueño de está plantación aunque sopeso que ya ha de conocer al dueño por lo que sabe que no vengo a reclamar estas tierras...— se detuvo frente a ella, todas esas palabras las había plantado de forma directa a la mente de ella; sin mover sus labios. El vampiro se saltaría el rodeo de pasar al hombre común al bebedor de sangre. Así como la invadiría con curiosidad antes de usar su poder de seducción para cautivarla, el juego para Violante había comenzado y aquella mortal se había convertido en el trofeo que el tomaría.

—¿Por qué te preocupó que fuera un mortal con la acusación de ladrona al hecho de la aparición de un hombre en esta solitaria noche? Debería de saber que una mujer como usted que resalta entre todas estas exquisitas fresas por su belleza es una tentación para cualquier truhán. Es París el lugar esta infectado de ese tipo de escoria— se expresó por medio de la mente en un tono seductor y luego como un depredador que analiza a su presa la rodeó. Quería ver los cambios de expresiones, sentir el miedo, la curiosidad o la excitación que de ella surgiera. ¿Qué tipo de mujer sería, se entregaría a la duda como Pandora en la mitología o intentaría inútilmente escapar como una inocente damisela? Eso era lo que Violante quería precisamente descubrir.

Los ojos de ambos volvieron a encontrarse y ahora su poder de seducción comenzó a surgir de él así como lo hace el aroma de una rosa. La envolvió por completo y él con una mirada lujuriosa se acercó a sus labios y la beso en la comisura. —¿Y bien contestarás a mis preguntas?— dijo esta vez con el habla dejando que su aliento gélido bañara las mejillas cálidas de la mujer. —Si me respondes yo responderé a las preguntas que sé estás formulando por que tu mente nada puede esconderme— dijo algo presuntuoso y se alejó de aquel rostro manteniendo una distancia prudencial.